Con el nacimiento de Juan Bautista se cumple de manera visible el mensaje del ángel a Zacarías. Al ir a circuncidar al niño, la gente propone que le impongan el nombre de su padre, pero Isabel, la madre, sin duda por lo que su esposo le habría contado de la aparición del ángel, resuelve que se llamará Juan, y otro tanto sentencia el padre, que estaba sordo y mudo, escribiéndolo en una tablilla cuando se lo preguntan por señas. Inmediatamente Zacarías vuelve a hacer uso del lenguaje y sus primeras palabras son el cántico de alabanza divina. La impresión producida por la visible intervención divina es un temor sagrado, «quedaron sobrecogidos», y la noticia se extiende por los alrededores. Lo sucedido en la circuncisión del niño da que pensar a cuantos se enteran y es interpretado como señal de su predestinación para alguna misión extraordinaria: «¿Qué va a ser de este niño?». El evangelista añade un comentario que confirma la opinión del pueblo: la mano de Dios, símbolo de su protección y su providencia, actúa de manera visible desde un principio en la vida de aquel niño, venido al mundo ya en tan milagrosas circunstancias.
El himno de Zacarías («Benedictus«) muestra grandes semejanzas de ideas y sentimientos con el «Magníficat» de Miriam (María). Al igual que éste, también el Benedictus se mueve totalmente dentro de la mentalidad de la TaNaK (Antiguo Testamento), quedando en el límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo.
El tema central del himno de Zacarías lo forman la misericordia de Dios y su fidelidad a su alianza. Al igual que el Magníficat es también el Benedictus, en su mayor parte, una compilación de pensamientos tomados del AT, de la que tampoco en este caso resulta una simple y hábil sucesión de reminiscencias veterotestamentarias, sino una nueva unidad. También como en el Magníficat, sus pensamientos son, aunque no en la misma medida, afirmaciones de carácter general, distinguiéndose de aquél en su referencia expresa a la persona y la futura misión redentora de su destinatario (Juan el Bautista, vv. 76-77). Una diferencia con el Magníficat suponen también los rasgos judíos nacionalistas de su primera mitad (vv. 67-75).
La primera parte del himno (vv. 68-75) ensalza, al igual que el cántico de María, las grandes obras redentoras de Dios, que alcanzan su punto culminante en la misión del Mesías.
La segunda parte (vv. 76-79) se vuelve al recién nacido hijo de Zacarías, cantando en proféticas palabras la tarea para la que Dios le ha destinado. Mientras que el Magníficat procede en su ideario de lo individual a lo general, de la persona de María «a la plenitud de la actuación divina», en el himno de Zacarías encontramos un orden inverso, lo cual radica, tanto en un caso como en el otro, en la situación respectiva de la persona que lo pronuncia. Zacarías queda lleno de Espíritu Santo, como antes Isabel (v. 41), en el momento de desatarse su lengua, y pronuncia su cántico en aquel estado de inspiración profética (v. 67).
V. 68. El himno comienza con las alabanzas dirigidas a Dios usuales en muchos salmos del AT y oraciones posteriores judías. La actuación de la misericordia, esto es, de la bondad y la indulgencia divinas, constituye el contenido único de la primera mitad del himno; la glorificación de Dios por la oración de los hombres puede consistir solamente en la sonora proclamación agradecida de sus obras. Los pensamientos se mantienen dentro del horizonte de la elección de Israel por parte de Dios como pueblo suyo. En previsión de la época de la salvación mesiánica, dada ya como presente, se refiere como un hecho que Dios ha visitado misericordioso a su pueblo en la opresión (cf. vv. 71 y 74), y lo ha redimido. La visita de Dios consiste en la misión del Mesías.
V. 69. «Un poder (o fuerza) salvador», literalmente «un cuerno de salvación» -el cuerno es aquí, como muchas veces en el AT, símbolo de la fuerza-, levantado por Dios, libertador poderoso, es el Mesías, que según la promesa del AT y las esperanzas judías surgiría de la estirpe del siervo de Dios, David. El contenido de lo que contempla aquí Zacarías como realizado o a punto de realizarse, era pronunciado con palabras semejantes en forma de súplica cotidiana por los piadosos judíos en la oración de las dieciocho bendiciones: «Haz brotar pronto el vástago de David, tu siervo, y levanta su cuerno con tu ayuda. Alabado seas, Yahvé, que haces brotar el cuerno de la salvación».
V. 70. Con la misión del salvador mesiánico ha dado Dios cumplimiento a las promesas hechas por boca de sus santos profetas. La expresión «desde antiguo» sería literalmente «desde los primeros tiempos», lo cual es una exageración retórica, ya que las promesas hechas a la casa de David no se remontan más allá de David mismo.
V. 71. Los versículos siguientes, 71-75, describen con más detalle la época de la salvación mesiánica. El v. 71 da una explicación del concepto «cuerno de salvación», «poder salvador» o «fuerza de salvación»; los enemigos y los que los odian son aquí, dentro del punto de vista vétero-testamentario judío en que va concebido todo el pasaje, los enemigos políticos y los opresores de Israel, quienes como enemigos del pueblo de Dios lo son también de Dios mismo. El v. 74 es, con todo, una prueba de que tales palabras no pueden ser entendidas como un grito de venganza.
VV. 72-75. La redención concedida por Dios a la generación de entonces es también, por la relación que con sus antepasados la une, una prueba de la «misericordia» divina con sus padres y de la fidelidad de Dios a su alianza. Al enviar al redentor mesiánico, cumple Dios la alianza, el pacto hecho una vez con los patriarcas. Dios cumple así el juramento bajo el cual prometió una vez al protopatriarca de Israel, Abrahán, para él y su descendencia, una posesión del país, libre del poder de sus enemigos.
El fin de la obra redentora divina era el procurar a su pueblo libertad frente al poder de enemigos externos. Pero el aspecto político de tal libertad no era su fin único ni primero, sino sólo condición previa de la libertad religiosa, que es la que debe dar a Israel la posibilidad de «servir» a Dios sin cesar, libre de todo temor de guerra o de opresión, como su pueblo santo, en piedad y justicia auténticas, esto es, en el fiel cumplimiento de su voluntad. Este servicio divino aquí referido es algo más que simple culto, es un servicio que incluye también una actitud moral, que, según el carácter de la ética bíblica, consiste en la obediencia a Dios y a su ley. A pesar de que Zacarías espera del Mesías la liberación política de su pueblo, falta en su ideal mesiánico todo rasgo guerrero o simplemente imperialista. También en el profeta Zacarías del AT aparece el Mesías como príncipe «manso», pacífico, cuya misión es instaurar el reino eterno de la paz en medio de un mundo impío. Los rasgos característicos de su reino son la justicia y la piedad auténtica, lo cual es uno de los pensamientos centrales de las esperanzas de redención del AT, como lo prueban los profetas más antiguos, Isaías y Sofonías.
V. 76. Con el v. 76 vuelve Zacarías su atención a la figura de su propio hijo, anunciando en palabras proféticas la misión para la que ha nacido. El versículo enlaza con la promesa de Gabriel a Zacarías de Lc 1,15-17. Este niño será llamado (esto es, será) profeta del Altísimo, que, según la profecía de Malaquías, preparará el camino al «Señor», esto es, Dios (no el Mesías), que viene misericordioso al encuentro de su pueblo.
V. 77. El v. 77 declara más en detalle en qué consiste este preparar los caminos. El Bautista debe instruir al pueblo sobre la verdadera naturaleza de la redención, llevarle a la convicción de que la salvación consiste en el perdón de los pecados y no en cosa otra alguna, siendo, pues, de carácter puramente religioso y no político. En este punto, el v. 77 sobrepasa claramente al v. 71 y al v. 74, pero sin ir más allá tampoco de la línea de la futura predicación del Bautista (cf. Lc 3,3).
VV. 78-79. La frase que sigue («Por la entrañable misericordia…»), colocada simplemente a continuación de lo anterior, apenas puede ser puesta en relación lógica con el «perdón de los pecados», sino más bien con el contenido total de los vv. 76b-77, dando como motivo de la obra redentora divina allí referida la «misericordia», cuya más grandiosa revelación es su visita de gracia al pueblo por medio del «Oriente [Sol naciente] de lo alto». Con los testimonios más antiguos, hay que suponer como texto originario el futuro «visitará». Precisamente este cambio entre pasado y futuro, con la tensión que lleva consigo, concuerda con la situación del himno, en el que se expresa la seguridad sobre la presencia de la época mesiánica, pero sin conocer aún su verdadera revelación y despliegue.
De suyo sería posible, en lugar de la traducción «Oriente», la de otros nombres, pero parece preferible la traducción «el Oriente», es decir, el sol en su salida, entendiéndolo como designación figurada del Mesías, quien, como «sol de justicia» (Mal 3,20), se aparecerá a los que yacían en las tinieblas del alejamiento de Dios producido por el pecado, para mostrarles el camino de la salvación. Zacarías se incluye a sí mismo, como lo prueba la expresión «nuestros pasos», en el número de los que yacían en las tinieblas.
De importancia para el enjuiciamiento, tanto del himno de Zacarías como del Magníficat, es la observación de que en ambos va entendida la venida del Mesías exclusivamente como revelación de la gloria divina, sin que se haga referencia alguna a su pasión y a su muerte, hecho que no sería explicable si ambos himnos hubieran sido compuestos en círculos judeocristianos o fueran cánticos judíos rehechos por mano cristiana.
Fuente:
[Extraído de Josef Schmid, «El Evangelio según san Lucas«. Barcelona, Ed. Herder, 1968, pp. 83-91]
En el tiempo que venimos investigando los fundamentos mesiánicos de las Festividades del Eterno, hemos aprendido con respecto a la Fiesta de las Trompetas o, mejor llamada, Yom Teruah, que ella anuncia la intervención del Eterno en los asuntos de la humanidad a escala mundial. Yom Teruah representa un momento absolutamente decisivo en la historia del mundo, en el que el Creador se hará presente en la historia a usando eventos naturales para llevar a las naciones al sometiendo a Su Majestad representada en el Mesías o Cristo (Ungido).
Hemos aprendido que esta fiesta, que se celebra el primer día del séptimo mes del calendario hebreo (Tishrei), también da principio a la tercera temporada de fiestas (ver Ex. 23:14; Deut. 16:16), en la cual se incluyen las últimas cuatro fiestas del año (Yom Teruah, Yom Kippur y Sukot).
Pero también sabemos que “Teruah” puede indicar varios métodos de fuerte ruido desde clamor de un colectivo en oración, hasta el dar grandes voces de júbilo en alabanza, tocando címbalos resonantes, hasta hacer sonar las Trompetas de Plata que la Torah ordena. Es que la Fiesta de las Trompetas representa, en su sentido profético y mesiánico, el retorno del Mesías a la tierra para establecer el Reino de Dios en la Tierra.
Casi al final del ministerio físico de Yeshúa HaMashíaj, sus discípulos, los apóstoles, le preguntaron acerca de los tiempos del fin. Leamos el relato del Evangelio:
«Estando él sentado en el Monte de los Olivos, sus discípulos se le acercaron reservadamente, y le dijeron: “Dinos, ¿cuándo sucederán esas cosas? ¿Y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo?”. (Mateo 24:3 – VIN)
Estos varones, como buenos judíos, conocían que siglos antes, el profeta Daniel había dejado un oráculo acerca del establecimiento del Reino del Eterno y de cómo los santos (el pueblo de Israel) lo heredarán:
«Y en los días de esos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que jamás será destruido, ni será dejado a otro pueblo. Este desmenuzará y acabará con todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.« Daniel 2:44
«Pero los santos del Altísimo tomarán el reino y lo poseerán por los siglos y por los siglos de los siglos.« Daniel 7:18
Los apóstoles, no entendían cuándo habría de venir el Malkut Elohim (Reino de Dios), por lo cual Yeshúa comenzó a explicarles los acontecimientos que conducirían a su retorno como Hijo de David. Así fue como el Maestro les explicó una profecía que había sido «cerrada y sellada» desde los días de Daniel
Y él dijo: ‘Anda, Daniel; estas cosas están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin,… (Dan. 12:9 – VIN)
Esta profecía señalaba, entre otras cosas, a «la abominación desoladora» :
«Entonces se levantarán tropas de su parte y contaminarán el santuario, la fortaleza. Quitarán el sacrificio regular, y pondrán la abominación desoladora.»
Daniel 11:31 (VIN)
En el capítulo 24 del Evangelio de Mateo, encontramos que Yeshúa habló a sus discípulos sobre falsos paradigmas del Mesías que aparecerían por la proclamación de falsos profetas (anunciando así la aparición de la religión que se llamaría cristianismo).
Así mismo, dio oráculos sobre guerras, hambres, epidemias, terremotos y otras desgracias como señales previas a su Segunda Venida (vv. 4-13).
De este modo el Maestro describió el tiempo de su regreso como una época que se caracterizaría por el aumento del odio y la injusticia entre los hombres. Pero lo que más impacta acerca de todas estas señales antes del fin es que sólo serían el «principio de dolores» (v. 8).
Él está diciendo a todos los que aprendemos de Su Yugo, que cuando veamos el cumplimiento de todas esas señales, simplemente no sería todavía el fin, sino sólo el comienzo del final de la humanidad rebelde y sus sistema materialista sobre la Tierra.
¡Las señales de su retorno son el principio de dolores! Ésta última frase se refiere a lo que ocurre a las mujeres embarazadas que clínicamente se conoce como “trabajo de parto” o las dolorosas contracciones que preparan el nacimiento de sus hijos. No es el parto propiamente, sino el anuncio de que pronto nacerá un nuevo ser.
Así pues, Yeshúa está señalando que los sucesos que ocurrirán antes de Su Segunda Venida, serán plenamente identificables para que comience a suceder un acontecimiento anhelado: la manifestación de los hijos primogénitos del Eterno. El dolor y sufrimiento que deparan a esta humanidad es de proporciones verdaderamente inimaginables porque la maldad del hombre creceré a niveles terroríficos.
En el plano natural, entre que comienzan los “dolores de parto” de una madre y nace el ser humano, hay un tiempo a veces corto a veces largo, pero para quien los padece parecen interminables por el dolor que se sufre. De idéntica manera entre el principio de dolores y el regreso del Mesías pasará un tiempo que parecerá inacabable por la tribulación que se vivirá.
Yeshúa dio este discurso a sus seguidores para prepararlos y evitar que las señales los tomará por sorpresa. Los creyentes deben estar conscientes de que la maldad de la humanidad irá creciendo hasta hacer insostenible la vida en el planeta. Nada de que sorprendernos, así fue en los días de Noé, antes del Mabul (diluvio).
Sin embargo, luego de aclarar esto de los «principios de dolores«, nuestro Dueño y Maestro dio el oráculo mesiánico clave de los últimos días:
«Y esta buena nueva del reino se proclamará en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones, y luego vendrá el fin.» (v. 14).
Esta es en sí la señal de la Nueva Humanidad. La señal de la manifestación de los hijos de Dios. En pocas palabras, el llamado y la respuesta de todos aquellos descendientes de las 10 tribus perdidas, saliendo de la Gran Ramera y subiendo al diseño del Monte Santo…
Con esta señal en mente, el Maestro y Señor de nuestra fe ofreció el panorama que seguirá luego de que el remanente de Israel regresara a las sendas antiguas de la emunah (Fe). Yeshúa les habló de la persecución que sufrirían durante «laGran Tribulación»
«… porque habrá entonces una gran tribulación como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás.« (Mateo 24:21)
Esta gran tribulación sería la antesala a su regreso con poder y gran gloria.
“Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz. Las estrellas caerán del cielo y los poderes del cielo se conmoverán. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y en ese tiempo se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran majestad.« (Mateo 24: 29-30)
Inmediatamente, el discurso de Yeshúa asegura que su regreso estaría acompañado de un «gran toque de trompeta»[teruah]
«Él enviará a sus mensajeros con un gran toque de trompetapara reunir a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.« (Mateo 24:31)
Se puede ver aquí que con el gran toque de trompeta se enviará a los mensajeros para reunir a los escogidos, este es el evento mejor conocido como «el arrebatamiento», lo cual es también, una figura simbólica de la «Boda del Mesías con su Asamblea», conocida como las «bodas del Cordero», ya que en las Escrituras a Yeshúa se le simboliza como “El Novio o Esposo” y a la Asamblea como “La Novia «o «Esposa” (Mateo 25).
«Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio”. Porque el lino fino representa los actos justos de los santos. El mensajero me dijo: “Escribe: Felices los invitados a la cena de las bodas del Cordero”. Me dijo además: “Estas son palabras verdaderas de Elohim”. (Revelación 19:7-9)
Ahora bien, comprendiendo todos estos lineamientos proféticos, queda decir que existe una conexión adicional de todo esto con la Fiesta de las Trompetas o Yom Teruah. Para entenderlo mejor veamos estos textos:
«Así que manténganse alerta, porque ustedes no saben ni el día ni la hora.« Mateo 25:13
“Pero en cuanto al día y la hora, nadie sabe; ni siquiera los mensajeros del cielo, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre.« Mateo 24:36
En la tradición de los Sabios de Israel, el día de Yom Teruah es conocido también como Yom Hakeseh (“el día y la hora que nadie sabe”).
El Yom Hakeseh dentro de la cultura hebrea es conocido como el día y la hora que nadie sabe. La razón se debe a que el año nuevo comienza cuando dos testigos ven la primera porción de la luna creciente luego de la luna nueva y la reportan a la cámara del Sanedrín. Es muy difícil observar la luna nueva porque solo puede ser vista al ponerse el sol, ver la fina franja de luz de la luna creciente que está cercana al sol es casi imposible de distinguir. Esta incertidumbre puede durar entre uno a dos días, específicamente entre los días 28 y 30 del mes de Elul (antes de Tishrei), es decir; “El día escondido” donde nuestro Señor se manifestara como ladrón en la noche a la hora que nadie sabe.
Yom HaKeseh («El Día para Esconderse» o el «Día Escondido») contiene la palabra keseh que se deriva de la raíz hebrea kacah, que significa «esconder o cubrir«. Durante el mes de Elul todos los días, se toca una trompeta para advertir al pueblo que se vuelva al Eterno; esto es, todos los días excepto el día 30 de Elul, el día anterior a Yom Teruah. En ese día no se toca la trompeta y permanece en silencio.
En parte esto se debe a que mucho de lo que sucede durante Yom Teruah está encubierto y lleno de misterio. El aspecto místico de Yom Teruah aparece en las Escrituras:
«Tocad la trompeta en la nueva luna, en el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne« (Salmo [Tehillim] 81:3).
Por ende Yom Teruah es llamado tambien Yom HaKeseh, o el Día Escondido, ya que en este día era un misterio para los sacerdotes del templo distinguir la luna nueva en el séptimo mes hebreo. Otras de las implicaciones que tiene el Yom hakeseh es el Día del Juicio, este día era conocido como: «el día y hora que nadie sabe, excepto el Padre«.
Dado que se consideraba que Yom Teruah era un día escondido, las palabras de Yeshúa de hecho se refieren a este día. Por lo tanto, esa frase más bien debe servir como prueba que Él estaba hablando de Yom Teruah, ya que es el único día del año que se consideraba como escondido o del que ninguna persona sabía.
De manera que, tanto los apóstoles como todos los creyentes del primer siglo entendieron que el Maestro estaba entregándoles claramente el por qué celebrar el Yom Teruah. ¡Esta celebración fortalece la esperanza que nos mantiene a la expectativa de su venida»
Sabemos que el libro de Apocalipsis (o Revelación) es justamente «la revelación de Yeshúa el Mesías, que el Eterno le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto» (Revelación 1:1). En este libro el Mesías repite, por medio del apóstol Juan, los mismos acontecimientos de que les había hablado a sus discípulos unos decenios antes. Sin embargo, en esta ocasión utilizó el simbolismo de una serie de sellos que él iría abriendo uno por uno (cap. 6)y al llegar al séptimo sello relata siete plagas que serán derramadas sobre este mundo lleno de pecado. Cada una de ellas será anunciada con un toque de trompeta (cap. 8 al 11).
Lo cierto es que al tocar el ángel la séptima trompeta (shofar), el Mesías retornará para tomar las riendas del gobierno del mundo entero. Por eso, para los creyentes en Yeshúa HaMashiaj, Yom Teruah es la última trompeta:
«El séptimo mensajero tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron grandes voces que decían: “El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Soberano y de su Mashíaj. El reinará por siglos y siglos” (Revelación 11:15)
También sabemos que Teruah también significa un “sonido para despertar”, por eso el tema de esta festividad es despertar del sueño reptiliano materialista. Fue también el tema con que Pablo nos alertó acerca de este día glorioso.
«Por eso dice: “¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará el Ungido!” Efesios 5:14
«Porque el Maestro mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de príncipe de los mensajeros, y con trompeta poderosa; y los muertos en el Mashíaj resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos y hayamos quedado, seremosarrebatados juntamente con ellos en las nubes, para salir al encuentro del Maestro en el aire; y así, siempre estaremos con el Maestro.« (1Tesalonicenses 4:16-17)
Por último, tenemos que recordar que Yom Teruah (La Fiesta de las Trompetas) señala también la resurrección de los muertos en el Ungido. Notemos estas palabras del apóstol Pablo:
«Por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adam todos mueren, también en el Mesías todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: El Mesías, las primicias; luego los que son del Mesías, en su venida» (1 Corintios 15:21-23)
«Miren, les digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán sin corrupción; y nosotros seremos transformados.« 1Corintios 15:51-52
El Mesías retornará para establecer el gobierno perfecto de Yahvéh en la Tierra. Este es el maravilloso significado de la Fiesta de las Trompetas. ¡Yeshúa el Mesías nos enseñó a que oráramos: «Venga tu reino» (Mateo 6:10)!… ¡Y nosotros así hoy rezamos fervientes!… Además nos unimos al Espíritu de la Profecía como Novia y gemimos con suspiros de amor diciendo: ¡VEN!
«Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.»
“Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación”.
(Vayikrá/Levítico 23:23-24)
Para el judaísmo, religión que niega a Yeshúa como el Mashiaj de Dios, el año comienza con los dos días de Rosh Hashaná, es decir el 1 y 2 de Tishrei (séptimo mes).
Sin embargo, al mirar atentamente en las Sagradas Escrituras, vemos que esta festividad es llamada por el Eterno Yom Teruah, es decir el “Día de la Aclamación” o también “el día del sonar de las trompetas” (de donde se la llama “Fiesta de las Trompetas”).
Según la Sabiduría de los códigos de la Torah en esta jornada comienzan los días de Juicio Divino. A partir del 1 del Séptimo mes y hasta Yom Kipur se abre el período de juicio decisivo y temerosos de diez días conocido como los Yamim Noraim (Días Temibles).
En Israel, es bien sabido y aceptado que en Yom Teruah, el Rey de toda la Creación, hace Su aparición como Juez, pero también como Padre misericordioso, que desea atraernos e inspirar en nosotros la voluntad de remediar nuestra conducta de tornar en Teshuvah (arrepentimiento) a Él y su propósito eterno en Su Ungido (Mesías).
En Yom Teruah, el Creador del mundo reside en su trono de Juicio y todas las criaturas pasan ante él “como un rebaño de ovejas”. El juicio va a determinar no sólo el destino material de cada uno durante todo el año, sino también el nivel espiritual que merecerá como fruto de los esfuerzos invertidos en ese sentido durante el precedente mes de Elul. El hecho que Dios se presenta a nosotros como Melek (Rey) nos compromete a aceptar Su voluntad expresada en los mandamientos de la Torah.
Notemos que rogamos esencialmente en Yom Teruah por la revelación efectiva del Malkut Elokim (Reino de Dios) en el mundo físico y por la rehabilitación de la humanidad unida en la emunáh (fe de convicción) de Israel. Su reino se manifiesta en la medida que cada uno de los redimidos hace reinar a Dios en sí, mediante la aplicación de Sus preceptos.
Muy bien veamos, lo que El Eterno le plació enseñarnos por medio de sus santos de Bendita memoria, lo porvenir, para el Olam HaVá (Mundo Venidero) relacionado sobre esta festividad profética al segundo advenimiento del santo de los santos Yeshúa HaMashiaj.
La palabra hebrea תְּרוּעָה – teruáh significa sonar la alarma, señal, grito, grito de guerra, o bien un grito de alegría.
Para los israelitas siempre significó “Día de la Resurrección“.
A decir verdad, el pueblo de Israel se refiere a esta jornada cósmica con otros nombres como:
Yom Tejiah (el Día de la Resurrección);
Yom Hadín (el Día del Juicio);
Yom Zicarón (el Día de la Remembranza);
Yom HaMalek (el Día de la Coronación del Rey).
Todos estos nombres hacen referencia a la venida del Mesías, y el shofar (trompeta) se utiliza para anunciar que Él viene, y dicho acontecimiento será marcado por un sonido de trompeta que marcará la plenitud de los tiempos en la evidencia de la primera Resurrección.
¿Cómo Diseño el Eterno el Orden de los Tiempos?
Sabemos que el Todopoderoso que tiene un diseño perfecto para la Salvación de la humanidad, ordenó a su pueblo Israel, que comenzara a contar los meses del año desde el mes de Avib, asegurándose que este mes siempre cayera en primavera- Esto lo ordenó precisamente para que comenzáramos Avib con Pesaj o redención, y termináramos en el séptimo mes, preparados para velar por el regreso del Rey y su dominio absoluto sobre las naciones de la Tierra. Así pues, captamos que como siete es perfección, el Mesías vendrá en el séptimo mes com Rey que trae plenitud sobre la Tierra. Fue por eso, el eterno ordenó que celebráramos el primer día del mes séptimo, Yom Teruah para que esperáramos el día exacto de su Venida, con preparación espiritual y gozo certero de salvación.
¿Qué es esto de la Resurrección Primera?
En primer lugar, los invito a considerar el oráculo que encontramos en el libro de Daniel :
«En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.« (Daniel 12: 1-3)
A leer los anuncios dado por el Espíritu de la Profecía a Daniel, vemos que en un día de Yom Teruah, comenzará lo que se conoce como el Tiempo de Angustia de Jacob (que explicaré mejor en otra bitácora), y en un día de Yom Teruah, será la resurrección de los muertos, unos para vida eterna (primera resurrección), y otros a «confusión perpetua» o condenación (segunda resurrección después del Reino Milenial).
El apóstol Pablo se refería en sus enseñanzas a este acontecimiento, exhortando a los santos sujetos a sus lineamientos a enfocarse con esperanzan en esto. Así les habló en su primera carta a los discípulos corintios diciéndoles:
«He aquí os digo un misterio: no todos dormiremos (porque en el pensamiento hebreo las personas no mueren sino que duermeny este es otro tema que no tocaré ahora). pero TODOS seremos transformados (tanto los que duermen y los que están vivos), en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a LA FINAL TROMPETA, porque se tocará la trompeta y los muertos (los que duermen creyentes en Yeshúa el Mesías)serán resucitados incorruptibles y nosotros(los creyentes que quedemos vivos) seremos transformados.» (1 Corintios 15: 51-52).
Cuando el apóstol escribe a la final trompeta, está haciendo alusión a uno de tres sonidos proféticos del shofar mencionados en las Escrituras que tienen como propósito marcar un tiempo de cambio en el mundo. Donde único se toca la final trompeta es en YOM TERUAH. Es decir que a la final trompeta es el sonido de la resurrección de los que durmieron creyendo en Yeshúa como el Mesías, levantándose para recibir al Señor en el aire.
También el apóstol Pablo enfocado en el poder glorioso de este día cósmico, señala en su primera epístola a los tesalonisenses:
» Yeshúa mismo, con VOZ de mando, con VOZ de arcángel y con TROMPETA DE DIOS descenderá del Cielo, y los muertos en el Mesías resucitarán primero. Luego, nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir a Yeshúa en el aire y así estaremos por siempre con el Señor«. (1 Tesalonisenses 4: 16-17)
Aquí, al decir «los muertos en el Mesías», señala a todos los que murieron creyendo que Yeshúa era el Mesías, incluso aquellos que creyeron sin haberlo visto como Abraham, Isaac, Jacob y todos los tzadikim (justos) del tiempo de la TaNaK (Antigua Alianza).
He escrito estas líneas, solo para enfatizar, recalcar y exhortar a que si eres creyente en Yeshúa como el Mesías debes conmemorar esta Fiesta viviendo consciente de que te estás moviendo en las temporadas proféticas del Eterno que están pronto a traer plenitud de Su Luz a las naciones.
Por lo tanto, lo mejor que puedes hacer en esta fiesta de YOM TERUAH es estudiar el tema de la segunda venida del Mesías y la Primera Resurrección.
¡El rey Yeshúa viene pronto! ¡La coronación de nuestro Gran Rey Yeshúa está cerca! ¡HALELLU’YAH!
«No juzguéis y no seréis juzgados, porque con el juicio con que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? ¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano. –
(Mateo 7: 1-5)
Caminando en la fe, y específicamente en los ámbitos dogmáticos, me acostumbré a escuchar con frecuencia a muchos «creyentes» decir cosas como “juzgar es pecado” y “solo Dios puede juzgarme”. Así también, cada vez que escuchaba esto, me pregunté: ¿Eso es cierto? Así pues al llegar al conocimiento de la Verdad, mis cuestiones se aumentaron: ¿Qué enseña la Torah sobre juzgar?
En las regiones babilónicas, los versículos claves que algunas personas usan para afirmar que no debemos juzgar a otros, se encuentran en el relato del Sermón Del Monte, especialmente el siguiente:
“No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá” (Mateo 7: 1-2).
Al leer este versículo a la luz del contexto escritural se hace claro que Yeshúa condena la hipocresía. Él está diciéndonos que debemos mirarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás. Yeshúa nos habla de sacarnos la viga de nuestro ojo antes de sacar la mota del ojo de alguien más. Pero, ahora viene los más interesante de la enseñanza del Mesías, que la religión no ha permitido observar: el Maestro está diciendo que no está mal sacar la mota del ojo de los demás sin ser hipócritas. En otras palabras, Yeshúa enseñan que no es pecado juzgar cuando no somos hipócritas. De hecho, es algo correcto, que sí o sí se debe realizar.
Es decir, que si veo que mi hermano está mal, en algo que lo aparta de la Torah (Instrucción) del Eterno, yo tendría que odiarlo mucho para callar y no buscar ayudarlo, ¿no crees? O sea que para el Maestro, consentir el pecado en los demás no es amar.
El apóstol Pablo escribiéndole a los discípulos residente de Roma, les dijo una palabras que lamentablemente se han convertido en otro de los pasajes que muchos religiosos usan para decir que juzgar es malo:
“Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro [las personas que el apóstol menciona en el capítulo anterior], a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas”. (Romanos 2:1)
La hipocresía es la clave aquí. Si miramos las palabras de Yeshúa en Mateo cap. 7, y las comparamos con las palabras del apóstol Pablo en Romanos 2, todo el pasaje contra juzgar empieza a tener mucho más sentido. ¡Yeshúa condena la hipocresía! Lo hizo tantas veces en su ministerio. No está condenando el juzgar en sí mismo. Más bien, está condenando la siempre popular práctica de condenar a los demás por algo que tú mismo haces. Usted hipócrita, primero tome la viga de su propio ojo, y luego podrá ver con claridad para sacar la paja del ojo de su hermano. En otras palabras, usted puede hacer un juicio sobre otra persona, siempre que compruebe primero, y se asegure de que no esté haciendo exactamente lo mismo. Pero espera, hay más.
Así también al considerar la condena apostólica notamos que se sigue sujetando al yugo del Mesías, es decir que Pablo está condenando de nuevo a la hipocresía, no el juzgar como tal. De hecho, si somos sinceros al leer aceptaremos que allí Pablo está juzgando a la gente que juzga injustamente, lleno de hipocresía, a otros.
Entonces, ¿Cuál es la Forma Correcta de Juzgar?
«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.» (Juan 7:24).
Nos encontramos entonces que en el Evangelio de Mateo, Yeshúa nos dice que no juzguemos. Pero al llegar a estudiar el Evangelio de Juan, Él mismo nos dice específicamente: ¡Juzgar, y juzgar con justicia! ¿Qué más da? ¿Juzgar o no juzgar? Esa es la pregunta. ¿O es que Yeshúa se contradice a sí mismo?
Si prestamos atención, notaremos que el pasaje del evangelio de Juan deja claro que no debemos juzgar según la apariencia. En otras palabras, no debemos hacer juicios basados en información insuficiente.
El apóstol Pablo explica esto en su primera epístola a Timoteo, al escribir:
“Los pecados de algunos hombres, unos son manifiestos aun antes de ser juzgados, otros sólo después de juzgados. Así las obras buenas, unas son manifiestas; las que no lo son no podrán permanecer ocultas.” — (1 Timoteo 5. 24-25)
En otras palabras, el apóstol Pablo advierte que a veces las cosas no siempre son como parecen. La gente puede esconder sus pecados, pero no puede esconderlos para siempre. Así como las buenas acciones se revelarán a la larga, también lo serán los pecados de la gente. Tarde o temprano la verdad nos alcanza a todos. Así que no debemos juzgar prematuramente, o con información insuficiente. Sin embargo, todavía, aún se nos exhorta a juzgar, tanto por Yeshúa HaMashiaj, como por Pablo.
De este modo solo sabemos que podemos juzgar, pero debemos juzgar con justicia, no prematuramente o con información insuficiente. Entonces, ¿de qué estaba hablando Yeshúa en el evangelio de Mateo cuando nos dijo que no juzgaran en absoluto?
Primero, diré que el Espíritu de la profecía enseña, por medio de nuestro Maestro, que debemos ser justos. Yeshúa ordenó:
«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.» (Juan 7:24).
Segundo, si vamos a juzgar a otros, debe ser siempre en amor, sin hipocresía y llamando a las personas al ejercicio de la teshuvah (arrepentimiento).
Eso lo podemos leer en varios pasajes del Brit Hajadashá (Pacto Renovado):
«Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.» (Gálatas 6:1).
«Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados» (Santiago 5:19-20, luego de que en el capítulo anterior se condenara en los versos 11-12 el juzgar mal)
Así que claramente Yeshúa NO prohibió juzgar todo, y por eso las primeras comunidades vivían en el ejercicio de realizar justo juicio. Una vez más, leer al apóstol Pablo nos ayudará a aclarar esto:
«No comulguéis con las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, ponedlas en evidencia. » (Efesios 5: 11)
Explícitamente la exhortación apostólica le dice a los discípulos de Yeshúa que “exhiban” las obras de la oscuridad. ¿Qué más podría querer decir con esto señalar cuando otros están haciendo algo mal? ¿Qué otra cosa podía significar sino juzgar?
De hecho, eso es exactamente lo que el mensaje apostólico está exponiendo. Ciertamente podemos juzgar, y debemos juzgar, pero cuando lo hacemos debemos juzgar las acciones no las personas. Así que volvamos a considerar las palabras de Yeshúa en Juan, y comparémoslas con lo que la Torah tiene que decir sobre el mismo tema:
«No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo.« Juan 7, 24
«Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo.» – Levítico 19, 15
Notamos aquí como tanto Yeshúa, el Verbo divino hecho carne, como el Espíritu de la Torah, nos dicen que juzguemos. Pero ambos son muy específicos sobre el tipo de juicio que se nos permite hacer. Podemos ver la consistencia total en el enfoque, y nos da un gran contexto.
Cuando juzgamos, debemos juzgar las acciones de la gente (sus pecados o buenas obras), pero no podemos juzgar el alma de la persona, ni su estado en la vida, los antecedentes, la herencia, etc. Y es que no podemos saber lo que realmente está sucediendo en el corazón de un ser humano. La gente suele hacer cosas malas por razones que no son evidentes. Muchas veces hay más dentro de una persona de lo que podemos ver.
Debemos juzgar la acción como errónea (pecado), pero al mismo tiempo, no debemos juzgar el alma de la persona que lo hace. No podemos saber lo que realmente está sucediendo dentro de su corazón y su mente. No siempre podemos saber qué clase de circunstancias horribles podrían haber llevado a este mal acto (pecado). Nosotros juzgamos el acto, pero no al hombre o a la mujer haciéndolo.
Por ende aquí está el meollo de todo este asunto. Cuando en el “no juzgar” el creyente dogmático dice “no juzgues”, debe ser corregido en el contexto de la mentalidad hebrea de las Sagradas Escrituras. Lo que Yesháu realmente dijo fue “no juzgues hipócritamente”, más bien “juzga con justicia”.
Sé que, a pesar de que hasta aquí las Sagradas Escrituras han demostrado la verdad de este asunto, estoy seguro que algunos de ustedes dirán «pasa que cuando juzgamos a las personas no tenemos tiempo para amarlas«. Sin embargo, ¡Yeshúa enseñó que juzgar bien es parte de amar de verdad! Y es que las personas que aman dicen la verdad y se confrontan con los mitzvot de Abba nuestro, para también confrontar a sus hermanos y hermanas con los mismos.
Si leemos con una mente abierta el texto del Evangelio, descubriremos que casi al final del Sermón del Monte, Yeshúa mismo advierte con juicio severo sobre los falsos profetas. Entonces, debemos aceptar que sus enseñanzas dan por sentado que es necesario juzgar bien y con sabiduría (Mateo 7:15-23).
Más aún, Yeshúa felicita en el libro de Revelaciones (Apocalipsis) a la comunidad en Éfeso por haber juzgado y sacado de entre ellos a los falsos maestros, y en el mismo capítulo regaña a la comunidad en Pérgamo por no haber hecho lo mismo (2: 2; vv.14 -15).
Además, en el Brit Hajadashá (Pacto Renovado) también podemos ver cómo en la segunda epístola a Timoteo, el apósto Pablo, le escribe a su hijo apostólico, como juzgar con discernimiento a la clase de personas con las que no debemos juntarnos (2 Timoteo 3), y en esa misma carta instruye a Timoteo en la importancia de corregir y reprender lo que esté mal (2 Timoteo 4:1-5).
Juzgar justamente es Crucial y parte de amar a la Comunidad.
Buscando entonces una conclusión, yo diría que aquellos creyentes dogmáticos que se aferran a «no juzgar, para que no seáis juzgados«, para condenar a los que denuncian el error, deben leer todo el capítulo 7 (y el Sermón del Monte todo), e investigar el contexto cultural hebreo desde el que Yeshúa enseñaba.
Cité más arriba que Yeshúa dijo:
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas …» (v. 15).
Yo pregunto: ¿Cómo podemos conocer a los falsos profetas? Juzgándolo con la Palabra del Eterno, que es la Torah (Instrucción). Entonces vuelvo a cuestionar: si ya conocemos los falsos profetas, ¿cómo podemos dejar que las ovejas se dejen engañar de estos «lobos rapaces?» A lo largo del Tanak (lo que los dogmáticos llaman equivocadamente Antiguo Testamento) encontramos pruebas de que los falsos profetas deben ser identificados y expuestos a fin de evitar la apostasía del Pueblo escogido.
Entonces, citaré para terminar de nuevo lo que el Maestro enseñó con respecto a nuestra misión de juzgar:
«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.» (Juan 7:24).
Aquí, Yeshúa manda que debemos «juzgar con justo juicio«. Ya quedamos de acuerdo que, de acuerdo a las revelaciones escriturales, el juicio justo es basado en la Palabra del Eterno, es decir la Torah. Por lo tanto, si el juicio se hace en cualquier otra base, que no sea Palabra de nuestro Abba, es una violación de lo expresado en el Evangelio de Mateo (7: 1).
Es hora de aceptar que «la Iglesia de lo Agradable” que en el último lustro ha aflorado por las naciones es peligrosa, porque al final no hay límite en la cantidad de mal que puede justificarse bajo el lema de “no juzgar”.
Del mismo modo, la consigna con apariencia de piedad que desde esta mentalidad se produce de “sé agradable” es igualmente perniciosa, porque invoca la idea de que no debemos enfrentar nunca a nadie por nada. Invita a la idea de que tenemos que poner una carita sonriente falsa, fingir que todo está bien cuando no lo está, y dejar que nuestro compañero de batalla en la fe cometa suicidio espiritual, persistiendo sin arrepentimiento en su pecado hasta su muerte.
En otras palabras, juzguemos el pecado pero no al pecador. Juzguemos el acto pero no al actor. Juzguemos lo que está mal, pero no al malhechor.
¡Así que no es “no juzgar y ser agradable”, sino “juzgar con justicia y ser misericordioso” tal como lo pide nuestro Creador!
Nos dirá alguno: ¿Es que no sabe Él muy bien, sin necesidad de que nadie se lo diga, las necesidades que nos acosan y que es lo que nos es necesario? Por ello podría parecer en cierta manera superfluo solicitarlo con nuestras oraciones, como si El hiciese que nos oye, o que permanece dormido hasta que se lo recordamos con nuestro clamor.
Los que así razonen no consideran el fin por el que el Señor ha ordenado la oración tanto por razón de Él, cuanto por nosotros.
El que quiere, como es razonable, conservar su derecho, quiere que se le de lo que es suyo; es decir, que los hombres comprendan, confiesen y manifiesten en sus oraciones, que todo cuanto desean y ven que les sirve de provecho les viene de Él. Sin embargo, todo el provecho de este sacrificio con el que es honrado revierte sobre nosotros. Por eso los santos patriarcas, cuanto más atrevidamente se gloriaban de los beneficios que Dios a ellos y a las demás les había concedido, tanto más vivamente se animaban a orar.
En confirmación de esto basta alegar el solo ejemplo de Elías, el cual seguro del consejo de Dios, después de haber prometido sin temeridad al rey Acab que llovería, no por eso deja de orar con gran insistencia; y envía a su criado siete veces a mirar si asomaba la lluvia (1 Re. 18, 41-43); no que dudase de la promesa que por mandato de Dios había hecho, sino porque sabía que su deber era proponer su petición a Dios, a fin de que su fe no se adormeciese y decayera.
De Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana III, xx, 3.
La idea de la Tierra Prometida es inconcebible sin la existencia del Pueblo Elegido, que son los legítimos recipientes de esa Tierra. Más aún, hay un propósito para la existencia del Pueblo Elegido; ellos tienen un objetivo especial que cumplir. Dios eligió al pueblo de Israel como el vehículo para revelar la Divinidad en este mundo. Al aceptar esta premisa, podemos comprender el propósito de la Tierra Prometida como el lugar donde el pueblo judío puede concentrar sus energías hacia el objetivo de revelar la Divinidad (ver Parte Uno y Dos). Sin embargo, si los judíos están diseminados por todo el mundo y se mantienen en el exilio, ¿cómo pueden cumplir con este propósito? ¿Cómo puede tener lugar la manifestación de Dios, si todas sus energías deben estar concentradas en la supervivencia? Pero el exilio también es necesario (ver capítulo 22). ¿Cómo pueden reconciliarse la Tierra y el exilio?
Luego de que Adán comiera del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, fue expulsado del Jardín del Edén. Para que Adán no pudiese retornar, Dios colocó la «espada rotatoria» en la entrada del jardín (Génesis 3:24). El Rabí Natán comenta que desde el pecado de Adán, todo se ha vuelto propenso al error. La «espada rotatoria» representa las Cámaras de los Intercambios, donde todo puede mostrarse de manera diferente de lo que es en realidad. De acuerdo con el profeta Isaías, «¡Ay de aquéllos que llaman al mal bien y al bien mal; que cambian la oscuridad en luz y la luz en oscuridad; que transforman lo amargo en dulce y lo dulce en amargo!» (Isaías 5:20). Tal es el comportamiento del mundo. La verdad se ha oscurecido debido a que la percepción personal de la verdad está teñida por la propia comprensión más que por la búsqueda de la verdad absoluta (Likutey Halajot, Birkat HaShajar 3:1-3).
El Rebe Najmán apunta a esto en el cuento de «Los Niños Cambiados». Una reina y una sierva dieron a luz en el mismo momento. La partera intercambió los niños, dándole a la reina el hijo de la sierva, para que sea criado como príncipe, y entregándole a la sierva el verdadero príncipe. Al crecer, la verdadera naturaleza de los niños se volvió evidente. El hijo de la sierva tenía malos modales y se comportaba como un siervo, aunque estaba forzado a comportarse como un príncipe. En contraste, el verdadero príncipe, aunque naturalmente inclinado a comportarse de manera real, fue criado como un siervo.
Pese al rumor de que los niños habían sido intercambiados, ello no podía ser probado. De modo que la verdad siguió oculta y el hijo de la sierva se convirtió en rey. El verdadero príncipe, forzado al exilio, se sintió maltratado y se preguntaba, Si soy un siervo, ¿por qué fui expulsado? Y si soy realmente el príncipe, ¡no debería haber sido exilado!. De modo que el verdadero príncipe comenzó a comportarse mal, actuando de una manera que ni siquiera era la correcta para un siervo. Solía visitar burdeles y se dedicaba a la bebida y a otras prácticas inmorales. Eventualmente recordó sus orígenes y comprendió, Si realmente soy un príncipe, ¡no es correcto que me comporte así!. En su momento, el príncipe buscó una nueva vida y finalmente encontró un reino adecuado a su gobierno (Los Cuentos del Rabí Najmán, «Los Niños Cambiados», cuento #11).
Según el Rabí Natán, la idea detrás del cuento de los niños cambiados es la de Las Cámaras de los Intercambios, donde el bien y el mal están intercambiados. Nuestro padre Abraham, quien reveló por primera vez la Divinidad, fue considerado un ateo por Nimrod y sus súbditos, cuyos dioses él había rechazado. De hecho, Nimrod el idólatra arrojó a Abraham a un horno ardiente, ¡como castigo por el agnosticismo! Abraham tuvo dos hijos, Itzjak e Ishmael. Itzjak fue el heredero de Abraham (ver capítulos 2 y 3), mientras que Ishmael trató de matar a su hermano, para cambiar al verdadero príncipe por el hijo de la sierva. Durante la siguiente generación, Esaú trató de matar a su hermano Iaacov, el verdadero príncipe y legítimo heredero. En un período posterior, el faraón esclavizó a los israelitas. Muchas guerras se libraron por la conquista de la Tierra Santa a lo largo del período de los Reyes de Israel y de Iehudá. Y los persas, griegos y romanos ocuparon la Tierra durante el período del Segundo Templo. La guerra en contra de los judíos aún continúa hoy en día.
Los patriarcas fueron los primeros en revelar la Divinidad. Su mérito permitió que sus descendientes fueran designados como el Pueblo Elegido para recibir la Torá en el Sinaí y para transformarse en el canal a través del cual la Divinidad se revelen a la humanidad. Así, cuando Israel sirve a Dios, las klipot (fuerzas del mal) que ocultan a Dios son anuladas. Pero cuando el pueblo se aleja de Dios, las fuerzas opuestas se vuelven dominantes. Israel es enviado al exilio y el ciclo se repite: el pueblo judío se aleja más de Dios y pierde el orgullo y la alegría de ser un Pueblo Elegido, lo cual entonces es visto como una carga, «elegidos» para la degradación y la humillación por parte de sus vecinos no judíos. Los poderes del mal y las klipot reinan libremente, llevando al exilio, debido a los pecados del pueblo que fortalecen las Cámaras de los Intercambios, haciendo que los judíos se alejen aún más de Dios y se hundan más profundamente en el exilio (ver capítulo 26). Los gobiernos que reinan sobre los judíos obtienen su poder de los judíos mismos.
Itzjak y Iaacov se mantuvieron puros y fueron por lo tanto capaces de superar a los que intentaban destruirlos. Pese a los intentos de Ishmael y de Esaú, los israelitas florecieron y comenzaron a influenciar a otros a tener fe en Dios (fortaleciendo el Maljut de Dios). Pero las generaciones subsecuentes sucumbieron a las influencias de las Cámaras de los Intercambios. El verdadero príncipe vaciló y cayó y el hijo de la sierva ascendió a la eminencia.
Aquí yace el concepto del exilio, las batallas por la Tierra Santa y la revelación de la Divinidad. La expulsión de Adán del Jardín del Edén es un paralelo al exilio del pueblo judío. Se supone que los judíos, como Pueblo Elegido, deben revelar la Divinidad. De haberlo hecho, «Roma» y «Constantinopla» (Esaú e Ishmael) se habrían beneficiado de la manifestación de Dios y eventualmente habrían reconocido a Dios. Sin embargo, el ocultamiento de la Divinidad debido al pecado, especialmente al odio infundado, a la disputa y a las luchas internas (capítulo 16), llevó a Roma y a Constantinopla hacia la eminencia como fuerzas de las klipot. Como tal, fueron capaces de oscurecer la verdad y de afirmar su reclamo como príncipe heredero del Reinado de Dios y de Su Tierra Santa.
Las Cámaras de los Intercambios pueden tener mucho éxito ocultando la verdad. El poder de Roma y de Constantinopla convenció al mundo de lo inevitable y quizás de lo invencible de su gobierno. Aun así, pese al gran poder alcanzado por cada imperio, los judíos han sobrevivido a sus opresores, cada uno de los cuales ha sido relegado al desván de la historia. El pueblo judío, el verdadero príncipe, el Pueblo Elegido, sobrevivió.
El Rabí Natán explica la supervivencia judía como la continua existencia de la verdad. Las Cámaras parecen intercambiar el bien por el mal. Pero el bien se mantiene bueno y el mal es siempre malo. Un hombre recto es recto, sin importar las apariencias, y un malvado es malvado, pese a sus intentos de parecer recto. Las Cámaras de los Intercambios intentan alterar la verdad. Para oponerse a estas influencias negativas y reconocer la realidad, debemos buscar la verdad pura y no adulterada, tal como está ejemplificada en la historia de Jánuca, en que, pese a la duradera influencia Helenística, quedó un pequeño recipiente de aceite puro (ver capítulo 16). Ese aceite puro representa la Divinidad y la verdad, que son accesibles para todos aquellos que buscan a Dios (Likutey Halajot, Birkat HaShajar 3:39).
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Extraído de la obra «Esta Tierra es Mía» (filosofía Jasídica) escrita por Chaim Kramer – Breslov Research Institute.
En los años que llevo sirviendo al alma de muchos santos, he descubierto que la mayoría de ellos, han evitado por mucho tiempo la lectura de este Libro. La razón: ellos aseguran que sus líneas están llenas de cosas algo extrañas para la vida cotidiana de un redimido en estos días. Seguramente, alguno de mis lectores mantiene aún esta posición, por lo que hallo oportuno solicitarles que se detengan unos momentos y consideren lo que en esta bitácora he escrito a fin de romper todo falso paradigma que evite el estudio de un libro tan lleno de códigos lumínicos para la fe.
El título Levítico procede de la versión Septuaginta o De Los Setenta, la antigua traducción griega de la Tanak (mal llamado Antiguo Testamento) que lo tituló «Levitikon» que quiere decir «relativo a los levitas» o «destinado a los levitas«, y que se convirtió en la palabra castellana Levítico.
Como ya se los he enseañado, el patrón para nombrar los libros en la Torah, es con la primera palabra del mismo; en este caso, nuestro libro se llama «Vayikra«, que traducido es «Y llamó«. La palabra «Vayikrá» implica que Yahvéh llamó a Moshé con afecto, así como los ángeles se llaman unos a otros. El Eterno lo llamó y Moshé fue. Así mismo, Yahvéh llama a sus escogidos, con el anhelo, que acudan incondicionalmente a su vocación.
El tema principal de Vayikrá es la Santidad del Eterno:
«Se santo porque yo, Yahvéh tu Dios, soy santo»(19:2)
La palabra santidad (hebreo kedushá) se menciona 152 veces. Mucho más que en cualquier otro libro de las Sagradas Escrituras.
Pero, ¿cómo podría un pueblo con tendencia al pecado acercarse a un Dios santo?
Tengamos en cuenta que no ha pasado un año desde que los israelitas fueron liberados de la esclavitud en Egipto. Convertidos ahora en una nueva nación, se dirigen a la tierra de Canaán. El propósito del Eterno es que una nación santa more allí. Sin embargo, la forma de vida y las costumbres religiosas de los cananeos son muy degradadas. Por eso, el Dios verdadero establece normas para la congregación de Israel que la separarán para Su servicio.
Así pues, el libro nos provee de leyes rituales, sacrificios, expansión de temas y obligaciones éticas de los hijos de Israel, y al final, las bendiciones y maldiciones del pacto entre Israel y Yahvéh. Es decir, el rollo está llenos de una asombrosa codificación que permite a cada hebreo tratar con el yetzer hará o tendencia al mal a fin de tratar con el asunto del pecado (jet) en forma correcta y de ese modo echar fuera de sus vidas al HaSatán y su influencia. Por esta razón, , los primeros capítulos de Vayikrá dan instrucciones detalladas (y por lo tanto llena de códigos lumínicos) acerca de cómo ofrecer los sacrificios, los cuales servían para ser leídos en el Mundo de Arriba como símbolos de arrepentimiento (teshuvá) y obediencia.
Desde estos métodos de sacrificios o acercamientos (korbanot) a la Luz Infinita, el Eterno se aseguró presentar a Israel principios generales de la sanidad integral (espiritual, psíquica y física-social) que permiten una conexión correcta con el Mundo de Arriba y el Mundo de Abajo, generando el poder de «anudar» los dos planos existenciales, y lograr así la armonía (Shalom) que evita la manifestación del caos.
Se anuncian así en las líneas de Vayikrá las características y prácticas que llevarán a Israel a vivir el sacerdocio universal de todo creyente y realizar el propósito del Eterno: «Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (cf. 1Pedro 2:9). Esto permitirá que todos los seres humanos sean servidos con las enseñanzas de los secretos de la Instrucción (Torah) divina.
Entonces, aceptemos que este libro se escribió principalmente para que el Pueblo de Dios comprendiera plenamente qué significa vivir santamente. Así es como da un bosquejo de las leyes que rigen la vida santa , y da instrucciones al sacerdocio representado por la tribu de Leví, que había sido escogida por su fidelidad incondicional (Ex.32:28).
Entendiendo esto que les he explicado, lograrán que el espíritu de las letras de este rollo los impregne, y de ese modo se contagien de la propuesta que Vayikrá tiene: Celebrar. Así pues podrán vivir cotidianamente el lema que Yahvéh nos dio como ministerio desde que comenzamos: ¡LA VIDA ES UNA FIESTA!
«Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: EHYEH ASHER EHYEH (En hebreo es: «SERÉ EL QUE ACONTECERÉ») Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: EHYEH (SERE) me envió a ustedes. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Yahvéh el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.»
(Shemot/Éxodo 3: 14-15)
En este evento sobrenatural en el que Moshé se encuentra con el Creador a través de una zarza ardiente que no se consumía, vemos que Dios presenta su identidad de un manera misteriosa. Moshé imaginaba justamente que el pueblo reaccionaría con una pregunta. Al anunciar el encargo, preguntará: “¿Cuál es Su Nombre?”
Esta pregunta es clave, y es una duda directa hacia la identidad de Dios. El cuestionamiento es al mismo tiempo una petición de información sobre Su Nombre, y de explicación de su significado.
Moshé le manifiesta al Creados que ciertamente el pueblo de Israel querrá saber algo más sobre la Intención de Él hacia ellos. Al preguntarle Su Nombre, en verdad, Moshé no está manifestando que no conozca cuál es el mismo, sin que busca comprender el nuevo tipo de relación que el Eterno establecerá con la Comunidad a la que lo está enviando. En el pasado el Eterno se había relacionado como el Dios de los padres. ¿Qué Intención de relación tendrá ahora con Israel?
El Todopoderoso entrega a Moshé una respuesta que se distingue de aquella destinada al pueblo, en respuesta a su eventual petición. El hecho que la respuesta esté dirigida a Moisés, indica que la pregunta no es tomada de manera superficial. Ésta revela algo de Moisés y del pueblo. Dios dijo: “Yo soy aquel que soy” o mejor dicho «Yo soy el que seré«… o más cercanamente traducido en su literalidad: «Yo fui, soy y seré lo que aconteceré«. Esta expresión divina es ultra paradójica, ya que se trata tanto una respuesta como un rechazo divino a responder. «Seré» como contestación a la pregunta «¿Cuál es tu Nombre?» parece como la bofetada de un maestro a su discípulo, como un severo rechazo a la propia pregunta.
Entonces para captar realmente la esencia del texto en cuestión, debemos entender que esta pregunta, en realidad, está en el marco de la segunda objeción que Moshé presenta a Dios para el cumplimiento de su misión vocacional. Dios quiere hacerle entender a Moisés que se manifestará según su proyecto de propósito eterno, más allá de todo lo que sus escogidos hayan planificado para sus vidas.
Por ello, enseguida Dios dará una respuesta a la pregunta del pueblo dado a Moisés, «Así dirás a los israelitas: Yahvéh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros». (v. 15). También el pueblo experimentará el Proyecto del Altísimo en su futuro más allá que Israel quiera o no. Una vez explicado el significado del nombre, en una propuesta que es paralela a la del versículo 14, se le da el mismo nombre inefable: Yahvéh el Dios con el que los padres se había revelado. Es él quien ha enviado a Moshé. La parte final del versículo 15 está dirigida nuevamente a Moshé: “Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación”. El nombre se revela no para satisfacer la curiosidad de Israel, sino para ser instrumento de una adoración continua, que permitirá que este Pueblo se transforme en un reinado de sacerdotes (Éxodo 19:6).
Por lo explicado, debemos aceptar que el texto llega aquí a un lugar que se encuentra más allá de las palabras, a la vez que trata de crear una apertura en nuestra conciencia que permita una ascensión al mundo de arriba.
Debo aquí decir que cuando se habla de las cuatro letras o tetragrama no estamos hablando de un nombre civil o una identidad distintiva entre muchas. Más bien estamos hablando de una naturaleza divina que solamente posee en sí mismo el Creador de todo lo existente. Es obvio que si no existe otro Elohim entonces no es necesario distinguir entre lo únicamente distinguido que existe, ya que no hay otro que pueda ser competencia o variedad. Su naturaleza divina consiste en la eternidad del supremo reino que sobrepasa aun los límites del tiempo y del espacio.
Nombre en el idioma hebreo se dice Shem y cuya percepción por un hijo de Israel no es limitado a una identidad civil como sucede en occidente sino a una esencia del ser a quien se refiere. Por ejemplo notemos que cuando Moshé le pregunta por Su nombre, Él responde: «ehyéh asher ehyéh» («Seré El Que Seré«) y eso fue todo lo que El respondió en cuanto a Su nombre. Buscar una fonética al tetragrama es como tomar literal la Torah, lo cual si sucede así nunca se llegará a comprender su sentido y objetivo, y por mucho que se luche por conseguirlo lo único que se logra es que el tiempo pase sin darnos cuenta y de esta manera descuidamos lo más importante que es accionar en base a la voluntad divina.
«Seré el que Seré» puede querer decir «No tengo nombre, porque ningún nombre podría abarcar lo que realmente soy«. También se puede interpretar: «No importa cómo Me llames , porque lleno todos los nombres (todas la palabras, todas las cosas, todos lo tiempos, y todos los lugares), y cualquier nombre que pretenda describirme Me será realmente un título que exalte Mi Esencia«. El Midrash explica que esta expresión significa: “Yo no soy llamado por ningún nombre permanente; Mi Nombre varía de acuerdo con el modo en que Mis acciones son percibidas por el hombre… El nombre Ehiyé asher ehiyé significa que al igual que Yo estoy con ellos en este exilio; así estaré con ellos en sus futuros exilios.”
La palabra “Ehyêh” (אֶהְיֶה), viene de la raíz primaria “hayâh” (הָיָה) que es un pasado en hebreo que se conoce como conjugación “qatâl”, en la que “hayâh” significa, “el que fue, o ha sido” Por tanto, al ser “Ehyêh” un futuro en primera persona se entiende como “Yo seré”.
La respuesta se vuelve más clara cuando, a lo largo de todas las Sagradas Escrituras, el Tetragramatón (Yud, Hei, Vav, Hei), una combinación imposible del verbo «ser» (Havah). Es decir, que el nombre יהוה no existe como palabra corriente, sino que es construida a partir del presente del verbo ser: הוה (Havéh) y el prefijoי (yod) que indica la tercera persona del futuro, indicando el ser que es ahora y continúa siendo en el futuro. Se revela como el Nombre correcto para señalar al verdadero Dios, y estaría dando a entender «El que hace Ser«, «El que da el Ser«, o «El que trae las cosas a la existencia«, y desde este supuesto equivaldría en cierto modo a la idea de «Creador omnipotente y eterno». Este nombre fue considerado por Israel como el representante del Or Ein Sof (Luz Infinita) manifestándose en la Creación con la Intención de traer todo al
Veamos detenidamente esto. La expresión: «Yo Soy El Que Seré», nos indica eternidad sobre todo lo existente. Está diciendo que Dios es el Ser mismo. Todo el Ser; y de aquí surge la frase para definir Su naturaleza divina («El que fue, el que es, y el que vendrá a Ser») que en hebreo se dice:
Cuando se toman las primeras letras de cada término entonces se forma el conocido Tetragrama o Tetragramatón (YHVH). Esta palabra YHVH (Yud, Hey, Vav, Hey) está relacionada con los dos verbos hayá (ser, estar, existir) y havá (existir, devenir, llegar a ser, ocurrir). De este modo el estas cuatro letras estarían pautando que Él Creador que habla y envía es Todo el Ser.
En la mente de Moshé la consciencia se elevó hacia las certezas que aseguran que Todo contiene a Dios. No hay ningún lugar, ningún momento, ninguna cosa, por cierto ninguna persona que no esté llena hasta rebosar de la Divina Presencia. Por esto, el Nombre Y-H-V-H, no debería ser traducido como Dios o Señor, sino más bien como «Es-Fue-Será» o «Es-Fue-Vendrá«. No es en absoluto un verdadero sustantivo, sino que es un verbo que se detiene artificialmente mientras está en movimiento y que se lo hace actuar como si fuera un sustantivo. Un sustantivo que en realidad es un verbo nunca puede ser sujetado de forma muy firme. Ni bien crees que «lo entiendes», cuando entiendes a Dios como «entidad» más o menos claramente definida, ese sustantivo se te escapa y se convierte en verbo otra vez.
Dios es el Ser. Las cuatro letras del Nombre, tomadas a la inversa, deletrean la palabra HVYH, que se pronuncia HaVaYaH, la cual significa «existencia«. Todo lo que esexiste dentro de Dios, tal como lo expresara el apóstol Pablo a los atenienses (Hechos 17: 28). Pero cuando damos vueltas esas letras y las convertimos en el Nombre, se agrega el misterio que se le reveló a Moshé desde la zarza. El cosmos que es infinitamente variado le da paso a un único Ser, a Uno en cuya presencia sentimos que estamos de pies, Uno a quien nos permitimos dirigirnos en la oración. Este Uno a quien nos dirigimos en su integridad es infinitamente más que la suma de sus partes. «Dios es el lugar del mundo, pero el mundo no es el lugar de Dios«, será la frase con la que los sabios intérpretes del Tanak (Antiguo Testamento) asegurarán que el universo existe enteramente, y en todos sus planos existenciales, dentro de Dios, pero Dios a su vez permanece trascendente al universo. Un misterio que nunca el ser humano terminará de entender, YHVH (Yahvéh) es infinitamente mayor que HVYH (Havayah).
Entonces el Nombre YHVH (Yahvéh) se vuelve garantía en la conciencia de Moshé. Este Nombre contiene el pasado, el presente y el futuro. Todo lo que fue, es y será existe en una sola simultaneidad porque el abrazo divino es más grande que cualquier división en tiempo lineal. Solo para los mortales , que nos vemos limitados por el tiempo, es real esa división. Yahvéh significa, “él estaba, está y estará”, “él está presente y en absoluto control”. Esto significa que Yahvéh es un Dios activo, cuyo señorío se manifiesta en su acción liberadora en la historia (Ex 3:7-10). Lo decisivo no es el valor lingüístico del nombre divino, sino la relación que en él se expresa entre Dios y los eventos históricos. Él es Eterno, Perfecto, Infinito, Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Inefable, Incomprensible, Sabio, Santo, es el Creador de todas las cosas, no está limitado a nada, y es el único digno de ser adorado y de recibir culto por parte del ser humano. Él es el mismo de ayer, de hoy, y por los siglos de los siglos. (Hebreos 13:8).
Moshé deberá enseñar a Israel los códigos de este Nombre, ya que los hebreos podrán confiar en lo que dicho Nombre revela, promete y garantiza: un Dios será eficaz para Israel en todo momento. Ellos captaron por medio de este Nombre el amor perfecto de YHVH por su Pueblo, pues estas letras proclamaban un mensaje de amor:
«Seré el que Seré» (o «Aconteceré en quien aconteceré«),
es decir:
«Estaré con ellos en esta aflicción y estaré con ellos cada vez que me requieran«.
Por esta causa, la fe de Israel no se basó nunca en la etimología del oscuro nombre de Ex 3:14, sino en el hecho que Yahvéh reveló su nombre en su acción poderosa y salvadora en favor de su Pueblo. Así ellos caminarán en Nombre de su Dios, si Él camina «con ellos» (Miqueas 4:5).
Yahvéh revela a Moshé, desde la zarza, su Intención de darse a conocer y entrar en relación matrimonial con Israel, pero al mismo tiempo, se revela en un Nombre que no puede ser objetivado y manipulado, cuyo sentido puede ser captado sólo a través del actuar histórico del Eterno. Ninguna interpretación teológica podía abarcar su misterio.
Moshé asume así la certeza de que el Nombre que se acaba de revelar no es una definición filosófica de la esencia divina, sino más bien una descripción de su actuar benevolente en el mundo a favor del ser humano, a través de Su Pueblo Escogido. El nombre indica en la Sagradas Escrituras la identidad del Dios que actúa en la historia. Así Moshé encuentra la fortaleza que le garantiza la convicción del porqué y para qué sacará a los hebreos de la esclavitud en Mitzraim.
Ante todo esto, es maravilloso entender que Dios se manifiesta a Moshé revelando Su Nombre. El hombre esclavo de la religión pretende reducir a Dios a una imagen e introducirlo en sus propios esquemas.
En ese sentido se debe recordar cómo en la antigüedad la imagen de la divinidad era considerada como una realidad mágica, poseyéndola era posible dominar al mismo dios. La lucha contra las imágenes de Dios es una lucha contra cualquier intento por reducir al Eterno a un objeto manipulable del hombre, de hacerse un dios para su propio uso y consumo, un dios a su imagen que se conforma a su semejanza. Por lo tanto, al revelarse como Yahvéh, Israel aprenderá que Él es un Dios que se debe escuchar antes de ver.
Por lo tanto, el Altísimo se revela a sí mismo sin ofrecer una imagen, pero buscando una relación con el hombre. Y en la plenitud de los tiempos se descubrirá que esta imagen asume todos los rasgos de un hombre, Yeshúa HaMashiaj. Yahvéh se hará visible en Yeshúa, en el que podemos descubrir la verdadera imagen de Dios (Colosenses 1: 15).
Ampliando pues este estudio, recordaremos que la palabra YHVH (Yud, Hey, Vav, Hey) está relacionada con los dos verbos hayá y havá, lo cual implica que Él es (eternamente), Él vive (y no puede morir) y Él hace vivir (da existencia a todo ser vivo). Él es el que existe por si mismo, el único ser real, el eternamente presente. Él es la fuente de toda realidad, incomparable, sin límite, autosuficiente, eterno e inmutable. Por eso el profeta proclamó:
“¿Quién lo ha hecho y lo ha realizado, llamando a las generaciones desde el principio? Yo, HaShem (YHWH), soy el primero, y con los postreros estoy.” (Isaías 41:4)
Esto nos enseña que el Eterno no está dentro del tiempo. Él es el primero y al mismo tiempo está con los postreros. Él está en estos momentos presente en el huerto del Edén cuando Adam toma el fruto prohibido. Él está en estos momentos presente cuando su Hijo está derramando su sangre en el madero. Él está presente en este mismo momento en la segunda venida del Mesías y en el juicio eterno. Él está en el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo. Él es Omnipresente. No necesita recordar el pasado, ya que Él está en el pasado. Él no necesita pronosticar el futuro, pues está en el futuro. Él es el primero y con los postreros está.
Esto implica que Él no necesitaba ver el futuro y el pasado en el momento cuando el Mesías murió por todos los hombres. Él estaba presente en todas las vidas de las personas que habían vivido, las que vivían en ese momento y las que iban a ser creadas en el futuro. Y por razón de que Él es YHVH, él puede trasladar los pecados de todos los hombres del pasado, presente y del futuro, y colocarlos en el cuerpo de su Hijo a fin de que él pueda morir por todos sin excepción. Así que en estos momentos el Eterno está viendo la muerte de Yeshúa, sangrando por ti. Su muerte está eternamente presente ante el trono celestial.
Por causa de esa muerte tú y yo tenemos acceso a su Trono de misericordia. Por causa de que ÉL ES, podemos nosotros estar con Él y recibir su vida eternamente y para siempre.
Para ser salvado de la influencia y opresión de este sistema reptiliano imperante que nos rodea hay que aprender hacer algo increíble y maravilloso…
Apenas nacemos tenemos se activa dentro de nosotros una tendencia hacia lo negativo que se llama Yetzer Hará (inclinación al mal). Esta será la fuerza satánica que siempre intentará meternos por el camino de la perdición, que provoca la caída del ser humano, y la manifestación del caos (Génesis 4:7; 6:5; 8:21). Es lo que en los rollos mesiánicos (Nuevo Testamento según el cristianismo) es llamado pecado. Por eso, apenas nace un ser humano, las tinieblas dejan apostado junto a esa alma un demonio que busca constantemente la caída de dicho ser humano en acciones injustas, fruto del yetzer hará. Entiéndase bien, de acuerdo a las Sagradas Escrituras, el yetzer hará no es una fuerza demoníaca que empuja a una persona a hacer el mal, sino más bien un impulso hacia el placer o la propiedad o la seguridad, que si se deja ilimitado, puede conducir al mal, y alimentar energéticamente a una fuerza demoníaca.
El yetzer hará tiene como propósito desintegrar la unidad entre el Eterno y el ser humano. Las Sagradas Escrituras enseñan que cuando la humanidad comenzó a multiplicarse y aumento su pecado, el Eterno expreso lo siguiente: “… Las inclinaciones del hombre son de continuo al mal” (Génesis 6:5). El termino Yetzer, significa intención, inclinación, designio, obra; incluso, pensamiento. Esta inclinación, puede ser tanto buena, como mala; aunque desafortunadamente, el pensamiento del hombre está más inclinado hacia el mal (Mateo 15:19).
Al ingresar en la primera etapa de la juventud, es decir, a los 12 años las mujeres, y los 13 años los varones, el alma humana está madura y lista para voluntariamente ascender al nivel denominado neshamá (consciencia espiritual). Es lo que algunos sabios estudiosos de la Torah denominan el alma adicional. Según estos intérpretes, con la madurez de ella, el Eterno envía un ángel positivo llamado Yetzer Hatov que custodia al alma humana joven por el Camino de la Salvación (Yeshúa HaMashiaj), siempre y cuando esta quiera por Él peregrinar.
El Yetzer Hatov, es el espíritu que sugiere los buenos deseos, las buenas acciones, la buena conciencia y la moralidad. El Yetzer Hatov, es el impulso interno que insta al hombre recordar los mandamientos del Eterno. Este Espíritu faculta al hombre a tomar las decisiones buenas, como son: amor, gozo, templanza, paz, etc., (Gálatas 5:22-24). Esta inclinación, desafortunadamente, no es tomada en cuenta por el hombre carnal, ya que este no se conduce mediante la Torah (Instrucción) del Eterno, sino por la ley que está en sus miembros (Romanos 7:23), es decir el yetzer hará.
El secreto de esto es obligar al Yetzar Hará, a sujetarse al poder transformador de la Shekinah (Presencia divina). Según lo revelado en las Sagradas Escrituras, los adultos se distinguen de los niños por el yetzer hatov, que, bajo el dominio del Espíritu Santificador, controla y canaliza las unidades que existen sin control en el niño. Por lo tanto, los niños pueden buscar el placer y la adquisición, pero no pueden crear una relación santificada o ejercer la responsabilidad de participar en un negocio. Es decir que cuando está controlado adecuadamente por el yetzer hatov, el yetzer hará conduce a muchos resultados socialmente deseables, incluido el matrimonio, los negocios y la comunidad, con la garantía de absoluta victoria.
«El ángel del mal tiene que venir a defendernos y transformarse en el defensor de nuestra vida». Esto se consigue con la práctica diaria de la crucifixión del ego (Gál. 2:20). Así pues, cuando conseguimos que el Yetzer Hará se sujete a nuestra alma redimida (neshamá) podemos conseguir que el ángel Yetzar Hatov haga elogios de nosotros a YHVH, el Bendito sea, y así hemos ganado la partida.
Ahora bien, ¿cómo se consigue esto?
Se consigue por el mérito de haber estudiado la Torah en todos los niveles codificados de Su Luz, por medio del Yugo que ofrece en su llamado (vocación) Yeshúa HaMashiah (Mateo 11: 28-30).
La vívida historia que pinta a Jesús expulsando a los demonios que se introducen en una piara de cerdos, que luego se ahoga en el Mar de Galilea (Mc 5,1-20; Mt 8,28-34; Lc 8,26-39), no es meramente un acto espectacular por parte de Jesús. Por el contrario, en el curso del relato se suscitan dos importantes problemas que separan la narración de las típicas historias mágicas y que involucran al lector en cuestiones más profundas.
La primera de ellas une esta historia con temas de pureza ritual: el hombre vive en una tumba y, por tanto, es impuro ritualmente; el espíritu que lo posee es también «impuro» (Mc 5,2?8.13); los demonios son expulsados al interior de animales impuros, como los cerdos.
Similarmente, el acto de Jesús de curar por medio del tacto (Mc 1,31; 1,40-41; 3,5.10; 5,23.28.41; Jn 9,1-7) no son asuntos de técnica mágica, sino indicaciones de que el poder sanador y transformador de Dios actúa de un modo que trasciende la pureza ritual.
– Antonio Piñero (autor). «En la frontera de lo imposible» (libro). El Almendro, P.228.
Una de las escenas más extrañas de la Torah es la que cuenta que un día Noé se quedó dormido a causa de una borrachera, y su hijo Cam entró a la habitación y vio su desnudez. Por ello Cam recibió una tremenda maldición.
El incidente tuvo lugar después del diluvio universal, cuando Noé y su familia bajaron del arca y se establecieron en tierra firme. El Génesis lo relata así:
“Los hijos de Noé que salieron del arca eran Sem, Cam (padre de Canaán), y Jafet. Noé era agricultor y había plantado una viña. Cierto día, en que había bebido vino, se embriagó y quedó tirado y desnudo en medio de su tienda. Cam (padre de Canaán) vio la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet entraron a la tienda mirando para otro lado, y con un manto cubrieron a su padre, pero no vieron su desnudez. Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró lo que su hijo menor había hecho, dijo: ‘Maldito sea Canaán. Será el sirviente de sus dos hermanos’. Luego añadió: ‘Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo. Que Dios permita a Jafet extenderse, que habite en los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo» (9: 18-27).
¿Qué pecado puede ser?
¿Cuál fue el pecado de Cam? ¿Era tan grave haber visto a su padre desnudo? ¿Por qué la Torah conservó el recuerdo de este hecho? Tales preguntas nos hacen sospechar que detrás del relato se esconde algo que no se capta a simple vista. ¿Qué es?
Ya al comienzo hay un detalle curioso. Noaj (Noé) aparece como agricultor, plantando una viña. Y se nos ocurre preguntar: ¿de dónde sacó la cepa de la vid, si el diluvio había exterminado toda forma de vida?
El relato no lo dice, ni le importa la incoherencia. Sólo busca con esta escena dejarnos un mensaje, y es el siguiente: la tierra había quedado maldita por el pecado de Adán y Eva (Gn 3: 17-19). Era un inmenso desierto y sólo producía abrojos y espinas. Pero ahora las aguas del diluvio habían saneado otra vez el mundo y lo habían purificado. Esto se comprende por las palabras que Dios le dijo a Noé al terminar la catástrofe: “De ahora en adelante, y mientras exista la tierra, siempre habrá siembra y cosecha, hará frío y calor, habrá invierno y verano, existirá el día y la noche” (Gn 8; 21-22). Es decir, el mundo se había normalizado.
El diluvio sanador.
Por eso el autor del Génesis muestra a Noé cultivando una vid (la más preciosa y noble de todas las plantas de la Torah), sin importarle si esto era posible o no después del diluvio. Porque quiere indicarnos que la maldición había sido levantada. Que Dios le había devuelto a la tierra la fecundidad, al punto tal de producir nada menos que viñedos. Que, en el fondo, los enojos de Dios duran poco.
Noé, pues, aparece haciendo lo contrario de Adán. Adán con su pecado había traído el sufrimiento y la esterilidad a la tierra. Noé, por su bondad, había traído el alivio y el consuelo al mundo. Con razón cuando nació, su padre lo llamó así. Porque “Noé” en hebreo significa “consolar”.
La enseñanza del autor es clara: cuando alguien bueno como Noé aparece sobre la tierra, la tierra vuelve a ser buena.
Una maldición para el nieto.
A continuación el autor pasa a relatar el hecho central. Un día Noé se embriagó con el vino que producía su viña, y se durmió desnudo en su tienda. En ese momento entró su hijo Cam, que aparece presentado como el “padre de Canaán”. ¿Por qué el relato insiste en que es el padre de Canaán (dos veces lo dice, en los versículos 18 y 22), cuando Cam todavía ni siquiera tiene hijos?
Entonces, sigue la narración, Cam vio la desnudez de su padre y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera, los cuales no vieron la desnudez de su padre. ¿Qué pecado hay aquí? ¿Qué falta de respeto es ver a un padre desnudo?
Y cuando Noé se despierta y advierte lo que ha pasado, reacciona de una manera doblemente inesperada. Primero, lanza una dura maldición tremendamente exagerada para lo que Cam ha hecho. Y segundo, no maldice a Cam, responsable del hecho, sino al hijo de éste, esto es, a Canaán. ¿Por qué Noé maldice a su futuro nieto y no al hijo que cometió el pecado? A esta altura del relato ya no entendemos nada.
Prohibido entre parientes.
Pero si analizamos la historia con cuidado, notaremos algo que nos puede ayudar: el texto original no dice que Cam vio a su padre desnudo, sino que “vio la desnudez de su padre”, que no es lo mismo. Y repite tres veces esta expresión. ¿Qué significa “ver la desnudez”, en la Torah?
El libro del Levítico trae unas 30 veces esta frase, y la emplea para referirse a las relaciones sexuales con una persona. Por ejemplo, dice: “No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre” (es decir, no tendrás relaciones con la mujer de tu padre) (18,8). “No descubrirás la desnudez de tu hermana” (es decir, no tendrás relaciones con tu hermana) (18,9). “No descubrirás la desnudez de tu nieta” (es decir, no tendrás relaciones con tu nieta) (18,10). “No descubrirás la desnudez de tu tía” (es decir, no tendrás relaciones con tu tía) (18,12). “No descubrirás la desnudez de tu nuera” (es decir, no tendrás relaciones con tu nuera) (18,15).
Por lo tanto, que Cam haya visto “la desnudez de su padre”, alude a una relación sexual de Cam. Pero ¿con quién? ¿Con su padre Noé? A primera vista no es eso lo que sugiere el texto; no hay aquí ninguna referencia a un acto homosexual. Además, que dos veces se diga que “Cam es el padre de Canaán” más bien nos aleja de un posible acto homosexual.
El lenguaje de la Torah y todas las Sagradas Escrituras.
¿Con quién, entonces, tuvo relaciones sexuales Cam? Aquí el Levítico nos ayuda otra vez. Cuando “la desnudez” que se prohíbe ver a un hombre no es la de una mujer, sino la de otro hombre, no se está prohibiendo la relación homosexual con “ese” hombre (las relaciones sexuales entre hombres se sobreentendían prohibidas), sino con la esposa de ese hombre.
Para decirlo con otras palabras: en la Torah, la desnudez de un hombre es “su esposa”. Por ejemplo, la desnudez del padre es “la esposa” del padre. La desnudez del hermano es “la esposa” del hermano.
Eso lo expresa claramente también el Levítico: “No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre, es decir, la de su esposa”. (18,14). O: “Si un hombre se acuesta con la mujer de su padre, ha descubierto la desnudez de su padre” (20,11). O también: “Un hombre ha descubierto la desnudez de su hermano, si se casa con la mujer de él” (20,21).
En todos los casos, “la desnudez” de un hombre es su esposa. Por lo tanto, y volviendo a nuestra historia, que Cam haya visto la desnudez de su padre Noé significa, en lenguaje bíblico, que se acostó con la esposa de Noé. En definitiva, con su propia madre.
Nacido con vergüenza.
De este modo se aclaran todos los interrogantes; a) se entiende por qué Noé al enterarse lanzó una maldición: porque su hijo, aprovechando su borrachera, cometió un incesto, uno de los pecados más aberrantes que existe en las Sagradas Escrituras; b) se entiende por qué Noé no maldice a su hijo Cam sino a su nieto Canaán: porque nacerá como producto del incesto; c) se entiende por qué se insiste que Cam es el padre de Canaán: porque el relato no pretende centrar la atención en Cam el pecador, sino en su futuro hijo Canaán, que será maldito desde sus orígenes por haber nacido como fruto de un pecado.
Después de que Cam “vio la desnudez de su padre”, dice el Génesis que “avisó a sus dos hermanos que estaban afuera”. Este “aviso” era, evidentemente, una invitación para que ellos hicieran lo mismo. Pero el libro aclara que ellos “no vieron la desnudez de su padre”, sino que entraron a la tienda de espaldas y lo cubrieron. Con esto se muestra la negativa de Sem y Jafet a caer en el incesto, y explica la posterior bendición que su padre les dio a ellos.
¿Recuerdos de alcoba?
Nos falta resolver una última cuestión. ¿Por qué el recuerdo de un pecado tan doméstico y privado, como fue el incesto de Cam y su madre, fue conservado en las Sagradas Escrituras? ¿Sólo para decirnos que está mal el incesto?
No, porque si atendemos a las palabras finales del relato, o sea, a las maldiciones y bendiciones que lanza Noé al despertar (versículo 25-27), veremos que éste no es un simple acontecimiento familiar, sino que está cargado de intenciones políticas.
En efecto, los personajes principales de la historia son los tres hijos de Noé, es decir, Sem, Cam (con su futuro hijo Canaán) y Jafet. Y para la mentalidad popular hebrea, estos tres hermanos simbolizaban a tres pueblos. Sem representaba a los “semitas”, y por lo tanto a ellos mismos. Canaán, a los cananeos, sus tradicionales enemigos. Y Jafet, a los filisteos, pueblo que compartió con los israelitas la Tierra Prometida durante varios siglos.
Ahora bien, cuando Israel se apoderó de la Tierra Prometida (que entonces se llamaba Canaán), pudo derrotar a sus principales habitantes (los cananeos) y esclavizarlos (Jos 24: 11-13). Pero en Canaán hubo también un pueblo al que jamás logró dominar ni someter: los filisteos. Éstos habían llegado a la Tierra Prometida casi al mismo tiempo que los israelitas, sólo que por otro lado: éstos entraron por el este, mientras que los filisteos lo hicieron por el oeste, y se instalaron en la costa del país, de la cual nunca pudieron ser expulsados.
El pueblo misterioso.
Israel veía cómo, siglo tras siglo, fallaba en su intento de dominar a los filisteos. Éstos se mantenían libres y fuertes, e incluso llegaron también a someter a los cananeos vecinos. Y una duda comenzó a atormentar a los israelitas: ¿acaso Dios no les había dado la Tierra Prometida a ellos? ¿No les había asegurado que someterían a todos los pueblos que la habitaban (Ex 23: 23)? ¿Qué pasó con los filisteos? ¿No tuvo Yahvéh el poder suficiente para cumplir su promesa hasta el final? Esta cuestión los perturbaba enormemente.
Hasta que, reflexionando, e inspirados por Dios, encontraron la respuesta. Los filisteos se quedaron en el país, no porque Dios no pudiera expulsarlos, sino porque ésa fue su voluntad desde el principio. Dios había dispuesto que los filisteos también se apoderaran de una parte de la Tierra Prometida, así como los israelitas se adueñaron del resto. Únicamente a los cananeos había que esclavizar y someter, por los pecados aberrantes que cometían.
Por eso imaginaron este relato, con finalidad didáctica, en el que Noé ya al principio del mundo aparece profetizando lo que en realidad ellos descubrieron más tarde en la historia: “que Canaán (es decir, los cananeos) sea maldito, y sea el sirviente de sus dos hermanos. Que Sem (es decir, los israelitas) sea bendito y que Canaán sea esclavo suyo. Que Jafet (es decir, los filisteos) se extienda y habite en medio de los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo”. (versículo 25-27).
Por lo tanto, ésta narración no tiene connotaciones sexuales sino políticas, y fue compuesta para explicar una situación que se había dado en la historia de Israel: la esclavitud de los cananeos y la supervivencia de los filisteos.
Dos hijas en malos pasos.
Que esta interpretación es correcta se ve por otro episodio del Génesis: el origen de los moabitas y amonitas (19, 30-38). Éstos eran dos pueblos vecinos de Israel, que habitaban al oriente del río Jordán, y sumamente odiados por los israelitas. Tal odio se debía a que, en varias oportunidades a lo largo de la historia, habían cruzado la frontera para invadir, saquear y cometer toda clase de vejaciones contra las poblaciones hebreas. Incluso cuando Nabucodonosor destruyó la ciudad sagrada de Jerusalén, ellos colaboraron con la destrucción, cosa que jamás perdonaron los judíos (2 Re 24,2).
Tanto era el odio que sentían por estos dos pueblos, que la Ley judía prohibía terminantemente admitir a alguno de ellos en el pueblo elegido hasta la décima generación. Es decir, no sólo a los amonitas o moabitas, sino a todo aquél que tuviera a uno de ellos entre sus antepasados, aunque fuera remotísimo (Dt 23,4).
¿Y cómo cuenta la tradición judía el origen de ambos pueblos? Dice que cierto día las dos hijas de Lot (el sobrino de Abraham), tuvieron un diálogo muy angustioso. No quedaban hombres con quiénes casarse, ya que recientemente había bajado fuego del cielo sobre Sodoma y Gomorra, y había destruido también las ciudades de los alrededores. ¿Morirían ellas solteras y sin hijos?
Otro padre emborrachado.
No podían remediar su soltería. Pero sí, al menos, la falta de hijos. Esa noche, la mayor emborrachó a su padre y luego se acostó con él. Al día siguiente la menor hizo lo mismo. De esta manera, ambas quedaron embarazadas ¡de su propio padre! El hijo de la mayor se llamó Moab, y de él descendieron todos los moabitas. El hijo de la menor se llamó Ben Ammí, y de él descendieron todos los amonitas.
Así, mediante estos relatos degradantes y vergonzosos, nacidos de la chispa politiquera y no de la historia, los israelitas se vengaron de sus aborrecidos enemigos, por todos los males que les habían infligido.
Como vemos, esta narración tiene una coincidencia asombrosa con la de Noé: el padre borracho, la relación incestuosa, el hijo concebido por ella, un pueblo enemigo que desciende de él. Las dos narraciones, pues, fueron compuestas con el mismo fin: explicar y justificar la situación política que había entre Israel y estos pueblos.
La esclavitud tan temida.
Había tres hermanos: Sem, Cam y Jafet. Nacidos en la misma familia, del mismo padre y la misma madre. Felices. Llenos de proyectos magníficos. Llamados por Dios para algo grande y glorioso. Pero uno terminó esclavo, y los otros dos libres. Uno quedó sometido, y los otros se volvieron sus amos. A uno la vida se le volvió un infierno, y a los otros una plenitud. Y todo por culpa del pecado.
Esta es la primera vez que la Torah habla de la esclavitud, la institución más espantosa que haya inventado el ser humano. Donde uno prueba la muerte en vida. Donde uno no puede decidir por sí mismo, ni hacer lo que le gusta, ni ir a donde quiere, ni tener amigos, ni ser feliz. Sólo tiene un amo que lo manda; alguien que desde arriba le ordena lo que él no quiere hacer, que lo priva de sus sueños, le amputa sus ilusiones y lo degrada.
Y aunque hoy entre nosotros no existe ya esa institución, sin embargo en la vida diaria, con cada pecado nuestro, nos volvemos esclavos, menos libres, menos dueños de nosotros mismos, más dependientes. De lo que hicimos, lo que dijimos, del mal que generamos, del vicio en el que nos empecinamos. Hasta que ya no podemos levantar la cabeza, ni mirar al mundo de frente, ni ir a donde queremos. Debemos hacer lo que nos pida el nuevo amo que hemos adquirido: el pecado.
Jesús lo dice con toda crudeza, sin historias de por medio: “El que peca, se vuelve esclavo” (Jn 8: 34). Y hay que creerle.
Por eso, librarse del pecado es sacarse de encima un pesado yugo que no nos deja gozar de la libertad de los hijos de Dios. Jesús vino para devolvernos esa libertad. Para que todos los hombres vuelvan a ser como aquellos tres hermanos, antes de que Cam pecara.
(*) Ariel Álvarez Valdés es licenciado en Teología Bíblica por la Facultad Bíblica Franciscana de Jerusalén (Israel), y doctor en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca (España).
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¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!
“Porque él estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros”
(1 Pedro 1:20)
Según la mentalidad hebrea desarrollada por los códigos de la Luz Infinita de la Instrucción (Torah) divina, existen siete cosas preexistentes (anterior en el tiempo a todas las cosas).
Desde tiempos antiguos en ciertos escritos interpretativos no agregados a la Tanak (mal llamado Antiguo Testamento), se dice que siete cosas fueron creadas antes de los Cielos. Es decir, que antes de crear el Universo existencial todo, Yahvéh concibió en Él mismo siete conceptos fundamentales para el perfecto funcionamiento de los Olamot (mundos). Esto quiere decir, que estos diseños vibraban ya en el Eterno antes que el mundo fue creado:
La Torah, (Instrucción, cf. Proverbios 8:22).
La Teshuváh (el arrepentimiento, cf. Salmo 90:2-3). Fue concebida en la mente divina para mantener la existencia humana, y asegurarse así la armonía en el mundo.
El Gan Eden (Huerto del Edén o el paraíso, cf. Génesis 2:8). Diseñado con el propósito de asegurar una recompensa para el espíritu de los justos.
El Gehinom(el lago de fuego, cf. Isaías 30:33). Concebido para dar castigo a todo malvado.
Kise HaKavod o Trono Celestial de Gloria, (cf. Salmo 93:2). Fue concebido en el Eterno con el fin de manifestar físicamente la Gloria divina en los planos físicos.
El Beit Hamikdash o Templo Santo, (cf. Jeremías 17:12). Fue concebido como una condición para la Creación para que la Shekinah more en medio de ella permanentemente.
El Nombre del Mesías, (cf. Salmo 72:17).
A fin de entender de qué manera estas siete creaciones en particular son vitales para la humanidad y que por lo tanto debieron ser concebidas antes de la Creación, dejaré esta síntesis que permitirá captar conceptos tan altos y profundos:
● El mundo fue creado solamente con el propósito de estudiar Torah y cumplir sus dictámenes.
● Teshuváh fue concebida para mantener su existencia. Un mundo sin teshuvá perecería inevitablemente a los ojos del juicio de YHVH.
● El Gan Eden fue concebido a fin de asegurar una recompensa para los justos.
● El Guehinom fue concebido a fin de dar castigo al malvado.
● El Trono Celestial de la Gloria fue concebido antes que el Universo a fin de manifestar la gloria de YHVH en el mundo.
● El lugar donde moraba la Shekináh (divinidad) permanentemente era el Beit Hamikdash. Por lo tanto, el concepto de Beit Hamikdash fue concebido como una condición para la Creación.
● El objetivo final de la humanidad es llegar a los días del Mashiaj; por lo tanto, el nombre del Mashiaj debía ser formulado aún antes de la iniciación.
Así pues, logramos entender y aceptar que el Eterno, de acuerdo con Su Intención, creó el mundo físico con relación a estas siete cosas.
La Torah fue el primero de estos siete conceptos fundamentales. Ella es el instrumento arquitectónico del Eterno de toda la creación. Ha permitido la construcción de todos los Mundos. ¿Por qué fue esto necesario?
La Torah sirvió como el instrumento arquitectónico en la construcción del mundo.
Si un constructor erige una casa sin consultar un arquitecto, ¿cómo será el producto final? La casa podría carecer de las puertas, ventanas o escaleras necesarias. Podría cometer un error en la viga básica de sostén de manera que toda la casa se derrumbaría poco tiempo después de su terminación. Por lo tanto, cada construcción debe estar precedida por un proyecto. El primer paso en la construcción es el plano completo dibujado por el arquitecto, incluyendo cada una de las divisiones, entradas y salidas. Luego el constructor siguiendo el proyecto de la construcción, lo convierte en realidad. – ¿Siguiendo qué diagrama fue construido el mundo?
Por otra, parte y para lograr profundizar mejor en la idea de qué es el propósito eterno de Dios, diremos que el hecho de que se hable del arrepentimiento como algo que precede la creación, nos enseña que aunque el Eterno no haya decidido de antemano que el hombre pecara, ya había diseñado una solución para el pecado del hombre:
“El Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo”
«Acuérdate de los días de antaño; considera los años de todas las generaciones. Pregunta a tu padre, y él te lo hará saber; a tus ancianos, y ellos te lo dirán. Cuando el Altísimo dio a las naciones su herencia, cuando separó los hijos del hombre, fijó los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel.»
(Deut. 32:7-8)
He considerado muy importante en esta semana meditar en los secretos que esta canción encierra. Al entonarla Moshé en su último día de vida, tenía la intención de usar este cántico como un oráculo testigo en contra de un Israel rebelde. Moshé le recordó al Pueblo Escogido del Eterno, por medio de la letra de esta canción, lo bueno que Yahvéh había sido con ellos en el pasado, aún en el inicio planetario mismo. Esto era tanto para traer gran convicción de pecado, como para recordarles el gran amor y la infinita gracia del Eterno a la que podían regresar sin duda alguna.
Para lograr comprender, lo más importante de este secreto develado, deberemos hacer la comparación de los dos términos que el profeta usa. Dos expresiones aparentemente paralelas, que por lo tanto parecen que dicen una misma cosa de manera diferente. Sin embargo, esto no es así. Sino que el paralelismo de estas expresiones sitúa a la mente del pueblo hebreo en dos dimensionalidades del propósito eterno de Yahvéh. Esas expresiones son: los días de antaño y los años de todas las generaciones.
Cuando Moshé usa en su cántico la expresión «los días de antaño» (– en hebreo ימות עולם, yemót olam, “los días eternos” o “los días del mundo” –) y «los años de todas las generaciones»(– en hebreo שנות דור ודור, shenót dor va-dor, “los años de una generación y otra generación” –) en verdad está queriendo expresar dos cosas bien diferentes. Por eso, los invito a abrir sus mentes, y profundizar conmigo en estos códigos de Luz.
Por un lado, notamos que se habla de días, y por el otro lado, vemos que se hace referencia a años. La expresión «losdías de antaño» se refieren a los seis días de creación del mundo descripto en el primer capítulo de Bereshit. En cambio, la expresión «los años de las generaciones» se refieren a la historia de la humanidad. Entonces vemos que aquí la Torah dice que hay que acordarse de los seis días de la creación y, profundizando en dicho relato, lograr también entender los años de las generaciones. Lo primero que se destaca literalmente, es que corresponde al padre de familia, y a los ancianos del pueblo, guardar la memoria de estas cosas. Esto nos enseña que es muy importante conocer no sólo el relato de la creación sino también la historia de la humanidad. Pero de repente nuestros pensamientos, profundizando la meditación de estos códigos hebreos, pueden captar una revelación aún más sorprendente. Moshé está dando a Israel el conocimiento de este secreto, para que valore la benevolencia infinita de Yahvéh para con ellos y sus generaciones.
Notamos que Moshé exhorta a Israel a entender, aceptar, y siempre recordar que estos dos períodos hablan de la bondad de Yahvéh manifestada desde antes de la creación del mundo para con el diseño preexistencial llamado Israel.
Entonces, preguntémonos: ¿qué relación hay entre los días de la creación del mundo y la formación del pueblo de Israel?
Vamos a destacar algunas cosas del relato de la creación de los cielos y la Tierra (Génesis cap. 1) que corresponden en el diseño divino a la creación pre-existencial del pueblo sagrado y su relación con las naciones.
En el primer día el mundo estaba en un caos hasta que el Todopoderoso hizo brotar la Luz. Esa Luz es la Or EinSof (Luz Infinita), es decir el Mesías. Después hubo una separación entre la luz y las tinieblas, lo cual representa la separación entre los que son del Mesías y los que no lo son.
A continuación, el Eterno continúo haciendo separaciones en el mundo. Así fue como separó las aguas de abajo de la expansión, de las aguas sobre la expansión. Esto representa claramente que entre las naciones hay personas que son del Cielo y otras que sólo son de este mundo (sistema reptiliano).
En el texto del cántico de Moshé la Torah dice que el Eterno primero dividió las naciones y luego puso un límite entre las naciones y los hijos de Israel según la cantidad de estos últimos. Esto corresponde a lo que hizo el Eterno en la creación cuando puso un límite entre los mares y lo seco. Los mares representan las naciones y lo seco representa a Israel. El límite que hay entre las naciones e Israel es el límite que la Torah pone entre el pueblo escogido y las demás naciones del mundo. El Todopoderoso vio que esto era bueno.
“Cuando el Altísimo dio a las naciones su herencia, cuando separó los hijos del hombre, fijó los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel.” (Deuteronomio 32: 8)
De repente, con este oráculo cantado, Moshé logró guiar el aprendizaje de los hebreos a un maravilloso hecho. Israel descubrió, al escuchar este cántico, que las fronteras de las naciones fueron fijadas según la cantidad de israelitas que descendieron a Egipto con Yaakov, en los días de Yosef. Entonces, comprendemos que las fronteras de Israel han sido reservadas y reveladas a los profetas del pueblo de Israel.
El texto de Devarim también nos enseña que las naciones dependen de los hijos de Israel. Vemos por un lado que el Eterno creó setenta naciones según la cantidad de los hijos de Israel que bajaron a Egipto, setenta personas (Gén. 46:27). Y por otro lado aprendemos que el Eterno va a permitir que el territorio de Israel sea expandido con la vuelta y la restauración de las doce tribus en la Tierra. De esa manera las fronteras entre las naciones e Israel dependerán de la cantidad de hijos de Israel que volverán a la tierra en los últimos tiempos. Los profetas aseguraron que ni uno de ellos se quedará entre las naciones (Ez. 39:28).
Por todo esto, entendemos que lo que sucede en nuestros días con las dos Casas de Israel (Efraim y Judá) tiene una influencia muy considerable en la historia del mundo. Las Escrituras muestran que esa influencia determina el destino de cada nación. No solamente la historia muestra que lo que sucede con los hijos de Israel afecta directamente a las naciones, tanto positivamente como negativamente, sino también se puede ver que la vida espiritual del mundo depende de la nación sacerdotal. Yeshúa mismo afirmó que la salvación viene de los judíos (Juan 4:22).
“Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra… Sírvante pueblos, y póstrense ante ti naciones; sé señor de tus hermanos, e inclínense ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldigan, y benditos los que te bendigan… Se agazapa, se echa como león, o como leona ¿quién se atreverá a despertarlo? Benditos los que te bendigan, y malditos los que te maldigan.”
(Gén. 12:3; 27:29; Núm. 24:9)
Entonces lo peor que pueden hacer las naciones es hacer guerra contra Israel y el pueblo judío. Por el contrario, lo mejor que pueden hacer es colaborar con el Eterno en el restablecimiento del pueblo sagrado para que sea esa nación sacerdotal que fue creada para ser lo cual beneficiará a todos.
Sabemos que todavía Israel no ha llegado a tener todo el territorio que el Eterno ha prometido. Eso significa que las promesas quedan por cumplirse. Por eso, estamos convencidos, de acuerdo a las Sagradas Escrituras, que cuando vuelva Mashíaj, Israel tendrá todo el territorio prometido.
Los límites prometidos a Avraham fueron fijados según la cantidad de hijos de Israel que van a poblar esa área durante el reino mesiánico, (cf. Génesis 12:7; 15:18-21; Éxodo 23:31; Números 34:2-12; Deuteronomio 11:24; 34:4; 1 Reyes 4:21; 1 Crónicas 9:26; Salmo 80:11; Romanos 4:13).
El Mesías dijo:
“Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la Torah hasta que toda se cumpla.”
(Mateo 5: 18)
Esto quiere decir que si Israel no recibe todo el territorio según las promesas que el Eterno ha dado a Avraham, tanto Él como su Mashíaj serían mentirosos. ¿Puede mentir Dios? ¡No! Él no puede hacer tal cosa, (cf. Tito 1:2). Por lo tanto, durante el reino mesiánico (el milenio), Israel obtendrá todo el territorio desde el río Eúfrates, hasta el Mar Rojo, tal y como el Eterno lo ha anunciado y prometido.
Durante los dos siglos que han pasado, la conspiración masónica-illuminati, disfrazada de racionalismo, logró implantar en la creencia popular que Moisés no fue el escritor inspirado de los cinco primeros libros de la Biblia o Pentateuco.
Para que quede claro en cada uno de ustedes les diré que hace dos siglos atrás, un grupo de eruditos de tendencia racionalista, puso en duda la paternidad mosaica del Jumash o Pentateuco (hebreo y griego para decir: «Cinco Rollos» o “volumen quíntuplo” ), y desarrollaron la Teoría documentaria de la Alta Crítica. La misma considera que los primeros cinco libros de la Biblia son una compilación de documentos redactados en su mayor parte en el período del sacerdote Esdras (aprox. 444 a. E.C.). Debo aquí comentarles que en la actualidad, desde el punto de vista de la investigación histórica, la hipótesis documentaria es muy difícilmente aceptable precisamente por sus prejuicios metodológicos y su carencia de base historiográfica.
Por sobre todo, en la actualidad, se está derrumbando dicha hipótesis, ya que ha caído el fundamento primordial de la misma. Sucede que la objeción que levantaron aquellos escépticos contra Moisés como escritor de la Torah, se fundamentaba en el supuesto de que en la época de Moisés no se conocía aún la escritura. Pero el especialista en expedientes antiguos P. J. Wiseman indicó en su libro New Discoveries in Babylonia About Genesis (1949, pág. 35) que la investigación arqueológica actual ha probado exhaustivamente que “el arte de la escritura empezó en los albores de la historia conocida”. Así mismo, todos los doctos modernos reconocen que ya existía la escritura mucho antes del tiempo de Moisés, que vivió dos mil años a. E.C.
Por eso, el testimonio de los mismos códigos que componen las Sagradas Escrituras testifica una sola cosa: ¡no existe sino un solo escritor del Pentateuco, y su nombre es Moisés!
El Eterno mismo da evidencias contundentes repetidamente en la Escritura de que Moisés fue el escritor que Él escogió para inspirar tan profundos códigos lumínicos de Su sabiduría. Expresiones como “Escribe esto como memoria en el libro” (Éxodo 17:14), demuestran claramente que la escritura era común en los días de Moisés. Como el Eterno le dio al hombre perfecto Adán un idioma sagrado con el cual era capaz de dominar todos los ámbitos creativos a la perfección, y con el que hasta compondría poesía, cabe pensar que Adán ideara algún medio de ponerlo por escrito. (Gén 2:19, 23.)
Dando un paseo por todo el Pentateuco, podemos leer en muchos pasajes que Moisés escribió la Torah del Eterno. A modo de ejemplo veamos algunas de estas afirmaciones:
– “Y Moisés escribió todas las palabras de Yahvéh” (Éxodo 24:4).
– “Y Yahvéh dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras…” (Éxodo 34:27).
– “Moisés escribió sus salidas conforme a sus jornadas por mandato de Yahvéh” (Núm. 33:2).
Al extender nuestro viaje de exploración por el resto de la Tanak (lo que la teología cristiana llama Antiguo Testamento) encontramos que los distintos autores dieron crédito a Moisés por todo lo escrito desde Bereshit (Génesis) a Devarim (Deuteronomio). Para ejemplificar lo dicho podemos considerar los siguientes textos: “También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual [Moisés] escribió” (Josué 8:32). Note también lo declarado en las Crónicas de Israel: “[E]l sacerdote Hilcías halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés” (2 Crónicas 34:14; cf. Esdras 3:2; 6:18; Nehemías 13:1; Malaquías 4:4).
Al considerar todo lo que la Tanak relata, no encontramos contradicciones.: Uno es el autor (Yahvéh), que la dictó, y el otro fielmente es el escritor (Moisés) que iba plasmando letra tras letra, espacio tras palabra, renglón tras renglón. De este modo resulta que la Torah es una asociación entre el Eterno y su siervo Moshé, tal como leemos: «el libro de la Torah de Moshé [Moisés], que el Eterno había dado a Israel» (Nejemiá / Nehemías 8:1).
Ahora bien, al intentar considerar los dicho en los Escritos Mesiánicos o Nuevo Testamento, encontramos que nadie se atrevió a dudar que Moisés escribiera el Pentateuco (la Torah).
El apóstol Juan escribió: “Pues la ley(Torah) por medio de Moisés fue dada” (Jn. 1:17).
El médico y evangelista Lucas registró en cuanto al Jesús resucitado: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba [a Sus discípulos] en todas las Escrituras lo que de él decían” (Luc. 24:27).
Jacobo, hermano del Mesías, y obispo de la congregación de Jerusalén, sostuvo también la autoría mosaica: “Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:21).
También el apóstol Pablo, constructor de los lineamientos de la fe mesiánica, estuvo de acuerdo en afirma que Moisés escribió los cinco rollos de la Torah al escribir a los discípulos de Roma: “Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” (Romanos 10:5, énfasis añadido; cf. Levítico 18:5).
Finalmente, notamos que nuestro amado Mesías Yeshúa (Jesús) declaró que “la Torah” vino por medio de Moisés. El evangelista Marcos en el cap. 7 verso 10, relata que Yeshúa hizo referencia a Éxodo 20 y 21, y atribuyó la escritura de estas palabras a Moisés. Luego en el mismo evangelio de Marcos, leemos que Yeshúa preguntó a los saduceos, “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?” (Mc. 12:26). Pero tal vez el pasaje más convincente se encuentra en el evangelio del apóstol Juan, donde el Mesías expresó:
“Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”
(Juan 5:46-47; cf. Deuteronomio 18:15-18).
Es verdad que hoy no contamos con las copias mosaicas originales del Pentateuco, pero tenemos numerosos enunciados inspirados a través de la Escritura, incluyendo el Pentateuco, que declaran que Yahvéh inspiró a Moisés para que escribiera los primeros cinco libros del Antiguo Pacto o Tanak. Con esta bitácora y este estudio no pretendo sugerir que la autoría mosaica del Pentateuco es la verdad más importante que un discípulo de Yeshúa debería llegar a saber y creer, sino que ciertamente sostengo que es la verdad que deberíamos respetar y defender ante tanta conspiración reptiliana contra el Reinado del Eterno a través de Su Mesías Yeshúa.
«Y salió Jacob de Beerseba, y fue para Harán. Y llegó a cierto lugar y pasó la noche allí, porque el sol se había puesto; tomó una de las piedras del lugar, la puso de cabecera y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios subían y bajaban por ella.…«
Bereshit/ Génesis 28: 10-12
Nuestro padre Yaakov se encuentra en la cima del Monte Moriah, el Monte Santo de Dios. Él ha recibido la bendición de Yitsjak su padre. Ha salido de Beersheva, pues su hermano Esav quiere matarlo. Está camino a Padan-aram, la región donde vive el hermano de su madre Rivkáh.
Yaakov se dispone a pasar allí la noche. Es el monte donde su abuelo Abraham, había presentado a Yitsjak al Creador. También es el mismo sitio en el cual, siglos más tarde se levantaría el Gran Templo construido por el Rey Shelomo, «El Beit Hamikdash».
El relato cuenta que el sol se había puesto, Yaakov avinu tomó 12 de las piedras del lugar, las colocó rodeando su cabecera, y se acostó para su reposo nocturno. Entonces, tuvo un sueño profético. En él se describía el futuro de Israel y de la humanidad. Yaakov ve detalladamente una escalera apoyada en tierra, que se extiende hasta llegar al cielo. (cf. Bereshit 28:11-19).
Ahora bien, este momento es en realidad un «instante cósmico» del propósito eterno de Dios, pues dicho sueño revelada que la Intención divina (que es buena, agradable y perfecta), no puede ser obstaculizada por ningún acto de rebeldía humana. El Eterno está revelando a nuestro padre en la emunáh (Fe) que en ese lugar se construiría el diseño que revelaba al hombre en plenitud de propósito y misión mesiánica. El Templo es en sí mismo la maqueta misma de lo que la Humanidad es: Un Templo que contiene la Imagen de Elohim. Veamos lo que dice el relato de la creación del Adam HaRishón:
«Y creó Dios al hombre a su imagen, una imagen de Dios lo creó; varón y hembra lo creó.»
(Bereshit /Génesis 1:27 Reina- RVR 1960)
Por la revelación de los códigos científicos de la Torah, entendemos que el Eterno formó al primer hombre del polvo de la tierra. Lo moldeó micro y macro estructuralmente. Su cadena de ADN fue creada por el Altísimo también. Desde estos códigos, también sabemos que para crear al ser humano (hebreo Adam) no se valió de ningún ser vivo existente. No empleó los procesos de prueba-error ni tampoco siguió los lineamientos de la falsa «evolución teísta«.
Por todo esto, creemos y confesamos que Yahvéh es el Creador. En su mente está cada detalle de este universo. Con Su Palabra creó y ordenó la materia, y por su voluntad todas las cosas subsisten, antes y después del pecado humano.
“Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que se ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes, autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él.” (Colosenses 1:16)
Está bien claro, las Sagradas Escrituras, explicando la ciencia de la Torah, revelan que cada enlace atómico, cada molécula, cada ser vivo fue formado de acuerdo a los designios de la Intención divina. Pero el hombre no fue creado como un organismo más. ¡No! Él sería la parte más importante de su creación.
El ADN como Carro de la Divinidad.
La complejidad del ADN es maravillosa, pero aún más asombrosa, es la vida espiritual que Yahvéh dio a este «organismo» especial llamado ser humano:
«Formó, pues, Yahvéh (YHVH) Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente.» (Génesis 2:7)
Notamos que de los minerales de esta tierra hizo el Eterno al hombre, y le dio vida física y espiritual. ¿Y cuál «modelo» usó para dar vida al hombre? ¡YHVH mismo! Pues nos creó a Su imagen para que nos desarrolláramos a Su semejanza (Génesis 1:27).
Ahora bien, todos los seres humanos poseemos un ADN específico en el núcleo de nuestras células. ¿Qué gran secreto celestial se esconde en este material genético primordial?
La Historia del ADN
Corría el año 1953 cuando James Watson y Francis Crick lograron lo que parecía imposible: descubrieron la estructura genética que está en lo más profundo del núcleo de nuestras células. A este material genético se le llama ADN, una abreviación de ácido desoxirribonucleico. Este descubrimiento de la estructura de doble hélice de la molécula del ADN abrió las puertas para que los científicos examinaran el código que está en él. Actualmente, más de medio siglo después del descubrimiento inicial, el código del ADN ha sido descifrado.
A medida que los científicos empezaron a decodificar la molécula de ADN humano, encontraron algo sorprendente: un exquisito lenguaje compuesto de 3.000 millones de letras genéticas. Uno de los descubrimientos más extraordinarios del siglo XX fue que el ADN almacena información (instrucciones detalladas para la producción de proteínas) en forma de un código digital de cuatro caracteres. Se comprobó así que la materia es energía comprimida. La información son patrones de energía. Hay un fluido de información en nuestros cuerpos. La regulación de todo el organismo y la coordinación de todas las células se consigue con campos de información.
¿Qué o quién podría comprimir en forma de nano-energía semejante información y colocar este inmenso número de “letras” en la secuencia adecuada como un manual de instrucción genética? ¿Podría la evolución desarrollar un sistema semejante a éste? ¿Podemos acaso imaginarnos que algo mucho más complejo que el programa que maneja un supercomputador (es decir el ADN), sea producto de un accidente evolutivo?
Sabemos que la probabilidad de que el ADN se creara de forma accidental o espontanea (teoría de evolución de Charles Darwin), es según estudios informáticos igual a una entre el número de átomos existentes en el universo.
El ácido desoxirribonucleico, frecuentemente abreviado como ADN, es un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos y algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria. El papel principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de información. Muchas veces, el ADN es comparado con un plano o una receta, o un código, ya que contiene las instrucciones necesarias para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información genética son llamados genes, pero las otras secuencias de ADN tienen propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta información genética. El ADN es un conjunto de instrucciones moleculares o código que muestra las especificaciones usadas en la creación de todos los organismos vivientes.
En síntesis podemos decir que el ADN es un conjunto de moléculas especializadas y responsables de codificar la información individual de cada organismo biológico que existe en el planeta. Por eso, el ADN es el que define las características de cada individuo.
La Ciencia Humana y su encuentro con la Ciencia de Dios.
Ahora bien, me interesa destacar aquí lo que investigaciones científicas acerca del ADN han revelado con respecto a la revelación escritural de que el ser humano lleva la imagen del Eterno. Este es un dato muy importante que no se da en difusión por los medios.
El código del ADN, comenzó a descifrarse ampliamente a través del célebre proyecto internacional “GENOMA”. Desde aquí, cada hallazgo, ha una fuente de asombros para científicos de todo el mundo. Los científicos, involucrados en este programa, están examinando el cuerpo a través de la lente de la física cuántica y han descubierto que somos mucho más que máquinas bioquímicas. Muchos estos investigadores estudian actualmente en el lenguaje genómico y aseguran haber encontrado lo que pudiera ser la prueba tangencial de la existencia de Dios.
En los últimos años muchos biólogos moleculares han creado grupos de colaboración junto a criptólogos, estadísticos y lingüistas entre otros profesionales, con el fin de descifrar el mensaje guardado en la gran molécula.
Entre estos, un investigador que se especializa en el ADN humano y utiliza un microscopio electrónico para sus investigaciones, ha descubierto un patrón bastante singular que forma ‘saltos’ en la secuencia de aminoácidos entre los que él denomina “puentes”.
En 1973, mientras estaba en la Universidad de California, el Dr J.J. Hurtak llegó a comprender que existía una conexión entre las asociaciones lingüísticas y genéticas en las Letras que conforman el nombre de Dios en el hebreo bíblico YHVH. Ellas son Yud, Hei, Vav, Hei.
Entiendo que mi explicación será bastante deficiente, pero intentaré ser lo más sencillo en expresar este asombroso descubrimiento. El primer salto es en un intervalo de 10, el segundo de 5, el tercero de 6 y el cuarto de 5 aminoácidos. La investigación demostró que el patrón en el ADN humano se repite todo el tiempo en el camino a través de la hebra: 10, 5, 6, 5; luego otro 10, 5, 6, 5; y otro 10, 5, 6, 5; y así sucesivamente.
Entiendo que algunos de ustedes pueden reconocer estos números. ¡Sí, así es! Ellos resultan ser el valor numérico de cada letra en el Tetragramatón o Nombre de Dios. El Tetragrámaton (en griego: τετραγραμματον, «cuatro letras«) es el teónimo יהוה en hebreo, cuadrilateral, que identifica al Dios de Israel, y transliterado como YHVH a otros idiomas. El valor numérico de este Sagrado Nombre es 26.
Recordemos que el Tetragrámaton está conformado por la siguiente secuencia de letras: yud-hei-vav-hei. Teniendo en cuenta la guematría de las letras hebreas, la yud tiene un valor numérico de 10, la hei tiene un valor numérico de 5, la vav tiene un valor numérico de 6 y la hei final, por supuesto, es otro 5. Sabiendo esto, podemos afirmar que la firma del arquitecto se puede encontrar en el ADN humano, tal como se encuentra en casi todo lo demás, en un nivel u otro.
Antes de continuar con esta bitácora, te invito a escuchar a uno de los científicos que ha descubierto esto, el científico y rabino Yeshayahu Rubinstein quien en octubre de 1986 descubrió este mensaje divino encriptado en las células:
ADN y YHVH: La Escalera que lleva al Cielo
Revisando los 4 ácidos nucleicos, Adenina, Timina, Citosina y Guanina, nota que entre estos se forman los puentes de sulfuro, que dan la vida a la célula en el ADN, dándole una apariencia de escalera. La progresión la calcula cada 10 ácidos, cada 5 ácidos, cada 6 ácidos y cada 5 ácidos, y concluye que, al tomar esta sucesión numérica infinita en hebreo, equivale a las letras que forman el nombre Sagrado del Creador, y su correspondiente valor de 26 en el ADN.
10=(י)
5 = (ה)
6 = (ו)
5 = (ה)
«10 + 5 + 6 + 5 = 26» también, representa la suma de los valores de las sefirot. Pilar Central del Arbol de la Vida:
(Keter) 1 +
(Tiferet) 6+
(Yesod) 9+
(Maljut) 10
Da una Sumatoria Total de 26
En suma, la relación entre el código lingüístico del Nombre Divino (Tetragrámaton) y las partes celulares de la estructura humana puede ser vista en cuanto a la forma-onda del ADN de una cierta frecuencia vibratoria que compone la biocomputadora humana a través de 64 áreas celulares de una compleja matriz.
El Código Divino es el mecanismo codificador comunicado a través de rangos de micro señales, donde el vínculo vibratorio forma la «materia genética» dentro de las células como un patrón de flujo de energía divina. El cuerpo es visto como un bio-traje de luz (lightware; n. de t. programa de luz) que opera vía un lenguaje de luz bioquímica que da millones de instrucciones por segundo. La identidad de cada individuo se alberga en este laberinto interno de letras químicas que equipa al genoma completo con el mecanismo anímico de la vida.
En resumen, hay una frecuencia vibratoria sónica imperceptible al oído humano. Ésta vibración sonora sería la “pronunciación exacta” del Nombre de Dios. Ésta vibración se “materializa” operando en el ADN, el cual actúa como un receptor equivalente-molde al “sonido” del Tetragramatón. Esta acción es la que desencadena la creación del cuerpo humano en la forma del óvulo fecundado que comienza a transformarse en embrión.
La operación de estas fuerzas superiores vinculadas al sonido imperceptible del Nombre, fue descrita con sencillez sublime por el sabio-rey Salomón:
«Tal como no te das cuenta de cuál es el camino del espíritu en los huesos de un bebé dentro del vientre de la que está encinta, de igual manera no conoces la obra del Dios, que hace todas las cosas.» (Eclesiastés 11:5)
Así mismo, el salterio (libro de los Salmos o Tehilim), sostiene en sus líneas musicales la certeza de la existencia de una codificación que determina las características de la de vida de un embrión de ser humano:
“Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.”
(Salmos 139:16-18 – RVR 1960)
Considerando esto, el antiguo libro de sabiduría hebrea, denominadoEl Zohar(escrito en el siglo II E.C.), sostiene, al explicar el libro de Bereshit, que el universo fue creado y es manejado por un código cósmico hecho de secuencias de letras hebreas y de la energía que representan. De la misma manera que el ADN, este código tiene las especificaciones para la creación y mantenimiento de la vida.
El código de ADN está escrito en cuatro letras y su posicionamiento determina nuestras características, así mismo, el Tetragramatón está escrito en cuatro letras y, según el Zóhar, su posicionamiento también determina nuestras características.
Se nos dice que un día todos los hombres sabrán el Nombre de Dios:
«Por eso, ahora voy a darles una lección. Les voy a enseñar de una vez por todas lo que es mi poder y mi fuerza; así aprenderán que mi nombre es YHVH.» (Jeremías 16:21)
Seguramente este descubrimiento científico sobre el ADN realmente está dando a conocer este nombre único y podamos comprender lo que comunican estas letras, que este nombre literalmente reina encima de todo.
El nombre representado por el Tetragramatón (YHVH = Yahvéh, no Jehová) ha sido traducido como “Yo Soy”, “Yo Soy el que Soy”. En verdad este nombre proviene del verbo “ser” (hayah). Algunos eruditos piensan que YHVH se corresponde con la forma causativa de este verbo. De ser así, significaría literalmente “El que causa que sea, el que trae a la existencia”. Sobre esta base, sería apropiado decir que el nombre representado en el Tetragrmatón (Yahvéh), tiene una conexión con cada uno de nosotros, con la propia vida humana integral. No solo el Nombre estaría vinculado con el Propósito de Dios a nivel general, sino que estaría íntimamente ligado con nosotros mismos en cada detalle psíquico y físico. De esa forma su propio Nombre adquiere un significado más íntimo y esperanzador. Un significado más personal.
Recordemos que en la mentalidad hebrea, al hablar del “Nombre”, la verdadera referencia puede ser no sólo una palabra o expresión utilizada para designar a un individuo, sino la persona misma, su personalidad, cualidades, principios e historial, lo que él mismo es. Por consiguiente, sería correcto afirmar que, aunque conozcamos el nombre con el cual se llama a una persona, si no la conocemos por lo que verdaderamente es, no conocemos en realidad su “nombre” en el sentido real y vital.
La Esencia Humana y la Estructura de la Existencia.
Buscando llegar a la conclusión, necesito también decir que las palabras “esencia”, “sustancia”, “existencia” y “ser”, en hebreo comparten el mismo valor numérico que el del Tetragrámaton: 26. [Además, merece destacar que es precisamente en el versículo «26» del capítulo 1 de Bereshit (Génesis) donde se revela la Intención del Abba kadosh de crear una Humanidad que lo tenga en lo más profundo de su esencia.].
En consecuencia, nuestra mente se expande al darnos cuenta que en el momento del sueño (visión) del patriarca Yaakov, donde convergen los factores para la elevación de la creación:
El Monte Moriah,
El Kodesh ha Kodashim del Templo (el Lugar Santísimo),
La Eretz Israel (la Tierra de Yisrael) y
Yaakov, es decir, la Nación de Yisrael.
El lugar en el que Yaakov avinu se detuvo a descansar es el Monte Moriáh, donde se construyó el Beit HaMikdash (Templo de Jerusalén). Así pues, la Escalera simbolizaría el «puente» entre el Cielo y la Tierra, establecido a través del pacto entre Dios y el pueblo de Israel, y fortificado por las oraciones y sacrificios realizados en el Templo.
Además, la escalera representaría a la Torah dada en el Monte Sinaí para ser guardada en el corazón del alma redimida, como un nuevo vínculo entre Cielo y Tierra. Interesante resulta saber que el término hebreo para «escalera», sulam – םלס – y el de Monte Sinaí (- יניס -) tiene la misma gematría (valor numérico de las letras que las componen).
Así en el cumplimiento más exquisito de las Mitzvot, girando el pasado, presente y futuro en el mismo instante, al momento excelso de la plegaria del Tzadik, se vislumbra en sulam (סלם), la escalera, el ADN perfecto de orden y paz que emana de la comunicación, porque al escribirla agregándole una letra Vav (ו), la palabra sulam queda así: סולם; y su valor gemátrico da 136, que coincide con la palabra קול, (Kol) que significa “voz”.
Entonces, de todo lo hasta aquí expuesto, nuestra alma se eleva en admiración al descubrir que Ha Kadosh Baruj Hu (El Santo Bendito Es), escribió su Nombre en nuestro ADN, en nuestro código genético, tal cual hace un Gran Artista al firma su obra maestra al terminarla. No podemos negar su existencia pues su sustancia está en nuestro interior, en cada cosa que nos rodea, TODO ESTA EN EL CREADOR DEL UNIVERSO.
Lo más fuerte de esta información es darnos cuenta que lo que está detrás del Nombre Divino es una carta de amor celestial de instrucción y habilitación para realizar buenas obras. Se trata de una carta que está incrustada en la estructura humana célula por célula (y ahora sabemos y creemos que de manera literal) para poder compartir, que nos acercamos a romper la barrera imaginaria que separa la Fe de la Ciencia. Cada ser humano sería «proyectado» de alguna forma a través de sonidos y frecuencias cuánticas que lograrían activar el milagro del ADN.
Además, comprendemos que es en el ADN donde viene codificada la necesidad de Dios de todo ser humano. Esta necesidad se satisface plenamente al vivir en una unión íntima y constante por medio del Mesías activo soberanamente en el interior del ser humano. El mismo Yeshúa, nuestro Mesías, dijo:
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10).
No existe otro medio divino para la Salvación…
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). No hay otro método… “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
Es necesario creer que Yeshúa es el Señor, quien pagó en la cruz por nuestros pecados (Salvador), y que por su gracia se obtiene salvación y la vida eterna.
Es por medio de Yeshúa, el Mesías, que se obtiene el ADN Celestial, es decir, el Espíritu Santo que YHVH ha prometido a sus herederos:
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13-14)
Es el “ADN CELESTIAL” (El Espíritu Santo) que te constituye en “semilla de luz”, la cual germina en tu interior para llevarte a la altura del varón perfecto:
“… hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:14)
Es necesario reflejar el “ADN Celestial” mediante intención (kabanáh) y acción que sean acordes a la voluntad de Yahvéh revelada en Su Instrucción (Torah) y explicada perfectamente en todas las Sagradas Escrituras hebreas. Es necesario identificarse como “miembro activo” de su familia en el lugar donde él decida enviarte. El Espíritu Santo te capacita para reflejarlo con convicción, poder y espontaneidad en todo lugar y circunstancia.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
¡Por todo esto te suplico que no escondas tu “ADN CELESTIAL”!
“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor” (Lucas 11:34-35)
“Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de YHVH en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud
Y YHVH dijo a Moisés:
He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Más en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.
Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel:
En la tarde sabréis que YHVH os ha sacado de la tierra de Egipto, y a la mañana veréis la gloria de YHVH; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra YHVH; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros?
Dijo también Moisés:
YHVH os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque YHVH ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra YHVH“
(Éxodo 16:1-7)
Los israelitas llegan a Elim, donde hay doce fuentes de agua y setenta palmeras. Después, el día quince del segundo mes, llegan al desierto de Shin, entre Elim y Sinai. Allí toda la congregación murmura contra Moshé y Aharón diciendo que los han traído a ese desierto para matarlos de hambre. Yahvéh promete hacer llover pan del cielo que el pueblo tendrá que recoger diariamente. Así serán probados para ver si andan o no en su Instrucción (Torah).
El Eterno, al anunciar su provisión de maná como respuesta a las murmuraciones del pueblo, en verdad, tiene la intención de presentar el sábado al pueblo, como un lapso místico en el que el Cielo y la Tierra se besan por 25 horas, para asegurar el orden cósmico y los milagros que surgen a causa del mismo. En otra bitácora tuve la oportunidad de mostrar como el Eterno inspiró a Moisés y Aarón para restaurar la idea ancestral de Shabat en la mente de los hijos de Israel que estaban bajo la servidumbre del faraón egipcio (los invito a leer: El Shabat fue la primera Reforma de Fe que Moisés hizo en Egipto). Ahora, ya en liberación y preparándose para realizar una alianza de boda sacerdotal con el Eterno, Israel ha sido conducida a estas instancias negativas (el hambre) para comprender cuál es el secreto que Yahvéh dio a la humanidad con el fin de dominar con una mentalidad mesiánica todos los ámbitos materiales.
Yahvéh quiere que Su Pueblo entienda que el día sábado tiene evidentes connotaciones creacionales (Génesis 2: 1-3), pero ahora estas se refuerzan al ubicarlo al margen de las leyes del Sinaí que ellos recibirán en unos días más. El mensaje parece ser que aquellas serán leyes dadas al pueblo, mientas que el sábado no es una ley sino un secreto fundamental y constitutivo de la creación misma y por lo tanto anterior a los eventos del Sinaí.
Al leer este pasaje surgen a nuestra mente tres elementos que caracterizan al sábado y lo distinguen de otras leyes dadas a Israel:
El primero consiste en que no es presentado como un día de adoración, sino de descanso. Con posterioridad, el Eterno otorgará toda una serie de preceptos que establecerán una tradición sacerdotal de «ritos sabáticos», pero en este pasaje, Yahvéh, nuestro Dios, lo presenta sencilla y primordialmente como un día hecho para descansar. Él quiere que durante las horas de este séptimo día, cada israelita pueda recrear en su mente aquella primera semana donde todo fue restaurado por Su Palabra creadora. Esta imitación del descanso divino activará la conciencia de que el Eterno hizo todo lo que somos y posemos, y así, provocará, en el corazón hebreo, el ardiente deseo de ser asimilado por Yahvéh a través de una alianza de amor a fin de poder dominar todas las cosas desde el poder de la emuná (fe). Su actividad creacional culminó con descanso (Shabat) y, en consecuencia, éste quedó impreso en la creación misma como una de sus características intrínsecas, por lo cual debe ser evocado. Descansar el sábado es traer a la memoria toda la semana de trabajo creacional de Dios.
El segundo elemento deriva del primero: siendo una marca creacional, toda persona y todo animal debe observar el sábado. Nótese que los no israelitas también serán invitados a descansar del mismo modo que lo será también la tierra (cada siete años, Levítico 25: 4 – año sabático), cosa que solo puede entenderse si lo consideramos como una característica de la creación misma. En lo íntimo del concepto del sábado está la convicción de que nadie puede eludirse de su observación. La cosmovisión divina es clara: así como no se puede dejar de respirar o de aceptar ciclos sucesivos de vigilia y sueño, tampoco hay forma en que el ser humano puede eludir el descanso sabático. Por eso todo y todos deben avenirse a observarlo. Es verdad, que en la realidad se puede no respetar esta Ley Espiritual, llamada Shabat, y de hecho a millones de seres humanos que se oponen a ella, no aviniéndose a su observación, pero éstos más que violar una Ley Universal, están contradiciendo su esencia misma, la imagen (tzelem) divina, el amor dominándolo todo. Todos estos rebeldes, en verdad, están separándose del orden de la creación y distorsionando el lugar que el Eterno les ha dado en ella. La gravedad de la pena dada por Yahvéh en Éxodo 31: 13-17 a quien no lo observe se entiende en esta perspectiva dada en esta pasaje.
El tercer elemento a destacar une el sábado (Shabat) con el maná. La observación del sábado no se debe hacer a expensas de las necesidades vitales cotidianas. Por eso el sexto día (viernes) se provee de doble ración de comida, de modo que el Shabat (sábado) no se transforme en un día de sufrimiento y necesidad. Ya se ha ha sufrido suficientemente en Mitzraim (Egipto); en la nueva creación que el Eterno está ofreciendo a Su Pueblo la vida merecerá ser vivida y los días serán para disfrutar de los dones de la creación, no para volver a las privaciones de Egipto. A la vez también ha de evitarse que el Shabat se transforme en una nueva forma de esclavitud en la cual otros harán el trabajo que uno deja de hacer, por lo cual también se instruye que los esclavos también deberán observarlo (leer: 20: 10; 23: 12).
En conclusión, notamos que no es casual el hecho de que el maná y el Shabat sean presentados juntos. Ambas son novedades celestiales para el Pueblo y ambos responden a dimensiones distintas de la vida. Uno a las necesidades cotidianas de la alimentación y el vestido, el otro al reconocimientos permanente de la espiritualidad en Yahvéh. Sin embargo, la clave para entender por qué están juntos es que ambos elementos apuntan a la misma verdad de un Dios que no cesa de obrar providencialmente en favor de su Pueblo redimido.
“Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca de YHVH”
«Mira, yo te he constituido dios para el faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta».
(Éxodo 7: 1 _ RV 1995)
Estudiando el libro de Shemot (Éxodo), existe este momento del relato que sorprende a nuestro entendimiento, sometiéndolo a muchos cuestionamientos. Leemos que el Eterno, nuestro Dios, dio a Moshé un cargo extraordinariamente grande: ser un elohim (dios). Sí, tal y como lo hemos leído e interpretado, el texto hebreo dice literalmente que el Eterno constituyó a Moshé elohim – נתתיך אלהים – para el faraón.
(Nota:Antes de continuar me gustaría invitarlos a leer el estudio que escribí acerca del significado y origen del término hebreo Elohim aplicado al Eterno, nuestro Dios y Abba).
Para comprender bien este pasuk (versículo) debemos recordar que Faraón había rechazado el lidiar directamente con Yahvéh al decir:
”¿Quién es YHVH, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a YHVH, ni tampoco dejaré ir a Israel.”
(Éxodo 5:2)
Ante esta actitud ególatra de este soberano, el Eterno determinó que lidiaría con Faraón a través de Moshé. Por eso, YHVH otorgó a Moshé un cargo extraordinariamente grande. El texto hebreo dice literalmente que el Eterno constituyó a Moshéelohim para el faraón.
Ahora, bien, quiero señalar que esta es la segunda ocasión que está escrito que Moshé es elohim. Leemos en el capítulo cuatro:
«Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti como boca, y tú serás para él como Dios (Elohim)».
(Éxodo 4:16)
La palabra hebrea traducida aquí “como” es en realidad la partícula ל (letra lamed). A pesar de que esta partícula podría simplemente marcar las palabras “boca” y “Dios” como objetos directos del verbo repetido “será”, en contexto, puede ser tomada como expresando comparaciones. Es decir, aunque Moisés no era Dios como Aarón no era una boca, Moisés es comparado a Dios y Aarón es correspondientemente comparado a una boca. El término técnico usado aquí para esta forma de hablar es símil.
Un símil es una figura retórica que utiliza el recurso de la comparación o semejanza entre términos. En este caso Aarón es comparado a una boca para Moshé, y Moisés es asemejado a Dios para Aharón. Al entender que estamos frente a un símil, se logra interpretar que en esta misión divina, la relación de Moisés a Aarón se asemeja a la relación de Dios con una boca humana. Desde aquí nos queda bien claro que Moisés no es llamado «un dios», ni tampoco es llamado «Dios».
Ahora, yendo a la segunda ocasión en la que se dice que Moshé es elohim – נתתיך אלהים – para el faraón (Éx. 7:1), el hebreo dice: «Yo te he hecho Dios para el Faraón.» Por favor, nótelo bien: Yahvéh no le dijo a Moisés que él «es» Dios, sino que Yahvéh ha «constituido» o «hecho» a Moisés Dios «para el faraón.» Estas calificaciones dejan absolutamente claro que este texto ha de entenderse en el mismo sentido que Éxodo 4.16, que como hemos visto, en el hebreo es un símil. Lo que sí debemos saber, es que en este texto, la falta de partícula ל cambia la forma de hablar de un símil a una metáfora.
Una metáfora es una figura retórica del lenguaje que produce el desplazamiento de significado entre dos términos con una finalidad estética. En la metáfora ocurre un desplazamiento de significado entre dos términos con una finalidad estética, en el que se hace una comparación sin el uso de la palabra “como”. En otras palabras, una metáfora es equivalente a un símil en cuanto al significado, pero con un toque estético. De manera qué, las frases: «Mi hija es como un ángel» y «Mi hija es un ángel» significan exactamente lo mismo. Cualquiera que lea la primera frase y luego poco después lea la segunda frase, no debería de tener problema en la comprensión de que la segunda frase es una metáfora. Ante lo que estamos considerando:
Símil — … “y tú serás para él como Dios.” (Éxodo 4:16)
Metáfora — … “yo te he hecho Dios para Faraón” (Éxodo 7;1)
Por eso, es a la luz del símil de Éxodo 4:16, es que se debe de entender Éx. 7:1 como una metáfora. Esto significa que debemos traducir el hebreo Elohim de Éx. 7:1 «[como] Dios» en lugar de «un dios«.
Como hemos visto, ni Éx. 4:16 ni Éx 7:1 afirman que Moisés era Dios o que Moisés era un dios. Más bien, estos textos expresan a través de un símil y una metáfora la idea de que Aarón (4:16) y el faraón (7:1) se relacionan a Moisés como si fuera Dios en relación con ellos.
Esto nos enseña que la palabra hebrea elohim – אלהים – no es un nombre personal, sino un cargo. Dicho de otra forma una función gubernamental. El título elohim destaca a unasuma de autoridad y poder. El término tiene que ver con autoridad en abundancia y un conjunto de poderes para poder afirmar su voluntad. Desde esta acepción la palabra elohim reúne en sí todas las fuerzas infinitas y eternas. Con otras palabras elohim podría ser traducido como “máximo gobernante” y “juez supremo”. Por lo tanto el atributo elohim está íntimamente conectado con la justicia. Esta será la razón por la que es uno de los títulos que el Tanak (Antiguo Testamento) emplea para referirse a los jueces de una ciudad o asamblea (Éx. 22:9; Sal. 82).
De aquí entendemos que la función de elohim implica una responsabilidad y una autoridad sumamente grandes. Como un representante autorizado Moshé tenía el poder para hablar palabras poderosísimas como el Eterno mismo. Además, tenía el poder para hacer milagros poderosas las veces que quería. Él debía de estar ante Faraón en lugar de YHVH, no solamente llevando Su mensaje, sino también acompañándolo de actos de poder para demostrar la autoridad de dichos mensajes.
Cerrando toda consideración hasta aquí tratada, comprendemos que ni Éxodo 4:16 ni Éxodo 7:1 afirman que Moshé era Dios o que Moshé era un dios. Más bien, estos textos expresan a través de un símil y una metáfora la idea de Moshé como Dios para Aarón y el faraón. La connotación aquí es que Moshé actuaría en representación de Yahvéh, como su embajador.
Esta idea será llevada a la praxis de los discípulos del Nuevo Pacto, especialmente cuando el apóstol Pablo escribe de que los creyentes en Mashiaj son como cartas escritas por el mismo Yeshúa, las cuales todo el mundo lee (2 Corintios 3:2-3). Las personas que no ven al Eterno nos ven a nosotros; aquellos que no leen la Instrucción (Torah) leen nuestras vidas.
Para finalizar, y buscando una aplicación práctica a nuestras vidas, entre los hijos primogénitos del Eterno debemos aceptar que aquel que ha recibido tanta confianza divina es porque ha sido aprobado en sus exámenes y ha mostrado una fidelidad extraordinaria. Cuanto más fidelidad una persona muestre al Eterno, más autoridad y responsabilidad es capaz de administrar. Moshé era fiel y Yahvéh le confió el cargo de ser elohim. De la misma manera, Yeshúa asegura que habría señales de potestad celestial que seguirían a los discípulos que en Él creyeran (Marcos 16: 17-20).
Por favor, lector/a amigo/a, sé fiel en lo poco y serás digno de confianza a los ojos de Aquel que ve en lo secreto, y se complace en recompensar en público. Usa lo que te ha dado con fidelidad y tendrás cada vez más y más, hasta recibir la corona de la Vida cuando Él venga.
“Entonces Yaakov llamó a sus hijos, y dijo: Reuníos para que os haga saber lo que os ha de acontecer en los días venideros. Juntaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a Israel vuestro padre…
Yisajar es un burro…
Sea Dan una serpiente…»
(Génesis 49:1-2 ; 49: 14, 17)
Yaakov, discerniendo que sus días en la Tierra habían llegado a su fin, convocó a todos sus hijos para bendecir a cada uno. Se dispuso así a realizar lo que él sabía que sería su último y más significativo acto como patriarca y como heredero de Abraham y de Isaac: declarar lo designios celestiales a sus generaciones.
En la cultura oriental, esa última bendición del padre es muy importante. Era, (y es aún hoy día) considerada todavía como parte de la herencia más poderosa que un padre les deja a sus hijos. Tiene un significado muy especial porque las obligaciones y privilegios de los pactos ancestrales son transmitidos a la siguiente generación.
La bendición de Yaakov no consistía solamente en desear buenas cosas para los hijos, como hoy un padre occidental lo haría desde el pensamiento mágico que Babilonia la Grande (Roma) ha implantado en la mente de sus súbditos. La bendición hebrea jamás está basada en “buenos deseos”, sino en una apreciación profética. Está basada en la apreciación del carácter de cada hijo, según el padre lo aprecia con ojos espirituales. La bendición patriarcal consiste en pronunciamientos con referencia a eventos del pasado, situaciones del presente y visión del futuro como historia desde la perspectiva del Eterno y sus promesas. En otras palabras, la “bendición paterna o patriarcal” son palabras proféticas que reflejan lo que el padre ve con ojos espirituales en los hijos. Un patriarca, al bendecir, revelaba y decidía el destino de sus hijos. En este sentido, la bendición es una profecía y su cumplimiento es certero e inalterable.
Lo curioso, y a la vez poderoso, de la bendición final de Jacob (hebreo Yaakov) es que sus palabras no sólo iban dirigidas a sus hijos, sino que estaban proyectadas también a su descendencia después de ellos.
Esta es la primera profecía conscientemente hablada por el ser humano en las Sagradas Escrituras. Había muchas profecías anunciadas por Yahvéh (como la promesa del triunfo de la simiente de la mujer en Génesis 3:15),y otras profecías veladas por los hombres,pero esta es la primera profecía conocida y escrita en la Torah.
Las Sagradas Escrituras revelan que nuestro padre tuvo una revelación de lo que acontecería en los “días venideros”. El texto en hebreo traduce esta expresión de «Ajarit HaYamim», que literalmente significa: «últimos días». Lo que Jacob quiso, en verdad, era revelarles a todos sus descendientes el final de los tiempos. Por ello, en la bendición de Jacob encontramos mensajes proféticos que revelan el futuro de cada tribu, incluso hasta el momento de la venida del Mesías. Aquí se nota la importancia que tienen las decisiones y acciones de personas con una importante responsabilidad histórica.
Para comenzar nuestro estudio, encontramos tres características en el mensaje de Jacob para cada uno de sus hijos:
La identidad y el carácter de cada tribu.
El desarrollo histórico de cada tribu.
Los sucesos de los últimos tiempos.
A esta altura del tiempo Jacob llegó a entender que el proceso de selección divina ya había terminado. El sabía que el Eterno no elegiría a uno de sus hijos y rechazaría a otros. Nada de eso. A partir de ese momento, y por medio de esta declaración profética salida de sus labios en forma de bendición, todos (los doce hijos) iban a formar parte de la nación que Yahvéh estaba formando para traer bendición a todas las familias de la Tierra, tal como lo había prometido a Abraham e Isaac (Gen. 12:1-3; Gen. 26:3-4).
Yaakov bendijo a cada uno de sus hijos con una declaración profética muy particular. Cuando llegó a Yisajar y Dan les llamó burro y serpiente. ¿Cómo reaccionarías tú si tu padre te dijera: “…burro…», «…que seas una serpiente…”? ¿Te ofenderías? ¿Por qué te ofenderías? ¿Porque tu padre te llamó burro y serpiente? Y en el caso de la bendición de Yaakov, entendiendo que eran palabras proféticas traídas del cielo, ¿cómo te sentirías si el Cielo te dijera burro y serpiente? ¿Qué clase de bendición sería eso?
Si uno sería ofendido por eso es porque estaría dando un sentido negativo y ofensivo a las palabras burro y serpiente, ya que en nuestros días muchas personas usan el calificativo de animales para ofender a otras. Palabras como “cochino”, “burro”, “lobo”, “mono”, “perro”, “cerdo” etc. son utilizadas cotidianamente para ofender. En ese caso se está haciendo una comparación entre la conducta del hombre con la de cierto animal, y entonces se fija en lo negativo, aplicándolo a una persona, para hacerle daño. Si la persona que recibe la ofensa es sensible o si tiene un complejo de rechazo o de inferioridad será muy dañada por tales palabras. Es como echar sal en sus heridas emocionales.
Sin embargo, al considerar la cosmovisión hebrea de Yaakov, la comparación se hace positiva en lugar de negativa. Todo depende del sentido que se da a las palabras. Veamos dos ejemplos de esto: Yisajar (Isacar) comparado con un burro, y Dan con una serpiente.
El burro era el animal que se utilizaba en la época de los patriarcas como el medio de transporte y de carga. Era un animal muy útil para todo tipo de quehaceres.
Los burros son capaces de acarrear entre el 20% y el 30% de su peso corporal. A pesar de no ser tan rápidos y fuertes como los caballos, su mantenimiento es menos costoso, tienen una gran resistencia y una larga vida y son más ágiles en terrenos abruptos e irregulares que los caballos. En cuanto a su simbolismo oriental, puede significar simpleza pero también estupidez y terquedad.
En la Biblia, el burro aparece como el animal del tiempo de trabajo y de paz, en oposición al caballo, que es el animal de la guerra, usado por los ejércitos invasores.
Desde todo esto la cosmovisión profética que Yaakov tenía del burro es que es uno de los mejores siervos que el hombre ha tenido a lo largo de su historia. Por lo que está anunciando a su hijo, y los descendientes de este, la característica principal que ellos manifestarían a las naciones.
Yaakov también comparó a su hijo Dan con un animal: la serpiente. Esta comparación no parece halagadora, pero en realidad aquí se está usando en el sentido positivo de su simbolismo.
El Mesías Yeshúa dijo que seamos “astutos como serpientes”:
“Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas”
(Mateo 10:16)
Por esto debemos entender que Yaakov está usando a la serpiente como algo muy positivo, ya que es el simbolismo de la defensa contra los enemigos.
El secreto de esto en verdad se encuentra en la gematría de la palabra serpiente que coincide con la del Mesías:
Por lo que Yaakov está anunciando a través de esta declaración, es que la defensa contra el enemigo (ego, orgullo = caballo y jinete) será saber discernir en juicio recto (Dan significa juicio divino) por medio de la visión del Mesías como vencedor de la tendencia del alma humana a pecar.
El último ejemplo que quiero tratar es la bendición de Yaakov sobre su hijo Judá.
“Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, has subido. Se agazapa, se echa como león, o como leona, ¿quién lo despertará?”
(Génesis 49:9)
El león comienza como cachorro, pequeño e inmaduro, … así era Judá. Pero ese cachorro se convierte en león. Y del linaje de Judá vendrá el Mesías, Yeshúa, quien se le conoce en las Sagradas Escrituras como “el León de Judá” (Apoc. 5:5).
Siguiendo el concepto del león, sabemos que éste es “el rey de la selva”. En su bendición a Judá, Jacob profetizó que sus descendientes iban a ser reyes.
“El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a él sea dada la obediencia de los pueblos”
(Génesis 49:10)
La frase: “…hasta que venga Siloh” significa: Hasta que venga el Mesías. Hoy, sabemos y creemos que el Mesías es Yeshúa, quien es descendiente de Judá, del linaje de David (Apoc. 5:5). Siloh significa: “reposo, tranquilidad”. El Mesías es el único que podrá traer paz verdadera al alma de los hombres y gobernará sobre toda la Tierra (Rom. 15:12).
La profecía de “liderazgo” tomó unos 640 años en cumplirse (con el reinado de David, primero de los Reyes de la dinastía de Judá), y unos 1600 años en cumplirse en Jesús. Jesús es conocido como Siloh, nombre que significa: “Él hombre cuyo derecho es” en la antigüedad se entendía que con este título se hablaba del Mesías.
Como podemos darnos cuenta, las palabras de nuestro padre Yaakov a sus hijos eran solamente positivas y constituyen grandes bendiciones, relacionadas con los tiempos mesiánicos que el Eterno traería al mundo por medio de la nación de Israel que de esos doce hijos saldría.
Esto nos enseña que las palabras pueden tener diferentes significados en diferentes personas, culturas, tiempos y contextos. Por lo tanto, cuando leemos las Escrituras es muy importante que no intentemos entender las palabras hebreas según el contexto moderno ajeno a la cultura hebrea antigua.
La mayoría de las falsas doctrinas y las malas interpretaciones de las Escrituras dependen de la falta de conocimiento del significado de las palabras en su contexto.
Aunque los traductores de las Escrituras han intentado, con toda su buena intención, traspasar a otro idioma y cultura conceptos que fueron escritos y entendidos en culturas e idiomas muy diferentes, siempre se introducen errores y malos entendidos en las traducciones. Esto es inevitable.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta es la plataforma teológica desde la cual se lee, interpreta y traduce las palabras divinas. Un traductor que no considere la mentalidad hebrea y sus raíces nunca podrá entender las Escrituras hebreas de manera correcta, porque su mente está formada por conceptos teológicos que contrastan con la idiosincrasia de las Sagradas Escrituras. Aceptemos esto hoy, si le es difícil entender las Escrituras para uno que tiene el hebreo como su lengua materna, ¡cuánto más difícil no será para un extranjero!
Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado a la hora de sacar doctrinas desde las traducciones de las Escrituras. Al leer una traducción no solamente se lee la traducción de las palabras originales, sino también lo que el traductor piensa que quiere decir lo que se escribió en el original y eso no siempre concuerda con la verdad, simplemente porque el traductor le da otro sentido a los términos que el que tenían cuando fueron escritos, no porque no haya querido entenderlos correctamente, sino porque su mente ha sido formada de manera diferente y su entendimiento de los términos es diferente al original.
Lo mismo sucede cuando se lee las Escrituras directamente en su idioma original hebreo, arameo y posiblemente griego. Hay que tener cuidado de no introducir en las palabras los significados modernos o greco-romanos porque en tal caso vamos a entenderlas mal y sacar conclusiones muchas veces dañinas para nuestra fe y conducta.
En este momentos elevo una plegaria para que el Eterno nos dé humildad para prestar atención a lo que enseñan los que conocen al Eterno y las Escrituras y, ante todo, que nos dé un espíritu de revelación y sabiduría de lo Alto a la hora de escudriñar las Sagradas Escrituras para que las podamos entender correctamente para nuestra correcta formación.
Por último, y volviendo a nuestro pasaje, vemos que Yaakov bendijo a cada uno de su hijos y dio una predicción de su futuro, teniendo en cuenta su carácter. La manera como habían vivido se reflejó en la bendición y en la profecía dicha por Yaakov. Es evidente que nuestro pasado afecta el presente y determina el futuro. Mañana, al amanecer, todas nuestras acciones de hoy serán parte de nuestro pasado. Sin embargo, ya empezaron a forjar el futuro. Por eso me atrevo a preguntarte a ti, mi amado lector: ¿Qué acciones puedes hoy llevar a cabo o evitar para forjar positivamente tu futuro?
«Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro.Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo: _ Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo: _ ¿Qué me darás por llegarte a mí? El respondió: _ Yo te enviaré del ganado un cabrito de las cabras. Y ella dijo: _ Dame una prenda hasta que lo envíes. Entonces Judá dijo: _ ¿Qué prenda te daré? Ella respondió: _ Tu sello, tu cordón, y tu báculo que tienes en tu mano. Y él se los dio, y se llegó a ella, y ella concibió de él.»
(Bereshit/Génesis 38: 15-18)
Moisés como escritor del rollo Bereshit (Génesis) de repente se ve obligado por la fuerza inspiradora del Espíritu de Yahvéh a desviar nuestra atención con una trama más corta, aparentemente insignificante, y mucho menos interesante de la familia de Yehudáh (forma hebrea de Judá).
Si lo pensamos, la conclusión del capítulo 37 conduciría muy bien nuestra atención a lo que se continúa en el capítulo 39, sin la intervención aparente de la historia de Judá y Tamar. Sin embargo, la historia de Judá es crucial en el diseño divino de la Salvación, por lo que el Espíritu Santo hábilmente teje este relato en la historia de Yosef, con efectos de gran alcance.
En el diseño divino, Yehudá tenía un llamado especial y una gran responsabilidad espiritual sobre su vida: cargar en sus lomos lo que se denomina el Código Sagrado, es decir la Simiente de la Mujer prometida en Edén (Gén. 3:15). Él era el hijo escogido de entre los doce para ser ancestro del Mesías. Pero un tiempo no anduvo bien espiritualmente, pues está escrito que se separó de sus hermanos.
«Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira.« (Génesis 38:1)
¿A qué se debió esa separación? Las Sagradas Escrituras no hace referencia explícita a la razón de su partida; sin embargo, algunos comentaristas sostienen que puede ser que esa decisión haya tenido que ver con lo que sucedió con su hermano Yosef, ya que se menciona como un paréntesis entre la venta de José (cap. 37) y la vida de José en Egipto (cap. 39).
Recordemos que Judá fue quien propuso la venta de José como esclavo, y es probable que se sintiera culpable. Él vio el dolor que eso le causó a su padre, y tal vez no pudo seguir viéndolo sufrir. Lo cierto es que la familia de Jacob se vio grandemente afectada por lo que había sucedido. Ahora faltaban dos hermanos en la familia: José y Judá. Ellos no eran cualquier hijo; más tarde veremos que ellos dos estaban destinados a ser los líderes de la familia (1 Crónicas 5:1-2). Ellos serán los líderes de las Dos Casas de Israel.
Al considerar este texto desde su contexto hebreo, notamos que dice que Yehudá «se apartó» o, mejor traducido, «bajó» , o también «descendió muy abajo» – yarad (ירד) – de sus hermanos. Esta palabra no solo se usa para referirse a algo físico, sino implícitamente también a algo espiritual. Esto implica que abrió su corazón para ideas no afines a las del Eterno e hizo cosas que no estaban bien vistas en Sus ojos.
Lo primero que debemos notar, es que Yehudáh no deja a su familia por mandato del Eterno, como fue el caso de Abraham, sino más bien por influencia de un gentil, llamado Hira. Aconsejado por este varón se arrimó a los cananeos, cosa que Dios había prohibido a Abraham quien debió buscar esposa para Isaac anhelando una mujer de su familia, y no una cananea (Gén. 24:3, 37; 28:1; Éxodo 34: 15-16; Deut. 7:1-3; Josué 23:7).
Yehudáh sabía muy bien que no le convenía esa acción, sin embargo se casó con una de las hijas de Kenaan (Canaán), el pueblo maldecido y perverso. Tomó por mujer a una hija de Súa, y concibió tres hijos: Er, Onán y Sela.
Observemos esto: Yehudáh en lugar de llevar a la mujer a la casa de su padre, decidió vivir en la casa del padre de ella. Allí tuvieron tres hijos, lo que significa que aceptó criarlos al estilo de vida cananeo.
El relato nos devela que Yehudáh arregló para que su hijo Er se casase con una muchacha llamada Tamar.
La Torah nos cuenta que Er fue malvado y que por eso Yahvéh lo mató. Entonces Yehudáh le ordeno a Onán casarse con Tamar de acuerdo con la «ley de Yibum” (más tarde conocida como «ley de levirato«) que obliga al hermano a casarse con la viuda, sin hijos, del difunto hermano. Onán sabía que los niños que no serían considerados suyos, por lo cual “cuando estuvo con la mujer de su hermano derramó su esperma en el suelo” (Gén. 38:9), a consecuencia el Eterno tomo su vida también.
Sobre Er la Torah dice que era malvado y por eso Yahvéh lo mató. Sobre Onán la historia relata que tuvo relaciones sexuales con Tamar, pero que hizo un coitus interruptus evadiendo así el cumplimiento del precepto del “Yibum” y fue dado a morir ‘también’.
Los comentaristas se dividen al considerar estas dos muertes. Por un lado están aquellos que sostienen que Onan murió porque derramo su esperma en el piso y aseguran que la palabra ‘también’, estaría señalando que su hermano, Er, murió por la misma razón. Estos, sosteniendo esta idea sostendrán que este es el texto bíblico que revela que la masturbación está prohibida por Dios. De hecho la palabra hebrea para masturbación es “onenut” y viene del nombre de Onan, de aquí también, en español, onanismo es sinónimo de masturbación. En cambio, los segundos intérpretes piensan que el verdadero problema es el incumplimiento del precepto del “Yibum”, es decir que el pecado de Onan fue el no amar fraternalmente a su extinto hermano, por lo cual no quería que hubiera descendencia de la estirpe de Er, si eran biológicamente suyos.
Más allá de toda lucha hermenéutica entre los sabios del idioma hebreo, si es evidente que este pasaje enseñan que esto no fue agradable para el Eterno y mató a dos de los hijos de ese matrimonio (Judá y la cananita) impidiendo que tuvieran descendencia. Él no quiso tener estos descendientes de los hijos de Kenaan dentro de la genealogía del Mesías. Sólo Él sabe lo que hubiera implicado. Parece cruel el relato de la Torah que dice que el Eterno mató a estos dos hijos. Si lo hizo era bueno, porque al dejarlos vivir hubiera causado un daño irreparable a la descendencia de Yehudá. El plan del Eterno para ellos estaba en gran peligro y por eso intervino de esta manera. Al matarlos evitó un mal mayor.
Después de la muerte de Onán, de acuerdo a la ley, le correspondía a Tamar casarse con Shelá, el hermano menor y tercer hijo de Judá. Pero Judá que no conocía las transgresiones de sus hijos, tuvo miedo de Tamar, a quien consideraba una mujer peligrosa y la causa de la muerte de sus hijos. Entonces le propuso que se vaya a la casa de su padre hasta que Shelá crezca. Esto es similar a cuando los seres humanos echan la culpa de sus males a la “mala suerte” o a otras personas, cuando en realidad es el resultado de malas decisiones y el pecado propio. Judá había pecado, al igual que sus hijos; por ello les vino el mal, no por tener por mujer a Tamar.
Aunque el tiempo había pasado y obviamente Shelá había crecido, Tamar quedó sola, viuda y olvidada, sin la libertad y la posibilidad de ser madre y esposa. Tamar quedó esperando y esperando, pero el día nunca llegó, porque Judá no tenía la intención de cumplir con su palabra.
Fue así que Tamar se enteró que su suegro Judá había quedado viudo y por lo tanto libre. Ahora, la viuda del hijo mayor deseaba tener descendencia, y buscó la manera de engañar a su suegro para que se quedara embarazada por medio de él. A la sazón, se quitó sus ropas de viuda, se arregló y cubrió su rostro con un velo.
Cuando Judá la vio, la confundió con una prostituta y como no la reconoció se acostó con ella. Tamar le pidió a cambio su sello, el cordón y el bastón. Más tarde Judá envió como pago un cabrito del rebaño por medio de su amigo, para que éste rescatara sus cosas de la mujer. Pero su amigo no la halló.
Al cabo de unos tres meses le avisaron a Judá que Tamar estaba embarazada. Como Judá no se había percatado que él mismo se había relacionado con ella, la encontró culpable y pidió que la castiguen y la quemen. Pero ella envió a decir a su suegro: «… del dueño de estas cosas estoy encinta«. También dijo: «… mira ahora de quién son estas cosas: el sello, el cordón y el bastón».
Tamar tuvo la posibilidad de proclamar públicamente que su embarazo era fruto de su encuentro con Judá, pero sin embargo le dio a Judá la oportunidad de reconocerlo y no negarlo. También Judá tuvo la grandeza, a pesar de la vergüenza, de reconocer públicamente que Tamar tenía razón porque él le había negado a su hijo. «Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a mi hijo Shelá«.
Durante el parto se supo que tenía gemelos. «Aconteció que, al tiempo de dar a luz, había gemelos (teomim) en su seno«
Los hijos de Tamar serán los fundadores de la tribu de Judá, de manera que ella (una mujer cananea) aparece como aquella que ha marcado para siempre la línea de la tribu más representativa del judaísmo posterior, como matriarca de la que proviene David, por medio de Farés o Perets (Rut 4:12, 18–22; 1 Crón. caps. 2–4), un antepasado del Mesías Yeshúa (Mt. 1: 3).
El escritor, Moshé, ingresó este relato con el fin de destacar la fe y esperanza que tenía esta mujer. Estamos ante una mujer que no se resigna con la injusticia que han cometido con ella, sino que pone manos a la obra para que se le haga justicia. Ella, discierne que en la descendencia de Yakoov se esconde lo mesiánico, y por lo tanto, anhela ser protagonista de una genealogía que vibrará en el poder de la redención por los siglos de los siglos. Ella, entiende el poder de la vida, según el diseño mesiánico de Dios.
Tamar es la última de las “matriarcas” antiguas, una mujer que puede y debe compararse a Sara y Rebeca, a Lía y a Raquel, aunque su origen sea probablemente cananeo. Frente a la mujer de Putifar, que aparece en el capítulo siguiente de la Escritura (Génesis 39), queriendo acostarse con José, sólo por placer hedonista, a pesar de estar casada con otro hombre, Tamar se acuesta por justicia (y a escondidas) con el padre de sus esposos muertos, para darles descendencia (que será descendencia mesiánica). Parece una prostituta y, sin embargo, es más justa que el propio Judá, el patriarca. No es ejemplar, en sentido espiritualista de la mente religiosa, pero sí es un ejemplo de moral al servicio de la justicia de la vida.
De esta manera, se evitó que la simiente de los hijos de Kenaan se introdujera en la línea genealógica del Mesías, puesto que Tamar, la nuera de Yehudá, se quedó embarazada directamente por medio de él, y no por medio de sus hijos que tenían una madre kananea.
Yehudá un hombre inconsistente, deplorable se encontró con el Dios de sus antepasados y fue quebrantado y vio en su simiente la promesa dada a Abraham.
Cuando Yehudá estaba viviendo una vida fuera de foco espiritual, su pecado de fornicación fue utilizado por el Eterno para evitar un mal mayor. Esto no justifica el pecado, pero muestra que el Eterno es suficientemente grande como para utilizar incluso el pecado para que sus propósitos se cumplan en la vida de una persona.
Los caminos del Eterno no son fáciles de entender, porque él toma en cuenta las decisiones malas e incluso los pecados de los hombres, para llevar a cabo su diseño mesiánico en la tierra. Él encamina este pecado, y lo torna en bendición para la humanidad, cambia la genética perversa del engañador Jacob e inserta en esta familia la simiente Divina.
Que sea derramado sobre nosotros el espíritu de sabiduría y de revelación para un mejor conocimiento de Él.
NOTA CURIOSA:
Seguramente les ayudará comprender mejor la actitud de esta mujer si tenemos en cuenta estos datos:
Según el Sefer HaYashar (Libro del Justo) Shem, el hijo de Noé, era el famoso Melquisedec que se apareció a Abraham y a quien nuestro padre dio los diezmos del botín de guerra que obtuvo por la derrota de Quedorlaomer.
En la cronología que aparece en este libro, este mismo Shem tuvo un hijo llamado Elam quien tuvo por hija a Tamar la nuera de Yehuda. Por esta razón, ella no solo conocía las profecías bíblicas, sino que discernía muy bien el tiempo en el que estaba viviendo.
Ella sabía que era de Judá de quien vendría el Mesías, y quien tendría el cetro en Jerusalem (el mandato) hasta que viniera Shilo, quien es el mismo Mesías de Israel quien ahora es nuestro rey (Génesis 49:10). Con esto en mente entendemos que la instrucción que recibió Tamar por parte de su padre Elam quien a su vea era instruido celosamente por Shem o Melquisedec.
Tamar lo que estaba buscando era protagonizar la formación de la descendencia de Judá. Ella anhelaba ser un instrumento humano en las manos del Eterno para traer al Mesías a la Tierra. Ella podría haberlo obtenido por alguno de los hijos de Judá;, sin embargo el Eterno no lo permitió así por venir estos de una madre extranjera, tal como era la mujer que tomó Judá. Esta no había instruido a sus hijos en el temor del Eterno y así lo manifestaron al no querer traer la descendencia de donde vendría el redentor para Israel.
Por ello, el Eterno quitó a los dos hijos de Judá por su maldad y también permitió que Judá se endureciera pensando que Tamar era la causante de las muertes de sus hijos y no quiso dar al menor, pero todo esto para que viniera de él directamente la descendencia al unirse a Tamar.
Así que ella lo que estaba buscando como dijo Judá era ser parte de los tzadikim (justos) como se denominaba a los varones y mujeres que por fe anhelaban participar del Código Sagrado: la simiente de la mujer. Por medio de este acto, Tamar hizo justicia por la vida y no se comportó de manera baja al unirse a su suegro como se le ha mal interpretado. Ella usó su astucia y celo por que esto se llevara a cabo y logró conseguir descendencia que traería mucho fruto tanto físico como espiritual para toda la humanidad a través de Israel.