“Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de YHVH en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud
Y YHVH dijo a Moisés:
He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Más en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.
Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel:
En la tarde sabréis que YHVH os ha sacado de la tierra de Egipto, y a la mañana veréis la gloria de YHVH; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra YHVH; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros?
Dijo también Moisés:
YHVH os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque YHVH ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra YHVH“
(Éxodo 16:1-7)
Los israelitas llegan a Elim, donde hay doce fuentes de agua y setenta palmeras. Después, el día quince del segundo mes, llegan al desierto de Shin, entre Elim y Sinai. Allí toda la congregación murmura contra Moshé y Aharón diciendo que los han traído a ese desierto para matarlos de hambre. Yahvéh promete hacer llover pan del cielo que el pueblo tendrá que recoger diariamente. Así serán probados para ver si andan o no en su Instrucción (Torah).
El Eterno, al anunciar su provisión de maná como respuesta a las murmuraciones del pueblo, en verdad, tiene la intención de presentar el sábado al pueblo, como un lapso místico en el que el Cielo y la Tierra se besan por 25 horas, para asegurar el orden cósmico y los milagros que surgen a causa del mismo. En otra bitácora tuve la oportunidad de mostrar como el Eterno inspiró a Moisés y Aarón para restaurar la idea ancestral de Shabat en la mente de los hijos de Israel que estaban bajo la servidumbre del faraón egipcio (los invito a leer: El Shabat fue la primera Reforma de Fe que Moisés hizo en Egipto). Ahora, ya en liberación y preparándose para realizar una alianza de boda sacerdotal con el Eterno, Israel ha sido conducida a estas instancias negativas (el hambre) para comprender cuál es el secreto que Yahvéh dio a la humanidad con el fin de dominar con una mentalidad mesiánica todos los ámbitos materiales.
Yahvéh quiere que Su Pueblo entienda que el día sábado tiene evidentes connotaciones creacionales (Génesis 2: 1-3), pero ahora estas se refuerzan al ubicarlo al margen de las leyes del Sinaí que ellos recibirán en unos días más. El mensaje parece ser que aquellas serán leyes dadas al pueblo, mientas que el sábado no es una ley sino un secreto fundamental y constitutivo de la creación misma y por lo tanto anterior a los eventos del Sinaí.
Al leer este pasaje surgen a nuestra mente tres elementos que caracterizan al sábado y lo distinguen de otras leyes dadas a Israel:
El primero consiste en que no es presentado como un día de adoración, sino de descanso. Con posterioridad, el Eterno otorgará toda una serie de preceptos que establecerán una tradición sacerdotal de «ritos sabáticos», pero en este pasaje, Yahvéh, nuestro Dios, lo presenta sencilla y primordialmente como un día hecho para descansar. Él quiere que durante las horas de este séptimo día, cada israelita pueda recrear en su mente aquella primera semana donde todo fue restaurado por Su Palabra creadora. Esta imitación del descanso divino activará la conciencia de que el Eterno hizo todo lo que somos y posemos, y así, provocará, en el corazón hebreo, el ardiente deseo de ser asimilado por Yahvéh a través de una alianza de amor a fin de poder dominar todas las cosas desde el poder de la emuná (fe). Su actividad creacional culminó con descanso (Shabat) y, en consecuencia, éste quedó impreso en la creación misma como una de sus características intrínsecas, por lo cual debe ser evocado. Descansar el sábado es traer a la memoria toda la semana de trabajo creacional de Dios.
El segundo elemento deriva del primero: siendo una marca creacional, toda persona y todo animal debe observar el sábado. Nótese que los no israelitas también serán invitados a descansar del mismo modo que lo será también la tierra (cada siete años, Levítico 25: 4 – año sabático), cosa que solo puede entenderse si lo consideramos como una característica de la creación misma. En lo íntimo del concepto del sábado está la convicción de que nadie puede eludirse de su observación. La cosmovisión divina es clara: así como no se puede dejar de respirar o de aceptar ciclos sucesivos de vigilia y sueño, tampoco hay forma en que el ser humano puede eludir el descanso sabático. Por eso todo y todos deben avenirse a observarlo. Es verdad, que en la realidad se puede no respetar esta Ley Espiritual, llamada Shabat, y de hecho a millones de seres humanos que se oponen a ella, no aviniéndose a su observación, pero éstos más que violar una Ley Universal, están contradiciendo su esencia misma, la imagen (tzelem) divina, el amor dominándolo todo. Todos estos rebeldes, en verdad, están separándose del orden de la creación y distorsionando el lugar que el Eterno les ha dado en ella. La gravedad de la pena dada por Yahvéh en Éxodo 31: 13-17 a quien no lo observe se entiende en esta perspectiva dada en esta pasaje.
El tercer elemento a destacar une el sábado (Shabat) con el maná. La observación del sábado no se debe hacer a expensas de las necesidades vitales cotidianas. Por eso el sexto día (viernes) se provee de doble ración de comida, de modo que el Shabat (sábado) no se transforme en un día de sufrimiento y necesidad. Ya se ha ha sufrido suficientemente en Mitzraim (Egipto); en la nueva creación que el Eterno está ofreciendo a Su Pueblo la vida merecerá ser vivida y los días serán para disfrutar de los dones de la creación, no para volver a las privaciones de Egipto. A la vez también ha de evitarse que el Shabat se transforme en una nueva forma de esclavitud en la cual otros harán el trabajo que uno deja de hacer, por lo cual también se instruye que los esclavos también deberán observarlo (leer: 20: 10; 23: 12).
En conclusión, notamos que no es casual el hecho de que el maná y el Shabat sean presentados juntos. Ambas son novedades celestiales para el Pueblo y ambos responden a dimensiones distintas de la vida. Uno a las necesidades cotidianas de la alimentación y el vestido, el otro al reconocimientos permanente de la espiritualidad en Yahvéh. Sin embargo, la clave para entender por qué están juntos es que ambos elementos apuntan a la misma verdad de un Dios que no cesa de obrar providencialmente en favor de su Pueblo redimido.
“Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca de YHVH”
(Deuteronomio 8:2-3)