Reflexión

Terumah: El respeto a lo que uno fue

TERUMAH


Fuente: Rabino Yosef Bitton

Uno de los elementos del Mishkan que se describen en la Parashá de esta semana es el Arca del Pacto, o Aron HaBerit. El Arca se encontraba en el interior del Kodesh HaKodashim (Lugar Santísimo), el área más sagrada del Mishkan y luego del Bet haMikdash, a al cual solo tenía acceso el Kohen Gadol en Yom Kippur.

¿Qué había dentro del Arca del Pacto?

Ente otras cosas (Sefer Torah, una muestra del man y la vara de Aron haKohen) el Arca contenía las dos Tablas de Piedra con los Diez Mandamientos. Lo que hay que recordar es que Moshé rompió las primeras Tablas , para evitar incriminar al Pueblo de Israel cuando adoraban al becerro de oro. El Arca, por supuesto, contenía las segundas Tablas de Piedra con los diez mandamientos. Y la pregunta es ¿Qué pasó entonces con los restos de las primeras tablas? Nuestros Jajamim afirman que los fragmentos de las primeras tablas también fueron colocados dentro del Arca, junto a las segundas Tablas (lujot veshibre lujot munajim baaron).

¿Y qué podemos aprender del hecho de que tanto las Tablas de piedra enteras y los restos de las primeras tablas estaban en el mismo lugar sagrado?

En primer lugar, aprendemos que un elemento que tuvo kedushah (santidad) no puede ser descartado de una forma no-honorable. ¿Qué debemos hacer entonces con elementos que, por ejemplo, tienen el nombre del Eterno -digamos un Sefer Torah, Tefilin, una Mezuzah- pero que por alguna razón ya no se pueden arreglar o usar más? De acuerdo a la ley judía cuando uno de estos elementos o sus accesorios (llamados tashamishé kedusha) caen en desuso no se pueden tirar. Hay que guardarlos hasta que puedan ser enterrados. Es por eso que en toda sinagoga hay una Geniza, generalmente una caja grande, donde se colocan estos objetos religiosos que ya no se utilizan más. Eventualmente todos estos elementos serán llevados a un cementerio donde están enterrados. De acuerdo al Shuljan aruj, un Sefer Torah en desuso (pasul) se enterrará junto a un Talmid Jajam. Al igual que los fragmentos rotos de las Tablas de Piedras, aunque ese Sefer Torah ya no tiene la misma santidad de antes, y ya no «sirve» para ser leído, igual le tenemos un gran respeto .

Los Jajamim dijeron algo extraordinario: que esta misma conducta la debemos tener con los seres humanos. El ejemplo que ellos dieron es el de un Sabio de la Torah que siempre fue respetado y honrado por su sabiduría y su profundo conocimiento.

¿Qué pasa si ese Sabio deja de ser un sabio? ¿Qué pasa si por ejemplo, sufre de Alzheimer, o senilidad, y pierde sus conocimientos, y ya no recuerda casi nada de lo que sabía?

Este individuo es como un fragmento roto de lo que era aquel gran Sabio. Su memoria está destruida. Su sabiduría, «hecha pedazos». Este hombre ya no sirve ningún propósito práctico. ¿Dejamos de honrarlo? Nuestros rabinos nos enseñaron que a esta persona senil o con Alzheimer le debemos el mismo respeto y honor que le brindábamos antes. Y esto lo aprendemos del Arca, que contenía en el mismo lugar de honor, no sólo las tablas enteras sino también los pedacitos de las tablas rotas que ya «no servían más».

Am Israel (Pueblo de Israel) es, y debe seguir siendo, un ejemplo en cuanto al honor a los padres y a los mayores, sin importar la condición que estén. Es importante tener esto muy en cuenta porque vivimos en una sociedad de consumo, donde sólo se honra lo que sirve, y en la cual algunas personas, especialmente las personas mayores, son tratadas como artículos descartables que cuando no se usan, ח״ו se descartan.


Nuestra Torah nos enseña que el honor se debe aún a lo que ya fue.

Como PEZ en la TIERRA

Por Moisés Franco

“… y que proliferen como peces en la tierra

(Bereshit 48:16 |Torat Emet)

Naturalmente tendemos a leer los textos de las Escrituras Sagradas sin detenernos mucho a reflexionar, sobre todo cuando se trata de bendiciones dado que –pienso yo- nuestra mente nos engaña suponiendo: “si es una bendición debe estar bien, no hace falta que me detenga mucho”.

Sin embargo, cuando nos abrimos a que el Espíritu Santo nos enseñe, aprendemos cosas maravillosas. Él me hizo detenerme en esta primera bendición que es soltada sobre Efraín y Manasés: ser prolíficos como peces en la tierra.

Pensemos con detenimiento: los peces son prolíficos en el agua, no en la tierra porque es allí donde lejos de multiplicarse, mueren.

¿Cuál es el sentido de esta extraña bendición? Lo que discierno es que es fácil y hasta esperable ser prolífico cuando todas las condiciones nos son favorables (como pez en el agua), pero lo sobrenatural es ser fructífero cuando todas las condiciones son adversas.

Un ejemplo de esto lo vemos en los primeros versículos del libro de Shemot (Éxodo): “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel” (1:12 |RV60).

Llevado a mi contexto, les comento a los que no me conocen que vivo en un país que amo, Argentina. Pero realmente sus condiciones de vida, sobre todo en lo económico, son muy adversas.

Para poner un ejemplo, Estados Unidos está preocupado porque termina el 2021 con una inflación interanual de 6,8%, la más alta en 40 años.

Argentina acumuló hasta octubre una inflación interanual de 52,11%, una de las más altas de nuestra historia.

La pregunta es: ¿debo desesperarme y caer en el desánimo? ¿debo quejarme de mi país y ver adónde puedo emigrar? O más bien, reconocer que nada es accidental y que si el Eterno me ha hecho nacer y habitar en esta tierra es para algo y que no debo irme de ella a menos que Él (y no la presión económica) me indique explícitamente que debo hacerlo.

Repito, es relativamente fácil progresar cuando las condiciones políticas, sociales y económicas son favorables. Pero si vivimos en un país donde no las hay, entonces es para que se manifieste con mayor fuerza y evidencia el poder sobrenatural de la bendición divina sobre Israel, la cual nos alcanza y envuelve al estar sumergidos en la bendición que engloba todas las bendiciones: Yeshúa haMashíaj (Efesios 1:3).

Por ende no tenemos excusa y no podemos ocultarnos en “es esperable que no me vaya bien porque todo está mal”, eso es para los impíos, y aclaro que ser prolífico no es sólo en lo económico (aunque es parte), sino en cada área de la vida y especialmente en “dar a luz” hijos espirituales.

El Espíritu del Señor nos desafía hoy a que dejemos de ver lo adverso de la situación económica y/o política y social sólo en su aspecto negativo, sino que lo veamos como una oportunidad para que se manifiesta el poder del Eterno, pero para eso debemos creer y actuar.

Un sabio una vez dijo: “¿cómo se podría manifestar el poder de la fe sin situaciones negativas que nos llamaran a activarla?” .

Por eso hermano, si estabas agobiado por las políticas de tu gobierno, de tu trabajo o demás, recuerda que gracias al Ungido tú puedes (y debes) ser prolífico como pez en la tierra.

«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Yeshúa el Cristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo»
(Efesios 1:3ºRV 60 adaptada)

En servicio y amor, Moisès

Lo Aprendido

Por Esteban González

Todo lo aprendemos experimentando, no hay forma que sea de otro modo. Si nos ajustamos a obedecer la Palabra de Dios, o a seguir las enseñanzas de los sabios que nos han precedido, muchísimo mejor. Aún así, nos seguirá esta regla de no aprender aquello sino hasta que lo hayas vivido personalmente.

De todo lo aprendido a verdad consumada puedo decir que todo esta medido, nada escapa a un cálculo superior. Puedo dar por seguro que la gratitud es la llave que abre todas las puertas, e indescriptible si se la practica en momentos de máxima tensión.

La lengua es una herramienta que crea futuros. Asevero que se nos pone a prueba constantemente para ver cómo reaccionamos en torno al prójimo, que elegir humillarse rinde dividendos inimaginables, que la soberbia siempre será resistida por Dios y los hombres.

Trae a Dios a escena, tráelo al cotidiano de tu vida.

¿Tienes mala economía? prueba con Diezmar y garantizarás el sustento básico.

¿Quieres cambiar estados financieros? aumenta el campo de tus semillas sembrándolas en donde haya temor al Cielo, la cosecha será asombrosa.

Si el tiempo no te alcanza prueba cortando distractores.

¿Quieres desatar poder? entrega una simple hora de tu tiempo para orar y te sorprenderán los resultados.

Si con tan pocas cosas pude constatar que Dios cambia una realidad concreta, a la verdad que afirmo cuán trágico es no darse cuenta.

El Dios de los Nuevos Comienzos

Por Moisés Franco

Al leer esta ascensión me llamó la atención que el Eterno al ordenarle a Nóaj y a los suyos salir del arca declara una orden que implícitamente oculta una bendición: “fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra”. Y no lo hace una vez, sino tres en el mismo pasaje (8:17; 9:1;7).

Pero lo más llamativo es que los bendice con las mismas palabras que a la primera humanidad en el jardín del Edén (Bereshit 1:28). 

Así mismo, en el capítulo 8 también destaca el Señor la autoridad que el ser humano tiene por sobre toda la creación, algo que también le dijo a Adán. Es como si estuviera enfatizando que ha perdonado a la humanidad y quiere volver a empezar. 

El P.A. David Nesher ha enseñado que la creación y sus ciclos naturales están representados por el número 7 (días de la semana, años sabáticos, notas musicales básicas, orificios faciales; etc.) y por eso el número 8 representa dos cosas: por un lado, nuevos comienzos, ya que termina el ciclo y empieza otro; pero también, lo sobre natural (es decir, lo que está más allá de lo natural).

Ambos significados son complementarios dado que pienso que si hay algo sobrenatural es la capacidad de volver a empezar, de levantarse de la muerte ya sea física o espiritual, es la capacidad mesiánica por excelencia, como demostró Yeshúa el Mesías.

Tal vez por eso fueron ocho los integrantes del arca que refundaron la humanidad, para dar este mensaje.

Es que YHVH es el Dios de los nuevos comienzos, por eso siempre nos insta a levantarnos, a volver a empezar.

Por eso, desde antes de la creación del mundo, tal como ha explicado Nesher, uno de los diseños pre-existenciales es la teshuvah (capacidad de retornar). 

Con esto en mente uno de los más potentes discípulos de Yeshúa el Mesías nos dice lo siguiente: 

“De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2 Corintios 5:17-19 |RV60)

Cualquiera que dice estar en el Mesías verdadero debe amar la reconciliación. Eso implica que, sin importar cuántas veces peque, se levanta. No como si nada hubiera pasado, sino con la humildad suficiente para depender cada vez más del Eterno y pecar cada vez menos. 

También representa la obligación de trabajar por estar en paz con todo vínculo (incluso uno mismo), según se nos indica en Romanos 8:18. 

Y en tercer lugar, pero no por ello menos importante, significa estar dispuestos a trabajar incansablemente con todos nuestros recursos internos y externos para que la humanidad se reconcilie con el propósito eterno de YHVH.  

Cabe aclarar que volver a empezar y reconciliar vínculos no significa ser testarudo y obstinado en una idea inviable o una relación que es insana. Tiene que ver con no quedarnos atascados en la muerte ontológica que dejan los fracasos y levantarse abiertos a dejarse guiar algo mejor que antes. 

Es un sano punto de equilibrio a mitad de camino entre la obstinación y la falta de perseverancia.  

Pero, si en alguno/s de los puntos antes mencionados estás fallando (si te cuesta muchísimo levantarte de tus fracasos y adversidades; si guardas rencores hacia ti mismo u otros; si no te interesa mucho proclamar la reconciliación de Cristo)…entonces amado hermano y consiervo, es momento de que retornes al corazón de Abba, que te des cuenta que te has alejado de su intención para tu vida y decidas volver a empezar.

Si estás leyendo esto es porque no es tarde, Él te está esperando, porque es el Dios de los nuevos comienzos. 

En amor y servicio Moisés

¡Entra en el Arca!

Por Juan José Nesher

El Señor le dijo a Noé: «Entra en el arca con toda tu familia, porque tú eres el único hombre justo que he encontrado en esta generación”.

(Génesis 7:1)

La ascensión de esta semana comienza con el Eterno pidiendo que Noaj ingrese con toda su familia al Arca. La expresión hebrea que aquí se utiliza al inicio de esta oración es LET TEBAH (“Entra en el Arca”). La palabra hebrea utilizada para la palabra Arca, es TEBAH.

Fueron 120 años  los que Noaj demoró en edificar una estructura conforme a las medidas que Dios le proporcionó. A lo largo de todo este tiempo, este varón no desistió ni por un momento de un proyecto tan “extraño” y que para muchos no era creíble. Fueron muchos días, años e incluso más de un siglo para ver concretada la estructura que iba a traer salvación para él y su casa.

Hoy el espíritu santo me llevó a preguntarme: “¿Cómo estoy construyendo mi Arca, mi TEBAH?

El Arca representa un lugar fuerte, seguro y protector de los días malos. Es un refugió para el alma. Es un lugar de tiempo donde solo se puede construir con el estudio y meditación de la Torah. Esto me recuerda a la enseñanza de nuestro maestro Yeshua:

Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca.
(Mateo 7:24-25)

La TEBAH representa nuestra estructura de pensamientos que debe ser firme en los momentos de adversidad y aflicción. Solo la práctica constante de la instrucción de Dios (Torah) es la única que puede proveer de esos recursos y firmeza.

Me parece oportuno aclarar que este mensaje no apunta a edificar un lugar individualista dentro de mi ser, porque hay muchas prácticas religiosas y psicológicas que enseñan a tener una “fortaleza mental”. En la escrituras nos encontramos que Noaj entró con su esposa, hijos y nueras. Esto habla que toda Arca es un lugar para también otros puedan entrar y sentirse protegidos en los momentos de dificultad.  Nuestra capacitación constante en los códigos lumínicos de la Torah no pueden ser enmarcados desde la invidualidad. Al contrario, como individuos debemos acercarnos al colectivo (las naciones) y que ellos conozcan la Salvación (en hebreo Yeshúa).

Te animo a que puedas en este tiempo ser el Arca que muchos necesitan para ser salvados de la muerte.

Con amor, Juan José Nesher.

Las Diez Enseñanzas del Arca de Noé

En la Voz de David Nesher

Uno: Ante todo, no pierdas el barco. 
Dos: Recuerda que sólo hay un barco y todos estamos en ese mismo barco y debemos convivir en él. 
Tres: Sé previsor. Planea las cosas con anticipación. No estaba lloviendo cuando Noé construyó su barco. 
Cuatro: Mantente en buen estado físico y mental toda tu vida. Cuando tengas 60 años tal vez alguien te pida que hagas algo grande. 
Cinco: No escuches a los críticos que creen que estás loco, simplemente sigue haciendo el trabajo que tengas que hacer. 
Seis: Por el bien de tu seguridad, viaja en familia, o por lo menos en pareja. 
Siete: La velocidad no siempre es una ventaja. Los caracoles estaban a bordo junto con los leopardos. 
Ocho: Cuando estés estresado, relájate. El barco marcará tu rumbo y Dios te dirá cuando tienes que desembarcar. 
Nueve: Recuerda que el Arca fue construida por un aficionado que se puso en manos de Dios y el Titanic… por profesionales.
Diez: No importa la tormenta, cuando estás en las manos de Dios siempre hay un arco iris esperándote.

El Sefer Bereshit y el D.P.O (Diseño del Paradigma Original)

Por Laura Arco

“En el principio”, Bereshit, el Eterno y Creador de toda la existencia, estableció la “casa” (letra Bet del alfabeto hebreo, la cual tiene forma de cabaña de tres muros), a fin de afincar en ella aquello que le da propósito y sentido a todo lo creado, el ser humano, como lo vemos en Gn. 1:26-28.

“Dijo Elohim:
Hagamos un ser humano (Adam) a Nuestra imagen,
 según Nuestra semejanza, para que tenga dominio sobre los seres acuáticos,
 sobre los seres voladores del cielo, sobre los animales,
 sobre la tierra y sobre todo ser que se arrastra sobre la tierra.
Creó Elohim al ser humano a Su imagen,
a imagen de Elohim lo creó,
varón y mujer lo creó.
Los bendijo Elohim y les dijo:
“Sean fecundos y multiplíquense, colmen la tierra,
sométanla y tengan dominio sobre los seres acuáticos,
 sobre los seres voladores del cielo y sobre todo animal que se mueve sobre la tierra.”

El vocablo hebreo Adam, que se traduce como ser humano u hombre, textualmente es “terráqueo”, porque fue creado de la tierra, en hebreo adamá. Sin embargo, si lo descomponemos en la letra alef (primera del alefato)  +  la palabra dam (sangre) su significación se eleva porque esconde la esencia y el valor intencional del Creador.

La letra alef, por ser la primera, tiene el valor numérico 1 y representa al Uno por excelencia, es decir, al Amo del universo, quien es Espíritu y  la Plenitud del poder. La palabra dam simboliza la estructura física, material, del ser humano, ya que en la sangre está la vida. De esta fusión y concurso, surge el único ser que ostenta la imagen divina, absolutamente espiritual, con el potencial de transformarse y de transformar lo creado, así como de gobernarse y gobernar, como lo indica la expresión “según Nuestra semejanza”.

Aquí es preciso acudir a dos conceptos y clarificar su sentido: acto y potencia. El primero, alude a lo real y el segundo, al poder o la capacidad. Dicho de otra manera, el componente activo, es el presente o actual, mientras que el componente potencial es el que señala lo que puede ser o suceder.

La imagen de Elohim en esta creación es el componente activo,  y la semejanza, el componente potencial. Es decir, que el Adam, de hecho,  es un ser espiritual con esencia divina y con capacidad de alcanzar un nivel ilimitado, “según Su Semejanza”.

La imagen del Creador es  trascendente, pues trasciende lo físico, material y temporal, porque es eterna, inmutable y absolutamente espiritual, mientras que la semejanza a la que el Adam es llamado, no es otra cosa que la cuota de poder que en el ámbito terrenal, físico y temporal habrá de permitirle realizar el proceso para convertirse en el representante perfecto de Elohim.

Estas pocas palabras del versículo 26 constituyen el centro del paradigma original. Las siguientes, terminan de conformar y cerrar el diseño al dejar en claro las dos modalidades complementarias y no excluyentes (varón y mujer), la función y el propósito.

Entonces, ¿cuál es el paradigma original?

Un ser humano, espiritual y de materia viva,
 Con la imagen divina,
Que tenga el poder de realizar un proceso (en el tiempo) para desarrollarse
 (extender lo que está en rollo)
Para representar dignamente al Creador,
Y gobernar con autoridad sabia y responsable
Sobre todo lo creado.

 El término paradigma indica un modelo o arquetipo a seguir. Por consiguiente, el paradigma del diseño original revela el modelo perfecto establecido antes de Bereshit, es decir, antes de que la casa fuera creada, pues la casa no podía contener al Creador sino a su criatura.

En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo habla de la edificación, la cual supone un proceso en el tiempo, y dice:

«Hasta que todos lleguemos a la unidad de fe  y del conocimiento del Hijo de Dios,
a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Mashíaj

(Ef. 4:13)

Cambiar un paradigma implica cambiar las bases, los fundamentos sobre el cual se construye un proyecto, en el más estricto sentido. Si consideramos que el Adam es la proyección del mismo Mashía, alterar el paradigma tiene como consecuencia modificar el modelo y, consecuentemente, la humanidad resultante.

¿Cómo se cambia un paradigma?

Haciendo una contrapropuesta o modificando la relación de los principios, los componentes o la relación entre ellos.

En Gn. 3 aparece la revolución con la propuesta de la serpiente y el cambio en la relación Elohim – Adam. La relación se modifica con el reemplazo de la certeza y la confianza por la duda y la desconfianza. El paradigma original entonces es rechazado y reemplazado por aquel que debía realizar el proceso y dejar fluir su potencial escondido en la declaración creativa del verso 26.

El Segundo Adam vino a deshacer este paradigma y reinstalar el original, a cumplirlo y dar evidencia de su perfección para que aquellos que en él crean, puedan hacer las obras a las que estaban predestinados según la imagen divina y su diseño. (Rom. 8: 28-29)

«Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen
para el bien de quienes lo aman y son llamados
 según el propósito que él tiene para ellos.
 Pues Dios conoció a los suyos de antemano
y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo,
 a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor entre muchos hermanos.«

Yeshúa, en la Enseñanza del Monte, da lo que se conoce como las Bienaventuranzas. Y luego de dejar en claro que la felicidad está grabada en el diseño del hombre, el cual es sal y luz, alusión a la esencia de detener la corrupción y traer a visible lo que no se ve, declara su misión: cumplir lo que el primer Adam abortó: el diseño original. Es muy importante leer a continuación Mateo 5 del 17 al 20.

17 No piensen que he venido a anular la ley o los profetas;
 no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento.
 18 Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra,
ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido.
 19 Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos,
 por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo,
será considerado el más pequeño en el reino de los cielos;
 Pero el que los practique y enseñe
será considerado grande en el reino de los cielos. 
20 Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos
 a menos que su justicia
 supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.

Las tres D de Sucot: Tres herramientas para ser más felices.

por Rav Eliahu Heller

El judaísmo le da un gran énfasis a la alegría. De hecho, la festividad de Sucot gira en torno a este concepto. No sorprende que sea llamado “el tiempo de nuestra alegría”, un período en el que debemos sentirnos dichosos y agradecidos.

Estas son las tres D de Sucot para lograr una felicidad duradera.

1. Deja de perseguirla

En Sucot dejamos nuestros amplios y cómodos hogares para mudarnos a los frágiles confines de la sucá. La temperatura puede ser sumamente alta o baja, dependiendo de la parte del mundo en la que vivas. Los vientos pueden llevarse tu sucá en un instante. ¿Cómo puede ser que vivir tan expuestos e incómodos sea una parte tan importante de esta festividad de alegría?

Muchas personas cometen el error de pensar que cuanto más tengan y más cómodas estén, más felices serán. Creemos que si nos pasamos la vida persiguiendo la felicidad, la encontraremos. El judaísmo nos enseña que la dicha no tiene nada que ver con cuánto tengas o cuán cómoda sea tu vida. De hecho, si la persigues, nunca la encontrarás.

¿Qué es la felicidad y cómo la obtenemos?

En hebreo alegría se dice simjá, palabra que está relacionada directamente con tzemijá, o crecimiento. Felicidad es la experiencia placentera que resulta al realizar una tarea significativa en dirección a objetivos significativos.

Donde hay crecimiento, progreso o expansión significativo, puede haber felicidad.

En Sucot dejamos el mundo de las comodidades y nos sumergimos, en cambio, en un mundo de crecimiento. Pasamos estos siete días con Dios, cantando Sus alabanzas y deleitándonos en Su presencia. Compartimos comidas festivas con nuestros familiares y amigos, estudiando, riendo y recibiendo mucho los unos de los otros. Abandonamos nuestro interés en la comodidad para orientarnos hacia el crecimiento y nos vemos elevados a un mundo de dicha.

2. Detente y aprecia

Estamos demasiado ocupados. Corremos de una cosa a la siguiente, sintiendo que podríamos lograr mucho más.

La felicidad no depende sólo del crecimiento. Igualmente importante es elegir conscientemente valorar ese crecimiento y prestar atención al progreso logrado.

Vivir en el momento presente nos resulta difícil. En cambio a menudo vemos lo que no estamos haciendo o lo que podríamos hacer, negando aquello que estamos haciendo ahora mismo. Nos robamos la felicidad que tenemos delante nuestro en ese momento presente.

Me viene a la mente un alarmante refrán:

Primero me moría por terminar la secundaria y comenzar la universidad.

Después me moría por terminar la universidad y comenzar a trabajar.

Luego me moría esperando que mis hijos tuvieran la edad para comenzar a ir a la escuela, para poder volver a trabajar.

Luego me moría por jubilarme.

Ahora me estoy muriendo… y de repente comprendo que me olvidé de vivir.

No permitas que tus objetivos, sueños y ambiciones destruyan la belleza y la importancia de la vida que vives ahora.

En Sucot nos detenemos y reflexionamos sobre el crecimiento del año anterior y las emocionantes oportunidades del nuevo año. Fuimos bendecidos en gran medida, crecimos mucho y necesitamos tomarnos el tiempo para detenernos y apreciar todo eso. Sucot es ese tiempo.

3. Demuestra gratitud

Uno de los mayores obstáculos para lograr la felicidad es sentir que tenemos derecho a recibir todo. El hecho de sentir que nos merecemos lo que recibimos socava nuestro sentido de gratitud. En cambio, debemos fomentar la humildad para reconocer que todo lo que tenemos en la vida es una bendición de Dios. Tenemos que manifestar sincera gratitud por todas las bendiciones de nuestra vida.

En Sucot cantamos la versión especial, completa, de la plegaria Halel, agradeciéndole a Dios por todo lo que nos ha dado. Destinamos estos días para agradecerle a Dios y a todo lo que ha enriquecido nuestra vida.

Sucot es el momento para aprender la habilidad de la felicidad. No es algo que ocurre por sí sólo. En lugar de estar molesto por el clima, los insectos o lo que sea que te incomode, concéntrate en el crecimiento; detente, aprecia y demuestra gratitud. Estarás saboreando la dulzura de una vida feliz.


Tomado de: Aish Latino

«Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales»

Por: Eduardo Galeano


La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.

La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.

La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.

EE.UU. consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EE.UU. apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiene den las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta. 


Texto del escritor Uruguayo, Eduardo Galeano, publicado el 25 de Enero del 2007

La Fisiología del Dolor en los Hijos de Dios

La fisiología del propósito divino es así: un día sentimos que el dolor nos desgarra, y es inevitable, cómo es inevitable el miedo que nos invadió en el momento de prueba. Es entonces, cuando comprendemos que la aflicción es una página más en el Libro de la Vida; y nos queda claro que una página en dicho libro no hace lo que somos, simplemente nos complementa.

David Nesher

¡Nuestros Hijos están Muriendo en sus Cuartos!

Autor ANÓNIMO

Antes perdíamos hijos en los ríos, en los matorrales, en los mares, con los vecinos… ¡Hoy los hemos perdido dentro de su habitación!

Cuando jugaban en los patios oíamos sus voces, escuchábamos sus fantasías y al oírlos, a la distancia, sabíamos lo que pasaba en sus mentes.

Cuando entraban en casa, no existía una TV en cada habitación, ni dispositivos electrónicos en sus manos.

Hoy no escuchamos sus voces, solo gritos; no oímos sus pensamientos. Los hijos están allí, dentro de sus habitaciones, y por eso pensamos que están seguros.

¡Cuánta inmadurez la nuestra!

Ahora se quedan con sus auriculares, encerrados en sus mundos, construyendo sus saberes sin que sepamos lo que es… Perdiendo literalmente la vida, aún vivos en cuerpos, pero muertos en sus relaciones con sus padres, encerrados en un mundo de Tecnología que en nada contribuye a la formación de niños seguros y fuertes para tomar decisiones moralmente correctas y de acuerdo con sus valores familiares.

Dentro de sus habitaciones perdemos a nuestros hijos con estos video juegos, conversando con gente que no conocen que los pueden inducir a relaciones tóxicas e inclusive a la pornografía, inmersos en un mundo totalmente de fantasía.

¡Muertos de su identidad familiar! … ¡que triste es!

Se convierten en una mezcla de todo aquello por lo que han sido influenciados y los padres no siempre saben lo que sus hijos son por que como padres aplicamos la típica “todos los niños lo hacen, estar en su cuarto.

¡Rescatar a nuestro hijos es un llamado urgente!

¡Por favor, no te acostumbres a tener un hijo aislado, vivo sí, pero muerto dentro de su habitación!

¡Saca a tu hijo de la habitación! ¡Mídele el uso de la tablet, del celular, del ordenador, del auricular, de los videojuegos!

Invítalo a la práctica de un deporte, de algún grupo juvenil, que haga algún apostolado. ¡Compra juegos de mesa, vean películas juntos, has planes con tu hijo o tu hija!

Juega, diviértete con ellos, escucha su voz, sus palabras, que piensa: tu hijo o hija está vivo (viva); ¡pertenece a tu hogar no a su cuarto!…

¡SÁCALO YA DE AHÍ!… ¡Vamos antes que se muera definitivamente!

¿Cómo Lograr una Cita que Cambie mi Destino?

Por Laura Arco

Cuarta aliyáh: (Shemot/Éxodo 19:1-6) ✍?

Shalom!

En relación a la aliyáh de hoy he considerado dos aspectos.

El primero, es tiempo y espacio.

Todas las citas se dan en un punto marcado por esas coordenadas. Moshé sabía con Quién quería encontrarse, por eso dirigió al pueblo a ese lugar. Y llegó en el mes de Sivan. Cuando hay una intención clara, se marcha en dirección definida. No se deambula.

Así, el que quiere ser médico no «visita» otras universidades y facultades, sino sólo donde pueden prepararlo para ser médico. Del mismo modo, los hijos de Israel se encaminaron al Monte, no a cualquiera, donde recibirían la capacitación que deseaban.

El otro tema es el Pacto.

Todo pacto supone al menos dos partes y un propósito. Saber con quién se pacta y qué y para qué se pacta.

Creo que muchos hemos hecho pactos incorrectos y/o con persona incorrectas.

Creo que muchos han pactado con el dios incorrecto y algo incorrecto y ese pacto los ha esclavizado en vez de promocionarlos a un estándar superior.
YHVH es un DIOS TODOPODEROSO y Su Pacto es perfecto. Por eso, si después de haber pactado con Él no hay promoción hay que verificar el propósito. ¿Qué pacté? ¿Para qué?

Está parashá es crucial. Es el corazón de la cita que transforma vidas y destinos.

Deseo que concluyamos en el mismo punto de las Sagradas Escrituras, si no, sólo habremos deambulando por un libro de la Biblia.

¡Menos de Amalek!… ¡Más de Yitro!

Por Prof. Tony González

Si sabemos que cada porción es una continuidad de la sabiduría que nos brinda la anterior, especialmente en el libro Shemot (nombres) entonces debemos prestar mucha atención a los nombres citados en cada porción.

De ello concluyo que es totalmente sabio considerar que, si la porción Bo se cierra teniendo en cuenta el nombre de Amalec, como un enemigo de Israel, a quien el Eterno establece borrar de la memoria. Entonces la forma de hacerlo efectivamente es tener en cuenta la acción necesaria de Yitró.

Concluyo que los nombres no están puestos en la Torah, para que en el caso de tener un hijo, elijamos entre uno de ellos, sino más bien para darnos cuenta qué clase de fuerza espiritual encierra un nombre, en relación a cada situación.

De hecho, en la porción Yitró, podemos ver cómo el Eterno nos quiere acercar a Él, por medio de escuchar debidamente un consejo pertinente.

Para que eso ocurra, tenemos que ejercer el poder del ruego, porque es muy importante la razón por la que debemos realizar un ruego y no malgastar palabras por caprichos egoístas.

Al respecto ya Moshé en el versículo 4 del cap. 17 ruega al Eterno, y podemos ver cómo recibe la respuesta aquí:

«Entonces clamó Moisés a YHVH, diciendo:
¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán.«

Shemot 17:4

Si leemos bien vemos como el Eterno le responde en ese momento, revelándole un secreto celestial muy profundo, pero luego por medio de la fuerza llamada Yitró, lo manifestaría de manera práctica para la vida terrenal.

Por otro lado, vemos que la fuerza de separación extrema de la presencia del Eterno es Amalec, que es la fuerza de la duda e incertidumbre.

De manera que Amalec es el pensamiento que dice: “Ni si quiera vale la pena luchar”.

La única manera de contrarrestar esos pensamientos es primeramente entender que tanto Amalec, como Yitró representan a dos estado de la consciencia, opuestos entre sí.

Podemos concluir entonces que cuando debido a las dudas e incertidumbres, nos alejamos de la esencia de la Luz, podemos recurrir a la energía del ruego para volver a unirnos al Eterno y tener verdadera cercanía.

De manera que, el peligro espiritual más grande que debemos enfrentar no es la batalla por conectarnos con el Padre, sino más bien, el peligro más grande que enfrentamos es una ausencia del deseo de luchar. Pues para esto es la fuerza del consejo de Yitró, para que el ruego no se quede en la instancia de habernos vaciado con el cielo, cosa que es necesaria, pero que pierde efecto, si desde ello no podemos encontrar la forma práctica en lo terrenal de aplicar la respuesta celestial.

El hombre que tal cual Adán peca, lo cual provoca su expulsión del Gan Edén, en su mente reprobada dice: “Ni siquiera quiero regresar”. Este tipo de decisiones se basan debido a la fuerza de Amalec, influenciando a los hombres, por medio de la duda y la incertidumbre desde su memoria ancestral torcida.

Por eso es vital entender que, al despertar cada mañana, el peligro más grande que enfrentamos no es nuestra lucha por conectarnos. De hecho, muchas veces por más que nos levantamos cansados, sin embargo, aun así, deseamos al menos intentar seguir conectados; el problema real es no querer siquiera intentarlo.

La guerra espiritual, son las constantes batallas a nivel de la conciencia, para seguir conectados con la fuente de vida, mientras que la fuerza de Amalec trata de convencernos que no deseemos ni siquiera luchar más, por ello, porque todo es en vano.

Y eso podría ocurrir de un momento a otro, porque es la forma que ataca, este Amalec, en el momento menos pensado, por la retaguardia y en la zona de mayor debilidad, con pequeñas o grandes cosas. Precisamente Yitró, es por así decirlo la vacuna, por la cual, por haber rogado al Padre, tal cual Moshé, obtenemos una respuesta posible para un problema visible.

El verdadero peligro de Amalec no es la batalla, en sí misma, sino que es cuando su fuerza de la duda y la incertidumbre se filtran por medio de nuestra memoria, por lo cual decidimos que ni siquiera es bueno intentar luchar para seguir conectados al Padre. Porque si estamos en la batalla, quiere decir que tenemos fuerzas, pero el peligro es como dije ni siquiera intentarlo.

Esto pasa cada día en personas “muy espirituales”, que aparentemente, hacen su trabajo en el alma, pero de repente, Amalec entra en sus pensamientos y abandonan súbitamente la lucha, pierden el control y sienten que ya no tienen energías y ni siquiera desean regresar para conectarse con el Eterno.

Por eso si estamos haciendo nuestro trabajo espiritual (avodá), debemos saber que aun así, Amalec puede infiltrarse.

Porque, aunque estamos trabajando en el alma, pero descuidadamente permanecemos en la famosa “zona de confort”, las dudas y la incertidumbre pueden entrar en nosotros de todos modos.

Desde mi propia vivencia puedo notar que si bien hago el trabajo espiritual a diario, sin embargo, está dentro siempre de mi naturaleza humana falible, la tendencia al mal de la discontinuidad y puede ocurrirme que aun la más pequeña cosa me provoca para perder mi espiritualidad.

Pero si escuchamos el oportuno consejo de un Yitró, podemos encontrar el método, para nunca perder la energía para el impulso de salir de esa naturaleza caída y de la zona de confort.

Entonces, aprendemos que Yitró es la fuerza necesaria para la protección contra la energía de Amalec y destaco dos aspectos entre muchos:

· Por un lado, adquirimos el poder del ruego y la súplica ante el Padre, que nos acerca a la vida.

· Por otro lado, también adquirimos la fuerza para tomar el impulso adecuado, para salir de la tendencia al mal, potenciando debidamente nuestro trabajo espiritual.

Por medio de la fuerza identificada en el consejo de Yitró, podemos ver que el Eterno tiene sus brazos abiertos para nosotros; por lo cual podemos recibir el regalo que consiste en darnos fuerza para esforzarnos en nuestro trabajo espiritual, como así también la posibilidad de un acercamiento a Él, a tal punto que Amalec no pueda entrar en nuestra conciencia.

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Isaías 40:10

Siempre Amalec querrá vencernos, pero siempre habrá un Yitró con un buen consejo, por lo cual debemos estar dispuesto como Moshé a saber escuchar y ser humildes para aplicar el consejo práctico oportuno.

Shalom!

Tony Gonzalez.

¿Puede Dios usar para Su Propósito a Alguien con Vida Ordinaria?

Por P.A. David Nesher

«Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Yahvéh en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo:
Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.«

Éxodo / Shemot 3: 1-3

Por un lapso de cuarenta años Moshé vivió como un pastor oculto en el desierto de Madián. Hasta este punto su vida era tan humilde que él no tenía ningún ganado al que pudiera llamar como propio,… ¡las ovejas pertenecían a su suegro!… Sin embargo, en aquel día, lo cotidiano se volvería para él en algo sobrenatural.

Siempre me imagino la escena. Cuando Moshé se levantó aquella mañana y contó las ovejas, no se dijo a sí mismo: «Creo que llevaré las ovejas al lado occidental del desierto, junto al Monte de Dios«. El monte Horeb era simplemente eso: el monte Horeb; una roca indistinta en el desierto como tantas otras colinas y montañas, de aspecto completamente ordinario. No tenía nada de especial. El monte Horeb se convirtió en el monte Sinaí, la montaña de Dios, simplemente porque el Eterno lo eligió, no porque fuera más alto, más poderoso o más santo que cualquiera de las colinas y montañas circundantes. (Horeb significa “desierto” o “desolación”)

De manera similar, Moshé se convirtió en Moshé, el Profeta del Altísimo porque Dios lo llamó, lo encontró y lo comisionó, no porque fuera más piadoso, más poderoso, más inteligente o más elocuente que otros hombres.

Con este relato descubrí que Dios está en lo ordinario,… ¡Él goza esconderse allí para ser hallado! Así mismo se me reveló que siempre los encuentros con Dios ocurren en lugares ordinarios. Lo diferente está en que cuando ese encuentro con Dios ocurre, lo ordinario se transforma inmediatamente en extraordinario y sobrenatural.

El muy común Monte Horeb se transformó en el extraordinario Monte Sinaí debido a que la presencia de Dios estaba allí. Así también, el Moshé muy común, un simple hebreo exiliado de Egipto, un pastor de ovejas perdido en el desierto, se transformó en Moshé, el Hombre de Dios, el mayor profeta de todos los tiempos porque se encontró con Dios. ¡El Eterno transformó al hombre común en algo extraordinario, y así continúa obrando hoy!

Estoy convencido que alguno de ustedes, a esta altura de la bitácora, se estará cuestionado: «¿Cómo podría Dios usarme para algo? No soy nadie en especial. Solo soy una persona normal con una vida normal.«

La mayoría de nosotros no nos consideramos personas extraordinarias. Probablemente, al igual que yo, tú te consideras una persona bastante corriente con una vida bastante común y ordinaria. Sin embargo, desde la perspectiva de Yahvéh, eso es perfecto. Tú eres la persona indicada para el cumplimiento de Su propósito eterno. Tú eres el alma perfecta con la que puede hacer cosas extraordinarias. ¡Él no busca profetas!; ¡Él solo busca personas normales que se desenvuelvan en circunstancias normales!

Lo que sí necesito que entiendas, es que cuando Moshé vio la zarza ardiendo, el relato destaca que él se desvió para investigar aquel fenómeno. Sólo entonces el Santo Bendito Sea se reveló a Moshé como el Dios de sus padres. Justamente allí está nuestro problema. Generalmente no nos tomamos el tiempo para desviarnos e investigar la Voz que se esconde en la zarza, es decir las Sagradas Escrituras.

Todos tenemos la intención de crecer espiritualmente. Todos imaginamos que un día, nos tomaremos un tiempo para estudiar, para crecer en Torah, para hacer un mitzváh (mandamiento) , para orar con regularidad. Pero no puedes llevarte las buenas intenciones a la tumba. Un rabino famoso dijo una vez:

No te digas a ti mismo:
‘Cuando tenga más tiempo, estudiaré Torah. Quizás no tengas más tiempo ‘”

(m. Avot 2: 4)

Ante esto te propongo: ¡Dispónte a ejercer proactividad ante tu buena y correcta intención! ¡No digas, cuando tenga más tiempo, me desviaré, es posible que no tengas más tiempo!

Tu Descenso es Parte del Proceso de tu Avanzada

Autor: Mario Saban

«El descenso siempre constituye una parte del proceso para avanzar y cada descenso nos situará en un lugar más elevado».

[SHNEUR ZALMAN DE LIADI, 1745-1812]

Las personas, cuando tienen una pérdida en la vida, una pérdida económica, una pérdida de un ser querido, se entristecen…

Existe un pequeño relato sobre un hombre (en Ucrania o Polonia) que perdió todo lo que tenía porque su negocio se había quemado. Fue a consultarle al rabino-cabalista y este le dijo:

«No entiendo cómo usted no está festejando de felicidad». El hombre, que había perdido su negocio en el incendio, le miró con desconcierto y se enojó. El cabalista le explicó: «Mire usted, Dios vio que debía terminarse o su negocio o usted, pero usted es tan buena persona que Dios decidió terminar con su negocio primero. Si usted hubiera sido un malvado, entonces Dios hubiera terminado con usted y usted ahora estaría muerto y sus herederos con su negocio. Dios, por lo tanto, lo juzgó de modo tan favorable que su decisión fue quemar su negocio y dejarlo a usted con vida».

En medio del enojo el hombre no se había dado cuenta del valor de su propia vida.

En el descenso queda lo esencial, se pierde todo lo superfluo, lo que es accesorio, pero se sostiene lo fundamental.

En la vida se pierde: se pierde un auto, se pierde dinero, se pierden amigos, se pierden esposos, esposas… Hay casos más dramáticos, donde se pierden descendientes.

Siempre podemos perder y caernos, pero el justo se cae siete veces y siete veces se levanta.

La vida es para los héroes.

Todos somos héroes, somos supervivientes de separaciones, de fallecimientos, de guerras, de catástrofes, de la pobreza, de la riqueza, de las drogas, de las caídas satánicas de todos los estilos y colores.

Y se dice: en cada descenso, mayor es el poder.

Te has levantado desde allí, eres el héroe de tu existencia. ¿Te crucifican? Tú, resucitas.

¿Te critican? Tú, sigues adelante. ¿Te maltratan? Tú, das amor. ¿Te humillan? Engrandécete. ¿Te engrandecen? Rebájate. Siempre en el sistema de compensación.

Los sabios que estudiamos sodot (secretos) de la Torah conocemos el mal (la Sitrá Ajrá) y sus métodos. Cuanto más vamos conociéndolos, más fuertes y elevados estamos, porque podemos comprender cómo se mueve el Satán.

Hay que bailar con el Satán que le ha tocado a cada uno. Que cada uno sea merecedor de su Satán. A cada golpe del Satán, una mayor gloria de aprender más.

Recuerdo una vez que un profesor de Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires, luego de responder «todo bien», me dijo: «Le pondré un 2 (reprobado)». Le di las gracias. Él me miró, extrañado. Añadí: «Gracias, porque ahora volveré a estudiar más y conocer con mayor profundidad el tema».

No hay fracaso nunca, todas son victorias si de todo aprendemos. Un mes después aprobé la materia de Derecho Penal. Hoy no recuerdo nada del Derecho Penal, pero sí recuerdo cómo me levanté de ese supuesto fracaso, aprendí a vivir y a ser merecedor de mi Satán.

Nunca existe la derrota ni la victoria, siempre el Daat (el avance en el conocimiento).

©Mario Sabán

¡No estás deprimido,… estás desocupado!

Decía Facundo Cabral:

«La vida no te quita cosas: te libera de cosas… te alivia para que vueles más alto, para que alcances la plenitud.

De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamas problemas, son lecciones.

No perdiste a nadie: El que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además, lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón.

No hay muerte… hay mudanza.

Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Miguel Ángel, Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuelo y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas y nos aleja, porque nos hace desconfiados.

Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perusa, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileños, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman; la música de Mahler, Mozart, Chopin, Beethoven; las pinturas de Caravaggio, Rembrandt, Velázquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas.

Y si tienes cáncer o sida, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas:… si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto (tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas)… y si le ganas, serás más humilde, más agradecido… por lo tanto, fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser.

¡No estás deprimido, estás desocupado!

Ayuda al niño que te necesita, ese niño que será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas.

Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá.

Da sin medida y te darán sin medida.

Ama hasta convertirte en lo amado; más aún, hasta convertirte en el mismísimo Amor.

Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas.

El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso.

Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan a la vida. Vale la pena, ¿verdad?.

“Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreír”

Dios sin el Hombre… y… El Hombre sin Dios.

Cuando Dios quiso crear peces, le habló al mar.

Cuando Dios quiso crear árboles, le habló a la tierra.

Pero cuando Dios quiso crear al hombre, se volvió hacia SÍ Mismo.

Así que DIOS dijo, «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza«.

Por lo tanto:

Si sacas un pez del agua, morirá; y cuando sacas un árbol del suelo, también muere.

Del mismo modo, cuando el hombre se desconecta de Dios muere.

Dios es nuestro entorno natural. Fuimos creados para vivir en Su Presencia. Tenemos que estar conectados con Él porque solo en Él existe la Vida del hombre.

Permanezcamos conectados con Dios.

Recordamos que el agua sin peces sigue siendo agua, pero los peces sin agua no son nada.

El suelo sin el árbol sigue siendo suelo, pero el árbol sin suelo no es nada…

De igual modo, Dios sin el hombre sigue siendo Dios, pero el hombre sin Dios no es nada.

Pregunta Profunda: ¿Quién es el Espíritu Santo?… ¡He Aquí una Maravillosa Respuesta!

El Espíritu Santo es Yeshúa el Ungido sin fronteras, ni limitaciones.

El Espíritu Santo es Yeshúa en la Nube ofreciendo una tecnología cósmica a todos los hombres. Por eso, Él es quien nos da denuedo para la evangelización.

El Espíritu Santo es quien nos ayuda a orar. Por eso, en adoración Él nos guía. Él nos revela a Yeshúa, el Camino, haciéndolo real para que seamos conmovidos por el fuego santo que enciende en nosotros, nos lleva a arder de tal modo, que no podamos contener esa pasión por hacer discípulos en las naciones.

El Espíritu Santo despierta la verdadera fe (emunáh) dentro del alma para que nuestra conciencia sólo vibre en lo milagroso.

Te sugiero que partir de este día piensa en el Espíritu Santo obrando en ti…

Busca más momentos de adoración para lograr experimentar su comunión con tu espíritu y logres escuchar Su Voz en tu conciencia dando testimonio de que eres hijo de Dios.

Quizás te preguntas: ¿Quién es el Espíritu Santo?

Te invito a escuchar esta excelente respuesta:

¿Cómo funciona la Ley de Atracción según el Cántico de Moisés?

✍? por Adam Lieberman

Pero engordó Jesurún, y dio coces (tanto engordó que brillaba de obeso), y abandonó a Dios, su creador; despreció a su protector y salvador.…”

(Deuteronomio, 32:15 – DHH)

¿Por qué engordar, es decir, tener éxito económico, lleva a abandonar a Dios?

La respuesta yace en un principio fundamental de la naturaleza humana. Este principio establece que el “ego” y el “éxito” van de la mano. Cuando una persona tiene cualquier tipo de éxito, eso puede causar que su ego se infle instantáneamente y lo lleve a desenfocarse del propósito eterno de Dios.

Analicemos un ciclo típico. Si una persona está atravesando una mala etapa y cree en Dios, entonces esta persona presentará oraciones para que Dios mejore las cosas. Cuando Dios escuche su pedido y de vuelta las cosas, esta persona ciertamente se sentirá conectada y demostrará su apreciación hacia Dios.

Ahora bien, una vez que la persona ha tenido éxito en un área particular de su vida, la “Ley de Atracción” entra en escena. Esta “Ley”, en palabras simples, es que uno siempre atrae más de lo que ya tiene. Por lo tanto, cuando la persona tiene éxito en algo, eso atraerá inevitablemente más éxito. “El éxito engendra más éxito”. Esta “Ley” opera en numerosas áreas de tu vida.

Y cuando la “Ley de Atracción” entra en juego, ocurre algo fascinante: el ego de la persona entra en acción. Cuando el éxito inicial que Dios le da a una persona atrae más éxito, esta persona tiene la tendencia natural a sentir que fue ella, y no Dios, quien logró este éxito extra. Entonces, lo que la persona piensa, ya sea de manera consciente o subconsciente, es que si bien Dios ayudó en el comienzo, fue ella quien tomó el control desde ahí y sacó provecho de ese éxito inicial.

Y si bien esto puede ser verdad, hay un elemento crucial que se está dejando de lado. Sí, es cierto, trabajaste duro y aprovechaste las oportunidades que se presentaron, pero fue Dios quien permitió que este éxito llegara a ti.

Esto último es totalmente en contra de nuestro instinto y es exactamente lo que Dios nos está advirtiendo. La mayoría de las personas pueden ver la mano de Dios cuando ocurre un cambio repentino y tienen éxito. Pero cuando se acostumbran a este éxito y lo llevan a niveles más altos, piensan que fueron sus esfuerzos los que provocaron estos resultados.

Si bien la persona puede poner esfuerzo, sólo depende de la voluntad de Dios si tendrá éxito o no. (Una persona de consciencia más elevada lleva esto a un nivel más allá y entiende que incluso su propio esfuerzo fue posible sólo porque Dios le dio el ímpetu, la fuerza y la capacidad de hacer este esfuerzo).

Cuando vives con la verdad de que Dios controla todo, esto se transforma en algo increíblemente liberador. Ya que entiendes que si pones el esfuerzo y no obtienes el «éxito» que esperas, es sólo porque Dios sabe que en este preciso momento eso es exactamente lo que necesitas.

Así como no te lamentas por el color de tus ojos, por la hora de la puesta de sol, o por la temperatura del Océano Atlántico, así mismo, no debes lamentarte si no tienes éxito. Tan sólo pon tu esfuerzo y luego acepta lo que Dios considere mejor. (De esta manera, las personas que viven con esta realidad saben lo tonto que es mentir, engañar o robar en los negocios).

Dios quiere que tengas éxito y quiere que utilices tu talento y tu inteligencia para que seas aún más exitoso. Y así mismo, Él no quiere que mires hacia atrás y te arrepientas de haber engordado y de haberlo abandonado. Aprovecha estos diez días de Teshuváh (regreso o conversión) hacia Yom Kippur, y reconoce que sabes Quién es el que realmente firma tus cheques cada mes; y acuérdate que: ¡Él quiere escribir un gran monto en esos cheques a favor de tus sueños!


Tomado de: Aish Latino