Por Laura Arco
Noaj, un hombre que hizo la diferencia en su sociedad, salvó al mundo.
Desde Bereshit, capítulo 3, vemos una humanidad multiplicándose y expandiéndose sobre la faz de la Tierra. Los hijos de Adam no fueron sólo Abel, Caín y Set. Como dice Bereshit 5:7, a Adam y Eva le nacieron hijos e hijas, y a todos sus descendientes también. De la línea de Set proviene Noaj.
Cada familia fue formando grupos, clanes, sociedades. Algunos construyeron ciudades; otros, se extendieron en comunidades agrícolas, pero todos, formaron sociedades en las cuales se construyeron relaciones socioculturales, económicas, religiosas, que definieron un estilo de vida conforme a una ideología. Dicho de otro modo, se definió un comportamiento social a partir de la conducta personal y grupal y las relaciones entre los grupos humanos, crearon una mentalidad alejada de la mente del Eterno.
Noaj, fue el único ser humano de su tiempo que no se acomodó al sistema de pensamiento imperante y no se dejó influenciar por las múltiples relaciones que se suscitan entre los integrantes de una comunidad. Esto implica ser el “des-ubicado”, el rebelde o marginal, puesto que su comportamiento no condice con el imperativo del colectivo. (Bereshit 6: 8-9)
Desde la perspectiva del siglo XXI de la Era Común, con las pocas líneas que describren a Noaj, tal vez resulta difícil comprender la complejidad de la presión social y aún familiar a la que este hombre estuvo expuesto por 600 años, hasta que entraron al arca y sobrevino el diluvio.
Podemos preguntarnos: ¿cómo lo logró? ¿Cómo pudo resistir el escarnio y la burla? Toda la Humanidad contemporánea caminaba en una dirección opuesta a la suya. Y desde el otro ángulo, él, sólo él, se estableció en un punto contrario. Si aplicamos los paradigmas imperantes hoy, como “Vox populi, vox Dei” diríamos que Noaj estaba en contra de Dios, puesto que la inmensa mayoría de los hablantes tenían un discurso y comportamiento en común. Si en la mayoría está la razón, Noaj era un rebelde, loco, inadaptado social.
La democracia supone que la voluntad de la mayoría es el camino correcto. Bien, la mayoría votó por el precipicio, o mejor dicho por un cataclismo de dimensiones superlativas, algo no conocido hasta ese momento, por consiguiente, impensable, con probabilidad 0 de ocurrir, según la experiencia y el conocimiento científico.
NOAJ, el profeta.
¿Qué es un profeta? ¿Cómo es?
El profeta es aquel que tiene una constitución especial, por la cual no sólo escucha la voz de Dios y la transmite al resto de los mortales, no sólo es intérprete de las señales y visionario de lo porvenir. Es una persona don que manifiesta la benevolencia divina al ser portavoz de un mensaje de Dios para su pueblo, adecuado a su situación y necesidad particular.
El profeta tiene el deber de ser distinto a la mayoría, fiel a su constitución y misión. Por tal razón, será resistido, incomprendido, e incluso, combatido. Será incorrecto, según el criterio generalizado. Su único poder está en su palabra, la cual dará evidencias a su debido tiempo de que es mensaje del Cielo. En tanto que no se cumple la hora, esa palabra, Davar, quedará vibrando en lo invisible, uniendo los dos puntos, el de la proclamación y el de la manifestación. El espíritu de la profecía obra en lo invisible.
Cuando los contemporáneos de Noaj vieron el diluvio sobre ellos, comprendieron que Noaj no era el demente, el delirante aficionado a la mega carpintería; sino el profeta de El Eterno. Pero ya era tarde. No hubo tiempo de teshuvá ni tukum. Su fe los condenó. Su rechazo al mensaje de Noaj los dejó fuera del arca de salvación.
El arca, Tevah, fue la prueba material, de la fe de Noaj. La fue debe dar pruebas, obras, visibles, si no, es muerta. La fe que produce fruto trae salvación.
Noaj era tan humano como cualquier otro. Tenía necesidades físicas, emocionales y sociales como todas las demás personas. También necesitaba sentirse parte de un grupo, ser escuchado y valorado. Pero toda su generación lo excluyó; no encajaba. Su familia también debió cargar con la marca de “rara”. Prueba de ello, es que los 3 hijos de Noaj sí entraron en la Tevah y no perecieron en las aguas.
Sí, Noaj era tan humano como cualquier otro. Pera distinto.
Los profetas del Altísimo no se pertenecen a sí mismos ni al pueblo. Son hombres-dones, como dice Pablo en la Carta a los efesios, capítulo 4.
4 Por lo tanto, yo, prisionero por servir al Señor, les suplico que lleven una vida digna del llamado que han recibido de Dios, porque en verdad han sido llamados. 2 Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. 3 Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz. 4 Pues hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a una misma esperanza gloriosa para el futuro.
5 Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
6 un solo Dios y Padre de todos,
quien está sobre todos, en todos y vive por medio de todos.
7 No obstante, él nos ha dado a cada uno de nosotros un don[a] especial mediante la generosidad de Cristo. 8 Por eso las Escrituras dicen:
«Cuando ascendió a las alturas,
se llevó a una multitud de cautivos
y dio dones a su pueblo»[b].
9 Fíjense que dice «ascendió». Sin duda, eso significa que Cristo también descendió a este mundo inferior.[c] 10 Y el que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, a fin de llenar la totalidad del universo con su presencia.
11 Ahora bien, Cristo dio los siguientes dones a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. 12 Ellos tienen la responsabilidad de preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. 13 Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo.
Cuando Josafat, rey de Judá (2Cr. 20) se vio rodeado por el enemigo, pidió ayuda a YHVH y recibió un mensaje profético. Lo creyó y su conducta dio evidencia de esa certeza:
Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén
Se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor (v.18)
Josafat al día siguiente declaró:
¡Creed al Señor y veréis la salvación!
¡Creed a los profetas y seréis prosperados!
(v.20)
Ahora, una pregunta para reflexionar:
Si hubieras sido parte de aquella generación pre-diluviana, ¿hubieras escuchado a Noaj, o te hubieras sumado a la inmensa mayoría?
No te apresures en contestar. Considera que éstos son tiempos como los de Noaj. (Mt. 24:37). ¿Eres distinto a la inmensa mayoría? ¿Haces la diferencia? ¿Escuchas la voz profética, o juzgas al profeta que te anuncia y advierte de lo porvenir?