“Hizo caer El Eterno un profundo sueño sobre el hombre y este se durmió. Tomó una de sus costillas y cerro la carne por debajo”
(Génesis 2:21)
Una vez que la Torah explica porque la mujer tuvo la necesidad de ser creada. Procede a contar como esto fue llevado a cabo.
El TodoPoderoso creó a la mujer dividiendo al primer hombre en dos partes: una parte femenina y la otra parte viril. Al separar a Adam en dos facetas, ambas no totalmente autosufientes, El dio al hombre la oportunidad de colmar el vacío que la mujer pudiera tener y viceversa. Obrando así. El Eterno formó un “ayudante frente a él”. Esto significa que la mujer fue creada con el mismo potencial que el hombre para ayudar (Génesis 2:20).
“Y el Eterno Dios hizo de la costilla que tomó del hombre, una mujer, y la trajo al hombre”
(Génesis 2;22).
La Toráh dice que el Eterno creó a la mujer “construyéndola” de la costilla de Adam (Vayiven). Algunos lo interpretan diciendo que el Eterno dotó a la mujer de un mayor entendimiento y comprensión (Binah) de las emociones y relaciones humanas, de lo que Él dio al hombre (Nida 45b). Ambas palabras ”Binah” y “Vayiven” tienen una misma raíz que significa “dentro”. Por lo tanto, construir es el acto de tomar algo de adentro y expandirlo. La compresión es el logro de entender algo desde lo profundo.
El hecho de que la mujer fue “construida” de una parte interna del hombre la predispone a entender a comprender cualquier situación, íntegramente desde el fondo. Esto significa que la mujer es capaz, generalmente de divisar un bosque sin necesidad de haber visto antes un árbol.
“Y dijo el hombre esta vez, esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ella se debe llamar Varona (Isha) porque fue tomada del varón (ish) . Por esto, dejara el varón a padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne.”
(Génesis 2:23-24).
En conclusión la mujer fue creada para ser compañera en igualdad de condiciones que el hombre (Génesis 2:22) . La mujer posee una santidad intrínseca, de la que se supone debe hacer uso para ayudar al varón a reconocer su fortaleza, así como a vencer sus limitaciones en lo espiritual, ejerciendo el poder y el control.
Tomado y Condensado de libro Mesilot Hatora de Lisa Aiken.