Por Laura Arco
“En el principio”, Bereshit, el Eterno y Creador de toda la existencia, estableció la “casa” (letra Bet del alfabeto hebreo, la cual tiene forma de cabaña de tres muros), a fin de afincar en ella aquello que le da propósito y sentido a todo lo creado, el ser humano, como lo vemos en Gn. 1:26-28.
“Dijo Elohim:
Hagamos un ser humano (Adam) a Nuestra imagen,
según Nuestra semejanza, para que tenga dominio sobre los seres acuáticos,
sobre los seres voladores del cielo, sobre los animales,
sobre la tierra y sobre todo ser que se arrastra sobre la tierra.
Creó Elohim al ser humano a Su imagen,
a imagen de Elohim lo creó,
varón y mujer lo creó.
Los bendijo Elohim y les dijo:
“Sean fecundos y multiplíquense, colmen la tierra,
sométanla y tengan dominio sobre los seres acuáticos,
sobre los seres voladores del cielo y sobre todo animal que se mueve sobre la tierra.”
El vocablo hebreo Adam, que se traduce como ser humano u hombre, textualmente es “terráqueo”, porque fue creado de la tierra, en hebreo adamá. Sin embargo, si lo descomponemos en la letra alef (primera del alefato) + la palabra dam (sangre) su significación se eleva porque esconde la esencia y el valor intencional del Creador.
La letra alef, por ser la primera, tiene el valor numérico 1 y representa al Uno por excelencia, es decir, al Amo del universo, quien es Espíritu y la Plenitud del poder. La palabra dam simboliza la estructura física, material, del ser humano, ya que en la sangre está la vida. De esta fusión y concurso, surge el único ser que ostenta la imagen divina, absolutamente espiritual, con el potencial de transformarse y de transformar lo creado, así como de gobernarse y gobernar, como lo indica la expresión “según Nuestra semejanza”.
Aquí es preciso acudir a dos conceptos y clarificar su sentido: acto y potencia. El primero, alude a lo real y el segundo, al poder o la capacidad. Dicho de otra manera, el componente activo, es el presente o actual, mientras que el componente potencial es el que señala lo que puede ser o suceder.
La imagen de Elohim en esta creación es el componente activo, y la semejanza, el componente potencial. Es decir, que el Adam, de hecho, es un ser espiritual con esencia divina y con capacidad de alcanzar un nivel ilimitado, “según Su Semejanza”.
La imagen del Creador es trascendente, pues trasciende lo físico, material y temporal, porque es eterna, inmutable y absolutamente espiritual, mientras que la semejanza a la que el Adam es llamado, no es otra cosa que la cuota de poder que en el ámbito terrenal, físico y temporal habrá de permitirle realizar el proceso para convertirse en el representante perfecto de Elohim.
Estas pocas palabras del versículo 26 constituyen el centro del paradigma original. Las siguientes, terminan de conformar y cerrar el diseño al dejar en claro las dos modalidades complementarias y no excluyentes (varón y mujer), la función y el propósito.
Entonces, ¿cuál es el paradigma original?
Un ser humano, espiritual y de materia viva,
Con la imagen divina,
Que tenga el poder de realizar un proceso (en el tiempo) para desarrollarse
(extender lo que está en rollo)
Para representar dignamente al Creador,
Y gobernar con autoridad sabia y responsable
Sobre todo lo creado.
El término paradigma indica un modelo o arquetipo a seguir. Por consiguiente, el paradigma del diseño original revela el modelo perfecto establecido antes de Bereshit, es decir, antes de que la casa fuera creada, pues la casa no podía contener al Creador sino a su criatura.
En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo habla de la edificación, la cual supone un proceso en el tiempo, y dice:
«Hasta que todos lleguemos a la unidad de fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Mashíaj.»
(Ef. 4:13)
Cambiar un paradigma implica cambiar las bases, los fundamentos sobre el cual se construye un proyecto, en el más estricto sentido. Si consideramos que el Adam es la proyección del mismo Mashía, alterar el paradigma tiene como consecuencia modificar el modelo y, consecuentemente, la humanidad resultante.
¿Cómo se cambia un paradigma?
Haciendo una contrapropuesta o modificando la relación de los principios, los componentes o la relación entre ellos.
En Gn. 3 aparece la revolución con la propuesta de la serpiente y el cambio en la relación Elohim – Adam. La relación se modifica con el reemplazo de la certeza y la confianza por la duda y la desconfianza. El paradigma original entonces es rechazado y reemplazado por aquel que debía realizar el proceso y dejar fluir su potencial escondido en la declaración creativa del verso 26.
El Segundo Adam vino a deshacer este paradigma y reinstalar el original, a cumplirlo y dar evidencia de su perfección para que aquellos que en él crean, puedan hacer las obras a las que estaban predestinados según la imagen divina y su diseño. (Rom. 8: 28-29)
«Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen
para el bien de quienes lo aman y son llamados
según el propósito que él tiene para ellos.
Pues Dios conoció a los suyos de antemano
y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo,
a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor entre muchos hermanos.«
Yeshúa, en la Enseñanza del Monte, da lo que se conoce como las Bienaventuranzas. Y luego de dejar en claro que la felicidad está grabada en el diseño del hombre, el cual es sal y luz, alusión a la esencia de detener la corrupción y traer a visible lo que no se ve, declara su misión: cumplir lo que el primer Adam abortó: el diseño original. Es muy importante leer a continuación Mateo 5 del 17 al 20.
17 No piensen que he venido a anular la ley o los profetas;
no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento.
18 Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra,
ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido.
19 Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos,
por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo,
será considerado el más pequeño en el reino de los cielos;
Pero el que los practique y enseñe
será considerado grande en el reino de los cielos.
20 Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos
a menos que su justicia
supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.