Por Ptr. Moisés Franco
En la tercera ascensión de las parashot “Behar-Bejukotai” leemos en Vayicrá/Levítico 25:29-30:
“El varón que vendiere casa de habitación en ciudad amurallada, tendrá facultad de redimirla hasta el término de un año desde la venta; un año será el término de poderse redimir. 30 Y si no fuere rescatada dentro de un año entero, la casa que estuviere en la ciudad amurallada quedará para siempre en poder de aquel que la compró, y para sus descendientes; no saldrá en el jubileo” (RV60).
Me surgió una pregunta, ¿por qué las propiedades podían redimirse en cualquier momento antes del jubileo, excepto las de las ciudades amuralladas?
Un comentario en la versión Torat Emet refiere a que tenían una “santidad especial” y que por eso el Eterno pone esta norma para “desalentar” su venta.
Aun así, ¿qué significa esto y qué implica para nosotros hoy?
Para ello leí una interesante lección del Seminario Reina Valera dirigido por Gilberto Abels titulada “Propiedad”.
Allí se explica que en la antigüedad dentro de la tierra de Israel había dos tipos de poblaciones: “…las villas eran lugares de morada sin murallas en su derredor, mientras que las ciudades y pueblos eran lugares más grandes, y estaban amurallados… Las villas a menudo se localizaban cerca de una ciudad amurallada o fortificada de la cual más o menos dependían. Así la ciudad era la metrópoli de las villas. Con frecuencia leemos en la Biblia de «ciudades y sus villas», y algunas veces una traducción literal nos daría una expresión de «ciudades y sus hijas», indicando una ciudad madre»; sus villas dependientes de ella que la rodean (cf. Josué 15:45 y 17:11)”.
Una ciudad amurallada contaba generalmente con dos grandes lugares públicos: las puertas y el mercado.
El primero generalmente era el sitio donde se reunía la corte para tomar decisiones judiciales y políticas mientras que el segundo, lejos de ser un mero lugar donde adquirir mercaderías, era el centro de la vida social y cultural de la ciudad.
«Las transacciones comerciales son por lo regular precedidas de una visita social con el cliente. A la gente importante tanto como a la común, les gusta ir allí para encontrarse con sus amigos y saludarlos en verdadera costumbre oriental lo que siempre lleva mucho tiempo. Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas» (Marc. 12:38). En los mercados tienen lugar discusiones de varias clases. El apóstol Pablo aprovechó tales oportunidades cuando estuvo en Atenas. «Disputaba. . . con los judíos y religiosos y en la plaza cada día con los que le ocurrían» (Hechos 17:17). El mercado era un lugar ideal para predicar el Evangelio”, afirma Abels.
Y si bien dicha lección tiene otras múltiples riquezas históricas y culturales que nos ayudan a entender mejor las Sagradas Escrituras, quisiera que nos focalicemos en esto: la ciudad amurallada era un lugar de privilegio, era un sitio de influencia.
Tal como dice John Maxwell, “liderar es influir” y todos, absolutamente todos, incluso aunque no queramos, influimos en nuestro entorno.
Ese entorno es, como dice el apóstol David Nesher, “tu mundo”. El ámbito de influencia que el Señor te dio a ti y no a mí, porque yo tengo el mío.
Es una red de contactos que te confió porque cree en la capacidad que te ha dado: ser luz.
Y no hay nada más influyente que una luz en medio de la oscuridad.
“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”.
(Mt. 5:14| RVC)
Tal vez te estés sintiendo como alguien insignificante, que no puede influir sobre nadie, te aseguro que no eres el único al que le ha ocurrido (Is.53:1).
Pero hoy el Espíritu Santo nos dice: ¡no vendas tu ciudad amurallada, cuida y usa la influencia que tu testimonio tiene en quienes te rodean!
Que el Señor nos dé el denuedo y la sabiduría para influir en cada ámbito que él nos entregue.
PREGUNTAS PARA MEDITAR
1 – ¿Te ves como líder que influencia o como uno más del montón?
2 – ¿Ves cada ámbito en el que te mueves (escuela, trabajo, barrio, etc.) como una oportunidad para influir o como parte de una mera rutina?
3 – ¿Le has pedido al Espíritu Santo que te dé denuedo (valentía y vitalidad) y sabiduría para predicar el Evangelio?