parashá vayeshev

Pérez y Zerah: Dos Momentos del Mesías

PARASHA VAYESHEV

Por P.A. David Nesher

Cuando llegó el tiempo de su parto, había gemelos en su vientre. Y cuando ella estaba de parto, alguien extendió una mano, y la partera tomó y le ató un hilo escarlata en la mano, diciendo: Ésta salió primero. Pero cuando él retiró la mano, he aquí salió su hermano. Y ella dijo: «¡Qué brecha has cometido contigo misma!». Por eso se llamó su nombre Pérez. Después salió su hermano con el hilo escarlata en la mano, y se llamó Zera.

Génesis 38:20-30 NVI

Quiero comenzar esta lección mostrándote algo que estoy convencido no has visto. Cuando leemos el primer capítulo de Mateo, nos encontramos con la genealogía de Yeshúa, nuestro Maestro y Dueño (Mat. 1: 1-16). Ahora quiero que prestes mucha atención a los primeros tres versos:

Registro genealógico de Jesús el Cristo, hijo de David y de Abraham:
Abraham fue el padre de Isaac;
Isaac, padre de Jacob;
Jacob, padre de Judá y de sus hermanos;
Judá, padre de Fares y de Zera, cuya madre fue Tamar;…»

(Mateo 1: 1-3)

¡Seguramente te ha surgido una pregunta!… ¿Verdad?: ¿Por qué hay dos hijos de Judá mencionados aquí? ¿Por qué no dice: «Abraham fue el padre de Isaac e Ismael e Isaac fue el padre de Jacob y Esaú? Y,siguiendo esta lógica: ¿por qué no dice que Jacob fue el padre de Rubén, Simeón, Leví y Judá?

Primero debemos reconocer que estudiar el sefer Bereshit (libro del Génesis) nos recuerda que los caminos del Eterno son incomparables y, a veces, inconcebibles. Hay momentos en los que Él cumple Su divina voluntad de las maneras más extraordinarias y a través de las personas más improbables. Justamente en este capítulo, vemos evidencia adicional de los caminos de Dios, a veces extraños y difíciles de entender. Y al leer esta historia, debemos recordar las palabras del apóstol Pablo:

¡Cuán imposible nos es entender sus decisiones y sus caminos! 
(Romanos 11:33 NTV). 

Y el Eterno mismo nos recuerda a través de un oráculo de Isaías:

“…mis caminos van mucho más allá de lo que puedas imaginar
(Isaías 55:8 NTV).

Tamar dio a luz a hijos gemelos: Pérez y Zerah . Y la naturaleza de sus nacimientos fue similar a la de Jacob y Esaú. Cuando Zerah intentó salir primero del útero, una partera le ató un hilo escarlata a la muñeca. Pero cuando finalmente nacieron los bebés, fue Pérez quien salió primero, para sorpresa de la partera. Para todos los que miraban, Zerah debería haber sido la primogénita. Como su mano salió primero, debió estar más cerca del canal de parto. Pero dentro del útero, los dos bebés cambiaron de posición en el último segundo y Pérez salió primero. Se convirtió en el inesperado e improbable primogénito. Y sería a través de este hijo que el Eterno cumpliría su compromiso con Abraham.

“ Haré de ti una gran nación, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, para que seas una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te deshonren lo maldeciré, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”.
 – Génesis 12:2-3 NVI

Si vamos a la carta a los creyentes en Galacia, notaremos que el apóstol Pablo desentraña esta promesa divina y aclara la naturaleza de su significado:

«Sepan, pues, que son los de la fe los hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios justificaría por la fe a los gentiles, predicó de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. Así pues, los que son de fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe.«
– Gálatas 3:7-9 NVI

Según el apóstol Pablo, cuando el Eterno le hizo esa promesa a Abraham, estaba prediciendo la venida del Mesías. Sería a través de la descendencia de Abraham que vendría “la bendición” de las naciones. Y Pablo revela que esta bendición vendría en la forma de Yeshúa, el Mesías de Israel.

Ahora las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice “Y a tu descendencia”, refiriéndose a muchos, sino refiriéndose a uno, “Y a tu descendencia”, que es Cristo. 
– Gálatas 3:16 NVI

Este hecho sorprendente está en consonancia con la forma en que el Eterno continuó reiterando la promesa a Abraham y sus descendientes.

He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Ya no se llamará tu nombre Abram, sino que tu nombre será Abraham, porque te he puesto por padre de multitud de naciones. Os haré fructíferos en gran manera, y os convertiré en naciones, y reyes saldrán de vosotros .  Y estableceré mi pacto entre mí y tú y tu descendencia después de ti, por sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser Dios para ti y para tu descendencia después de ti.” 
– Génesis 17:4-7 NVI

Abraham no solo engendraría una gran nación, sino que de su descendencia surgirían grandes reyes, incluido el rey David. Y el libro de Rut revela que Dios usaría a un candidato improbable llamado Pérez (Fares) como el conducto a través del cual vendría el gran rey David:

«Estas son las generaciones de Fares: Fares engendró a Hezrón, Hezrón engendró a Ram, Ram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz, Booz engendró a Obed, Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David.» 
– Rut 4:18-22 NVI

Desde estas consideraciones podemos captar por qué comencé haciéndote leer el evangelio de Mateo, donde vemos que Yeshúa también vendría a través del linaje de Pérez. Por eso se le conoce como el Hijo de David. Pero, queda por responder la pregunta: ¿Por qué hay dos hijos de Judá mencionados aquí? 

Pues entonces comenzaré diciendo que los gemelos de Tamar, Pérez y Zerah, tenían el potencial de ser antepasados ​​del Mesías. Como Yaakov y Esav (Esaú) luchando en el útero, competían por el privilegio.

Cierta enseñanza (midrash) cuenta que cuando el embarazo de Tamar avanzaba hasta el punto en que ya no podía ocultarlo, “se golpeaba el estómago y se jactaba: ‘¡Soy grande con reyes y redentores!‘” (Midrash Rabbah ). Por lo menos, era grande con gemelos.

El relato escritural nos dice que mientras Tamar luchaba en el parto, el primero de sus dos hijos extendió la mano. La partera ató una cuerda escarlata alrededor de su muñeca para identificar al primogénito, pero luego retiró la mano y aparentemente retrocedió por el canal del parto, una maniobra que no parece biológicamente probable. Tamar dio a luz a su hermano antes que él en un parto traumático. Ella lo llamó Pérez (Peretz), que significa “brecha”, diciendo: “Qué brecha te has abierto” (Génesis 38:29).

Que Pérez siguiera adelante era parte del plan Divino. Zerah deseaba emerger primero pero otro midrash cuenta que el Eterno declaró: “El Mesías está destinado a descender de Pérez; ¿Es correcto, entonces, que Zerah emerja primero? ¡Que Zera regrese al vientre de su madre, y Pérez nacerá primero! » (Aggadat Bereshit )

Desde tiempos antiguos, los rabinos identificaron de cerca a Pérez, el hijo de Yehudá y Tamar, con el Rey Mesías. Pérez encabeza la genealogía de David en el libro de Rut (ver Rut 4:18). Los sabios a veces llaman al Mesías por el nombre de Hijo de Pérez. Los gemelos en el vientre de Tamar presagian los dos mesías: el Mesías hijo de Iosef y el Mesías hijo de David. Es decir que el nacimiento de Pérez y Zera tipificaban las dos manifestaciones del paradigma divino Mashiaj: Ben Yosef y Ben David. Esto para nuestra emunáh nos habla de la primera y segunda venida de Yeshúa HaMashiaj.

Pérez, cuyo nombre también significa «rompedor«, representa al Mesías en Su primera venida. Abrió el camino al reino de los cielos. Tamar lo nombró Pérez para indicar que el Rey Mesías, «el Rompedor«, algún día saldría de él.

En el Talmud se comenta que Tamar quiso decir: “Este es mayor que todos los que abren brechas, porque de ti surgirá el Rey Mesías [de quien está escrito en Miqueas 2:13], ‘El que abre brechas sube delante de ellos; se escapan, atraviesan la puerta y salen por ella. Y su rey va delante de ellos, y el SEÑOR a la cabeza de ellos” (Génesis Rabá 85:14).

Zerah ( Zeraj), cuyo nombre significa «amanecer«, representa al Mesías hijo de David, es decir, Yeshúa en Su segunda venida. El profeta Isaías habló de la gran redención de la Era Mesiánica como el amanecer:

«Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria del SEÑOR ha nacido (zaraj) sobre ti. Porque he aquí, tinieblas cubrirán la tierra y densa oscuridad los pueblos; pero el SEÑOR se levantará sobre ti y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones vendrán a tu luz y los reyes al resplandor de tu amanecer (zaraj)».
(Isaías 60: 1-3)

Así como Tamar y su partera esperaban que Zerah naciera primero, anticipamos que la redención final ocurriría con la primera venida del Mesías. Por un breve momento, el reino de los cielos estuvo cerca, y si la nación se hubiera arrepentido, Yeshúa podría habernos llevado a la redención final. Como un hilo escarlata, recibimos una señal de la redención venidera, pero antes de que la redención final pudiera amanecer, el Mesías necesitaba cumplir Sus propósitos en el madero y en la tumba.

Cuando Pérez desafió las expectativas de Tamar al adelantarse a Zerah, ella exclamó: «¡Qué brecha te has abierto!» (Génesis 38:29). De manera similar, la primera venida de Yeshúa desafió todas las expectativas nacionalistas y populares de su tiempo. En lugar de desempeñar el papel triunfante del Mesías hijo de David, soportó el sufrimiento del Mesías hijo de Yosef. Así pues, cuando salió inesperadamente de la tumba, venciendo a la muerte misma, se podría imaginar que Israel exclamara: «¡Qué brecha te has abierto!«

En amor y a tu servicio: P.A. David Nesher

¿Cuál es el Secreto para Evitar la Corrupción de una Nación?

Por P.A. David Nesher

«Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella,…»

(Bereshit/Génesis 39:7-10)

Leemos en el Sefer Bereshit (Libro de Génesis) que pasado un tiempo la mujer de Potifar se dio cuenta de la belleza física de Yosef y determinó que lo tendría sexualmente a su manera.

Sin embargo, vemos que cuando Yosef fue tentado a fornicar con la esposa de su dueño, se mantuvo muy firme contra ella. A pesar de que ella insistía día tras día y en una ocasión estaban solos en casa, él se negó rotundamente y salió huyendo de esa mujer. Había determinación en su respuesta («él se rehusó«), no albergaba duda alguna en su mente y corazón.

Ahora bien, ¿qué significado espiritual se esconde en la respuesta que él dio a la mujer cuando le invitó a tener relaciones con ella? Yosef le dijo que no había nadie más grande en la casa y que el dueño no había rehusado nada excepto su esposa. Por esta razón no podía hacer una maldad tan grande y pecar contra el Todopoderoso.

En primer lugar, vemos que todo pecado que se comete contra el prójimo, también se está haciendo contra el Todopoderoso. Yosef conocía perfectamente que el Eterno estaba sobre él observándolo en todo momento y que toda acción iba a ser juzgado por Él. No quería ofender a su Elohim, y por eso no dejó lugar al pecado. El texto hebreo original dice: ¿habré de pecar ante Elohim?”

Esta pregunta denota que Yosef estaba bien consciente que el ser humano puede ocultar su conducta ante otros hombres, pero no ante el Eterno, quien conoce los ocultos designios del hombre. Su alma tenía la certeza de que este suceso nadie más lo sabría, pero lo ontológicamente importante era que Yosef estaba convencido que Elohim lo sabía. Su consciencia conocía el secreto de que los ojos de Yahvéh están en todo lugar, escrutando a malos y buenos, tal como lo escribiera el sabido rey Shelomo:

«Los ojos de Yahvéh están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.»
(Proverbios 15:3).

Para Yosef, el Reino del Eterno era primero. Las lecciones del antiguo hogar no habían sido olvidadas a pesar de todo el trato que él había recibido. Por el contrario, la forma en que Yahvéh había estado con él, y lo prosperó en su esclavitud, era una razón más para la lealtad y la integridad. Así que, debido a su relación con Yahvéh, él se enfrentó a la tentación y se mantuvo firme.

En segundo lugar, vemos que Yosef considera el adulterio como un pecado muy grande, y es cierto, es un falta de muerte que trae graves consecuencias incluso si alguien se arrepiente de él después de haberlo cometido. Es un pecado que se convierte en iniquidad y alcanza a muchas generaciones.

Pero lo más loable de su respuesta es que habla de la gran responsabilidad que había recibido. Como había recibido tanta responsabilidad no podía hacer lo que ella estaba proponiendo. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

Yosef, en lugar de aprovecharse de su posición y de la confianza que su dueño le tenía, lo cual es muy común en los que tienen puestos de responsabilidad en diferentes organizaciones, consideró que por haber recibido tanta confianza tenía que administrar esa confianza correctamente. Él estaba determinado a no sacar beneficio propio de su puesto.

He aquí el corazón de un verdadero líder. El que tiene ese corazón es capaz de ser elevado sobra una nación porque no busca sus propios intereses sino los de los demás y sabe diferenciar entre lo que es suyo y lo que no le pertenece.

El corazón de un corrupto dice: «Como he recibido tanta confianza, sacaré provecho personal de ello todo lo que pueda sin ser descubierto y avergonzado

El corazón de un justo dice: «Como he recibido tanta confianza, tendré que ser fiel. Esta actitud es digna de ser elogiada. Si todos fueran así, tendríamos un mundo maravilloso

Amado discípulo de Yeshúa: ¡Sé fiel hasta la muerte! No aproveches la posición y la confianza que te han dado para sacar bienes personales. Entiende el principio mesiánico de que si eres fiel en lo poco y en lo más íntimo de tu corazón, entonces recibirás más confianza y más responsabilidad y honra. Aunque los hombres no te vean, hay una infinita cantidad de ojos mirándote todo el tiempo desde el mundo invisible.

Ten siempre presente que la fidelidad es más valiosa que el placer y el provecho y “El SEÑOR pagará a cada uno según su justicia y su fidelidad.” (1 Sam. 26:23)

Por último: Confía en Yahvéh, y haz el bien; habita en la tierra, y cultiva la fidelidad.” (Sal. 37:3 LBLA)

¡Así recibirás una gran recompensa!

Kol tuv! (¡Toda bendición!)

Misión Tamar: Ser Madre del Mashíaj

Por Rebetzin  Bodner-Lankry

El relato de Yehudáh y Tamar es una historia que a menudo se malinterpreta. Tamar se casa con el hijo mayor de Yehudáh, Er, quien deja de tener hijos y muere debido a sus pecados.

Yehudáh tiene su próximo hijo, Onán, que se casa con Tamar de acuerdo con los requisitos de yibum. Onán también evita concebir un hijo y muere.

Yehudáh no quiere que su último hijo muera, así que le pide a Tamar que espere hasta que él crezca. Tamar regresa a la casa de su padre, esperando.

El tiempo pasa y la esposa de Yehudáh fallece, pero aun así Yehudáh no le da el hijo que le queda a Tamar. A través de la astucia, Tamar se encuentra con Yehudáh y concibe con él. Ella toma como prenda tres de sus objetos personales.

Más tarde, cuando se supo que Tamar está embarazada, es condenada a muerte por su comportamiento inmoral. Al sacarla para quemarla, revela los tres objetos personales que tomó como garantía y declara que el dueño de estos objetos es el responsable. Yehudah admite que es él y Tamar es absuelta. Tamar da a luz a gemelos de los que descienden David y finalmente Mashiaj.

Hay muchas preguntas que surgen de esta cadena de eventos, aunque quizás la más desconcertante es, ¿quién fue esta mujer Tamar, que se convirtió en la madre de la dinastía davídica? ¿Por qué sucedió de esa manera?

Tamar descendía del hijo de Noé, Sem. Aunque la Torah no da el nombre de la esposa de Yehudáh, nos dice el nombre de Tamar ya que se distinguió por su propio valor personal.

A diferencia de quienes la rodeaban, llevaba una vida modesta y virtuosa. Tamar tenía un solo deseo: unirse a la sagrada familia de los Avot y tener hijos que serían parte de su nación.

Tamar era una mujer grande y justa que fue divinamente elegida para convertirse en la madre de la dinastía davídica, y ella deseaba apasionadamente cumplir esa misión. Cuando su matrimonio con Er no produjo hijos, ella no se rindió y se casó con su hermano, Onán. Cuando Onán también murió sin hijos, Tamar persistió en su búsqueda de tener hijos para sus difuntos maridos.

A veces, cuando existe un enorme potencial para un avance espiritual del bien, la mala inclinación ofrece una inmensa resistencia. Tamar se dio cuenta de que tenía que buscar medios poco convencionales, incluso desagradables (aunque halájicamente permisibles en ese momento), para atraer a Yehudáh y eludir los esfuerzos de la mala inclinación para sabotear el nacimiento de la dinastía davídica. Este era el plan del Eterno, porque quería que la dinastía viniera de Tamar a través de Yehudáh, que era más justo y puro que sus hijos (Sforno). Rashí explica que Tamar actuó por el bien del Cielo con intenciones puras.

Cuando el embarazo de Tamar se hizo evidente, fue condenada a muerte no por motivos legales, sino porque su comportamiento aparentemente relajado, como nuera de Yehudáh, era una afrenta a su condición de soberano de la tierra. Este juicio no se habría impuesto a un plebeyo (Ramban).

Tamar no lo acusó externamente, solo insinuó, para no avergonzar abiertamente a su suegro. Ella razonó que era mejor morir que exponer a Yehudah a la vergüenza pública. Esto indica además el carácter recto de Tamar y su completa fe en Hashem, a quien oró pidiendo un milagro.

¿Por qué Tamar esperó hasta el último momento, cuando la sacaron para ser ejecutada, para devolver las promesas de Yehudáh?

El sabio Elazar (Midrash; Sotah 10b) comenta que aquí también la mala inclinación hizo que ella olvidara dónde estaban los elementos para evitar que el futuro Mashiaj entrara en este mundo. Tamar suplicó la misericordia de YHVH con todo su corazón y justo cuando la llevaron a la ejecución, encontró los artículos de la promesa. Yehudáh admite su culpabilidad y responde «tzadkah mimeni – ella tiene razón, es mía». Rambam y Ramban dicen que Yehudáh gritó «¡Ella es más justa que yo!»

Aunque Tamar no nació en grandeza, reconoció la santidad y la alcanzó. Modesta y justa, Tamar persistió para lograr su santa misión. Ella era una mujer noble y desinteresada y conectada con Hashem en su emuná completa. No es de extrañar que Tamar mereciera ser la madre de la dinastía real davídica y de Mashiaj, nuestro futuro redentor.

Podemos alcanzar grandes alturas si lo anhelamos. Si perseveramos en nuestros esfuerzos de rectitud y tefilot sinceros, podemos dejar nuestra huella en la historia.

Fuente: Editores Feldheim.

¡Si te Tranquilizas… Pierdes!… ¡Malgastas Tu Tiempo, y Abortas Tu Propósito!

Por P.A. David Nesher

«Y habitó Yaakov en la tierra …»

(Génesis/Bereshit 37: 1).

Al estudiar la parashá VaYéshev, observamos que Yaakov avinu anhelaba asentarse en la tierra de Kenáan para tener una vida tranquila. Así pues, cuando él creyó encontrar el lugar indicado para hacerlo, en ese mismo momento los problemas cayeron sobre él, poniendo en el blanco a su hijo favorito: Yosef, el soñador.

¿Por qué no se puede anhelar la Tranquilidad?

Si analizamos profundamente la vida que hasta aquí le toque peregrinar a nuestro patriarca, encontraremos muy lógico y razonable que surja en él ese anhelo.

Esav quiso matarlo desde que se encontraban en el vientre de su madre; así vivió un tiempo debidamente acosado hasta que se vio obligado a huir. En el camino, Elifaz, su sobrino, lo despojó de todas sus pertenencias; en un principio, él iba a matarlo, pero luego se conformó con robarlo.

Entonces, tuvo que irse a morar junto a la casa de Labán, su tío idólatra, famoso hechicero de Jarán, con quien se comprometió obligadamente a trabajara fin de obtener la mano de Rajel, la hija de Labán a la que Yaakov amaba. Después de que cumplió el plazo, Labán le entregó a Leáh sin que se diera cuenta y tuvo que trabajar otros siete años para poder casarse con Rajel.

Continuó trabajando sin descanso ni tregua junto a su suegro, hasta que, temiendo por su vida, resolvió escapar una vez más y trasladarse con su familia a su tierra. Finalmente, estando en Eretz Israel, su esposa Rajel murió al dar una luz a su segundo hijo, Benyamim.

¡Entonces es lógico y justo! ¡Cualquier ser humano bajo estas circunstancias rogaría establecerse con un poco de tranquilidad acompañado de su familia!

¿Acaso podríamos pensar que Yaakov quería serenidad para descansar o para pasar el tiempo tranquilamente con su familia?

¡Por supuesto que no pretendía eso! Seguramente él deseaba dedicarse de lleno a sus quehaceres espirituales. Sin embargo, desde el propósito eterno de Dios para Yaakov, no fue correcto pedir serenidad.

El Eterno quiso demostrarnos, por medio de esta experiencia de Yaakov, que el propósito de nuestro tránsito por este mundo es hacer avodáh, es decir servicio sacerdotal (verdadera adoración). Para lograr esto, como escogidos debemos trabajar y esforzarnos en superar todos los desafíos de la vida, hasta conformar una personalidad semejante a la medida de la plenitud del Mashiaj (Efesios 4:13). Según el propio Eterno esta avodáh dura solamente 120 años (Génesis/Bereshit 6:3).

El sabio Rabán Gamliel ben Yehudá HaNasí dijo:

«Es bueno el estudio de Torah junto con el trabajo, porque el esfuerzo requerido para ambos hace olvidar el pecado«.

El Rab de Kotzk dijo:

«La razón por la que una persona no debería pecar no es solo porque está prohibido, sino que la permanencia del hombre en el mundo es tan breve que no debería tener tiempo libre para pecar«.

Sabemos por lo que la revelación divina otorga que cada ser humano llegó al mundo con una asignación. Por lo tanto, si cada uno de nosotros tomamos con seriedad y responsabilidad las obligaciones que dicha asignación demanda, no tenemos tiempo para el ocio y el relajamiento egoico.

Entiéndase bien que al compartir esto no estoy refiriéndome a que no se puede tomar un respiro de vez en cuando, pues también el Eterno enseña que eso es esencial para el bienestar físico y mental de toda criatura humana.

Lo que estoy aquí enfatizando es que generalmente aquellos redimidos que trabajan en la búsqueda del sustento también deben buscar su tiempo especial y específico para esforzarse en el estudio de los Secretos del Cielo y en la realización práctica de cada mitzvot que ordena YHVH. Esto debe darse incluso descansando para reponer sus fuerzas.

Entonces se entiende que una ser humano con estas características no tiene tiempo para el ocio egoico, es decir no puede darse un plazo para recibir sólo para sí. En consecuencia, tampoco tiene tiempo para pecar.

Con este pensamiento celestial en su mente, se cuentan que para Jafetz Jaim (sabido rabino del siglo XIX) cada instante de su vida era tan preciado como la más valiosa joya. A tal punto era esta praxis de fe que él calzaba zapatos sin agujetas (cordones) porque había calculado que el tiempo que pierde la persona calzando y atacando los cordones de sus zapatos es de un minuto. ¡Sesenta segundos por día! Esto son 365 minutos al año, que equivalen a seis horas. Calculado en 70 años, son 420 horas ganadas, que él invertía en estudiar más Torah… ¡Realmente asombroso!… ¡Esto es saber apreciar nuestro tesoro más valioso!

Lo más caro que poseemos es el tiempo, porque lo pagamos con la vida misma (Eclesiastés 3: 1-11) . Nuestro estudio de Torah tiene que ser lo más valioso en todo el día. Una vez que nos sentamos a estudiar, no podemos permitir que nada ni nadie nos interrumpa. No es lo mismo estudiar una hora que dos medias horas.

Leí la siguiente historia que permite ilustrar esto que estamos hablando:

Un campesino que andaba por un valle recorriendo las vías del ferrocarril, se quedó observándola y pensó para sí:
_ “¡Este metal es justo lo que necesito para cercar el corral!”.
Sin vacilar, puso manos a la obra y arrancó un par de metros de vía.
Afortunadamente unos policías pasaban por allí y detuvieron de inmediato al individuo.
Una vez que se notifica el aviso para que se interrumpa el avance del ferrocarril, se condujo a aquel campesino frente al juez para que le dicta la sentencia.
Cuando estuvo delante del magistrado, este le preguntó:
_ «¿Tienes idea de la gravedad y las consecuencias de su acto?».
_ «Su señoría, ¿qué le hacen un par de metros de vía a los kilómetros de kilómetros que tienen tirados allí?«.
_ “¡Tirados! Si esos ‘pocos metros’ no están colocados en su lugar en el momento que el ferrocarril pasa por allí, Esto se descarrilará y volcará provocará una tragedia que no quiero ni pensar. Por tanto, ¡lo sentencio a 30 años de trabajos forzados! ”, dictaminó el juez.

Amados discípulos de Mashiaj, al estudiar la parashá de esta semana necesitamos entender y aceptar que tenemos un tiempo limitado para cumplir con nuestro propósito en la vida.

La conciencia hebrea en la fe de Avraham, Itzjak y Yaakov, dice que el peor crimen es el asesinato. El peor asesinato es el predeterminado, y dentro de este pecado, podemos encontrar algo que es más grave: el asesinato de uno mismo (suicidio). Este crimen se subdivide en dos: el asesinato físico y el espiritual. Matar el tiempo es una de los crímenes más condenables que pueden cometerse en la vida. El ser humano que ha sido redimido por la Gracia del Eterno no puede matar al tiempo, pero el tiempo sí lo puede matar a él.

Me encontré con una historia talmúdica semejante a la parábola de los talentos (Mateo 25: 14 – 30). Se trata de un rey que debía declarar por heredero a alguno de sus tres hijos.

Este monarca sabía que llegaría un día en el cual necesitaría que ceder la corona a uno de los tres, pero necesitamos saber quién de ellos era el más capaz para sentarse en el trono desde dónde beneficiaría a todos los súbditos.

Entonces se le ocurrió probarlos con el asunto de la administración de las finanzas. Entregó a cada uno una importante suma de dinero para que, durante un año, la administrara y entonces rindiera cuenta de su mayordomía.

Así, terminó el plazo y el monarca exigió que le rindieran cuentas.

El primero presentó un balance positivo de sus acciones, por lo que recibió la aprobación y el consentimiento de su padre para continuar con el negocio.

El segundo hijo se disculpó con su padre, ya que, por desgracia, había invertido el dinero en un proyecto que consideró en un principio de mucho éxito, pero la realidad le demostró su equivocación. El padre aceptó la disculpa y le entregó otra cantidad de dinero; además, lo alentó para que siguiera intentando en el nuevo año de desafíos regios.

Cuando el tercer hijo le devolvió el dinero en el mismo sobre, tal como lo había recibido, el padre se molestó mucho con él. Ante el insospechado comportamiento de su padre, el hijo le increpa exigiéndole la explicación sobre el motivo de su enojo. No entendía por qué él, que había cuidado con esmero el dinero, era criticado por su padre, y su hermano, que había perdido todo, había recibido incluso otra dotación.

El padre le respondió:

Tu hermano, aunque perdió todo lo invertido, cumplió con lo encomendado. Hizo todo el esfuerzo posible por invertir bien el dinero que ganó. En cambio tú, no entiendo cómo te atreves a preguntar el porqué de mi enojo. ¿Acaso te di el dinero para que lo guardaras? ¿Acaso crees que no tengo cómo cuidar el dinero, que necesito de ti para guardarlo?«

De la misma forma, cuando un ser humano llega a este mundo, el Eterno le asigna cierto número de días. Así es cada ser humano viene marcado con el día exacto de su muerte.

Ahora bien, en adición, el Creador otorga a cada una de sus criaturas humanas el intelecto necesario para adquirir conocimientos de Torah y observar los preceptos que en ella se revelan para vestir el alma de Luz.

Así mismo, le otorga también el suficiente sentido común para manejarse en este mundo.

Sin embargo, en nuestra naturaleza caída, y para nuestra vergüenza, no logramos vivir a la altura plena de nuestra misión. Despilfarramos una gran parte de nuestras vidas, recursos y habilidades haciendo negocios que solo nos producen pérdidas, es decir, transgresiones por las que algún día seremos juzgados. Gastamos mucho más tiempo del que necesitamos para sobrevivir e ir en pos de las vanidades de este mundo. Nos complacen enormemente las cosas que hemos adquirido durante nuestra vida.

Lamentablemente, cuando nuestro Padre Celestial nos exija, después de 120 años, rendir cuentas con el tiempo que nos dio, ¿qué responderemos? En ese momento se nos indagará (y nosotros mismo nos preguntaremos) qué hicimos con cada minuto de nuestras vidas.

Por eso, y para ahorrarnos ese momento amargo delante del Trono de Mashiaj, invito a cada uno de ustedes a preguntarse a sí mismo:
¿Regresaré una vida llena de vaciedad o presentaré un alma llena de Torah y actos buenos?

Medita y acepta hoy en tu corazón que debe ser bastante doloroso llegar ante el Eterno y contemplar la figura que Él esperaba de ti, ver lo que estableció como ser de propósito antes de colocarte en el vientre de tu madre, y contrastarlo con lo que te has convertido …

¡Calma!… ¡Estás aún a tiempo!

Encausa toda tu energía vital y todos tus talentos para vivir con el propósito que YHVH espera de ti.

Encuentro muy oportuno cerrar con esta frase de un gran sabio de la Torah que dijo:

«El día es corto y el trabajo mucho. Los trabajadores son holgazanes y la recompensa es enorme. El patrón los apura”.

(Rabí Tarfón)

¡Anhelo que estas palabras te estimulen a fin de sólo quieras no estar jamás tranquilo!

Shalom!

INVITACIÓN ESPECIAL:

Si estás interesados en profundizar más en lo que este estudio ha dejado vibrando en tu interior, te invito a escuchar esta enseñanza:

¡Con Todo… El Eterno Jamás te Olvidará! (parashah Vayeshev)

Por P.A. David Nesher

«Velo-zachar sar-hamashkim et-Yosef vayishkachehu.»

«Pero el Maestro de coperos no se acordó de Iosef, sino se olvidó de él.»

(Bereshit/Génesis 40:23)

Evidentemente, la felicidad le hizo olvidar al copero la desgracia de su compañero de celda. Este fenómeno es, desgraciadamente, muy humano, y lamentablemente bastante común en la historia de las relaciones humanas. Es simple, se llama ingratitud. El ser humano, en su naturaleza caída, tiende a olvidar al prójimo que estuvo junto a él en los momentos difíciles, pero el Eterno no olvida a Sus fieles. Sin duda se cumplen estas hermosas palabras: “…Muchos males hay acechando al justo, pero de todos los salva el Eterno…” (Tehilim/Salm 34:20).

El copero olvidó a Yosef, y con ello, la “llave” que le abriría la prisión se le negó. Yosef permaneció en prisión 12 años en total; los primeros diez años le habían sido decretados como corrección por haber contado a su padre habladurías (o Lashón Hará), contra sus hermanos, (excepto Binyamin). Dos años adicionales le fueron decretados como castigo por haber confiado en que su salvación vendría de un ser humano, es decir, por confiar en las influencias del copero. Yosef le había pedido: “…Háblale bien de mí al faraón……». Por haber confiado en un hombre, tuvo que pasar dos años más en la cárcel. Esa corrupción no se permite a los líderes del Reino. Dos años de cárcel merece esa actitud de manipulación, intentando usar un “enchufe, rosca, palanca, cuello”. Si no vas por la vía legal mereces «dos años de cárcel» (códigos en metáfora) según la justicia celestial. Era pues necesario que Yosef comprendiera y aceptara que su estancia en la cárcel no dependía del copero ni del faraón sino de Yahvéh, nuestro Dios.

Ahora pues Yosef estaba penando por duplicado, triplicado, cuadriplicado; estaba preso, era esclavo, era extranjero y ya no había esperanza de cambiar su amarguísima situación.

Los días se hicieron meses, estos se volvieron años y no había rescate para Yosef. Tantas esperanzas, tantos sueños, tantas promesas y proyectos que quedarían sepultados en la espesura terrible del pozo en el cual se encontraba. Pero, he aquí una importante lección, a veces lo que parece un fracaso en verdad es la semilla de un éxito verdadero.

Dos largos, crudos y terribles años transcurrieron para que el jefe de coperos se acordara de Yosef. No lo hizo gratuitamente, sino para ayudar a su amo el Faraón (en hbr. Paró), que estaba en problemas, justamente por un sueño que complicaba a los sabios egipcios. Y recién entonces, pudo salir Yosef del pozo para transformarse en un arrebato veloz e inesperado en el segundo hombre más poderoso de la tierra. O quizás el primero, ya que Faraón confió todo lo suyo a su ingenio.

Yosef ya había aprendido de la peor manera, cuando recibió el castigo de parte de sus hermanos, y su venta, y la esclavitud, y la falsa acusación, y el lastimoso pasaje por la cárcel. Ahora estaba seguro de que el camino debía ser el de la construcción de paz, no más orgullo, chismes, y holgazanerías, ya no más el “ego” (ratzón atmutz = «deseo de recibir sólo para sí»). Así pues, un sueño (el primero que Yosef contó a sus hermanos), había causado que Yosef cayera. Ahora otro sueño (el que aclararía a faraón), lo encumbraría por encima de todos los demás mortales.

Enseñan los sabios que, el hombre guarda su alma con toda su pureza cuando doblega su cuerpo con cuatro herramientas espirituales:

  1. El ayuno;
  2. El estudio de los secretos de la Torah;
  3. Las veladas de estudio;
  4. La resistencia al instinto animal.

Recapitulemos. ¿Por qué son importantes estos relatos? Si analizamos en detalle el destino de Yosef, notaremos la similitud con la historia del Pueblo de Israel en el exilio.

Yosef, un muchacho de 17 años, hijo predilecto de Yaakov, es arrancado de repente del seno familiar, erradicado de su país y vendido como esclavo en un país extraño. El joven se ve envuelto en circunstancias difíciles y crueles, y dichos acontecimientos le suceden siendo él inocente. Cualquier otra persona en su lugar se hubiera deprimido, entristecido, sintiendo inclusive cierta indiferencia a todo como consecuencia de su condición. Sin embargo Yosef entendió que debía ponerse a la altura de las circunstancias. Como esclavo cumplió sus tareas óptimamente, hasta que por mérito de Yosef, su amo Potifar tuvo éxito en cualquiera de sus emprendimientos. Esa es la particularidad de todo israelita, que en toda situación y circunstancia trata de cumplir con su misión de la mejor forma.

Los sabios nos explican que cada justo se distingue por la práctica de una virtud (midah) o de un mitzvah (mandamiento) por la que siente especial predilección. La mitzvah que caracterizó a Abraham fue la circuncisión, la de Yitzjak, fue la oración, y la de Yosef fue la profunda piedad que manifestó a través de su castidad, el cuidado de su brit milah (circuncisión).

Los sabios nos dicen que, lo ocurrido a Yosef no fue un error de alguien. Todo lo que ocurrió tenía que suceder así para que Yosef fuera a Egipto y pudiera plantar la semilla para la redención de los israelitas. Todos estos registros son narraciones preparatorias para la introducción de Mashiaj en Israel y el mundo. Si desconectamos al Mashiaj de los relatos de la Torah creamos un falso Mashiaj, un híbrido sin soporte histórico. El Mashiaj está conectado de manera profunda con la historia misma del pueblo de Israel. Yosef es un hijo de Yaakov quien es al mismo tiempo una sombra profética que apunta al Mesías y rey de los judíos: “…Yeshúa’ Hanotsrí Mélej Hayehudim…”, (Mat 27: 29, 37, 42; Juan 19:19).

Conclusión:

A semejanza de lo ocurrido a Yaakov, las cosas negativas que llegan a sucedernos son las llaves que abren las puertas de la transformación, permitiéndonos ver que hay más niveles para que nosotros ascendamos.

Puede que no siempre seamos capaces de controlar la situación, pero sin duda podemos controlar nuestra actitud hacia ella, y cómo elegimos enfrentar cualquier situación. Por eso, ya que nuestra vida refleja las elecciones que hemos hecho en el pasado, si estamos buscando resultados diferentes, debemos hacer elecciones diferentes. En cualquier momento, nos estamos moviendo hacia el cambio y el crecimiento, o nos estamos alejando de ambos. Escoger movernos hacia adelante cuando sentimos que todo está perdido, es lo que logra atravesar la negatividad y nos cambia para siempre.

Por esto no te desesperes cuando las cosas van en dirección contraria a lo que esperabas al ser fiel y amante de la justicia y la verdad. Sigue amando y confiando en el Eterno que constantemente está cerca de los justos, y con el tiempo te sacará del apuro. Aprende a amar a todos, no hables mal de nadie y no intentes aprovecharte de los contactos para obtener beneficios personales. Cuando hayas aprendido esa lección estarás preparado para ser levantado y elevado.

Recuerda que movernos derecho, adelante y hacia arriba es una decisión para conectarnos más e involucrarnos con la energía espiritual. Que Yahvéh, el Abba nuestro, nos permita alcanzar el mérito del atributo de *emunah (confianza en el Eterno), en verdad y de causar que descienda sobre nosotros toda la buena abundancia espiritual y material desde ahora y para siempre. Amén.

Las “Tribus” Venden a Yosef y pretenden llamarlo «Yeshú»

Por P.A. David Nesher

Vayeshvu le’echol-lechem vayis’u eyneyhem vayir’u vehineh orchat Yishme’elim ba’ah miGil’ad ugemaleyhem nos’im nechot utsri valot holchim lehorid Mitsraymah. 26) Vayomer Yehudah el-echav mah-betsa ki naharog et-achinu vechisinu et-damo.

«Luego se sentaron a comer pan, levantaron la vista y vieron una caravana de ishmaelitas que venían de Guilead cuyos camellos transportaban especias, bálsamos y aristoloquia [hierba medicinal de raíces aromáticas], que llevaban a Egipto.
Entonces dijo Yehudáh a sus hermanos.
“¿Qué beneficio tendremos de matar a nuestro hermano y encubrir su sangre

(Bereshit/Génesis 37:25-26)

Hemos estudiado como Yosef (José), el hijo favorito del patriarca Yaakov, en la flor de la edad, es separado de la casa paterna y de su tierra natal. Yosef es vendido por las “tribus” (sus hermanos), a unos extranjeros, al que más tarde abandonan en medio de una nación depravada, mientras sus hermanos, en casa, tratan por todos los medios de hacer olvidar hasta, si es posible, su nombre.

Ahora bien, desde un plano profético-mesiánico, y entendiendo que Yosef con su vida es una representación del arquetipo celestial Yeshúa HaMashiaj, debemos discernir que esta acción de los hermanos contra Yosef, para que sea olvidado su nombre, es semejante a la actitud religiosa que hoy existe casi en la totalidad del judaísmo rabínico ante nuestro Señor.

Ellos evitan mencionar el nombre de Yeshúa HaNotzri (Jesús de Nazaret – ישוע הנוצרי), modificándolo a propósito al omitir la letra final, “ayin” (ע), quedando solo las consonantes Yud, Shin, Vav (ישו) que se lee “Yeshú” y es una palabra que el rabinato detractor del SEÑOR usa como un título y/o acróstico empleado despectivamente para significar: “Yimaj shemó u´zincro” (ימח שמו וזכרו), que traducido es “que su recuerdo y nombre sean borrados para siempre”. 

La obra rabínica «Toldoth Yeshú«, un antiguo tratado medieval, escrito, según algunos en el siglo V después del Mesías, señala que el nombre original del Maestro de Nazaret era Yehoshúa (en griego: Josué) o su variante Yeshúa (español: Jesús). Luego, cuando vino a ser considerado por los líderes judíos como hereje, su nombre fue cambiado a Yeshú como un insulto rabínico deliberado eliminando la última letra de su nombre el sonido que equivale a nuestra “A” para evitar toda implicación del Redentor de la salvación, quedando las tres letras restantes “YeSHú”.

Esas palabras (“Yimaj shemó u´zincro”) adoptan y expanden sacado de los libros del verso “que su nombre sea borrado” (Mishlé/Proverbios 10:7) y de la última frase del Tehilim/Salmos 109:13. Así es como el nombre Yeshú (ישו) el cual lo relacionan al Mashíaj en la forma que cada vez que quiere hacer referencia de él lo hacen de una forma despectiva y humillante

Entonces, el nombre Yeshú se convirtió en un juego de palabras despectivo, en un conjuro en contra del cristianismo romano y bizantino. Siendo bastante común en la literatura polémica medieval hebrea y pueda ser encontrada hasta en el Talmud (SANEDRÍN B. 43) También tenemos, en el Talmud que son cinco las enseñanzas atacadas principalmente (SANHEDRIN 49B).

Sin embargo, como el «humor divino» es insondable y misterioso, esta expresión usada por la mayoría de los judíos actuales esconde una ironía profética maravillosa. Y es que de lo que no se percataron los oponentes del Mesías es que al maldecirlo con este acrónimo y su frase, lo que en realidad estaban haciendo era confirmarlo como Mesías ¿Por qué?

Porque si usamos las cuatro primeras letras de la frase, es decir Yud, Mem, Hei y Shin (YiMáJ SHemó…) cuando se las recombinan forma la palabra hebrea MaSHiaJ (Mem, Shin, Yud, Hei) es decir MESÍAS o CRISTO, es decir el Ungido de Dios.

Como dijera Yosef HaTzadík (José el Justo) a sus hermanos:

Ustedes pensaron hacerme mal, pero Elohím lo cambió en bien
(Bereshít/Génesis 50:20)


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¡Hablar Todo el Tiempo de Su Presencia!

El discípulo y servidor (diácono) Fabián Ferro me envió por Whatsapp  esta reflexión con respecto a lo que Yahvéh nos ha implantado hoy desde Su Instrucción (Torah) en esta parashah llamada Vayeshev. Por eso, encontré oportuno volver a compartir sus palabras:

«Shalom PA!:

Que bueno es ver en esta parashá, como Yosef , a pesar de todo lo que venía pasando desde que salió de la casa de su padre a buscar a sus hermanos, evidencia que él estaba seguro de que Abba tenía un proyecto con su vida, aunque el todavía no sabía cuál era.

Lo que me llama la atención es que Potifar se dio cuenta de que YHVH estaba con él. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Como sabía que Yosef conocía a YHVH? ¿Será que sabía que era hebreo? ¿Lo sabían los mercaderes?

Entonces, también pensé ¿no será que Yosef lo daba a conocer todo el tiempo? Y me di cuenta de que sí. Es seguro que hablaba de su Dios, el Abba kadosh. Fui allí que reflexioné acerca de cuántas veces las personas a mi lado vieron que muchas cosas me salían bien , que la prosperidad estaba siempre de mi lado, que pude crecer y expandirme en muchas cosas. Sin embargo, nadie se dio cuenta que Abba estaba conmigo porque nunca lo nombré. Nunca hable de sus promesas. No prediqué de su amor por mí y de mi amor por Él. Sólo pasé como una buena persona.

¡Que maravilloso sería que pudiéramos ser así como Yosef, quien a pesar de la situación de esclavitud, él seguía mostrando en quién creía con su proclamación de palabra y hecho!«

La Sabiduría de José

Por Lic. Laura Arco

«Y dijo (José) a la mujer de su amo:

(…) ¿cómo , pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?«

(Bereshit/Génesis 39:9)

A veces nos encontramos en la encrucijada de negociar con el mundo para conservar aquello que hemos conseguido legítimamente o conservar la amistad del que es el legítimo dueño de todo lo que existe y perder aquellos beneficios.

La sabiduría de José fue permanecer en la convicción de la fe transmitida por Abraham, Isaac e Israel: el temor de Yahvéh.

Ningún hombre puede llamarse sabio si olvida este principio. David ( Sal. 34:9), Salomón ( Ec. 12:13-14), Pablo (He. 13:6) nos marcan el camino del éxito y la prosperidad al instruirnos en el temor y la obediencia solo a Dios, el Eterno.

Al finalizar la aliyah de hoy leemos «porque Yahvéh estaba con José, y lo que él hacía , Yahvéh lo prosperaba«. De ser el mayordomo en la casa de un noble y tener todo el gobierno sobre ella, descendió a la cárcel para ser un prisionero más , carente de toda autoridad y derecho. Sin embargo, su oportuna y sabia decisión fue el salvoconducto que lo convirtió en el hombre de confianza del jefe de la cárcel y volvió a tener autoridad, porque quien se sujeta al Eterno ya es hombre de autoridad y dondequiera que se halle quedará en eminencia.

No era lo mismo la mayordomía de una mansión a la de una cárcel, pero era necesaria esa capacitación para acceder al poder de Egipto. (Para llegar a tener autoridad e idoneidad en un quirófano no basta con ir a la universidad, es necesario pasar y permanecer en la morgue.

Todo se resumen en el gran mandamiento. José amó a Potifar, como no lo amaba su mujer. José sabía que esa honra al amo humano era , en lo terrenal, reflejo de su amor a Elohim. Nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve si no ama a su prójimo que sí ve (1Jn. 4:20).

Hermanos amados, atrevámonos a romper con toda intimidación que el príncipe de este siglo intente contra nuestra prosperidad. Solo temamos a Dios y lancémonos con fe a su eterna y perfecta fidelidad.

Shalom.

Lic. Laura Arco
(Maestra)

Siete Principios Para Aprender Dentro Del Pozo.

Por P.A. David Nesher

“Pacientemente esperé a Yahvéh, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
«Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Yahvéh”

(Salmo 40:1-3)

Constantemente enseño (y no me cansaré de hacerlo) que cada redimido has sido llamado a ser el protagonista de su vida, es decir un héroe de la Historia de la Salvación. Cuando digo héroe quiero darle a este término un matiz de la palabra hebra correspondiente: guivor; palabra que conlleva la idea de «aquel que aprendió a vencerse a sí mismo«. Sólo esa alma humana puede ser considerada protagonista, ya que aprendió a espera en Yahvéh pacientemente antes de actuar. El héroe ve la vida con optimismo y se convierte en el gerente de su vida, haciéndose co-equiper del Creador.

En este momento, encuentro oportuno compartirles un cuento de la tradición judía que nos ilustra si somos héroes o víctimas de los pozos que la vida ofrece.

Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal rebuznó por horas mientras el campesino trataba de buscar la forma de ayudarle pero finalmente decidió que el burro ya estaba viejo y el pozo necesitaba ser tapado con urgencia, así que echando tierra podría solucionar los dos problemas a la vez. Con ese fin pidió ayuda a sus vecinos.

Cada uno tomó una pala y empezaron a echar tierra al interior del pozo. El burro al notar lo que se le venía encima empezó a rebuznar con más fuerza pero después de un rato se aquietó. La gente no lo veía y pensaba que habría quedado enterrado pero lo que realmente sucedía era que el burro estaba ocupándose de sacudirse la tierra que le arrojaban con cada palada.

Al poco tiempo, para sorpresa de todos, empezaron a verse las orejas del asno que, apoyándose en la tierra que se sacudía y caía al suelo, estaba logrando elevarse. Cuando llegó a la altura de la boca del pozo, dando un salto, salió corriendo alegremente dejando boquiabiertos a sus supuestos enterradores.«

Mientras estudiamos la parashá Vayeshev, nos encontramos que Yosef (José) es cruelmente tirado a un pozo por sus diez hermanos mayores. Sin embargo, al leer todos los acontecimientos siguientes a esta circunstancia, y su fin de pleno propósito celestial, nos damos cuenta que la razón por la que Yosef podía levantarse bajo esta persecución de sus hermanos, se  fundaba en que él no se centró en sus circunstancias, sino en el Pastor Eterno (Génesis 49:24; Yojanán 10:14). Él logró salir de los dos pozos que Yahvéh permitió experimentar gracias a que permitió que el Espíritu Santo del Creador lo educara en siete principios que deben tenerse en cuenta cuando se está en el pozo.

Primer Principio: La Intolerancia a Toda Condición Actual es lo que Crea Futuro.

Si usted se siente cómodo en el pozo, no saldrá de allí. Por favor, renuncie al acostumbramiento a su pecado, sus adicciones, o a las cosas en su vida que HaSatán (Satanás) ha usado para destruir su potencial. A quién el Hijo libera es verdaderamente libre (Juan 8:36), y puede ser liberado de sus adicciones si confía plenamente en Él.

No se acostumbre a vivir con miedo. No tema a su pasado; mejor olvídelo.

No tema a su futuro; acepte que el mismo está en las manos del Creador. No tema al fracaso. No sé lo que el mañana tendrá, pero si sé quien nos sostendrá mañana. No se acostumbre al pozo, ya que no es su destino; el palacio es su destino.

Segundo Principio: Recordar que el Oponente ataca a quienes están en la siguiente Línea de Promoción Celestial.

HaSatán (el Oponente) atacó a Yosef porque conocía el potencial de que este tenía para traer el Camino del Mesías al mundo. Si HaSatán hubiera logrado aplastar a Yosef en el pozo, o hacer que renunciara a la esperanza en la prisión por la desesperación y la depresión, nunca Yosef hubiera llegado al palacio donde cambiaría el destino del mundo.

De igual modo, cuando Yeshúa (Jesús) estuvo en el desierto, el Oponente (HaSatán) sabía que si podía conseguir que el Señor se inclinarse a él, Él no iría a la cruz. Y si Él no iba a la cruz, nadie podría ser salvado.

Cuando nos fijamos en las Sagradas Escrituras, vemos lo rápido que puede promover Yahvéh. Yosef fue desde el pozo hasta el palacio en un día; Daniel pasó de la boca del león al palacio en un día; David salió de las cuevas de Saúl al palacio en un día. Usted es el siguiente en la línea para la promoción y Satanás ataca porque él conoce su potencial. Él está tratando de aplastar su sueño en el pozo, está tratando de destruir sus esperanzas en la prisión. Dios va a devolverle siete veces más de lo que el adversario ha tomado de usted porque su destino está en el palacio con Él.

Tercer Principio: Desenfocarse de lo que está pasando, y Centrarse en lo que en Verdad ocurrirá.

Aceptémoslo: ¡No hay Premio sin un Costo! ¡No hay corona sin cruz diaria! No hay amanecer sin una noche, y no hay victoria sin lucha. Por ende, ¡no mire el pozo en el que está!; ¡mire el palacio que lo espera! No mire a la crisis; mire hacia el Mesías. ¡Usted, en Yeshúa, es un hijo del Rey; ¡viva, actúe y piense como tal, en Nombre de Yeshúa!

Cuarto Principio: Toda Reacción ante otra persona en en el Pozo determinará cómo Yahvéh Accionará cuando Ud. esté en el Pozo.

Esa es la interpretación del versículo:

«No juzguéis, para que no seáis juzgados; porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. Así que, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también hacedles vosotros.»
(Mateo 7:1-2 y 12)

¿Cómo reacciona frente a otras personas cuando ellas están en el pozo?

Vendrá un día en que usted cosechará exactamente lo que sembró. Los hermanos de Yosef lo echaron en el pozo y, absolutamente indiferentes, se sentaron y almorzaron juntos. ¿Cómo responde a un adicto a las drogas? ¿Cómo reacciona a una persona sin hogar? ¿Cómo reacciona a una adolescente embarazada? ¿Cómo reacciona a las viudas y a los huérfanos?

El consejo apostólico dice que «la religión pura y sin mácula delante del Dios y Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación, y guardarse a sí mismo sin mancha del mundo.» (Santiago 1:27).

El punto es que si Ud. quiere que Yahvéh lo ayude en su día de angustia, Ud. debe ayudar a alguien más en su día de angustia. Cuando vea a un hermano o una hermana que ha caído en el pecado en el pozo, es necesario levantarlo con la fuerza que el Señor le ha dado. Pablo dice:

«Hermanos, aun cuando una persona sea sorprendida en alguna falta, vosotros, los espirituales, restaurad al tal con espíritu de mansedumbre.»

(Gálatas 6:1)

Quinto Principio: Aferrarse al Dolor del Presente no permite Controlar el Placer del Futuro.

Su amarga situación actual, seguramente puede ser muy dolorosa, pero ella no controla su futuro.

El apóstol Pablo, teniendo en mente este principio, escribió:

«Todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buena reputación; si hay alguna virtud, si hay algo digno de alabanza, en eso pensad.»

(Filipenses 4:8)

¿Su empresa quebró? ¡Claro que es doloroso, pero no controla la oportunidad de mañana!

Ser traicionado por su familia, al igual que Yosef fue traicionado, es doloroso, pero eso no quiere decir que Yahvéh no orquestará un día en que sus hermanos regresen, su anciano padre se reúna con usted y en su hogar haya alegría de nuevo. Sólo porque alguien le rasgó su camisa no significa que usted no use un manto real mañana. El hecho de que las personas que lo aborrecen lo han arrojado a un pozo, no significa que mañana esas personas no se inclinarán ante usted.

El profeta Isaías asegura esto al escribir:

«Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Yahvéh, Sión del Santo de Israel.»

(Isaías 60:14)

¡Su destino no está en el dolor del pozo; está en el bienestar del palacio!

Sexto Principio: Tener en cuenta que las Armas de Ataque favoritas del Tentador son los más cercanos a usted.

Los hermanos de Yosef lo tiraron al pozo y su hermano Yehudah (Judá) lo vendió por el precio de un esclavo.

Así mismo, Judas el Iscariote traicionó a Yeshúa por el precio de un esclavo. En sus observaciones personales a Timoteo, el apóstol Pablo nos dice que Demas, su compañero en el ministerio, lo abandonó por amor a este mundo (2Timoteo 4:10). Absalón quería matar a su propio padre David (2amuel 15:1 a 18:33). Créame que, cuando el adversario se prepare para lanzar el golpe definitivo y ponerlo fuera de combate, no utilizará a ningún extraño. Él usará a alguien que usted ama, preferiblemente alguien en su propia casa.

Séptimo Principio: Jamás se Gana la Batalla Espiritual desde la Lógica Personal.

Cuando Yosef fue arrojado al pozo, tuvo que ser despojado de sí mismo para ser capaz de confiar en el Creador. Yahvéh no pide que lo defienda, porque Él es omnipotente y Él no lo necesita. El Señor no pide que lo entendamos, porque nuestro intelecto es demasiado inferior para entenderlo. Por lo tanto, el Eterno no necesita que le explique, porque si usted no puede entenderlo, usted no puede explicarle a Él.

Dios sólo ha dicho:

«Confía en YHVH con todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y Él enderezará tus sendas.»

(Proverbios 3:5-6)

En el pozo, el Eterno despoja del poder del ego. Por lo tanto, si usted está en el Pozo, acepte que Él tritura el dios de sí mismo sentado en el trono de su alma, para que Él pueda moldearlo a Su imagen.

Mientras usted se comporte arrogantemente en la adoración como un pavo real, Él no lo puede usar. Él lo pondrá en el pozo, y allí, en Su prensa de «Getsemaní» Él lo exprimirá y lo hará más como Él. ¿Por qué? Con las uvas trituradas hacen el mejor vino, y con las aceitunas trituradas hacen el mejor aceite. Los pétalos aplastados de una rosa hacen el perfume más raro. Con el grano triturado se produce el pan para alimentar la vida. De igual manera, es una persona triturada la única que puede convertirse en un siervo de Dios.

«Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.»

(Marcos 9:35)

Yahvéh está buscando a alguien a quien Él ha triturado, y cuando Él ve a esa persona, Él se ve a sí mismo. El Eterno sólo usa a una persona que ha sido quebrada y cuando está rota y aplastada y se parece a Él, entonces usted está listo para llegar a su destino,porque ya es el guivor (héroe) de su historia, y puede ser una maravillosa vasija del Camino de la Luz en la Historia de la Salvación.

Por todo estos principios, le pido para concluir que tenga siempre en cuenta que todo lo negativo que nos sucede puede ser transformado en algo positivo. Como al burro de nuestro cuento, la vida nos tira a veces, todo tipo de tierra. Si usted lo interpreta como un problema y se bloquea sintiéndose víctima de la situación, esa tierra puede acabar aplastándolo y sepultándolo para siempre en el olvido. Pero si lo contempla como un desafío, usted se ubicará en la perspectiva protagonista de un héroe. Encontrará la forma de sacudirse esa tierra y la usará para dar un paso hacia arriba.

¡Así, cualquier situación se transformará en una oportunidad para lograr un nivel más elevado de conciencia en el propósito eterno de la Luz Admirable: Yeshúa HaMashiaj!

Bitácora Relacionada:

El Liderazgo de Yehudah como Intercesor

Lechu venimkerenu la-Yishme’elim veyadenu al-tehi-vo ki-achinu vesarenu hu vayishme’u echav.

«Vamos, vendámoslo a los ishmaelitas y no pongamos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra misma carne”. Y sus hermanos lo escucharon.»

(Bereshit/Génesis 37:27)

 

Al considerar la expresión: “Y sus hermanos lo escucharon”,  el intérprete Rashí, siguiendo la traducción de Onkelos, asegura que el verbo “escuchar” significa aquí “obedecer”. Por lo tanto, la traducción más fiel debería decir: “Sus hermanos le obedecieron.” Así pues vemos que es esta la primera vez que Judá (hebreo Yehudah) toma la palabra, y podemos observar que sabe imponerse sobre sus hermanos. Yehudah ahora asume un papel de liderazgo en relación con el destino de Yosef (José).

Yehudah tenía, en efecto, una autoridad natural que ninguno de ellos cuestionaba. Reuvén (Rubén), en cambio no conseguía que le obedecieran de esta manera, no tenía el suficiente carácter. Desde este punto Yehudah adquiere un papel cada vez más destacado en la familia. Él dijo: vendámoslo a los ismaelitas, y no sea nuestra mano contra él. Sus hermanos aceptaron su sugerencia. Ellos podrían evitar el pecado de asesinato y obtener un beneficio al mismo tiempo. Los rabinos enseñan que los hermanos trataron de castigarlo a él medida por medida. Debido a que Yosef quería gobernar sobre ellos, se convertiría en un esclavo.

Así pues, Yehudá, en una hábil demostración táctica, logró por medio de su intercesión dar expresión a la furia de los hermanos, y al mismo tiempo, salvar a Yosef de una muerte segura. Sin embargo, la esclavitud no constituía una garantía de vida; por el contrario, Yehudah en su interior sabía que lo más probable era que la muerte fuese el destino final de Yosef.

Ahora bien, pese a esta significativa influencia de autoridad, Yehudah no supo utilizar convenientemente el ascendiente que ejercía sobre sus hermanos, tuvo que sufrir las consecuencias de su error. En el capítulo siguiente veremos la “caída”. Rashí comenta:

«…Este relato nos informa de que los hermanos de Yehudah le despojaron de su dignidad de jefe cuando vieron el sufrimiento de su padre. Le dijeron: “Tú fuiste el que nos aconsejó venderle. Si nos hubieras pedido que le trajésemos de vuelta a casa, te hubiéramos obedecido…».

Aquí vemos como los hermanos de Yosef, que hipócritamente no querían contaminarse con su sangre, lo vendieron a los ismaelitas, siglos más tarde, vemos como los judíos, que hipócritamente no querían contaminarse con la sangre del Mesías Yeshúa, llevaron a Yeshúa a Pilato (Juan 18:28).

 

¿Cómo Evitar el Pozo de la Envidia Fraternal?

P.A. David Nesher

«Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámoslo a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.»

(Bereshit/Génesis 37: 23-28)

¿Puede la envidia causarte el deseo de matar a alguien? Antes que digas: “¡Claro que NO!”, te solicito que medites en esta historia. Diez hombres adultos, se dispusieron en complot para matar a su hermano de sólo 17 años por causa de una túnica rayada de colores especiales y un par de sueños. Su envidia se había convertido en un profundo enojo con pensamientos llenos de cosas terribles.

La túnica representa realeza y autoridad. Aquella túnica de colores era la señal del favor del padre. La entrega de Yaakov (Jacob) de esta prenda a su hijo Yosef (José), en reconocimiento al nivel de obediencia que este le entregaba en honra, había despertado la envidia de los hijos mayores. Por ello, los hijos de Yaakov no reconocieron a Yosef como el jefe que el padre había puesto sobre ellos. No hay duda alguna que los hermanos deben haber tenido un placer perverso al arrancársela a Yosef y debía haber sido particularmente doloroso para Yosef que se la arrancaran. El relato pone de manifiesto el odio de los hijos de Yaakov a Yosef su hermano. Al igual que animales de presa, de inmediato saltaron sobre él. No era suficiente matarlo, tenían que insultarlo también. Ellos lo molestaron mientras lo despojaron de su manto real.

Al meditar en el paralelismo mesiánico del relato discernimos que Yeshúa y Yosef fueron despojados de sus ropas y soportaron la burla y el escarnio de los que estaban a su alrededor

Yeshúa también fue insultado y despojado. Leemos en el Evangelio:

«Entonces los soldados del procurador lo desnudaron, tomaron su túnica sin costura»
(ver Mateo 27:27-28 y Juan 19:23).

Al igual que Yosef, no fue suficiente matar a Yeshúa, también se burlaron de Él, lo insultaron, escupieron y fue azotado antes de que lo mataran (Lucas 18:33).

Los hermanos de Yeshúa tampoco reconocieron su autoridad que tenía del Padre:

“Cuando llegó Yeshúa al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se le acercaron mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?”

 (Mateo 21:23)

El salmista y rey David ya había anunciado esto al escribir:

“…reparten mis vestidos entre sí, y sobre mi ropa echan suertes.” 
(Salmo 22:18)

Con este versículo en su corazón y meditando en lo dicho proféticamente por el salmista, el evangelista y apóstol Mateo escribió:

“Y habiéndole crucificado, se repartieron sus vestidos, echando suertes” 
(Mateo 27:35)

Aquí es donde me parece conveniente recordarte que del mismo modo, a cada creyente en Yeshúa el Abba nuestro ha entregado la cobertura de Su Espíritu Santo que es garantía especial de Su Gracia (cf. 2 Corintios 1:22; 5:5; Efesios 1:13-14; 4:30). Ciertamente, muchos son los enemigos espirituales que quieren arrancar del creyente la seguridad del favor del Padre. Pero uno de los más peligrosos es, sin duda alguna, la envidia de aquellos con los que nos relacionamos a diario.

Es asombroso ver como el maltrato de los hermanos de Yosef no disminuyó el apetito de ellos. La Torah dice que se sentaron a comer pan (37:25), mientras que Yosef les rogaba por su vida desde el pozo (42:21). Pero ellos no escucharon. Un físico podría calcular el tiempo exacto para que el grito de Yosef llegara a los oídos de sus hermanos. Pero, metafísicamente, tuvieron que pasar veintidós años para que aquel grito pasara desde sus tímpanos hasta sus corazones.

El carácter despiadado de estos hermanos es evidente. Podían sentarse y disfrutar de la comida, mientras que sus corazones estaban decididos a asesinar a su hermano. Fue justamente a esta dureza y crueldad a la que el profeta Amós se refiere, cuando dijo:

Ustedes beben vino en tazones y se perfuman con las esencias más finas sin afligirse por la ruina de Yosef.”
(Amos 6:6 NVI)

Los hermanos (que habían matado a todos los hombres de Siquem) era probable que no se molestaran con los gritos de alguien al que ellos envidiaban y por ende, ahora odiaban.

Fue en ese momento, cuando alzaron sus ojos y vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad, donde Labán y Yaakov tuvieron sus enfrentamientos algunos años antes. Estos comerciantes eran descendientes de Ismael (25:13-16); llevaban en sus camellos especias, bálsamo y mirra para hacerlos bajar a Egipto para comerciar (37:25b). Es irónico (y no casualidad) que estos tres elementos fueran los mismos regalos que los hermanos de Yosef le llevaron cuando él ya estaba reinando junto al Faraón, en Egipto (43:11).

El relato se vuelve tan impactante como paralizante. No sabemos si debemos pensar bien de los hermanos de Yosef, ya que decidieron perdonarle la vida, o pensar mal de ellos, ya que imaginaron que podían deshacerse de él y hacer un poco de dinero al mismo tiempo. La envidia los llevó a mirar tan en menos a Yosef que consideraban que su hermano sólo tenía un valor de veinte piezas de plata, menos que un esclavo.

Vemos que aquí es cuando Yehudáh asume un papel de liderazgo en relación con el destino de Yosef. Será él quien dirá:

¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y ocultemos su sangre?… Después de todo, él es nuestro hermano, así que sólo vendámoslo como un esclavo en lugar de matarlo.”
(37:26).

Lo paradójico e irónico de todo, es que este será este hijo de Yaakov, que se convertirá en el ancestro del Mesías Yeshúa, el intercesor por excelencia de todos sus hermanos.

Desde este punto Yehudáh adquiere un papel cada vez más destacado en la familia. Él dijo: vendámoslo a los ismaelitas, y no sea nuestra mano contra él. Sus hermanos aceptaron su sugerencia. Ellos podrían evitar el pecado de asesinato y obtener un beneficio al mismo tiempo.

Los hermanos de Yosef, que hipócritamente no quisieron contaminarse con su sangre, lo vendieron a los ismaelitas, así mismo, siglos después, los judíos, que hipócritamente no querían contaminarse con la sangre del Mesías, llevaron a Yeshúa al gobernador romano Poncio Pilato (Juan 18:28).

Entonces, cuando pasaron los mercaderes madianitas, sacaron a Yosef de la cisterna, lo subieron y lo vendieron por veinte piezas de plata. Y llevaron a Yosef a Egipto (37:28). A causa de este incidente, más tarde Moshé (Moisés), inspirado por el Eterno, fijaría el valor de rescate de un jovencito entre cinco y veinte piezas de plata (Levítico 27:5); y el precio promedio de un esclavo en treinta siclos (Éxodo 21:32).

Lo maravilloso de esta historia es que los hermanos de Yosef no se dieron cuenta, pero cuando lo vendieron se aseguraron el cumplimiento de los dos sueños que él les había relatado; y es que la Providencia divina utiliza todas las circunstancia para beneficio del cumplimiento de su propósito eterno (Romanos 8:29).

Cabe aquí también decir que, tanto para la Torah del Eterno, como para los códigos jurídicos de aquella época, lo que sus hermanos le hicieron a Yosef era considerado un crimen y una ofensa capital.

Tipológicamente hablando, Yeshúa y Yosef fueron traicionados a cambio de plata. Yosef fue vendido por el precio de un esclavo por su hermano Yehudáh, y Yeshúa fue vendido por el precio de un esclavo por su discípulo (talmid) Judas (forma griega de decir Yehudáh). Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Yeshúa, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.

— «He pecado» —les dijo— porque he entregado sangre inocente«
(Mateo 27:3-4a).

Volviendo al relato del libro de Bereshit (Génesis), notamos que a los hermanos de Yosef les preocupaba cargar con la culpa de su muerte. Por eso, Yehudáh ofreció una alternativa que no era correcta, pero que los libraba de cometer homicidio. Y a decir verdad, nosotros también, en distintas ocasiones, guiados por el sentimentalismo, optamos por soluciones que son “menos malas” pero están igualmente infectadas de errores. Pues bien, muchas de estas “soluciones” son el producto de la impulsividad que provoca la envidia que se ha desarrollado en nuestro corazón.

El conocido filósofo y teólogo Tomás de Aquino dijo que “la envidia consiste en una tristeza ante el bien del prójimo, considerado como mal propio, o en cuanto se piensa que disminuye la propia excelencia, felicidad, bienestar o prestigio”. Por eso, la Torah enseña que la caridad o justicia social (hebreo tzedakah) permite que nos alegremos del bien de los demás, haciendo que la envidia se debilite y muera.

Lamentablemente debo decir aquí, que en mis años de trabajo en servicio al alma humana, he aprendido que la envidia es el pecado capital más difícil de reconocer por el ser humano, ya que constantemente este busca justificar su manifestación. Sin embargo, debemos aceptar que la envidia fuera de control puede crecer rápidamente y conducir a acciones pecaminosas muy serias.

Mientras más tiempo el ser humano cultive la envidia, más difícil será desarraigarla de su vida. El mejor momento para comenzar a tratar con la envidia es cuando te des cuenta de que estás llevando un registro mental de lo que poseen y alcanzan los demás.

Apreciado lector o lectora, por todo lo hablado, y ante el aprecio que tengo a tu alma, te invito a que en este momento eleves tu corazón al Eterno y permitas que Él lo examine en cuanto a este pecado capital (Salmo 139:23-24)

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“Un Hombre lo Descubrió”

Por P.A. David Nesher 

Vayimtsa’ehu ish vehineh to’eh basadeh vayish’alehu ha’ish lemor mah-tevakesh.

«Un hombre lo descubrió confundido en el campo y le preguntó: “¿Qué estás buscando”?»

(Bereshit(Génesis 37:15)

Yosef caminaba sin rumbo y buscando a sus hermanos. Así se internó en el campo por los lugares de pastoreo.

Este relato pone de manifiesto las muchas formas de las que dispone la Providencia divina para alcanzar sus propósitos; pues ella fue quien envió a un “hombre” en el momento oportuno, para que, revistiendo una apariencia humana, se dirigiese a Yosef y le indicase el camino correcto. Ese “hombre”, según el Midrash Tanjumá, era el malaj Gavriel. Gavriel es el “ángel de los sueños”, por eso estaba cerca de Yosef.

Yosef no estaba solo, al igual que su padre, tenía un malak (ángel o mensajero) de Dios que lo cuidaba. Ellos entran en conversación y el malak lo guía informándole que sus hermanos se hallaban en Dotán.

Yosef se convirtió así en un peregrino en el campo, siendo sombra del prototipo, Yeshúa (Jesús) quien se convirtió en un peregrino en el mundo. En su interpretación de la parábola de la cizaña, Yeshúa dijo: «El campo es el mundo» (Mateo 12:38). Como Yosef, el Mesías Yeshúa se convirtió en un peregrino, un desconocido sin hogar, en el mundo.

«Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.»

(Lucas 9:58).

Qué palabra más conmovedora en el Evangelio de Juan:

«Y cada uno se fue a su casa. Y Jesús se fue al monte de los Olivos.»

(Juan 7:53-8:1)

Cada hombre tenía su propia casa para regresar a ella, pero Yeshúa era un peregrino sin hogar en esta tierra.

 

El Pozo de la Envidia

Por P.A. David Nesher

 

 

«Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámoslo a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.»

(Bereshit/Génesis 37: 23-28)

 

 

¿Puede la envidia causarte el deseo de matar a alguien? Antes de que digas: “¡Claro que NO!”, te solicito que medites en esta historia. Diez hombres adultos, se dispusieron en complot para matar a su hermano por causa de una túnica rayada de colores especiales y un par de sueños. Su envidia se había convertido en un profundo enojo con pensamientos llenos de cosas terribles.

La túnica de colores era la señal del favor del padre. La entrega de Yaakov de esta prenda a Yosef, en reconocimiento al nivel de obediencia que este le entregaba en honra, había despertado la envidia de los hijos mayores. No hay duda alguna que los hermanos deben haber tenido un placer perverso al arrancársela a Yosef y debía haber sido particularmente doloroso para Yosef que se la arrancaran. De igual modo, a cada creyente en Yeshúa se le ha entregado la cobertura del Espíritu Santo que es garantía especial del favor del Padre (2 Corintios 1:22; 5:5; Efesios 1:13-14; 4:30). Ciertamente, muchos son los enemigos espirituales que quieren arrancar del creyente la seguridad del favor del Padre. Pero uno de los más peligrosos es, sin duda alguna, la envidia.

Es asombroso ver como el maltrato de los hermanos de Yosef no disminuyó el apetito de ellos. La Torah dice que se sentaron a comer pan (37:25), mientras que Yosef les rogaba por su vida desde el pozo (42:21). Pero ellos no escucharon. Un físico podría calcular el tiempo exacto para que el grito de Yosef llegara a los oídos de sus hermanos. Pero, metafísicamente, tuvieron que pasar veintidós años para que aquel grito pasara desde sus tímpanos hasta sus corazones.

El carácter despiadado de estos hermanos es evidente. Podían sentarse y disfrutar de la comida, mientras que sus corazones estaban decididos a asesinar a su hermano. Fue justamente a esta dureza y crueldad a la que el profeta Amós se refiere, cuando dijo: “Ustedes beben vino en tazones y se perfuman con las esencias más finas sin afligirse por la ruina de José.” (Amos 6:6 – NVI). Los hermanos (que habían matado a todos los hombres de Siquem) era probable que no se molestaran con los gritos de alguien al que ellos envidiaban y por ende, ahora odiaban.

En ese momento, alzando sus ojos vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad, donde Labán y Yaakov tuvieron sus enfrentamientos algunos años antes. Ellos eran descendientes de Ismael (25:13-16); llevando en sus camellos especias, bálsamo y mirra para hacerlos bajar a Egipto para comerciar (37:25). Es irónico que estos tres elementos fueran los mismos regalos que los hermanos de Yosef le llevaron cuando él ya estaba reinando junto al Faraón, en Egipto (43:11).

El relato es tan impactante como paralizante. No sabemos si debemos pensar bien de los hermanos de Yosef, ya que decidieron perdonarle la vida o pensar mal de ellos, ya que imaginaron que podían deshacerse de él y hacer un poco de dinero al mismo tiempo. La envidia los llevó a mirar tan en menos a Yosef que consideraban que su hermano sólo tenía un valor de veinte piezas de plata, menos que un esclavo.

Vemos que aquí es cuando Judá asume un papel de liderazgo en relación con el destino de Yosef. Será él quien dirá: “¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y ocultemos su sangre?… Después de todo, él es nuestro hermano, así que sólo vendámoslo como un esclavo en lugar de matarlo.” (37:26). Lo paradójico e irónico de todo, es que este será el hijo de Yaakov, que se convertirá en el ancestro del Mesías.

Desde este punto Judá adquiere un papel cada vez más destacado en la familia. Él dijo: vendámoslo a los ismaelitas, y no sea nuestra mano contra él. Sus hermanos aceptaron su sugerencia. Ellos podrían evitar el pecado de asesinato y obtener un beneficio al mismo tiempo. Los hermanos de Yosef, que hipócritamente no quisieron contaminarse con su sangre, lo vendieron a los ismaelitas, así mismo, siglos después, los judíos, que hipócritamente no querían contaminarse con la sangre del Mesías, llevaron a Yeshúa a Pilato (Juan 18:28).

Entonces, cuando pasaron los mercaderes madianitas, sacaron a Yosef de la cisterna, lo subieron y lo vendieron por veinte piezas de plata. Y llevaron a Yosef a Egipto (37:28). A causa de este incidente, más tarde, Moisés, inspirado por el Eterno, fijaría el valor de rescate de un jovencito entre cinco y veinte piezas de plata (Levítico 27:5); y el precio promedio de un esclavo en treinta siclos (Éxodo 21:32).

Lo maravilloso de esta historia es que los hermanos de Yosef no se dieron cuenta, pero cuando lo vendieron se aseguraron el cumplimiento de los dos sueños que él les había relatado. Es que la Providencia divina utiliza todas las circunstancia para beneficio del cumplimiento de su propósito eterno (Romanos 8:28).

Cabe aquí también decir que, tanto para la ley del Eterno, como para los códigos jurídicos de la época, lo que sus hermanos le hicieron a Yosef era considerado un crimen y una ofensa capital.

Tipológicamente hablando, Yeshúa y Yosef fueron traicionados a cambio de plata. Yosef fue vendido por el precio de un esclavo por su hermano Judá y Yeshúa fue vendido por el precio de un esclavo por su discípulo (talmid) Judas (forma griega de decir Judá). Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Yeshúa, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos. —He pecado —les dijo—porque he entregado sangre inocente (Mateo 27:3-4a).

Volviendo al relato, notamos que a los hermanos de Yosef les preocupaba cargar con la culpa de su muerte. Por eso, Judá ofreció una alternativa que no era correcta, pero que los libraba de cometer homicidio. Nosotros también, muchas veces, guiados por el sentimentalismo, optamos por soluciones que son “menos malas” pero están igualmente infectadas de errores. Muchas de estas “soluciones” son el producto de la impulsividad que provoca la envidia que se ha desarrollado en nuestro corazón.

Tomás de Aquino dijo que “la envidia consiste en una tristeza ante el bien del prójimo, considerado como mal propio, o en cuanto se piensa que disminuye la propia excelencia, felicidad, bienestar o prestigio”. Por eso, la Torah enseña que la caridad o justicia social (hebreo tzedaká) permite que nos alegremos del bien de los demás, haciendo que la envidia se debilite y muera.

Lamentablemente la envidia es el pecado capital más difícil de reconocer por el ser humano, ya que constantemente este busca justificar su manifestación. Sin embargo, debemos aceptar que la envidia fuera de control puede crecer rápidamente y conducir a acciones pecaminosas muy serias. Mientras más tiempo el ser humano cultive la envidia, más difícil será desarraigarla de su vida. El mejor momento para comenzar a tratar con la envidia es cuando te des cuenta de que estás llevando un registro mental de lo que poseen y alcanzan los demás.

Apreciado discípulo, te invito a que en este momento eleves tu corazón al Eterno y permitas que Él lo examine en cuanto a este pecado capital (Salmo 139:23-24)

Una Túnica con Códigos de Reino

Por P.A. David Nesher

 

 
«Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores.» 

(Bereshit/Génesis 37:3)

 

José (hebreo Yosef) era el primogénito de Raquel (hebreo Rajel) la esposa favorita de Yaakov devenido ahora en Israel.

Es evidente que Israel reconoció, por medio de sus dones proféticos, las cualidades de liderazgo escondidas en Yosef. Por eso, lo puso a cargo de la supervisión del pastoreo del numeroso rebaño familiar, a pesar de que era más joven que todos los hermanos a excepción de Benjamín. Todo esto, seguramente ocurrió ya que los eventos en Siquem habían sacudido mucho a Israel y ahora nos damos cuenta.

Algunos intérpretes comentan que Israel fue probablemente imprudente en favorecer a Yosef. Pero, en verdad, él tuvo buenas razones para creer que Yosef era en quien mejor podía confiar para tener tal autoridad entre los hermanos. En pocas palabras; Israel vio espiritualmente cualidades en Yosef que no discernía en sus otros hijos. Fue debido a esto, que hizo a José una túnica de diversos colores.

Esta prenda no era la que llevaba un hombre de trabajo, más bien, era una prenda de vestir para los privilegiados y los que tenían un mayor estatus social. Por eso, los hermanos de Yosef entendieron los códigos del mensaje que su padre les estaba dando con esta acción. La misma otorgaba a Yosef el derecho de la primogenitura a pesar de que él era el undécimo hijo. Israel estaba reemplazando a Rubén como heredero de la primogenitura a causa de su pecado con Bilha (35:22). La túnica de colores era una señal de que Israel lo había marcado para el liderazgo. Cabe aquí recordar, que tiempo más tarde, de hecho, Yosef recibirá una doble porción a través de sus hijos, Manasés y Efraín (48:1-20).

 

Sus hermanos, al ver que su padre lo prefería entre todos ellos, lo aborrecían y no le podían hablar pacíficamente (37:4). El amor de Israel por Yosef era tan ofensivo para ellos como el regalo de la túnica de colores, el talit de oración de esos días. Entendamos este asunto: cuando Israel miró a sus hijos y los comparó con Yosef, vio en él cualidades que sus otros hijos no tenían. Aunque Yosef fuera impulsivo y, probablemente un poco engreído en su juventud, sus normas morales y los intereses espirituales que el poseía eran claramente superiores a los de sus hermanos. De hecho, una vez más Yahvéh había elegido al más joven para gobernar sobre el mayor. Los hermanos de Jacob odiaban a Yosef debido a su amor por su padre. Hasta ahora todo lo que Yosef había hecho (37:2b) y recibido (37:3), sólo sirvió para alejar a sus hermanos, pero cuando él compartió sus sueños con ellos, sólo empeoró las cosas.

Pero mi intención en este estudio no es hablar sobre meros hechos que reflejan actitudes o pensamientos que dividieron a una familia. Intentaré aquí estudiar sobre la raíz del asunto. El motivo que provocó los acontecimientos posteriores. Leamos de nuevo nuestro pasuk (versículo) en cuestión:

«Israel amaba a Yosef más que a todos sus hermanos, pues hijo de ancianidad él era para él, y le hizo a él una ketonet pasim« 

(37:3)

 

Antes de entrar de lleno en el tema conceptual de esta expresión analicemos el aspecto lingüístico del mismo. Por eso, los invito ahora a decodificar la verdadera idea detrás de la antigua frase hebreo para “túnica de diversos colores”.

Dice la Torah que Yaakov le hizo a Yosef una «ketonet pasim«. La palabra ketonet significa túnica en hebreo y aparece en varias oportunidades en el Tanak (Antiguo Testamento). Sin embargo, es bastante dificultoso precisar lo que significa el término pas del cual proviene la palabra pasim (plural de pas), y de hecho los comentaristas de la Torah están divididos respecto de la connotación de esta palabra. Citaremos algunas de las opiniones:

El Targum (versión en arameo) de Yonatán Ben Uziel y el Targum Yerushalmi traducen: túnica «con dibujos«. Rashí, basado en el Talmud, dice que significa: «de lana pura«. El Rashbam dice que es una prenda que se usa por encima de las demás. Rabí Abraham Ibn Ezra dice: «bordada con arte de telar«. El Radak explica que la túnica era rayada con rayas de distintos colores (pas: raya) semejantes a los del kashet (arco) del pacto (profanamente llamado arcoiris).

La raíz que conforma la palabra «pasim« sólo aparece en otras dos oportunidades en todo el Tanaj. La primera, en el segundo libro del profeta Shemuel (2Samuel 13:18 y 19); y en una segunda oportunidad, en el libro del profeta Daniel (5:5 y 24). De allí se puede entender que pas significa palma (de la mano). Basados en este dato podríamos decir tal vez, que «ketonet pasim« significa «túnica de manga larga rayada a colores» (que llega hasta las palmas de las manos).

Este dato nos puede enseñar que Yaacov Avinu mediante este regalo quiso distinguirlo a Yosef. Tal vez, las mangas de las ropas de los líderes o de las personas importantes que no trabajaban, eran un poco más largas que las del resto de las personas que, por tener la necesidad de trabajar, se acortaban un poco las mangas (que eran amplias en sus extremos) a través de cintas que las ajustaban un poco más arriba, para que no les molesten en su quehacer diario. Evidentemente, nuestro padre Yaakov vislumbró en Yosef al futuro líder y conductor del pueblo de Israel. Por esa razón, sintió designarlo como tal, antes de partir de este mundo.

Ahora bien, la clave en la túnica de Yosef es la palabra “RAYADA” o “A RAYAS”, y es aquí donde se encuentra u acróstico que reflejaba los detalles del destino profético de Yosef.

 

Por eso debemos aceptar que ningún detalle descripto en la Torah es por pura coincidencia o casualidad.

 

La palabra Rayas en hebreo es PASIM. La misma es un acróstico profético que contiene los códigos que detallan las personas que tendrían que ver con el destino de Yosef.

 

PASIM

P. Potifar (oficial de Faraón).

S. Sojarim (comerciantes, refiriendo a los midyanim-madianitas-medanim)

I. Ishmeelim (ismaelitas)

M. –Mitzrayim (Egipto).

 

Con esto en nuestra mente, leamos los siguientes pasukim (versículos) que muestran el cumplimiento de lo anunciado en la tunica que Israel confeccionó para Yosef:

 

«Entonces dijo Yahuda a sus ajim (hermanos):

¿Qué ganaremos si mataremos a nuestro aji y taparemos su sangre?

Vamos, lo venderemos a los ishmeelim, pero nuestra mano no éste sobre él. Y lo oyeron sus ajim.

Pasaron unos hombres midyanim (madianitas) COMERCIANTES (Sojarim), lo asieron, lo subieron a Yosef del pozo, y vendieron a Yosef a los ISMEELIM (ismaelitas), por veinte monedas de plata; y trajeron a Yosef a MITZRAYIM (Egipto)…

Mientras, los MEDANIM (madianitas) vendieron a Yosef en MITZRAYIM (Egipto), a POTIFAR, oficial del Faraón, jefe de los matarifes.«

(Bereshit 37:26-28, 36)

Por eso, cuando Yaacob se entera de la supuesta “tragedia” de Yosef, actuó de la siguiente manera:

“Entonces rasgó Yaacob su manto, colocó cilicio en su n cintura, y estuvo de duelo por su hijo muchos días.

Se levatarón todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo, pero se negó a consolarse, y dijo: *Porque he de bajar en duelo por mi hijo a la tumba*.

Y LLORÓ POR ÉL SU PADRE ITZJAC

Bereshit 37:34-35

 

El libro (no canónico) de Jaser narra que Itzjak todavía vivía en ese tiempo, y lo que narra el texto de Bereshit sobre porque lloraba Itzjac era por el sufrimiento de su hijo Yaakov. Es decir, que que Itzjac no entró en duelo junto a Yaakov porque sabía (mediante profecía) que Yosef vivía, pero no podía revelarlo por orden divina.

 

En la Torah se revela el gran secreto: ¡En la vida de un escogido nada es por coincidencia o casualidad, todo es para el propósito eterno de Dios!


Nota:

Seguramente varios de ustedes vienen considerando hacer contribuciones a este ministerio de enseñanza que el Eterno me ha encomendado. Para aquellas personas que deseen hacer donaciones para la expansión de nuestra pag web y para la ejecución de nuevos proyectos de ayuda social, aquí les dejo el link que les permitirá hacerlo.

¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

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¿Qué significa «He sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel»?… (José busca a sus Hermanos)

Por P.A. David Nesher

 

 

“Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem. Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí. E Israel le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem. Y lo halló un hombre, andando él errante por el campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas? José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando. Aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán.”

(Bereshit/Génesis 37: 12-17) –

 

Yosef (José) fue enviado por su padre a supervisar a sus diez hermanos, los hijos de Israel. A simple vista, no parece nada extraño esta misión, con la excepción de que los hermanos de Yosef están en Siquem, el lugar donde esta familia fue influenciada y perjudicada por la cultura corrupta de los cananitas. Siquem será siempre un lugar que simboliza pecado, ya que fue la zona de desastres para la descendencia de Israel. Allí pecaron los hermanos, Dina fue violada, y se dividió el Reino (1Reyes 12:1).

Yosef estaba dispuesto a obedecer a su padre, aunque implicara el rechazo y el sufrimiento causado por sus hermanos. En este sentido la historia se hace un tipo de nuestro arquetipo Yeshúa, ya que esto es lo mismo que le pasó en su venida a la Tierra:

“Entonces el dueño de la viña dijo: «¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá a él lo respetarán.» Pero cuando los labradores lo vieron, razonaron entre sí, diciendo: «Este es el heredero; matémoslo para que la heredad sea nuestra.» Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron.”

(Lucas 20:13-15)

Yosef fue enviado por su padre terrenal, al igual que Yahvéh, el Padre Celestial, envió a Su Hijo Yeshúa:

“En esto está el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.”

(1Juan 4:10).

Y vino a Su misión de amor: libre, voluntaria y alegremente. Al igual que Yosef, nuestro amado Mesías dijo:

» He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. En la cabecilla del rollo está escrito acerca de mí.»

(Hebreos 10:7)

Debido a que Israel estaba preocupado por el bienestar de sus hijos, le dijo a Yosef:

Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo se encuentra el rebaño, y tráeme un informe. Así lo envió desde el valle de Hebrón, cerca de treinta y dos kilómetros al sur de Jerusalén.” (37:14)

Yosef fue enviado desde Hebrón, y Yeshúa, nuestro hermano mayor, fue enviado desde el Cielo de los Cielos. Hebrón significa comunión o amistad plena, lo que apunta a la relación que el Hijo tenía con el Padre en el cielo antes de su encarnación y venir a este lugar de pecado, sudor y dolor. Él vino a los que le odiaba sin causa y querían matarlo. Del mismo modo, Yosef vivió en comunión pacífica con su padre; estaba en casa, conocido, amado y comprendido. Pero fue a un lugar lejano, a los que le odiaban sin causa y querían matarlo.

La palabra hebrea que ha sido traducida como “cómo están” es shalom que significa paz, bienestar, prosperidad, salud. Esto está revelando que el Mesías fue enviado por el Eterno para buscar el shalom de Israel, es decir, su paz, su bienestar, su prosperidad y su salud. El Mesías es el mensajero de shalom para Israel, los que están cerca:

“Y vino, y anunció paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.”

(Efesios 2:17)

Con toda esta decodificación, interesante es saber que Shejem (Siquem) significa “hombro”. El hombro habla de soportar una carga e implica servicio o sujeción, y aquí alude proféticamente a la viga puesta sobre los hombros de Yeshúa.

Teniendo en cuenta esto, debe llamarnos la atención leer que, al salir de la comunión con su padre terrenal, Yosef llegó a Siquem. Esto presagió el camino que el Mesías hizo al salir de la comunión con su Padre celestial y venir a la tierra, a un lugar de pecado y de sufrimiento. Él se convirtió en un siervo, es decir una persona de servicio y en constante sujeción a su padre Israel quien lo comisionó en dicha tarea. Así mismo fue la actitud que hubo en el Mesías, «quien existiendo en forma de Dios, no quiso por usurpación ser igual con Dios, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo.» (Filipenses 2:6-7).

En la búsqueda de sus hermanos israelitas, en la misión de shalom, Yosef tuvo que ir a Shejem, tipificando a Yeshúa que tuvo que ir a morir en el madero.

Yosef fue obediente: » y llegó a Siquem sin demora alguna» (v. 14). Le habría tomado por lo menos dos días hacer el viaje de unos ciento veinte nueve kilómetros al norte. Esta rapidez y minuciosidad caracterizan su vida. Yosef combina todos los mejores atributos de su familia: la capacidad de Abraham, la tranquilidad de Itzjak (Isaac), la capacidad de Yaakov y el atractivo físico de su madre (véase 29:17 y 39:6). Y por esta razón sus hermanos lo odiaban. Sin embargo, más allá de estas virtudes personales, Yosef era obediente a su padre, y fue en la búsqueda de sus hermanos todos modos. El amor de su padre era más bien la motivación que él tenía, por la cual podía enfrentar el odio de sus hermanos.

Yosef fue tras sus hermanos y los encontró” (v. 17). Después de haber estado en Shejem, que representa la muerte y resurrección, el Mesías se fue en búsqueda de los hijos de Israel hasta encontrarlos.

Al llegar en este día a esta investigación debemos atrevernos a desaprender para aprender lo correcto. Por lo tanto, los invito a deshacerse de todo dogma religioso y recepcionar la Luz que surge del texto sagrado.

Necesitamos aceptar que Yeshúa vino a la Tierra para buscar y salvar a lo que se había perdido, es decir, las ovejas perdidas de la casa de Israel (diez tribus del Reino del Norte), tal como Él mismo lo revela:

“No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”

(Mateo 15:24)

Nosotros hoy somos el resultado de esa búsqueda. Seguramente la gran mayoría de nosotros tenemos vibrando en nuestra genética los códigos de nuestro padre Israel repartido en esa diez tribus que se perdieron, pero que el Mesías está buscando.

La expresión: «y los encontró”, implanta la certeza de que todos los hijos de Israel (10 tribus perdidas) serán encontrados por el Mesías en los últimos días.

¡Oremos para que el Señor venga pronto con Su Reino!

Tamar y Judá: Cuando el Pecado Empuja al Propósito de la Justicia

Por P.A. David Nesher

«Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro.Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo:
_ Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo:
_ ¿Qué me darás por llegarte a mí?
El respondió:
_ Yo te enviaré del ganado un cabrito de las cabras.
Y ella dijo:
_ Dame una prenda hasta que lo envíes.
Entonces Judá dijo:
_ ¿Qué prenda te daré?
Ella respondió:
_ Tu sello, tu cordón, y tu báculo que tienes en tu mano.
Y él se los dio, y se llegó a ella, y ella concibió de él.»

(Bereshit/Génesis 38: 15-18)

Moisés como escritor del rollo Bereshit (Génesis) de repente se ve obligado por la fuerza inspiradora del Espíritu de Yahvéh a desviar nuestra atención con una trama más corta, aparentemente insignificante, y mucho menos interesante de la familia de Yehudáh (forma hebrea de Judá).

Si lo pensamos, la conclusión del capítulo 37 conduciría muy bien nuestra atención  a lo que se continúa en el capítulo 39, sin la intervención aparente de la historia de Judá y Tamar. Sin embargo, la historia de Judá es crucial en el diseño divino de la Salvación, por lo que el Espíritu Santo hábilmente teje este relato en la historia de Yosef, con efectos de gran alcance.

En el diseño divino, Yehudá tenía un llamado especial y una gran responsabilidad espiritual sobre su vida: cargar en sus lomos lo que se denomina el Código Sagrado, es decir la Simiente de la Mujer prometida en Edén (Gén. 3:15). Él era el hijo escogido de entre los doce para ser ancestro del Mesías. Pero un tiempo no anduvo bien espiritualmente, pues está escrito que se separó de sus hermanos.

«Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira.«
(Génesis 38:1)

¿A qué se debió esa separación? Las Sagradas Escrituras no hace referencia explícita a la razón de su partida; sin embargo, algunos comentaristas sostienen que puede ser que esa decisión haya tenido que ver con lo que sucedió con su hermano Yosef, ya que se menciona como un paréntesis entre la venta de José (cap. 37) y la vida de José en Egipto (cap. 39).

Recordemos que Judá fue quien propuso la venta de José como esclavo, y es probable que se sintiera culpable. Él vio el dolor que eso le causó a su padre, y tal vez no pudo seguir viéndolo sufrir. Lo cierto es que la familia de Jacob se vio grandemente afectada por lo que había sucedido. Ahora faltaban dos hermanos en la familia: José y Judá. Ellos no eran cualquier hijo; más tarde veremos que ellos dos estaban destinados a ser los líderes de la familia (1 Crónicas 5:1-2). Ellos serán los líderes de las Dos Casas de Israel.

Al considerar este texto desde su contexto hebreo, notamos que dice que Yehudá «se apartó» o, mejor traducido, «bajó» , o también «descendió muy abajo» – yarad (ירד) – de sus hermanos. Esta palabra no solo se usa para referirse a algo físico, sino implícitamente también a algo espiritual. Esto implica que abrió su corazón para ideas no afines a las del Eterno e hizo cosas que no estaban bien vistas en Sus ojos.

Lo primero que debemos notar, es que Yehudáh no deja a su familia por mandato del Eterno, como fue el caso de Abraham, sino más bien por influencia de un gentil, llamado Hira. Aconsejado por este varón se arrimó a los cananeos, cosa que Dios había prohibido a Abraham quien debió buscar esposa para Isaac anhelando una mujer de su familia, y no una cananea (Gén. 24:3, 37; 28:1; Éxodo 34: 15-16; Deut. 7:1-3; Josué 23:7).

Yehudáh sabía muy bien que no le convenía esa acción, sin embargo se casó con una de las hijas de Kenaan (Canaán), el pueblo maldecido y perverso. Tomó por mujer a una hija de Súa, y concibió tres hijos: Er, Onán y Sela.

Observemos esto: Yehudáh en lugar de llevar a la mujer a la casa de su padre,  decidió vivir en la casa del padre de ella. Allí tuvieron tres hijos, lo que significa que aceptó criarlos al estilo de vida cananeo.

El relato nos devela que Yehudáh arregló para que su hijo Er se casase con una muchacha llamada Tamar.

La Torah nos cuenta que Er fue malvado y que por eso Yahvéh lo mató. Entonces Yehudáh le ordeno a Onán casarse con Tamar de acuerdo con la «ley de Yibum” (más tarde conocida como «ley de levirato«) que obliga al hermano a casarse con la viuda, sin hijos, del difunto hermano. Onán sabía que los niños que no serían considerados suyos, por lo cual “cuando estuvo con la mujer de su hermano derramó su esperma en el suelo” (Gén. 38:9), a consecuencia el Eterno tomo su vida también.

Sobre Er la Torah dice que era malvado y por eso Yahvéh lo mató. Sobre Onán la historia relata que tuvo relaciones sexuales con Tamar, pero que hizo un coitus interruptus evadiendo así el cumplimiento del precepto del “Yibum” y fue dado a morir ‘también’.

Los comentaristas se dividen al considerar estas dos muertes. Por un lado están  aquellos que sostienen que Onan murió porque derramo su esperma en el piso y aseguran que la palabra ‘también’, estaría señalando que su hermano, Er, murió por la misma razón. Estos, sosteniendo esta idea sostendrán que este es el texto bíblico que revela que la masturbación está prohibida por Dios. De hecho la palabra hebrea para masturbación es “onenut” y viene del nombre de Onan, de aquí también, en español, onanismo es sinónimo de masturbación. En cambio, los segundos intérpretes piensan que el verdadero problema es el incumplimiento del precepto del “Yibum”, es decir que el pecado de Onan fue el no amar fraternalmente a su extinto hermano, por lo cual no quería que hubiera descendencia de la estirpe de Er, si eran biológicamente suyos.

Más allá de toda lucha hermenéutica entre los sabios del idioma hebreo, si es evidente que este pasaje enseñan que esto no fue agradable para el Eterno y mató a dos de los hijos de ese matrimonio (Judá y la cananita) impidiendo que tuvieran descendencia. Él no quiso tener estos descendientes de los hijos de Kenaan dentro de la genealogía del Mesías. Sólo Él sabe lo que hubiera implicado. Parece cruel el relato de la Torah que dice que el Eterno mató a estos dos hijos. Si lo hizo era bueno, porque al dejarlos vivir hubiera causado un daño irreparable a la descendencia de Yehudá. El plan del Eterno para ellos estaba en gran peligro y por eso intervino de esta manera. Al matarlos evitó un mal mayor.

Después de la muerte de Onán, de acuerdo a la ley, le correspondía a Tamar casarse con Shelá, el hermano menor y tercer hijo de Judá. Pero Judá que no conocía las transgresiones de sus hijos, tuvo miedo de Tamar, a quien consideraba una mujer peligrosa y la causa de la muerte de sus hijos. Entonces le propuso que se vaya a la casa de su padre hasta que Shelá crezca. Esto es similar a cuando los seres humanos echan la culpa de sus males a la “mala suerte” o a otras personas, cuando en realidad es el resultado de malas decisiones y el pecado propio. Judá había pecado, al igual que sus hijos; por ello les vino el mal, no por tener por mujer a Tamar.

Aunque el tiempo había pasado y obviamente Shelá había crecido, Tamar quedó sola, viuda y olvidada, sin  la libertad y la posibilidad de ser madre y esposa. Tamar quedó esperando y esperando, pero el día nunca llegó, porque Judá no tenía la intención de cumplir con su palabra.

Fue así que Tamar se enteró que su suegro Judá había quedado viudo y por lo tanto libre. Ahora, la viuda del hijo mayor deseaba tener descendencia, y buscó la manera de engañar a su suegro para que se quedara embarazada por medio de él. A la sazón, se quitó sus ropas de viuda, se arregló y cubrió su rostro con un velo.

Cuando Judá la vio, la confundió con una prostituta y como no la reconoció se acostó con ella. Tamar le pidió a cambio su sello, el cordón y el bastón. Más tarde Judá envió como pago un cabrito del rebaño por medio de su amigo, para que éste rescatara sus cosas de la mujer. Pero su amigo no la halló.

Al cabo de unos tres meses le avisaron a Judá que Tamar estaba embarazada. Como Judá no se había percatado que él mismo se había relacionado con ella, la encontró culpable y pidió que la castiguen y la quemen. Pero ella envió a decir a su suegro: «… del dueño de estas cosas estoy encinta«. También dijo: «… mira ahora de quién son estas cosas: el sello, el cordón y el bastón».

Tamar tuvo la posibilidad de proclamar públicamente que su embarazo era fruto de su encuentro con Judá, pero sin embargo le dio a Judá la oportunidad de reconocerlo y no negarlo. También Judá tuvo la grandeza, a pesar de la vergüenza, de reconocer públicamente que Tamar tenía razón porque él le había negado a su hijo. «Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a mi hijo Shelá«.

Durante el parto se supo que tenía gemelos. «Aconteció que, al tiempo de dar a luz, había gemelos (teomim) en su seno«

Los hijos de Tamar serán los fundadores de la tribu de Judá, de manera que ella (una mujer cananea) aparece como aquella que ha marcado para siempre la línea de la tribu más representativa del judaísmo posterior, como matriarca de la que proviene David, por medio de Farés o Perets (Rut 4:12, 18–22; 1 Crón. caps. 2–4), un antepasado del Mesías Yeshúa (Mt. 1: 3).

El escritor, Moshé, ingresó este relato con el fin de destacar la fe y esperanza que tenía esta mujer. Estamos ante una mujer que no se resigna con la injusticia que han cometido con ella, sino que pone manos a la obra para que se le haga justicia. Ella, discierne que en la descendencia de Yakoov se esconde lo mesiánico, y por lo tanto, anhela ser protagonista de una genealogía que vibrará en el poder de la redención por los siglos de los siglos. Ella, entiende el poder de la vida, según el diseño mesiánico de Dios.

Tamar es la última de las “matriarcas” antiguas, una mujer que puede y debe compararse a Sara y Rebeca, a Lía y a Raquel, aunque su origen sea probablemente cananeo. Frente a la mujer de Putifar, que aparece en el capítulo siguiente de la Escritura (Génesis 39), queriendo acostarse con José, sólo por placer hedonista, a pesar de estar casada con otro hombre, Tamar se acuesta por justicia (y a escondidas) con el padre de sus esposos muertos, para darles descendencia (que será descendencia mesiánica). Parece una prostituta y, sin embargo, es más justa que el propio Judá, el patriarca. No es ejemplar, en sentido espiritualista de la mente religiosa, pero sí es un ejemplo de moral al servicio de la justicia de la vida.

De esta manera, se evitó que la simiente de los hijos de Kenaan se introdujera en la línea genealógica del Mesías, puesto que Tamar, la nuera de Yehudá, se quedó embarazada directamente por medio de él, y no por medio de sus hijos que tenían una madre kananea.

Yehudá un hombre inconsistente, deplorable se encontró con el Dios de sus antepasados y fue quebrantado y vio en su simiente la promesa dada a Abraham.

Cuando Yehudá estaba viviendo una vida fuera de foco espiritual, su pecado de fornicación fue utilizado por el Eterno para evitar un mal mayor. Esto no justifica el pecado, pero muestra que el Eterno es suficientemente grande como para utilizar incluso el pecado para que sus propósitos se cumplan en la vida de una persona.

Los caminos del Eterno no son fáciles de entender, porque él toma en cuenta las decisiones malas e incluso los pecados de los hombres, para llevar a cabo su diseño mesiánico en la tierra. Él encamina este pecado, y lo torna en bendición para la humanidad, cambia la genética perversa del engañador Jacob e inserta en esta familia la simiente Divina.

Que sea derramado sobre nosotros el espíritu de sabiduría y de revelación para un mejor conocimiento de Él.

NOTA CURIOSA:

Seguramente les ayudará comprender mejor la actitud de esta mujer si tenemos en cuenta estos datos:

Según el Sefer HaYashar (Libro del Justo)  Shem, el hijo de Noé, era el famoso Melquisedec que se apareció a Abraham y a quien nuestro padre dio los diezmos del botín de guerra que obtuvo por la derrota de Quedorlaomer.

En la cronología que aparece en este libro, este mismo Shem tuvo un hijo llamado Elam quien tuvo por hija a Tamar la nuera de Yehuda. Por esta razón, ella no solo conocía las profecías bíblicas, sino que discernía muy bien el tiempo en el que estaba viviendo.

Ella sabía que era de Judá de quien vendría el Mesías, y quien tendría el cetro en Jerusalem (el mandato) hasta que viniera Shilo, quien es el mismo Mesías de Israel quien ahora es nuestro rey (Génesis 49:10). Con esto en mente entendemos que la instrucción que recibió Tamar por parte de su padre Elam quien a su vea era instruido celosamente por Shem o Melquisedec.

Tamar lo que estaba buscando era protagonizar la formación de la descendencia de Judá. Ella anhelaba ser un instrumento humano en las manos del Eterno para traer al Mesías a la Tierra. Ella podría haberlo obtenido por alguno de los hijos de Judá;, sin embargo el Eterno no lo permitió así por venir estos de una madre extranjera, tal como era la mujer que tomó Judá. Esta no había instruido a sus hijos en el temor del Eterno y así lo manifestaron al no querer traer la descendencia de donde vendría el redentor para Israel.

Por ello, el Eterno quitó a los dos hijos de Judá por su maldad y también permitió que Judá se endureciera pensando que Tamar era la causante de las muertes de sus hijos y no quiso dar al menor, pero todo esto para que viniera de él directamente la descendencia al unirse a Tamar.

Así que ella lo que estaba buscando como dijo Judá era ser parte de los tzadikim (justos) como se denominaba a los varones y mujeres que por fe anhelaban participar del Código Sagrado: la simiente de la mujer. Por medio de este acto, Tamar hizo justicia por la vida y no se comportó de manera baja al unirse a su suegro como se le ha mal interpretado. Ella usó su astucia y celo por que esto se llevara a cabo y logró conseguir descendencia que traería mucho fruto tanto físico como espiritual para toda la humanidad a través de Israel.


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