Por P.A. David Nesher
Vayimtsa’ehu ish vehineh to’eh basadeh vayish’alehu ha’ish lemor mah-tevakesh.
«Un hombre lo descubrió confundido en el campo y le preguntó: “¿Qué estás buscando”?»
(Bereshit(Génesis 37:15)
Yosef caminaba sin rumbo y buscando a sus hermanos. Así se internó en el campo por los lugares de pastoreo.
Este relato pone de manifiesto las muchas formas de las que dispone la Providencia divina para alcanzar sus propósitos; pues ella fue quien envió a un “hombre” en el momento oportuno, para que, revistiendo una apariencia humana, se dirigiese a Yosef y le indicase el camino correcto. Ese “hombre”, según el Midrash Tanjumá, era el malaj Gavriel. Gavriel es el “ángel de los sueños”, por eso estaba cerca de Yosef.
Yosef no estaba solo, al igual que su padre, tenía un malak (ángel o mensajero) de Dios que lo cuidaba. Ellos entran en conversación y el malak lo guía informándole que sus hermanos se hallaban en Dotán.
Yosef se convirtió así en un peregrino en el campo, siendo sombra del prototipo, Yeshúa (Jesús) quien se convirtió en un peregrino en el mundo. En su interpretación de la parábola de la cizaña, Yeshúa dijo: «El campo es el mundo» (Mateo 12:38). Como Yosef, el Mesías Yeshúa se convirtió en un peregrino, un desconocido sin hogar, en el mundo.
«Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.»
(Lucas 9:58).
Qué palabra más conmovedora en el Evangelio de Juan:
«Y cada uno se fue a su casa. Y Jesús se fue al monte de los Olivos.»
(Juan 7:53-8:1)
Cada hombre tenía su propia casa para regresar a ella, pero Yeshúa era un peregrino sin hogar en esta tierra.