Ley de Atracción

¿Cómo funciona la Ley de Atracción según el Cántico de Moisés?

✍? por Adam Lieberman

Pero engordó Jesurún, y dio coces (tanto engordó que brillaba de obeso), y abandonó a Dios, su creador; despreció a su protector y salvador.…”

(Deuteronomio, 32:15 – DHH)

¿Por qué engordar, es decir, tener éxito económico, lleva a abandonar a Dios?

La respuesta yace en un principio fundamental de la naturaleza humana. Este principio establece que el “ego” y el “éxito” van de la mano. Cuando una persona tiene cualquier tipo de éxito, eso puede causar que su ego se infle instantáneamente y lo lleve a desenfocarse del propósito eterno de Dios.

Analicemos un ciclo típico. Si una persona está atravesando una mala etapa y cree en Dios, entonces esta persona presentará oraciones para que Dios mejore las cosas. Cuando Dios escuche su pedido y de vuelta las cosas, esta persona ciertamente se sentirá conectada y demostrará su apreciación hacia Dios.

Ahora bien, una vez que la persona ha tenido éxito en un área particular de su vida, la “Ley de Atracción” entra en escena. Esta “Ley”, en palabras simples, es que uno siempre atrae más de lo que ya tiene. Por lo tanto, cuando la persona tiene éxito en algo, eso atraerá inevitablemente más éxito. “El éxito engendra más éxito”. Esta “Ley” opera en numerosas áreas de tu vida.

Y cuando la “Ley de Atracción” entra en juego, ocurre algo fascinante: el ego de la persona entra en acción. Cuando el éxito inicial que Dios le da a una persona atrae más éxito, esta persona tiene la tendencia natural a sentir que fue ella, y no Dios, quien logró este éxito extra. Entonces, lo que la persona piensa, ya sea de manera consciente o subconsciente, es que si bien Dios ayudó en el comienzo, fue ella quien tomó el control desde ahí y sacó provecho de ese éxito inicial.

Y si bien esto puede ser verdad, hay un elemento crucial que se está dejando de lado. Sí, es cierto, trabajaste duro y aprovechaste las oportunidades que se presentaron, pero fue Dios quien permitió que este éxito llegara a ti.

Esto último es totalmente en contra de nuestro instinto y es exactamente lo que Dios nos está advirtiendo. La mayoría de las personas pueden ver la mano de Dios cuando ocurre un cambio repentino y tienen éxito. Pero cuando se acostumbran a este éxito y lo llevan a niveles más altos, piensan que fueron sus esfuerzos los que provocaron estos resultados.

Si bien la persona puede poner esfuerzo, sólo depende de la voluntad de Dios si tendrá éxito o no. (Una persona de consciencia más elevada lleva esto a un nivel más allá y entiende que incluso su propio esfuerzo fue posible sólo porque Dios le dio el ímpetu, la fuerza y la capacidad de hacer este esfuerzo).

Cuando vives con la verdad de que Dios controla todo, esto se transforma en algo increíblemente liberador. Ya que entiendes que si pones el esfuerzo y no obtienes el «éxito» que esperas, es sólo porque Dios sabe que en este preciso momento eso es exactamente lo que necesitas.

Así como no te lamentas por el color de tus ojos, por la hora de la puesta de sol, o por la temperatura del Océano Atlántico, así mismo, no debes lamentarte si no tienes éxito. Tan sólo pon tu esfuerzo y luego acepta lo que Dios considere mejor. (De esta manera, las personas que viven con esta realidad saben lo tonto que es mentir, engañar o robar en los negocios).

Dios quiere que tengas éxito y quiere que utilices tu talento y tu inteligencia para que seas aún más exitoso. Y así mismo, Él no quiere que mires hacia atrás y te arrepientas de haber engordado y de haberlo abandonado. Aprovecha estos diez días de Teshuváh (regreso o conversión) hacia Yom Kippur, y reconoce que sabes Quién es el que realmente firma tus cheques cada mes; y acuérdate que: ¡Él quiere escribir un gran monto en esos cheques a favor de tus sueños!


Tomado de: Aish Latino