parasha shemot

Moisés y la Parábola de la Oveja Perdida.

Por P.A. David Nesher

«Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.

Shemot / Éxodo 3:1

La parábola de la oveja perdida es una de las parábolas más famosas de los Evangelios (Lucas 15: 3-7)Ahora bien: ¿Has escuchado alguna vez la versión de Moshé de esta parábola?

Hemos visto que Moshé apacentaba las ovejas de Yitró (Jetro) su suegro, el sacerdote de Madián; y llevó el rebaño al lado occidental del desierto y llegó a Horeb, el monte de Dios (Éxodo 3: 1).

Después de huir de Egipto, Moshé pasó cuarenta años pastoreando ovejas. Las Sagradas Escrituras comparan frecuentemente a Israel con un rebaño. Ella es el rebaño del Eterno. Sus líderes son sus pastores, nombrados por su Pastor supremo, el Señor mismo, tal como los Salmos lo atestiguan:

Condujiste a tu pueblo como un rebaño por mano de Moisés y Aarón” (Salmo 77:20).

“Oh, escucha, Pastor de Israel, tú que guías como a un rebaño a José”
(Salmo 80: 1).

Los líderes más grandes de Israel pastoreaban ovejas. Abraham, Isaac y Jacob siguieron a los rebaños. David pastoreaba los rebaños de su padre. Moshé demostró ser digno de pastorear a Israel al cuidar fielmente de los rebaños de su suegro:

Moshé estaba cuidando el rebaño de Yitró en el desierto cuando un cordero escapó de él. Corrió tras él hasta que llegó a un lugar sombreado … y el cordero se detuvo a beber. Cuando Moshé se acercó, dijo: «No sabía que te escapaste a causa de la sed, debes estar cansado«. Así que colocó al cordero en su hombro y se alejó. Entonces Dios dijo: «Porque tienes misericordia de guiar el rebaño de un mortal, seguramente cuidarás de mi rebaño, Israel» (explicación leída en Shemot Rabá 2: 2).

Las Sagradas Escrituras también se refieren al Mesías como pastor sobre el rebaño de Israel:

“Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos tendrán un solo pastor” (Ezequiel 37:24).

Yeshúa se vio a sí mismo, como Moshé, como el Buen Pastor sobre el rebaño de Israel. Él emprendió una misión en busca de la oveja descarriada de Israel: los pecadores y descarriados entre el pueblo judío de su época.

Las parábolas de Juan 10 ilustran aún más el papel mesiánico del pastor sobre Israel. El discípulo Pedro dijo:

“Porque siempre andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas”
(1 Pedro 2:25).

«Israel es Mi Primogénito»: ¿Qué significa?

Ve’amarta el-Par’oh koh amar YHVH beni vejori Yisra’el.

“Entonces dirás a Faraón: «Así dice Yahvéh:
‘Israel es mi hijo, mi primogénito.”

Shemot/ Éxodo 4:22

Por P.A. David Nesher

De acuerdo a lo que hemos estudiado en el rollo de Bereshit (Génesis) descubrimos que en la cosmovisión celestial, ser primogénito no significa siempre ser el primer nacido, sino que más bien señalada a aquello que puede denotar grandeza. Así también lo podemos ver revelado en el salterio:

«Yo también lo haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de la Tierra.«
(Salmo 89:27).

Entonces, volviendo al versículo 22 (del cap. 4 de Shemot), vemos que el término hebreo «beni vejori» que se ha traducido «Mi hijo primogénito«, se usa en sentido figurado. Israel es la nación más preciada y más valorada por Dios así como el primogénito ocupa un lugar especial en el corazón de sus padres (leído de la Torah según Rashi).

Convengamos que Israel es la más joven de las naciones de la tierra que fueron formadas en Génesis 10. Aun así, el Eterno revela que Israel ejerce, como primogénito de las naciones, la función de recibir la doble herencia del Padre, de ser sacerdote y de gobernar desde esa Unción. Por ello, el mensaje divino al Faraón es bien claro: Israel es la cabeza de las naciones (cf. Éxodo 19:5-6).

Al encomendarle ese mensaje a Moshé, el Eterno estaba igualando Su relación con Israel a la relación de Faraón con su hijo. Él le dijo a Moshé que hiciera esa relación para que Faraón pudiera ver cuan importante era Israel para el Eterno y para unir el último rechazo de Faraón de dejar ir a Israel con el castigo que le causaría por ello, la muerte de todos los primogénitos de Egipto incluyendo el primogénito de Faraón.

Egipto y Su Culto al Primogénito.

Debo informarles aquí que la sociedad egipcia estaba construida sobre el culto al primogénito. El dios Osiris, el hijo primogénito de Ra, fue el primer Faraón debido exclusivamente al orden de su nacimiento.

Por eso, en aquel tiempo y cultura, el primogénito de cualquier familia egipcia recibía la mayor porción de la herencia paterna. Fundamentados en esto, los primogénitos generalmente llegaban a convertirse en la elite gobernante del país: generales y funcionarios militares, administradores principales y, con frecuencia, en los mismos faraones. [Por eso, es muy posible que este faraón en particular parece no haber sido el primogénito en su familia, ya que no murió a consecuencia de la plaga. Tal vez su hermano mayor había muerto siendo todavía joven y él era el siguiente en orden de sucesión. Sin embargo, su hijo era quien lo sucedería como el próximo faraón, y pereció en esta plaga.]

Los egipcios creían que todo Faraón era también un dios, el hijo primogénito del primogénito llegando hasta Osiris mismo. Esta plaga destruyó la ilusión final de poder e inmortalidad del líder primogénito egipcio.

Así pues, la figura del faraón era la de una deidad que caminaba sobre la Tierra. De él decían los papiros que «el terror que inspira abate a los bárbaros en sus países». Los súbditos le veían como el hijo de Ra (dios del Sol), como el señor del universo y como el heredero del creador. Su figura rezumaba poder ancestral y estaba rodeada además de la protección mágica de las divinidades. Por ello, atentar contra su vida significaba algo más que pensar en matar a un hombre. Era poner en peligro el equilibrio cósmico y cargar directamente contra la estabilidad del Estado. Tal era el temor que suscitaba a nivel esotérico el regicidio, que las leyes apenas contemplaban el castigo por llevarlo a cabo, pues la sola mención del asesinato era casi un tabú.

Comprendiendo estas creencias egipcias, discernimos que cuando el Eterno, nuestro Elokim, envió a Moshé donde Paró por primera vez, le dijo que «Israel es mi hijo primogénito» (Éxodo 4:22). Estas palabras divinas dejaban bien en claro que Dios consideraba a Israel como su primogénito entre las naciones y le estaba advirtiendo al Faraón lo que sucedería (Éxodo 4:22-23). Por eso, en la décima plaga, al matar al primogénito de Egipto y salvar a Israel, Yahvéh mostró que Su Pueblo es el primogénito verdadero y le dio el golpe final a la estructura religiosa egipcia basada en el primogénito de Ra, la serpiente antigua (leído de Rav Ari Kahn).

¿Por qué y Para qué Israel es Primogénito del Eterno?

Entonces, desde lo que el mismo Yahvéh le dijo a Faraón queda claro que Israel, el pueblo hebreo, como nación, es el hijo primogénito del Eterno. Esto es porque Dios mismo ha dado a luz ese pueblo, fue creado por Él, y por consiguiente tiene una herencia divina que le corresponde. Por ende, Israel para este tiempo final tiene la promesa de una bendición grande que ha de venir, y por consiguiente va a heredar el Reino prometido de David.

Ese Reino será restaurado conforme a la promesa divina, y es bajo ese Reino que Israel recibirá y tendrá paz permanente. De eso nos habla el oráculo del profeta Ezequiel:

«Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.«
(Ezequiel 34: 23)

Ahora bien, ¿quién ese ese pastor que heredará el Trono de David?

Yeshúa HaMashiaj: El Primogénito entre muchos Hermanos

Cuando venimos a los Escritos del Brit HaDashá (Pacto Renovado) notamos que en el Evangelio de Mateo, esta relación de Yahvéh con su Pueblo, fue personificada en Yeshúa.

El escritor Mateo dijo que la huida de la familia de Yosef y Miriam (José y María) a Egipto y su posterior retorno, en verdad era el cumplimiento de la profecía: «De Egipto llame a mi Hijo». El texto dice así:

Y él despertando, tomó al niño y á su madre de noche, y se fué á Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: DE EGIPTO LLAMÉ A MI HIJO.
(Mateo 2:15)

Pero cuando leemos todo el versículo en el libro del profeta de Hoshea (Oseas) en donde se emitió dicho oráculo, podemos ver que el profeta se estaba refiriendo a Israel:

Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.” (Hoshea/Oseas 11:1)

Relacionando pues esta profecía con lo que el evangelista Mateo escribe, se nos revela algo maravilloso: el Mesías es la encarnación de Israel. Él es el primogénito del Padre para cumplir con estas tres funciones. Cuando Israel fue sacado de Egipto, el hijo de Dios salió.

Yeshúa es el primogénito de los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial. Él es el Unigénito del Padre en la carne y el primero en levantarse de entre los muertos en la Resurrección, como bien se lo expresaba el apóstol Pablo a los creyentes de la ciudad de Corinto:

“Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron”.
(1 Corintios 15:20). 

Al llamar al Mashiaj el Primogénito entendemos que se está señalando a su acto de conquistar la muerte en todas sus formas (simbolizada en la palabra Egipto o Mitsrayim) para que “todos resuciten” (1 Corintios 15:22), es decir, para que todos podamos emularlo en Su forma de peregrinar la vida.

¿Puede Dios usar para Su Propósito a Alguien con Vida Ordinaria?

Por P.A. David Nesher

«Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Yahvéh en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo:
Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.«

Éxodo / Shemot 3: 1-3

Por un lapso de cuarenta años Moshé vivió como un pastor oculto en el desierto de Madián. Hasta este punto su vida era tan humilde que él no tenía ningún ganado al que pudiera llamar como propio,… ¡las ovejas pertenecían a su suegro!… Sin embargo, en aquel día, lo cotidiano se volvería para él en algo sobrenatural.

Siempre me imagino la escena. Cuando Moshé se levantó aquella mañana y contó las ovejas, no se dijo a sí mismo: «Creo que llevaré las ovejas al lado occidental del desierto, junto al Monte de Dios«. El monte Horeb era simplemente eso: el monte Horeb; una roca indistinta en el desierto como tantas otras colinas y montañas, de aspecto completamente ordinario. No tenía nada de especial. El monte Horeb se convirtió en el monte Sinaí, la montaña de Dios, simplemente porque el Eterno lo eligió, no porque fuera más alto, más poderoso o más santo que cualquiera de las colinas y montañas circundantes. (Horeb significa “desierto” o “desolación”)

De manera similar, Moshé se convirtió en Moshé, el Profeta del Altísimo porque Dios lo llamó, lo encontró y lo comisionó, no porque fuera más piadoso, más poderoso, más inteligente o más elocuente que otros hombres.

Con este relato descubrí que Dios está en lo ordinario,… ¡Él goza esconderse allí para ser hallado! Así mismo se me reveló que siempre los encuentros con Dios ocurren en lugares ordinarios. Lo diferente está en que cuando ese encuentro con Dios ocurre, lo ordinario se transforma inmediatamente en extraordinario y sobrenatural.

El muy común Monte Horeb se transformó en el extraordinario Monte Sinaí debido a que la presencia de Dios estaba allí. Así también, el Moshé muy común, un simple hebreo exiliado de Egipto, un pastor de ovejas perdido en el desierto, se transformó en Moshé, el Hombre de Dios, el mayor profeta de todos los tiempos porque se encontró con Dios. ¡El Eterno transformó al hombre común en algo extraordinario, y así continúa obrando hoy!

Estoy convencido que alguno de ustedes, a esta altura de la bitácora, se estará cuestionado: «¿Cómo podría Dios usarme para algo? No soy nadie en especial. Solo soy una persona normal con una vida normal.«

La mayoría de nosotros no nos consideramos personas extraordinarias. Probablemente, al igual que yo, tú te consideras una persona bastante corriente con una vida bastante común y ordinaria. Sin embargo, desde la perspectiva de Yahvéh, eso es perfecto. Tú eres la persona indicada para el cumplimiento de Su propósito eterno. Tú eres el alma perfecta con la que puede hacer cosas extraordinarias. ¡Él no busca profetas!; ¡Él solo busca personas normales que se desenvuelvan en circunstancias normales!

Lo que sí necesito que entiendas, es que cuando Moshé vio la zarza ardiendo, el relato destaca que él se desvió para investigar aquel fenómeno. Sólo entonces el Santo Bendito Sea se reveló a Moshé como el Dios de sus padres. Justamente allí está nuestro problema. Generalmente no nos tomamos el tiempo para desviarnos e investigar la Voz que se esconde en la zarza, es decir las Sagradas Escrituras.

Todos tenemos la intención de crecer espiritualmente. Todos imaginamos que un día, nos tomaremos un tiempo para estudiar, para crecer en Torah, para hacer un mitzváh (mandamiento) , para orar con regularidad. Pero no puedes llevarte las buenas intenciones a la tumba. Un rabino famoso dijo una vez:

No te digas a ti mismo:
‘Cuando tenga más tiempo, estudiaré Torah. Quizás no tengas más tiempo ‘”

(m. Avot 2: 4)

Ante esto te propongo: ¡Dispónte a ejercer proactividad ante tu buena y correcta intención! ¡No digas, cuando tenga más tiempo, me desviaré, es posible que no tengas más tiempo!

¿Qué Significa ser «Esposo de Sangre» (Jatán Danim)?

Por P.A. David Nesher

Aconteció en el camino, en una posada, que el Eterno le salió al encuentro y procuró matarlo.
Entonces Tzipora [Séfora] tomó un pedernal afilado, cortó el prepucio de su hijo y tocó con él sus pies, y dijo: -¡Tú eres para mí un esposo de sangre!
Entonces le dejó.

Ella había dicho ‘esposo de sangre’ a causa de la circuncisión.

(Shemot / Éxodo 4:24-26)

Estamos frente a un confuso episodio relatado por la Torah que conlleva a que esta parte de las Sagradas Escrituras se haya convertido en un texto controversial a lo largo de los siglos… Pocos relatos bíblicos resultan tan extraño como este al momento de una interpretación.

¿Por qué el Eterno hace esto!… ¿Es acaso un Dios bipolar?

La segunda pregunta del planteamiento que hago arriba, surge del hecho que los detractores ateos que recurren a la falsa crítica bíblica como herramienta de interpretación, utilizan este pasaje para argüir que el Dios de Israel es una divinidad con las características propias de los dioses de la antigüedad: la bipolaridad; un día se presenta tierno y cariñoso, y al día siguiente se vuelve furioso, riguroso y destructor. Estos detractores de la emunáh arguyen de que YHVH había convencido a Moshé que era Su escogido para liberar a Su Pueblo, pero ahora, en viaje a dicha misión, se le aparece queriendo matarlo.

Con todo este peso de argumentos enemigos, y para poder realizar nuestra búsqueda de respuestas a estos planteos, primeramente debemos entender y aceptar que este relato, como todos y cada uno de los que componen la Torah, tiene varios niveles de lectura. Uno de ellos, el primordial es el nivel literal, es el de comprensión de los hechos tal y cual están narrados, y tal como acontecieron realmente. Es entender la historia, el suceso, lo que concretamente pasó. Por ello, conviene que analicemos la historia paso a paso.

Después de su encuentro con el Eterno, y de aceptar su vocación divina, Moshé deja el lugar de la teofanía y regresa a su casa. Allí solicita a su suegro Yitro permiso para ir a Egipto con el fin de ver si sus hermanos están aún con vida. Aquí ya hay algo que llama la atención ya que la razón aducida por Moshé no responde a la verdadera realidad del mandato divino que ha recibido. Aquí pues sale la primera pregunta: ¿por qué no le habla a Yitro de su experiencia en el desierto?

Muchos sabios, tratando de dar respuesta a esta cuestión coinciden en decir que hubiera sido demadiado fuerte y hasta increíble para Yitro saber que YHVH se había aparecido a este forastero errante, hijo de esclavos hebreos, que él había adoptado para salvarle la vida. Así pues, y debido a su condición de sacerdote de Madián, él no estaría en condiciones de entender el particular mensaje del Dios de Israel, y particularmente el Proyecto al que Dios convocaba a Moshé e Israel. Resulta más difícil de asumir el proyecto de liberación que aceptar que un arbusto (la zarza) pueda brillar intensamente mientras mientras arde sin consumirse.

De esta explicación surge evidentemente la respuesta a nuestro cuestionamiento: la razón por la cual Moshé intenta disimular sus próximos pasos es porque la liberación a la que es llamado es un plan riesgoso y teme una reacción adversa de su suegro que influencia a una buena parte de la nación madianita. Visto esto así, podremos entender mejor la palabra de despedida de Yitro: «¡Vé!» que hebreo es lek y es un imperativo que sólo podían usar los jefes de familias que lideraban clanes y tribus. En esa condición Yitro envía a Moshé a visitar a su familia y parientes. Así mismo le agrega el saludo «Shalom» (Paz) que no es un simple deseo, sino la fórmula de bendición que usaban aquellos que ejercían autoridad y que deseaban a un súbdito lo mejor para su viaje y los suyos.

Así pues Moshé, conforme a la orden divina, se puso en camino de Mitzrayim (Egipto) con su mujer y su hijos Gershón, el primogénito, y Eliezer, que aparentemente era un bebé.

Durante el camino ocurre un incidente singular: Yahvéh le sale al paso en actitud amenazadora: «quería matarlo» (v. 24)

¿Por qué YHVH quiere acabar con la vida de Moshé cuando lo ha escogido para una misión tan importante y trascendental?… ¿Por qué esto?… Además, ¿a quién quiere matar el Eterno?

Una gran mayoría de estudiosos aseguran que el Eterno quería matar a Moshé, pues él, al haberse criado en la corte del faraón, no había recibido ese rito prescrito por Yahvéh a Avraham y el cual había que efectuar en el niño a los ocho días de nacido. Fue a esa falta que se atribuyó la enfermedad y/o fiebre que lo puso en peligro de muerte queriendo acabar con su vida en el viaje a Egipto. Estos mismos intérpretes aseguran que por esto Ziporáh tomó de prisa a su hijo mayor, lo circuncidó, y con su prepucio tocó el pene de Moshé manchándolo con sangre como si hubiera circuncidado a su marido. En efecto, si bien el texto dice que Tzipora tocó sus pies, la palabra hebrea “régel” (que aquí se traduce “pies”) también suele emplearse en la TaNaK (Antiguo Testamento) como un eufemismo para referirse a los genitales (cf. 1Samuel 24:4; Isaías 6:2; 7:20). Desde esta concepción, los estudiosos concluyen que Tzipora entonces untó el miembro viril de Moshé logrando así que Dios se calmara; y salvó a Moisés de la muerte. Pero esta interpretación, que actualmente es la más extendida entre los biblistas cristianos, crea más problemas de los que resuelve.

Ahora, recurriremos a la herramienta espiritual que nos otorga la Jokmáh (Sabiduría) divina: preguntar.

En primer lugar, ¿cómo es posible que Moisés no estuviera circuncidado?

Según lo que leemos en el rollo de Shemot, Moshé, al nacer, estuvo con sus padres biológicos un mínimo de tres meses (probablemente fue un año), antes de dejarlo en una cesta en el río Nilo (Ex. 2:2). Este era un tiempo de sobra para circuncidarlo, ya que se trataba de un precepto sagrado entre los hebreos, y especialmente prioritario para la tribu de Leví a la que él pertenecía. Pero aún cuando sus padres no lo hubieran hecho, Moshé fue después criado en el palacio real de Egipto; y los egipcios también practicaban la circuncisión, aunque no al nacer el niño, sino cuando llegaba a la pubertad. Y suponiendo que tampoco los egipcios lo hubieran circuncidado, más tarde Moisés se instaló entre los madianitas, nación beduina descendiente de Avraham y Cetura, en la que dicho rito era considerado obligatorio antes del matrimonio. Entonces resulta imposible admitir que a Moshé no lo hubieran circuncidado, ya sea sus padres al nacer (entre los hebreos), al llegar a la adolescencia (entre los egipcios) o al casarse (entre los madianitas).

Más allá de estas evidencias que demuestran que Moshé estaba circuncidado, propongo una especulación más: imaginemos que a Moshé le faltaba la circuncisión… ¿Por qué entonces Tziporah soluciona dicho problema circuncidando a su hijo?

Quienes sostienen la explicación biblista aseguran que fue así para continuar su viaje y cumplir su misión. Por eso prefirió circuncidar a Guershón, y tocar con su prepucio los genitales de Moshé, realizando así una “circuncisión vicaria”, es decir, sustituta que rehabilitaba a Moshé delante del Eterno.

Lamentablemente, esta última explicación resulta absurda, ya que jamás ha
existido en Israel la “circuncisión vicaria”. Más aún, dicha expresión es un oxímoron, es decir, un concepto contradictorio, porque la circuncisión era un pacto personal e intransferible del israelita con YHVH. Nadie podía circuncidarse por otro. Si Tzipora circuncidó a Guershón, sólo pudo deberse a que éste carecía de esa operación, y no Moshé. Esto nos lleva a una primera conclusión: Moshé ya estaba circuncidado, y lo que el texto relata es simplemente la circuncisión de su hijo primogénito.

Así es como todo el contexto literal inmediato lo insinúa: su hijo no estaba circuncidado, y, por lo tanto, carecía de la señal del Pacto que el Eterno hizo con Avraham, por la que se formaba parte del Pueblo Elegido. Pero entonces, ¿por qué Dios decidió atacar y dar muerte a Moshé? ¿Acaso no dice la Torah que, si en Israel un niño no es circuncidado, el castigo debe recaer sobre el propio niño y no sobre su padre? (Gn. 17:14).

No hay razón para que Dios ataque a Moshé. Llegamos así a una segunda conclusión: el objeto de la agresión divina (“darle muerte”) también era Guershón, y no Moshé.

Entonces, y a causa de esto, el Eterno para resaltar la enormidad de esta falta, hace ademán de atentar contra la vida de Moshé, mostrando así que él es el único responsable de este inexplicable olvido… A Moshé, el Eteno le causa la plaga que conducirá a la muerte del hijo primogénito, si él y no hiciera la teshuváh correspondiente.

Ahora bien, estas dos conclusiones firmes (es decir, que el blanco del ataque era el niño, y que la razón fue porque no estaba circuncidado), plantea a su vez otros interrogantes que debemos despejar para poder llegar a la conclusión y revelación correcta:

  • ¿Por qué YHVH quiso matarlo, si en la Torah el castigo por no estar circuncidado era la expulsión de la comunidad, y no la muerte?
  • ¿Y por qué Dios esperó a que entraran en el viaje a Egipto para atacarlo, en vez de hacerlo antes de comenzar el mismo?
  • ¿Por qué Tziporah tocó con el prepucio ensangrentado los genitales de Moisés, si Moisés ya estaba circuncidado?
  • ¿Por qué fue ella quien lo circuncidó si según el mitzváh (mandamiento) de la Torah, esta es una tarea masculina?
  • ¿Qué quizo decir con la expresión: «Tú eres para mí esposo de sangre»?
  • Y la pregunta más importante: ¿Por qué el Eterno decidió que el relator contara este episodio en la Torah misma?
La Décima Plaga Anunciada en un Acto Profético de Fe.

Para resolver cada uno de estos enigmas debemos recurrir a la pista que el propio redactor bíblico nos ha dejado: el contexto del relato.

Si prestamos atención al texto notaremos que en los versículos inmediatamente anteriores, YHVH ordena a Moshé:

Cuando vayas a Egipto, dirás al Faraón:
«Así dice Yahvé:
Israel es mi hijo primogénito.
Por eso, deja salir a mi hijo para que me dé culto.
Si no lo dejas partir, yo mataré a tu hijo primogénito
(Éxodo 4:21-23).

Es decir, antes de que Moshé emprenda el viaje de misión apostólica para llevar guehuláh (redención) a Israel, el mismo Dios le informa que piensa mandar contra Mitsrayim (Egipto) un castigo muy grande (más tarde conocido como la “décima plaga” o «muerte de los primogénitos«).

Dicho castigo consistió en que, el día fijado, a la medianoche, YHVH pasó por el país matando a los primogénitos de cada familia que vivía en Egipto, tanto egipcia como extranjera (Ex. 11: 4-8). Los únicos que se salvaron fueron los niños israelitas, “porque Yahvé sabe distinguir entre los hijos de Egipto y los hijos de Israel” (Ex. 11: 7).

Después de anunciar la amenaza de muerte de los niños, sigue el episodio que estamos estudiando. Ahora bien, si un momento antes el redactor hablaba de la muerte de los primogénitos, es lógico pensar que, cuando a continuación dice que Yahvé “quiso darle muerte”, y no aclara a quién, el “le” se refiera al primogénito de Moshé, es decir, Guershón. El contexto, pues, confirma que el agredido no fue Moshé sino su hijo primogénito.

Ataque a la Hora Señalada por el Espíritu de la Profecía

La vinculación de estas dos escenas nos permite entender por qué el Eterno quiso atacar a Guershón. Éste no estaba circuncidado, debido a que Moshé había vivido todos esos años entre los madianitas, y ellos postergaban la circuncisión hasta el momento del matrimonio, como una iniciación a la vida de liderazgo familiar. En cambio, los israelitas realizaban el Brit Miláh (Pacto de Circuncisión) a los ocho días de nacido el bebé varón, señalando que pasaba a formar parte del pacto avráhmico y así recibía protección como parte del Pueblo que el Eterno estaba formando para bendecir a las naciones con la simiente mesiánica.

Por lo tanto Gershón, al aproximarse a Mitsrayim (Egipto) con su familia, no lo hace como un niño israelita sino como un extranjero. Entonces Dios, representado en el Ángel de la Muerte, decide atacarlo y darle muerte, como demostración de la terrible plaga que había predicho en la escena anterior que le acontecería a faraón y los egipcios. Según esta interpretación, la intención de Yahvé no era castigar al niño, ni tampoco a Moshé, sino mostrar que Él es un Dios veraz y que por lo tanto piensa cumplir en serio lo que ha anunciado, y liberar a Israel con todas las consecuencias.

De esta forma también se explicaría el porqué del ataque de Yahvéh al pequeño Guershón durante la noche. Porque es la hora en la que la décima plaga atacará a los primogénitos extranjeros.

En las Pierna del Cuerpo y los Postes de las Puertas

Así se nos aclara, también, otro detalle: ¿a quién tocó Tzipora con el prepucio ensangrentado? Como lo dije más arriba, muchos estudiosos interpretan que fue a Moshé, para fingir su circuncisión. Pero es difícil pensar que el Eterno se hubiera dejado engañar con semejante maniobra supuestamente vicaria. Más bien hay que pensar que tocó al mismo niño.

¿Pero con qué objetivo, si ya lo había circuncidado?

Nuevamente el contexto anterior, que anuncia la décima plaga, nos ayuda a entenderlo.

En efecto, durante la décima plaga, los niños hebreos no se salvaron de la muerte únicamente por estar circuncidados, sino también porque los postes y el dintel de sus casas estaban marcados con sangre (Éx. 12:22), de modo que al pasar el Ángel de la Muerte y notar las manchas de sangre en un lugar visible, siguió de largo preservándoles la vida.

Ahora bien, hemos leído que el texto dice literalmente que Tzipora tocó los “pies”. Aunque dijimos que algunos piensan que podría ser un eufemismo para aludir a los genitales, los sabios aseguran que es mejor aquí tomar la palabra en su sentido corriente, es decir, los pies; o más exactamente las “piernas” o “muslos” (traducción también del hebreo régel).

¿Por qué? Porque las piernas son como los postes de las casas de una familia. Es decir que Tzipora está haciendo (inconscientemente) un acto profético mediante el cual el Eterno señala cómo se salvarán los hijos de los hebreos cuando acontezca la décima plaga, donde cada padre de familia seguirá incondicionalmente la orden de Yahvéh:

«Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana. Porque YHVH pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará YHVH aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir
(Éxodo 12: 22-23).

Entiéndase bien esto, el dintel (la zona de la entrepierna del niño) ya estaba marcada por la circuncisión; faltaban sólo los postes, que es lo que Tzipora completó, cumpliendo así el rito que, días más tarde, los padres hebreos
cumplirán en sus casas para salvar a sus hijos.

Por ello, cuando el Eterno, representado en Su ángel, vio al primogénito de Moshé circuncidado, y las marcas de sangre en sus piernas, lo soltó y se alejó de la posada, como más tarde seguirá de largo en las casas marcadas, la noche de la décima plaga.

En verdad, que esta interpretación puede ser correcta, lo confirma
otro detalle. El texto original no dice que Séfora “tocó” las piernas de Guershón con sangre, sino que “untó” sus piernas. Y este verbo es el mismo que se utilizará más adelante cuando se cuente la décima plaga: Dios ordenará “untar” el dintel y los postes de las casas con sangre (Ex. 12:22).

¿Pero por qué fue Tzipora quien practicó el rito, y no Moisés, siendo que se trataba de una función masculina?

Porque en aquel tiempo, las mujeres de Madián eran las encargadas de las tareas familiares, incluida la circuncisión. Cuando más tarde el rito se impregnó de sentido profético a través de los mitzvot (mandamientos) de la Torah, quedó en manos de los varones, particularmente de los sacerdotes. Aún así, las mujeres podían practicarlo en caso de emergencia.

Entonces el autor bíblico muestra a Tzipora circuncidando a su hijo para resaltar lo urgente de la situación, y para reeditar el contexto de la décima plaga, donde todo hubo que hacerlo de prisa (Ex. 12:11).

¿Un hijo por esposo?… ó… ¿Un primogénito que salva al esposos?

Queda un último enigma por descifrar, el más intrigante, y es la exclamación de Tzipora al untar las piernas de su hijo con sangre: “¡Tú eres para mí esposo de sangre!”.

¿Qué significan estas palabras?

La frase hebrea jatán damim (traducida aquí como “esposo de sangre”) es muy extraña, y no vuelve a aparecer nunca más en toda la Tanak (A.T.). Por lo tanto, es muy conveniente que la consideremos tanto en su contexto histórico-cultural como lingüístico.

Por todo lo que hemos dicho, evidentemente está dirigida a Guershón, porque Tzipora la pronuncia al circuncidarlo (Éx. 4:26). Pero la pregunta es evidente y lógica: ¿por qué lo llama jatán (“esposo”)?

Según los exegetas, en tiempos antiguos la palabra hebrea jatán (que aquí se traduce por “esposo” y que también se usa para «novio«) tenía un significado más amplio e impreciso, y se utilizaba para referirse a cualquier pariente. Será más tarde cuando esta expresión quedará restringida al esposo o novio.

Ahora bien, como el relato es muy antiguo, la expresión “Jatán Danim” debe traducirse más bien por “pariente de sangre”; y el grito de Sefora deberá entonces ser leído:

¡“Tú eres para mí pariente de sangre”!

Así esta expresión debe tomarse como una frase ritual. Es decir que son palabra que expresan más bien una especie de jaculatoria (oración piadosa) o exclamación profética, que se empleaba al cortar el prepucio.

Esta expresión en los labios de Tzipora indicaba que el niño, hasta ese momento identificado como un extraño por su falta de circuncisión, adquiría un nuevo parentesco con el clan de su padre: en este caso Gershón pasaba definitivamente a ser miembro del pueblo de Israel.

En este pasaje, la expresión da a entender que Tzipora vio un efecto poderoso en la sangre del hijo para salvar la vida del padre y la misión que este tenía para con Israel, tanto como para ella pasar a ser una mujer israelita por adopción.

Es que con esta declaración Tzipora aludía a que si bien hubo un descuido de Moshé en circuncidar a su hijo de acuerdo al mitzváh del Eterno dado a Avraham, el derramamiento de sangre que acaba de practicar en su hijo primogénito conlleva a reparar el descuido que ocasionó tal cortocircuito en el Mundo de Arriba, y le garantizaba a ella el traspaso de pueblo y de pacto.

Esa expresión insólita de Tzipora: “¡Eres para mí novio de sangre!” evidentemente se hizo porque la circuncisión tenía que ver con un pacto. Ella reconocía que el autor de aquel pacto era YHVH, el Dios de Avraham, Itsjak, y Yaakov, representado aquí por el Ángel de la Muerte. Por consiguiente, al dirigirse al Eterno por medio de su ángel representativo llamándolo “novio de sangre” no parece que Zípora hubiera estado hablando en son de crítica, sino en reconocimiento de su propia sumisión ahora a las estipulaciones de aquel pacto, y no de las tradiciones de Madián, su nación de origen.

Al cumplir con los requisitos del pacto de la circuncisión, ella reconoció que existía un pacto con YHVH y el alma pre-existencial llamada Israel.

Era como si ella hubiese aceptado una posición como de esposa en el pacto de la circuncisión, con YHVH como el esposo. De este modo ella también se declaraba ahora una mujer israelita en todas las letras de la emunáh de Avraham, que se comprometería a que sus hijos y generaciones buscaran ajustarse siempre a las normas y ética revelada por el Eterno a través de las sabiduría de Su Instrucción.

El pacto de la Torah establecido posteriormente con los israelitas dejó claro que en un pacto, el Eterno asume, por decirlo así, el papel de esposo, y la otra parte, el de esposa (Jeremías 31:32). 

Por este acto de obediencia al requisito apropiado de Dios, la vida de su hijo ya no estaba en peligro, y la misión redentora de Moshé estaba libre de todo rigor celestial. Así el proyecto de liberación divina comenzó a fluir con un poder inimaginable para aquella familia y para Israel mismo.

Vemos que Tzipora no necesita matar al «enemigo» que amenaza la supervivencia de su hogar; más bien, en su acto de liberación, ella cumple una de los mandamientos de la Torah y así salva a su familia del mal que la acecha. Tzipora nos presenta una consigna fundamental en la formación de identidad y representa un gran desafío para nosotros hoy: cuando la familia nuclear está bajo ataque, los conflictos y las dificultades pueden resolverse cumpliendo los mandamientos que dejarán su huella en las generaciones futuras.

El Dolor de Un Padre ante la Muerte de Su Primogénito.

Pero aún queda un midrash (enseñanza) más que creo importantísimo destacar. Es la enseñanza de cómo debe ser un líder que sigue el llamado del corazón pastoral de YHVH.

Volviendo a leer el pasuk (versículo) 23 leemos:

«hineh anoji horeg et-binja bejoreja«

«voy a matar a tu hijo primogénito.«

El Eterno le está ordenando a Moshé que en algún momento tendrá que decirle al Faraón:

«¡El Eterno dará muerte a tu hijo primogénito

Por lo tanto, YHVH, como Dios verdadero, necesita que Moshé se acerque al Faraón, y desde él a cada padre egipcio, con empatía y compasión a fin de no ser sádico a la hora de ver el cumplimiento de esta plaga.

El Eterno quiere que Moshé salga de ser el centro del universo, y logre ver aún a su enemigos como gente que merece ser entendidas desde el lugar que ocupan y en el destino al que se dirigen. ¡Sólo así su misión será correctamente cumplida!

Así pues, desde este evento, el ego de Moshé quedará totalmente eliminado, y la humildad lo caracterizará a la hora de representar a YHVH frente al Faraón y los egipcios.

Moshé tendrá en su alma el claro entendimiento de que el Eterno llegará a utilizar esta terrible plaga con gran dolor en su corazón, pues Moshé, a partir de este evento, adquirirá una conciencia de lo que significa tener a su primogénito en riesgo de muerte por causa de una plaga que el propio Ángel de la Muerte ocasiona.

Por lo tanto, Moshé al elevar su vara y hacer uso del poder delegado por la Guevuráh divina, no deberá hacerlo sin la previa activación de la compasión (Tiferet). Así logrará no hacer abuso de autoridad sobre las multitudes a las que está llamado a servir.

¡Este será el modelo revelado para ejercer un liderazgo mesiánico!…

Moisés Montó al Asno del Mesías y Alistó su Vara Redentora.

Por P.A. David Nesher

Vayikaj Moshe et-ishto ve’et-banav vayarkivem al-hajamor vayashov artsah Mitsrayim vayikaj Moshe et-mateh ha’Elohim beyado.

«Moshé tomó a su mujer y a sus hijos, los montó sobre el asno y se volvió a la tierra de Egipto. Moshé tomó en su mano el bastón de Elokim.»

Shemot/Éxodo 4:20

El Eterno le encomendó a Moshé llevar su vara con todo lo que ésta implica, es decir, la vara que identifica al gobernante y al conductor de una nación. Así también la vara da una prueba tangible del valor y coraje que deberá tener Moshé al presentarse delante de Parhóh y realizar todos los portentos, en nombre de Yahvéh y no como una suerte de sortilegio.

El Eterno le da a Moshé la vara que le acompañaría en su misión para persuadir al rey egipcio. Leyendo comentario de libro El Zohar encontré esta interesante explicación:

«…La vara de Moshé era especialmente sagrada porque el Nombre sagrado fue marcado sobre ella en las dimensionalidades del Gan Edén mismo (…) La vara de Moshé tenía por lado los 72 Nombres de Dios, y por el otro, el Nombre divino de 42 letras…»,
(Zohar Vaerá 15:17)

La vara en el Tanak (mal llamado Antiguo Testamento) representa a tres poderes:

  • el poder regio dado a los reyes (Génesis 49: 10)
  • el poder espiritual concedido a los sacerdotes (2Reyes 4:29)
  • el poder de la justicia Divina otorgado a los jueces (Isaías 10:5).

Por otra parte, la «serpiente» era símbolo mismo del poder real en Egipto (c.f. Ezequiel 29 :3). Por eso, el mensaje de Yahvéh era claro: el tiránico poder egipcio seria sometido por la justicia Divina anunciada por Moshé como profeta del Cielo.

Ahora bien, resulta interesante para fortalecer nuestra emunáh (fe), saber que la vara que Yahvéh entrega a Moshé tiene la Intención divina de representar al Mesías. Así lo dejará bien claro el contexto bíblico que Moshé mismo escribirá en la Torah:

El cetro no se apartará de Yehudá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Shiló, y a él sea dada la obediencia de los pueblos.
(Génesis 49:10 )

Así también en el rollo de Bamidbar/Números quedará escrito:

“Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no cerca; una estrella saldrá de Yaakov, y un cetro se levantará de Israel que aplastará la frente de Moav y derrumbará a todos los hijos de Shet.”
(Números 24:17 )

En una forma maravillosa, este pasuk (versículo) conduce al lector a decodificarlo sumergiéndolo en las características de la misión y el carácter del Mashiaj.

El «BURRO del MASHIAJ»

Encontramos a Moshé partiendo hacia Egipto, llevando a su familia montada en un asno. Este animal es el signo más fuerte del Mashiaj obrando a favor de Israel.

¿Qué se entiende por el «burro del Mashíaj»?

La expresión «burro del Mashíaj», aparece por vez primera mientras Abraham se dirige a cumplir con la “Akedá de Itzjak” (atadura de Isaac) que el Eterno le había ordenado. Cuenta la Torah que Abraham se levantó muy temprano de mañana y preparó su asno; lo cargó con los elementos necesarios para el sacrificio y para la caminata de tres días desde Jevrón (Hebrón) al monte Moriáh. Esta escena está plena de códigos mesiánicos.

Siete generaciones después, Moshé también es despachado por Elokim a una importante misión. Leíamos en el pasuk (verrsículo):

“…Saca al pueblo de Israel de Egipto y llévalo al monte Sinaí, donde Yo les comunicaré su misión en la vida como Mi pueblo elegido…”
(Éx. 3:10)

Así pues, las imágenes de Avraham y Moshé junto a un burro, son de un profundo contenido mesiánico y profético que se complementan para dejar bien claro los detalles de la misión de Mashiaj.

El intérprete Rashí explica que el «Rey Mashiaj», se revelará entrando a la Santa Yerushalayim (Jerusalén), montado en un pollino. Agrega Rashí que, la misma bestia que ensillaron Avraham y Moshé en épocas antiguas, será el mismo en que ha de cabalgar Mashiaj para manifestarse a Israel [Zejariá 9:9; Pirké d’Rabí Eliézer 31].

El profeta judío Zejaryah (Zacarías) lo predice de la siguiente manera:

“…Regocíjate mucho, hija de Tzión (Sión), da voces de júbilo, hija de Yerushalayim. He aquí tu rey vendrá hacia ti, justo, y salvador es él, humilde [pobre] y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de asnas…”,
[Zejaryah 9:9, Tanaj Katz].

Al leer con atención notamos que el profeta Zejaryah describe a Mashíaj como “un pobre, cabalgando sobre un burro”. Explica el Rebe de Lubavitch que el significado simple de esta profecía es que Mashíaj, el más importante ser humano de la historia, es el epítome de la abnegación:

“…Será más grande que Abraham, más alto que Moshé, y más excelso que los ángeles supremos”
[Ialkut Shimoní sobre Isaías 52:13].

De hecho, la humildad es la marca de calidad de los justos: ellos reconocen que sus tremendos logros y talentos, y el poder investido en ellos como líderes, no son de ellos sino de su Creador. No viven para concretar y satisfacerse ellos mismos, sino para servir al propósito Divino de la Creación. En un nivel más profundo, el «burro del Mashíaj» representa la esencia misma del proceso mesiánico: un proceso que comenzó con el principio del tiempo y que constituye al alma misma de la historia.

El «burro del Mashíaj» tiene una larga y prestigiosa historia; una y otra vez hace su aparición en el curso de las generaciones, surgiendo en coyunturas claves del proceso mesiánico. Cada vez lo vemos cumpliendo la misma función, pero de una manera ligeramente diferente, reflejando los cambios que experimenta nuestro mundo a medida que evoluciona a su definitivo estado de perfección.

Jesús Montó un Asno y Entró en Jerusalén

Sabemos que Yeshúa montó un pollino cría de asna para entrar a la ciudad de Yerushalayim (Jerusalén). Ahora bien, al hacer él esto, ¿cumplió él la profecía de Zejaryah (Zacarias)? Para lograr responderlo, les pido que por favor leamos lo que el libro del Evangelio de Marcos dice:

«… Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, y les dijo: 
Id a la aldea enfrente de vosotros, y tan pronto como entréis en ella, encontraréis un pollino atado en el cual nadie se ha montado todavía; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dice: “¿Por qué hacéis eso?” decid: “El Señor lo necesita”; y enseguida lo devolverá acá. Ellos fueron y encontraron un pollino atado junto a la puerta, afuera en la calle, y lo desataron. Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos les respondieron tal como Jesús les había dicho, y les dieron permiso. Entonces trajeron el pollino a Jesús y echaron encima sus mantos, y Jesús se sentó sobre él. Y muchos tendieron sus mantos en el camino, y otros tendieron ramas que habían cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban:
¡Hosanna!
Bendito el que viene en el nombre del Señor;
Bendito el reino de nuestro padre David que viene;
¡Hosanna en las alturas!…”


(Marcos 11:1-10)

Montar un borrico era también una costumbre de los monarcas orientales, especialmente israelitas. Al menos así se aprecia en muy variados ejemplos, como el caso del rey Shelomó, (1Rey 1:32-38). De acuerdo a lo leído en las cartas apostólicas, Yeshúa ben Yosef, ben Miryam, que biológicamente desciende de reyes (David HaMélek y Shelomó), monta un asno y entra a Yerushalayim, en medio de un escenario de algarabía y júbilo -por parte de algunas multitudes-, de una forma muy apegada a como lo predijo Zejaryah (Zacarías), por favor leámoslo nuevamente:


“Da voces de júbilo (…)
Tu rey vendrá hacia ti, justo, y salvador es él, pobre y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de asnas…”

(Zacarías 9:9)

También resulta para nosotros muy interesante saber que los sabios del hebreo siempre aseguraron que, en un futuro, el verdadero Mashiaj sería reconocido pues cumpliría la profecía del profeta Zejaryah entrando a Yerushalayim (Jerusalén) montado en un burro. Es así como prepararon al pueblo de la Casa de Judá a estar listos a reconocerlo cuando esto sucediera delante de sus ojos. Por ello, el pueblo en su bendita injenuidad reconoció en Yeshúa al verdadero Mashiaj tal como los maestros le habían enseñando.

Pero a pesar de esto, cada vez que los discípulos de Yeshúa afirmamos que Yeshúa de Nazaret cumplió la predicción de Zejaryah, los maestros judíos esgrimen algunas refutaciones como ésta:
“Muchas personas, desde los tiempos antiguos llegaron a entrar y salir por las puertas de la Ciudad de Jerusalem montados en un burro, lo cual era bastante cotidiano…”.

En verdad, esto es cierto, pero tal objeción tiene sus partes débiles, por ejemplo; que ninguna de “aquellas personas” era Mashíaj, ya que dicha personalidad debe ser… “más grande que Avraham, más alto que Moshé, y más excelso que los ángeles supremos”, según he referido líneas atrás de acuerdo a lo que los sabios mismos sostuvieron a lo largo de todos los tiempos pre-mesiánicos. Por lo tanto, la profecía sigue en pie. Es incontrovertible que nadie en la historia del pueblo judío puede encuadrar mejor para el cumplimiento de esta profecía que el nuestro Mesías, Yeshúa HaNotzrí (de Nazaret), no hay competidores serios que se le acerquen.

Pero ante tan fuertes evidencias, algunas opiniones en el judaísmo, cerradas en su orgullosa necedad, señalan al gobernador Nehemiyah Nehemías) como “aquel que entró a Yerushalayim montado en un asno” (Nehemías 2:11-13), y que, consecuentemente, la profecía se ha cumplido en él. Sin embargo, esta conclusión, no es compartida del todo por la gran mayoría de los sabios.

Al respecto podríamos preguntarnos: ¿llegó ya el establecimiento de la época mesiánica? No. El mundo judío aguarda con paciencia esta hermosa Era. En el Talmud, una de las tradiciones más conocidas e interesantes que nos habla de la Edad Mesiánica y que merece la pena comentar, señala así:

«…Seis mil años existirá el mundo: dos mil años de caos, dos mil años de Torah y dos mil años de la llegada del Mesías (…)
En el tercer milenio que le sigue a los 2.000 años mesiánicos, la resurrección de los muertos ocurrirá…»,
[Avodá Zará 9; Sanedrín 97 a y b].

De acuerdo con este aporte profético de los talmudistas y haciendo los correspondientes cálculos, podríamos afirmar que nos encontramos, sin ninguna duda, en los «Tiempos de Mashiaj».

Lo maravilloso de todo esto es que la referencia del Talmud, cronológicamente coincide con la aparición de Yeshúa en Eretz Israel [y no precisamente con Nehemiyah (Nehemías) el gobernador). Así pues, según el tratado talmúdico, estaríamos justamente dentro de los dos milenios de “Época mesiánica”. Dos milenios han transcurrido del inicio de la predicación del Maljut Hashem (Reino de Dios) por parte de Yeshúa; dos mil años atrás, él entró a Yerushalayim montado en un pollino cría de asna y muchos le aclamaron como el “Ben David” esperado [Mattityahu/Mateo 21:4-11; Yohanan/Juan 12:12-15]. Por estas razones, hoy no son pocos los eruditos del ámbito judío que creen que Yeshúa HaNotzrí ha cumplido, en parte, la profecía de Zejaryah (Zac. 9:9).

Ahora bien, en su contexto etimológico, “burro” en hebreo se dice “jamor”. Este el vocablo está vinculado con la palabra hebrea “jomer” que significa “materia” (o “materialismo”). Por eso notamos que “jamor” y “jomer”, poseen la misma raíz hebraica. Teniendo en cuenta esto, logramos discernir que el «burro del Mashíaj», es la “bestia material alistada”; es lo físico encaminado a fines superiores y más excelsos, por la autoridad de aquel que logró colocarse sobre él (montarlo y dominarlo).

De aquí que en el nivel interpretativo llamado «Sod» (Secreto), la expresión “montar un asno” significa tener dominio sobre las fuerzas del mal; estar en dominio sobre la fisicalidad o materialismo. Considerando esto, nos damos cuenta que el rey del que nos habla el profeta Zejaryah, ha de dominar no solo a las propuestas materialistas del sistema, sino que logrará esta posición de autoridad porque primeramente ha domado toda tendencia egoica en su naturaleza humana, es decir sus instintos y pasiones (su yétzer hará). De este modo, Mashiaj pues, recibirá poder del Cielo para someter a las fuerzas de la oscuridad que dirigen al mundo en la Redención final, ya que primeramente aprendió la obediencia (Heb. 5:8) como clave para dominar todo plano de la existencia.

En la obra jasídica Likutei Sijot se explica que Mashíaj es quien representa la máxima plenitud de la Torah, él mismo cabalga el burro de lo material, pues él anuncia un mundo en el que la materia ya no es más el elemento “inferior” o secundario, sino un recurso totalmente refinado, una fuerza en nada menos central e importante para el bien que la creación más espiritual, [Likutéi Sijot, Vol. I, págs. 70-72].

Concluimos que, juntos, Abraham avinu, Moshé y por último, Mashiaj Yeshúa, dan ejemplo de cómo depurar y santificar los aspectos mundanos de nuestras vidas, y cómo integrar nuestro ser y ambiente materiales a nuestras metas espirituales.

Un último comentario lo he extraído de la obra “El Rebe enseña”. La misma señala lo siguiente al hablar del burro del Mesías:

«…Abraham, Moshé y Mashíaj: tres personajes que emplean este antiguo burro en su cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el alcance con que el burro está involucrado en su misión difiere. Con Avraham, lleva sus pertrechos; con Moshé, su esposa y niños; mientras que Mashíaj es descripto como cabalgando él mismo sobre el burro…»,
[Rebe Lubavitch].

Una Tierra de la que Fluye… ¿Leche y Miel?

Por P.A. David Nesher

Va’ered lehatsilo miyad Mitsrayim uleha’aloto min-ha’arets hahi el-erets tovah urejavah el-erets zavat jalav udevash el-mekom haKna’ani vehaJiti veha’Emori vehaPrizi vehaJivi vehaYevusi.

«Y por eso he descendido, para salvarlo del poder de los egipcios y para hacerlo emigrar de aquella tierra hacia una tierra buena y amplia, tierra de la que fluye leche [de cabra] y miel [de dátiles e higos]; al lugar [donde habita el pueblo] kenaanita, el jitita, el emorita, el prizita, el jivita y el ievusita.»

Shemot/Éxodo 3:8

Los términos «Zavat halav udevash» (“que fluye leche y miel”), hacen alusión a la fertilidad de la tierra. La expresión «Leche» es la metáfora para riqueza ganadera, y «miel» la analogía ideal para frutos de la tierra.

Pero esto puede ser entendido también en otro nivel; la leche es el alimento primario y básico de todo ser humano en su primer período de vida. El lactante depende, inexorablemente, de la “halav” (leche) de su madre y recurre a ella, naturalmente, como fuente segura de nutrición.

Muy diferente es «devash» (miel), ya que es un alimento «externo» producido por la naturaleza después de una ardua intervención del hombre para obtenerlo, su importancia se debe, básicamente, a su sabor.

Estos dos alimentos representan, en el lenguaje simbólico, la nutrición espiritual que cada redimido por el Mesías debe recibir:

a) la leche: son las enseñanzas de la Torah que ha bebido desde sus primeros instantes de vida;

b) la miel, que es el sabor placentero de toda la peregrinación interpretativa que aprende a realizar cada hebreo peregrinando en las parashot, a través del método PaRDeS.

Ambas cosas en conjunto determinan un crecimiento armónico del alma hebrea.

Las Semillas de «Lo Hebreo» Se Multiplican… ¡A Pesar de Todo!

Por P.A. David Nesher

Vayamot Yosef vejol-ejav vejol hador hahu. Uveney Yisra’el paru vayishretsu vayirbu vaya’atsmu bime’od me’od vatimale ha’arets otam.

«Falleció Yosef, y también todos sus hermanos y toda aquella generación.
Los israelitas eran muy fértiles y prolíficos y se multiplicaban cual enjambres. Llegaron a ser tan numerosos que el país estaba colmado de ellos.»

(Éxodo/Shemot 1:6-7)

Al principio de su descender a Mitzrayim (Egipto), junto a su padre Israel, en tiempo de Yosef, los hebreos fueron fieles a su identidad mesiánica. Ellos, lejos de asimilarse a la sociedad egipcia dejándose encantar por su cultura progresista (en lo social, lo cultural y lo económico) permanecieron fieles a sus principios espirituales demostrándolo en sus vestimentas hebreas, a sus tradiciones familiares y sus nombres hebreos.

Sin embargo, al morir las cabezas de las tribus, hubo entre los nuevos descendientes hebreos, aquellos que ya no deseaban vivir aislados en Goshén. Estos nuevos hebreos, gustaban comer en la mesa con los egipcios entrando en sociedad con ellos con el propósito de llevar una vida más placentera, cómoda, pero lamentablemente también corrupta.

Los Midrashim nos relatan que la tendencia a mezclarse con los egipcios se dio a partir de la muerte de los hijos de Yaakov, además de las rivalidades y odios gratuitos (sin motivo alguno), que se fueron generando entre ellos. Poco a poco fueron adoptando las costumbres idólatras del país, por lo que Yahvéh se irritó contra ellos permitiéndole al faraón endurecer su mano contra esas nuevas generaciones de israelitas. Por ello subraya el pasuk (versículo) “vatimale ha’arets otam”, que se traduce: “la tierra se llenó de ellos”.

Justamente esta expresión encriptada de Luz (“Vatimalé haaretz otam”) ha ocasionado interesantísimos debates interpretativos entre los jajamím (sabios) intérpretes de la Torah.

Algunos aseguran que los verbos empleados en esta expresión para definir este crecimiento son comunes a la vida del reino animal. Por eso, quieren ver en esta sucesión de verbos, casi sinónimos entre sí, un indicio de alumbramientos múltiples por parte de las mujeres. Llama poderosamente la atención que, contrariamente a lo que sucede en casos de alumbramientos múltiples y simultáneos, los hijos de Israel nacen sanos y fuertes. Este hecho es el que realmente abrumará a los egipcios, de constitución débil.


Todos los sabios del Midrash que sostienen esta interpretación ven en esta proliferación la protección del Eterno a los hijos de Israel y el cumplimiento de la promesa formulada por Él a los patriarcas de Israel, asegurándoles descendencia, prolifera cual estrellas de los cielos y cual arena de la mar. (Basado en comentarios de Rashi, Rabbi Itshak Arama y S.R. Hirsh).

Para otros, la traducción de “vatimalé haaretz otam” debería decir: “la tierra los llenó”, o mejor traducido: “se llenaron del polvo de la tierra”, «se llenaron con el polvo de esa tierra«. Dicho así esto, el texto nos está revelando que los israelitas se impurificaron al involucrarse con los hábitos sociales de la vida egipcia. Así pues, en términos místicos, la fraseología apunta, en lo general, al apego por las cosas de este mundo; apego a las ilusiones físicas; apego a lo terreno (material), apego a las bajezas humanas; a la tendencia a enojarse, a la ira, etc.

¿Que es el apego?

El apego es una expresión de inseguridad. Cuando la conciencia humana vibra en el apego solo piensa en liberarse del sufrimiento lo más rápido posible y alcanzar la felicidad para la familia, amigos, parientes y otros cercanos.

Al apego lo consideramos negativo porque nos crea infelicidad, sufrimiento y problemas. La felicidad y la paz provienen de acciones positivas y la infelicidad, el sufrimiento y los problemas vienen de las acciones negativas.


En la cosmovisión de la Torah, existen una infinidad de formas de “llenarse de tierra”, o ensuciarse impurificándose, sin duda. En sus líneas leemos que nadie es inmune a estas situaciones. Sin embargo, la Torah revela que debemos hacer para que nuestra conciencia se desconecte de esos comportamientos y así no darle más “oxígeno” al « lado oscuro».

Por ello es que los sabios dicen que vivir en Egipto es vivir en el “mundo de la materia” o «el sistema de cosas de la fisicalidad«.

Una reflexión saludable debería ser: “¿Me estoy llenando de tierra?” o «¿me encuentro limpiando el caos de mi vida?»

Entonces, entendamos que la expresión “vatimalé haaretz otam” contiene la codificación de un llamado divino para que no descuidemos nuestro esfuerzo diario de elevar nuestra conciencia al compromiso de ser congruentes con nuestra misión redentora. “Vatimalé haaretz otam” nos dice que debemos tener cuidado, no importa donde estemos, de que nuestra conciencia no ceda a la tentación de apegarse a lo que la masa reptiliana se apega, pues es entonces cuando nuestra conciencia hebrea, automáticamente se irá para abajo. Entrando poco a poco al llamado del miedo paralizante que Mitzrayim (el sistema de cosas reptiliano) nos ha implantado con sus ideologías y dogmas materialistas, para lograr que los apegos se hagan nuestros dueños, produciendo que el ego, en todas sus formas permee nuestra vida, abandonando así nuestra misión de traer redención al mundo.

Esta bajada de guardia, impide nuestros momentos de introspección y esta condición espiritual permite darle paso al Satán, por medio de la transferencia de energía vital positiva que le hacemos a través de nuestras acciones egoístas que en hebreo se dice «averá» (עֲבֵרָה) que significa «transgresión«, «desconexión» «un cruce«, «una transferencia«… Entonces la pregunta es: ¿qué estamos transfiriendo cada vez que nos desconectamos?… Transferimos nuestra energía mesiánica al Sitrá HaRá (el Otro Lado de la Pureza), y lamentablemente sólo podremos rescatarla a través de las aflicciones que nos llaman al esfuerzo de retornar a nuestra posición de identidad y herencia.

Si todo Israel se hubiera juntado a comer en la misma mesa de los paganos, jamás habrían salido de Egipto. Pero gracias a que no todos compartieron el pan con los idólatras es que pudieron ser libres del yugo opresor.

Como ya se los he señalado en párrafos anteriores, los Benei Israel (hijos de Israel) en su mayoría se distinguieron de los egipcios por las siguientes características:

  • 1) _ Preservaron sus nombres en lengua hebrea.
  • 2) _ No dejaron de hablar su idioma (la lengua sagrada del Creador), el hebreo.
  • 3) _ No se vistieron conforme al uso egipcio.
  • 4) _ Practicaban diariamente el jésed (bondad).



El hecho de cuidar estas cuatro cosas le otorgó a los hijos de Yaakov una protección especial para que no se impurificaran a pesar de estar rodeados de los egipcios y para que mantuvieran su propia identidad.

Un Nombre con Limitaciones (Mitzrayim)

Por P.A. David Nesher

Ve’eleh shemot beney Yisra’el haba’im Mitsraymah et Ya’akov ish uveyto ba’u.

«Estos son los nombres de los hijos de Israel que llegan con Yaakov a Egipto. Cada uno llegó con su familia.»

Shemot/Éxodo 1:1

La parashá Shemot, primera sección de estudio del segundo séfer (rollo o libro) de las Sagradas Escrituras (llamado Éxodo) nos obliga a pensar en la importancia de la identidad verdadera que se mantiene firme ante toda ofensiva de asimilación sistémica.

Por ello vemos que la palabra hebrea shemot se traduce «nombres». Ahora bien, en la cosmovisión hebrea el nombre de un ser humano no conlleva la necesidad de simplemente otorgarle una identificación, sino que el nombre con el que una persona es llamado constituye su alma y fuerza vital. Es la identidad de su esencia de propósito que marca su misión y destino. Esto significa que cuando el alma habita el cuerpo, obtiene vitalidad a través de su nombre hebreo, y desde él se proyecta en méritos hacia el Olam Havá.

Sabemos que un nombre, en cualquier cultura, es tan inherente a la individualidad de una persona que es prácticamente imposible identificar a alguien sin nombre. Sin embargo, desde la visión celestial, hay un punto en lo más profundo del alma donde no hay un nombre ni un destino inevitable. En ese punto exacto el alma es una parte absoluta con su Creador, no hay manera de que pueda ser identificado.

Teniendo en cuenta esto, necesito ahora que hablemos de un nombre que contiene la encriptación de lo impuro que conlleva al caos. Estoy refiriéndome a Mitzrayim, que lamentablemente en las Biblias cristianas ha sido traducido como Egipto.

El nombre “Mitzrayim” ( מִצְרַ֙יִם֙ ), proviene de la raíz “mitzráh” que significa “comprimir” o “encerrar”.

Desde esta raíz se formará el término metzarím, que significa «límites», «límites de angustia«, refiriéndose a los condicionamientos y frenos que existen en el alma de cada persona programada por el sistema reptiliano imperante. Desde metzarím se conformará el nombre Mitzrayim.

Entonces, desde estas significaciones comprendemos que Mitzrayim es el concepto de la “restricción sin libertad de movimiento” que el sistema reptiliano que impera en la fisicalidad produce.

Esta fue la situación de los israelitas en Egipto, y a la vez, la condición limitada de nuestras vidas cuando somos gobernados por el caos que trae el Ketz (Inframundo).

Los sabios expertos en toralogía nos dicen que “Mitzrayim”, no se refiere solamente a la zona geográfica de Egipto en el NE africano, sino que es un código celestial que alude al “exilio” o «galut» en hebreo.

Por lo tanto, “Mitzrayim” se refiere igualmente a nuestro «exilio personal» que es el sufrimiento, el enojo, la enfermedad, la tristeza, el miedo paralizante y el dolor que se padecen en esta vida. Elementos de toda vida caótica. Así pues, el nombre Mitzrayim simbólicamente trasciende un lugar físico, y representa la esclavitud material y moral.

Entonces y tal como podemos apreciar, la historia de hoy es de un significado profundo ya que nos enseña sobre la penosa esclavitud de los israelitas en Mitzrayim que, en términos de mística, señalan los sabios, no es otra cosa que la relación existente entre el binomio cuerpo-alma, denominado “Egipto” y, el espíritu, que es llamado “Israel”. El simbolismo revelado aquí es que el cuerpo físico es la “prisión” de nuestra alma, y esta, por medio de la ignorancia, la cárcel del espíritu, y por ende, del Eterno, mismo.

Debemos aceptar que cada uno de nosotros, mediante programación sistémica, tenemos un “faraón interno”; cuando las letras que componen la palabra «Faraón» (en el idioma hebreo Parhó) las intercambiamos de lugar, encontramos que se nos forma el vocablo “haoref” que significa “nuca” (parte del cuello pegado a la espalda). El significado “haoref” (cuello o nuca), se comprende de la fraseología: “…Así ha dicho Yahvéh: deja ir a Mi pueblo…”. A lo que faraón se niega. Esta negativa es el “cuerpo” dándole la espalda (la nuca) al “alma”, que se interpreta también como una guerra entre la conciencia materialista contra el espíritu en plena supra-consciencia.

En hebreo, a la zona de unión del cuello y el pecho (parte de la garganta) es llamada: tzipor-hanefesh, es decir «el pájaro del alma«. Dicho esto, y considerando lo anterior, es muy fácil descubrir entonces qué relación «física» tiene Mitzrayim con la angustia.

Mitzrayim es lo que estrecha la garganta (tal como los collares que se les colocan a los esclavos), lo que provoca la angustia.

Mitzraim es angustia.

Durante 210 años lo hebreos padecieron la esclavitud angustiante. Los relatos históricos tradicionales cuentan que las vejaciones no tenían límite.
Entonces nos podemos preguntar, ¿por qué macabro designio el Eterno quiso esperar tantos decenios?
¿Él que es Todopoderoso, no podía liberar a los hebreos antes?
¿No quiso?
¿Qué pasó?

La Torá es muy clara al respecto (para el que sabe leerla con humildad y mansedumbre):

«Asimismo, Yo he escuchado el gemido de los hijos de Israel, a quienes los egipcios esclavizan, y me he acordado de mi pacto.«
(Shemot / Éxodo 6:5)

¿Cuándo se «acordó» el Eterno del pacto con los hebreos?
Obviamente que siempre, pero el relato revela que Él se puso en «campaña» para liberarlos, en el momento en que los hijos de Israel al menos pudieron «gemir» por causa del padecimiento, y a pesar del mismo.

Es decir, si los israelitas no hubieran reconocido su angustia, Dios no los hubiera redimido.

Por lo menos 210 años debieron sufrir lo «indecible», hasta que al menos un gemido colectivo y no egoísta brotó de sus estrechas gargantas:

«Los hijos de Israel gemían a causa de la esclavitud y clamaron a Elokim, y el clamor de ellos a causa de su esclavitud subió a Elokim.«
(Shemot / Éxodo 2:23)

Y, como veremos, eso fue lo único que atinaron a hacer como colectivo, como personas hartas de la esclavitud, pues:

«De esta manera habló Moshé [Moisés] a los hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moshé [Moisés], a causa del decaimiento de ánimo y de la dura esclavitud.» 
(Shemot / Éxodo 6:9)

Entonces, si lo disciernen bien, notarán que la angustia es una enfermedad terrible para el alma humana, ya que es una dura esclavitud que conduce al ser humano a vivir con el ánimo decaído.

Es mortal la esclavitud, que frente a la perspectiva de la liberación, ninguna fibra se exalta, ningún júbilo se expresa, sino que, todo lo contrario.

El libro de El Zohar nos enseña que, a medida que nuestro cuerpo físico crece en edad, lo mismo hace el alma. Esto significa que la fuerza del alma entra en el cuerpo de manera gradual, es decir, por etapas; en la misma manera en que Israel, gradualmente se convirtió en esclavo en Egipto.

Pero la guerra espiritual, en un hebreo empieza a la edad del Bar Mitzvá, justo después de que el alma fue dotada de “fuerza espiritual” (yetzer hatov), para dar la batalla a todo lo que en su mente colocó durante 13 años el yetzer hará o tendencia al mal.

LA PUERTA 49 DE IMPUREZA

El Midrash, por medio de una pregunta, plantea lo siguiente:

«Si los israelitas en Egipto estaban en la llamada «Puerta 49 de la negatividad», ¿merecían la redención? Ellos estaban en lo más bajo de la impureza, tanto que, en el momento de la separación del mar rojo, las fuerzas negativas decían al Eterno:
“… ¿Cómo puedes dejar que los israelitas sobrevivan y los egipcios se ahoguen? ¡Israelitas y egipcios están en el mismo nivel espiritual!…”.

Entonces, ¿qué permitió que los israelitas fuesen redimidos aunque estuviesen en ese nivel tan degradado?

Al encontrar la respuesta, nos damos cuenta en qué yace la belleza de la enseñanza de esta primera parasháh del libro de Shemot. Lo que permitió la redención fue que el Creador vio la parte del alma de los israelitas, la parte que está en el interior de cada individuo, esa que nunca se deteriora, el lado que nunca se ensucia a pesar de las acciones negativas que cometemos.

Entonces, entendemos que la redención pudo llegar porque el Creador no se concentró en la persona que está en el «Nivel 49 de negatividad», sino en la parte del alma que no se corrompe: sus 12 nombres, manifestados en el diseño denominado «tribu».

En este sentido, la interrogante de los sabios que estudian los secretos de la Torah es: ¿cómo podemos despertar ese mérito para nosotros, la gente de este tiempo?

Y la respuesta surge de una hermosa y sabia conclusión: sabemos que la manera en la que se comporta una persona, es la forma en la que se comporta la Luz del Creador con ella; la manera en la que nos comportemos con los demás será la forma en la que la Luz del Creador se comportará con nosotros. Eso significa que si eres una persona que encuentra la chispa de bondad en alguien que se conduce negativamente, entonces el Creador te verá y, sin importar lo que hagas, solo se concentrará en la chispa de bondad que hay en tu interior.

Para ir concluyendo, diré que en el caso de Israel en Mitzrayim, se nos hace por completo comprensible que el diseño oscuro de «mitzrayim» los acompañara luego, durante 40 años de «liberación» en el desierto. Ellos tenían a ese abatimiento psíquico totalmente presente en sus alma.

Lo entendemos porque la angustia de los hebreos era inmensa, pues vivían bajo el peor régimen esclavista y angustiante de todas las épocas, que como bien lo describe los jajamim (sabios) intérpretes, no tenía escapatoria, y sólo merced a los numerosos milagros y maravillas realizados por Dios, pudieron liberarse.

Ellos, con sus propios medios, no hubieran sacado ni siquiera un gramo del pesado yugo de Mitzrayim de sus espaldas, de sus gargantas, de sus vidas.
Ellos tuvieron el auxilio de Yahvéh, que cumplía en la oportunidad con lo prometido a los patriarcas (Génesis 15:16), y elevaba (Salmo 145:14) de la desolación al hundido (el conjunto de los israelitas) en el más profundo barro de la inmoralidad que hunde en lo infrahumano.

Así lograremos ver, al estudiar Shemot, nos daremos nuevamente cuenta que tan sólo un quinto de todos los hebreos fueron redimidos de Mitzrayim. Pero ahora, entenderemos mejor el por qué la mayoría «prefirió» el sabor amargo de la esclavitud a la aventura del gozo de la libertad.

Es que los adultos (mayores de 20 años) que salieron del Mitzrayim «físico», no lograron reconstruir su vida como personas saludables y libres. Siempre he enseñado este slogan refiriéndome a esto: «¡Ellos salieron de Egipto (Mitzrayim) per Egipto (Mitzrayim) no salió de ellos!«

Por todo esto hoy, sobre nosotros, recae la responsabilidad de «salir de Mitzrayim», es decir, de esforzarnos por emerger de nuestros propios padecimientos que nos angustian desde la temprana infancia, para ser realmente libres.

¿Cómo lo podemos hacer?

Las respuestas (de los métodos de la terapia «yahvista»  que se encuentran en el Seder del Pesaj… Pero de eso hablaremos en otras bitácoras.

Cuatro Formas para Construir la Identidad de Israel en Egipto

Por P.A. David Nesher

«Éstos son los nombres de los hijos de Israel que entraron (que llegan a) en Egipto con Jacob; cada uno entró con su familia:
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser.
Todas las personas que le nacieron a Jacob fueron setenta.
Y José estaba en Egipto. Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación.
«

(Shemot/Éxodo 1: 1-6)

La historia del libro de Shemot (Éxodo) comienza donde la historia de Bereshit (Génesis) termina: en una gran familia con una posición crucial en el propósito eterno de Dios y su migración a Egipto.

El relato revela que los hijos de Israel, al descender a Mitzraim (Egipto), lejos de asimilarse a la sociedad egipcia dejándose encandilar por su cultura progresista, tanto en lo social, como en lo cultural y económico, prefirieron permanecer fieles a sus principios. Ellos decidieron mantener fidelidad a sus creencias y mantuvieron alta su fe a través de guardar su cultura hebrea a fin de no perder la identidad de Israel.

Los sabios intérpretes de los códigos de la Torah, aseguran que los doce patriarcas fueron redimidos de Mitzraim (Egipto) en mérito a cuatro cosas que los destacan en su fe y confianza. Estos cuatro méritos están aludidos en el primer verso y son los siguientes:

  1. No cambiaron sus nombres.
  2. No cambiaron su lenguaje, (continuaron hablando hebreo).
  3. No hubo en ellos lashón hará (hablar mal del otro).
  4. No hubo en ellos una conducta sexual inapropiada (fieles al brit milá o pacto de circuncisión).

Existe un principio de interpretación escritural según el cual, cuando hay una lista de ítems, el último siempre es el que tiene mayor peso. En este caso, esto significa que haber observado el pacto sexual (brit milá) fue lo más influyente en la conservación de la identidad y hacer posible la redención. Es que las primeras dos palabras Veele shemot (“estos son los nombres”), con las que comienza el libro aluden al origen del cuarto y más importante de los méritos: abstenerse de relaciones sexuales inapropiadas. El valor de וְאֵלֶה שְׁמוֹת (Veele shemot) , es exactamente igual al valor numérico de la expresión hebrea “paz y armonía familiar” (שְׁלוֹם בַּיִת , shalom bait).

Pero a fin de lograr cambiar nuestra manera de pensar para que cambie nuestra forma de vivir (Rom. 12: 2) tal como es la voluntad perfecta de nuestra Abba, necesitamos entender la fuerza de estos cuatro méritos.

Los Nombres

En primer lugar, notamos que el versículo comienza expresándose en presente («que llegan») significando que tanto los patriarcas, como sus hijos, durante los años de permanencia en Egipto (Mitzraim) jamás se sintieron arraigados, sino como si recién estuvieran llegando. Eso significa que ellos siempre fueron conscientes de que ese no era su hogar. Evidentemente cuando alguien es Israel tiene plena consciencia de que el mundo material no es su hogar definitivo.

En segundo lugar, consideraremos la expresión: «Los nombres de los Hijos de Israel”. La mismaalude a que ellos conservaron sus nombres en señal de no permitir que su identidad se intoxicara con costumbres egipcias ajenas a su fe. Los sabios describen esto en hebreo utilizando las palabras «descendieron» y «ascendieron” (najtún salkún). Las iniciales de estas palabras (“descender” y “ascender”,  נַ חְתּוּן y סַ לְקוּן) forman la palabra hebrea “milagro” ( נס , nes ), insinuando así que los nombres hebreos contienen el poder milagroso del Mundo de Arriba para sacar a la persona de todo exilio.

Los hijos de Israel no cambiaron sus nombres, y este fue uno de los motivos excluyentes para ser salvados de Egipto. He aquí un gran secreto: ser hebreo y merecer la Gueulá (Redención) es poder perpetuar lo recibido y transmitirlo sin fisura alguna a quienes nos suceden. Y, por sobre todo, sostener nuestro Nombre, la “corona del buen nombre“, que nos libera de cualquier exilio y esclavitud.

El Lenguaje

Nuevamente nos enfocaremos en la expresión “que llegan a Egipto”. La misma también sugiere que ellos no cambiaron su lenguaje. Los comentaristas preguntan por qué el verbo “venir” está en presente y no en pasado, porque cuando el libro de Éxodo comienza los hijos de Israel ya estaban en Egipto desde hace muchos años. Esta pregunta gramatical acerca de esta palabra sugiere que por cierto alude al lenguaje. De esto aprendemos que mientras la persona conserve su lengua madre logra continuar con el sentimiento de que acaba de llegar de su patria. De ese modo, no se cae bajo la influencia de la cultura local.

Por eso, retener su lenguaje los ayudó a retener su sentido de espacio sagrado, la Tierra de Israel. Por la misma razón, el pueblo descendiente de Yaakov continuó siendo conocido como hebreos durante su exilio en Egipto, un nombre que sólo tiene significado en la Tierra de Israel (significa literalmente, “quien ha cruzado el río”, refiriéndose específicamente el Iardén o Jordán).

Habla

Cuando el versículo utiliza aquí la expresión “…con Yaakov” está en verdad aludiendo al mérito de abstenerse de hablar lashón hará (habla dañina), del hermano.

Recordemos que Yaakov es el alma arquetípica de la belleza que produce la compasión. La Torah describe a Yaakov (antes de estancia con su tío Labán) como “un hombre sincero que mora en tiendas “haciendo referencia a su prioridad de estudiar los secretos de de la Torah a fin de servir empáticamente a su prójimo.

Por eso a la virtud divinade Belleza (Tiferet) se la describe como el cuerpo en plena acción de servicio. El pueblo hebreo está asociado con el sentido del corporativismo comunitario. Esto significa que mientras que su sentido de identidad sea fuerte conscientes que todos están “con Yaakov”, no se harán daño, así como la mano izquierda no lastimará a la derecha mientras la mente funcione y ambas manos se identifiquen como parte del mismo organismo. Esto se notará en la manera de hablar unos de otros.

La Familia

Finalmente existe en el versículo una expresión clave: “cada uno entró con su familia”. Eso corresponde explícitamente al mérito de la pureza familiar que se logra al abstenerse de una conducta sexual inadecuada.

En las Sagradas Escrituras la mujer es llamada ”la casa del marido” ( בֵּיתו , beitó ). Incluso una pareja que vive en Egipto, que en hebreo significa literalmente “constricción”, simbolizan la naturaleza difícil y restrictiva que los rodea, en la medida en que permanezcan incondicional y eternamente fieles uno al otro, eventualmente emergerán con riqueza y posesiones como salió el pueblo hebreo de Egipto. Esta fue la promesa que el Eterno le hizo a Abraham avinu cuando le reveló la naturaleza del exilio de Egipto.

Por cierto, la guematría (valor numérico) de las tres palabras “cada uno entró con su familia” ( אִישׁ וּבֵיתוֹ בָּאוּ , ish ubeitó bau ) es exactamente tres veces la guematría del nombre “Abraham” (אַבְרָהָם ). Abraham es el alma arquetípica de la bondad y el amor, indicando que el amor entre marido y mujer puede sobreponerse a todas las formas de los «Egiptos» físicos y espirituales. El amor infinito entre ellos es el reflejo de su amor eterno por Yahvéh.

Los Cuatro Méritos y el Tetragramatón (YHVH)

El mensaje profético que dan estos cuatro méritos es elocuente: los hijos primogénitos del Eterno debemos enarbolar las banderas de la identidad, no sólo en la teoría retórica de los discursos, sino fundamentalmente a través de la proclamación perfecta que realiza la acción, es la única forma de luchar contra toda asimilación reptiliana.

También vale aquí comentar, que los cuatro méritos enumerados son acciones que se corresponden con las cuatro letras del Nombre (HaShem) esencial de nuestro Dios: YHVH (Yahvéh), conformado por las letras yud, hei, vav, hei.

Yud ( י ) Sabiduría: No cambiaron sus nombres.
Hei ( ה ) Entendimiento: No cambiaron su lenguaje.
Vav ( ו ) Belleza o Compasión: No hubo en ellos lashón hará .
Hei ( ה ) Nobleza (Reinado): No hubo en ellos una conducta sexual inapropiada.

(Nota: La explicación de este misterio celestial revelado en este versículo merece una bitácora aparte. Espero que se atrevan a ingresar en ella).


«¿Cuál es tu Nombre?»… EHYEH ASHER EHYEH… (Yahvéh)

Por P.A. David Nesher

«Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo:
El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
Y respondió Dios a Moisés:
EHYEH ASHER EHYEH (En hebreo es: «SERÉ EL QUE ACONTECERÉ»)
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: EHYEH (SERE) me envió a ustedes.
Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel:
Yahvéh el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.» 

(Shemot/Éxodo 3: 14-15)

En este evento sobrenatural en el que Moshé se encuentra con el Creador a través de una zarza ardiente que no se consumía, vemos que Dios presenta su identidad de un manera misteriosa. Moshé imaginaba justamente que el pueblo reaccionaría con una pregunta. Al anunciar el encargo, preguntará: “¿Cuál es Su Nombre?”

Esta pregunta es clave, y es una duda directa hacia la identidad de Dios. El cuestionamiento es al mismo tiempo una petición de información sobre Su Nombre, y de explicación de su significado.

Moshé le manifiesta al Creados que ciertamente el pueblo de Israel querrá saber algo más sobre la Intención de Él hacia ellos. Al preguntarle Su Nombre, en verdad, Moshé no está manifestando que no conozca cuál es el mismo, sin que busca comprender el nuevo tipo de relación que el Eterno establecerá con la Comunidad a la que lo está enviando. En el pasado el Eterno se había relacionado como el Dios de los padres. ¿Qué Intención de relación tendrá ahora con Israel?

El Todopoderoso entrega a Moshé una respuesta que se distingue de aquella destinada al pueblo, en respuesta a su eventual petición. El hecho que la respuesta esté dirigida a Moisés, indica que la pregunta no es tomada de manera superficial. Ésta revela algo de Moisés y del pueblo. Dios dijo: “Yo soy aquel que soy” o mejor dicho «Yo soy el que seré«… o más cercanamente traducido en su literalidad: «Yo fui, soy y seré lo que aconteceré«.  Esta expresión divina es ultra paradójica, ya que se trata tanto una respuesta como un rechazo divino a responder. «Seré» como contestación a la pregunta «¿Cuál es tu Nombre?» parece como la bofetada de un maestro a su discípulo, como un severo rechazo a la propia pregunta.

Entonces para captar realmente la esencia del texto en cuestión, debemos entender que esta pregunta, en realidad, está en el marco de la segunda objeción que Moshé presenta a Dios para el cumplimiento de su misión vocacional. Dios quiere hacerle entender a Moisés que se manifestará según su proyecto de propósito eterno, más allá de todo lo que sus escogidos hayan planificado para sus vidas.

Por ello, enseguida Dios dará una respuesta a la pregunta del pueblo dado a Moisés, «Así dirás a los israelitas: Yahvéh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros». (v. 15). También el pueblo experimentará el Proyecto del Altísimo en su futuro más allá que Israel quiera o no. Una vez explicado el significado del nombre, en una propuesta que es paralela a la del versículo 14, se le da el mismo nombre inefable: Yahvéh el Dios con el que los padres se había revelado. Es él quien ha enviado a Moshé. La parte final del versículo 15 está dirigida nuevamente a Moshé: “Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación”. El nombre se revela no para satisfacer la curiosidad de Israel, sino para ser instrumento de una adoración continua, que permitirá que este Pueblo se transforme en un reinado de sacerdotes (Éxodo 19:6).

Por lo explicado, debemos aceptar que el texto llega aquí a un lugar que se encuentra más allá de las palabras, a la vez que trata de crear una apertura en nuestra conciencia que permita una ascensión al mundo de arriba.

Debo aquí decir que cuando se habla de las cuatro letras o tetragrama no estamos hablando de un nombre civil o una identidad distintiva entre muchas. Más bien estamos hablando de una naturaleza divina que solamente posee en sí mismo el Creador de todo lo existente. Es obvio que si no existe otro Elohim entonces no es necesario distinguir entre lo únicamente distinguido que existe, ya que no hay otro que pueda ser competencia o variedad. Su naturaleza divina consiste en la eternidad del supremo reino que sobrepasa aun los límites del tiempo y del espacio.

Nombre en el idioma hebreo se dice Shem y cuya percepción por un hijo de Israel no es limitado a una identidad civil como sucede en occidente sino a una esencia del ser a quien se refiere. Por ejemplo notemos que cuando Moshé le pregunta por Su nombre, Él responde: «ehyéh asher ehyéh»  («Seré El Que Seré«) y eso fue todo lo que El respondió en cuanto a Su nombre. Buscar una fonética al tetragrama es como tomar literal la Torah, lo cual si sucede así nunca se llegará a comprender su sentido y objetivo, y por mucho que se luche por conseguirlo lo único que se logra es que el tiempo pase sin darnos cuenta y de esta manera descuidamos lo más importante que es accionar en base a la voluntad divina.

«Seré el que Seré» puede querer decir «No tengo nombre, porque ningún nombre podría abarcar lo que realmente soy«. También se puede interpretar: «No importa cómo Me llames , porque lleno todos los nombres (todas la palabras, todas las cosas, todos lo tiempos, y todos los lugares), y cualquier nombre que pretenda describirme Me será realmente un título que exalte Mi Esencia«. El Midrash explica que esta expresión significa: “Yo no soy llamado por ningún nombre permanente; Mi Nombre varía de acuerdo con el modo en que Mis acciones son percibidas por el hombre… El nombre Ehiyé asher ehiyé significa que al igual que Yo estoy con ellos en este exilio; así estaré con ellos en sus futuros exilios.”

La palabra “Ehyêh” (אֶהְיֶה), viene de la raíz primaria “hayâh” (הָיָה) que es un pasado en hebreo que se conoce como conjugación “qatâl”, en la que “hayâh” significa, “el que fue, o ha sido” Por tanto, al ser “Ehyêh” un futuro en primera persona se entiende como “Yo seré”.

La respuesta se vuelve más clara cuando, a lo largo de todas las Sagradas Escrituras, el Tetragramatón (Yud, Hei, Vav, Hei), una combinación imposible del verbo «ser» (Havah). Es decir, que el nombre יהוה  no existe como palabra corriente, sino que es construida a partir del presente del verbo serהוה  (Havéh)  y el prefijoי (yod) que indica la tercera persona del futuro, indicando el ser que es ahora y continúa siendo en el futuro. Se revela como el Nombre correcto para señalar al verdadero Dios, y estaría dando a entender «El que hace Ser«, «El que da el Ser«, o «El que trae las cosas a la existencia«, y desde este supuesto equivaldría en cierto modo a la idea de «Creador omnipotente y eterno». Este nombre fue considerado por Israel como el representante del Or Ein Sof  (Luz Infinita) manifestándose en la Creación con la Intención de traer todo al

Veamos detenidamente esto. La expresión: «Yo Soy El Que Seré», nos indica eternidad sobre todo lo existente. Está diciendo que Dios es el Ser mismo. Todo el Ser; y de aquí surge la frase para definir Su naturaleza divina («El que fue, el que es, y el que vendrá a Ser») que en hebreo se dice:

Cuando se toman las primeras letras de cada término entonces se forma el conocido Tetragrama o Tetragramatón (YHVH). Esta palabra YHVH (Yud, Hey, Vav, Hey) está relacionada con los dos verbos hayá (ser, estar, existir) y havá (existir, devenir, llegar a ser, ocurrir). De este modo el estas cuatro letras estarían pautando que Él Creador que habla y envía es Todo el Ser.

En la mente de Moshé la consciencia se elevó hacia las certezas que aseguran que Todo contiene a Dios. No hay ningún lugar, ningún momento, ninguna cosa, por cierto ninguna persona que no esté llena hasta rebosar de la Divina Presencia. Por esto, el Nombre Y-H-V-H, no debería ser traducido como Dios o Señor, sino más bien como «Es-Fue-Será» o «Es-Fue-Vendrá«. No es en absoluto un verdadero sustantivo, sino que es un verbo que se detiene artificialmente mientras está en movimiento y que se lo hace actuar como si fuera un sustantivo. Un sustantivo que en realidad es un verbo nunca puede ser sujetado de forma muy firme. Ni bien crees que «lo entiendes», cuando entiendes a Dios como «entidad» más o menos claramente definida, ese sustantivo se te escapa y se convierte en verbo otra vez.

Dios es el Ser. Las cuatro letras del Nombre, tomadas a la inversa, deletrean la palabra HVYH, que se pronuncia HaVaYaH, la cual significa «existencia«. Todo lo que es existe dentro de Dios, tal como lo expresara el apóstol Pablo a los atenienses (Hechos 17: 28). Pero cuando damos vueltas esas letras y las convertimos en el Nombre, se agrega el misterio que se le reveló a Moshé desde la zarza. El cosmos que es infinitamente variado le da paso a un único Ser, a Uno en cuya presencia sentimos que estamos de pies, Uno a quien nos permitimos dirigirnos en la oración. Este Uno a quien nos dirigimos en su integridad es infinitamente más que la suma de sus partes. «Dios es el lugar del mundo, pero el mundo no es el lugar de Dios«, será la frase con la que los sabios intérpretes del Tanak (Antiguo Testamento) asegurarán que el universo existe enteramente, y en todos sus planos existenciales, dentro de Dios, pero Dios a su vez permanece trascendente al universo. Un misterio que nunca el ser humano terminará de entender, YHVH (Yahvéh) es infinitamente mayor que HVYH (Havayah).

Entonces el Nombre YHVH (Yahvéh) se vuelve garantía en la conciencia de Moshé. Este Nombre contiene el pasado, el presente y el futuro. Todo lo que fue, es y será existe en una sola simultaneidad porque el abrazo divino es más grande que cualquier división en tiempo lineal. Solo para los mortales , que nos vemos limitados por el tiempo, es real esa división. Yahvéh significa, “él estaba, está y estará”, “él está presente y en absoluto control”. Esto significa que Yahvéh es un Dios activo, cuyo señorío se manifiesta en su acción liberadora en la historia (Ex 3:7-10). Lo decisivo no es el valor lingüístico del nombre divino, sino la relación que en él se expresa entre Dios y los eventos históricos. Él es Eterno, Perfecto, Infinito, Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Inefable, Incomprensible, Sabio, Santo, es el Creador de todas las cosas, no está limitado a nada, y es el único digno de ser adorado y de recibir culto por parte del ser humano. Él es el mismo de ayer, de hoy, y por los siglos de los siglos. (Hebreos 13:8).

Moshé deberá enseñar a Israel los códigos de este Nombre, ya que los hebreos podrán confiar en lo que dicho Nombre revela, promete y garantiza: un Dios será eficaz para Israel en todo momento.  Ellos captaron por medio de este Nombre el amor perfecto de YHVH por su Pueblo, pues estas letras proclamaban un mensaje de amor:

«Seré el que Seré» (o «Aconteceré en quien aconteceré«),

es decir:

«Estaré con ellos en esta aflicción y estaré con ellos cada vez que me requieran«.

Por esta causa, la fe de Israel no se basó nunca en la etimología del oscuro nombre de Ex 3:14, sino en el hecho que Yahvéh reveló su nombre en su acción poderosa y salvadora en favor de su Pueblo.  Así ellos caminarán en Nombre de su Dios, si Él camina «con ellos» (Miqueas 4:5).

Yahvéh revela a Moshé, desde la zarza, su Intención de darse a conocer y entrar en relación matrimonial con Israel, pero al mismo tiempo, se revela en un Nombre que no puede ser objetivado y manipulado, cuyo sentido puede ser captado sólo a través del actuar histórico del Eterno. Ninguna interpretación teológica podía abarcar su misterio.

Moshé asume así la certeza de que el Nombre que se acaba de revelar no es una definición filosófica de la esencia divina, sino más bien una descripción de su actuar benevolente en el mundo a favor del ser humano, a través de Su Pueblo Escogido. El nombre indica en la Sagradas Escrituras la identidad del Dios que actúa en la historia. Así Moshé encuentra la fortaleza que le garantiza la convicción del porqué y para qué sacará a los hebreos de la esclavitud en Mitzraim.

Ante todo esto, es maravilloso entender que Dios se manifiesta a Moshé revelando Su Nombre. El hombre esclavo de la religión pretende reducir a Dios a una imagen e introducirlo en sus propios esquemas.

En ese sentido se debe recordar cómo en la antigüedad la imagen de la divinidad era considerada como una realidad mágica, poseyéndola era posible dominar al mismo dios. La lucha contra las imágenes de Dios es una lucha contra cualquier intento por reducir al Eterno a un objeto manipulable del hombre, de hacerse un dios para su propio uso y consumo, un dios a su imagen que se conforma a su semejanza. Por lo tanto, al revelarse como Yahvéh, Israel aprenderá que Él es un Dios que se debe escuchar antes de ver.

Por lo tanto, el Altísimo se revela a sí mismo sin ofrecer una imagen, pero buscando una relación con el hombre. Y en la plenitud de los tiempos se descubrirá que esta imagen asume todos los rasgos de un hombre, Yeshúa HaMashiaj. Yahvéh se hará visible en Yeshúa, en el que podemos descubrir la verdadera imagen de Dios (Colosenses 1: 15).

Ampliando pues este estudio, recordaremos que la palabra YHVH (Yud, Hey, Vav, Hey) está relacionada con los dos verbos hayá y havá, lo cual implica que Él es (eternamente), Él vive (y no puede morir) y Él hace vivir (da existencia a todo ser vivo). Él es el que existe por si mismo, el único ser real, el eternamente presente. Él es la fuente de toda realidad, incomparable, sin límite, autosuficiente, eterno e inmutable. Por eso el profeta proclamó:

“¿Quién lo ha hecho y lo ha realizado, llamando a las generaciones desde el principio? Yo, HaShem (YHWH), soy el primero, y con los postreros estoy.”
(Isaías 41:4)

Esto nos enseña que el Eterno no está dentro del tiempo. Él es el primero y al mismo tiempo está con los postreros. Él está en estos momentos presente en el huerto del Edén cuando Adam toma el fruto prohibido. Él está en estos momentos presente cuando su Hijo está derramando su sangre en el madero. Él está presente en este mismo momento en la segunda venida del Mesías y en el juicio eterno. Él está en el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo. Él es Omnipresente. No necesita recordar el pasado, ya que Él está en el pasado. Él no necesita pronosticar el futuro, pues está en el futuro. Él es el primero y con los postreros está.

Esto implica que Él no necesitaba ver el futuro y el pasado en el momento cuando el Mesías murió por todos los hombres. Él estaba presente en todas las vidas de las personas que habían vivido, las que vivían en ese momento y las que iban a ser creadas en el futuro. Y por razón de que Él es YHVH, él puede trasladar los pecados de todos los hombres del pasado, presente y del futuro, y colocarlos en el cuerpo de su Hijo a fin de que él pueda morir por todos sin excepción. Así que en estos momentos el Eterno está viendo la muerte de Yeshúa, sangrando por ti. Su muerte está eternamente presente ante el trono celestial.

Por causa de esa muerte tú y yo tenemos acceso a su Trono de misericordia. Por causa de que ÉL ES, podemos nosotros estar con Él y recibir su vida eternamente y para siempre.

¡Bendito sea su Nombre!

Shemot: La Identidad que Otorga la Redención

Por P.A. David Nesher

 

“Estos son los nombres de los hijos de Israel que fueron a Egipto con Jacob; cada uno fue con su familia: Rubén, Simeón, Leví y Judá;Isacar, Zabulón y Benjamín; Dan, Neftalí, Gad y Aser. Todas las personas que descendieron de Jacob fueron setenta almas. Pero José estaba ya en Egipto.”

(Shemot/Éxodo 1: 1-5)

El título hebreo para el Libro de Éxodo fue tomado de las primeras palabras: «sefer ve’eleh shemot, «…. estos son los nombres de…» (abreviado generalmente a Shemot, “Nombres”). En el lenguaje original, la primera palabra de Éxodo es ‘y’ (éstos), lo cual marca su énfasis de que los relatos de este rollo son la continuidad de todo lo relatado arquetípicamente en el libro de Génesis (Bereshit). Es decir, que con los doce hijos de Yaakov, concluye para nosotros la historia de las “individualidades”, es decir, la historia de los patriarcas y se inicia la historia de un pueblo “Am Benei Israel”, nacido de una promesa, que deberá marchar hacia su “gueuláh” (redención), y que a través de él mismo surgirá la “gueuláh” para todas las familias del planeta en todas sus generaciones.

La porción registra los sucesos que desembocaron en la decisión faraónica de subyugar y esclavizar a los israelitas debido a su explosión demográfica y a su desproporcionado crecimiento económico en comparación con el nativo egipcio (pasuk 1: 13). Yoséf Ben Matityahu (más conocido como Flavio Josefo), historiador del siglo I, E.C., nacido en cuna sacerdotal, afiliado al partido fariseo, reseña esta época del siguiente modo:

«…Sucedió que los egipcios se volvieron holgazanes hasta la exageración y se entregaron a otros placeres, en particular, al amor al lucro. Se sintieron entonces descontentos de los hebreos y envidiosos de su prosperidad. Cuando vieron que la nación israelita florecíay estos se volvían eminentes y poseían riquezas abundantes que habían adquirido por sus virtudes y su inclinación natural al trabajo, pensaron que su progreso redundaría en perjuicio de los egipcios (…) Habiendo olvidado con el transcurso del tiempo los beneficios que recibieron de Yosef, sobre todo porque la corona había pasado a otra familia, sometieron a crueles abusos a los israelitas, e idearon muchos medios para angustiarlos. Les ordenaron abrir un gran número de canales para el río, construir muros para las ciudades y terraplenes para contener el río (…) También les mandaron levantar pirámides y con todos esos trabajos los agotaron…»,

[Antigüedades de los judíos, pag 83]

El título Éxodo es una abreviatura del título original que lleva este libro en la Septuaginta (Versión de los Setenta ), la traducción griega de la Biblia realizada para la comunidad judía que vivía en Alejandría. En la Septuaginta el título completo es Exodos Aigyptou, que significa “Salida de Egipto”.

Ante esta explicación, podemos decir que no sólo será el éxodo que testimonia la traducción latina al titular al libro el tema principal del mismo. Antes de este evento, el escritor quiere dar a entender que existen nombres (shemot). Estos hablan de personas, seres humanos, que amparados y unidos a Yaakov, descienden a Mitzraim (Egipto). Allí se aventuran a vivir distantes de esa geografía profética prometida por el Eterno, Canaán. Territorio que se irá convirtiendo en anhelo de destino en sus corazones, por lo que aprenderán a vencer la distancia, sujetándose a la espera del cumplimiento de los tiempos del Todopoderoso, según Su diseño de Intención y Propósito. Estos shemot (nombres) son personas conscientes de que sus identidades están sujetas a los tiempos relatados por Yahvéh a Abraham avinu en el Bein Habetarim (Pacto de las Mitades). Ellos son conscientes que sus vidas, y sus testimonios, están conjugando los distintos lineamientos proféticos entregados por el Eterno a Abraham, al concretar dicho pacto mesiánico.

A lo largo de este séfer (libro)leeremos cómo fue el retorno de los hijos de Yaakov a Eretz Kenaán (tierra de Canaán), lo cual nos enseña que tras vivir los hijos de Yaakov en Egipto, gobernados por su propio «yétzer hará» (mala inclinación), lo conveniente era volver al Camino, y hacer teshuvá. Así pues, mientras que el vocablo “Éxodo” literalmente se refiere a la salida de la cautividad, «Shemot» apunta a un tesoro espiritual escondido durante mucho tiempo, riqueza que será útil para liberarnos a nosotros mismos de los agentes opresores y esclavizantes de nuestra vida.

Es por esta razón, que Shemot se convierte en el Libro por excelencia que habla de exilio [hbr. galut] y redención [hbr. gueulá] No existe lugar a dudas que este rollo contiene la sabiduría (jojmá) divina que permite romper con las limitaciones que impone el sistema reptiliano. Por ello, se describe perfectamente a Mitzraim (forma hebrea de referirse a Egipto).

La palabra Mitzraim proviene del término metzarim, que significa «límites», «límites de angustia«, refiriéndose a los condicionamientos y frenos que existen en el alma de cada persona programada por el sistema reptiliano imperante. Por eso, debemos entender que la idea pues del libro apunta a elevar la consciencia de un redimido a que cada día debe llevar a cabo nuevamente un símil de “salir de Mitzraim”. Es decir, cotidianamente debe superar y librarse de esas limitaciones sistémicas y brindar a su alma la libertad espiritual de expresarse de acuerdo a sus verdaderas aspiraciones, conforme a su verdadera identidad.


(Nota: Para saber más de la negatividad que se esconde en el nombre Mitzrayim, los invito a leer este Estudio: Un Nombre con Limitaciones (Mitzrayim)


Ahora bien, continuando con la enseñanza de este estudio, debo decir que en este sefer (libro) podemos aprender los caminos de la Sabiduría (Jojmáh), a través de los cuales es posible “salir de los metzarim” existentes en el plano del alma.

El segundo libro de la Torah comienza citando los nombres de los hijos de Jacob (hbr. Yaakov). Esta repetición de los nombres (ver Gén. XLVI, 8) se atribuye  al hecho de destacar que ellos se conservaban fieles a las enseñanzas de los patriarcas en medio del Egipto idólatra. De estos nombres debería surgir un pueblo que más tarde llevaría el estandarte de nuestra fe.

A partir de estos pasukim (versículos) estamos obligados a preguntarnos por qué Yahvéh menciona a los israelitas una y otra vez, a pesar de que ya los había registrado de acuerdo con sus familias.

Para lograr entender esto, me es importante señalar que en la Torah, generalmente, no existe una repetición de algo que ya haya sido compartido o revelado previamente. Además, la Torah casi siempre sigue un orden cronológico. Sin embargo, lo relatado en esta porción es diferente. La historia de Yaakov y sus doce hijos, y los otros sesenta y nueve miembros de su familia, fue relatada previamente antes del final del libro Bereshit. Así que ¿por qué hay una repetición al comienzo de Shemot y por qué no hay un orden cronológico? ¿Qué códigos de Luz están aquí disponibles para que nosotros podamos tomar de esta porción tan particular?

El intérprete del hebreo Rashé explicará esto diciendo que el hecho de citarlos varias veces viene a dar testimonio de lo preciado que es el pueblo de Israel ante Sus ojos. Los israelitas son comparados con las estrellas del cielo que son contadas cada día, como está escrito:

“…Es Él que saca con cuenta a Sus ejércitos, a todos con un nombre llama…”

(Ieshaiahu/Isaías 40:26 – Tanak Katz-).

Pero leyendo la Midrash encontré que allí se nos dice que el secreto detrás de estos 12 nombres de los hijos de Yaakov es de hecho el secreto de la Redención Final; cada uno de los doce nombres representa un aspecto de la Redención Final.

La mención aquí de los doce nombres de las tribus no es simplemente el relato de la historia; es de hecho un despertar único de la Luz. Y el despertar de la Luz representa no sólo la eliminación global del dolor, el sufrimiento y la muerte, sino también el despertar de la Luz para alejar el dolor de cada individuo.

Una cuidadosa lectura de esta porción nos ofrece perspectivas interesantes sobre la importancia de la tradición israelita con respecto a los nombres propios y de cómo éstos son otorgados. Es que en la cosmovisión hebrea, el nombre con el que una persona es llamado constituye su alma y fuerza vital. Esto significa que cuando el alma habita el cuerpo, obtiene vitalidad a través de su nombre hebreo, o sea a través de la correcta unión de las letras de su apelativo. El pueblo de Israel fue meticuloso respecto de cuidar sus nombres, porque habían sido llamados, por Yaakov, de acuerdo con sus propias esencias sagradas. En contraste con ello, el poderoso rey de Egipto, solo será nombrado aquí por su título Paroh/Faraón, que es la denominación genérica de los monarcas egipcios. La Tora no le da importancia al nombre del gobernante.

Con esa explicación en mente, convenimos en que nuestros padres venidos a Egipto (Mitzraim) llevaban un tesoro singular. No sólo eran cuerpos humanos que anhelaban saciar el hambre que los aquejaba. Ellos eran seres humanos conscientes de portar una vocación mesiánica, que le había permitido adquirir los códigos de una cultura que traería la Luz Infinita a las naciones, para realizar el tikún (arreglo de reparación) definitivo: la Gueuláh (Redención) del mundo. Por esto, ellos se saben así presencias, pertenencias, receptáculos generacionales de toda una tradición que vive, fue transmitida y habrá que volver a transmitir a las generaciones venideras.

Es así, como estos nombres, que conocemos, en detalle desde los últimos capítulos del libro de Bereshit, acuden una vez más, al principio de nuestro libro, para «sumarse a los primeros» y ser los sostenedores, transmisores y ejecutores de una fidelidad (hebreo: neemanut) que afirma una fe (emunáh) y se erige sobre los días de un patriarca como Yaakov, sobre quien fue dicho: «Titén Emet le-Yaakov«(«Concédele la Verdad a Yaakov«). Es que, sólo preservando la Verdad (una y única) puede entretejerse la fina y delicada trama de la Gueuláh (Redención), aquella del Egipto bíblico, la de nuestro tiempo, la del Egipto de la estrechez y las angustias. Por esto es que la Gueuláh resiste el adjetivo de «shelemáh«, es decir, íntegra, completa, sin resquebrajamiento alguno. Los hijos de Israel no cambiaron sus nombres, y este fue uno de los motivos excluyentes para ser salvados de Egipto. He aquí un gran secreto: ser hebreo y merecer la Gueuláh (Redención) es poder perpetuar lo recibido y transmitirlo sin fisura alguna a quienes nos suceden. Y, por sobre todo, sostener nuestro Nombre, la «corona del buen nombre«, que nos libera de cualquier exilio y esclavitud.

¿Por qué la Torah, en este pasaje (Shemot 1:1-5). además de dar el número total de setenta almas, enumera las doce tribus por sus nombres? Y además, ¿por qué setenta?

Los sabios intérpretes aseguran que es para destacar el contraste entre la única nación profética y las setenta naciones de los gentiles (goyim) en el mundo. Además, los principados que presiden sobre las setenta naciones salen de doce ejes y se extienden a todos los puntos de la circunferencia. Este es el significado de las palabras:

“Él puso las fronteras de los pueblos de acuerdo al número de los hijos de Israel”

(Devarím/ Deuteronomio 32:8)

y

“Porque Yo os he extendido por fuera como los cuatro vientos del cielo”

(Zajariyahu/Zacarías 2:6)

Con estas sentencias proféticas, Yahvéh, nuestro Dios, reveló que así como el mundo no puede ser sin los cuatro puntos cardinales, así las naciones no pueden ser sin Israel. Por esto es que los hijos de Israel son nombrados. Ellos testificaron con su manera de vivir, que eran conscientes de su misión en el propósito eterno de Dios. Por eso, no cambiaron sus nombres, en señal de que no permitieron que la cultura astrológica e idolátrica de los egipcios los asimilara.

Para poder entender esta actitud de los patriarcas, diré que las Sagradas Escrituras enseñan que el nombre de la persona es su canal con la Luz del Creador; durante toda la vida de una persona, su nombre es el canal a través del cual la Luz del Creador viene a su vida. Por ello, cuando los padres hebreos dan nombre a su hijo, sin saberlo están inspirados por una chispa de profecía, la elección de un nombre es en realidad la definición de la vocación de sus hijos y su el destino en el mundo.

Teniendo en cuenta todo lo expresado, he hallado oportuno terminar este estudio con lo que el diácono Moisés Franco compartió en el Grupo de Whatsapp donde enseño toralogía. Él, meditando en esta porción, se iluminó en los códigos del listado de shemot (nombres) que aparece en este texto, con la certeza de que allí se encuentra revelada la misión de Israel como diseño espiritual hasta el fin de los tiempos en el Mesías. La explicación de esto parte desde la significación de los nombres, y el paradigma celestial que ellos conforman cuando se los une.

  • Rubén: vean ustedes un hijo
  • Simeón: escuchar con atención
  • Leví: sujetado, unir, permanecer
  • Judá: alabanza
  • Isacar: él traerá una recompensa
  • Zabulón: habitar
  • Benjamín: hijo de la derecha
  • Dan: Justicia
  • Neftalí: mi lucha
  • Gad: Invadir, acometer
  • Aser: feliz

Juntando pues todas estas significaciones, el Cielo deja este mensaje a Israel:

«Vean ustedes un hijo que me escucha con atención y permanece unido a mí, por lo cual me puede alabar y esto le traerá su recompensa.
Habitará como mi hijo de la derecha trayendo justicia. Haciendo mi lucha acometerá contra sus enemigos y será feliz (o traerá felicidad)»


Bitácora Relacionada:

La vara de Moisés y tus Talentos.

P.A. David Nesher

 

“Y Yahvéh dijo:
¿Qué es eso que tienes en tu mano?
Y él respondió: Una vara.”

Éxodo 4:2

 

Cuando el Eterno le pregunto a Moisés qué tenía en la mano, fue el comienzo de todas las hazañas colosales que Yahvéh hizo a través de él, en favor de Su Pueblo.

Al estar frente a la zarza ardiente, Moisés no podía ver como él, un varón humilde y exiliado en el desierto de Madián, podría ser el gran libertador del pueblo de Israel. ¿Cómo podía ser esto posible?

Moisés estaba tratando de encontrar las excusas “perfectas” para zafarse del llamado divino para su vida. Sin embargo, el Eterno le reveló que Él comenzaría su obra redentora con lo que Moisés había tenido consigo todo ese tiempo en el desierto de Madián, cuando le pregunto, “¿Qué es eso que tienes en tu mano?” Moisés respondió: “una vara”. Y con esa vara y esa mano (más la vara de su hermano Aarón), Yahvéh mando las diez plagas sobre Egipto, partió el mar rojo cuando el ejército de Faraón los tenía atrapados y saco agua de la roca cuando no tenían nada para tomar, venció a Amalec, etc.

El Eterno nos ha otorgado a todos los seres humanos muchos talentos y habilidades. Sabemos que Yahvéh, al terminar de crear a la humanidad, llamó a su creación “buena en gran manera”. Desde entonces, nuestro Dios, espera que los hombres sean conscientes que Él nos hizo a cada uno tan diferentes y complejos, que espera que coloquemos todas nuestras cualidades y capacidades al servicio de una dinámica de reparación y transformación (tikún). Es posible que en ocasiones no veamos nuestro potencial, pero el Eteno, que nos hizo a Su imagen, ciertamente sabe cuál es nuestro potencial y cuál es nuestro valor en Su Reino.

Cuando leemos el versículo 20, encontramos cual es el secreto de todo lo que sigue: la vara de Moisés pasó a ser la vara de Dios. El secreto de la victoria consiste en que todo talento y habilidad humana se convierta en la vara de Dios.

Moisés, a partir de este encuentro terminó teniendo una fe tremenda. La revelación escritural asegura que sin fe, es imposible agradar a Dios. Por causa de esta fe, el relato bíblico dice que nunca hubo un profeta como Moisés. Con fe Moisés levanto su vara y las plagas se desparramaron por Egipto. Moisés levanto su vara cuando el ejército de Faraón se acercó y los tenía atrapados en el Mar de Aqaba. Moisés levanto su vara con fe y Dios hizo los milagros más maravillosos que ha habido antes de la manifestación del Mesías.

Siempre vale la pena darle lo que tenemos al Señor. Jesús inmortalizo a la viuda y su ofrenda, ella ha sido recordada a través de la historia por darle todo lo que tenía al Señor (Marcos 12:41-44).

Los años que Moisés pasó atendiendo ovejas no fueron en vano. Esos años depositaron en la mano de Moisés cosas que él podría usar para la gloria de Yahvéh. Es maravilloso notar que el Eterno no usó el cetro que estaba en la mano de Moisés cuando él vivía en Egipto, pero sí uso la simple vara del pastor que había egresado de la Escuela del Desierto.

Todos los seres humanos tenemos algo que ofrecer, para ver manifestado el propósito eterno de Dios en este mundo. Somos hechura del Señor y Él ve un gran valor en su creación humana. Eres creado con un propósito. El Eterno te hizo especial. ¡No hay ninguna otra persona en el universo como tú! Todos nosotros tenemos algo para compartir en la historia que estamos escribiendo. “La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes” (Proverbios 18:16).