P.A. David Nesher
“Y Yahvéh dijo:
¿Qué es eso que tienes en tu mano?
Y él respondió: Una vara.”
Éxodo 4:2
Cuando el Eterno le pregunto a Moisés qué tenía en la mano, fue el comienzo de todas las hazañas colosales que Yahvéh hizo a través de él, en favor de Su Pueblo.
Al estar frente a la zarza ardiente, Moisés no podía ver como él, un varón humilde y exiliado en el desierto de Madián, podría ser el gran libertador del pueblo de Israel. ¿Cómo podía ser esto posible?
Moisés estaba tratando de encontrar las excusas “perfectas” para zafarse del llamado divino para su vida. Sin embargo, el Eterno le reveló que Él comenzaría su obra redentora con lo que Moisés había tenido consigo todo ese tiempo en el desierto de Madián, cuando le pregunto, “¿Qué es eso que tienes en tu mano?” Moisés respondió: “una vara”. Y con esa vara y esa mano (más la vara de su hermano Aarón), Yahvéh mando las diez plagas sobre Egipto, partió el mar rojo cuando el ejército de Faraón los tenía atrapados y saco agua de la roca cuando no tenían nada para tomar, venció a Amalec, etc.
El Eterno nos ha otorgado a todos los seres humanos muchos talentos y habilidades. Sabemos que Yahvéh, al terminar de crear a la humanidad, llamó a su creación “buena en gran manera”. Desde entonces, nuestro Dios, espera que los hombres sean conscientes que Él nos hizo a cada uno tan diferentes y complejos, que espera que coloquemos todas nuestras cualidades y capacidades al servicio de una dinámica de reparación y transformación (tikún). Es posible que en ocasiones no veamos nuestro potencial, pero el Eteno, que nos hizo a Su imagen, ciertamente sabe cuál es nuestro potencial y cuál es nuestro valor en Su Reino.
Cuando leemos el versículo 20, encontramos cual es el secreto de todo lo que sigue: la vara de Moisés pasó a ser la vara de Dios. El secreto de la victoria consiste en que todo talento y habilidad humana se convierta en la vara de Dios.
Moisés, a partir de este encuentro terminó teniendo una fe tremenda. La revelación escritural asegura que sin fe, es imposible agradar a Dios. Por causa de esta fe, el relato bíblico dice que nunca hubo un profeta como Moisés. Con fe Moisés levanto su vara y las plagas se desparramaron por Egipto. Moisés levanto su vara cuando el ejército de Faraón se acercó y los tenía atrapados en el Mar de Aqaba. Moisés levanto su vara con fe y Dios hizo los milagros más maravillosos que ha habido antes de la manifestación del Mesías.
Siempre vale la pena darle lo que tenemos al Señor. Jesús inmortalizo a la viuda y su ofrenda, ella ha sido recordada a través de la historia por darle todo lo que tenía al Señor (Marcos 12:41-44).
Los años que Moisés pasó atendiendo ovejas no fueron en vano. Esos años depositaron en la mano de Moisés cosas que él podría usar para la gloria de Yahvéh. Es maravilloso notar que el Eterno no usó el cetro que estaba en la mano de Moisés cuando él vivía en Egipto, pero sí uso la simple vara del pastor que había egresado de la Escuela del Desierto.
Todos los seres humanos tenemos algo que ofrecer, para ver manifestado el propósito eterno de Dios en este mundo. Somos hechura del Señor y Él ve un gran valor en su creación humana. Eres creado con un propósito. El Eterno te hizo especial. ¡No hay ninguna otra persona en el universo como tú! Todos nosotros tenemos algo para compartir en la historia que estamos escribiendo. “La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes” (Proverbios 18:16).