Moshé

La Responsabilidad e Implicaciones de nuestras Acciones

Por P.A. David Nesher

«Dijo Elohim a Moshé y Aharón: “Dado que no han tenido suficiente fe en Mí… 

(Números 20:12)

Nuestro amado Elohim ordenó a Moshé restaurar el manantial, que se había secado después del fallecimiento de Myriam, hablándole a la roca de la cual anteriormente fluía el agua. Los Sabios hacen notar que la Torah no registra que la congregación haya llorado por la muerte de Myriam, como lo hizo por las muertes de Moshé (Devarim 34:8) y Aharón (Bamidbar 20:29). Por cierto, el maestro Alshij dice que fue precisamente debido a que no derramaron lágrimas por la desaparición de Myriam que la fuente de su agua se agotó: fue como si el mérito de Miriam no les hubiera importado.

Enfocándonos en el versículo que nos preside, les diré que el sabio Rashí comenta que el Eterno quería que todo mundo supiese que Moshé y Aharón no estuvieron involucrados en el pecado de los espías y habrían entrado a Éretz Israel si no hubiese sido por su error con la roca.

Parece que Moshé y Aharón pensaron que quizás Elohim pretendía que le pegaran a la roca como hicieron la primera vez que Elohim proveyó agua al pueblo. Actuaron bajo esa conjetura sin consultar al Eterno. Por Providencia divina, Moshé golpeó la roca original y esta dio agua.

El sentido del versículo da a entender que, si hubieran tenido suficiente fe y seguido hablando, habría salido agua de la piedra indicada y el Nombre de Dios Se hubiese santificado, porque toda la congregación habría sacado la acertada conclusión del concepto de obediencia a Dios. El Eterno pretendía que el pueblo israelita aprendiera a reverenciarlo al ver a Moshé hablar a la roca: “Si una roca sin discernimiento obedece la voluntad del Eterno, cuánto más debemos hacer nosotros, que podemos entender por qué debemos obedecer a Elohim y necesitamos Su asistencia.” Pero como Moshé acabó pegando a la roca, esa lección ya no era evidente. En consecuencia, El Eterno tuvo que enseñar al pueblo israelita la misma lección y castigar a Moshé y Aharón por su desobediencia: decretó que ambos habrían de morir en el desierto, sin poder entrar nunca a la Tierra de Israel.

Empero, según Rambán, la frase debe ser traducida como: «Porque no han hecho que ellos creyeran en Mí«, debido a que, si Moshé hubiera realizado su cometido correctamente, habría imbuido mayor fe en Dios en quienes observaron este fenómeno.

Más allá de las justificaciones que puedan hallar para su conducta, la enseñanza es para todos los líderes israelitas que deben decidir cómo actuar basados en si sus acciones habrán de inspirar al pueblo a una mayor devoción a la Torah y sus caminos.

De manera análoga, todos los que somos hijos primogénitos de Dios, cuando interactuamos con los demás siempre debemos considerar el impacto potencial que nuestras palabras o acciones puedan tener en sus actitudes hacia el pueblo israelita en general y hacia el mensaje de la Torah en particular.

Shalom a todos!

La Genealogía que Revela que Dios no nos olvida.

Por P.A. David Nesher

Shemot/Éxodo 6:14
En hebreo dice:
Eleh rashey veyt-avotam beney Re’uven bejor Yisra’el Janoj uFalu Jetsron veJarmi eleh mishpejot Re’uven.

Traducción al español:

«Estos son los jefes de sus casas paternas: Los hijos de Rubén, el primogénito de Israel: Janoj y Pal-lu, Jetzrón y Karmí; estas son las familias de Rubén.«

Ahora bien, desde cierto punto de vista da la sensación de que esta genealogía rompe la continuidad de la narración. Es que la Intención divina que está inspirando a Moshé en la escritura, pretende marcar como los hechos se precipitan (desde el vers. 13) revelando así que el Pueblo de Israel ya no tendrá forma de retornar a la mentalidad de servidumbre que hasta ese momento venía peregrinando. Por lo tanto, la introducción de esta genealogía (y el pasaje siguiente, 6: 28 al 7:7) persigue dejar claramente establecida la situación final antes de encarar luego el paso siguiente: confrontar al dragón mismo.

Con esta genealogía se revela a aquellos que la lean quiénes son las personas que el Eterno ha asignado para la tarea de la Redención. Israel debe aceptar que Moshé y Aharón fundamentan su autoridad en el linaje levítico que vibra en sus almas. Es esto lo que les brinda legitimidad antes las esferas celestiales mismas, y los miembros de las distintas tribus.

En primer lugar, debo decirles que las genealogías tienen gran importancia entre los hebreos, particularmente en la clase levítica-sacerdotal y el linaje regio de Yehudáh. Estas dos dignidades de la Unción (sacerdotes y reyes) se transmitían por generación de padres a hijos.

En segundo lugar, debemos anotar que la presente genealogía es de alguna manera la repitición de la que hemos ya estudiado en Bereshit (Génesis) 46: 8-15, y contiene las familias de Reuvén y Shimeón, y luego la de Leví, tribu a la que pertenecían Moshé y Aharón.

Entonces, esta porción es importante debido a que el sacerdocio que eventualmente vendría por parte de la familia de Aharón pasaría a sus descendientes. Por lo tanto era importante el saber exactamente quienes eran sus descendientes. Así también tenía gran importancia conocer el tronco de linaje de cada orden levítica de servicio en el Mishkán, y más tarde el Beit HaMikdash (Templo Santo). Recordemos que en la tribu de Leví, había tres familias principales: Gershón, Koat y Merari. Cada una de estas familias recibirían un deber específico en el servicio del Señor

Justamente esa es la intención divina al comenzar con la expresión rashey (los jefes)… En el sentido más simple del término, estos jefes o cabezas de familia eran todas las personas mencionadas después. El sabio Sforno comenta que la Torah da las edades de los ancestros de los levitas a fin de ofrecer una razón que explique la superioridad de Moshé y Aharón. Dado que Leví sobrevivió a sus hermanos, y Kehat y Amram también vivieron hasta edad muy avanzada, todos ellos pudieron desempeñar un papel muy importante en la educación y la crianza de sus nietos e hijos, respectivamente, un beneficio del que las demás tribus no pudieron gozar en la misma medida.

Por otra parte, el hecho de que la genealogía incluye sólo los tres primeros hijos de Yaakov, es decir, Reuvén y Shimeón y sus hijos revela que la primogenitura no siguió el orden biológico jurídico, enseñando así que el Eterno considera otras características al momento de buscar a quien lo represente.

Finalmente, la irrupción en el relato del Sefer Shemot de esta genealogía conlleva una enseñanza maravillosa para el alma de los escogidos del SEÑOR. Lo explicaré mejor así: cada vez que las genealogías aparecen cada tanto en las páginas de las Sagradas Escrituras son un recordatorio divino de que aunque nos hayan olvidado los hombres, Yahvéh nunca nos olvida y que aunque los hombres no hayan registrado los detalles de nuestras vidas, hemos tenido nuestro rol predeterminado en el cumplimiento del propósito eterno de Dios, y la descodificación de Su diseño pre-existencial: el Mesías manifestando Su Presencia en medio de los hombres.


Bitácora Relacionada:

Moisés Montó al Asno del Mesías y Alistó su Vara Redentora.

Por P.A. David Nesher

Vayikaj Moshe et-ishto ve’et-banav vayarkivem al-hajamor vayashov artsah Mitsrayim vayikaj Moshe et-mateh ha’Elohim beyado.

«Moshé tomó a su mujer y a sus hijos, los montó sobre el asno y se volvió a la tierra de Egipto. Moshé tomó en su mano el bastón de Elokim.»

Shemot/Éxodo 4:20

El Eterno le encomendó a Moshé llevar su vara con todo lo que ésta implica, es decir, la vara que identifica al gobernante y al conductor de una nación. Así también la vara da una prueba tangible del valor y coraje que deberá tener Moshé al presentarse delante de Parhóh y realizar todos los portentos, en nombre de Yahvéh y no como una suerte de sortilegio.

El Eterno le da a Moshé la vara que le acompañaría en su misión para persuadir al rey egipcio. Leyendo comentario de libro El Zohar encontré esta interesante explicación:

«…La vara de Moshé era especialmente sagrada porque el Nombre sagrado fue marcado sobre ella en las dimensionalidades del Gan Edén mismo (…) La vara de Moshé tenía por lado los 72 Nombres de Dios, y por el otro, el Nombre divino de 42 letras…»,
(Zohar Vaerá 15:17)

La vara en el Tanak (mal llamado Antiguo Testamento) representa a tres poderes:

  • el poder regio dado a los reyes (Génesis 49: 10)
  • el poder espiritual concedido a los sacerdotes (2Reyes 4:29)
  • el poder de la justicia Divina otorgado a los jueces (Isaías 10:5).

Por otra parte, la «serpiente» era símbolo mismo del poder real en Egipto (c.f. Ezequiel 29 :3). Por eso, el mensaje de Yahvéh era claro: el tiránico poder egipcio seria sometido por la justicia Divina anunciada por Moshé como profeta del Cielo.

Ahora bien, resulta interesante para fortalecer nuestra emunáh (fe), saber que la vara que Yahvéh entrega a Moshé tiene la Intención divina de representar al Mesías. Así lo dejará bien claro el contexto bíblico que Moshé mismo escribirá en la Torah:

El cetro no se apartará de Yehudá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Shiló, y a él sea dada la obediencia de los pueblos.
(Génesis 49:10 )

Así también en el rollo de Bamidbar/Números quedará escrito:

“Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no cerca; una estrella saldrá de Yaakov, y un cetro se levantará de Israel que aplastará la frente de Moav y derrumbará a todos los hijos de Shet.”
(Números 24:17 )

En una forma maravillosa, este pasuk (versículo) conduce al lector a decodificarlo sumergiéndolo en las características de la misión y el carácter del Mashiaj.

El «BURRO del MASHIAJ»

Encontramos a Moshé partiendo hacia Egipto, llevando a su familia montada en un asno. Este animal es el signo más fuerte del Mashiaj obrando a favor de Israel.

¿Qué se entiende por el «burro del Mashíaj»?

La expresión «burro del Mashíaj», aparece por vez primera mientras Abraham se dirige a cumplir con la “Akedá de Itzjak” (atadura de Isaac) que el Eterno le había ordenado. Cuenta la Torah que Abraham se levantó muy temprano de mañana y preparó su asno; lo cargó con los elementos necesarios para el sacrificio y para la caminata de tres días desde Jevrón (Hebrón) al monte Moriáh. Esta escena está plena de códigos mesiánicos.

Siete generaciones después, Moshé también es despachado por Elokim a una importante misión. Leíamos en el pasuk (verrsículo):

“…Saca al pueblo de Israel de Egipto y llévalo al monte Sinaí, donde Yo les comunicaré su misión en la vida como Mi pueblo elegido…”
(Éx. 3:10)

Así pues, las imágenes de Avraham y Moshé junto a un burro, son de un profundo contenido mesiánico y profético que se complementan para dejar bien claro los detalles de la misión de Mashiaj.

El intérprete Rashí explica que el «Rey Mashiaj», se revelará entrando a la Santa Yerushalayim (Jerusalén), montado en un pollino. Agrega Rashí que, la misma bestia que ensillaron Avraham y Moshé en épocas antiguas, será el mismo en que ha de cabalgar Mashiaj para manifestarse a Israel [Zejariá 9:9; Pirké d’Rabí Eliézer 31].

El profeta judío Zejaryah (Zacarías) lo predice de la siguiente manera:

“…Regocíjate mucho, hija de Tzión (Sión), da voces de júbilo, hija de Yerushalayim. He aquí tu rey vendrá hacia ti, justo, y salvador es él, humilde [pobre] y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de asnas…”,
[Zejaryah 9:9, Tanaj Katz].

Al leer con atención notamos que el profeta Zejaryah describe a Mashíaj como “un pobre, cabalgando sobre un burro”. Explica el Rebe de Lubavitch que el significado simple de esta profecía es que Mashíaj, el más importante ser humano de la historia, es el epítome de la abnegación:

“…Será más grande que Abraham, más alto que Moshé, y más excelso que los ángeles supremos”
[Ialkut Shimoní sobre Isaías 52:13].

De hecho, la humildad es la marca de calidad de los justos: ellos reconocen que sus tremendos logros y talentos, y el poder investido en ellos como líderes, no son de ellos sino de su Creador. No viven para concretar y satisfacerse ellos mismos, sino para servir al propósito Divino de la Creación. En un nivel más profundo, el «burro del Mashíaj» representa la esencia misma del proceso mesiánico: un proceso que comenzó con el principio del tiempo y que constituye al alma misma de la historia.

El «burro del Mashíaj» tiene una larga y prestigiosa historia; una y otra vez hace su aparición en el curso de las generaciones, surgiendo en coyunturas claves del proceso mesiánico. Cada vez lo vemos cumpliendo la misma función, pero de una manera ligeramente diferente, reflejando los cambios que experimenta nuestro mundo a medida que evoluciona a su definitivo estado de perfección.

Jesús Montó un Asno y Entró en Jerusalén

Sabemos que Yeshúa montó un pollino cría de asna para entrar a la ciudad de Yerushalayim (Jerusalén). Ahora bien, al hacer él esto, ¿cumplió él la profecía de Zejaryah (Zacarias)? Para lograr responderlo, les pido que por favor leamos lo que el libro del Evangelio de Marcos dice:

«… Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, y les dijo: 
Id a la aldea enfrente de vosotros, y tan pronto como entréis en ella, encontraréis un pollino atado en el cual nadie se ha montado todavía; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dice: “¿Por qué hacéis eso?” decid: “El Señor lo necesita”; y enseguida lo devolverá acá. Ellos fueron y encontraron un pollino atado junto a la puerta, afuera en la calle, y lo desataron. Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos les respondieron tal como Jesús les había dicho, y les dieron permiso. Entonces trajeron el pollino a Jesús y echaron encima sus mantos, y Jesús se sentó sobre él. Y muchos tendieron sus mantos en el camino, y otros tendieron ramas que habían cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban:
¡Hosanna!
Bendito el que viene en el nombre del Señor;
Bendito el reino de nuestro padre David que viene;
¡Hosanna en las alturas!…”


(Marcos 11:1-10)

Montar un borrico era también una costumbre de los monarcas orientales, especialmente israelitas. Al menos así se aprecia en muy variados ejemplos, como el caso del rey Shelomó, (1Rey 1:32-38). De acuerdo a lo leído en las cartas apostólicas, Yeshúa ben Yosef, ben Miryam, que biológicamente desciende de reyes (David HaMélek y Shelomó), monta un asno y entra a Yerushalayim, en medio de un escenario de algarabía y júbilo -por parte de algunas multitudes-, de una forma muy apegada a como lo predijo Zejaryah (Zacarías), por favor leámoslo nuevamente:


“Da voces de júbilo (…)
Tu rey vendrá hacia ti, justo, y salvador es él, pobre y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de asnas…”

(Zacarías 9:9)

También resulta para nosotros muy interesante saber que los sabios del hebreo siempre aseguraron que, en un futuro, el verdadero Mashiaj sería reconocido pues cumpliría la profecía del profeta Zejaryah entrando a Yerushalayim (Jerusalén) montado en un burro. Es así como prepararon al pueblo de la Casa de Judá a estar listos a reconocerlo cuando esto sucediera delante de sus ojos. Por ello, el pueblo en su bendita injenuidad reconoció en Yeshúa al verdadero Mashiaj tal como los maestros le habían enseñando.

Pero a pesar de esto, cada vez que los discípulos de Yeshúa afirmamos que Yeshúa de Nazaret cumplió la predicción de Zejaryah, los maestros judíos esgrimen algunas refutaciones como ésta:
“Muchas personas, desde los tiempos antiguos llegaron a entrar y salir por las puertas de la Ciudad de Jerusalem montados en un burro, lo cual era bastante cotidiano…”.

En verdad, esto es cierto, pero tal objeción tiene sus partes débiles, por ejemplo; que ninguna de “aquellas personas” era Mashíaj, ya que dicha personalidad debe ser… “más grande que Avraham, más alto que Moshé, y más excelso que los ángeles supremos”, según he referido líneas atrás de acuerdo a lo que los sabios mismos sostuvieron a lo largo de todos los tiempos pre-mesiánicos. Por lo tanto, la profecía sigue en pie. Es incontrovertible que nadie en la historia del pueblo judío puede encuadrar mejor para el cumplimiento de esta profecía que el nuestro Mesías, Yeshúa HaNotzrí (de Nazaret), no hay competidores serios que se le acerquen.

Pero ante tan fuertes evidencias, algunas opiniones en el judaísmo, cerradas en su orgullosa necedad, señalan al gobernador Nehemiyah Nehemías) como “aquel que entró a Yerushalayim montado en un asno” (Nehemías 2:11-13), y que, consecuentemente, la profecía se ha cumplido en él. Sin embargo, esta conclusión, no es compartida del todo por la gran mayoría de los sabios.

Al respecto podríamos preguntarnos: ¿llegó ya el establecimiento de la época mesiánica? No. El mundo judío aguarda con paciencia esta hermosa Era. En el Talmud, una de las tradiciones más conocidas e interesantes que nos habla de la Edad Mesiánica y que merece la pena comentar, señala así:

«…Seis mil años existirá el mundo: dos mil años de caos, dos mil años de Torah y dos mil años de la llegada del Mesías (…)
En el tercer milenio que le sigue a los 2.000 años mesiánicos, la resurrección de los muertos ocurrirá…»,
[Avodá Zará 9; Sanedrín 97 a y b].

De acuerdo con este aporte profético de los talmudistas y haciendo los correspondientes cálculos, podríamos afirmar que nos encontramos, sin ninguna duda, en los «Tiempos de Mashiaj».

Lo maravilloso de todo esto es que la referencia del Talmud, cronológicamente coincide con la aparición de Yeshúa en Eretz Israel [y no precisamente con Nehemiyah (Nehemías) el gobernador). Así pues, según el tratado talmúdico, estaríamos justamente dentro de los dos milenios de “Época mesiánica”. Dos milenios han transcurrido del inicio de la predicación del Maljut Hashem (Reino de Dios) por parte de Yeshúa; dos mil años atrás, él entró a Yerushalayim montado en un pollino cría de asna y muchos le aclamaron como el “Ben David” esperado [Mattityahu/Mateo 21:4-11; Yohanan/Juan 12:12-15]. Por estas razones, hoy no son pocos los eruditos del ámbito judío que creen que Yeshúa HaNotzrí ha cumplido, en parte, la profecía de Zejaryah (Zac. 9:9).

Ahora bien, en su contexto etimológico, “burro” en hebreo se dice “jamor”. Este el vocablo está vinculado con la palabra hebrea “jomer” que significa “materia” (o “materialismo”). Por eso notamos que “jamor” y “jomer”, poseen la misma raíz hebraica. Teniendo en cuenta esto, logramos discernir que el «burro del Mashíaj», es la “bestia material alistada”; es lo físico encaminado a fines superiores y más excelsos, por la autoridad de aquel que logró colocarse sobre él (montarlo y dominarlo).

De aquí que en el nivel interpretativo llamado «Sod» (Secreto), la expresión “montar un asno” significa tener dominio sobre las fuerzas del mal; estar en dominio sobre la fisicalidad o materialismo. Considerando esto, nos damos cuenta que el rey del que nos habla el profeta Zejaryah, ha de dominar no solo a las propuestas materialistas del sistema, sino que logrará esta posición de autoridad porque primeramente ha domado toda tendencia egoica en su naturaleza humana, es decir sus instintos y pasiones (su yétzer hará). De este modo, Mashiaj pues, recibirá poder del Cielo para someter a las fuerzas de la oscuridad que dirigen al mundo en la Redención final, ya que primeramente aprendió la obediencia (Heb. 5:8) como clave para dominar todo plano de la existencia.

En la obra jasídica Likutei Sijot se explica que Mashíaj es quien representa la máxima plenitud de la Torah, él mismo cabalga el burro de lo material, pues él anuncia un mundo en el que la materia ya no es más el elemento “inferior” o secundario, sino un recurso totalmente refinado, una fuerza en nada menos central e importante para el bien que la creación más espiritual, [Likutéi Sijot, Vol. I, págs. 70-72].

Concluimos que, juntos, Abraham avinu, Moshé y por último, Mashiaj Yeshúa, dan ejemplo de cómo depurar y santificar los aspectos mundanos de nuestras vidas, y cómo integrar nuestro ser y ambiente materiales a nuestras metas espirituales.

Un último comentario lo he extraído de la obra “El Rebe enseña”. La misma señala lo siguiente al hablar del burro del Mesías:

«…Abraham, Moshé y Mashíaj: tres personajes que emplean este antiguo burro en su cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el alcance con que el burro está involucrado en su misión difiere. Con Avraham, lleva sus pertrechos; con Moshé, su esposa y niños; mientras que Mashíaj es descripto como cabalgando él mismo sobre el burro…»,
[Rebe Lubavitch].

¿Cómo se produce un Avivamiento Espiritual? (Parashá Ki Tisá)

Por P.A. David Nesher

 

 

«Moisés le dijo al Señor:
―Tú insistes en que yo debo guiar a este pueblo, pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. También me has dicho que soy tu amigo y que cuento con tu favor. Pues si realmente es así, dime qué quieres que haga. Así sabré que en verdad cuento con tu favor. Ten presente que los israelitas son tu pueblo.
―Yo mismo iré contigo y te daré descanso —respondió el Señor.
―O vas con todos nosotros —replicó Moisés—, o mejor no nos hagas salir de aquí. Si no vienes con nosotros, ¿cómo vamos a saber, tu pueblo y yo, que contamos con tu favor? ¿En qué seríamos diferentes de los demás pueblos de la tierra?»

(Éxodo 33:12-16)

 

Evidentemente, el episodio del becerro de oro había conmovido los fundamentos mismos de la fe de Israel. En aquel episodio hemos visto tanto el castigo implacable como el perdón magnánimo concedido por el Eterno. Era necesario que la Vida volviera a esta gran comunidad de redimidos. ¡Era urgente una avivamiento!

Por eso, en esta porción (parashá) la Torah nos lleva a meditar en la cúspide de  la relación de intimidad espiritual y el grado de percepción profética de Moshé. Esta idea está plasmada en las palabras siguientes:

 “… y hablaba Yahvéh a Moshé cara a cara «

(ודבר ה´ אל משה פנים אל פנים » – “Vedibber YHVH el Mosheh panim el panim”)

 

Esto ha sido la consecuencia del amor manifestado por Yahvéh a Moshé desde los inicios, pues así leemos en Shemot:

«Yo me aparecí a Abraham, a Yitzjak y a Yaakov por El-Shaddai, empero por Mi Nombre YHVH no Me he dado a conocer a ellos.«

(Éxodo 6: 3)

En el libro de Badmibar/Números (12:8) pone en claro lo que esto significa. Allí el Eterno contrastó el cómo habló a Moshé en comparación de cómo habló a otros profetas; Moshé escuchó clara y plenamente, y los otros profetas escuchaban en sueños y visiones.

Esto posiblemente también significa que Yahvéh se apareció a Moshé en forma humana, de la forma que Él lo hizo con Abraham (Génesis 18). Pero también la frase “cara a cara” es una forma figurativa que significa tener un compañerismo abierto y sin censura.

Como consecuencia de este grado de cercanía veremos que Moshé pedirá «conocer los caminos de Dios«. Esto no será una mera «curiosidad» u osadía espiritual, sino más bien, el poder conocer los caminos del Eterno para poder conducir al pueblo de Israel en tiempos difíciles como había sido el «mahaseh haheguel» (episodio del becerro de oro).

En estos versículos (33: 12-23) estamos muy limitados. Todos los comentaristas de la Biblia abordan el texto con mucha aprehensión, ya que el mismo nos conduce hasta los límites del conocimiento de Dios. Límites impuestos por los alcances de la razón humana. El texto hace alusión a lo que está más allá de la razón humana y su lógica, posiblemente para indicarnos que existe un dominio trascendente, inaccesible a nuestro entendimiento, por lo cual no resulta fácil conocer su pensamiento exacto al respecto.

En síntesis: el camino que nos queda es reunir todos los elementos que el Tanak (Antiguo Testamento) ofrece al respecto, limitándonos a ellos, por supuesto, y tomando las palabras siempre en su contexto.

El esquema resultante sería el siguiente:

De acuerdo con Éxodo 23:20, Dios le dice a Moshé:

«He aquí que Yo envío a un Emisario delante de ti para custodiarte en el camino y para traerte al lugar que Yo he predispuesto«.

Esta promesa corrió el peligro de ser alterada por causa del  «mahaseh haheguel»  (episodio del becerro de oro); así leemos:

«Y ahora déjame y que se encienda Mi furor contra ellos y los exterminaré. Mas haré de ti un pueblo grande.»

(Éxodo 32: 10)

Ante la oración de Moshé, Dios desiste de ello. Pero, de acuerdo con Éxodo 33:10, no será Dios quien estará con Su pueblo en lo sucesivo, pareciendo que la Divinidad se «alejaría» del pueblo de Israel.

Pero Moshé, amparado en el perdón prodigado por Yahvéh por el episodio del becerro de oro, encuentra un «het ratson» (tiempo de benevolencia) para tratar de restablecer la cercanía de Yahvéh con Su pueblo Israel. Para Moshé no era suficiente el saber que él e Israel lograrían llegar a la Tierra Prometida. Para su estima, la Tierra Prometida no era nada especial sin la especial presencia del Señor. Esto fue audaz. Moshé tenía la determinación de tener la presencia de Yahvéh lo más cerca posible para con Israel. Este era el siguiente paso hacia el avivamiento y restauración de su relación con el Eterno.

Moisés estaba preocupado en obtener una garantía de esa presencia para su pueblo, y también del gozo de una experiencia más cercana para él mismo. Él conocía que la misericordia del Señor es eterna, mientras que Su ira es efímera y por eso Moshé formulará dos pedidos, a saber: conocer los caminos de Dios y ver la manifestación de Su Gloria.

Como respuesta al primer pedido el Eterno le contesta:

» … Yo haré pasar toda Mi bondad ante ti y proclamaré el Nombre de Yahvéh ante ti, y agraciaré a quien agracie y Me apiadaré de quien Me apiade«

(Éxodo 33: 19)

Esto quiere decir que Yahvéh hará conocer Sus atributos de bondad y misericordia. La Gloria de Dios descansa en Su bien. Cuando Moshé vio la Gloria de Dios, su primer entendimiento era que Yahvéh era bueno. Si no sabemos que Dios es bueno, entonces no sabemos mucho de Él. En la forma de pensar de los antiguos hebreos (y también en otras culturas antiguas), el nombre representaba el carácter y naturaleza de una persona. Dios prometió el revelar Su carácter a Moisés, y no solamente un título.

Lloyd-Jones nos da una idea de lo que el Eterno le dijo a Moisés:

Yo me bajaré a tu debilidad. Te dejaré ver algo. Pero aún más importante que eso, Yo haré que todo mi bien pase delante de ti. Te daré revelación más profunda y un entendimiento de yo mismo, de mi carácter, de lo que Yo soy. Esto es lo que realmente necesitas saber.”

Al segundo pedido, la respuesta fue: » … No podrás ver Mi presencia, ya que no puede verme el hombre y vivir.» (Éxodo 33:20). Yahvéh asegura que Moshé no podrá ver su rostro, es decir, la plenitud de su perfección y la grandeza de su estructura esencial, y vivir, ya que ningún humano podría soportar, en su estado actual, todo este descubrimiento completo. Pero Él agrega, “y verás mis espaldas”, que quiere decir que lo que Moshé podrá conocer serán los caminos de Dios a través de Sus acciones, en la naturaleza y en la historia. En palabras del Salmista:

» … El hace conocer Sus caminos a Moshé y Sus acciones a los hijos de Israel… «

(Salmos 1 03: 7)

Esta hambre de más de Dios es una marca de una verdadera relación de avivamiento y restauración. Fuera lo que Moshé hubiera experimentado con Yahvéh, ahora él quería más. Cuanto más un hombre conoce acerca de Dios, él tendrá un deseo mayor de conocerlo.

Como consecuencia de este «het ratson»  (tiempo de benevolencia) el Eterno le dirá a Moshé que recibirá otra vez:

» … Dos tablas de piedra como las primeras y Yo escribiré sobre las tablas las palabras que estaban sobre las tablas primeras, que quebraste«

(Éxodo 34: 1)

Moshé sabía que nada que lo que Yahvéh pudiera darles los haría verdaderamente diferentes de las otras naciones. Sólo la fuerte Presencia de Yahvéh mismo podría hacer eso.

La relación de Israel con Yahvéh los hacía diferentes de todos los pueblos antiguos. El Eterno entre ellos los hizo diferentes. Era importante que Israel supiera esto por ellos mismos; y también era importante que las otras naciones supieran esto.

Yahvéh honró la intercesión audaz de Moisés, y Él prometió el restaurar Su relación con Israel.

“¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante tus ojos, yo y tu pueblo? ¿No es acaso en que tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y tu pueblo, nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (33:16)

Vemos que la gracia dada a Moshé es pasada al pueblo. La palabra “gracia” en hebreo jen, significa “gracia”, “belleza”, “favor”, “aprecio”. La raíz de jen es janán, que significa “inclinarse para mostrar benevolencia a un inferior”, “compadecerse”, “conceder un favor”. La palabra “jen” aparece seis veces en este contexto. La primera vez que aparece en las Escrituras es en Génesis donde está escrito:

“Mas Noaj halló gracia (jen) ante los ojos de Yahvéh.”

(Génesis 6:8)

El Midrash dice: “Noaj fue salvado no porque lo merecía, sino porque halló gracia.” Moshé halló gracia en los ojos del Eterno y el pueblo de Israel recibió el perdón por el pecado del becerro por medio de la gracia y el pacto fue renovado a base de esa gracia. Según esta parashá, hallar gracia ante los ojos del Eterno implica cinco cosas:

  • Conocer los caminos del Eterno, (v. 13).
  • Conocer al Eterno, (v. 13).
  • Caminar con el Eterno, (v. 16).
  • Distinguirse de todos los pueblos de la tierra, (v. 16-17, cf. 34:9).
  • Obtener el perdón del Eterno, (34:9).

Este acto, que denota el perdón prodigado por Dios, devolverá las cosas a su estado anterior, y culminará con la concertación de un pacto entre Yahvéh y el pueblo de Israel. Así leemos:

 «Dijo Él: he aquí que Yo voy a concertar un pacto; frente a todo tu pueblo habré de hacer portentos que no han sido obrados en tierra alguna ni en pueblo alguno. Y verá todo el pueblo -el que tú estás en medio de ella obra de Yahvéh, ya que imponente es, lo que Yo voy a hacer contigo.»

(Éxodo 34: 10)

¡Este es el método efectivo para lograr un avivamiento en una comunidad de fe!

 

«¿Cuál es tu Nombre?»… EHYEH ASHER EHYEH… (Yahvéh)

Por P.A. David Nesher

«Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo:
El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
Y respondió Dios a Moisés:
EHYEH ASHER EHYEH (En hebreo es: «SERÉ EL QUE ACONTECERÉ»)
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: EHYEH (SERE) me envió a ustedes.
Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel:
Yahvéh el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.» 

(Shemot/Éxodo 3: 14-15)

En este evento sobrenatural en el que Moshé se encuentra con el Creador a través de una zarza ardiente que no se consumía, vemos que Dios presenta su identidad de un manera misteriosa. Moshé imaginaba justamente que el pueblo reaccionaría con una pregunta. Al anunciar el encargo, preguntará: “¿Cuál es Su Nombre?”

Esta pregunta es clave, y es una duda directa hacia la identidad de Dios. El cuestionamiento es al mismo tiempo una petición de información sobre Su Nombre, y de explicación de su significado.

Moshé le manifiesta al Creados que ciertamente el pueblo de Israel querrá saber algo más sobre la Intención de Él hacia ellos. Al preguntarle Su Nombre, en verdad, Moshé no está manifestando que no conozca cuál es el mismo, sin que busca comprender el nuevo tipo de relación que el Eterno establecerá con la Comunidad a la que lo está enviando. En el pasado el Eterno se había relacionado como el Dios de los padres. ¿Qué Intención de relación tendrá ahora con Israel?

El Todopoderoso entrega a Moshé una respuesta que se distingue de aquella destinada al pueblo, en respuesta a su eventual petición. El hecho que la respuesta esté dirigida a Moisés, indica que la pregunta no es tomada de manera superficial. Ésta revela algo de Moisés y del pueblo. Dios dijo: “Yo soy aquel que soy” o mejor dicho «Yo soy el que seré«… o más cercanamente traducido en su literalidad: «Yo fui, soy y seré lo que aconteceré«.  Esta expresión divina es ultra paradójica, ya que se trata tanto una respuesta como un rechazo divino a responder. «Seré» como contestación a la pregunta «¿Cuál es tu Nombre?» parece como la bofetada de un maestro a su discípulo, como un severo rechazo a la propia pregunta.

Entonces para captar realmente la esencia del texto en cuestión, debemos entender que esta pregunta, en realidad, está en el marco de la segunda objeción que Moshé presenta a Dios para el cumplimiento de su misión vocacional. Dios quiere hacerle entender a Moisés que se manifestará según su proyecto de propósito eterno, más allá de todo lo que sus escogidos hayan planificado para sus vidas.

Por ello, enseguida Dios dará una respuesta a la pregunta del pueblo dado a Moisés, «Así dirás a los israelitas: Yahvéh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros». (v. 15). También el pueblo experimentará el Proyecto del Altísimo en su futuro más allá que Israel quiera o no. Una vez explicado el significado del nombre, en una propuesta que es paralela a la del versículo 14, se le da el mismo nombre inefable: Yahvéh el Dios con el que los padres se había revelado. Es él quien ha enviado a Moshé. La parte final del versículo 15 está dirigida nuevamente a Moshé: “Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación”. El nombre se revela no para satisfacer la curiosidad de Israel, sino para ser instrumento de una adoración continua, que permitirá que este Pueblo se transforme en un reinado de sacerdotes (Éxodo 19:6).

Por lo explicado, debemos aceptar que el texto llega aquí a un lugar que se encuentra más allá de las palabras, a la vez que trata de crear una apertura en nuestra conciencia que permita una ascensión al mundo de arriba.

Debo aquí decir que cuando se habla de las cuatro letras o tetragrama no estamos hablando de un nombre civil o una identidad distintiva entre muchas. Más bien estamos hablando de una naturaleza divina que solamente posee en sí mismo el Creador de todo lo existente. Es obvio que si no existe otro Elohim entonces no es necesario distinguir entre lo únicamente distinguido que existe, ya que no hay otro que pueda ser competencia o variedad. Su naturaleza divina consiste en la eternidad del supremo reino que sobrepasa aun los límites del tiempo y del espacio.

Nombre en el idioma hebreo se dice Shem y cuya percepción por un hijo de Israel no es limitado a una identidad civil como sucede en occidente sino a una esencia del ser a quien se refiere. Por ejemplo notemos que cuando Moshé le pregunta por Su nombre, Él responde: «ehyéh asher ehyéh»  («Seré El Que Seré«) y eso fue todo lo que El respondió en cuanto a Su nombre. Buscar una fonética al tetragrama es como tomar literal la Torah, lo cual si sucede así nunca se llegará a comprender su sentido y objetivo, y por mucho que se luche por conseguirlo lo único que se logra es que el tiempo pase sin darnos cuenta y de esta manera descuidamos lo más importante que es accionar en base a la voluntad divina.

«Seré el que Seré» puede querer decir «No tengo nombre, porque ningún nombre podría abarcar lo que realmente soy«. También se puede interpretar: «No importa cómo Me llames , porque lleno todos los nombres (todas la palabras, todas las cosas, todos lo tiempos, y todos los lugares), y cualquier nombre que pretenda describirme Me será realmente un título que exalte Mi Esencia«. El Midrash explica que esta expresión significa: “Yo no soy llamado por ningún nombre permanente; Mi Nombre varía de acuerdo con el modo en que Mis acciones son percibidas por el hombre… El nombre Ehiyé asher ehiyé significa que al igual que Yo estoy con ellos en este exilio; así estaré con ellos en sus futuros exilios.”

La palabra “Ehyêh” (אֶהְיֶה), viene de la raíz primaria “hayâh” (הָיָה) que es un pasado en hebreo que se conoce como conjugación “qatâl”, en la que “hayâh” significa, “el que fue, o ha sido” Por tanto, al ser “Ehyêh” un futuro en primera persona se entiende como “Yo seré”.

La respuesta se vuelve más clara cuando, a lo largo de todas las Sagradas Escrituras, el Tetragramatón (Yud, Hei, Vav, Hei), una combinación imposible del verbo «ser» (Havah). Es decir, que el nombre יהוה  no existe como palabra corriente, sino que es construida a partir del presente del verbo serהוה  (Havéh)  y el prefijoי (yod) que indica la tercera persona del futuro, indicando el ser que es ahora y continúa siendo en el futuro. Se revela como el Nombre correcto para señalar al verdadero Dios, y estaría dando a entender «El que hace Ser«, «El que da el Ser«, o «El que trae las cosas a la existencia«, y desde este supuesto equivaldría en cierto modo a la idea de «Creador omnipotente y eterno». Este nombre fue considerado por Israel como el representante del Or Ein Sof  (Luz Infinita) manifestándose en la Creación con la Intención de traer todo al

Veamos detenidamente esto. La expresión: «Yo Soy El Que Seré», nos indica eternidad sobre todo lo existente. Está diciendo que Dios es el Ser mismo. Todo el Ser; y de aquí surge la frase para definir Su naturaleza divina («El que fue, el que es, y el que vendrá a Ser») que en hebreo se dice:

Cuando se toman las primeras letras de cada término entonces se forma el conocido Tetragrama o Tetragramatón (YHVH). Esta palabra YHVH (Yud, Hey, Vav, Hey) está relacionada con los dos verbos hayá (ser, estar, existir) y havá (existir, devenir, llegar a ser, ocurrir). De este modo el estas cuatro letras estarían pautando que Él Creador que habla y envía es Todo el Ser.

En la mente de Moshé la consciencia se elevó hacia las certezas que aseguran que Todo contiene a Dios. No hay ningún lugar, ningún momento, ninguna cosa, por cierto ninguna persona que no esté llena hasta rebosar de la Divina Presencia. Por esto, el Nombre Y-H-V-H, no debería ser traducido como Dios o Señor, sino más bien como «Es-Fue-Será» o «Es-Fue-Vendrá«. No es en absoluto un verdadero sustantivo, sino que es un verbo que se detiene artificialmente mientras está en movimiento y que se lo hace actuar como si fuera un sustantivo. Un sustantivo que en realidad es un verbo nunca puede ser sujetado de forma muy firme. Ni bien crees que «lo entiendes», cuando entiendes a Dios como «entidad» más o menos claramente definida, ese sustantivo se te escapa y se convierte en verbo otra vez.

Dios es el Ser. Las cuatro letras del Nombre, tomadas a la inversa, deletrean la palabra HVYH, que se pronuncia HaVaYaH, la cual significa «existencia«. Todo lo que es existe dentro de Dios, tal como lo expresara el apóstol Pablo a los atenienses (Hechos 17: 28). Pero cuando damos vueltas esas letras y las convertimos en el Nombre, se agrega el misterio que se le reveló a Moshé desde la zarza. El cosmos que es infinitamente variado le da paso a un único Ser, a Uno en cuya presencia sentimos que estamos de pies, Uno a quien nos permitimos dirigirnos en la oración. Este Uno a quien nos dirigimos en su integridad es infinitamente más que la suma de sus partes. «Dios es el lugar del mundo, pero el mundo no es el lugar de Dios«, será la frase con la que los sabios intérpretes del Tanak (Antiguo Testamento) asegurarán que el universo existe enteramente, y en todos sus planos existenciales, dentro de Dios, pero Dios a su vez permanece trascendente al universo. Un misterio que nunca el ser humano terminará de entender, YHVH (Yahvéh) es infinitamente mayor que HVYH (Havayah).

Entonces el Nombre YHVH (Yahvéh) se vuelve garantía en la conciencia de Moshé. Este Nombre contiene el pasado, el presente y el futuro. Todo lo que fue, es y será existe en una sola simultaneidad porque el abrazo divino es más grande que cualquier división en tiempo lineal. Solo para los mortales , que nos vemos limitados por el tiempo, es real esa división. Yahvéh significa, “él estaba, está y estará”, “él está presente y en absoluto control”. Esto significa que Yahvéh es un Dios activo, cuyo señorío se manifiesta en su acción liberadora en la historia (Ex 3:7-10). Lo decisivo no es el valor lingüístico del nombre divino, sino la relación que en él se expresa entre Dios y los eventos históricos. Él es Eterno, Perfecto, Infinito, Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Inefable, Incomprensible, Sabio, Santo, es el Creador de todas las cosas, no está limitado a nada, y es el único digno de ser adorado y de recibir culto por parte del ser humano. Él es el mismo de ayer, de hoy, y por los siglos de los siglos. (Hebreos 13:8).

Moshé deberá enseñar a Israel los códigos de este Nombre, ya que los hebreos podrán confiar en lo que dicho Nombre revela, promete y garantiza: un Dios será eficaz para Israel en todo momento.  Ellos captaron por medio de este Nombre el amor perfecto de YHVH por su Pueblo, pues estas letras proclamaban un mensaje de amor:

«Seré el que Seré» (o «Aconteceré en quien aconteceré«),

es decir:

«Estaré con ellos en esta aflicción y estaré con ellos cada vez que me requieran«.

Por esta causa, la fe de Israel no se basó nunca en la etimología del oscuro nombre de Ex 3:14, sino en el hecho que Yahvéh reveló su nombre en su acción poderosa y salvadora en favor de su Pueblo.  Así ellos caminarán en Nombre de su Dios, si Él camina «con ellos» (Miqueas 4:5).

Yahvéh revela a Moshé, desde la zarza, su Intención de darse a conocer y entrar en relación matrimonial con Israel, pero al mismo tiempo, se revela en un Nombre que no puede ser objetivado y manipulado, cuyo sentido puede ser captado sólo a través del actuar histórico del Eterno. Ninguna interpretación teológica podía abarcar su misterio.

Moshé asume así la certeza de que el Nombre que se acaba de revelar no es una definición filosófica de la esencia divina, sino más bien una descripción de su actuar benevolente en el mundo a favor del ser humano, a través de Su Pueblo Escogido. El nombre indica en la Sagradas Escrituras la identidad del Dios que actúa en la historia. Así Moshé encuentra la fortaleza que le garantiza la convicción del porqué y para qué sacará a los hebreos de la esclavitud en Mitzraim.

Ante todo esto, es maravilloso entender que Dios se manifiesta a Moshé revelando Su Nombre. El hombre esclavo de la religión pretende reducir a Dios a una imagen e introducirlo en sus propios esquemas.

En ese sentido se debe recordar cómo en la antigüedad la imagen de la divinidad era considerada como una realidad mágica, poseyéndola era posible dominar al mismo dios. La lucha contra las imágenes de Dios es una lucha contra cualquier intento por reducir al Eterno a un objeto manipulable del hombre, de hacerse un dios para su propio uso y consumo, un dios a su imagen que se conforma a su semejanza. Por lo tanto, al revelarse como Yahvéh, Israel aprenderá que Él es un Dios que se debe escuchar antes de ver.

Por lo tanto, el Altísimo se revela a sí mismo sin ofrecer una imagen, pero buscando una relación con el hombre. Y en la plenitud de los tiempos se descubrirá que esta imagen asume todos los rasgos de un hombre, Yeshúa HaMashiaj. Yahvéh se hará visible en Yeshúa, en el que podemos descubrir la verdadera imagen de Dios (Colosenses 1: 15).

Ampliando pues este estudio, recordaremos que la palabra YHVH (Yud, Hey, Vav, Hey) está relacionada con los dos verbos hayá y havá, lo cual implica que Él es (eternamente), Él vive (y no puede morir) y Él hace vivir (da existencia a todo ser vivo). Él es el que existe por si mismo, el único ser real, el eternamente presente. Él es la fuente de toda realidad, incomparable, sin límite, autosuficiente, eterno e inmutable. Por eso el profeta proclamó:

“¿Quién lo ha hecho y lo ha realizado, llamando a las generaciones desde el principio? Yo, HaShem (YHWH), soy el primero, y con los postreros estoy.”
(Isaías 41:4)

Esto nos enseña que el Eterno no está dentro del tiempo. Él es el primero y al mismo tiempo está con los postreros. Él está en estos momentos presente en el huerto del Edén cuando Adam toma el fruto prohibido. Él está en estos momentos presente cuando su Hijo está derramando su sangre en el madero. Él está presente en este mismo momento en la segunda venida del Mesías y en el juicio eterno. Él está en el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo. Él es Omnipresente. No necesita recordar el pasado, ya que Él está en el pasado. Él no necesita pronosticar el futuro, pues está en el futuro. Él es el primero y con los postreros está.

Esto implica que Él no necesitaba ver el futuro y el pasado en el momento cuando el Mesías murió por todos los hombres. Él estaba presente en todas las vidas de las personas que habían vivido, las que vivían en ese momento y las que iban a ser creadas en el futuro. Y por razón de que Él es YHVH, él puede trasladar los pecados de todos los hombres del pasado, presente y del futuro, y colocarlos en el cuerpo de su Hijo a fin de que él pueda morir por todos sin excepción. Así que en estos momentos el Eterno está viendo la muerte de Yeshúa, sangrando por ti. Su muerte está eternamente presente ante el trono celestial.

Por causa de esa muerte tú y yo tenemos acceso a su Trono de misericordia. Por causa de que ÉL ES, podemos nosotros estar con Él y recibir su vida eternamente y para siempre.

¡Bendito sea su Nombre!

La vara de Moisés y tus Talentos.

P.A. David Nesher

 

“Y Yahvéh dijo:
¿Qué es eso que tienes en tu mano?
Y él respondió: Una vara.”

Éxodo 4:2

 

Cuando el Eterno le pregunto a Moisés qué tenía en la mano, fue el comienzo de todas las hazañas colosales que Yahvéh hizo a través de él, en favor de Su Pueblo.

Al estar frente a la zarza ardiente, Moisés no podía ver como él, un varón humilde y exiliado en el desierto de Madián, podría ser el gran libertador del pueblo de Israel. ¿Cómo podía ser esto posible?

Moisés estaba tratando de encontrar las excusas “perfectas” para zafarse del llamado divino para su vida. Sin embargo, el Eterno le reveló que Él comenzaría su obra redentora con lo que Moisés había tenido consigo todo ese tiempo en el desierto de Madián, cuando le pregunto, “¿Qué es eso que tienes en tu mano?” Moisés respondió: “una vara”. Y con esa vara y esa mano (más la vara de su hermano Aarón), Yahvéh mando las diez plagas sobre Egipto, partió el mar rojo cuando el ejército de Faraón los tenía atrapados y saco agua de la roca cuando no tenían nada para tomar, venció a Amalec, etc.

El Eterno nos ha otorgado a todos los seres humanos muchos talentos y habilidades. Sabemos que Yahvéh, al terminar de crear a la humanidad, llamó a su creación “buena en gran manera”. Desde entonces, nuestro Dios, espera que los hombres sean conscientes que Él nos hizo a cada uno tan diferentes y complejos, que espera que coloquemos todas nuestras cualidades y capacidades al servicio de una dinámica de reparación y transformación (tikún). Es posible que en ocasiones no veamos nuestro potencial, pero el Eteno, que nos hizo a Su imagen, ciertamente sabe cuál es nuestro potencial y cuál es nuestro valor en Su Reino.

Cuando leemos el versículo 20, encontramos cual es el secreto de todo lo que sigue: la vara de Moisés pasó a ser la vara de Dios. El secreto de la victoria consiste en que todo talento y habilidad humana se convierta en la vara de Dios.

Moisés, a partir de este encuentro terminó teniendo una fe tremenda. La revelación escritural asegura que sin fe, es imposible agradar a Dios. Por causa de esta fe, el relato bíblico dice que nunca hubo un profeta como Moisés. Con fe Moisés levanto su vara y las plagas se desparramaron por Egipto. Moisés levanto su vara cuando el ejército de Faraón se acercó y los tenía atrapados en el Mar de Aqaba. Moisés levanto su vara con fe y Dios hizo los milagros más maravillosos que ha habido antes de la manifestación del Mesías.

Siempre vale la pena darle lo que tenemos al Señor. Jesús inmortalizo a la viuda y su ofrenda, ella ha sido recordada a través de la historia por darle todo lo que tenía al Señor (Marcos 12:41-44).

Los años que Moisés pasó atendiendo ovejas no fueron en vano. Esos años depositaron en la mano de Moisés cosas que él podría usar para la gloria de Yahvéh. Es maravilloso notar que el Eterno no usó el cetro que estaba en la mano de Moisés cuando él vivía en Egipto, pero sí uso la simple vara del pastor que había egresado de la Escuela del Desierto.

Todos los seres humanos tenemos algo que ofrecer, para ver manifestado el propósito eterno de Dios en este mundo. Somos hechura del Señor y Él ve un gran valor en su creación humana. Eres creado con un propósito. El Eterno te hizo especial. ¡No hay ninguna otra persona en el universo como tú! Todos nosotros tenemos algo para compartir en la historia que estamos escribiendo. “La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes” (Proverbios 18:16).