Ve’amarta el-Par’oh koh amar YHVH beni vejori Yisra’el.
“Entonces dirás a Faraón: «Así dice Yahvéh:
‘Israel es mi hijo, mi primogénito.
Shemot/ Éxodo 4:22
Por P.A. David Nesher
De acuerdo a lo que hemos aprendido en nuestra investigación del rollo de Bereshit (Génesis), que en los tiempos de los nuestros patriarcas, el hijo primogénito recibía la primogenitura (Gén. 43:33); por lo tanto, como herencia le correspondía ser el jefe de la familia al morir el padre. El primogénito tenía que ser digno de recibir esa responsabilidad (1 Cró. 5:1–2) y por iniquidad podía perderla. El hijo mayor recibía una porción doble de las posesiones de su padre (Deut. 21:17), y después de la muerte de este, era responsable del cuidado de la madre y de las hermanas.
También aprendimos que en la cosmovisión celestial, ser primogénito no significa siempre ser el primer nacido, sino que más bien señalada a aquello que puede denotar grandeza. Desde esta perspectiva lo podemos ver revelado en el salterio, aplicándose al Mesías:
«Yo también lo haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de la Tierra.«
(Salmo 89:27).
Entonces, volviendo al versículo 22 (del cap. 4 de Shemot), vemos que el término hebreo «beni vejori» que se ha traducido «Mi hijo primogénito«, se usa en sentido figurado. Israel es la nación más preciada y más valorada por Dios así como el primogénito ocupa un lugar especial en el corazón de sus padres (leído de la Torah según Rashi).
Convengamos que las mismas Sagradas Escrituras revelan que Israel es la más joven de las naciones de la Tierra que fueron formadas en Génesis capítulo 10. Aun así, y pese a ello, el Eterno revela que la nación de Israel ejerce el oficio de ser el primogénito de las naciones delante de todas las esferas celestiales. Es decir, es la nación que ha recibido la función de recibir la doble herencia del Padre de la luces, de oficiar como un reinado de sacerdotes y de gobernar desde esa Unción regia-sacerdotal sobre todos los planos existenciales. Por ello, el mensaje divino dado al Faraón es bien claro: Israel es la cabeza de las naciones (cf. Éxodo 19:5-6).
Así y con todo estos conceptos en nuestro corazón, debemos aceptar que Yah, al encomendarle ese mensaje a Moshé, estaba igualando Su relación con Israel a la relación que tenía Faraón con su hijo. Él le dijo a Moshé que hiciera esa relación para que Faraón pudiera ver cuan importante era Israel para el Eterno, y de esa manera unir por medio del Espíritu de la profecía el último rechazo de Faraón de dejar ir a Israel con el castigo que le causaría por ello, es decir la muerte de todos los primogénitos de Mitzrayim incluyendo el primogénito del soberano de Egipto.
Egipto y Su Culto al Primogénito.
En este momento de la bitácora, me obligo a informarles que en este tiempo de la historia, la sociedad egipcia estaba construida sobre el culto al primogénito de los dioses. Desde la mitología egipcia, el dios Osiris, el hijo primogénito de Ra, fue el primer Faraón debido exclusivamente al orden de su nacimiento.
Por eso, en aquel tiempo y cultura, el primogénito de cualquier familia egipcia recibía la mayor porción de la herencia paterna. Fundamentados en esto, los primogénitos generalmente llegaban a convertirse en la élite gobernante del país: generales y funcionarios militares, administradores principales y, con frecuencia, en los mismos faraones. [Teniendo en cuenta esto, es muy posible que este faraón en particular no haya sido el primogénito en su familia, ya que no murió a consecuencia de la plaga. Tal vez su hermano mayor había muerto siendo todavía joven y él era el siguiente en orden de sucesión. Sin embargo, su hijo que era quien lo sucedería como el próximo faraón, sí era primogénito, y por ello pereció en la décima plaga.]
Desde aquel mito, los egipcios creían que todo Faraón era también un dios, el hijo primogénito del primogénito llegando hasta Osiris mismo.Entonces, la plaga número diez destruyó la ilusión final de poder e inmortalidad del líder primogénito egipcio.
Con esta cosmovisión mitológica, la figura del faraón era la de una deidad encarnada que caminaba sobre la Tierra bendiciendo a todo hombre que se prosternara ante él. Del faraón decían los papiros que «el terror que inspira abate a los bárbaros en sus países». Todos sus súbditos lo veían como la encarnación del hijo primogénito de Ra (dios del Sol), razón por la que se lo consideraba también como el señor del universo y como el heredero del creador. Su figura rezumaba (transparentaba) poder ancestral y estaba rodeada además de la protección mágica de todas las divinidades. Por ello, atentar contra su vida significaba algo más que pensar en matar a un hombre. Era poner en peligro el equilibrio cósmico y cargar directamente contra la estabilidad del Estado. Tal era el temor que suscitaba a nivel esotérico el regicidio, que las leyes apenas contemplaban el castigo por llevarlo a cabo, pues la sola mención del asesinato era casi un tabú.
Comprendiendo estas creencias egipcias, discernimos que cuando el Eterno, nuestro Elohim, envió a Moshé donde Paró (Faraón) por primera vez, le dijo que «Israel es mi hijo primogénito» (Éxodo 4:22). Estas palabras divinas dejaban bien en claro que YHVH consideraba a Israel como su primogénito entre las naciones y le estaba advirtiendo al Faraón lo que sucedería sino permitía su liberación (Éxodo 4:22-23). Así fue como en la décima plaga, al matar al primogénito de Egipto y salvar a Israel, Yahvéh mostró que Su Pueblo es el primogénito verdadero y le dio el golpe final a la estructura religiosa egipcia basada en el primogénito de Ra, la serpiente antigua (leído de la obra de Rav Ari Kahn).
¿Por qué y Para qué Israel es Primogénito del Eterno?
Entonces, desde lo que el mismo Yahvéh le dijo a Faraón queda claro que Israel, el pueblo hebreo, como nación, es el hijo primogénito del Eterno. Esto es porque Dios mismo ha dado a luz ese pueblo, fue creado pre-existencialmente por Él, y por consiguiente tiene una herencia divina que le corresponde. Por ende, Israel para este tiempo final tiene la promesa de una bendición grande que ha de venir, y por consiguiente va a heredar el Reino prometido de David.
Ese Reino será restaurado conforme a la promesa divina, y es bajo ese Reino que Israel recibirá y tendrá paz permanente. De eso nos habla el oráculo del profeta Ezequiel:
«Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.«
(Ezequiel 34: 23)
Ahora bien, ¿quién ese ese pastor que heredará el Trono de David?
Yeshúa HaMashiaj: El Primogénito entre muchos Hermanos
Cuando venimos a los Escritos del Brit HaDashá (Pacto Renovado) notamos que en el Evangelio de Mateo, esta relación de Yahvéh con su Pueblo, fue personificada en Yeshúa.
El escritor Mateo dijo que la huida de la familia de Yosef y Miriam (José y María) a Egipto y su posterior retorno, en verdad era el cumplimiento de la profecía: «De Egipto llame a mi Hijo». El texto dice así:
“Y él despertando, tomó al niño y á su madre de noche, y se fué á Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: DE EGIPTO LLAMÉ A MI HIJO.”
(Mateo 2:15)
Pero cuando leemos todo el versículo en el libro del profeta de Hoshea (Oseas) en donde se emitió dicho oráculo, podemos ver que el profeta se estaba refiriendo a Israel:
“Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.” (Hoshea/Oseas 11:1)
Relacionando pues esta profecía con lo que el evangelista Mateo escribe, se nos revela algo maravilloso: el Mesías es la encarnación de Israel. Él es el primogénito del Padre para cumplir con estas tres funciones. Cuando Israel fue sacado de Egipto, el hijo de YaH salió.

Los cinco pasajes de los Escritos Mesiánicos (Nuevo Testamento) donde aparece el término “primogénito” se relacionan con el Mesías o Cristo (Lc 2:7; Col 1:15, 18; Ro 8:29; Heb 1:6; Ap 1:5).
Justamente, en el evangelio según Lucas se habla de que Yeshúa fue el primogénito o primero en nacer de la virgen Miriam (Lc 2:7) y por ello fue consagrado según la Torah (Lucas 2:22-24).
Al Ungido (Mesías o Cristo) también se lo llama “primogénito” de entre los muertos. Esta frase no necesita explicación, ya que el mismo apóstol Pablo señala lo que implica:
“Él es también la cabeza del cuerpo que es la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía”
(Col 1:18).
Yeshúa es el primogénito de los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial. Él es el Unigénito del Padre en la carne y el primero en levantarse de entre los muertos en la Resurrección, como bien se lo expresaba el apóstol Pablo a los creyentes de la ciudad de Corinto:
“Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron”.
(1 Corintios 15:20).
A través de su muerte y resurrección, Yeshúa es «las primicias» que garantizan la futura resurrección y vida eterna de muchos otros hijos e hijas de Dios (1 Corintios 15:20-23). Como Él mismo dijo, «porque yo vivo, vosotros también viviréis» (Juan 14:19). En pocas palabras, al llamar al Mashiaj el Primogénito entendemos que se está señalando a su acto de conquistar la muerte en todas sus formas (simbolizada en la palabra Egipto o Mitsrayim) para que “todos resuciten” (1 Corintios 15:22), es decir, para que todos podamos emularlo en Su forma de peregrinar la vida.
El mensaje del Brit HaDashá (Pacto Renovado) es claro en afirmar que Yeshúa HaMashiaj, al ser reconocido como primogénito de la creación, tiene supremacía sobre ella y goza de privilegios supremos y únicos que los creyentes debemos reconocer. Por eso el apóstol Pablo destacó:
“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos.”
(Romanos 8:29).
Es en el libro da los Hebreos, donde el Mesías (Cristo) es revelado como «heredero de todo» (Hebreos 1:2) y el «Primogénito en el mundo» de Dios, a quién se espera que los ángeles también reconozcan su divinidad, gloria y poder (Hebreos 1:6). Así como el hijo primogénito es la cabeza de su familia terrenal después de su padre, Yeshúa el Ungido es la cabeza de la Kehilá -la iglesia- después de Dios Padre (Efesios 1:20-23; Colosenses 1:18, Hebreos 2:10-12). Así como el hijo primogénito recibe la mayor herencia de su padre, Yeshúa el Ungido recibe el mundo como su herencia. El Eterno mismo le dice a su Hijo:
«Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.«
(Salmo 2:8).
Por último, y considerando todo este maravilloso tema de la primogenitura de Israel en el Mesías encarnado, diré que el fin supremo de la revelación especial del Eterno es dar a conocer Su proyecto de la redención para que toda la humanidad conozca y crea en el primogénito de la creación como su Señor y Salvador, y lo honren como al Padre.
“Por eso Jesús les decía:
‘En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera. Pues el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que Él mismo hace; y obras mayores que estas le mostrará, para que ustedes se queden asombrados. Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que Él quiere. Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió”
(Juan 5:19-23).