Fe

El Corazón que Realiza Milagros (Rosh Jodesh Kislev)

Una de las formas de aproximarnos a la fuerza de cada mes lunar que marca el calendario que el Eterno reveló a Moshé, es desarrollando la comprensión de que el nacimiento de la luna cada mes marca el inicio de un tiempo nuevo. Entonces, estamos llamados en cada rosh jodesh (luna nueva o cabeza de mes) a indagar en cada tiempo y su mensaje con el objetivo de transformarnos en autores de nuestra propia renovación en vez de ser pasajeros pasivos de una historia que nos sucede.

Kislev (כִּסְלֵו‎) es el nombre babilónico del mes que comienza hoy. Las Escrituras se refieren al mes de Kislev (en griego Sagitario) como «el noveno mes» (Hageo 2:10), pues es el orden que tiene el calendario lunar a partir de Nisán (Aviv).

Kislev significa, según el rabí Tzadok HaKohen, confianza y fortaleza interior, tal como lo señala el libro de Job: «Si hubiera puesto en el oro mi «kisli«/confianza, y le hubiera dicho al oro refinado: tu eres mi seguridad» (Job 31:24). Por eso, está regido por la fuerza de la abundancia divina. En sus días el Eterno se manifiesta como Abba (Padre) y su benevolencia se pone a favor de los hombres que lo buscan, ocasionándoles un cambio de suerte.

La expresión kisli viene del verbo kesel y está relacionada etimológicamente con «kisui» que significa proteger, cubrir. Según el sabio comentarista Ibn Ezra, «kesel» también significa apoyo, tal como aparece en los Proverbios: «Porque Dios será tu apoyo/»kislejah» (Proverbios 3:6). Y de acuerdo a la opinión de Rashí sobre el versículo citado de Job, «kesel» significa esperanza, también vinculada con la palabra «kala«/anhelo grandes esperanzas.

Podemos deducir entonces, que el mes de Kislev nos brinda una oportunidad especial de reforzar la confianza y la fe en el Eterno, así como también fortalecer la anhelada esperanza de la completa redención.

El gran salmista, el rey David, influenciado por los conocimientos astronómicos mesiánicos que Avraham avinu legó a los sus hijos, dijo:

“Por la palabra de Dios fueron hechos los cielos y todas las cosas”.

(Salmo 33:6)

En otras palabras, el rey estaba revelando en su canción que las letras del ÁlefBet crearon los planetas y las constelaciones del universo, y que además son los portales a través de los cuales fluye la energía Divina hacia este mundo, por medio del ser humano que actuaría como portal de esa mentalidad de la Luz. Desde esta enseñanza, los hebreos siempre sostuvieron que cada mes del calendario hebreo es regido por dos letras: una es la letra de la constelación que rige al mes y la otra es la letra del planeta regente de ese mes. La letra desde la que el Eterno creó a la constelación de Sagitario es Sámej, y con la letra Guímel creó al planeta Júpiter (en hebreo este planeta se llama Tzedek = Justicia).

He aquí la sámej, la letra hebrea que identifica a este mes:

Si observamos bien a la letra sámej, notaremos que su forma es un círculo completo, el cual simboliza unidad, totalidad y circuito; este mes podemos buscar obtener todas esas características.

La letra sámej representa el poder infinito de la Luz del Creador, el cual no tiene principio ni fin. Al alinearnos a nosotros y nuestra conciencia con este circuito, por medio de la resistencia ante la tentación egoísta del Deseo de Recibir para Sí Mismo, podemos acceder a los milagros que están disponibles en este mes.

Por eso, la forma circular de la sámej simboliza la fe fundamental (emunah) reflejada en todos los niveles de la Torah y la realidad: «Su final está incertado en el comienzo, y el comienzo en su final«, explican los sabios intérpretes del hebreo. Esta comprensión y percepción de la unidad inherente entre comienzo y final, que al ser comprendida en profundidad implica ecuanimidad en todas las etapas del «ciclo infinito», es de hecho la manifestación de la Luz Trascendente de Yahvéh (sovev kol almin), que abarca por igual cada punto de la realidad. Por eso, la letra sámej significa corazón con conocimiento.

La letra sámej es una letra muy hermosa, es un atributo que salva y eleva a la persona del imperio de las cáscaras (klipot) del ego (Mitzraim), y le otorga poder, apoyo y confianza, un hogar. Es una letra redonda, como el vientre que le proporciona refugio a un embrión pero no puede desarrollarlo. Por esto último, esta letra simboliza el apoyo, el estímulo, el sustento y la ayuda celestial que Yahvéh dispone desde las esferas celestes a los hombres.

El sentido de «dormir» ligado a Kislev refleja la fe (emunah) obediente pasiva de que la Providencia de Dios siempre proteje a Israel. La base del sendero de la habilidad innata de toda persona humana de alcanzar la comunión con Dios a través de la oración y otras actividades rituales es la la fe obediente en la omnipresencia de Dios y la omnipotencia de Su Providencia.

Es un mes donde encontramos seguridad, bienestar y esperanza, si no nos permitimos incurrir en la auotcomplacencia y la santurronería. En general, Yahvéh lo entrega como un mes altamente positivo.

Durante este mes, el Eterno nos invita a trabajar en la corrección del descanso, y el sueño, que es resultado directo de nuestra dedicación a corregir las acciones durante las horas activas. Por ello, nos enfocaremos a conocer los secretos celestiales para corregir la relajación de la mente y el cuerpo usando el descanso como medio para una acción adecuada. Esto nos ayudará a canalizar nuestros esfuerzos y dirigir la flecha llamada tefilah (plegaria de pacto) en la dirección correcta, para obtener del todo lo que le pidamos en Yeshúa.

¿Qué Significa ser Hijo de Dios?

Por P.A. David Nesher

 

Vosotros sois hijos de Yahvéh vuestro Dios; no os sajaréis ni os rasuraréis la frente a causa de un muerto.

(Devarim/Deuteronomio 14:1) 

En el año 2015, el Papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana, publicó la primera entrega de su nuevo blog, El Video del Papa, con el título “Diálogo Interreligioso”. En este corto, pero impactante video, el Papa dice entre otras cosas que muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera, para luego concluir afirmando que: “¡TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS!”.

Las reacciones de sectores dentro y fuera de la Iglesia Católica no se dieron a esperar ya que dicha declaración es interpretada como controversial, infame y hasta herética aun entre su propio círculo de feligreses y seguidores. Y es que el dogmatismo que el sistema reptiliano implanta en la mente de las masas asegura desde su «espiritualidad» que todos los seres humanos somos hijos de Dios, puesto que todos los seres humanos fuimos creados por Él y que por lo tanto el Eterno nos ama como a hijos, y está intrínsecamente comprometido a bendecirnos por tal condición.

Ahora bien, cuando leemos este pasaje de la Torah que la parashá Ree nos proporciona, notamos que en primera instancia, Yahvéh revela que los hijos de Israel son los únicos llamados por El como hijos de Dios.

Al pasar los años, el mensaje del profeta Isaías deja en claro, por medio de sus oráculos, que Israel habían de alguna manera perdido la oportunidad de concretar en acto su condición de hijos de Dios, debido a su conducta rebelde:

“Oíd, cielos, y escucha, tierra, porque Yahvéh habla: hijos crié y los hice crecer, más ellos se han rebelado contra mí.”

(Isaías 1:2)

Aún así, queda claro en el mensaje profético que los hijos físicos de Israel son considerados por el Eterno como hijos suyos, incluso los que se hayan rebelado contra Él.

En el Talmud, para explicar esto, podemos leer que los sabios dicen lo siguiente:

Rabí Yehudá dijo: “Cuando os comportáis como hijos sois llamados hijos; si no, sois llamados esclavos del Eterno”.

Rabí Meír decía: “De todas formas sois “hijos” pues se dice: “Son hijos insensatos”, (cf. Jeremías 4:22; Deuteronomio 32:20).

Por ello, el apóstol Juan dejó como testimonio en su Evangelio que el Mesías venía en la misión de reunir a las dos casas de Israel, pues sus integrantes eran considerados los hijos de Dios:

“Ahora bien, no dijo esto de su propia iniciativa, sino que siendo el sumo sacerdote ese año, profetizó que Yeshúa iba a morir por la nación (judía); y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que están esparcidos.”

(Juan 11:51-52)

Hasta aquí todo es perfectamente entendible, pero aún es necesario decir algo muy importante. A las misma vez que las Sagradas Escrituras enseñan, por un lado, que los hijos de Israel son llamados hijos de Dios, por otro lado, revelan que debe cumplirse con ciertos requisitos para llegar a serlo en acto.

Nuestro Maestro fue el primero en establecer dichos requisitos, al enseñar Su yugo a aquellos primeros discípulos que lo seguían. Él mismo expresó lo que luego las comunidades del primer siglo sostendrían:

“Dichosos los de limpio corazón, pues ellos serán llamados hijos de Dios… Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”

(Mateo 5:9, 44-45)

Es interesante notar aquí la tensión que se da entre la expresión “para que seáis”, y la frase “vuestro Padre”. Desde esto surge el siguiente planteo: si el Eterno ya era su Padre, ¿por qué tenían que amar a los enemigos para llegar a ser sus hijos? Entonces notamos que en esta enseñanza, nuestro amado Dueño Yeshúa deja en claro que existen diferentes significados de la palabra hijo, y el hecho de tener a Dios por Padre.

Entonces, para comprender bien este tema tan profundo, nuestra alma debe continuar escuchando al Gran Maestro, quien en otra ocasión dijo lo siguiente:

“Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.”

(Lucas 6:35-36)

Aquí notamos que Yeshúa vuelve a generar la misma tensión de expresiones. Por un lado Él dice «vuestro Padre» a aquellos que necesitan amar y prestar sin esperar nada a cambio para poder llegar a ser hijos de Altísimo. Evidentemente, el yugo de Yeshúa tenía una mensaje profético muy importante para todo el Pueblo Elegido. Por un lado ya eran hijos, pero por el otro necesitaban vivir de acuerdo a los mandamientos para llegar a serlo. Comparemos con dos textos escritos después de la resurrección del Mesías.

Este mensaje se sostendrá a lo largo del primer siglo en todas las comunidades de los discípulos del Camino que se establecían en el mundo. Los invito a considerar solamente dos pasajes de los Escritos Mesiánicos que demostrarán esto:

“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.”

(Efesios 5:1 )

Así mimo, el apóstol Pablo les escribió a los creyentes de Filipos lo siguiente:

Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa…”

(Filipenses 2:15)

Como podemos notar, los mismo pensamientos presentados por Yeshúa referentes a la potencia y acto de ser hijos de Dios, eran conceptos permanentemente proclamados y meditados en las enseñanzas apostólicas.

Volviendo a los días del ministerio terrenal de nuestro Maestro, nos encontramos con una conversación radical entre Yeshúa y algunos de los hijos físicos de Israel en  donde está escrito:

“Entonces Yeshúa decía a los judíos que habían creído en él… Sé que sois descendientes de Avraham; y sin embargo procuráis matarme porque mi palabra no tiene cabida en vosotros…. Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de Dios y vine de él… sois de vuestro padre el diablo… El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios.”

(Juan 8:31, 37, 42, 44, 47)

A través de este diálogo, Yeshúa nos enseña que no es suficiente ser hijos físicos de Avraham para ser contados como Hijos de Dios. Estos judíos era hijos físicos de Avraham, circuncidados en la carne, pero no fueron reconocidos como hijos de Dios por Yeshúa, sino todo lo contrario, como hijos del adversario  (HaSatán).

Por lo considerado hasta aquí, notamos que según el pensamiento hebreo, el hecho de ser hijo tiene que ver con dos cosas:

  • por un lado significa haber nacido físicamente y ser un heredero genético de aquel que es llamado padre.
  • por el otro lado significa ser un representante y un seguidor de alguien.

Con estos conceptos en mente, podemos también decir que la idea de tener a HaSatán como padre no significa que el adversario tenga el poder de engendrar hijos físicos. De igual modo, cuando las Escrituras hablan de ser hijo de Dios, no significa que Yahvéh pueda engendrar, sino más bien que reconoces que Él es la Fuente que te da origen y que tú eres su representante y fiel seguidor de Su Instrucción. Teniendo en cuenta esto, es fácil entender por qué el Mesías y el apóstol Pablo enseñan que uno tiene que cumplir los mandamientos de Dios para llegar a ser un hijo del Padre celestial. De esa manera uno actúa como un buen seguidor y su manera de ser representa la manera de ser de tu Padre celestial, y de esa manera llegas a ser su hijo. Entonces, como ser un hijo no significa obligatoriamente, que uno haya sido engendrado en el sentido biológico, sino puede significar ser un seguidor, un imitador, un discípulo y un representante. Por eso es que en las Sagradas Escrituras los jueces son también llamados “hijos de Dios” por haber recibido puestos de autoridad y representan al Eterno en la sociedad (cf. Salmo 82).

Entonces, ¿en qué términos se refiere la Escritura Sagrada a aquellos que no rigen sus vidas conforme a Su Instrucción (Torah) y viven ajenos a los mandatos de Dios? Las líneas bíblicas nos lo dicen así:

«…en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, en los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne, y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.»

(Efesios 2.2-3)

Acá el Espíritu de Dios se refiere a los que no son sus hijos, a los que no viven conforme a Su Instrucción, a los corruptos e inmorales e,incluso, a los que son «buenas personas» según los criterios humanos, pero viven alejados de la guía de Yahvéh como «hijos de desobediencia» e «hijos de ira». Así, las Sagradas Escrituras clasifican a la humanidad solo en dos grupos: los «hijos de Dios» y los «hijos de desobediencia» (o hijos de HaSatán).

Antes de continuar, necesito hacer una alto en la dinámica del tema que estamos tratando, para solicitarte que entiendas que aquí no estamos hablando de la Salvación, sino del camino para llegar a ser un fiel representante de Yahvéh aquí en la Tierra, y así lograr unir el Mundo de Arriba con el Mundo de Abajo, evitando el caos y la propagación de toda forma de mal.

Ahora sí, continuando con esta maravillosa temática, debemos aceptar que las Sagradas Escrituras también revelan otro aspecto en cuanto a ser hijo de Dios: la adopción como hijos.

Será el apóstol Pablo quien tendrá el privilegio celestial de desarrollar este tema escribiéndole a los creyentes romanos lo siguiente:

“Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes… Y acontecerá que en el lugar donde les fue dicho:

«Vosotros no sois mi pueblo», allí serán llamados hijos del Dios viviente.”

(Romanos 9:8, 26)

“Porque desearía yo mismo ser anatema, separado del Mesías por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la Torá, el culto y las promesas.”

(Romanos 9:3-4)

Según este texto, el derecho de ser hijos de Dios pertenece a los hijos físicos de Avraham, Yitsjak e Israel, los judíos, que el apóstol dice que eran parientes en la carne. Estos versículos enseñan que el derecho de ser hijos de Dios es algo que pertenece a los hijos de Israel. Pero también nos enseña que, de alguna manera, muchos de los hijos de Israel pierden ese derecho por causa de su infidelidad contra el Nombre del Eterno (cf. Lucas 15).

Lo que el apóstol Pablo estaba enseñando, estaba relacionado con el oráculo que el profeta Oseas había dejado siglos antes:

“Y el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y sucederá que, en el lugar donde se les dice: No sois mi pueblo, se les dirá: hijos del Dios viviente.”

(Oseas 1:10 )

Sabemos por el relato histórico que los hijos de la Casa de Israel, es decir, las diez tribus del Reino del Norte, perdieron el derecho de ser pueblo de Yahvéh, y por lo tanto no fueron contados más como hijos. Este oráculo profético nos enseña, lo mismo que hemos visto antes,  que los israelitas pueden perder lo que les pertenece, por su infidelidad al pacto con Yahvéh. Pero, a la misma vez, notamos que el profeta habla de una restauración de ese privilegio. Hoy, sabemos que, mediante la redención en Yeshúa el Mesías. todos los descendientes de la casa de Israel, que se habían perdido entre las naciones, cuentan con el privilegio de regresar al derecho de ser llamados hijos de Dios.

Estando sujeto a esta idea divina, el apóstol Juan, al escribir su Evangelio, escribirá:

“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, que no fueron engendrados de sangre ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.”

(Juan 1:12-13)

Según este texto, todos los que reciben a Yeshúa y creen en su Nombre llegan a ser hijos de Dios. De esa manera son engendrados por Dios para ser sus hijos. Este texto está hablando tanto a los judíos como a los no judíos. Esta forma de ser hijo de Dios no se puede obtener por medio de ser descendiente de Israel según la sangre, ni por la voluntad de la carne, ni por la voluntad de ningún hombre, porque es una obra sobrenatural hecha por el mismo Yahvéh. Obviamente, en este contexto están excluidos como hijos de Dios, los que reclaman serlo únicamente por medio de ser descendientes físicos de Israel. Necesitan esta experiencia divina, activada por medio del Mesías, para poder recibir la potestad de llegar a ser hechos hijos de Dios.

Así es como pensaban y se manejaban en su metodología de enseñanza las primeras comunidades de creyentes en Yeshúa. El apóstol Pablo demuestra esto al escribir su epístola a los Gálatas diciéndoles:

“A fin de que redimiera a los que estaban bajo ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando ¡Abba! ¡Padre!”

(Gálatas 4:5)

Vemos que los que estaban «bajo ley» (Halajah) necesitaban ser redimidos para poder recibir esa adopción de hijos, que realmente les pertenecía como hijos de Israel, y miembros del Pacto. (NOTA: Dejo en claro que la expresión “Bajo la ley” es una expresión que significa legalismo, y alude a la parte legalista del judaísmo de la época, que se jactaba de ser mejor que el resto de las naciones por guardar la Halajah o ley de costumbres y tradiciones que explicaban la praxis de la Torah).

Este mismo pensamiento podemos también verlos en la epístola de Pablo a los efesios, cuando les escribió:

“Nos escogió (a los judíos) en él (Mesías) antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Yeshúa el Mesías, conforme al beneplácito de su voluntad… a fin de que nosotros (los judíos), que fuimos los primeros en esperar en el Mesías, seamos para alabanza de su gloria. En él también vosotros (los gentiles), después de escuchar el mensaje de la verdad, las buenas nuevas de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu de santidad de la promesa, que nos es dado (a judíos y no judíos que recibieron el mensaje de la verdad) como garantía de nuestra herencia…”

(Efesios 1:4-5, 12-14)

Algunos puede que se estén haciendo esta pregunta: ¿No eran Moshé y David, que vivían antes de Yeshúa, verdaderos hijos de Dios? Pues bien, en el versículo 12 tenemos la respuesta a este cuestionamiento:

“a fin de que nosotros (los judíos y sus ancestros), que fuimos los primeros en esperar en el Mesías, seamos para alabanza de su gloria.” 

 

Aquí habla de los que eran los primeros en esperar en el Mesías. Los que esperaban en el Mesías eran los que vivían antes de Yeshúa. Entonces, según este contexto, los que antes estaban esperando al Mesías están incluidos entre los que han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para recibir la adopción como hijos de Dios, mediante Yeshúa el Mesías, en quien tienen redención mediante su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de la gracia del Padre (cf. versos 1-7). Entonces los que antes habían estado esperando en el Mesías y habían puesto su confianza en lo que el Eterno iba a hacer por medios de Él, fueron considerados como hijos de Dios. Tuvieron el privilegio de gozar de este diseño, antes que el Mesías se manifestara, sencillamente porque colocaron toda su fe en lo que de Él se anunciaba en los oráculos divinos.

De la misma manera como nosotros miramos hacia atrás en una obra redentora eterna y terminada con la muerte, resurrección y ascención del Mesías, así también ellos miraron hacia el futuro esperando y creyendo en la misma obra salvadora, aunque no tenían todos los detalles tan claros como nosotros. Los que vivían antes de Yeshúa fueron salvos por medio de la fe en el poder redentor de Yahvéh al igual que nosotros que vivimos después de la primera venida de Yeshúa. Es la misma fe en la misma obra redentora mediante la sangre del Mesías, testificada y afirmada por las Sagradas Escrituras desde el principio hasta el fin.

En  esta cosmovisión hebrea el Mesías mismo afirmó:

“Examináis las Escrituras, porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…

Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.”

(Juan 5:39, 46)

En la epístola del apóstol Pedro  está escrito:

“Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron, procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu del Mesías dentro de ellos, al predecir los sufrimientos del Mesías y las glorias que seguirían.”

(1 Pedro 1:10-11)

Según este texto, el Espíritu del Mesías indicaba cosas dentro de los profetas que vivían antes del Mesías. Ellos sabían que el Mesías iba a venir para morir y luego resucitar, y así lo proclamaban en sus oráculos. El pueblo que creyó el mensaje de los profetas recibieron la salvación por la fe en Yahvéh que iba a enviar al Redentor, que los iba a liberar del pecado y de la muerte (cf. Génesis 3:15).

La pregunta surge si estos profetas verdaderamente tenían el Espíritu del Mesías morando dentro de ellos todo el tiempo o si solamente estaba sobre ellos e indicaba cosas dentro de ellos. Es obvio que Moshé y David tenían el Espíritu del Mesías sobre ellos, pero no sé si verdaderamente tenían el Espíritu morando dentro de ellos como nosotros lo estamos experimentando en esta Era Mesiánica (cf. Juan 14:17; Hechos 5:32; 19:2; Romanos 5:5; 8:9, 11, 15-16; 1 Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 1:21-22; 5:5; Gálatas 3:2, 14; 4:5; Efesios 1:13-14; 4:23, 30; 5:18; 2 Timoteo 1:14; Hebreos 6:4b; Jacobo 4:5; 1 Juan 1:27; 3:24; 4:13).

El apóstol Pablo escribió lo siguiente:

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.”

(Romanos 8:16)

Parece ser que los que vivieron y murieron antes de la resurrección del Mesías no podían experimentar en su interior lo que es la regeneración de sus espíritus. Lo tenían potencialmente, pero no en acto. Lo tenían en la esperanza del Olam Havá (Mundo Venidero), pero no en la experiencia y la vivencia cotidiana.

Esto era así, ya que nadie podía experimentar el resultado de la resurrección del Mesías en su interior hasta después de ese evento mismo (cf. 1 Pedro 1:3). Esta experiencia sobrenatural sólo pudo ser vivida después que el Mesías resucitó y se apareció a sus testigos. Así fue como ocurrió con los discípulos cuando Yeshúa sopló sobre ellos después de su resurrección (cf. Juan 20:22). Ellos experimentaron la Nueva Creación por el soplo del Hijo de Dios. De la misma manera que Adam experimentó la vida por primera vez, por un soplo del Eterno, estos varones vivieron por primera vez el espíritu del Gan Eden. Por ende, la experiencia de la nueva vida en el Mesías es un resultado de su resurrección, y esa experiencia sobrenatural ocurrió con los discípulos cuando Yeshúa sopló sobre ellos después de haber resucitado. Por lo tanto, los que vivían antes de la resurrección de Yeshúa, no habían podido experimentar la regeneración del espíritu. No podían recibir el Espíritu de Santidad ni como una fuente dentro de sí (cf. Juan 4:14, ni como ríos de agua viva en su interior, cf. Juan 7:37-39; 2 Corintios 3).

En el Evangelio de Juan, notamos que este es el tema principal de sus líneas, por ello encontramos que está escrito lo siguiente:

“Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Ayudador para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros.”

(Juan 14:16-17)

Considerando esto, podemos entender que la fuente dentro del ser humano, de la cual se habla en Juan 4:14, es un resultado de la experiencia de la regeneración del espíritu del hombre, cuando el Espíritu de Padre entra a morar dentro del creyente, en su espíritu. Los ríos de agua viva, de los cuales se hablan en Juan capítulo 7 versículos 37 al 39, es la experiencia del sumergimiento (bautismo) en el Espíritu de santidad, que no era posible experimentar antes de que Yeshúa fuese glorificado. Vemos como los discípulos del Mesías experimentaron, por primera vez, este sumergimiento espiritual en la Fiesta de Shavuot (Pentecostés), según lo relatado en Hechos capítulo dos.

En la carta a los Gálatas en apóstol Pablo afirmará esto diciendo:

“Pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en el Mesías Yeshúa.”

(Gálatas 3:26)

Así mismo, a los discípulos residentes en la ciudad de Roma el apóstol Pablo les expresó:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos ¡Abba! ¡Padre!”

(Romanos 8:14-15)

Por lo tanto, una persona que no se guía por la Instrucción (Torah) divina en su estilo de vida, espiritualidad, fe y moral, no puede dar señal de que es un verdadero hijo de Dios. El Espíritu Santo pone en nosotros el deseo de obedecer su Palabra y esa misma Palabra nos limpia, según lo que Jesús mismo dijo:

«Ya vosotros estáis limpios por medio de la Palabra que os he dado»

(Juan 15.3)

Está bien claro: son hijos de Dios “los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios”.  Y dejarse guiar por el Espíritu de Dios es ir descubriendo y aceptando incondicionalmente la Voluntad de Dios para nuestra vida que es buena, agradable y perfecta.  Es ir descubriendo “el tesoro de su gracia” encerrado en “el misterio de su Voluntad”. (Efesios 1: 5-6) Entonces, ¿cómo podemos decir ser hijos de Dios si la Escritura Sagrada es clara en que los verdaderos hijos se guían por su Palabra y no lo hacemos, ni la leemos, ni la conocemos?

En su primera epístola, el apóstol Juan exhortaba a los creyentes en Yeshúa a recordar lo siguiente:

“Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos como él es… En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del adversario: todo aquel que no practica la justicia (expresada en la Torá), no es de Dios: tampoco aquel que no ama a su hermano… En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y hacemos sus mandamientos.”

(1 Juan 3:1-2, 10; 5:2)

Así pues, notamos que a lo largo de los Escritos Mesiánicos se enseña enfáticamente que los que creen en Yeshúa reciben la adopción como hijos de Dios. En el momento de recibir a Yeshúa, el espíritu del hombre es regenerado y el Espíritu de Dios entra a morar dentro de su cuerpo que se convierte en un templo santo.

Pero al mismo tiempo vemos que la adopción como hijos de Dios contiene una connotación futura. No nos hemos convertido en hijos de Dios totalmente, puesto que nuestros cuerpos no han sido transformados todavía, según  donde está escrito:

“Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios… la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios… Aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.”

(Romanos 8:19, 21, 23)

Así pues, después de todo lo que juntos hemos considerado en este estudio, podemos realizar el siguiente sumario:

  • Los hijos de Israel son hijos de Dios por ser parte de los pactos.
  • Ser hijo significa por un lado ser parte de un pacto familiar y por el otro ser un imitador fiel y un representante del Padre.
  • Solamente los hijos de Israel, que son creyentes en el Mesías redentor, serán finalmente reconocidos como hijos de Dios.
  • Uno puede ser hijo de Dios en un nivel sin serlo en otro nivel más alto.
  • Los santos que vivían antes de Yeshúa fueron salvos por medio de la fe en El que había prometido la venida del Mesías sufriente, pero no podían experimentar la regeneración de sus espíritus, porque el Mesías Yeshúa todavía no había resucitado.
  • Para poder ser hijo de Dios, mediante la regeneración del espíritu, hay que recibir a Yeshúa HaMashíaj, aceptándolo como el Salvador y Dueño de nuestras vidas.
  • No seremos plenamente hijos de Dios hasta la Segunda Venida (Parusía) del Mesías.

En el primer capítulo del Evangelio de Juan claramente se dice quiénes son los hijos de Dios y cómo se logra esto: «Creer en Él y recibirlo«. Eso implica una renuncia a una vida de pecado y un acercamiento sincero, humilde y genuino, sin condicionamientos, a vivir una vida conforme a su Instrucción y el yugo de la misma que Él ofrece. No se trata de una religión, no se trata de qué uno cree, no se trata de buenas obras, se trata de qué dice Yahvéh. No hay otro camino.

«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo»

(Romanos 10:9)

Los Tres Momentos Celestiales de Cada Día

Por P.A. David Nesher

 

Según lo que revela la Instrucción (Torah) divina, uno de los elementos clave en tu relación con tu Creador es “servirlo con todo tu corazón” (Deuteronomio 11: 13). La palabra servir se dice en hebreo avodah, que esta relacionada al trabajo laborioso. Pero ¿qué clase de trabajo puede hacer el corazón para servir al Eterno? Pues bien, ese trabajo es la tefilah (plegaria u oración de alianza): el trabajo que consiste en despertar el amor oculto dentro del corazón hasta lograr un estado de íntima unión con lo divino.

Orar es un servicio que viene del corazón. Hace humilde al corazón y no permite que deseemos nada más sino solo a la Presencia de YHVH. Cuando oramos abrimos una ventana de oportunidades para unirnos con el reino espiritual y tener comunión con Él, como nuestro Abba.

Entonces, cada vez que compartes con tu Creador lo que tienes en el corazón, tanto sea alabando, bendiciendo, quejándote como pidiendo, estás haciendo tefilah. Puedes hacerlo en cualquier momento, en cualquier lugar, siempre y cuando provenga de las inquietudes genuinas que albergas en el corazón y de la conciencia de una presencia superior que albergas en la mente.

Tradicionalmente, además de hablar con el Creador cada vez que sienten la necesidad, los hebreos hacen tefilah tres veces al día y, siempre que es posible, juntos.  Según el Talmud, la tradición de Israel, las diferentes plegarias corresponden a los sacrificios ofrecidos en el Templo, pero la idea de la oración es muy antigua.

La Torah presenta a Avraham como el que se levanta por la mañana para orar, a Yitsjak como el que ora por la tarde (cf. Génesis 24:63), y Yaakov como el que ora por la noche (cf. Génesis 32:24).

  • Avraham instituyó Shajarit, la plegaria matutina.
  • Yitzjak estableció Minjah, la oración de la tarde y
  • Yaacov concibió Arvit, el rezo de la noche.

Desde estas costumbres de nuestros patriarcas (avot), el Eterno estableció tres momentos para los sacrificios en el templo, mañana, tarde y noche. En cada uno de esos sacrificios había oraciones (cf. Lucas 1:10).

Para un hebreo, descendiente de Avraham, la Tefilah (oración de alianza) es el instrumento de la emunah (fe), que nos despierta de la rutina y nos hace ver la manifestación divina en las cosas naturales. La naturaleza es un conjunto de milagros, de manifestaciones de Elohim que suceden periódicamente.

Esto nos enseña que desde sus comienzos, los hebreos creían que la relación entre hombre y Dios se puede producir también a través de la tefilah. En esta cosmovisión la práctica de la oración se manifiesta especialmente en la preocupación patriarcal por su descendencia. Una vez que los patriarcas del mundo trazaron el camino mediante estas plegarias, hubo hombres piadosos y justos que siguieron transitando por esa senda rezando Shajarit, Minjah y Arvit, tal como lo expresó el rey David, y lo practicaban los profetas  (Salmo 55:17-18; Daniel 6:10). Por ende hoy, los tres momentos de tefilah que un hebreo debe realizar se ordenan de este modo:

-SHAJARIT

La Tefilah (Oración) matutina, puede orarse desde el amanecer (según el Gaón de Vilna) o desde la salida del Sol (según el «Maguen Abraham»). Su tiempo es durante el primer tercio del día. 

La tefilah de la mañana es la más larga. Una tefilah de Shajarit en los días de la semana puede tardar entre cuarenta y noventa minutos, dependiendo del día y de la devoción de los que estén rezando.

La estructura de Shajarit está diseñada para permitirte subir en la ascensión de la tefilah hasta que puedas alcanzar un estado de reverencia y encontrar una plegaria inspirada en el amor, siempre y cuando inviertas en la labor de enfocar la mente, el corazón y el alma en las palabras que estás diciendo y, por sobre todo, en la presencia Superior a quien están dirigidas esas palabras.

– MINJÁ

Tefilá vespertina, desde media hora después del mediodía y hay tiempo hasta trece minutos y medio después de la puesta del sol.

– ARVIT

La Tefilah de la noche, se extiende desde la salida de la estrellas hasta el amanecer. Un punto interesante de esto es que el motivo que Tefilat Arvit no tiene un momento definido de la noche se debe a que durante toda la noche se podían comer los sacrificios que se entregaban y no solamente hasta un momento determinado de la misma.

Los Tres Momentos y el Año Festivo.

Los tres momentos de tefilot (oraciones) durante el día, forman parte del patrón profético establecido por YHWH para dominar el factor tiempo con mente mesiánica. Dicho patrón sigue el Esíritu festivo del año y sus meses. Por ejemplo, de acuerdo con el calendario hebreo, el año comienza en Pesaj (Pascua). Pesaj es el amanecer del día y el amanecer del año. Los días de Sefirot haOmer o cuenta del omer pertenecen al primer fruto o Yom Bikurim  del día y del año. Shavuot es la fiesta que revela que la Torah que necesita ser seguida y observada durante el día y el año.

Estas tres festividades de YHVH esta en concordancia con la oración de la mañana o Shajarit. Durante el día nosotros enfrentamos juicios y numerosas pruebas demuestra en donde se necesita emunah (fe) para obtener fuerzas para vencer. Este tiempo de juicio y pruebas concuerdan con la destrucción del Templo en el 9 de Av o Tish b´Av, lapso que queda representado con la oración Minjah.

Al finalizar el día tenemos que prepararnos nosotros mismos para la noche. Es por esta razón que debemos orar por perdón por las cosas malas que hicimos durante la jornada. Este es un tiempo de arrepentimiento y reconciliación con YHVH. Pues bien, esto va acorde con el sentido de las festividades de Yom Teruah, Yom Kippur, y Sukkot, cuando nosotros pedimos perdón y nos preparamos nosotros mismo para el invierno en el calendario anual, (representado en la noche). Sobre esto trata la oración del Arvit.

Como podemos ver, cuando aplicamos esas oraciones al año, haciendo del año como si fuera un día, nosotros veremos el patrón de redención también incluido en ellas.

Metodología y Clave de las Tefilot.

Los varones, en particular, tienen que decir sus tefilot siempre que les sea posible en un quorum de diez, llamado minián. Las mujeres no están obligadas a asistir a las tefilot comunales y, por eso, sus tefilot pueden ser mucho más personales. No obstante, para que la tefilah sea aceptada, lo mejor es hacer tefilah en el lugar y en el momento en que se lleva a cabo la tefilah comunal.

Ahora bien, lo único realmente importante de toda tefilah es la “kavaná” que es la intención con la que haces el rezo y el estado mental en el que entras. Desde esto,es importante resaltar que lo más importante del rezo es que la persona genere cercanía con la divinidad, y por esta razón la persona debe escoger las formas que más le acomoden y le sirvanPor último, debemos aceptar que la esencia de la tefilah es nuestro modo de profundizar más y más en nuestros pensamientos más recónditos encontrando en ellos la presencia del Eterno. Después de todo, lo que cambia a través de las tefilot no es la “opinión” del Eterno. Lo que cambia a través de las oraciones es “nosotros”. Al reconocer la fuente de todas nuestras bendiciones (nuestro sustento, nuestra salud, nuestro éxito, nuestra mera existencia) nos trasladamos a un nivel espiritual más alto. Nos elevamos al acercarnos más a Yahvéh, nuestro Creador y Abba. Y a través de este acto de elevación, nos hacemos más “apropiados” para recibir aquellas cosas por las que hemos rezado tanto. Habiendo crecido a través de cada tefilah, ahora podemos utilizar nuestros regalos de forma más adecuada para perfeccionarnos a nosotros mismos y al mundo a nuestro alrededor, reparándolo, transformándolo y elevándolo hacia las esferas de la Luz Infinita.

Entonces es tiempo de estar ante la presencia del Melek Malakim (Rey de reyes). Es tiempo de practicar la humildad y aceptar el yugo del cielo sobre nosotros.

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Tefilá = Singular, Oración, Rezo
Tefilót = Plural, Oraciones, Rezos

¡Tú Guarda la Instrucción!… ¡El Eterno Guardará Tu Vida!

El rabino judío Shimon Bar Kappara (finales del siglo II y principios del III de nuestra Era Común)  dijo:

Tanto el espíritu del hombre, como la Torah, son comparados con una lámpara.

Con respecto al espíritu humano, la Escritura dice:

«Lámpara de Yah, es el espíritu del hombre»

(Proverbios 20:27)

Y, con respecto a la Torah, la Escritura dice:

«El mandamiento es lámpara, y la Instrucción (“Torah”) es Luz»

(Proverbios 6:23)

Este es el modo en que el Santo (bendito sea) dice al hombre:

«Mi lámpara esta en tu mano, y tu lámpara esta en mi mano.

Mi lámpara (la Torah) esta en tu mano; y tu lámpara (el espíritu de vida) esta en mi mano.

Si mantienes mi lampara encendida (guardando mis mandamientos), yo mantendré tu lampara encendida (dando a tu espíritu vida eterna).

Pero, si extingues mi lampara, yo también extinguiré la tuya.

(Deut R. 4:4)

Onkelos usando el Poder de la Fe

Onkelos, el sobrino del emperador romano Adriano, abandonó la corte romana. Él viajó a Eretz Israel y se convirtió al judaísmo.

 

El emperador despachó sus tropas para traer a su sobrino de regreso a Roma. Cuando los soldados arribaron, Onkelos los convenció de convertirse al judaísmo también.

El emperador por tanto envió a una segunda división con instrucciones estrictas de no comprometerse en ninguna conversación con Onkelos. Los soldados lo forzaron a él a retornar con ellos al emperador, pero en el camino él les dijo, «Permitídme sólo mencionar un punto de interés para vosotros. Si un grupo de personas de noble rango viajaran juntas, un barón sostendría una linterna para un duque, un duque iluminaría el camino para un príncipe, y un príncipe para un monarca. ¿Mas alguna vez vosotros escuchásteis de un monarca que encendiera el camino para la totalidad de la población?»
«Nunca,» ellos replicaron.

«Bien, el Dios de los judíos iluminó el camino para Su pueblo íntegro durante su estada en el desierto,» explicó Onkelos.

Cuando los soldados escucharon esto, todos ellos se convirtieron en guerím (extranjeros prosélitos).

 

Tomado del «Midrash Dice» (El Libro de Shemot)

Cuatro Formas para Construir la Identidad de Israel en Egipto

Por P.A. David Nesher

«Éstos son los nombres de los hijos de Israel que entraron (que llegan a) en Egipto con Jacob; cada uno entró con su familia:
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser.
Todas las personas que le nacieron a Jacob fueron setenta.
Y José estaba en Egipto. Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación.
«

(Shemot/Éxodo 1: 1-6)

La historia del libro de Shemot (Éxodo) comienza donde la historia de Bereshit (Génesis) termina: en una gran familia con una posición crucial en el propósito eterno de Dios y su migración a Egipto.

El relato revela que los hijos de Israel, al descender a Mitzraim (Egipto), lejos de asimilarse a la sociedad egipcia dejándose encandilar por su cultura progresista, tanto en lo social, como en lo cultural y económico, prefirieron permanecer fieles a sus principios. Ellos decidieron mantener fidelidad a sus creencias y mantuvieron alta su fe a través de guardar su cultura hebrea a fin de no perder la identidad de Israel.

Los sabios intérpretes de los códigos de la Torah, aseguran que los doce patriarcas fueron redimidos de Mitzraim (Egipto) en mérito a cuatro cosas que los destacan en su fe y confianza. Estos cuatro méritos están aludidos en el primer verso y son los siguientes:

  1. No cambiaron sus nombres.
  2. No cambiaron su lenguaje, (continuaron hablando hebreo).
  3. No hubo en ellos lashón hará (hablar mal del otro).
  4. No hubo en ellos una conducta sexual inapropiada (fieles al brit milá o pacto de circuncisión).

Existe un principio de interpretación escritural según el cual, cuando hay una lista de ítems, el último siempre es el que tiene mayor peso. En este caso, esto significa que haber observado el pacto sexual (brit milá) fue lo más influyente en la conservación de la identidad y hacer posible la redención. Es que las primeras dos palabras Veele shemot (“estos son los nombres”), con las que comienza el libro aluden al origen del cuarto y más importante de los méritos: abstenerse de relaciones sexuales inapropiadas. El valor de וְאֵלֶה שְׁמוֹת (Veele shemot) , es exactamente igual al valor numérico de la expresión hebrea “paz y armonía familiar” (שְׁלוֹם בַּיִת , shalom bait).

Pero a fin de lograr cambiar nuestra manera de pensar para que cambie nuestra forma de vivir (Rom. 12: 2) tal como es la voluntad perfecta de nuestra Abba, necesitamos entender la fuerza de estos cuatro méritos.

Los Nombres

En primer lugar, notamos que el versículo comienza expresándose en presente («que llegan») significando que tanto los patriarcas, como sus hijos, durante los años de permanencia en Egipto (Mitzraim) jamás se sintieron arraigados, sino como si recién estuvieran llegando. Eso significa que ellos siempre fueron conscientes de que ese no era su hogar. Evidentemente cuando alguien es Israel tiene plena consciencia de que el mundo material no es su hogar definitivo.

En segundo lugar, consideraremos la expresión: «Los nombres de los Hijos de Israel”. La mismaalude a que ellos conservaron sus nombres en señal de no permitir que su identidad se intoxicara con costumbres egipcias ajenas a su fe. Los sabios describen esto en hebreo utilizando las palabras «descendieron» y «ascendieron” (najtún salkún). Las iniciales de estas palabras (“descender” y “ascender”,  נַ חְתּוּן y סַ לְקוּן) forman la palabra hebrea “milagro” ( נס , nes ), insinuando así que los nombres hebreos contienen el poder milagroso del Mundo de Arriba para sacar a la persona de todo exilio.

Los hijos de Israel no cambiaron sus nombres, y este fue uno de los motivos excluyentes para ser salvados de Egipto. He aquí un gran secreto: ser hebreo y merecer la Gueulá (Redención) es poder perpetuar lo recibido y transmitirlo sin fisura alguna a quienes nos suceden. Y, por sobre todo, sostener nuestro Nombre, la “corona del buen nombre“, que nos libera de cualquier exilio y esclavitud.

El Lenguaje

Nuevamente nos enfocaremos en la expresión “que llegan a Egipto”. La misma también sugiere que ellos no cambiaron su lenguaje. Los comentaristas preguntan por qué el verbo “venir” está en presente y no en pasado, porque cuando el libro de Éxodo comienza los hijos de Israel ya estaban en Egipto desde hace muchos años. Esta pregunta gramatical acerca de esta palabra sugiere que por cierto alude al lenguaje. De esto aprendemos que mientras la persona conserve su lengua madre logra continuar con el sentimiento de que acaba de llegar de su patria. De ese modo, no se cae bajo la influencia de la cultura local.

Por eso, retener su lenguaje los ayudó a retener su sentido de espacio sagrado, la Tierra de Israel. Por la misma razón, el pueblo descendiente de Yaakov continuó siendo conocido como hebreos durante su exilio en Egipto, un nombre que sólo tiene significado en la Tierra de Israel (significa literalmente, “quien ha cruzado el río”, refiriéndose específicamente el Iardén o Jordán).

Habla

Cuando el versículo utiliza aquí la expresión “…con Yaakov” está en verdad aludiendo al mérito de abstenerse de hablar lashón hará (habla dañina), del hermano.

Recordemos que Yaakov es el alma arquetípica de la belleza que produce la compasión. La Torah describe a Yaakov (antes de estancia con su tío Labán) como “un hombre sincero que mora en tiendas “haciendo referencia a su prioridad de estudiar los secretos de de la Torah a fin de servir empáticamente a su prójimo.

Por eso a la virtud divinade Belleza (Tiferet) se la describe como el cuerpo en plena acción de servicio. El pueblo hebreo está asociado con el sentido del corporativismo comunitario. Esto significa que mientras que su sentido de identidad sea fuerte conscientes que todos están “con Yaakov”, no se harán daño, así como la mano izquierda no lastimará a la derecha mientras la mente funcione y ambas manos se identifiquen como parte del mismo organismo. Esto se notará en la manera de hablar unos de otros.

La Familia

Finalmente existe en el versículo una expresión clave: “cada uno entró con su familia”. Eso corresponde explícitamente al mérito de la pureza familiar que se logra al abstenerse de una conducta sexual inadecuada.

En las Sagradas Escrituras la mujer es llamada ”la casa del marido” ( בֵּיתו , beitó ). Incluso una pareja que vive en Egipto, que en hebreo significa literalmente “constricción”, simbolizan la naturaleza difícil y restrictiva que los rodea, en la medida en que permanezcan incondicional y eternamente fieles uno al otro, eventualmente emergerán con riqueza y posesiones como salió el pueblo hebreo de Egipto. Esta fue la promesa que el Eterno le hizo a Abraham avinu cuando le reveló la naturaleza del exilio de Egipto.

Por cierto, la guematría (valor numérico) de las tres palabras “cada uno entró con su familia” ( אִישׁ וּבֵיתוֹ בָּאוּ , ish ubeitó bau ) es exactamente tres veces la guematría del nombre “Abraham” (אַבְרָהָם ). Abraham es el alma arquetípica de la bondad y el amor, indicando que el amor entre marido y mujer puede sobreponerse a todas las formas de los «Egiptos» físicos y espirituales. El amor infinito entre ellos es el reflejo de su amor eterno por Yahvéh.

Los Cuatro Méritos y el Tetragramatón (YHVH)

El mensaje profético que dan estos cuatro méritos es elocuente: los hijos primogénitos del Eterno debemos enarbolar las banderas de la identidad, no sólo en la teoría retórica de los discursos, sino fundamentalmente a través de la proclamación perfecta que realiza la acción, es la única forma de luchar contra toda asimilación reptiliana.

También vale aquí comentar, que los cuatro méritos enumerados son acciones que se corresponden con las cuatro letras del Nombre (HaShem) esencial de nuestro Dios: YHVH (Yahvéh), conformado por las letras yud, hei, vav, hei.

Yud ( י ) Sabiduría: No cambiaron sus nombres.
Hei ( ה ) Entendimiento: No cambiaron su lenguaje.
Vav ( ו ) Belleza o Compasión: No hubo en ellos lashón hará .
Hei ( ה ) Nobleza (Reinado): No hubo en ellos una conducta sexual inapropiada.

(Nota: La explicación de este misterio celestial revelado en este versículo merece una bitácora aparte. Espero que se atrevan a ingresar en ella).


Las Matriarcas y Su Ejemplo Generacional

Interesante será darnos cuenta que la primera mujer, Javá (Eva), fue llamada la “madre de todos los vivientes”, en tanto que jamás se hizo referencia a Adán como el padre de todos los seres vivientes. Se trata de un hecho significativo que, desde el comienzo mismo, establece las cualidades esenciales de la mujer como “madre”, dadora y perpetuadora de la vida.

La historia de la fe hebrea comienza con Abraham y Sará, unos dos mil anos después de la Creación. Al estudiar la vida de nuestros antepasados, tal como se relata en la Torah, vemos no sólo su grandeza, sino también el modo en que transmitieron esta grandeza a sus hijos. Son nuestros padres y madres quienes sentaron un precedente para nosotros. Es gracias a este precedente que pudimos, en generaciones pasadas, y presentes, hacer gala de gran fuerza espiritual, ya sea en nuestra fe bondad, justicia, o cualquier otra característica hebrea.

La sabiduría de la Torah siempre condujo a un hecho significativo en relación con la palabra Israel (nombre dado a Yaacov y por el que se conoce a todos los escogidos de mentalidad hebrea).

Cada letra del nombre “Israel” corresponde a uno de nuestros Patriarcas y Matriarcas. Veamos esto atentamente:

  • la iud corresponde a Itzjak: y Yaakov,
  • la shin corresponde a Sará,
  • la reish a Rivká y Rajel,
  • la alef a Abraham y
  • la lamed a Leá.

Este detalle de codificación, significa que todo hebreo, es decir todo Israel, lleva dentro de sí las características y el potencial de grandeza de nuestros padres y madres. Por lo tanto, en el interior de cada hebreo vibra el potencial de ser tan grandes como fueron éstos en sus acciones mesiánicas.

Sará, la primera de nuestras madres, junto con Abraham, trabajaron para educar a las mujeres y los varones de su generación, ayudándolos a comprender la existencia del Solo y Único Dios. Cuán grandes fueron los logros de Sará dentro de la comunidad en general. Mayor aún fue su repercusión en el hogar. Sará estableció un hogar consagrado a los valores de la Torah. Un hogar en el que imperaban la paz, la bondad y la honestidad. En este hogar crió a su hijo Itzjak.

Sará se esmeró por educar a su hijo y luchó denodadamente por impedir que toda mala influencia penetrara en su hogar. Por esta razón Sará pidió a Abraham que echara a Hagar, su sirvienta, y a Ishmael, el hijo de ésta (un joven de hábitos salvajes y malos). El Eterno instruyó a Abraham en el sentido de que “todo lo que Sará te diga – has de escuchar su voz” (Génesis 21:12). Entonces Abraham echó a Hagar e Ishmael.

La Torah nos enseña que mientras Sará vivió, su hogar fue bendecido de varias formas. De acuerdo a los códigos hebreos del relato en el rollo de Bereshit (Génesis), siempre había una nube de gloria (la Presencia Divina) sobre su tienda (correspondiente al mitzvá de la Pureza de la Familia). Dicha nube se desvaneció cuando Sará murió. Pero volvió a aparecer cuando llegó Rivká, la esposa de Itzjak. Las Sagradas Escrituras dan a entender que en su tienda siempre brillaba una luz, desde erev Shabat. Cuando murió Sará, la luz se extinguió y volvió a brillar una vez más cuando Rivká entró en la tienda. Del mismo modo, la masa que preparaba estaba bendita.

Al elegir una esposa, Itzjak buscó una mujer realmente piadosa y recta que continuase la labor de Sará y contribuyese a sentar raíces firmes para el pueblo hebreo que de ellos surgiría. Halló esto en Rivká, nuestra segunda matriarca. Pese al medio ambiente maligno de Jarán, en el que ella se crió.

Rivká resultó ser una mujer virtuosa capaz de transmitir la Torah a sus hijos. Por eso es que era suficientemente sensible y perspicaz como para comprender la diferencia que mediaba entre sus dos hijos: Yaakov y Esav (Génesis 25:28). Era suficientemente valiente como para actuar conforme a esta diferencia y alentar a Yaakov a fin de que desarrollara su potencial pleno.

Yaakov, a su vez, contrajo matrimonio con Rajel y Leá (nuestras tercera y cuarta matriarcas), madres de las doce tribus de Israel. Ambas hermanas se dejaron procesar por el Eterno hasta alcanzar el nivel espiritual de Sará y Rivká. Por ello, los doce hijos que tuvieron fueron rectos y de ellos surgieron las seiscientas mil almas originales (Éxodo 12:37), el núcleo de nuestro pueblo, que saldrá de Mitzraim para entrar en Alianza Matrimonial con Yahvéh mismo, al pie del Monte Sinaí.

¡Esconderse en el Primogénito!… ¡Un Privilegio Mesiánico!

Por P.A. David Nesher

 

TIPOLOGÍA MESIÁNICA

Muchas personas, intoxicadas de dogmas cristianos, cuando leen estos versos, concluyen que Yaakov (Jacob) robó los derechos de Esav (Esaú). Pero en este punto, las Sagradas Escrituras (Biblia) revelan claramente que el Eterno había escogido a Yaakov para ser el hijo de la Semilla Mesiánica prometida a la humanidad en el Edén (Gén. 3) y pactada con Abraham en su llamado (Gén. 12; cap. 15). A esto se le suma el hecho de que Esaú ya había vendido su primogenitura a su hermano menor. Por lo que debemos sinceramente decir que, si alguien estaba tratando de robar la bendición, este era Esaú.

Ahora bien, aunque en el relato da la sensación que los actores humanos son los únicos que están en control de toda acción, en el análisis final, podemos ver que en verdad es Yahvéh que se encuentra trabajando detrás de la escena todo el tiempo para llevar a cabo Su voluntad perfecta. El Eterno tenía un proyecto maravilloso para la vida de Jacob, y ese proyecto no pudo ser impedido por la acción de Isaac o Esaú, ni podría ser ayudado por la inteligencia de Rebeca. Yahvéh permitió todo esto con la Intención maravillosa de dejar codificado una tipología que hoy nos invita a meditar en ella, a fin de que profundicemos en las maravillas de nuestra Salvación.

En el texto vemos que Yaakov encontró la aceptación de su padre y recibió su bendición porque él se refugió detrás del nombre del primogénito hijo amado de su padre, y estaba vestido de sus vestiduras, que eran un olor fragante a su padre. De la misma manera, nosotros, como pecadores, encontramos la aceptación ante el Eterno y recibimos Su bendición, ya que nos refugiamos en el nombre de Su amado primogénito. Estamos vestidos con ropas de salvación (Isaías 61:10), que recibimos de Él, venimos así ante el Padre por los méritos de Su Hijo que se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios (Efesios 5:2).

De ese modo, somos incorporados en el diseño de Su Monte Santo, disfrutando de la asamblea de primogénitos que tiene a favor una sangre que clama más fuerte que la de Abel (Hebreos 12: 23-24).

¡Anhelo que disfrutes tu posición de hijo primogénito en Él!Tip

 

¿Conoció Abraham la Torah o Simplemente tuvo Fe en el Eterno?

Por P.A. David Nesher

 

“Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes…”

(Bereshit/Génesis 26:5)

Mientras más peregrino en este maravilloso Camino de Emunáh (Fe certera) revelado por la Instrucción (Torah) divina, me encuentro en mi día a día con voces de personas manipuladas por la programación dogmática de la Gran Ramera, Babilonia la Grande que me atacan con sus prejuicios mentales para que yo termine «arrepentido» del «error en el que he caído». Dichos varones (y mujeres), repiten cual cotorras lo que sus maestros religiosos le han implantado mediante el cruel adoctrinamiento reptiliano de las religiones anti-Mashiaj. Dichos líderes les han asegurado que los mandamientos dados por medio de Moisés se aplicaban únicamente a la antigua Israel, la que salió con Moisés de Egipto, y por lo tanto, no afectan a los creyentes en Cristo de la actualidad. Pero, lo lamentable de esto, es que para llegar a esta conclusión, la mayoría pasa por alto el significado de lo que el Eterno dijo acerca de la obediencia de Abraham cientos de años antes de que hablara con Moisés en el monte Sinaí, según está escrito en el Rollo de Bereshit (Génesis):

“…porque Abraham obedeció mi voz, y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.» 
(Génesis 26:5).

A esta altura de nuestro peregrinar sabemos que la Torah existe desde antes de que el Mundo fuera creado. Es el diseño pre-existencial desde el que YHVH comenzó a crear todas las cosas, visibles e invisibles.

Lo que necesito aclarar de antemano es que en este caso que estamos considerando, no debemos entender por Torah lo que nosotros conocemos hoy como tal, con sus relatos y estructura, sino su médula, su esencia. Por lo que, entonces comprenderemos y aceptaremos que los patriarcas ya habían recibido del Eterno la parte ontológica (esencial) de la Torah, y eso era lo que estudiaban y aplicaban. Veamos con mayor detenimiento esto.

Las palabras hebreas que Yahvéh utiliza en este versículo son muy importantes, tal como lo explica el Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”] donde se lee:

El Señor luego agregó un comentario muy relevante: Abraham ‘guardó mi precepto [mismarti], mis mandamientos [misvotay], mis estatutos [huqqotay] y mis leyes [vetorotay]’ (v. 5).
Lo impresionante es que esta es precisamente la forma en que se expresa la obediencia al pacto del Sinaí en Deuteronomio 11:1: «Amarás, pues, al Eterno tu Dios, y guardarás sus ordenanzas [mismarto], sus estatutos [jukotay], sus decretos [mishpatim] y sus mandamientos [misvotaym], todos los días . . . Así, Abraham es un ejemplo de uno que demuestra que tiene la ley escrita en su corazón (Jeremías 31:33). El escritor lo muestra como el ejemplo máximo de verdadera obediencia a la ley, aquel del cual el Señor pudo decir: ‘Abraham obedeció mi voz’ (v. 5). Al mostrarnos a Abraham como un ejemplo de alguien que ‘guardó la ley’, el escritor nos ha mostrado la naturaleza de la relación que existe entre la ley y la fe. Abraham, un hombre que vivió por fe, podría ser descrito como aquel que guardó la ley

(1990, 2:186-187, énfasis añadido).

Aquí aparecen cinco palabras diferentes.

  1. VozAbraham obedeció mi voz – En hebreo se dice shamá Avraham be-kolí. Esta expresión se utiliza para describir la obediencia a la voz del Eterno en los momentos de prueba. También podemos destacar su obediencia a la voz del Espíritu del Eterno en el caminar diario en la relación íntima con Él: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)
  2. Guardar y guardó mi ordenanza – En hebreo se dice va-yishmor mishmartí, literalmente “y guardó mi guardia”. Esto tiene que ver con decretos de prevención relacionados con las prohibiciones de la Torah. De esto aprendemos que Avraham tenía una actitud de vigilancia y cuidado en cuanto a las cosas del Eterno que había que guardar.
  3. Mandamientosmis mandamientos – Aquí se encuentra la palabra mitsvot que normalmente incluye todos los mandamientos del Eterno. Sin embargo Rashí le da aquí un significado limitado, refiriéndose a las leyes de carácter social que son naturales para el ser humano, como el no robar y no derramar sangre etc. Las leyes de carácter social normalmente son llamadas mishpatim en la Torá.
  4. Estatutosmis estatutos – En hebreo jukotai. Son aquellos mandamientos que no tienen explicación lógica, contra los cuales se revela la inclinación al mal más que contra los otros mandamientos.
  5. Leyesy mis leyes – En hebreo ve-torotai, y esta viene de la palabra torah, instrucción, enseñanza. Se refiere tanto a la Torah que luego fue escrita en Sinaí, como la Torah oral que también fue dada en Sinaí.

¡Muy interesante es todo esto para nuestra fe! Abraham es destacado por su obediencia a todo lo que el Eterno había establecido, tanto los mandamientos que fueron transmitidas desde Adam, como los  mandamientos que fueron dados a Noaj, como los mandamientos que le fueron revelados proféticamente. Y a esto se le añadía lo que Abraham aprendió de la obra de Yahvéh como modos correctos de vida, tales como el amor en justicia social, generosidad, amabilidad, hospitalidad, juicio, etc. Y por último, el empeño que tenía Abraham por compenetrarse con el Eterno, tanto en acción como en pensamiento, empeño apoyado en su grado de profecía, pues de lo contrario sería vanidad. Esto demuestra que si bien él no contaba con la Torah como guía escrita, si la contenía a través de la escritura que hacía Yahvéh con su Espíritu Santo en su mente y corazón.

Una cosa maravillosa se destaca en este primer libro del Pentateuco, y es que a pesar de que la Torah fue promulgada en el Sinaí es bien conocido que esta vigente desde el principio. Para dar solo algunos ejemplos, citaré que en Bereshit vemos que HaSatán (Satanás) comete el pecado de la codicia, desde antes de la caída de Adam; Caín infringe el mandamiento de «no mataras» desde antes que naciera Abraham. El rey de Egipto estaba por cometer el pecado de adulterio con la mujer de Abraham. En tiempo de los patriarcas se practicaba el levirato (Génesis 38:8), que sería uno de los mandamientos dados luego por escrito, (cf. Deuteronomio 25:5-6). Otro ejemplo es cuando Yehudá, como juez, ordena que sea quemada Tamar, por su relación fornicaria, (cf. Génesis 38:24). Según la tradición ella fue la hija de un sacerdote (este mandamiento luego se escribió en Levítico 21:9). También podemos mencionar el mandamiento del diezmo que fue practicado tanto por Avraham como por Yaakov, (cf. Génesis 14:20; 28:22. Ver también Levítico 27:30-32), y muchos otros ejemplos.  Podríamos ver otros pasajes más pero lo que sí o sí queda vibrando en nuestra mente es el hecho de que la Torah se observaba desde de la fundación del mundo. Vemos por lo tanto que varios de los mandamientos que luego fueron escritos, estaban rigiendo la vida de los patriarcas y sus generaciones (toldot).

Algunos líderes religiosos aseguran que la Torah fue «promulgada» en Sinaí lo que, según su interpretación, esta antes no existía, y por ende, el Eterno la entregó solamente para Israel, y para un determinado tiempo o dispensación. Sin embargo, el hecho de que haya sido promulgada en Sinaí no contradice el hecho de que ella ya existiera. Recordemos que el significado de la palabra promulgar es:»publicar oficialmente una ley u otra disposición.» Y que según la significación juridica «la promulgación tiene por finalidad autentificar la existencia de una ley y ordenar su ejecución.» Como podemos ver entonces, promulgar no es «inventarse algo en el momento«, sino dar a conocer de manera OFICIAL una ley existente y practicada.

Entonces es muy importante aceptar que la justicia de Abraham avinu no era una cuestión de fe sin obediencia. Cualquiera que enseña que observar las leyes de Eterno es contrario a la vida de fe, debe considerar este versículo. Las Sagradas Escrituras (Biblia) dicen que Yahvéh pasó las bendiciones y promesas a Isaac porque Abraham obedeció Sus leyes. Esto está en consonancia con lo que el apóstol Pablo enseña cuando dice:

“¿Es entonces la Torah contraria a las promesas de Dios? ¡De ningún modo!”
(Gálatas 3:21)

Así mismo, Santiago, el hermano de nuestro Señor Yeshúa , demuestra que la vida de fe resulta siempre en obediencia a la Instrucción (Torah) de Dios :

“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”
(Santiago 2:22 )

En un encuentro con líderes religiosos de su época, nuestro amado Maestro Yeshúa les respondió acerca de la característica principal que tiene aquel que dice poseer linaje de Abraham:

“Le respondieron diciéndole:
Nuestro padre es Abraham.
Les dice Jesús:
Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham harías”
(Juan 8:39 )

Con esta respuesta, el Mesías Yeshúa, nuestro Dueño y Maestro, está dejando bien en claro que Abraham conocía y guardaba la Torah de Yahvéh. Y además, deja también establecido que guardar los mandamientos de Yahvéh es una parte importante de la práctica de la fe de Abraham, y de aquellos que dicen tener su fe, y por lo tanto su linaje (Gálatas 3:29).

¡Anhelo que esto te fortalezca y logres soportar la lucha de todos los detractores de la Luz que te rodean en tu diario vivir!

«¡Creer en Dios es Bueno!» (Dr. Daniel López Rosetti)

La ciencia ha demostrado, a través de sus últimas investigaciones, que la fe es también parte de un proceso biológico.

Cuando un ser humano tiene fe, piensa o siente la noción de Dios, existen partes del cerebro relacionados con el sistema límbico que se activan generando fuerzas de salud.

 

La Esposa Disfrazada de Hermana… (Abram, Sarai y el Faraón)

Por P.A. David Nesher

«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. 

Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.»

(Génesis 12: 10 -13)

Abram, habiendo aprendido a vencer las fronteras vinculares entre los seres humanos, cuando habitó en el Neguev, presionado por la hambruna que llegó a la región, decidió ir a Mitzraim (Egipto) sin medir, en un primer momento, las consecuencias. Justo cerca de los límites de Egipto Abram empezó a medir los peligros que asechaban adelante.

Sarai, su esposa, era una mujer muy bella. Abram, se nos dice que dejó Harán a la edad de 75 años (12:4). Sabemos que Sarai era diez años más joven (17:17), teniendo ella en ese momento 65 años. ¿Cómo podía ser tan bella a esa edad? Sabemos que Sarah murió a los 127 años (23:1). Por lo tanto, en esos días ella estaba simplemente en las fases iniciales de su media edad. Su belleza era así tan notable que ella aparecía mucho más joven de lo que era en realidad.

Lo cierto es que, por las costumbres que tenían los nobles de aquellas regiones, existían buenas razones para temer el destino de un extranjero cuya esposa era así de atractiva. El esposo era fácilmente eliminado en tales circunstancias, sin que el noble sufriera castigo alguno por tal homicidio. Cierto documento en papiro (PABH, p.55) perteneciente a este tiempo establece la legislación que permitía a Faraón mandar a matar al marido que pueda tener una mujer más hermosa.

Entonces, Abram, después de meditar en la realidad misma, apeló a Saraí para que aceptara una estrategia que traería solución frente al problema de su seguridad. Él le Propuso que Sarai dijera que era su hermana para no ser asesinado.

Abram pidió a su esposa simular como su (elegible) hermana, para que los hombres de la tierra le pidieran la mano, y Abram pudiera tener suficiente tiempo para hacerlos esperar y dejar la tierra. Esto fue un plan ingenioso. Cualquier hombre de la localidad se hubiera acercado a Abram a pedirle la mano de su hermana. Abram consentiría, pero insistiría en postergar el compromiso (tiempo suficiente como para que termine la hambruna). Durante ese tiempo Sarai permanecería en la casa de Abram donde su matrimonio continuaría secretamente y la seguridad de Abram estaría garantizada. Parecía que los beneficios eran grandes y los riesgos de tal esquema eran mínimos.

Esto fue todo bien planeado y pensado. Saraí simularía como su hermana y él postergaría cualquier matrimonio hasta que la hambruna pasara y ellos se habrían ido de Egipto. Pero el plan de Abram solo consideraba a los hombres de Egipto:

Y cuando te vean los egipcios, dirán: su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida.”
(Génesis 12:12)

Nunca había entrado en la mente de Abram que Faraón podría estar interesado en Sarai. Mientras Abram podía postergar los planes de otros, Faraón no tomaría ni una sugerencia de este tipo. El la llevó a ella a su palacio, esperando el tiempo de la consumación de la unión.

No hay evidencia de la relación física entre Faraón y Sarai. Mientras el período de preparación normalmente habría sido en la casa de Abram, en este caso este período sería en el palacio. Sarai probablemente soportó un relativamente largo período de preparación para su presentación ante Faraón. Tal era la costumbre en esos días:

Cuando llegaba el tiempo de cada una de las doncellas para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses conforme a la ley acerca de la mujeres, pues así se cumplía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres, entonces la doncella venía así al rey. Todo lo que ella pedía se le daba, para venir ataviada con ello desde la casa de las mujeres hasta la casa del rey. Ella venía por la tarde, y a la mañana siguiente volvía a la casa segunda de las mujeres a cargo del Saasgaz eunuco del rey, guarda de las concubinas; no venía más al rey, salvo si el rey la quería y la llamaba por su nombre.”
(Ester 2:12 – 14)

Faraón siguió todas las costumbre de la época y pagó el precio de la novia. Las antiguas leyes decían que, si el padre había muerto, su hermano se convertía en el tutor legal de una hermana soltera. Gracias a ella trataron muy bien a Abram. Le dieron ovejas, vacas, esclavos y esclavas, asnos y asnas, y camellos (12:16). Entre los siervos adquiridos venía una mujer egipcia llamada Agar (16:1). Esto establecería el escenario para el conflicto entre Sarai y Agar (16:1-15), entre Isaac e Ismael (21:8-21), y entre los judíos y árabes hasta estos mismos días.

Entonces como podemos ver tal plan era malo por varias razones. Primero de todo, tendía a ignorar la presencia y el poder de Dios en la vida de Abram. El Eterno había prometido los fines, pero probablemente Abram pensó que Él era incapaz de proveer los medios. Yahvéh había prometido una tierra, una descendencia, una bendición. Ahora parecía como que Abram había dejado esto a sus propios criterios para procurarlos.

Todo esto nos lleva a preguntarnos si había aún rezagos de la religión de Mesopotamia, influyendo en las acciones de Abram. ¿Acaso Abram suponía, como todos los paganos, que cada nación tenía sus propios dioses? Una vez fuera de la tierra que Yahvéh había prometido a Abram, ¿no tenía su Dios más poder o capacidad para proveerle y protegerlo? Tales pensamientos entrarían en una mente pagana.

El plan de Abram estaba mal porque él arriesgaba la pureza de su esposa y la promesa de Yahvéh. Al entender el lugar que Abram y Sarai tienen en el propósito redentor de Yahvéh, nos damos cuenta lo serio que fue esto. El Eterno no quería que el vientre de Sarai fuera contaminado por un rey gentil, debido a que el Mesías vendría por su linaje de descendientes.

El Eterno había prometido hacer de él una gran nación. De Abram vendría una gran bendición a todas las naciones, el Mesías. Y ahora Abram estaba deseoso de correr el riesgo que otro hombre tomara a Sarai como su esposa. ¿Cómo podría entonces ella, ser la madre de la descendencia de Abram?

Abram también estaba equivocado porque el miraba que su esposa le trajera bendición a él, cuando Yahvéh había prometido que traería bendición a otros a través de Abram:

“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”

(Génesis 12:2 – 3)

Abram estaba usando a su mujer para conseguir la protección y la bendición. Él estaba negándose a confiar en las promesas del Eterno para obtener estos dos beneficios.

El plan de Abram parecía funcionar bastante bien. Saraiestaba segura y no sólo estaba vivo, sino que se recibía regalos. Pero ¿qué pasaría si en realidad el Faraóntenía relaciones sexuales con Sarai? Sus propias mejores ideas los había puesto en una situación difícil. Ellos estaban indefensos, pero Yahvéh no lo estaba.

“Pero por causa de Sarai, la esposa de Abram, el SEÑOR castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.”
(Génesis 12:17)

Entendamos que con el acto mismo de llevarse a Sarai, el faraón había maldecido a Abram. El Eterno había dicho a Abram en sus promesas que quien lo tenga en poco será maldecido (12:3). Así que aquí Yahvéh castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.

«Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: «¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa?»
(Génesis 12:18)

El faraón llamó a Abram y le hizo tres preguntas:

  • Primero le preguntó: ¿Qué me has hecho? Faraón había sufrido mucho a causa de la mentira de Abram.
  • En segundo lugar, le preguntó: ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? Esta fue la verdad que ocultó.
  • En tercer lugar, le preguntó: ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Yo pude haberla tomado por esposa! (12:19a)? La intención del faraón era hacerla su esposa, pero a través de la providencia del Señor, las grandes plagas golpearon antes de que la unión sexual se llevara a cabo.

Con estos cuestionamientos vemos como  tristemente, un rey pagano regañó a Abram, el llamado de Yahvéh. Abram fue confrontado por el Faraón y completamente amonestado. Abram no tenía excusa ni explicación. Él no declaró una palabra en su defensa. Sin duda alguna esa fue una actitud sabia de tomar a la luz de la ofensa de Abram.

Faraón no era cualquiera a ser retado o molestado innecesariamente. La ironía de la situación es obvia, aquí un pagano amonestando a un profeta (cf. 20:7). Ésta fue una amonestación real que Abram dolorosamente recordaría. Qué triste sin embargo que Abram no podía hablar, porque esto sin duda se oponía de cualquier manera a su fe en el Dios vivo quien lo había llamado. No hay duda que la conducta de un hijo primogénito del Eterno grandemente afecta su credibilidad. El rey, con sus preguntas, condujo a Abram a meditar y hacer teshuváh (regreso) de que si hubiese confiado en Yahvéh y dicho toda la verdad todo hubiera estado bien.

Faraón ahora temía hacerles daño a Saraio a Abram; pero reprendió fuertemente a Abram.Con esta exhortación, Yahvéh responsabilizó a Abram de lo que pasó entre él y su esposa. Faraón había perdido todo el respeto por ellos, y por supuesto, no fue atraído por su Dios. A causa de su temor y de su componenda, habían causado que la casa del faraón sufriera grandemente y los egipcios finalmente habían llegado a despreciarlos. La única cosa que podía hacer era decir que se vayan a su país, lo que hicieron, tomando ellos todas las posesiones que habían conseguido en Egipto.

Faraón dijo:

«¡Anda, toma a tu esposa y vete!»
(Génesis 12:19)

En circunstancias normales, el faraón podría haber mandado a ejecutar a Abram. Pero después de experimentar el poder que se encontraba respaldando a Abram, no fue más allá de lo que ya había hecho. Abramfue escoltado y expulsado de Egipto.

«Y el faraón ordenó a sus hombres que expulsaran a Abram y a su esposa, junto con todos sus bienes.»
 (Génesis 12:20)

Así que Abram salió de Egipto como un hombre rico a diferencia de cuando llegó. Pero las riquezas resultarían ser muy costosas. Evidentemente la prosperidad material no es jamás una bendición sin la paz que viene de estar bien con Yahvéh y Su Palabra. Ellos nunca deberían haber ido a Egipto. Pero, una vez allí, deberían haber mantenido su testimonio a toda costa.  Tal es así que, mientras residió en Egipto, Abram nunca construyó un altar o invocó el nombre del Eterno.

Sin embargo, Yahvéh bendijo a Abram aun cuando él no hizo lo que debía. Yahvéh los protegió a pesar de su solución carnal. El Eterno continuó proveyendo su cobertura benevolente a Abram, aun cuando él actuara como un mentiroso. Yahvéh no se retractó de la promesa que le había hecho a Abram porque la promesa dependía del Señor y no de Abram.

Es evidente que Yahvéh está obrando para hacer que Abram crezca como un hombre espiritual de fe pura y verdadera. Esto requiere que existan circunstancias en las cuales Abram tiene que confiar en Yahvéh. Bien viene aquí la frase que dice: La fe no es un hongo que crece en la noche en tierra húmeda; es un roble que crece por mil años bajo una ráfaga de viento y lluvia.(Barnhouse).

Yahvéh trabajó en la vida de Abram en una destacable manera. Abram supuso que las posibilidades de escape de los peligros en Egipto eran tan peligrosas como él los había considerado. Abram hizo la decisión en la presunción que él podía prever las consecuencias de sus acciones. El Eterno le enseñó a Abraham una dolorosa lección, al revelarle que las posibilidades para el futuro son más numerosas que las que podemos predecir. Y así Abram es enfrentado con un dilema que él nunca consideró.

Al escribir esta historia, Moshé persigue enseñar a Israel que todo este incidente presagió el futuro mismo del Pueblo Escogido:

Abram descendió a Egipto a causa del hambre. Los egipcios le robaron a su esposa pero fueron castigados con grandes plagas. Entonces Abram estaba lleno de regalos, y Faraón mandó a los hombres a que lo sacaran del país. Del mismo modo, los israelitas bajaron a Egipto a causa de la hambruna. Allí serian oprimidos y sus esposas tomadas por ellos; siendo este el propósito del edicto del Faraón sobre los hijos. Los egipcios serian castigados por grandes plagas (Éxodo 7:14-11:10), Finalmente, los israelitas partieron con gran cantidad de riquezas, y también apresuradamente fuera del país.

El objetivo pedagógico de Moshé es que los hebreos entiendan que mientras que la presencia de Israel en Egipto no puede haber sido placentera, la protección de Yahvéh proveyó allí todo el tiempo, y ellos fueron finalmente traídos con gran cantidad de despojos. Con esto Moshé quiere que también acepten que las hambrunas continuarían siendo parte de la vida del pueblo de Dios en la tierra a la que ellos estaban yendo. Pero ellos deben aprender que las hambrunas vienen del Eterno como una prueba de fe. Si el pueblo de Yahvéh no desea enfrentar hambrunas, ellos deben enfrentar al Faraón, no importa en que circunstancias ellos puedan estar inmersos, Yahvéh es más grande que cualquier hambruna y que cualquier Faraón. La pureza del pueblo de Dios nunca debe ser puesta en riesgo.

Seguramente, cuando leemos esta historia, nos surge de manera fácil la actitud de criticar a Abram por sus acciones. Pero, dadas las mismas circunstancias, probablemente habríamos hecho lo mismo. Sino, respondámonos: ¿Cuántas veces tomamos el camino fácil en nuestras vidas? ¿Cuántas veces nos hemos comprometidos y luego, hemos racionalizado nuestras acciones para no cumplir con la dicho?

También tenemos que aprender de la misma lección que él tuvo y, a menudo tenemos que aprender de la misma manera, al ser reprendido por los mismos incrédulos que nos gustaría ganar para el Mesías:

«Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.»
(1Corintios 10:12-13)

Abram fue tomado por sorpresa por una hambruna, suponiendo que el camino del Señor no debiera incluir adversidad. Pero Abram iba a aprender que Yahvéh es también el diseñador de las pruebas en nuestras vidas para desarrollar nuestra fe, no para destruirla.

Dejar Canaán para descender a Egipto, fue un intento de Abram de abreviar la prueba de la hambruna. El Eterno obligó entonces a Abram a enfrentar a Faraón en lugar de la hambruna. Pero más allá de esto, debemos ver que finalmente Abram tenía que regresar al lugar de donde había salido, lugar indicado por la palabra revelada de Dios. El último acto de fe de Abram y de obediencia había sido en el altar que él construyó entre Betel y Hai. El fin del viaje de Abram fue el regreso al mismo altar entre Betel y Hai. Betel significa «Casa del Poderoso» y Hai significa «el montón de ruinas«. Abram conocía el código de emuná (Fe) aquí escondido: «cuando tu alma sienta que está en medio de un montón de ruinas, la Casa del Poderoso está abierta, esperando tu regreso«.

¡Él supo regresar a los brazos de Abba!


Bitácora Relacionada:
Nota:

Seguramente varios de ustedes vienen considerando hacer contribuciones a este ministerio de enseñanza que el Eterno me ha encomendado. Para aquellas personas que deseen hacer donaciones para la expansión de nuestra pag web y para la ejecución de nuevos proyectos de ayuda social, aquí les dejo el link que les permitirá hacerlo.

¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

Los Siete Pasos que Conducen al Creyente Hebreo a Olvidarse de Dios

1) El creyente deja de estudiar la Torah (Instrucción) de Dios.
2) Sin el fundamento del estudio, el creyente comienza a ver los mandamientos como materia de elección personal, no como una obligación moral.
3) El creyente comienza a resentir el que otros estudien y practiquen los mandamientos; pues con ello le hacen sentir culpable de no obedecerlos.
4) El creyente trata de impedir que otros obedezcan los mandamientos, a fin de sentirse en sí mismo menos culpable.
5) El creyente niega que los mandamientos provengan de Yahvéh.
6) El creyente niega que exista un pacto entre el Eterno y el pueblo hebreo.
7) Finalmente, el creyente niega la existencia de Dios.

El ADN y la Firma del Gran Arquitecto… (YHVH)

Por P.A. David Nesher

«Y salió Jacob de Beerseba, y fue para Harán. Y llegó a cierto lugar y pasó la noche allí, porque el sol se había puesto; tomó una de las piedras del lugar, la puso de cabecera y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios subían y bajaban por ella.…«

Bereshit/ Génesis 28: 10-12

Nuestro padre Yaakov se encuentra en la cima del Monte Moriah, el Monte Santo de Dios. Él ha recibido la bendición de Yitsjak su padre. Ha salido de Beersheva, pues su hermano Esav quiere matarlo. Está camino a Padan-aram, la región donde vive el hermano de su madre Rivkáh.

Yaakov se dispone a pasar allí la noche. Es el monte donde su abuelo Abraham, había presentado a Yitsjak al Creador. También es el mismo sitio en el cual, siglos más tarde se levantaría el Gran Templo construido por el Rey Shelomo, «El Beit Hamikdash».

El relato cuenta que el sol se había puesto, Yaakov avinu tomó 12 de las piedras del lugar, las colocó rodeando su cabecera, y se acostó para su reposo nocturno. Entonces, tuvo un sueño profético. En él se describía el futuro de Israel y de la humanidad. Yaakov ve detalladamente una escalera apoyada en tierra, que se extiende hasta llegar al cielo. (cf. Bereshit 28:11-19).

Ahora bien, este momento es en realidad un «instante cósmico» del propósito eterno de Dios, pues dicho sueño revelada que la Intención divina (que es buena, agradable y perfecta), no puede ser obstaculizada por ningún acto de rebeldía humana. El Eterno está revelando a nuestro padre en la emunáh (Fe) que en ese lugar se construiría el diseño que revelaba al hombre en plenitud de propósito y misión mesiánica. El Templo es en sí mismo la maqueta misma de lo que la Humanidad es: Un Templo que contiene la Imagen de Elohim. Veamos lo que dice el relato de la creación del Adam HaRishón:

«Y creó Dios al hombre a su imagen, una imagen de Dios lo creó; varón y hembra lo creó.»

(Bereshit /Génesis 1:27 Reina- RVR 1960)

Por la revelación de los códigos científicos de la Torah, entendemos que el Eterno formó al primer hombre del polvo de la tierra. Lo moldeó micro y macro estructuralmente. Su cadena de ADN fue creada por el Altísimo también. Desde estos códigos, también sabemos que para crear al ser humano (hebreo Adam) no se valió de ningún ser vivo existente. No empleó los procesos de prueba-error ni tampoco siguió los lineamientos de la falsa «evolución teísta«.

Por todo esto, creemos y confesamos que Yahvéh es el Creador. En su mente está cada detalle de este universo. Con Su Palabra creó y ordenó la materia, y por su voluntad todas las cosas subsisten, antes y después del pecado humano.

“Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que se ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes, autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él.”
(Colosenses 1:16)

Está bien claro, las Sagradas Escrituras, explicando la ciencia de la Torah, revelan que cada enlace atómico, cada molécula, cada ser vivo fue formado de acuerdo a los designios de la Intención divina. Pero el hombre no fue creado como un organismo más. ¡No! Él sería la parte más importante de su creación.

El ADN como Carro de la Divinidad.

La complejidad del ADN es maravillosa, pero aún más asombrosa, es la vida espiritual que Yahvéh dio a este «organismo» especial llamado ser humano:

«Formó, pues, Yahvéh (YHVH) Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente.»
(Génesis 2:7)

Notamos que de los minerales de esta tierra hizo el Eterno al hombre, y le dio vida física y espiritual. ¿Y cuál «modelo» usó para dar vida al hombre? ¡YHVH mismo! Pues nos creó a Su imagen para que nos desarrolláramos a Su semejanza (Génesis 1:27).

Ahora bien, todos los seres humanos poseemos un ADN específico en el núcleo de nuestras células. ¿Qué gran secreto celestial se esconde en este material genético primordial?

La Historia del ADN

Corría el año 1953 cuando James Watson y Francis Crick lograron lo que parecía imposible: descubrieron la estructura genética que está en lo más profundo del núcleo de nuestras células. A este material genético se le llama ADN, una abreviación de ácido desoxirribonucleico. Este descubrimiento de la estructura de doble hélice de la molécula del ADN abrió las puertas para que los científicos examinaran el código que está en él. Actualmente, más de medio siglo después del descubrimiento inicial, el código del ADN ha sido descifrado.

A medida que los científicos empezaron a decodificar la molécula de ADN humano, encontraron algo sorprendente: un exquisito lenguaje compuesto de 3.000 millones de letras genéticas. Uno de los descubrimientos más extraordinarios del siglo XX fue que el ADN almacena información (instrucciones detalladas para la producción de proteínas) en forma de un código digital de cuatro caracteres. Se comprobó así que la materia es energía comprimida. La información son patrones de energía. Hay un fluido de información en nuestros cuerpos. La regulación de todo el organismo y la coordinación de todas las células se consigue con campos de información. 

¿Qué o quién podría comprimir en forma de nano-energía semejante información y colocar este inmenso número de “letras” en la secuencia adecuada como un manual de instrucción genética? ¿Podría la evolución desarrollar un sistema semejante a éste? ¿Podemos acaso imaginarnos que algo mucho más complejo que el programa que maneja un supercomputador (es decir el ADN), sea producto de un accidente evolutivo?

Sabemos que la probabilidad de que el ADN se creara de forma accidental o espontanea (teoría de evolución de Charles Darwin), es según estudios informáticos igual a una entre el número de átomos existentes en el universo.

El ácido desoxirribonucleico, frecuentemente abreviado como ADN, es un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos y algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria. El papel principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de información. Muchas veces, el ADN es comparado con un plano o una receta, o un código, ya que contiene las instrucciones necesarias para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información genética son llamados genes, pero las otras secuencias de ADN tienen propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta información genética.  El ADN es un conjunto de instrucciones moleculares o código que muestra las especificaciones usadas en la creación de todos los organismos vivientes.

En síntesis podemos decir que el ADN es un conjunto de moléculas especializadas y responsables de codificar la información individual de cada organismo biológico que existe en el planeta. Por eso, el ADN es el que define las características de cada individuo.

La Ciencia Humana y su encuentro con la Ciencia de Dios.

Ahora bien, me interesa destacar aquí lo que investigaciones científicas acerca del ADN han revelado con respecto a la revelación escritural de que el ser humano lleva la imagen del Eterno. Este es un dato muy importante que no se da en difusión por los medios.

El código del ADN, comenzó a descifrarse ampliamente a través del célebre proyecto internacional “GENOMA”. Desde aquí, cada hallazgo, ha una fuente de asombros para científicos de todo el mundo. Los científicos, involucrados en este programa, están examinando el cuerpo a través de la lente de la física cuántica y han descubierto que somos mucho más que máquinas bioquímicas. Muchos estos investigadores estudian actualmente en el lenguaje genómico y aseguran haber encontrado lo que pudiera ser la prueba tangencial de la existencia de Dios.

En los últimos años muchos biólogos moleculares han creado grupos de colaboración junto a criptólogos, estadísticos y lingüistas entre otros profesionales, con el fin de descifrar el mensaje guardado en la gran molécula.

Entre estos, un investigador que se especializa en el ADN humano y utiliza un microscopio electrónico para sus investigaciones, ha descubierto un patrón bastante singular que forma ‘saltos’ en la secuencia de aminoácidos entre los que él denomina “puentes”. 

En 1973, mientras estaba en la Universidad de California, el Dr J.J. Hurtak llegó a comprender que existía una conexión entre las asociaciones lingüísticas y genéticas en las Letras que conforman el nombre de Dios en el hebreo bíblico YHVH. Ellas son Yud, Hei, Vav, Hei.

Entiendo que mi explicación será bastante deficiente, pero intentaré ser lo más sencillo en expresar este asombroso descubrimiento. El primer salto es en un intervalo de 10, el segundo de 5, el tercero de 6 y el cuarto de 5 aminoácidos. La investigación demostró que el patrón en el ADN humano se repite todo el tiempo en el camino a través de la hebra: 10, 5, 6, 5; luego otro 10, 5, 6, 5; y otro 10, 5, 6, 5; y así sucesivamente.

NOTA: Aquí el Tetragrámaton aparece con un «W» equivalente de la Vav. Pero en realidad la Vav equivale a «V»

Entiendo que algunos de ustedes pueden reconocer estos números. ¡Sí, así es! Ellos resultan ser el valor numérico de cada letra en el Tetragramatón o Nombre de Dios. El Tetragrámaton (en griego: τετραγραμματον, «cuatro letras«) es el teónimo יהוה en hebreo, cuadrilateral, que identifica al Dios de Israel, y transliterado como YHVH a otros idiomas. El valor numérico de este Sagrado Nombre es 26.

Recordemos que el Tetragrámaton está conformado por la siguiente secuencia de letras: yud-hei-vav-hei. Teniendo en cuenta la guematría de las letras hebreas, la yud tiene un valor numérico de 10, la hei tiene un valor numérico de 5, la vav tiene un valor numérico de 6 y la hei final, por supuesto, es otro 5.  Sabiendo esto, podemos afirmar que la firma del arquitecto se puede encontrar en el ADN humano, tal como se encuentra en casi todo lo demás, en un nivel u otro.

Antes de continuar con esta bitácora, te invito a escuchar a uno de los científicos que ha descubierto esto, el científico y rabino Yeshayahu Rubinstein quien en octubre de 1986 descubrió este mensaje divino encriptado en las células:

ADN y YHVH: La Escalera que lleva al Cielo

Revisando los 4 ácidos nucleicos, Adenina, Timina, Citosina y Guanina, nota que entre estos se forman los puentes de sulfuro, que dan la vida a la célula en el ADN, dándole una apariencia de escalera. La progresión la calcula cada 10 ácidos, cada 5 ácidos, cada 6 ácidos y cada 5 ácidos, y concluye que, al tomar esta sucesión numérica infinita en hebreo, equivale a las letras que forman el nombre Sagrado del Creador, y su correspondiente valor de 26 en el ADN.

10=(י)

          5 = (ה)

                     6 = (ו)

                               5 = (ה)

«10 + 5 + 6 + 5 = 26» también, representa la suma de los valores de las sefirot. Pilar Central del Arbol de la Vida:

                              (Keter) 1 +

                                         (Tiferet) 6+ 

                                                       (Yesod) 9+ 

                                                                   (Maljut) 10

Da una Sumatoria Total de 26

En suma, la relación entre el código lingüístico del Nombre Divino (Tetragrámaton) y las partes celulares de la estructura humana puede ser vista en cuanto a la forma-onda del ADN de una cierta frecuencia vibratoria que compone la biocomputadora humana a través de 64 áreas celulares de una compleja matriz.

El Código Divino es el mecanismo codificador comunicado a través de rangos de micro señales, donde el vínculo vibratorio forma la «materia genética» dentro de las células como un patrón de flujo de energía divina. El cuerpo es visto como un bio-traje de luz (lightware; n. de t. programa de luz) que opera vía un lenguaje de luz bioquímica que da millones de instrucciones por segundo. La identidad de cada individuo se alberga en este laberinto interno de letras químicas que equipa al genoma completo con el mecanismo anímico de la vida.

En resumen, hay una frecuencia vibratoria sónica imperceptible al oído humano. Ésta vibración sonora sería la “pronunciación exacta” del Nombre de Dios. Ésta vibración se “materializa” operando en el ADN, el cual actúa como un receptor equivalente-molde al “sonido” del Tetragramatón. Esta acción es la que desencadena la creación del cuerpo humano en la forma del óvulo fecundado que comienza a transformarse en embrión.

La operación de estas fuerzas superiores vinculadas al sonido imperceptible del Nombre, fue descrita con sencillez sublime por el sabio-rey Salomón:

«Tal como no te das cuenta de cuál es el camino del espíritu en los huesos de un bebé dentro del vientre de la que está encinta, de igual manera no conoces la obra del Dios, que hace todas las cosas.» 
(Eclesiastés 11:5)

Model of embryo with DNA

Así mismo, el salterio (libro de los Salmos o Tehilim), sostiene en sus líneas musicales la certeza de la existencia de una codificación que determina las características de la de vida de un embrión de ser humano:

“Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.
¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de ellos!
Si los enumero, se multiplican más que la arena;
Despierto, y aún estoy contigo.”

(Salmos 139:16-18 – RVR 1960)

Considerando esto, el antiguo libro de sabiduría hebrea, denominado El Zohar (escrito en el siglo II E.C.), sostiene, al explicar el libro de Bereshit, que el universo fue creado y es manejado por un código cósmico hecho de secuencias de letras hebreas y de la energía que representan. De la misma manera que el ADN, este código tiene las especificaciones para la creación y mantenimiento de la vida.

El código de ADN está escrito en cuatro letras y su posicionamiento determina nuestras características, así mismo, el Tetragramatón está escrito en cuatro letras y, según el Zóhar, su posicionamiento también determina nuestras características.

Se nos dice que un día todos los hombres sabrán el Nombre de Dios:

«Por eso, ahora voy a darles una lección. Les voy a enseñar de una vez por todas lo que es mi poder y mi fuerza; así aprenderán que mi nombre es YHVH.»
(Jeremías 16:21)

Seguramente este descubrimiento científico sobre el ADN realmente está dando a conocer este nombre único y podamos comprender lo que comunican estas letras, que este nombre literalmente reina encima de todo.

El nombre representado por el Tetragramatón (YHVH = Yahvéh, no Jehová) ha sido traducido como “Yo Soy”, “Yo Soy el que Soy”. En verdad este nombre proviene del verbo “ser” (hayah). Algunos eruditos piensan que YHVH se corresponde con la forma causativa de este verbo. De ser así, significaría literalmente “El que causa que sea, el que trae a la existencia”. Sobre esta base, sería apropiado decir que el nombre representado en el Tetragrmatón (Yahvéh), tiene una conexión con cada uno de nosotros, con la propia vida humana integral. No solo el Nombre estaría vinculado con el Propósito de Dios a nivel general, sino que estaría íntimamente ligado con nosotros mismos en cada detalle psíquico y físico. De esa forma su propio Nombre adquiere un significado más íntimo y esperanzador. Un significado más personal.

Recordemos que en la mentalidad hebrea, al hablar del “Nombre”, la verdadera referencia puede ser no sólo una palabra o expresión utilizada para designar a un individuo, sino la persona misma, su personalidad, cualidades, principios e historial, lo que él mismo es.  Por consiguiente, sería correcto afirmar que, aunque conozcamos el nombre con el cual se llama a una persona, si no la conocemos por lo que verdaderamente esno conocemos en realidad su “nombre” en el sentido real y vital.

La Esencia Humana y la Estructura de la Existencia.

Buscando llegar a la conclusión, necesito también decir que las palabras “esencia”, “sustancia”, “existencia” y “ser”, en hebreo comparten el mismo valor numérico que el del Tetragrámaton: 26. [Además, merece destacar que es precisamente en el versículo «26» del capítulo 1 de Bereshit (Génesis) donde se revela la Intención del Abba kadosh de crear una Humanidad que lo tenga en lo más profundo de su esencia.].

En consecuencia, nuestra mente se expande al darnos cuenta que en el momento del sueño (visión) del patriarca Yaakov, donde convergen los factores para la elevación de la creación:

  • El Monte Moriah,
  • El Kodesh ha Kodashim del Templo (el Lugar Santísimo),
  • La Eretz Israel (la Tierra de Yisrael) y
  • Yaakov, es decir, la Nación de Yisrael.

El lugar en el que Yaakov avinu se detuvo a descansar es el Monte Moriáh, donde se construyó el Beit HaMikdash (Templo de Jerusalén). Así pues, la Escalera simbolizaría el «puente» entre el Cielo y la Tierra, establecido a través del pacto entre Dios y el pueblo de Israel, y fortificado por las oraciones y sacrificios realizados en el Templo.

Además, la escalera representaría a la Torah dada en el Monte Sinaí para ser guardada en el corazón del alma redimida, como un nuevo vínculo entre Cielo y Tierra. Interesante resulta saber que el término hebreo para «escalera», sulam – םלס – y el de Monte Sinaí (- יניס -) tiene la misma gematría (valor numérico de las letras que las componen).

Así en el cumplimiento más exquisito de las Mitzvot, girando el pasado, presente y futuro en el mismo instante, al momento excelso de la plegaria del Tzadik, se vislumbra en sulam (סלם), la escalera, el ADN perfecto de orden y paz que emana de la comunicación, porque al escribirla agregándole una letra Vav (ו), la palabra sulam queda así: סולם; y su valor gemátrico da 136, que coincide con la palabra קול, (Kol) que significa “voz”.

Entonces, de todo lo hasta aquí expuesto, nuestra alma se eleva en admiración al descubrir que Ha Kadosh Baruj Hu (El Santo Bendito Es), escribió su Nombre en nuestro ADN, en nuestro código genético, tal cual hace un Gran Artista al firma su obra maestra al terminarla. No podemos negar su existencia pues su sustancia está en nuestro interior, en cada cosa que nos rodea, TODO ESTA EN EL CREADOR DEL UNIVERSO.

Lo más fuerte de esta información es darnos cuenta que lo que está detrás del Nombre Divino es una carta de amor celestial de instrucción y habilitación para realizar buenas obras. Se trata de una carta que está incrustada en la estructura humana célula por célula (y ahora sabemos y creemos que de manera literal) para poder compartir, que nos acercamos a romper la barrera imaginaria que separa la Fe de la Ciencia. Cada ser humano sería «proyectado» de alguna forma a través de sonidos y frecuencias cuánticas que lograrían activar el milagro del ADN.

Además, comprendemos que es en el ADN donde viene codificada la necesidad de Dios de todo ser humano. Esta necesidad se satisface plenamente al vivir en una unión íntima y constante por medio del Mesías activo soberanamente en el interior del ser humano. El mismo Yeshúa, nuestro Mesías, dijo:

Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
(Juan 10:10).

No existe otro medio divino para la Salvación…

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). No hay otro método… “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios
(Juan 1:12-13).

Es necesario creer que Yeshúa es el Señor, quien pagó en la cruz por nuestros pecados (Salvador), y que por su gracia se obtiene salvación y la vida eterna.

Es por medio de Yeshúa, el Mesías, que se obtiene el ADN Celestial, es decir, el Espíritu Santo que YHVH ha prometido a sus herederos:

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
(Efesios 1:13-14)

Es el “ADN CELESTIAL” (El Espíritu Santo) que te constituye en “semilla de luz”, la cual germina en tu interior para llevarte a la altura del varón perfecto:

“… hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.”
(Efesios 4:14)

Es necesario reflejar el “ADN Celestial” mediante intención (kabanáh) y acción que sean acordes a la voluntad de Yahvéh revelada en Su Instrucción (Torah) y explicada perfectamente en todas las Sagradas Escrituras hebreas. Es necesario identificarse como “miembro activo” de su familia en el lugar donde él decida enviarte. El Espíritu Santo te capacita para reflejarlo con convicción, poder y espontaneidad en todo lugar y circunstancia.

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
(Mateo 5:14-16)

¡Por todo esto te suplico que no escondas tu “ADN CELESTIAL”!

“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor”
(Lucas 11:34-35)

¿Qué hacemos?… ¿Tememos o no tememos?

«Y respondió Moisés al pueblo: No temáis, porque Dios ha venido para poneros a prueba, y para que su temor permanezca en vosotros, y para que no pequéis.»

(Éxodo 20:20)

En los ambientes babilónicos (la religión) es popular decir: «Dios es amor y no se le debe temer”. Es cierto que al Eterno no le debemos tener «miedo» en el sentido en que hoy se usa la palabra. Ese miedo que paraliza o que impulsa a huir de Dios y evitar pensar o acordarse de Él (Génesis 3: 10). Ciertamente Dios es amor infinito (1 Juan 4:8) y nos creó para que lo amemos. Yeshúa enseña sobre los Mandamientos de Dios:

“El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos”

(Marcos 12:29-31)

 

Pero existe un temor de Dios que es un don del Espíritu Santificador de Yahvéh: temer ofenderlo. Con este don tememos al realizar nuestra propia debilidad y al saber que con facilidad podemos caer en pecado mortal y condenarnos.

 

En el pasaje de hoy leemos que después de la manifestación tremenda que hubo en el monte Sinaí, el pueblo tenía mucho temor del Eterno. Un temor de muerte les había inundado sus mentes y corazones de manera que ya no querían escuchar la voz audible del Eterno desde el cielo.

 

Por eso Moshé les dijo al Pueblo que no temieran , pero en la misma oración también dice que el Eterno había venido con estas manifestaciones impresionantes para producir un temor permanente en ellos a fin de guardarlos del pecado. En el texto hebreo aparece la misma palabra las dos veces. Por un lado no debían temer, pero por el otro lado tenían que temer siempre para no pecar.

 

Esto nos enseña que hay dos tipos de temor y que también hay un equilibrio que uno debe tener en cuanto al temor al Eterno.

 

Si hablamos de dos tipos de temor, podíamos explicarlos con dos palabras diferentes, miedo y respeto. No es bueno tener miedo del Eterno puesto que Él es amor y el amor echa fuera el miedo. Por otro lado hay que tenerle tanto respeto que casi se convierte en pavor.

 

Por eso, diremos que el arte de aborrecer el mal, es en grandes rasgos, el epicentro del temor de Yahvéh . Es ampliamente reverencia, y no miedo. El miedo viene de otro lado.

 

El temor a Dios no se trata de un miedo, ni distancia, sino el humilde reconocimiento de la infinita grandeza del Creador. Es temor a ofender al Eterno, reconociendo nuestra propia debilidad. El alma se preocupa de no disgustarlo, de permanecer y de crecer en el amor perfecto (Juan 15: 4-7).

 

La entrega de la Torah por el mismo Dios, garantiza que este arte se desarrolle en el alma. Esa fue la intención del Eterno en Sinaí con nuestros ancestros. Pero ellos, se llenaron de miedo y prefirieron huir de esa Presencia. Por eso, años después Yahvéh prometerá por sus profetas que esa Intención sería cumplida sí o sí en la era mesiánica:

» Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten del mí».

(Jeremías 32: 40)

 

Hablar del pacto eterno entre Yahvéh y su pueblo es innecesario, todos lo conocemos. Añadir que Él no piensa volverse atrás de lo que promete, tampoco. Sin embargo, enfatizar en que es Él quien ha puesto la reverencia (el temor) en nuestros corazones, sí es necesario. Porque nos deja en evidencia la razón y el motivo por el cual se necesita ejercitarlo y ejercerlo.

» Ahora, pues, Israel, ¿Qué pide Yahvéh tu Dios de ti, sino que temas a Yahvéh tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Yahvéh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Yahvéh y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?

(Deuteronomio 10: 12-13)

 

Aquí el Eterno presenta sus requerimientos mediante una serie de verbos muy activos que hacen referencia a varias actitudes. Temas, andes, ames, sirvas, guardes. Los verbos denotan fidelidad a Dios y explican así lo que significa el temor a Dios, explayándose en la continuidad de este pasaje.

 

Por lo tanto, nosotros los creyentes en Yeshúa no debemos “tener miedo” de Dios. No tenemos razón para tenerle miedo. Tenemos Su promesa de que nada podrá separarnos de Su amor (Romanos 8:38-39). Tenemos Su promesa de que nunca nos dejará o desamparará (Hebreos 13:5). El temer a Dios significa tener tal reverencia por Él, que éste tenga un gran impacto en la manera en que vivimos nuestras vidas. El temor a Dios es reverenciarlo, someternos a Su disciplina, y adorarlo con admiración .

 

¡Temer sí, pero sin miedo alguno!

 

Que el Eterno infunda mucho temor en nuestros corazones para que no pequemos, y que no tengamos nunca temor de acercarnos a Él como nuestro Padre celestial.

La Duda intoxica el Alma con Murmuración

Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto.
Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel:
«Ojalá hubiéramos muerto por mano de Yahvéh en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud».

(Éxodo 16:1-3)

Después de un mes de camino, las fatigas del desierto comenzaron a afectar el ánimo del Pueblo de Israel. El relato dice que comenzaron a quejarse, y así siguieron con los ojos puestos más bien en las ollas de carne de Mitzraim (Egipto) que en la promesa de la Tierra Prometida (vv. 2-3). Olvidando la condición de serviles con la que faraón y sus súbditos los trataban, se lamentan de no haber muerto en el imperio de la abundancia, tomando estas murmuraciones como el «leitmotiv» de su peregrinaje a la Tierra de Promisión (ver Números 11: 1-6; 14: 1-4; 17: 6, 28; 20: 2-5; 21: 5). Triste es decirlo, pero desde aquí, surgirá una larga tradición de «murmuraciones» que se extenderán como iniquidad nacional a lo largo de las generaciones de Israel, tornándolos la característica de gente con «dura cerviz» que los profetas denunciarán. El apóstol Pablo, a todo los discípulos de Yeshúa, en el Pacto Renovado, nos recomendará que, considerando estos relatos, evitemos la práctica de la murmuración para no recibir plagas de destrucción en nuestras vidas (1 Corintios 10: 10).

La importancia de las murmuraciones de los israelitas salta a la vista en las numerosas repeticiones del verbo «murmurar» o del sustantivo «murmuración»: nada menos que ocho veces en total en el corto espacio de los vv. 2 al 12. En verdad, como causa de la murmuración se da la falta de alimentos. No obstante, no deja de ser chocante que, poco después de la salida de Egipto, los israelitas temieran morir de hambre (v.3), siendo que poseían enorme cantidad de ganado (12: 38; comparar con 17: 3; 19: 13). Este dato, nos invita a pensar que las murmuraciones se debían en última instancia a la duda o falta de fe en Yahvéh. Aunque inicialmente las murmuraciones están dirigidas contra Moisés y Aarón (v.2), Moisés entiende que en realidad apuntan contra Yahvéh (vv. 7-8).

¡Cómo había cambiado la actitud de los miembros de Israel! La gratitud que sintieron al principio, cuando salieron de Egipto y cruzaron el mar Rojo, los había impulsado a cantar alabanzas a Yahvéh (Éxodo 15:1-21). Pero, debido a las incomodidades del desierto y el miedo a los cananeos, sustituyeron la gratitud por el descontento. En lugar de estar agradecidos al Eterno por haberlos liberado, lo culparon de lo que, equivocadamente, consideraban una privación. Evidentemente el pueblo de Israel se había desenfocado de todo lo que el Eterno estaba haciendo por ellos (transformándolos en una nación de linaje sacerdotal y entregándoles una nueva tierra llena de promisión), debido a que estaban muy concentrados en lo que, supuestamente, Yahvéh aún no hacía por ellos.

Lo cierto es que Yahvéh cubrió las necesidades de los israelitas en el desierto, pues amorosamente les proporcionó comida y agua. Desde aquí podemos ver que en todo el peregrinar de Israel por el desierto, el hambre nunca puso en peligro su supervivencia. Pero el descontento los llevó a exagerar la situación y a murmurar durante toda la travesía por ese desierto. Esta fue la razón principal de que estuvieran cuarenta años hasta que el último de ellos fuera enterrado en las arenas de aquel territorio inhóspito.

Al considerar el caso de Israel por el desierto, vemos una ausencia de adoración y abundancia de murmuración, por eso el tránsito por el desierto fue tan difícil, porque la queja siempre hace el camino más duro.

Las circunstancias difíciles pueden estresarnos y la respuesta natural es quejarnos. La verdad es que los israelitas no querían estar otra vez en Egipto, sino que confrontaban al Eterno por una vida más fácil, sin ningún tipo de situación negativa. Por la presión del momento, no se daban cuenta de la causa de su estrés: duda y la falta de confianza en el Eterno. Solamente enfocaban sus pensamientos en la manera más rápida de escapar de toda circunstancia difícil.

Aceptemos que comenzamos a murmurar cuando la duda nos hace olvidar lo que tenemos, y nos conduce a enfocarnos en lo que no tenemos.

A esta altura de nuestra meditación, sugiero que antes de juzgar a los israelitas desde nuestros prejuicios severos, reflexionemos sobre las cosas que hoy, y cada día, acaparan nuestros pensamientos. Pregúntese cada uno: ¿doy gracias al Eterno por lo que hasta ahora me ha concedido, o siempre estoy pensando en lo que me gustaría tener?

Por favor, no permita que sus deseos aún no realizados, intoxiquen su fe con dudas, haciéndolo olvidar de los regalos que ya ha recibido de parte del Eterno en Yeshúa, Su Hijo: vida eterna que transforma familia y amistades, provee de los recursos diarios y asegura destino infinito en plenitud.

Por esto, cuando usted se encuentre bajo presión, resista la tentación de simplemente buscar cómo salir del aprieto. Más bien, clame a Yahvéh, por sabiduría de lo alto (Santiago 1: 5) y por la fortaleza para identificar y resolver la causa de su estrés.

Los dejo meditando en el consejo paulino que dice:

«Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo, sosteniendo firmemente la palabra de vida,..

(Filipenses 2: 14-16)

Cuando Muera quisiera que haya Aplausos.

[metaslider id=11714]Autor: Moisés Franco

(ACLARACIÓN: SI LO VAS A LEER, QUE SEA HASTA EL FINAL, SI NO HAY RIESGO DE MALA INTERPRETACIÓN).

Cuando muera quisiera que haya aplausos. Cuando muera quisiera, aunque no lo pueda ver,que la gente aplaudiera.

No es un complejo de inferioridad exacerbado, no es una culpa carcomiendo mi alma la que me hace pensar esto. Todo lo contrario, es uno de los sueños que más he anhelado.

No te confundas, no quiero mi muerte, pero tampoco le temo a ella. La considero una meta, un punto más en la vida al que seguramente lleguemos.

De hecho no le temo a la muerte porque la elegí y la elijo cada día. Sí, elijo morir desde que conocí la vida. Cuando renuncio a mis placeres efímeros por una causa más noble, una parte ajena a mí pero apegada a mi alma muere, y brota como agua desde mi interior una vida más despierta que un corazón de recién nacido dando su primer y enérgico grito de bienvenida a la creación.

No hablo de ser un altruista poético que termina siendo víctima de su propia libertad. Porque de hecho sólo me considero libre para ser esclavo, esclavo de mi misión.

Misión que no me autoasigné sino que desde un principio, desde antes que las estrellas iluminaran los cielos que esta noche ves, ya estaba.

Había algo denominado “propósito” que vibraba en la eternidad y dijo mi nombre. Un tiempo después, sólo el Eterno sabe con exactitud cuánto, él mismo volvió a susurrar ese inmenso código repleto de aventura y motivado por el Amor perfecto y lo sopló en el vientre de mi madre.

En medio de la profunda oscuridad del útero recientemente amado por mi padre, brilló la luz creadora, la misma que en un principio marcó la separación con las tinieblas, y en medio de un soplo tan elocuente como silencioso me dio existencia.

Desde ese momento, sin que yo tomara consciencia hasta muchos años después, se asentó su propósito en mí y se me dio una misión.

Más de trece años después, en los primeros días de febrero, el reconocimiento de esa luz me hizo despertar a la verdad, a la vida, y el propósito renació en mí. Había estado, como una semilla aguardando paciente, hasta que por fin la vida lo hizo emerger, atravesando mis circunstancias, todas ellas, había estado tranquilo esperando mi despertar.

Luego de eso una tormenta fuerte volteó al árbol recién nacido, y tardé años en permitirle y permitirme levantarlo. Pero Él, mi Papá por adopción, el que me impartió Su soplo, nunca se rindió, porque sabía que el propósito seguía existiendo, independientemente de mi obstinación por obviarlo. Y poco a poco, fue reordenando todo…

El saberse parte de un propósito mayor, eterno, perfecto, divino, resplandeciente e infinitamente bello, nos maravilla, nos enciende, nos da fuerzas y esperanzas.

Pero también nos compromete, nos moviliza, nos conflictúa, nos entrecruza, nos hace llorar, nos duele…Porque el despertar a la verdad nos hace reaccionar de que es mentira que nuestras decisiones sólo afectan nuestras vidas, al ser parte de un inmenso diseño todos tenemos una función en el mismo (y no con esto me hago amigo de los intelectuales adictos al status quo social) pero digo, somos más que individuos nacidos para golpearnos constantemente en la prueba y error del vivir “a nuestra manera”.

Día a día, al renunciar a mis voluntades individualistas, esas que este entorno confuso y retorcido me inculcó, subo un paso más en la escalera, mis raíces se hacen más profundas, me siento más vivo…

Por eso, el día en que muera quisiera que aplaudan abajo en la tierra y arriba en el cielo, sean audibles o no, realmente no me interesa mientras haya aplausos, fuertes y alegres, que digan sin palabras: “no ha sido en vano, su propósito ha cumplido”.

Si eso pasa, sólo si eso pasa, yo sé, y lo sé bien, que aunque este cascarón deje de respirar, mi esencia, lo que hice, dije y viví, latirá, latirá en generaciones que tal vez jamás conozca, pero latirá, burlando a la muerte y diciendo: “Sigue vivo porque supo vivir para morir”.

Creo que este mensaje, es lo único que a mis casi 25 años puedo legarle a mis generaciones, esas que aún no nacen pero que ya han sido vistas, en Su propósito. Lo que verdaderamente puedo darles, lo más valioso, es inculcarles un profundo deseo por buscar fervientemente descubrir para qué han sido traídos a este mundo por el Eterno. Para ello deberán saber que sólo hay un camino, ya no vivir nosotros sino Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida, en nuestras vidas.

Legarles el anhelo de que cuando mueran -si es que mueren- haya aplausos…Pero ojo, quiero aclarar y no es menor el dato, los aplausos, como dije al principio no los podré escuchar, por eso y porque verdaderamente es Él quien se lo merece, los aplausos son para mi Creador.

YHVH es su nombre y es el único que en verdad debe recibir esos y todos los aplausos y júbilos, porque ante una obra de arte maravillosa no se la aplaude a ella sino al artista que le trajo a existencia.

El Dios verdadero tiene una particularidad, que su obra tiene capacidad de decisión, por eso no siempre dan ganas de aplaudir todas las vidas, porque se alejan del diseño del artista. Pero cuando uno se deja moldear acorde a la intención del diseñador, ahí sí se hace admirable, pero una vez más aunque la obra sea admirable, los aplausos son para el Hacedor.

“Y ya sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, a los que conforme al Propósito son llamados (a ser santos)”.

Romanos 8.28 (versión OSO).

Abrahán fue probado y pudo ver el Día del Mesías

«Aconteció después de estas cosas que Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Él respondió: Heme aquí«

(Génesis 22:1)

Nuestro padre Abraham no tuvo noticias de Elohim (Dios) por muchos años. El Eterno parecía estar en silencio. Pero después de estas cosas Elohim probó a Abraham, y le pidió que hiciera lo impensableEsta expresión es la prueba fidedigna de que el Eterno probó a Abrahán pero no tenía la intención de que el patriarca sacrificara a Isaac. Esta es la primera vez que la palabra prueba se utiliza en las Sagradas Escrituras, y sería la mayor prueba de Abraham.

La palabra hebrea que ha sido traducida aquí como prueba también significa tentación y provocación. Será importante en este momento comentarles que las tres acepciones tienen tres propósitos diferentes:

  • La prueba tiene el propósito de fortalecer y elevar.
  • La tentación tiene el propósito de hacer caer y destruir.
  • La provocación tiene el propósito de resistir y contender.

Aunque la misma palabra es usada para los dos primeros significados (prueba y tentación) hay una gran diferencia entre una cosa y otra. El propósito detrás del acto determina si es una prueba o una tentación. Si el propósito es hacer que la persona caiga en desgracia, es una tentación. Si el propósito es hacer que la persona suba a un nivel más alto, es una prueba. Desde esta clara distinción, notamos que las Escrituras Sagradas dejan bien en claro que:

  • El Eterno no tienta ni provoca a nadie (Santiago 1:3), pero sí pone a prueba a todas las cosas creadas.
  • El ángel maligno, HaSatán (satanás), el enemigo del hombre, puede provocar y tentar a los hombres.
  • El ser humano puede provocar al Eterno.

El Eterno puede utilizar la tentación de HaSatán (El Adversario) como una prueba para el hombre. Se entiende que el propósito que el adversario tiene con su tentación es hacer caer al hombre, pero el propósito de Yahvéh cuando permite que el HaSatán tiente al hombre es fortalecerlo y elevarlo. El Eterno está muy por encima de todo y todos y el HaSatán no puede hacer nada sin el permiso del Eterno. El propósito de la prueba es elevar a la persona. Cuando uno ha pasado la prueba tiene siempre una gran recompensa. La recompensa mayor que el ser humano puede recibir es un carácter aprobado:

“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.”

(Santiago 1:2-4)

Si una persona no pasa la prueba que el Eterno le pone tiene dos opciones, hacer la prueba otra y otra vez hasta que la pase, o finalmente ser eliminado. Lo que pasó con la mayoría de los hijos de Israel que salieron de Egipto fue que suspendieron la prueba diez veces, (cf. Números 14:22), y por eso no pudieron subir al nivel superior que el Eterno había preparado para ellos en la tierra prometida. Por esto, es que Moshé, coloca aquí este relato de la última y gran prueba de Abraham avinu. El Eterno llamó a nuestro padre…

“Y dijo:

Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Yitsjak, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en ofrenda de ascensión sobre uno de los montes que yo te diré.”

(22:2)

La palabra hebrea traducida como “ahora” es «na«. Tiene principalmente dos acepciones, “por favor” y “ahora”. Esto quiere decir que se puede traducir: “Toma por favor a tu hijo…” No es una orden fuerte sino una petición suave. Yahvéh quería probar la sincera veracidad de Abraham si realmente estaba buscando los deseos del Cielo o sus propios deseos. Llevaba mucho tiempo sin sacrificar animales y ahora Yahvéh le pide a su hijo, el que más amaba.

Yahvéh lo llamó, y Abraham le respondió: «Heme aquí«. Esto no fue una prueba para producir fe, sino una prueba para revelar su nivel de fe. El Eterno edificó a Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe. Nuestra fe no es puesta realmente a prueba hasta que Elohim (Dios) nos pide que soportemos lo que parece insoportable, hacer lo que parece irracional, y esperar lo que parece imposible.

En esta ocasión el Eterno puso a prueba a nuestro padre Avraham. Esta prueba no fue tanto para producir fe, sino una prueba para revelar la clase de fe que Abrahán tenía. Es un evento que le demostraría al patriarca y sus descendientes que Yahvéh, durante ese tiempo de silencio, edificó el ser de Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe (hebreo emunah). Por lo tanto, el propósito de la prueba era elevarlo. Por eso, esta será la última (y la definitiva) prueba para perfeccionar su fe (emuná), tal y como lo explicaría Santiago en su epístola a los discípulos del primer siglo de nuestra Era Común:

“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”

(Santiago 2:22)

Así que la fe de Abraham fue perfeccionada por medio de esta prueba, en el sentido de llegar a su máximo potencial. Después de esta prueba la confianza de Abraham llegó a un nivel que no necesitaba más pruebas, había alcanzado su meta. Y es que la prueba es utilizada por del Eterno para poner presión sobre las personas a fin de que se manifieste lo que hay en sus corazones en los momentos de crisis:

Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Elohim te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.”

(Deuteronomio 8:2)

Abraham era un compañero de pacto con el Eterno. El Eterno necesitaba que la obediencia total de Abraham se manifestara para poder cumplir sus propósitos en su vida y producir por medio de él aquella simiente de la mujer que había sido prometido a Adam y Javá: el Mesías (Génesis 3:15). Como Abraham le entregó a su hijo único, así Yahvéh entregó a Su Hijo Únigénito para ser un sacrificio de pecado no solamente por la descendencia de Abraham, sino por todo el mundo, (cf. Juan 3:16).

El Eterno, nuestro Abba, no quiere que pongamos un signo de interrogación en nuestra fe, sino un punto. Un punto que signifique que tenemos por Él una fe consolidada, perseverante, continua, porque al final su obra es para nuestra bien. El Señor conoce muy bien nuestro propósito y además nuestra capacidad de fe. Para ello son sus pruebas, porque no se sabrá nunca si la fe es real, si nunca fue alguna vez probada. Está bien claro que las pruebas nos permiten asombrarnos a nosotros mismos acerca de la capacidad de fe que hemos desarrollado desde nuestro Nuevo Nacimiento.

Como en todas las cosas, el propósito sobresaliente del Eterno es que nosotros, como hijos, seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Esta es la meta del discípulo de Yeshúa, y todo en la vida, incluyendo especialmente las pruebas, está diseñado para permitirnos alcanzar esa meta. Es parte del proceso de la santificación, siendo apartados para los propósitos de Dios y equipados para vivir para Su gloria. El apóstol Pedro nos explica la manera en que las pruebas logran esto:

En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”

(1 Pedro 1: 6-7)

La fe del verdadero creyente se reforzará mediante las pruebas que experimente para así descansar en el conocimiento de que dicha fe es real y durará para siempre.

Entonces debemos aceptar que las pruebas desarrollan el carácter piadoso, y eso nos permite “…[gloriarnos] en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:3-5). Nuestro amado Mesías Yeshúa fue el ejemplo perfecto de esto. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). Estos versículos revelan aspectos de Su propósito divino tanto por las pruebas y tribulaciones de Jesús el Cristo, como por las nuestras. El perseverar comprueba nuestra fe. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

Una de las bendiciones más grandes, a decir verdad, la más gloriosa que tuvo nuestro padre Abrahán, fue que a través de esta prueba pudo ver el día del Mesías Yeshúa, en plena manifestación redentora. De esto quedó constancia escrita ya que el mismo Señor dijo: “Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se regocijó.” (Juan 8:56 -RV 1995) Ese gozo era la más grande que podía experimentar nuestro padre.

Por eso, para finalizar quiero animarte con lo que el profeta Jeremías dice:

«Benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza.«

(Jeremías 17:7 – NTV).

¿Qué sucede en los momentos de prueba si confías en el Señor? Mira  la promesa del Eterno en:

«Los que en mí confían no quedan defraudados«

(Isaías 49:23 – DHH)

Si no estás dispuesto a sacrificar por amor a Yahvéh lo que más te gusta, entonces tienes algo en tu vida que está interponiéndose entre tu vida y Su Presencia. Eso se ha convertido en un dios falso para ti. Eso se llama abominación de idolatría. Yahvéh y Su Justicia (Su Reinado) tienen que tener el lugar primordial en nuestras vidas (Mt. 6: 33), y si existe algo en tu vida que desafía ese lugar Él te pedirá que lo sacrifiques. ¿Estás dispuesto para ello?

Deseo que el Eterno nos conceda su gracia para poder pasar las pruebas con éxito para que también nosotros podamos ver el día de Yeshúa con gozo.


Bitácora Relacionada:

Abram salió afuera y viajó más allá de las estrellas

Por P.A. David Nesher

«Entonces lo llevó (a Avram) fuera y (Dios) le dijo:
Mira, por favor, al cielo y cuenta las estrellas, si acaso las puedes contar.
Y añadió:
Así será tu descendencia.»

(Bereshit / Génesis 15:5)


Avram, junto a sus 318 valientes, acababa de obtener un victoria sobre la alianza de los reyes mesopotámicos más poderosos del mundo conocido. Sin embargo, es evidente que ante lo desconocido que el Eterno le había revelado que le daría, su mente dejaba que el peor enemigo la asaltara: el temor. Es que Avram sin duda fue un héroe, pero también fue un ser humano. Los miedos de posibles conflictos que volvieran a colocarlo en peligro, generaban poco a poco pensamientos de dudas en el patriarca en cuanto al cumplimiento de las promesas hecha por el Eterno en Su llamado.

La realidad era que él aún no tenía un hijo que se convirtiera en una gran nación (Gén. 12:2) y él todavía estaba en medio de un país peligroso y malvado. Avram empezó a tener miedo de lo que pudiera deparar el futuro para él.

En ese momento la palabra hablada de YHVH vino a Abram en una visión. La palabra hebrea para la visión es makjazé  y se encuentra sólo otras tres veces en las Escrituras hebreas o TaNak (Números 24:4 y 16, y Ezequiel 13:7). Esta expresión hebrea significa, literalmente, «en la visión» o «mirar fijamente a través de la ventana«, y es la primera vez que se menciona en las Sagradas Escrituras. Esta se trata de una visión específica, no un sueño, que culminó en el pacto del Eterno con Avraham. El estaba despierto y la visión continuaría durante todo el día y hasta la noche siguiente (15:17).

Usando pues este recurso profético de las visiones, Yahvéh se le aparece en plena noche, provocando un diálogo que en su progreso se transformará en una relación de pacto hasta ahora no experimentada por hombre alguno. El desarrollo del encuentro se centrará en los dos intereses fundamentales del proyecto redentor de Yahvéh: descendencia y territorio (simiente y potestad jurisdiccional).

Por ello, el Eterno iniciará la charla de este encuentro otorgándole a Avram seguridad en los dos temores que lo acosan. En cuanto a los posibles conflictos, el Eterno mismo se ofrece como el escudo de Avram. Yahvéh garantiza que Su presencia irá con Avram y será funcionalmente igual al rol del artefacto que a cualquier guerrero lo protegía de toda arma forjada contra él.

El patriarca acepta la protección, pero se anima sinceramente a presentarle al Eterno el problema central: no tiene un hijo, por tanto el galardón ofrecido por Yahvéh no tiene sentido alguno. Eliezer, el damasceno, su criado fiel, será su heredero, acorde con las leyes civiles de su tiempo.

Ante esta queja, Yahvéh, en su paciente benevolencia, le asegura a Abram que no será así. Ese hijo vendrá, más allá de la vejez del patriarca y la esterilidad de su esposa. Y además, en ese hijo vendrá la certeza de un descendencia numerosa que tendrá una característica especial: conocerá el poder de la fe (emunah).

Pero, para poder comprender de una manera pura este pasaje, nos haremos juntos unas preguntas:

  • ¿Cuál es el mensaje  en lo más profundo de este texto?
  • ¿Qué nos dice la Torah entrelíneas?
  • ¿Acaso se habla aquí de una bendición relativa al número de descendientes de Abram?

Analicemos rápidamente algunos términos hebreos con el objetivo de desaprender todos los conceptos erróneos con los que hasta hoy hemos leído este pasaje de la Escritura sin lograr bucear debajo de él a fin de disfrutar de la perla de gran precio que en este texto se esconde.

Cuando el texto dice «lo llevó fuera» puede ser entendido al menos en dos planos:

El primero es el literal: es decir que dice lo que se lee a primera vista, lo llevó fuera de su morada para que pudiera observar el cielo;
El segundo es el exegético: que revela que lo sacó de sus pre-conceptos, de las ideas previas que él poseía por sus paradigmas religiosos (astrológicos). Lo llevó fuera de lo que le era conocido.

Justamente resulta interesante saber que la palabra hebrea traducida como «afuera» es hajutza (הַחוּצָה ) y aparece aquí por primera vez en el texto bíblico.  Por ende, los invito nuevamente a leer bien lo que dice el versículo:

«Y Dios lo llevó afuera y le dijo: Por favor, mira el cielo y cuenta las estrellas. ¿Puedes contar y Dios lo llevó afuera y le dijo: Por favor, mira el cielo y cuenta las estrellas. ¿Pulas? Y Él le dijo: Así es como será tu descendencia«.

¿A dónde lo sacó “afuera” Dios a Abraham? 
abrahan-estrellas

Literalmente esto significa que el Eterno lo sacó de su tienda para ver las estrellas. Pero, en la aventura de estudiar la Torah debemos saber que existe otra interpretación, es la explicación homilética. Desde ella, y de una manera más profunda, se entiende que en verdad Yahvéh le dijo a Abraham:

«¡Sal de tus cálculos astrológicos!«;

expresado de una mejor manera:

«¡Sal de tus condicionamientos astrológicos donde pudiste ver en las estrellas que nunca tendrás un hijo!» 

Toda esta exégesis debe ser unidad a lo que dice el versículo inmediatamente después: «mira al cielo«. Aquí el texto demuestra que el Eterno lo conduce a realizar las mismas acciones que  hasta ese momento Avram (así como se llamaba nuestro patriarca entonces) había realizado siguiendo los consejos de la astrología (la ciencia de los caldeos, su lugar de origen). Avram estaba entrenado en todas las artes mágicas de la astrología ya que ella era su religión original. Por lo tanto, sabía confeccionar su carta astral. En su gran sabiduría, Avraham llegó a la conclusión clara de que él y Sarai nunca tendrían hijos. Los astros, desde sus signos, le presagiaban que él y su esposa no tendrían descendencia. El destino trazado en el estudio de las estrellas determinaba que sería su siervo Eliezer el que heredaría sus posesiones. Pero Dios lo llevó fuera de esta visión del mundo. Evidentemente el texto nos muestra que de acuerdo a su carta natal, él no iba a tener un hijo; pero Avraham sí tendrá un hijo, según el diseño divino…

Es decir, Dios le ordenó a Avram  que ya no se guiara por lo que había aprendido a través de dogmas y tradiciones humanas. El Eterno  lo sacó de sus pre-conceptos, de las ideas previas. Lo llevó fuera de lo que le era conocido. Abram necesitaba un cambio mental en Abram para poder cambiar su futuro. Este varón no debía seguir conduciéndose en el Camino de la fe guiándose mentalmente por lo que su ciencia y conocimiento le decía, sino que el Eterno anhelaba que él anduviera por los caminos de la enseñanza de Verdad, que es lo que Yahvéh dicta por medio de Su Instrucción.

El Eterno le enseñó algo bien claro al decirle:

«Ya no medites sobre la ciencia ilusoria de las estrellasSal de estas creencias, mira el cielo y verás que por encima de toda asignación astrológica estoy Yo, el Eterno y Todopoderoso, y mi Palabra es fiel para cumplirse en tu vida en tiempo y forma. Aprende a esperar en los secretos de mi Nombre y mi Instrucción«

El Eterno le responde a Abram enseñándole el gran secreto de la existencia hebrea: NO estamos regidos por los astros, sino que somos trascendentes, nosotros podemos determinar nuestro propio destino por medio de la fe en los mandamientos y promesas de la Instrucción (Torah) divina. 

El único que está por fuera de todas las limitaciones, y conoce realmente todo, en todo momento, es Dios, y es Él el que le ha prometido descendencia, digan lo que digan en contra los astros o los hechos materiales.

De este modo Eterno enseña así a Avram que la consecuencia de darle demasiada importancia a las predicciones astrológicas, es que el evento previsto se vuelve inevitable. Quien insista en vivir solamente dentro del ámbito de lo natural se vuelve esclavo de él.  En cambio, la misión de un llamado y escogido del Señor consiste en romper las limitaciones de lo natural. Si este aprende a vivir de una manera que lo eleve a una dimensión superior, ésta se vuelve real en su vida y rige los acontecimientos futuros.

Justamente los mitzvot (mandamientos) de la Torah existen vibrantes en un plano superior. La raíz de la palabra mitzvá (mandamiento) se relaciona etimológicamente con la palabra “tzavta”, o sea, «cercanía«, ya que el cumplimiento de un mitzvá acerca a Yahvéh. Es decir, que cuando un mitzvá es hecho, este acto físico genera transcendencia, y  entonces el destino de una persona es alterado. Un acto que tiene el potencial de elevarnos a una relación directa con la Fuente de todo, ciertamente tiene un poder más grande que el de los supuestos intermediarios de la creación que implanta el sistema reptiliano a través de sus creencias.

Este fundamento de vida que aprendió Avram, será el sostén de la emunáh (fe) de Israel. Con este relato, Moshé pretende que el Pueblo de Dios acepte que todo el propósito de los hijos primogénitos del Eterno es vivir por encima de la naturaleza. Nuestro desafío consiste en elevarnos a la dimensión de la voluntad de Yahvéh, que se manifiesta en este mundo a través del cumplimento de los mitzvot. El éxito consiste en conectarse con la propia Fuente de todo el bien, a través de las acciones que Él mismo nos designó como propicias a este fin. Cuanto más mitzvot hacemos, más canales de conexión son creados uniéndonos al Eterno y preparándonos para recibir Su bendición en Yeshúa Su Hijo.

Esta experiencia mística de Avram involucra el hecho de que Yahvéh lo sacó fuera de este mundo (sistema reptiliano sensorial)  y lo elevó en un éxtasis por encima de las estrellas. Este es el significado exacto del verbo «mira» (הַבָּטָה , habatáh): Avram pudo mirar de abajo hacia arriba, desde la cosmovisión divina.

En lenguaje moderno, la segunda interpretación implica «fuera de este mundo» es decir «fuera del cosmos» o «fuera del orden natural establecido«, que representa el infinito, pero en verdad es finito y también sigue las limitaciones de las leyes de la naturaleza. La fe inicial de Avraham en Dios no podía ignorar por completo esas limitaciones, porque, después de todo, se dio cuenta de que el Eterno creó un sistema finito, limitado, con su propio conjunto de leyes. Pero, a la vez, Yahvéh le mostró a Abraham que él puede dejar este mundo por completo, y elevarse más allá de cualquier limitación, con el fin de crear un mundo nuevo, por así decirlo, totalmente influenciado por lo sobrenatural.

Es, en parte, por eso que Yavhéh le habla del número de las estrellas. Porque así como son incontables y por lo tanto inabarcables en su totalidad para el intelecto humano, también el presunto saber de la determinación del futuro por medio del estudio de fuerzas cósmicas es imposible. En resumen, el Eterno le dice a nuestro padre Abraham que confiar ciegamente en mancias es poco menos que ceguera intelectual.

El único que está por fuera de todas las limitaciones, y conoce realmente todo, en todo momento, es Yahvéh, y es Él quien ha prometido descendencia, digan lo que digan en contra los astros o los hechos materiales.

El versículo diciendo: «así será tu descendencia«. Con esta expresión el Eterno no se refiere a un número (aunque en otro lugar prometió descendencia abundante) sino que está aduciendo que a partir de este diálogo existirá una cualidad especial en la forma de ser de sus hijos, y generaciones. Se refiere pues a la cualidad de abstenerse del pensamiento humano totalitario, de apartarse de las ideas deterministas, de rechazar la creencia en influencias mágicas que determinan un destino inconmovible; es la cualidad de confiar exclusivamente en que el Eterno es el poseedor del saber último, y por lo tanto, quien tiene la última palabra.

La reacción de Avraham a esta revelación es «Y creyó a Dios«. Este fue el nacimiento de la fe pura, que cree en la capacidad de desafiar las leyes de la naturaleza. Por primera vez, Avram se apropia de una sustancia divina (la fe) que es la respuesta correcta a las promesas del Eterno.

Como resultado de la fe de Avram, YHVH «se lo contó» o le imputó (hebreo kjasháb) su fe por justicia (Romanos 4:1-25; Gálatas 3:6; Santiago 2:23). Esta es la primera aparición de la palabra imputar en las Sagradas Escrituras (La Biblia). El Señor imputa o transfiriere Su justicia a Avram, a fin de que Avram tuviera una posición perfecta delante de Dios. Así pues, queda bien claro que la salvación, ya sea en la TaNaK tanto como en el Pacto Renovado, era, es y será solamente por gracia, y esto por medio de la fe.

Avram, después de haber recibido la garantía del Eterno, creyó que la profecía ciertamente sería cumplida, por lo que ya no tenía por qué temer perderla. Bien entendido tendrán en sus mentes y corazones esta revelación, aquellos discípulos de las primeras comunidades que se sentaban a los pies del apóstol Pablo, quien comentaba este episodio de Abraham de este modo:

«¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.»
(Romanos 4:1-3)

«Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.»
(Romanos 4:19-25)

«Porque ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe»
(Efesios 2:8-9)

¿Qué sucede una vez que hemos logrado salir afuera, más allá de nuestra visión normal del mundo, y aceptado el hecho que la omnipotencia de Dios va mucho más allá de las leyes de la naturaleza que Él mismo estableció?

La respuesta se relaciona con la capacidad de cambiar nuestra perspectiva del mundo con el fin de lograr el resultado que Yahvéh desea. Abraham comenzó dentro de este mundo. Él reconoció a su Creador, creyó en un solo Dios, pero, avanzó más y más en su fe, hasta que llegó al extremo de dejar este mundo, y comenzar a creerle al Eterno en la cosmovisión que Él le revelara.

Así, Avraham se fue «afuera«, y su salida lo enfrentó a la idolatría astrológica, transportándolo Yahvéh al Reinado de Su Luz admirable. Esta es la cosmovisión  que otorga el don divino de la fe. Este regalo permite que el ser humano le crea solo a Yahvéh, que nos brinda Su Presencia y nos enseña, a través de Su Instrucción (Torah) a dejar este mundo y repararlo acorde al diseño original de Su propósito eterno. De este modo se adquiere la cualidad de abstenerse del pensamiento humano totalitario, de apartarse de las ideas deterministas, de rechazar la creencia en influencias mágicamente determinantes; y de confiar exclusivamente en que el Eterno es el poseedor del saber último.

Lo que más me llena de alegría mientras escribo esta bitácora, es darme cuenta que esta promesa, sin duda alguna, hoy es una opción abierta a cualquier persona que quiera trascender las limitaciones del mundo físico a través de su fe en Yeshúa, el Mesías. Simplemente debes disponerte a dejar el paradigma propio de la religión: «creer en Dios«, y llevar todo tu ser al paradigma metafísico de toda existencia humana: «Creer a Dios«. Así, el Eterno entrenará tu vista para que, detrás de las realidades de la vida, veas la visión que tiene para ti. Entonces obtendrás el entendimiento espiritual de que toda bendición no depende de los astros, ni depende del destino. Por el contrario, procede de más arriba, del Padre de las luces, que nos ha amado en Su Hijo unigénito, Yeshúa.

¿Qué es el Omer?… ¿Para qué sirve?

Y contaréis para vosotros desde el día siguiente al Shabat, desde el día en que traéis la ofrenda del Omer, siete semanas completas serán; hasta el día siguiente a la séptima semana contaréis cincuenta días...”

(Levítico 23:15)

En los días del Templo Sagrado, el pueblo de Israel traía una ofrenda de cebada en el primer día de la semana posterior a Pesaj (Levítico 23:10). Esto era llamado el “Omer” (literalmente: “gavilla”), y en términos prácticos esto permitía el consumo de los granos recién cosechados.

La Torah dice que es un mitzvá (mandamiento) “contar el Omer” todos los días –durante los 50 días que llevan a Shavuot o Pentecostés (Levítico 23:15).

Este es un importante período de crecimiento e introspección, en preparación para la festividad de Shavuot, que llega 50 días después.

Shavuot es el día en el que Israel, el primogénito de YHVH, estuvo parado en el Monte Sinaí para recibir la Torah (Instrucción), y como tal, requirió un período de preparación de siete semanas.

 

En verdad el Eterno nos liberó de Egipto sólo para recibir la Torah como documento de alianza de amor (boda) y cumplirla empapados en la certeza de Su amor hacia nosotros. Por esto se nos ordenó contar desde el día siguiente al sábado semanal del Pesaj hasta el día en que la Torah fue entregada –para mostrar lo mucho que deseamos la Torah en nuestras mentes y corazones.

 

Como lo especifica el arriba citado versículo, el mitzvá (mandamiento) consiste en contar tanto los días como las semanas.

La cuenta del omer es nuestra re-experiencia anual de la cuenta de cuarenta y nueve días por parte de nuestros antepasados desde su Éxodo de Egipto (Mitzraim) hasta la revelación en el Monte Sinaí.

A continuación de su liberación de Egipto, se embarcaron en un proceso de refinamiento y purificación, a fin de ser dignos para recibir la Torá de Di-s en Sinaí.

Cada día lidiaron con otro rincón de su corazón, limpiándolo y refinándolo.

Cuarenta y nueve días después del Éxodo, presentaron su ser perfeccionado a Yahvéh, quien los eligió como Su «reino de sacerdotes y nación santa«, y les comunicó su Carta Magna como Su pueblo: la Torah.

 

Cada año, repetimos el proceso.

En Pesaj, y gracias a la sangre del Mesías, se nos concede el potencial para liberarnos de las impurezas en las que nos hemos entrampado como resultado de nuestra servidumbre a la vida material. Pero éste es sólo un «estímulo desde arriba», un destello de libertad que ahora debe ser internalizado a través de un esmerado refinamiento personal que utilizará la oración (tefilá) y la meditación en la Torah. Contamos los días y las semanas hasta Shavuot, centrando nuestra mira en nuestros rasgos menores de carácter y en nuestras características básicas en la procura de una personalidad perfecta en Yeshúa, que nos permitirá sujetar a Él nuestro temperamento y así reflejar Su carácter. En estos días de apartamiento para Yahvéh, los cuatro temperamentos queda sometidos a lo que el Espíritu Santificador realiza con su poder desde adentro hacia afuera.

 

El Omer es un maratón de limpieza celestial. La Torah nos enseña que durante los 49 días que siguen a la celebración de Pesaj, necesitamos ocuparnos en gran manera por deshacernos de todas las influencias negativas de todas las áreas de nuestra vida. Después de Pesaj, comenzamos a anticipar Shavuot, la siguiente festividad y, en esencia, la culminación de Pesaj. Pesaj fue una conexión gratuita. El Omer es el trabajo que realizamos para que la Luz de Pésaj se complete plenamente en Shavuot.

Bitácoras que ayudarán a entender mejor esta disciplina profética:

¿Qué Significa Sefirá?

Los Ciclos del Eterno

Cuarenta y Nueve Pasos para Alcanzar La Gloria

Moviéndonos en la Dirección y la Visión correctas

«Es, pues, la fe, la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de lo que no se ve».
Hebreos 11:1

Ante el hecho de estar entrando en la última luna del año shemitá (Adar bet), y estar a pocos días del Año de Jubileo (Yobel) según el calendario del Eterno Abba, tenemos que identificar si nos estamos moviendo en la dirección correcta, si estamos tomando la acción correcta y si nuestra visión está concentrada en lo que realmente queremos alcanzar.
Es vital reconocer que cuando tenemos unos objetivos bien definidos y escritos en un proyecto, esto nos inspira y nos produce la energía para generar la motivación necesaria que nos permitirá conseguir los resultados deseados.
Los redimidos en el Mesías pueden lograr y desarrollar cualquier cosa en la vida si se capacitan en las asambleas para hacerlo. La fe para creer que se puede hacer es vital porque tomamos acción de acuerdo a los resultados que queremos conseguir, y la fe es la convicción de ver lo que aún no se ve, y certeza de aquello que esperamos.
Mientras intercedía hoy, discerní algo muy importante. Hay escogidos que leen esta página que son muy competentes pero que no están consiguiendo los objetivos que quieren porque se ha convertido en personas impotentes, ya que están enfocadas en objetivos impotentes.
El mayor problema de la gente que aún está bajo la opresión del sistema reptiliano es que no se concentran en los recursos que tienen, sino en lo que no tienen. Muchos de los creyentes aún permanecen cautivos en los paradigmas de esa cautividad babilónica.
En esta meditación, me veo instado en Su Espíritu a recordarles que uno de los combustibles vitales para obtener los resultados es la fe heredada en Su Gracia bendita. Ella es el elemento más importante que se puede tener en la vida mesiánica que se nos ha otorgado en Yeshúa. En las Sagradas Escrituras, la fe se define como la convicción de ver lo que aún no se ve. Cuando tú crees que puedes hacerlo y tienes fe en lo que va hacer, inmediatamente se desata la energía, el entusiasmo y la convicción.
¡Por todo ello es importante que defina quién es, hacia dónde va y cuáles son los resultados que desea alcanzar!
«Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve?» (Romanos 8:24)

«al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas«. (2 Corintios 4:18)

 

«… porque por fe andamos, no por vista«; (2 Corintios 5:7)