Abraham

Abraham, el extraño de Canaán.

Para lograr que reflexionemos en un tema profundo y mesiánico que encontramos en la porción de esta semana, necesito hacerte una pregunta: ¿Alguna vez te has sentido extraño, o como si no encajaras del todo en el entorno en que vives?… ¿Me has dicho que sí?,… entonces: ¡Bienvenido al Club de los peregrinos!… Sí, ¡estás en buena compañía! Digo esto, porque aquellos que pertenecemos al linaje de Avraham debemos saber y aceptar que él se describió a sí mismo como un forastero en una tierra extraña. ¡Vivió como nómada y forastero en una tierra que no le pertenecía!

Hemos estudiado como el Eterno le prometió a Avraham toda la tierra de Kenaán, pero al llegar a la parashá de esta semana (Jayei Sará) notamos que en realidad nuestro padre Avraham ni siquiera poseía suficiente tierra para enterrar a su esposa. Y es que Avraham a esas altura era un forastero en Kenaán sin ninguna propiedad propia. Él no contaba con una tumba familiar. Por eso, tuvo que comprar una propiedad a los lugareños.

Ante este problema, Avraham se acercó a los hititas que vivían en Hebrón y les dijo:

«Soy un forastero y un peregrino entre ustedes«.

Por eso, al estudiar el libro a los Hebreos, de los Escritos Mesiánicos, notamos que el autor parafraseó esa declaración sobre la estadía de Abraham en Canaán al comentar:

«Por la fe vivió como extranjero en la tierra prometida, como en tierra extranjera , habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque buscaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios
(Hebreos 11: 9-10)

«Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 1Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 1Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.«
(Hebreos 11: 13-16)

El autor del libro de Hebreos infirió esta revelación de la declaración que nuestro padre Avraham hicera: “Soy un forastero y un peregrino entre vosotros” que él estaba buscando la Jerusalén mesiánica y el establecimiento del Malkut Elohim (Reino de los Cielos) en la Tierra. Él buscó “la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” y “un país mejor, es decir, celestial”. Si simplemente hubiera estado buscando una patria para llamar suya, podría haber regresado a Aram en Mesopotamia, donde su familia todavía tenía propiedades.

En verdad, Avraham tuvo todas las oportunidades para regresar a Aram, es más, notamos como más tarde (en esta misma parashá), envía a su sirviente Eliezer de regreso allí. Siendo ese el caso, ¿por qué Avraham y Sarah eligieron vivir como nómadas y extraños en un pedacito de tierra prometida que ellos mismos no iban a heredar? El autor de la epístola a los Hebreos dice:

Estos murieron en la fe, sin recibir las promesas, pero habiéndolas visto y acogido desde lejos, y habiendo confesado que eran extranjeros y desterrados en la tierra” (Hebreos 11: 13).

Nuestros padres en la fe vivieron como extranjeros y exiliados en la tierra de Kenaán, pero lo hicieron con tanta confianza en la herencia futura. Buscaron la tierra prometida de la era mesiánica. Anticiparon la trascendente, “ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo de Dios

En el Olam HaVá (Mundo venidero), la Jerusalén de arriba descenderá para unirse con la Jerusalén física de abajo. Entonces las aguas superiores se unirán con las aguas inferiores.

Aunque Avraham y Sarah solo pudieron vislumbrarlo como desde la distancia, e incluso entonces, solo a través de los ojos de la fe, ese vislumbre de la Era Mesiánica y la Nueva Jerusalén del mundo por venir hizo este mundo actual y todo lo que tenía para ofrecer. pálido en comparación. Avraham se identificó a sí mismo como ciudadano del futuro reino y ciudad. En cuanto a este mundo actual y todo lo que tenía para ofrecer, dijo: «Soy un extranjero y un peregrino entre ustedes«. Por tanto, el Eterno, no se avergonzó de ser llamado Dios de Avraham (Hb. 11: 16).

De esta declaración de Avraham avinu viene la imagen del pueblo de Dios como peregrino incluye también un componente para los últimos días. Por lo tanto, entendemos que el peregrinaje de la fe no es un viaje al azar; está orientado hacia un objetivo. Abram salió «porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor» (Heb. 11:10, NIV). Así mismo, el destino final de los peregrinos es el lugar por encima de cualquier otro lugar: la Ciudad de Dios.

Los peregrinos anticipan el momento en que se hallarán en el centro cósmico de adoración, para inclinarse en adoración y gratitud ante su Creador y Redentor. Esto se producirá al momento de la Segunda venida, cuando Yeshúa HaMashiaj cumplirá la promesa hecha a sus discípulos de llevarlos a la casa de su Padre (Juan 14: 1-3). Por ahora, los peregrinos avanzan hacia la ciudad celestial, ese país mejor (Heb. 11:16), poseyendo ese objetivo específico por fe en las promesas divinas. Respecto de otras travesías, se dice que «las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (vers. 13, NVI).

Desde todo esto, debemos aceptar que nosotros, los peregrinos nos aferramos a las promesas del Eterno con absoluta confianza en el viaje a la morada de Yah, en el centro del cosmos.

Teshuváh por el mérito de Abraham ante los Cuatro Exilios

Extraído de «Los días están llegando«, por el Rab Ezriel Tauber

Abraham y los Cuatro Exilios

Sobre lo que es llamado «el pacto entre las partes», Dios le dijo a Abraham:

«Toma tres vacas, tres cabras, tres carneros, una paloma y un pichón (gozel)». Abraham los trajo, los cortó a la mitad y puso cada mitad opuesta a la otra. (ésta era una forma en la que se efectuaba un contrato en tiempos bíblicos). Sin embargo, a los pájaros no los dividió.

(Bereshit 15:9-10)

Cada animal representa un exilio diferente. Las vacas representan Babilonia, las cabras, representan a Persia, los carneros son símbolos de Grecia y los pájaros, representa al exilio Edom-Roma.

¿Por qué los pájaros fueron los únicos animales que no se dividieron? El gran pensador judío y figura rabínica, el Maharal de Praga, responde que todas las otras filosofías tienen un punto de vista para argüir en contra.

Babilonia declara: Que el hombre más fuerte gane; supervivencia del más apto; la fuerza impone el bien. Mientras más músculos tenga uno, más derecho tiene de vivir y gobernar sobre otros. Tiene, por lo tanto, el derecho sobre el que es más débil que él. Nabucodonosor no tiene ninguna necesidad de justificarse por causar destrucción. Cualquiera que fuera más débil que él debía esperar ser dominado.

Esta ideología puede ser argumentada en contra. En otras palabras, tal como Abraham cortó las vacas, el argumento de Babilonia puede ser cortado en dos, es decir, existe otra parte en el argumento.

«Sí, puedes tener fuerza física con la cual dominar», puede argumentarse con una persona con mentalidad de Babilonia, «sin embargo, Dios no le dio a la Humanidad la capacidad de dominar para dominar a otros, sino con objeto de enseñarte que tienes la obligación de dominarte a ti mismo: ‘¿Quién es fuerte? El que se conquista a sí mismo’. Debes, por lo tanto, aprender a contenerte. Debes tener tu lado espiritual dominando sobre tu lado físico».

Lo mismo es cierto para Persia. El mundo filosófico persa argumenta, «¿Por qué el Creador le dio al hombre la capacidad de experimentar belleza, placer, alegría y lujuria? Debe ser a fin de pasar la vida persiguiéndolos. Y mientras más placer, hay más valor en la vida».

Esto es discutible. Lo podemos dividir en dos opiniones. El punto de vista de la Torah es: «Sí, existe lujuria, placer, deseo, etc., sin embargo el propósito de Dios en hacerlos parte del hombre, es para aprender a dominar cada uno de ellos para ser usado para el bien, como se prescribe en la Torah. Estos placeres deben ser controlados y limitados».

El tercero es Grecia. El filósofo griego dice, «Dominación y placer no son tan nobles como las ocupaciones del intelecto. Estoy de acuerdo con los judíos que hablan de psique, de alma, de espiritualidad. La espiritualidad es un placer muy superior a la dominación y la lujuria física».

Su argumento es persuasivo pero defectuoso, y más peligroso que otros porque está muy cerca de la verdad. Voy a explicar esto usando el símbolo de la fiesta de Janucá, el aceite.

Una aceituna se compara al mundo físico. Es dura y amarga; no vale mucho por sí misma. Sin embargo, las aceitunas pueden presionarse para hacer salir su valioso aceite, el cual es dulce y útil.

El Talmud afirma: Rabí Yojanán dice:

«¿Por qué se compara a Israel con las aceitunas? Así como la aceituna no renuncia a su aceite a menos que sea presionada y aplastada, así también Israel regresa al bien solamente a través de la lucha y el sufrimiento».

El aceite de oliva es un símbolo del fruto de la lucha; es la sabiduría que uno gana después de sobreponerse a la adversidad.

El simbolismo, entonces, del aceite en la aceituna, es: el mundo físico no es un fin en sí mismo. Tiene una contraparte espiritual, abstracta. Y es esto lo que le da a la existencia física su verdadero significado.

¿Dónde estaba la diferencia real entre la filosofía griega y la Torah? La respuesta puede verse en las dos formas en las que uno puede usar el aceite.

El aceite de oliva tiene un sabor grato. En muchas culturas se considera un manjar. Por un lado, entonces, el aceite puede consumirse.

Por otro lado, el aceite tiene otra función: puede ser usado como combustible para luz.

El que consume el aceite es el único que puede disfrutar su sabor. Grecia quería usar la espiritualidad para sus propios fines. ése es el defecto de su argumento. Ellos dicen: «¡Sé espiritual! Ten tu religión para servirte a ti mismo.» Es su espiritualidad y su moralidad la que se alude cuando el versículo afirma: «La bondad de las naciones es (en realidad solamente) pecado». Todo lo que hacen es realmente sólo para ellos mismos.

El punto de vista de la Torah, sin embargo, replica, «Cierto, la función principal de la oliva es ser una fuente de aceite, pero el aceite tiene el propósito de ser usado para otros. Toma el aceite de oliva y después prende la menoráh (candelabro). De esta luz, cientos más pueden beneficiarse simultáneamente. Trae luz al mundo con éste».

Éste es el concepto de espiritualidad de la Torah. Debemos extraer el aceite de la oliva (a través de la diligencia y, si es necesario, con el sufrimiento) pero el aceite debe ser benéfico para todos; debe alumbrar al mundo entero.

Y esto es lo que Grecia trató de quitar. Los griegos llegaron al Templo y contaminaron todo el aceite, contaminaron la idea de aceite usado para fines desinteresados. Ellos afirmaban, «úsalo para ti mismo, para tu placer intelectual y estético; y no difundas la idea de usarlo para el bien de otros».

Grecia tiene un argumento delicado: El mundo está aquí para nosotros y la espiritualidad es otro tipo de experiencia que puede ser usada para nuestros propios propósitos. Pero ellos también deben oponerse a usar el aceite por su luz.

Ahora podemos entender el simbolismo de Abraham cortando solamente tres animales. La idea es que existen dos puntos de vista. Las civilizaciones que provocaron el exilio representan un punto de vista. Su punto de vista es contrastado y choca con el de la Torah. Al cortar Abraham los animales en dos, indicó que el buscador diligente de la verdad siempre será capaz de discernir las raíces de sus argumentos defectuosos y llegar a la verdad. En esencia, la Torah enseña que las experiencias físicas, emocionales e intelectual-espirituales tienen propósitos más elevados y desinteresados. ése es el propósito de la vida.

Por lo tanto, las perspectivas de Babilonia, Persia y Grecia pueden ser debatidas. Sin embargo, Edom, el cuarto imperio, es diferente. Abraham no cortó los pájaros. Y el Maharal explica por qué:

Redención de Edom

En el «Pacto entre las Partes», después que Abraham cortó a los animales, descendió un buitre sobre los cadáveres.

Un buitre (en hebreo: ayit, singular) bajó a los cadáveres y Abraham los (plural, es decir buitres) ahuyentó (vayashev) (Bereshit 15:11).

De acuerdo al Midrash, cuando el buitre descendió súbitamente sobre los cadáveres, Abraham tomó un instrumento pesado y trató, sin éxito, de matarlo. Sólo después tuvo éxito en salvar a los cadáveres, y en breve explicaremos cómo.

¿Qué representa el buitre?

De acuerdo a la simbología hebraica el buitre (un ave, es decir un animal en la misma clasificación que la paloma y el pichón) es Edom. (De hecho, el buitre es una tercera ave, que es el mismo número requerido en relación a los otros animales usados en el pacto). Es referido en el mismo versículo una vez en singular y luego en plural porque Edom abarca numerosas filosofías que están bajo el mismo único encabezado: «Opresor y Confusor de Israel». Asumen muchos nombres y caras, pero están unidos en un objetivo: confundir a Yaakov y vencer a Israel.

Leemos que después que Abraham ahuyentó al ave, se durmió:

Y sucedió, cuando el sol estaba a punto de ponerse, un profundo sueño cayó sobre Abram (Abraham); y he aquí, un temor, una gran oscuridad cayó sobre él. (Bereshit 15:12)

Como explican los Sabios del Midrash, el «temor» que experimentó Abraham fue una visión profética en relación a los cuatro exilios.

El significado profundo del pacto que acababa de cortar fue comprensible para él: al final de los cuatro exilios, justo antes de la llegada del Mesías, todos sus descendientes caerán víctimas de los cuatro exilios y la gran mayoría del pueblo judío perdería su identidad como judíos. Algunos van a ser eliminados físicamente a través de Babilonia, algunos van a ser afectados en su corazón y se volverán casi religiosos y algunos van a ser afectados en su intelecto y se van a volver creyentes fanáticos de ideologías extrañas.

Edom, la herencia de la cultura Occidental, entonces vendrá y combinará las culturas de los tres exilios previos. Sin embargo, no va a estar satisfecho con eso. él, como el buitre, se va a querer unir a las otras culturas en su intento de consumir todos los remanentes del pueblo de Israel.

A Abraham se le demostró todo esto en una visión de temor. Él percibió las pruebas y las tribulaciones de sus hijos, el pueblo de Israel. Él deseó salvar los remanentes finales, aun aquéllos que de una forma u otra eran nada más que cadáveres. Este es el simbolismo de haber tomado un instrumento pesado en un intento de matar al buitre.

Sin embargo, no podía hacerlo. No era posible.

Viendo que enfocarse en el buitre era infructuoso, se dio cuenta que la única solución era hacer volver en sí al cadáver. El Midrash dice que él lo logró haciéndolos hacer teshuvá, arrepentimiento. [La palabra vayashev, «y lo ahuyentó (al buitre)» consiste en la raíz de la palabra que puede interpretar al versículo para dar a entender: «y les provocó que retornaran», es decir, hacer teshuvá].

Abraham se dio cuenta que la única manera de apartar la influencia de Edom, que tiene el arsenal de los tres imperios previos a su disposición, es a través de la teshuváh.

El Maharal pregunta:

«¿Por qué no podía Abraham matar al buitre? La respuesta es porque no puedes debatir con él. Te dice que tienes razón y continúa en sus caminos. Él dice: «No me confundas con los hechos». Está enfocado en sus deseos y ningún hecho en el mundo lo va a hacer ver las cosas lógicamente. Por lo tanto, no hay debate.»

Este es uno de los errores que la gente comete cuando piensa que cualquier cosa puede obtenerse a través del debate. Puedes ganar el debate indiscutiblemente, pero si el perdedor determinó de antemano que no iba a cambiar, nada lo va a cambiar.

¿Entonces qué debe hacerse?

Debemos ir con nuestra propia gente y despertarla, como Abraham hizo con el cadáver. No deberíamos perder nuestro tiempo intentando matar al buitre o queriéndolo hacer cambiar. Todo vuelve para cambiarnos a nosotros mismos; cambiarnos en medio de la misma sociedad que su inercia y estancamiento espiritual son legendarios. Debemos regresar a nosotros mismos.

El Midrash continúa: ¿Cuándo va a ocurrir eso? ¿Cuándo va a convertir Abraham los remanentes en baalé teshuvá? La respuesta es: Cuando tus hijos se vuelvan como cadáveres, vacíos de todo, sin huesos, sin venas, sin recuerdo en ellos de que alguna vez fueron judíos. Entonces tu mérito, Abraham, los va a representar, vas a ser capaz de traerlos de regreso.

Esto es lo que estamos presenciando en la actualidad. Vemos el increíble regreso de judíos totalmente alienados. ¿Por qué no empezó hace cien o cincuenta años, cuando muchos de nuestro pueblo emigraron a la tierra de Israel? La respuesta es que entonces éramos como cadáveres, desprovistos de vida judía. Sin embargo, todavía teníamos algunos tendones y huesos, todavía teníamos muchas características de judaísmo. Todavía teníamos alguna fidelidad a una asociación superficial con judíos o judaísmo.

Y Abraham solamente viene cuando ya no queda nada. Es por esto que vemos el fenómeno que cuando más asimilados son sus antecedentes, más se despiertan a la Torah y se convierten en Abrahames individuales.

Ahora, ¿por qué el Midrash afirma que esta teshuvá iba a ocurrir específicamente por el mérito de Abraham? ¿Por qué no en el mérito de Yitzhak o de Yaakov?

Si Yitzhak o Yaakov vinieran a nosotros y nos dijeran que empezáramos de nuevo, nuestra respuesta sería: ¿Cómo puedo compararme contigo? Yitzhak, tú tenías de padre a Abraham; Yaakov, tu padre era Yitzhak, y tu abuelo Abraham. Es fácil para ti hablar de reconstruirse espiritualmente. Sin embargo, yo no tengo a nadie. ¿Cómo puedo empezar?

Sin embargo, Abraham viene a nosotros y dice: «¿Por qué no puedes empezar de nuevo? ¿Por qué no naces nuevamente?» No vamos a tener excusas porque Abraham puede respondernos, «No importa en qué circunstancias te encuentres, yo estaba en peores circunstancias cuando descubrí a Dios. Tuve que luchar en contra de mis propios padres. Mi padre Teraj, era un líder de idolatría. Nimrod, un dios autodeclarado, gobernaba a todo el mundo civilizado. Sin embargo, yo solo descubrí la verdad. Me di nacimiento a mí mismo. Revolucioné el mundo. ¿Por qué no puedes lograr lo mismo?

Cuando Abraham se presenta con este argumento, nadie tiene excusas. Todos nosotros podemos empezar de nuevo. Es por esto que se usa el mérito de Abraham.

No obstante qué tan lejos pensemos que estamos de la Torah, no estamos tan alejados. Cuando concibes la situación como una línea recta, mientras más te alejes del origen, más alejado estás del origen. Sin embargo, cuando te das cuenta que la situación es más similar a un círculo de 360 grados, entonces si empiezas a las 12, lo más que te puedes alejar de tu origen es 359.9 grados. No obstante, en ese punto estás a sólo un paso del comienzo.

[…]

La lección que nos están enseñando es la misma que la citada anteriormente: Cuando Dios nos despoja de todo, cuando no somos nada más que huesos desprovistos de piel y venas, entonces estamos listos para la redención. En el mismo momento en que la desesperación está en lo más alto y todo parece perdido, en ese preciso momento, podemos adquirir nuevamente todo a través de nosotros mismos.

Antes que el Mesías llegue, vamos a estar aparentemente lo más alejados de nuestros orígenes, 359.9 grados de lejanía. En ese punto, en realidad, estamos solamente un paso alejados de Abraham y nuestros orígenes.

El exilio es seguido inevitablemente de la redención. El fin de un círculo es el inicio del siguiente. En el Zohar, el proceso se llama atar el fin con el inicio. El pueblo de Israel nunca se puede perder. Es un asunto de círculos. Nosotros que somos los que estamos presenciando los últimos deterioros, somos los más cercanos a la renovación absoluta, y deberíamos aprender a tomar ventaja de esto.

Rab Ezriel Tauber


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Abraham ¿Fue un Corrupto?

Por Moisés Franco

«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. 

«Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.

(Génesis 12: 10 -13)

Si vemos el relato de Bereshit 12, donde el patriarca le dice a su esposa Sara (en ese momento Sarai) que se haga pasar por su hermana. Esto, dado que la matriarca era una “mujer muy hermosa” y que a causa de ello lo matarían en Egipto; en cambio, si decía que eran hermanos a él le iría bien.

Si lo leemos en los términos literales y lineales propios de una mentalidad grecorromana occidental del siglo XXI, se podría pensar que Abram (antes de que el Eterno le cambiara el nombre), actuó como un inescrupuloso utilitarista que no tuvo reparos en entregar a su propia esposa a cambio de seguridad y bienes materiales.

Sin embargo, la versión Torat Emet (traducida: verdad absoluta) explica que el patriarca no miró con ojos meramente naturales, sino que proféticamente vio lo que ocurriría con sus descendientes. Ellos serían esclavos en Mitzrayim pero saldrían repletos de las riquezas.

Abram confió en que YHVH proveería salvación para su casa, que le daría de alguna u otra manera escapatoria para salir airoso de la tierra de la “estrechez”; y así fue. El Eterno castigó con una plaga al faraón y éste no pudo acostarse con Sarai, percibiendo que esto era un juicio divino por querer tomar a la esposa del patriarca, expulsó al matrimonio de su reino repleto de ganado y esclavos.

¿Por qué sería tan importante sentar ese precedente profético como para arriesgar la integridad de su esposa y el cumplimiento mismo de la promesa celestial de descendencia?.

Si analizamos la historia relatada en Shemot (Éxodo), el oro y demás tesoros dados por los egipcios a Israel al momento de su salida de la esclavitud fue utilizado para la construcción del mishkan.

Ese tabernáculo fue un centro espiritual que permitió el inicio del cumplimiento del Proyecto mesiánico Emanuel, es decir, Dios habitando en medio de su pueblo. Esto, permitiría la progresión de los tiempos del Eterno hasta la plena manifestación física de la promesa mesiánica: Yeshúa el Mesías, por medio de quien llegó la posibilidad de salvación para toda la humanidad (Jn.3:16-17).

Sarai, por su parte, fue llamada “hermosa”. Esta palabra es en hebreo “yafé”, cuyo valor gemátrico es 95. Según Bill Heindrick, una de las frases que tienen ese mismo valor es “Dios es juez”. Según la Torat Emet, la mujer le dijo al ángel (de YHVH) que castigara al faraón y éste lo hizo con una enfermad epidérmica que le impidió cohabitar con ella.

Por ende, esta mujer no era tan sólo la esposa de un hombre de fe, sino alguien con una fuerte conexión espiritual con los Cielos que supo confiar en la justicia de su Dios y reclamarla a su favor.

En conclusión: lejos de ser un acto de cobardía machista, los hechos relatados en este pasaje demuestran la importancia de tener una cosmovisión y fe hebrea (del otro lado) al leer las Sagradas Escrituras. No fue un acto de incredulidad el de Abram, sino por el contrario, una declaración profética de hechos futuros que serían de bendición para todos los seres humanos, tal como el Eterno se lo prometió en Bereshit 12:3:

Bendeciré a los que te bendigan
    y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas
    todas las familias de la tierra!


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¿Con Quiénes se Reunió Avraham después de Morir?

Por P.A. David Nesher

«Avraham expiró, y murió en buena vejez, anciano y lleno de días, y fue reunido a su pueblo.»

(Bereshit/Génesis 25:8)

 

El relato escritural de la muerte y sepultura de Avraham avinu es breve y conciso. Sin embargo, este pasaje está lleno de detalles codificados que son normativos de la verdadera fe (emunah).

Leemos que Avraham vivió ciento setenta y cinco años (25:7). Este lapso de vida terrenal en realidad fue el cumplimiento de la promesa que le dio Yahvéh cuando le aseguró que iba a ser sepultado cuando ya fuese muy anciano (15:15). Isaac (en hebreo: Yitz’jak) tenía 75 años, y sus nietos Yaakov y Esav tenían 15 años. Así que él fue capaz de ver a sus nietos crecer. Esto muestra que el libro de Bereshit (Génesis) no se escribió en estricto orden cronológico. Es básicamente cronológico, pero no lo es estrictamente. Por esto debemos entender que al leer las historias notaremos que a veces, cuando una de ellas llega a su fin, vuelve y recoge una nueva línea de la historia, como es el caso de Yaakov y Esav que viene en breve.

De la vida de nuestro padre en la fe aprendemos que una cosa es vivir una larga vida, pero otra muy distinta es vivir una larga vida que también sea satisfactoria. La Torah nos dice que Abraham murió en buena vejez, luego de haber vivido muchos años, y fue a reunirse con sus antepasados (25:8). Literalmente la expresión «buena vejez» o «llenos de días» es un modismo que se usaba para indicar que se llevó una vida bien vivida. Da la idea de satisfecho, lleno de plenitud (shelemut). Esto significa que Avraham avinu vio todos los deseos de su corazón cumplidos. Las Sagradas Escrituras nos aseguran que Abraham logró este nivel de vida simplemente por transitar sus días confiado en la benevolencia ilimitada del Eterno. El modismo indica que en todos sus años, todos sus días, estuvieron dedicados a santificar el Nombre del Eterno. Todo fue aprovechado por Abraham avinu, no solo cada día sino cada instante, todo lleno de integridad, no le faltó ni una parte de un día que no estuviera dedicada al Creador. Por eso es que Avraham estaba viviendo por la fe cuando murió (Hebreos 11:13-16). Esta es la gran idea del Eterno al ofrecernos una vida que confíe plenamente en Él y Su Gracia misericordiosa.

Hasta aquí hay una cosa cierta y segura que podemos comentar. Más allá de una vida consagrada a la búsqueda de la benevolencia divina, y al deseo de conocer al Eterno, todo tzadik (justo) también debe enfrentar su hora de morir físicamente. La vida del ser humano , por más instrumento que sea en las manos y en el propósito de Yahvéh, tiene su límite. No es inmortal.

Ahora bien, al leer este versículo, nos surge un planteo. Si nuestro padre Avraham había salido de su tierra natal y ya no vivía en el lugar de sus parientes ¿cómo es posible que la Torah diga que fue reunido a su pueblo cuando murió?

Sabemos que antes de morir, Avraham había recibido de parte del Eterno la visión de la porción del Olam HaBá (Mundo Venidero) que le esperaba, por eso sabemos que falleció tranquilo y feliz (Hebreos 11: 8-10).

Por esto último, tenemos que aceptar que la expresión “reunido a su pueblo” no quiere enseñar que el alma humana posiblemente sigue existiendo después de la muerte en un lugar desconocido e inalcanzable para los vivos. Eso es un pensamiento griego que se meterá en el judaísmo por medio del rabinato farisaico esotérico del siglo II E.C. Por lo tanto, cuando leemos que nuestro padre fue “reunido a su pueblo” debemos aceptar que no se trata de que su alma se haya reunido al pueblo de los justos que habían muerto antes que él.

Entonces, para entender bien el mensaje que aquí encontramos, debemos saber que esta expresión es un hebraísmo que señala a la antigua manera de enterrar a los muertos, y la cosmovisión que tenían los orientales con respecto a su conexión ancestral.

En primer lugar, debemos saber que las tumbas antiguas tenían lugar para varios cuerpos porque normalmente eran tumbas familiares. Dentro de la tumba, que podía ser una cueva, se solía excavar aperturas en la pared suficientemente grandes para poder introducir allí los cuerpos muertos. En el centro de la tumba había un lugar en el suelo, con un nivel más bajo, llamado “el valle de los huesos secos”. Aquí era la zona mortuoria en donde finalmente se reunían los huesos de los cuerpos ya descompuestos (cf. Ez. 37:1).

En aquellos tiempos existía la costumbre de realizar dos entierros por cada difunto. En el primer entierro, ocurrido apenas fallecía la persona, se colocaba el cuerpo en la cavidad en la pared. Luego se esperaba hasta su descomposición y para entonces realizar la ceremonia del segundo entierro, la que normalmente acontecía un año después del primero. En este segundo entierro sacaban los huesos del cuerpo ya descompuesto y los juntaban apilándolos en el «valle de los huesos secos». En un cementerio del primer siglo de la Era Común, que se encuentra en el Monte de los Olivos, se puede ver que había una costumbre de meter el hueso más grande, el fémur, en una cajita de piedra con inscripciones que identificaban el muerto y que se guardaba como recuerdo. De este modo se simbolizaba que la fuerza del andar que realizó el difunto se sumaba a la energía que dejaron con sus conductas sus antepasados.

En los días del Segundo Templo aún se mantenía la costumbre de repartir la herencia en el segundo entierro cuando los familiares se reunían. Esta será la excusa que le presentará un varón a quien Yeshúa llamó para ser un seguidor de su yugo (cf. Mat. 8:21-22).

Así pues, lo primero que podemos aprender de esto es que la expresión “fue reunido a su pueblo” tiene que ver con la costumbre de reunir los huesos de los familiares muertos en la misma tumba. Recordemos que, al comienzo de esta parashah (sección Yajey Sarah) Avraham enterró a su esposa Sarah en una cueva que había comprado de los hijos de Jet. Justamente, Él será enterrado en la misma cueva por sus hijos Yitzjak e Yishmael (25:9) y de esa manera fue reunido a los huesos de Sarah que era parte de su pueblo. Luego sus hijos Yitsjak y Yaakov fueron enterrados en la misma cueva, junto con sus esposas Rivká y Leah. En total hay seis cuerpos de los patriarcas y sus esposas enterrados en esa cueva. Todavía se sabe dónde está la tumba, porque hasta hoy se ha mantenido la tradición del lugar.

Hay aquí un detalle no menor que se destaca y que no quiero que pasemos de largo. Las Sagradas Escrituras enseñan que el cuerpo muerto tiene que volver a la tierra de donde fue tomado (Gén. 3:19), lo cual significa que la cremación no es una opción para el que teme al Eterno. Por eso, ante un mundo que cada día practica más la cremación, te pido que sigas el ejemplo de tu padre Avraham y no aceptes dicha práctica idolátrica.

Ahora sí, y volviendo al hilo principal de este estudio, debemos entender que en segundo lugar, también tenemos que conocer que en la cosmovisión de los pueblos antiguos, el pasado ancestral era menos que un tren que se movía hacia ellos, y más como una aldea esparcida por un valle. Es decir que ellos se veían a sí mismo más bien enfrentando el pasado, más bien que al futuro. Esto quiere decir que cualquier contemporáneo de nuestros patriarcas vivía sopesando en su conciencia las acciones que había realizado sumándose a aquellas que sus ancestros había hecho. Por esto, la expresión fue reunido a su pueblo” expresaba la idea de ser enterrado en la tumba familiar, así como también reunirse a los rasgos genealógicos en la «aldea ancestral» que comprendía al pasado. Es decir que esta expresión era más una visión de la historia familiar que de la vida en el más allá en sí misma. 

Entonces, después de estas consideraciones, podemos agregar unas pautas más para concluir la idea de que todo ser humano debe enfrentarse con la muerte física. Y es que en este mundo físico se destaca siempre la labor de aquel ser humano que vivió en la justicia divina, disfrutando la benevolencia ilimitada de Yahvéh. Es decir, que la vida fructífera, llena de significado y logros en el propósito eterno de Dios, será la que verdaderamente perdurará en la memoria de las generaciones futuras, ya que ha reparado con su testimonio toda vaciedad que puedan haber producido las malas acciones de sus ancestros. De ahí que sea tan importante cortar con la iniquidad de nuestros padres.

Apreciado discípulo de Yeshúa, anhelo que Aquel que bendijo a Avraham, Yitzjak y Yaakov, hoy te bendiga para que puedas llenar tus días según Su propósito enterno en el Mesías, para que no te permita morir antes de tiempo. Amén.

La Hospitalidad Asegura un Sepulcro de Nobleza (Abraham y la Cueva de Macpelah)

Por P.A. David Nesher

Ve’el-habakar rats Avraham vayikach ben-bakar rach vatov vayiten el-hana’ar vayemaher la’asot oto.

«Mientras, Abraham corrió hacia el ganado, tomó un ternero tierno y seleccionado y se lo entregó al joven, que se apresuró en prepararlo.»

(Génesis/Bereshit 18:7)

 

Según el Midrash, Avraham, con la intención de atender con grandes honores a los tres «peregrinos» que estaba hospedando, va en búsqueda de becerros de su ganado, pero un animalito se le escapó. Entonces comenzó a perseguirlo por todo el camino. Al fin, Abraham lo alcanzó en una cueva y es cuando descubre lo que después se conocería como la «Me’rat Hamakhpela«, (la cueva de Macpelá), que habrá de ser lugar de sepultura de todos los patriarcas y matriarcas de Israel.

Cuando Abraham entró a la cueva, halló ahí las tumbas de Adam y Javah. Fue ahí cuando decide que quería ese lugar sagrado como terreno para enterrar a su familia.

Al final, sigue explicando el Midrash, el platillo resultaría toda una delicia; lengua a la mostaza, una lengua entera para cada invitado. Matar a un animal solo para comer su lengua era el acto de amplia generosidad que especialmente se le daba a los nobles.

El texto cuenta que Abraham mandó sacrificar tres becerros. Pues bien, el joven “faenero” era su hijo Ishmael. Abraham le delegó la tarea a él para introducirlo en el sendero de las buenas acciones. Así Ishmael ayudaba a su padre quien cultivaba en él el valor de la hospitalidad.

Macpelá en hebreo significa «la cueva de las tumbas dobles«, porque de acuerdo con la tradición hebrea el lugar aloja las tumbas gemelas donde están enterradas cuatro pares de parejas bíblicas importantes: Adam y Javah; Avraham y Sarah; Itzjak y Rivkah; Yaakov y Líah.

La Vocación de Abraham: Santificar el Nombre del Eterno

Por P.A. David Nesher

 
“Y Yahvéh dijo a Avram:
Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.”
(Berseshit/Génesis 12:1-3)

Después de cinco años en Harán (o Jarán), el Eterno le recuerda lo que originalmente le había dicho a Abram en la tierra de los caldeos. Cuando leemos el relato que el diácono Esteban hace en el libro de los Hechos, descubrimos que Yahvéh ya se había aparecido a Avram en Ur-Kasdim:

El Dios de gloria apareció a nuestro padre Avraham cuando estaba en Mesopotamia, antes que habitara en Jarán, y le dijo:

«SAL DE TU TIERRA Y DE TU PARENTELA, Y VE A LA TIERRA QUE YO TE MOSTRARÉ.«

Entonces él salió de la tierra de los caldeos y se radicó en Jarán. Y de allí, después de la muerte de su padre, Dios lo trasladó a esta tierra en la cual ahora vosotros habitáis.”

(Hechos 7: 2-4)

Así pues nos queda claro que Avram ya había recibido su vocación divina en el país donde nació. Al leer el primer libro de las Sagradas Escrituras no encontramos la razón por la que Teraj, el padre de Avram, tomó la decisión de salir de Ur con parte de su familia.

Sin embargo, cuando acudimos al testimonio del libro de Yashar, junto con otros midrashim (enseñanzas), nos enteramos que Teraj había sido el general del ejército del rey Nimrod cuando tuvo a su hijo Avram, y por causa de un mensaje de los astrólogos Nimrod había decidido matar a todos los niños recién nacidos en su reino porque temía que un nuevo rey había nacido que le iba a quitar de su puesto. Por esto, Teraj escondió a Avram en una cueva durante 13 años y con astucia le entregó un niño recién nacido de una de sus siervas, diciendo que era Avram. De este modo Avram pudo sobrevivir el primer ataque contra su vida. Esta fue la primera de las diez pruebas que tuvo que pasar nuestro padre.

La segunda prueba que cuentan los midrashim fue cuando Avram no quiso adorar a los dioses de madera y piedra que su padre Teraj servía. También desafió la idolatría del rey Nimrod y por eso fue puesto en la cárcel durante diez años y luego echado en un horno de fuego junto con su hermano Harán. Yahvéh lo liberó milagrosamente de esa prueba pero su hermano fue consumido por las llamas.

Entonces, pareciera ser que por causa de todo esto Teraj tomó la decisión de salir de Ur para tener paz en su familia. Su plan era ir hasta la tierra de Kenáan, pero nunca llegó. Se quedó por la mitad, en Jarán, en la parte sur-este de lo que hoy es Turquía. La obediencia parcial de Avram no quitó la promesa de Yahvéh. En lugar de esto, significaba que la promesa estaba “en espera” hasta que Abram estuviera listo para hacer lo que el Señor dijo.

Es que es muy difícil dejar el propio país donde uno tiene todas sus relaciones. Es muy difícil salir de su pueblo, y todavía más, salir de la casa del padre de uno. Pero eso es lo que le pidió el Señor a Abram. A partir de estas palabras se descubre un doble fracaso por parte de Abram. Hay tres cosas que le fueron ordenadas por el Eterno. En primer lugar, él tenía que dejar su tierra y a las personas que vivían allí. Con respecto al primer requisito Abram obedeció, pero en referencia a los dos últimos fracasó. En segundo lugar, él tenía que separarse de su padre y de la casa de su padre. Pero en lugar de dejar a su padre y a su familia, llevo a su padre Teraj y su sobrino Lot con él. En esto no fue obediente. Teraj significa retardo, y Abram estaba atascado en Harán.

Los estudiosos no saben bien si el Eterno repitió su llamado a Avram en Jarán, o es que simplemente Avram tomó la decisión de salir por causa del llamado que había recibido ya estando en Ur, antes de que su padre había tomado la decisión de salir de allí. Lo cierto, es que ahora vemos como Avram obedece el llamado de salir de su tierra y de su familia. Sin embargo, aún lleva consigo a su sobrino Lot, cuyo nombre significa “velo”, que con el tiempo le causará muchos problemas.

 “Y tomó Avram a Sarai su mujer, y a Lot su sobrino, y todas las posesiones que ellos habían acumulado, y las almas que habían hecho en Jarán, y salieron para ir a la tierra de Kenáan; y a la tierra de Kenáan llegaron.

(12:5)

Las almas que habían hecho es una referencia a que habían ganado personas para la fe de ellos. Según Rashí, Avraham convertía a los hombres y Sará convertía a las mujeres. Según el midrash, Avram convocó asambleas públicas en Jarán, para proclamar la verdad de Un Creador, e instó a servirlo. Luego de los discursos públicos, estaba dispuesto a debatir sus propuestas con cualquier persona que las cuestionara. Así ganó decenas de miles de adeptos que reconocieron la existencia de Yahvéh como el único Boré Olam (Creador).

“Y atravesó Avram el país hasta el lugar de Shejem, hasta el planicie de Moré. Y el cananeo estaba entonces en la tierra. Y Yahvéh se apareció a Avram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Entonces él edificó allí un altar a Yahvéh que se le había aparecido.”

(12:6-7 )

Abram atravesó toda esa región hasta llegar a Shejem (Siquén), donde se encuentra la encina sagrada de Moré. Shejem era una ciudad pagana y fue el centro cananeo de la idolatría y las prácticas ocultas. Los cananeos tenían santuarios en arboledas de robles y Moré puede haber sido uno de sus centros de culto. Ahora bien, por un lado, el nombre Shejem significa “hombro”, “cerviz”, “nuca”, en relación con levantar una carga o llevar un yugo, y el nombre Moré significa “maestro”. Por otro lado, Abram no había llegado a ser influenciado por los cananeos, ni él a adorar a sus dioses. Por el contrario, el venía con una misión: proclamar que Yahvéh es único y verdadero Dios. Por eso, la primera experiencia espiritual profunda que tuvo Avram después de haber obedecido al Eterno al salir de Mesopotamia, fue una aparición del Eterno en Shejem y Moré. Es sólo cuando nos separamos del mundo y caminamos en obediencia al propósito eterno de Dios que podemos entrar en comunión con Él.

Esta experiencia le marcó tanto que tomó la decisión de edificar en ese lugar un altar. Ese altar representa la primera experiencia en la vida de la fe de todos los que van a ser contados por Dios como hijos, se trata de la entrega del yo. Edificar un altar en la antigüedad significaba que junto al mismo se construía y constituía una yeshivah (escuela) o centro de estudios de la doctrina de la divinidad que en dicho altar se invocaba. Es decir, que nuestro padre Avram hizo un altar desde el que invitaba a muchos habitantes de Kenan a venir a conocer al Eterno.

El altar es un lugar de sacrificio, un animal es ofrecido como representación del hombre. La ofrenda de ascensión (holocausto) simboliza una entrega total. El altar es el lugar donde la voluntad del hombre se somete a la voluntad del Eterno. “No se haga mi voluntad sino la tuya.” “Que no sea como yo quiero sino como tú quieras.” Eran las expresiones comunes que un ofertante daba como oración junto a su sacrificio. Después de esto, la construcción de altares se convirtió en una costumbre de los patriarcas (12:8, 13:18, 22:9, 26:25, 33:20, 35:7).

Un dato curioso para mencionar aquí es que todo el relato de los patriarcas es una anticipación de lo que le pasó a sus descendientes. Esto pone de relieve los incidentes en su vida, tales como la perforación de pozos y sus varios viajes, lo que de otro modo serian poco importantes. Por lo tanto, la primera parada de Abram estaba en Shejem, una indicación de que este sería el primer lugar para ser tomado por sus descendientes, incluso antes de que llegara el momento para que ellos conquisten la tierra prometida.

  • La historia posterior a Avraham nos muestra que Shejem llegó a ser un lugar de grandes decisiones para sus descendientes (cf. Génesis 33:18-20, Génesis 28:20-21; 37:12-17; Josué 24:1, 14-27; Jueces 21:19; 1 Reyes 12:1; 12:25).
  • Shejem fue elegido como un lugar de refugio (cf. Josué 20:7).
  • Yosef fue sepultado en Shejem esperando la resurrección de los muertos. Su tumba se encuentra allí todavía hoy, cf. Josué 24:32.

Así que, Shejem representa en la vida de Avraham el lugar de conversión, el lugar donde muere de sí mismo y reconoce a Yahvéh como su único Dios verdadero, invitando a todo ser humano a venir a Él como Fuente. Es el lugar donde el Eterno le prometió por primera vez que su descendencia recibiría esa tierra.

Y de la misma manera como Avraham tuvo esa experiencia, todos los que en el día del juicio van a ser finalmente contados como sus hijos tendrán que tener la misma experiencia. Todos sus hijos tendrán que pasar por Shejem, donde reconocen al Dios único y mueren de sus propias vidas en el primer altar.

Como hemos dicho, Shejem significa “cerviz”, “hombro” o “espalda” y viene de una raíz que tiene que ver con inclinarse para levantar una carga sobre su espalda. Esto nos lleva a pensar en el momento cuando el Mesías se inclinó para llevar sobre sus hombros el madero de tormento sobre el cual iba a ser sacrificado para la redención eterna de todos los hijos de Avraham. Shejem simboliza la muerte de Yeshúa. Fue el primer lugar donde Avraham tuvo que pasar para poder ser el padre de la gran nación y obtener la tierra de Israel. La muerte y resurrección de Yeshúa es la base sobre la cual Yahvéh entrega la tierra a los hijos de Avraham.

También hemos visto que junto a Shejem está la llanura de Moré. Moré significa “maestro y viene de una raíz que significa “fluir”; “poner”, “echar”, “tirar”; “señalar”; “enseñar”. Es la misma raíz que se encuentra en la palabra Torah. Así que cuando Avram primero tuvo la experiencia profunda de conversión en Shejem al mismo tiempo tuvo la experiencia de lo que implica tener un Moré, un Maestro que le enseñaba la Torah. La Torah (Enseñanza) es algo que marca la diferencia entre lo santo y lo común, lo verdadero y lo falso, luz y tinieblas, vida y muerte, etc. Por lo tanto, el Eterno mismo fue quien le enseñó los mandamientos a nuestro padre Avraham:

“Avraham me obedeció, y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”

(Génesis 26:5)

Más adelante, después de la entrada en la Tierra, los hijos de Israel tuvieron que marcar la diferencia entre la bendición y la maldición precisamente en el valle de Moré.

En el norte tenían el monte Eival, que representa la maldición que es producida por la desobediencia a los mandamientos, y en el sur tenían el monte Guerizim, que representa la bendición por obedecer los mandamientos, cf. Deuteronomio 11:26-32; 27:12; Josué 8:33.

Moré es el lugar donde se reconoce la Torahdel Eterno como el patrón de nuestra vida.

Moré representa también a Yeshúa HaMashíaj como el gran Maestro (Rabino) que enseña a sus seguidores de mentalidad hebrea a vivir según la Torah que fue dada en Sinai, tal como Él mismo lo aseguró en su enseñanza de la montaña:

“No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla. Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.”

(Mateo 5:17-20:)

Combinando los dos lugares Shejem y Moré, vemos también una conexión entre nuestra aceptación de la muerte del Mesías y la aceptación del Mesías como nuestro Maestro de Torah.

Shejem y Moré representan los dos pasos para ser salvo tal como el apóstol Pablo se lo recordaba a los discípulos de Roma:

“si confiesas con tu boca a Yeshúa por Señor (hebreo Adón; griego Kyrios), y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.”

(Romanos 10:9-10)

Tanto el término hebreo Adón como el griego Kyrios significa “señor”, ”maestro”, ”gobernante” y ”jefe”.

Aprovechando esta charla con ustedes, debo decirles que en la literatura rabínica de Israel de todos los tiempos, encontramos que los sabios hablan del “yugo de la Torah”, el “yugo del Reino de los Cielos”, el “yugo de los mandamientos” y el “yugo del arrepentimiento”, y todos estos “yugos” son términos para tomar o aceptar la Torah. Es decir que la palabra “yugo” normalmente representa la Torah.

Así pues nos encontramos con Yeshúa que al llamar seguidores les decía:

«Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí»
(Mateo 11:28).

Aquí Yeshúa se refiere al entendimiento de los hebreos del «aprendizaje» que se puede ver como dos bueyes unidos para arar. Uno mas viejo, el buey más fuerte con más experiencia se coloca en un yugo al lado de un buey joven con menos experiencia. El joven entonces se entera de sus responsabilidades de la edad a través del yugo. El descanso que ofrece Yeshúa es el yugo con el que estamos obligados a él. ¿Cuál es el yugo? ¿Cómo podemos, como el buey más jóvenes, aprender de Yeshúa, el buey viejo? El yugo es la Torah, las enseñanzas de Dios. Como Yeshúa caminó la Torah, nosotros estamos unidos a él para aprender los caminos de Yeshúa a través del yugo de la Torah. Por eso, cuando Yeshúa dice que su yugo es fácil y su carga ligera, hay una referencia implícita al estilo de vida itinerante que llevaba; a esa alusión de no tener dónde reposar la cabeza, situación compensada por la recompensa de recibir las enseñanzas de un maestro de Torah.

Pero aún no está todo dicho. Permítanme peregrinar con ustedes unos niveles más de lo que se esconde en este texto. Para ello leamos lo que se relata a continuación:

 “De allí se trasladó hacia el monte al oriente de Betel, y plantó su tienda, teniendo a Betel al occidente y Ai al oriente; y edificó allí un altar a Yahvéh, e invocó el nombre de YHVH.”

(12:8)

Diré que Betel significa “casa de Dios”, “casa del Poderoso”. En el contexto de una mentalidad hebrea la palabra casa puede significa dos cosas:

  1. Núcleo familiar
  2. Lugar de habitación

En este caso Betel simboliza tanto la Familia de Dios como el Templo de Dios. Pues bien, la vocación de Avram nos está diciendo que no podemos quedarnos solamente en la experiencia de Shejem y Moré, que representa la conversión al Dios de Israel por medio de Yeshúa HaMashíaj y la aceptación de la Torah dada por Moshé y explicada por el Mesías. ¡El Eterno asegura que hay más!

Ya les expresé que en la mente hebrea se habla de dos yugos, el yugo del Reino y el yugo de la Torah. El yugo del Reino está representado en el significado de Shejem, y el yugo de la Torah está representado por Moré. Estos dos yugos están también expresados en los primeros textos de la confesión del Shemah. En el primer texto del Shemah está escrito:

“Escucha, Israel, YHVH es nuestro Dios, YHVH es uno. Y amarás a YHVH tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.”

(Deuteronomio 6:4-9 )

Este texto representa el yugo del Reino, el cual implica aceptar al Eterno como nuestro único Dios de manera personal. Por esto está escrito en singular: “amarás, tu, tu, tu, enseñarás etc.”

Ahora, el amor por el Eterno se manifiesta en la obediencia a sus mandamientos. Shejem nos lleva a Moré.

El segundo yugo, el de la Torah, se encuentra en Deuteronomio 11:13-21 donde leemos lo siguiente:

“Y sucederá que si obedecéis mis mandamientos que os ordeno hoy, de amar a YHVH vuestro Dios y de servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, El dará a vuestra tierra la lluvia a su tiempo, lluvia temprana y lluvia tardía, para que recojas tu grano, tu mosto y tu aceite. Y El dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás te saciarásCuidaos, no sea que se engañe vuestro corazón y os desviéis y sirváis a otros dioses, y los adoréis. No sea que la ira de YHVH se encienda contra vosotros, y cierre los cielos y no haya lluvia y la tierra no produzca su fruto, y pronto perezcáis en la buena tierra que YHVH os da. Grabad, pues, estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma; atadlas como una señal a vuestra mano, y serán por insignias entre vuestros ojos. Y enseñadlas vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y escríbelas en los postes de tu casa y en tus puertas, para que vuestros días y los días de vuestros hijos sean multiplicados en la tierra que YHVH juró dar a vuestros padres, por todo el tiempo que los cielos permanezcan sobre la tierra.”

En este yugo de la TorAH vemos como el pronombre se va cambiando a una forma plural. En el primer yugo, el del Reino el texto está escrito de una forma solamente personal, singular, “amarás, tu, tu, tu, enseñarás, escribirás etc.”

En este yugo de la Torá vemos que se usa la forma plural “obedecéis, os, vuestro, vuestro, vuestra, vuestra” pero luego, en el versículo 14 va pasando al singular: “recojas… etc.” para luego volver al plural en los versículos 16-19a: “cuidaos…”, después al singular en los versículos 19b-20: “te…” y, finalmente, al plural en el versículo 21.

De esto aprendemos que el yugo de la TorAH nos enseña a vivir nuestra vida privada en obediencia en una relación con el pueblo del Eterno. Por lo tanto no es suficiente vivir solos delante del Eterno. Necesitamos formar parte de un colectivo. Y este es precisamente el resultado del trabajo de la Torah en nuestras vidas.

Uno no puede amar al Eterno y aborrecer al hermano. Es imposible, porque el amor al Eterno te lleva forzosamente a amar a tu prójimo, primero los más cercanos y luego los que están más allá de los conocidos.

En esto pensaba el apóstol Pablo cuando le escribía a los discípulos de Éfeso:

“Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.”

(Efesios 4:1-6)

Así mismo a los filipenses les insistía en esto diciéndoles:

“Por tanto, si hay algún estímulo en el Mesías, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.”

(Filipenses 2:1-4)

Y a los de Colosas los animaba así:

“Damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesús el Cristo, orando siempre por vosotros, al oír de vuestra fe en Jesús el Cristo y del amor que tenéis por todos los santos… Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como el Mesías os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad. Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” 

(Colosenses 1:3-4; 3:12-15)

En todos estos textos vemos la importancia de tener una relación correcta con el pueblo de Dios, valorándolo como la Familia de Dios y el Templo de Dios para cada uno de los redimidos.

La experiencia de salvación con la aceptación del yugo del Reino y el yugo de la Torah es maravillosa, y transforma nuestra vida personal. Pero hay más. Conforme vayamos creciendo en el conocimiento del Eterno por medio de Su Torah revelada por medio de Moshé y el Mesías Yeshúa, entraremos en una dimensión nueva de nuestra vida espiritual, la dimensión de colectivismo y así pasamos de Shejem y Moré a Betel, la familia del Eterno.

Es cierto que tenemos una responsabilidad delante del Eterno de nuestras vidas personales, cada uno será juzgado según su propia obra, en pensamientos, palabras y hechos, pero nuestras vidas no fueron creadas para ser islas separadas en un lago, sino miembros de un cuerpo, un colectivo, una gran familia, la gran familia de los hijos de Avraham.

“… al oriente de Betel, y plantó su tienda, teniendo a Betel al occidente y Ai al oriente; y edificó allí un altar al Eterno, e invocó el nombre del Eterno” 

Ai significa montón o ruina. Betel significa casa de Dios. ¡Un montón de piedras no es una casa!

Avram se colocó entre Betel y Ai. Cada día al salir de su tienda por la mañana vio que Ai estaba delante y Betel detrás, porque las tiendas siempre se colocan con la entrada hacia el oriente. Para poder ver la casa de Dios – Betel – tuvo que dar las espaldas al montón de piedras – Ai. De la misma manera nosotros tenemos que escoger entre ser una piedra solitaria, aunque sea parte en un montón de piedras juntas, o ser parte de una casa donde hay orden y disciplina.

Para ser parte de una casa hace falta pasar por un proceso de corrección, ser una piedra viva, labrada, y ajustada y colocada en un lugar específico en el edificio. Ya uno no puede hacer lo que le parezca, lo que le plazca.  Hay constructores que han sido puestos para edificar una casa del Eterno en todo lugar, esforzándose para que las piedras sean ajustadas y colocadas cada una en su lugar.

Así que ya terminó el tiempo de ser una persona espiritual solitaria. Llegó el tiempo de ser parte de una casa, un cuerpo, y unirse definitivamente a los hermanos.

Por este espíritu velaban y trabajaban los apóstoles del Señor en las primeras comunidades de seguidores de Yeshúa:

“Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación, desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor. Y viniendo a El como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Yeshúa el Mesías. Pues esto se encuentra en la Escritura: HE AQUI, PONGO EN SION UNA PIEDRA ESCOGIDA, UNA PRECIOSA piedra ANGULAR, Y EL QUE CREA EN EL NO SERA AVERGONZADO. Este precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis; pero para los que no creen, LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO, y, PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCANDALO; pues ellos tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados. Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia.”

(1 Pedro 2:1-10)

La Torah no relata que Avram plantó su tienda en Shejem. Pero aquí en Betel sí. Es un lugar donde hay que plantar la tienda. Es un lugar donde hay que afirmar su estancia. Hazte miembro de un colectivo de personas que creen igual que tú y sé fiel a esa comunidad.

El relato nos cuenta que Avram “edificó allí un altar a Yahvéh, e invocó el nombre del Eterno” y este altar representa la entrega total al Eterno dentro de un contexto colectivo, en la congregación de los creyentes, en la casa del Eterno. Invocar el Nombre no significa solamente tomarlo en los labios, sino dar a conocer al mundo entero que Él es el único. Después de haber estado en Mesopotamia y luego en Egipto, Avraham toma sobre sus hombros la tarea de hacer conocer el Nombre del Eterno al mundo entero, para que supieran que El es el único Dios verdadero, fundando Centros de Instrucción (yeshivot) para capacitar a todo ser humano que quisiera obtener su santidad y justicia. Esto será la pauta más importante de la misión que la vocación mesiánica marca. Así es como lo dejó en claro nuestro Mesías:

“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Yeshúa el Mesías, a quien has enviado.” 

(Juan 17:3)

Avram dio a conocer el Nombre del Eterno en Shejem, Moré, y entre Betel y Ai. De esto aprendemos que lo que más impacta al mundo no es nuestra propia experiencia de aceptación del yugo del reino y de la Torá, nuestra experiencia con  el Mesías Yeshúa como Salvador y Señor, sino nuestra convivencia en amor en la congregación de los creyentes, y por sobre todo nuestra proclamación de la buena noticia de Su Reino entre los hombres:

“Un mandamiento nuevo os doy (Moré):
que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado (Shejem), así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos (Proclamó el Nombre) que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros (Betel).”

(Juan 13:34-35)

Amado discípulo de Yeshúa te aconsejo que ya no vivas como una piedra solitaria, sin más bien déjate edificar como una casa espiritual y así proclamar el Nombre del Eterno entre los que te conocen.

Ahora, antes de despedirme de cada uno de ustedes, quiero compartirles un dato muy curioso y lleno de los misterios metafísicos de los Cielos. Existe un fenómeno natural muy interesante en el lugar donde Avram invocó el Nombre del Eterno por primera vez, allí en la Tierra prometida. El nombre hebreo de YHVH está escrito con las letras actuales hebreas, en las montañas en el mismo lugar donde nuestro padre plantó la tienda y edificó altar. Esto se puede ver en las imágenes de los satélites.

Las Vidas de Sarah

Por P.A. David Nesher

«Fueron los días de Sará cien años y veinte años y siete años, los años de la vida de Sará. Sará murió en Kiriat-Arba- ahora Hebrón, en la tierra de Canaán, y Abraham vino a honrar a Sará y a llorarla.»

Génesis 23:1-2

En el momento de la muerte de Sarah, la familia evidentemente, se había vuelto de Bersheba a Jevrón. Ahora bien, ella es la única mujer cuya edad se menciona tanto en el Tanak (Antigua Alianza) como en el Brit Jadashah (Nueva Alianza). Esto indica que tiene un lugar especial en la historia bíblica y es un ejemplo a seguir (Isaías 51:1-2).

Sarah vivió ciento veintisiete años (23:1). Como la madre del hijo de la promesa, se convirtió en la madre de todos los creyentes (1Pedro 3:6). Esta expresión conlleva los códigos lumínicos de cómo se deben mantener las tres áreas de nuestro ser y sus funciones.

Nuestra madre Sarah vivió 127 años, período de vida que en la Torah está detallado curiosamente así: «100 año y 20 año y 7 años«. Esta división particular señala obviamente que detrás de ellos se esconde un mensaje importante para nosotros. El sabio intérprete Rashí, el comentador bíblico más importante, cita la explicación de los sabios: a la edad de 100 años seguía teniendo el alma tan pura como a los 20, y a los 20 Sarah era tan bella como una niña de 7.

Los invito a meditar en esta catequesis tan especial para traer sanidad a toda alma redimida en la Sangre de Yeshúa.


¿Conoció Abraham la Torah o Simplemente tuvo Fe en el Eterno?

Por P.A. David Nesher

 

“Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes…”

(Bereshit/Génesis 26:5)

Mientras más peregrino en este maravilloso Camino de Emunáh (Fe certera) revelado por la Instrucción (Torah) divina, me encuentro en mi día a día con voces de personas manipuladas por la programación dogmática de la Gran Ramera, Babilonia la Grande que me atacan con sus prejuicios mentales para que yo termine «arrepentido» del «error en el que he caído». Dichos varones (y mujeres), repiten cual cotorras lo que sus maestros religiosos le han implantado mediante el cruel adoctrinamiento reptiliano de las religiones anti-Mashiaj. Dichos líderes les han asegurado que los mandamientos dados por medio de Moisés se aplicaban únicamente a la antigua Israel, la que salió con Moisés de Egipto, y por lo tanto, no afectan a los creyentes en Cristo de la actualidad. Pero, lo lamentable de esto, es que para llegar a esta conclusión, la mayoría pasa por alto el significado de lo que el Eterno dijo acerca de la obediencia de Abraham cientos de años antes de que hablara con Moisés en el monte Sinaí, según está escrito en el Rollo de Bereshit (Génesis):

“…porque Abraham obedeció mi voz, y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.» 
(Génesis 26:5).

A esta altura de nuestro peregrinar sabemos que la Torah existe desde antes de que el Mundo fuera creado. Es el diseño pre-existencial desde el que YHVH comenzó a crear todas las cosas, visibles e invisibles.

Lo que necesito aclarar de antemano es que en este caso que estamos considerando, no debemos entender por Torah lo que nosotros conocemos hoy como tal, con sus relatos y estructura, sino su médula, su esencia. Por lo que, entonces comprenderemos y aceptaremos que los patriarcas ya habían recibido del Eterno la parte ontológica (esencial) de la Torah, y eso era lo que estudiaban y aplicaban. Veamos con mayor detenimiento esto.

Las palabras hebreas que Yahvéh utiliza en este versículo son muy importantes, tal como lo explica el Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”] donde se lee:

El Señor luego agregó un comentario muy relevante: Abraham ‘guardó mi precepto [mismarti], mis mandamientos [misvotay], mis estatutos [huqqotay] y mis leyes [vetorotay]’ (v. 5).
Lo impresionante es que esta es precisamente la forma en que se expresa la obediencia al pacto del Sinaí en Deuteronomio 11:1: «Amarás, pues, al Eterno tu Dios, y guardarás sus ordenanzas [mismarto], sus estatutos [jukotay], sus decretos [mishpatim] y sus mandamientos [misvotaym], todos los días . . . Así, Abraham es un ejemplo de uno que demuestra que tiene la ley escrita en su corazón (Jeremías 31:33). El escritor lo muestra como el ejemplo máximo de verdadera obediencia a la ley, aquel del cual el Señor pudo decir: ‘Abraham obedeció mi voz’ (v. 5). Al mostrarnos a Abraham como un ejemplo de alguien que ‘guardó la ley’, el escritor nos ha mostrado la naturaleza de la relación que existe entre la ley y la fe. Abraham, un hombre que vivió por fe, podría ser descrito como aquel que guardó la ley

(1990, 2:186-187, énfasis añadido).

Aquí aparecen cinco palabras diferentes.

  1. VozAbraham obedeció mi voz – En hebreo se dice shamá Avraham be-kolí. Esta expresión se utiliza para describir la obediencia a la voz del Eterno en los momentos de prueba. También podemos destacar su obediencia a la voz del Espíritu del Eterno en el caminar diario en la relación íntima con Él: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)
  2. Guardar y guardó mi ordenanza – En hebreo se dice va-yishmor mishmartí, literalmente “y guardó mi guardia”. Esto tiene que ver con decretos de prevención relacionados con las prohibiciones de la Torah. De esto aprendemos que Avraham tenía una actitud de vigilancia y cuidado en cuanto a las cosas del Eterno que había que guardar.
  3. Mandamientosmis mandamientos – Aquí se encuentra la palabra mitsvot que normalmente incluye todos los mandamientos del Eterno. Sin embargo Rashí le da aquí un significado limitado, refiriéndose a las leyes de carácter social que son naturales para el ser humano, como el no robar y no derramar sangre etc. Las leyes de carácter social normalmente son llamadas mishpatim en la Torá.
  4. Estatutosmis estatutos – En hebreo jukotai. Son aquellos mandamientos que no tienen explicación lógica, contra los cuales se revela la inclinación al mal más que contra los otros mandamientos.
  5. Leyesy mis leyes – En hebreo ve-torotai, y esta viene de la palabra torah, instrucción, enseñanza. Se refiere tanto a la Torah que luego fue escrita en Sinaí, como la Torah oral que también fue dada en Sinaí.

¡Muy interesante es todo esto para nuestra fe! Abraham es destacado por su obediencia a todo lo que el Eterno había establecido, tanto los mandamientos que fueron transmitidas desde Adam, como los  mandamientos que fueron dados a Noaj, como los mandamientos que le fueron revelados proféticamente. Y a esto se le añadía lo que Abraham aprendió de la obra de Yahvéh como modos correctos de vida, tales como el amor en justicia social, generosidad, amabilidad, hospitalidad, juicio, etc. Y por último, el empeño que tenía Abraham por compenetrarse con el Eterno, tanto en acción como en pensamiento, empeño apoyado en su grado de profecía, pues de lo contrario sería vanidad. Esto demuestra que si bien él no contaba con la Torah como guía escrita, si la contenía a través de la escritura que hacía Yahvéh con su Espíritu Santo en su mente y corazón.

Una cosa maravillosa se destaca en este primer libro del Pentateuco, y es que a pesar de que la Torah fue promulgada en el Sinaí es bien conocido que esta vigente desde el principio. Para dar solo algunos ejemplos, citaré que en Bereshit vemos que HaSatán (Satanás) comete el pecado de la codicia, desde antes de la caída de Adam; Caín infringe el mandamiento de «no mataras» desde antes que naciera Abraham. El rey de Egipto estaba por cometer el pecado de adulterio con la mujer de Abraham. En tiempo de los patriarcas se practicaba el levirato (Génesis 38:8), que sería uno de los mandamientos dados luego por escrito, (cf. Deuteronomio 25:5-6). Otro ejemplo es cuando Yehudá, como juez, ordena que sea quemada Tamar, por su relación fornicaria, (cf. Génesis 38:24). Según la tradición ella fue la hija de un sacerdote (este mandamiento luego se escribió en Levítico 21:9). También podemos mencionar el mandamiento del diezmo que fue practicado tanto por Avraham como por Yaakov, (cf. Génesis 14:20; 28:22. Ver también Levítico 27:30-32), y muchos otros ejemplos.  Podríamos ver otros pasajes más pero lo que sí o sí queda vibrando en nuestra mente es el hecho de que la Torah se observaba desde de la fundación del mundo. Vemos por lo tanto que varios de los mandamientos que luego fueron escritos, estaban rigiendo la vida de los patriarcas y sus generaciones (toldot).

Algunos líderes religiosos aseguran que la Torah fue «promulgada» en Sinaí lo que, según su interpretación, esta antes no existía, y por ende, el Eterno la entregó solamente para Israel, y para un determinado tiempo o dispensación. Sin embargo, el hecho de que haya sido promulgada en Sinaí no contradice el hecho de que ella ya existiera. Recordemos que el significado de la palabra promulgar es:»publicar oficialmente una ley u otra disposición.» Y que según la significación juridica «la promulgación tiene por finalidad autentificar la existencia de una ley y ordenar su ejecución.» Como podemos ver entonces, promulgar no es «inventarse algo en el momento«, sino dar a conocer de manera OFICIAL una ley existente y practicada.

Entonces es muy importante aceptar que la justicia de Abraham avinu no era una cuestión de fe sin obediencia. Cualquiera que enseña que observar las leyes de Eterno es contrario a la vida de fe, debe considerar este versículo. Las Sagradas Escrituras (Biblia) dicen que Yahvéh pasó las bendiciones y promesas a Isaac porque Abraham obedeció Sus leyes. Esto está en consonancia con lo que el apóstol Pablo enseña cuando dice:

“¿Es entonces la Torah contraria a las promesas de Dios? ¡De ningún modo!”
(Gálatas 3:21)

Así mismo, Santiago, el hermano de nuestro Señor Yeshúa , demuestra que la vida de fe resulta siempre en obediencia a la Instrucción (Torah) de Dios :

“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”
(Santiago 2:22 )

En un encuentro con líderes religiosos de su época, nuestro amado Maestro Yeshúa les respondió acerca de la característica principal que tiene aquel que dice poseer linaje de Abraham:

“Le respondieron diciéndole:
Nuestro padre es Abraham.
Les dice Jesús:
Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham harías”
(Juan 8:39 )

Con esta respuesta, el Mesías Yeshúa, nuestro Dueño y Maestro, está dejando bien en claro que Abraham conocía y guardaba la Torah de Yahvéh. Y además, deja también establecido que guardar los mandamientos de Yahvéh es una parte importante de la práctica de la fe de Abraham, y de aquellos que dicen tener su fe, y por lo tanto su linaje (Gálatas 3:29).

¡Anhelo que esto te fortalezca y logres soportar la lucha de todos los detractores de la Luz que te rodean en tu diario vivir!

¿»Camellos Humildes» o Discípulos Adoradores?

Por P.A. David Nesher

Y en las afueras de la ciudad, hizo arrodillar los camellos junto a un pozo de agua, al tiempo del atardecer, al momento en que salen las aguadoras… Entonces el hombre se postró y adoró a Yahvéh.«

(Génesis/Bereshit 24:26)

Estudiando la parashá (porción) Vayerá, hemos visto que Eliezer, el siervo de mayor confianza de Abraham, se fue a Mesopotamia (a Aram Naharayim, a la ciudad de Nacor) para buscar esposa para Yitzjak (Isaac).

El relato nos dice que llevaba consigo diez camellos cargados de toda clase de bienes.

Necesito que entendamos que el damasceno Eliezer se había criado en el ambiente espiritual que había creado aquí en la Tierra, la emunáh (fe) de su amo. Es por eso que Abraham avinu tenía total confianza en él porque sabía que era completamente leal a la visión del llamado divino que sostenía su peregrinar.

Notamos que Eleazar como, buen siervo, no buscaba sus propios intereses cuando estaba sirviendo en su misión de shalíaj (emisario, apóstol). Lo único que le interesaba era cumplir la voluntad del que le había enviado y en este caso él sabía que no se trataba de una misión meramente humana. Su conciencia se movía en la certeza de que debía colaborar con un proyecto divino para la redención futura del mundo. Debido a esto, él entendía que era importantísimo que Yitzjak recibiera una esposa designada por el Cielo. Esta era la razón por la que el siervo no confiaba en sus propias capacidades de discernimiento, sino había aprendido de su amo a confiar absolutamente en el Eterno, y así actuar en fe.

El viaje habría tomado por lo menos 20 días, y había viajado más de 720 Km. Sus camellos habían recorrido un largo camino, probablemente no había tomado agua en varios días y estaban muy sedientos.

La caravana se detuvo junto a un pozo a las fuera de la ciudad, al atardecer cuando las mujeres salen a buscar agua. Él conocía que las mujeres pronto estarían saliendo, y este sería el mejor lugar para reunirse con ellas. Fue allí donde Eliezer confiaba que Yahvéh le daría una guía específica para cumplir con éxito su comisión.

El fiel servidor de Abraham avinu hizo arrodillar a los camellos junto a un pozo de agua (24:11). Este hecho de que Eliezer hizo arrodillar a los diez camellos no puede pasar rápidamente ante nuestros ojos, ya que es una alegoría de lo que Abraham había estado enseñando a sus seguidores.

En primer lugar, el camello tiene una simbología encontrada, ya que representa la tozudez y la altanería, en tanto y en cuanto vive salvajemente. Pero, una vez domesticado, se convierte en el símbolo de la humildad, y el servicio paciente. En este sentido, tiene un simbolismo metafísico y antropológico: el ser humano que se lanza, humilde y pacientemente, a la búsqueda de lo trascendente y que logra así superar los distintos obstáculos que se le presentan en su camino.

Es sabido que los camellos necesitan arrodillarse para poder descansar. El hecho de que la Torah mencione este detalle natural nos desafía a investigar la enseñanza alegórica de la Luz Infinita escondida aquí.

Pues bien, primeramente les diré que la expresión hebrea para arrodillar que aparece aquí es baraj (ברך) ). La palabra baraj también significa bendecir (24:1). Es la palabra que se usa cuando bendecimos al Eterno: “Baruj Yahvéh” (Bendito Yahveh). Baruj significa bendito. Lo curioso de esto es que baraj tiene relación con berej (ברך)  ) rodilla. Esto último nos conduce a una codificación muy interesante, ya que aquí se revela que la bendición está íntimamente relacionada con la rodilla.

Esta verdad la había aprendido Abraham y la había transmitido a todos los discípulos que vivían con él. El secreto profético aquí escondido es que el que sabe humillarse, doblando sus rodillas, está apto para hacer descender las bendiciones celestiales y convertirlas en recompensas materiales. ¡El que se humilla será ensalzado!

De la misma manera como Eliezer hizo que sus siervos, los camellos, se arrodillaran, así Abraham avinu había estado enseñando a sus discípulos a humillarse y arrodillarse ante el Eterno. Abraham era amigo del Eterno, y por eso él conocía lo que le agrada al Eterno, y lo que más desea entre los humanos (Miqueas 6:8).

Abraham sabía qué es lo que el Eterno busca: adoradores en Espíritu y en Verdad. Es lo que nuestro amado Yeshúa revelará a la mujer samaritana:

“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.”

(Juan 4:23)

Abraham había ganado muchas almas (12:5) y a todas ellas había enseñado a ser adoradores del Nombre del Eterno. El único deseo de su alma era satisfacer los deseos de su Señor y por eso se dedicaba a enseñar a su pueblo a ser adoradores que sabían inclinar sus corazones y doblar sus rodillas ante el Eterno.

Habiendo decodificado esta alegoría, podemos entender por qué cuando el siervo de Abraham había recibido una respuesta clara a su petición (de una mujer para Yitzjak de una hija de sus familiares), se inclinó en tierra y adoró al Eterno.

Hoy, desde estos detalles proféticos de la Luz Infinita, te animo a que seas un adorador del Eterno. Acostúmbrate a inclinar, no solamente tus rodillas, sino también tu corazón, ante el Eterno. De esa manera serás un hijo seguidor de Abraham que imita fielmente su fe, porque los que son de fe, esos son hijos de Avraham (Rom. 4:12; Gal. 3:7).

Que seas bendecido junto con tu padre Abraham en el Mesías Yeshúa, nuestro Dueño.

Llorar por los Muertos… ¿Correcto o Incorrecto?

Por P.A. David Nesher

 

«Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara. Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.»

(Bereshit/Génesis 23: 1-2)

 

No ha terminado Abraham de pasar por una difícil tribulación (la atadura de Itzjak), y ya está en otra. Sara, su esposa fallece, a los 127 años. Resulta interesante decir que Sara es la única mujer de las Sagradas Escrituras (La Biblia) de quien se relata la edad que tenía al momento de su muerte. Esto indica que ella tiene un lugar especial en la historia de la Salvación, y por lo tanto, es un ejemplo que seguir (Isaías 51:1-2). Sara vivió ciento veintisiete años (23:1). Como la madre del hijo de la promesa, se convirtió en la madre de todos los creyentes (Gálatas 4: 31; Rom. 9:7; 1Pedro 3: 2-6), y los códigos lumínicos de su persona eran muy estudiados en las comunidades de talmidim de los primeros siglos.

Ella murió en Quiriat Arba, que significa “la ciudad de los cuatro”, y que con el tiempo llegó a ser conocida como Hebrón, que significa “amigo”, porque Abraham era amigo de Dios (14:13, 18:1). Ellos habían vivido allí muchos años antes. [Esta conexión entre Quiriat Arba y Hebrón se encuentra en otros lugares en la Biblia (Josué 14:15, 15:13 y 59, 20:7, 21:11; Jueces 1:10)].

Por alguna razón, Abraham no estaba presente en el momento de su muerte. Ella estaba en Hebrón, y él estaba en Bersheba (21:33-34; 22:19). Él podría haber ido a un viaje de negocios, o estaba supervisando su haciendo, pues es muy posible que a esta altura ellos tuvieron dos residencias. En cualquier caso, cuando Abraham se enteró de que ella había muerto, fue a llorar a Sara sobre el cuerpo sin vida de su compañera del alma (23:2b). Esta fue la muerte de su amiga y compañera de toda la vida. Esta es la mujer que lo acompañó en todo su peregrinaje de fe. La mujer que puso en peligro su integridad física y moral por salvaguardar a su esposo. Esta es la mujer que dejó a su parentela y tierra de comodidad porque comprendió y aceptó el llamado del Eterno al igual que su esposo. Por todo esto, y a pesar de los errores que su humanidad también cometió, Sara, por su fidelidad y fortaleza espiritual, figura en la lista de los grandes de la fe (Hebreos 11:11).

Por todo esto, Abraham amaba a Sara profundamente, y debe haberle dolido terriblemente no estar con ella cuando murió. Él es el primer hombre, registrado en la Torah, llorando que está de luto por la pérdida de su mujer.

En la expresión “… Y a llorarla…” aparece una letra en tamaño más pequeña, porque Abraham lloró poco. Abraham sabía que este mundo es temporal, y que pronto se reencontraría con Sara en el día de la resurrección de los muertos (Hechos 24:15), por tanto, no era una despedida definitiva y no cabía llorar con desgarro, sino de forma controlada.

Esta actitud concuerda bien con las palabras del apóstol Pablo:

Pero no queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como lo hacen los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Yeshúa murió y resucitó, así también Dios traerá con El a los que durmieron en Yeshúa. Por lo cual os decimos esto por la palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Mesías se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. Por tanto, confortaos unos a otros con estas palabras.”

(1 Tesalonicenses 4:13-18)

Por ello, debemos aceptar que, aunque Abraham avinu era un hombre de fe, no sintió que sus lágrimas fueran una manifestación de incredulidad. Llorar por alguien amado, es mostrar que hemos estado cerca, que sentimos mucho la pérdida, que la muerte es un enemigo, y que el pecado ha traído este castigo triste sobre la raza humana.

Durante mis años ministeriales, al asistir a un velatorio, he oído a menudo cómo gente bien intencionada pero ignorante ha dicho a familiares o amigos dolientes: «¡Ahora no llores!» Ese no es un buen consejo, porque Yahvéh nos creó con la capacidad de llorar a fin de que el alma humana se libere de toda angustia que causa una pérdida; por eso Él espera que lo hagamos cada vez que sea necesario. Aun Yeshúa lloró ante la tumba de su amigo Lázaro (Jn. 11:35). El dolerse es uno de los dones de Dios que ayudan a sanar corazones heridos cuando la muerte se ha llevado a seres amados.

Las lágrimas son un regalo del Eterno para poder vencer los efectos de la angustia. El rey y profeta David escribe:

Has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro”.

(Salmos 56:8  – NTV)

Esto revela que las lágrimas de los escogidos son muy valiosas y significativas para Yahvéh, nuestro Abba. Para quienes conocemos al Señor, nuestras lágrimas de dolor se entremezclan con gratitud. Las lágrimas son el precio que pagamos por las alegrías que compartimos. Son naturales, saludables y necesarias. El apóstol Pablo enseñando a los discípulos tesalonicenses acerca del momento de la pérdida de seres queridos, no les dice que no lloren; sino que les aconseja que no se entristezcan sumidos en depresión «como los otros que no tienen esperanza» (1 Ts. 4:13-18). Las Escrituras en sus líneas recalcan que el dolor del creyente ante las pérdidas debe ser diferente del que no conoce la Instrucción (Torah) del Eterno.

Encuentro oportuno compartirles aquí lo que dice el libro deuterocanónico (apócrifo) Eclesiástico o Sirácida con el objetivo que puedan discernir cuál era la cosmovisión hebrea a la hora del duelo por un muerto:

“Hijo mío, derrama lágrimas por un muerto y entona la lamentación que expresará tu dolor. Luego, entierra su cuerpo como se debe, no descuides nada referente a su sepultura. Gime amargamente, golpéate el pecho, haz el velorio como conviene por uno o dos días para marcar la separación, luego consuélate de tu tristeza.

 

Porque la tristeza lleva a la muerte, y la pena interior consume las energías.

 

Que la tristeza se acabe con los funerales: no puedes vivir siempre afligido.

 

¡No abandones tu corazón a la tristeza, échala y piensa en tu propio fin! No lo olvides: es sin vuelta. Tú te perjudicarías y no le harías ningún bien. Acuérdate de mi sentencia que un día podrás repetir: ¡ayer fui yo, hoy serás tú!

 

Desde el momento en que el muerto reposa, haz que también repose su recuerdo; consuélate desde el momento en que haya expirado..”

(Eclesiástico 38: 16 -23)

Abraham lloró, y nosotros también debemos entender que tenemos que pasar por el proceso de duelo sin intentar suprimirlo.

En efecto, la muerte no es natural. Es normal que cause dolor, y Yahvéh, nuestro Abba, no considera que llorar la pérdida de un ser querido sea una falta de fe en la resurrección. Como hemos visto en nuestro padre Abrahán y en Yeshúa, las expresiones externas del dolor de corazón no indican una carencia espiritual.

Dice el texto que después de hacer esto Abraham: “se levantó” y lo hizo solo. Este acto nos muestra que el duelo y las lágrimas tiene su parte en los momentos de tragedia pero que no nos podemos quedar así. Abraham no se muestra: apabullado, vencido, devastado, desanimado, confundido, arrasado o trastornado, su vida no se acabó porque su esposa hubiera muerto.

Abraham enterró a su esposa y siguió adelante. Finalmente, se volvió a casar, tuvo más hijos y vivió otros 38 años.

Por eso, también debemos entender y aceptar que cuando la tragedia nos visita no podemos quedarnos en el duelo y el lamento. Es nuestro deber levantarnos y seguir adelante por el Reino del Eterno, por aquellos que nos aman y por nosotros mismos. Piense, la otra opción es la desesperación y eso no es conveniente para el cumplimiento del propósito eterno de Dios en nosotros.

BeerSheva: Pacto ¿Con Quién?

Por P.A. David Nesher

“ Y él respondió: Tomarás estas siete corderas de mi mano para que esto me sirva de testimonio de que yo cavé este pozo. Por lo cual llamó aquel lugar Beer-Shava, porque allí juraron los dos. Así hicieron pacto en Beerseba; y se levantó Abimelec, y Ficol príncipe de su ejército, y volvieron a tierra de los filisteos.
Y plantó un tamarisco en Beer-Sheva, y allí invocó el nombre de Yahvéh, el Dios eterno. Y peregrinó Avraham en la tierra de los filisteos por muchos días.”

Habían pasado unos dos o tres años desde que Abimelec le había dado permiso a Abraham de vivir en cualquier lugar que él deseara de lo que se convertiría en territorio filisteo (20:13). Abraham estaba viviendo a unos cuarenta kilómetros de la ciudad de Gerar. Este pacto ocurre días después del momento en que Ishmael y Hagar fueron echados.

Sucedió en aquel tiempo que Abimelec y Ficol, capitán de su ejército, se dirigieron a Abraham diciendo: Elohim está contigo en todo lo que tú haces.
(21:22 BTX).

Yahvéh estaba bendiciendo materialmente a Abraham, y esto se había hecho evidente. Incluso los gentiles habían llegado a reconocer la presencia del Eterno en la vida de Abraham, y por lo tanto, Abimelec deseó proteger su propio futuro, tanto como el de su descendencia, mediante la formación de una alianza con Abraham. Era hora de que los dos hombres hicieran un pacto.

La Torah menciona ese lugar primero como Beer-Shava y más adelante como Beer-Sheva. La palabra hebrea beer significa «pozo«, la expresión shava viene de shevuáh, que se traduce como juramento, y de shevá que significa siete. La raíz de shava y sheva es la misma. Así que Beer-Sheva debe ser entendido como «Pozo del Juramento«, o el «Pozo de los Siete«, por lo que quedaría mejor el «Pozo del Juramento Séptuple«, y esto es porque cuando juraban, lo hacían repitiendo siete veces el pacto.

En este pacto debemos tener en cuenta que el agua no sólo es vital para el ser humano, sino también para el ganado y las cosechas. Dado que Canaán no tiene ríos que la alimenten, ellos dependían de la lluvia del cielo en invierno y de los pozos en verano.

Los pozos en las Sagradas Escrituras son símbolo de bendición espiritual afectando con sobreabundancia a la vida material. Por esto, los pozos en las Escrituras son figuras de Salvación y Gracia divina. Por ello, la esposa para Isaac será encontrada en el pozo (junto a aguas vivas); también la mujer samaritana (que representa las diez Tribus de Israel y la novia del Mesías) tiene su encuentro con Yeshúa en el pozo de Yaakov.

El Tamarisco y el Dios que conoce el Futuro.

Ahora bien, para sellar esta alianza consideraremos algo muy especial: Nuestro padre Abrahamlo hizo con un tamarisco, y aunque parece indescriptible este detalle, este acto tiene un hecho connotativo para el pacto.

El tamarisco es un árbol de larga vida. Tiene madera dura y sus ramas son espesas y se mantienen verdes todo el año. Es un árbol visualmente muy atractivo y de ramas finas. Se arraiga hasta la profundidad del suelo aprovechando las aguas subterráneas. Puede crecer en zonas áridas y dispersarse en el agua. Se utiliza para fijar suelos de arena y su hábitat original es cerca a los arroyos y el mar.

Por esto, el tamarisco simboliza la fortaleza de hacer pactos para invocar el Nombre del Eterno. Así es como a la vez se hace un símbolo de profundidad, firmeza y permanencia, tal y como el Pacto con Dios es. Esto significa que Abraham no plantó el tamarisco como señal del pacto con Abimelec, sino del pacto con Dios (Génesis 17:7-9). Es decir que con este acto, en verdad Abraham avinu, manifestó ante todos los ámbitos existenciales la intención de quedarse en esa tierra no porque los hombres lo permitían, sino porque el Eterno lo había establecido con promesas fundamentadas en Su voluntad que es buena, agradable y perfecta.

Los rabinos Rav y Shmuel discutieron sobre el significado de la palabra eshel, traducida aquí como tamarisco. El primero dijo que se trataba de un huerto de este tipo de árbol del cual se comenzaría a ofrecer los frutos a los viajeros durante su comida; y el segundo interprete dijo que, en verdad, Abraham construyó un albergue u hostería para poder recibir a los transeúntes y donde había muchos árboles frutales.

Lo cierto es que este lugar se convirtió en un centro de proclamación del nombre del Eterno. Según el Midrash, Avraham invitaba a los que pasaban para que comieran y se confortaran gratis. Después de haber comido les dijo: “Vengan y bendigamos al Rey Altísimo y Santo, Aquél que de los suyo ustedes han comido.» Les explicó que no habían comido de su comida sino de Aquél que habló y el mundo fue creado. Cuenta la historia que, de este modo, Abraham ganó muchas almas para el Reino de Yahvéh.

Lo evidente del relato es que este lugar se convirtió en un centro de adoración de referencia para todas las generaciones. En ese lugar, Abraham volvió a invocar el Nombre de Dios y esta vez, el Nombre de Yahvéh, conquistó un título más: el de “Dios eterno”. Esta expresión en hebreo El Olam. La expresión “El“ significa “Poderoso” y la palabra “olam” tiene varios significados: “larga duración”, “eternidad”, “siempre”, “futuro”, “tiempo indefinido”, “hace mucho”; “mundo”. También significa “universo”. Este nombre no sólo implica eterno en cuanto a “todos los tiempos”, sino también en cuanto a “todos los lugares y naciones”. Por eso, también se traduce como “Dios del universo”, que sería la forma más fiel a su significado.

Esto quiere decir que Abraham estaba inaugurando un centro de proclamación del Reino que revelaba a los hombres que Yahvéh tiene la calidad de ser el Amo del tiempo, por lo que toda circunstancia está bajo su control que persigue que todo evento sea de beneficio a su propósito eterno escondido en cada alma humana: alcanzar semejanza son Su divinidad.

Lo cierto est que con esto, Abraham avinu mostraba que, aunque él hizo un pacto con un rey terrenal, era Yahvéh quien en verdad había hecho un pacto de sangre eterno con él, y a su descendencia daría toda la tierra prometida para siempre. Isaac probablemente nació allí y creció hasta ser un hombre joven. Y justo cuando la vida de Abraham llegaba a la rutina, tomó un giro sorprendente.

Aun en este tiempo de conflicto en su familia y entre sus vecinos Abraham mantuvo un caminar vivo y profundo con el Eterno. Puede que todo conflicto en la vida tiende a alejarnos de Yahvéh, pero debemos permitir que el Eterno los use para acercarnos más a Él.

Abraham era como el árbol tamarisco, plantado en tierras difíciles y desérticas, pero Yahvéh bendijo a Abraham en tierra de nada, donde faltaba el agua. Allí abría pozos y hallaba agua para sí mismo, sus seres queridos y su ganado. Allí sus esperanzas no se apagaron por la contrariedad de la sequedad.

¿Te habla de algo el estudio de hoy? Árboles, pozos de agua, tierra seca. Nuestro caminar a veces no tiene mucho sentido, miramos el horizonte y vemos sequedales, pero allí nuestro Abba espera que «plantemos árboles», que, en los momentos más inhóspitos de la vida, plantemos vida y esperanza, no sólo para nosotros, sino para los que seguirán después de nosotros. Planta tu tamarisco e invoca a Yahvéh porque Él no te abandonará en tu » Beersheba«, allí estará para dar crecimiento a tu vida como árbol junto a corrientes de aguas.

Aprendiendo a encontrar la Repuesta a tus Problemas.

«Entonces Dios abrió los ojos de ella, y vio un pozo de agua; y fue y llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho.”
(Génesis 21:19)

Abraham se había separado de Hagar y la había enviado con provisión para el viaje junto con su hijo Ishmael, ya adolescente de diecisiete años. Quizá parezca despiadado que Abraham, nuestro padre, hiciera tal cosa, pero era exactamente lo que Yahvéh quería, y exactamente lo que tenía que suceder. Las Sagradas Escrituras revelan que carne y sangre no forman el vínculo más fuerte que Dios quiere que respetemos. Hay circunstancias de la vida en las que no podemos hacer más que poner nuestra familia a un lado por la Gloria del Nombre de Dios, y el cumplimiento de Su propósito eterno en nosotros. De la misma manera, Yahvéh quiere que seamos despiadados con la carne:

«…pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.»
(Gálatas 5:24)

En medio de su travesía en el desierto tuvieron problemas por no encontrar agua. Ishmael estaba a punto de morir porque no se encontraba bien. Hagar, de manera egocéntrica, se alejó de él porque no quería verlo morir. Los dos lloraron, pero el Eterno sólo escuchó la voz del muchacho y envió un mensaje a Hagar por medio de un ángel. El ángel no le dijo dónde había agua, sino que tenía que ayudar a su hijo porque él iba a ser una gran nación. En ese momento el Todopoderoso abrió los ojos de Hagar para que viera un pozo de agua y así pudieron sobrevivir la crisis mortal.

Yahvéh, condujo a Hagar e Ishmael, al punto en que ya no podían seguir en su propia fuerza. Ellos, al igual que Abraham, tendrían que aprender a confiar en Él como la Fuente de su vida.

Cuando Yahvéh oyó al joven sollozar, el Ángel de Elohim llamó a Hagar desde el cielo y le dijo:

«¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño.»
(21:17)

Esta es la segunda vez que el Mesías pre-encarnado había rescatado a Agar. Antes, cuando ella corrió hacia el desierto a causa de su maltrato a manos de Sara, Agar fue encontrada por el Ángel del Señor cerca de un manantial en el desierto (16:7a). Allí, Él fue llamado el Ángel del Señor, el redentor, porque ella todavía estaba bajo el techo y la protección de Abraham. Aquí, Él es llamado el Ángel de Elohim (Dios), porque Hagar era entonces una extranjera para el pacto de la promesa (Efesios 2:12). Pero Él es Dios de toda la humanidad, y le habló amablemente, diciéndole:

«Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación. En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño.» (21:18-19)

Muchas enseñanzas fluyen para nuestras vidas desde esta narración de la Torah. Primero, Abraham despidió a Hagar y a su hijo Ishmael a pesar de que le pesaba en su alma. Lo hizo porque el Eterno lo había ordenado. No hay duda pues, que se debe obedecer al Eterno a pesar de que sea doloroso. El camino de la obediencia no es el camino más fácil. La mayoría de las veces nos cuesta y en muchas ocasiones hay que suprimir las emociones personales. Si el Eterno lo ha ordenado, es lo mejor, y simplemente hay que obedecer.

En segundo lugar, aprendemos que Hagar no se ocupó de implantar las promesas del Eterno en el corazón de Ishmael. Ella sabía lo que el Eterno había dicho sobre el futuro de su hijo (17:20), pero cuando vino la crisis no le importó la promesa. En lugar de confiar en lo que el Eterno había prometido, actuó y hablaba en dirección contraria pensando que su hijo iba a morir. Por ende, lo abandonó a que falleciera, pensando de una manera individualista y hedonista. Esa fue la razón principal por las que el Eterno no escuchó su llanto, sino sólo el del joven.

Ahora bien, también será muy importante considerar el hecho de que cuando el ángel le habló a Hagar no le dio la solución del problema. Al contario, él trató con algo más importante: revelar la razón por la que ella no había podido conseguir respuesta del Cielo. La manera de educar y tratar a su hijo impedía la intervención del Eterno en su vida. Su incredulidad y rechazo de la promesa divina obstaculizaba la mano del Eterno en la crisis.

Entonces, cuando ella aceptó lo que le dijo el ángel, de atender solidariamente a su hijo y enfocarse en la promesa divina para su futuro, entonces ella misma habilitó las condiciones para recibir respuesta a su circunstancia, más que solución a su problema. Fue en ese momento, cuando el Eterno abrió sus ojos para que viera que justamente en el lugar donde estaban, había un pozo.

¿Dónde se encontraba la respuesta que solucionó el problema?

En este texto aprendemos que:

✍ En el Eterno siempre están las soluciones para cualquier problema.
✍ Si no tratamos bien a los que nos rodean, el Eterno no puede enviar la ayuda.
✍ Si no creemos y obedecemos lo que nos ha dicho, Él no puede ayudarnos.
✍ Cuando nos arrepentimos de nuestra falta de amor al prójimo y hacemos caso a las palabras divinas, estaremos en condiciones para poder encontrar la solución del problema.
✍ La ayuda divina no está muy lejos. Siempre se encuentra muy cerca del lugar donde estamos, sólo necesitamos sentidos extrasensoriales abiertos para poder percibir lo que está a nuestro alcance.

Clama al cielo cuando estás en una crisis. Analiza primeramente que no hayas maltratado a tu prójimo. Actúa y suple las necesidades de los que están a tu cuidado y el Eterno estará contigo.

Confía en lo que el Eterno te haya dicho y obedece lo que te dice ahora.

Abre tus ojos y mira a tu alrededor. La ayuda está a tu alcance.

Que el Eterno nos haga sensibles para poder percibir los impulsos suyos y actuar según ellos y no según nuestros propios corazones.

La Expulsión de Ismael… ¿Justicia o Injusticia?

Por P.A. David Nesher

“Por eso dijo a Abraham:
—Echa a esta sierva y a su hijo, pues el hijo de esta sierva no ha de heredar junto con mi hijo, con Itzjak.”

(Bereshit/Génesia 21:10)

Hemos aprendido, a través de nuestros viajes de investigación por la Torah, que sus leyes no permiten que los padres, ni siquiera las autoridades legales, expulsen a un hijo o hija de la casa por ningún motivo. Según la Torah, nadie puede ser despojado de su condición legal en el hogar al que pertenece. Entonces, un tema muy difícil de entender y de explicar es el que nos propone el pasaje que estamos aquí considerando.

Cabe decir también que esta no era una práctica entre otros pueblos del antiguo Cercano Oriente. Varios antiguos códices y documentos legales, algunos incluso anteriores a la época de Abraham, atestiguan que expulsar a la descendencia de la casa de los padres, es decir, despojar a un niño de su estatus legal en la casa de su padre, era un procedimiento legal legítimo solamente en casos de faltas cometidas contra los padres, es decir, no sujetarse a las normas éticas que estos establecieran en su hogar. Es el caso de lo que la Torah denomina hijo contumaz (Deuteronomio 21:18-21).

Teniendo en cuenta este contexto, el pasaje que estamos considerando nos trae un tema muy difícil de entender y de explicar: el maltrato recibido por Ishmael en la casa de su padre Abraham. Este texto nos presenta una anomalía llena de interrogantes ya que encontramos que Sara exige que Abraham arroje a Hagar e Ishmael del ámbito de su hogar.

Aunque Sara se refiere a Ishmael como “el hijo de esta sierva “, no puede haber duda de que Ishmael era considerado por todos, y aún por ella, un hijo legal de Abraham, como se evidencia en los siguientes versos:

Entonces Abraham tomó a su hijo Ishmael
(17:23);

Su hijo Ishmael tenía trece años cuando fue circuncidado en la carne de su prepucio, y así Abraham y su hijo Ishmael fueron circuncidados en aquel mismo día
(17: 25-26)

Así mismo, si analizamos las propias palabras de Sara: “Echad a aquella esclava y a su hijo, porque el hijo de esa sierva no participará en la herencia con mi hijo Itzjak” (21:10), llegamos a la conclusión de que, en su cosmovisión, Ishmael tenía derechos a la herencia de Abraham en virtud de ser su hijo. Nuestro padre Abraham accedió a la demanda de Sara después de que le ordenó que lo hiciera y vemos que el Eterno le prometió que el futuro de Ishmael estaba salvaguardado:

«Entonces Dios dijo a Abraham:
—No te parezca mal lo referente al muchacho ni lo referente a tu sierva. En todo lo que te diga Sara, hazle caso, porque a través de Isaac será contada tu descendencia. Pero también del hijo de la sierva haré una nación, porque es un descendiente tuyo.»

 (versículos 12-13)

Primeramente, nos enfocaremos en las palabras del Eterno que le solicita a Abraham avinu que haga caso a Sara. En el hebreo no está escrito que Abraham solamente tiene que escuchar a Sara, sino “la voz” de Sara. Aquí es usada la palabra kol que significa voz, expresión que se usa para describir una voz profética. Por esto, la expresión hebrea de lo que Abba nuestro dice, literalmente es: “presta atención a la voz profética de Sara”, dándole así a entender a Abraham que la voz de su esposa era en este consejo palabras de Providencia divina. Es decir, que esta palabra no fue inspirada por el yetser hará (inclinación al mal) de Sara, sino por el Espíritu profético que vino sobre ella para prevenir el futuro de destino mesiánico escondido en Itzjak.

Desde esta consideración de lo dicho por el Eterno, la expulsión de Ishmael plantea la siguiente pregunta: ¿cuáles son las razones por las cuales Sara exigió que Ishmael fuera despojado de su condición de hijo y heredero de Abraham? La respuesta a esta cuestión se encuentra en el siguiente relato:

“Sara vio al hijo de Agar la egipcia, que esta le había dado a luz a Abraham, que se burlaba (metzajek) de su hijo Isaac,…”

(Génesis 21:9)

La palabra metzajek puede ser traducida como “jugando” o “divirtiéndose”. Explica Rashi (intérprete póstumo de la Torah) que en este contexto “diversión” puede ser interpretado como alguien entregado a la idolatría, a la lujuria, y al crimen.

Entre las diversas opiniones para encontrar la explicación de esta expulsión, algunos comentaristas dicen que Sara estaba disgustada con la idea que Ishmael, el hijo de su esclava estaba jugando con Itzjak o incluso acercándose a él. Algunos comprenden que Sara, viendo a los hermanos en juego, veía esta situación como un peligro para el estatus de Itzjak como heredero de Abraham.

La palabra metzajek está relacionada con tzejok y por lo tanto se refiere sólo y exclusivamente a la herencia. De la respuesta de la matriarca Sara a Abraham, que este hijo de una esclava no heredará con su hijo, aprendemos que él [Ishmael] no heredará con su hijo Itzjak”.

Esta idea se puede ver en el comentario de Rashbam: “Él había crecido mucho, y ella no quería tenerlo por más, no sea que quiera tomar posesión de la herencia de su padre con Itzjak”. A medida que Ishmael crecía, se convertiría en un rival más difícil para Itzjak y, en última instancia, podría compartir la herencia con Itzjak. Sara decidió que Ishmael tenía que ser despojado inmediatamente del estatus de hijo y heredero.

Otra opinión sostiene que metzajek significa despreciar, burlarse (en nuestras expresiones “hacer bullying”). En otras palabras, Sara vio que Ishmael se burlaba de Itzjak, incluyendo en sus palabras de desprecio los nombres de Abraham o de Sara. Esto ocurrió el día que Itzjak fue destetado, y ella lo vio burlándose de Itzjak o de la gran fiesta que se estaba realizando en honor a esta nueva etapa en la vida de Itzjak. Por ello es que la Escritura dice, “el hijo que Hagar la egipcia había dado a Abraham” e “Ishmael burlándose”.

Otras autoridades de la exégesis de la Instrucción (Torah) como Rabí Akiva, sostienen que metzajek se refiere a relaciones sexuales ilícitas (lujuria) como en la descripción del momento romántico entre Itzjak y Ribka:

 “Y sucedió que después de haber estado allí largo tiempo, Avimelej, rey de los filisteos, miró por una ventana, y he aquí, vio a Isaac acariciando (tsajak) a Rivká su mujer.”

(Génesis 26:8)

Y también lo vemos en el caso de la esposa de Potifar acusando a José:

“… llamó a los sirvientes de su casa y les dijo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que se burle (tsajak) de nosotros; vino a mí para acostarse conmigo, pero yo grité a gran voz… y entonces le contó esa misma historia. Le dijo: El hebreo Esclavo que tú trajiste a nuestra casa vino a mí a flirtear (letzajek bi) conmigo.”

(Génesis 39: 14, 17)

Es decir, que el significado llano demetzajek significa hacer algo prohibido en el ámbito de la conducta sexual. En el hebreo bíblico, el verbo tz-j-k significa tanto reír, bromear, jugar y divertirse, como disfrutar de sí mismo sexualmente. Por extensión, significa ser seductor, atraer a una persona a acciones sexuales que van en contra de la norma aceptada.

Esto estaría indicando que nuestra matriarca Sara vio a Ishmael haciendo algo sexual que aparentemente no era consistente con un comportamiento moral aceptable en la casa de Abraham. La expresión da a entender que observó que Ishmael estaba comportándose de manera vergonzosa, acosando a mujeres casadas del campamento de discípulos y abusando de ellas (aprovechando su condición de heredero de Abraham). En este sentido el uso de la palabra tzejok no se refiere a otra cosa que idolatría, como se dice, “Al día siguiente por la mañana se levantaron y ofrecieron holocaustos y sacrificios de reconciliación. Después el pueblo se sentó a comer y beber, y luego se levantaron a divertirse (Letzajek).” (Shemot7Éxodo 32: 6). Lo que también insinuaría este texto es que Sara observó algunas actitudes malintencionadas de Ishmael al niño Itzjak (¿posible intento de abuso incestuoso?).

Por todo esto, Sara discernió que Ishmael, en lugar de desarrollar amor entre hermanos, estaba despreciando al pequeño, por lo cual comenzó a perseguirlo, tal como el apóstol Pablo lo explica:

“Pero, así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora.”

(Gálatas 4:29)

Esta persecución podía tener un sesgo de mala intención lujuriosa. Por lo tanto, es muy posible que la burla que hizo Ishmael de Itzjak era una mezcla de violencia, sexo e idolatría, los tres pecados cardinales. Sará lo vio y le sentó muy mal. Esa influencia no era buena para su hijo. Además, Itzjak corría el peligro de morir por un “accidente”.

Esta fue la razón de su exigencia inequívoca de que Abraham expulsara a la esclava y a su hijo. La Torah, de hecho, no dice que Sara le dijo a Abraham que había visto a Ishmael haciendo esto, pero podemos razonablemente asumir que ella le dijo a Abraham acerca de esto, porque ella debió haberle dado justificación para exigirle que tomara tan cruel acción contra Ishmael.

Aquí debemos recordar que el Eterno le dio a Abraham el mandamiento de la circuncisión. Este acto quirúrgico, practicado en el miembro viril de los varones descendientes de Abraham, así como toda su casa, esclavos nacidos en el hogar y los comprados de forasteros, tenía la intención de servir como una marca del pacto entre Yahvéh y los hijos de Abraham y los que se unían a ellos. La circuncisión tenía la intención de distinguir de la manera más clara posible entre la descendencia de Abraham y los miembros de otras culturas. La distinción, simbolizada por la eliminación de la carne del prepucio, significaba observar costumbres sexuales diferentes.

El hijo de Abraham Ishmael fue circuncidado a la edad de trece años (Gén. 17:25). Como hijo de Abraham, su conducta sexual tenía que ser completamente diferente de la de los cananeos, sin embargo, Sara lo vio metzajek. Si esta palabra se toma como un eufemismo por un comportamiento sexual inaceptable, podríamos decir que Sara lo vio cometiendo una ofensa muy seria. Ishmael no había cumplido con las reglas de comportamiento que se esperaban de la descendencia de Abraham. A lo mejor Sara le dijo a Abraham lo que había visto e inmediatamente le exigió desterrar a la esclava y su hijo. En la cosmovisión profética de Sara, Ishmael, por su conducta sexual ilícita, había decidido dejar de ser el hijo de Abraham, y ser únicamente sólo “el hijo de esa esclava”.

Sara dijo que Agar e Ishmael debían ser echados. Este mismo verbo, garásh (echar, expulsar, enviar a otra dimensión), se utilizó para describir el momento en que Adam fue expulsado del Gan Edén (3:24), y cuando Caín fue expulsado de la presencia de Yahvéh(4:14). Por lo tanto, lo que había ocurrido en esta familia era algo muy serio que no permitía la benevolencia y el perdón.

Abraham era un hombre amable y generoso; sin embargo, este asunto angustió mucho a Abraham porque se trataba de (Ismael) su propio hijo (21:11).  Abraham se enfrentó a una doble tragedia. Su hijo primogénito había cometido un terrible pecado, y además su esposa había pedido que le diera a Ishmael el castigo más severo que se conoce entre los pueblos del antiguo Cercano Oriente: despojar a un hijo de su condición filial y de su herencia. Mientras pasaba por esta terrible situación.  Fue entonces cuando Yahvéh se le apareció a Abraham y lo consoló instruyéndolo en lo que debía hacer.

Yahvéh dijo:
“…no te angusties por el muchacho ni por la esclava.
Dijo además:
Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.

(Génesis 21:12)

En todas las épocas el mensaje de nuestro Abba a su pueblo ha sido:

“No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí.”
(Juan 14:1 – BTX)

Sin lugar a duda, la presencia de Ishmael en la casa habría hecho extremadamente difícil que se cumplan los propósitos de Yahvéh para Isaac. No había ninguna duda al respecto, Ishmael tenía que irse. Ser discípulo implica siempre soportar el rigor de la disciplina, ya que esta es siempre necesaria para la bendición espiritual. Yahvéh estaba tomando los hilos enredados de la vida de Abraham, tejiéndolos en Su propio patrón divino, y guiando todo para bien del propósito eterno: el Mesías entre los hombres.

¡Maravillosa dicha tenemos al confiar en “la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios” (Romanos 11:33)!

«¡Esposa Mía!… ¡Dí que eres mi Hermana!» (Historia de Abimelec y Abraham)

El vecindario había recibido un fuerte juicio divino, eso causaba disgusto en la mente de Abraham avinu. Ahora, quizá, ya no quería vivir en las montañas viendo la región destruida, y estar recordando a las personas y el juicio hecho sobre ellos. El Midrash cuenta que los rumores del incesto de Lot también le afectaban por ser su pariente y ya no quería estar cerca de allí. A eso se sumaba la necesidad de buscar mejores pastos para el rebaño. Lo cierto es que nuestro padre se vio obligado a salir del distrito de Mamré, y viajar en dirección sudeste hasta la región del desierto de Negev.  Allí se estableció entre Cades y Sur.

Durante un tiempo se quedó en Gerar, la ciudad capital de la tierra dominada por los filisteos, cerca de la frontera con Egipto. Esta era una ciudad próspera, según lo revelado por las excavaciones arqueológicas allí. Evidentemente Abraham estableció aquí algún tipo de negocio nuevo, ya que la ciudad controlaba una ruta lucrativa. Todo tipo de caravanas pasaban por esta ciudad y Abraham, que ya era un rico y poderoso líder que gozaba con gran fama en aquellas regiones.

En aquel tiempo, Abimelec, rey de Gerar, gobernó la tierra de los filisteos, que eran los descendientes de Cam (10:14). La palabra Abimelec (que significa «mi dios es rey») no es un nombre propio, puede haber sido un cognomento o título de reyes filisteos de Gerar, al igual que el término faraón no fue un nombre propio, solo el título (o cognomento) del rey de Egipto.

Cuando Abraham entró en la tierra, sabía poco sobre las personas que vivían allí, pero no pasó mucho tiempo hasta darse cuenta de que eran un montón de impíos. Los viejos temores que había experimentado en Egipto volvieron repentinamente.

Por eso, una vez más, acordaron que Sara pasaría por su hermana, en lugar de su esposa, por una razón diferente a la de antes. Esta vez, la preocupación de Abraham no radicaba en el hecho que Sara parecía una hermosa joven a los noventa años. Podemos suponer que aún a esa edad conservaba una belleza especial. Ella, hasta cierto punto había sido milagrosamente rejuvenecida físicamente, para concebir, dar a luz, y dar de pecho a Isaac, y es posible que esto también se haya manifestado en una renovación de su hermosura. Pero lo que es más importante esta vez es que estaba conectada a uno de los hombres más ricos y con más influencia de aquella región.

Para un reyezuelo como Abimelec, la amistad comercial con un jeque poderoso de la categoría de Abraham no era cosa despreciable, y para fortalecer esta relación económica podía bien servir el matrimonio con su hermana. En la perspectiva de Abimelec esto tenía un valor político incalculable, ya que Abraham era poderoso y rico. El rey ya tenía un harén y, como era costumbre en aquellos tiempos, los reyes tenían derecho a tomar a cualquier mujer que eligiesen para sus harenes, ya fuera por motivo sexual o político. Por esto, mandó llamar a Sara y la tomó por esposa.

Esta es la misma mentira que Abraham usó en Egipto (Génesis 12:10-13). Esto nos muestra que es bastante fácil deslizarse y regresar a hábitos pecaminosos. Abraham tropieza en la misma piedra de antes, aunque ahora encontrara otro motivo para justificar la repetición del error. Una vez más, en vez de confiar que Yahvéh mantendría su familia juntos, el hizo su propio plan para hacerlo. Otra vez, su estrategia fallaría completamente.

Esto nos enseña que la edad no nos hace perfectos automáticamente. A menos, de que estemos sometidos al Espíritu de Yahvéh, se repetirán los mismos patrones de pecado en nuestra vejez que tuvimos en nuestra juventud.

Cientos de veces en las Sagradas Escrituras se nos dice que no permitamos que miedo paralizador nos domine. Pero, ¿cómo podemos evitarlo? Si alguien a quien amamos está en peligro, si horribles posibilidades de inseguridad constantemente se presentan, ¿qué vamos a hacer? El rey David nos da la respuesta: “…el día en que temo, yo confío en ti.” (Salmo 56:3). Él mensaje, en un solo versículo, revela dos poderes humanos en conflicto: emoción y voluntad. David es un adorador que es consciente de la realidad. No niega el sentimiento, pero él no permite que este rija y manipule su vida. No deja que el sentimiento negativo del miedo paralizador drene la energía que Yahvéh da a su obra. Él describe la lucha cotidiana de todo creyente: siente una cosa y hace otra. Pero el rey David conoce y se aplica el antídoto. Sabe que la mejor manera de hacerlo es simplemente ofrecerle al Eterno cada temor cuando viene, y orar por la gracia de seguir haciendo pacíficamente la obra que Él nos ha dado a realizar dentro de su propósito.

Repitiendo este pecado, Abraham puso en peligro el nacimiento de Isaac. Pero Yahvéh no fue sorprendido con la guardia baja, Él nunca es sorprendido. Independientemente del pecado de Abraham, el Eterno no permitiría que Su pacto de sangre con Abraham se rompiera. Debido a que el Pacto de sangre es incondicional, y aunque era Abraham quien pecó, aun así, Yahvéh todavía intervino en su favor.

Vimos como Yahvéh había hecho saber a Faraón quién era Sarai realmente enviando plagas. En este relato, Yahvéh se revela directamente a un rey pagano en un sueño. Esta es la primera de cuatro veces en que un desconocido recibe la revelación de Dios en un sueño (31:24, 40:5 y 41:1). Antes que Abimelec tocara a Sara, “…aquella noche Dios se le apareció a Abimélec en sueños y le dijo: Puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, porque ella es casada. Además, YHVH había hecho que todas las mujeres en la casa de Abimélec quedaran estériles” (20:18). Aquí es visto otra vez el aspecto de las maldiciones del Pacto de Abraham (12:3).

Puede ser que esto parezca drástico, pero había mucho en riesgo si todo esto continuaba hacia adelante.

Supongamos que Abimelec hubiera tomado a Sara y el Eterno no hubiera intervenido. Las simientes de dos diferentes personas hubieran estado a la puerta del vientre de Sara, y hasta el día de hoy habría una sombra de duda acerca del linaje de nuestro Señor de nuestro Señor. A pesar de la falla de Abraham de realmente confiar en Yahvéh en esta situación, Dios no lo iba a abandonar. Él no dejaría que Abimelec tocara a Sara. De aquel vientre saldría el hijo de la promesa, de quien eventualmente vendría el Mesías de Yahvéh. El Eterno no dejaría esto en las manos del hombre.

Abimélec se defiende diciendo que, como Abraham me dijo que ella era su hermana, y ella lo había confirmado, él hizo todo de buena fe y sin mala intención (20:5). Él se defiende diciendo que tanto su actitud interna como sus acciones exteriores han sido irreprochables. El rey dijo haber actuado con la conciencia tranquila. En otras palabras, no había ninguna intención de pecar contra Abraham o Yahvéh, y tenía las manos limpias. Él no la había tocado y por lo tanto no había cometido ningún pecado sexual. Entonces el Eterno respondió.

Un día o dos más tarde, Elohim le dijo en un segundo sueño: “Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases”. (20:6). Si el hijo de la promesa naciera, tendría que ocurrir por la gracia de Yahvéh. En última instancia, todo pecado es contra Dios. El rey David tomó a Betsabé y la dejó embarazada, mató a su marido y otros soldados, y deshonró a la nación y al puesto del rey. Pero cuando se arrepintió ante Dios, dijo: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Salmo 51: 4a). ¿El pecó contra Betsabé, Urías, los soldados y la nación? Por supuesto que sí. Pero él se siente abrumado por el hecho de que su verdadero pecado fue en última instancia contra Dios.

Entonces Dios instruyó a Abimelec: “Pero ahora devuelve esa mujer a su esposo, porque él es profeta y va a interceder por ti para que vivas. Si no lo haces, ten por seguro que morirás junto con todos los tuyos” (20:7). Este es la primera vez que se usa la palabra profeta (navî) en el Tanak. La expresión navî señala a un tipo de varón que tiene relaciones privilegiadas con el Eterno, y que hacen de él una persona inviolable. En este sentido el salmista escribirá así refiriéndose a este momento en la vida de Abraham:

 

“El no permitió que nadie los oprimiera,

y por amor a ellos reprendió a reyes, diciendo:

No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas.”

(Salmo 105:15)

 

En este pasaje del texto vemos que una de las tareas más importantes de un profeta es la intercesión por los necesitados (cf. Job 42:10; Deut. 34: 10; Nm. 11: 2; 21:7).

Abraham fue un profeta, porque recibió la revelación de Yahvéh. A pesar del propio pecado de Abraham, su posición delante de Yahvéh sigue siendo la misma. Avraham tenía que orar por un pueblo y un rey que había secuestrado a su esposa.

En la madrugada del día siguiente, Abimelec se levantó y llamó a todos sus servidores para contarles en detalle lo que había ocurrido, y un gran temor se apoderó de ellos (20:8). Vemos que Abimelec tomó al Eterno muy en serio expresando una actitud de arrepentimiento que lo condujo a confesar la reprensión de Yahvéh ante su clan. El rey da razones de todas las palabras (divinas) a su pueblo. Él sabe, y así lo reconoce públicamente, que como líder sus acciones traerían repercusión para bien o para mal. Él sabe, como buen líder, que todo pecado tiene responsabilidades sociales. Notamos aquí cómo la preocupación de Abraham que no había temor de Dios en Gerar ahora había desaparecido, porque se produjo gran temor cuando el rey les informó de su sueño.

Entonces Abimelec llamó a Abraham para reunirse con él y enfrentarlo con su grave pecado. Abimelec se defiende. Abraham es responsable y Abimelec se lo echa en cara y, algo más, le pide una explicación, un desagravio. Ante la ofensa, el ser humano no debe quedarse siempre callado. Sería cooperar con el agresor.

Abimelec regresa a Sara. No despide a Abraham, como lo había hecho el faraón de Egipto (12: 19-20), sino que lo invita a quedarse. Lo invita a cohabitar con ellos. Para él esto es posible. Además, le dice a Sara: “Fíjate, doy a tu hermano mil siclos de plata” (20: 16). Esto era una suma enorme si consideramos que la dote de matrimonio era de cincuenta siclos (Dt. 22:29). Abraham notaría ciertamente ese “hermano” dicho irónicamente por Abimelec. El rey se preocupa de que la honra de Sara no quede comprometida. La palabra antigua del hebreo para vindicada es “yakaj”, y conlleva la idea de “poner bien” así que, es posible que Sara fue “puesta bien”, es decir, que los ojos de los conocidos de Sara estarían ciegos a lo que pasó y por lo tanto no la criticarían.

La primera consecuencia es el dar cuenta, el comunicar, el decir las cosas que interesan al pueblo, tal cual son. El individualismo, una enfermedad de nuestro siglo, se ha apoderado de nuestra mente y actividad. Hemos privatizado también al pecado. Todo pecado tiene una carga social. No vivimos solos en el mundo. No hay un Dios particular.

Entonces, Abraham finalmente obra como profeta intercediendo por Abimelec (20: 17). Abraham fue el que mintió; sin embargo, tomó su oración para eliminar la maldición. El aspecto de la bendición y la maldición de la sangre del Pacto que el Eterno tuvo con Abraham, seguía en vigor a pesar de su desobediencia. Esa es la naturaleza de un pacto incondicional.

A pesar de que él era culpable, la oración de Abraham fue eficaz, y Yahvéh sanó a Abimélec permitiendo que su esposa y sus siervas volvieran a tener hijos (20:17). Evidentemente una plaga había caído sobre la casa de Abimelec, que consistía en una enfermedad que provocó la esterilidad. “Porque YHVH había cerrado toda matriz de la casa de Abimelec por el asunto de Sara, mujer de Abraham” (20:18 BTX). Una vez más se cumplió la promesa que el Eterno había dado cuando lo llamó: «Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan» (12:3).

Cuando Abimélec, rey de Gerar, mandó llamar a Sara y la tomó por esposa y la recibió en su harén, su acción podría haber dado lugar a que Isaac no hubiera nacido. Evidentemente, Satanás estaba haciendo todo lo que podía para evitar que la Simiente de la mujer se manifestara en la Tierra y fuera a la cruz para pisarle la cabez (3:15). Si Isaac no nacía, Jacob no nacería. Si Jacob no nacía, Judá no tendría existencia. Y si no hubiera nacido Judá, el Mesías no habría nacido. Sin embargo, Yahvéh está en control de todo, por lo que el principio de maldición por maldición visitó a Abimelec y a su casa para llamar su atención, y conocer así al propósito eterno de Dios. El castigo mostró con claridad que Abraham estaba en alianza con Yahvéh, el Dios todopoderoso (El Elyon). Este incidente produjo que Abimelec, respectara y temiera al Dios de Abraham.

El resultado final de esta experiencia desagradable fue que Abraham aceptó que “a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan para bien, a los que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28 BTX). Nunca más volvería a cuestionar a Yahvéh.

Bitácora Relacionada:

Temor de Dios: El Arma Perfecta que Frena el Pecado

Cuando Abraham trabajó como Abogado de Sodoma

Por P.A. David Nesher

“Y Avraham se acercó, y dijo:
¿En verdad destruirás al justo junto con el impío?…
No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez.”

(Génesis 18: 23, 32)

Transcurrida la primera etapa de esta aparición profética y culminando con la nueva del nacimiento de un hijo de Abraham y Saráh, los varones que Abraham avinu hospedó, giran y cambian de dirección y de función, apuntando hacia Sedom (Sodoma) y Amorá (Gomorra), que serán destruidas.

El Eterno, debido al Bein HaBetarim (traducido como Pacto de las Mitades) que estableció con Abraham avinu, consideró este su amigo así que no le ocultaría nada. Pero primero Él reforzó su promesa en Abraham de hacerle padre de una gran nación si él guardaba el camino revelado en Su Instrucción (Torah), y se la transmitía a sus generaciones (Gn. 18: 17-19). 

Entendemos que Abraham amaba a Yahvéh, y la norma es que el que ama devela sus cosas ocultas a la persona a quien ama. Por ello el Eterno develará sus propósitos de juicio a Abraham en esta oportunidad.

Así pues, Yahvéh compartió con Abraham Su Intención de ir a supervisar a Sedom (Sodoma), Amorá (Gomorra) y las ciudades aliadas. El Eterno revela además su propósito de juicio contra dichas ciudades por la extrema pecaminosidad de sus habitantes. 

Esta decisión del Altísimo de revelarle a su amigo Abraham lo que tenía pensado hacer es fundamental, ya que indica su fidelidad de hacer posible la comunión del ser humano con Su Presencia. 

Abraham aparece aquí en toda su dimensión de profeta, compartiendo el conocimiento previo de la futura acción de Dios en cuanto a Sodoma y Gomorra se refiere. Desde este hecho en adelante, Yahvéh determina no hacer nada sin revelar a Su Pueblo, a través de sus profetas lo que Él ha de realizar en la historia humana (Amós 3: 7).

Desde aquí, y gracias a esta actitud virtuosa de Abraham, la nación de Israel (su descendencia) fue escogida como recipiente de la revelación de Dios y depositaria de las Sagradas Escrituras (Rom. 3: 1-2).

Interesante es destacar que antes de la ejecución del juicio, el Eterno decide comprobar personalmente la realidad del pecado, ofreciendo una último oportunidad a estas ciudades impenitentes.  Pero el mensaje de vida antecede al mensaje de destrucción. Hay una esperanza todavía, pues “Abraham iba con ellos, para despedirlos«, expresión que en sus códigos hebreos da a entender que nuestro padre iba con ellos para empezar a introducirse en su nueva función de “padre de multitud de gentes” que también abarca, por supuesto, a los habitantes de las ciudades arriba mencionadas, aunque sean perversas.

Y entonces dice Yahvéh a Abraham:

» El clamor de Sodoma y Gomorra ciertamente es grande, y su pecado es sumamente grave. Descenderé ahora y veré si han hecho en todo conforme a su clamor, el cual ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré.»(Génesis 18: 20-21)

Este versículo es objeto de una profunda controversia entre los exégetas tradicionales del TaNaK (llamado en la teología Antiguo Testamento), ya que el versículo aparentemente reflejaría una limitación de la Omnisciencia Divina, cosa que nuestra fe rechaza por completo.

El sabio médico y filósofo judío Maimónides lo resuelve diciendo:

“El Santo, Bendito Él conoce Su verdad, tal como ella es, y no la conoce por medio de un conocimiento externo a Él, como en nuestro caso.’ ya que nosotros y nuestro conocimiento no somos uno”

(Mishné Toráh — Libro del Conocimiento — Hilijot Iesodé Toráh Cap. II Halajáh 10).

El comentarista Abarbanel sostiene que cuando el verbo ירד — descender — es usado en el TaNaK referido a el Eterno, debe ser entendido en una de estas cuatro acepciones:

  • Revelación de la Divinidad,
  • La Providencia Divina manifestándose en una tierra que no es consagrada a Él.
  • Cuando Yahvéh se relaciona con el ser humano a través de la profecía descendiendo el Verbo Divino hasta niveles de percepción humana.
  • Cuando el Eterno desciende para retribuir al hombre por sus acciones, con Su justicia.

Lo común a estas cuatro acepciones es, en palabras de Maimónides, “…el descenso del Pensamiento Divino hasta el hombre finito y limitado.”

En el caso de Sodoma y Gomorra, Yahvéh desciende para retribuir a sus habitantes de acuerdo a sus acciones y Él no necesita “inquirir e investigar” aun cuando la Toráh habla en términos inteligibles para el ser humano.

Abraham es informado para que su corazón de intercesor pueda empezar a realizar la misión de mediación.

Abraham permaneció ante el Eterno mientras los dos ángeles seguían su camino. Entones nuestro padre comenzó a rogar por amor de cualquiera que fuese justo, y residiese en alguna de estas ciudades. Él le recordó a Yahvéh su carácter justo para juzgar con imparcialidad.

 «Y Abraham se acercó, y dijo:
¿En verdad destruirás al justo junto con el impío?»
(Génesis 18: 23)

Nos encontramos aquí con la primera oración de intercesión clara que nos ofrece las Sagradas Escrituras, pero al mismo tiempo es tal vez la oración de mayor confianza que un intercesor humano dirige a Dios en la historia de la intercesión. 

Abraham estaba pensando en su sobrino Lot quien estaba viviendo en Sodoma. Abraham rogó al Eterno para salvar las ciudades por amor de cincuenta, cuarenta y cinco, cuarenta, treinta, veinte y diez personas justas. Yahvéh estaba agradado con la oración intercesora de Abraham y luego salvaría a Lot de la destrucción (19:29).

La palabra hebrea traducida como “se acercó” en hebreo es vayigash. Esta palabra es usada en tres sentidos:

  • · Guerrear, (cf. 2 Samuel 10:13).
  • · Humillarse, (cf. Génesis 44:18).
  • · Interceder, (cf. 1 Reyes 18:36).

Con todas estas intenciones Avraham se acercó al Eterno. Por ello el intérprete Abarbanel dijo:

«Abraham se acerca para luchar y orar por los habitantes de las ciudades perversas».

Abraham deberá sobreponerse y vencer su propia resistencia en cada frase de su oración. El inicia sus palabras no menos de seis veces, cautelosamente, preparando el próximo paso. Si su oración va a ser rechazada, él no quiere exponerse a ello prematuramente, y él también sabrá detenerse en el momento correcto. 

En los versículos 23-26 hay un desafío del Eterno, en los versículos 27-29 hay humillación y en los versículos 30-32 predomina la intercesión.

Abraham expresa dos ideas:

A) El justo, que seguramente debe existir en cada pueblo, no tiene que ser destruido junto con el impío. Esto es incompatible con la rectitud del Juez del Universo.
B) La existencia de un número determinado de hombres justos debe ser una razón para merecer la Misericordia Divina. Pero entiéndase bien, Abraham no intercede en favor de los impíos, como generalmente se cree. La justicia exige el castigo del culpable; así como la absolución del inocente.

Abraham empieza a hablar desde el sentido común y la razón. Ambos son dones que Yahvéh nos ha concedido para que los usemos. Él empieza a hablar a Yahvéh del mismo modo que hablaría un abogado ante un juez de la tierra. 

Con palabras llenas de una gran valentía, Abraham plantea a Yahvéh la necesidad de evitar la justicia sumaria: si la ciudad es culpable, es justo condenar el crimen e infligir la pena, pero (afirma nuestro padre en la fe) sería injusto castigar de modo indiscriminado a todos los habitantes. Si en la ciudad hay justos, estos no pueden ser tratados como culpables. Yahvéh, que es un juez justo, no puede actuar así, dice Abraham, justamente, al Eterno Dios.

La opinión de los exégetas es que Abraham en un acto de osadía no entiende la Justicia Divina y la invoca con vehemencia. Pero su sorpresa será grande cuando como respuesta a este pedido de justicia, el Eterno contesta no sólo con justicia sino con misericordia:

Entonces el Eterno dijo:
Si hallo en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a toda la región por consideración a ellos.” (versículo 26)

La expresión tzadikim, traducido aquí por justos, quiere decir que si son temerosos de Dios en público. Como dice el profeta:

Deambulad por las calles de Ierushalaim y ved y conoced y buscad en sus calles; si habréis de encontrar hombre, si hay quien haga justicia, quien busca la fe, (entonces) Yo la perdonaré
(Jeremías 5:1). 

El hombre justo debe serlo especialmente en público. Los justos ocultos no salvan a la humanidad, según lo revelan las Sagradas Escrituras. Su influencia es beneficiosa cuando es ejercida. La ciudad que no permite a sus justos actuar en público y los obliga a una auto-reclusión no tiene derecho a ser salvada.

Deduzcamos, pues, que todo el ímpetu de la intervención de Abraham, si bien acompañado de reverencia y de profunda sumisión, terminará en el silencio de Abraham, y con sus argumentos de pedido de Justicia Divina, perdiendo significado ante la misericordiosa respuesta por parte del Eterno.

Después del silencio absoluto de Abraham y de la falta de recursos convincentes para sí mismo y sólo después de ésto, se interrumpe la revelación profética de Yahvéh para con él.

Qué grande y qué sublime la idea expresada por el pasuk (versículo):

Y el Señor se fue tan pronto como acabó de hablar con Abraham; y Abraham volvió a su lugar.”
(vers. 33)

En palabras de Rashí leemos esta explicación:

“Una vez que se hubo sumido en silencio el defensor, el Juez se retiró.”

El Eterno hizo cambiar a Abraham en su cosmovisión. El patriarca sabia que el Eterno es Justo y que castiga el pecado, pero quizás dudó de su misericordia. Parece ser que Abraham estaba probando al Eterno para saber lo misericordioso que era. Aquella conversación con Yahvéh lo convenció que era a la vez perfectamente Justo y riquísimo en misericordia (Jesed y Guevurá en equilibrio).

Esto muestra que la oración intercesora es el medio por el cual el ser humano escogido por el Eterno puede comprender mejor la voluntad divina que siempre es buena, agradable y perfecta.

Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿por qué permitió Yahvéh que Abraham cuestionara su justicia e intercediera por una ciudad malvada?

Bien, Abraham sabía que Yahvéh debía castigar el pecado, pero también conocía por experiencia propia que el Eterno es misericordioso con los pecadores. Yahvéh sabía que ni siquiera había diez hombre justo en la ciudad; sin embargo fue tan misericordioso, que envió a sus mensajeros para que los recibieran con hospitalidad, y además permitió que Abraham, su amigo, intercediera por estas ciudades. El Eterno no se goza en destruir a los malvados, pero sí o sí debe castigar las obras del pecado.

Una pregunta crucial: ¿Por qué Avraham no bajó más el número de su intercesión?

El texto en sí no explica por qué Abraham se detuvo en diez.

Leyendo el Midrash me encontré con la explicación de que, como el Eterno no salvó la generación del diluvio por causa de ocho personas justas, no valdría la pena intentar bajar más.

Lo cierto es que en las Sagradas Escrituras el número diez representa la totalidad. En el primer capítulo del libro de Bereshit (Génesis) aparece la frase dijo Dios repetida diez veces, en relación con la creación de todo. Diez justos representarían toda la ciudad de Sedom. Diez mandamientos representan toda la Torah. Diez espías representaban todo el pueblo en su actitud negativa e incrédula. El diezmo representa todos los ingresos etc.

En la cultura hebrea se necesita diez varones justos que amen la Torah para poder constituir un minyán, es decir, número que indica un núcleo comunitario mínimo para una asamblea legal representativa para todo Israel. Es el quórum necesario, tanto para la oración en la sinagoga, como para ciertos trámites legales.  En esta tierra diez justos se considera el número necesario para contar con el respaldo de Yahvéh. De todas maneras, se trata de un número escaso, una pequeña partícula de bien para salvar un gran mal. Pero ni siquiera diez justos se encontraban en Sodoma y Gomorra, y las ciudades fueron destruidas.

La oración intercesora de Abraham servirá para finalmente demostrar que esta destrucción es necesaria. La oración intercesora de Abraham ha revelado la voluntad salvífica de Yahvéh. El Señor siempre estuvo dispuesto a perdonar, deseaba hacerlo, pero las ciudades estaban neciamente encerradas en un mal total y paralizante. Ellas ni siquiera valoraron la presencia de unos pocos justos residiendo en medio de ellas, de los cuales  se lograría la transformación del mal en bien. Porque es este precisamente el camino de salvación que también Abraham pedía: ser salvados no quiere decir simplemente escapar del castigo, sino ser liberados del mal que hay en nosotros. En el propósito eterno de Dios, no es el castigo el que debe ser eliminado, sino el pecado. Es necesario acabar con ese rechazo al Eterno y Su Torah (Instrucción de amor perfecto), que ya lleva en sí mismo el castigo. Con el tiempo, el profeta Jeremías dirá al pueblo rebelde:

«En tu maldad encontrarás el castigo, tu propia apostasía te escarmentará. Aprende que es amargo y doloroso abandonar al Señor, tu Dios»
(Jeremías2: 19)

Los justos son necesarios dentro de las ciudades. Por ello, es que Abraham repite continuamente: «…quizás allí se encuentren…». Ese «allí» es dentro de la realidad enferma donde tiene que estar ese germen de justicia que puede sanar y devolver la vida y el bien a un territorio.

Son palabras que hoy también nos hablan a cada uno de nosotros. Nuestro Abba necesita que en nuestras ciudades post-modernas haya un germen de justicia mesiánica; Él anhela que sus hijos primogénitos hagan todo lo necesario para que no sean sólo diez justos.

Abba nuestro desea realmente que nuestras ciudades vivan y se salven de esta amargura interior que late en el corazón de sus masas, y que en las Sagradas Escrituras se denomina ausencia de Dios. De esta tristeza y amargura quiere Yahvéh salvar al ser humano, liberándolo del pecado. Por eso, es necesaria una transformación desde el interior, un inicio desde el cual partir para transformar el mal en bien, el temor paralizante en amor perfecto, la venganza en perdón.


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Bein Habetarim: Las Dos Mitades de Dios… (Pacto con Abrahán)

Por P.A. David Nesher

 

“Y le dijo: Yo soy Yahvéh que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra para que la poseas.
Y él le dijo: Oh Señor Eterno, ¿cómo puedo saber que la poseeré?
Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino.
Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves.
Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba.»

(Génesis 15: 9-11)

Al comenzar este estudio diré que nos sumergiremos en la investigación de los códigos que conforman un pacto que confirma la perpetuidad de la promesa de la tierra para los descendientes de Avram. Notamos que, por medio de este Bein HaBetarim (traducido al español: Pacto de las Dos Mitades), la promesa de la Tierra de Kenaan para la descendencia singular de Avram es reforzada por el Eterno por medio de un pacto que erradicará toda duda en el alma del patriarca. El Midrash para explicar esto dice:

La razón por la cual Avram buscó una señal fue el temor que su descendencia pecara y HaShem no les permitiera seguir viviendo en Tierra Sagrada. HaShem le aseguró a Avram – “Aún si pecaran, he preparado un medio para perdonarlos, las korbanot (sacrificios)”. Entonces le demostró a Avram la naturaleza de las futuras korbanot, mediante la preparación de tres bueyes, tres chivos, tres carneros, una paloma y una tórtola en representación de varias ofrendas.«

El intérprete Rashí, en base a esto, dice: 

Tres becerras (bueyes) constituyen una alusión a tres novillos: al novillo ofrecido en el día de la expiación (Yom Kippur), al novillo de la comunidad a causa de un asunto oculto  por parte del Sanedrín (Lev. 4:13), y a la becerra desnucada (Deut. 21:1).
Tres cabras en alusión al macho cabrío cuyo servicio era realizado en el interior (Lev. 16:9-15), a los machos cabríos de las ofrendas adicionales (musaf) de las festividades (Núm. 28:22), y al macho cabrío en ofrenda de un pecado (jatat) de un individuo (Lev. 4:32).
Tres carneros en alusión a la ofrenda de culpa certera (asham vadai) (Lev. 5:15, 25; 14:12; 19:21; Núm. 6:12), a la ofrenda de culpa dudosa (asham talui) (Lev. 5:17-19), y a la oveja en ofrenda de pecado (jatat) de un individuo (Lev. 27:35).”

Claro que al leer nosotros el versículo 9 desde una mente postmoderna occidental, la imaginación se enciende más allá de lo real. Entonces nuestros pensamientos son tentados a ver más bien una especie de lista de compras de un hechicero afro-brasileño, en vez de elementos rituales que el verdadero Dios necesita en verdad. ¿Acaso Yahvéh va a cocinar una poción extraña que le quitará todas las deudas a Abram?

Más allá de lo que nosotros podamos imaginar o no, lo bueno es que Abram sí captó la intención del pedido. Él entendió que Yahvéh le estaba diciendo que preparara los elementos necesario de un contrato o alianza para que Él pudiera firmarlo. En aquellos días, y por aquellas regiones, los contratos se hacían partiendo sacrificios animales y poniendo los cadáveres partidos en el suelo. Después ambas participantes del pacto caminaban juntas entre las mitades de los animales, repitiendo los términos del contrato que recibía el nombre de pacto.

Ya he enseñado que un pacto es un acuerdo entre dos partes. Esencialmente un pacto es una alianza permanente entre dos partes, que sella una amistad tan cercana que son como un solo cuerpo, y cada uno es tan responsable del otro como de si mismo.

Según las Sagradas Escrituras existen dos tipos básicos de pactos: el condicional y el incondicional. Un pacto condicional o bilateral es un acuerdo obligatorio para ambas partes para su cumplimiento. Ambas partes se comprometen a cumplir ciertas condiciones. Si alguna de las partes no cumple con sus responsabilidades, el pacto se rompe y ninguna de las partes tiene que cumplir las expectativas del pacto. Un pacto incondicional o unilateral, es un acuerdo entre dos partes, pero solamente una de ellas tiene que hacer algo. No se requiere nada de la otra parte.

El pacto abrahámico es un pacto incondicional o unilateral. Por medio de él, Yahvéh, nuestro Dios, hizo promesas a Avraham avinu que no requerían que el patriarca hiciera algo. Pero, a fin de comprender la profundidad de esto, veamos los detalles de este pacto contados en el relato bíblico, y consideremos los códigos lumínicos que vibran proféticamente en él.

En la antigüedad, y especialmente en el oriente, los pactos se hacían con una ceremonia que consistía en los siguientes detalles:

Se mataban animales, partiéndolos a la mitad, desde la cabeza hasta la cola. Este corte dejaba un charco de sangre entre las dos partes. En la ceremonia del pacto, los participantes debían caminar en medio de las partes de los animales, manchando sus vestiduras con la sangre del sacrificio.

Luego de pasar una y otra vez entre las mitades, decían: “¡Que así me sea hecho, si no cumplo con mi parte del pacto!”.

Con estas características rituales, los pactos eran considerados compromisos jurídicos muy serios, se los consideraba un compromiso de vida o muerte, y para siempre. Utilizando esta costumbre, el Eterno quería asegurarle a Avram que su promesa era muy seria, y por eso lo llevó a hacer este tipo de alianza. A esta clase de pacto se lo conocía con el nombre de Bein Habetarim (Pacto de las mitades).

El cortar en dos partes un animal simbolizaba el hecho de que una enfermedad o lesión no solo afecta una parte sino a ambas, y la separación de ambas partes implica la muerte; de manera que los que pactan, se comprometen si fuese necesario a arriesgarse a si mismos con tal de librar al otro de cualquier peligro. Y sobre todo de evitar a toda costa la separación que seria como matar el cuerpo. Este pacto conducía a las partes a mostrar que se comprometían a que no existiera división, sino que lo que había sido partido sería considerado como una unidad perfecta entre ellos. 

Por ello, este tipo de pacto exigía tal intimidad entre las partes firmantes que todo el tiempo se veían obligados a buscarse y comulgar para compartir sus pensamientos, evitando así esconder información que pueda afectar la integridad del otro. Es por eso que incluso el Eterno más adelante le revela a Abraham lo que su descendencia sufriría antes de recibir la promesa. De igual modo el Eterno considerará oportuno contarle a Abraham su decisión de traer juicio destructor sobre la alianza de Sodoma y Gomorra.

Pero, al leer con mucha atención este texto, nos encontramos que al principio de este pacto no pasó ninguna parte del compromiso entre los sacrificios partidos. Durante todo el día, según parecía a Abram, estuvo él sentado mirando solitario, sólo ahuyentaba las aves de rapiña que acudían sobre los cuerpos muertos. Esto es lo que parecía al ojo del sentido común de nuestro padre en la fe. Ahora bien, tras la caída del sol, un sueño profundo y un terror de la gran oscuridad sobrecogieron a Abram. Es entonces cuando el Espíritu de la Profecía, que es el testimonio de Yeshúa, comenzó a realizar su magisterio en el alma de Avraham avinu.

La edad de cada animal sacrificado, el largo día de soledad, las aves de rapiña que descendían y el terror que le vino con la noche, todo se aplicaba a lo que Yahvéh le iba a predecir: que durante tres generaciones la descendencia de Abram sería afligida en Mitzrayim (Egipto); pero en la cuarta , cuando la medida de la iniquidad de los habitantes de momento de Canaán alcanzar su plenitud, volverían y entraría en la posesión  prometida de la tierra. En cuanto a Avram, iría «a sus padres en paz«.

Entonces fue cuando se realizó el pacto; no como de costumbre, pasando ambas partes entre el sacrificio partido, sino solo haciéndolo Yahvéh, porque el pacto era el de la gracia, en el el cual una sola parte (el Eterno) tomaba todas las obligaciones mientras la otra recibía todos los beneficios.

Yahvéh, para firmar este pacto, se representa a sí mismo con dos emblemas: Un horno humeando, y una antorcha de fuego. Los invito a analizar lo que simboliza cada uno de ellos:

  1. El horno humeando nos hace recordar la columna de nube que representa la presencia de Dios (Éxodo 13:21-22), el humo en monte Sinaí (Éxodo 19:18), y las nubes de la gloria Shekiná de Dios (1 Reyes 8:10-12).
  2. La antorcha de fuego nos hace recordar la columna de fuego que representa la presencia de Dios (Éxodo 13:21-22), nos hace recordar la zarza que quemaba sin consumirse, que demostraba la presencia de Dios ante Moisés (Éxodo 3:4), y nos hace recordar el fuego del cielo que, a veces, consumía holocaustos que agradaron a Dios (1 Reyes 18:38, 1 Crónicas 21:26, 2 Crónicas 7:1).

Por primera vez vio Abram el horno humeando y la antorcha de fuego que pasaban entre las mitades partidas; el resplandor divino envuelto en un nube, del mismo modo que lo vio Moshé en la zarza, y los hijos de Israel en su paso por el desierto, y tal cual como permanecería posteriormente en el santuario sobre el propiciatorio, y entre los querubines.

Todo los detalles de este pacto nos permite entender las razones que hicieron que Avraham fuera único para Yahvéh. Nuestro padre en la fe no sólo reconoció a Yahvéh, como único y verdadero Dios, sino que también entendió que esa verdad debía afectar a todo el mundo por medio de sus generaciones.

Para Avram la revelación celestial era bien clara: Yahvéh creó a la humanidad para que ésta tenga una relación especial de filiación con Él. Si el ser humano ignora al Eterno, se genera un defecto en el universo.

Entonces, Avraham salió y le enseñó a la gente sobre la existencia del Dios Ejad (Uno y Único). Por ello, erigió su tienda en medio de un cruce de las «autopistas internacionales» de aquellos días para que todo el que viajara entre esas dos ciudades pasara por ella, y entonces Avraham le enseñaba.

Después de esta experiencia mística, Avraham no se veía como un individuo que trataba de mejorarse a sí mismo, viviendo placenteramente una espiritualidad personal. Por el contrario, él se sabia el progenitor de un movimiento evangelizador que hará que la existencia del Eterno fuera absolutamente clara en cada detalle de la historia humana.

Entonces, notamos que cuando Avraham se expandió más allá de su ser, Yahvéh actuó de forma recíproca. El Eterno reconfortó a Abraham en el Brit HaBetarim (Pacto de las Mitades) al mostrarle toda la historia del pueblo hebreo.

Por medio de esta experiencia, Yahvéh le reveló incluso los diseños del Templo y la conexión única que este permitiría entre el pueblo y Yahvéh.

Avraham se dio cuenta que el compromiso era seguro: Si te preocupa el futuro del Nombre del Eterno, entonces Yahvéh se ocupará de tu futuro.

Pero Avraham no estaba satisfecho y anticipó la potencial caída del pueblo hebreo que podría llevar al exilio.

¿Puede existir una relación entre Yahvéh y Su pueblo en el exilio?

El Eterno respondió haciendo que Abraham cayese en un sueño profundo, en el cual le mostró que incluso cuando la historia del Pueblo Escogido fuese oscura y desalentadora, la conexión permanecería y eventualmente llevaría a la redención (Génesis 15:12-14).

Ahora necesito señalar el primer hecho yahvista que aquí se revela, y es que Yahvéh nuestro Dios, representado por el horno humeando y la antorcha de fuego, pasó entre las partes de los animales solo; mientras Avram simplemente miraba. El Eterno así mostró que este pacto era un pacto unilateral (incondicional). Avram nunca “firmó” el pacto porque Dios lo “firmó” por los dos. Así que, la seguridad del pacto que el Eterno hizo con Avram, no está basada en lo que Avram fuera o hiciera, sino que está basada en Yahvéh y quien es Él. El pacto no podía fallar porque Yahvéh no puede fallar.

El segundo hecho yahvista que se revela en este texto es que Avram no es capaz de caminar con Yahvéh entre las partes. Sin embargo aparecen un horno y una antorcha. Es decir, dos fuegos diferentes. Esto muestra que alguien está tomando el lugar de Avram para representarlo en este pacto. ¿Quién será? De acuerdo a la enseñanza profética, la antorcha es el Mesías (Isaías 62:1).

De esta misma manera, y para renovar y establecer su pacto incondicional con nosotros, Yahvéh nuestro Padre, caminó entre los pedazos del cuerpo quebrado y sangriento de Yeshúa, y Él mismo “firmó” el pacto por Su Nombre y por nosotros también. Por ello, será importante que aceptemos que un pacto divino no es un acuerdo mutuo entre dos personas, sino una promesa divina asegurada. Nosotros meramente entramos en el pacto por fe; nosotros no “hacemos” el pacto con el Eterno. ¡Somos salvos por gracia! (Efesios 2:8).


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La Verdadera Dignidad Rechaza la Oferta Manipuladora del Rey de Sodoma

Por P.A. David Nesher

“Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram:
–Dame las personas y toma para ti los bienes.
Respondió Abram al rey de Sodoma:
–He jurado a YHVH, Dios altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que ni un hilo ni una correa de calzado tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: “Yo enriquecí a Abram”; excepto solamente lo que comieron los jóvenes. Pero los hombres que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, sí tomarán su parte.»

(Bereshit/Génesis 14:21-24)

Tal y como hemos visto, Abram, con los 318 (trescientos dieciocho) soldados de su ejército personal, había vencido sobre los reyes más poderosos de aquella época. Nuestro padre en la fe, con la ayuda sobrenatural del Eterno había podido recuperar tanto los prisioneros de guerra (entre ellos su sobrino Lot), como los bienes materiales de las cinco ciudades de la llanura que habían sido atacados.

Como pareciera lógico y apropiado, vemos que el rey de Sodoma quizo recompensar a Abram por los esfuerzos que él hizo para recuperar todo lo que la alianza de los cinco reyes del oriente le habían quitado. Por eso, le ofreció a Abram una gran cantidad de aquel botín. Aparentemente este rey simplemente tenía la “buena intención” de cubrir los gastos de guerra, y entregar una recompensa a sus aliados por haberle devuelta sus bienes y su gente. Sin embargo, Abram no lo tomará.

Entonces, meditando en la negativa de Abram ante la propuesta del rey de Sodoma surge una cuestión: ¿por qué era tan importante para Abraham avinu (nuestro padre) no recibir nada del rey de Sodoma? ¿No era esta una oportunidad magnífica para aumentar sus riquezas?

Para otros (quizás para nosotros) esta oferta quizás hubiera sido una buena cosa y muchos la hubieran considerado como una gran bendición del Eterno. Pero Abram no pensaba así. Para nuestro padre en la fe era más importante el buen nombre que las buenas ganancias. Para él era más importante no ser manipulado por los hombres que obtener sus beneficios.

Abram rehusó ser recompensado, porque él no permitiría que ningún hombre dijera que una mano humana enriqueció a Abram. Él, como buen adorador, demandó que todo el crédito fuera hacia el Eterno y solamente a Él.

Con esta actitud Abram avinu mostró su fidelidad a Yahvéh dando a entender en esta respuesta que él no quería depender de ganancias que lo comprometieran con su vocación. Así, Abram afirmaba delante de los hombres (y aún los ángeles) que aceptaba incondicionalmente las condiciones divinas para lograr el cumplimiento de las promesas de Yahvéh. Abram rechaza de este modo, y pleno de dignidad, toda sospecha de que quisiese enriquecerse con bienes ajenos. ¡Abram demandó que todo el crédito fuera hacia Dios y solamente a Dios!

Sin embargo, al mismo tiempo, Abram dejará claro su sentido de justicia, al no imponer sus escrúpulos sobre sus aliados los amorreos Aner, Escol y Mamre (Génesis 14:13). Ellos tenían derecho al botín como les fuera apropiado.

Estas cosas, que parecen no tener mucha importancia, son en verdad primordiales para todos los que desean ser aprobados por el Eterno.

Nuestro padre Abram no amaba el dinero. El amor al dinero es la raíz de todos los males (1Timoteo 6:10). La verdad es que Abram amaba al que es el Poseedor del cielo y la tierra y por eso Él le podía confiar a Abraham tanta riqueza porque sabía que él no iba a convertir las riquezas en un dios falso.

Siempre debemos tener en cuenta que el dinero es un buen siervo, pero un mal señor. Si hacemos cosas sólo por el dinero somos esclavos e idólatras, porque la avaricia es una forma de idolatría (Colosenses 3:5). Avraham había limpiado su corazón de toda avaricia y toda idolatría.

Pero en este caso hay un punto mucho más importante que el tema de la avaricia. El punto era lo que el rey de Sodoma podía decir en cuanto a nuestro padre.

Abram conocía la maldad que había en el corazón del rey de Sodoma y de sus conciudadanos. Sabía que su lengua podía hacer mucho daño. Sabía que sus motivos no eran puros y por eso podía manipular la verdad de manera que su nombre corriese el riesgo de ser manchado. Por eso, él rehusó obtener todo provecho personal para que este rey (representante del Otro Lado) no fuera a presumir de que él era quien enriqueció a Abram en vez de Dios.

El sabio rey de Israel expresó:

Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y el favor que la plata y el oro.”
(Proverbios 22:1)

Abram discernía que el rey de Sodoma diría que era él quien lo había enriquecido, y así se jactaría a costa de un hombre justo. Seguramente su orgullo lo conduciría a decir: “Si no fuera por mí, Abram no sería tan importante. Yo soy el que le he hecho rico.” Esto sería muy dañino para el nombre de nuestro padre. Por sobre todo, profanaría el nombre del Eterno, lo cual es mucho peor. El Eterno era verdaderamente quien hizo prosperar a nuestro padre, no los hombres. La alabanza y gratitud de su riqueza tenía que llegar solamente al Poseedor del cielo y la tierra, no a un rey perverso.

Cuando estamos dispuestos a buscar lo que los hombres tienen por éxito en la carne, y por ende, usamos métodos del mundo, es imposible decir que fue Yahvéh quien concedió el éxito. Siempre lo mejor será dejar que sea el Eterno quien te eleve, para que Él reciba la gloria y que tú también sepas que fue Su trabajo.

Por eso, mi querido lector (o lectora) no digas sí a todas las ofertas que aparentan ser bendiciones. Piensa una y dos veces antes de recibir dinero de alguien. Ten siempre presente, que posiblemente, detrás de esas ofertas se esconden manipulaciones e intereses personales, especialmente si vienen de personas mundanas como el rey de Sodoma. Cuida tu nombre y el Nombre del Eterno que representas. Mejor es quedarte sin una buena paga que perder tu buena fama. El generoso siempre prospera.


Melquisedec Pan y Vino

Por P.A. David Nesher

«Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey.
Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.»

(Génesis 14: 17 -20)

En el contexto de esos pocos versículos del Génesis que estamos considerando, se relata una guerra entre unos reyes del Medio Oriente en la cual se ve mezclado Abram, que resulta vencedor. Con los trescientos dieciocho soldados de su ejército personal, Abram había vencido sobre los reyes más poderosos de aquella época. Con la ayuda del Eterno había podido recuperar tanto los prisioneros de guerra, Lot incluido, como los bienes materiales de las cinco ciudades de la llanura que habían sido atacados.

Mientras el ejército de Abram volvía, entró en el valle de Save, cerca de los muros de la ciudad que posteriormente sería Jerusalén. En medio de esta marcha victoriosa, Malki-Tzedek (Melquisedec), rey y sacerdote de Salem, le sale al encuentro para homenajearlo y lo bendice en nombre de El-Elyón, (Dios Altísimo); ofrece en acción de gracias un sacrificio de pan y vino del cual participan los vencedores y recibe del patriarca, como reconocimiento, el diezmo del botín. La escena que se viviría aquí será tan diferente a todo lo que Abram ha vivido desde que salió de Ur de los caldeos, que su significación se interpretaría en los posteriores tiempos como la demarcación de una transición espiritual importantísima en la Historia de la Salvación que Yahvéh venía escribiendo en medio de los acontecimientos humanos.

Abram, pagó el diezmo de todo, pero se fue mucho más enriquecido con la alegría de haber escuchado, de boca de este extra, las palabras que confirman la bendición mesiánica del Eterno para su vida y su simiente.

«Ofreció pan y vino».

¡Que extraño el personaje de Malki-Tzedek! Este rey y sacerdote, que no hace sino atravesar el horizonte de Abram, ha excitado la curiosidad de los exégetas. El misterio que lo rodea, le ha permitido basto desarrollo a la exégesis alegórica que ha sabido sacar, ya en la Escritura, magnificas enseñanzas bajo la luz del Espíritu Santo. El Salmo 110 y, luego la carta a los Hebreos (cap. 5 y 7) ven es este hombre la figura del Mesías, el Sacerdote Único del Altísimo. El filósofo judío Filón de Alejandría ve en Malki-Tzedek un símbolo del Logos (Verbo de Dios), por la idea de justicia que su nombre implica y por la embriaguez que produce en las almas a través del vino de la sabiduría que el Verbo otorga.

Abram es consciente que la batalla que acaba de ganar no es la guerra completa a la que el Eterno lo ha llamado. Él sabe que para entrar en una lucha de naturaleza más seria que la que acaba de librar, necesita de una comunión con Yahvéh más profunda también en su naturaleza que le permita conocer las pautas y los lineamientos de los mundos superiores. El patriarca, por grande que fuera, está muy consciente que solamente trabajaba por preparar la venida del que conseguirá a todas las naciones la bendición prometida por el Eterno. El pan y el vino de Malki-Tzedek restauró el alma de Abram, después de la lucha, en tanto que la bendición fortalecería su corazón y su mente para la batalla que iba a sostener con el rey de Sodoma.. si el «poseedor de los Cielos y de la Tierra» ocupa su pensamiento y controla sus emociones, los bienes de Sodoma no podían tener sino poco atractivo para él. Aquí aparece veladamente el Mesías, sacerdote y rey, que consagra el pan y el vino, para impartir en los hombres la Luz de Su sabiduría con el objeto de vencer las propuestas materialistas del sistema reptiliano.

La ofrenda de pan y vino era en estas tierras un refrigerio que se daba a los soldados que regresaban de la batalla. En referencia a esta costumbre, podemos ver y  comprender que la maldición sobre los amonitas es terrible justamente por haber negado pan y agua a Israel cuando iban de camino después de salir victoriosos de Egipto (Dt. 23:4).

Ahora bien, más allá de esta costumbre, Abram aceptó del rey de Salem no solamente el pan y vino para el alimento de los guerreros agotados, sino que él sabía que este misterioso varón era, por medio de estos emblemas, el portador de una bendición sacerdotal que confirmaría las promesas mesiánicas que vibraban sobre sus lomos por parte del Eterno. Melquisedec era sacerdote y rey, Abram sólo un profeta; Melquisedec fue reconocido como el legítimo poseedor del país, el cual por el momento sólo había sido prometido a Abram. Es verdad que el futuro sería mayor que el presente, pero es verdad también que en ese momento las promesas divinas sobre Abram eran solo futuro. Melquisedec era el propietario de esa realidad bendiciendo a Abram, y transfiriendo su título a él; mientras que Abram reconocía el presente dando los diezmos de todo a Melquisedec, e inclinándose para recibir su bendición.

En verdad, nos encontramos frente a un «banquete cultual» en el que Melquisedec bendice y da gracias a Yahvéh por lo que ha realizado en medio de aquella guerra internacional, a través de la victoria de Abram sobre sus enemigos. Por lo tanto, este culto patriarcal estará compuesto por ritos y elementos que vendría a ser una anticipación profética de lo que el Mesías realizaría como nuestro goel («pariente redentor» o «vengador de sangre») al guerrear a nuestro favor liberándonos de la cautividad babilónica (reptiliana).

Por eso, al sacar pan y vino, Malki-tzédek le mostró a Abram lo que sus descendientes (los hebreos) harían en el futuro en el servicio cultual: incluir, además de los holocaustos de animales, ofrendas del reino vegetal (minjá -oblaciones, y nesajim -libaciones). Estos korbanot (sacrificios u ofrendas) servirían como oráculo para capacitar la mente de Israel en lo que sería la característica primordial de la era mesiánica. Ellos comprenderían que el vino de las libaciones y el pan de las oblaciones señalaban un tiempo especial en el que los hombres redimidos no lucharían solos para lograr la corrección de sus propios temperamentos y conductas intentando apegarse al Eterno. Por el contrario, en el Mesías, como Gran Sumo Sacerdote de Justicia (Tzedek) y Paz (Shalom) lograrían el acercamiento a Yahvéh, como Abba, solamente con el fruto de labios (teshuvá y tefilá).

Malki-tzédek era una persona «cultivada» en los aspectos de la interioridad, en el manejo de palabras, en pensamientos elaborados, en bellas filosofías provenientes de los códigos mismo de Or EinSof (Luz Infinita) por eso al ofrecer pan y vino, anunciaba a Abram que la bendición que le otorgaba, daría lugar a una mentalidad consciente de que cada redimido debe «sacrificar» su corazón y su deseo ante Yahvéh. De este modo, llegaría un día, en el que la sangre de los animales, los sacrificios sanguinarios, perderían su relevancia, pasando a ser las oblaciones y las libaciones excelentes vehículos para la adoración personal del Eterno.

Esa consciencia de adoradores en espíritu y en Verdad, permitiría la manifestación de siervos de Dios que aprendieron con fuerza en sus almas, por medio de la emuná (fe) lo que el profeta Oseas señalara:

«…en lugar de vacunos te ofrecemos [el fruto de] nuestros labios.»

(Oseas 14:3)

La Cosmovisión de Pan y Vino.

«… la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan,
y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.»

(Salmo 104: 14 -15)

En la cosmovisión hebrea siempre se ha considerado al cereal (cebada y trigo), y al vino como los productos agrícolas más importantes. Con esta valoración otorgada, les ha sido asignado también una significación muy especial tanto en la alimentación cotidiana como en el culto particularmente de las fiestas del Eterno. De este modo el pan y el vino, con sus correspondientes bendiciones, han sido a lo largo de la historia para los hebreos elementos esenciales de la comida cotidiana, y ocupan un lugar especialmente relevante en la liturgia de acogida y de despedida del Shabat, así como en las celebraciones familiares propias de algunas de las principales festividades del calendario litúrgico hebreo, de forma muy especial por lo que respecta a la celebración del séder de Pascua (Pésaj).

El Pan

El pan es un símbolo del alimento humano en general. El pan, era visto por los hebreos como un don de Yahvéh, otorgado al hombre como una fuente de fuerza. El pan es el que sustenta, el que sacia el hambre, el que da fuerza y vigoriza. Con esta cosmovisión, en la oración que Yeshúa enseña a sus discípulos (el Padrenuestro), el pan parece resumir todos los dones que nos son necesarios (Lc. 11: 3); más aún: fue tomado por signo del más grande de los dones (Mc. 14,22).

La alimentación con pan y los milagros relatados en las Sagradas Escrituras vinculados con ella, muestran que lo importante para Yahvéh es el hombre como una integralidad total. No es sólo una parte. No sólo es el cuerpo, y no sólo es el alma.

El pan, preparado en su forma más sencilla con agua y harina de trigo molido (a lo que se añade naturalmente el fuego y el trabajo del hombre) es el alimento básico. El pan se hacía de cebada (Jue. 7:13; Jn. 6:13) o de trigo (Ex. 29:2; etc.). Es propio tanto de los pobres como de los ricos, pero sobre todo de los pobres. Representa la bondad de la creación y del Creador, pero al mismo tiempo la humildad de la sencillez de la vida cotidiana.

Por esta razón, dentro del Servicio Divino (heb. abodá), el pan cumplía según la Torah una función importante: doce panes de la proposición se colocaban sobre una mesa  junto con los vasos destinados a las libaciones delante del velo del Lugar Santísimo (1Re. 7:48 2Cron. 13:11 Ex. 25:23-30). Cada día de reposo eran comidos por los sacerdotes y reemplazados por nuevos (Ex. 25:30). Es decir, que lo cotidiano del ser humano es muy importante para el Altísimo, a tal punto que creo un día especial para que el hombre repose y renueve sus fuerzas para continuar una semana más en su misión de promocionar a lo creado a nivelas de espiritualidad.

A causa de esta importancia, el pan era considerado símbolo mismo de la Sabiduría que creó todo lo existente, por lo que ella misma dice:

«Venid, comed mi pan, Y bebed del vino que yo he mezclado.»

(Proverbios 9:5)

Por todo esto, el pan era símbolo de la Torah. Esto será lo que motivará a las comunidades mesiánicas del primer siglo a encontrarse unos con otros en el rito del Partimiento del Pan, pues comprendían que la Torah se había hecho carne y habitó entre los hombres en la persona de Yeshúa HaMashiaj:

“También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.”

(Lucas 22:19, NVI)

Yeshúa al tomar el Pan en la Cena de Pesaj como emblema, dio claramente a entender que, Él, en su persona y obra, resumía el código lumínico de la Alianza hecha en Sinaí con Israel. En otras palabras, la norma de vida para el discípulo es Yeshúa mismo, su vida y su actividad.

Por toda esta simbología Yeshúa dirá que el pan es símbolo de su cuerpo. El «cuerpo», en la mente hebrea, representa la manera en que una persona está presente en el mundo; a la forma como ésta vive, y, por tanto, al impacto que su manera de vivir genera en la historia. De esta forma, las intenciones de Yeshúa transformadas en actos son «cuerpo»; los gestos con los que comunica sus sentimientos son «cuerpo»; sus pensamientos exteriorizados en palabras son «cuerpo».

Yeshúa, invita a los discípulos a comer el pan. El acto de comer o masticar, adquiere, en el testimonio bíblico, un carácter simbólico. Es más que sólo consumir alimento. El comer, hace referencia al acto de apropiación de una determinada realidad, para asimilarla e interiorizarla de tal forma que ya sea parte indisociable de quien la come. En ese sentido, comer el pan en la Cena del Señor, significa que hacemos propias las ideas de Yeshúa, su voluntad, sus sueños y anhelos, los cuales, son del Padre, que cuando estuvo en la tierra, los tradujo en actos de amor, justicia y misericordia. Comer en la cena, significa entonces que asumimos la forma de vida del Resucitado, como paradigma de la nuestra, lo cual es todo un desafío.

Es Yeshúa, en ese sentido, el pan que nos sostiene, alienta y fortalece; Él es alimento y sostén espiritual para el pueblo de Yahvéh, que camina en la historia para expandir el Reino en el corazón de los hombres.

En resumen, al darles el pan a sus discípulos, Yeshúa les está diciendo: “¡Hagan suya mi vida, mi forma de pensar y actuar, anuncien, también con sus pensamientos traducidos en acciones, que el Reino de los cielos se ha acercado!” Al darnos el pan en la Cena del Señor, ese es su mensaje, ese es su deseo. Yeshúa, por medio de su cuerpo (la asamblea unánime) posibilita tikún (reparación y transformación) del mundo, conforme a los propósitos del Reino.

El Vino

El vino representa la vida como fiesta constante; permite al hombre sentir la magnificencia de la creación. Así, es propio de los ritos del sábado, de las Fiestas, de las bodas. En Israel, el vino también es el símbolo de la alegría y la salvación futura (Is. 55:1).

La simbología nos deja vislumbrar algo de la fiesta definitiva de Yahvéh con la humanidad, a la que tienden todas las esperanzas de Israel:

En este monte Yahvéh de los ejércitos ofrecerá un banquete a todos los pueblos. Habrá los manjares más suculentos y los vinos más refinados…”

(Isaías 25:6)

En el pensamiento hebreo, el vino también simboliza el amor (Cantares 1:2). Así, en las bodas, el signo del amor que unía a los esposos se expresaba mediante la abundancia del vino en el banquete. Por eso, cuando se termina el vino en las bodas de Caná, a las que Yeshúa asistió, parece ser un serio problema (Juan 2: 10).

En todas las Sagradas Escrituras, y especialmente en el contexto de las moadim (citas divinas) o Fiestas, el vino simboliza el amor de Yahvéh en la alianza matrimonial (ketuvá) con su pueblo.

“…tomó la copa después de la cena, y dijo: esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.”
(Lucas 22:20, NVI).

En el testimonio de los evangelios sobre la última cena, el vino representa la sangre de Yeshúa HaMashiaj, precisamente porque fue derramada por amor. Es el Hijo, la manifestación máxima del amor del Padre, por eso la cruz es la expresión de todo lo que se opone a Él. La sangre, pues, simboliza el amor derramado, entregado hasta la muerte, y desde la muerte, ese mismo amor genera vida, y vida en abundancia.

El vino entonces es señal de amor y de perdón; pues es el perdón una de las expresiones más sublimes del amor. En la cruz, estará concretizándose todo lo nuestro que se opone a Dios, y en la sangre, se manifiesta el perdón a ese rechazo que nuestra forma de vida ha evidenciado. El perdón de nuestros pecados es posible por su sangre.

Beber el vino, en la Cena del Señor, significa asumir ese perdón que ha sido ofrecido de parte de nuestro Abba (Padre) a través de Yeshúa, Su Hijo unigénito. Representa la conciencia de que, por más terrible que hubiese sido la manera como nos opusimos a Él, nos perdona, si abrazamos a Yeshúa y su Yugo. Beber el vino, entonces, representa la disposición a amar de quien lo bebe; a amar, de la misma forma que Él, sin esperar nada a cambio. Tomar de la copa, evidencia también la disposición a perdonar las ofensas de los demás, así como Él ha otorgado el perdón.

El Sacerdocio de Melquisedec está relacionado con la Vida de la Era Mesiánica.

En este caso, Melquisedec presenta a Abram pan y vino, lo mismo que Yeshúa HaMashiaj presentaría simbólicamente a los suyos como memorial de su propio sacrificio, su cuerpo y de su sangre (Mateo 26:26; Marcos 14:22; Lucas 22:19).

Es el pan que expresa la plena reconciliación del ser humano con el Eterno y de los hermanos entre sí. El sacrificio pacífico de Melquisedec (Malki-Tzedek) es acción de gracias por el don de la paz (shalom) que ha llegado por la misión mesiánica de Yeshúa. En el banquete que ofreció a nuestro padre Abraham, le dio un anticipo de la presencia mesiánica de Yeshúa, nuestra paz.

Curiosa y significativa figura esta de Melquisedec, «rey de justicia», que reina en la «ciudad de paz»; sacerdote del Dios altísimo, que ofrece pan y vino y bendice a Abraham. Si nos pusiéramos a buscar una figura del Mesías, pocas tan redondas como Melquisedec.

Por eso, cuando el autor de la carta a los Hebreos quiso buscar una justificación del sacerdocio de Yeshúa, enseguida se acordó de este importante personaje.  Aquí tenemos una imagen perfecta de nuestro Gran Sumo Sacerdote Yeshúa. Con divina generosidad, el Mesías provee todo lo que necesita una fortaleza desgastada, un espíritu decaído o un corazón desmayado.

La batalla de la fe es dura; el sendero de la vida nos parece, con frecuencia, largo; pero a cada paso nos encontramos con salas de banquete abiertas con toda clase de deleites preparados. Tenemos el manjar sólido de la Instrucción (Torah) divina; las copas rebosantes de promesas; las fuentes abundantes de las ordenanzas; los símbolos, que son como el maná de la mano de Yahvéh; y tenemos también el aliento espiritual del cuerpo que él entregó y la sangre que derramó.

Malki-Tzedek es una figura misteriosa y llena de los códigos mesiánicos de la Luz Infinita. Es símbolo de las mejores aspiraciones y esperanzas de los hombres, encuentro vivo de la paz y la justicia. Su ciudad (Salem o Yerushalayim) parece abierta a las mejores relaciones humanas, donde se acoge al peregrino y se comparte el pan y el vino de la fraternidad. Ciudad en la que se ha olvidado el sentido de las armas, y todos los que la habitan están abierto a la trascendencia.

Todo el que acoge, bendice y comparte, será rey de justicia y de paz, y será sacerdote del Dios Altísimo o, mejor dicho del «Dios Cercanísimo».

Hoy, nuestro verdadero Melquisedec nos invita a que nos acerquemos. Y mientras nos regalamos con fe vivificante, aquella voz amorosa se deja oír diciendo: «Bendito seas del Dios Altísimo«.


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La Esposa Disfrazada de Hermana… (Abram, Sarai y el Faraón)

Por P.A. David Nesher

«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. 

Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.»

(Génesis 12: 10 -13)

Abram, habiendo aprendido a vencer las fronteras vinculares entre los seres humanos, cuando habitó en el Neguev, presionado por la hambruna que llegó a la región, decidió ir a Mitzraim (Egipto) sin medir, en un primer momento, las consecuencias. Justo cerca de los límites de Egipto Abram empezó a medir los peligros que asechaban adelante.

Sarai, su esposa, era una mujer muy bella. Abram, se nos dice que dejó Harán a la edad de 75 años (12:4). Sabemos que Sarai era diez años más joven (17:17), teniendo ella en ese momento 65 años. ¿Cómo podía ser tan bella a esa edad? Sabemos que Sarah murió a los 127 años (23:1). Por lo tanto, en esos días ella estaba simplemente en las fases iniciales de su media edad. Su belleza era así tan notable que ella aparecía mucho más joven de lo que era en realidad.

Lo cierto es que, por las costumbres que tenían los nobles de aquellas regiones, existían buenas razones para temer el destino de un extranjero cuya esposa era así de atractiva. El esposo era fácilmente eliminado en tales circunstancias, sin que el noble sufriera castigo alguno por tal homicidio. Cierto documento en papiro (PABH, p.55) perteneciente a este tiempo establece la legislación que permitía a Faraón mandar a matar al marido que pueda tener una mujer más hermosa.

Entonces, Abram, después de meditar en la realidad misma, apeló a Saraí para que aceptara una estrategia que traería solución frente al problema de su seguridad. Él le Propuso que Sarai dijera que era su hermana para no ser asesinado.

Abram pidió a su esposa simular como su (elegible) hermana, para que los hombres de la tierra le pidieran la mano, y Abram pudiera tener suficiente tiempo para hacerlos esperar y dejar la tierra. Esto fue un plan ingenioso. Cualquier hombre de la localidad se hubiera acercado a Abram a pedirle la mano de su hermana. Abram consentiría, pero insistiría en postergar el compromiso (tiempo suficiente como para que termine la hambruna). Durante ese tiempo Sarai permanecería en la casa de Abram donde su matrimonio continuaría secretamente y la seguridad de Abram estaría garantizada. Parecía que los beneficios eran grandes y los riesgos de tal esquema eran mínimos.

Esto fue todo bien planeado y pensado. Saraí simularía como su hermana y él postergaría cualquier matrimonio hasta que la hambruna pasara y ellos se habrían ido de Egipto. Pero el plan de Abram solo consideraba a los hombres de Egipto:

Y cuando te vean los egipcios, dirán: su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida.”
(Génesis 12:12)

Nunca había entrado en la mente de Abram que Faraón podría estar interesado en Sarai. Mientras Abram podía postergar los planes de otros, Faraón no tomaría ni una sugerencia de este tipo. El la llevó a ella a su palacio, esperando el tiempo de la consumación de la unión.

No hay evidencia de la relación física entre Faraón y Sarai. Mientras el período de preparación normalmente habría sido en la casa de Abram, en este caso este período sería en el palacio. Sarai probablemente soportó un relativamente largo período de preparación para su presentación ante Faraón. Tal era la costumbre en esos días:

Cuando llegaba el tiempo de cada una de las doncellas para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses conforme a la ley acerca de la mujeres, pues así se cumplía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres, entonces la doncella venía así al rey. Todo lo que ella pedía se le daba, para venir ataviada con ello desde la casa de las mujeres hasta la casa del rey. Ella venía por la tarde, y a la mañana siguiente volvía a la casa segunda de las mujeres a cargo del Saasgaz eunuco del rey, guarda de las concubinas; no venía más al rey, salvo si el rey la quería y la llamaba por su nombre.”
(Ester 2:12 – 14)

Faraón siguió todas las costumbre de la época y pagó el precio de la novia. Las antiguas leyes decían que, si el padre había muerto, su hermano se convertía en el tutor legal de una hermana soltera. Gracias a ella trataron muy bien a Abram. Le dieron ovejas, vacas, esclavos y esclavas, asnos y asnas, y camellos (12:16). Entre los siervos adquiridos venía una mujer egipcia llamada Agar (16:1). Esto establecería el escenario para el conflicto entre Sarai y Agar (16:1-15), entre Isaac e Ismael (21:8-21), y entre los judíos y árabes hasta estos mismos días.

Entonces como podemos ver tal plan era malo por varias razones. Primero de todo, tendía a ignorar la presencia y el poder de Dios en la vida de Abram. El Eterno había prometido los fines, pero probablemente Abram pensó que Él era incapaz de proveer los medios. Yahvéh había prometido una tierra, una descendencia, una bendición. Ahora parecía como que Abram había dejado esto a sus propios criterios para procurarlos.

Todo esto nos lleva a preguntarnos si había aún rezagos de la religión de Mesopotamia, influyendo en las acciones de Abram. ¿Acaso Abram suponía, como todos los paganos, que cada nación tenía sus propios dioses? Una vez fuera de la tierra que Yahvéh había prometido a Abram, ¿no tenía su Dios más poder o capacidad para proveerle y protegerlo? Tales pensamientos entrarían en una mente pagana.

El plan de Abram estaba mal porque él arriesgaba la pureza de su esposa y la promesa de Yahvéh. Al entender el lugar que Abram y Sarai tienen en el propósito redentor de Yahvéh, nos damos cuenta lo serio que fue esto. El Eterno no quería que el vientre de Sarai fuera contaminado por un rey gentil, debido a que el Mesías vendría por su linaje de descendientes.

El Eterno había prometido hacer de él una gran nación. De Abram vendría una gran bendición a todas las naciones, el Mesías. Y ahora Abram estaba deseoso de correr el riesgo que otro hombre tomara a Sarai como su esposa. ¿Cómo podría entonces ella, ser la madre de la descendencia de Abram?

Abram también estaba equivocado porque el miraba que su esposa le trajera bendición a él, cuando Yahvéh había prometido que traería bendición a otros a través de Abram:

“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”

(Génesis 12:2 – 3)

Abram estaba usando a su mujer para conseguir la protección y la bendición. Él estaba negándose a confiar en las promesas del Eterno para obtener estos dos beneficios.

El plan de Abram parecía funcionar bastante bien. Saraiestaba segura y no sólo estaba vivo, sino que se recibía regalos. Pero ¿qué pasaría si en realidad el Faraóntenía relaciones sexuales con Sarai? Sus propias mejores ideas los había puesto en una situación difícil. Ellos estaban indefensos, pero Yahvéh no lo estaba.

“Pero por causa de Sarai, la esposa de Abram, el SEÑOR castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.”
(Génesis 12:17)

Entendamos que con el acto mismo de llevarse a Sarai, el faraón había maldecido a Abram. El Eterno había dicho a Abram en sus promesas que quien lo tenga en poco será maldecido (12:3). Así que aquí Yahvéh castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.

«Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: «¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa?»
(Génesis 12:18)

El faraón llamó a Abram y le hizo tres preguntas:

  • Primero le preguntó: ¿Qué me has hecho? Faraón había sufrido mucho a causa de la mentira de Abram.
  • En segundo lugar, le preguntó: ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? Esta fue la verdad que ocultó.
  • En tercer lugar, le preguntó: ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Yo pude haberla tomado por esposa! (12:19a)? La intención del faraón era hacerla su esposa, pero a través de la providencia del Señor, las grandes plagas golpearon antes de que la unión sexual se llevara a cabo.

Con estos cuestionamientos vemos como  tristemente, un rey pagano regañó a Abram, el llamado de Yahvéh. Abram fue confrontado por el Faraón y completamente amonestado. Abram no tenía excusa ni explicación. Él no declaró una palabra en su defensa. Sin duda alguna esa fue una actitud sabia de tomar a la luz de la ofensa de Abram.

Faraón no era cualquiera a ser retado o molestado innecesariamente. La ironía de la situación es obvia, aquí un pagano amonestando a un profeta (cf. 20:7). Ésta fue una amonestación real que Abram dolorosamente recordaría. Qué triste sin embargo que Abram no podía hablar, porque esto sin duda se oponía de cualquier manera a su fe en el Dios vivo quien lo había llamado. No hay duda que la conducta de un hijo primogénito del Eterno grandemente afecta su credibilidad. El rey, con sus preguntas, condujo a Abram a meditar y hacer teshuváh (regreso) de que si hubiese confiado en Yahvéh y dicho toda la verdad todo hubiera estado bien.

Faraón ahora temía hacerles daño a Saraio a Abram; pero reprendió fuertemente a Abram.Con esta exhortación, Yahvéh responsabilizó a Abram de lo que pasó entre él y su esposa. Faraón había perdido todo el respeto por ellos, y por supuesto, no fue atraído por su Dios. A causa de su temor y de su componenda, habían causado que la casa del faraón sufriera grandemente y los egipcios finalmente habían llegado a despreciarlos. La única cosa que podía hacer era decir que se vayan a su país, lo que hicieron, tomando ellos todas las posesiones que habían conseguido en Egipto.

Faraón dijo:

«¡Anda, toma a tu esposa y vete!»
(Génesis 12:19)

En circunstancias normales, el faraón podría haber mandado a ejecutar a Abram. Pero después de experimentar el poder que se encontraba respaldando a Abram, no fue más allá de lo que ya había hecho. Abramfue escoltado y expulsado de Egipto.

«Y el faraón ordenó a sus hombres que expulsaran a Abram y a su esposa, junto con todos sus bienes.»
 (Génesis 12:20)

Así que Abram salió de Egipto como un hombre rico a diferencia de cuando llegó. Pero las riquezas resultarían ser muy costosas. Evidentemente la prosperidad material no es jamás una bendición sin la paz que viene de estar bien con Yahvéh y Su Palabra. Ellos nunca deberían haber ido a Egipto. Pero, una vez allí, deberían haber mantenido su testimonio a toda costa.  Tal es así que, mientras residió en Egipto, Abram nunca construyó un altar o invocó el nombre del Eterno.

Sin embargo, Yahvéh bendijo a Abram aun cuando él no hizo lo que debía. Yahvéh los protegió a pesar de su solución carnal. El Eterno continuó proveyendo su cobertura benevolente a Abram, aun cuando él actuara como un mentiroso. Yahvéh no se retractó de la promesa que le había hecho a Abram porque la promesa dependía del Señor y no de Abram.

Es evidente que Yahvéh está obrando para hacer que Abram crezca como un hombre espiritual de fe pura y verdadera. Esto requiere que existan circunstancias en las cuales Abram tiene que confiar en Yahvéh. Bien viene aquí la frase que dice: La fe no es un hongo que crece en la noche en tierra húmeda; es un roble que crece por mil años bajo una ráfaga de viento y lluvia.(Barnhouse).

Yahvéh trabajó en la vida de Abram en una destacable manera. Abram supuso que las posibilidades de escape de los peligros en Egipto eran tan peligrosas como él los había considerado. Abram hizo la decisión en la presunción que él podía prever las consecuencias de sus acciones. El Eterno le enseñó a Abraham una dolorosa lección, al revelarle que las posibilidades para el futuro son más numerosas que las que podemos predecir. Y así Abram es enfrentado con un dilema que él nunca consideró.

Al escribir esta historia, Moshé persigue enseñar a Israel que todo este incidente presagió el futuro mismo del Pueblo Escogido:

Abram descendió a Egipto a causa del hambre. Los egipcios le robaron a su esposa pero fueron castigados con grandes plagas. Entonces Abram estaba lleno de regalos, y Faraón mandó a los hombres a que lo sacaran del país. Del mismo modo, los israelitas bajaron a Egipto a causa de la hambruna. Allí serian oprimidos y sus esposas tomadas por ellos; siendo este el propósito del edicto del Faraón sobre los hijos. Los egipcios serian castigados por grandes plagas (Éxodo 7:14-11:10), Finalmente, los israelitas partieron con gran cantidad de riquezas, y también apresuradamente fuera del país.

El objetivo pedagógico de Moshé es que los hebreos entiendan que mientras que la presencia de Israel en Egipto no puede haber sido placentera, la protección de Yahvéh proveyó allí todo el tiempo, y ellos fueron finalmente traídos con gran cantidad de despojos. Con esto Moshé quiere que también acepten que las hambrunas continuarían siendo parte de la vida del pueblo de Dios en la tierra a la que ellos estaban yendo. Pero ellos deben aprender que las hambrunas vienen del Eterno como una prueba de fe. Si el pueblo de Yahvéh no desea enfrentar hambrunas, ellos deben enfrentar al Faraón, no importa en que circunstancias ellos puedan estar inmersos, Yahvéh es más grande que cualquier hambruna y que cualquier Faraón. La pureza del pueblo de Dios nunca debe ser puesta en riesgo.

Seguramente, cuando leemos esta historia, nos surge de manera fácil la actitud de criticar a Abram por sus acciones. Pero, dadas las mismas circunstancias, probablemente habríamos hecho lo mismo. Sino, respondámonos: ¿Cuántas veces tomamos el camino fácil en nuestras vidas? ¿Cuántas veces nos hemos comprometidos y luego, hemos racionalizado nuestras acciones para no cumplir con la dicho?

También tenemos que aprender de la misma lección que él tuvo y, a menudo tenemos que aprender de la misma manera, al ser reprendido por los mismos incrédulos que nos gustaría ganar para el Mesías:

«Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.»
(1Corintios 10:12-13)

Abram fue tomado por sorpresa por una hambruna, suponiendo que el camino del Señor no debiera incluir adversidad. Pero Abram iba a aprender que Yahvéh es también el diseñador de las pruebas en nuestras vidas para desarrollar nuestra fe, no para destruirla.

Dejar Canaán para descender a Egipto, fue un intento de Abram de abreviar la prueba de la hambruna. El Eterno obligó entonces a Abram a enfrentar a Faraón en lugar de la hambruna. Pero más allá de esto, debemos ver que finalmente Abram tenía que regresar al lugar de donde había salido, lugar indicado por la palabra revelada de Dios. El último acto de fe de Abram y de obediencia había sido en el altar que él construyó entre Betel y Hai. El fin del viaje de Abram fue el regreso al mismo altar entre Betel y Hai. Betel significa «Casa del Poderoso» y Hai significa «el montón de ruinas«. Abram conocía el código de emuná (Fe) aquí escondido: «cuando tu alma sienta que está en medio de un montón de ruinas, la Casa del Poderoso está abierta, esperando tu regreso«.

¡Él supo regresar a los brazos de Abba!


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Nota:

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¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

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