Por Moisés Franco
«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra.
«Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.
(Génesis 12: 10 -13)
Si vemos el relato de Bereshit 12, donde el patriarca le dice a su esposa Sara (en ese momento Sarai) que se haga pasar por su hermana. Esto, dado que la matriarca era una “mujer muy hermosa” y que a causa de ello lo matarían en Egipto; en cambio, si decía que eran hermanos a él le iría bien.
Si lo leemos en los términos literales y lineales propios de una mentalidad grecorromana occidental del siglo XXI, se podría pensar que Abram (antes de que el Eterno le cambiara el nombre), actuó como un inescrupuloso utilitarista que no tuvo reparos en entregar a su propia esposa a cambio de seguridad y bienes materiales.
Sin embargo, la versión Torat Emet (traducida: verdad absoluta) explica que el patriarca no miró con ojos meramente naturales, sino que proféticamente vio lo que ocurriría con sus descendientes. Ellos serían esclavos en Mitzrayim pero saldrían repletos de las riquezas.
Abram confió en que YHVH proveería salvación para su casa, que le daría de alguna u otra manera escapatoria para salir airoso de la tierra de la “estrechez”; y así fue. El Eterno castigó con una plaga al faraón y éste no pudo acostarse con Sarai, percibiendo que esto era un juicio divino por querer tomar a la esposa del patriarca, expulsó al matrimonio de su reino repleto de ganado y esclavos.
¿Por qué sería tan importante sentar ese precedente profético como para arriesgar la integridad de su esposa y el cumplimiento mismo de la promesa celestial de descendencia?.
Si analizamos la historia relatada en Shemot (Éxodo), el oro y demás tesoros dados por los egipcios a Israel al momento de su salida de la esclavitud fue utilizado para la construcción del mishkan.
Ese tabernáculo fue un centro espiritual que permitió el inicio del cumplimiento del Proyecto mesiánico Emanuel, es decir, Dios habitando en medio de su pueblo. Esto, permitiría la progresión de los tiempos del Eterno hasta la plena manifestación física de la promesa mesiánica: Yeshúa el Mesías, por medio de quien llegó la posibilidad de salvación para toda la humanidad (Jn.3:16-17).
Sarai, por su parte, fue llamada “hermosa”. Esta palabra es en hebreo “yafé”, cuyo valor gemátrico es 95. Según Bill Heindrick, una de las frases que tienen ese mismo valor es “Dios es juez”. Según la Torat Emet, la mujer le dijo al ángel (de YHVH) que castigara al faraón y éste lo hizo con una enfermad epidérmica que le impidió cohabitar con ella.
Por ende, esta mujer no era tan sólo la esposa de un hombre de fe, sino alguien con una fuerte conexión espiritual con los Cielos que supo confiar en la justicia de su Dios y reclamarla a su favor.
En conclusión: lejos de ser un acto de cobardía machista, los hechos relatados en este pasaje demuestran la importancia de tener una cosmovisión y fe hebrea (del otro lado) al leer las Sagradas Escrituras. No fue un acto de incredulidad el de Abram, sino por el contrario, una declaración profética de hechos futuros que serían de bendición para todos los seres humanos, tal como el Eterno se lo prometió en Bereshit 12:3:
Bendeciré a los que te bendigan
y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas
todas las familias de la tierra!