Por P.A. David Nesher
«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra.
Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.»
(Génesis 12: 10 -13)
Nuestro padre Abram, habiendo aprendido a vencer las fronteras vinculares entre los seres humanos, cuando habitó en el Neguev, presionado por la hambruna que llegó a la región, decidió ir a Mitzraim (Egipto) sin medir las consecuencias dicha decisión. Justo cerca de los límites de Egipto Abram empezó a medir los peligros que asechaban adelante.
Sarai, su esposa, era una mujer muy bella. Abram, se nos dice que dejó Harán a la edad de 75 años (12:4). Sabemos que Sarai era diez años más joven (17:17), teniendo ella en ese momento 65 años. ¿Cómo podía ser tan bella a esa edad? Sabemos que Sarah murió a los 127 años (23:1). Por lo tanto, en esos días ella estaba simplemente en las fases iniciales de su media edad. Su belleza era así tan notable que ella aparecía mucho más joven de lo que era en realidad.
Lo cierto es que, por las costumbres que tenían los nobles de aquellas regiones, existían buenas razones para temer el destino de un extranjero cuya esposa era así de atractiva. El esposo era fácilmente eliminado en tales circunstancias, sin que el noble sufriera castigo alguno por tal homicidio. Cierto documento en papiro (PABH, p.55) perteneciente a este tiempo establece la legislación que permitía a Faraón mandar a matar al marido que pueda tener una mujer más hermosa.
Entonces, Abram, después de meditar en la realidad misma, apeló a Saraí para que aceptara una estrategia que traería solución frente al problema de su seguridad. Él le Propuso que Sarai dijera que era su hermana para no ser asesinado.
Abram pidió a su esposa simular como su (elegible) hermana, para que los hombres de la tierra le pidieran la mano, y Abram pudiera tener suficiente tiempo para hacerlos esperar y dejar la tierra. Esto fue un plan ingenioso. Cualquier hombre de la localidad se hubiera acercado a Abram a pedirle la mano de su hermana. Abram consentiría, pero insistiría en postergar el compromiso (tiempo suficiente como para que termine la hambruna). Durante ese tiempo Sarai permanecería en la casa de Abram donde su matrimonio continuaría secretamente y la seguridad de Abram estaría garantizada. Parecía que los beneficios eran grandes y los riesgos de tal esquema eran mínimos.
Esto fue todo bien planeado y pensado. Saraí simularía como su hermana y él postergaría cualquier matrimonio hasta que la hambruna pasara y ellos se habrían ido de Egipto. Pero el plan de Abram solo consideraba a los hombres de Egipto:
“Y cuando te vean los egipcios, dirán: su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida.”
(Génesis 12:12)
Nunca había entrado en la mente de Abram que Faraón podría estar interesado en Sarai. Mientras Abram podía postergar los planes de otros, Faraón no tomaría ni una sugerencia de este tipo. El la llevó a ella a su palacio, esperando el tiempo de la consumación de la unión.
No hay evidencia de la relación física entre Faraón y Sarai. Mientras el período de preparación normalmente habría sido en la casa de Abram, en este caso este período sería en el palacio. Sarai probablemente soportó un relativamente largo período de preparación para su presentación ante Faraón. Tal era la costumbre en esos días:
“Cuando llegaba el tiempo de cada una de las doncellas para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses conforme a la ley acerca de la mujeres, pues así se cumplía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres, entonces la doncella venía así al rey. Todo lo que ella pedía se le daba, para venir ataviada con ello desde la casa de las mujeres hasta la casa del rey. Ella venía por la tarde, y a la mañana siguiente volvía a la casa segunda de las mujeres a cargo del Saasgaz eunuco del rey, guarda de las concubinas; no venía más al rey, salvo si el rey la quería y la llamaba por su nombre.”
(Ester 2:12 – 14)
Faraón siguió todas las costumbre de la época y pagó el precio de la novia. Las antiguas leyes decían que, si el padre había muerto, su hermano se convertía en el tutor legal de una hermana soltera. Gracias a ella trataron muy bien a Abram. Le dieron ovejas, vacas, esclavos y esclavas, asnos y asnas, y camellos (12:16). Entre los siervos adquiridos venía una mujer egipcia llamada Agar (16:1). Esto establecería el escenario para el conflicto entre Sarai y Agar (16:1-15), entre Isaac e Ismael (21:8-21), y entre los judíos y árabes hasta estos mismos días.
Entonces como podemos ver tal plan era malo por varias razones. Primero de todo, tendía a ignorar la presencia y el poder de Dios en la vida de Abram. El Eterno había prometido los fines, pero probablemente Abram pensó que Él era incapaz de proveer los medios. Yahvéh había prometido una tierra, una descendencia, una bendición. Ahora parecía como que Abram había dejado esto a sus propios criterios para procurarlos.
Todo esto nos lleva a preguntarnos si había aún rezagos de la religión de Mesopotamia, influyendo en las acciones de Abram. ¿Acaso Abram suponía, como todos los paganos, que cada nación tenía sus propios dioses? Una vez fuera de la tierra que Yahvéh había prometido a Abram, ¿no tenía su Dios más poder o capacidad para proveerle y protegerlo? Tales pensamientos entrarían en una mente pagana.
El plan de Abram estaba mal porque él arriesgaba la pureza de su esposa y la promesa de Yahvéh. Al entender el lugar que Abram y Sarai tienen en el propósito redentor de Yahvéh, nos damos cuenta lo serio que fue esto. El Eterno no quería que el vientre de Sarai fuera contaminado por un rey gentil, debido a que el Mesías vendría por su linaje de descendientes.
El Eterno había prometido hacer de él una gran nación. De Abram vendría una gran bendición a todas las naciones, el Mesías. Y ahora Abram estaba deseoso de correr el riesgo que otro hombre tomara a Sarai como su esposa. ¿Cómo podría entonces ella, ser la madre de la descendencia de Abram?
Abram también estaba equivocado porque el miraba que su esposa le trajera bendición a él, cuando Yahvéh había prometido que traería bendición a otros a través de Abram:
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
(Génesis 12:2 – 3)
Abram estaba usando a su mujer para conseguir la protección y la bendición. Él estaba negándose a confiar en las promesas del Eterno para obtener estos dos beneficios.
El plan de Abram parecía funcionar bastante bien. Saraiestaba segura y no sólo estaba vivo, sino que se recibía regalos. Pero ¿qué pasaría si en realidad el Faraóntenía relaciones sexuales con Sarai? Sus propias mejores ideas los había puesto en una situación difícil. Ellos estaban indefensos, pero Yahvéh no lo estaba.
“Pero por causa de Sarai, la esposa de Abram, el SEÑOR castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.”
(Génesis 12:17)
Entendamos que con el acto mismo de llevarse a Sarai, el faraón había maldecido a Abram. El Eterno había dicho a Abram en sus promesas que quien lo tenga en poco será maldecido (12:3). Así que aquí Yahvéh castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.
«Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: «¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa?»
(Génesis 12:18)
El faraón llamó a Abram y le hizo tres preguntas:
- Primero le preguntó: ¿Qué me has hecho? Faraón había sufrido mucho a causa de la mentira de Abram.
- En segundo lugar, le preguntó: ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? Esta fue la verdad que ocultó.
- En tercer lugar, le preguntó: ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Yo pude haberla tomado por esposa! (12:19a)? La intención del faraón era hacerla su esposa, pero a través de la providencia del Señor, las grandes plagas golpearon antes de que la unión sexual se llevara a cabo.
Con estos cuestionamientos vemos como tristemente, un rey pagano regañó a Abram, el llamado de Yahvéh. Abram fue confrontado por el Faraón y completamente amonestado. Abram no tenía excusa ni explicación. Él no declaró una palabra en su defensa. Sin duda alguna esa fue una actitud sabia de tomar a la luz de la ofensa de Abram.
Faraón no era cualquiera a ser retado o molestado innecesariamente. La ironía de la situación es obvia, aquí un pagano amonestando a un profeta (cf. 20:7). Ésta fue una amonestación real que Abram dolorosamente recordaría. Qué triste sin embargo que Abram no podía hablar, porque esto sin duda se oponía de cualquier manera a su fe en el Dios vivo quien lo había llamado. No hay duda que la conducta de un hijo primogénito del Eterno grandemente afecta su credibilidad. El rey, con sus preguntas, condujo a Abram a meditar y hacer teshuváh (regreso) de que si hubiese confiado en Yahvéh y dicho toda la verdad todo hubiera estado bien.
Faraón ahora temía hacerles daño a Saraio a Abram; pero reprendió fuertemente a Abram.Con esta exhortación, Yahvéh responsabilizó a Abram de lo que pasó entre él y su esposa. Faraón había perdido todo el respeto por ellos, y por supuesto, no fue atraído por su Dios. A causa de su temor y de su componenda, habían causado que la casa del faraón sufriera grandemente y los egipcios finalmente habían llegado a despreciarlos. La única cosa que podía hacer era decir que se vayan a su país, lo que hicieron, tomando ellos todas las posesiones que habían conseguido en Egipto.
Faraón dijo:
«¡Anda, toma a tu esposa y vete!»
(Génesis 12:19)
En circunstancias normales, el faraón podría haber mandado a ejecutar a Abram. Pero después de experimentar el poder que se encontraba respaldando a Abram, no fue más allá de lo que ya había hecho. Abramfue escoltado y expulsado de Egipto.
«Y el faraón ordenó a sus hombres que expulsaran a Abram y a su esposa, junto con todos sus bienes.»
(Génesis 12:20)
Así que Abram salió de Egipto como un hombre rico a diferencia de cuando llegó. Pero las riquezas resultarían ser muy costosas. Evidentemente la prosperidad material no es jamás una bendición sin la paz que viene de estar bien con Yahvéh y Su Palabra. Ellos nunca deberían haber ido a Egipto. Pero, una vez allí, deberían haber mantenido su testimonio a toda costa. Tal es así que, mientras residió en Egipto, Abram nunca construyó un altar o invocó el nombre del Eterno.
Sin embargo, Yahvéh bendijo a Abram aun cuando él no hizo lo que debía. Yahvéh los protegió a pesar de su solución carnal. El Eterno continuó proveyendo su cobertura benevolente a Abram, aun cuando él actuara como un mentiroso. Yahvéh no se retractó de la promesa que le había hecho a Abram porque la promesa dependía del Señor y no de Abram.
Es evidente que Yahvéh está obrando para hacer que Abram crezca como un hombre espiritual de fe pura y verdadera. Esto requiere que existan circunstancias en las cuales Abram tiene que confiar en Yahvéh. Bien viene aquí la frase que dice: “La fe no es un hongo que crece en la noche en tierra húmeda; es un roble que crece por mil años bajo una ráfaga de viento y lluvia.” (Barnhouse).
Yahvéh trabajó en la vida de Abram en una destacable manera. Abram supuso que las posibilidades de escape de los peligros en Egipto eran tan peligrosas como él los había considerado. Abram hizo la decisión en la presunción que él podía prever las consecuencias de sus acciones. El Eterno le enseñó a Abraham una dolorosa lección, al revelarle que las posibilidades para el futuro son más numerosas que las que podemos predecir. Y así Abram es enfrentado con un dilema que él nunca consideró.
Al escribir esta historia, Moshé persigue enseñar a Israel que todo este incidente presagió el futuro mismo del Pueblo Escogido:
Abram descendió a Egipto a causa del hambre. Los egipcios le robaron a su esposa pero fueron castigados con grandes plagas. Entonces Abram estaba lleno de regalos, y Faraón mandó a los hombres a que lo sacaran del país. Del mismo modo, los israelitas bajaron a Egipto a causa de la hambruna. Allí serian oprimidos y sus esposas tomadas por ellos; siendo este el propósito del edicto del Faraón sobre los hijos. Los egipcios serian castigados por grandes plagas (Éxodo 7:14-11:10), Finalmente, los israelitas partieron con gran cantidad de riquezas, y también apresuradamente fuera del país.
El objetivo pedagógico de Moshé es que los hebreos entiendan que mientras que la presencia de Israel en Egipto no puede haber sido placentera, la protección de Yahvéh proveyó allí todo el tiempo, y ellos fueron finalmente traídos con gran cantidad de despojos. Con esto Moshé quiere que también acepten que las hambrunas continuarían siendo parte de la vida del pueblo de Dios en la tierra a la que ellos estaban yendo. Pero ellos deben aprender que las hambrunas vienen del Eterno como una prueba de fe. Si el pueblo de Yahvéh no desea enfrentar hambrunas, ellos deben enfrentar al Faraón, no importa en que circunstancias ellos puedan estar inmersos, Yahvéh es más grande que cualquier hambruna y que cualquier Faraón. La pureza del pueblo de Dios nunca debe ser puesta en riesgo.
Seguramente, cuando leemos esta historia, nos surge de manera fácil la actitud de criticar a Abram por sus acciones. Pero, dadas las mismas circunstancias, probablemente habríamos hecho lo mismo. Sino, respondámonos: ¿Cuántas veces tomamos el camino fácil en nuestras vidas? ¿Cuántas veces nos hemos comprometidos y luego, hemos racionalizado nuestras acciones para no cumplir con la dicho?
También tenemos que aprender de la misma lección que él tuvo y, a menudo tenemos que aprender de la misma manera, al ser reprendido por los mismos incrédulos que nos gustaría ganar para el Mesías:
«Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.»
(1Corintios 10:12-13)
Abram fue tomado por sorpresa por una hambruna, suponiendo que el camino del Señor no debiera incluir adversidad. Pero Abram iba a aprender que Yahvéh es también el diseñador de las pruebas en nuestras vidas para desarrollar nuestra fe, no para destruirla.
Dejar Canaán para descender a Egipto, fue un intento de Abram de abreviar la prueba de la hambruna. El Eterno obligó entonces a Abram a enfrentar a Faraón en lugar de la hambruna. Pero más allá de esto, debemos ver que finalmente Abram tenía que regresar al lugar de donde había salido, lugar indicado por la palabra revelada de Dios. El último acto de fe de Abram y de obediencia había sido en el altar que él construyó entre Betel y Hai. El fin del viaje de Abram fue el regreso al mismo altar entre Betel y Hai. Betel significa «Casa del Poderoso» y Hai significa «el montón de ruinas«. Abram conocía el código de emuná (Fe) aquí escondido: «cuando tu alma sienta que está en medio de un montón de ruinas, la Casa del Poderoso está abierta, esperando tu regreso«.
¡Él supo regresar a los brazos de Abba!
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¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!