Por P.A. David Nesher
“Y viajó Abraham yendo y viajando hacia el Neguev.”
(Génesis 12: 9)
Viajar hacia el Sur, una expresión digna de ser decodificada. Cuando bajamos desde el norte hacia el Sur como Abraham, ¿cómo describe esto la Torah? ¿qué sucede cuando viajamos hacia el sur? ¿qué significado tiene para nosotros?
Es claro que Moshé, al escribir este relato, quiere presentar la marcha de Abram como una prueba paradigmática de una gran fe. Nuestro patriarca, en medio de la incertidumbre absoluta, se pone en el Camino trazado por el llamado y las promesas del Eterno, para averiguar una vez alcanzada la meta, que esa marcha hacia lo desconocido era en verdad un movimiento espiritual al encuentro de un bien salvífico más elevado que terminaría redimiendo a las generaciones de los milenios venideros (v.7).
Para gozar de más libertad, Avram prosiguió su camino hacia el mediodía de la Tierra Prometida, que se hallaba menos poblado, el Negueb ( que significa «región seca» o «región de sequedad«), una región semidesértica, que se extiende desde Gaza y llega hasta Cades.
Todo esto es revelado respecto a las fronteras de la tierra de Israel, yendo de norte a sur. Cada vez que se realiza esta trayectoria, la expresión en la Torah para describirla es “y bajó el límite”. La idea revelada en los códigos hebreos de este pasuk (versículo) es la tarea que tiene un escogido de retirar las fronteras. En este sistema reptiliano existen fronteras que separan a las personas; este fulano es así, el otro es de otra manera, este mengano pertenece a esta creencia o a esta religión, este otro pertenece a otra creencia u otra religión; uno tiene cierta costumbre, otro tiene otra costumbre; este ser humano es más religioso, este otro es menos religioso. Incluso, y lamentablemente, estas fronteras, están entre hermanos y familiares cercanos. Existe el más exitoso, el más pudiente, el más aplicado, el más exitoso, el más espiritual, y estas son fronteras que no solamente demarcan separación, sino que inducen a la construcción de murallas por medio de los perjuicios, que terminan acabando con los vínculos de amor que los seres humanos necesitamos para promocionarnos a mejores niveles del propósito eterno.
Abram comienza yendo al sur. Luego, más al sur,… y aún más. Al hacer este «Camino» eliminando estas fronteras existentes en su interior, y en la interioridad de los otros. De este modo, su viaje se destacará en tarea altruista que llevando la divinidad y su cualidades de Luz permitirá la unificación de las almas.
Hay dos atributos del alma humana redimida que permiten la eliminación de las fronteras. Uno de ellos es el amor, y el otro atributo es la alegría.
Si el escogido del Eterno está muy alegre, todas las fronteras humanas existentes en su entorno también se caen, se anulan y/o desaparecen.
Si a esto se le suma también mucho amor entre las personas las diferencias son vencidas, y las faltas cubiertas (1Pedro 4:8). Si yo te amo y tú me amas, y no importa lo que tengas o carezcas, nada importa, si hay amor todas las fronteras se anulan. Y esto es exactamente lo que quiere Yahvéh.
¿Qué sucede en la Torah cuando Abraham sigue bajando y anulando fronteras?
Dice el texto:
“Y Abraham bajo a Egipto».
Es decir, Avram eliminó tantas fronteras que llegó a colocarse frente a la frontera más grande: Mitzrayim (Egipto).
Sabemos que cuando las Sagradas Escrituras hacen referencia a Egipto no es un código que describe simplemente un país para nosotros, sino que es el nivel de estrechez y/o límite que alcanza el alma humana. Avram fue tan capaz de eliminar las fronteras del Neguev (vínculos en sequía), que aún el nivel o la frontera más grande que es la estrechez de su alma y las limitaciones de su mente, no pudo resistir el obrar de la divinidad en su vida. Es así como logrará recibir la acción de la Divinidad logrando una conexión total con el Creador, por lo que fue llamado «amigo de Dios» (Isaías 42: 8; Sant. 2:23) convirtiéndose así en el padre de los que tienen fe.
Entonces, con nosotros, los del linaje de Abraham por la fe en el Mesías (Gálatas 3: 29), sucede exactamente lo que experimentó nuestro padre. Se eliminan las fronteras hasta el máximo necesario. Nuestra mente se eleva a la consciencia de que es correcto eliminarlas, y por ende caminamos diariamente eliminando las fronteras, buscando la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12: 14). Así, en el esfuerzo de acabar con la sequía vincular con nuestro prójimo, seguimos bajando aún más, y logramos llegar a la frontera más grande, la más asfixiante del alma: Mitzrayim (Egipto), que significa “zona que me limita con pensamientos de estrechez”.
Así, cuando alcanzamos con nuestro peregrinar diario la profundidad del sur, que es la profundidad del amor y la alegría que se encuentra en forma infinita en todo hebreo, nos manifestamos como amigos del Señor, que anhelan acercar a todo el mundo para servir al Eterno hombro con hombro, pero de la forma correcta, es decir, en obediencia a Su Instrucción (Torah).
Anhelo que, después de entender este secreto de la misión de fe que tenemos, podamos hoy eliminar las fronteras, entre nuestros amigos, familiares, compañeros y demás personas de nuestro entorno. Y que lleguemos a eliminar la frontera más grande, la de nuestra estrechez y limitaciones del alma que es Mitzraim pues de esa manera podemos hacer la transformación de la realidad que queremos vivir, cada día más cercana y fuerte, teniendo el principio del amor perfecto y alegría como fuente de ello.
Bendiciones en la Luz Infinita…