Isaac

El Fin… ¿Justifica los Medios?

Por P.A. David Nesher

 

 

Y Rebeca estaba oyendo, cuando hablaba Isaac a Esaú su hijo; y se fue Esaú al campo para buscar la caza que había de traer.
Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo:
«He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo: Tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga en presencia de Yahvéh antes que yo muera.
Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. Vé ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte.»

(Génesis 27: 5-10)

 

Seguramente que al leer este relato histórico del rollo de Bereshit (Génesis), las preguntas que surgen en vuestras mentes son:

  • ¿Es correcto lo que hicieron Rivkah (Rebeca) y Yaakov (Jacob) engañando a Yitzjak de esa manera?
  • ¿Estuvo bien Yaakov en tomar la bendición de Esaú disfrazado?
  • ¿Fue correcto que Rivkah concibiera el plan en primer lugar y alentara a Yaakov a llevarlo a cabo?
  • ¿Puede el fin justificar los medios?

Entiendo que estas son cuestionamientos fundamentales ya que lo que está en juego aquí no es solo la interpretación bíblica sino la vida moral en sí misma. Según cómo leamos y meditemos este texto, así será el tipo de persona ética en que nos convirtamos.

Desde el contexto completo del relato, entendemos que nuestra madre Rivka hizo bien en proponer lo que ella consideraba correcto que Yakoov hiciera. Rivka sabía que sería Jacob, no Esaú, quien continuaría el pacto que el Eterno había hecho con Abraham avinu, y llevaría la misión del padre de la fe al futuro internacional. Ella sabía esto por dos motivos diferentes:

En primer lugar, ella lo había escuchado de Yahvéh mismo en el oráculo que recibió antes de que nacieran los gemelos:

«Dos naciones están en tu vientre,

y dos pueblos de los que serás separada;

un pueblo será más fuerte que el otro,

y el mayor servirá al menor.»

(Gen. 25:23)

 

Esav era el mayor, Yaakov el menor. De esto, ella infería correctamente que era Yaakov quien emergería con gran fortaleza. Rivkah tenía claro en su mente y corazón que su hijo Yaakov había sido elegido por el Eterno.

En segundo lugar, Rivkah los vio crecer. Ella, como buena madre, sabía que Esav era cazador, expresión que en hebreo describe a un hombre que posee la misma violencia que desarrolló Nimrod (Gén. 10: 19). Ella había visto que él era impetuoso, mercurial (con repentinos giros de estado de ánimo y manierismo), un varón exageradamente impulsivo, de poca reflexión. En un momento determinado podía ser cálido y afectivo, pródigo en su afectuoso trato con todo el mundo pero, de repente, podía volverse frío y hostil, evitando el contacto, desvinculado y distante.

Ella lo había visto vender su derecho de nacimiento por un plato de lentejas. Ella había visto mientras él “comió, bebió, se paró y se fue. Entonces Esaú despreció su derecho de primogenitura” (Gen. 25:34). Nadie que desprecie su derecho de nacimiento puede ser el guardián confiable de un pacto pensado para la eternidad y todas las generaciones de la Tierra.

En tercer lugar, justo antes del episodio de la bendición leemos:

Cuando Esaú tenía cuarenta años, el se casó con Judith hija de Beeri el hitita, y también Basemath hija de Elón el hitita. Ellas eran una fuente de dolor para Isaac y Rivka.

(Gen. 26:34)

Esta también era una evidencia del fracaso de Esaú para entender lo que el pacto requiere. Casándose con mujeres hititas él se probó a sí mismo indiferente a los sentimientos de sus padres y al autocontrol en la elección de su pareja de matrimonio que era esencial para ser el heredero de Abraham.

Rivká era bien consciente que esto, después de todo, no sólo era un asunto de relaciones dentro de la familia. Era más bien un asunto profético que se enfocaba en la Intención divina y el destino y la vocación espiritual de su descendencia. Ella sabía que la impartición de Ytzjak versaría sobre el futuro de un pueblo entero desde que Yahvéh repetidamente le dijo a Abraham que él sería el ancestro de una gran nación, la que se transformaría en una bendición para la humanidad toda. Y si Rivká estaba en lo correcto, entonces Jacob debería seguir sus instrucciones.

Por favor, conviene a esta altura de la meditación, recordar que esta era la mujer a quien Eliezer, el sirviente de Abraham, había elegido, por guía de Yahvéh, para ser la esposa del hijo de su amo. Era la mujer que el Eterno reveló porque era servicial y bondadosa, porque en el pozo ella le había dado agua a un extraño y a sus diez camellos también. Rivka era la personificación del servicio que tipifica el alma de los redimidos de la Asamblea Mesiánica. Por esto, nos damos cuenta que ella no estaba actuando por favoritismo o ambición. Y si ella no tenía otra forma de asegurarse que la bendición fuera a quien la apreciaría y la viviría, entonces desde su cosmovisión, el fin justificaba los medios.

Parece que la única manera de entender esta situación es concluir que a pesar de que la forma en que Yaakov y Rivká actuaron para obtener la bendición de Ytzjak estaba mal, el pecado de Isaac y Esaú era aún mayor. El Eterno no aprueba la mentira; Yakoov y Rivká sabían esto. Ellos eran personas sensibles y espirituales, pero habían decidido que, a pesar de ser tan malo el engaño ante los ojos de Yahvéh, era necesario actuar así en este caso, con el fin de evitar un pecado mayor: transmitir la más santa de las promesas del Eterno a un hombre que no la quería ni habría de honrarla. Dijimos que Rebeca ya había recibido la revelación del Señor que el mayor serviría al más joven (25:23b). Entonces entendemos que aquí, ella tenía que confiar y esperar en que en el tiempo de Yahvéh se manifestara sobre su hijo Yaakov y recibiera la bendición patriarcal. Pero debido a no querer edificar la esperanza que sostiene a la fe, ella sintió que tenía que tomar el asunto en sus propias manos, ya que parecía que nada podía detener a Ytzjak en su determinación de bendecir al hijo desechado. Esav podía volver en cualquier momento, sólo podemos imaginar lo desesperados que ellos se sentían. Esta era una situación llena de riesgos para la historia de la humanidad.

Sin embargo, Yaakov albergaba sus justas dudas:

«Pero Jacob le dijo a su madre: Hay un problema: mi hermano Esaú es muy velludo, y yo soy lampiño.»

(Gen. 27:11)

Isaac podría haber perdido la vista, pero sus sentido de tacto y olfato permanecía indemne. «Si mi padre me toca, se dará cuenta de que quiero engañarlo, y esto hará que me maldiga en vez de bendecirme. Hijo mío, ¡que esa maldición caiga sobre mí! , le contestó su madre. Tan sólo haz lo que te pido, y ve a buscarme esos cabritos» (27:12-13). Debido a que Jacob era un hombre justo (25:27), y él sabía que no honrar a su padre era un pecado ante los ojos de Yahvéh, preguntó: ¿Qué pasa si mi padre me toca? puede pensar que me estoy burlando de su ceguera y esto hará que me maldiga en vez de bendecirme. Pero su madre le dijo: «Hijo mío, que la maldición caiga sobre mí. Asumo toda la responsabilidad, sólo haz lo que te pido; ve a buscar por mí«. Estaba tan segura de que esta era la voluntad del Eterno que ella creía que los fines justificaban los medios y no temía la posibilidad de una maldición. Yaakov también creía firmemente que era la voluntad de Yahvéh que él recibiera la primogenitura y esto fue lo que hizo que creyera conveniente seguir la estrategia de su madre. Después de todo, ¿no le había dicho Yahvéh a ella, «…el mayor servirá al menor» (25:23)?

Ahora bien, de acuerdo al plan trazado, Yitzjak avinu no se dio cuenta y no maldijo a Yaakov, y por lo tanto Rivká tampoco recibió maldición alguna.

Entonces ¿sólo hubo bendición en la vida de Yaakov por haber engañado a su padre? Cierta y obviamente no. Las consecuencias de ese engaño llegaron a ser muy graves para toda la familia. Primero despertó odio y planes de homicidio en Esav contra su hermano. Sembrar discordia entre hermanos es uno de los delitos más aborrecidos por el Eterno (Prov. 6:16, 19). La conspiración engañosa también causó veinte años de sufrimientos en la galut (diáspora en griego, destierro en castellano) para nuestro padre Yaakov. Yaakov no solamente tuvo que sufrir la experiencia traumática de quedarse sin contacto con su familia, para no hablar de la pena de sus padres, sino que durante esos veinte años fue engañado asombrosamente por su tío Labán, quien lo condujo a casarse con una mujer que no quería y le cambió el salario de su trabajo diez veces.

Es cierto que Yaakov se quedó con la bendición, pero tanto él como su madre tuvieron que sufrir las graves consecuencias por haber engañado a su padre. Sólo después de haber sido quebrantado sicológicamente, y marcado físicamente por un ángel, pudo reconciliarse con su hermano y obtener la bendición de manera lícita.

Pero si el Eterno no quiso que Esav recibiera la bendición, ¿no era correcto lo que hicieron Rivká y Yaakov? No, no era correcto. El Eterno es muy sabio y suficientemente poderoso para cambiar las circunstancias para que Su voluntad se cumpla en la tierra según su eterno propósito. Él hubiera podido arreglar la situación de otra manera para que Yaakov recibiera la bendición en lugar de Esav, lo cual era Su plan.

Pero el que intenta ayudar al Eterno con medios sucios, mentirosos y engañosos, trae sobre sí su desagrado y tendrá que pagar un alto precio hasta que se humille y aprenda la lección de nunca más hacer algo semejante.

En la historia humana ya ha quedado demostrado: ningún fin podrá justificar medios ilícitos. Todo lo que el hombre siembre, también lo segará (Gálatas 6:7).

Sé honesto y ama la verdad y no intentes conseguir bendiciones espirituales a través de medios sucios. Así evitarás muchos años de exilio con engaños gravísimos y duro trabajo.

La Oración de Fe y su Tiempo de Cumplimiento… (Isaac ora por la esterilidad de Rebeca)

Por P.A. David Nesher

«Tenía Isaac cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel, arameo de Padán-aram, hermana de Labán arameo. Y oró Isaac a YHVH en favor de su mujer, porque ella era estéril; y lo escuchó YHVH, y Rebeca su mujer concibió… Isaac tenía sesenta años cuando ella los dio a luz.»

(Bereshit/Gén. 25:20-21, 26)

 

Mientras Isaac fue creciendo, tanto su madre Sara como su padre Abraham, le relataban una y otra vez la historia de nacimiento milagroso. Ellos le implantaron con su relato la perfecta conjunción que se da cuando el amor al Eterno alimenta la esperanza, que fortalece la fe (1 Corintios 13: 13). Así se marcó en su mente lo mucho que sus padres lo anhelaban y lo intensa que fue su oración por él, año tras año, para que Yahvéh lo enviara a ellos en el tiempo oportuno.

Isaac sabía que su madre Sara era estéril, pero Abraham oró por ella, y la maldición de la esterilidad desapareció. Por eso, Isaac también mantenía la certeza de que un acto de Yahvéh unió a Rebeca con Isaac. Por ello, vivía también convencido que vibraba sobre ellos Ahora otro acto de Yahvéh para vencer su esterilidad. Isaac había aprendido de sus padres que él era el hijo de la promesa, y que sería a través de él y sus descendientes que el Mesías vendría.

Así mismo, él había aprendido de su padre el dolor de tratar de dar al Señor una «ayuda» para tener un hijo con su esclava, y él había prometido dentro de sí mismo que no repetiría ese error.

¿Qué le quedó por hacer a él? Simplemente orar al Eterno en favor de su esposa, porque era estéril. Después esperar en Yahvéh. Por eso, el Eterno oyó su oración, y ella quedó embarazada (25:21).

Entonces Yitzjak oró a Yahvéh, en nombre de su mujer, que era estéril. Y, al igual que Sara y Abraham habían esperado 25 años para el nacimiento de Isaac; Rebeca e Isaac también esperaron 20 años. Pero entonces el Señor contestó su oración, y su esposa Rebeca quedó embarazada.

El esperar en Yahvéh por medio de la oración es uno de los actos más grande de la verdadera fe (emuná). Verdaderamente es lo más grande que se requiera de los seres humanos. No es la fe en el resultado de lo que estemos pidiendo al Eterno Dios, es la fe en Su carácter, la convicción en Él mismo. Esto es perfecta confianza en que Él le guiará en el camino correcto, en el momento adecuado, Él suplirá nuestras necesidades. Él cumplirá Su Palabra escrita. Él nos dará lo mejor si confiamos, creemos y tenemos fe en Él.

Este texto nos enseña que las promesas del Eterno no se cumplen sin la colaboración del ser humano. Aunque Yitzjak había heredado las promesas dadas a su padre de que su descendencia sería como las estrellas y como la arena, otorgando la simiente de la mujer anhelada por la humanidad, él no se quedó quieto esperando pasivamente el cumplimiento de esas promesas. Yitzjak se puso a orar para que se ellas se cumplieran. Él conocía el secreto. El Eterno ha creado la oración para poder colaborar con el hombre en el cumplimiento de su proyecto en la Tierra.

Por la misma Escritura Sagrada, sabemos que Yitzjak era un hombre de oración. Cuando Eliezer estaba volviendo de su misión de buscarle una esposa, la Escritura dice que Yitzjak estaba en el campo meditando (24:63). Esto nos revela que Yitzjak salió al campo por la tarde para estar sólo con el Eterno y pensar profundamente sobre las cosas importantes de la vida.

Justamente el hecho de que la Torah menciona que fue por la tarde revela la idea de que fue nuestro padre Yitzjak quien instituyó la oración de la tarde, llamada minjá. La Torah también relata que Avraham avinu se levantaba por la mañana (Gén. 19:27; 21:14) de lo cual viene la práctica de orar la oración de la mañana, llamada shajarit. Más adelante veremos cómo Yaakov al luchar con el ángel por la noche, compartió la disciplina de practicar la oración de la noche, llamada arvit.

Sabemos que la oración (tefilá) es la herramienta con la que cuenta el alma humana para comunicarse con el Creador. Sirve para desahogarse con Él, recibir nuevas fuerzas, entrar en equilibrio, interceder por otros, pedir ayuda etc. Por todo esto, entendemos que existen muchos tipos de oración. Por esa razón, debemos aprender a desarrollar una vida de oración multifacética para que el Eterno pueda cumplir, a través de nosotros, Su voluntad en la Tierra como se cumple en el cielo.

Nuestro padre Yitzjak es un ejemplo para nosotros de un hombre que sabía orar. Su esposa Rivká era estéril y, humanamente, era imposible que tuviera hijos. ¿Cómo las promesas a Avraham podrían ser cumplidas si el único hijo de la promesa tenía una mujer estéril? La única manera de poder resolver esta crisis era orar. Además, Yitzjak conocía que las oraciones de un marido por su esposa tienen un poder especial.

En lugar de sentarse con los brazos cruzados esperando el cumplimiento de la promesa, Yitzjak oró delante de su mujer. El texto hebreo usa aquí una palabra interesante: vayeatar (ויעתר)   que significa “y oró intensamente”. También puede traducirse: “oró insistentemente” ó “oró abundantemente”. Esto enseña que las promesas del Eterno no son fáciles de ver realizadas. Siempre hay un precio que pagar y un sacrificio para dar. Todo nacimiento en este mundo caído tendrá que pasar por dolores de parto. Los dolores en la oración intensa y la tentación para desesperar al no recibir la respuesta inmediata o a corto plazo, pueden abortar muchas intervenciones divinas (cf. Lucas 18:1-8; Hechos 12:5; Hebreos 5:7; Sant.5:15-16).

Las instrucciones y el ejemplo de nuestro Dueño Yeshúa sobre la oración nos enseñan que, para obtener respuesta desde el cielo, hay que orar con intensidad, entrega e, inclusive muchas veces, con dolores y angustias.

Como la oración enérgica y ferviente de un hombre justo puede lograr mucho (Sant. 5:16-18) la oración de Yitzjak tuvo éxito después de veinte años de insistencia. Empezó a orar a los cuarenta años, pero no vio el resultado hasta los sesenta. Aún al hijo de la promesa no le vino fácilmente el cumplimiento de la promesa. Es que siempre ésta viene solo a través de la oración y el esperar en Yahvéh.

Querido discípulo, no te desanimes en tu oración. Si oras según las promesas y la voluntad del Eterno, debes mantener la certeza que tendrás tu respuesta, aunque esta demore. No pienses que el Eterno no te ha escuchado. Mucho menos caigas en el error de creer que no desea ayudarte. Sigue insistiendo según lo que te ha revelado de su Palabra y finalmente obtendrás lo que has pedido, aunque tengas que orar veinte años, como nuestro padre Yitzjak.

¿»Camellos Humildes» o Discípulos Adoradores?

Por P.A. David Nesher

Y en las afueras de la ciudad, hizo arrodillar los camellos junto a un pozo de agua, al tiempo del atardecer, al momento en que salen las aguadoras… Entonces el hombre se postró y adoró a Yahvéh.«

(Génesis/Bereshit 24:26)

Estudiando la parashá (porción) Vayerá, hemos visto que Eliezer, el siervo de mayor confianza de Abraham, se fue a Mesopotamia (a Aram Naharayim, a la ciudad de Nacor) para buscar esposa para Yitzjak (Isaac).

El relato nos dice que llevaba consigo diez camellos cargados de toda clase de bienes.

Necesito que entendamos que el damasceno Eliezer se había criado en el ambiente espiritual que había creado aquí en la Tierra, la emunáh (fe) de su amo. Es por eso que Abraham avinu tenía total confianza en él porque sabía que era completamente leal a la visión del llamado divino que sostenía su peregrinar.

Notamos que Eleazar como, buen siervo, no buscaba sus propios intereses cuando estaba sirviendo en su misión de shalíaj (emisario, apóstol). Lo único que le interesaba era cumplir la voluntad del que le había enviado y en este caso él sabía que no se trataba de una misión meramente humana. Su conciencia se movía en la certeza de que debía colaborar con un proyecto divino para la redención futura del mundo. Debido a esto, él entendía que era importantísimo que Yitzjak recibiera una esposa designada por el Cielo. Esta era la razón por la que el siervo no confiaba en sus propias capacidades de discernimiento, sino había aprendido de su amo a confiar absolutamente en el Eterno, y así actuar en fe.

El viaje habría tomado por lo menos 20 días, y había viajado más de 720 Km. Sus camellos habían recorrido un largo camino, probablemente no había tomado agua en varios días y estaban muy sedientos.

La caravana se detuvo junto a un pozo a las fuera de la ciudad, al atardecer cuando las mujeres salen a buscar agua. Él conocía que las mujeres pronto estarían saliendo, y este sería el mejor lugar para reunirse con ellas. Fue allí donde Eliezer confiaba que Yahvéh le daría una guía específica para cumplir con éxito su comisión.

El fiel servidor de Abraham avinu hizo arrodillar a los camellos junto a un pozo de agua (24:11). Este hecho de que Eliezer hizo arrodillar a los diez camellos no puede pasar rápidamente ante nuestros ojos, ya que es una alegoría de lo que Abraham había estado enseñando a sus seguidores.

En primer lugar, el camello tiene una simbología encontrada, ya que representa la tozudez y la altanería, en tanto y en cuanto vive salvajemente. Pero, una vez domesticado, se convierte en el símbolo de la humildad, y el servicio paciente. En este sentido, tiene un simbolismo metafísico y antropológico: el ser humano que se lanza, humilde y pacientemente, a la búsqueda de lo trascendente y que logra así superar los distintos obstáculos que se le presentan en su camino.

Es sabido que los camellos necesitan arrodillarse para poder descansar. El hecho de que la Torah mencione este detalle natural nos desafía a investigar la enseñanza alegórica de la Luz Infinita escondida aquí.

Pues bien, primeramente les diré que la expresión hebrea para arrodillar que aparece aquí es baraj (ברך) ). La palabra baraj también significa bendecir (24:1). Es la palabra que se usa cuando bendecimos al Eterno: “Baruj Yahvéh” (Bendito Yahveh). Baruj significa bendito. Lo curioso de esto es que baraj tiene relación con berej (ברך)  ) rodilla. Esto último nos conduce a una codificación muy interesante, ya que aquí se revela que la bendición está íntimamente relacionada con la rodilla.

Esta verdad la había aprendido Abraham y la había transmitido a todos los discípulos que vivían con él. El secreto profético aquí escondido es que el que sabe humillarse, doblando sus rodillas, está apto para hacer descender las bendiciones celestiales y convertirlas en recompensas materiales. ¡El que se humilla será ensalzado!

De la misma manera como Eliezer hizo que sus siervos, los camellos, se arrodillaran, así Abraham avinu había estado enseñando a sus discípulos a humillarse y arrodillarse ante el Eterno. Abraham era amigo del Eterno, y por eso él conocía lo que le agrada al Eterno, y lo que más desea entre los humanos (Miqueas 6:8).

Abraham sabía qué es lo que el Eterno busca: adoradores en Espíritu y en Verdad. Es lo que nuestro amado Yeshúa revelará a la mujer samaritana:

“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.”

(Juan 4:23)

Abraham había ganado muchas almas (12:5) y a todas ellas había enseñado a ser adoradores del Nombre del Eterno. El único deseo de su alma era satisfacer los deseos de su Señor y por eso se dedicaba a enseñar a su pueblo a ser adoradores que sabían inclinar sus corazones y doblar sus rodillas ante el Eterno.

Habiendo decodificado esta alegoría, podemos entender por qué cuando el siervo de Abraham había recibido una respuesta clara a su petición (de una mujer para Yitzjak de una hija de sus familiares), se inclinó en tierra y adoró al Eterno.

Hoy, desde estos detalles proféticos de la Luz Infinita, te animo a que seas un adorador del Eterno. Acostúmbrate a inclinar, no solamente tus rodillas, sino también tu corazón, ante el Eterno. De esa manera serás un hijo seguidor de Abraham que imita fielmente su fe, porque los que son de fe, esos son hijos de Avraham (Rom. 4:12; Gal. 3:7).

Que seas bendecido junto con tu padre Abraham en el Mesías Yeshúa, nuestro Dueño.

Abrahán fue probado y pudo ver el Día del Mesías

«Aconteció después de estas cosas que Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Él respondió: Heme aquí«

(Génesis 22:1)

Nuestro padre Abraham no tuvo noticias de Elohim (Dios) por muchos años. El Eterno parecía estar en silencio. Pero después de estas cosas Elohim probó a Abraham, y le pidió que hiciera lo impensableEsta expresión es la prueba fidedigna de que el Eterno probó a Abrahán pero no tenía la intención de que el patriarca sacrificara a Isaac. Esta es la primera vez que la palabra prueba se utiliza en las Sagradas Escrituras, y sería la mayor prueba de Abraham.

La palabra hebrea que ha sido traducida aquí como prueba también significa tentación y provocación. Será importante en este momento comentarles que las tres acepciones tienen tres propósitos diferentes:

  • La prueba tiene el propósito de fortalecer y elevar.
  • La tentación tiene el propósito de hacer caer y destruir.
  • La provocación tiene el propósito de resistir y contender.

Aunque la misma palabra es usada para los dos primeros significados (prueba y tentación) hay una gran diferencia entre una cosa y otra. El propósito detrás del acto determina si es una prueba o una tentación. Si el propósito es hacer que la persona caiga en desgracia, es una tentación. Si el propósito es hacer que la persona suba a un nivel más alto, es una prueba. Desde esta clara distinción, notamos que las Escrituras Sagradas dejan bien en claro que:

  • El Eterno no tienta ni provoca a nadie (Santiago 1:3), pero sí pone a prueba a todas las cosas creadas.
  • El ángel maligno, HaSatán (satanás), el enemigo del hombre, puede provocar y tentar a los hombres.
  • El ser humano puede provocar al Eterno.

El Eterno puede utilizar la tentación de HaSatán (El Adversario) como una prueba para el hombre. Se entiende que el propósito que el adversario tiene con su tentación es hacer caer al hombre, pero el propósito de Yahvéh cuando permite que el HaSatán tiente al hombre es fortalecerlo y elevarlo. El Eterno está muy por encima de todo y todos y el HaSatán no puede hacer nada sin el permiso del Eterno. El propósito de la prueba es elevar a la persona. Cuando uno ha pasado la prueba tiene siempre una gran recompensa. La recompensa mayor que el ser humano puede recibir es un carácter aprobado:

“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.”

(Santiago 1:2-4)

Si una persona no pasa la prueba que el Eterno le pone tiene dos opciones, hacer la prueba otra y otra vez hasta que la pase, o finalmente ser eliminado. Lo que pasó con la mayoría de los hijos de Israel que salieron de Egipto fue que suspendieron la prueba diez veces, (cf. Números 14:22), y por eso no pudieron subir al nivel superior que el Eterno había preparado para ellos en la tierra prometida. Por esto, es que Moshé, coloca aquí este relato de la última y gran prueba de Abraham avinu. El Eterno llamó a nuestro padre…

“Y dijo:

Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Yitsjak, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en ofrenda de ascensión sobre uno de los montes que yo te diré.”

(22:2)

La palabra hebrea traducida como “ahora” es «na«. Tiene principalmente dos acepciones, “por favor” y “ahora”. Esto quiere decir que se puede traducir: “Toma por favor a tu hijo…” No es una orden fuerte sino una petición suave. Yahvéh quería probar la sincera veracidad de Abraham si realmente estaba buscando los deseos del Cielo o sus propios deseos. Llevaba mucho tiempo sin sacrificar animales y ahora Yahvéh le pide a su hijo, el que más amaba.

Yahvéh lo llamó, y Abraham le respondió: «Heme aquí«. Esto no fue una prueba para producir fe, sino una prueba para revelar su nivel de fe. El Eterno edificó a Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe. Nuestra fe no es puesta realmente a prueba hasta que Elohim (Dios) nos pide que soportemos lo que parece insoportable, hacer lo que parece irracional, y esperar lo que parece imposible.

En esta ocasión el Eterno puso a prueba a nuestro padre Avraham. Esta prueba no fue tanto para producir fe, sino una prueba para revelar la clase de fe que Abrahán tenía. Es un evento que le demostraría al patriarca y sus descendientes que Yahvéh, durante ese tiempo de silencio, edificó el ser de Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe (hebreo emunah). Por lo tanto, el propósito de la prueba era elevarlo. Por eso, esta será la última (y la definitiva) prueba para perfeccionar su fe (emuná), tal y como lo explicaría Santiago en su epístola a los discípulos del primer siglo de nuestra Era Común:

“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”

(Santiago 2:22)

Así que la fe de Abraham fue perfeccionada por medio de esta prueba, en el sentido de llegar a su máximo potencial. Después de esta prueba la confianza de Abraham llegó a un nivel que no necesitaba más pruebas, había alcanzado su meta. Y es que la prueba es utilizada por del Eterno para poner presión sobre las personas a fin de que se manifieste lo que hay en sus corazones en los momentos de crisis:

Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Elohim te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.”

(Deuteronomio 8:2)

Abraham era un compañero de pacto con el Eterno. El Eterno necesitaba que la obediencia total de Abraham se manifestara para poder cumplir sus propósitos en su vida y producir por medio de él aquella simiente de la mujer que había sido prometido a Adam y Javá: el Mesías (Génesis 3:15). Como Abraham le entregó a su hijo único, así Yahvéh entregó a Su Hijo Únigénito para ser un sacrificio de pecado no solamente por la descendencia de Abraham, sino por todo el mundo, (cf. Juan 3:16).

El Eterno, nuestro Abba, no quiere que pongamos un signo de interrogación en nuestra fe, sino un punto. Un punto que signifique que tenemos por Él una fe consolidada, perseverante, continua, porque al final su obra es para nuestra bien. El Señor conoce muy bien nuestro propósito y además nuestra capacidad de fe. Para ello son sus pruebas, porque no se sabrá nunca si la fe es real, si nunca fue alguna vez probada. Está bien claro que las pruebas nos permiten asombrarnos a nosotros mismos acerca de la capacidad de fe que hemos desarrollado desde nuestro Nuevo Nacimiento.

Como en todas las cosas, el propósito sobresaliente del Eterno es que nosotros, como hijos, seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Esta es la meta del discípulo de Yeshúa, y todo en la vida, incluyendo especialmente las pruebas, está diseñado para permitirnos alcanzar esa meta. Es parte del proceso de la santificación, siendo apartados para los propósitos de Dios y equipados para vivir para Su gloria. El apóstol Pedro nos explica la manera en que las pruebas logran esto:

En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”

(1 Pedro 1: 6-7)

La fe del verdadero creyente se reforzará mediante las pruebas que experimente para así descansar en el conocimiento de que dicha fe es real y durará para siempre.

Entonces debemos aceptar que las pruebas desarrollan el carácter piadoso, y eso nos permite “…[gloriarnos] en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:3-5). Nuestro amado Mesías Yeshúa fue el ejemplo perfecto de esto. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). Estos versículos revelan aspectos de Su propósito divino tanto por las pruebas y tribulaciones de Jesús el Cristo, como por las nuestras. El perseverar comprueba nuestra fe. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

Una de las bendiciones más grandes, a decir verdad, la más gloriosa que tuvo nuestro padre Abrahán, fue que a través de esta prueba pudo ver el día del Mesías Yeshúa, en plena manifestación redentora. De esto quedó constancia escrita ya que el mismo Señor dijo: “Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se regocijó.” (Juan 8:56 -RV 1995) Ese gozo era la más grande que podía experimentar nuestro padre.

Por eso, para finalizar quiero animarte con lo que el profeta Jeremías dice:

«Benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza.«

(Jeremías 17:7 – NTV).

¿Qué sucede en los momentos de prueba si confías en el Señor? Mira  la promesa del Eterno en:

«Los que en mí confían no quedan defraudados«

(Isaías 49:23 – DHH)

Si no estás dispuesto a sacrificar por amor a Yahvéh lo que más te gusta, entonces tienes algo en tu vida que está interponiéndose entre tu vida y Su Presencia. Eso se ha convertido en un dios falso para ti. Eso se llama abominación de idolatría. Yahvéh y Su Justicia (Su Reinado) tienen que tener el lugar primordial en nuestras vidas (Mt. 6: 33), y si existe algo en tu vida que desafía ese lugar Él te pedirá que lo sacrifiques. ¿Estás dispuesto para ello?

Deseo que el Eterno nos conceda su gracia para poder pasar las pruebas con éxito para que también nosotros podamos ver el día de Yeshúa con gozo.


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