Por P.A. David Nesher
«Tenía Isaac cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel, arameo de Padán-aram, hermana de Labán arameo. Y oró Isaac a YHVH en favor de su mujer, porque ella era estéril; y lo escuchó YHVH, y Rebeca su mujer concibió… Isaac tenía sesenta años cuando ella los dio a luz.»
(Bereshit/Gén. 25:20-21, 26)
Mientras Isaac fue creciendo, tanto su madre Sara como su padre Abraham, le relataban una y otra vez la historia de nacimiento milagroso. Ellos le implantaron con su relato la perfecta conjunción que se da cuando el amor al Eterno alimenta la esperanza, que fortalece la fe (1 Corintios 13: 13). Así se marcó en su mente lo mucho que sus padres lo anhelaban y lo intensa que fue su oración por él, año tras año, para que Yahvéh lo enviara a ellos en el tiempo oportuno.
Isaac sabía que su madre Sara era estéril, pero Abraham oró por ella, y la maldición de la esterilidad desapareció. Por eso, Isaac también mantenía la certeza de que un acto de Yahvéh unió a Rebeca con Isaac. Por ello, vivía también convencido que vibraba sobre ellos Ahora otro acto de Yahvéh para vencer su esterilidad. Isaac había aprendido de sus padres que él era el hijo de la promesa, y que sería a través de él y sus descendientes que el Mesías vendría.
Así mismo, él había aprendido de su padre el dolor de tratar de dar al Señor una «ayuda» para tener un hijo con su esclava, y él había prometido dentro de sí mismo que no repetiría ese error.
¿Qué le quedó por hacer a él? Simplemente orar al Eterno en favor de su esposa, porque era estéril. Después esperar en Yahvéh. Por eso, el Eterno oyó su oración, y ella quedó embarazada (25:21).
Entonces Yitzjak oró a Yahvéh, en nombre de su mujer, que era estéril. Y, al igual que Sara y Abraham habían esperado 25 años para el nacimiento de Isaac; Rebeca e Isaac también esperaron 20 años. Pero entonces el Señor contestó su oración, y su esposa Rebeca quedó embarazada.
El esperar en Yahvéh por medio de la oración es uno de los actos más grande de la verdadera fe (emuná). Verdaderamente es lo más grande que se requiera de los seres humanos. No es la fe en el resultado de lo que estemos pidiendo al Eterno Dios, es la fe en Su carácter, la convicción en Él mismo. Esto es perfecta confianza en que Él le guiará en el camino correcto, en el momento adecuado, Él suplirá nuestras necesidades. Él cumplirá Su Palabra escrita. Él nos dará lo mejor si confiamos, creemos y tenemos fe en Él.
Este texto nos enseña que las promesas del Eterno no se cumplen sin la colaboración del ser humano. Aunque Yitzjak había heredado las promesas dadas a su padre de que su descendencia sería como las estrellas y como la arena, otorgando la simiente de la mujer anhelada por la humanidad, él no se quedó quieto esperando pasivamente el cumplimiento de esas promesas. Yitzjak se puso a orar para que se ellas se cumplieran. Él conocía el secreto. El Eterno ha creado la oración para poder colaborar con el hombre en el cumplimiento de su proyecto en la Tierra.
Por la misma Escritura Sagrada, sabemos que Yitzjak era un hombre de oración. Cuando Eliezer estaba volviendo de su misión de buscarle una esposa, la Escritura dice que Yitzjak estaba en el campo meditando (24:63). Esto nos revela que Yitzjak salió al campo por la tarde para estar sólo con el Eterno y pensar profundamente sobre las cosas importantes de la vida.
Justamente el hecho de que la Torah menciona que fue por la tarde revela la idea de que fue nuestro padre Yitzjak quien instituyó la oración de la tarde, llamada minjá. La Torah también relata que Avraham avinu se levantaba por la mañana (Gén. 19:27; 21:14) de lo cual viene la práctica de orar la oración de la mañana, llamada shajarit. Más adelante veremos cómo Yaakov al luchar con el ángel por la noche, compartió la disciplina de practicar la oración de la noche, llamada arvit.
Sabemos que la oración (tefilá) es la herramienta con la que cuenta el alma humana para comunicarse con el Creador. Sirve para desahogarse con Él, recibir nuevas fuerzas, entrar en equilibrio, interceder por otros, pedir ayuda etc. Por todo esto, entendemos que existen muchos tipos de oración. Por esa razón, debemos aprender a desarrollar una vida de oración multifacética para que el Eterno pueda cumplir, a través de nosotros, Su voluntad en la Tierra como se cumple en el cielo.
Nuestro padre Yitzjak es un ejemplo para nosotros de un hombre que sabía orar. Su esposa Rivká era estéril y, humanamente, era imposible que tuviera hijos. ¿Cómo las promesas a Avraham podrían ser cumplidas si el único hijo de la promesa tenía una mujer estéril? La única manera de poder resolver esta crisis era orar. Además, Yitzjak conocía que las oraciones de un marido por su esposa tienen un poder especial.
En lugar de sentarse con los brazos cruzados esperando el cumplimiento de la promesa, Yitzjak oró delante de su mujer. El texto hebreo usa aquí una palabra interesante: vayeatar (ויעתר) que significa “y oró intensamente”. También puede traducirse: “oró insistentemente” ó “oró abundantemente”. Esto enseña que las promesas del Eterno no son fáciles de ver realizadas. Siempre hay un precio que pagar y un sacrificio para dar. Todo nacimiento en este mundo caído tendrá que pasar por dolores de parto. Los dolores en la oración intensa y la tentación para desesperar al no recibir la respuesta inmediata o a corto plazo, pueden abortar muchas intervenciones divinas (cf. Lucas 18:1-8; Hechos 12:5; Hebreos 5:7; Sant.5:15-16).
Las instrucciones y el ejemplo de nuestro Dueño Yeshúa sobre la oración nos enseñan que, para obtener respuesta desde el cielo, hay que orar con intensidad, entrega e, inclusive muchas veces, con dolores y angustias.
Como la oración enérgica y ferviente de un hombre justo puede lograr mucho (Sant. 5:16-18) la oración de Yitzjak tuvo éxito después de veinte años de insistencia. Empezó a orar a los cuarenta años, pero no vio el resultado hasta los sesenta. Aún al hijo de la promesa no le vino fácilmente el cumplimiento de la promesa. Es que siempre ésta viene solo a través de la oración y el esperar en Yahvéh.
Querido discípulo, no te desanimes en tu oración. Si oras según las promesas y la voluntad del Eterno, debes mantener la certeza que tendrás tu respuesta, aunque esta demore. No pienses que el Eterno no te ha escuchado. Mucho menos caigas en el error de creer que no desea ayudarte. Sigue insistiendo según lo que te ha revelado de su Palabra y finalmente obtendrás lo que has pedido, aunque tengas que orar veinte años, como nuestro padre Yitzjak.