Deuteronomio

La actividad de la inclusividad: ¡todos los hijos de Dios deben ser traídos y bienvenidos a Su Reino!

Por el rabino Yitzchak Zweig

Esta semana leí una historia sobre un tenso intercambio de palabras que se dio entre David Ben-Gurion, Primer Ministro de Israel, y John Foster Dulles, Secretario de Estado de Estados Unidos. Esta anécdota ocurrió en el año 1954, cuando Ben-Gurion viajó a Estados Unidos para reunirse con el presidente Eisenhower y solicitarle asistencia y apoyo en los peligrosos primeros días del Estado judío. Según relata la historia a la que me refiero, el secretario Dulles confrontó a Ben-Gurion y lo desafió de la siguiente manera:

«Dígame, señor Primer Ministro, usted dice que representa al Estado judío, pero en realidad, ¿a quién representa realmente su país? ¿Representa realmente a los judíos de Polonia, Yemen, Rumania, Marruecos, Irak, Rusia o incluso Brasil? ¿Cómo se puede hablar honestamente de una sola nación o incluso de una sola cultura después de 2000 años de exilio? ¿Cómo se puede concebir una única herencia unificada después de todos estos años?«

Entonces Ben-Gurion le respondió:

Sr. Secretario, hace aproximadamente trescientos años el Mayflower zarpó de Inglaterra y en él se encontraban los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Este resistente grupo eventualmente establecería una nación muy poderosa conocida como los Estados Unidos de América. Ahora, hazme un favor, sal a la calle y busca a diez niños americanos y pregúntales lo siguiente:

¿Cómo se llamaba el Capitán del Mayflower? ¿Cuánto duró el viaje? ¿Qué comieron las personas que estaban en el barco? ¿Cuáles fueron las condiciones de navegación durante el viaje? Estoy seguro de que estará de acuerdo conmigo en que es muy probable que no encuentre ningún niño estadounidense que pueda responder a la mayoría de estas preguntas.

En contraste, el pueblo de Israel salió de Egipto no hace trescientos años, sino hace más de 3200 años. Le pediría amablemente, señor Secretario, que en cualquiera de sus viajes alrededor del mundo intente conocer a diez niños judíos en todos los diferentes países que usted mencionó y les pregunte: ‘¿Cómo se llamaba el líder que se llevó a los israelitas fuera de Egipto? ¿Qué pasó en el mar cuando se marchaban? ¿Cuánto tiempo les tomó llegar a la tierra de Israel? ¿Qué comieron durante el período en que vagaban por el desierto? Una vez que obtenga las respuestas a estas preguntas, ¡reconsidere cuidadosamente la pregunta que acaba de hacerme!Incluso hoy en día, es evidente que los judíos de todo el mundo sienten palpablemente esta herencia compartida y, sí, incluso un destino compartido. De hecho, yo diría que no es tan sorprendente que esta herencia compartida sobreviviera a más de tres mil años de expulsiones judías y vagabundeos interminables. Más bien, es específicamente gracias a esta herencia e identidad compartidas que el pueblo judío ha sobrevivido como nación cuando casi todas las demás naciones del mundo antiguo perecieron hace mucho tiempo.«

Al considerar esta historia, mi reflexión me condujo a reconocer que la fuente de esta identidad y unidad continua es la Torah misma, y ​​específicamente vemos su origen en la porción de la Torah de esta semana. Moisés reúne a toda la nación y los une en un nuevo pacto con el Todopoderoso y dice:

Hoy todos estáis delante de Dios vuestro Señor […] Estáis siendo introducidos en este pacto con Dios vuestro Señor […] Él os está estableciendo como Su nación y será un Dios para vosotros tal como os prometió y juró. vuestros antepasados ​​[…] lo hago tanto con los que hoy están aquí como con los que aún no están” 
(Devarim / Deuteronomio 29: 9 – 14).

Leyendo al famoso comentarista bíblico medieval Rashi, me encontré que él comenta que este pacto también era vinculante para todas las generaciones futuras. En otras palabras, el pueblo de Israel que está escuchando a Moisés, entiende desde ese momento que ya no será simplemente una colección de afiliaciones tribales relacionadas por un mismo patriarca, sino que gracias al Eterno y Su pacto, se está fusionado en un todo unificado. 

El mensaje para el pueblo de Israel al ingresar a la Tierra Prometida es que no estarán unidos por una geografía compartida sino por un conjunto de creencias y un destino compartido que los hará siempre ser uno en donde sea que se encuentre. Esta visión unificada eleva a la nación de Israel al estatus de una entidad única. Ya no es simplemente una hermandad de doce tribus, sino que es un Cuerpo místico unificado formado por muchos millones de células, cada uno de los Benei Israel.

Esta es también la razón por la cual el pacto era vinculante para las generaciones futuras, aquellas que no estaban presentes físicamente en el momento en que se firmó el pacto. La membresía en una entidad unificada significa que mientras exista la misma, todos los convenios celebrados por esa entidad permanecerán en vigor. Por lo tanto, todas las iteraciones futuras de esa entidad están sujetas a esos convenios. Esta es también la razón por la que el Eterno está obligado a cumplir Su parte del pacto, porque el pacto está en vigor mientras la entidad exista.

Pero hay un aspecto aún más sorprendente en este concepto que tal vez no sea evidente. La Torah escribe: 

Las cosas ocultas pueden pertenecer a Dios nuestro Señor, pero lo revelado se aplica a nosotros y a nuestros hijos para siempre.”
 (Deuteronomio 29:28 ).

Rashi comenta que aquí el pueblo de Israel se hace responsable unos de los otros por los pecados y las malas acciones. Según los sabios, el Eterno se ocupará de aquellos que cometen pecados de forma privada u oculta, pero cuando se trata de fechorías manifiestas (es decir, las cometidas en público), el pueblo israelita tiene la obligación de velar por que sus hermanos se mantengan en el camino recto. y estrecho. Rashi continúa diciendo que una vez que el pueblo entró en la Tierra de Israel se hizo responsables unos de otros.

Le explicaré esto de otra manera. Debido a que el pueblo de Israel es ahora una entidad mesiánica unificada en YHVH, cada persona debería verse a sí misma como una entidad fusionada con los demás. Leí que en una ocasión, el famoso rabino Aryeh Levin, conocido como el tzadik (justo) de Jerusalén, llevó al médico a su esposa, que padecía una dolorosa enfermedad en la pierna. Cuando se le preguntó por qué estaban allí, respondió: «Nos duele mucho la pierna«. Esta respuesta surgió del hecho que el Tzadik entendió que el matrimonio no era una sociedad, sino que era una nueva entidad fusionada, un todo unificado en el amor del Eterno.

Al igual que un cuerpo físico, en el que una enfermedad en cualquiera de sus muchas partes afectará a toda la entidad, así también el pueblo de Israel debe ayudarse unos a otros a mantenerse en el camino correcto para el bienestar de toda la entidad. En una ceremonia que tuvo lugar en la Tierra de Israel, cuando toda la nación se paró entre el monte Gerizim y el monte Eival y escuchó los criterios para ser considerado bendito o maldito, la categoría final de malditos dijo: 

Maldito el que no guarde toda esta Torah”.

El sabio medieval del siglo XIII conocido como Najmánides hace algunos comentarios extraordinarios sobre esta última maldición. Él señala que la Torah no dice que maldito sea aquel que no cumple toda la Torah, sino que dice aquel que no la cumple. Por lo tanto, dice Najmánides, se refiere a alguien que se niega a confirmar la veracidad de toda la Torah, una persona que niega cualquier parte de ella.

Por el contrario, continúa Najmánides, una persona que viola un mandamiento porque no puede controlarse (por ejemplo, comiendo carne de cerdo) o porque simplemente es perezosa (por ejemplo, no se molesta en agitar el lulav (las cuatro especies simbólicas) en la festividad de Sucot ),no entra en la categoría de los malditos. Esto se debe a que la persona no está rechazando al Eterno ni a Su Torah y sus principios, sino que está sucumbiendo a una debilidad humana: una falta de autocontrol y disciplina. No es un acto abierto contra Dios.

Najmánides luego dice algo realmente sorprendente:

«Incluso si una persona es totalmente recta y cumple fielmente todos los mandamientos de la Torah y ha estudiado y guardado la Torah, si tiene la oportunidad de influir en otros que aún no la guardan. (ya sea permitiéndoles estudiarla o fortaleciendo a los no iniciados en el cumplimiento de la Torah) y no ayuda a otros a defender la Torah, entonces él también está en la categoría de los malditos. Es decir, una persona que es justa todavía se encontrará en la categoría de aquellos que están malditos si no ayuda a otros en el cumplimiento de la Torah. Todos tenemos la responsabilidad de velar por que otros tengan las mismas oportunidades de conectarse con el Todopoderoso.«

Generalmente, cuando pensamos en seguir las leyes del Eterno sólo consideramos lo que debemos hacer o no debemos hacer. Aquí encontramos una tercera categoría: se nos hace responsables de no actuar cuando se supone que debemos hacerlo. Debemos internalizar que descuidar a los demás no es sólo una oportunidad perdida de crecer: es un fracaso épico y pone en duda nuestro propio estatus dentro del pueblo escogió. Mientras nos preparamos para Yom Teruah y para establecer al Todopoderoso como nuestro Rey, no hay mensaje más relevante que ese; todos los hijos de Dios deben ser traídos y bienvenidos a Su reino.

¿Quién Voló Sobre el Nido del Águila? (Haazinu)

Por P.A. David Nesher

Invito a todos mis lectores a ingresar en esta aula virtual y disfrutar de lo que esta semana el Eterno ha implantado en sus hijos por medio del Espíritu de la Profecía:

Encárgate de cubrir el Cádaver

Por Moisés Franco

Esta ascensión tiene un hilo conductor que atraviesa distintas temáticas: la valoración de la esencia humana. Es decir, el respeto por la imagen divina en el interior de cada ser humano, el cual tiene la vocación o llamado de llegar a ser semejante al Eterno (Bereshit 1:26).  

  Esto lo vemos desde el respeto por el cadáver de un condenado a muerte; pasando cuidado sobre la propiedad ajena,  el evitar que hombres y  mujeres usen ropa del sexo opuesto y apartar al ave de su nido antes de tomar a sus pichones o huevos.  

  Pero en este escrito quisiera ahondar sólo en el primer tema:  colgar en una horca el cadáver de alguien condenado a pena capital por sus acciones perversas. Allí el Señor mismo dice: “Pero su cadáver no pasará la noche en la horca, sino deberán enterrarlo ese mismo día. Pues una persona colgada es un insulto para Elohim, no debes contaminar la tierra que YHVH –tu Elohim- te entrega en posesión hereditaria”. (Dev. 21:23| Torat Emet adaptada) 

  Si bien ese individuo había sufrido la muerte por orden divina, Él no se alegra de ver a alguien hecho a Su imagen envilecido de esa manera. Esto nos enseña que, independientemente de lo malo que pueda haber hecho una persona, sigue siendo alguien con la imagen de YHVH en su interior y por ende tiene una dignidad a ser respetada más allá del castigo que merezcan sus acciones.  

  Este es un tema fácil de entender, pero difícil de vivir. Lo he notado en dos ámbitos donde me desenvuelvo: en el sistema carcelario y en las asambleas.  

  En el primero he escuchado de gente que dice: “esos son delincuentes, no merecen nada, deberían matarlos” y cuestionan el derecho al trabajo o cualquier acción que tienda a reconstruir a la persona que está en un penal. Lo cual contradice a la legislación argentina que explícitamente afirma que el sistema carcelario sólo debe privar de la libertad al tránsito, pero no quita derechos humanos. Esto va en sintonía de lo que enseña la Torah.  

  En cuanto al segundo ámbito, lo he notado al referirnos sobre las personas que han apostatado. Me pasó de escuchar recientemente a varios hermanos burlarse de los errores de pronunciación de una persona que dejó de congregarse con nosotros, pero mientras estaba con nosotros nadie se burlaba, sino que se lo amaba y apoyaba en sus debilidades.  

En el momento me di cuenta que estaba mal, pero y si bien traté de evitarlo, no hice mucho para exhortar. Al estudiar esta ascensión el hecho fue traído a mi memoria y me llevó a reflexionar.  

El que alguien peque apostatando, ¿da derecho a denigrarlo y a exponer sus falencias teniendo nosotros un aire de superioridad? ¿o será que, como al cadáver del condenado, hay que enterrarlo en el mismo día para que se cubra la vergüenza de Elohim?.  

  Además, en el caso anterior, ¿qué pasa si esa misma persona retorna al Camino y es reincorporado en nuestra asamblea? Los mismos que a sus espaldas se burlaron seguramente lo abrazarán como si nada hubieran hecho. ¿Esta es la dinámica que espera el Señor o, por el contrario, que condenemos el pecado y disciplinemos al pecador, pero teniendo en cuenta que ese pecador incluso sumido en la mugre sigue teniendo la imagen divina en su interior?  

“No te alegres cuando caiga tu enemigo, 
    ni se regocije tu corazón ante su desgracia, 
no sea que el Señor lo vea y no lo apruebe, 
    y aparte de él su enojo”.

(Proverbios 24:17-18 |NVI)

Esto también lo he observado en mí en algunas situaciones. Antes, cuando alguien pecaba lo miraba con una mirada juiciosa, como si tuviera una peste y yo debiera alejarme de ese ser para no contagiarme. Lo juzgaba desde mi supuesto pedestal de santidad.  

  El Eterno me hizo ver en un conteo del ómer que eso era incorrecto y en Su bendita gracia me ha permitido irlo cambiando, aunque lo sigo trabajando. Hoy, veo que cuando alguien peca, el resto de la asamblea debe estar a su lado para restaurarlo con humildad, no haciendo foco en su mal accionar sino en el potencial a desarrollar que está siendo obstaculizado por el pecado. 

Creo que esta fue la intención del Espíritu al inspirar desde la Torah al apóstol Pablo a decir:  

“Amados hermanos, si otro creyente está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al camino recto con ternura y humildad. Y tengan mucho cuidado de no caer ustedes en la misma tentación. 2 Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo. 3 Si te crees demasiado importante para ayudar a alguien, solo te engañas a ti mismo. No eres tan importante. 4 Presta mucha atención a tu propio trabajo, porque entonces obtendrás la satisfacción de haber hecho bien tu labor y no tendrás que compararte con nadie. 5 Pues cada uno es responsable de su propia conducta”. 
(Gálatas 6:1-5 |NTV) 

¡Ábrete a Más, y tu Destino se Manifestará en Grande!…

Por P.A. David Nesher

La palabra Haazinu, en su sentido más fiel, significa «hablo a los Cielos porque previamente los he escuchado». Moshé está revelando al Pueblo de Israel que antes de hablar y actuar es conveniente detenerse y esperar a que venga al corazón Luz Celestial y repose como corona en nuestra mente.

Un rey pequeño para servir a un Gran Rey

Por P.A. David Nesher

Cuando entres en la tierra que Yahvéh tu Dios te da, y la poseas y habites en ella, y digas:
«Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que me rodean. Ciertamente pondrás sobre ti al rey que Yahvéh tu Dios escoja, a uno de entre tus hermanos pondrás por rey sobre ti; no pondrás sobre ti a un extranjero que no sea hermano tuyo. Además, no aumentará para sí muchos caballos, ni hará que el pueblo vuelva a Egipto para tener muchos caballos, pues Yahvéh te ha dicho:
«Jamás volveréis por ese camino. Tampoco aumentará para sí muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe; tampoco aumentará para sí grandes cantidades de plata u oro. Sucederá que cuando él se siente sobre el trono de su reino, escribirá para sí dos copias de esta Torah en un libro, en presencia de los sacerdotes levitas. La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Yahvéh su Dios, observando cuidadosamente todas las palabras de esta Torah y estos estatutos

(Deuteronomio/Devarim 17: 14-17)

Debo reconocer que siempre me pareció extraño que Moshé se atreviera a legislar sobre la creación de una institución que en sus días nadie reclamaba, y que tardaría siglos en introducirse en Israel. Justamente este «detalle escritural» fue el que más me condujo al convencimiento de que la Torah tiene un origen directa y plenamente divino, ya que en este mitzvot profetiza que el pueblo de Israel pediría un rey en algún momento de su historia. Cuando estudiamos el libro de Bereshit (Génesis), notamos que el Eterno también había dicho a Avraham en Génesis 17:6 que: “reyes saldrán de ti”, lo cual constituye también una base para que hubiera reyes en Israel.

Al llegar a los libros históricos nos damos cuenta que la iniciativa de tener un rey no vino del Eterno. Este oráculo divino se cumplió en los días del profeta y juez Samuel, cuando el pueblo pidió un rey (1 Samuel 8:5).

Samuel está molesto. Piensa que el pueblo lo rechaza. No es así, dice el Eterno, me están rechazando a Mí (1Sam. 8:7). Sin embargo, con todo esto y pese a ello, Yahvéh no le ordena a Samuel negarse a ese pedido. Al contrario, le dice: diles lo que les va a costar la monarquía, qué es lo que pueden llegar a perder. Si después de eso, todavía quieren tener un rey, dáselos.

Con esto el Eterno mostró que el propósito de aquel pueblo en tiempos de Samuel al hacer esta petición no era para cumplir la Torah en este mitzváh de Devarim, sino ser semejantes a todos los demás pueblos en la tierra, especialmente a los filisteos que querían por aquel entonces adueñarse de la zona montañosa de Canaán, ricas en la producción de aceite y vino. Esto fue lo que al Eterno lo llevara a manifestarse como contristado por causa de Su Pueblo.

Al estudiar nuestra parashá Shoftim notamos que en ella se describen siete características que tenía que tener el rey de Israel, a fin de no utilizar en forma errónea su elevado cargo para su engrandecimiento personal. Estas pautas de liderazgo yahvista son:

  1. El rey de Israel tiene limitaciones en el asunto de acumulación de bienes materiales. No puede tener muchos tesoros, así no cobraba al pueblo impuestos abusivos. El rey no puede  tener muchos caballos, así no tenía un ejercito demasiado poderoso. Y no podía tener demasiadas esposas, lo que en ese entonces implicaba, entre otras cosas, un límite en las alianzas que podía establecer con pueblos gentiles vecinos (Debarim, 17:16-17).
  2. El rey de Israel  debía ser un talmid jajam, es decir un discípulo de la Sabiduría (o un estudioso de la Torah). Tenía que escribir un Sefer Torah, el libro de Devarim,  (17:18) y cargarlo con él a donde sea que fuera. Y tenia que estudiar la Torah “todos los días de su vida”  (17:19) para aprender todo lo que Yahvéh esperaba de él y de cada uno de sus súbditos. Su estudio no era para presumir de sabiduría ante nobles y plebeyos, sino para mejorar su proceder y refinar su carácter, como veremos a continuación.
  3. Quizás lo mas interesante del rey israelita era que, en completa oposición a los que era propio de los reyes gentiles , se esperaba de él “humildad”. Así dice la Torah explícitamente en el pasuk 17:20: [El rey tendrá que leer la Torah…] para que su corazón no se enaltezca por sobre sus hermanos y no se aparte de Sus mandamientos a derecha  a la izquierda…”. Amado lector, necesito que notes la suprema lección de humildad: La Torah no dice que el rey de Israel se enaltezca por sobre “sus súbditos” sino” “sus hermanos”. En el pueblo de Dios la relación no era “rey/súbditos”, sino “hermano mayor/hermanos”. Y mientras que en los demás pueblos el rey era la excepción en cuanto a obedecer la ley, el rey de Israel debía ser el ejemplo, en cuanto a obedecer la Instrucción divina, matriz de todas las leyes existenciales.
  4. El rey tiene que ser escogido por Yahvéh, sí o sí por medio de sus profetas.
  5. El rey está colocado en una posición sobre Israel.
  6. El rey es puesto por el pueblo. Es muy interesante que la forma de gobierno que el Eterno establece entre los hombres es tanto teocrática como democrática. Tienen que haber una colaboración en el momento de la instalación de una autoridad, entre el Eterno y el pueblo que va a ser dirigido por esa autoridad.
  7. El rey tiene que ser israelita de nacimiento, no puede ser extranjero. De esa forma Yahvéh se aseguraba de que un alma pura velara por los intereses civiles y espirituales de Su Pueblo y evitara así la influencia extranjera que pusiera en peligro la cosmovisión yahvista adquirida en el Sinaí.

Interesante es destacar que con la revelación de estas características, la Torah no menciona ninguna Mitsvá de obedecer al rey. De ese modo deja bien en claro que el rey de Israel está mandado a obedecer al mismo Dios al que obedece todo israelita. En los demás pueblos,”El rey es dios”. En el pueblo de Israel, “Yahvéh es el único Rey”.

Al venir a este texto de la Torah hay una verdad que se nos revela y nos debe conducir a darnos cuenta que toda propuesta política si no viene de la mano de la justicia inspirada en el Reino de Dios no funciona.

El Rey Salomón olvidando estas pautas de la Sabiduría

Entonces, tal y como podemos ver, todo el pasaje está plagado de ambivalencia. Los peligros están claramente explicados. Existe el riesgo de que un rey explote su poder, aprovechándolo para adquirir riqueza, o esposas, o caballos (uno de los símbolos de status del mundo antiguo). Esto es exactamente lo que se describe de Shelomó (Salomón) haciéndolo en el Libro de Reyes.

Cuando vamos y vemos la vida del rey Shelomó notamos que el pecó justamente en tres áreas reveladas en estos mitzvot de la parashá Shoftim:

  1. Tuvo muchos caballos e hizo que el pueblo volviera a Egipto, para comprar caballos, (cf. 1 Reyes 4:26). Cuando los reyes gentiles viajaban, solían desfilar con un gran número de caballos a fin de impresionar al público. El Talmud, explicando este mitzváh, dice que sólo puede poseer los suficientes para sus carros (2 Samuel 8:49). Por tanto, al rey de Israel le estaba prohibido poseer cualquier caballo adicional para pompa y exhibición. La razón fundamental para esta prohibición es la necesidad de cuidar al rey de la arrogancia que conduce hacia el alejamiento del Todopoderoso.
  2. Tuvo muchas mujeres que desviaron su corazón, (cf. 1 Reyes 11:3-4). Los reyes gentiles de antaño solían poseer grandes harenes. Según el Talmud, un rey de Israel sólo podía tener 18 mujeres, basado en el texto de 2 Samuel 12:8 donde el Eterno habla de añadir dos veces más a lo que el rey David ya tenía. Entonces tenía seis esposas. Con esto la Torah se aseguraba que el rey de Israel se enfocara en su única función: gobernar la Comunidad yahvista conforme a los mitzvot de la Torah, y no perder el tiempo dando rienda suelta a placeres físicos.
  3. Tuvo mucha plata y oro, cf. 1 Rey 10:21, 27. El Talmud dice que sólo puede poseer lo suficiente para adjudicar para su corte.
¿Cómo pudo Shlomó atreverse a transgredir estos mandamientos?

A cada una de estas mitzvot la Torah le atribuye una razón: «por si su corazón se aleja de Yahvéh«. La sabiduría en Torah que poseía Shelomó era tan inmensa y su corazón tan puro que se sintió seguro de que ningún exceso de esposas alejaría su corazón del Eterno.

Shelomó declaró, «Tengo la suficiente fortaleza para transitar todos los senderos sin pecar«. Consideró que sus actos eran permisibles y, quizás, obligatorios.

Dicen los sabios que su intención era unificar el mundo entero y enseñarles moralidad de la Torah. ¿Qué mejor forma de ganarse la aprobación de un rey gentil que casándose con su hija? Shelomó asumió que la razón que da la Torah, de que ellos no deben alejar su corazón de Dios (Deuteronomio 17:17) si es que no aplicaba a él (debido a que el Eterno le había concedido Sabiduría), estaba permitido. Shelomó pensó que podía romper todas las reglas y seguir siendo ajeno a la corrupción. Lamentablemente, y pese a toda su sabiduría, estaba sinceramente equivocado.

Así pues, y por pecar en estas tres áreas, el Eterno mismo le levantó tres enemigos (cf. 1 Reyes 11:14, 23, 26). Si el rey Shelomó hubiera hecho caso a estas pautas de la Torah para su puesto, no hubiera caído en pecado.

Un antiguo Midrash cuenta una metáfora que ayuda a explicar esta caída del sabio rey. Dice que la letra yud de la palabra yarbé, que significa “aumentará”, se molestó con el rey Shelomó cuando transgredió estas prohibiciones de la Torah, y voló ante el trono celestial y se quejó: “Shelomó me desarraigó por transgredir las prohibiciones de acumular esposas, caballos y riquezas. Ahora ha anulado estas mitsvot, eventualmente descarte toda la Torah.” Entonces el Eterno le respondió a la yud: “No temas. Shelomó y miles como él morirán, pero hasta tú, la más pequeña de las letras, jamás serás desarraigada.”

Es muy posible que este Midrash haya estado en la mente de nuestro Maestro Yeshúa cuando pronunció estas palabras ante el pueblo, como están escritas en:

Porque en verdad os digo que hasta que pasen el Cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la Torah hasta que toda se cumpla.”
(Mateo 5:18)

Con esto necesitamos aceptar que todas las caídas de los hombres desde Adam hasta el último hombre, han sido, son y serán la consecuencia de no hacer caso a los mandamientos del Eterno escritos en la Torah.

Por eso, al estudiar esto, estamos obligados a pensarnos a nosotros en nuestro llamado regio, y desde allí revisar nuestra capacidad de liderazgo.

Tenemos que aceptar que, si creemos estar redimidos por Yahvéh, en alguna medida todos somos reyes, y  lideramos algo, e influenciamos sobre personas. Dicha influencia quizá está en nuestro trabajo, liderando proyectos; o quizá somos cabeza en nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro grupo de amigos, las redes sociales, etc.

De ese modo, nos damos cuenta que el atributo de la monarquía en cada uno de nosotros, los hijos primogénitos del Monte Santo, puede ser obvio y evidente, por ejemplo, el caso de las personas que dirigen a otros y les indican qué deben hacer. Así mismo, nuestra monarquía está también la capacidad de influir con nuestra personalidad, nuestros mensajes y el impacto de nuestros actos sobre otras personas, aunque no sea tan obvio.

Debemos aceptar que la monarquía es el poder de la nobleza divina manifestada en nosotros, por lo que debemos cuidar como lo utilizamos, y hacerlo para bien de nuestro entorno. Debemos tener claro que la finalidad al liderar y asumir la responsabilidad de cualquier conducción, no es obtener nuestro beneficio, sino vivir con justicia y armonía para servir al propósito eterno de Dios, escondido en cada ser humano, con amor.

Finalmente: ¿Cuál es el mensaje práctico de Shoftim para hoy? En la comunidad estamos para servirnos con nobleza los unos a los otros. Cada uno de nosotros somos responsables de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. No podemos culpar al vecino. Por lo tanto, le pido que se haga estas preguntas:

“¿Estoy siendo una influencia positiva en mi comunidad, donde sea que esté, donde quiera que vaya?»
«¿Soy respetado como una persona de buenos valores y moral?»
«¿Soy invisible?»
«¿Soy un ciudadano responsable?»
«¿Soy de beneficio para la sociedad sin importar mi edad?»
«¿Soy un individuo egocéntrico que solo se preocupa por lo que me sucede?”

En Shoftim, por medio de la mitzváh de elegir un rey, Moshé nos está advirtiendo, que nuestra sociedad será saludable, en la medida en que cada persona que la integra sea consciente que es importante, aceptando su responsabilidad de servir con nobleza a quienes los rodean.

Hidratación Celestial

P.A. David Nesher

 

«El Eterno hará que la lluvia de tu Tierra sea polvo y tierra; del cielo descenderá sobre ti hasta que seas destruido.»

(Deuteronomio/Devarim 28:24 – parashá Ki Tavó)

Habiendo aprendido cuáles son los niveles de interpretación para la Torah (es decir el PaRDeS) Podemos decir que en este pasuk (versículo), desde una interpretación en el nivel Peshat (literal) Yahvéh asegura que una Israel desobediente sería maldecida en su clima, y perjudicada en su producción agrícola.

Sin embargo, desde una interpretación más profunda (Sod), encontramos que en este texto existe una codificación de Luz maravillosa. La expresión hebrea “cielo” hace referencia al dador, mientras que la expresión “tierra” hace referencia al receptor.

Entonces el “cielo”, el dador, debe transmitir frescura e hidratación con mensaje llenos de bendiciones, simbolizado en la misión de la “lluvia” misma sobre la tierra. Por eso, la Instrucción divina revela que lo triste es cuando el “cielo” solo genera “polvo”, es decir, un mensaje seco y desabrido, lleno de rigor, que establece juicios y produce maldiciones.

Entonces este pasuk revela que la bendición ocurre cuando los que tienen que influenciar transmiten una Torah fresca y “humectada” que señala hacia la obra redentora del Mesías.

¡No Te Duermas en tus Laureles!… ¡La Batalla aún No ha Terminado!

Por P.A. David Nesher

 

«Cuando salgas a la guerra sobre tu enemigo …»

(Dt 20: 1)

Entre las naciones, a lo largo de la historia humana, ha existido una guerra que se libra cuerpo a cuerpo contra el enemigo que invade y destruye el patrimonio de una nación. Cada vez que esto sucede, los soldados salen a salvaguardar la seguridad del país que ha sufrido afrenta. Pero, en nuestros días somos testigos de otro tipo de guerra. Un conflicto internacional es más difícil de librar: la lucha contra el terrorismo fundamentalista. Esta guerra se destaca en el hecho de que el adversario se encuentra dentro de la misma nación, viviendo en alguna ciudad de la misma. Muchas veces es un ciudadano nativo que ha sido fascinado por los dogmas y la cosmovisión de dichos sentimentalismos del terror. Este enemigo, se comporta la mayoría de las veces como un aliado de la causa nacional, esperando el momento exacto para cometer el atentado que debilite la vida de dicho país, llevando a todo el territorio al desbalance y el caos.

De igual modo, todo redimido en la sangre de Yeshúa debe aceptar que vive un constante enfrentamiento ideológico contra su yetzer hará (tendencia al mal) descripto por el apóstol Pablo en el capítulo 7 de su carta a los romanos. Ese instinto maligno, en las manos del adversario (HaSatán) tiene por misión terrorista intentar que el miembro de la asamblea de primogénitos de Yahvéh se aparte del camino de la justicia, trazado por Yeshúa el Tzadik (Hechos 22:14). Esta tendencia al mal, es nada más y nada menos que el «veneno de la serpiente«, que implantado en el fluir psíquico de cada hombre, se muestra como una falta identidad de cada persona humana. Estoy refiriéndome al ego, esa cáscara que el oponente (HaSatán) ha instalado en la humanidad caída, y que logra una programación anárquica en la mente de cada individuo de la misma, mediante los dogmas del sistema reptiliano, que el mismo adversario gobierna.

Para conseguir que el ego se manifieste mediante el yetzer hará, HaSatán utiliza todo tipo de artimañas para engañarnos y así conseguir su vil cometido. Entre tantas estrategias que utiliza, la que mejor funciona es la de hacernos pensar que ya lo vencimos, y que podemos continuar tranquilos nuestra marcha por esta vida. Este será el principio de la perdición de quien se jacta de su aparente triunfo, una vez más el oponente habrá logrado recapturar a su antigua víctima.

Por eso nos advierte la Torah: «Cuando salgas a la guerra contra tu enemigo» … Esta expresión divina quiere significar en su codificación:

“Si te mantienes alerta, si tomas las medidas precautorias y estás consciente de que cada día debes salir a la guerra contra tu enemigo (el ietzer hará )”, ENTONCES Yahvéh lo entregará en tu mano y podrás vencerlo.»

Por lo tanto, la parashá de esta semana nos llama a reconocer que si no fuera por la Presencia bendita del Eterno, a través del Espíritu de Su Hijo, el redimido en Su sangre no podría vencer a su inclinación malvada.

Por eso te solicito que nunca te confíes, ¡no te duermas en los laureles!, pues aunque le hayas ganado un poco de terreno, la fuerza del mal nunca se rendirá. HaSatán es una fuerza que trabaja contra ti 365, 24, 7 (los 365 días del año, durante las 24 horas, de cada una de las semanas). En otras palabras, el oponente nunca descansa. Pero hay una buena noticia (betsorah): ¡La Luz Infinita (Or EinSof) tampoco descansa! Por eso, ella ha prometido estar contigo «todos los días hasta el fin del sistema de cosas» (Mateo 28:20).

¡Así es, tendrás que luchar contra él durante toda tu vida! Esa lucha terminará cuando el Eterno haga sonar su Trompeta final, anunciando el triunfo de la fe. En ese momento se verá quién fue el vencedor y quién el vencido.

Por eso debemos cuidarnos de nunca pensar que ya lo vencimos, porque esa es su arma más letal. La táctica por emplear es ir ganándole poco a poco. Para eso tenemos armas que no son de este mundo (2 Corintios 10:4-6). Ellas son primordialmente: la meditación en la Torah, el estudio y la praxis de los mitzvot y la vida de tefilah (oración de alianza).

Considerando todo esto, debo agregar en mi consejo que la más pequeña victoria que obtengas en tu cotidianidad sobre el espíritu maligno, apréciala como significativa para tu propósito, de forma que sea un peldaño hacia una victoria mayor. Desde ello, aprende a ser más cauteloso, aceptando que mientras más te fortalezcas, el enemigo lo hará también…

Para que esto se entienda mejor, te invito a considerar esta historia.

Cierta vez un campesino se dirigió a la ciudad para abastecerse de comida y todo lo necesario para su familia. Entró a una tienda y pidió harina.

_ “¿De qué tamaño quieres tu bolsa?”, preguntó el tendero.

_ “Pues… una grande”, respondió el cliente.

El vendedor le mostró un costal que se encontraba cerca de una de las paredes.

_ “Aquí tienes tu bolsa. Dentro del costal vas a encontrar una pequeña pala para que te surtas de toda la harina que desees.”

El campesino fue hacia el costal, lo abrió y comenzó a llenar de harina la bolsa que había recibido. Llenó la bolsa hasta un cuarto de su capacidad y la entregó al tendero, quien la colocó en uno de los platillos de la balanza y, del otro lado, colocó las pesas medir.

_ “¿Quieres aumentar la cantidad de harina, o así te parece bien?”, preguntó al campesino.

El aldeano fue hacia el costal, tomó la pala y la vació en la bolsa que todavía se encontraba en la balanza.

_ “¿Eso es todo lo que quieres llevar?”, preguntó de nuevo el tendero con amabilidad.

_ “¿Puedo agregar más?”, preguntó el campesino con timidez.

_ “¡Claro, hombre! ¡Toma todo lo que desees!”, fue la respuesta del tendero.

El cliente dijo con entusiasmo: “Mi abuela me enseñó que no debe despreciarse ningún ofrecimiento, así que con permiso…”.

Tomó la bolsa, la llevó hacia el costal y la llenó hasta el borde. La llevó a la balanza y la depositó de nuevo en el platillo. El tendero colocó del otro lado las pesas correspondientes y le dijo:

_ “Son cincuenta rublos”.

_ “¡¿Cincuenta rublos!?”, dijo sorprendido el campesino.

_“Mi esposa me pidió un solo rublo de harina. ¿Cómo pretendes que te pague cincuenta?”.

_ “¡Si serás necio!”, le gritó el tendero.

_ “¿Por qué me hiciste perder mi valioso tiempo con tus juegos? ¡¿Crees que no tengo cosas que hacer en todo el día..?!”. “¡Tú tuviste la culpa!”, se defendió el campesino. “Tú me incitaste una y otra vez a agregar harina a la bolsa.

_ “¡Eres más necio de lo que creí!”, le dijo el tendero. “¿No sabes que nada en la vida es gratis? ¿Acaso no te fijaste en que por cada palada de harina que ponías en la bolsa yo agregaba la misma cantidad en peso del otro lado de la balanza, y el precio subía equivalentemente…?”. [Tomado de: Mathamim LeShulján Shabat; Perashat Vayikrá]

En ocasiones la persona olvida que nada en esta vida es gratis. No se da cuenta de que a cada “cucharada de harina” que adquiere le están agregando al mismo tiempo, en el otro platillo de la balanza, el peso equivalente al mal instinto que acompaña cada “éxito” que obtiene. Cuanto más elevado sea el nivel que alcance una persona, mayor será la lucha que debe librar contra su fuerte impulso al mal.

¿Desafío difícil? ¡Vaya que lo es! Pero es para el bienestar de la persona. Si fuera de otra manera, se convertiría en una contienda desigual y el propósito de la creación del hombre ya no tendría razón de ser debido a que, desde la caída, cada ser humana vino a este mundo a ganarse, por medio de la lucha contra su instinto negativo, su lugar en el Mundo Venidero.

Antes de enfrentar a un enemigo, lo primero que debemos hacer es conocer sus fortalezas y sus debilidades. ¿Sabes dónde se encuentra el instinto maligno? En los lugares que piensas que no se encuentra. Él intenta incansablemente encontrar tu lado débil, para hacerte caer en sus engaños. Otra de sus artimañas es apresurar a su víctima a cometer el acto; cuando se te antoja algo, te apremia para que actúes precipitadamente con el fin de no darte tiempo para reflexionar, pues si piensas en lo poco que dura el gusto te darás cuenta de que no fue tan placentero ni tan delicioso como te lo presentó.

Otra de sus estrategias es menospreciar lo bueno que haces. Te hace pensar que no es gran cosa, que podrías hacerlo mejor; hasta te muestra otros que te superan en el acto en cuestión y te dice: “¿Para qué sigues? No lo haces tan bien”. Y después de perder el valor de tus acciones, pierdes la alegría, quedando impuro en tu alma. Es entonces que te encuentras vulnerable para caer en el pecado. Por eso los sabios de Israel siempre aconsejaron: “Aléjate de toda tentación y de toda persona que pudiera influenciarte para pecar”. Desde este dicho se fundamentaba el apóstol Pablo al decir a los creyentes de la ciudad griega de Corinto:

«¡No se dejen engañar! Bien dice el dicho, que «Las malas amistades echan a perder las buenas costumbres.»

(1 Corintios 15:33)

¿Cuál es la debilidad del yetzer hará? ¿Cómo podemos contener su ataque?

El Todopoderoso puso en nuestras manos ciertas defensas que, si las utilizamos adecuadamente, nos ayudarán a lograrlo. Primero necesitamos saber qué es lo que HaSatán busca cuando nos tienta usando el yetzer hará. Este villano atenta contra nuestra vida. Los 120 años que Yahvéh nos concede en este mundo no le interesan; el adversario va sobre algo mucho más valioso: quiere abatir la vida eterna. Si tenemos esto siempre presente, vamos a defenderla sin tregua. Sacaremos, si es necesario, nuestras fuerzas ocultas para huir del peligro que nos acecha.

Hay una frase llena de sabiduría que se encuentra en la Guemarah, que dice:

Si te encuentras con ese villano (el yetzer hará), llévalo al Bet HaMidrash. Si es una roca, se desmoronará; si es de hierro, se hará pedazos

(Sucá 52b)

Este es el consejo exacto. El Bet HaMidrash (Templo Santo) es ese momento de encuentro íntimo que un creyente en el Mesías se asegura para estar meditando los secretos celestiales revelados en la Torah. Sin embargo, para lograr esto exitosamente, hay una condición divina: Ki Tetzé (“cuando salgas”), es decir, cuando te sientes a estudiar en tu interioridad o aposento, “sal” primero de tu negocio, de tu casa, de cualquier cosa que pueda distraerte; y así Yahvéh pondrá en tu mano a tu enemigo interno, el ego, que busca vencerte por medio de yetzer hará.

La inclinación al mal (yetzer hará) ataca principalmente el estudio de la Torah. Ella trata de evitar con todas sus fuerzas que la persona estudie la Instrucción del Eterno. Porque una pequeña porción de luz aleja mucha oscuridad. Por eso, el antídoto contra ese enemigo es la Torah. Si tú la estudias y meditas, no caerás en su trampa.

¿Quién Reina en tu «Reino»?

«Jueces y policías pondrán para todos en los puertos de las ciudades que YHVH te da para habitar y juzgarán al pueblo con justicia»

(Devarim/Deuteronomi 16:18).

 

Así comienza la parashá  (porción) de la Torah que nos toca investigar esta semana.

En la cosmovisión hebrea dada por el Creador, la función de un juez es decidir qué es lo que se debe dejar pasar por las puertas de una ciudad. A su vez, la función del policía, es controlar que lo que ingresa sea exactamente lo que ha determinado el juez.

Pero, ¿pasar adónde? ¿Cuáles son estas puertas? La codificación de este mitzvot revela que se trata del individuo, y que las entradas son los cinco sentidos. Y pasar no sólo implica lo que entra, sino también lo que sale (por ejemplo, lo que se dice, en el caso de la boca).

La clave de todo esto está en saber si lo que dejo atravesar esas puertas me altera espiritualmente, si me acerca al mal (al RA, el deseo egoísta) por medio del yetzer hará (tendencia al mal) que me acompaña y hostiga desde el día de mi nacimiento.

Para corregir estas conductas nocivas es necesaria una gran dosis de voluntad y, principalmente, entronar a un rey que nos gobierne y conduzca nuestros actos para llevarnos hacia la evolución espiritual diseñada en el propósito eterno de Dios. No se trata de un gobernante externo, que nos diga qué hacer, sino de uno interno. Acudir a otro para resolver nuestros problemas hace que le cedamos también el beneficio espiritual que resulte de nuestra acción. Se trata de Aquel que, siendo la Luz Infinita, habitó entre los hombres en forma de hombre y hoy ha sido coronado como el Rey de reyes y Señor de señores. Estoy hablando de Yeshúa HaMashiaj.

Esta semana, indaga en esas cosas que haces aunque sabes que te perjudican y esfuérzate por cambiar al menos una. Si crees que no vas a poder con ella, un secreto puede ser elegir uno de los 248 preceptos positivos que sientas que podrás cumplir, y usar la energía ganada para debilitar la fuerza opositora del cuerpo.

Aprovecha la energía presente que te otorga la presencia del Rey y corona a tu conciencia para que Él reine en ti, enseñándote los secretos del Cielo que se esconden en la Instrucción (Torah) divina.

Shalom!

 

¡Abre los Ojos!… ¡Observa en qué Monte estás! (Bendición o Maldición)

Por P.A. David Nesher

 

“Y acontecerá, que cuando Yahvéh tu Dios te lleve a la tierra donde entras para poseerla, pondrás la bendición sobre el monte Guerizim y la maldición sobre el monte Eival. 
¿No están ellos al otro lado del Yardén, más allá, hacia la puesta del sol, en la tierra de los cananeos que habitan en el Aravá, lejos de Guilgal, junto al planicie de Moré?” ”

(Devarim/Deuteronomio 11:29 -30) 

 

Para comenzar diré que la correcta interpretación de estos versículos requiere que recordemos que Moshé estaba aquí preparando a la nueva generación del pueblo de Israel para entrar a poseer la Tierra Prometida. Ésta era una tierra “donde fluía leche y miel”, metáfora que describe que está llena de bendiciones.  Pero también era una tierra cuyo propósito dependería de las  “decisiones” o “elecciones” de sus moradores.

Moshé les dijo a los israelitas que cuando Yahvéh los introdujera en la tierra que iban a poseer, tendrían “que dar la bendición sobre el monte Gerizim y la invocación de mal sobre el monte Ebal” (Dt. 11:29, 30). También dijo que seleccionaran grandes piedras no labradas, las blanquearan con cal y las erigieran en el monte Ebal. Además, tenían que edificar un altar sobre el que presentar sacrificios a Yahvéh. Moshé también indicó:

“Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta Torah”.

(Deuteronomio 27:1-8)

Así pues, cuando Israel cruzó el río Jordán, las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí se pusieron “de pie para la invocación de mal en el monte Ebal”, y las demás tribus lo hicieron “para bendecir al pueblo en el monte Guerizim”. Acto seguido, se enumeraron las bendiciones que recibirían los que obedecieran la Instrucción (Torah) de Yahvéh, así como las maldiciones que les sobrevendrían a los que la quebrantaran (Dt. 27:12-14). Cuando se pronunciaron las maldiciones por la desobediencia, todo el pueblo tuvo que decir “¡Amén!”, es decir, “¡Así sea!”, para mostrar que estaba de acuerdo con el hecho de que los practicantes de iniquidad merecían ser condenados (Dt 27:15-26).

Después de la victoria de Israel en Hai, Josué cumplió las instrucciones de Moshé y edificó un altar a Yahvéh en el monte Ebal. Escribió sobre piedras (quizás las del mismo altar, aunque no necesariamente) “una copia de la Torah de Moisés que él había escrito delante de los hijos de Israel”.

Más tarde, enfrente de la congregación de Israel (con sus residentes forasteros) reunida como Moisés había mandado, Josué “leyó en voz alta todas las palabras de la Torah, la bendición y la invocación de mal, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la Torah”. La mitad de la congregación estaba de pie frente al monte Ebal y la otra mitad frente al monte Gerizim, y el arca del pacto y los levitas se encontraban entre los dos grupos (Jos 8:30-35). Las laderas del monte Ebal y del monte Gerizim proveyeron una acústica excelente para la ocasión. Es digno de mención que todos estos sucesos tuvieron lugar en las proximidades del centro geográfico de la Tierra de Promisión, cerca de donde el Eterno había prometido esta tierra a Abrán (Abrahán), el antepasado de Israel. (Gé 12:6, 7)

Según la tradición, los levitas que estuvieron de pie entre los montes Ebal y Gerizim miraban hacia el monte Guerizim al pronunciar una de las bendiciones, a la que el pueblo congregado contestaba “¡Amén!”. Luego se dice que se volvían hacia el monte Ebal para pronunciar una de las maldiciones, a la que los reunidos en aquel lado decían “¡Amén!”.

Cuando leemos el evangelio del apóstol Juan, en su capítulo 4, nos encontramos con diálogo que trata de responder a una discusión religiosa. En dicha escena, Yeshúa y una samaritana, están hablando sobre el lugar correcto de adoración. En este caso la palabra adoración tiene que ver con el culto de los sacrificios. Los samaritanos sostenían la idea de que Gerizim fue elegido como el monte donde el Eterno iba a poner su Nombre y siguen sacrificando animales allí.

¿Por qué el Monte Gerizim fue elegido para representar las bendición y el Monte Eiva (Ebal) para las maldiciones? 

Cuando nos dice qué montañas usar, la Torah no da una razón por la cual una montaña debe ser elegida para pronunciar bendiciones, y la otra para maldiciones.

Quizás sea conveniente saber que el Har (monte) Eival, 940 metros sobre en nivel del mar, está al norte y el Har (monte) Guerizim, 880 metros sobre en nivel del mar, está al sur. En el valle entre los dos montes se encuentra la ciudad de Shejem (Siquem). Desde tiempos antiguos existía una ruta muy importante que pasaba por ese lugar. La misma conectaba a Israel con el resto del mundo. Fue un lugar de encuentro para los viajeros entre el norte, el sur, el este y el oeste. Es aquí fue donde Avraham construyó su primer altar (cf. Génesis 12:6-7), y aquí fue sepultado Yosef (cf. Josué 24:32).

Lo cierto es que la ubicación del monte Gerizim al sur y el monte Eival hacia el norte, dentro de la geografía bíblica tiene una interesante codificación lumínica. El norte a menudo se identifica con el mal (Jer. 1:14). Además, a lo largo del Tanak se dan en relación con el sur, la derecha, y el norte, la izquierda, siendo la derecha representación de la benevolencia divina (jesed) y la izquierda símbolo del opuesto, es decir el rigor (guevurah) del Eterno (ver Eclesiastés 10: 2).

Además de que Har Gerizim está al sur y Har Eival al norte, el Rav Shamshon Refael Hirsh dice algo interesante en el sentido de que Har Grizim estaba ubicado en el lado sur, al lado de Shechem (Siquem). Tenía un impresionante paisaje, hierba bellamente cultivada y muchos tipos de alimentos crecían en ella; estaba lleno y próspero con una abundancia de flora. Por otro lado, Har Aival se encontraba adyacente a eso, hacia el lado norte de la porción de Efraín. Estaba vacío y estéril. Nada creció en esta montaña y parecía no tener vida vegetal.Estas dos montañas, que estaban una al lado de la otra, presentaban la visualización más llamativa de berakah (bendición) y klalah (maldición). Ambos están siendo nutridos por el mismo suelo, la misma agua y el mismo viento. Sin embargo, Har Aival era estéril de todos los arbustos, mientras que Har Grizim estaba lleno de exuberante vegetación, todo el camino hasta la montaña. Vemos que berakah y klalah no dependen de apariencias externas; ellos yacen dentro del corazón de una persona. Bendición y maldición son dos energías que se encuentran dentro del anhelo e interés de una persona.

Existe otro dato geográfico interesante que permite entender los lineamientos proféticos de esta elección. Al colocarse en Shejem (Siquem), mirando hacia el norte, donde está la montaña Eival, sobre la cual se pronunció la maldición, la espalda está hacia Yerushalayim. Al voltearse hacia el sur, la montaña de bendición estará delante y, más allá, está la montaña escogida por Yahvéh, el monte Tzión. Quizás, entonces, también se entendía como un mensaje velado de que las bendiciones de Yahvéh llegan cuando hacemos de Jerusalén y el Templo Santo (Beit Hamikdash) el centro de nuestras aspiraciones, y todo lo contrario cuando los abandonamos, tal como tristemente ocurrió con las seis tribus que están paradas en el monte Eival (más cuatro de las en Gerizim) terminaron haciéndolo.

Los rabinos discuten si realmente se puede hablar de una montaña de maldición y otra de bendición. Según Rashí, esto se refiere a que la bendición y la maldición son enunciadas sobre estos dos montes respectivamente. El Targum lo traduce: “Pondrás los que bendicen…” El sabio intérprete Najmánides escribe que la bendición y la maldición no están ligadas a esta o aquella montaña. No podemos pensar que la maldición venga de una montaña, sino que aquí encontramos una forma pedagógica de ilustrar las dos realidades. El pueblo tenía que pronunciar la bendición hacia una montaña y la maldición hacia la otra montaña.

La enseñanza divina es evidente, la bendición no es algo que viene automáticamente con nuestra Salvación. ¿Cuál es el costo para que las bendiciones del Eterno se manifiesten aquí en la Tierra? La obediencia de todo corazón.  Cuando el Eterno tiene todo nuestro corazón en sacrificio vivo, sus mandamientos no son “gravosos”, sino que podemos “deleitarnos” en obedecer y servir al Señor, santificando Su Nombre.

Cuando se enfrentan con elegir entre caminar en las bendiciones o caminar en las maldiciones, todas las personas sanas eligen la bendición.

Sin embargo, esta Parashá deja en claro que las bendiciones obedecen a la Torah. Y muchos encuentran la obediencia difícil mientras luchan contra la tentación y la debilidad de su carne.

Como seguidores de Yeshúa (Jesús) el Mesías, el deseo de nuestro corazón más profundo es obedecer a Yahvéh, guardar Sus caminos y así santificar Su Nombre. El Espíritu de Dios en nosotros nos impulsa hacia la obediencia. Más que eso, nos faculta para ser obedientes.

Sin embargo, la obediencia no es automática. Primero debemos descubrir qué es la santidad.

La obediencia guiada por el Espíritu es el corazón de nuestra fe y la voluntad de nuestro Abba para nosotros. Mientras algunos excusan su desobediencia diciendo que es demasiado difícil, en realidad es mucho más difícil vivir con las consecuencias de la desobediencia.

«Es mucho más fácil hacer lo que Dios nos ordena que hagamos, sin importar lo difícil que sea enfrentar las responsabilidades de no hacerlo» (BJ Miller).

«¿Cómo te atreves a dar el Diezmo?»

Por P.A. David Nesher

«Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Yahvéh tu Dios en el lugar que Él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Yahvéh tu Dios todos los días. 
Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Yahvéh tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Yahvéh tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Yahvéh tu Dios escogiere; y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Yahvéh tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo. 
Al fin de cada tercer año, sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año y lo depositarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni herencia contigo, y el forastero, el huérfano y la viuda que habitan en tus ciudades, y comerán y se saciarán, para que el SEÑOR tu Dios te bendiga en toda obra que tu mano haga.»

(Devarim/Deuteronomio 14:22-29)

En la porción de esta semana, nos toca investigar y meditar en la ordenanza del maáser (el diezmo) que debía separar el campesino en en la tierra de Israel, durante el tiempo del Bet HaMikdash (Templo). El tema, en los espacios del cristianismo, es en verdad muy controversial y hostilizado como todo lo que tiene que ver con dinero, y a decir verdad, es muy difícil permanecer indiferente sin volcarse apasionadamente a uno de los bandos. En esta bitácora no pretendo sumar algo a dicha controversia, ya que considero que de acuerdo a la mal entendida «teología de la gracia» que la mayoría de las denominaciones cristianas profesan, el diezmo no debería ser practicado ya que pertenece al ámbito de lo que los dogmas llaman Antiguo Testamento.

En verdad, lo que quiero hacer en este estudio, es compartir con los que creemos que la Torah (y por consiguiente los Profetas y Escritos) sigue estando vigente como manual que conduce a los secretos de la Sabiduría de lo Alto, los beneficios que otorga la conciencia de Maaser (Diezmo).

Según la Torah divina cada terrateniente debía separar sus frutos y cereales en los siguientes tipos de ofrenda:

  • Terumah,
  • Maaser Rishón,
  • Maaser Shení y
  • Maaser Aní,
  • además de los primeros frutos que se llevaban al Bet HaMikdash (bikurim, las primicias).


La Torah, en realidad, en su hebreo original dice en el versículo 22: “aser te`aser” (que puede traducirse: «diezmar diezmarás«); es decir: «irremisiblemente» o «indefectiblemente» diezmarás…. Y medio de un juego de palabras (los Sabios) las interpretan como: “aser bishbíl shetitasher”, que se traduce: «Da el diezmo para que te enriquezcas«, o «te hagas millonario» según otros traductores (Talmud SHABAT 119ª. TAANIT 9ª).

Para captar mejor lo arriba dicho, regresemos a la expresión ”עַשֵּׂר תְּעַשֵּׂר“ [“aser te`aser” («diezmar, diezmarás)], si observamos el original notamos que la raíz de ambas  la componen las letras Áyin, Shin y Resh. Lo interesante de este dato es que la palabra riqueza posee la misma raíz;  con solo cambiar la vocal ‘a’ por la ‘o’, se forma la palabra «osher» que significa riqueza.  Así que con toda propiedad, los Sabios aseguran que se puede afirmar que el versículo dice: “Diezma  y te enriquecerás”

Por ende, cuando leemos la palabra indefectiblemente notamos que en la cosmovisión de los Cielos cumplir con este mandamiento es muy importante; ya que el diezmo describe dar el diez por ciento, el Eterno mandaba a que realmente fuera el diez por ciento. Se podría pensar que los israelitas podrían descubrir maneras de dar menos del diez por ciento a Dios, pero con esta palabra la pauta quedaba bien clara, el Eterno no puede ser burlado.

¿Por qué y para qué el Eterno mandó dar el diezmo? 

Porque por medio de este instrumento cósmico Él lograba grabar en las mentes de los primogénitos que el es el Dueño absoluto de todo, y que nosotros solo somos administradores o mayordomos de todo lo creado (Deuteronomio 8:18; Salmo 50:10; Hageo 2:8). Así, al dar el diezmo, el pueblo de Israel reconoce que Yahvéh es el gobernante absoluto de todo los bienes que tenemos. El propósito de diezmar era edificar el honor y la reverencia al Nombre Bendito del Eterno. En la paráfrasis de la Living Bible se lo presenta de una manera simple:

«El propósito de diezmar es para enseñarte a siempre poner a Dios primero en tu vida» 

(Deuteronomio 14:23b, Living Bible).

En la Torah se describe el diseño divino de dos tipos de diezmo, el primero y el segundo, los cuales suman el 20% de los ingresos totales de la producción anual.

El primer diezmo (en hebreo: Maaser Rishón) se entregaba enteramente a los levitas que lo pueden comer en cualquier lugar (cf. Números 18:26).

En cambio, el segundo (hebreo: Maaser Shení) se podía comer en Yerushalayim durante los años primero, segundo, cuarto y quinto del ciclo semanal de años. Cada hebreo debía separar en dichos años una décima parte de la producción anual del suelo, que incluía granos, vino y aceite.

Durante el tercero y el sexto año se entregaba el segundo diezmo a los necesitados en cada ciudad, ese diezmo es llamado el diezmo de los pobres. El séptimo año es el año sabático cuando no se podía dar el diezmo de los productos agrícolas porque durante ese año todo lo que crecía en el campo era de todos.

Ya que el diezmo se tenía que transportar a un solo lugar para toda la nación, unos se encontraban mas lejos que otros. Si alguien estaba muy lejos, se les dificultaba transportar el diezmo requerido de grano y ganado. Entonces, quien vivía demasiado lejos del Santuario para llevar a cabo el Maaser Shení, podía llevar a cabo su equivalente en dinero y disfrutar de una comida festiva con su familia y los leviím (levitas). Al final del tercero y sexto años de cada ciclo de siete, ese era el deber ser entregado a los pobres (Maaser Aní) en casa antes de ser llevado al Santuario.

El levita recibe el primer diezmo, y los pobres reciben el segundo diezmo, en los años tercero y sexto del ciclo shemitah. El comentario “Torá con Rashí”,dice al respecto:

“El diezmo (maaser) es la porción del producto agrícola que debe separarse cada año y entregarse a sus respectivos destinatarios. Los diezmos se dividen en tres partes: primer diezmo (maaser rishón), segundo diezmo (maaser shení) y diezmo del pobre (maaser aní). Su orden de separación es el siguiente: primero se separa la trumá (“porción separada”) y es entregada directamente al kohen. Luego se separa el maaser rishón, el cual es entregado al leví; de aquí el leví separa la parte llamada trumat maaser y se la entrega al kohén (ver Núm 18:26). Tercero, se separa el maaser shení y es llevado a Yerushalayim para ser ingerido allí; esto es realizado el primero, segundo y cuarto y quinto años del ciclo agrícola de siete años (ver. Deuteronomio 14:22-26). En el tercero y sexto años, en lugar del maaser shení se separa el maaser aní, el cual es entregado a los pobres (Deuteronomio 14:28-29). En el séptimo año no se separan los diezmos.”

Dar el Diezmo Garantiza Protección en los Malos Tiempos Económicos.

Cuenta la historia hebrea que existió un hombre que era muy escrupuloso al ver sus maaserot (diezmos). Poseía un campo, del cual usaba la mitad para las plantas y en la otra mitad había un estanque con agua. Cierto año hubo una sequía terrible; todo el país sufría de hambre. La comida era escasa y el agua aún más. El trigo se vendió por una moneda, que era un precio altísimo. Y se vendió la misma cantidad de agua por tres selaim. Todo el año el buen hombre se vendió a la gente del agua de su cisterna. «¡Vengan a comprar un saá de agua!», Proclamaba. «¡Rieguen los campos con esa agua y produzcan tres veces de trigo!» Este hombre fue bendecido con suficiente agua para sus propios años en un año de sequía, y también lo sobró para vender los demás, por ser muy cuidadoso con el maaser.

En en el Talmud se encuentra esta cita:

«Da el diezmo (maaser ) para que enriquezcas (titasher )». Mientras más, más va a proporcionar el Dueño de las riquezas ..

La Torah da una promesa especial a los que entregan el diezmo fielmente. La misma consiste en que el Eterno va a bendecirlos en toda la obra de sus manos. Yahvéh bendecirá a un corazón que da alegremente. Nuestro Abba, sabe que nuestros ingresos no siempre llegan a los gastos y que es fácil preocuparse y dudar de cómo el dinero podrá llegar. Por eso Él ha dado una bendición especial al que es fiel en la entrega del diezmo. Esa bendición hace que obtengamos sabiduría de lo alto a la hora de administrar el resto para que no la malgastemos en cosas innecesarias y caras sino que encontremos artículos y comida más baratos. La bendición también hace que el dinero no se pierda ni que se rompan y se gasten las cosas innecesariamente para que los gastos sean grandemente reducidos. La bendición que está sobre la obra del que es fiel en el diezmo tiene mil maneras de manifestarse.

Según entiendo, el primer diezmo es obligatorio para los escogidos de entre las naciones, y el segundo diezmo es optativo, pero conlleva una gran bendición para toda la obra de las manos del que lo entrega.

Alguien me preguntará:

«¿Cómo te atreves a dar el diezmo? ¿Qué pasa si no puedes financiar tu economía?«

Yo le contesto:

«¿Cómo te atreves a no dar el diezmo? ¿Qué pasa si pierdes la bendición del Eterno sobre tu economía?»

Si nuestra pregunta es: ¿Qué tan poco puedo dar y aun complacer a Dios?, entonces nuestro corazón no esta en el lugar correcto, para nada.

Por todo esto, me atrevo a decir que si tienes problemas con tu economía es porque probablemente has sido negligente con el diezmo.

¿Qué Significa ser Hijo de Dios?

Por P.A. David Nesher

 

Vosotros sois hijos de Yahvéh vuestro Dios; no os sajaréis ni os rasuraréis la frente a causa de un muerto.

(Devarim/Deuteronomio 14:1) 

En el año 2015, el Papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana, publicó la primera entrega de su nuevo blog, El Video del Papa, con el título “Diálogo Interreligioso”. En este corto, pero impactante video, el Papa dice entre otras cosas que muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera, para luego concluir afirmando que: “¡TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS!”.

Las reacciones de sectores dentro y fuera de la Iglesia Católica no se dieron a esperar ya que dicha declaración es interpretada como controversial, infame y hasta herética aun entre su propio círculo de feligreses y seguidores. Y es que el dogmatismo que el sistema reptiliano implanta en la mente de las masas asegura desde su «espiritualidad» que todos los seres humanos somos hijos de Dios, puesto que todos los seres humanos fuimos creados por Él y que por lo tanto el Eterno nos ama como a hijos, y está intrínsecamente comprometido a bendecirnos por tal condición.

Ahora bien, cuando leemos este pasaje de la Torah que la parashá Ree nos proporciona, notamos que en primera instancia, Yahvéh revela que los hijos de Israel son los únicos llamados por El como hijos de Dios.

Al pasar los años, el mensaje del profeta Isaías deja en claro, por medio de sus oráculos, que Israel habían de alguna manera perdido la oportunidad de concretar en acto su condición de hijos de Dios, debido a su conducta rebelde:

“Oíd, cielos, y escucha, tierra, porque Yahvéh habla: hijos crié y los hice crecer, más ellos se han rebelado contra mí.”

(Isaías 1:2)

Aún así, queda claro en el mensaje profético que los hijos físicos de Israel son considerados por el Eterno como hijos suyos, incluso los que se hayan rebelado contra Él.

En el Talmud, para explicar esto, podemos leer que los sabios dicen lo siguiente:

Rabí Yehudá dijo: “Cuando os comportáis como hijos sois llamados hijos; si no, sois llamados esclavos del Eterno”.

Rabí Meír decía: “De todas formas sois “hijos” pues se dice: “Son hijos insensatos”, (cf. Jeremías 4:22; Deuteronomio 32:20).

Por ello, el apóstol Juan dejó como testimonio en su Evangelio que el Mesías venía en la misión de reunir a las dos casas de Israel, pues sus integrantes eran considerados los hijos de Dios:

“Ahora bien, no dijo esto de su propia iniciativa, sino que siendo el sumo sacerdote ese año, profetizó que Yeshúa iba a morir por la nación (judía); y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que están esparcidos.”

(Juan 11:51-52)

Hasta aquí todo es perfectamente entendible, pero aún es necesario decir algo muy importante. A las misma vez que las Sagradas Escrituras enseñan, por un lado, que los hijos de Israel son llamados hijos de Dios, por otro lado, revelan que debe cumplirse con ciertos requisitos para llegar a serlo en acto.

Nuestro Maestro fue el primero en establecer dichos requisitos, al enseñar Su yugo a aquellos primeros discípulos que lo seguían. Él mismo expresó lo que luego las comunidades del primer siglo sostendrían:

“Dichosos los de limpio corazón, pues ellos serán llamados hijos de Dios… Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”

(Mateo 5:9, 44-45)

Es interesante notar aquí la tensión que se da entre la expresión “para que seáis”, y la frase “vuestro Padre”. Desde esto surge el siguiente planteo: si el Eterno ya era su Padre, ¿por qué tenían que amar a los enemigos para llegar a ser sus hijos? Entonces notamos que en esta enseñanza, nuestro amado Dueño Yeshúa deja en claro que existen diferentes significados de la palabra hijo, y el hecho de tener a Dios por Padre.

Entonces, para comprender bien este tema tan profundo, nuestra alma debe continuar escuchando al Gran Maestro, quien en otra ocasión dijo lo siguiente:

“Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.”

(Lucas 6:35-36)

Aquí notamos que Yeshúa vuelve a generar la misma tensión de expresiones. Por un lado Él dice «vuestro Padre» a aquellos que necesitan amar y prestar sin esperar nada a cambio para poder llegar a ser hijos de Altísimo. Evidentemente, el yugo de Yeshúa tenía una mensaje profético muy importante para todo el Pueblo Elegido. Por un lado ya eran hijos, pero por el otro necesitaban vivir de acuerdo a los mandamientos para llegar a serlo. Comparemos con dos textos escritos después de la resurrección del Mesías.

Este mensaje se sostendrá a lo largo del primer siglo en todas las comunidades de los discípulos del Camino que se establecían en el mundo. Los invito a considerar solamente dos pasajes de los Escritos Mesiánicos que demostrarán esto:

“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.”

(Efesios 5:1 )

Así mimo, el apóstol Pablo les escribió a los creyentes de Filipos lo siguiente:

Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa…”

(Filipenses 2:15)

Como podemos notar, los mismo pensamientos presentados por Yeshúa referentes a la potencia y acto de ser hijos de Dios, eran conceptos permanentemente proclamados y meditados en las enseñanzas apostólicas.

Volviendo a los días del ministerio terrenal de nuestro Maestro, nos encontramos con una conversación radical entre Yeshúa y algunos de los hijos físicos de Israel en  donde está escrito:

“Entonces Yeshúa decía a los judíos que habían creído en él… Sé que sois descendientes de Avraham; y sin embargo procuráis matarme porque mi palabra no tiene cabida en vosotros…. Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de Dios y vine de él… sois de vuestro padre el diablo… El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios.”

(Juan 8:31, 37, 42, 44, 47)

A través de este diálogo, Yeshúa nos enseña que no es suficiente ser hijos físicos de Avraham para ser contados como Hijos de Dios. Estos judíos era hijos físicos de Avraham, circuncidados en la carne, pero no fueron reconocidos como hijos de Dios por Yeshúa, sino todo lo contrario, como hijos del adversario  (HaSatán).

Por lo considerado hasta aquí, notamos que según el pensamiento hebreo, el hecho de ser hijo tiene que ver con dos cosas:

  • por un lado significa haber nacido físicamente y ser un heredero genético de aquel que es llamado padre.
  • por el otro lado significa ser un representante y un seguidor de alguien.

Con estos conceptos en mente, podemos también decir que la idea de tener a HaSatán como padre no significa que el adversario tenga el poder de engendrar hijos físicos. De igual modo, cuando las Escrituras hablan de ser hijo de Dios, no significa que Yahvéh pueda engendrar, sino más bien que reconoces que Él es la Fuente que te da origen y que tú eres su representante y fiel seguidor de Su Instrucción. Teniendo en cuenta esto, es fácil entender por qué el Mesías y el apóstol Pablo enseñan que uno tiene que cumplir los mandamientos de Dios para llegar a ser un hijo del Padre celestial. De esa manera uno actúa como un buen seguidor y su manera de ser representa la manera de ser de tu Padre celestial, y de esa manera llegas a ser su hijo. Entonces, como ser un hijo no significa obligatoriamente, que uno haya sido engendrado en el sentido biológico, sino puede significar ser un seguidor, un imitador, un discípulo y un representante. Por eso es que en las Sagradas Escrituras los jueces son también llamados “hijos de Dios” por haber recibido puestos de autoridad y representan al Eterno en la sociedad (cf. Salmo 82).

Entonces, ¿en qué términos se refiere la Escritura Sagrada a aquellos que no rigen sus vidas conforme a Su Instrucción (Torah) y viven ajenos a los mandatos de Dios? Las líneas bíblicas nos lo dicen así:

«…en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, en los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne, y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.»

(Efesios 2.2-3)

Acá el Espíritu de Dios se refiere a los que no son sus hijos, a los que no viven conforme a Su Instrucción, a los corruptos e inmorales e,incluso, a los que son «buenas personas» según los criterios humanos, pero viven alejados de la guía de Yahvéh como «hijos de desobediencia» e «hijos de ira». Así, las Sagradas Escrituras clasifican a la humanidad solo en dos grupos: los «hijos de Dios» y los «hijos de desobediencia» (o hijos de HaSatán).

Antes de continuar, necesito hacer una alto en la dinámica del tema que estamos tratando, para solicitarte que entiendas que aquí no estamos hablando de la Salvación, sino del camino para llegar a ser un fiel representante de Yahvéh aquí en la Tierra, y así lograr unir el Mundo de Arriba con el Mundo de Abajo, evitando el caos y la propagación de toda forma de mal.

Ahora sí, continuando con esta maravillosa temática, debemos aceptar que las Sagradas Escrituras también revelan otro aspecto en cuanto a ser hijo de Dios: la adopción como hijos.

Será el apóstol Pablo quien tendrá el privilegio celestial de desarrollar este tema escribiéndole a los creyentes romanos lo siguiente:

“Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes… Y acontecerá que en el lugar donde les fue dicho:

«Vosotros no sois mi pueblo», allí serán llamados hijos del Dios viviente.”

(Romanos 9:8, 26)

“Porque desearía yo mismo ser anatema, separado del Mesías por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la Torá, el culto y las promesas.”

(Romanos 9:3-4)

Según este texto, el derecho de ser hijos de Dios pertenece a los hijos físicos de Avraham, Yitsjak e Israel, los judíos, que el apóstol dice que eran parientes en la carne. Estos versículos enseñan que el derecho de ser hijos de Dios es algo que pertenece a los hijos de Israel. Pero también nos enseña que, de alguna manera, muchos de los hijos de Israel pierden ese derecho por causa de su infidelidad contra el Nombre del Eterno (cf. Lucas 15).

Lo que el apóstol Pablo estaba enseñando, estaba relacionado con el oráculo que el profeta Oseas había dejado siglos antes:

“Y el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y sucederá que, en el lugar donde se les dice: No sois mi pueblo, se les dirá: hijos del Dios viviente.”

(Oseas 1:10 )

Sabemos por el relato histórico que los hijos de la Casa de Israel, es decir, las diez tribus del Reino del Norte, perdieron el derecho de ser pueblo de Yahvéh, y por lo tanto no fueron contados más como hijos. Este oráculo profético nos enseña, lo mismo que hemos visto antes,  que los israelitas pueden perder lo que les pertenece, por su infidelidad al pacto con Yahvéh. Pero, a la misma vez, notamos que el profeta habla de una restauración de ese privilegio. Hoy, sabemos que, mediante la redención en Yeshúa el Mesías. todos los descendientes de la casa de Israel, que se habían perdido entre las naciones, cuentan con el privilegio de regresar al derecho de ser llamados hijos de Dios.

Estando sujeto a esta idea divina, el apóstol Juan, al escribir su Evangelio, escribirá:

“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, que no fueron engendrados de sangre ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.”

(Juan 1:12-13)

Según este texto, todos los que reciben a Yeshúa y creen en su Nombre llegan a ser hijos de Dios. De esa manera son engendrados por Dios para ser sus hijos. Este texto está hablando tanto a los judíos como a los no judíos. Esta forma de ser hijo de Dios no se puede obtener por medio de ser descendiente de Israel según la sangre, ni por la voluntad de la carne, ni por la voluntad de ningún hombre, porque es una obra sobrenatural hecha por el mismo Yahvéh. Obviamente, en este contexto están excluidos como hijos de Dios, los que reclaman serlo únicamente por medio de ser descendientes físicos de Israel. Necesitan esta experiencia divina, activada por medio del Mesías, para poder recibir la potestad de llegar a ser hechos hijos de Dios.

Así es como pensaban y se manejaban en su metodología de enseñanza las primeras comunidades de creyentes en Yeshúa. El apóstol Pablo demuestra esto al escribir su epístola a los Gálatas diciéndoles:

“A fin de que redimiera a los que estaban bajo ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando ¡Abba! ¡Padre!”

(Gálatas 4:5)

Vemos que los que estaban «bajo ley» (Halajah) necesitaban ser redimidos para poder recibir esa adopción de hijos, que realmente les pertenecía como hijos de Israel, y miembros del Pacto. (NOTA: Dejo en claro que la expresión “Bajo la ley” es una expresión que significa legalismo, y alude a la parte legalista del judaísmo de la época, que se jactaba de ser mejor que el resto de las naciones por guardar la Halajah o ley de costumbres y tradiciones que explicaban la praxis de la Torah).

Este mismo pensamiento podemos también verlos en la epístola de Pablo a los efesios, cuando les escribió:

“Nos escogió (a los judíos) en él (Mesías) antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Yeshúa el Mesías, conforme al beneplácito de su voluntad… a fin de que nosotros (los judíos), que fuimos los primeros en esperar en el Mesías, seamos para alabanza de su gloria. En él también vosotros (los gentiles), después de escuchar el mensaje de la verdad, las buenas nuevas de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu de santidad de la promesa, que nos es dado (a judíos y no judíos que recibieron el mensaje de la verdad) como garantía de nuestra herencia…”

(Efesios 1:4-5, 12-14)

Algunos puede que se estén haciendo esta pregunta: ¿No eran Moshé y David, que vivían antes de Yeshúa, verdaderos hijos de Dios? Pues bien, en el versículo 12 tenemos la respuesta a este cuestionamiento:

“a fin de que nosotros (los judíos y sus ancestros), que fuimos los primeros en esperar en el Mesías, seamos para alabanza de su gloria.” 

 

Aquí habla de los que eran los primeros en esperar en el Mesías. Los que esperaban en el Mesías eran los que vivían antes de Yeshúa. Entonces, según este contexto, los que antes estaban esperando al Mesías están incluidos entre los que han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para recibir la adopción como hijos de Dios, mediante Yeshúa el Mesías, en quien tienen redención mediante su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de la gracia del Padre (cf. versos 1-7). Entonces los que antes habían estado esperando en el Mesías y habían puesto su confianza en lo que el Eterno iba a hacer por medios de Él, fueron considerados como hijos de Dios. Tuvieron el privilegio de gozar de este diseño, antes que el Mesías se manifestara, sencillamente porque colocaron toda su fe en lo que de Él se anunciaba en los oráculos divinos.

De la misma manera como nosotros miramos hacia atrás en una obra redentora eterna y terminada con la muerte, resurrección y ascención del Mesías, así también ellos miraron hacia el futuro esperando y creyendo en la misma obra salvadora, aunque no tenían todos los detalles tan claros como nosotros. Los que vivían antes de Yeshúa fueron salvos por medio de la fe en el poder redentor de Yahvéh al igual que nosotros que vivimos después de la primera venida de Yeshúa. Es la misma fe en la misma obra redentora mediante la sangre del Mesías, testificada y afirmada por las Sagradas Escrituras desde el principio hasta el fin.

En  esta cosmovisión hebrea el Mesías mismo afirmó:

“Examináis las Escrituras, porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…

Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.”

(Juan 5:39, 46)

En la epístola del apóstol Pedro  está escrito:

“Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron, procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu del Mesías dentro de ellos, al predecir los sufrimientos del Mesías y las glorias que seguirían.”

(1 Pedro 1:10-11)

Según este texto, el Espíritu del Mesías indicaba cosas dentro de los profetas que vivían antes del Mesías. Ellos sabían que el Mesías iba a venir para morir y luego resucitar, y así lo proclamaban en sus oráculos. El pueblo que creyó el mensaje de los profetas recibieron la salvación por la fe en Yahvéh que iba a enviar al Redentor, que los iba a liberar del pecado y de la muerte (cf. Génesis 3:15).

La pregunta surge si estos profetas verdaderamente tenían el Espíritu del Mesías morando dentro de ellos todo el tiempo o si solamente estaba sobre ellos e indicaba cosas dentro de ellos. Es obvio que Moshé y David tenían el Espíritu del Mesías sobre ellos, pero no sé si verdaderamente tenían el Espíritu morando dentro de ellos como nosotros lo estamos experimentando en esta Era Mesiánica (cf. Juan 14:17; Hechos 5:32; 19:2; Romanos 5:5; 8:9, 11, 15-16; 1 Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 1:21-22; 5:5; Gálatas 3:2, 14; 4:5; Efesios 1:13-14; 4:23, 30; 5:18; 2 Timoteo 1:14; Hebreos 6:4b; Jacobo 4:5; 1 Juan 1:27; 3:24; 4:13).

El apóstol Pablo escribió lo siguiente:

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.”

(Romanos 8:16)

Parece ser que los que vivieron y murieron antes de la resurrección del Mesías no podían experimentar en su interior lo que es la regeneración de sus espíritus. Lo tenían potencialmente, pero no en acto. Lo tenían en la esperanza del Olam Havá (Mundo Venidero), pero no en la experiencia y la vivencia cotidiana.

Esto era así, ya que nadie podía experimentar el resultado de la resurrección del Mesías en su interior hasta después de ese evento mismo (cf. 1 Pedro 1:3). Esta experiencia sobrenatural sólo pudo ser vivida después que el Mesías resucitó y se apareció a sus testigos. Así fue como ocurrió con los discípulos cuando Yeshúa sopló sobre ellos después de su resurrección (cf. Juan 20:22). Ellos experimentaron la Nueva Creación por el soplo del Hijo de Dios. De la misma manera que Adam experimentó la vida por primera vez, por un soplo del Eterno, estos varones vivieron por primera vez el espíritu del Gan Eden. Por ende, la experiencia de la nueva vida en el Mesías es un resultado de su resurrección, y esa experiencia sobrenatural ocurrió con los discípulos cuando Yeshúa sopló sobre ellos después de haber resucitado. Por lo tanto, los que vivían antes de la resurrección de Yeshúa, no habían podido experimentar la regeneración del espíritu. No podían recibir el Espíritu de Santidad ni como una fuente dentro de sí (cf. Juan 4:14, ni como ríos de agua viva en su interior, cf. Juan 7:37-39; 2 Corintios 3).

En el Evangelio de Juan, notamos que este es el tema principal de sus líneas, por ello encontramos que está escrito lo siguiente:

“Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Ayudador para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros.”

(Juan 14:16-17)

Considerando esto, podemos entender que la fuente dentro del ser humano, de la cual se habla en Juan 4:14, es un resultado de la experiencia de la regeneración del espíritu del hombre, cuando el Espíritu de Padre entra a morar dentro del creyente, en su espíritu. Los ríos de agua viva, de los cuales se hablan en Juan capítulo 7 versículos 37 al 39, es la experiencia del sumergimiento (bautismo) en el Espíritu de santidad, que no era posible experimentar antes de que Yeshúa fuese glorificado. Vemos como los discípulos del Mesías experimentaron, por primera vez, este sumergimiento espiritual en la Fiesta de Shavuot (Pentecostés), según lo relatado en Hechos capítulo dos.

En la carta a los Gálatas en apóstol Pablo afirmará esto diciendo:

“Pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en el Mesías Yeshúa.”

(Gálatas 3:26)

Así mismo, a los discípulos residentes en la ciudad de Roma el apóstol Pablo les expresó:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos ¡Abba! ¡Padre!”

(Romanos 8:14-15)

Por lo tanto, una persona que no se guía por la Instrucción (Torah) divina en su estilo de vida, espiritualidad, fe y moral, no puede dar señal de que es un verdadero hijo de Dios. El Espíritu Santo pone en nosotros el deseo de obedecer su Palabra y esa misma Palabra nos limpia, según lo que Jesús mismo dijo:

«Ya vosotros estáis limpios por medio de la Palabra que os he dado»

(Juan 15.3)

Está bien claro: son hijos de Dios “los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios”.  Y dejarse guiar por el Espíritu de Dios es ir descubriendo y aceptando incondicionalmente la Voluntad de Dios para nuestra vida que es buena, agradable y perfecta.  Es ir descubriendo “el tesoro de su gracia” encerrado en “el misterio de su Voluntad”. (Efesios 1: 5-6) Entonces, ¿cómo podemos decir ser hijos de Dios si la Escritura Sagrada es clara en que los verdaderos hijos se guían por su Palabra y no lo hacemos, ni la leemos, ni la conocemos?

En su primera epístola, el apóstol Juan exhortaba a los creyentes en Yeshúa a recordar lo siguiente:

“Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos como él es… En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del adversario: todo aquel que no practica la justicia (expresada en la Torá), no es de Dios: tampoco aquel que no ama a su hermano… En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y hacemos sus mandamientos.”

(1 Juan 3:1-2, 10; 5:2)

Así pues, notamos que a lo largo de los Escritos Mesiánicos se enseña enfáticamente que los que creen en Yeshúa reciben la adopción como hijos de Dios. En el momento de recibir a Yeshúa, el espíritu del hombre es regenerado y el Espíritu de Dios entra a morar dentro de su cuerpo que se convierte en un templo santo.

Pero al mismo tiempo vemos que la adopción como hijos de Dios contiene una connotación futura. No nos hemos convertido en hijos de Dios totalmente, puesto que nuestros cuerpos no han sido transformados todavía, según  donde está escrito:

“Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios… la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios… Aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.”

(Romanos 8:19, 21, 23)

Así pues, después de todo lo que juntos hemos considerado en este estudio, podemos realizar el siguiente sumario:

  • Los hijos de Israel son hijos de Dios por ser parte de los pactos.
  • Ser hijo significa por un lado ser parte de un pacto familiar y por el otro ser un imitador fiel y un representante del Padre.
  • Solamente los hijos de Israel, que son creyentes en el Mesías redentor, serán finalmente reconocidos como hijos de Dios.
  • Uno puede ser hijo de Dios en un nivel sin serlo en otro nivel más alto.
  • Los santos que vivían antes de Yeshúa fueron salvos por medio de la fe en El que había prometido la venida del Mesías sufriente, pero no podían experimentar la regeneración de sus espíritus, porque el Mesías Yeshúa todavía no había resucitado.
  • Para poder ser hijo de Dios, mediante la regeneración del espíritu, hay que recibir a Yeshúa HaMashíaj, aceptándolo como el Salvador y Dueño de nuestras vidas.
  • No seremos plenamente hijos de Dios hasta la Segunda Venida (Parusía) del Mesías.

En el primer capítulo del Evangelio de Juan claramente se dice quiénes son los hijos de Dios y cómo se logra esto: «Creer en Él y recibirlo«. Eso implica una renuncia a una vida de pecado y un acercamiento sincero, humilde y genuino, sin condicionamientos, a vivir una vida conforme a su Instrucción y el yugo de la misma que Él ofrece. No se trata de una religión, no se trata de qué uno cree, no se trata de buenas obras, se trata de qué dice Yahvéh. No hay otro camino.

«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo»

(Romanos 10:9)

Una Papá que Sabe «Planchar Ropa»

Por P.A. David Nesher

«Tu vestimenta no se desgastó sobre ti y tus pies no se hincharon durante esos cuarenta años.»

(Devarim/Deut. 8: 4)

 

Me resultó maravillosa la explicación que los sabios intérpretes del hebreo han otorgado al revelar que la ropa de cada israelita era sobrenaturalmente planchada por la nube que protegía al pueblo en el desierto. Es decir, por la Shekinah o Presencia del Eterno.

La explicación resalta que la palabra hebrea “nube” hace referencia al ocultamiento de la Luz divina, ya que la nube oculta todo lo que se encuentra en su interior.

Del mismo modo la “ropa de la persona era planchada por la nube” es una metáfora perfecta del proceso divino en el interior de un redimido. Recordemos que “ropa” hace referencia a las vestimentas del alma que son pensamiento, palabra y acciones, que visten la psique humana dándole expresión.

Por lo tanto, dichas “vestimentas” suelen estar “arrugadas”, y es a través de las “nubes”, los desafíos de la vida, que logran ser “planchadas”, rectificando el camino hacia el Eterno.

Dice el profeta Ezequiel:

“Y miré, y he aquí un viento tempestuoso venía del aquilón, una gran nube, con un fuego envolvente, y en derredor suyo un resplandor…”

(Ezequiel 1: 4)

Explican los sabios que luego de la “nube” que oculta, viene el “fuego”, el ferviente anhelo de querer estar cerca del Eterno.

Ahora en mí la pasión por su presencia se acrecienta, y capto con otros sentidos intelectuales la fuerza de fe que estaban en las palabras del apóstol Pablo al escribir:

«Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha.»

(Efesio 5: 25-27)

El Rocío, la Lluvia y el Sustento

P.A. David Nesher

 

 «Ocurrirá que si obedecéis Mis preceptos que Yo te ordeno hoy, de amar a El Eterno, vuestro Dios, y de servirlo con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, 14 entonces Yo proporcionaré lluvia para vuestra Tierra en su momento propicio.»

(Devarim/Deut. 11: 13)

La revelación de Abba nuestro en esta parashá llamada ekev revela que la recompensa por hacer las cosas correctamente es la “lluvia”.

El fenómeno atmosférico de la “lluvia” es originado por medio de que las aguas que se encuentran en la tierra hacienden al cielo. En un sentido espiritual esto alude a lo que significa ejercer el poder de la teshuvah («arrepentimiento» o «regreso«), es decir que la formación de la lluvia es una metáfora referida al esfuerzo de la persona que quiere acercarse al “Cielo” o «Mundo de Arriba».

En el desierto el alimento del pueblo de Israel era el “Maná”. El “Maná” descendía del cielo con rocío, como está escrito:

«Y cuando descendía el “rocío” sobre el campamento de noche, el “Maná” descendía sobre él.»

(Números 11:9)

Sabemos por los datos científicos que el “roció” desciende sobre la tierra diariamente, sin depender de las “aguas inferiores”. Del mismo modo, el pueblo de Israel en el desierto tenía cubiertas todas sus necesidades cotidianas sin esfuerzo alguno.

Pero hoy en día, Yahvéh quiso que el sustento de la persona provenga a través del esfuerzo espiritual de la persona, de modo que las “aguas inferiores” asciendan al “cielo”, generando bendiciones.

Al principio de la creación está escrito:

«Ascendió una bruma de la tierra y regó toda la superficie del suelo.  Y El Eterno Dios formó al hombre de polvo de la Tierra.»

(Bereshit/Gén. 2: 6-7)

Claramente se puede apreciar que desde la misma creación del hombre, lo acompañó su objetivo, ya que la expresión “Ascendió una bruma de la tierra”, alude a la Teshuvah, es decir al deseo del espíritu humano de retornar a la dimensión celestial de donde procede su diseño. Es la metáfora que señala al anhelo del hombre de querer acercarse al Cielo, y conocer así sus secretos. También leemos: “y regó toda la superficie del suelo”, lo que enfatiza la maravillosa verdad de que a raíz de la Teshuvah viene la Parnasah (el sustento abundante).

Cuando la Gracia Divina se manifiesta en Justicia.

“No digas en tu corazón cuando Yahvéh tu Dios los haya echado de delante de ti: «Por mi justicia Yahvéh me ha hecho entrar para poseer esta tierra», sino que es a causa de la maldad de estas naciones que Yahvéh las expulsa de delante de ti. No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones Yahvéh tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que Yahvéh juró a tus padres Avraham, Yitsjak y Yaakov. Comprende, pues, que no es por tu justicia que Yahvéh tu Dios te da esta buena tierra para poseerla, pues eres un pueblo de dura cerviz.

Acuérdate; no olvides cómo provocaste a ira a Yahvéh tu Dios en el desierto; desde el día en que saliste de la tierra de Egipto hasta que llegasteis a este lugar, habéis sido rebeldes contra Yahvéh. Hasta en Jorev provocasteis a ira a Yahvéh, y Yahvéh se enojó tanto contra vosotros que estuvo a punto de destruiros.”

(Deuteronomio/Devarim 9: 4- 9)

 

Estamos ante una parte del discurso de Moshé en el que el mensaje desarrolla una idea central: Yahvéh está a punto de despojar a las naciones que habitan Canaán debido a los graves pecados que han cometido. Pero esto no quiere decir que Israel sea justo y por ello merecedor de que se le entregue la tierra de Promisión. La única razón que se puede encontrar para semejante acto divino es su enorme benevolencia manifestada en amor y gracia a favor de las tribus de Israel.

Por lo tanto, el ingreso de Israel para tomar posesión de la Tierra Prometida estaba relacionado con el “colmo” de la iniquidad de los amorreos. Así Yahvéh se lo había manifestado en un oráculo a nuestro padre Abraham: “…aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo.” (Génesis 15:16).

Pero llega un momento en que los pecados de un pueblo llegan “al colmo”. Ese es el momento para un juicio decisivo. El instrumento designado del juicio de Dios era el ejército de Israel. Este es el significado de la matanza de los pueblos de Canaán. El Eterno programó la llegada de Sus juicios con la plenitud del pecado para ser juzgado. No antes. Yahvéh no se precipitó. De hecho, Él estaba soportando pacientemente la idolatría y los pecados sexuales de las naciones durante siglos, dándoles “lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría [sus] corazones” (Hechos 14:17).

Es decir, que el instrumento designado del juicio de Yahvéh era el ejército de Israel. Pero el Eterno se ve a Sí Mismo como el guerrero efectivo detrás de la derrota de los amorreos. Él le dice a Josué:

Yo os introduje en la tierra de los amorreos… los cuales pelearon contra vosotros; mas Yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros

(Josué 24:8).

¡Es Yahvéh quien hizo la destrucción! Fue por la mano de Israel, pero fue el juicio de Dios. Esto no significa que el motivo de Israel siempre era santo. A veces no lo era. Pero los propósitos justos de Dios estaban siendo llevados a cabo, incluso si Israel a veces tenía motivos equivocados.

En otras palabras, esta carnicería no se trata de la injusticia humana, sino del juicio divino. Los amorreos provocaron a Yahvéh en ira durante siglos por su idolatría de tal manera que siglos después el rey impío Acab fue comparado con los amorreos: “Él fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Yahvéh de delante de los hijos de Israel” (1 Reyes 21:26).

Es importante aceptar que mucho antes de comenzar a decir palabras llenas de orgullo tenemos pensamientos orgullosos en nuestros corazones. Es por eso que Israel no debe de pensar en su corazón que era por medio de su justicia que el Señor les ha entregado la tierra.

Esa será la razón por la que Moshé enfatizará que la única razón que se puede encontrar para semejante acto divino es su enorme amor y gracia a favor de Israel (capítulos 1 al 6) Para dejar bien establecida esta verdad, Moshé recapitula nuevamente los episodios de la historia pasada, que le recuerdan a la nación cuan rebelde habían sido contra el Señor (capítulos 7 al 29).

Es más, Moshé dará un oráculo encriptado en el que anunciará las veces en que la justicia de la gracia divina obraría a favor de Israel, pese a la rebeldía de este pueblo. “No digas… por mi justicia… sino a causa de la maldad de estas naciones… No es por tu justicia… sino que por la maldad de estas naciones… para confirmar el pacto… No es por tu justicia…” – Para enfatizar el hecho, la Torah habla tres veces de que no es por la justicia de Israel que ellos van a recibir la tierra. Estas tres veces también aluden a las tres veces cuando el pueblo de Israel volvería a la tierra.

  1. La primera vuelta fue cuando entró bajo Yehoshúa por causa de la maldad de estas naciones, (versículo 4).
  2. La segunda vuelta fue cuando volvieron de Babilonia bajo Ezrá (Esdras) y Nejemyá (Nehemías) por la maldad de estas naciones, y para confirmar el pacto incondicional con Avraham, versículo 5.
  3. La tercera y última vuelta, de todas las naciones en los últimos tiempos no por la justicia del pueblo de Israel, sin mencionar la maldad de las naciones, versículo 6.

El Eterno le dice a Su Pueblo: «Porque pueblo duro de cerviz eres tú» La idea divina expresada aquí es que Israel, como un animal doméstico rebelde, endurecían la cerviz en contra del yugo que Dios quería poner sobre ellos. No se sometían a la dirección de Yahvéh para sus vidas. Justamente la expresión «duro de cerviz» es una expresión figurativa para decir terco, intratable, obstinado y cabeza dura.

El propósito de Yahvéh al recordarle a Israel su rebelión en contra de Él no era para desanimarlos o hacerlos sentirse derrotados. El propósito era que reconocieran su propia debilidad y confiaran en el Eterno .

Este texto nos enseña la importancia de ver a Israel como un cuerpo colectivo. Los que estaban allí presentes no habían hecho el becerro de oro. Sin embargo, fueron señalados como causantes de la ira del Eterno en el desierto y tuvieron que llevar la culpa del pecado de sus padres. Los hijos son responsables para llevar las consecuencias de los errores de sus padres. Pero el propósito principal por el que Moshé destaca los momentos de rebeldía del pueblo, es enseñarles los errores de sus antepasados para que los hijos no vuelvan a cometer los mismos.

Esta es una vista previa de la salvación por gracia por medio de la fe, en la cual no podemos pensar que es por nuestra justicia que la hemos obtenido. Sino que es por medio de la justicia que hemos recibido por medio de Yeshúa HaMashiaj.

Cuando recibimos cualquier regalo de parte de Dios, tenemos la tentación de tomarlo y utilizarlo para glorificarnos a nosotros mismos. Israel no debe de hacer esto con referencia a la Tierra Prometida, y nosotros no debemos de hacerlo con referencia a cualquier regalo que Dios nos dé.

Figurarse el Problema Para No Vivir el Problema

«Cuando estéis afligidos y todas estas cosas os hayan acontecido, al final de los días, regresaréis a El Eterno, vuestro Dios, y escucharéis Su voz. 31 Pues El Eterno, vuestro Dios, es un Dios compasivo…»

(Deuteronomio/Devarim 4:30)

 

La palabra hebrea que aquí se traduce como “afligido” es “betzar”, que proviene de la palabra “tzarot” que significa “problemas, aflicciones”.

La palabra “tzar”, que se relaciona con la aflicción, también se relaciona con “tziur” que significa “imagen, dibujo”.

La relación es que la persona no tiene que esperar tener “problemas, aflicciones” para volver al Eterno, sino que tiene que ser inteligente, y saber “dibujarse” mentalmente la consecuencia de ir por un camino diferente a la Torá.

La persona tiene que meditar en los problemas del mundo, concluyendo que la raíz de cada aflicción es el desvió de la voluntad divina.

De esta manera, al “figurarse” mentalmente cada sufrimiento del mundo, no tendrá necesidad de sufrir en carne propia, experimentando constantemente el “regreso al Eterno”, y Su “compasión”.

Las Ocho Razones de la Pobreza en un Hijo de Dios

Por P.A. David Nesher

 

“Mas acuérdate de Yahvéh tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar su pacto, el cual juró a tus padres como en este día.”

(Deuteronomio/Devarim 8:18) 

 

En mis años de servicio pedagógico para capacitar a los santos, he notado que es una tendencia común en el ser humano redimido que, en tiempos de abundancia, se olvide fácilmente del Eterno, dejando de buscarlo con la urgencia que una vez tuvo. Seguramente, alguno de mis lectores  preguntará: ¿en verdad puede el dinero interferir en cosas más importantes? Y la respuesta es: , lamentablemente las riquezas pueden llegar a convertirse en el centro de nuestras vidas y tomar el lugar de que al Eterno le corresponde. Las riquezas pueden producir en nosotros actitudes negativas acerca de las cosas materiales. Nuestro Maestro y Dueño Yeshúa lo advirtió así:

 «… Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee».

(Lucas 12:15)

«Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.«
(Mateo 6:24)

Por esto también la exhortación profética advierte de este modo:

«Así dijo Yahvéh:

No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.

Más alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Yahvéh, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Yahvéh».

(Jeremías 9:23-24)

Al mirar en las Sagradas Escrituras, en la sección llamada Ekev, descubrimos que ellas revelan en sus líneas un paradigma muy importante que todo hijo primogénito debe tener en su conciencia constantemente: las riquezas son un resultado del pacto entre el Eterno e Israel. Entonces el asunto queda perfectamente claro: si cumplimos nuestra parte del pacto podremos disfrutar también de bendiciones materiales, tal y como está escrito en la enseñanza paulina:

“Dios… nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos.”

(1 Timoteo 6:17)

Hemos visto que el Eterno saco a Su Pueblo de Mitzrayim (Egipto) para llevarlos a la tierra de promesa. Un lugar donde ellos tendrían la manifestación de muchas bendiciones en diversas áreas de su materialidad. Sus vidas prosperarían al punto de tener más allá de lo suficiente. ¡Las bendiciones sobreabundantes iban a ser evidente en sus vidas!

Por ello, Moshé le dice a los israelitas que debían recordar lo que Yahvéh había hecho por ellos durante sus cuarenta años en el desierto. Él recontaba la fidelidad de Dios y su prueba con el maná. Él les dice:

«no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios.«

Es decir que si Israel pusiera cuidado en cada palabra que procede de la boca de Yahvéh, entonces el SEÑOR tendría cuidado de sus necesidades materiales, y los traería hacia una tierra llena de bienes materiales. Así queda demostrado que Dios no está en contra de bienes materiales en la vida de sus hijos redimidos, excepto cuando se interponen entre nosotros y Él. El Eterno quería, quiere y querrá bendecir materialmente a un Israel espiritualmente obediente.

Ante eso, Moshé les recuerda acerca de la corrección paternal de Yahvéh. Durante su lucha de cuarenta años, «Sus vestiduras no se gastaron, ni sus pies se hincharon…» Él les dijo que Dios estaba con ellos durante todas sus luchas.

También habla de un tiempo y lugar en el futuro donde comerán buena comida, sus cosechas florecerán, vivirán en casas que no construyeron, y su tierra recibirá una bendición sobrenatural de productividad. Por eso, les ordena:

“Así que comerán y estarán satisfechos, y bendecirán a YHVH su Elohim por La Tierra buena que Él les ha dado.”

(Deuteronomio 8:10)

El Eterno manifestó que el futuro de Israel era un futuro glorioso y lleno de la provisión divina. Pero existía un peligro, …¡el peligro del olvido de Su Nombre! Por eso, Yahvéh les advierte a todo el pueblo que estén vigilantes para no cometer el error de olvidarse que Él era la Fuente que les daba la habilidad poderosa de adquirir riquezas.

Es común que tengamos en gran estima a nuestro arduo trabajo e inteligencia, y no está mal. Sin embargo, debemos también pensar constantemente en que Yahvéh nos da el cuerpo, el cerebro y el talento para lograr todo cometido. ¡Todo es de Dios!

Por eso, cada vez que estemos viviendo en escasez tendremos que hacernos el siguiente planteo: Si los bienes materiales son parte del pacto que tenemos con el Eterno ¿por qué no tenemos más riquezas?

Para contestar esta pregunta presentamos aquí ocho razones posibles:

  1. Presencia activa de maldiciones. Estas pueden ser de tres categorías:
    • Maldiciones ocasionadas por la iniquidad familiar generacional: Es decir, que sufrimos las consecuencias de la desobediencia de nuestros antepasados. Si confesamos los pecados de nuestros antepasados y pedimos perdón por ellos, cambiando nuestra conducta, y no haciendo más como ellos hicieron, obedeciendo los mandamientos, podremos romper esas maldiciones.
    • Maldiciones regionales y/o nacionales: Por vivir en un país pobre es posible ser parte del ambiente de pobreza que hay allí. Las maldiciones que han causado esa pobreza no son levantadas sin el arrepentimiento del pueblo, de aquellos pecados que causaron esas maldiciones. Especialmente los tres pecados cardinales causan este tipo de maldiciones en las naciones: idolatría y ocultismo, derramamiento de sangre inocente y sexo libre. Es posible romper la maldición sobre una tierra de manera parcial, como vemos en la vida de Yitsjak en Génesis 26.
    • Maldiciones pronunciadas: Por medio de tu lengua podrás traer pobreza o abundancia sobre tu vida. Por eso no digas “No tengo” o “soy pobre”. Cambia tu Programación Neuro Lingüística (PNL) y di en voz audible: “el Eterno me dará todo lo que yo necesito.” Acostúmbrate a confesar con tus labios lo que está escrito: “nunca he visto desamparado al justo ni a sus hijos mendigando pan” (Salmo 37:25). “Yahvéh es mi pastor nada me faltará” (Salmo 23:1). En la carta a los Romanos, el apóstol Pablo dejó escrito: “Con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10). Recuerda que Salvación implica que el hombre sea rescatado de una situación que lo limita en angustia para que no logre cumplir el propósito del Eterno. Así que, salvación implica también la liberación de la pobreza económica, y para obtener esa salvación hay que confesar la Torah con la boca. La confesión de las Palabras del Eterno te salvará de la pobreza.

2. Desobediencia a los mandamientos (cf. Deuteronomio 28, Levítico 26).

3. Retención del diezmo y las ofrendas (cf. Malaquías 3:9).

4. Hurto no restituido (cf. Zacarías 5:1-3).

5. Prioridades equivocadas (cf. Hageo 1). Las prioridades del Eterno tienen que ser las mías. Lo que él considera importante tiene que ser importante para mí. Si puedes gastar en un restaurante más dinero para una comida que en la ofrenda para apoyar al que te enseña la Torá, has mostrado que tu estómago es más importante que tu amor por Yahvéh. Estás más interesado en satisfacer tus deseos naturales que buscar el Reino del Eterno.

6. Motivaciones equivocadas (cf. Stg. 4:2-4; Proverbios 22:4).

7. Falta de oración (cf. Stg. 4:2).

8. Mala administración: Cuando hemos aprendido a administrar lo que tenemos de manera correcta, Yahvéh nos da mucho más. Si hay una mala administración de los bienes materiales, el Eterno retiene su mano, porque no confía en nosotros. Si no sabemos administrar poco, ¿cómo él nos confiará mucho?

El versículo 18 es claro en cuanto al propósito de las riquezas que el Eterno quiere otorgar a sus hijos:

«A fin de confirmar su pacto»

Esto nos recuerda por qué Yahvéh nos ha bendecido. Su objetivo es que al se cumpla su propósito eterno: la Redención plena del mundo. Es por esto que nuestras riquezas materiales deben ser utilizadas para expandir Su Reino en la Tierra, no en el cumplimiento de nuestros deseos egoístas.

Yahvéh, nuestro Dios, quiere que disfrutemos de los beneficios, pero hay un propósito más grande que nosotros y nuestra comodidad personal. Él anhela que Su pueblo sea conducto de Sus bendiciones por el propósito de Su Reino y justicia, no solo recipientes de la bendición (Mateo 6:33).

 

NOTA PROFÉTICA:

Mientras meditaba en todo esto, me doy cuenta por qué en estos últimos tiempos el Eterno me ha permitido, a través de este Blog, tomar contacto con un grupo de varones y mujeres del mercado que anhelan ser canales de bendición para que el Evangelio del Reino (la Torah en la mente y el corazón del hombre) sea proclamado en las naciones. Estos son personas profesionales alrededor del mundo con pericia y experiencia, que me han manifestado que están estableciendo negocios con el único objetivo de generar grandes cantidades de dinero para que las almas alrededor del mundo tengan el conocimiento que en este Blog se comparte. Son personas con experiencia en el mercado, dotadas con habilidades para los negocios. Ellas me han manifestado que sólo estarán satisfechas cuando los códigos de la Torah produzcan la transformación cultural de ciudades y naciones enteras. No piensan en una congregación, sino más bien en llenar una nación entera con congregaciones que capaciten a los santos para la obra del ministerio.

Muchos de ellos me han solicitado que los guíe a formar alianzas del Reino. compuestas de equipos ungidos, que usarán sus empresas para generar ganancias con el solo propósito de hacer llegar este evangelio del Reino hasta lo último de la Tierra.

Intercediendo por ellos, Yahvéh me ha mostrado que dará a estos varones y mujeres «invenciones y estrategias ingeniosas» mientras duermen. Él me ha manifestado que estas personas tienen una unción especial para liderazgo en negocios o gobierno. Ellos son persona de abundantes recursos que prefieren conducir su trabajo en privado, lejos del centro de atención del hombre, pero bajo el centro de atención del Cielo. Varones y mujeres que despiertan en el medio de la noche para orar para que el Reino de Elokim venga. Su tiempo de oración está enfocado en la promesa: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la Tierra» (Salmos 2:8). Sus empresas y ganancias jugarán un papel dominante en la implementación de estrategias en estos días postreros.

Arden con el fuego del Eterno en su ser con el interés de generar millones solamente para el Reino. Ellos caminan humildemente delante del Señor. ¡Ellos viven Deuteronomio 8:18!

El Eterno me ha encomendado que ayune y ore a fin de recibir la capacitación que me conducirá a pastorear a estos varones y mujeres y comisionarlos y enviarlos a generar dinero para la Cosecha del Tiempo Final.

¡Bendito sea Su Santo Nombre!

En amor y servicio: David Nesher

 

La Mezuzah: Herramienta para Proteger el Hogar.

Por P.A. David Nesher

«Y los escribirás [las palabras del Shemá] en las jambas de tu casa y en tus portones»

Deuteronomio 6:9; 11:20

 

Como cualquier dueño de casa sabe, no son los pequeños dispositivos con luces intermitentes los que protegen su hogar. La protección está en la seccional de la policía. Lo único que tienes que verificar es que los dispositivos estén conectados.

Una Mezuzah en la jamba de la puerta de tu casa funciona de la misma manera, sólo que está conectada a un sistema orgánico superior de protección. Una entidad muy superior: Or EinSof (la Luz Infinita).

Por eso, según Tosafot y Shulchan Aruch , la función principal de la Mezuzah es proteger la casa del mal. Debido a este atributo, la Mezuzah ha sido llamada «el escudo de armas en la caballería de Dios «.

Tener una Mezuzah es un acto de alta  inteligencia emocional (Binah), porque básicamente es como si contratáramos a un guardia de seguridad 24 horas, los 7 días a la semana para que esté parado en la puerta de nuestra casa. De hecho cada dos o tres años hay que revisarla para verificar que no se haya roto ninguna letra, porque cuando esto sucede es señal de que la Mezuzah quedó inválida, es decir  ya cumplió su misión. Esto es, porque cuando una letra se rompe, significa que ella sirvió de escudo contra una energía del Mundo Oscuro donde gobierna HaSatán y su séquito de espíritus de rigor, y la anuló. Sin embargo, una Mezuzah es también inválida  en una casa en donde no se cultiva el amor, la armonía y la Shalom. Así que su efectividad no depende solo de lo kosher que sea, también depende de mantener los nombres divinos en nuestro corazón y llevarlos a todos lados. El corazón es el cesto del cual nos habla la Torah.

De hecho, es así que funciona cada mitzvá (mandamiento), los tzitziyot, las velas de Shabat, el estudio de la Torah, las buenas acciones. Piensa en ellos como conexiones dedicadas que te conectan con el Servidor infinito de todas las cosas: Yeshúa HaMashiaj, nuestro Gran Sumo Sacerdote celestial.

Sin embargo, las mezuzot tienen una cualidad especial: están directamente conectadas a la función de protección. Y, como nos enseñan los sabios del Talmud, si colocas una mezuzá en la puerta de tu casa estarás protegido, tanto dentro como fuera de ella. Eso sí que es algo que ningún servicio terrenal puede ofrecer.

En realidad, una Mezuzah es un recordatorio diario – y una declaración pública – de la identidad y fe hebrea.

A pesar de que Mezuzah significa literalmente “marco» o «jamba«de puerta, comúnmente se refiere a un rollo de pergamino que contiene versículos bíblicos, el cual es puesto en ese lugar.

La Mezuzah recuerda el éxodo de Egipto (Mitzraim), cuando la sangre del cordero untada en los marcos de las puertas “identificó” las casas hebreas que Yahvéh pasó por alto durante la última plaga (la muerte de los primogénitos).

La Mezuzah, que colocamos en la puerta de nuestras casas, contiene un fragmento de pergamino en el cual están escritos dos versículos determinados (Devarim 6:4 y Devarim 11:13-21). Estos versículos corresponden al rezo conocido como el Shemá, que expresa la unicidad de El Eterno. El escribir los fragmentos en el pergamino, es efectuado por un escriba ritual especializado, llamado Sofer Stam, que es quien también escribe a mano los rollos de la Torah. En su parte externa, la Mezuzah lleva inscriptas la palabra «שַׁדַּי«, «Shadday», uno de los nombres de Dios. Estas letras permiten que se realice la lectura de un acrónimo usándolas como las iniciales de  «Shomer Delet Israel» que significa: «El que cuida las puertas de Israel».

En hebreo, la palabra para el lugar en donde vive un humano es dirá, mientras que para el lugar en donde vive un animal es dir. La diferencia entre estas dos palabras es la letra hei – la cual representa el Nombre de Dios. La presencia de Dios en nuestro hogar es lo que nos distingue como humanos, que hemos comprendido la Buena Noticia (Betzorah) de Salvación que Yahvéh ha dado al mundo entero en Su Mesías.

¿Por qué tocamos la Mezuzah?

El versículo que está escrito en hebreo dice: “Escucha, oh, Israel, El Eterno es nuestro Elohim, El Eterno uno es”, y a continuación nos encomienda amar a el Eterno con todo nuestro corazón. El pergamino se coloca en una caja pequeña hecha a medida y se fija en el marco de la puerta de las casas.

La tradición en muchos hogares hebreos es tocar la Mezuzah con la mano al entrar o al salir. Hay quienes luego se besan la mano con la cual la han tocado.

Algunos comentaristas sostienen que esto nos recuerda la unicidad de El Eterno, tal como explica el Rambam en su código sobre la ley judía:

“Las personas deben ser muy cuidadosas respecto de la observancia de la Mezuzá, ya que eso le corresponde a cada individuo todos los días”.

Por medio de la Mezuzah, cada vez que se entre o se salga del hogar, se recordará la unicidad de El Eterno y el amor por El Eterno. De este modo, se despertará del “sueño” y se reconocerá la propia obsesión por la vanidad del tiempo, y se entenderá que no hay nada que dure eternamente, más allá del conocimiento del creador del mundo que otorga el estudio de los secretos de la Torah.

Igualmente, al salir de la casa tocamos la mezuzá y pensamos en el nombre divino “El Shadday”, lo cual constituye también un precepto que traslada el nombre de Yahvéh a donde vayamos. El Ari agrega que uno debe besarse el dedo con el que tocó la mezuzá, como si la santidad se hubiese transferido a la mano.

Al contemplarla, las personas tomarán conciencia y seguirán el camino del bien.

El rabino Isaac Luria, más conocido como el Arizal, agrega que uno debe besarse el dedo con el que tocó la Mezuzah, como si la santidad se hubiera transferido a la mano.

El rabino Menajem Mendel Schneerson, en una charla en 1987, elogió la costumbre de que los niños besen la Mezuzah antes de acostarte en la cama. Explicó que las cosas que uno ve y escucha cuando es niño influyen en su práctica como adulto, y que para los niños “besar la Mezuzá afianza el reconocimiento de que existe un solo Elohim (Di-s), que vela por ellos y por todo lo que hay en sus cuartos”.

Si queremos que nuestro mundo privado refleje los ideales de Yahvéh, entonces tenemos que protegerlo del mundo exterior en el punto de conexión: la puerta. Al tener una parte de las Escrituras en las puertas hay un recuerdo de que son nuestro modelo de vida y la base para nuestras conversaciones en la casa. En una casa donde está la Torah en las puertas no se puede vivir de cualquier manera. Tampoco se puede hablar de cualquier manera o de cualquier cosa en esa casa. Tampoco se puede introducir por medio de las puertas o por la televisión o internet cualquier cosa en esa casa. Esto significa que cada padre de familia se compromete con las esferas celestes a monitorear el contenido de los libros, juegos y videos que ponemos frente a nuestros niños y frente a nosotros mismos. Una casa con Mezuzah en cada puerta es una casa apartada para servir al propósito eterno de Dios en el Mesías.

El sabio Maimónides declara que aquellos que consideran a la Mezuzah como un amuleto para alejar los males, son unos ignorantes, pues no entienden que su verdadero objetivo que es mantenernos siempre conscientes de la Unicidad divina y los deberes morales y es esa conciencia la que nos protege y aleja los males.

Entonces efectivamente la Mezuzah ha sido otorgada por el Eterno para mantener lejos a los malos espíritus. Pero no a esos que flotan por ahí, en la imaginación supersticiosa de gente educada por las producciones de Hollywood; sino a aquellos espíritus que podemos controlar y dominar, Es decir, esas formas de pensamientos producidas por el yetzer hará (tendencia a lo malo)  que están dentro  de nuestros corazones por causa del ego, portal impuro por el que logran ingresar los espíritu del mal del llamado Sitra Ajrá, o «el otro lado».

Con la observancia de esta mitzvá (mandamiento divino) introducimos una medida de espiritualidad y de seguridad en nuestros hogares.

La Mezuzahes una de los pocos mitzvot(mandamientos divinos) por la cual la Torá declara su recompensa. La Torah promete que cualquier persona que observa cuidadosamente la mitzvá de Mezuzah vivirá una vida más larga y rica, junto a sus hijos; como indica Deuteronomio 11:21:

«De modo que prolonguéis vuestros días y los días de vuestros hijos… «

Palabras Dichas para una Vida Estrátegico

Por Prof. Tony González
 
 

 

«Estas son las palabras que habló Moshé a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab.»

(Devarim 1:1)  

Moshé habló a todo Israel en una zona geográfica especial, comprendida entre 5 lugares, cuyos nombres encierran códigos espirituales especiales y específicos, requeridos para tomar posesión de la tierra de la promesa.   Descubrir el significado profético de estos nombres, nos proporcionará una guía para nuestra vida diaria, en cuanto a poder activar las promesas del Padre para nosotros.  

Antes de ver el significado de los nombres, debemos comprender que la mayoría de ellos pueden tener un aspecto positivo y otro negativo. Así, desde esto podemos sacar gran conocimiento para la vida práctica.   Veamos pues los nombres de los lugares mencionados:  

1. Parán:
  • Relucir, embellecer, decorar, hermosear.
  • Jactarse, alabarse, gloriarse.
  • Dignarse, honrar, glorificar.
  • También explicarse, aclarar algo, ampliar un concepto.
  • Sacudir un árbol. Recorrer las ramas de nuevo.

Aplicación práctica: Desde los significados podemos comprender que Parán nos da la pauta de lo que de Moshé le proclamó al pueblo.   Las palabras fueron para embellecer y hermosear al pueblo, es decir elevar el alma de la nación de Israel a un nivel mayor de sabiduría y comprensión de la Torá. Solo de esta forma podrían tomar posesión de la tierra de la promesa, sin envilecerse con las costumbres de los pueblos que allí vivían.  

También podemos comprender que de no ser obedientes a las palabras (Devarín) del Eterno, correrían el peligro de jactarse, alabarse y gloriarse, creyendo de que el logro sería desde sus capacidades humanas, lo cual mal que nos pese, podemos ver que con el tiempo pasó.  

Por otro lado, podemos ver que, para entrar en victoria, Moshé quería llevar al pueblo a que entendiesen que era fundamental, aún luego de la conquista, que ellos serían dignos de tal posesión, solo por dar honra y gloria al Eterno. Las palabras de Moshé eran una explicación práctica de los libros anteriores, que darían una mayor luz aclaratoria y ampliarían los conceptos, desde la aplicación práctica de la Torá en la vida cotidiana de Israel.  

Con Devarim Moshé sacudió el árbol y recorrió las ramas, podemos decir que lo que hizo el profeta, fue prácticamente una poda del árbol llamado Israel, para que éste tuviera la fuerza de la sabia que corría en su esencia, para así llevar verdaderos frutos. Todas las ramas del árbol serían recorridas, supervisadas y mejoradas por las palabras del profeta, antes de tomar posesión de la tierra de la promesa.  

2. Tofel: cal.

· Las propiedades de la cal son variadas y muy buenas específicamente para la edificación de edificios.   ·

Es un noble material que se utiliza a menudo para la restauración de monumentos históricos, catedrales, castillos, o para la bioconstrucción. En efecto gracias a sus numerosas propiedades (regulador de higrometría, gran plasticidad, resistencia a las bacterias) es utilizado mayoritariamente por profesionales o particulares en viviendas individuales.

La cal tiene:

  • Plasticidad y flexibilidad.
  • Permeabilidad al vapor de agua, es un buen agente térmico
  • Se usa para impermeabilizar
  • Hace más compacto los hormigones
  • Es el material que más sirve como base para embellecer los muros. Sobre la cal actúan mejor los elementos que sirven para revestir y embellecer las paredes.
  • Sirve para la estabilización de los suelos, por eso se la mezcla con los materiales de relleno
  • Absorbe la humedad, detiene la corrosión de la humedad externa, evitando que esta penetre hacia adentro de la edificación.
  • Por no almacenarla adecuadamente, se vuelve inerte y pierde todas sus propiedades por degradación.
  • Debe ser manipulada con algunas precauciones, ya que puede provocar irritación de la piel, los ojos y las vías respiratorias, por eso se debe mantener fuera del alcance de los niños.

Aplicación práctica: Tofel tal cual la cal, implica que el pueblo de Israel debía ser práctico a la hora de vivir la Torá, es decir debía ser flexible esto significa saber escuchar, para luego tener propiedades de plasticidad esto es adherirse a las palabras, para llegar a ser uno (ejad) con el Eterno.   Debían ser permeables a la unción, dejar que la presencia de la Shekinah los penetrara, impregnándolos de la presencia del Padre. (Vayikrá 20: 7).  

A su vez debían ser impermeables ante los agentes degradantes del entorno espiritual, es decir ante la influencia de las costumbres de los pueblos idólatras y paganos, que el Eterno mismo se encargaría de destruir.  

Tanto la relación con el Eterno, así también como entre ellos debía ser compacta como el mejor cimiento, eso sería la base del éxito de la conquista y la permanencia en la tierra de la promesa.  

Así como la cal, debían dejar que la belleza de la Torá los vistiera y los embelleciera la santidad del Padre, algo que ellos nunca lograrían por sí solos.  

Debían tener estabilidad y equilibrio emocional, para que el temor nunca se apoderase de su corazón, así permitir que cada día la Palabra fuera agregando fuerza a su identidad como individuos únicos, también como nación única. (Shemot 19:5-6)  

Como vimos también no debían asimilarse con las culturas paganas, para no degradarse. Así tendrían el poder de elevarse a los niveles celestiales de gobierno divino. Es decir, ser la nación de sacerdotes que reinasen toda la Tierra. Por ello no podían permitir que sus cimientos fuesen corrompidos por la humedad externa.  

Debían guardar las palabras adecuadamente. Es decir, que debían vigilar no vivir por costumbres y tradiciones humanas, sin sentido. Esto es evidenciado en las vanas repeticiones de palabras sin sentido práctico de la vida, que no contribuyen para tomar consciencia de identidad, misión y propósito.  

Por último, vemos que la manipulación y el manejo de la Palabra y de las cosas santas, no puede estar en manos de inexpertos, inmaduros con corazón infantil.  

3. Labán: blanco

Esta expresión nos habla de las vestiduras del alma, que debía ser tal cual los vestidos de los sacerdotes, lo cual representa la pureza del corazón del Eterno en los hombres.  

4. Hazerot:

Esta palabra significa:

  • Patio, lugar cerrado por una cerca.
  • Tienda o choza rodeada con paredes.
  • Aldea, campamento, cortijo, villa.
  • Azotea, atrio.

Aplicación práctica. Israel debía tomar posesión de la tierra de la promesa, pero sin codicia o avaricia, es decir conociendo su origen, identidad, su presente y su destino, pero también los límites.  

Es decir que para ser libres y soberanos debían se dependientes del Eterno, aceptando que los límites de la verdadera libertad están en saber, escuchar, hablar y vivir en la Torá.   5. Dizahab.   Significa:

  • Que es de oro
  • Que reluce como el oro.
  • Amarillo como el aceite.
  • Brillante como el cielo claro con buen tiempo.

Aplicación práctica: Dizahab implica lo que provoca la obediencia al destino profético trazado por el Eterno para su pueblo escogido.   En Éxodo 19:5-6 la nación de Israel estaba destinada a un futuro de pureza, santidad e integridad sacerdotal, para gobernar sobre todas la naciones de la Tierra. El oro es la representación física de un rey, pero no desde la gloria humana, sino desde la gloria del Eterno. Además, esto también hace referencia al aceite con que los reyes de Israel serían ungidos.  

Para concluir, mientras que, para los hombres influenciados por el espíritu de Grecia y Babilonia, el mejor sistema de gobierno es la democraci, el Eterno revela desde su Torá que el único gobierno posible para todos los mundos existentes, es el desde Israel. Es decir una consciencia con el reinado de un Rey justo; un hombre conforme al corazón del Eterno; un hombre que es uno con el Eterno. Es decir, el Hijo que es uno con el Padre. Solo así los días de los hombres serán como vivir bajo el cielo claro y con buen tiempo por la eternidad.  

«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.»  
(Revelación 21:1-5)  

Como vemos en Revelaciones, la entrada a la Tierra de la promesa implicaba para la nación de Israel, vivir manifestando un cielo nuevo, es decir un sistema de gobierno divino, desde un territorio especial y específicos, desde: “Israel”.  

¡Sean bendecidos!

Tony Gonzalez.

Condiciones Celestiales para Casarse

Por P.A. David Nesher

 

«Luego los oficiales le dirán al ejército:
“Si alguno de ustedes ha construido una casa nueva y no la ha estrenado, que vuelva a su casa, no sea que muera en batalla y otro la estrene.
Y si alguno ha plantado una viña y no ha disfrutado de las uvas, que vuelva a su finca, no sea que muera en batalla y sea otro el que disfrute de ellas.
Y si alguno se ha comprometido con una mujer y no se ha casado, que regrese a su pueblo, no sea que muera en batalla y sea otro el que se case con ella.”

(Deuteronomio 20:5-7)

 

 

Sirviendo por tanto años a jóvenes de mentalidad evangélica protestante, he notado la falta de sabiduría que la mayoría de los varones tienen a la hora de pensarse en pareja, y por ende, en familia. La gran mayoría cae en el mismo «error edomita», amando pues primordialmente el guisado, y desechando la potencialidad de la primogenitura que sus almas tienen. Dicho de otro modo, casi todos los varones con mentalidad greco-romana, comienzan este maravilloso camino del amor perfecto por el final: procuran obsesivamente tener su mujer, y luego, quizás piensen en su destino laboral y económico.

Justamente en estos versículos, la Instrucción (Torah) divina señala que los oficiales tienen aquí la función de tratar y supervisar casos de carácter social, como el hecho de un varón que desea constituir un hogar.

Las tres cosas mencionadas, una casa, una viña y una esposa, representan los momentos más felices de la vida natural del varón en edad de guerra, es decir en edad juvenil apropiada para casarse (mayor de 20 años). Para que un soldado israelita no pierda la oportunidad de disfrutar de estos momentos, no podrá hacer cierto servicio militar mientras esté involucrado en uno de ellos.

Estas tres cosas aparecen aquí en el orden natural. Primero el hombre debe tener casa y trabajo, y luego es apto para casarse. Con este bosquejo la Instrucción (Torah) divina enseña en Su Sabiduría la conducta apropiada que un varón redimido debe ejercer para realmente formar un hogar exitoso: el hombre debe primero construir una casa, luego plantar una viña (obtener un trabajo). Solo entonces puede tomar una esposa.

Cuando el hombre fue creado, Yahvéh le dio primero una casa, el huerto, luego un trabajo, la jardinería (melajá y abodá).Luego, cuando el varón se especializó en eso, le otorgó una mujer como recompensa a dicho esfuerzo ministerial. Si vienen maldiciones sobre una persona, primero es tocada la relación con la mujer, luego la casa y finalmente la vida laboral (cf. Deuteronomio 28:30).  El filósofo judío Maimónides dice en su libro «Mishné Torá»:

Es costumbre de personas sensatas que el hombre asegure primero un trabajo que lo alimente, luego construya una casa y finalmente despose a una mujer, como está dicho: “haber plantado una viña, construido una casa y luego desposado a una mujer”.

Entendamos que en la cosmovisión hebrea, la novia es presentada en las Escrituras con estos tres términos, casa, viña y mujer.

El rey Salomón, experto en los códigos de Luz Infinita escondida en estos pasukim (versículos) dijo también:

Prepara primero tus faenas de cultivo (fuera) y ten listos tus campos para la siembra; después de eso, construye después tu casa.

(Proverbios 24:27)

Aquí queda perfectamente señalado el esquema actitudinal que debe seguir un varón que decide amar a una mujer en espíritu y en verdad. Dicho esquema se sujeta a los siguientes tres lineamientos:

  • Prepara tus labores fuera”… es decir construye una casa;
  • “…ten listos tus campos”,… es decir planta una viña; genera una empresa
  • “ y construye después tu casa”; es decir toma una mujer por esposa.

Salomón había aprendido estas pautas proféticas especialmente de la vivencia mesiánica de su padre el rey David:

«Y David prosperaba en todas sus empresas, pues el Señor estaba con él.»

(1 Samuel 18:14)

Por todo esto, cualquier varón soltero que está ahora frente a este estudio, debe aceptar que primordialmente es adecuado elegir una ocupación que le proporcione el justo sustento que le permita adquirir el justo recurso con el que luego podrá acceder a la compra del bien primario que una familia necesita: la casa. Luego, asegurarse que su economía se expandirá por medio de proyectarse en una empresa, para así entender que puede tomar sexualmente a la mujer que ha escogido como esposa.

No es sabio casarse primero y luego buscar trabajo y casa. Sólo los varones insensatos inician el camino al revés. Estos, envueltos en una locura lujuriosa, comienzan casándose, luego, si es que lo logran, se compran una casa, para finalmente intentar en sus fuerzas generar un sustento seguro, si es que no terminan sobreviviendo gracias a la caridad sistémica de los subsidios estatales de turno.