Por P.A. David Nesher
“Y acontecerá, que cuando Yahvéh tu Dios te lleve a la tierra donde entras para poseerla, pondrás la bendición sobre el monte Guerizim y la maldición sobre el monte Eival.
¿No están ellos al otro lado del Yardén, más allá, hacia la puesta del sol, en la tierra de los cananeos que habitan en el Aravá, lejos de Guilgal, junto al planicie de Moré?” ”
(Devarim/Deuteronomio 11:29 -30)
Para comenzar diré que la correcta interpretación de estos versículos requiere que recordemos que Moshé estaba aquí preparando a la nueva generación del pueblo de Israel para entrar a poseer la Tierra Prometida. Ésta era una tierra “donde fluía leche y miel”, metáfora que describe que está llena de bendiciones. Pero también era una tierra cuyo propósito dependería de las “decisiones” o “elecciones” de sus moradores.
Moshé les dijo a los israelitas que cuando Yahvéh los introdujera en la tierra que iban a poseer, tendrían “que dar la bendición sobre el monte Gerizim y la invocación de mal sobre el monte Ebal” (Dt. 11:29, 30). También dijo que seleccionaran grandes piedras no labradas, las blanquearan con cal y las erigieran en el monte Ebal. Además, tenían que edificar un altar sobre el que presentar sacrificios a Yahvéh. Moshé también indicó:
“Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta Torah”.
(Deuteronomio 27:1-8)
Así pues, cuando Israel cruzó el río Jordán, las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí se pusieron “de pie para la invocación de mal en el monte Ebal”, y las demás tribus lo hicieron “para bendecir al pueblo en el monte Guerizim”. Acto seguido, se enumeraron las bendiciones que recibirían los que obedecieran la Instrucción (Torah) de Yahvéh, así como las maldiciones que les sobrevendrían a los que la quebrantaran (Dt. 27:12-14). Cuando se pronunciaron las maldiciones por la desobediencia, todo el pueblo tuvo que decir “¡Amén!”, es decir, “¡Así sea!”, para mostrar que estaba de acuerdo con el hecho de que los practicantes de iniquidad merecían ser condenados (Dt 27:15-26).
Después de la victoria de Israel en Hai, Josué cumplió las instrucciones de Moshé y edificó un altar a Yahvéh en el monte Ebal. Escribió sobre piedras (quizás las del mismo altar, aunque no necesariamente) “una copia de la Torah de Moisés que él había escrito delante de los hijos de Israel”.
Más tarde, enfrente de la congregación de Israel (con sus residentes forasteros) reunida como Moisés había mandado, Josué “leyó en voz alta todas las palabras de la Torah, la bendición y la invocación de mal, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la Torah”. La mitad de la congregación estaba de pie frente al monte Ebal y la otra mitad frente al monte Gerizim, y el arca del pacto y los levitas se encontraban entre los dos grupos (Jos 8:30-35). Las laderas del monte Ebal y del monte Gerizim proveyeron una acústica excelente para la ocasión. Es digno de mención que todos estos sucesos tuvieron lugar en las proximidades del centro geográfico de la Tierra de Promisión, cerca de donde el Eterno había prometido esta tierra a Abrán (Abrahán), el antepasado de Israel. (Gé 12:6, 7)
Según la tradición, los levitas que estuvieron de pie entre los montes Ebal y Gerizim miraban hacia el monte Guerizim al pronunciar una de las bendiciones, a la que el pueblo congregado contestaba “¡Amén!”. Luego se dice que se volvían hacia el monte Ebal para pronunciar una de las maldiciones, a la que los reunidos en aquel lado decían “¡Amén!”.
Cuando leemos el evangelio del apóstol Juan, en su capítulo 4, nos encontramos con diálogo que trata de responder a una discusión religiosa. En dicha escena, Yeshúa y una samaritana, están hablando sobre el lugar correcto de adoración. En este caso la palabra adoración tiene que ver con el culto de los sacrificios. Los samaritanos sostenían la idea de que Gerizim fue elegido como el monte donde el Eterno iba a poner su Nombre y siguen sacrificando animales allí.
¿Por qué el Monte Gerizim fue elegido para representar las bendición y el Monte Eiva (Ebal) para las maldiciones?
Cuando nos dice qué montañas usar, la Torah no da una razón por la cual una montaña debe ser elegida para pronunciar bendiciones, y la otra para maldiciones.
Quizás sea conveniente saber que el Har (monte) Eival, 940 metros sobre en nivel del mar, está al norte y el Har (monte) Guerizim, 880 metros sobre en nivel del mar, está al sur. En el valle entre los dos montes se encuentra la ciudad de Shejem (Siquem). Desde tiempos antiguos existía una ruta muy importante que pasaba por ese lugar. La misma conectaba a Israel con el resto del mundo. Fue un lugar de encuentro para los viajeros entre el norte, el sur, el este y el oeste. Es aquí fue donde Avraham construyó su primer altar (cf. Génesis 12:6-7), y aquí fue sepultado Yosef (cf. Josué 24:32).
Lo cierto es que la ubicación del monte Gerizim al sur y el monte Eival hacia el norte, dentro de la geografía bíblica tiene una interesante codificación lumínica. El norte a menudo se identifica con el mal (Jer. 1:14). Además, a lo largo del Tanak se dan en relación con el sur, la derecha, y el norte, la izquierda, siendo la derecha representación de la benevolencia divina (jesed) y la izquierda símbolo del opuesto, es decir el rigor (guevurah) del Eterno (ver Eclesiastés 10: 2).
Además de que Har Gerizim está al sur y Har Eival al norte, el Rav Shamshon Refael Hirsh dice algo interesante en el sentido de que Har Grizim estaba ubicado en el lado sur, al lado de Shechem (Siquem). Tenía un impresionante paisaje, hierba bellamente cultivada y muchos tipos de alimentos crecían en ella; estaba lleno y próspero con una abundancia de flora. Por otro lado, Har Aival se encontraba adyacente a eso, hacia el lado norte de la porción de Efraín. Estaba vacío y estéril. Nada creció en esta montaña y parecía no tener vida vegetal.Estas dos montañas, que estaban una al lado de la otra, presentaban la visualización más llamativa de berakah (bendición) y klalah (maldición). Ambos están siendo nutridos por el mismo suelo, la misma agua y el mismo viento. Sin embargo, Har Aival era estéril de todos los arbustos, mientras que Har Grizim estaba lleno de exuberante vegetación, todo el camino hasta la montaña. Vemos que berakah y klalah no dependen de apariencias externas; ellos yacen dentro del corazón de una persona. Bendición y maldición son dos energías que se encuentran dentro del anhelo e interés de una persona.
Existe otro dato geográfico interesante que permite entender los lineamientos proféticos de esta elección. Al colocarse en Shejem (Siquem), mirando hacia el norte, donde está la montaña Eival, sobre la cual se pronunció la maldición, la espalda está hacia Yerushalayim. Al voltearse hacia el sur, la montaña de bendición estará delante y, más allá, está la montaña escogida por Yahvéh, el monte Tzión. Quizás, entonces, también se entendía como un mensaje velado de que las bendiciones de Yahvéh llegan cuando hacemos de Jerusalén y el Templo Santo (Beit Hamikdash) el centro de nuestras aspiraciones, y todo lo contrario cuando los abandonamos, tal como tristemente ocurrió con las seis tribus que están paradas en el monte Eival (más cuatro de las en Gerizim) terminaron haciéndolo.
Los rabinos discuten si realmente se puede hablar de una montaña de maldición y otra de bendición. Según Rashí, esto se refiere a que la bendición y la maldición son enunciadas sobre estos dos montes respectivamente. El Targum lo traduce: “Pondrás los que bendicen…” El sabio intérprete Najmánides escribe que la bendición y la maldición no están ligadas a esta o aquella montaña. No podemos pensar que la maldición venga de una montaña, sino que aquí encontramos una forma pedagógica de ilustrar las dos realidades. El pueblo tenía que pronunciar la bendición hacia una montaña y la maldición hacia la otra montaña.
La enseñanza divina es evidente, la bendición no es algo que viene automáticamente con nuestra Salvación. ¿Cuál es el costo para que las bendiciones del Eterno se manifiesten aquí en la Tierra? La obediencia de todo corazón. Cuando el Eterno tiene todo nuestro corazón en sacrificio vivo, sus mandamientos no son “gravosos”, sino que podemos “deleitarnos” en obedecer y servir al Señor, santificando Su Nombre.
Cuando se enfrentan con elegir entre caminar en las bendiciones o caminar en las maldiciones, todas las personas sanas eligen la bendición.
Sin embargo, esta Parashá deja en claro que las bendiciones obedecen a la Torah. Y muchos encuentran la obediencia difícil mientras luchan contra la tentación y la debilidad de su carne.
Como seguidores de Yeshúa (Jesús) el Mesías, el deseo de nuestro corazón más profundo es obedecer a Yahvéh, guardar Sus caminos y así santificar Su Nombre. El Espíritu de Dios en nosotros nos impulsa hacia la obediencia. Más que eso, nos faculta para ser obedientes.
Sin embargo, la obediencia no es automática. Primero debemos descubrir qué es la santidad.
La obediencia guiada por el Espíritu es el corazón de nuestra fe y la voluntad de nuestro Abba para nosotros. Mientras algunos excusan su desobediencia diciendo que es demasiado difícil, en realidad es mucho más difícil vivir con las consecuencias de la desobediencia.
«Es mucho más fácil hacer lo que Dios nos ordena que hagamos, sin importar lo difícil que sea enfrentar las responsabilidades de no hacerlo» (BJ Miller).