Shoftim

Un rey pequeño para servir a un Gran Rey

Por P.A. David Nesher

Cuando entres en la tierra que Yahvéh tu Dios te da, y la poseas y habites en ella, y digas:
«Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que me rodean. Ciertamente pondrás sobre ti al rey que Yahvéh tu Dios escoja, a uno de entre tus hermanos pondrás por rey sobre ti; no pondrás sobre ti a un extranjero que no sea hermano tuyo. Además, no aumentará para sí muchos caballos, ni hará que el pueblo vuelva a Egipto para tener muchos caballos, pues Yahvéh te ha dicho:
«Jamás volveréis por ese camino. Tampoco aumentará para sí muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe; tampoco aumentará para sí grandes cantidades de plata u oro. Sucederá que cuando él se siente sobre el trono de su reino, escribirá para sí dos copias de esta Torah en un libro, en presencia de los sacerdotes levitas. La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Yahvéh su Dios, observando cuidadosamente todas las palabras de esta Torah y estos estatutos

(Deuteronomio/Devarim 17: 14-17)

Debo reconocer que siempre me pareció extraño que Moshé se atreviera a legislar sobre la creación de una institución que en sus días nadie reclamaba, y que tardaría siglos en introducirse en Israel. Justamente este «detalle escritural» fue el que más me condujo al convencimiento de que la Torah tiene un origen directa y plenamente divino, ya que en este mitzvot profetiza que el pueblo de Israel pediría un rey en algún momento de su historia. Cuando estudiamos el libro de Bereshit (Génesis), notamos que el Eterno también había dicho a Avraham en Génesis 17:6 que: “reyes saldrán de ti”, lo cual constituye también una base para que hubiera reyes en Israel.

Al llegar a los libros históricos nos damos cuenta que la iniciativa de tener un rey no vino del Eterno. Este oráculo divino se cumplió en los días del profeta y juez Samuel, cuando el pueblo pidió un rey (1 Samuel 8:5).

Samuel está molesto. Piensa que el pueblo lo rechaza. No es así, dice el Eterno, me están rechazando a Mí (1Sam. 8:7). Sin embargo, con todo esto y pese a ello, Yahvéh no le ordena a Samuel negarse a ese pedido. Al contrario, le dice: diles lo que les va a costar la monarquía, qué es lo que pueden llegar a perder. Si después de eso, todavía quieren tener un rey, dáselos.

Con esto el Eterno mostró que el propósito de aquel pueblo en tiempos de Samuel al hacer esta petición no era para cumplir la Torah en este mitzváh de Devarim, sino ser semejantes a todos los demás pueblos en la tierra, especialmente a los filisteos que querían por aquel entonces adueñarse de la zona montañosa de Canaán, ricas en la producción de aceite y vino. Esto fue lo que al Eterno lo llevara a manifestarse como contristado por causa de Su Pueblo.

Al estudiar nuestra parashá Shoftim notamos que en ella se describen siete características que tenía que tener el rey de Israel, a fin de no utilizar en forma errónea su elevado cargo para su engrandecimiento personal. Estas pautas de liderazgo yahvista son:

  1. El rey de Israel tiene limitaciones en el asunto de acumulación de bienes materiales. No puede tener muchos tesoros, así no cobraba al pueblo impuestos abusivos. El rey no puede  tener muchos caballos, así no tenía un ejercito demasiado poderoso. Y no podía tener demasiadas esposas, lo que en ese entonces implicaba, entre otras cosas, un límite en las alianzas que podía establecer con pueblos gentiles vecinos (Debarim, 17:16-17).
  2. El rey de Israel  debía ser un talmid jajam, es decir un discípulo de la Sabiduría (o un estudioso de la Torah). Tenía que escribir un Sefer Torah, el libro de Devarim,  (17:18) y cargarlo con él a donde sea que fuera. Y tenia que estudiar la Torah “todos los días de su vida”  (17:19) para aprender todo lo que Yahvéh esperaba de él y de cada uno de sus súbditos. Su estudio no era para presumir de sabiduría ante nobles y plebeyos, sino para mejorar su proceder y refinar su carácter, como veremos a continuación.
  3. Quizás lo mas interesante del rey israelita era que, en completa oposición a los que era propio de los reyes gentiles , se esperaba de él “humildad”. Así dice la Torah explícitamente en el pasuk 17:20: [El rey tendrá que leer la Torah…] para que su corazón no se enaltezca por sobre sus hermanos y no se aparte de Sus mandamientos a derecha  a la izquierda…”. Amado lector, necesito que notes la suprema lección de humildad: La Torah no dice que el rey de Israel se enaltezca por sobre “sus súbditos” sino” “sus hermanos”. En el pueblo de Dios la relación no era “rey/súbditos”, sino “hermano mayor/hermanos”. Y mientras que en los demás pueblos el rey era la excepción en cuanto a obedecer la ley, el rey de Israel debía ser el ejemplo, en cuanto a obedecer la Instrucción divina, matriz de todas las leyes existenciales.
  4. El rey tiene que ser escogido por Yahvéh, sí o sí por medio de sus profetas.
  5. El rey está colocado en una posición sobre Israel.
  6. El rey es puesto por el pueblo. Es muy interesante que la forma de gobierno que el Eterno establece entre los hombres es tanto teocrática como democrática. Tienen que haber una colaboración en el momento de la instalación de una autoridad, entre el Eterno y el pueblo que va a ser dirigido por esa autoridad.
  7. El rey tiene que ser israelita de nacimiento, no puede ser extranjero. De esa forma Yahvéh se aseguraba de que un alma pura velara por los intereses civiles y espirituales de Su Pueblo y evitara así la influencia extranjera que pusiera en peligro la cosmovisión yahvista adquirida en el Sinaí.

Interesante es destacar que con la revelación de estas características, la Torah no menciona ninguna Mitsvá de obedecer al rey. De ese modo deja bien en claro que el rey de Israel está mandado a obedecer al mismo Dios al que obedece todo israelita. En los demás pueblos,”El rey es dios”. En el pueblo de Israel, “Yahvéh es el único Rey”.

Al venir a este texto de la Torah hay una verdad que se nos revela y nos debe conducir a darnos cuenta que toda propuesta política si no viene de la mano de la justicia inspirada en el Reino de Dios no funciona.

El Rey Salomón olvidando estas pautas de la Sabiduría

Entonces, tal y como podemos ver, todo el pasaje está plagado de ambivalencia. Los peligros están claramente explicados. Existe el riesgo de que un rey explote su poder, aprovechándolo para adquirir riqueza, o esposas, o caballos (uno de los símbolos de status del mundo antiguo). Esto es exactamente lo que se describe de Shelomó (Salomón) haciéndolo en el Libro de Reyes.

Cuando vamos y vemos la vida del rey Shelomó notamos que el pecó justamente en tres áreas reveladas en estos mitzvot de la parashá Shoftim:

  1. Tuvo muchos caballos e hizo que el pueblo volviera a Egipto, para comprar caballos, (cf. 1 Reyes 4:26). Cuando los reyes gentiles viajaban, solían desfilar con un gran número de caballos a fin de impresionar al público. El Talmud, explicando este mitzváh, dice que sólo puede poseer los suficientes para sus carros (2 Samuel 8:49). Por tanto, al rey de Israel le estaba prohibido poseer cualquier caballo adicional para pompa y exhibición. La razón fundamental para esta prohibición es la necesidad de cuidar al rey de la arrogancia que conduce hacia el alejamiento del Todopoderoso.
  2. Tuvo muchas mujeres que desviaron su corazón, (cf. 1 Reyes 11:3-4). Los reyes gentiles de antaño solían poseer grandes harenes. Según el Talmud, un rey de Israel sólo podía tener 18 mujeres, basado en el texto de 2 Samuel 12:8 donde el Eterno habla de añadir dos veces más a lo que el rey David ya tenía. Entonces tenía seis esposas. Con esto la Torah se aseguraba que el rey de Israel se enfocara en su única función: gobernar la Comunidad yahvista conforme a los mitzvot de la Torah, y no perder el tiempo dando rienda suelta a placeres físicos.
  3. Tuvo mucha plata y oro, cf. 1 Rey 10:21, 27. El Talmud dice que sólo puede poseer lo suficiente para adjudicar para su corte.
¿Cómo pudo Shlomó atreverse a transgredir estos mandamientos?

A cada una de estas mitzvot la Torah le atribuye una razón: «por si su corazón se aleja de Yahvéh«. La sabiduría en Torah que poseía Shelomó era tan inmensa y su corazón tan puro que se sintió seguro de que ningún exceso de esposas alejaría su corazón del Eterno.

Shelomó declaró, «Tengo la suficiente fortaleza para transitar todos los senderos sin pecar«. Consideró que sus actos eran permisibles y, quizás, obligatorios.

Dicen los sabios que su intención era unificar el mundo entero y enseñarles moralidad de la Torah. ¿Qué mejor forma de ganarse la aprobación de un rey gentil que casándose con su hija? Shelomó asumió que la razón que da la Torah, de que ellos no deben alejar su corazón de Dios (Deuteronomio 17:17) si es que no aplicaba a él (debido a que el Eterno le había concedido Sabiduría), estaba permitido. Shelomó pensó que podía romper todas las reglas y seguir siendo ajeno a la corrupción. Lamentablemente, y pese a toda su sabiduría, estaba sinceramente equivocado.

Así pues, y por pecar en estas tres áreas, el Eterno mismo le levantó tres enemigos (cf. 1 Reyes 11:14, 23, 26). Si el rey Shelomó hubiera hecho caso a estas pautas de la Torah para su puesto, no hubiera caído en pecado.

Un antiguo Midrash cuenta una metáfora que ayuda a explicar esta caída del sabio rey. Dice que la letra yud de la palabra yarbé, que significa “aumentará”, se molestó con el rey Shelomó cuando transgredió estas prohibiciones de la Torah, y voló ante el trono celestial y se quejó: “Shelomó me desarraigó por transgredir las prohibiciones de acumular esposas, caballos y riquezas. Ahora ha anulado estas mitsvot, eventualmente descarte toda la Torah.” Entonces el Eterno le respondió a la yud: “No temas. Shelomó y miles como él morirán, pero hasta tú, la más pequeña de las letras, jamás serás desarraigada.”

Es muy posible que este Midrash haya estado en la mente de nuestro Maestro Yeshúa cuando pronunció estas palabras ante el pueblo, como están escritas en:

Porque en verdad os digo que hasta que pasen el Cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la Torah hasta que toda se cumpla.”
(Mateo 5:18)

Con esto necesitamos aceptar que todas las caídas de los hombres desde Adam hasta el último hombre, han sido, son y serán la consecuencia de no hacer caso a los mandamientos del Eterno escritos en la Torah.

Por eso, al estudiar esto, estamos obligados a pensarnos a nosotros en nuestro llamado regio, y desde allí revisar nuestra capacidad de liderazgo.

Tenemos que aceptar que, si creemos estar redimidos por Yahvéh, en alguna medida todos somos reyes, y  lideramos algo, e influenciamos sobre personas. Dicha influencia quizá está en nuestro trabajo, liderando proyectos; o quizá somos cabeza en nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro grupo de amigos, las redes sociales, etc.

De ese modo, nos damos cuenta que el atributo de la monarquía en cada uno de nosotros, los hijos primogénitos del Monte Santo, puede ser obvio y evidente, por ejemplo, el caso de las personas que dirigen a otros y les indican qué deben hacer. Así mismo, nuestra monarquía está también la capacidad de influir con nuestra personalidad, nuestros mensajes y el impacto de nuestros actos sobre otras personas, aunque no sea tan obvio.

Debemos aceptar que la monarquía es el poder de la nobleza divina manifestada en nosotros, por lo que debemos cuidar como lo utilizamos, y hacerlo para bien de nuestro entorno. Debemos tener claro que la finalidad al liderar y asumir la responsabilidad de cualquier conducción, no es obtener nuestro beneficio, sino vivir con justicia y armonía para servir al propósito eterno de Dios, escondido en cada ser humano, con amor.

Finalmente: ¿Cuál es el mensaje práctico de Shoftim para hoy? En la comunidad estamos para servirnos con nobleza los unos a los otros. Cada uno de nosotros somos responsables de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. No podemos culpar al vecino. Por lo tanto, le pido que se haga estas preguntas:

“¿Estoy siendo una influencia positiva en mi comunidad, donde sea que esté, donde quiera que vaya?»
«¿Soy respetado como una persona de buenos valores y moral?»
«¿Soy invisible?»
«¿Soy un ciudadano responsable?»
«¿Soy de beneficio para la sociedad sin importar mi edad?»
«¿Soy un individuo egocéntrico que solo se preocupa por lo que me sucede?”

En Shoftim, por medio de la mitzváh de elegir un rey, Moshé nos está advirtiendo, que nuestra sociedad será saludable, en la medida en que cada persona que la integra sea consciente que es importante, aceptando su responsabilidad de servir con nobleza a quienes los rodean.

¿Quién Reina en tu «Reino»?

«Jueces y policías pondrán para todos en los puertos de las ciudades que YHVH te da para habitar y juzgarán al pueblo con justicia»

(Devarim/Deuteronomi 16:18).

 

Así comienza la parashá  (porción) de la Torah que nos toca investigar esta semana.

En la cosmovisión hebrea dada por el Creador, la función de un juez es decidir qué es lo que se debe dejar pasar por las puertas de una ciudad. A su vez, la función del policía, es controlar que lo que ingresa sea exactamente lo que ha determinado el juez.

Pero, ¿pasar adónde? ¿Cuáles son estas puertas? La codificación de este mitzvot revela que se trata del individuo, y que las entradas son los cinco sentidos. Y pasar no sólo implica lo que entra, sino también lo que sale (por ejemplo, lo que se dice, en el caso de la boca).

La clave de todo esto está en saber si lo que dejo atravesar esas puertas me altera espiritualmente, si me acerca al mal (al RA, el deseo egoísta) por medio del yetzer hará (tendencia al mal) que me acompaña y hostiga desde el día de mi nacimiento.

Para corregir estas conductas nocivas es necesaria una gran dosis de voluntad y, principalmente, entronar a un rey que nos gobierne y conduzca nuestros actos para llevarnos hacia la evolución espiritual diseñada en el propósito eterno de Dios. No se trata de un gobernante externo, que nos diga qué hacer, sino de uno interno. Acudir a otro para resolver nuestros problemas hace que le cedamos también el beneficio espiritual que resulte de nuestra acción. Se trata de Aquel que, siendo la Luz Infinita, habitó entre los hombres en forma de hombre y hoy ha sido coronado como el Rey de reyes y Señor de señores. Estoy hablando de Yeshúa HaMashiaj.

Esta semana, indaga en esas cosas que haces aunque sabes que te perjudican y esfuérzate por cambiar al menos una. Si crees que no vas a poder con ella, un secreto puede ser elegir uno de los 248 preceptos positivos que sientas que podrás cumplir, y usar la energía ganada para debilitar la fuerza opositora del cuerpo.

Aprovecha la energía presente que te otorga la presencia del Rey y corona a tu conciencia para que Él reine en ti, enseñándote los secretos del Cielo que se esconden en la Instrucción (Torah) divina.

Shalom!

 

Condiciones Celestiales para Casarse

Por P.A. David Nesher

 

«Luego los oficiales le dirán al ejército:
“Si alguno de ustedes ha construido una casa nueva y no la ha estrenado, que vuelva a su casa, no sea que muera en batalla y otro la estrene.
Y si alguno ha plantado una viña y no ha disfrutado de las uvas, que vuelva a su finca, no sea que muera en batalla y sea otro el que disfrute de ellas.
Y si alguno se ha comprometido con una mujer y no se ha casado, que regrese a su pueblo, no sea que muera en batalla y sea otro el que se case con ella.”

(Deuteronomio 20:5-7)

 

 

Sirviendo por tanto años a jóvenes de mentalidad evangélica protestante, he notado la falta de sabiduría que la mayoría de los varones tienen a la hora de pensarse en pareja, y por ende, en familia. La gran mayoría cae en el mismo «error edomita», amando pues primordialmente el guisado, y desechando la potencialidad de la primogenitura que sus almas tienen. Dicho de otro modo, casi todos los varones con mentalidad greco-romana, comienzan este maravilloso camino del amor perfecto por el final: procuran obsesivamente tener su mujer, y luego, quizás piensen en su destino laboral y económico.

Justamente en estos versículos, la Instrucción (Torah) divina señala que los oficiales tienen aquí la función de tratar y supervisar casos de carácter social, como el hecho de un varón que desea constituir un hogar.

Las tres cosas mencionadas, una casa, una viña y una esposa, representan los momentos más felices de la vida natural del varón en edad de guerra, es decir en edad juvenil apropiada para casarse (mayor de 20 años). Para que un soldado israelita no pierda la oportunidad de disfrutar de estos momentos, no podrá hacer cierto servicio militar mientras esté involucrado en uno de ellos.

Estas tres cosas aparecen aquí en el orden natural. Primero el hombre debe tener casa y trabajo, y luego es apto para casarse. Con este bosquejo la Instrucción (Torah) divina enseña en Su Sabiduría la conducta apropiada que un varón redimido debe ejercer para realmente formar un hogar exitoso: el hombre debe primero construir una casa, luego plantar una viña (obtener un trabajo). Solo entonces puede tomar una esposa.

Cuando el hombre fue creado, Yahvéh le dio primero una casa, el huerto, luego un trabajo, la jardinería (melajá y abodá).Luego, cuando el varón se especializó en eso, le otorgó una mujer como recompensa a dicho esfuerzo ministerial. Si vienen maldiciones sobre una persona, primero es tocada la relación con la mujer, luego la casa y finalmente la vida laboral (cf. Deuteronomio 28:30).  El filósofo judío Maimónides dice en su libro «Mishné Torá»:

Es costumbre de personas sensatas que el hombre asegure primero un trabajo que lo alimente, luego construya una casa y finalmente despose a una mujer, como está dicho: “haber plantado una viña, construido una casa y luego desposado a una mujer”.

Entendamos que en la cosmovisión hebrea, la novia es presentada en las Escrituras con estos tres términos, casa, viña y mujer.

El rey Salomón, experto en los códigos de Luz Infinita escondida en estos pasukim (versículos) dijo también:

Prepara primero tus faenas de cultivo (fuera) y ten listos tus campos para la siembra; después de eso, construye después tu casa.

(Proverbios 24:27)

Aquí queda perfectamente señalado el esquema actitudinal que debe seguir un varón que decide amar a una mujer en espíritu y en verdad. Dicho esquema se sujeta a los siguientes tres lineamientos:

  • Prepara tus labores fuera”… es decir construye una casa;
  • “…ten listos tus campos”,… es decir planta una viña; genera una empresa
  • “ y construye después tu casa”; es decir toma una mujer por esposa.

Salomón había aprendido estas pautas proféticas especialmente de la vivencia mesiánica de su padre el rey David:

«Y David prosperaba en todas sus empresas, pues el Señor estaba con él.»

(1 Samuel 18:14)

Por todo esto, cualquier varón soltero que está ahora frente a este estudio, debe aceptar que primordialmente es adecuado elegir una ocupación que le proporcione el justo sustento que le permita adquirir el justo recurso con el que luego podrá acceder a la compra del bien primario que una familia necesita: la casa. Luego, asegurarse que su economía se expandirá por medio de proyectarse en una empresa, para así entender que puede tomar sexualmente a la mujer que ha escogido como esposa.

No es sabio casarse primero y luego buscar trabajo y casa. Sólo los varones insensatos inician el camino al revés. Estos, envueltos en una locura lujuriosa, comienzan casándose, luego, si es que lo logran, se compran una casa, para finalmente intentar en sus fuerzas generar un sustento seguro, si es que no terminan sobreviviendo gracias a la caridad sistémica de los subsidios estatales de turno.

Los Ancianos, la Becerra Desnucada y la Responsabilidad Colectiva de un Asesinato.

Por P.A. David Nesher

«Si en la tierra que Yahvéh tu Dios te da para que la poseas, fuere hallado alguien muerto, tendido en el campo, y no se supiere quién lo mató, entonces tus ancianos y tus jueces saldrán y medirán la distancia hasta las ciudades que están alrededor del muerto. Y los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fuere hallado el muerto, tomarán de las vacas una becerra que no haya trabajado, que no haya llevado yugo; y los ancianos de aquella ciudad traerán la becerra a un valle escabroso, que nunca haya sido arado ni sembrado, y quebrarán la cerviz de la becerra allí en el valle. Entonces vendrán los sacerdotes hijos de Leví, porque a ellos escogió Yahvéh tu Dios para que le sirvan, y para bendecir en el nombre de Yahvéh; y por la palabra de ellos se decidirá toda disputa y toda ofensa. Y todos los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fuere hallado el muerto lavarán sus manos sobre la becerra cuya cerviz fue quebrada en el valle; Y protestarán y dirán: Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos lo han visto. Perdona a tu pueblo Israel, al cual redimiste, oh Yahvéh; y no culpes de sangre inocente a tu pueblo Israel. Y la sangre les será perdonada. Y tú quitarás la culpa de la sangre inocente de en medio de ti, cuando hicieres lo que es recto ante los ojos de Yahvéh.»

(Devarim/Deuteronomio 21: 1 – 9)

Al llegar al final de nuestra Parashá Shoftim, nos encontramos que la Torah se ocupa del tema de la egláh arufáhbecerra desnucada«), que expía por el homicidio de un muerto encontrado en el campo cuyo asesino es desconocido. Aquí vemos la importancia que el Eterno da al derramamiento de sangre inocente. Un asesinato es algo muy grave. Esto era un tema de mucha importancia tal como ya Moshé lo había revelado en el rollo de Bamidbar:

«Y no contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre contaminará la tierra; y la tierra no será reconciliada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó.

No contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito; porque yo YHVH habito en medio de los hijos de Israel.«

(Bamidbar/Números 35:33-34)

El pasaje de Devarim que hoy estamos considerando, se suma a la enseñanza dada en Bamidbar de que la noticia de la muerte de una sola persona, de forma violenta, debe estremecer las almas de un pueblo redimido. El Eterno enseña así que las muertes no resueltas, como el asesinato sin justicia, mancha y contamina la tierra, atrayendo juicios de las zonas del rigor (Guevuráh) celestial. Por lo tanto, si hay un asesinato por el cual no se ha tomado justicia, es necesario un tipo de limpieza, para que la tierra no sea contaminada, y el Eterno no envíe maldición sobre la misma.

El proceso judicial para este tipo de caso es ordenado para que esa sangre no traiga maldición sobre la tierra y el pueblo. Si hay algo que trae maldición sobre un pueblo y sobre la tierra de una nación, es el derramamiento de sangre inocente. Para Yahvéh es muy grave, y por lo tanto, también lo debe ser para nosotros.

De este modo, el Eterno reveló a Su Pueblo que Él toma muy en serio un acontecimiento semejante. Él no está a favor de que un ser humano mate a otra sin derecho y autorización. En la cosmovisión divina el hombre laico no tiene el derecho a quitar la vida de otro hombre, excepto que sea atacado de manera que su vida corra peligro. En tal caso puede actuar en defensa de su propia vida, pero jamás actuar por venganza.

El derramamiento de sangre inocente es uno de los pecados más graves que el hombre puede cometer y el Eterno no observa ese pecado con ligereza. Las Sagradas Escrituras revelan que por el derramamiento de sangre inocente vino el diluvio sobre el mundo antiguo y más tarde el Eterno no quiso perdonar la mucha sangre inocente derramada por un rey malvado, de nombre Joacim, razón primordial por la que vino la deportación a Babilonia (2 Rey. 24:4).

La Torah ordena a los ancianos de la ciudad más próxima al cadáver encontrado, a bajar a una becerra de un año de edad a un valle y proclamar: «nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron». Esta acción tiene como objetivo la expiación por el asesinato y también la difusión del hecho delictivo a fin de encontrar al culpable. Entonces, una vez cumplido este requisito, el Eterno promete perdonar la culpa colectiva que había venido sobre todo el pueblo por ese pecado.

El principio espiritual de la  egláh arufáh («becerra desnucada«) deja en claro un fuerte paradigma: «todos los integrantes de Israel son responsables el uno por el otro«.  Esto enseña claramente a todo grupo  social que en las regiones celestes existe una culpa colectiva. Este ritual, era un acto profético-jurídico, por medio del que se solicitaba perdón por el pecado colectivo del pueblo cuando una persona ha cometido este crimen terrible.

La responsabilidad por la víctima fatal recae no sólo sobre el asesino, sino también sobre todos los residentes de la ciudad más próxima, e incluso sobre los ancianos de la misma, hasta alcanzar también al Gran Tribunal («y saldrán tus ancianos”, es decir, los selectos entre tus ancianos, refiriéndose al Gran Sanhedrín).

Es muy importante que esto se entienda bien: un hombre asesinado trae culpa sobre todo el pueblo si no se encuentra el asesino y lo sentencia, o si se sabe quién es el asesino y no se lo sentencia.

Por favor, solicito que comprendamos bien (y meditemos profundamente) la verdad revelada. La muerte injusta de un ser humano trae consecuencias graves sobre todo el pueblo y si ese pecado no es perdonado el pueblo entero, aún su nación, tendrá que sufrir la ira del Eterno por ello.

El procedimiento judicial consistía en los siguientes pasos:

Cinco de los jueces visitan personalmente la escena del crimen. Hacían mediciones en todas direcciones a fin de determinar cuál ciudad está más próxima al cuerpo. Aun si la identificación de la ciudad más próxima era evidente, igual debían realizar el acto de medición, pues es un mitzváh (mandamiento).

La víctima era enterrada en el mismo lugar donde se la había encontrado. Luego los jueces del Sanedrín se retiran, una vez que cumplieron su parte del procedimiento. Ahora los jueces y los Ancianos (líderes de la Torah) de la ciudad más cercana se hacían cargo de los siguientes pasos.

Los Ancianos traen una ternera de un año que nunca haya trabajado y que fuera comprada de un fondo comunitario. La conducen a un valle donde la tierra es dura y rocosa – no apropiada para el cultivo – y que nunca fue trabajada. Según algunas opiniones, el valle debía tener una corriente fuerte de agua que lo atraviesa.

Los Ancianos matan a la ternera mediante un corte con un hacha en la parte trasera del cuello y la ternera es enterrada allí.

Los ancianos son quienes deben proclamar frente a la comunidad y al pueblo: «nuestras manos no derramaron esta sangre«.

¿Cual es el significado de esta declaración? Seguramente nadie sospecharía que los Ancianos de la ciudad hubiesen cometido el crimen. Lo que en verdad sucedía era que ellos están obligados a demostrar frente a todos que sus manos estaban limpias. En realidad los Ancianos declaraban que no eran responsables ni siquiera en forma indirecta del crimen. Nunca hemos despedido a ningún extraño de nuestra ciudad sin comida (de manera que se sintiera forzado a robar comida y fuera matado a cuenta de ello), o sin compañía (de manera que tuviera que transitar desprotegido en caminos peligrosos)». Sucede que para cada israelita estaba bien clara en su cosmovisión yahvista que no ser hospitalario con cualquier persona es un pecado mayor pues los resultados pueden ser fatales.

A continuación le tocaba el turno a los kohanim (sacerdotes) quienes continuaban con el proceso de egláh arufáh rogando al Eterno con las siguientes palabras: Redime a tu pueblo Israel, al que rescataste de Egipto y no consideres a tu pueblo Israel responsable de la sangre inocente derramada en tu medio”.

Los kohanim debían pedir perdón a Yahvéh por el asesinato, pues el acontecimiento mismo del crimen podía atribuirse parcialmente a una falta en sus plegarias cotidianas y falta de calidad total en su avodáh. Si hubieran sido perfectos en su Servicio a Dios, seguramente Él habría evitado tal desgracia.

Por favor, entendamos y aceptemos que esto se hacía porque el hecho de hallarse a un hombre asesinado se consideraba un caso de responsabilidad social y colectiva. De este modo, el Eterno se aseguraba la cosmovisión de que cada israelita es responsable de los actos de su camarada israelita; por lo tanto, todo el pueblo debe ser redimido si ocurre un asesinato en Klal Israel (Cuerpo de Israel).

Si se cumplimentaban bien las leyes de egláh arufáh como se ordena aquí, la misma Torah promete: “el derramamiento de sangre será expiado”.

El Midrash cuenta que en tiempos en que los israelitas eran perfectos tzadikim (justos), un milagro ocurría al final del proceso:

Los kohanim imploraban a Yahvéh: “Revela la identidad del asesino, para expiar la sangre de la víctima”. En ese momento, un ejército de lombrices emergían del estómago de la ternera y se arrastraban al lugar de residencia del asesino. Entonces era aprehendido por el Beit Din (Casa de Justicia) y llevado a juicio, para luego ser ejecutado.

Ahora bien, si bien las leyes de egláh arufáh son jukim, es decir leyes cuyas motivaciones están ocultas a toda lógica human, los Sabios comentaristas del idioma hebreo encuentran alusiones en varias partes del proceso que podremos entender mediante las siguientes preguntas:

  • ¿Por qué prescribe la Torah que una ternera que no ha estado preñada aun sea destruida sobre tierra yerma?

Es algo que simboliza el crimen: al quitarle la vida a la víctima, el asesino lo privó de la posibilidad de ‘procrear y tener hijos’, es decir, de cumplir más mizvot y de tener hijos para así bendecir con su tikun a las generaciones.

  • ¿Por qué los ancianos de la ciudad más próxima al crimen rompen el cuello de la ternera? 

Lo más probable era que el asesino proviniera de la ciudad más cercana, por lo tanto, sus ancianos debían realizar la expiación (por haber fallado en educar y reprender con la Torah a la comunidad y así evitar que ocurriera dicho crimen).

Sin embargo, la Torah ordena que los jueces del Sanedrín midan la distancia hacia todas las ciudades del área del crimen, indicando que la culpa de este crimen horrendo debe ser compartido por toda la región.

En resumen, vemos que los ancianos y los levitas representan al pueblo entero y, como tal, pueden pedir perdón por este pecado en nombre del pueblo, para que no vengan las consecuencias de este pecado sobre todos. La culpa es perdonada, cuando no se sabe quién es el causante de la muerte, al hacer una declaración de reconocimiento del crimen y de inocencia de los líderes, junto con el sacrificio de una novilla joven que es matada en un lugar que no ha sido sembrado o trabajado por el hombre. El animal inocente tiene que morir en lugar del culpable para que Yahvéh no derrame la ira sobre la nación.

Este lavamiento de manos se hacía en la presencia de los hijos de Leví, quienes por la palabra de ellos decidían toda disputa y toda ofensa. Este ritual era una proclamación poderosa por estos ancianos: “Hemos hecho todo lo que podemos para arreglar este asunto, pero no lo logramos. Somos limpios de toda culpa de la muerte de este homicidio.”

Por supuesto, esta ceremonia de lavarse las manos sobre el animal del sacrificio no significaba nada si los ancianos en realidad no habían hecho todo lo posible por vengar esta muerte; de ser esto último, este lavamiento de manos se convertía en un gesto tan vacío como el lavamiento de manos de Pilato en el juicio de Yeshúa (Mateo 27:24).

Como podemos ver, las leyes de egláh arufáh destacan la santidad de la vida humana. Si se destruye una vida, la Torah lo considera una tragedia terrible que involucra al Sanedrín, los Ancianos y los hijos de Leví (sacerdotes y levitas).

La Intrucción revelaba que el derramamiento de sangre causa que la Shekináh se aleje y que el Beit Hamikdash (Santo Templo) sea destruido.

La historia de Israel relata que cuando los asesinatos se repetían con mucha frecuencia antes de la Segunda Destrucción, el Sanedrín decidió interrumpir el procedimiento de egláh arufáh.

Ahora bien, reflexionemos juntos. Si la ira del Eterno viene sobre una nación entera por el derramamiento injusto de sangre de un solo ser humano, ¿qué sucederá en los países donde se cometen asesinatos diarios de los niños no nacidos, en el lugar que el Eterno creó para ser el más seguro para su bienestar y desarrollo, la matriz? El asesinato más cruel que un ser humano puede hacer es matar a sus propios hijos. No hay excusas, ni legalidad válida, para asesinar a los no nacidos. El aborto es el crimen juzgado en esta parashá por el Eterno mismo.

¿Dónde están las voces que hablan a favor de los no nacidos asesinados y los que están en peligro de muerte? ¡No callemos ante la barbaridad del aborto! No votes a favor de un partido que está a favor del aborto.

Por último, volviendo al pasaje en cuestión, es necesario recordar que Yahvéh ya había revelado este disgusto abominable a la nueva humanidad que se formó después del Gran Diluvio:

Y ciertamente pediré cuenta de la sangre de vuestras vidas; de todo animal la demandaré. Y de todo hombre, del hermano de todo hombre demandaré la vida del hombre.”

(Génesis 9:5)

Cuando Israel siguió las instrucciones de Yahvéh para la expiación, Él honraba su palabra quitando la culpa. No obstante, el remover la culpa siempre se basaba en el sacrificio de sangre, en una expiación sustitutiva, con la vista siempre enfocada hacia la futura obra del Mesías Yeshúa en la cruz por todo el mundo. Por ende, de este mandamiento y ritual podemos concluir que los animales, como esta becerra, podían representar a los hombres y morir en lugar de ellos para que se hallara perdón divino. Pero estos animales no pudieron jamás sustituir verdaderamente a los hombres en su culpabilidad, ya que sólo eran sombras del “hermano de todo hombre” que tenía que morir en lugar de nosotros para que hubiera eterno perdón de los pecados.

¡Bendito sea el Eterno por ese hermano mayor, nuestro amado Yeshúa HaMashiaj!

Shoftim: La Importancia de nombrar Jueces y Oficiales del Alma

Por P.A. David Nesher

«Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que Yahvéh tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Yahvéh tu Dios te da.»

(Devarim/Deuteronomio 16: 18 – 20)

La parashá (porción) de esta semana se llama Shoftim, expresión hebrea que significa jueces y abarca al libro de Deuteronomio desde el capítulo 16 vers. 18 al cap. 21 vers. 9. En ella, el Eterno revela a Israel la importancia de tener jueces justos y oficiales para una nación.

En esta sección la Torah ordena designar una jerarquía de jueces en cada ciudad y provincia. A nivel literal, este mandamiento se refiere a los jueces que resuelven las cuestiones civiles, penales y aún religiosas. Por eso, el pueblo tenía que asegurarse el nombramiento de jueces y policías en todas las ciudades de la Tierra Prometida a fin de mantener el orden en la sociedad y evitar el caos que atrae al inframundo.

Para comprender mejor esto, será bueno destacar que la función de los jueces, e incluso la de los policías que «reprendían a la gente«, no era la de impartir castigo. Su objetivo primordial era lograr purificación y refinación en los hábitos y conductas de las personas, a fin de devolver al infractor a su estado original, y por lo tanto, ser aceptada ante Yahvéh como antes del pecado.  Desde esta cosmovisión hacer justicia significa encontrar el mérito en el prójimo, revelar que en todo hijo primogénito, más allá de su pecado, también hay poder de teshuváh (regreso).

Con este mandamiento Yahvéh dejó establecida el primer paradigma fundamental de toda comunidad humana: la justicia es la base de toda convivencia. Para que una sociedad permita un clima de desarrollo personal y general, es imprescindible la existencia de un marco legal estable que asegure un orden respetado por todos.

Tzedek, tzedek tirdof

Justicia, Justicia perseguirás (tzedek tzedek tirdof), para que vivas y heredes la tierra que el Eterno Tu Dios te dio
(Deuteronomio 16:20).

Notamos que en este pasaje, la Torah repite la palabra justicia (en hebreo tzedek, – צדק –) dos veces. Con esto, la Torah nos esta enseñando que es fundamental para la vida de todo ser humano, vivir de acuerdo a leyes, y que estas sean impuestas por funcionarios y jueces que piensen en el bienestar de la sociedad toda, y no en el propio, sumado a la formulación de normas igualitarias para todos los habitantes de este maravilloso planeta. Obviamente que no es fácil lograr que las personas se comporte justamente, pero tampoco es imposible.

Esta repetición tiene la intención divina de enfocar a Israel en la importancia de establecer y mantener la justicia en la sociedad. Con esto la revelación implantó en la conciencia social de Israel un segundo paradigma fundamental de toda comunidad humana: una sociedad sin justicia se hunde en el caos.

También se entiende la repetición de la expresión justicia como un anuncio de que la justicia sólo se puede obtener por medios justos. Es decir, que la justicia se logra sí o sí por medio de la justicia, no por medios injustos. Con otras palabras, la Torah está en contra de la idea que dice: “el fin justifica los medios”. La Torah prohíbe que un estado de derecho utilice medios injustos para establecer y mantener la justicia.

Cuando la Torah nos exige: «La justicia estricta perseguirás, para que vivas«, no es tan sólo un mandamiento, sino una enseñanza de vida.  El Espíritu de Yahvéh revela que para vivir es básica la presencia de la justicia estricta o verdadera. Él anhela que vivamos la justicia sin adulterarla, sin escatimarle ni una pequeña parte. Pues, cuando se comienza a comerciar con la justicia, se cancelan las libertades, se disuelven las seguridades, y el antojo fugaz es lo que adquiere predominio.

El Eterno, al ser un Juez de estricta Justicia, pretende que sus máximas criaturas lo imiten, y que de ese modo puedan establecer reinos de armonía, bienestar y Shalom (paz y plenitud).  Andar por otras veredas, es encaminarse hacia lo que no es correcto.

Además, se puede entender la repetición de la palabra justicia como dos significados diferentes de la palabra tzedek (uno masculino o teórico y otro femenino o práctico). Como hemos visto antes, la palabra tzedaká (que es la forma femenina de tzedek) significa ayuda a los necesitados (caridad o justicia social). De esta manera se destaca que existe un aspecto de misericordia en la justicia.

Esto corresponde a dos atributos del Eterno (jesed y guevurá), la justicia y la misericordia; la verdad y la gracia. La justicia como rectitud es la parte principal, pero necesita de la misericordia para mantener la sociedad en armonía al propósito eterno. Una sociedad que emplea solamente una justicia rígida se vuelve cruel y dura. Una sociedad que sólo emplea la misericordia y el amor se vuelve floja y corrupta. Las dos cosas son necesarias para obtener un equilibrio y mantener el orden en la sociedad.

“Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el YHVH de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?”

(Miqueas 6:8)

“… lo más importante de la Torah: la justicia, la misericordia y la fe.”

(Mateo 23:23)

Tzedaká y tzedek los dos engranajes claves del mecanismo social diseñado por Yahvéh para resolver dificultades y también para avanzar en el mejoramiento de la existencia humana personal y colectiva.

Ahora bien, considerando otro orden de cosas, resulta interesante notar que la parashá de esta semana, siempre es leída en el primer shabat del mes de Elul. Como a esta altura de nuestro peregrinar en la fe de Yeshúa hemos aprendido que nada ocurre por accidente, discernimos que esta parashá conlleva alguna enseñanza importante para implementar en nuestras almas, durante este mes tan auspicioso.

Recordemos una vez más que la expresión hebrea Shoftim significa “jueces”. Meditando con esta palabra, en un nivel más profundo, descubrimos que este mandamiento, así como sus detalles, tiene un gran significado para cada uno de nosotros y nuestras vidas personales.

El Eterno nos otorga secretos específicos para que nos aseguremos un sano crecimiento personal. Él quiere que aprendamos a colocar jueces en nuestro interior (inteligencia emocional), y oficiales (policías) en nuestros portones, los sentidos (Salmo 141: 3). Los distintos sabios de Israel, a lo largo de los siglos, afirmaron que el ser humano tiene siete puertas: dos ojos, dos orejas, dos orificios en la nariz y la boca.

El Eterno quiere que sus hijos comprendan ante todo, que la esencia del ser humano es estar comprometido con el conocimiento de lo correcto y lo incorrecto. Desde allí, decidir que camino determinará su destino. Para que esto se haga en total libertad, es importante tener dos procesos en nuestra vida de crecimiento:

La CLARIDAD ÉTICA que permite definir qué es lo correcto y qué no lo es, y una capacidad de CONSTANTE EVALUACIÓN de que si se están llevando a cabo o no, dichos estándares de vida. Es decir que si el ser humano redimido no está cumpliendo sus principios éticos, el Eterno le ordena habilitar una especie de “poder policial” interior que habilite las disciplinas necesarias que aseguren que eso pase y coloque “multas” a los sentidos, que garanticen que el propósito personal fluya al cumplimiento de su plenitud en el Mesías. Esto sería el establecimiento de jueces y policías (shoftím y shotrím).

«No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos ..

Meditando en esta expresión no pude evitar el planteo. Si la Torah ya prohíbe la perversión de la justicia, ¿cuál es la necesidad de prohibir el soborno? ¿Acaso el soborno no es la manera más obvia de pervertir la justicia? Investigando, me encontré que Rashi, el prominente comentarista judío de las Sagradas Escrituras, explica que la Torah prohíbe el soborno, inclusive si el que lo da lo hace con la condición de que el juez imparta un veredicto justo. Pues tan pronto como el juez es “sobornado”, está tentado de actuar en favor de dicha parte y no será capaz de emitir una decisión objetiva, que materialice la justicia divina. Como continúa el versículo: …porque el soborno ciega los ojos de los sabios. Tan pronto como existe una afinidad entre un juez y uno de los litigantes, este no está capacitado para presidir el caso.

Entonces me di cuenta de la propuesta para la sanación de nuestra alma durante el mes de Elul. El Eterno nos desafía en este tiempo a juzgar nuestras acciones y los logros de lo que va del año. Sin embargo, todos somos conscientes que estamos “sobornados” de cierta manera por nuestro amor propio y somos incapaces de hacer una evaluación completamente justa.

Ser un juez justo de nosotros mismos resulta una tarea bastante difícil, en apariencia imposible. Es que siempre hay una excusa para convertirnos en nuestro abogado defensor… Sin embargo, la Torah asegura que para mejorarnos debemos apreciar nuestros defectos, así como nuestras reales virtudes… pues ese es el único camino hacia la realización. Lleva un esfuerzo de introspección y virtud ser objetivos y sin mancha, sin embargo esto es lo que se exige de nosotros cuando nos encontramos en una situación en que debemos juzgar. A la hora de autoauditarnos, es difícil mantenerse neutral, ser totalmente objetivo y no influido por factores externos o inapropiados. Sin embargo, esta es la marca de la verdadera justicia. Por lo tanto, cada persona debe nombrar a un «juez», un mentor espiritual imparcial que pueda emitir una opinión objetiva. Ese mentor espiritual es la unción activa del Espíritu del Mesías en nuestra comunión diaria, y en nuestras entrevistas pastorales. Con esta asignación de jueces internos y externos lograremos responder la pregunta:

¿Qué tantas cosas de nuestra ética tenemos bien esquematizados en nuestras conciencias y están siendo llevados a cabo en integridad?

Amados, busquemos la justicia en todo momento, y hagamos también misericordia, al prójimo, tanto como a nosotros mismos, para que podamos tener vida y paz en nuestras tierras.


SUGERENCIA:
Para comprender mejor todo lo que aquí he escrito te invito a escuchar esta conferencia: