Jueces

Los Ancianos, la Becerra Desnucada y la Responsabilidad Colectiva de un Asesinato.

Por P.A. David Nesher

«Si en la tierra que Yahvéh tu Dios te da para que la poseas, fuere hallado alguien muerto, tendido en el campo, y no se supiere quién lo mató, entonces tus ancianos y tus jueces saldrán y medirán la distancia hasta las ciudades que están alrededor del muerto. Y los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fuere hallado el muerto, tomarán de las vacas una becerra que no haya trabajado, que no haya llevado yugo; y los ancianos de aquella ciudad traerán la becerra a un valle escabroso, que nunca haya sido arado ni sembrado, y quebrarán la cerviz de la becerra allí en el valle. Entonces vendrán los sacerdotes hijos de Leví, porque a ellos escogió Yahvéh tu Dios para que le sirvan, y para bendecir en el nombre de Yahvéh; y por la palabra de ellos se decidirá toda disputa y toda ofensa. Y todos los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fuere hallado el muerto lavarán sus manos sobre la becerra cuya cerviz fue quebrada en el valle; Y protestarán y dirán: Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos lo han visto. Perdona a tu pueblo Israel, al cual redimiste, oh Yahvéh; y no culpes de sangre inocente a tu pueblo Israel. Y la sangre les será perdonada. Y tú quitarás la culpa de la sangre inocente de en medio de ti, cuando hicieres lo que es recto ante los ojos de Yahvéh.»

(Devarim/Deuteronomio 21: 1 – 9)

Al llegar al final de nuestra Parashá Shoftim, nos encontramos que la Torah se ocupa del tema de la egláh arufáhbecerra desnucada«), que expía por el homicidio de un muerto encontrado en el campo cuyo asesino es desconocido. Aquí vemos la importancia que el Eterno da al derramamiento de sangre inocente. Un asesinato es algo muy grave. Esto era un tema de mucha importancia tal como ya Moshé lo había revelado en el rollo de Bamidbar:

«Y no contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre contaminará la tierra; y la tierra no será reconciliada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó.

No contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito; porque yo YHVH habito en medio de los hijos de Israel.«

(Bamidbar/Números 35:33-34)

El pasaje de Devarim que hoy estamos considerando, se suma a la enseñanza dada en Bamidbar de que la noticia de la muerte de una sola persona, de forma violenta, debe estremecer las almas de un pueblo redimido. El Eterno enseña así que las muertes no resueltas, como el asesinato sin justicia, mancha y contamina la tierra, atrayendo juicios de las zonas del rigor (Guevuráh) celestial. Por lo tanto, si hay un asesinato por el cual no se ha tomado justicia, es necesario un tipo de limpieza, para que la tierra no sea contaminada, y el Eterno no envíe maldición sobre la misma.

El proceso judicial para este tipo de caso es ordenado para que esa sangre no traiga maldición sobre la tierra y el pueblo. Si hay algo que trae maldición sobre un pueblo y sobre la tierra de una nación, es el derramamiento de sangre inocente. Para Yahvéh es muy grave, y por lo tanto, también lo debe ser para nosotros.

De este modo, el Eterno reveló a Su Pueblo que Él toma muy en serio un acontecimiento semejante. Él no está a favor de que un ser humano mate a otra sin derecho y autorización. En la cosmovisión divina el hombre laico no tiene el derecho a quitar la vida de otro hombre, excepto que sea atacado de manera que su vida corra peligro. En tal caso puede actuar en defensa de su propia vida, pero jamás actuar por venganza.

El derramamiento de sangre inocente es uno de los pecados más graves que el hombre puede cometer y el Eterno no observa ese pecado con ligereza. Las Sagradas Escrituras revelan que por el derramamiento de sangre inocente vino el diluvio sobre el mundo antiguo y más tarde el Eterno no quiso perdonar la mucha sangre inocente derramada por un rey malvado, de nombre Joacim, razón primordial por la que vino la deportación a Babilonia (2 Rey. 24:4).

La Torah ordena a los ancianos de la ciudad más próxima al cadáver encontrado, a bajar a una becerra de un año de edad a un valle y proclamar: «nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron». Esta acción tiene como objetivo la expiación por el asesinato y también la difusión del hecho delictivo a fin de encontrar al culpable. Entonces, una vez cumplido este requisito, el Eterno promete perdonar la culpa colectiva que había venido sobre todo el pueblo por ese pecado.

El principio espiritual de la  egláh arufáh («becerra desnucada«) deja en claro un fuerte paradigma: «todos los integrantes de Israel son responsables el uno por el otro«.  Esto enseña claramente a todo grupo  social que en las regiones celestes existe una culpa colectiva. Este ritual, era un acto profético-jurídico, por medio del que se solicitaba perdón por el pecado colectivo del pueblo cuando una persona ha cometido este crimen terrible.

La responsabilidad por la víctima fatal recae no sólo sobre el asesino, sino también sobre todos los residentes de la ciudad más próxima, e incluso sobre los ancianos de la misma, hasta alcanzar también al Gran Tribunal («y saldrán tus ancianos”, es decir, los selectos entre tus ancianos, refiriéndose al Gran Sanhedrín).

Es muy importante que esto se entienda bien: un hombre asesinado trae culpa sobre todo el pueblo si no se encuentra el asesino y lo sentencia, o si se sabe quién es el asesino y no se lo sentencia.

Por favor, solicito que comprendamos bien (y meditemos profundamente) la verdad revelada. La muerte injusta de un ser humano trae consecuencias graves sobre todo el pueblo y si ese pecado no es perdonado el pueblo entero, aún su nación, tendrá que sufrir la ira del Eterno por ello.

El procedimiento judicial consistía en los siguientes pasos:

Cinco de los jueces visitan personalmente la escena del crimen. Hacían mediciones en todas direcciones a fin de determinar cuál ciudad está más próxima al cuerpo. Aun si la identificación de la ciudad más próxima era evidente, igual debían realizar el acto de medición, pues es un mitzváh (mandamiento).

La víctima era enterrada en el mismo lugar donde se la había encontrado. Luego los jueces del Sanedrín se retiran, una vez que cumplieron su parte del procedimiento. Ahora los jueces y los Ancianos (líderes de la Torah) de la ciudad más cercana se hacían cargo de los siguientes pasos.

Los Ancianos traen una ternera de un año que nunca haya trabajado y que fuera comprada de un fondo comunitario. La conducen a un valle donde la tierra es dura y rocosa – no apropiada para el cultivo – y que nunca fue trabajada. Según algunas opiniones, el valle debía tener una corriente fuerte de agua que lo atraviesa.

Los Ancianos matan a la ternera mediante un corte con un hacha en la parte trasera del cuello y la ternera es enterrada allí.

Los ancianos son quienes deben proclamar frente a la comunidad y al pueblo: «nuestras manos no derramaron esta sangre«.

¿Cual es el significado de esta declaración? Seguramente nadie sospecharía que los Ancianos de la ciudad hubiesen cometido el crimen. Lo que en verdad sucedía era que ellos están obligados a demostrar frente a todos que sus manos estaban limpias. En realidad los Ancianos declaraban que no eran responsables ni siquiera en forma indirecta del crimen. Nunca hemos despedido a ningún extraño de nuestra ciudad sin comida (de manera que se sintiera forzado a robar comida y fuera matado a cuenta de ello), o sin compañía (de manera que tuviera que transitar desprotegido en caminos peligrosos)». Sucede que para cada israelita estaba bien clara en su cosmovisión yahvista que no ser hospitalario con cualquier persona es un pecado mayor pues los resultados pueden ser fatales.

A continuación le tocaba el turno a los kohanim (sacerdotes) quienes continuaban con el proceso de egláh arufáh rogando al Eterno con las siguientes palabras: Redime a tu pueblo Israel, al que rescataste de Egipto y no consideres a tu pueblo Israel responsable de la sangre inocente derramada en tu medio”.

Los kohanim debían pedir perdón a Yahvéh por el asesinato, pues el acontecimiento mismo del crimen podía atribuirse parcialmente a una falta en sus plegarias cotidianas y falta de calidad total en su avodáh. Si hubieran sido perfectos en su Servicio a Dios, seguramente Él habría evitado tal desgracia.

Por favor, entendamos y aceptemos que esto se hacía porque el hecho de hallarse a un hombre asesinado se consideraba un caso de responsabilidad social y colectiva. De este modo, el Eterno se aseguraba la cosmovisión de que cada israelita es responsable de los actos de su camarada israelita; por lo tanto, todo el pueblo debe ser redimido si ocurre un asesinato en Klal Israel (Cuerpo de Israel).

Si se cumplimentaban bien las leyes de egláh arufáh como se ordena aquí, la misma Torah promete: “el derramamiento de sangre será expiado”.

El Midrash cuenta que en tiempos en que los israelitas eran perfectos tzadikim (justos), un milagro ocurría al final del proceso:

Los kohanim imploraban a Yahvéh: “Revela la identidad del asesino, para expiar la sangre de la víctima”. En ese momento, un ejército de lombrices emergían del estómago de la ternera y se arrastraban al lugar de residencia del asesino. Entonces era aprehendido por el Beit Din (Casa de Justicia) y llevado a juicio, para luego ser ejecutado.

Ahora bien, si bien las leyes de egláh arufáh son jukim, es decir leyes cuyas motivaciones están ocultas a toda lógica human, los Sabios comentaristas del idioma hebreo encuentran alusiones en varias partes del proceso que podremos entender mediante las siguientes preguntas:

  • ¿Por qué prescribe la Torah que una ternera que no ha estado preñada aun sea destruida sobre tierra yerma?

Es algo que simboliza el crimen: al quitarle la vida a la víctima, el asesino lo privó de la posibilidad de ‘procrear y tener hijos’, es decir, de cumplir más mizvot y de tener hijos para así bendecir con su tikun a las generaciones.

  • ¿Por qué los ancianos de la ciudad más próxima al crimen rompen el cuello de la ternera? 

Lo más probable era que el asesino proviniera de la ciudad más cercana, por lo tanto, sus ancianos debían realizar la expiación (por haber fallado en educar y reprender con la Torah a la comunidad y así evitar que ocurriera dicho crimen).

Sin embargo, la Torah ordena que los jueces del Sanedrín midan la distancia hacia todas las ciudades del área del crimen, indicando que la culpa de este crimen horrendo debe ser compartido por toda la región.

En resumen, vemos que los ancianos y los levitas representan al pueblo entero y, como tal, pueden pedir perdón por este pecado en nombre del pueblo, para que no vengan las consecuencias de este pecado sobre todos. La culpa es perdonada, cuando no se sabe quién es el causante de la muerte, al hacer una declaración de reconocimiento del crimen y de inocencia de los líderes, junto con el sacrificio de una novilla joven que es matada en un lugar que no ha sido sembrado o trabajado por el hombre. El animal inocente tiene que morir en lugar del culpable para que Yahvéh no derrame la ira sobre la nación.

Este lavamiento de manos se hacía en la presencia de los hijos de Leví, quienes por la palabra de ellos decidían toda disputa y toda ofensa. Este ritual era una proclamación poderosa por estos ancianos: “Hemos hecho todo lo que podemos para arreglar este asunto, pero no lo logramos. Somos limpios de toda culpa de la muerte de este homicidio.”

Por supuesto, esta ceremonia de lavarse las manos sobre el animal del sacrificio no significaba nada si los ancianos en realidad no habían hecho todo lo posible por vengar esta muerte; de ser esto último, este lavamiento de manos se convertía en un gesto tan vacío como el lavamiento de manos de Pilato en el juicio de Yeshúa (Mateo 27:24).

Como podemos ver, las leyes de egláh arufáh destacan la santidad de la vida humana. Si se destruye una vida, la Torah lo considera una tragedia terrible que involucra al Sanedrín, los Ancianos y los hijos de Leví (sacerdotes y levitas).

La Intrucción revelaba que el derramamiento de sangre causa que la Shekináh se aleje y que el Beit Hamikdash (Santo Templo) sea destruido.

La historia de Israel relata que cuando los asesinatos se repetían con mucha frecuencia antes de la Segunda Destrucción, el Sanedrín decidió interrumpir el procedimiento de egláh arufáh.

Ahora bien, reflexionemos juntos. Si la ira del Eterno viene sobre una nación entera por el derramamiento injusto de sangre de un solo ser humano, ¿qué sucederá en los países donde se cometen asesinatos diarios de los niños no nacidos, en el lugar que el Eterno creó para ser el más seguro para su bienestar y desarrollo, la matriz? El asesinato más cruel que un ser humano puede hacer es matar a sus propios hijos. No hay excusas, ni legalidad válida, para asesinar a los no nacidos. El aborto es el crimen juzgado en esta parashá por el Eterno mismo.

¿Dónde están las voces que hablan a favor de los no nacidos asesinados y los que están en peligro de muerte? ¡No callemos ante la barbaridad del aborto! No votes a favor de un partido que está a favor del aborto.

Por último, volviendo al pasaje en cuestión, es necesario recordar que Yahvéh ya había revelado este disgusto abominable a la nueva humanidad que se formó después del Gran Diluvio:

Y ciertamente pediré cuenta de la sangre de vuestras vidas; de todo animal la demandaré. Y de todo hombre, del hermano de todo hombre demandaré la vida del hombre.”

(Génesis 9:5)

Cuando Israel siguió las instrucciones de Yahvéh para la expiación, Él honraba su palabra quitando la culpa. No obstante, el remover la culpa siempre se basaba en el sacrificio de sangre, en una expiación sustitutiva, con la vista siempre enfocada hacia la futura obra del Mesías Yeshúa en la cruz por todo el mundo. Por ende, de este mandamiento y ritual podemos concluir que los animales, como esta becerra, podían representar a los hombres y morir en lugar de ellos para que se hallara perdón divino. Pero estos animales no pudieron jamás sustituir verdaderamente a los hombres en su culpabilidad, ya que sólo eran sombras del “hermano de todo hombre” que tenía que morir en lugar de nosotros para que hubiera eterno perdón de los pecados.

¡Bendito sea el Eterno por ese hermano mayor, nuestro amado Yeshúa HaMashiaj!

Shoftim: La Importancia de nombrar Jueces y Oficiales del Alma

Por P.A. David Nesher

«Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que Yahvéh tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Yahvéh tu Dios te da.»

(Devarim/Deuteronomio 16: 18 – 20)

La parashá (porción) de esta semana se llama Shoftim, expresión hebrea que significa jueces y abarca al libro de Deuteronomio desde el capítulo 16 vers. 18 al cap. 21 vers. 9. En ella, el Eterno revela a Israel la importancia de tener jueces justos y oficiales para una nación.

En esta sección la Torah ordena designar una jerarquía de jueces en cada ciudad y provincia. A nivel literal, este mandamiento se refiere a los jueces que resuelven las cuestiones civiles, penales y aún religiosas. Por eso, el pueblo tenía que asegurarse el nombramiento de jueces y policías en todas las ciudades de la Tierra Prometida a fin de mantener el orden en la sociedad y evitar el caos que atrae al inframundo.

Para comprender mejor esto, será bueno destacar que la función de los jueces, e incluso la de los policías que «reprendían a la gente«, no era la de impartir castigo. Su objetivo primordial era lograr purificación y refinación en los hábitos y conductas de las personas, a fin de devolver al infractor a su estado original, y por lo tanto, ser aceptada ante Yahvéh como antes del pecado.  Desde esta cosmovisión hacer justicia significa encontrar el mérito en el prójimo, revelar que en todo hijo primogénito, más allá de su pecado, también hay poder de teshuváh (regreso).

Con este mandamiento Yahvéh dejó establecida el primer paradigma fundamental de toda comunidad humana: la justicia es la base de toda convivencia. Para que una sociedad permita un clima de desarrollo personal y general, es imprescindible la existencia de un marco legal estable que asegure un orden respetado por todos.

Tzedek, tzedek tirdof

Justicia, Justicia perseguirás (tzedek tzedek tirdof), para que vivas y heredes la tierra que el Eterno Tu Dios te dio
(Deuteronomio 16:20).

Notamos que en este pasaje, la Torah repite la palabra justicia (en hebreo tzedek, – צדק –) dos veces. Con esto, la Torah nos esta enseñando que es fundamental para la vida de todo ser humano, vivir de acuerdo a leyes, y que estas sean impuestas por funcionarios y jueces que piensen en el bienestar de la sociedad toda, y no en el propio, sumado a la formulación de normas igualitarias para todos los habitantes de este maravilloso planeta. Obviamente que no es fácil lograr que las personas se comporte justamente, pero tampoco es imposible.

Esta repetición tiene la intención divina de enfocar a Israel en la importancia de establecer y mantener la justicia en la sociedad. Con esto la revelación implantó en la conciencia social de Israel un segundo paradigma fundamental de toda comunidad humana: una sociedad sin justicia se hunde en el caos.

También se entiende la repetición de la expresión justicia como un anuncio de que la justicia sólo se puede obtener por medios justos. Es decir, que la justicia se logra sí o sí por medio de la justicia, no por medios injustos. Con otras palabras, la Torah está en contra de la idea que dice: “el fin justifica los medios”. La Torah prohíbe que un estado de derecho utilice medios injustos para establecer y mantener la justicia.

Cuando la Torah nos exige: «La justicia estricta perseguirás, para que vivas«, no es tan sólo un mandamiento, sino una enseñanza de vida.  El Espíritu de Yahvéh revela que para vivir es básica la presencia de la justicia estricta o verdadera. Él anhela que vivamos la justicia sin adulterarla, sin escatimarle ni una pequeña parte. Pues, cuando se comienza a comerciar con la justicia, se cancelan las libertades, se disuelven las seguridades, y el antojo fugaz es lo que adquiere predominio.

El Eterno, al ser un Juez de estricta Justicia, pretende que sus máximas criaturas lo imiten, y que de ese modo puedan establecer reinos de armonía, bienestar y Shalom (paz y plenitud).  Andar por otras veredas, es encaminarse hacia lo que no es correcto.

Además, se puede entender la repetición de la palabra justicia como dos significados diferentes de la palabra tzedek (uno masculino o teórico y otro femenino o práctico). Como hemos visto antes, la palabra tzedaká (que es la forma femenina de tzedek) significa ayuda a los necesitados (caridad o justicia social). De esta manera se destaca que existe un aspecto de misericordia en la justicia.

Esto corresponde a dos atributos del Eterno (jesed y guevurá), la justicia y la misericordia; la verdad y la gracia. La justicia como rectitud es la parte principal, pero necesita de la misericordia para mantener la sociedad en armonía al propósito eterno. Una sociedad que emplea solamente una justicia rígida se vuelve cruel y dura. Una sociedad que sólo emplea la misericordia y el amor se vuelve floja y corrupta. Las dos cosas son necesarias para obtener un equilibrio y mantener el orden en la sociedad.

“Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el YHVH de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?”

(Miqueas 6:8)

“… lo más importante de la Torah: la justicia, la misericordia y la fe.”

(Mateo 23:23)

Tzedaká y tzedek los dos engranajes claves del mecanismo social diseñado por Yahvéh para resolver dificultades y también para avanzar en el mejoramiento de la existencia humana personal y colectiva.

Ahora bien, considerando otro orden de cosas, resulta interesante notar que la parashá de esta semana, siempre es leída en el primer shabat del mes de Elul. Como a esta altura de nuestro peregrinar en la fe de Yeshúa hemos aprendido que nada ocurre por accidente, discernimos que esta parashá conlleva alguna enseñanza importante para implementar en nuestras almas, durante este mes tan auspicioso.

Recordemos una vez más que la expresión hebrea Shoftim significa “jueces”. Meditando con esta palabra, en un nivel más profundo, descubrimos que este mandamiento, así como sus detalles, tiene un gran significado para cada uno de nosotros y nuestras vidas personales.

El Eterno nos otorga secretos específicos para que nos aseguremos un sano crecimiento personal. Él quiere que aprendamos a colocar jueces en nuestro interior (inteligencia emocional), y oficiales (policías) en nuestros portones, los sentidos (Salmo 141: 3). Los distintos sabios de Israel, a lo largo de los siglos, afirmaron que el ser humano tiene siete puertas: dos ojos, dos orejas, dos orificios en la nariz y la boca.

El Eterno quiere que sus hijos comprendan ante todo, que la esencia del ser humano es estar comprometido con el conocimiento de lo correcto y lo incorrecto. Desde allí, decidir que camino determinará su destino. Para que esto se haga en total libertad, es importante tener dos procesos en nuestra vida de crecimiento:

La CLARIDAD ÉTICA que permite definir qué es lo correcto y qué no lo es, y una capacidad de CONSTANTE EVALUACIÓN de que si se están llevando a cabo o no, dichos estándares de vida. Es decir que si el ser humano redimido no está cumpliendo sus principios éticos, el Eterno le ordena habilitar una especie de “poder policial” interior que habilite las disciplinas necesarias que aseguren que eso pase y coloque “multas” a los sentidos, que garanticen que el propósito personal fluya al cumplimiento de su plenitud en el Mesías. Esto sería el establecimiento de jueces y policías (shoftím y shotrím).

«No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos ..

Meditando en esta expresión no pude evitar el planteo. Si la Torah ya prohíbe la perversión de la justicia, ¿cuál es la necesidad de prohibir el soborno? ¿Acaso el soborno no es la manera más obvia de pervertir la justicia? Investigando, me encontré que Rashi, el prominente comentarista judío de las Sagradas Escrituras, explica que la Torah prohíbe el soborno, inclusive si el que lo da lo hace con la condición de que el juez imparta un veredicto justo. Pues tan pronto como el juez es “sobornado”, está tentado de actuar en favor de dicha parte y no será capaz de emitir una decisión objetiva, que materialice la justicia divina. Como continúa el versículo: …porque el soborno ciega los ojos de los sabios. Tan pronto como existe una afinidad entre un juez y uno de los litigantes, este no está capacitado para presidir el caso.

Entonces me di cuenta de la propuesta para la sanación de nuestra alma durante el mes de Elul. El Eterno nos desafía en este tiempo a juzgar nuestras acciones y los logros de lo que va del año. Sin embargo, todos somos conscientes que estamos “sobornados” de cierta manera por nuestro amor propio y somos incapaces de hacer una evaluación completamente justa.

Ser un juez justo de nosotros mismos resulta una tarea bastante difícil, en apariencia imposible. Es que siempre hay una excusa para convertirnos en nuestro abogado defensor… Sin embargo, la Torah asegura que para mejorarnos debemos apreciar nuestros defectos, así como nuestras reales virtudes… pues ese es el único camino hacia la realización. Lleva un esfuerzo de introspección y virtud ser objetivos y sin mancha, sin embargo esto es lo que se exige de nosotros cuando nos encontramos en una situación en que debemos juzgar. A la hora de autoauditarnos, es difícil mantenerse neutral, ser totalmente objetivo y no influido por factores externos o inapropiados. Sin embargo, esta es la marca de la verdadera justicia. Por lo tanto, cada persona debe nombrar a un «juez», un mentor espiritual imparcial que pueda emitir una opinión objetiva. Ese mentor espiritual es la unción activa del Espíritu del Mesías en nuestra comunión diaria, y en nuestras entrevistas pastorales. Con esta asignación de jueces internos y externos lograremos responder la pregunta:

¿Qué tantas cosas de nuestra ética tenemos bien esquematizados en nuestras conciencias y están siendo llevados a cabo en integridad?

Amados, busquemos la justicia en todo momento, y hagamos también misericordia, al prójimo, tanto como a nosotros mismos, para que podamos tener vida y paz en nuestras tierras.


SUGERENCIA:
Para comprender mejor todo lo que aquí he escrito te invito a escuchar esta conferencia: