Por P.A. David Nesher
«Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que Yahvéh tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Yahvéh tu Dios te da.»
(Devarim/Deuteronomio 16: 18 – 20)
La parashá (porción) de esta semana se llama Shoftim, expresión hebrea que significa jueces y abarca al libro de Deuteronomio desde el capítulo 16 vers. 18 al cap. 21 vers. 9. En ella, el Eterno revela a Israel la importancia de tener jueces justos y oficiales para una nación.
En esta sección la Torah ordena designar una jerarquía de jueces en cada ciudad y provincia. A nivel literal, este mandamiento se refiere a los jueces que resuelven las cuestiones civiles, penales y aún religiosas. Por eso, el pueblo tenía que asegurarse el nombramiento de jueces y policías en todas las ciudades de la Tierra Prometida a fin de mantener el orden en la sociedad y evitar el caos que atrae al inframundo.
Para comprender mejor esto, será bueno destacar que la función de los jueces, e incluso la de los policías que «reprendían a la gente«, no era la de impartir castigo. Su objetivo primordial era lograr purificación y refinación en los hábitos y conductas de las personas, a fin de devolver al infractor a su estado original, y por lo tanto, ser aceptada ante Yahvéh como antes del pecado. Desde esta cosmovisión hacer justicia significa encontrar el mérito en el prójimo, revelar que en todo hijo primogénito, más allá de su pecado, también hay poder de teshuváh (regreso).
Con este mandamiento Yahvéh dejó establecida el primer paradigma fundamental de toda comunidad humana: la justicia es la base de toda convivencia. Para que una sociedad permita un clima de desarrollo personal y general, es imprescindible la existencia de un marco legal estable que asegure un orden respetado por todos.
Tzedek, tzedek tirdof
“Justicia, Justicia perseguirás (tzedek tzedek tirdof), para que vivas y heredes la tierra que el Eterno Tu Dios te dio”
(Deuteronomio 16:20).
Notamos que en este pasaje, la Torah repite la palabra justicia (en hebreo tzedek, – צדק –) dos veces. Con esto, la Torah nos esta enseñando que es fundamental para la vida de todo ser humano, vivir de acuerdo a leyes, y que estas sean impuestas por funcionarios y jueces que piensen en el bienestar de la sociedad toda, y no en el propio, sumado a la formulación de normas igualitarias para todos los habitantes de este maravilloso planeta. Obviamente que no es fácil lograr que las personas se comporte justamente, pero tampoco es imposible.
Esta repetición tiene la intención divina de enfocar a Israel en la importancia de establecer y mantener la justicia en la sociedad. Con esto la revelación implantó en la conciencia social de Israel un segundo paradigma fundamental de toda comunidad humana: una sociedad sin justicia se hunde en el caos.
También se entiende la repetición de la expresión justicia como un anuncio de que la justicia sólo se puede obtener por medios justos. Es decir, que la justicia se logra sí o sí por medio de la justicia, no por medios injustos. Con otras palabras, la Torah está en contra de la idea que dice: “el fin justifica los medios”. La Torah prohíbe que un estado de derecho utilice medios injustos para establecer y mantener la justicia.
Cuando la Torah nos exige: «La justicia estricta perseguirás, para que vivas«, no es tan sólo un mandamiento, sino una enseñanza de vida. El Espíritu de Yahvéh revela que para vivir es básica la presencia de la justicia estricta o verdadera. Él anhela que vivamos la justicia sin adulterarla, sin escatimarle ni una pequeña parte. Pues, cuando se comienza a comerciar con la justicia, se cancelan las libertades, se disuelven las seguridades, y el antojo fugaz es lo que adquiere predominio.
El Eterno, al ser un Juez de estricta Justicia, pretende que sus máximas criaturas lo imiten, y que de ese modo puedan establecer reinos de armonía, bienestar y Shalom (paz y plenitud). Andar por otras veredas, es encaminarse hacia lo que no es correcto.
Además, se puede entender la repetición de la palabra justicia como dos significados diferentes de la palabra tzedek (uno masculino o teórico y otro femenino o práctico). Como hemos visto antes, la palabra tzedaká (que es la forma femenina de tzedek) significa ayuda a los necesitados (caridad o justicia social). De esta manera se destaca que existe un aspecto de misericordia en la justicia.
Esto corresponde a dos atributos del Eterno (jesed y guevurá), la justicia y la misericordia; la verdad y la gracia. La justicia como rectitud es la parte principal, pero necesita de la misericordia para mantener la sociedad en armonía al propósito eterno. Una sociedad que emplea solamente una justicia rígida se vuelve cruel y dura. Una sociedad que sólo emplea la misericordia y el amor se vuelve floja y corrupta. Las dos cosas son necesarias para obtener un equilibrio y mantener el orden en la sociedad.
“Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el YHVH de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?”
(Miqueas 6:8)
“… lo más importante de la Torah: la justicia, la misericordia y la fe.”
(Mateo 23:23)
Tzedaká y tzedek los dos engranajes claves del mecanismo social diseñado por Yahvéh para resolver dificultades y también para avanzar en el mejoramiento de la existencia humana personal y colectiva.
Ahora bien, considerando otro orden de cosas, resulta interesante notar que la parashá de esta semana, siempre es leída en el primer shabat del mes de Elul. Como a esta altura de nuestro peregrinar en la fe de Yeshúa hemos aprendido que nada ocurre por accidente, discernimos que esta parashá conlleva alguna enseñanza importante para implementar en nuestras almas, durante este mes tan auspicioso.
Recordemos una vez más que la expresión hebrea Shoftim significa “jueces”. Meditando con esta palabra, en un nivel más profundo, descubrimos que este mandamiento, así como sus detalles, tiene un gran significado para cada uno de nosotros y nuestras vidas personales.
El Eterno nos otorga secretos específicos para que nos aseguremos un sano crecimiento personal. Él quiere que aprendamos a colocar jueces en nuestro interior (inteligencia emocional), y oficiales (policías) en nuestros portones, los sentidos (Salmo 141: 3). Los distintos sabios de Israel, a lo largo de los siglos, afirmaron que el ser humano tiene siete puertas: dos ojos, dos orejas, dos orificios en la nariz y la boca.
El Eterno quiere que sus hijos comprendan ante todo, que la esencia del ser humano es estar comprometido con el conocimiento de lo correcto y lo incorrecto. Desde allí, decidir que camino determinará su destino. Para que esto se haga en total libertad, es importante tener dos procesos en nuestra vida de crecimiento:
La CLARIDAD ÉTICA que permite definir qué es lo correcto y qué no lo es, y una capacidad de CONSTANTE EVALUACIÓN de que si se están llevando a cabo o no, dichos estándares de vida. Es decir que si el ser humano redimido no está cumpliendo sus principios éticos, el Eterno le ordena habilitar una especie de “poder policial” interior que habilite las disciplinas necesarias que aseguren que eso pase y coloque “multas” a los sentidos, que garanticen que el propósito personal fluya al cumplimiento de su plenitud en el Mesías. Esto sería el establecimiento de jueces y policías (shoftím y shotrím).
«No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos ...»
Meditando en esta expresión no pude evitar el planteo. Si la Torah ya prohíbe la perversión de la justicia, ¿cuál es la necesidad de prohibir el soborno? ¿Acaso el soborno no es la manera más obvia de pervertir la justicia? Investigando, me encontré que Rashi, el prominente comentarista judío de las Sagradas Escrituras, explica que la Torah prohíbe el soborno, inclusive si el que lo da lo hace con la condición de que el juez imparta un veredicto justo. Pues tan pronto como el juez es “sobornado”, está tentado de actuar en favor de dicha parte y no será capaz de emitir una decisión objetiva, que materialice la justicia divina. Como continúa el versículo: …porque el soborno ciega los ojos de los sabios. Tan pronto como existe una afinidad entre un juez y uno de los litigantes, este no está capacitado para presidir el caso.
Entonces me di cuenta de la propuesta para la sanación de nuestra alma durante el mes de Elul. El Eterno nos desafía en este tiempo a juzgar nuestras acciones y los logros de lo que va del año. Sin embargo, todos somos conscientes que estamos “sobornados” de cierta manera por nuestro amor propio y somos incapaces de hacer una evaluación completamente justa.
Ser un juez justo de nosotros mismos resulta una tarea bastante difícil, en apariencia imposible. Es que siempre hay una excusa para convertirnos en nuestro abogado defensor… Sin embargo, la Torah asegura que para mejorarnos debemos apreciar nuestros defectos, así como nuestras reales virtudes… pues ese es el único camino hacia la realización. Lleva un esfuerzo de introspección y virtud ser objetivos y sin mancha, sin embargo esto es lo que se exige de nosotros cuando nos encontramos en una situación en que debemos juzgar. A la hora de autoauditarnos, es difícil mantenerse neutral, ser totalmente objetivo y no influido por factores externos o inapropiados. Sin embargo, esta es la marca de la verdadera justicia. Por lo tanto, cada persona debe nombrar a un «juez», un mentor espiritual imparcial que pueda emitir una opinión objetiva. Ese mentor espiritual es la unción activa del Espíritu del Mesías en nuestra comunión diaria, y en nuestras entrevistas pastorales. Con esta asignación de jueces internos y externos lograremos responder la pregunta:
¿Qué tantas cosas de nuestra ética tenemos bien esquematizados en nuestras conciencias y están siendo llevados a cabo en integridad?
Amados, busquemos la justicia en todo momento, y hagamos también misericordia, al prójimo, tanto como a nosotros mismos, para que podamos tener vida y paz en nuestras tierras.
SUGERENCIA:
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