Ki Tavo

¡El Mesías Siempre está Escondido en el Milagro del Pan y el Vino!

Por P.A. David Nesher

Pero hasta el día de hoy Yahvéh no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. Yo os he conducido durante cuarenta años en el desierto; no se han gastado los vestidos sobre vosotros y no se ha gastado la sandalia en vuestro pie. No habéis comido pan ni habéis bebido vino ni sidra, para que sepáis que yo soy Yahvéh vuestro Dios.”

(Devarim/Deuteronomio 29:4-6)

Hasta aquí, la nación de Israel había visto grandes maravillas de la mano de Yahvéh desde que salieron de Mitzrayim (Egipto). Fueron testigos de plagas, ellos vieron la muerte de ellos primogénitos. Vieron cómo se partió el Mar Rojo; vieron los ejércitos egipcios destruidos. Vieron victorias ganadas sobre Amalek por medio de la oración. Ellos comieron del maná, bebieron del agua provista milagrosamente, y ellos vieron milagro tras milagro. Sin embargo, los milagros en sí mismos no podían cumplir algo en el corazón de Israel.

Cuando el Eterno muestra su poder debe hacer un impacto muy grande y producir algo muy profundo en cada uno de los que los ven. Una persona que tiene un corazón insensible ve pero no es conmovido en su interior de manera profunda ante las maravillas del Eterno. Cuando el Eterno obra entre nosotros espera de nosotros un total rendimiento ante su grandeza y su amor. Lo más lógico es que uno que haya visto milagros tan maravillosos abra su corazón de par en par y se conecte de lleno con la presencia del Eterno. Pero la mayoría de los hijos de Israel no lo habían hecho.

Entonces y de acuerdo a lo que este texto nos dice, el pacto de Sinaí no había suficiente poder para transformar al hombre en su interior. Si el Eterno no enviaba a su Espíritu Santo para cambiar sus corazones, entonces sin siquiera el milagro más inimaginable haría una diferencia.

Este texto habla de que el Eterno un día dará al pueblo de Israel corazón para entender, ojos para ver y oídos para oír. Ese día será cuando entren en el pacto renovado.

Esto es simbolizado por la falta de pan y vino en el desierto. Por favor, pido que abras tu mente y corazón para captar la enseñanza que a continuación explica esto.

Si repasamos lo que hasta ahora hemos aprendido, notamos que el orden de las celebraciones del shabat y demás fiestas mesiánicas empieza con el vino y finaliza con el pan. Pero aquí se habla de pan primero y luego vino. Esto es una alusión al momento cuando el Mesías tomó el pan matzáh (pan sin levadura) en la mesa de Pesaj y dijo que ese pan representaba su cuerpo que iba a ser entregado por todos. Luego tomó la tercera copa de vino en la celebración del seder y dijo que esa copa era la renovación del pacto en su sangre.

Esa renovación del pacto de Sinaí, hecho por medio de Yeshúa, tiene suficiente poder para transformar el hombre para que tenga un corazón que pueda entender, con ojos y oídos espirituales para percibir y ser dirigido por el Espíritu de Santidad. Así lo había anunciado el profeta Jeremías:

“…porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días–declara Yahvéh–:
Pondré mi Instrucción dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: «Conoce a Yahvéh», porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande–declara Yahvéh– pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.
(Jeremías 31:33-34)

El apóstol Pablo escribiendo a los discípulos de la ciudad griega de Corinto, declaró:

“…sino como está escrito:
COSAS QUE OJO NO VIO, NI OÍDO OYÓ, NI HAN ENTRADO AL CORAZÓN DEL HOMBRE, SON LAS COSAS QUE DIOS HA PREPARADO PARA LOS QUE LE AMAN.
Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios… En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie.”
(1 Corintios 2:9-10, 15)

En esta misma epístola, Pablo enseñará que es el Mesías el que ha logrado llevar esta promesa divina a su fiel complemento, asegurando que Yeshúa nos da pan y vino para comer y beber:

«Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: 
Esto es mi cuerpo que es para vosotros; haced esto en memoria de mí. 
De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: 
Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí. 
Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que Él venga
(1 Corintios 11:23-26)

Por ello nos encontramos con la expresión: «Guardaréis, pues, las palabras de este pacto» que nos exhorta a darnos cuenta y enfocarnos que ver las grandes obras de Dios, demanda una respuesta lógica. Conocer la grandeza del poder y amor de Yahvéh debería de hacer que aquellos que somos Israel estemos más comprometidos que nunca con su Pacto Renovado recordado en la Mesa de Eucaristía.

Amado lector o lectora, si eres un verdadero discípulo de Yeshúa, ten presente que el Espíritu de Dios siempre nos guía a ser obedientes a la Torah de manera cómo ha sido expresada por Moshé y cumplida por el Mesías Yeshúa. Por tal razón, necesitas ser consciente que si un espíritu te conduce a apartarte de la Torah escrita, dada por Moshé y apartarte del Mesías Yeshúa, quien es la Torah viviente, es un falso espíritu.

Los Tesoros Ocultos del Rey (Parashá Ki Tavó)

por P.A. David Nesher

“…Y el Eterno te ha ensalzado hoy para que seas para El su pueblo preciado como te lo ha hablado, y para que observes todos sus preceptos,…”

Devarim/Deuteronomio 26:18

¿Qué significa que el Creador haya apartado al pueblo de Israel como Su “am segulah,” es decir: “Su pueblo preciado”?

El sabio exégeta Rashí explica:

«Segulah significa un tesoro preciado….receptáculos de lujo y piedras preciosas, que los reyes guardan. Asimismo, seréis para Mí un tesoro especial sobre todos los pueblos.”
(en Shemos 19:5)

La comparación del pueblo hebreo con los tesoros que el rey guarda es precisa.

El significado de estos tesoros preciosos se encuentra precisamente en el hecho que están guardados, y no están destinados para usarse.

Estos “receptáculos de lujo y piedras preciosas” no financian las agendas nacionales ni las campañas militares, ni agregan belleza a su corona ni a su palacio. Son acumulados y ahorrados para ningún otro propósito que su misma existencia, para pertenecer al rey y que se deleite en ellos. De hecho, la posesión del rey de tales tesoros nacionales, amasados simplemente en aras del placer que obtiene de ser su dueño, es parte de lo que lo hace un rey —contribuye a su sentido personal de reinado y eminencia.

Este es el significado de por qué el Eterno apartó al pueblo de Israel como su “pueblo preciado”, queriendo decir que su valor trasciende incluso el “propósito” que sirven.

Ciertamente, a través de observar los mandamientos del Creador, el pueblo escogido revela el reino del Eterno a lo largo del mundo, por tanto expandiendo su “reinado”.

La identidad esencial de un redimido, sin embargo, no es el propósito que sirve, sino el deleite que su mera existencia le trae al Creador. Como los tesoros ocultos de un rey, la mera existencia de un miembro de Israel es una fuente de deleite para el Eterno, incluso antes de cumplir lo que el Eterno le demanda.

El Secreto de los Montes Gemelos (Ebal y Gerizim)

Por P.A. David Nesher

«Cuando crucen el río Jordán, [las tribus de] Shimón, Leví, Yehudá, Isajar, Yosef, y Biniamín estarán en el monte Guerizim para bendecir al pueblo. Y éstos estarán sobre la maldición, en el monte Eval: Reuvén, Gad, Asher, Zebulún, Dan y Naftalí

(Deuteronomio/Devarim 27: 12-13)

En el proyecto del Eterno, cuando Israel entrara a la tierra prometida, tenían que separar las tribus de cuerdo a dos grupos. Uno grupo se juntaría en el monte Guerizim, y ellos bendecirían al pueblo. El otro grupo se juntaría en el monte Eval y a ellos pronunciarían la maldición sobre aquellos que desobedecieran la Torah (Instrucción) de Dios.

Sabemos que doce es el total de las tribus que conforman Israel. Ahora bien, es interesante saber que cuando a la tribu de Leví se la cuenta como parte de ellas, entonces a Menashé y Efraím se combinan como una sola unidad y se las llama la tribu de Yosef. En el pasaje que hoy estudiamos se incluye a Leví como tribu, dado que los levitas precisan de bendiciones a la par con todos los demás miembros del Pueblo de Dios.

Notamos que el Eterno le ordenó a toda la nación de Israel congregarse en las montañas gemelas de Eival y Gerizim, cuando cruzaran el río Yardén (Jordán). Así, estos montes servirían como testigos eternos que recordarían a Israel su compromiso de resguardar la Torah por todas sus generaciones. En ese lugar se pronunciarían las bendiciones y las maldiciones.

Según lo que explica el Talmud, seis tribus subieron a la cima de cada monte. Los sacerdotes y los levitas se quedaban en el centro, entre los dos montes, alrededor del arca, y pronunciaban las bendiciones mirando hacia el monte Guerizim y luego las maldiciones que aparecen en la Torah mirando hacia el monte Eival. La primera bendición sería “Bendito el hombre que no haga ídolo…” y así sucesivamente. Después de cada bendición las seis tribus contestaban: “Amén”, y lo mismo hicieron las otras seis tribus después de cada maldición. El hecho de que pueblo tuviera que decir «Amén» producía una protección contra los pecados hecho en lo oculto. 

Para comprender esta disposición y metodología profética, debemos recordar que los levitas son los que sirven al Santo Bendito Sea. Todo lo que los integrantes de esta tribu hacían, estaba relacionado con la santidad. Por ello, su fuerte voz conducía siempre a la Luz. Ellos pronunciaban las bendiciones y maldiciones en voz alta. Las tribus respondieron con un ¡Amén!, después de cada enunciado. Entonces la Luz Infinita comenzaba a actuar en medio de los israelitas preparando un camino de conquista lleno de la certeza y convicción que otorgan la emunáh.

Aquí encuentro oportuno hacerles notar que la tribu de Shimón fue puesta en el monte Guerizim para bendecir, cuando su ira había sido maldecida por su padre (cf. Génesis 49:7). Es decir que el patriarca Shimón no había sido maldecido en sí, sino sólo su ira. Por eso, el hecho de colocarlo para bendecir fue para que él pudiera hacer tikún (rectificación) a través de su descendencia y así permitir la visitación del Eterno en todas sus generaciones hasta el Olam Havá (Mundo Venidero).

Los dos montes escogidos por el Eterno eran la imagen de la bendición y la maldición. Guerizim tiene una altura de 880 metros sobre el nivel del mar. Eival tiene una altura de 940 metros sobre el nivel del mar. En que Guerizim abunda las aguas termales, y está cubierto con un verdor hermoso, mientras que Eval está tan desnudo como una roca.

¿Existe algún mensaje en el hecho de que monte de maldición sea más alto y más estéril que el monte de la bendición? Sí, y está en el hecho de que en la Torah existen más maldiciones que bendiciones. Es más, la Instrucción (Torah) divina tenía que ser escrita sobre el monte Eival, el monte de las maldiciones, no en Guerizim. Esto revelaba a Israel que las maldiciones escritas en la Torah iban a venir de manera abundante sobre ellos y las naciones por causa de su desobediencia a la Torah.

Veamos bien qué mensaje se encuentra detrás de todos estos asuntos. Haciendo una contabilidad nos encontramos con un total de 98 maldiciones en el “tojajáh” (regaño) divino que se destaca en esta lectura. El propósito de las mismas es limpiar. De la Sabiduría codificada en ellas aprendemos que la razón por la cual hay 98 maldiciones es porque 98 es el valor numérico de la palabra hebrea “tzaj” que significa “limpiar”. Con esto la Torah está revelando el secreto de que los redimidos tenemos la capacidad de mutar lo inmutable, de revertir lo irreversible. Es decir, que podemos cambiar nuestras circunstancias si tenemos esto presente en nuestra conciencia. Con esto el Eterno, nuestro Abba, quiere que entendamos y aceptemos que cada uno de nosotros somos la máxima autoridad con respecto al trazado de nuestro destino.

Es decir que la mística celestial que aquí se revela nos habla sobre las maldiciones y bendiciones potenciales que los israelitas podrían recibir, dependiendo de su comportamiento. Pudiéramos pensar que Yahvéh nos está amenazando a hacer lo que nos manda. Esto no podría ser menos cierto. Sabemos que el Creador solo puede darnos lo que es bueno para nosotros, así que, ¿por qué una maldición sería buena? Y, ¿cómo puedo asegurarme de que experimente la divina luz de una manera que realmente se sienta como luz y no como una maldición? Los expertos en códigos hebreos enseñan que esta porción revela que las maldiciones son en realidad “bendiciones ocultas”. En el Zohar se enseña que éstas son palabras de promesa y consuelo divino; un entrelazamiento de amor y juicio de parte del Eterno para Israel.

En verdad, esto es así, ya que debemos reconocer que, desafortunadamente, la mayoría de nosotros despertamos la apreciación de las buenas cosas que tenemos y recibimos de Dios cuando experimentamos algún tipo de carencia. Por ejemplo, no tenemos una apreciación por nuestra salud a menos que experimentemos alguna carencia.

La manera más efectiva de despertar el poder de la apreciación (y/o contentamiento) es a través de algún tipo de pérdida. Justamente son los tiempos difíciles los que tienden a impulsarnos a querer cambiar, abandonando así nuestra zona de confort, y peregrinando a nuevas y mejores temporadas. ¡Así somos! Cuando las cosas marchan bien, sentimos como que no necesitamos una conexión con el Creador, pero de pronto algo malo ocurre y, entonces todos dirigimos inmediatamente nuestra mirada al cielo.

Entonces, preguntémonos:

✔ ¿Qué pasaría si despertáramos proactivamente nuestra apreciación y nuestro deseo por la Luz cuando las cosas están yendo bien?

✔ ¿Qué pasaría si constantemente sintiéramos el deseo de estar conectados, sin importar qué tan bien marchen las cosas?

Este es el secreto para experimentar todo lo que llega a nosotros como una bendición, esta es la sabiduría que obtenemos en la porción de la presente semana.

La Torah, desde estos códigos mesiánicos, nos dice que, cuando apreciamos lo que tenemos, recibimos mucho más; más sustento, más beneficios, más compensaciones, más iluminación, más recompensas, aún más de lo que merecemos. Por otro lado, cuando no apreciamos lo que tenemos, no solo perdemos lo que ya es nuestro, sino que cualquier cosa que de verdad merezcamos no podrá llegar a nosotros. En esto radica el secreto de las bendiciones y las maldiciones: todo es asequible y, a su vez todo puede perderse. Todo depende del nivel de nuestra conciencia y la expresión de nuestra apreciación.

¡Que maravillosa enseñanza de Abba!

Te invito a que en este momento bendigamos juntos Su Nombre, rezando lo siguiente:

Baruj Attá YHVH, notén hattorá! («¡Bendito eres Tú Yahvéh, dador de la Torah!»)

Maldición: Paquete de Milagros y Alegría (Resumen Parashat Ki Tavó)

Por Prof. José Alberto Fuentes

Devarim (Deuteronomio) 26:1-29:9
Haftará: Yeshayahu (Isaías) 60:1-22

 

Esta parashá es una porción muy solemne. En ella encontramos un contenido espiritual tremendo tanto para bien como para mal. A muchos nos impacta leer la parte que se lee con voz baja en las sinagogas, la parte de las maldiciones. Cuando leí la parashá en esa parte fue como un flash de la historia del pueblo judío, como si todo eso ya hubiera pasado y un rayo de luz se asomara para anunciar que el tiempo de la redención está cerca.

Quiero compartir algo que me parece muy interesante y que muestra la otra cara de la moneda. Nadie pensaría que de lo que pareciera ser algo malo – como la montaña de las maldiciones – que, dicho sea de paso, es una montaña árida, podamos sacar una lección de bendición maravillosa. Es por eso que comparto el estudio de Rav Ginsburgh para entender las riquezas del texto de la Torá.

Y mandó Moisés al pueblo en aquel día, diciendo:

«Cuando hayas pasado el Jordán, éstos estarán sobre el monte Guerizim para bendecir al pueblo: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín. Y éstos estarán sobre el monte Ebal para pronunciar la maldición: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí.»

(Deuteronomio 27:11-13)

¿Cómo es posible que ese lugar de maldición se convierta en un lugar de bendición, con la bendición de la Torah?

Cuando, pues, hayas pasado el Jordán, levantarás estas piedras que yo os mando hoy, en el monte Ebal, y las revocarás con cal; y edificarás allí un altar a YHVH tu Dios, altar de piedras; no alzarás sobre ellas instrumento de hierro. De piedras enteras edificarás el altar de Hashem tu Dios, y ofrecerás sobre el holocausto a Hashem tu Dios; y sacrificarás ofrendas de paz, y comerás allí, y te alegrarás delante de YHVH tu Dios. Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta ley. (Ibíd. 4:8)

¿Puedes ver y entender el mensaje – como un lugar dónde se declaró muerte y calamidades terribles, es un lugar que puede producir vida y restauración?, pues la Torah del Eterno es integra que restaura el alma, como lo dijo el salmista. ¡Bendito sea el Eterno!

Ahora veamos lo que enseña Rav Ginsburgh.

En la porción Ree profundizamos acerca de las bendiciones y maldiciones que el pueblo hebreo recibió en los montes Guerizim y Eival. La porción de esta semana se centra en el Monte Eival, con el mandamiento de construir sobre él un altar de enormes rocas que no hayan sido cortadas por el hierro. Este altar es único porque Dios nos ordenó escribir todas las palabras de la Torah en sus piedras, por lo que sirve para dos propósitos:

1) para la ofrenda de sacrificios, que representa nuestro servicio a Dios, y

2) como símbolo material de la transmisión de las enseñanzas de Dios al pueblo de Israel y a toda la humanidad.

Las últimas dos palabras de la ordenanza de escribir las palabras de la Torah sobre las piedras sonbaer heitev, «explicar perfectamente«. El famoso comentador bíblico Rashí, nos explica que esta frase es una directiva de escribir toda la Torah en las piedras de su altar en 71 idiomas, hebreo y los 70 lenguajes de los pueblos de la Tierra, cosa que en si es algo milagroso. Esto nos enseña que las palabras de la Torah son para toda la humanidad y deben llegar a todos los pueblos de la Tierra.

Las rocas de hierro que no pueden ser tocadas por el hierro.

Sus piedras fueron tomadas del lecho del río Jordán, con la especificación de que debían ser grandes y enteras, sin que ninguna herramienta de hierro se haya posado sobre ellas, prohibición que también se aplica a las piedras del Templo de Jerusalén. Explican nuestros sabios que los instrumentos de hierro, tales como cuchillos y espadas, son usados para cortar la vida, por lo que son la antítesis del altar, cuyo propósito es prolongar la vida, tanto cuantitativa como cualitativamente. Sin embargo, en una aparente contradicción con este concepto, la porción de la Torah Ekev (Deuteronomio 8:9) describe las piedras de la Tierra de Israel como «hechas de hierro«.

Malkut – el reinado – es el atributo del corazón más vulnerable a la negatividad.

En la Torah se mencionan siete metales, correspondientes a los siete atributos del corazón. El hierro es el metal que corresponde al atributo de malkut, “reinado” o «nobleza», el atributo del corazón más vulnerable a la negatividad. Puede ser positivo, pero más a menudo experimentamos un reinado negativo, ya que la conducta que lo rige deriva del egocentrismo en el alma. Esto deriva en el reinado negativo que utiliza el hierro para cercenar la vida. Por el contrario, las piedras ferrosas de la Tierra de Israel representan el reinado sagrado, positivo. El Templo del futuro será construido con hierro porque entonces el atributo del reinado será absolutamente santo.

Los Diez Mandamientos.

La primera vez que las palabras de la Torah fueron grabadas en la piedra lo fue sobre las dos tablas del Décalogo (conocido por el cristianismo como Los Diez Mandamientos), cinco en cada una.

En el conjunto de versos que nos ordena tallar las palabras de la Torah sobre las piedras del altar del monte Eival, la palabra avanim, «piedras», está escrita cinco veces, siempre en plural. En el Talmud aprendemos que siempre que cada cosa es mencionada en la forma plural, se refiere a dos, que es la mínima forma del plural. En dos de las cinco instancias aparece como haavanim, «las piedras«. Enseñan nuestros sabios que esto significa que se agrega otra adicional. Entonces, hay diez piedras aludidas en las cinco apariciones de avanim, más dos adicionales por cada haavanim. Esto hace que haya en total 12 piedras, una por cada tribu de Israel. El hecho de que avanim aparezca dos veces como haavanim alude a la división de las diez piedras en dos secciones de cinco y cinco, como en los Diez Mandamientos. Vemos así que las piedras del altar del monte Eival son una manifestación más completa de los Diez Mandamientos.

El árbol de la vida – el altar sobre el que está grabada la Torá brinda sustento espiritual al mundo entero.

En nuestro versículo las palabras mizbaj avanim, traducido como «altar de piedras«, tienen el mismo valor numérico que etz, «árbol»:160. Aunque el Monte Eival es estéril, el altar a ser construido específicamente sobre esta montaña equivale y alude a un «árbol«. El altar sobre el cual está grabada la Torah para todos los pueblos de la tierra brinda sustento espiritual al mundo entero. El árbol de esta montaña estéril es el árbol de la vida. Luego de referirse a este como un «altar de piedras«, también lo llama «altar de Di-s, tu Di-s«, mizbaj Hashem Elokeja. El valor numérico de esta frase es 149, que sumado a 160 suma 309, el valor numérico de sadé, «campo«. Así, las dos frases que describen el altar apuntan al árbol del campo, tema discutido en la porción Shoftim.

Las rocas enyesadas.

De manera excepcional, Dios ordenó que las rocas del altar del monte Eival sean cubiertas con sid, “yeso”. Las letras de sid, shin-iud-dalet, son una permutación de las letras del Nombre de Dios Shadai, shin-dalet-iud. El valor numérico de sid es 314, igual que hasadé, «el campo«, por lo tanto, vemos que este altar de rocas alude al árbol del campo. Como meditamos en nuestra meditación de la parashá Shoftim, el árbol del campo representa al hombre en justicia. La frase «el árbol del campo» equivale a «la afabilidad y la serenidad del Todopoderoso«, que se manifiestan ahora en la montaña de la maldición en este altar milagroso.

Transformando el Milagro en Alegría.

La imagen de este altar de piedras es el punto culminante de nuestra meditación de las porciones Ekev, Ree y Shoftim. Representa la síntesis de nuestro servicio divino – nuestro sacrificio a Dios – y la alegría de entrar a la Tierra de Israel para servir a Dios, como narra el comienzo de la presente perashá. La alegría es la dimensión interior de binah, «entendimiento». El monte Eival representa a binah, y aunque parece ser una fuente de maldición, en realidad es la fuente de la alegría. Esta alegría se exterioriza y esparce a través de las palabras de la Torah talladas en la cúspide del monte para abrazar a todas las naciones de la Tierra.

Creo que esto nos ayuda a que ese sentimiento de tristeza por la lectura de las maldiciones, y lo que ha pasado en la historia de Israel sea erradicado, y nos enfoquemos en lo positivo de esa montaña, esperando que la redención acompañada de todas las bendiciones se manifieste pronto y en nuestros días.

Shabat Shalom!

Hidratación Celestial

P.A. David Nesher

 

«El Eterno hará que la lluvia de tu Tierra sea polvo y tierra; del cielo descenderá sobre ti hasta que seas destruido.»

(Deuteronomio/Devarim 28:24 – parashá Ki Tavó)

Habiendo aprendido cuáles son los niveles de interpretación para la Torah (es decir el PaRDeS) Podemos decir que en este pasuk (versículo), desde una interpretación en el nivel Peshat (literal) Yahvéh asegura que una Israel desobediente sería maldecida en su clima, y perjudicada en su producción agrícola.

Sin embargo, desde una interpretación más profunda (Sod), encontramos que en este texto existe una codificación de Luz maravillosa. La expresión hebrea “cielo” hace referencia al dador, mientras que la expresión “tierra” hace referencia al receptor.

Entonces el “cielo”, el dador, debe transmitir frescura e hidratación con mensaje llenos de bendiciones, simbolizado en la misión de la “lluvia” misma sobre la tierra. Por eso, la Instrucción divina revela que lo triste es cuando el “cielo” solo genera “polvo”, es decir, un mensaje seco y desabrido, lleno de rigor, que establece juicios y produce maldiciones.

Entonces este pasuk revela que la bendición ocurre cuando los que tienen que influenciar transmiten una Torah fresca y “humectada” que señala hacia la obra redentora del Mesías.

Los Tiempos de Prueba Definen lo Mejor de la Vida

«Preséntate al sacerdote que esté a cargo en ese momento y dile:
“Con esta ofrenda reconozco ante el Señor su Dios que he entrado en la tierra que él juró a nuestros antepasados que nos daría”. 
Entonces el sacerdote tomará la canasta de tus manos y la colocará frente al altar del Señor tu Dios.
En la presencia del Señor tu Dios tendrás que decir:
“Mi antepasado Jacob era un arameo errante que fue a vivir como extranjero a Egipto. Su familia era poco numerosa cuando llegó, pero en Egipto creció hasta volverse una nación grande y poderosa. Y los Egipcios nos maltrataron, y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Yahvéh Dios de nuestros padres; y oyó Yahvéh nuestra voz, y vio nuestra aflicción, y nuestro trabajo, y nuestra opresión: Y nos sacó Yahvéh de Egipto con mano fuerte, y con brazo extendido, y con grande espanto, y con señales y con milagros: Y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí, he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Yahvéh. Y lo dejarás delante de Yahvéh tu Dios, e inclinarte has delante de Yahvéh tu Dios.»

 

(Deuteronomio 26: 3-10)

 

Después las canastas eran colocadas al lado del altar y se recitaba el texto de . Esta maravillosa confesión de gratitud le hizo recordar al pueblo de Israel el tiempo de Jacob y su familia en la tierra de Canaán, hasta el momento en que la familia fue a Egipto (Mitzraim). Así también se obligaban a recordar la liberación de Egipto y el éxodo hacia la tierra prometida.

De este modo, los hebreos aprendían una y otra vez que Israel pasó unos cuatrocientos años en Egipto. Sin embargo, en el transcurso del propósito eterno de Dios, no fue más que una pequeña temporada. Con esto, queda bien claro que muchas veces caemos en el error de enfocarnos tanto en nuestro tiempo de prueba y miseria que pensamos que esto define toda nuestra vida; Yahvéh vio la experiencia de Israel en Egipto como una pequeña temporada.

También, mediante el rito del Bikurim, y la confesión de fe que allí recitaban, los hebreos se hacían conscientes de la razón principal por la que Yahvéh envió a Jacob y a su familia por una pequeña temporada a Egipto. Cuando vivieron en Canaán, existía un gran riesgo de que la familia se integrara a los pueblos malvados y paganos de su alrededor (como lo vemos en el libro de Bereshit). Para prevenir esto, y para permitir que el pueblo creciera, Yahvéh envió a Jacob y sus hijos a Egipto, el cual tenía una sociedad muy racista y excluyente, por lo tanto, no interactuaría con Israel. Gracias a esto, ellos irían siendo “ pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa.»

Por todo esto, esta entrega inicial de las primicias cuando Israel llegó a la Tierra Prometida era la manera apropiada de decir “gracias” al Señor. Esta entrega, y cualquier cosa que damos con el corazón correcto, es una manera apropiada de adorar delante de Yahvéh tu Dios. Por esta razón era que las cosas que había en las canastas eran comidas sólo por los sacerdotes.

Primicias Productoras de Gratitud y Providencia

Cuando hayas entrado en la tierra que YHVH tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que YHVH tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que YHVH tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre. Y te presentarás al sacerdote que hubiere en aquellos días, y le dirás: Declaro hoy a YHVH tu Dios, que he entrado en la tierra que juró YHVH a nuestros padres que nos daría. Y el sacerdote tomará la canasta de tu mano, y la pondrá delante del altar de YHVH tu Dios.»

(Deuteronomio 26: 1-4)

La tierra prometida estaba allí, frente a sus ojos, justamente al cruzar el Río Jordán. Muchos obstáculos habían también delante de esta comisión, tales como el aumento del río Jordán por las inundaciones de primavera, y los fuertes ejércitos de los cananeos, aun así el Eterno les aseguró que entrarían en la tierra.

Ya hemos estudiado en el libro de Bamidbar (Números 18:12) acerca de las primicias que deben ser entregadas regularmente al sacerdote, pero las primicias descritas en esta aliyá son una ofrenda especial obtenida de la primera cosecha en la tierra prometida.

Esta ofrenda también es mencionada en Éxodo 23:19 y 34:26, donde está escrito:

“Traerás lo primero (reshít) de las primicias (bicurim) de tu tierra a la casa de Yahvéh tu Dios…” (v. 2)

La palabra hebrea que ha sido traducida como “primicias” es reshit, y aparece en todos los tres textos. La palabra bicurim, “primicias” no aparece en el texto de Deuteronomio, sólo reshít, “lo primero”. Aun así, esta ofrenda es llamada bicurim.

En la ofrenda de bicurim se da del fruto de la tierra de Israel y, específicamente de las siete especies (minim) mencionadas en Deuteronomio (8:8).

Dar las primicias obviamente honraba a Yahvéh, porque daba al Señor la primera porción, antes de usar cualquier parte para sí mismo.

La expresión miel no se refiere a la miel de abeja sino a la obtenida de los dátiles. En la tierra de Israel, no se entrega una ofrenda de bicurim de otras especies. El propósito de entregar los primeros frutos, que son los que más se aprecian, es mostrarle al Eterno que Él es el primero en nuestras vidas.

Cuando los primeros frutos empezaron a brotar eran marcados con un hilo rojo. De esta manera el agricultor sabía a ciencia cierta cuál era la primicia de sus frutos.

En el tiempo del Templo de Yerushalayim (Jerusalén) era maravilloso ver llegar familias enteras junto con otras personas de la misma ciudad. Iban caminando con sus canastas cargadas de las siete especies detrás de un toro cuyos cuernos fueron cubiertos de oro, y había sido enyugado con una guirnalda de ramas de olivo alrededor del cuello. El toro era sacrificado como ofrenda de paz.

Al acercarse a Yerushalayim la gente salía a recibirlos con gritos de alegría y con toque de flautas.

Los levitas cantaban el Salmo 30 (que es una referencia a la resurrección del Mesías, la cual es simbolizada en las primicias o bicurim).

Al llegar al monte del templo colocaban las canastas sobre los hombros para entrar en el atrio en esa posición física.

Los sacerdotes, junto con el jefe de familia, colocaban luego su mano debajo de cada canasta y juntos la mecían (tenufá) en todas las direcciones, para mostrar así que es una pertenencia del Eterno, y por lo tanto los cuatro puntos cardinales estaban sometidos a Su bendita Voluntad de bendecir y prosperar a Israel, su hijo primogénito.

BIKURIM: La Evidencia de que NO soy un INGRATO

Vendrás al kohen que esté en esos días y le dirás: ‘Declaro hoy a Yahvéh, tu Dios, que he entrado a la Tierra que el Eterno juró darnos.”
(26:3)

Al hacer esta declaración, cada israelita, estaba diciendo es:
Yahvéh, reconozco que me diste esta Tierra y el regalo de todos estos frutos abundantes”.

Pero eso no es todo. En las palabras hebreas “veamartá elav” traducidas aquí: ‘y le dirás’, el sabio Rashí explica que al llevar los bikurim, con esa actitud y con esta declaración se le informaba al kohen que tanto el que ofrendaba, como cada integrante de su familia, no era un kafuf tov, es decir, un ‘ingrato’.

¿Por qué debes decirle eso al kohen? ¿No alcanza con no ser kafuf tov? No, debes articularlo y decirlo en voz alta. Él habla es un puente entre lo interno y lo externo. Hablar de algo concretiza tus pensamientos y los hace reales. Por eso en el Beit HaMikdash (Santo Templo) ante la presencia de Dios, cada israelita le decía al kohen de turno que el Eterno le había dado regalos sin ninguna condición. Debía mirar al kohen a los ojos y convencerlo de que realmente sentía gratitud. El sacerdote discernía en la mirada del israelita si era sincero o no, si estaba lleno de alegría y pensaba que la vida es hermosa, o no. El hecho de decirlo en voz alta permitía que el alma de cada hijo de Israel se discierna a sí misma en dónde se encuentraba en la emunáh (fe).

Con esto descubrimos que la Torah enfatiza que la gratitud es la base de toda relación amorosa, incluyendo nuestra relación con Yahvéh, y es el primer paso para aprovechar el poder del mes de Elul de aní ledodí vedodí li.

Con este ritual, cada hebreo confirmaban su fe de que la tierra de Israel y su producción pertenecen a Yahvéh, quien es el único Amo (Señor) de todo lo existente. Entonces surgía la gratitud por la abundancia que se disfrutaba, mediante esto las dimensiones celestiales eran movilizadas a manifestar mayores acciones de Su Providencia, ya que cada hebreo demostraba en estos ritos que su vida depende solamente de Yahvéh, la Fuente de todo ser humano.

¡Llegando a Tus Metas Interiores!… (Resumen de la Parashá Ki Tavó)

P.A. David Nesher

 

«Y será cuando entres a la tierra que el Eterno tu Dios te dió por heredad, cuando la poseas y vivas en ella, tomarás las primicias de todo fruto del suelo que sacarás de la tierra que El te dió, las pondrás en un cesto y con él iras al lugar que el Eterno escoja para establecer allí Su nombre.» 

(Devarim/Deuteronomio 26:1-2)

Ki Tavó significa «cuando llegues…», y también «cuando entres…»

La energía mesiánica de esta semana es muy particular, pues su beneficio viene oculto.

Ki tavó es una porción que  siempre se estudia en el mes de Elul, por lo cual sin duda causa impacto en nuestras vidas.

La semana pasada vimos la porción de Ki Tetzé que significa cuando salgas, Ki Tavó quiere  decir  «cuando entres» lo cual nos muestra que si la primera se trata de nuestra relación con el mundo externo, esta se trata de nuestra relación con nuestro interno, que es nuestra alma.

El paradigma que desarrollará esta porción de códigos celestiales es que toda meta humana solamente es posible cuando desde la interioridad, totalmente comprometida con la Instrucción (Torah) divina se apunta a la realización plena que permita la promoción de la calidad de vida de toda la comunidad.

La parashá de esta semana comienza con el enunciado que realiza Moshé sobre las ceremonias a realizarse en la Tierra de Israel referidas a las leyes de las primicias (hebreo: bikurim), los primeros frutos de las siete especies (minim). Los mismos debían ser presentados ante el sacerdote (kohen) en una canasta (hebreo: têné).

También recuerda las leyes del diezmo (hebreo: maaser) de la cosecha cada tercer año del ciclo de la shemitáh (sabático), que debía ser apartado para los levitas, los huérfanos y las viudas. Ahora bien, esto no se trata de un precepto solo para los agricultores, esto es un secreto que nos enseña como conectarnos con la energía que nos sostiene con cada paso que damos.

La *primera entrada* a la que se refiere Ki Tavó, *es cuando entra el alma en nuestro cuerpo cada mañana*, por lo que *lo primero que debemos dar como primicia al Eterno es el pensamiento*. Debemos preguntarnos: ¿Cuáles son los primeros pensamientos que nos invaden? ¿Son de gratitud por ese nuevo día de vida?, o ¿son los trabajos pendientes en la oficina o los problemas que enfrentaremos durante ese día? ¿Pensamos en ese amor que está a nuestro lado agradeciéndole todo lo que nos da?, ¿o en la pelea que tuvimos el día anterior?. Y para aquellos que no tienen pareja: ¿Pensamos acaso en esa persona especial que la luz ya ha puesto en nuestro camino? ¿o pensamos en la carencia de no tenerlo?

En esta sección también se dan las instrucciones detalladas de cómo proclamar las bendiciones y las maldiciones en los montes Grizím y Eival, como fue discutido al comienzo de la sección Ree. Para ello, se ordena que al cruzar los israelitas el río Yardén (Jordán), renueven el pacto con Yahvéh, y como memorial se erigirán enormes piedras recubiertas de yeso, sobre las cuales se inscribirán claramente las palabras de la Torah (según algunos, el texto hasta sería traducido a las lenguas conocidas en aquella época). 

Recordemos que para esta ceremonia, la mitad de las tribus se encontrarían ubicadas en el monte Guerizim, mientras las otras tribus sobre el monte Eval, en tanto los leviim permanecerán en el valle entre las dos montañas para escuchar y pronunciar, respectivamente, las palabras de maldición y bendición que se dirán, tras las cuales todos los presentes contestan «Amén«.

Moshé recuerda al Pueblo de Israel que el cumplimiento de los mandamientos del Eterno, sin desviarse de Sus caminos y Sus mandatos, los recompensaría con la elevación del Pueblo Especial del Eterno sobre las demás naciones. 

Moshé enfatizó sobre lo qué sucedería si el Pueblo se conducía observando los mandamientos del Eterno, y así lograrían prosperidad en sus ciudades, sus campos, sus ganados, sometiendo a los enemigos y estando por sobre las demás naciones. Por el contrario, su comportamiento contrario, traería como consecuencias enfermedades, hambruna y muerte y la Tierra de Israel sería destruida y dominada por naciones violentas, y los judíos diseminados y convertidos en esclavos.

La última parte de Ki Tavó consiste en lo que se conoce como la Tojajah (reprimenda). Luego de listar las bendiciones con las cuales el Eterno premiará a la gente cuando ellos sigan las leyes de la Torah, Moshé da una larga y dura lista de cosas malas, como enfermedad, hambruna, pobreza y exilio, que ocurrirán si ellos abandonan los preceptos divinos.

Por último, Moshé comenzó su última exposición ante el Pueblo, exhortándole recordar al Todopoderoso que los protegió en Egipto, durante los cuarenta años en el desierto y los seguiría protegiendo en el futuro hasta ver cada meta alcanzada en plenitud.

Moshé concluye diciendo al pueblo que sólo hoy, cuarenta años después de su nacimiento como pueblo, alcanzaron » un corazón para saber, ojos para ver y oídos para escuchar.»