Presencia de Dios

Cuando el Creador se Oculta

P.A. David Nesher

“… Pero Yo me ocultaré, ciertamente habré ocultado mi rostro en aquel día…”
– Devarim 31:18

En la parashá Vayelej, el Creador predice que un día el pueblo de Israel se apartará y seguirá a dioses extraños, y Su furia se levantará en contra de ellos y les sucederán muchas dificultades: “Pero Yo me ocultaré, ciertamente habré ocultado mi rostro en aquel día, por todo el mal que él habrá hecho”, dice el Creador.

Leyendo un comentario del sabio Baal Shem Tov me encontré con la explicación de que la doble expresión “Pero Yo me ocultaré, ciertamente habré ocultado…” denota un estado de ocultamiento de lo Divino tan grande que no solo parece que el Creador está ausente, ¡sino que incluso pasa desapercibido su ocultamiento y aparente ausencia! Así pues, cuando el Creador oculta su mismo ocultamiento, y la oscuridad se confunde por luz, nadie siquiera busca la manera de remediar la situación, y eso es en realidad la peor forma de oscuridad.

Sin embargo, incluso para esta condición tan oscura y desesperada existe un resquicio de esperanza. De hecho, considerando el punto de vista que dice que las maldiciones expresadas en la Torah son en realidad bendiciones disfrazadas (Likutei Torah, Bejukotai 48a), la doble y ominosa frase “Pero Yo me ocultaré, ciertamente habré ocultado mi rostro en aquel día”, realmente debe ir acompañada de una bendición extraordinaria.

Esa bendición se expresa en la primer palabra de la frase, ואנכי, «Pero Yo«. Sabemos que los distintos nombres del Creador se refieren a las múltiples manifestaciones de Sus habilidades infinitas; cada nombre, incluso cada letra, transmiten un aspecto único del misterio Divino (consulte el Zohar, vol. 3, p. 257b). En cambio, cuando el Creador habla de Sí Mismo en la Torah en primera persona, y no por medio de alguno de Sus nombres, sino simplemente “Yo”, es decir, quién Yo sea se refiere a su esencia desconocida que ningún nombre puede describir, ni ninguna letra aludir.

Este es entonces, el verdadero significado y propósito del doble ocultamiento del Creador. El “Yo” Divino es tan inconcebible que no solo puede estar presente incluso en los lugares que parece no encontrarse, sino que puede incluso encontrar su expresión en su mismo ocultamiento y oscuridad.

Así, en las situaciones más desoladoras, uno debe saber que la oscuridad no es lo que aparenta ser. En su lugar, está una oportunidad de entrar en contacto con el verdaderamente desconocido “Yo” del Creador y develarlo.

Ese «Yo» que trasciende incluso los más grandes nombres del Creador y sus manifestaciones.

Una Papá que Sabe «Planchar Ropa»

Por P.A. David Nesher

«Tu vestimenta no se desgastó sobre ti y tus pies no se hincharon durante esos cuarenta años.»

(Devarim/Deut. 8: 4)

 

Me resultó maravillosa la explicación que los sabios intérpretes del hebreo han otorgado al revelar que la ropa de cada israelita era sobrenaturalmente planchada por la nube que protegía al pueblo en el desierto. Es decir, por la Shekinah o Presencia del Eterno.

La explicación resalta que la palabra hebrea “nube” hace referencia al ocultamiento de la Luz divina, ya que la nube oculta todo lo que se encuentra en su interior.

Del mismo modo la “ropa de la persona era planchada por la nube” es una metáfora perfecta del proceso divino en el interior de un redimido. Recordemos que “ropa” hace referencia a las vestimentas del alma que son pensamiento, palabra y acciones, que visten la psique humana dándole expresión.

Por lo tanto, dichas “vestimentas” suelen estar “arrugadas”, y es a través de las “nubes”, los desafíos de la vida, que logran ser “planchadas”, rectificando el camino hacia el Eterno.

Dice el profeta Ezequiel:

“Y miré, y he aquí un viento tempestuoso venía del aquilón, una gran nube, con un fuego envolvente, y en derredor suyo un resplandor…”

(Ezequiel 1: 4)

Explican los sabios que luego de la “nube” que oculta, viene el “fuego”, el ferviente anhelo de querer estar cerca del Eterno.

Ahora en mí la pasión por su presencia se acrecienta, y capto con otros sentidos intelectuales la fuerza de fe que estaban en las palabras del apóstol Pablo al escribir:

«Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha.»

(Efesio 5: 25-27)