Providencia

Yahvéh, el Señor de la Providencia.

Por P.A. David Nesher

«Y aconteció que después de dos años, Faraón tuvo un sueño. Soñó que estaba de pie junto al Nilo.»

(Génesis/Bereshit 41: 1-2) 

El pasaje que nos toca estudiar hoy (Gén. 41:15-38) relata las características maravillosas de las misericordias del Eterno operando a favor de Yosef, Egipto y los pueblos cercanos. En estas líneas se resalta asimismo la fidelidad providencial de Yahvéh en guiar todas las circunstancias para llegar al cumplimiento perfecto del propósito mesiánico de Su Salvación.

Detrás de los personajes y del escenario de este hermoso relato descubrimos a un Dios soberano que controla y dirige la historia y la vida de los seres humanos y las naciones para llevar a cabo su diseño profético de salvación.

Yosef había pasado doce largos y muy dolorosos años en la cárcel. En todo este tiempo su alma no sabía si alguna vez volvería a ver la Luz de la libertad. Sin embargo, el Eterno había decretado que su vida no terminaría en el cautiverio de un presidio. Simplemente Él esperaba que esos años de prisión permitieran la expiación de las transgresiones de Yosef

Diez años de la prisión correspondía al tikún (reparación) que Yosef debía hacer por causa de haber usado lashón hará (Mal Hablar) contra sus diez hermanos.

Los otros dos años en la cárcel eran en castigo por haberle dicho al copero del Faraón: “Recuérdame y sácame de esta prisión”. Dos palabras que develaban la errada confianza que Yosef puso en las conexiones humanas. Dos años por cada palabra.

Pero al mismo tiempo, debemos discernir que los dos últimos años de Yosef en prisión, fueron una bendición enmascarada de la Providencia divina, pues si el copero lo hubiera nombrado delante de Faraón dos años antes, ¿cuál hubiera sido el destino de Yosef?

Si el Faraón lo hubiera liberado en esos años, seguramente Yosef se hubiera convertido en un intérprete profesional de sueños de toda la corte, ganando de ese modo dinero suficiente para sólo asegurarse una vida acomodada. Entonces, el propósito eterno de Dios hubiera sido abortado en él, y la Historia de la Salvación se hubiera truncado para toda la humanidad.

Pero ahora, dos años más tarde, después de los extraños sueños del rey, ¿qué le ocurrió a Yosef como consecuencia de su interpretación? Fue llevado al poder, convirtiéndose en el virrey de Mitzraim (Egipto).

Los expertos en el idioma hebreo bíblico aseguran que el versículo 1 revela en realidad que, por dos años consecutivos, el Faraón tuvo sueños extraños cada noche, pero no podía recordarlos cuando despertaba. Sin embargo, cuando llegó el momento de propósito para liberar a Yosef, el monarca egipcio despertó esa mañana muy turbado mentalmente pues recordaba el sueño en todos sus detalles.

De acuerdo con los códigos guemátricos del texto, se puede calcular la fecha de la noche del sueño, y coincide en el calendario divino con el primer día del séptimo mes, es decir Yom Teruah, tiempo cuando el Eterno decide la suerte del mundo entero y decreta la escasez y la abundancia para cada país. Es el día en el que la Justicia divina revela al obrar providencial del Eterno sobre los eventos naturales, para que todo esté siempre en armonía a Su diseño Lumínico.

Por ello, al considerar esta historia debemos tomar en cuenta cinco momentos significativos que nos permiten reconocer sin lugar a duda que Yahvéh es el Señor de la Providencia:

  1. El Eterno hace que el Faraón sueñe porque desea mostrarle sus diseños y voluntad perfecta (v. 25). Este es un buen ejemplo de cuando los sueños que Yahvéh utiliza para dar a conocer su voluntad a fin de preparar a la persona, a una familia o a una nación (o conjunto de naciones) para un evento especial.
  2. El Eterno hizo que el copero se recordara de Yosef (v. 9) Habían pasado dos años desde que el copero había vuelto a su puesto en el palacio y ahora bajo las condiciones exactas, recuerda su falta de gratitud y su falta de memoria.
  3. El Eterno otorgó a Yosef la interpretación y el significad correcto de los sueños del Faraón (v. 16). Yosef no se atribuye a sí mismo la capacidad de interpretar los sueños y con toda humildad confiesa: “No está en mí. Dios responderá para el bienestar del Faraón.”
  4. El Eterno sacó a Yosef de la cárcel y lo llevó a ser el Primer Ministro del Faraón (v. 39). Es asombroso e impresionante ver como el Faraón mismo reconoce la mano de Yahvéh en todo este asunto.
  5. El Eterno concede a Yosef la sabiduría para administrar los productos de la tierra para salvar a los egipcios, a otras naciones y en especial a la propia familia de Yosef (vv. 56-57)

Como vemos, en el diseño mesiánico providencial, Yosef es el instrumente de información del propósito divino y de previsión para la sobrevivencia de Egipto (Mitzraim) de donde siglos más tarde saldría elevada la nación de Israel. Así, por medio de Yosef, el Eterno permite que la abundancia de Egipto beneficie primeramente a la población local, luego a aquellos habitantes de las regiones vecinas donde el hambre se había extendido. La prominencia de Mitzraim (Egipto) en esta crisis y el papel directivo de Yosef son preparativos providenciales de la Divinidad indispensables para la supervivencia de la familia de Yaakov, y los descendientes que constituirían al Pueblo que daría finalmente al Mesías como pan a las naciones.

El Rocío, la Lluvia y el Sustento

P.A. David Nesher

 

 «Ocurrirá que si obedecéis Mis preceptos que Yo te ordeno hoy, de amar a El Eterno, vuestro Dios, y de servirlo con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, 14 entonces Yo proporcionaré lluvia para vuestra Tierra en su momento propicio.»

(Devarim/Deut. 11: 13)

La revelación de Abba nuestro en esta parashá llamada ekev revela que la recompensa por hacer las cosas correctamente es la “lluvia”.

El fenómeno atmosférico de la “lluvia” es originado por medio de que las aguas que se encuentran en la tierra hacienden al cielo. En un sentido espiritual esto alude a lo que significa ejercer el poder de la teshuvah («arrepentimiento» o «regreso«), es decir que la formación de la lluvia es una metáfora referida al esfuerzo de la persona que quiere acercarse al “Cielo” o «Mundo de Arriba».

En el desierto el alimento del pueblo de Israel era el “Maná”. El “Maná” descendía del cielo con rocío, como está escrito:

«Y cuando descendía el “rocío” sobre el campamento de noche, el “Maná” descendía sobre él.»

(Números 11:9)

Sabemos por los datos científicos que el “roció” desciende sobre la tierra diariamente, sin depender de las “aguas inferiores”. Del mismo modo, el pueblo de Israel en el desierto tenía cubiertas todas sus necesidades cotidianas sin esfuerzo alguno.

Pero hoy en día, Yahvéh quiso que el sustento de la persona provenga a través del esfuerzo espiritual de la persona, de modo que las “aguas inferiores” asciendan al “cielo”, generando bendiciones.

Al principio de la creación está escrito:

«Ascendió una bruma de la tierra y regó toda la superficie del suelo.  Y El Eterno Dios formó al hombre de polvo de la Tierra.»

(Bereshit/Gén. 2: 6-7)

Claramente se puede apreciar que desde la misma creación del hombre, lo acompañó su objetivo, ya que la expresión “Ascendió una bruma de la tierra”, alude a la Teshuvah, es decir al deseo del espíritu humano de retornar a la dimensión celestial de donde procede su diseño. Es la metáfora que señala al anhelo del hombre de querer acercarse al Cielo, y conocer así sus secretos. También leemos: “y regó toda la superficie del suelo”, lo que enfatiza la maravillosa verdad de que a raíz de la Teshuvah viene la Parnasah (el sustento abundante).