parashá Miketz

Los Hermanos de José Bajan a Egipto

Por P.A. David Nesher

 

«Jacob, viendo que había grano en Egipto, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis mirando unos a otros?
Y dijo:

Mirad, he oído que hay grano en Egipto. Bajad allá y compradnos grano para que podamos vivir y no muramos.

Entonces diez hermanos de José descendieron para comprar grano en Egipto.»

(Génesis/Bereshit 42: 1-3)

Hasta el presente hemos sido testigos de cómo Yoséf interpreta los sueños de personas extrañas y cómo estos se cumplen.

Cabe recordar que la primera vez que la Torah relaciona a Yoséf con sueños lo hace relatándonos sus propios sueños que empezarán a cobrar realidad a partir del encuentro con sus hermanos.
Años han transcurrido desde que Yoséf fuera odiado por sus “sueños y sus palabras”.

El hambre en Egipto y en las comarcas que circundan a esa tierra no es más que uno de los elementos que conducirán al cumplimiento de los sueños de Yoséf, que no son un fin en sí mismos, sino que a su vez son los caminos a través de los cuales los descendientes de Abraham llegarán a Egipto y se acrisolarán como pueblo de Israel. Así pues, el hambre no perdonó a ningún pueblo, incluida Eretz Kenaán, país de los hijos de Yaakov. De esta forma se cumple el sueño de Yoséf; la gavilla de él es “levantada” más arriba que los de sus hermanos. Una pregunta surge aquí: ¿Qué hizo Yoséf para que sus sueños se cumplieran? Mantenerlos frescos en su memoria, no olvidarlos, solo de esa forma podían volverse realidad. Un buen sueño nunca debe olvidarse. Si el hombre olvida sus sueños nunca se le cumplirán y también él será olvidado.

Canaán y el mundo fueron golpeados con hambruna en la buena, agradable y perfecta Voluntad (Ratzón) del Eterno. Yaakov avinu y sus hijos estaban en peligro de muerte. Como el hambre se propagaba en la tierra prometida a Avraham e Itzjak, la familia de Israel estaba empezando a caer en desgracia. En la tierra prometida ya no fluía leche y miel. La mano invisible de Yahvéh había cerrado todo grifo celestial. Los canales sefiróticos del Eterno estaban sufriendo pérdidas en otras dimensionalidades de la existencia, por lo que en el plano físico la tierra de Canaán estaba experimentando dicha negatividad. Se había convertido en una tierra de hambre y desesperación.

Sabemos que el hambre no es algo bueno, pero el Eterno lo usó. Él puede, y hace uso del material necesario, que necesitamos en nuestra vida para que lleguemos a hacer cosas que normalmente no haríamos. Normalmente, los hermanos de Yoséf nunca hubieran descendido a Egipto.Pero la necesidad los llevó a esa nación.

El negocio de la familia de Yaakov era principalmente criar ganado vacuno y ovino en lugar de la agricultura. Ellos habían soportado un año antes la hambruna y tenían reservas para tal ocurrencia. Pero cuando el segundo año de la hambruna vino sobre ellos sus reservas se habían agotado y era el momento de actuar. Tenían que encontrar grano para mantenerse a sí mismos y sus familias, alrededor de ochenta personas en total. Pero a pesar de tener ellos una gran riqueza, no había grano para comprar en Canaán. Así Yaakov envió a sus diez hijos a Mitzraím (Egipto) para comprar allí. Toda esta circunstancia negativa, permitida por la Providencia del Eterno, los expulsó de sus tierras, y los llevó a Mitzraím (Egipto) un símbolo del mundo o gentilidad. Todo esto sería una tipología perfecta, ya que esta profecía  se cumpliría dos mil años más tarde, cuando Yeshúa el Mesías también sería entregado por sus hermanos (los judíos) en manos de los gentiles,  y tantos años después, los hijos de Israel (Casa de Judá), después de rechazar al Mesías (o Cristo) fueron obligados por los romanos (enviados por Dios) a abandonar sus tierras y se dispersaron en todo el mundo gentil (goyim).

«Así que los hijos de Israel fueron a comprar grano entre los que iban, pues la hambruna estaba en la tierra de Canaán.»

(Génesis/Bereshit 42:5)

Imaginemos la escena. Al igual que el terrible silencio de Avraham e Itzjak (Isaac) viajando al Monte Moriah, ellos viajaban en resignado silencio. No está registrada ni una sola palabra de la conversación. Sólo podemos imaginar los pensamientos y sentimientos de los diez hermanos, que viajaban a Egipto y recordaban la venta de su hermano veintidós años antes. Lo que no sabían es lo que habría en los depósitos de granos para ellos.

Los hijos de Yaakov estaban muy lejos de imaginar que al vender a Yoséf a los mercaderes que se dirigían a Egipto estaban sellando el destino de toda su familia y el de las generaciones venideras. La disposición divina tenía que cumplirse; para ello ellos debían ir a Egipto, posteriormente lo haría la familia entera con la finalidad de sobrevivir al hambre que azotaba a aquellas regiones. La profecía de Yahvéh a Abraham estaba en proceso de cumplirse:

«…Peregrina será tu descendencia en tierra que no le pertenece, y los harán servir…»,

(Gén 15: 13)

Yoséf era el visir (virrey) del país, y no obstante, jamás delegó en nadie la responsabilidad de la distribución física de los productos de primera necesidad a la gente que los requería. Él era el que vendía el cereal a todo el pueblo de la tierra (v. 6). Él personalmente cumplía esa función, para asegurarse de que nadie fuese engañado y para constituirse en un ejemplo vivo de la celeridad y la urgencia con que se debe atender los menesteres de los más necesitados. [Torat Emet].

Vinieron los hermanos de Yoséf y se prosternaron con el rostro a tierra. ¡Así y tal como lo leemos! Los hermanos de Yoséf llegan a Egipto y se presentan ante él inclinando sus rostros por tratarse de un varón de autoridad. Ahora bien, si usted no cree que el Eterno puede llevarlo al fin de usted mismo, mire esta imagen. Aquellos que se rieron del adolescente en el pozo ahora están postrados delante de él rostro en tierra. Necesitamos ser humildes ante el Dueño del universo. Nuestra expresión española humilde viene de la palabra griega humas, que significa tierra. Es decir, que cuando usted ruega a Dios debe acostumbrarse a «poner su cara en tierra«. Si los ángeles lo hacen, ¿por qué no hacerlo nosotros? La Sagrada Escritura dice que hay que humillarse ante Dios (Daniel 10:12), porque si usted no se humilla, Él lo humillará, porque tarde o temprano toda rodilla se inclinará ante Él (Filipenses 2:10-11). No es si usted va a humillarse, es cuando va a humillarse. Usted puede inclinarse hoy, o puede inclinarse en el Día del Juicio, pero se inclinará. Su elección es de que manera.

Volviendo a este encuentro fraternal. En realidad, Yoséf quien mandó a buscar a sus hermanos apenas los reconoció. Ellos no sabían que estaban ante su hermano “perdido”. Era imposible identificar a Yoséf detrás de esa barba, con un collar de oro en el cuello, con vestimentas de seda y carmín, y sin su inconfundible cabellera peinada-trenzada. Además llevaba en su cabeza una corona real de oro puro. Sin embargo, él sí reconoció a cada uno de ellos, a pesar de no verlos durante más de 20 años.

Yoséf no era reconocible porque había cambiado, pero ellos ¿habían cambiado? Él no lo sabía, pero a lo largo de los años había decidido que si sus hermanos llegaban ante él, primero los probaría antes de revelárseles. Finalmente ellos se quedaron allí. En el versículo 7 hay un juego de palabras en hebreo. Fueron reconocidos, pero él se hizo irreconocible y fingió ser un extraño. Por eso, decidió hablarles duramente a través de un intérprete. Dicho intérprete sabía a la perfección el idioma egipcio y el hebreo; el Midrash cuenta que este intérprete era Menashé, hijo mayor de Yoséf. Pasados 22 años, se volvieron a ver. Yoséf no reveló su identidad a sus hermanos, sino que los trató con rudeza.

YOSÉF TRATA DURAMENTE A SUS HERMANOS.

 Vayizkor Yosef et hachalomot asher chalam lahem vayomer alehem meraglim atem lir’ot et-ervat ha’arets batem.


«Yoséf recordó los sueños que había soñado acerca de ellos y les dijo:

“¡Ustedes son espías. Vinieron a investigar el punto débil de la tierra para luego atacarnos!»

(Génesis 42:9)

Explica el Midrash que, los hermanos de Yoséf enfrentan el cargo de “espías”, ya que Yoséf advirtió que ellos ingresaron de forma estratégica a Egipto; cada uno por puertas distintas.

¿Por qué los acusa de espías?

Los hermanos de Yoséf lo habían calificado de esa manera cuando trabajaba para su padre Yaakov.

Durante la hambruna Yoséf había ordenado que se registrara a cada individuo que entraba Egipto. Él estaba seguro que sus hermanos tendrían que llegar al país en búsqueda de alimentos. Los midrashim narran que, llegando a Egipto, los hermanos comienzan a buscar a Yoséf para tratar de recuperarlo. Esta acción es profética: Actualmente, Yoséf (Casa de Efrayím), está disperso entre los gentiles y los judíos (Estado judío moderno), están ayudando a la recuperación de sus descendientes, las “tribus perdidas de los hijos de Yaakov”.

Volviendo al momento de la acusación que Yoséf les hace, no habiendo ofrecido ellos ninguna respuesta ante la misma, Yoséf los confina por tres días como sospechosos, hasta que se aclare su situación.

El primero en admitir su culpa, entre ellos, fue Yehudá quien reconoce haber maltratado a Yoséf y participar en el complot contra él. También reconoce que él sugirió la venta de Yoséf, pero fue una manera de salvarlo de morir en el pozo. Sin embargo, todos eran culpables de darle la tristeza de su vida a su anciano padre Yaakov.

La dureza — aparente o real — con la cual Yosef trata a sus hermanos es objeto de interpretaciones variadas.

Existe un detalle maravilloso que debo destacar antes de continuar con el hilo de esta bitácora. Como quiera que sea, en las Sagradas Escrituras los protagonistas de sus relatos son seres humanos con pasiones y amores, odios y lealtades. Por esto, no veremos a un Yoséf indiferente frente a sus hermanos, ni indolente por el sufrimiento que ellos le causaron. Abarbanel sugiere que, en última instancia, los propósitos de daños maquinados por sus hermanos no afectaron a Yosef, ya que él sobrevive y alcanza la gloria, entendiendo que todo estaba dominado por la soberana Intención de Yahvéh. Pero, en la mentalidad básica de ellos anidó la voluntad de dañar.

Por lo tanto Yoséf responderá en la misma forma. El los interrogará, les hará preguntas difíciles, quizás algunas con poco fundamento, pero velará por su bienestar físico; les venderá alimentos y al mismo tiempo ordenará, en secreto, la devolución de su dinero, tal vez para no empobrecerlos. Les hablará con dureza en público, pero se ocultará muy cerca de ellos y llorará.

El reconocerá a sus hermanos físicamente y más aún reconocerá su grado de parentesco y no los dañará, cosa que los hermanos ignoraron cuando lo arrojaron a “la cisterna, en el desierto”.
Evidentemente hay grandeza de alma en Yoséf, sin olvidar su condición humana.

Personas y no héroes protagonizan estos relatos.

Entonces aceptemos bien lo que aquí se esconde. Cuando Yosef probó a sus hermanos, él buscaba dos cosas antes de revelarse a ellos. En primer lugar, quería ver si ellos habían cambiado. La última vez que los vio, lo habían arrojado a un pozo y luego lo vendieron como esclavo. Entonces, como prueba definitiva de sus corazones cambiados, Yosef necesitaba ver cómo ellos tratarían a su hermano menor Benjamín. ¿Iban a ser ellos tan celoso de Benjamín como lo habían sido de él? ¿Podía confiar en ellos?

Muchas veces el Eterno puede y debe utilizar formas que pensamos que son muy duras para llamarnos a estar donde Él quiere que estemos. No debemos resistirnos nunca, porque es la dureza de nuestro corazón la que lo demanda.

«Antes que fuera humillado, yo erraba, pero ahora guardo tu Palabra.»

(Salmo 119: 67)

Existe en estos códigos una tipología profética maravillosa. Ni Yoséf ni Yeshúa fueron reconocidos por sus propios hermanos.

Yoséf había sido exaltado sobre todo Egipto, pero Israel no lo sabía. Todos esos años él creyó que Yosef estaba muerto, y luego, por causa del hambre mundial, los hijos de Israel descendieron a Egipto, pero no lo reconocieron. Así ha sido con los descendientes de Israel en la Casa de Judá desde el momento en que rechazaron a su Mesías:

«A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron.»

(Juan 1:11)

Los judíos no han aceptado que el Eterno había enviado y criado a Yeshúa. Ellos creyeron que, después de su crucifixión Él está muerto, y a lo largo de todo este exilio de Edom (Roma) un velo se ha puesto sobre sus corazones y mentes. Incluso el comienzo de la Gran Tribulación los encontrará aún ignorantes de la exaltación y gloria del Señor Yeshúa HaMashiaj (2 Tesalonicenses 2:14).

José y Su Nuevo Nombre: Zafnat Panea

Por P.A. David Nesher

 Vayikra Far’oh shem-Yosef Tsofnat Paneaj vayiten-lo et-Osnat bat-Poti Fera kohen On le’ishah vayetse Yosef al-erets Mitsrayim.

«Y Parhó llamó a Iosef “Tzafenat Paneaj”, [“Interpretador de mensajes crípticos”] y le dio por esposa a Asenat, hija de Poti Fera [Potifar], ministro de On. [Después], Iosef salió por la tierra de Egipto.»

(Bereshit/Génesis 41:45)

 

La civilización egipcia era tan antigua como el tiempo. Los egipcios eran descendientes de Mitzraim, uno de los nietos de Noé. El Faraón era conocido como el Rey de las Dos Tierras porque Egipto estaba dividido en dos grandes zonas: El Alto y el Bajo Egipto. La producción de trigo de esa nación era inmensa, tanto que siglos después se convertirá en el granero del imperio Romano. Estaba repleto de grandes matemáticos, arquitectos, músicos y las calles de sus ciudades rebosaban de mercaderes, malabaristas y muchas prostitutas. Un ejército de médicos mantenía a raya la malaria. Los científicos modernos desconocen que técnicas usaban o de qué medicamentos se valían pero eran bastante eficaces para combatir esa enfermedad. La magia era el pan nuestro de cada día al igual que las sectas esotéricas. Y allí estaba, el bisnieto de Abraham, descendiente de Sem, el hebreo Yoséf… el esclavo con el don divino de interpretar sueños. Allí estaba, de pie frente al hombre más poderoso del mundo que ellos conocían, el Parhó (Faraón), quien le daría una esposa y un nuevo nombre: Zafnat Panea (hbr. Tzafnat Panéaj)

Yoséf se casó con Osnat (Asenat), hija de Poti-Fera. Hay diversas opiniones sobre este Potifera; algunos intérpretes piensan que es el antiguo amo de Yoséf (Potifar), si así fuere, esta es la ironía del destino; Egipto era el país de las castas y de las jerarquías, de los faraones y los esclavos, donde toda mezcla sanguínea con seres de inferior rango eran repudiados. Ahora el gran cortesano de Egipto, Poti-Fera debía entregar a su propia hija al esclavo hebreo. Por otra parte, la mujer de Potifar entregará a su hija al hombre que ella deseaba para sí, y deberá elevar al hombre a quien envió a una tenebrosa prisión. En síntesis, las ruedas del destino giran prontas y misteriosamente, y todo lo absurdo empieza a acontecer. De este modo, el siervo se convierte en amo, y el amo se prosterna ante el siervo.

También encuentro honesto contarles que debido a que a los rabinos no les gusta el hecho de que Yoséf tuviera una novia gentil, entonces aplican una leyenda que dice que Asenat era realmente la hija de Dina y Siquem. Ellos enseñan que ella fue expulsada de la casa de Yaakov avinu,  abandonada en la frontera de Egipto, y entonces, supuestamente fue adoptada por Potifera sacerdote de On y su esposa, para finalmente casarse providencialmente con Yosef.

Desde el momento en que Yoséf subió al poder, se propuso desarraigar el mal social y convencer a los egipcios de que llevasen una vida moral más sana y más pura.

YOSÉF ES TZAFENAT PANEAJ

Tzafnat Panéaj” (צָפְנַת פַּעְנֵּ ח) Es el nombre que Faraón dio a Yoséf al ungirlo como gobernador de Egipto. Esto de cambiar el nombre corresponde a una costumbre de la nobleza egipcia y, a veces también a la usanza hebrea (ver Núm 13: 16).

No es un nombre importante, sin embargo, se le dio con el propósito de distinguirlo a causa de su especial don.

Para Faraón el título quiere significar “revelador de cosas ocultas”, o “el que descifra misterios”.

Según Rashí y Flavio Josefo, el nombre Tzafnat Panéaj significa “revelador de misterios”. Tzafnat podría derivar de la raíz tzafán, que significa “esconder”, “ocultar”. La versión LXX (Setenta) y la versión Copta tradujo este nombre como “salvador del mundo”.

Este cambio de nombre tuvo su importancia en el posterior desarrollo de nuestra historia ya que contribuyó a disimular la identidad de Yoséf cuando sus hermanos llegaron a Egipto.

Para algunos judíos, el significado viene a ser: “¿Quién es capaz de descifrar lo que hay oculto tras esta máscara?»

Lo más probable es que el significado del nombre sea «Dios habla y vive«, refiriéndose a la Palabra de Dios viniendo a través de Yoséf, asegurando la preservación del país, por medio de métodos celestiales. Todo esto porque Yoséf demostró con su vida que Dios vive y habla y que sería la salvación de Egipto, de Israel y las naciones vecinas. Con este nombre, el Parhó (Faraón) reconocía en Yoséf a un hombre que reflejo que Dios existe y quería salvar a la humanidad de toda destrucción que el caos ocasiona.

Hoy, para nosotros el mensaje es bien fuerte. Este mundo que esta por perecer necesita de cada uno de nosotros, los redimidos. Sí necesita de usted que ama la Torah, y es un hijo primogénito en Yeshúa. El mundo necesita que usted le refleje que hay un Dios que Vive y habla. El Eterno uso a Yoséf para salvarlos. Él también lo usará a usted si  acepta el desafío. Ese es su propósito de estar vivo aquí y ahora.

TIPOLOGÍA MESIÁNICA.

Así como Yoséf adquirió una identidad pagana (egipcia), Yeshúa por su parte fue secuestrado y desfigurado; se lo romanizó y luego cristianizó. La eclesiástica cristiana le dio un sobrenombre latino: “Jesucristo”. Pero todo esto no es más que un antifaz que le colocaron en su rostro para que no se le identifique como lo que es, un hijo de Israel que observó la Torah y que llegó a ser reconocido como Mashíaj por millares de su nación, durante los dos primeros siglos de la Era Común.

¿Significará esto que nuestros hermanos yehudim (judíos) de nuestra época podrán descifrar lo que “hay oculto tras la máscara” del nazareno Yeshúa? En un primer momento, los hermanos de Yoséf, estando aún frente a él, no lograron reconocerlo; sin embargo, fue hasta la segunda entrevista que les fue revelada la identidad de su hermano.

Yosef Aprendió a Pasar del «Alma Gorda» al «Alma Flaca»

Por P.A. David Nesher

«Y del Nilo subían siete vacas gordas y de hermoso aspecto, que apacentaban en el juncal.
Tras ellas, subían del Nilo otras siete vacas de mal aspecto y enjutas de carne, y se paraban junto a aquellas vacas a la orilla del Nilo. Y las vacas de mal aspecto y enjutas de carne devoraban a las siete vacas gordas y de hermoso aspecto. Y despertó Faraón.
Y se volvió a dormir, y soñó por segunda vez, y he aquí siete espigas gordas y buenas crecían de un mismo tallo. Sin embargo, he ahí otras siete espigas menudas y resecas por el viento oriental brotaban después de ellas.»

(Génesis 41:2-6)

 

El Faraón (hebreo Parhó) soñó. Él sabía que hacía dos años su almohada era visitada por oráculos en forma de sueños. Pero esta vez soñó, y recordó sus sueños. Eran dos sueños sucesivos. Pero en su alma, el Faraón tenía la intuición que era dos formas de un mismo mensaje divino.

En el primer sueño, siete vacas gordas pacían en la «hierba del pantano» junto al río Nilo (sostén divino de la ganadería y agricultura egipcia). Pero después subieron del río siete vacas enjutas, que devoraron a las hermosas, sin, no obstante, engordar con ello.

El segundo sueño mostró un tallo de grano con siete espigas «llenas y hermosas», cuando a su lado brotó otro tallo, también con siete espigas, pero «abatidas del viento solano»; «y las espigas menudas devoraban a las siete espigas buenas». El sueño fue tan vivo que a Faraón le pareció realidad así lo asegura el sabio intérprete Rashbam que explica que «el texto revela que hasta este momento Faraón había creído que era una visión real y no un sueño» (vv. 5-7). Así era, sólo un sueño y, no obstante, la impresión de su realidad todavía le oprimía. Como él era considerado un dios encarnado, por lo tanto era inusual que solicitara la interpretación de sus sueños. Se entendía que él sabía lo suficiente como para estar preocupado, pero no lo suficiente para ser su propio intérprete. Se revolvió toda la noche en su cama porque los sueños parecían ser muy reales. Los egipcios creían que cuando los sueños se repetían o llegaban en dos juntos estos eran especiales, por lo que se determinó en conseguir alguna ayuda,  de modo que hizo llamar a «los magos (hebreo: jartumim) de Egipto, y a todos sus sabios» para que interpretaran su sueños.

Los jartumim egipcios que traducimos como magos eran muy conocidos en la corte del Faraón (Parhó).  Ellos eran los encargados, mediante secretos milenarios de la magia cusita (fundada por Cus) de explicar los sueños. Los veremos actuar en repetidas ocasiones en los relatos incluidos en los primeros capítulos del libro de Éxodo (Éx. 7:11). Era una creencia común en Egipto (Mitzraim), que los dioses se comunicaban a través de sueños. Los magos y adivinos conservaban diferentes interpretaciones de los sueños del pasado en libros de sueños, que eran supuestamente fiables.

Parhó relató sus sueños, “más no había quién se los interprete a Parhó”. El sabio exegeta Rashí dice que esta expresión debe traducirse: “Le fueron ofrecidas varias interpretaciones por parte de los magos más ninguna era aceptable para Faraón porque no le satisfacían”. La incapacidad de los magos para desentrañar el sueño del Faraón fue provocada por el mismo Espíritu del Eterno, con el fin de convertir el triunfo de Yoséf en un evento más grande aún, que aseguraría el empoderamiento del tzadik en la corte egipcia.

Los sueños del Faraón están muy en armonía con la naturaleza de Egipto. El ganado vacuno abundaba en el valle del Nilo. Por eso, el Parhó, desde su cosmovisión y juicio, discierne que su padre, el dios Ra, le está enviando esos sueños con el fin de amonestarlo sobre los sucesos venideros y darle ocasión de tomar medidas oportunas.

Las vacas deben haber impresionado a Faraón especialmente en un sentido religioso pues en la mitología de Mitzraim (Egipto) la vaca era el símbolo de las diosas Isis y de Hathor, divinidades de la fertilidad, la cual en este caso sería muy grande o muy escasa, según lo indica el número siete, representante simbólico de la perfección, la intensidad y la plenitud divina. En el libro egipcio «Libro de los Muertos», la principal escritura del antiguo Egipto, Osiris, es el dios de la vegetación y del inframundo y se representa como un gran toro acompañado por siete vacas. Por esto, el Parhó  (Faraón) estaba perplejo con los detalles oníricos que aún perduraban en su mente, haciéndolo víctima de grandes temores. Él estaba convencido que la interpretación de los magos y sabios intentando tocar los puntos mitológicos del Imperio no tenía nada que ver con el camino que se debía seguir; pero… ¿cuál era ese Camino?

Bien, cuando todos los magos y sabios fueron llamados y el Faraón les contó sus sueños, el jefe de los coperos estaba escuchando. Después de todo, su posición era estar al lado de Faraón y atender a todas sus necesidades. Así pues, cuando ninguno de los magos podría dar una interpretación a Parhó (Faraón), el copero se acordó de Yoséf.

A menudo, la gente se olvida de lo que en el pasado alguien ha hecho por ellos; esto se llama ingratitud. Por la alegría de ser liberado de la cárcel, el jefe de los coperos se olvidó de Yoséf por dos años. Ahora no tuvo más remedio que hablar de Yoséf a Parhó (Faraón), aunque sin alabar al cautivo, se refirió así sobre él:

“…En la prisión había con nosotros un jovenzuelo hebreo (extranjero que apenas conoce nuestro idioma)…”.

El copero tuvo cuidado de no elogiar a Yoséf para que éste no hallara gracia ante el Parhó (Faraón) y de ese modo no se le diera un puesto de altura en el gobierno egipcio, lo que finalmente sucedió. El copero se refirió a él como un “jovenzuelo hebreo”, es decir, un individuo que no merece grandeza, pero al menos descifraba visiones.

Faraón (Parhó) no perdió tiempo en enviar por Yoséf. En circunstancias normales, probablemente no habría buscado la ayuda de un hebreo, y mucho menos uno en la cárcel, pero no tenía a quién recurrir. Qué imagen tiene que haber sido, el poderoso rey y el esclavo desconocido.

«Entonces Parhó mandó llamar a Yoséf y prontamente lo hicieron salir de la fosa. Se rasuró su cabello, se cambió de ropa y se presentó ante Parhó» (v. 14). Yoséf no se había cortado el cabello, ahora tendría que mostrar una buena presentación por respeto al rey.

Ahora bien, gracias al obrar amoroso del Eterno, para este momento Yoséf ya no era el joven inmaduro de 17 años que solía presumir y jactarse de sus visiones. Pasó doce años encarcelado y ahora tenía 30 años de edad.  Los lujos, la grandeza, y la adulación no conmueven la ahora fe (emunah) sólida de Yoséf en Yahvéh. Yoséf, al escuchar que se le califica como un intérprete de sueños, rechaza delicadamente este título y opta por presentarse como un simple instrumento de Yahvéh, que habrá de proporcionar la tranquilidad y la paz al reino:

“…No es mérito mío, es Elohim quien dará a Faraón respuesta satisfactoria…” (v. 16)

Puntualizó Yosef con toda humildad. Literalmente se lee: «Dios responderá el shalom del Faraón». La palabra shalom a menudo lleva la idea de completo, perfección, o completamente, y eso es lo que quiere decir aquí. El Eterno le responderá a Faraón (Parhó) completamente. Por esta respuesta, Yosef exhibió un gran crecimiento en la madurez espiritual desde la época de sus propios sueños anteriores en Canaán. Entonces, él había antagonizado con su familia llamando la atención sobre su propia superioridad. Ahora, sin embargo, él se ganó la confianza y el respeto de un rey pagano y su corte por su habilidad propia y dando todo el crédito a Yahvéh. Sus años de esclavitud y encarcelamiento de hecho le habían enseñado humildad y paciencia. En lugar de llamar la atención sobre los fracasos de los magos y haciendo hincapié en sus propias fuerzas, él actuó con la mayor cortesía y moderación, y dirigió toda la alabanza solo a Yahvéh, el Verdadero y Único Dios.

Es evidente que, sin la intervención divina, Yoséf habría sido dejado languidecer en prisión hasta que morir. Fue el Eterno quien turbando el espíritu del Parhó (Faraón) en un sueño, provocó su liberación. El mismo Yoséf reconoció esto, como se desprende de sus palabras a sus hermanos más adelante: Por eso «Elohim me envió delante de vosotros para preservaros un remanente en esta tierra y para daros vida por medio de una gran liberación. Así que, no me enviasteis vosotros acá, sino Elohim.» (45:7-8).

Después de trece largos años de prisión, el Eterno había despojado a Yoséf de su yo carnal, el ego o ratzón atzmutdeseo de recibir sólo para sí«). No estaba pavoneándose en su túnica real de muchos colores que le había dado su padre. No estaba diciendo, «yo puedo hacerlo por todas las aptitudes que poseo«; por el contrario, él decía: «… y ya no vivo yo, sino que el Mesías vive en mí.» (Gálatas 2:20). Estaba diciendo: «No puedo Yo hacer nada de mí mismo. Según oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.» (Juan 5:30). Él estaba diciendo que ser un servidor es la base del liderazgo. Yeshúa dijo de sí mismo: «porque ni el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos.» (Marcos 10:45).

Aquel que anuncia a Yeshúa también se convierte en un servidor.

¿Es usted un servidor? ¿A quién sirve?

El servicio es la llave de oro que abre la puerta al éxito en el Reino de Dios.

«Porque vosotros hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como oportunidad para la carne, sino servíos los unos a los otros por medio del amor.»

(Gálatas 5:13)

Somos como bestias cuando muerden y se devoran unos a otros; somos como seres humanos cuando nos criticamos unos a otros, pero somos como Dios cuando servimos a los otros en amor. Eso es lo que hizo Yosef aquí. ¿Qué decide usted hacer hoy aquí y ahora?

 

José, Ministro de Economía de Egipto

Autor:  Wenceslao Calvo

 

Los tiempos en los que le tocó vivir no fueron muy diferentes a los nuestros. Aquella gran nación estaba al borde de una gran encrucijada, ya que a un ciclo de prosperidad sin precedentes le seguiría otro de pobreza hasta entonces desconocida. La política social y económica que se delineara sería determinante para el futuro de aquella generación y de las subsiguientes, pudiendo darse estos dos extremos según fueran las medidas tomadas: preservación o hundimiento de la nación.

El hombre al que me refiero es José, el hijo de Jacob; alguien a quien con justicia se le puede denominar un gobernante con visión de Estado. Porque abundan los gobernantes con visión de partido, en los que prima un horizonte delimitado por consignas e ideologías sectarias que buscan, por encima de todo, llevar el agua a su molino; también abundan los gobernantes con visión personal, a quienes les importa, sobre todo, la búsqueda del poder o la permanencia en el mismo como un fin en sí mismo. Pero hombres de Estado, que son instrumentos providenciales para el bien de sus naciones en momentos cruciales, se pueden contar con los dedos de la mano. Esa clase de hombres (y mujeres) son uno de los más preciosos y grandes activos que pueda tener cualquier nación, a los cuales verdaderamente se les puede llamar padres de la patria.

Creo que hay cuatro facetas que hacen de José esa clase de personaje: Capacidad profesional, clarividencia y sabiduría, integridad personal y temor de Dios. Estas cuatro están indisolublemente unidas entre sí, de manera que no podemos quedarnos con el José profesional, prescindiendo de su faceta moral o de su perfil personal. Y aquí es donde a muchos se les atraganta tal unidad, al estar acostumbrados por su visión secular a separar lo profesional de lo personal. Pero si intentamos hacer eso con José nos encontraremos con el mismo resultado con el que se halló aquel Comité Olímpico que en 1924 intentó convencer en vano a Eric Liddell, cristiano comprometido, para que corriera la carrera de los 100 metros en domingo. Las palabras del duque de Sutherland, presidente de dicho Comité, no dejan lugar a dudas sobre el craso error de la miope óptica secularizadora: ´Ese muchacho… es un hombre de principios y un gran atleta. Su velocidad es parte integral de su vida, de su fuerza, y nosotros hemos intentado separar una cosa de la otra. (1)

Hay algo que me llama la atención en el hecho de que fuera José el promovido a tan altas responsabilidades de gobierno, porque se trata de un hombre sin imagen y sin currículum. Me temo que más de uno y de una que ostentan carteras ministeriales en nuestros días son producto de la imagen, esa gran mentira tirana de nuestro tiempo, y del currículum brillante, sin el cual están cerrados los accesos a determinadas esferas profesionales.

Aquí tenemos a un joven, totalmente desconocido, extranjero, esclavo y convicto por delincuente. ¿Se puede tener peor imagen? ¿Hay un currículum más pésimo que el que ostentaba José? Pero la imagen es mera apariencia y en ocasiones el currículum también. Lo que importa son hombres y mujeres de auténtica valía y con José estamos ante alguien así. No tenía imagen ni falta que le hacía. Y en cuanto a currículum tenía el más importante de todos, a saber, el de haber dado muestras de su competencia administrativa en dos lugares especialmente difíciles: la casa de Potifar (2) y la cárcel (3). Allí aprendió lo que en ninguna escuela superior de economía egipcia hubiera aprendido nunca: los rudimentos para el manejo y la administración de la economía de una hacienda particular, la de Potifar, y de una institución oficial, la cárcel estatal. Estos dos lugares fueron la universidad de José en materia económica y más que económica. De allí salió sobradamente preparado, aunque sin títulos oficiales, para los cargos de primer ministro y de ministro de Economía y Hacienda.

Menos mal que Faraón no actuó como tantos gobernantes de nuestro tiempo, para los cuales la imagen y el currículum brillante son los factores decisivos a la hora de elegir a sus ministros.

Es interesante que José pasó de ser mayordomo doméstico e intendente carcelario a ministro de Economía, lo cual nos enseña que los principios básicos por los que se rige una economía doméstica y otra más extendida son los mismos por los que se rige una economía nacional. De ahí mi propuesta, ya expresada en otra ocasión, de poner al frente de los ministerios de economía a amas de casa, que saben lo que es llegar a fin de mes con pocos ingresos y muchas bocas que alimentar. Tal vez nunca hayan ido a la universidad, pero saben de economía real, que es la economía que importa, más que muchos profesionales que están dando muestras de no saber por dónde se andan en estos tiempos de crisis económica.

Fuente: Protestante Digital

 

Referencias:

(1) Carros de fuego

(2) Génesis 39:4

(3) Génesis 39:22

 

Yahvéh, el Señor de la Providencia.

Por P.A. David Nesher

«Y aconteció que después de dos años, Faraón tuvo un sueño. Soñó que estaba de pie junto al Nilo.»

(Génesis/Bereshit 41: 1-2) 

El pasaje que nos toca estudiar hoy (Gén. 41:15-38) relata las características maravillosas de las misericordias del Eterno operando a favor de Yosef, Egipto y los pueblos cercanos. En estas líneas se resalta asimismo la fidelidad providencial de Yahvéh en guiar todas las circunstancias para llegar al cumplimiento perfecto del propósito mesiánico de Su Salvación.

Detrás de los personajes y del escenario de este hermoso relato descubrimos a un Dios soberano que controla y dirige la historia y la vida de los seres humanos y las naciones para llevar a cabo su diseño profético de salvación.

Yosef había pasado doce largos y muy dolorosos años en la cárcel. En todo este tiempo su alma no sabía si alguna vez volvería a ver la Luz de la libertad. Sin embargo, el Eterno había decretado que su vida no terminaría en el cautiverio de un presidio. Simplemente Él esperaba que esos años de prisión permitieran la expiación de las transgresiones de Yosef

Diez años de la prisión correspondía al tikún (reparación) que Yosef debía hacer por causa de haber usado lashón hará (Mal Hablar) contra sus diez hermanos.

Los otros dos años en la cárcel eran en castigo por haberle dicho al copero del Faraón: “Recuérdame y sácame de esta prisión”. Dos palabras que develaban la errada confianza que Yosef puso en las conexiones humanas. Dos años por cada palabra.

Pero al mismo tiempo, debemos discernir que los dos últimos años de Yosef en prisión, fueron una bendición enmascarada de la Providencia divina, pues si el copero lo hubiera nombrado delante de Faraón dos años antes, ¿cuál hubiera sido el destino de Yosef?

Si el Faraón lo hubiera liberado en esos años, seguramente Yosef se hubiera convertido en un intérprete profesional de sueños de toda la corte, ganando de ese modo dinero suficiente para sólo asegurarse una vida acomodada. Entonces, el propósito eterno de Dios hubiera sido abortado en él, y la Historia de la Salvación se hubiera truncado para toda la humanidad.

Pero ahora, dos años más tarde, después de los extraños sueños del rey, ¿qué le ocurrió a Yosef como consecuencia de su interpretación? Fue llevado al poder, convirtiéndose en el virrey de Mitzraim (Egipto).

Los expertos en el idioma hebreo bíblico aseguran que el versículo 1 revela en realidad que, por dos años consecutivos, el Faraón tuvo sueños extraños cada noche, pero no podía recordarlos cuando despertaba. Sin embargo, cuando llegó el momento de propósito para liberar a Yosef, el monarca egipcio despertó esa mañana muy turbado mentalmente pues recordaba el sueño en todos sus detalles.

De acuerdo con los códigos guemátricos del texto, se puede calcular la fecha de la noche del sueño, y coincide en el calendario divino con el primer día del séptimo mes, es decir Yom Teruah, tiempo cuando el Eterno decide la suerte del mundo entero y decreta la escasez y la abundancia para cada país. Es el día en el que la Justicia divina revela al obrar providencial del Eterno sobre los eventos naturales, para que todo esté siempre en armonía a Su diseño Lumínico.

Por ello, al considerar esta historia debemos tomar en cuenta cinco momentos significativos que nos permiten reconocer sin lugar a duda que Yahvéh es el Señor de la Providencia:

  1. El Eterno hace que el Faraón sueñe porque desea mostrarle sus diseños y voluntad perfecta (v. 25). Este es un buen ejemplo de cuando los sueños que Yahvéh utiliza para dar a conocer su voluntad a fin de preparar a la persona, a una familia o a una nación (o conjunto de naciones) para un evento especial.
  2. El Eterno hizo que el copero se recordara de Yosef (v. 9) Habían pasado dos años desde que el copero había vuelto a su puesto en el palacio y ahora bajo las condiciones exactas, recuerda su falta de gratitud y su falta de memoria.
  3. El Eterno otorgó a Yosef la interpretación y el significad correcto de los sueños del Faraón (v. 16). Yosef no se atribuye a sí mismo la capacidad de interpretar los sueños y con toda humildad confiesa: “No está en mí. Dios responderá para el bienestar del Faraón.”
  4. El Eterno sacó a Yosef de la cárcel y lo llevó a ser el Primer Ministro del Faraón (v. 39). Es asombroso e impresionante ver como el Faraón mismo reconoce la mano de Yahvéh en todo este asunto.
  5. El Eterno concede a Yosef la sabiduría para administrar los productos de la tierra para salvar a los egipcios, a otras naciones y en especial a la propia familia de Yosef (vv. 56-57)

Como vemos, en el diseño mesiánico providencial, Yosef es el instrumente de información del propósito divino y de previsión para la sobrevivencia de Egipto (Mitzraim) de donde siglos más tarde saldría elevada la nación de Israel. Así, por medio de Yosef, el Eterno permite que la abundancia de Egipto beneficie primeramente a la población local, luego a aquellos habitantes de las regiones vecinas donde el hambre se había extendido. La prominencia de Mitzraim (Egipto) en esta crisis y el papel directivo de Yosef son preparativos providenciales de la Divinidad indispensables para la supervivencia de la familia de Yaakov, y los descendientes que constituirían al Pueblo que daría finalmente al Mesías como pan a las naciones.

El Poderoso Valor del Dominio Propio… ¿Para qué Sirve?

Por P.A. David Nesher

 

Sin embargo, José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego regresó a donde estaban y ordenó que tomaran preso a Simeón, y que lo encadenaran.

(Bereshit/Génesis 42: 24)

Al leer este relato de elevación de conciencia, notamos que en él se destaca que Yosef tenía que dominar sus emociones y suprimir sus propios deseos para poder estar delante de sus hermanos y hablarles duramente. Esto no le era fácil, pero a la misma vez no le era imposible. Él había estado estudiando durante trece años en la escuela del sufrimiento. Yosef había desarrollado una de las características más importantes de un tzadik (justo): el dominio propio.

Según las Sagradas Escrituras, el dominio propio es una de las características del carácter del Mesías, y aquellos que en Él creen deben procurar a diario ejercer esta característica de la Unción.

Sabemos que el primer ser humano fue creado a la imagen divina diseñada en Mashiaj, y por eso, el dominio propio es un matiz primordial en el fruto del espíritu humano que anhela una ascensión de conciencia cotidiana (Gálatas 5:23).

Las Sagradas Escrituras revelan que después de la caída en pecado, el ser humano se destaca en su vida cotidiana en la falta de dominio propio. Por eso, cuando el Eterno trata con una persona para restaurarla y volver a hacerla conforme a la imagen del Mesías, también trabaja con esta área de su carácter. Así lo hizo con Yosef en aquellos 13 años, antes de ser visir de Egipto.

Por todo esto mi querido (querida) lector (lectora) si quieres alcanzar el carácter mesiánico que ofrece el Mesías, debes tener el rasgo que implica el dominio propio. Ten presente siempre que conquistarte y gobernarte a ti mismo es más valioso que conquistar una ciudad, y/o gobernar una nación. Cuando lo logres serás una persona satisfecha, más equilibrada y sana. Si no te dominas a ti mismo cualquier cosa te dominará.

¿Qué es el Dominio Propio?

De acuerdo a las Sagradas Escrituras es la capacidad que permite controlarnos a nosotros mismos, sujetando nuestras emociones a la Sabiduría divina. Esto es dado por el Creador al ser humano a través de la Unción del Espíritu Santo que le permite así negarse al pecado y todo aquello que desagrada a Dios.

El dominio propio está dispuesto a suprimir las pasiones temporales para obtener un placer mayor a largo plazo.

El dominio propio sabe decir no cuando el pecado le es presentado envuelto en un paquete muy hermoso.

El dominio propio no hace lo que no se puede hacer sin permiso y autorización o sin tener cierta edad o sin haber cumplido los requisitos para ello.

El dominio propio sabe esperar y ser fiel hasta llegar a metas largas y difíciles.

El dominio propio no da rienda suelta a las emociones en el momento de presión.

El dominio propio no elimina las emociones fuertes, pero sí las domina y sólo las deja salir cuando es el momento apropiado y de propósito para ello.

El dominio propio sabe callar cuando tiene ganas de hablar.

El dominio propio no revela secretos de otros.

El dominio propio no compra un producto cuando no lo necesita.

El dominio propio gusta de la compra con crédito.

El dominio propio usa el dinero para las cosas importantes y no lo malgasta en placeres.

El dominio propio no gasta lo que no tiene.

El dominio propio no compra nueva ropa cuando aún puede usar la que tiene en buen estado.

El dominio propio no come comidas deliciosas que no nutren, ni contribuyen a la salud.

El dominio propio no come comidas prohibidas por la Torah.

El dominio propio sabe decir no a un plato de lentejas cuando tiene mucha hambre porque su precio es demasiado alto.

El dominio propio siempre mira al Invisible para saber qué debe hacer en cada momento en lugar de actuar precipitadamente.

El hijo primogénito de Dios que tiene dominio propio puede gozar fácilmente de tener lo que quieren justo en sus manos.

El dominio propio no nace de la noche a la mañana. El mismo dependerá del amor, el temor y la vida de consagración que tengas con el Eterno.

El dominio propio va más allá de nuestra voluntad es un fruto que surge de la vida de Yeshúa en nosotros.

Así pues, una persona con dominio propio o templanza reaccionará siempre de manera equilibrada a sus propias decisiones y deleites ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos. Esta actitud de carácter refleja la educación y completo dominio de la voluntad humana, y permite poner límites a los deseos generalmente vinculados al hedonismo individualista.

A esta altura de esta meditación, me veo obligado a dejar bien en claor que la templanza o dominio propio sólo surge cuando el carácter de Mesías está siendo formado en el interior de una persona. Es decir, cuando la energía de la kedusháh (santidad) divina empieza a ser una prioridad en la mente y el corazón de esa alma ungida. Es decir, cuando dicha alma se está entrenando en la producción del fruto del Espíritu para Santificar el Nombre de Dios.

Ante esto, te animo hoy a que comiences a vivir la Instrucción divina tal como está escrita, y goza así de los beneficios que esta contiene. Deja que el Eterno cambie tu carácter como creyente, enseñándote a ejercer el control de las emociones, tener firmeza en la toma de decisiones, lograr calidad total de todas tus actitudes, y empoderar tu manera de hablar en la capacidad de hacer milagros con todo lo que declares.

Justamente las promesas que el Eterno te ha dado en forma de sueños y anhelos, no se cumplirán solas y de manera automática. Abba nuestro en su Palabra nos dejó lo que tenemos que hacer:

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia;«
(2 Pedro 1:3-6)

¡Ruego que el Eterno nos ayude a profundizar nuestra relación personal con Él para que se produzca el fruto de Su Espíritu en nosotros, para Su gloria!

La Hambruna como Señal de Castigo Divino.

Estudiando la parashá MiKetz hemos visto que la interpretación de Yosef , de los dos sueños de faraón, se cumplió fielmente. Evidentemente, por toda la extensión del país egipcio debe haber ocurrido alguna catástrofe de grandes dimensiones, porque Egipto recibe casi toda el agua de que dispone, vía el río Nilo, de las lluvias estacionales que caen en lo profundo del este de África. No sólo escasearon las lluvias allí, sino que el río Nilo, que se desborda todos los años, aparentemente no se salió de su cauce durante varias temporadas, quizás en todo el transcurso de aquellos siete años. Sin la crecida de las aguas del Nilo muy poco podía cosecharse en Egipto.

Como resultado de la planificación de Yosef, Egipto se convierte en el granero del mundo durante los años de hambre. Yosef se aseguró de acumular en todo Egipto grandes cantidades de granos. Luego comenzaron los siete años de hambre y así es que ordenó abrir los depósitos y vender a los egipcios los alimentos. Toda la gente se dirigió a Yosef para obtener granos. Él estaba preparado. No sólo era el distribuidor de todos los granos a lo largo de Egipto, sino que era el que vendía detrás del mostrador para asegurarse de que todos tuvieran suficiente y para prevenir acaparamientos.

También en Canaán había una terrible hambruna, lo que motivó a Yaakov a enviar a sus hijos a Egipto para comprar provisiones, pero retuvo a su hijo menor Binyamín quien quedó en su casa por temor a que le ocurriera alguna desgracia.

Pues bien, considerando esta historia en el marco de la Historia Universal, no hay duda alguna que el hambre y la escasez han acompañado por siglos la evolución de la vida del hombre, múltiples capítulos de la historia de la humanidad así lo reflejan, largos períodos de hambruna generaron muerte y miseria. Esas largas jornadas de hambruna fueron manifestaciones intensas de la pobreza. Este tema, particularmente lo notamos en los relatos de la vida de nuestros padres de la fe que el libro de Bereshit (Génesis) nos brinda.

El mundo antiguo, que enmarcaba la vida de nuestros patriarcas, se caracterizaba por la práctica de la denominada agricultura de subsistencia. Este tipo de economía casi siempre se encontraba acompañado de la desnutrición crónica debido a distintas causas.

Miles de personas, en un momento dado, sentían que estaban sólo a un paso de morir de hambre. Causas naturales (sequías, langostas y plagas) originaban dichas hambrunas.

Las mismas se veían incrementadas por acciones humanas bélicas que causaban estados de sitio y la destrucción de campos por los ejércitos invasores, hasta agravar la escasez de alimentos por la el acaparamiento. En las Sagradas Escrituras encontramos muchos ejemplos de este contexto histórico. El profeta Joel, en su primer capítulo, narra la desolación producida por una plaga de langostas, mientras que el profeta Isaías, en su capítulo séptimo, registra la devastación de la economía de agricultura de Judá, por los invasores asirios.

Usualmente, las hambrunas en esta parte del mundo eran temporales y locales, pero se han documentado algunos casos extendidos y de larga duración. Se sabe que una sequía prolongada y de gran alcance, con sus hambrunas consecuentes intermitentes, centradas en Egipto, tuvieron lugar desde el siglo XXII hasta el siglo XX a.EC. Al menos así lo certifican los textos egipcios de este periodo de tiempo. Un ejemplo de esto está en las Advertencias  de Ipuwer, en las que se describe el caos social relacionado con la hambruna de Egipto, e indica que durante este tiempo la gente moría de sed y prevalecían condiciones semejantes a las de un desierto. Este periodo de frecuentes hambrunas corresponde a la era patriarcal.

La primera hambre de la que nos ha llegado registro histórico fue aquella que obligó a Abrám (más tarde Abrahán) a dejar Canaán y residir como forastero en Egipto. (Gén. 12:10.) En los días de Isaac sobrevino otra hambre, pero Yahvéh le mandó al hijo de Abrahán que no fuera a Egipto. (Gén. 26:1, 2.) El hambre de siete años que le sobrevino a Egipto cuando José era primer ministro y administrador del alimento se extendió muy lejos de las fronteras egipcias, porque “de toda la tierra [fueron] a Egipto a comprarle a José [alimento]”. (Gén. 41:54-57.).

Mientras que las inscripciones egipcias evitan escrupulosamente cualquier referencia a la estancia de Israel en Egipto, hay antiguos textos egipcios, como el citado más arriba, que mencionan períodos de hambre provocados por la crecida insuficiente del río Nilo. Un texto hace mención de un período de siete años de pequeñas crecidas del Nilo y el hambre que esta situación provocó. Según el relato, cuando pasó el hambre, se concedieron al sacerdocio ciertas porciones de la tierra. Aunque queda la duda en cuanto a si el documento no es “una falsificación sacerdotal posterior, con el propósito de basar en ella la reclamación de privilegios territoriales”, por lo menos vemos reflejada una tradición concerniente a un período de siete años de carestía. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 29.)

Antes de que Israel entrara en la Tierra Prometida, el Eterno les aseguró que tendrían abundancia de alimento si le seguían sirviendo fielmente (Dt 28:11, 12.). Sin embargo, la Torah dejaba bien revelado que la hambruna sería uno de los temibles resultados de la infidelidad (Dt 28:23, 38-42.). Un hambruna que se produjo en los días de los jueces hizo que Elimélec y su esposa Noemí se fueran a vivir a Moab como residentes forasteros (Rut 1:1, 2.). Leemos también que el Eterno trajo un hambre de tres años sobre la tierra de Israel en los días de David debido a la culpa por derramamiento de sangre que había contraído la casa de Saúl con relación a los gabaonitas (2Sa 21:1-6.). En respuesta a la oración de Elías, Israel padeció una sequía de tres años y medio que resultó en un hambre severa (Snt. 5:17; 1Re. 17.). Además de las hambres generales del tiempo de Eliseo, el sitio sirio de Samaria causó un hambre que dio lugar a un caso de canibalismo (2Re 4:38; 8:1; 6:24-29.).

Siglos más tarde Yeshúa (Jesús) predijo que la escasez de alimentos sería una de las características que señalarían la conclusión del “sistema de cosas” o sistema reptiliano (Mt 24:3, 7; cf. Rev 6:5, 6).

Años después, un profeta de las primeras comunidades mesiánicas llamado Agabo predijo una hambruna mundial (Hechos 11,28), la cual verdaderamente sucedió durante el reinado del emperador Claudio (44 al 48 d.E.C.). Es lo atestiguan fuentes extra bíblicas. Por ejemplo, Tácito, en los anales 12.43 menciona que las “cosechas escasas” durante ese periodo provocaron hambrunas en distintas regiones del imperio.