José

La Plenitud de los Gentiles y la Verdadera Misión de Yeshúa.

Por P.A. David Nesher

 

Cuando Yosef vio que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraim, esto le desagradó; y asió la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraim a la cabeza de Menashé. Mas su padre rehusó y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; él también llegará a ser un pueblo, y él también será grande. Sin embargo, su hermano menor será más grande que él, y su descendencia llegará a ser plenitud de naciones.

(Bereshit/Génesis 48:17 – 19 _ LBLA)

Comenzaré esta bitácora solicitando un favor: ten presente en todo momento que en las dimensiones celestes, el orden profético siempre tiene preferencia sobre el orden natural.

El hijo mayor de Yosef (José), llamado Menashéh (Manasés), llegó a convertirse en una tribu grande dentro de Israel. Su territorio inmenso se distribuyó a los dos lados del río Yardén (Jordán).

Cuando leemos los datos  del censo que registra el libro de Badmibar (Números cap. 1), notamos que Menashéh era la tribu más pequeña de la nación que recién salía de Mitzraim (Egipto). Pero, según Números capítulo 26 vers. 34, ocurrió un aumento milagroso del 64 % de su población durante los 38 años en el desierto. De este modo, vemos que fue la tribu que más creció durante ese tiempo de proceso divino en el desierto. Sabemos que luego, instalada en Canaán, también llegó a ser una tribu grande debido a la influencia del juez Guidón (Gedeón) que surgió de Menashé (cf. Jueces 7-8) para liberar al pueblo escogido de la opresión madianita.

Sin embargo, vemos que fue Efraim quien recibió una bendición superior a la de Menashéh. La profecía que Yaakov avinu liberó en su bendición, aseguró que Efraim sería mayor. Justamente de esta tribu salió Yehoshúa, el sucesor de Moshé. La tribu de Efraim fue puesta como la principal de la nación norteña, la casa de Israel, y cuando los profetas hablan de Efraim están incluidas todas las diez tribus del norte.

Efraim recibe como palabra profética la promesa de que llegaría a ser una plenitud de naciones, en hebreo se dice meló ha-goyim, y puede ser entendida de varias maneras. La palabra ha-goyim –הגוים – es plural definido de goy ­–גוי – cuyo significado principal es nación. Esta palabra se usa tanto para la nación de Israel como las otras naciones. En la forma plural normalmente significa las naciones gentiles en el sentido de los no israelitas. De esa manera el término en su forma singular goy ­–גוי – llegó a significar gentil, en el sentido no hebreo/israelita/judío.

Yehoshúa (Josué), el sucesor de Moshé, era descendiente de Efraim. Por eso mismo, el sabio intérprete Rashí, basándose en los midrashim, asegura que la expresión plenitud de naciones (hbre. meló ha-goyim) significa que la descendencia de Efraim llenará los pueblos, en el sentido de que la fama de Yehoshúa (Josué) produciría un impacto entre las naciones por haber detenido el sol en Guivón (Gabaón) y la luna en el valle de Ayalón, (cf. Josué 10:12).

No obstante, la expresión meló ha-goyim (–מלא הגוים –) va mucho más allá de la fama de Yehoshúa, puesto que el texto hebreo dice que la simiente de Efraim sería la llenura de las naciones, o plenitud de los gentiles. Esto significa en primer lugar que por el rechazo del Eterno de las diez tribus los gentiles serían llenados de estos descendientes de manera que ya no se podrán contar por su gran cantidad (Os. 1:10). Las diez tribus, con Efraim a la cabeza, están hoy en día mezcladas entre todas las naciones de la tierra y son gentiles.

Por eso, la manera más simple de entender el texto de Bereshit (Génesis) que estamos analizando es que Efraim se convertiría en mucha gente. Sin embargo, la elección de términos que hay en el hebreo nos da a entender que aquí no se trata sólo de que Efraim se convertiría en mucha gente, sino de algo proféticamente más profundo.

Necesitamos tener en cuenta que la palabra hebrea meló –מלא – no significa simplemente multitud, montón o cantidad, sino más bien llenura, o plenitud. Viene de la raíz malé –מלא – que significa llenar. La expresión que usa nuestro padre Yaakov se traduce literalmente como “su descendencia será llenura de las naciones (gentiles)” lo que parece indicar que se dispersarían entre los pueblos gentiles, lo cual no es una bendición de acuerdo a lo revelado por la Torah misma.

Por todo lo dicho, debemos entender que el texto hebreo invita a una consideración mayor de lo que se lee a simple vista. Literalmente dice “y su descendencia será plenitud de las naciones (gentiles)”. Hay un lugar más en las Escrituras donde aparece la misma expresión. Se trata de la epístola a los romanos, en la que el apóstol Pablo expresó:

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis sabios en vuestra propia opinión: que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y así, todo Israel será salvo; tal como está escrito: EL LIBERTADOR VENDRÁ DE TZIÓN; APARTARA LA IMPIEDAD DE YAAKOV.

(Romanos 11:25-26)

De este texto paulino podemos sacar varias conclusiones importantes:

  • Sólo una parte de Israel ha sido endurecida durante un tiempo limitado. No se trata de todo Israel ni para siempre.
  • Esto es un misterio, es decir, es parte del plan divino para la salvación del mundo que es difícil de entender.
  • La plenitud de los gentiles tiene que entrar en esa salvación que pertenece a Israel.
  • La salvación de todo Israel depende de la entrada de la plenitud de los gentiles.
  • Todo Israel incluye no solamente el pueblo judío, sino también la plenitud de los gentiles.
  • La impiedad será quitada de Yaakov, que son las doce tribus, no solamente los judíos que representan dos tribus de Israel, Yehudá y Binyamín y posiblemente Leví.

Este lineamiento perfecto de salvación del Eterno es uno de los misterios más maravillosos a los que un hijo primogénito de Dios puede acceder. Es tan profundo lo codificado en esta medida de fe, que es imposible explicarlo en un espacio como este. Intentaré trazarlo con pocas palabras, esperando en el Señor poder ser claro en la explicación, anhelando que Su Santo Espíritu lleve a cada lector a una mayor investigación de este asunto profético o escatológico.

En el capítulo 12 del primer libro de Reyes, se relata como el reino de Israel se dividió en dos naciones, posterior a la muerte del rey Salomón. Esto ocurrió por causa de una rebelión que se originó en el territorio de Efraim, en la ciudad de Shejem (Siquem), que fue entregado a Yosef (Génesis 48:22).

A partir de esta revuelta tribal, Efraim llegó a ser la tribu principal para el territorio que se conocería como «el Reino del Norte» o «Casa de Israel».  El primer rey de las diez tribus del norte fue Yeravam (Jeroboam), de la tribu de Efraim, (1 Reyes 11:26, 28). Desde ese día, y en adelante sólo hubo división entre las Dos Casas de Israel (1 Reyes 12:19; 2 Crónicas 10:19). Este desencuentro vino siempre controlado por la Providencia del Eterno (1 Reyes 12:24; 2 Crónicas 10:15). Este es uno de los misterios del proyecto divino de salvación para todo el mundo gentil.

El Reino del Norte se paganizó rápidamente con la introducción de una religión sincretista (1 Reyes 12:28-33). Por causa de esta abominación, los profetas Amós y Hoshea fueron enviados por Yahvéh al Reino del Norte para anunciar su pronta destrucción, sino no procedían a una teshuvá corporativa. El oráculo divino fue siempre bien claro: la Casa de Israel iba a ser enviada a las naciones y para mezclarse entre ellas. Así lo dejó documentado en su rollo profético el profeta Oseas:

“Efraim se mezcla con las naciones”
(Oseas 7:8a)

Esto ya había sido anunciado por Moshé en pleno proceso de entrenamiento, durante los treinta y ocho años en el desierto:

“A vosotros, sin embargo, os esparciré entre las naciones”
(Levítico 26:33)

Pero existe un hecho escatológico muy interesante en el mensaje del profeta Hoshea que permite entender mejor todo el movimiento profético que estamos protagonizando en estos días:

“Y el Eterno dijo a Hoshea: Ponle por nombre Yizreel, porque dentro de poco castigaré a la casa de Yehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin al reino de la casa de Israel. Y sucederá que en aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Yizreel.”
(Oseas 1:4-5 )

Este Yizreel aquí mencionado fue el primer hijo del profeta con su mujer, quien se había dedicado a ser lo que se conocía como «prostituta sagrada», involucrada en cultos sexuales en honor a Baal y Aserá.

Por eso, el matrimonio entre el profeta y esta mujer refleja el pacto entre la casa de Israel, es decir, las diez tribus del norte, y el Eterno. El primer hijo fue llamado Yizreel que significa “Dios sembrará”.  Así que los hijos de la casa de Efraim eran las semillas para la siembra que Yahvéh esparciría entre las naciones.  Teniendo en cuenta esto, podemos profundizar la interpretación de la parábola del Sembrador que Yeshúa dio a sus discípulos:

“He aquí, el sembrador salió a sembrar.”
(Mateo 13:3)

Esta siembra que nuestro Mesías describe dará un fruto en los últimos tiempos, tal cual Él mismo lo explica:

“…la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.”
(Mateo 13:39)

Con esta cosmovisión profética en nuestra mente, podemos volver al oráculo del profeta Hoshea, y enfocarnos en el siguiente mensaje:

“Ella concibió otra vez y dio a luz una hija.
Y el Señor le dijo: Ponle por nombre Lo-Rujamá (ninguna compasión), porque ya no me compadeceré de la casa de Israel, pues no los perdonaré jamás. Pero me compadeceré de la casa de Yehudá (el pueblo judío) y los salvaré por el Eterno su Dios; y no los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni jinetes.Después de haber destetado a Lo-Rujamá, ella concibió y dio a luz un hijo. Y el Señor dijo:
Ponle por nombre Lo-Amí, porque vosotros no sois mi pueblo y yo no soy vuestro Dios. Y el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y sucederá que en el lugar donde se les dice: No sois mi pueblo, se les dirá: Sois hijos del Dios viviente.
Y los hijos de Yehudá y los hijos de Israel se reunirán, y nombrarán para sí un solo jefe, y subirán de la tierra, porque grande será el día de Yizreel.”
(Oseas 1:6-11)

El profeta dibuja en su oráculo el desarrollo escatológico del Proyecto del Eterno para la Casa de Israel con unos pocos brochazos, que podemos describir así:

  • Primero, la casa de Israel será rechazada.
  • Segundo, se convertirá en una cantidad tan grande que no se puede contar, como la arena del mar, lo cual indica que están dentro de las naciones del mundo.
  • Tercero, se habla de una restauración de la identidad israelita en el mismo lugar donde fueron rechazados, en la tierra de Israel. Esto será el resultado de una unificación entre los hijos de Yehudá, los judíos, que nunca perdieron su identidad, y los hijos de Israel que hayan dejado su identidad gentil en los últimos tiempos. Juntos reconocerán a Yeshúa como el Mesías.
  • Por último, dice que subirán de la tierra lo cual es una alusión al arrebatamiento de todos los que son del Mesías. Como el día de Yizreel, el día de la siembra de Dios, era grande, los hijos de Israel están entre todas las naciones gentiles, y desde allí serán arrebatados para encontrarse con el Mesías cuando vuelva a la tierra.

En su oráculo el profeta también describe con líneas llenas de romanticismo el proceso mesiánico que la Casa de Israel viviría desde la deportación a Asiria hasta el regreso a la Tierra Prometida bajo el Mesías, según está escrito:

Por tanto, he aquí, la seduciré, la llevaré al desierto ( es decir, a las naciones gentiles), y le hablaré al corazón.
Le daré sus viñas desde allí, y el valle de Ajor por puerta de esperanza. Y allí cantará como en los días de su juventud, como en el día en que subió de la tierra de Egipto. 
Sucederá en aquel día–declara el Eterno– que me llamarás Ishí y no me llamarás más Baalí. Porque quitaré de su boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por sus nombres.
En aquel día haré también un pacto por ellos con las bestias del campo, con las aves del cielo y con los reptiles de la tierra; quitaré de la tierra el arco, la espada y la guerra, y haré que ellos duerman seguros.
Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en misericordia y en compasión; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Eterno.  
Y sucederá que en aquel día yo responderé–declara el Eterno–, responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra, y la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite, y ellos responderán a Yizreel.
La sembraré para mí en la tierra, y tendré compasión de la que no recibió compasión, y diré al que no era mi pueblo: Tú eres mi pueblo, y él dirá: Tú eres mi Dios.
(Oseas 2:14-23)

Ahora bien, convengamos que para que todo este proceso sea una bendición, tiene que existir un proyecto divino con lineamientos perfectos que permitan la restauración de la simiente de estas diez tribus que ha sido sembrada entre las naciones gentiles. Todos entendemos bien que cuando hay una siembra, los granos mueren para luego dar fruto abundante. Ese es el Proyecto Emanuel con el que el Eterno tiene pensado dar salvación aún a los gentiles. Una semilla plantada esta escondida en el suelo con el propósito de salir para traer mucho fruto. El profeta Amós aseguró que Yahvéh zarandeará estas tribus entre todas las naciones, y aun así Él no perderá ningún grano en la tierra (Amós 9:9). ¡“José” algún día será reunido con Judá! (Ezeq. 37:15 y ss.)

Entonces, Efraim fue sembrado entre todas las naciones con el fin de producir un fruto para el Reino de los Cielos. Por lo tanto, los gentiles que van entrando en el reino representan algo de la vuelta de Efraim a casa. Para expresarlo de otra manera, cuando un gentil nace de nuevo y recibe la salvación, es injertado en Israel y de esa manera se cumple en parte las profecías que hablan de la vuelta de Efraim a su casa para ser llamado pueblo de nuevo (Os. 1:10; 2:1, 23; Rom. 9:24-26). El apóstol Pablo utiliza exactamente la misma expresión meló hagoyim en su epístola a los discípulos de Roma  (Romanos 11:25) que nuestro padre Yaakov en utilizó al bendecir al segundo hijo de Yosef (Génesis 48:19).

Sin embargo, todos los profetas hablan de algo aún más grande todavía. El oráculo completo asegura que será el Mesías quien tendrá como prioridad la misión de restaurar las doce tribus de Israel (Isa 49:6). Entiéndase bien, el Mesías fue enviado a las ovejas perdidas de la Casa de Israel (Mateo 15: 24) que se encuentran diseminados entre las naciones gentiles. Esto tira a tierra todo dogma que habla que el Mesías murió por todo el mundo. Evidentemente muchos cristianos, que incluso aseguran ser nacidos de nuevo, no han entendido la Misión de Yeshúa del mismo modo que sus primeros seguidores. Por lo tanto, debemos aceptar que entre todos los gentiles (el mundo) hay innumerables descendientes de Efraim que serán restaurados por completo dentro del pacto renovado de Yeshúa y todo lo que este implica, para luego ser unidos con el pueblo judío como un solo palo (Ezequiel 37:15-28).

El Eterno aseguró por su profeta:

«…hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid; El que espació a Israel, lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.»
(Jeremías 31:10)

Este es el contexto escritural que permite entender a  Yeshúa cuando se identifica así mismo como el «Buen Pastor» (Juan 10:11, 14). Con esta cosmovisión profética logramos entonces comprender cuando Él dijo que tenía otras ovejas que «no eran de este redil» (Judá). Yeshúa se estaba haciendo cargo de ser el cumplimiento de la profecía de Jeremías y Ezequiel que anunciaron que llegaría un pastor para ambos reino, Judá e Israel (34:23). Por esto, tenemos que leer los libros del Pacto Renovado (mal llamado «Nuevo Testamento») a la luz de estas promesas escatológico-proféticas de recoger a Efraim. De no hacer esta re-lectura, perderemos una porción maravillosa de nuestra herencia en el Mundo Venidero, porqué Yeshúa vino a recoger las tribus de Israel esparcidas por las naciones en innumerables descendientes.

Ahora bien, no debemos confundir, ni mezclar, la entrada de los gentiles con la restauración de las diez tribus norteñas. Los gentiles que reciben la salvación no son la restauración de Efraim, ni son todos Efraim en su restauración total. La restauración de Efraim implicará la total vuelta al pacto de Avraham y el pacto de Sinaí junto con la renovación del pacto por la sangre del Mesías Yeshúa (Jer. 31:31, 33). Dicho en otras palabras, para que haya una restauración total, los restaurados efraimitas de entre las naciones tendrán que hacerse hebreos, en el sentido jurídico de la palabra. Por eso, esto no es para todos los gentiles que hoy aseguran haber nacido de nuevo.

En la profecía de Ezequiel del cap. 37 verso 19 se puede entender el texto hebreo de manera que Yahvéh dará al palo de Yehudá el papel de estar sobre el palo de Efraim y así se unirán los dos palos. El trabajo del Mesías Yeshúa es unir los dos pueblos. Entonces, un movimiento que los separe no puede jamás venir de Él. Y, como venimos dándonos cuenta, será la persona proveniente de la gentilidad la que tendrá que adaptar su estilo de vida con la mentalidad hebrea de la Torah, para así estar unido al judío. Nunca puede pretenderse que sea  al revés.

Clamemos día y noche para que  el Eterno cumpla su Proyecto de Salvación con todas las naciones y que podamos ver la restauración de las doce tribus de Israel pronto y en nuestros días. ¡Amén!

El Poderoso Valor del Dominio Propio… ¿Para qué Sirve?

Por P.A. David Nesher

 

Sin embargo, José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego regresó a donde estaban y ordenó que tomaran preso a Simeón, y que lo encadenaran.

(Bereshit/Génesis 42: 24)

Al leer este relato de elevación de conciencia, notamos que en él se destaca que Yosef tenía que dominar sus emociones y suprimir sus propios deseos para poder estar delante de sus hermanos y hablarles duramente. Esto no le era fácil, pero a la misma vez no le era imposible. Él había estado estudiando durante trece años en la escuela del sufrimiento. Yosef había desarrollado una de las características más importantes de un tzadik (justo): el dominio propio.

Según las Sagradas Escrituras, el dominio propio es una de las características del carácter del Mesías, y aquellos que en Él creen deben procurar a diario ejercer esta característica de la Unción.

Sabemos que el primer ser humano fue creado a la imagen divina diseñada en Mashiaj, y por eso, el dominio propio es un matiz primordial en el fruto del espíritu humano que anhela una ascensión de conciencia cotidiana (Gálatas 5:23).

Las Sagradas Escrituras revelan que después de la caída en pecado, el ser humano se destaca en su vida cotidiana en la falta de dominio propio. Por eso, cuando el Eterno trata con una persona para restaurarla y volver a hacerla conforme a la imagen del Mesías, también trabaja con esta área de su carácter. Así lo hizo con Yosef en aquellos 13 años, antes de ser visir de Egipto.

Por todo esto mi querido (querida) lector (lectora) si quieres alcanzar el carácter mesiánico que ofrece el Mesías, debes tener el rasgo que implica el dominio propio. Ten presente siempre que conquistarte y gobernarte a ti mismo es más valioso que conquistar una ciudad, y/o gobernar una nación. Cuando lo logres serás una persona satisfecha, más equilibrada y sana. Si no te dominas a ti mismo cualquier cosa te dominará.

¿Qué es el Dominio Propio?

De acuerdo a las Sagradas Escrituras es la capacidad que permite controlarnos a nosotros mismos, sujetando nuestras emociones a la Sabiduría divina. Esto es dado por el Creador al ser humano a través de la Unción del Espíritu Santo que le permite así negarse al pecado y todo aquello que desagrada a Dios.

El dominio propio está dispuesto a suprimir las pasiones temporales para obtener un placer mayor a largo plazo.

El dominio propio sabe decir no cuando el pecado le es presentado envuelto en un paquete muy hermoso.

El dominio propio no hace lo que no se puede hacer sin permiso y autorización o sin tener cierta edad o sin haber cumplido los requisitos para ello.

El dominio propio sabe esperar y ser fiel hasta llegar a metas largas y difíciles.

El dominio propio no da rienda suelta a las emociones en el momento de presión.

El dominio propio no elimina las emociones fuertes, pero sí las domina y sólo las deja salir cuando es el momento apropiado y de propósito para ello.

El dominio propio sabe callar cuando tiene ganas de hablar.

El dominio propio no revela secretos de otros.

El dominio propio no compra un producto cuando no lo necesita.

El dominio propio gusta de la compra con crédito.

El dominio propio usa el dinero para las cosas importantes y no lo malgasta en placeres.

El dominio propio no gasta lo que no tiene.

El dominio propio no compra nueva ropa cuando aún puede usar la que tiene en buen estado.

El dominio propio no come comidas deliciosas que no nutren, ni contribuyen a la salud.

El dominio propio no come comidas prohibidas por la Torah.

El dominio propio sabe decir no a un plato de lentejas cuando tiene mucha hambre porque su precio es demasiado alto.

El dominio propio siempre mira al Invisible para saber qué debe hacer en cada momento en lugar de actuar precipitadamente.

El hijo primogénito de Dios que tiene dominio propio puede gozar fácilmente de tener lo que quieren justo en sus manos.

El dominio propio no nace de la noche a la mañana. El mismo dependerá del amor, el temor y la vida de consagración que tengas con el Eterno.

El dominio propio va más allá de nuestra voluntad es un fruto que surge de la vida de Yeshúa en nosotros.

Así pues, una persona con dominio propio o templanza reaccionará siempre de manera equilibrada a sus propias decisiones y deleites ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos. Esta actitud de carácter refleja la educación y completo dominio de la voluntad humana, y permite poner límites a los deseos generalmente vinculados al hedonismo individualista.

A esta altura de esta meditación, me veo obligado a dejar bien en claor que la templanza o dominio propio sólo surge cuando el carácter de Mesías está siendo formado en el interior de una persona. Es decir, cuando la energía de la kedusháh (santidad) divina empieza a ser una prioridad en la mente y el corazón de esa alma ungida. Es decir, cuando dicha alma se está entrenando en la producción del fruto del Espíritu para Santificar el Nombre de Dios.

Ante esto, te animo hoy a que comiences a vivir la Instrucción divina tal como está escrita, y goza así de los beneficios que esta contiene. Deja que el Eterno cambie tu carácter como creyente, enseñándote a ejercer el control de las emociones, tener firmeza en la toma de decisiones, lograr calidad total de todas tus actitudes, y empoderar tu manera de hablar en la capacidad de hacer milagros con todo lo que declares.

Justamente las promesas que el Eterno te ha dado en forma de sueños y anhelos, no se cumplirán solas y de manera automática. Abba nuestro en su Palabra nos dejó lo que tenemos que hacer:

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia;«
(2 Pedro 1:3-6)

¡Ruego que el Eterno nos ayude a profundizar nuestra relación personal con Él para que se produzca el fruto de Su Espíritu en nosotros, para Su gloria!

LA BENDICIÓN TRIPARTITA DE JOSÉ

«…por el Dios de tu padre que te ayuda, y por el Todopoderoso que te
bendice con bendiciones de los cielos de arriba, bendiciones del abismo que
está abajo, bendiciones de los pechos y del seno materno.”
(Génesis 49:25)
Hoy, mientras meditaba en las Sagradas Escrituras con el fin de alimentar mi espíritu de oración en las pautas de la bendición de José (hebreo Yosef), hijo de Jacob (Israel), me encontré con estas maravillosas líneas que testifican las palabras de bendición que el patriarca diera a su hijo. Repentinamente una intensa expectativa de fe llenó mi alma impulsándome a conocer los códigos revelados en esta bendición tripartita. Después de un fuerte tiempo de quebrantamiento delante de nuestro Abba Kadosh, decidí compartirles las cosas que Su Espíritu implantó en mi mente y corazón.
 I. José: representante de los primogénitos mesiánicos (Hb. 12:23).
 Recordemos que José obtuvo la primogenitura de Israel porque Rubén, el primogénito de la primera esposa de Jacob (Lea), perdió ese privilegio a causa de su transgresión (1 Cr. 5:1–2). José, siendo el primogénito de la segunda esposa de Jacob (Raquel), y debido a su dignidad, era quien tenía derecho a recibir la bendición. José también recibió una bendición de su padre poco antes de que éste muriera (Gn. 49:22–26).
 Si observamos con atención, y abrimos bien nuestro entendimiento, se nos revelará que en el versículo citado Israel está bendiciendo y profetizando sobre su hijo José, y lo hace (y en él a su descendencia) con tres tipos de bendiciones:
  1. De los cielos de arriba.
  2. Del abismo que está abajo.
  3. De los pechos y la matriz
1. Las Bendiciones del Cielo.
Las Sagradas Escrituras llaman bendiciones del cielo al rocío y la lluvia. Tanto el rocío como la lluvia son símbolos de las bendiciones del Eterno Dios (Os. 14:5), y su ausencia se consideraba una pérdida (2 Sm. 1:21). Esto era considerado así, ya que estos dos fenómenos naturales son los que hacen que se fertilicen los suelos y sean muy fructuosos, permitiendo la germinación y crecimiento exitoso de toda semilla sembrada.
Israel (Jacob) le desea una bendición muy grande a José, su hijo, expresándole en estas pocas palabras que todo lo que había sembrado daría frutos abundantes. Él sabia, por su fe vivencial, que solo el Eterno Dios Todopoderoso podía bendecir de esa forma, y estaba convencido que su hijo sería blanco de esta experiencia celestial en cada área de su vida.
Aplicando este concepto hebreo a nuestras vidas, comprendemos que las bendiciones del cielo son todas aquellas que nosotros no podemos hacer, pero sí podemos provocar por medio de nuestra siembra de fe. Entendemos así, que nosotros podemos sembrar una semilla, pero quien la hace germinar y crecer es Yahvéh, nuestro Dios.
En el pensamiento hebreo el tener abundantes cosechas y tener los graneros llenos solo pueden venir del Eterno Dios Todopoderoso. Esta manifestación es la única señal de tener la Verdad Divina respaldando nuestra realidad cotidiana. Todo lo demás, es solamente palabrería religiosa.
2. Bendiciones del abismo que está abajo.
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.”
(Mateo 13:44)
Nuestro padre Israel también profetiza sobre su hijo José las bendiciones del abismo que está abajo. Esta bendición seguramente es la que más llama nuestra atención ya que entendemos que en las Escrituras el abismo está relacionado con las profundidades controladas por las tinieblas.
En la Torah la palabra “tehom” es generalmente traducida como “el abismo”, y se piensa en ella meramente como otro término poético para el mar de las profundidades de la Tierra.
La primera vez que aparece esta expresión hebrea la encontramos en el primer capítulo del libro de Bereshit (Génesis):
«Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo»
(Génesis 1:2 _ Biblia de las Américas)
Todo era tohu va-bohu, amorfo y vacío, y lo único que existía era el caos primigenio. Ese caos es descrito por la palabra tehom, que suele traducirse por «abismo» (griego, abyssos; latín, abyssus), la idea es que este tiene forma líquida, por lo que se ha interpretado como las profundidades terrestres con sus depósitos de aguas subterráneas y también, de modo más general, como el océano primordial a partir del cual se creó el mundo. En realidad tiene asociaciones mucho más siniestras. Está etimológicamente relacionada con Tiamat, el nombre de un gigantesco monstruo marino del mito acádico-babilónico, identificado en el hebreo con Leviatán o Rahab, la serpiente tortuosa o serpiente antigua (Ap. 12: 9).
Ante esto, entendemos que cuando nuestro padre Israel está profetizando y le deseo a José las bendiciones del abismo, él sabia bien de que lo que se trataba.  El patriarca quería que el Eterno Dios bendijera a José, y su descendencia, con todo lo que sale de las profundidades del mar, los ríos subterráneos, y las minas de la Tierra. Él le auguraba riquezas provenientes de todos los minerales enterrados, poseedores de gran valor. Está soltando la bendición que da derecho a obtener y poseer todo lo que el Eterno Dios creó y los dejó escondidos en lugares profundos (oro, plata, bronce, cobre, petróleos, piedras preciosas, etc.).
Basado en esta idea patriarcal nuestro amado Mesías comparó al Reino de los Cielos como un tesoro escondido en un campo el cual fue hallado, Jesús dice que el tesoro en este caso es una bendición encontrada en el campo y fue hallado por un hombre.
A diferencia de las bendiciones del cielo que se originan como respuesta a una acción sembrada por un justo, las bendiciones del abismo que está abajo son reveladas por el Eterno a aquel redimido que las busca mediante oración y consejo escritural. Son bendiciones que Yahvéh dirá dónde están, ya que sólo pueden ser halladas.
«…y te entregaré los tesoros de las tinieblas».
(Isaías 45:3)
 
 
3. Las bendiciones de los pechos y del seno materno.
 
“Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas”.
(Deuteronomio 28:4)

Según el sabio intérprete Rashí, la palabra que ha sido traducida como “pechos”, shadayim, debe traducirse en verdad como “lanzamientos” en referencia a la emisión del semen apto para concebir. El Targum (versión aramea de la Torah) tradujo: “bendiciones de padre y de madre”. Es decir, que estas son las bendiciones relativas a las generaciones.  José sabía que esta expresión significaba augurios celestiales de fecundidad tanto en hombres como en rebaños.

En la visión profética del patriarca Israel estaba la certeza de que las generaciones de José se destacarían por la multiplicación y la tendencia constante a la expansión. Y es que en la mentalidad hebrea estaba la conciencia de que la bendición puede ser transmitida de generación en generación hasta millares de ellas (Éxodo 20:6).

En los días de José era una tremenda bendición multiplicarse a través de la simiente de sus antepasados para aumentar la familia del Eterno. Cuando una mujer daba a luz más israelitas, se consideraba como una señal de fructificación que la Justicia del Eterno otorgaba.

Estas pautas revelan que, en el Mesías, accedemos a la herencia de estos lineamientos proféticos que en los lugares celestiales el Eterno ha otorgado a los que estamos en Cristo Jesús, nuestro Dueño.
A los descendientes de José se les prometieron estas bendiciones. Hoy, entendemos que son las bendiciones vastas y eternas que vienen sobre la simiente espiritual de Abrahan a través del Mesías Yeshúa (Efesios 1:3). Jacob bendijo a todos sus hijos, pero especialmente a José, “quien fue separado de sus hermanos”. No sólo se separó en Egipto, sino por poseer una dignidad eminente y por ser más devoto hacia el Eterno Dios.
II. ¿Por qué José tuvo el privilegio de recibir una Bendición Tripartita?

La bendición que recibió Yosef de parte de Yaakov consta de 61 palabras en el texto hebreo. Este detalle la convierte en la bendición más grande e importante, pues la bendición de Yehudá contiene 55 palabras. Cuando vamos al quinto rollo de la Torah (Devarim) notamos que en la bendición que dio Moshé a las doce tribus la de Yosef también es la mayor de todas (cf. Deu. 33).

¿Por qué esto? Pues bien, existen dos razones:

Primero, porque sufrió más que todos.

Segundo, porque se había consagrado más que sus hermanos. La palabra hebrea que ha sido traducida como “consagrado” es nazir (– נזיר –) cuya raíz nazar (– נזר –) significa distanciar,  o abstener. Es la misma palabra que se usa para el voto de nazareato descripto en Números 6.

La enseñanza aquí es clara. Aquel que por la justicia es afligido, y se aparta del pecado, la impureza y lo mundano recibirá la mayor bendición en esta vida y en la resurrección.

Amados discípulos del Monte Santo, he discernido que estamos ingresando en una temporada en la que se manifestará la plenitud de las bendiciones de Yahvéh, nuestro Dios, mientras abandonamos los dolores de las elecciones pobres que hicimos en el pasado. Sé que experimentaremos el refrigerio de las bendiciones de José fluyendo en nuestras vidas. Estas se manifestarán, luego que el Espíritu de Yahvéh nos renueve y restauren nuestras relaciones interpersonales, y nos vuelva a conducir a una profunda intimidad personal con nuestro Padre. De hecho, en este día, he discernido que la plenitud de la bendición tripartita de José ya está fluyendo. Lo que dijo Jacob acerca de él es tanto historia como profecía. ¡Hoy, nuestras vidas están vibrando frente a este maravilloso umbral de tres niveles celestiales! ¡Que el Eterno nos dé fuerzas para estar gozosos en las aflicciones de este mundo por causa de la justicia y la verdad, sabiendo que producen un buen resultado con bendición tripartita!
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