profecía

Jacob y el “Fin de los Tiempos”

Por P.A. David Nesher

Vayikra Ya’akov el-banav vayomer he’asefu ve’agidah lajem et asher-yikra etjem be’ajarit hayamim.

«Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Reuníos, y os anunciaré lo que os acontecerá en los días postreros.»
(Bereshit/Génesis 49:1) 

En la aliyáh (ascensión) de hoy estudiaremos un capítulo muy interesante, porque la acción transcurre junto al lecho de muerte del anciano Yaakov, nuestro padre (avinu). Como recordarán, en el capítulo anterior lo vimos ya postrado por la enfermedad y consideramos el momento en que cobró fuerzas, se sentó en la cama y bendijo a los dos hijos mayores de José (Yoséf).

El exégeta Abarbanel, refiriéndote al contexto de todo este relato, comenta lo siguiente:
Después de concluir con la bendición a los hijos de Yosef, en un ambiente de cercanía e intimidad, llama al resto de sus hijos y les bendice también, para no fomentar en ellos, celos o envidias..

Así y en este tramo de nuestra peregrinación de fe por las aliyot (ascensiones) de la parasháh Vayejí,  llegamos a una expresión importante. Encontramos que hay ciertas expresiones que las Sagradas Escrituras usan una y otra vez. Una de esas expresiones es «los últimos días«. 

La expresión hebrea ajarit-hayamim, en verdad debe traducirse literalmente como «al final de los días«. Esta frase merece ser explicada en su debido contexto, ya que cuando aparece en los libros proféticos hace referencia a Lemot HaMashíaj (traducido como “los días del Mesías”). Por ejemplo, en el rollo de Yeshayah (Isaías) cap. 2 vers. 2 y en el profeta Yejezkel (Ezequiel) cap. 38 vers. 16. Por eso, el Rambán interpreta que este pasuk (versículo 1)  relata a Yaakov haciendo referencia a la llegada de Mashiaj. El sabio Onkelos en el Targurn traduce ajarit-hayamim como “en el final de los días”.

Por causa de este matiz profético debemos entender que Yaakov dará mucho más que una bendición patriarcal estándar. Más bien, será una profecía que prefigurará el desarrollo de las doce tribus de Israel y los ambientes en los que vivirán cuando se instalen en la tierra de Canaán. Desde esta bendición Moshé continuará trazando la historia profética de Israel al enumerar el futuro de las doce tribus en el capítulo 33 del Sefer Devarim (Libro de Deuteronomio).

Nos encontramos aquí con la primera profecía conscientemente hablada por el hombre en las Sagradas Escrituras. Había muchas profecías anunciadas por el Eterno como es el caso del Proto-Evangelio (donde está anunciada la promesa del triunfo de la simiente de la mujer en Génesis 3:15), y otras profecías veladas por los hombres, pero esta es la primera profecía proveniente de boca humana conocida en la Tanak.

Yaakov avinu entonces está hablando de los últimos días de la nación de Israel y de lo que sucederá a sus doce hijos y a las doce tribus que vendrán de ellos, hasta que se manifieste el Mesías (o el Cristo), el propósito eterno de Dios para los hombres.

El sabio intérprete Rabí Itshak Arama entiende que, el propósito de Yaakov avinu al pronunciar las palabras de esta bendición fue el de hablarles del «fin de los tiempos», interpretado en la cosmovisión hebrea como «el fin de todos los exilios«. Por eso, las tradiciones interpretativas judías dicen que Yaakov estaba a punto de bendecir a sus hijos dispuesto a decirles en detalles el “gran secreto sobre el fin del tiempo”. Pero en ese momento, la gloria de Dios (la Shekináh), la Profecía de lo Alto (Apoc. 19:10), lo visitó y se fue rápido de él porque no era adecuado hacerlo en ese instante. 

La Shekinah se apartó de Yaakov porque él quería revelar a sus hijos cómo y cuándo llegaría el Mashiaj, otorgándole minuciosamente los detalles de su venida. Él poseía todo el conocimiento del gran misterio de los siglos, pero no estaba en la Intención de Yahvéh darlas a conocer aún, por lo tanto Yaakov no podía decirle a sus hijos nada detallado. Con ansias, los hijos esperaban tal revelación, pero en un inesperado giro, Yaakov calla estos asuntos y les empieza a recitar bendiciones con una escatología encriptada. Sin embargo, en las pautas del libro «Birkat Yaakov» («Bendiciones de Yaakov«), se encontrarán mensajes proféticos que habrán de revelar el futuro de cada tribu, algunas serán cumplidas hasta el momento de la aparición del Mashiaj.

El sabio Rashí interpreta, basado en el Talmud, que Yaakov quiso revelarles el final de los tiempos, pero en ese momento el Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) se retiró de él, y comenzó a decir otras cosas.

Leyendo la Midrash [Etz Yosef] encontré la siguiente enseñanza:

Yaakov quiso revelar a sus hijos el momento de la llegada del Mesías. Supo que se mantendrían fieles a HaShem aun cuando supieran que el tiempo de la redención fuera lejano. Sin embargo, el Todopoderoso decidió que la fecha de la redención debía mantenerse en secreto de los hijos de Yaakov a causa de las generaciones futuras que no serían tan grandiosas como los hijos de Yaakov. Las generaciones futuras desesperarían en el exilio si supieran que el momento destinado estuviera tan lejano.”

Muchos hablan del hecho de que ciertas profecías concernientes a la nación de Israel se han cumplido, eso es verdad. Pero podemos reducir aún más, dividiendo a Israel en doce partes y reconociendo que el Eterno ha tenido algo que decir acerca de cada hijo y tribu. No sólo se han cumplido Sus profecías acerca de la nación, sino que también se han cumplido las profecías concernientes a cada tribu. Eso es lo que lo hace más sorprendente.

Lo cierto de todo esto es que la bendición de Yaakov no consistía en desear buenas cosas para los hijos. De aquí aprendemos que la bendición, según la cosmovisión hebrea, no está basada en pronunciar “buenos deseos”, sino en hacer una apreciación profética. Para ello, el padre que bendice se fundamenta en la apreciación del carácter de cada hijo, según lo discierne con sus ojos espirituales.

En otras palabras, en la cosmovisión celestial la “bendición paterna” son palabras proféticas que reflejan lo que el padre ha aprendido a convivir supervisando con ojos espirituales a sus hijos, y visualizando así qué clase de generaciones crearán ellos desde sus lomos.

Por eso, lo curioso de la bendición final de Yaakov es que sus palabras no sólo iban dirigidas a sus hijos, sino que estaban proyectadas también a su descendencia después de ellos hasta el final de la Historia de la Salvación.

En el capítulo que tenemos ante nosotros veremos las profecías de lo que sucederá en cada tribu en los últimos días. Mientras que algunas de ellas ya se han cumplido, la mayoría de ellas esperan un cumplimiento escatológico final. Pero como el desarrollo de estas bendiciones demanda un buen espacio, los invito a ir a la siguiente bitácora.

Betzalel: Bajo la Sombra de lo Profético

“Habló Yahvéh a Moisés, diciendo:
Mira, yo he llamado a Betzaleel… y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, inteligencia, ciencia y todo arte, para inventar diseños y trabajar en oro, plata y bronce… y he puesto con él a Aholiab, para que hagan todo lo que te he mandado… 
Entonces Moisés dijo a los hijos de Israel:
«Mirad, el Señor ha nombrado a Betzaleel hijo de Uri hijo de Hur, de la tribu de Judá.
Y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, en la talla de piedras de engaste y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa. Ha puesto en su corazón el don de enseñar, tanto a él como a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan, y los ha llenado de habilidades para que hagan toda obra de arte y de invención, de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor e inventen todo diseño.”

(Éxodo  31:1-6; 35:30-35)

 

Un personaje destacado que aparece en la parashá de esta semana (Pekudei) es Betzalel hijo de Uri, hijo de Jur. Según el Talmud (Sanhedrín13 b), Betzalel sólo tenía 13 años cuando construyó el tabernáculo. ¿De dónde sacó tanta sabiduría?

Yahvéh, nuestro Dios y Abba, dio inteligencia a Betzalel, capacitándolo para investigar materiales en su esencia simbólica, y estudiar sus beneficios proféticos para realizar las obras ordenadas del Mishkán, el templo itinerante de la fe. Betzalel recibió así de lo alto la habilidad para usar piedras, metales, tintas, tejidos y maderas para tan importante trabajo, para “crear invenciones”, como lo dice en el versículo bíblico.

Por ese motivo, Betzalel, puede ser considerado un maestro en varias especialidades: diseñador, científico, arquitecto, ingeniero, artesano, orfebre y decorador. Y otra función muy importante: la del profesor, pues el Señor le encargó, así como a su Aoliabe, enseñar el conocimiento adquirido de ahí en adelante.

Destacando dos de las funciones más importantes citadas, Betzalel es uno de los primeros arquitectos e ingenieros registrados en la historia. Obviamente, ya existían esos profesionales en otras culturas, aunque no se los conociera con esos nombres -pirámides erguidas en Egipto y otras construcciones no habrían sido erguidas sin ellos y sus proyectos.

Estos dos varones fueron grandes profetas para el pueblo de Israel mientras peregrinaba la pedagogía del Eterno en el desierto. Bajo la dirección de Moisés, quien tuvo una clara imagen del Reino Celestial y escuchó las descripciones detalladas del diseño que el Eterno deseaba para el Mishkán (Tabernáculo) representación física del Proyecto Emanuel. Estos artistas recibieron de Moisés la visión y el diseño, pero en verdad, ellos fueron los responsables de traer ese diseño espiritual al plano terrenal. Ellos dependían del Espíritu Santo para hacer evidente y visible la experiencia de Moisés para el resto de Israel y las naciones de la Tierra.

Según el Talmud (Berajoth 55 a), Betzalel hijo de Uri, hijo de Jur era nada más y nada menos que un experto en guematría, un sistema alfanumérico de código/cifra que asigna valor numérico a una palabra / nombre / frase en la certeza de que las palabras o frases con valores numéricos idénticos llevan alguna relación entre sí o tienen alguna relación con el número mismo. En pocas palabras, la guematría es el cálculo de la equivalencia numérica de las letras, palabras o frases hebreas, y sobre esta base lograr un aumento de la comprensión de la interrelación entre los diferentes conceptos y explorar la relación entre palabras e ideas. En la cosmovisión hebrea se asume que de momento que el mundo fue creado a través del «habla» de Yahvéh Elohim, cada letra representa una fuerza creativa diferente.

Betzalel conocía la sabiduría de unir las letras con la que se creó los Cielos y la Tierra. Debido a esta sabiduría, él construyó el Mishkán (Tabernáculo) y él fue elegido entre todo el pueblo de Israel. Y así como fue elegido en lo alto, el Creador quiso que fuese elegido abajo. En lo alto está escrito que el Creador dijo a Moisés, “Mira que he designado a Betzalel”, y abajo está escrito que Moisés dijo a Israel, “Miren, el Señor ha designado a Betzalel”. Su nombre fue designado por el superior, Betzalel, que deriva de dos palabras: Betzel El; por lo que su nombre significa «a la sombra de Dios«. Es decir, que este varón es un justo, que se sienta a la sombra de Dios. Es decir, que practicaba, con su corta edad, una comunión con ese Dios que ilumina en lo alto con el objetivo de, a través de un justo, iluminar abajo con los diseños de Su Malkut (Reino).

Ese significado del nombre Betzalel, ha orientado a los comentaristas ha descubrir diversas guematrías muy interesantes. En primer lugar la del nombre mismo Betzalel que es 153, porque es el número secreto de Tov (טוב), “bien”. De ello se deduce que Betzalel (בצלאל) representa al bien llevado a su máxima expresión.
ב = 2
צ = 90
ל = 30
א = 1
ל = 30
Total: 153

El siguiente secreto se encuentra en la guematría de la expresión: “Betzalel, hijo de Uri, hijo de Jur”. “Ben Uri”, significa el hijo de la primera luz que el Creador creó en la obra de la creación. “El hijo de Jur”, quiere decir el hijo de Jerut (libertad) de todo. Este es Betzalel, a quien por medio de este nombramiento divino, se le designó el bastón de Judá, para comprender los fundamentos mesiánicos del Reino Celestial, y así exponerlos físicamente a través de la estructura del Mishkán.

Cuando calculamos la guematria de Betzalel ben Uri, ben Jur (בצלאל בן-אורי בן-חור) vemos que es 688:
בצלאל = 153
בן-אורי = 269
בן-חור = 266
————-
Total: 688

בסוד = 72
התורה = 616
————–
Total: 688

Se trata de la misma guematría que la de la expresión BeSod Torah (בסוד התורה), “en el Secreto de la Torah”. ¿De qué secreto nos están hablando? Sin duda de la ciencia de la guematría, ya que según el Talmud, Berajoth (55 a) «Betsalel sabía cómo combinar las letras con las que fueron creados los Cielos y la Tierra», pero de algo más: de sus profecías mesiánicas ocultas.

Por otra parte, el sabio Baal haTurim nos explica que el nombre de Betzalel aparece en tres ocasiones en la Torah, en Éxodo (31:1), Éxodo (35: 30) y Éxodo (38: 22), concretamente al principio de esta parashá. Esto corresponde según este gran sabio a tres atributos de Betzalel: sabiduría, inteligencia y conocimiento.

Betzalel, como artesano ungido tenía la habilidad sobrenatural de traer en su arte una obra de la realidad espiritual de Yahvéh a nuestra realidad visible para así poder experimentar las verdades que la revelación contiene en lo referente al Código Sagrado, es decir el Mesías prometido para fundar el Proyecto Emanuel («Dios con nosotros») perfectamente develado en el diseño del Mishkán.

Betzalel era un gaón (erudito) en las ciencias proféticas. No sólo era un experto artesano y artista, sino un varón que entendía cómo diseñar los nombres que representan los atributos de Dios en su obra. Él heredó un sentido del celo y de la misión de ambos sus abuelos. A los trece años de edad se adelantó y fue ordenado desde arriba como «en la Sombra de Dios». Diseñó y construyó la estructura más sagrada y más bella de la historia, y luego desapareció. A lo largo del resto de Tanak nunca se lo menciona de nuevo. Evidentemente es un tipo perfecto de Yeshúa HaMashiaj, el León de la Tribu de Judá. Al igual que lo haría nuestro amado Mesías, Betzalel, el jefe de la obra del Tabernáculo dio total espacio al Espíritu de Dios para que Él actuase en su vida. Habilidad, conocimiento, inteligencia, eficiencia y respeto fueron solamente algunos de los muchos frutos de la sumisión correcta y saludable.

Betzalel tenía su único propósito en el mundo, y humildemente lo encontró aceptando con mansedumbre la tarea que se le encomendaba. El Pirkei Avot («Tratado de los Padres») dice: «No existe persona que no tenga un momento«. Esto significa que en el mundo del Eterno hay una razón por la que cada uno de nosotros nació. Cada uno tiene sus «quince minutos (al menos) de fama«.

La lección que da la vida de Betzalel,  es que la próxima vez que se te pida que hagas una tarea, por incómoda que sea, para tu familia, tus amigos o tu gente, hazlo como un héroe. ¿Quién sabe? Tal vez fue para ese mismo momento que naciste en el mundo.

¿Cómo se Materializa un Sueño? 

 

Antes de saberlo, hay que entender la pregunta. Aparentemente, si el sueño simboliza algo que está por sucederle a una persona, no habría necesidad de provocar la materialización del mismo.

El sueño viene a anunciar algo que está por ocurrir en el mundo. A veces algo está en los cielos y necesita ser traído a la tierra, como un tesoro que está guardado y encerrado y se necesita una llave que lo abra. Como una bendición que se recibe de un amigo o, lo contrario, la maldición (Dios no lo quiera), es como si abriera un paquete cerrado que está en los cielos y este recae sobre el que recibió la bendición o la maldición.

¿Cómo materializamos un sueño? Esta expresión proviene de la palabra materia. Un sueño es algo espiritual; por eso la pregunta es: ¿cómo convertimos algo espiritual en una realidad material? ¿Cuál es llave que abre ese tesoro?

Nuestros sabios nos enseñaron que esta llave está compuesta de tres partes y para ello necesitaremos tres cosas: boca, cerebro y corazón.

Es decir, primero, un intérprete que exprese con su palabra una explicación a los sueños. Segundo, una explicación lógica y cierta y no cualquier otra cosa. Y tercero, que el soñador acepte, en su corazón, la interpretación recibida y la comparta.

 

Una boca que interprete:

 

El Tratado de Berajot, del Talmud Babilónico, dice que Yosef primero soñó y después le dijo a sus hermanos: “Escuchen, por favor, el sueño”. Una vez que se los contó, ellos le dijeron: “¿A qué te refieres, acaso tú gobernarás y reinarás sobre nosotros?” Después, con el segundo sueño, también fue a contárselo a sus hermanos, pero ellos se callaron y fueron a contárselo al padre.

Ahora surgen las preguntas:

  • ¿Por qué Yosef rogó a los hermanos que escuchasen el sueño?
  • ¿Para qué se los dijo, sabiendo de antemano que ellos lo iban a envidiar?
  • ¿Por qué en el segundo sueño no respondieron nada?

Hay una sola respuesta para todo esto y es: para que se materialicen los sueños requieren de un intérprete.

Por eso, Yosef les dijo a sus hermanos que por favor lo escuchasen, porque si no, el sueño no podría materializarse. Los hermanos desconocían este concepto e inocentemente le dijeron que este sueño se refería a que Yosef reinaría sobre ellos (incluso se lo dijeron en un tono irónico) Una vez que le dijeron eso, Yosef los provocó diciendo que cayeron en la trampa al haberle dicho que él reinaría sobre ellos, aunque también lo expresaron en un tono irónico. Por lo tanto, la segunda vez no quisieron responderle nada, ya que habían aprendido la lección. Yosef tuvo que recurrir a su padre y éste también le dijo irónicamente: ¿Acaso nos prosternaremos ante ti? Esto fue lo más importante para Yosef, cuando le dijo Yaacov que su sueño anunciaba su reinado. Ya no importaba el por qué, ni el cómo, ni el cuándo. Lo importante era que sería rey.

Esto nos confirma que la palabra tiene un poder muy grande. Una persona que bendice a otra en ese instante le abre tesoros inmensos guardados en los cielos. Así también, un hombre que maldice (Dios no lo quiera) a otra persona, hace descender sobre el otro los dos decretos que habían sido misericordiosamente guardados por Dios, y con su maldición los baja todos a la tierra. En Proverbios (18:21) leemos: “La vida y la muerte están en manos de la lengua”. Y en la Toráh está escrito: “El ave de los cielos lleva la voz”. Al respecto, el Zohar explica que hay un ángel que se encarga de llevar las palabras que las personas sacan de su boca como bendiciones y maldiciones ante el Eterno para que se cumplan.

Así también ocurre con la interpretación de los sueños: si la persona interpreta para bien, entonces le estará abriendo el candado para que bajen todas las cosas buenas del cielo sobre esa persona, ya que a través de su interpretación puede ser bendecido. Pero si el sueño es mal interpretado, lo estará maldiciendo y empiezan a bajar acontecimientos desagradables sobre esa persona, Dios nos guarde.

Es importante relatar nuestros sueños para que se materialicen, pero debemos hacerlo solamente a alguien que nos quiera de verdad, alguien que vea el sueño positivamente, alguien que se fije siempre en la mitad del vaso que está lleno, alguien sabio.

La fuerza de la palabra en la interpretación de sueños, es muy grande. Por eso es que no se puede contar un sueño en público o delante de cualquier persona, porque si uno de ellos dice que ese sueño presenta algo malo, muchos sufrimientos podrán recibir (Dios nos guarde). Por eso hay que tener mucha precaución a quién se le cuenta un sueño, y si no tiene a quién decírselo, entonces que él mismo se lo interprete, en voz alta, escuchándose. Siempre decimos que hay que abrir la boca para cosas buenas, pero a veces ocurre con una mamá que le dice a su hijo: “Te vas a caer, no lo hagas, te vas a caer”. Y de repente el hijo se cae y ella encima le grita más fuerte: “Viste, te lo dije”. A veces una mujer le dice a su esposo: “Baja la velocidad que vamos a chocar, baja la velocidad que te va a agarrar un policía”. Y de repente BUM… “Te lo dije”.

A veces no nos damos cuenta de que las cosas pasan como consecuencia de lo que sacamos de nuestra boca, y no es que no debemos precaver a nuestros amigos o familiares, sino que debemos precaverlos así: “Cuidado, que NO te caigas”, “Bájate para que NO te golpees”, “Baja la velocidad para que NO ocurra un accidente”… Siempre introduciendo el “NO” en la frase.

La fuerza de la boca es muy fuerte, todo el tiempo. Así también con los sueños, la boca tiene mucha fuerza, bien para materializarlo, para anularlo, para debilitarlo o para fortificarlo. Por eso, siempre debemos buscar una boca buena que nos interprete el sueño, alguien que siempre saque perlas de su boca.

La fuerza del cerebro

Después de la boca viene el cerebro. Es decir, la sabiduría de la interpretación, la conexión de lo soñado con la realidad. Por más que tengamos una boca que hable bien, si la interpretación no guarda relación alguna con la realidad, entonces lógicamente eso no se materializará. Porque cada sueño contiene una información acerca de un tema en específico, y la boca es la única que puede manipular esta información y convertirla en algo productivo. Pero si el sueño habla de hierros y alguien dice que son plásticos, entonces obviamente no funcionará. Por ejemplo, si alguien le dice a su amigo que soñó con un piso que era de color blanco y negro, y éste le responde que eso significa que ganará la lotería, ¿qué relación guarda una cosa con la otra? ¿Qué sabiduría hay en esto? Tiene que ser una sabiduría como la que vimos en los sueños del Tanaj, cuyas interpretaciones guardaban una información valiosa, oculta y profunda. Cómo relacionaban el sueño, con la vida de quien soñaba. Para eso hace falta poner a funcionar el cerebro.

Por ejemplo, Yosef escuchó en el sueño del ministro de los coperos acerca de tres ramas de uvas y en el sueño del ministro de los panaderos, escuchó acerca de tres cestas. Decide Yosef que esto representa tres días. ¿Quién le dijo esto a Yosef, quizás no se podría referir a tres semanas, tres meses, tres años o tres horas? Aquí Yosef supo poner su cerebro a funcionar porque él sabía que en tres días sería el cumpleaños del Faraón, el día en el que el rey demuestra sus poderes, su grandeza. Algunos presos son llevados a la muerte (como muestra de su fuerza) y otros son absueltos (como muestra de su grandeza). Por eso, Yosef lógicamente supuso que tres ramas y tres cestas se refieren a tres días.

Debemos saber que interpretar un sueño no es solamente decir cosas buenas, sino que también hay que poner el cerebro a funcionar. Antes de interpretar cualquier sueño debemos conocer una serie de reglas que nos permitirán explicarlos con sabiduría. Entre los sabios que dieron estas reglas encontramos a Rabí Shlomó Ben Jofní Gaón, yerno de Rab Jay Gaón; así como Rabí Abraham Ibn Ezra, y otros más. Las reglas son:

a) Hay que investigar que el sueño no sea una imaginación, preguntando si no pensó al respecto durante el día anterior, o si habló del tema con que soñó con alguien el día anterior; si el sueño era claro y no turbio; si fue durante la noche o casi amaneciendo.

b) Una vez descartado el hecho de que el sueño haya sido sólo una imaginación, procedemos a investigar si la persona es soltera, casada, divorciada, viuda, si tiene hijos, etc. Hay cosas que para alguien soltero representa boda, pero para alguien casado representa riqueza e hijos.

c) Averiguamos qué hizo la persona el día anterior, porque si hizo alguna transgresión es porque Dios le quiere reprochar sus actos a través del sueño o si hizo alguna buena acción, significa que Hashem quiere felicitarlo y motivarlo a que siga adelante.

d) Si la persona tiene algún pensamiento que lo está mortificando, por el que está rezando constantemente, y puede ser que Hashem le está diciendo en el sueño que su rezo fue escuchado o rechazado.

f) Si el sueño es acerca de algún fallecido, hay que averiguar cuál era el grado de parentesco entre el que soñó y el fallecido, cuán unidos estaban mientras el fallecido estaba vivo; si durante el día él hizo alguna Mitzvá específica para elevar el alma del fallecido; si el fallecido se veía bien vestido o mal vestido; qué le dijo el fallecido; qué quería, etc. Todo esto ayuda al intérprete a conocer más datos que le proporcionan mayor sabiduría para poder dar una respuesta inteligente y no una respuesta agradable que no tiene relación alguna con lo soñado.

Todo intérprete debe aprender las diferentes insinuaciones que hay en los sueños: qué representa un gato, una mesa, un pedazo de pan. Todo esto lo debe de aprender de nuestra Toráh y no de libros ajenos a ella, sino de las palabras de nuestros sabios, quienes nos dieron la traducción de cada cosa en un sueño (de ahí es donde los gentiles lo copiaron). También debemos saber que hay sueños cuyo mensaje es tal cual como se vio y, a veces, es lo contrario de lo visto. Por ejemplo, la muerte en el sueño representa una vida larga.

Para concluir, todo intérprete debe saber que su sabiduría es muy importante para la interpretación de un sueño, sin olvidarse de lo que rezamos todos los días: “Tú le das al hombre conocimiento, le enseñas a la humanidad inteligencia, otórganos sabiduría, entendimiento y conocimientos. Bendito Tú, Hashem, que otorgas el conocimiento”. Es importante que el intérprete, antes de empezar debe decir: Con el favor de Dios, te resolveré tu sueño. Así lo hizo Yosef mientras estuvo parado ante el Faraón. El rey de Egipto le dijo al preso, al joven, al sospechoso de violación: “Escuché de ti, que eres sabio e interpretas sueños.” Y Yosef, en vez de aceptar los cumplidos, le interrumpió diciendo: “Disculpe, pero eso no soy yo, eso me lo dio Hashem. Él es quien da las soluciones”. Así lo dijo varias veces antes de interpretar el sueño al Faraón. Si quien interpreta hace todo esto, todo el tiempo, no hay duda de que su interpretación será la correcta.

La fuerza del corazón

Después de haber conseguido una buena boca y un buen cerebro, llega la tercera condición. Ésta sólo depende del que sueña y de su corazón. Es decir, que acepte la interpretación dada, que lo valore y se dé cuenta de que es una interpretación correcta. ¿Por qué? Toda persona que recibe un mensaje de los cielos, en el momento en que lo recibe lo entiende, pero cuando se despierta se le olvida, se queda sólo con algunas señales que a veces también se olvidan. Por eso, olvidamos casi el 99% de lo que soñamos, pero cuando se escucha una interpretación correcta de lo poco que nos acordamos, ésta se asienta en el corazón y nos tranquiliza al darnos cuenta de que eso era exactamente lo que dijeron en el sueño. Pero si se escucha una interpretación que no convence en lo absoluto, este sueño jamás se materializará.

Entonces vemos que una boca, un cerebro y un corazón, dan una, solución verdadera a los sueños.

 

Fuente:

Extractos del libro: «Interpretación de Sueños.» – Autor: Rab Anidjar.

La Plenitud de los Gentiles y la Verdadera Misión de Yeshúa.

Por P.A. David Nesher

 

Cuando Yosef vio que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraim, esto le desagradó; y asió la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraim a la cabeza de Menashé. Mas su padre rehusó y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; él también llegará a ser un pueblo, y él también será grande. Sin embargo, su hermano menor será más grande que él, y su descendencia llegará a ser plenitud de naciones.

(Bereshit/Génesis 48:17 – 19 _ LBLA)

Comenzaré esta bitácora solicitando un favor: ten presente en todo momento que en las dimensiones celestes, el orden profético siempre tiene preferencia sobre el orden natural.

El hijo mayor de Yosef (José), llamado Menashéh (Manasés), llegó a convertirse en una tribu grande dentro de Israel. Su territorio inmenso se distribuyó a los dos lados del río Yardén (Jordán).

Cuando leemos los datos  del censo que registra el libro de Badmibar (Números cap. 1), notamos que Menashéh era la tribu más pequeña de la nación que recién salía de Mitzraim (Egipto). Pero, según Números capítulo 26 vers. 34, ocurrió un aumento milagroso del 64 % de su población durante los 38 años en el desierto. De este modo, vemos que fue la tribu que más creció durante ese tiempo de proceso divino en el desierto. Sabemos que luego, instalada en Canaán, también llegó a ser una tribu grande debido a la influencia del juez Guidón (Gedeón) que surgió de Menashé (cf. Jueces 7-8) para liberar al pueblo escogido de la opresión madianita.

Sin embargo, vemos que fue Efraim quien recibió una bendición superior a la de Menashéh. La profecía que Yaakov avinu liberó en su bendición, aseguró que Efraim sería mayor. Justamente de esta tribu salió Yehoshúa, el sucesor de Moshé. La tribu de Efraim fue puesta como la principal de la nación norteña, la casa de Israel, y cuando los profetas hablan de Efraim están incluidas todas las diez tribus del norte.

Efraim recibe como palabra profética la promesa de que llegaría a ser una plenitud de naciones, en hebreo se dice meló ha-goyim, y puede ser entendida de varias maneras. La palabra ha-goyim –הגוים – es plural definido de goy ­–גוי – cuyo significado principal es nación. Esta palabra se usa tanto para la nación de Israel como las otras naciones. En la forma plural normalmente significa las naciones gentiles en el sentido de los no israelitas. De esa manera el término en su forma singular goy ­–גוי – llegó a significar gentil, en el sentido no hebreo/israelita/judío.

Yehoshúa (Josué), el sucesor de Moshé, era descendiente de Efraim. Por eso mismo, el sabio intérprete Rashí, basándose en los midrashim, asegura que la expresión plenitud de naciones (hbre. meló ha-goyim) significa que la descendencia de Efraim llenará los pueblos, en el sentido de que la fama de Yehoshúa (Josué) produciría un impacto entre las naciones por haber detenido el sol en Guivón (Gabaón) y la luna en el valle de Ayalón, (cf. Josué 10:12).

No obstante, la expresión meló ha-goyim (–מלא הגוים –) va mucho más allá de la fama de Yehoshúa, puesto que el texto hebreo dice que la simiente de Efraim sería la llenura de las naciones, o plenitud de los gentiles. Esto significa en primer lugar que por el rechazo del Eterno de las diez tribus los gentiles serían llenados de estos descendientes de manera que ya no se podrán contar por su gran cantidad (Os. 1:10). Las diez tribus, con Efraim a la cabeza, están hoy en día mezcladas entre todas las naciones de la tierra y son gentiles.

Por eso, la manera más simple de entender el texto de Bereshit (Génesis) que estamos analizando es que Efraim se convertiría en mucha gente. Sin embargo, la elección de términos que hay en el hebreo nos da a entender que aquí no se trata sólo de que Efraim se convertiría en mucha gente, sino de algo proféticamente más profundo.

Necesitamos tener en cuenta que la palabra hebrea meló –מלא – no significa simplemente multitud, montón o cantidad, sino más bien llenura, o plenitud. Viene de la raíz malé –מלא – que significa llenar. La expresión que usa nuestro padre Yaakov se traduce literalmente como “su descendencia será llenura de las naciones (gentiles)” lo que parece indicar que se dispersarían entre los pueblos gentiles, lo cual no es una bendición de acuerdo a lo revelado por la Torah misma.

Por todo lo dicho, debemos entender que el texto hebreo invita a una consideración mayor de lo que se lee a simple vista. Literalmente dice “y su descendencia será plenitud de las naciones (gentiles)”. Hay un lugar más en las Escrituras donde aparece la misma expresión. Se trata de la epístola a los romanos, en la que el apóstol Pablo expresó:

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis sabios en vuestra propia opinión: que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y así, todo Israel será salvo; tal como está escrito: EL LIBERTADOR VENDRÁ DE TZIÓN; APARTARA LA IMPIEDAD DE YAAKOV.

(Romanos 11:25-26)

De este texto paulino podemos sacar varias conclusiones importantes:

  • Sólo una parte de Israel ha sido endurecida durante un tiempo limitado. No se trata de todo Israel ni para siempre.
  • Esto es un misterio, es decir, es parte del plan divino para la salvación del mundo que es difícil de entender.
  • La plenitud de los gentiles tiene que entrar en esa salvación que pertenece a Israel.
  • La salvación de todo Israel depende de la entrada de la plenitud de los gentiles.
  • Todo Israel incluye no solamente el pueblo judío, sino también la plenitud de los gentiles.
  • La impiedad será quitada de Yaakov, que son las doce tribus, no solamente los judíos que representan dos tribus de Israel, Yehudá y Binyamín y posiblemente Leví.

Este lineamiento perfecto de salvación del Eterno es uno de los misterios más maravillosos a los que un hijo primogénito de Dios puede acceder. Es tan profundo lo codificado en esta medida de fe, que es imposible explicarlo en un espacio como este. Intentaré trazarlo con pocas palabras, esperando en el Señor poder ser claro en la explicación, anhelando que Su Santo Espíritu lleve a cada lector a una mayor investigación de este asunto profético o escatológico.

En el capítulo 12 del primer libro de Reyes, se relata como el reino de Israel se dividió en dos naciones, posterior a la muerte del rey Salomón. Esto ocurrió por causa de una rebelión que se originó en el territorio de Efraim, en la ciudad de Shejem (Siquem), que fue entregado a Yosef (Génesis 48:22).

A partir de esta revuelta tribal, Efraim llegó a ser la tribu principal para el territorio que se conocería como «el Reino del Norte» o «Casa de Israel».  El primer rey de las diez tribus del norte fue Yeravam (Jeroboam), de la tribu de Efraim, (1 Reyes 11:26, 28). Desde ese día, y en adelante sólo hubo división entre las Dos Casas de Israel (1 Reyes 12:19; 2 Crónicas 10:19). Este desencuentro vino siempre controlado por la Providencia del Eterno (1 Reyes 12:24; 2 Crónicas 10:15). Este es uno de los misterios del proyecto divino de salvación para todo el mundo gentil.

El Reino del Norte se paganizó rápidamente con la introducción de una religión sincretista (1 Reyes 12:28-33). Por causa de esta abominación, los profetas Amós y Hoshea fueron enviados por Yahvéh al Reino del Norte para anunciar su pronta destrucción, sino no procedían a una teshuvá corporativa. El oráculo divino fue siempre bien claro: la Casa de Israel iba a ser enviada a las naciones y para mezclarse entre ellas. Así lo dejó documentado en su rollo profético el profeta Oseas:

“Efraim se mezcla con las naciones”
(Oseas 7:8a)

Esto ya había sido anunciado por Moshé en pleno proceso de entrenamiento, durante los treinta y ocho años en el desierto:

“A vosotros, sin embargo, os esparciré entre las naciones”
(Levítico 26:33)

Pero existe un hecho escatológico muy interesante en el mensaje del profeta Hoshea que permite entender mejor todo el movimiento profético que estamos protagonizando en estos días:

“Y el Eterno dijo a Hoshea: Ponle por nombre Yizreel, porque dentro de poco castigaré a la casa de Yehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin al reino de la casa de Israel. Y sucederá que en aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Yizreel.”
(Oseas 1:4-5 )

Este Yizreel aquí mencionado fue el primer hijo del profeta con su mujer, quien se había dedicado a ser lo que se conocía como «prostituta sagrada», involucrada en cultos sexuales en honor a Baal y Aserá.

Por eso, el matrimonio entre el profeta y esta mujer refleja el pacto entre la casa de Israel, es decir, las diez tribus del norte, y el Eterno. El primer hijo fue llamado Yizreel que significa “Dios sembrará”.  Así que los hijos de la casa de Efraim eran las semillas para la siembra que Yahvéh esparciría entre las naciones.  Teniendo en cuenta esto, podemos profundizar la interpretación de la parábola del Sembrador que Yeshúa dio a sus discípulos:

“He aquí, el sembrador salió a sembrar.”
(Mateo 13:3)

Esta siembra que nuestro Mesías describe dará un fruto en los últimos tiempos, tal cual Él mismo lo explica:

“…la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.”
(Mateo 13:39)

Con esta cosmovisión profética en nuestra mente, podemos volver al oráculo del profeta Hoshea, y enfocarnos en el siguiente mensaje:

“Ella concibió otra vez y dio a luz una hija.
Y el Señor le dijo: Ponle por nombre Lo-Rujamá (ninguna compasión), porque ya no me compadeceré de la casa de Israel, pues no los perdonaré jamás. Pero me compadeceré de la casa de Yehudá (el pueblo judío) y los salvaré por el Eterno su Dios; y no los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni jinetes.Después de haber destetado a Lo-Rujamá, ella concibió y dio a luz un hijo. Y el Señor dijo:
Ponle por nombre Lo-Amí, porque vosotros no sois mi pueblo y yo no soy vuestro Dios. Y el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y sucederá que en el lugar donde se les dice: No sois mi pueblo, se les dirá: Sois hijos del Dios viviente.
Y los hijos de Yehudá y los hijos de Israel se reunirán, y nombrarán para sí un solo jefe, y subirán de la tierra, porque grande será el día de Yizreel.”
(Oseas 1:6-11)

El profeta dibuja en su oráculo el desarrollo escatológico del Proyecto del Eterno para la Casa de Israel con unos pocos brochazos, que podemos describir así:

  • Primero, la casa de Israel será rechazada.
  • Segundo, se convertirá en una cantidad tan grande que no se puede contar, como la arena del mar, lo cual indica que están dentro de las naciones del mundo.
  • Tercero, se habla de una restauración de la identidad israelita en el mismo lugar donde fueron rechazados, en la tierra de Israel. Esto será el resultado de una unificación entre los hijos de Yehudá, los judíos, que nunca perdieron su identidad, y los hijos de Israel que hayan dejado su identidad gentil en los últimos tiempos. Juntos reconocerán a Yeshúa como el Mesías.
  • Por último, dice que subirán de la tierra lo cual es una alusión al arrebatamiento de todos los que son del Mesías. Como el día de Yizreel, el día de la siembra de Dios, era grande, los hijos de Israel están entre todas las naciones gentiles, y desde allí serán arrebatados para encontrarse con el Mesías cuando vuelva a la tierra.

En su oráculo el profeta también describe con líneas llenas de romanticismo el proceso mesiánico que la Casa de Israel viviría desde la deportación a Asiria hasta el regreso a la Tierra Prometida bajo el Mesías, según está escrito:

Por tanto, he aquí, la seduciré, la llevaré al desierto ( es decir, a las naciones gentiles), y le hablaré al corazón.
Le daré sus viñas desde allí, y el valle de Ajor por puerta de esperanza. Y allí cantará como en los días de su juventud, como en el día en que subió de la tierra de Egipto. 
Sucederá en aquel día–declara el Eterno– que me llamarás Ishí y no me llamarás más Baalí. Porque quitaré de su boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por sus nombres.
En aquel día haré también un pacto por ellos con las bestias del campo, con las aves del cielo y con los reptiles de la tierra; quitaré de la tierra el arco, la espada y la guerra, y haré que ellos duerman seguros.
Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en misericordia y en compasión; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Eterno.  
Y sucederá que en aquel día yo responderé–declara el Eterno–, responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra, y la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite, y ellos responderán a Yizreel.
La sembraré para mí en la tierra, y tendré compasión de la que no recibió compasión, y diré al que no era mi pueblo: Tú eres mi pueblo, y él dirá: Tú eres mi Dios.
(Oseas 2:14-23)

Ahora bien, convengamos que para que todo este proceso sea una bendición, tiene que existir un proyecto divino con lineamientos perfectos que permitan la restauración de la simiente de estas diez tribus que ha sido sembrada entre las naciones gentiles. Todos entendemos bien que cuando hay una siembra, los granos mueren para luego dar fruto abundante. Ese es el Proyecto Emanuel con el que el Eterno tiene pensado dar salvación aún a los gentiles. Una semilla plantada esta escondida en el suelo con el propósito de salir para traer mucho fruto. El profeta Amós aseguró que Yahvéh zarandeará estas tribus entre todas las naciones, y aun así Él no perderá ningún grano en la tierra (Amós 9:9). ¡“José” algún día será reunido con Judá! (Ezeq. 37:15 y ss.)

Entonces, Efraim fue sembrado entre todas las naciones con el fin de producir un fruto para el Reino de los Cielos. Por lo tanto, los gentiles que van entrando en el reino representan algo de la vuelta de Efraim a casa. Para expresarlo de otra manera, cuando un gentil nace de nuevo y recibe la salvación, es injertado en Israel y de esa manera se cumple en parte las profecías que hablan de la vuelta de Efraim a su casa para ser llamado pueblo de nuevo (Os. 1:10; 2:1, 23; Rom. 9:24-26). El apóstol Pablo utiliza exactamente la misma expresión meló hagoyim en su epístola a los discípulos de Roma  (Romanos 11:25) que nuestro padre Yaakov en utilizó al bendecir al segundo hijo de Yosef (Génesis 48:19).

Sin embargo, todos los profetas hablan de algo aún más grande todavía. El oráculo completo asegura que será el Mesías quien tendrá como prioridad la misión de restaurar las doce tribus de Israel (Isa 49:6). Entiéndase bien, el Mesías fue enviado a las ovejas perdidas de la Casa de Israel (Mateo 15: 24) que se encuentran diseminados entre las naciones gentiles. Esto tira a tierra todo dogma que habla que el Mesías murió por todo el mundo. Evidentemente muchos cristianos, que incluso aseguran ser nacidos de nuevo, no han entendido la Misión de Yeshúa del mismo modo que sus primeros seguidores. Por lo tanto, debemos aceptar que entre todos los gentiles (el mundo) hay innumerables descendientes de Efraim que serán restaurados por completo dentro del pacto renovado de Yeshúa y todo lo que este implica, para luego ser unidos con el pueblo judío como un solo palo (Ezequiel 37:15-28).

El Eterno aseguró por su profeta:

«…hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid; El que espació a Israel, lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.»
(Jeremías 31:10)

Este es el contexto escritural que permite entender a  Yeshúa cuando se identifica así mismo como el «Buen Pastor» (Juan 10:11, 14). Con esta cosmovisión profética logramos entonces comprender cuando Él dijo que tenía otras ovejas que «no eran de este redil» (Judá). Yeshúa se estaba haciendo cargo de ser el cumplimiento de la profecía de Jeremías y Ezequiel que anunciaron que llegaría un pastor para ambos reino, Judá e Israel (34:23). Por esto, tenemos que leer los libros del Pacto Renovado (mal llamado «Nuevo Testamento») a la luz de estas promesas escatológico-proféticas de recoger a Efraim. De no hacer esta re-lectura, perderemos una porción maravillosa de nuestra herencia en el Mundo Venidero, porqué Yeshúa vino a recoger las tribus de Israel esparcidas por las naciones en innumerables descendientes.

Ahora bien, no debemos confundir, ni mezclar, la entrada de los gentiles con la restauración de las diez tribus norteñas. Los gentiles que reciben la salvación no son la restauración de Efraim, ni son todos Efraim en su restauración total. La restauración de Efraim implicará la total vuelta al pacto de Avraham y el pacto de Sinaí junto con la renovación del pacto por la sangre del Mesías Yeshúa (Jer. 31:31, 33). Dicho en otras palabras, para que haya una restauración total, los restaurados efraimitas de entre las naciones tendrán que hacerse hebreos, en el sentido jurídico de la palabra. Por eso, esto no es para todos los gentiles que hoy aseguran haber nacido de nuevo.

En la profecía de Ezequiel del cap. 37 verso 19 se puede entender el texto hebreo de manera que Yahvéh dará al palo de Yehudá el papel de estar sobre el palo de Efraim y así se unirán los dos palos. El trabajo del Mesías Yeshúa es unir los dos pueblos. Entonces, un movimiento que los separe no puede jamás venir de Él. Y, como venimos dándonos cuenta, será la persona proveniente de la gentilidad la que tendrá que adaptar su estilo de vida con la mentalidad hebrea de la Torah, para así estar unido al judío. Nunca puede pretenderse que sea  al revés.

Clamemos día y noche para que  el Eterno cumpla su Proyecto de Salvación con todas las naciones y que podamos ver la restauración de las doce tribus de Israel pronto y en nuestros días. ¡Amén!

Los Ciclos del Eterno

«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.»

(Salmo 90: 12)

Vivir en esta denominada posmodernidad es ser testigo y protagonista de lo que el profeta Daniel describió como tiempos en los que «…mucha gente andará de acá para allá, buscando aumentar sus conocimientos” (Dn. 12: 4). Todos somos blanco de la propuesta cotidiana de ser personas multifacéticas, sobrecargadas de responsabilidades salidas, la gran mayoría de ellas, de la presión de las redes sociales y los smarphones. De este modo las cosas se nos imponen desde el sistema reptiliano, cosificándonos, y así presionándonos a tomar la escala de valores materialistas que la élite que gobierna necesita que adoptemos.

Por ello, te pido que ahora te imagines una pausa…

Permite, por un momento, que tu imaginación encuentre en este instante una forma de dejar toda esta vorágine bien atrás. ¿Qué harías? Puede ser que te desesperes y hasta comiences a aburrirte. Seguramente descubras que has sido programado para creer que sin toda la sobrecarga sensorial de los medios de comunicación actuales estamos totalmente solos. Que sin un smarphone, un periódico, una radio o una laptop, la vida se transforma en una pesadilla. Pero considera esta otra alternativa. Quizás esta pausa te ayudaría a elegir enfocarte en las cosas que estimas importantes. Podría ser tu oportunidad para preguntarte en que crees, o en que estas realmente interesado. En vez de dejar que empresas comerciales o sociales, con agendas sutiles u obvias, manejen tus pensamientos. Tu mente lograría expandir la conciencia, y así te darías cuenta que el tiempo está en tus manos para administrarlo y sacar de él lo mejor para tu propósito.

Pues bien, quiero decirte que ese espacio reflexivo sí existe. Esa pausa existencial ya fue diseñada para ti por tu Creador. Se trata del Ciclo Séptuplo del Eterno. Una metodología celestial para contar nuestros días que permite que la Luz primordial fluya de nuestro corazón y repare nuestro entorno.

La vida y el universo se mueven en el tiempo a través de ciclos. Las Sagradas Escrituras, desde Génesis hasta Revelación (Apocalípsis) nos muestra esta verdad, esta ley, tanto en el mundo físico como en el espiritual.

El Eterno opera en ciclos de siete tiempos, acciones o eventos. El número siete representa la integridad y terminación. El número siete (que significa plenitud, cumplimiento y perfección) representa el Tiempo de Yahvéh. Este principio o ley lo extraemos del momento de la creación cuando nuestro Dios decidió bendecir y apartar para Sí (santificar) el séptimo día (tiempo, era o ciclo). Después de siete días, el mundo estaba completo. Hay 6 direcciones en nuestro mundo: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo. Agregue el lugar donde usted está, y usted tiene un total de 7 puntos de referencia.

 

Los ciclos fundamentales en la Torah se fundamentan en el número siete. Ya sea que se cuenten los días semanales, los meses, los años o las series de los milenios, siempre notaremos que en las Sagradas Escrituras aparecen una y otra vez los ciclos de siete. Muchos de los movimientos proféticos de Israel y de los eventos significativos son patrones de siete. Por consiguiente, el siete está conectado con los avances y el favor espiritual de Israel.

La revelación de la Torah enseña que en una correcta mentalidad hebrea debe existir la conciencia de siete periodos o ciclo de tiempo. Cada una de las siete unidades de tiempo (ciclo) consta de dos fases principales: mundanalidad (jol) y santidad (kedushá). Seis días de trabajo mundano vienen seguidas de un día de descanso espiritual, de seis años de trabajar la tierra, a un año de suspensión y abstención de la materia, seis milenios dedicados a la lucha con el desarrollo y el mundo físico, a un séptimo milenio en el que la única ocupación de todo el mundo va a ser el conocimiento del Eterno.

 

Sin embargo, a pesar de su trascendente naturaleza, el séptimo día, el séptimo año y el séptimo milenio son partes constitutivas de los ciclos de la creación. La materialidad y la espiritualidad pueden diferir en gran medida, hasta el punto de la exclusividad mutua, pero ambos son parte de la naturaleza: los dos se rigen por el marco de las leyes que definen la realidad creada.

 

El hecho de que la Santidad exige el cese y la suspensión de todas las cosas mundanas, indica que, también, tiene sus límites. Esto significa que así como existe una naturaleza física que define y delimita el alcance de las cosas físicas y de las fuerzas, así también el reino de lo espiritual tiene su “naturaleza”, su propio conjunto de leyes que definen lo que es y lo que no es, en el que puede existir y donde no, y cómo y de qué manera puede hacerse sentir más allá de sus fronteras inviolables. Así, mientras que el concepto de la trascendencia parece la antítesis de la definición, la trascendencia es en sí una definición, por lo que se define (y por lo tanto limita) a sí mismo como más allá, y distinto de lo material.

El primer ciclo está compuesto por los siete días de creación  que culminan con el Shabat (día sabático, conocido también como el día del descanso). El «día séptimo» o Shabat representa la esfera del Tiempo de Dios, pues simboliza Su reposo mesiánico. Yahvéh desea que nosotros moremos, reposemos y permanezcamos desde esa esfera de Tiempo, para crear y señorear sobre toda la creación (Gén. 2:1-3; Éxo. 20:8-11; Lev. 23:2-3; Mr. 2:23-28; 3:1-5; Mt. 12:9-13; Col. 2:16-3:4; Heb. 4:1-13). Sabemos, por lo que la Torah nos revela, que el séptimo día es importante, porque en él el Eterno subraya y enfatiza el SER, el estar en Él y con Él. En seis días trabajamos, HACEMOS; pero en el séptimo día descansamos, reposamos, sencillamente SOMOS. El diseño de Dios para Sus hijos es que trabajemos desde el descanso; primero somos (descanso), luego hacemos (trabajo).

 

La Torah no le da ningún nombre específico a cada uno de los seis días de la semana. En la cosmovisión de Yahvéh no existen domingo, lunes ni martes; tampoco miércoles, jueves o viernes. Desde la Torah Él nos ordena “recordar el día del Shabat”. Esto significa que debemos recordarlo desde el primer día de la semana. De esta manera nos referimos a los días de la semana sólo en términos de su lugar relativo al Shabat, como “el primer día desde el Shabat”, “el segundo día desde el Shabat”… y así en más, hasta el “sexto día desde el Shabat” o “la víspera del Shabat”. Es el Shabat quien define y une a los otros seis días de la semana.

El segundo ciclo se manifiesta en el período en el que se lleva la cuenta de las siete semanas entre la festividad de Pesaj  y Shavuot (la entrega del Espíritu de la Torah). El mero acto de tomarnos el tiempo de “contar” cada día, por siete semanas, en voz alta y con bendición, nos hace extremadamente conscientes de la importancia de este ciclo específicamente. Shavuot, que conmemora el surgimiento del Pueblo de Israel como una nación casada con el Eterno, por virtud de recibir y aceptar la Torah también marca una terminación. Tal vez es por eso que la festividad es llamada Shavuot, «Semanas». Por ello, es propicio identificar a esta festividad como una terminación del proceso de creación de la nación de Israel.

El tercer ciclo es el de las  festividades de peregrinaje: Pesaj, Shavuot y Sukkot que suceden en un período de 7 meses de intervalo, con siete fiestas del Eterno en total.

El cuarto ciclo está discernido en la cuenta de los años, el año de Shmitá que es el Año Sabático. El séptimo año del ciclo de los siete años de trabajo de la tierra, llamado en hebreo el año de la Shemitá, es decir, el año de descanso de la tierra de Israel. Es por eso que cada siete años rigen en la tierra de Israel, algunas leyes especiales relacionadas con los cultivos, con el producto agrícola el mantenimiento y cuidado de jardines y campos agrícolas (Bamidvar – Números – 34:1-2). Al igual que Shabat, Shmitá es un medio para reconectar todo a su fuente. Mientras nos alejamos cada vez más del punto inicial de la creación, necesitamos de Shmitá para que nos regrese a él. Justamente cuando la creación parece un recuerdo borroso, sentimos que la humanidad maneja el mundo y que nuestra inteligencia nos ha traído la recompensa de lo que ella ha logrado. Shmitá trae un Shabat a la tierra y cambia todo. Shmitá nos da la oportunidad de disolver la distancia entre nosotros y la creación, y devolver la tierra a su fuente, es decir, a Dios. Debido a que Israel no guardó el shmita, Dios los envió a cautividad durante setenta años para permitir que la tierra descansara (Levítico 26:32-35).

El quinto ciclo, relacionado con el anterior, está comprometido con el conteo de Yobel o Año Jubilar.  Este ciclo consiste en añadir siete ciclos anuales siete veces (o 7 x 7 = 49 años) y decretar un jubileo (Yobel) en el décimo año del séptimo mes, cada cincuenta años (Levítico 25: 3-10).  En hebreo, la palabra para “jubileo” es yovel (significa el sonar de trompeta), ya que esto representa el año de libertad. Una liberación sucedía en ciclos de cada cincuenta años, comenzando en el Día de Expiación, al hacer sonar las trompetas de plata. Este sistema para contar eventos importantes cada año cuarenta y nueve o cincuenta fue tan importante que se compiló todo un libro conocido hoy como «El libro de los Jubileos«.

El sexto ciclo cuenta los miles de años que dividen la existencia del mundo en siete mil (7.000) años; seis mil (6.000) años pre-mesiánicos (en los cuales estamos viviendo) que continuarán con el Mesías inaugurando, junto a sus santos, el séptimo milenio, un ciclo que se apoda “el tiempo de un eterno Shabat”. En este ciclo séptuplo la totalidad de la historia humana transcurre en una semana de siete milenios, que consta de seis mil (6.000) años de trabajo humano en el mundo desarrollando la creación de Dios, y el séptimo milenio, que es “totalmente Shabat y descanso, para la vida eterna”. Llamándose a este último la era del Mashíaj o El Milenio. Este ciclo constituirá la culminación de seis milenios de historia humana caída y destacará el esfuerzo para hacer de este mundo una «morada para el Eterno» por medio de la enseñanza de la Torah.

Y por último el séptimo ciclo, basado en tiempo que se llama los cincuenta mil (50.000) jubileos. El término que denota el infinito nivel de consciencia que atendremos con la Segunda Venida del Mesías, cuando experimentaremos la resurrección de los difuntos y el mundo venidero será completamente revelado. El término 50.000 jubileos simboliza un estado eterno de revelación continua y avance espiritual.

Todos estos ciclos de siete ocupan un lugar importante en nuestras vidas, y en realidad todos forman una concentración de energía que guían nuestra consciencia hacia esa plenitud mesiánica que Abba anhela que alcancemos.

Mientras más meditemos en ellos, más nos conectaremos y podremos orientarnos con los ciclos divinos que el Eterno puso en marcha en el momento de la creación.

Siete es no sólo el número elemental de tiempo, sino también de todo lo creado y de la realidad creada como un todo. Esto es especialmente verdad en el ser humano, que fue creado “a imagen de Dios” para poder conformarse a Su semejanza. Por eso, el carácter humano se compone de siete unidades (el amor, la moderación, la armonía, la ambición, la devoción, conexión y receptividad), reflejando los siete atributos o virtudes que el Eterno asume como creador del universo, y que quiere manifestar en sus hijos por medio de Su primogénito, Yeshúa HaMashiaj.

Habiendo alcanzado el entendimiento de estos secretos divinos, te invito a meditar en los días, fiestas y ciclos del Eterno… ¡Te animo a planificar según sus días, fiestas y ciclos que Yahvéh ha dispuesto para sus hijos! ¡Atrévete a cerrar y abrir ciclos según la buena y perfecta voluntad del Señor!

¡Sé que el Eterno, como Abba kadosh, te entregará la misma unción que le dio a los hijos de Isacar!

 «De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos.»

(1 Crónicas 12:32)

Bitácoras relacionadas con este tema:

¿Qué Significa Sefirá?

Cuarenta y Nueve Pasos Para Alcanzar La Gloria

¿Qué es el Omer?… ¿Para qué sirve?

Teddy Parker Jr: un Pastor que se acaba de convertir en el Símbolo de lo que muchos Siervos de Dios están viviendo en su interior…

Por P.A. David Nesher

Acabo de estremecerme ante la noticia. Un pastor de Georgia y padre de dos hijas que una vez confesó “no me siento como si Dios me está escuchando”, se suicidó frente a su casa mientras su esposa, hijos y 800 miembros de la congregación que el pastoreaba lo esperaban en la iglesia el domingo próximo pasado.  

El reverendo Teddy Parker Jr., de 42 años de edad, pastor de Bibb Mount Zion Baptist Church en Macon, Georgia, fue descubierto por su esposa, Larrinecia Parker, de 38 años , en la entrada de su casa con una herida de bala hecha por él mismo.  

Lakesia Toomer, un oficial de la iglesia, dijo a WMAZ: “Consideramos esto un asunto privado entre la familia y la familia de la iglesia BMZ. Rogamos que el público respete nuestra privacidad en este momento”.  

Russell Rowland, un miembro de la iglesia que empleó al hermano del pastor en su negocio de jardinería, reveló a Christian Post en una entrevista telefónica que el pastor había enviado un mensaje por adelantado a su esposa y sus dos hijas a la iglesia.

Toda la congregación esperaba el sermón dominical pero lamentablemente lo que recibieron fue un mensaje de luto.   “Cuando no se presentó fueron a buscarlo”, dijo Rowland. “Estoy muy sorprendido porque no predicaba eso. Predicó totalmente en contra de eso. Es algo que la congregación no entiende muy bien”.   Rowland, explicó que miembros de la iglesia se reunieron el lunes por la noche y el ambiente era “solemne”. “Todo el mundo está aturdido en estos momentos. Creo que mucha gente está tratando de entender por qué sucedió eso. Estamos orando al Señor para obtener orientación sobre esto”, dijo.  Así mismo relató que la familia está devastada, nunca pensaron que algo así pudiera ocurrir.

El informe de la oficina del Sheriff del Condado de Houston afirma que el suicidio fue reportado a las 1:30 pm del domingo.   Rowland, describe su pastor como un “hombre muy alegre, cariñoso que se preocupaba por la gente, especialmente por los niños. Era un buen hombre” que lo inspiró y no mostraba signos de problemas financieros o de otro tipo. La iglesia iba bien y estaban en el proceso de construcción de una nueva iglesia.  Pero tal vez había señales de lo que estaba pasando el pastor Parker. En un sermón publicado en YouTube titulado: “Enfrentando tu tormenta con confianza”, Parker mostró la lucha que estaba pasando en el camino de la fe.  

Usted sabe que muchas veces, nos sentimos solos cuando estamos pasando por muchas cosas y es tanto aquello que nos sentimos que hay nadie allí con nosotros. ¿Y adivinen qué? Dios quiere que usted se sienta de esa manera. Sé que todos hemos sido salvos. Sé que son súper espirituales y son verdaderos santos, pero hay veces en su vida, no sé ustedes, pero en mí, hay momentos en mi vida en que no siento que Dios está ahí”, confesó.   “Trato de orar, pero no siento que Dios me está escuchando. Trato de servir, pero no siento que Dios me está usando. Y hay veces en tu vida cuando Dios se retira a propósito, él no se retira por dejarte, sino que se retira para que puedas crecer y madurar”, agregó, en una muestra de aliento.  

Al finalizar la entrevista Rowland dijo: “Nadie sabe lo que pasaba por su mente cuando hizo esto”.

Sin embargo, y más allá de este caso y esta vida puntual, yo he sido llevado en estos días que llevo aquí en los Estados Unidos a discernir lo que está pasando en el corazón de una multitud innumerable de varones y mujeres con el diseño de corazón pastoral del Señor: se sienten solos y vacíos y no saben a quien ir en el plano humano para poder ser sacados de esas zonas de cautividad.   

El Espíritu de la profecía fue propicio para con mi vida y me dio el privilegio de observar los aires de las regiones eclesiásticas de esta nación.    Él me reveló cómo las potestades de tinieblas especializadas en magia blanca han invadido con errores los pensamientos de aquellos llamados al servicio de los santos.

Dichos pensamientos llenos de dogmatismo apóstata han alimentado la ignorancia de aquellos que se asumen pueblo de Dios de tal manera que los ha impulsado a una vida cotidiana llena de actividades inicuas. Esto es lo que ha provocado que en estos días, dichas jerarquías de tinieblas, aprovechen tiempos celestiales de legalidad que les permiten demandar sus derechos legales y así destruir a aquellos que, conscientes o inconscientes, publicaron con sus bocas doctrinas de error y filosofías huecas. Por ello, y ante este símbolo profético que es este suicidio, convoco a todos los varones y las mujeres llamadas a pastorear a cambiar de actitud, volviéndose a la Torah (Instrucción) divina grabada en sus corazones y escritas en sus mentes por el mismo Espíritu Santo de YHVH, nuestro Eterno Abba.

Me atrevo a hablar al corazón de aquellos consiervos que están muy reflexivos por todo esto. Mi espíritu se coloca junto a ellos, y si están en este momento transitando un valle de sombra y de muerte quiero profetizarles aliento y fuerza. Sepan que Yeshúa comprende vuestra soledad. El mismo la ha vivido, pues cuando más triste se encontraba, fue abandonado por todos sus discípulos; y sin embargo, nos ha dejado un remedio poderoso: 

“Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil”.

Mateo 26:41  

Estaré esperando todo mensaje a mi correo electrónico personal: apostolmendoza@gmail.com