monte santo

¿Para qué nos sirve trabajar por la UNIDAD?

Autor: Ptr. Adolfo Cataldo
[Monte Santo, Gral. Madariaga (Bs. As.)]

Desde hace cuatro parashot atrás el Eterno me hizo notar que constantemente llama a la Unidad de su pueblo para que Su presencia se manifieste en medio de él.

Cuando no existe unidad se corre el riesgo de la manifestación de HaSatán, el oponente, ya que surgen discordias entre los hermanos, fluye la lashón hará (lengua mala), y todo tipo de actitudes que provocan que la presencia de nuestro Elohim NO se manifieste.

Comencemos considerando en la parashá TERUMÁ lo siguiente:

“También harás cuarenta basas de plata debajo de las veinte tablas: dos basas debajo de una tabla para sus dos espigas, y dos basas debajo de la otra tabla para sus dos espigas.” 
(Éxodo/Shemot 26:19)

 Las tablas representan cada miembro del pueblo de Israel. Acá podemos ver el mensaje de la unidad que debe existir para poder formar un templo santo para el Eterno. Debajo de cada tabla hay dos basas de plata, ellas unían las tablas simbolizando los fundamentos doctrinales de la Instrucción divina uniendo a los miembros de Israel.

En la parashá TETZAVÉ leemos lo siguiente:

«Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas.» (Shemot 27:20)

La expresión hebrea TETZAVÉ (mandarás) comparte la misma raíz que TZEVET (unir). La exhortación divina es que si te esfuerzas en unir a la gente puedes hacer que la Menorah (la Luz) haga brillar la gloria de Yah para el mundo entero.

Unidos podemos hacer que la gloria del Padre se manifieste.

Aceite puro de olivas machacadas”, en esta expresión el Espíritu del SEÑOR me hacía ver que una aceituna individualmente no aporta el aceite suficiente para encender las luces. Individualmente, aporta unas cuantas gotas que se pierden en el recipiente, pero cuando en la unidad, son machacadas dan el aceite necesario para manifestar la luz.

Puedo ver que el Eterno en ese “machacar” nos está llevando a entender que en la humildad que nos demanda para poder presentarnos delante de Él, debemos limar toda aspereza con nuestro hermano y entender que lo necesitamos para poder manifestar la luz divina.

Al estudiar la parashá KI TISÁ leíamos:

“Tomarás de los hijos de Israel la plata de la expiación y lo darás para el servicio de la tienda de reunión, para que sea un recordatorio para los hijos de Israel delante de Yahvéh, como expiación por vuestras vidas.”
(Éxodo/Shemot 30:16 _ LBLA revisada)

Cada medio shekel (ciclos de plata) sumado a otro igual, estaban destinados para las basas del Mishkán, las cuales eran usadas para simbolizar la Unidad del Pueblo del Eterno. Esto me hace ver que cada ciclo de plata, individualmente era inútil para poder ser las basas, era necesario que fueran fundidas, pasadas por fuego para poder cumplir la función de unir las tablas (Shemot 26:19).

Al llegar esta semana a la parashá VAYAKHEL nos encontramos con lo siguiente:

«Hizo además cincuenta broches de oro, y unió las cortinas una a la otra con los broches, de manera que el tabernáculo llegó a ser una unidad... Hizo además cincuenta broches de bronce para unir la tienda, a fin de que fuera un todo
(Semot/Éxodo 36:13, 18) 

Betzaleel y sus hombres unieron las cortinas unas con otras para formar una sola pieza, un ejad.

Como podemos ver el Eterno no se manifiesta con poder si no existe unidad. El Maestro y Dueño de nuestras vidas (Yeshúa) lo dejó bien claro:

«Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
(Mateo 18:20)

Es más Yeshúa Rabeinu oraba al Padre para que existiera unidad entre sus discípulos:

“Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, «para que sean uno, así como nosotros»… Más no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que «todos sean uno». Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado, «para que sean uno, así como nosotros somos uno: «yo en ellos, y tú en mí, para que «sean perfeccionados en unidad», para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí.”
(Juan 17: 11, 20-23)

Esa unidad se consigue cuando la gloria que el Eterno dio al Mesías es transmitida a nuestras vidas personales. Por eso, cuanto más seamos llenos del Espíritu y carácter del Mesías, más unidad vamos a experimentar.

Debemos comprender y aceptar que el que busca lo suyo propio no podrá experimentar la unidad con sus hermanos. El apóstol Pablo bien lo expresó, en su epístola a los Efesios (4:1- 6) en la que escribió:

Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, «esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.”

Viendo lo que nuestro Elohim nos muestra a lo largo de la bendita Torah, puedo llegar a la conclusión de que el causal de que no pueda existir unidad en una asamblea es porque las personas son de doble ánimo, o sea que están divididos en ellos mismos. Justamente desde esta idea el apóstol Jacobo nos dice: «… el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.» (Sntg. 1: 8 ) En el que también puede leerse el hombre «de alma doble» significando que esta división interior se debe a dos impulsos o tendencias, una mala y la otra buena, que se enfrentan sin cesar, y se oponen a la «sencillez» de corazón, y a la firmeza de actitud que de ellas resulta. Más adelante exhorta a aquellos de doble ánimo, aquellos que están divididos interiormente:

 «Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, hombres vacilantes
(Santiago 4:8) 

Para finalizar, el Señor me llevó al Salmo capítulo 24:

» ¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño.» (24:3-4)

 Cuando no existe unidad entre hermanos, cuando las contiendas son más que las manifestaciones de amor, es imposible subir al Monte Santo de Yahveh; podrás orar, manifestar conocimiento de las escrituras, podrás ofrendar , diezmar, pero si no existe unidad tienes “manos sucias y corazón impuro«.

En amor y servicio, ptr. Adolfo Cataldo

El Poder de la Unidad que Catapulta a la Eternidad

Por P.A. David Nesher

Leemos en la aliyáh de hoy:


Bajodesh hashlishi letset beney-Yisra’el me’erets Mitsrayim bayom hazeh ba’u midbar Sinay. Vayis’u meRfidim vayavo’u midbar Sinay vayajanu bamidbar vayijan-sham Yisra’el neged hahar.

En español:

Al tercer mes de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, ese mismo día, llegaron al desierto de Sinaí. Partieron de Refidim, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon en el desierto; allí, frente al monte, acampó Israel.

(Shemot/ Éxodo 19:1-2)

Ellos llegaron el rosh jodesh (primer día) del tercer mes, llamado hoy Siván, a partir del Éxodo, que se produjo en el primer mes llamado Av o Nisán. En vez de recurrir al estilo bíblico más común y comenzar esta narración con el versículo 2: Viajaron desde Refidim y llegaron al desierto de Sinaí, la Torah nos dice inmediatamente qué mes era y cuánto tiempo había transcurrido desde el Éxodo. Esto nos da a entender que los israelitas estuvieron llenos de ilusión y expectación en los días y las semanas siguientes, durante la ansiosa espera del día en que finalmente arribarían al Sinaí. Y cuando por fin llegaron y contemplaron la montaña donde recibirían la Torah, acamparon de inmediato, sin siquiera reparar en la comodidad, la comida o el agua.

A los Benei Israel les tomó tres meses confiar en el Eterno y en su líder para llegar a este lugar. ¡Al fin habían llegado!

Ellos vieron la liberación de Yahvéh de la opresión de Egipto. Recibieron Su dirección en el camino que debían de andar. Vieron Su gloriosa victoria en el Mar Rojo. Recibieron el milagroso regalo de parte de Dios de comida y agua, y vieron una batalla librada con oración que terminó en victoria sobre Amalek.

Según el sabio intérprete Rashí, la palabra hebrea que ha sido traducida como “frente a significa siempre en el lado oriental. Este sabio también explica que la palabra que convencionalmente se traduce a “ desierto” no hace referencia a un desierto de arena, sino que señala a un campo con pastos, el cual no ha sido habitado por el hombre.

En un sentido, todo lo que pasó hasta este momento estaba destinado para traerlos a este lugar. Este era el principio del cumplimiento de lo que Yahvéh dijo: “ y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este Monte.” (Éxodo 3:12)

Sinaí era el lugar donde Moisés se encontró con el Eterno en la zarza ardiente. Toda la nación de Israel podría pronto experimentar lo que Moisés experimentó en la zarza ardiente. Él los podría dirigir a este Monte para esta experiencia debido a que él ya había estado allí. Evidentemente, el pueblo no puede ir más allá que su líder.

La expresión “ISRAEL ACAMPÓ” tiene al verbo en singular, a diferencia de las instancias anteriores. Rashí asegura que esto nos enseña que toda esa inmensa multitud acampó como si fuera una sola persona, con un solo deseo. Para estar a la altura de su vocación más sublime, Israel necesariamente tiene que estar unida como nación. Sólo cuando estuvo unida en su objetivo de oír la palabra de Dios, la nación estuvo en condición de recibir la Torah como Alianza con YHVH.

El verbo ACAMPÓ habla de la conformidad, armonía y hermandad del pueblo de Israel. Antes de esto, el Pueblo había protagonizado muchas peleas entre diferentes grupos, pero ahora habían llegado a un estado de unidad, de manera que está siendo presentado como si todos fueran una sola persona.

Esta unión era necesaria para la entrega de la Torah, alma mater del pueblo hebreo.

Habían pasado 46 días desde la salida de Egipto, cada uno de esos días representa un incremento de kedusháh (santidad) del pueblo. Entendamos que el máximo nivel de santidad es el 50, que son exactamente los días entre Pésaj y Shavuot, (Pascua y Pentecostés), es decir, un grado mayor a los niveles de impureza que Israel traía desde Egipto (grado 50 de la impureza).

Así pueblo de los Benei Israel demostró su mérito para recibir la Torah cuando arribó al Sinaí en una indisoluble unidad; como una sola persona, con un solo corazón. Por ello, Dios correspondió instando a Moshé a que advirtiera al pueblo que no ascendiera la montaña mientras la Presencia Divina permaneciera sobre ella, para que no muriera mucha gente (19:21).

El rabino Mejilta explica que Dios quiso decir que incluso si moría un solo israelita, iba a ser para Él un acontecimiento tan trágico como si hubiera perecido toda una multitud. Por lo tanto, resulta evidente que cuando los Benei Israel están unidos, cada uno se vuelve aún más preciado de lo que ya es.

Es así que tenemos el imperativo de sensibilizarnos ante el hecho de que cada hermano en la emunáh (fe) debe sentirse responsable de alivianar el sufrimiento de todos los demás; tal como Dios no puede soportar la pérdida de una sola persona, así también debemos ocuparnos de las necesidades espirituales y materiales de todos nuestros hermanos.

El Esfuerzo Místico Para Construir una Comunidad (Parashah Vayakhel)

Por P.A. David Nesher

“Y Moisés reunió a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las cosas que ordenó hacer el Eterno. Seis días trabajarás y en el séptimo descansarás, pues sería día santo, es decir dedicado al Eterno.»

(Shemot/Éxodo 35:1-2)

Al llegar a esta porción denominada Vayakhel notamos que se repite, prácticamente, la misma historia que encontramos en las parashot Terumah y Tetzavé, es decir que se nos habla de nuevo de la construcción del Mishkán o Tabernáculo. Toda las palabras de este pasaje fueron pronunciadas al día siguiente de lo que más tarde conoceríamos como “Yom Kippur”, es decir, estos eventos ocurren desde un 11 de Tishrei.

La expresión «Vayakhel» significa “Y congregó”, y está relacionada con el vocablo “congregación” o “comunidad”. Considerada así nos damos cuenta que la Torah nos está dando aquí una lección estupenda y pretende que nos enfoquemos en sus líneas interesándonos en descubrir todos los poderes mesiánicos que se esconden en un término: congregación.

De aquí aprendemos que para hacer morar la Presencia Divina en el seno del pueblo de Israel, antes debe alcanzarse, en un esfuerzo mancomunado, unidad en el vínculo de la paz y la conciencia de ser una única comunidad o «Kahal». Esta porción nos revela la importancia de crear unidad como parte de nuestro trabajo espiritual por lo que debemos buscar despertar el deseo por la unión que nos permite velar por los demás. La unidad es fundamento de la Shalom (Paz).

Leyendo el libro del Zohar me encontré con la explicación de que la parashá «Vayakhel» revela a los israelitas que cada uno de los seres humanos venimos a este mundo  con una falsa vasija (idea) mental; es decir, que creemos que estamos separados los unos de los otros. Así, la tendencia será que cada quien viva su vida, cada quien resuelva cada circunstancia como pueda, cada quien estudie lo que mejor cree que le viene bien, cada quien busque el trabajo que le plazca, cada quien trate de hacer una familia propia, etc. Es decir, cada quien viva a su manera. De este modo, todo eso  se convierte en un relativismo personal por medio del cual cada quien establece la manera de medir sus éxitos y fracasos. Así es la praxis de la mentalidad reptiliana que los hebreos habían aprendido en Mitzrayim (Egipto).

Siendo así, y sabiendo que de acuerdo al propósito eterno de Dios revelado, en algún momento los hebreos debían unificarse en la consciencia, para convertirse en un reinado de sacerdotes para el Eterno (Éxodo 19:6), ¿cómo podrían conciliar la vida de cada quien (y su unicidad) en una misma cosmovisión? ¿Cómo podrían unirse cuando tenían una real consciencia de separación, demostrada en el pecado del becerro de oro? La respuesta divina es congregándose.

La parashá Vayakhel explica que los israelitas comprendieron a través de la enseñanza mosaica que los seres humanos, en el diseño divino original, venimos a este mundo a esculpir a Malkut. Venimos a construirla, ese es el objetivo mesiánico de cada vida humana.

¿Qué es Malkut? Es el Reino de la nobleza humana; es el sueño de todo ser humano sobre una vida ideal. Permítanme explicar mejor esto que estoy diciendo. Desde que nacemos queremos Luz, pero como nacemos con la consciencia de separación, confundimos el deseo de Luz con el deseo de cosas materiales, así que comenzamos a crecer y, paralelamente, crece nuestro deseo de más cosas. Por ejemplo: de bebé queríamos un juguete específico, y ya adultos queremos un auto de tal marca y/o modelo, o anhelamos una casa de ciertas características. A eso se le llama agrandar nuestra vasija, que es lo mismo que agrandar nuestra capacidad de deseo. Sin embargo, viene el Eterno, a través de Su Sabiduría en la Torah, y nos dice que todos esos anhelos que tenemos están intentando llenar a una falsa vasija. ¿Cómo podemos saber que esto es cierto? Porque nunca estamos satisfechos.

Lo cierto de esto es que una vez que logramos la casa y el auto, nos sentimos contentos por un tiempo, y luego surge de nuevo la insatisfacción. Cuando esto sucede, aparece un nuevo anhelo o reto y nos movemos hacia donde sea para lograr satisfacer lo que sea que surja como deseo. Mientras estemos en esa etapa, estamos llenando a la falsa vasija. Los sabios llaman a esta falsa dinámica de vida: supervivencia.

Lo que no hemos entendido (porque nadie nos los dijo antes), es que cuando en lugar de llenar la falsa vasija llenamos la vasija real,  entonces la etapa de supervivencia se llena sola, sin que tengamos que hacer todos los esfuerzos que hacemos (Mateo 6:33).

La pregunta que surge es ¿cómo llenamos la vasija real? ¿De dónde la sacamos?

La Torah, en sus códigos de sabiduría, revela que la vasija real está muy unida a la vasija falsa (el 1 y el 99% de la existencia), y lo único que nos hace falta es “apuntar” al lado correcto. Hacer Teshuváh, es decir, regresar a la Fuente. Esto se logra afinando nuestros anhelos a fin de elevar nuestro deseo. Tenemos que aprender que no queremos la casa ni el auto, sino la satisfacción (la Luz) que ello nos proporciona para sentir que nuestra familia vive en mejor nivel de parnasah (sustento) y shelemut (plenitud).

Por lo tanto, mientras más claro tengamos en nuestro interior que lo que queremos es adhesión con el Creador, y esta meta sea cada vez más clara para nosotros, más Luz entrará a la vasija real (nuestra alma enfocada a la Intención del Eterno). Así pues, todo lo que haremos será perseguir esta Luz Infinita, y procuraremos que las chispas de la misma escondida en las cosas nos sean otorgadas. Ahora bien, ya hemos aprendido que la Luz sólo la obtenemos cuando anhelamos otorgársela a otros. Siendo así, al querer sólo la adhesión con el Creador, nos convertimos en una “máquina” de dar.

Pero, ¿qué tiene que ver todo lo anterior con congregarnos? Líneas arriba, expresé que el objetivo de nuestra existencia en este mundo es construir a Malkut. Sin embargo, el secreto está en que nosotros no estamos aquí para construir nuestro propio Malkut, sino para construir el Malkut de los otros. A eso se le llama Malkut Elokim (Reino de Dios). Por ello, congregarse es encontrarse, es reunirse con gente que tiene nuestros mismos objetivos, porque juntos es como somos más fuertes. Juntos, conseguimos ser unánimes en el esfuerzo de unir los pedazos de la vasija real y manifestarla con el nombre que el Eterno le ha concedido: Israel, Su Esposa.

Para lograr unificarnos, tenemos que vencer a una fuerza opositora llamada división o fragmentación. Si una sola persona quiere levantar un ladrillo, hace mucho más esfuerzo que si tiene a otra que le ayude, ¿cierto? Ese es el principio de ser un equipo. Pues bien, tenemos que lograr ser un equipo en todos los ámbitos de nuestra vida.  

La importancia de esto es  poder entender que la suma de chispas de luz que se conducen al unísono, es decir que marchan todas juntas, es capaz de ejercer el control de la mente sobre la materia. Es  como cuando vemos a un grupo de pájaros que vuelan todos juntos, al mismo ritmo y en la misma dirección. Uno guía al otro, y juntos parecieran que bailaran al ritmo de una misma melodía porque cuando existe una comunidad se crea una conciencia grupal extremadamente fuerte.


Bandada de estorninos en plena danza de unidad

Una persona sola puede quebrarse fácilmente, pero cuando es apoyada por otros entonces entonces se sostiene y enfrenta los problemas con determinación. Así lo expresaba el sabio rey Salomón al escribir:

«Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero !!ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto


(Eclesiastés 4:9-12)

¿Cuál es la parte difícil de conformar una Comunidad? Tolerarnos. Es decir, aceptar las diferencias en amor, entendiendo que el otro solo me muestra mi parte oscura o la luminosa,  todo depende de lo que yo vea en él. Es aceptar que cuando veo en el otro la oscuridad en realidad estoy resonando con mi propia oscuridad interna, pero si veo en él  la luz, es mi propia luz la que se está proyectando. Sin embargo cuando pertenecemos a una comunidad con un objetivo egoísta, es decir, de sólo recibir, de ver lo que la comunidad me puede aportar, de cómo puedo  aprovecharme de ella  para mejorar mi vida, entonces el HaSatán se infiltra a través de ese egoísmo para  dividir, separar y destruir. Es así como vemos división entre vecinos, amigos, razas, socios de un club, etc.

¿Por qué la Torah, en su sabiduría, nos explica que la pareja en alianza (matrimonio) es fundamental para el crecimiento personal?

Porque dicho diseño es la manera mas fácil de enseñar a la humanidad la metodología correcta para construir el Malkut de la persona a quien se ama. El hecho de amar a alguien nos facilita la cosa porque nos da el combustible. Cuando un ser humano no sabe lo que es habitar en matrimonio (sea por la razón que sea) es como consecuencia del «midáh keneguev midáh» (medida por medida) que se está pagando, y que debe recibir tikun (rectificación). Tenemos que saber que lo que hay que hacer, en ese caso, es un esfuerzo mayor, que consiste en renunciar al egoísmo para poder construir el Malkut del otro, sin recibir nada a cambio. La misma actitud que existe en una pareja en alianza es la que debe imperar en las almas de los redimidos que se convocan y encuentran en la Mesa de Comunión del atardecer del Shabat.

La historia de la construcción del Mishkán  nos enseña que una de las tareas más importantes y difíciles que enfrenta un ser humano, es encontrar una comunidad que funcione armónicamente, ser el líder y  construir una nueva congregación o participar en forma proactiva dentro de una comunidad que pueda lograr cohesión y  unidad, y desde allí estimularse a transformar el mundo a través de las buenas obras que otorgan los mitzvot (mandamientos) de la Torah.

El asunto, en esta porción, radica justamente en comprender y aceptar secreto de construir el Mishkán (Tabernáculo): un sitio de encuentro en donde todos podamos elevarnos. Nuestras asambleas justamente se convierten en eso cada atardecer de los días sábados, pues muchos de ustedes esperan con ansias la shiur (lección) o catequesis de la semana para estudiarla y meditarla corporativamente. Cada uno de ustedes siente que congregarse es un medio celestial que otorga una visión más clara de la Luz que buscan. Y por eso, contra viento y marea, trabajan todos los días de la semana en la construcción de ese Tabernáculo. Es decir, se enfocan en que debe llegar Shabat, y el mismo debe ser finalizado en asamblea, como la Novia que procura ataviarse para su Novio con las mejores galas.

Así tiene que ser los días de nuestra vida, amigos: desde el primero hasta el sexto día se trabaja en la construcción del Mishkán (en donde quiera que éste se pose). Sólo en Shabbat descansamos, porque ese día el Tabernáculo se eleva a las dimensiones celestiales de Binah, donde todo se renueva y hace posible. Es como si el domingo el obrero comienza a construir un muro del castillo, y el viernes lo termina. Cada semana hay una parte del castillo que construir: a veces no logramos ni poner un ladrillo o nos quedamos a la mitad, pero cada vez vamos afinando nuestra técnica para que podamos concluir la obra con éxito. Sinceramente, aunque la comparación es grotesca, siento este encuentro en Shabbat como si fuera una gallina que se posa en su nido (se asienta para empollar, dándole calor a sus huevos).

Por eso la Torah nos enseña por medio de esta porción (Vayakhel) que el primer paso para formar una comunidad es, antes que nada, tener un objetivo claro y definido que sea común. Luego, basado en eso, se establece el sistema de valores del grupo. Por lo tanto, en función de eso debemos encontrar las personas afines que quieran unirse a esos objetivos y valores, de modo de crear el entorno que nos ayude a lograrlo. Y sobre todo, lo que no puede faltar para poder crear una comunidad es el rigor de Guevurah, porque para que funcione, es necesario crear leyes o un sistema de control, para que ninguno de sus miembros abuse de los recursos o de los otros miembros. Es justamente el rigor de Guevurah lo que permite entender por qué somos talmidim (discípulos) o gente que acepta la disciplina que impone el Maestro que hemos escogido para recibir los códigos de la Instrucción.

El asunto es que bajo estos principios el Creador, nuestro Abba, creó este mundo y nos dio la Torah como el sistema de valores que debemos seguir. Todo lo que tenemos que hacer es imitar este modelo para cualquier cosa que hagamos. De esta manera podremos sentirnos estimulados a perseguir la unificación con el Creador,  como la prioridad de nuestra vida, por encima de todos los obstáculos que se nos pueden presentar cada día.

Queridos amigos, la demanda que nos implanta la porción de esta semana es hacer de cada aspecto de nuestra vida, un lugar de congregación para los otros. El lugar de trabajo, las reuniones sociales, la familia, etc., constituyen oportunidades para construir el Mishkán del Eterno, y el Malkut de otro, y esto sólo se puede hacer cuando damos Luz. La Luz no es otra cosa que satisfacción de propósito en la mente y el corazón.

FIESTA de las TROMPETAS: ¡Yom Teruah no es Rosh HaShanah!

En el tiempo profético de transición que los discípulos de Yeshúa que están a mi cargo, y yo, hemos experimentado en estos doce años, aprendimos que celebrar las Fiestas del Señor es el acto más efectivo que la única y verdadera Esposa del Ungido (Mesías/Cristo) está necesitando para lograr su misión: llevar a los santos a su plena manifestación como hijos primogénitos del Eterno.
 
 
En este peregrinar profético a las sendas antiguas de nuestra fe, hemos aprendido que en el libro de Vayikrá o Levítico (capítulo 23, en el versículo 24), se usa la palabra conmemoración, (mejor traducida como memorial) al traducir expresión hebrea mo’ed:

 «Habla a los hijos de Israel, y diles: las fiestas solemnes (mo’ed) de YHVH…»

 
 
Ahora bien, en su sentido más completo y esencial la palabra mo’ed significa:
  • «una cita»,
  • «un tiempo señalado»,
  • «un ciclo o año»,
  • «una asamblea»,
  • «un tiempo determinado»,
  • «un tiempo preciso«.
 
Considerando todas estas acepciones que permite el significado de la palabra hebrea mo’ed (fiesta), podemos ver que el Eterno está precisando «un tiempo determinado o un tiempo señalado en el cual Él está haciendo una cita con la humanidad para cumplir ciertos aspectos prioritarios de la redención, y que deben mantener nuestra memoria activa a fin de evitar el letargo reptiliano«.
 
 
Desde el texto del capítulo 23 de Levítico se desprende que una de esas citas especiales es la denominada Fiesta de las Trompetas o en su expresión hebrea: Yom Teruah.
 
 
La Fiesta de Yom Teruah celebra el hecho profético del inicio de la recuperación de los reinos de la Tierra sujetos a Aquel que ha de sentarse por la eternidad sobre el Trono de David: Yeshúa el Mesías.
 
 
Yom Teruah es una fiesta profética relacionada con hechos que ocurrirán en cualquier momento. Por lo tanto, es una celebración  con características escatológicas, por lo que hemos comprendido y aceptado que no debe ser usada para celebrar una supuesta y mitológica creación de la Tierra, en un pasado remoto, como la actual Casa de Judá asegura. Más bien, esta celebración, permite a la Esposa del Mesías celebrar su anhelo constante de que Su Amado venga pronto y la siente junto a Él para reinar sobre las naciones por mil años ( ver Apocalipsis/Revelación 22:17).
 
 
Considerando esta exhortación los invito a disfrutar de los siguientes estudios bíblicos y entender las diferencias entre Yom Teruah y su deformación judía denominada Rosh HaShanah. Solamente deberán trasladarse a los siguientes enlaces de bitácoras que ampliarán más el conocimiento del sentido que tiene para un discípulo de Yeshúa esta celebración:

(más…)

LA INTOLERANCIA CONTRA CRISTO: PALABRAS PROFÉTICAS MUY OPORTUNAS

Lo que Paul Washer describe en esta charla son pautas proféticas que revelan el espíritu enemigo que se está levantando contra los escogidos en las naciones. El sistema ya ha trazado una vez más sus estrategias de persecución y exterminio contra todo lo que proclama el Señorío de Cristo y el establecimiento del Gobierno de Dios entre los hombres.

Las leyes anti-diseño que cada vez toman control de los Códigos Civiles nacionales son pautas satánicas que trazarán una mentalidad totalmente antagónica respecto a los valores de vida que proclamamos los santos.

¡Atiendan lo que el Espíritu le dice hoy a la Iglesia!