Efraín y Judá

La Casa de Israel: ¿Diez Tribus Perdidas? (Maestro Jim Stanley)

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Yeshúa el Ungido como el Adam Postrero que Unirá a las 12 Tribus de Israel.

Mashíaj escondido en la parashá Nitzavim-Vayelej

…no pasarás este Yardén… Yehoshúa es el que pasará

(Devarim/Deuteronomio 31:2-3)

Ya hemos considerado en otras bitácoras que tanto Moshé como Yehoshúa (Josué) son sombras proféticas del Mesías, es decir que son tipos del arquetipo.

Por ende, al leer acerca de la muerte de Moshé y la sucesión de Yehoshúa, debemos abrir nuestro entendimiento aceptando que son una figura de la muerte y resurrección del Mesías. Muy especialmente, discernir que dicha obra salvadora estaba enfocada en la unión de las dos casas de Israel.

Por eso, Moshé es también un cuadro del primer hombre y Yehoshúa del segundo hombre. El primer hombre murió y el segundo hombre recibió una vida indestructible. Esto apuntaba a que la Torah escrita dada por Moshé en el Monte Sinaí no lograría por sí sola su objetivo final de reparar el mundo hasta que ella se hiciera carne en el corazón humano para mostrar su esplendor a través de esa mente en gobierno (mente mesiánica).

El apóstol Pablo, al escribir a los creyentes corintios les recordaba lo que ellos habían descubierto en sus disciplina de estudiar esta porción de la Torah:

Porque así como en Adam todos mueren, también en el Mesías todos serán vivificados…
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo. Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son también los que son celestiales. Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Y esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible.”
(1 Corintios 15:22, 47-50)

Los mismo hará cuando le enviara su epístola a los discípulos que residían en la Roma imperial:

Porque si hemos sido unidos a él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección, sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue colgado en el madero con él, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado. Y si hemos muerto con el Mesías, creemos que también viviremos con él, sabiendo que el Mesías, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre él. Porque en cuanto él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios. Así también vosotros, consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en el Mesías Yeshúa.”
(Romanos 6:5-11)

En este mismo capítulo leemos también:

Entonces llamó Moshé a Yehoshúa y le dijo en presencia de todo Israel:
Sé firme y valiente, porque tú entrarás con este pueblo en la tierra que Yahvéh ha jurado a sus padres que les daría, y se la darás en heredad.”
(31:7) 

Primeramente, entendamos que Yehoshúa, tiene el mismo nombre que Yeshúa de forma extendida. Moshé está diciéndole a su legado que él es el que introducirá las 12 tribus en la Tierra Prometida. Al revelara esto, la Torah está dejando establecida una tipología del trabajo que el Mesías Yeshúa realizaría después de vivir una vida de plena obediencia a la Torah: introducir todas las tribus de Israel en la tierra y en las promesas dadas a los padres.

En el libro del profeta Isaías está escrito el oráculo divino que revela las palabras del Eterno a Su Siervo Ungido:

dice Él:
Poca cosa es que tú seas mi siervo, para levantar las tribus de Yaakov y para restaurar a los que quedaron de Israel; también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.
(Isaías 49:6)

Aquellos que hemos estudiado los Escritos Mesiánicos fielmente, hemos notado que desde que el Mesías Yeshúa nació en Beit Lejem (Belén), conforme al testimonio de las Escrituras, hasta el día de hoy, él ha estado trabajando en su misión de buscar y restaurar a las doce tribus.  

Muchísimos, y mi arriesgo a decir que quizás todos, de los que han nacido de nuevo espiritualmente entre los gentiles son descendientes físicos de las diez tribus perdidas de Israel. Es decir que, por medio del nuevo nacimiento, han abandonado la condición de muerte ontológica del primer Adam y han sido investido de la naturaleza celestial del segundo Adam. Así mismo, al nacer de nuevo en el Espíritu Santo, han obtenido el contacto espiritual con Israel, y en ese nivel esta profecía se ha cumplido en todo el mundo. Eso es estar con el Ungido en las regiones celestes (cf. Efesios 2:6)

Pero a su vez, necesitamos creer y aceptar que desde esa posición espiritual de los redimidos, en el nivel del mundo físico también habrá una restauración de las doce tribus. Cuando Yeshúa regrese, él revelará a cada uno a qué nación y tribu pertenece, y luego restaurará las doce tribus en la tierra fue que prometida a la descendencia física de Avraham para siempre. Esta será el cumplimiento físico de esta profecía.

Si nos fijamos bien, notaremos que las Sagradas Escrituras revelan que para entrar en la nueva Yerushalayim (Jerusalén), hay que pasar por una de las doce puertas. Cada puerta tiene uno de los nombres de las doce tribus de Israel. Esta es la evidencia profética que las doce tribus de Israel son puertas para poder entrar en la ciudad celestial:

Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Yerushalayim, que descendía del cielo, de Dios, y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe cristalino. Tenía un muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas doce ángeles; y en ellas había nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. Había tres puertas al este, tres puertas al norte, tres puertas al sur y tres puertas al oeste.”
(Revelación 21:10-13:)

Amado lector y lectora, es tiempo ya de doblegar tu alma ante esta gran Verdad: la única manera de entrar en la ciudad es pasar por una de las tribus de Israel rescatada en la Sangre del Cordero de Gloria: Yeshúa HaMashiaj.

«Acérquense y Escuchen a vuestro Padre» (dijo Jacob)

Por P.A. David Nesher

«Llamó Jacob a sus hijos y dijo:
—Acercaos y os declararé lo que ha de aconteceros en los días venideros. Acercaos y oíd hijos de Jacob;escuchad a vuestro padre Israel.»

(Bereshit/Génesis 49: 1-2)

Todas las palabras comprendidas entre los versículos 1 a 27 de este capítulo 40 de Bereshit (Génesis) son conocidas como «la bendición de Yaakov a los hijos de Israel«. Más tarde, Moshé (el escritor del Sefer Bereshit) dará el mismo estilo profético-mesiánico de bendición antes de su muerte (Deut. 33). Por ello, es que él escribe este pasaje a fin de que los benei Israel (Hijos de Israel) comprendan por qué y para qué él está bendiciéndolos.

Así pues, vemos como Yaakov, en lo que es su último y más significativo acto como patriarca y como heredero de Avraham y de Itzjak, bendijo uno por uno a sus doce hijos.

No obstante, en las palabras de Yaakov encontramos no solamente bendiciones sino también amonestaciones, reprimendas y vaticinios de futuro.
En la bitácora anterior, les comenté que leyendo el Midrash encontré que los sabios sostienen que “la intención del patriarca Yaakov en los últimos momentos de su vida había sido revelar a sus hijos el fin de todo el sistema babilónico. Empero se apartó de él la Divinidad (el espíritu de la Profecía) y continuó diciendo otras cosas” (Bereshit Rabbáh).

Lo primero que notamos al leer este capítulo es  que el orden de los hijos como él les profetiza no es el mismo que se encuentra en el capítulo 29 vers. 31 al cap. 30 vers. 25, o el cap. 35 vss. 16 al18 excepto, para los cuatro primeros.

Yaakov se dirige a sus hijos en este orden: Comienza con los seis hijos de Leah: Rubén, Shimeón, Leví, Yehudáh, Zebulón e Isajar (si bien Zebulón aparece antes que Isajar cuando correspondería lo contrario). 

Luego trata con el hijo de Bilháh, Dan, y luego con los dos hijos de Zilpáh, Gad y Aser, Luego con el otro hijo de Bilháh, Neftalí.

Después culminará tratando con los hijos de Raquel (Rajel), Yosef y Benjamín. Efraín y Manasés estaban también en ese momento junto al lecho de muerte de Yaakov. Así como la bendición de los hijos se convirtió en la bendición del padre, la profecía del padre se convirtió en la profecía de los hijos. Por lo tanto, Efraín y Manasés fueron profetizados, como podría decirse, a través de José.

El estilo idiomático de esta bendición es poético, arcaico y, con cierta frecuencia, poco claro. No fue una conversación común.

Cualquier cosa que un hombre diga en su lecho de muerte es importante porque generalmente, si alguna vez dice la verdad, lo dice en su lecho de muerte. Yaakov habló poéticamente y con gran imaginación. Sus expresiones sugieren que él estaba hablando en el Espíritu. Estaba en pleno uso de sus facultades, aunque estaba cerca de morir.

Como estaba hablando en lenguaje poético, los hijos no podían dejar de reconocer la importancia de las palabras de su padre.

Casi instintivamente, ellos al entrar en la habitación, se reunieron agrupados por subfamilia, en una posición circular alrededor de la cama. El resultado neto fue que catorce hijos se reunieron alrededor del lecho de muerte de su padre Israel. A medida que los oscuros ojos de Yaakov los reconocieron gradualmente, procedió a hablar a uno por vez, alrededor del círculo concéntrico del ahava (amor) de Yaakov.

Por eso conviene considerar aquí lo que el sabio intérprete Abarbanel dice refiriéndose a este pasaje:

“En cuanto a la intención de las palabras de Yaakov y las bendiciones, me inclino a pensar que Yaakov, en su lecho de muerte quiso aclarar de cuál de sus hijos surgirá la tribu que reinará y gobernará en su descendencia. Ya que él había visto y había vislumbrado, por el espíritu de profecía, que su descendencia iba a ser prolífica y, por lo tanto, quiso orientar acerca de la conducción de las tribus, para que no hubieren luchas ni disensiones entre sus hijos.
Por ello él calará profundamente en cada uno de sus hijos, de acuerdo a su naturaleza y carácter, buscando a quién corresponderá el reino o la conducción; ya que la naturaleza de los descendientes de sus hijos tenderá a parecerse a la de sus progenitores. Es por ello que Yaakov, en sus palabras, a veces hablará de las cualidades y caracteres de sus hijos y a veces vaticinará el futuro de su descendencia.
Ello no implicará, a veces, ni bendición ni reprimenda ni vaticinio de futuro ni lo que ocurrirá en la tierra de su asentamiento, sino que hablará de la cualidad de sus hijos para el reino y la conducción”.

Por último, veremos que el autor del libro de Crónicas sintetiza las palabras de Yaakov en lo referente a la conducción de las tribus de Israel con estas palabras:

“Y los hijos de Reuvén primogénito de Israel; ya que él era el primogénito. Empero al profanar el lecho de su padre le fue dada la primogenitura a los hijos de Yosef, hijos de Israel…»
(1 Crónicas 5:1)

El rabí Itzjak Aramáh entiende que en el versículo 1 de capítulo 49 se revela que la intención de Yaakov había sido develar el fin de los tiempos pero como “la profecía se apartó de Yaakov” él les hablará de otras cosas y por ello retorna y dice:

¡Congregaos y escuchad…!

“…y escuchad a Israel, vuestro padre.” Este fue un lugar de madurez espiritual, dándose cuenta de lo que tanto el Eterno lo hizo (Israel) y tenía que luchar contra (Jacob). Más tarde la Torah les pedirá la fe en el Eterno casi con las mismas palabras: “Shemah Israel” (— «Escucha Israel«).

Si bien esto es un paralelo estilístico frecuente en la poesía bíblica, Abarbanel descubre alguna insinuación cuando dice: “Escuchad a Yaakov porque es vuestro padre y porque es Israel, el que ha contendido ante Elohim y con los hombres.”

Es muy interesante notar como Yaakov habla en tercera persona (él cambiará a primera persona en el versículo siguiente cuando se dirige individualmente a un hijo). El patriarca se refiere a sí mismo como Yaakov y como tu padre Israel, y aparece como el sabio padre de Proverbios que aconseja a sus hijos a escuchar su instrucción:

«Escuchad, hijos, la instrucción de un padre, Y estad atentos para adquirir entendimiento, y no os apartéis de los dichos de mi boca: porque los que guardan mis caminos son bienaventurados.»
(Proverbios 4:1; 5:7b y 8:32b).

Abarbanel, considerando esta frase (… «congregaos y escuchad«) explica lo siguiente:

“También al decir congregaos, él está insinuando que ningún hijo quedará excluido de las bendiciones que él les otorgará, cosa que no ocurrió ni con los hijos de Abraham ni con los hijos de Itzjak, donde hubo exclusiones.”

En conclusión, y considerando todo lo que hasta aquí hemos hablado, en ese momento, previo a su muerte física, Yaakov llegó a entender proféticamente que el proceso de selección mesiánica ya había terminado. Yahvéh, nuestro Dios, no iba a elegir a uno de sus hijos y rechazar a otros. Por el contrario, a partir de ese momento, y por medio de esta bendición, todos iban a formar parte de la nación que el Eterno estaba formando para traer bendición a todas las familias de la Tierra, tal como lo había prometido a Avraham e Itzjak (Gen. 12:1-3; Gen. 26:3-4).

Yahvéh había reiterado las bendiciones de Avraham a Yaakov (Génesis 28:10-15) diciendo que los descendientes de Yaakov serían tan numerosos como “el polvo de la tierra” y ellos se esparcirían finalmente hasta las cuatro esquinas del mundo desde la región de la Tierra Prometida. Por esta razón, el nombre de Yakoov fue cambiado más tarde a “Israel” (Génesis 32:28), y él tuvo 12 hijos que llegaron a ser las “12 tribus de Israel”.

En las bendiciones registradas en Génesis 49, vemos que Israel dio profecías para cada una de las tribus designadas con los nombres de sus 12 hijos. Los 12 hijos de Israel son (en español): Rubén, Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser, Neftalí, José y Benjamín.

La tribu más reconocida por los lectores modernos es Judá. Los descendientes de Judá han sido llamados por mucho tiempo “judíos”. No obstante, Judá es tan sólo uno de los hijos de Israel. La gran mayoría de los descendientes de Israel vinieron de los otros hijos que no fueron llamados judíos. A estos se los debe llamar con el genérico de israelitas.

En el relato de la Historia Universal podemos notar, mediante muchas evidencias científicas, que las 12 tribus de Israel finalmente se convirtieron en grandes naciones e imperios tal como Yahvéh lo había predicho. Identificar estas naciones en la actualidad nos ayuda a entender lo que ocurrirá antes del regreso del Mesías.

Muchas son las personas que piensan erróneamente que, desde el establecimiento de la «Iglesia del Nuevo Testamento», las identidades de estos pueblos ya no tienen ningún propósito. Ellos creen lo que sus líderes religiosos les enseñan mediante los dogmas de la dibólica «Teología del Reemplazo».
Sin embargo, la verdad de todo es que Yahvéh tiene muchos planes más para las personas que han descendido de las 12 tribus de Israel después de que el Mesías regrese. Para mayo información les invito a continuar su investigación a través de lo diferentes artículos que en este Blog proclaman la pura Verdad de la Historia de la Salvación.

Jacob y el “Fin de los Tiempos”

Por P.A. David Nesher

Vayikra Ya’akov el-banav vayomer he’asefu ve’agidah lajem et asher-yikra etjem be’ajarit hayamim.

«Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Reuníos, y os anunciaré lo que os acontecerá en los días postreros.»
(Bereshit/Génesis 49:1) 

En la aliyáh (ascensión) de hoy estudiaremos un capítulo muy interesante, porque la acción transcurre junto al lecho de muerte del anciano Yaakov, nuestro padre (avinu). Como recordarán, en el capítulo anterior lo vimos ya postrado por la enfermedad y consideramos el momento en que cobró fuerzas, se sentó en la cama y bendijo a los dos hijos mayores de José (Yoséf).

El exégeta Abarbanel, refiriéndote al contexto de todo este relato, comenta lo siguiente:
Después de concluir con la bendición a los hijos de Yosef, en un ambiente de cercanía e intimidad, llama al resto de sus hijos y les bendice también, para no fomentar en ellos, celos o envidias..

Así y en este tramo de nuestra peregrinación de fe por las aliyot (ascensiones) de la parasháh Vayejí,  llegamos a una expresión importante. Encontramos que hay ciertas expresiones que las Sagradas Escrituras usan una y otra vez. Una de esas expresiones es «los últimos días«. 

La expresión hebrea ajarit-hayamim, en verdad debe traducirse literalmente como «al final de los días«. Esta frase merece ser explicada en su debido contexto, ya que cuando aparece en los libros proféticos hace referencia a Lemot HaMashíaj (traducido como “los días del Mesías”). Por ejemplo, en el rollo de Yeshayah (Isaías) cap. 2 vers. 2 y en el profeta Yejezkel (Ezequiel) cap. 38 vers. 16. Por eso, el Rambán interpreta que este pasuk (versículo 1)  relata a Yaakov haciendo referencia a la llegada de Mashiaj. El sabio Onkelos en el Targurn traduce ajarit-hayamim como “en el final de los días”.

Por causa de este matiz profético debemos entender que Yaakov dará mucho más que una bendición patriarcal estándar. Más bien, será una profecía que prefigurará el desarrollo de las doce tribus de Israel y los ambientes en los que vivirán cuando se instalen en la tierra de Canaán. Desde esta bendición Moshé continuará trazando la historia profética de Israel al enumerar el futuro de las doce tribus en el capítulo 33 del Sefer Devarim (Libro de Deuteronomio).

Nos encontramos aquí con la primera profecía conscientemente hablada por el hombre en las Sagradas Escrituras. Había muchas profecías anunciadas por el Eterno como es el caso del Proto-Evangelio (donde está anunciada la promesa del triunfo de la simiente de la mujer en Génesis 3:15), y otras profecías veladas por los hombres, pero esta es la primera profecía proveniente de boca humana conocida en la Tanak.

Yaakov avinu entonces está hablando de los últimos días de la nación de Israel y de lo que sucederá a sus doce hijos y a las doce tribus que vendrán de ellos, hasta que se manifieste el Mesías (o el Cristo), el propósito eterno de Dios para los hombres.

El sabio intérprete Rabí Itshak Arama entiende que, el propósito de Yaakov avinu al pronunciar las palabras de esta bendición fue el de hablarles del «fin de los tiempos», interpretado en la cosmovisión hebrea como «el fin de todos los exilios«. Por eso, las tradiciones interpretativas judías dicen que Yaakov estaba a punto de bendecir a sus hijos dispuesto a decirles en detalles el “gran secreto sobre el fin del tiempo”. Pero en ese momento, la gloria de Dios (la Shekináh), la Profecía de lo Alto (Apoc. 19:10), lo visitó y se fue rápido de él porque no era adecuado hacerlo en ese instante. 

La Shekinah se apartó de Yaakov porque él quería revelar a sus hijos cómo y cuándo llegaría el Mashiaj, otorgándole minuciosamente los detalles de su venida. Él poseía todo el conocimiento del gran misterio de los siglos, pero no estaba en la Intención de Yahvéh darlas a conocer aún, por lo tanto Yaakov no podía decirle a sus hijos nada detallado. Con ansias, los hijos esperaban tal revelación, pero en un inesperado giro, Yaakov calla estos asuntos y les empieza a recitar bendiciones con una escatología encriptada. Sin embargo, en las pautas del libro «Birkat Yaakov» («Bendiciones de Yaakov«), se encontrarán mensajes proféticos que habrán de revelar el futuro de cada tribu, algunas serán cumplidas hasta el momento de la aparición del Mashiaj.

El sabio Rashí interpreta, basado en el Talmud, que Yaakov quiso revelarles el final de los tiempos, pero en ese momento el Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) se retiró de él, y comenzó a decir otras cosas.

Leyendo la Midrash [Etz Yosef] encontré la siguiente enseñanza:

Yaakov quiso revelar a sus hijos el momento de la llegada del Mesías. Supo que se mantendrían fieles a HaShem aun cuando supieran que el tiempo de la redención fuera lejano. Sin embargo, el Todopoderoso decidió que la fecha de la redención debía mantenerse en secreto de los hijos de Yaakov a causa de las generaciones futuras que no serían tan grandiosas como los hijos de Yaakov. Las generaciones futuras desesperarían en el exilio si supieran que el momento destinado estuviera tan lejano.”

Muchos hablan del hecho de que ciertas profecías concernientes a la nación de Israel se han cumplido, eso es verdad. Pero podemos reducir aún más, dividiendo a Israel en doce partes y reconociendo que el Eterno ha tenido algo que decir acerca de cada hijo y tribu. No sólo se han cumplido Sus profecías acerca de la nación, sino que también se han cumplido las profecías concernientes a cada tribu. Eso es lo que lo hace más sorprendente.

Lo cierto de todo esto es que la bendición de Yaakov no consistía en desear buenas cosas para los hijos. De aquí aprendemos que la bendición, según la cosmovisión hebrea, no está basada en pronunciar “buenos deseos”, sino en hacer una apreciación profética. Para ello, el padre que bendice se fundamenta en la apreciación del carácter de cada hijo, según lo discierne con sus ojos espirituales.

En otras palabras, en la cosmovisión celestial la “bendición paterna” son palabras proféticas que reflejan lo que el padre ha aprendido a convivir supervisando con ojos espirituales a sus hijos, y visualizando así qué clase de generaciones crearán ellos desde sus lomos.

Por eso, lo curioso de la bendición final de Yaakov es que sus palabras no sólo iban dirigidas a sus hijos, sino que estaban proyectadas también a su descendencia después de ellos hasta el final de la Historia de la Salvación.

En el capítulo que tenemos ante nosotros veremos las profecías de lo que sucederá en cada tribu en los últimos días. Mientras que algunas de ellas ya se han cumplido, la mayoría de ellas esperan un cumplimiento escatológico final. Pero como el desarrollo de estas bendiciones demanda un buen espacio, los invito a ir a la siguiente bitácora.

Judá y Efraín: Los Dos Ejes Principales de la Salvación.

Por P.A. David Nesher

“Y los ojos de Israel estaban tan débiles por la vejez que no podía ver. Entonces Yosef se los acercó, y él los besó y los abrazó.” 

(Bereshit/Génesis 48:10) 

Hemos visto como Efrayim, hijo menor de Yoséf, fue puesto sobre su hermano mayor por orden del Cielo y todas sus esferas. Lo más lógico hubiera sido que Menashé recibiera la primogenitura y por eso la mano derecha debería haber sido puesto sobre él. Pero el Eterno quiso cambiar el orden de lo natural para algo sobrenatural. Generalmente es muy fácil seguir el rumbo natural de las cosas y hacer lo que siempre se ha hecho, acorde a lo que hemos aprendido que se debe hacer, según los regímenes del sistema reptiliano. Sin embargo, cuando el Espíritu del Creador está en acción es muy posible que las cosas cambien de vez en cuando. Por esto hay que estar abiertos espiritualmente para toda clase de cambios en lo que debería ser normal. Cuando uno camina con el Eterno debe estar preparado para cualquier sorpresa que sale de lo común.

Por eso hemos también aceptado que nuestro padre Israel sabía muy bien lo que hacía al cruzar sus brazos. Él fue dirigido por el Espíritu del Eterno a hacer lo que hizo.  Israel podía ver algo que Yosef no podía ver. 

La mano derecha fue puesta sobre Efrayim que no solamente recibiría una doble porción de terreno en la tierra prometida, sino también se convertiría en la principal tribu de las diez que compondrían el Reino del Norte después de la división de la nación en épocas de Roboam, hijo de Salomón (1 Rey. 11).

De esa manera Efrayim llegó a tener un papel muy importante en Israel. Las dos tribus más importantes son Yehudá y Efrayim. Alrededor de estas dos tribus giran todo el plan de salvación que tiene el Eterno para el mundo. Efrayim es la tribu más importante de las diez tribus que constituyeron el reino del norte, la casa de Israel. Por eso Efrayim representa al resto de las diez tribus. 

Por eso, aunque la salvación venga de los judíos como lo enseñan Yeshúa mismo (Juan 4:22), Efrayim juega un papel muy importante en el proyecto de redención del mundo perdido. 

Con esta cosmovisión correcta (y sólo con ella) logramos comprender el espíritu profético-mesiánico que satura las palabras del salmista cuando canta:

«Cuando el Eterno haga volver los cautivos de TZion, Israel será como los que sueñan, no podrán ver bien.»
(Salmo 126:1) 

Así pues podemos decodificar la expresión «Yosef se los acercó”, que justamente está profetizando que el acercamiento de la Casa de Judá con la de Israel de los hijos de Ben Yosef en los últimos tiempos no se realizará bajo la intención y dirección de los rabinos que niegan a Yeshúa, sino bajo la dirección de Yeshúa HaMashíaj mismo, levantando hombres (varones y mujeres) con corazón pastoral que pedagógicamente enseñarán Su Yugo y diseño. Según la tipología que vibra en este pasaje, la Torah enseña que Yosef es el que acerca a sus hijos a Israel en los últimos tiempos, no Yehudá. Sólo el movimiento dirigido por Yeshúa resultará en el cumplimiento de estas profecías. Los que buscan el reconocimiento de los hombres serán avergonzados; (pienso en los muchos de los que por estar en el movimiento de raíces hebreas, se terminan convirtiendo en fanáticos judaizantes que niegan a Yeshúa en su esencia y misión). El que busca ser dirigido por Yeshúa llegará a Israel y será abrazado y besado.

Entonces, como lo dije más arriba, debemos aceptar que en la cosmovisión del Eterno, existen dos ejes principales en Israel, Yehudáh y Efrayim. Alrededor de estas dos tribus gira toda la Historia de Salvación. No solamente alrededor de los judíos, sino también alrededor de los descendientes de Efrayim que fueron totalmente asimilados entre los gentiles después de la invasión Asiria en el año 722 a.E.C.

En los últimos tiempos Efrayim será reunido con Yehudáh para ser un solo pueblo bajo el gobierno del Mesías, tal y como el oráculo del profeta Ezequiel lo anunciara:

“Y vino a mí la palabra del Eterno, diciendo: Y tú, hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella:
«Para Yehudáh y para los hijos de Israel, sus compañeros.»
Toma luego otra vara y escribe en ella:

«Para Yosef, vara de Efrayim, y para toda la casa de Israel, sus compañeros.» 
Júntalas la una con la otra en una sola vara para que sean una sola en tu mano. Y cuando los hijos de tu pueblo te hablen, diciendo:
«¿No nos explicarás qué quieres decir con esto?», diles:
«Así dice el Señor Eterno:
‘He aquí, tomaré la vara de Yosef, que está en la mano de Efrayim, y las tribus de Israel, sus compañeros; las pondré con aquélla, con la vara de Yehudá, y las haré una sola vara, y serán una en mi mano.’
Y las varas en que escribas estarán en tu mano a la vista de ellos, y diles:
«Así dice el Señor Eterno:
‘He aquí, tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra. Y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel; un solo rey será rey de todos ellos; nunca más serán dos naciones, y nunca más serán divididos en dos reinos. ‘No se contaminarán más con sus ídolos, ni con sus abominaciones, ni con ninguna de sus transgresiones; sino que los libraré de todos los lugares en que pecaron y los limpiaré. Y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. ‘Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en mis ordenanzas y guardarán mis estatutos y los cumplirán. ‘Y habitarán en la tierra que di a mi siervo Yaakov, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será su príncipe para siempre. ‘Y haré con ellos un pacto de paz; será un pacto eterno con ellos. Y los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. ‘Mi morada estará también junto a ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. ‘Y las naciones sabrán que yo, el Eterno, santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.»

(Ezequiel 37:15-28)

Que el Eterno nos ayude a tener las mentes abiertas para cualquier cambio de lo rutinario para que su Espíritu pueda crear cosas nuevas en y a través de nosotros.