Por P.A. David Nesher
«Llamó Jacob a sus hijos y dijo:
—Acercaos y os declararé lo que ha de aconteceros en los días venideros. Acercaos y oíd hijos de Jacob;escuchad a vuestro padre Israel.»
(Bereshit/Génesis 49: 1-2)
Todas las palabras comprendidas entre los versículos 1 a 27 de este capítulo 40 de Bereshit (Génesis) son conocidas como «la bendición de Yaakov a los hijos de Israel«. Más tarde, Moshé (el escritor del Sefer Bereshit) dará el mismo estilo profético-mesiánico de bendición antes de su muerte (Deut. 33). Por ello, es que él escribe este pasaje a fin de que los benei Israel (Hijos de Israel) comprendan por qué y para qué él está bendiciéndolos.
Así pues, vemos como Yaakov, en lo que es su último y más significativo acto como patriarca y como heredero de Avraham y de Itzjak, bendijo uno por uno a sus doce hijos.
No obstante, en las palabras de Yaakov encontramos no solamente bendiciones sino también amonestaciones, reprimendas y vaticinios de futuro.
En la bitácora anterior, les comenté que leyendo el Midrash encontré que los sabios sostienen que “la intención del patriarca Yaakov en los últimos momentos de su vida había sido revelar a sus hijos el fin de todo el sistema babilónico. Empero se apartó de él la Divinidad (el espíritu de la Profecía) y continuó diciendo otras cosas” (Bereshit Rabbáh).
Lo primero que notamos al leer este capítulo es que el orden de los hijos como él les profetiza no es el mismo que se encuentra en el capítulo 29 vers. 31 al cap. 30 vers. 25, o el cap. 35 vss. 16 al18 excepto, para los cuatro primeros.
Yaakov se dirige a sus hijos en este orden: Comienza con los seis hijos de Leah: Rubén, Shimeón, Leví, Yehudáh, Zebulón e Isajar (si bien Zebulón aparece antes que Isajar cuando correspondería lo contrario).
Luego trata con el hijo de Bilháh, Dan, y luego con los dos hijos de Zilpáh, Gad y Aser, Luego con el otro hijo de Bilháh, Neftalí.
Después culminará tratando con los hijos de Raquel (Rajel), Yosef y Benjamín. Efraín y Manasés estaban también en ese momento junto al lecho de muerte de Yaakov. Así como la bendición de los hijos se convirtió en la bendición del padre, la profecía del padre se convirtió en la profecía de los hijos. Por lo tanto, Efraín y Manasés fueron profetizados, como podría decirse, a través de José.
El estilo idiomático de esta bendición es poético, arcaico y, con cierta frecuencia, poco claro. No fue una conversación común.
Cualquier cosa que un hombre diga en su lecho de muerte es importante porque generalmente, si alguna vez dice la verdad, lo dice en su lecho de muerte. Yaakov habló poéticamente y con gran imaginación. Sus expresiones sugieren que él estaba hablando en el Espíritu. Estaba en pleno uso de sus facultades, aunque estaba cerca de morir.
Como estaba hablando en lenguaje poético, los hijos no podían dejar de reconocer la importancia de las palabras de su padre.
Casi instintivamente, ellos al entrar en la habitación, se reunieron agrupados por subfamilia, en una posición circular alrededor de la cama. El resultado neto fue que catorce hijos se reunieron alrededor del lecho de muerte de su padre Israel. A medida que los oscuros ojos de Yaakov los reconocieron gradualmente, procedió a hablar a uno por vez, alrededor del círculo concéntrico del ahava (amor) de Yaakov.
Por eso conviene considerar aquí lo que el sabio intérprete Abarbanel dice refiriéndose a este pasaje:
“En cuanto a la intención de las palabras de Yaakov y las bendiciones, me inclino a pensar que Yaakov, en su lecho de muerte quiso aclarar de cuál de sus hijos surgirá la tribu que reinará y gobernará en su descendencia. Ya que él había visto y había vislumbrado, por el espíritu de profecía, que su descendencia iba a ser prolífica y, por lo tanto, quiso orientar acerca de la conducción de las tribus, para que no hubieren luchas ni disensiones entre sus hijos.
Por ello él calará profundamente en cada uno de sus hijos, de acuerdo a su naturaleza y carácter, buscando a quién corresponderá el reino o la conducción; ya que la naturaleza de los descendientes de sus hijos tenderá a parecerse a la de sus progenitores. Es por ello que Yaakov, en sus palabras, a veces hablará de las cualidades y caracteres de sus hijos y a veces vaticinará el futuro de su descendencia.
Ello no implicará, a veces, ni bendición ni reprimenda ni vaticinio de futuro ni lo que ocurrirá en la tierra de su asentamiento, sino que hablará de la cualidad de sus hijos para el reino y la conducción”.
Por último, veremos que el autor del libro de Crónicas sintetiza las palabras de Yaakov en lo referente a la conducción de las tribus de Israel con estas palabras:
“Y los hijos de Reuvén primogénito de Israel; ya que él era el primogénito. Empero al profanar el lecho de su padre le fue dada la primogenitura a los hijos de Yosef, hijos de Israel…»
(1 Crónicas 5:1)
El rabí Itzjak Aramáh entiende que en el versículo 1 de capítulo 49 se revela que la intención de Yaakov había sido develar el fin de los tiempos pero como “la profecía se apartó de Yaakov” él les hablará de otras cosas y por ello retorna y dice:
¡Congregaos y escuchad…!
“…y escuchad a Israel, vuestro padre.” Este fue un lugar de madurez espiritual, dándose cuenta de lo que tanto el Eterno lo hizo (Israel) y tenía que luchar contra (Jacob). Más tarde la Torah les pedirá la fe en el Eterno casi con las mismas palabras: “Shemah Israel” (— «Escucha Israel«).
Si bien esto es un paralelo estilístico frecuente en la poesía bíblica, Abarbanel descubre alguna insinuación cuando dice: “Escuchad a Yaakov porque es vuestro padre y porque es Israel, el que ha contendido ante Elohim y con los hombres.”
Es muy interesante notar como Yaakov habla en tercera persona (él cambiará a primera persona en el versículo siguiente cuando se dirige individualmente a un hijo). El patriarca se refiere a sí mismo como Yaakov y como tu padre Israel, y aparece como el sabio padre de Proverbios que aconseja a sus hijos a escuchar su instrucción:
«Escuchad, hijos, la instrucción de un padre, Y estad atentos para adquirir entendimiento, y no os apartéis de los dichos de mi boca: porque los que guardan mis caminos son bienaventurados.»
(Proverbios 4:1; 5:7b y 8:32b).
Abarbanel, considerando esta frase (… «congregaos y escuchad«) explica lo siguiente:
“También al decir congregaos, él está insinuando que ningún hijo quedará excluido de las bendiciones que él les otorgará, cosa que no ocurrió ni con los hijos de Abraham ni con los hijos de Itzjak, donde hubo exclusiones.”
En conclusión, y considerando todo lo que hasta aquí hemos hablado, en ese momento, previo a su muerte física, Yaakov llegó a entender proféticamente que el proceso de selección mesiánica ya había terminado. Yahvéh, nuestro Dios, no iba a elegir a uno de sus hijos y rechazar a otros. Por el contrario, a partir de ese momento, y por medio de esta bendición, todos iban a formar parte de la nación que el Eterno estaba formando para traer bendición a todas las familias de la Tierra, tal como lo había prometido a Avraham e Itzjak (Gen. 12:1-3; Gen. 26:3-4).
Yahvéh había reiterado las bendiciones de Avraham a Yaakov (Génesis 28:10-15) diciendo que los descendientes de Yaakov serían tan numerosos como “el polvo de la tierra” y ellos se esparcirían finalmente hasta las cuatro esquinas del mundo desde la región de la Tierra Prometida. Por esta razón, el nombre de Yakoov fue cambiado más tarde a “Israel” (Génesis 32:28), y él tuvo 12 hijos que llegaron a ser las “12 tribus de Israel”.
En las bendiciones registradas en Génesis 49, vemos que Israel dio profecías para cada una de las tribus designadas con los nombres de sus 12 hijos. Los 12 hijos de Israel son (en español): Rubén, Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser, Neftalí, José y Benjamín.
La tribu más reconocida por los lectores modernos es Judá. Los descendientes de Judá han sido llamados por mucho tiempo “judíos”. No obstante, Judá es tan sólo uno de los hijos de Israel. La gran mayoría de los descendientes de Israel vinieron de los otros hijos que no fueron llamados judíos. A estos se los debe llamar con el genérico de israelitas.
En el relato de la Historia Universal podemos notar, mediante muchas evidencias científicas, que las 12 tribus de Israel finalmente se convirtieron en grandes naciones e imperios tal como Yahvéh lo había predicho. Identificar estas naciones en la actualidad nos ayuda a entender lo que ocurrirá antes del regreso del Mesías.
Muchas son las personas que piensan erróneamente que, desde el establecimiento de la «Iglesia del Nuevo Testamento», las identidades de estos pueblos ya no tienen ningún propósito. Ellos creen lo que sus líderes religiosos les enseñan mediante los dogmas de la dibólica «Teología del Reemplazo».
Sin embargo, la verdad de todo es que Yahvéh tiene muchos planes más para las personas que han descendido de las 12 tribus de Israel después de que el Mesías regrese. Para mayo información les invito a continuar su investigación a través de lo diferentes artículos que en este Blog proclaman la pura Verdad de la Historia de la Salvación.