Tiempo en Misterio

Iyar: Tiempo para la Introspección que permite la Autosuperación

Por P.A. David Nesher

 

Hemos aprendido que el segundo mes escritural, llamado con su nombre sumerio de Iyar, esta íntimamente relacionado con el atributo de la meditación e introspección de pensamiento.

Esta es una época de estrechez en la claridad y la percepción del amor divino, y la función del hombre en este mes es la búsqueda y el reconocimiento de la verdad, que, basada en el pensamiento viene como consecuencia de la fe que se ha establecido en el corazón de cada uno durante el mes de Nisan, por medio de su Pesaj.

El trabajo durante este mes, de búsqueda de la verdad y perfeccionamiento del pensamiento, se manifiesta claramente en el trabajo del Conteo del Omer que permite purificarnos de nuestras toxicidades

La introspección en la búsqueda de la Verdad, junto con el temor de Yahvéh, son dos cualidades esenciales en el inicio del individuo por el sendero espiritual.

El mes de Iyar es conocido desde la antigüedad como el mes característico de la curación tal como lo manifiesta el acrónimo de la letras que componen la palabra Iyar: Alef-Yod-Yod-Resh con la siguiente frase simbólica: «Ani Yahvéh Rofeja: «Yo soy Yahvéh Tu curador» (Éxodo 15:6). Esta relación también se expresa en el mismo valor numérico de las palabras Iyar y Aruj (remedio).

Se reconoce que las enfermedades del hombre vienen primordialmente como consecuencia de una inadecuada alimentación o una mala disciplina y asimilación de la digestión. En relación con esto, la trama bíblica nos indica que el Maná, el alimento celestial de los hebreos en el desierto, comenzó a caer durante este mes, al igual que la provisión de la fuente de agua.

Iyar representa claramente el trabajo básico del mes que es la conquista y el fortalecimiento interno del individuo.

Los Ciclos del Eterno

«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.»

(Salmo 90: 12)

Vivir en esta denominada posmodernidad es ser testigo y protagonista de lo que el profeta Daniel describió como tiempos en los que «…mucha gente andará de acá para allá, buscando aumentar sus conocimientos” (Dn. 12: 4). Todos somos blanco de la propuesta cotidiana de ser personas multifacéticas, sobrecargadas de responsabilidades salidas, la gran mayoría de ellas, de la presión de las redes sociales y los smarphones. De este modo las cosas se nos imponen desde el sistema reptiliano, cosificándonos, y así presionándonos a tomar la escala de valores materialistas que la élite que gobierna necesita que adoptemos.

Por ello, te pido que ahora te imagines una pausa…

Permite, por un momento, que tu imaginación encuentre en este instante una forma de dejar toda esta vorágine bien atrás. ¿Qué harías? Puede ser que te desesperes y hasta comiences a aburrirte. Seguramente descubras que has sido programado para creer que sin toda la sobrecarga sensorial de los medios de comunicación actuales estamos totalmente solos. Que sin un smarphone, un periódico, una radio o una laptop, la vida se transforma en una pesadilla. Pero considera esta otra alternativa. Quizás esta pausa te ayudaría a elegir enfocarte en las cosas que estimas importantes. Podría ser tu oportunidad para preguntarte en que crees, o en que estas realmente interesado. En vez de dejar que empresas comerciales o sociales, con agendas sutiles u obvias, manejen tus pensamientos. Tu mente lograría expandir la conciencia, y así te darías cuenta que el tiempo está en tus manos para administrarlo y sacar de él lo mejor para tu propósito.

Pues bien, quiero decirte que ese espacio reflexivo sí existe. Esa pausa existencial ya fue diseñada para ti por tu Creador. Se trata del Ciclo Séptuplo del Eterno. Una metodología celestial para contar nuestros días que permite que la Luz primordial fluya de nuestro corazón y repare nuestro entorno.

La vida y el universo se mueven en el tiempo a través de ciclos. Las Sagradas Escrituras, desde Génesis hasta Revelación (Apocalípsis) nos muestra esta verdad, esta ley, tanto en el mundo físico como en el espiritual.

El Eterno opera en ciclos de siete tiempos, acciones o eventos. El número siete representa la integridad y terminación. El número siete (que significa plenitud, cumplimiento y perfección) representa el Tiempo de Yahvéh. Este principio o ley lo extraemos del momento de la creación cuando nuestro Dios decidió bendecir y apartar para Sí (santificar) el séptimo día (tiempo, era o ciclo). Después de siete días, el mundo estaba completo. Hay 6 direcciones en nuestro mundo: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo. Agregue el lugar donde usted está, y usted tiene un total de 7 puntos de referencia.

 

Los ciclos fundamentales en la Torah se fundamentan en el número siete. Ya sea que se cuenten los días semanales, los meses, los años o las series de los milenios, siempre notaremos que en las Sagradas Escrituras aparecen una y otra vez los ciclos de siete. Muchos de los movimientos proféticos de Israel y de los eventos significativos son patrones de siete. Por consiguiente, el siete está conectado con los avances y el favor espiritual de Israel.

La revelación de la Torah enseña que en una correcta mentalidad hebrea debe existir la conciencia de siete periodos o ciclo de tiempo. Cada una de las siete unidades de tiempo (ciclo) consta de dos fases principales: mundanalidad (jol) y santidad (kedushá). Seis días de trabajo mundano vienen seguidas de un día de descanso espiritual, de seis años de trabajar la tierra, a un año de suspensión y abstención de la materia, seis milenios dedicados a la lucha con el desarrollo y el mundo físico, a un séptimo milenio en el que la única ocupación de todo el mundo va a ser el conocimiento del Eterno.

 

Sin embargo, a pesar de su trascendente naturaleza, el séptimo día, el séptimo año y el séptimo milenio son partes constitutivas de los ciclos de la creación. La materialidad y la espiritualidad pueden diferir en gran medida, hasta el punto de la exclusividad mutua, pero ambos son parte de la naturaleza: los dos se rigen por el marco de las leyes que definen la realidad creada.

 

El hecho de que la Santidad exige el cese y la suspensión de todas las cosas mundanas, indica que, también, tiene sus límites. Esto significa que así como existe una naturaleza física que define y delimita el alcance de las cosas físicas y de las fuerzas, así también el reino de lo espiritual tiene su “naturaleza”, su propio conjunto de leyes que definen lo que es y lo que no es, en el que puede existir y donde no, y cómo y de qué manera puede hacerse sentir más allá de sus fronteras inviolables. Así, mientras que el concepto de la trascendencia parece la antítesis de la definición, la trascendencia es en sí una definición, por lo que se define (y por lo tanto limita) a sí mismo como más allá, y distinto de lo material.

El primer ciclo está compuesto por los siete días de creación  que culminan con el Shabat (día sabático, conocido también como el día del descanso). El «día séptimo» o Shabat representa la esfera del Tiempo de Dios, pues simboliza Su reposo mesiánico. Yahvéh desea que nosotros moremos, reposemos y permanezcamos desde esa esfera de Tiempo, para crear y señorear sobre toda la creación (Gén. 2:1-3; Éxo. 20:8-11; Lev. 23:2-3; Mr. 2:23-28; 3:1-5; Mt. 12:9-13; Col. 2:16-3:4; Heb. 4:1-13). Sabemos, por lo que la Torah nos revela, que el séptimo día es importante, porque en él el Eterno subraya y enfatiza el SER, el estar en Él y con Él. En seis días trabajamos, HACEMOS; pero en el séptimo día descansamos, reposamos, sencillamente SOMOS. El diseño de Dios para Sus hijos es que trabajemos desde el descanso; primero somos (descanso), luego hacemos (trabajo).

 

La Torah no le da ningún nombre específico a cada uno de los seis días de la semana. En la cosmovisión de Yahvéh no existen domingo, lunes ni martes; tampoco miércoles, jueves o viernes. Desde la Torah Él nos ordena “recordar el día del Shabat”. Esto significa que debemos recordarlo desde el primer día de la semana. De esta manera nos referimos a los días de la semana sólo en términos de su lugar relativo al Shabat, como “el primer día desde el Shabat”, “el segundo día desde el Shabat”… y así en más, hasta el “sexto día desde el Shabat” o “la víspera del Shabat”. Es el Shabat quien define y une a los otros seis días de la semana.

El segundo ciclo se manifiesta en el período en el que se lleva la cuenta de las siete semanas entre la festividad de Pesaj  y Shavuot (la entrega del Espíritu de la Torah). El mero acto de tomarnos el tiempo de “contar” cada día, por siete semanas, en voz alta y con bendición, nos hace extremadamente conscientes de la importancia de este ciclo específicamente. Shavuot, que conmemora el surgimiento del Pueblo de Israel como una nación casada con el Eterno, por virtud de recibir y aceptar la Torah también marca una terminación. Tal vez es por eso que la festividad es llamada Shavuot, «Semanas». Por ello, es propicio identificar a esta festividad como una terminación del proceso de creación de la nación de Israel.

El tercer ciclo es el de las  festividades de peregrinaje: Pesaj, Shavuot y Sukkot que suceden en un período de 7 meses de intervalo, con siete fiestas del Eterno en total.

El cuarto ciclo está discernido en la cuenta de los años, el año de Shmitá que es el Año Sabático. El séptimo año del ciclo de los siete años de trabajo de la tierra, llamado en hebreo el año de la Shemitá, es decir, el año de descanso de la tierra de Israel. Es por eso que cada siete años rigen en la tierra de Israel, algunas leyes especiales relacionadas con los cultivos, con el producto agrícola el mantenimiento y cuidado de jardines y campos agrícolas (Bamidvar – Números – 34:1-2). Al igual que Shabat, Shmitá es un medio para reconectar todo a su fuente. Mientras nos alejamos cada vez más del punto inicial de la creación, necesitamos de Shmitá para que nos regrese a él. Justamente cuando la creación parece un recuerdo borroso, sentimos que la humanidad maneja el mundo y que nuestra inteligencia nos ha traído la recompensa de lo que ella ha logrado. Shmitá trae un Shabat a la tierra y cambia todo. Shmitá nos da la oportunidad de disolver la distancia entre nosotros y la creación, y devolver la tierra a su fuente, es decir, a Dios. Debido a que Israel no guardó el shmita, Dios los envió a cautividad durante setenta años para permitir que la tierra descansara (Levítico 26:32-35).

El quinto ciclo, relacionado con el anterior, está comprometido con el conteo de Yobel o Año Jubilar.  Este ciclo consiste en añadir siete ciclos anuales siete veces (o 7 x 7 = 49 años) y decretar un jubileo (Yobel) en el décimo año del séptimo mes, cada cincuenta años (Levítico 25: 3-10).  En hebreo, la palabra para “jubileo” es yovel (significa el sonar de trompeta), ya que esto representa el año de libertad. Una liberación sucedía en ciclos de cada cincuenta años, comenzando en el Día de Expiación, al hacer sonar las trompetas de plata. Este sistema para contar eventos importantes cada año cuarenta y nueve o cincuenta fue tan importante que se compiló todo un libro conocido hoy como «El libro de los Jubileos«.

El sexto ciclo cuenta los miles de años que dividen la existencia del mundo en siete mil (7.000) años; seis mil (6.000) años pre-mesiánicos (en los cuales estamos viviendo) que continuarán con el Mesías inaugurando, junto a sus santos, el séptimo milenio, un ciclo que se apoda “el tiempo de un eterno Shabat”. En este ciclo séptuplo la totalidad de la historia humana transcurre en una semana de siete milenios, que consta de seis mil (6.000) años de trabajo humano en el mundo desarrollando la creación de Dios, y el séptimo milenio, que es “totalmente Shabat y descanso, para la vida eterna”. Llamándose a este último la era del Mashíaj o El Milenio. Este ciclo constituirá la culminación de seis milenios de historia humana caída y destacará el esfuerzo para hacer de este mundo una «morada para el Eterno» por medio de la enseñanza de la Torah.

Y por último el séptimo ciclo, basado en tiempo que se llama los cincuenta mil (50.000) jubileos. El término que denota el infinito nivel de consciencia que atendremos con la Segunda Venida del Mesías, cuando experimentaremos la resurrección de los difuntos y el mundo venidero será completamente revelado. El término 50.000 jubileos simboliza un estado eterno de revelación continua y avance espiritual.

Todos estos ciclos de siete ocupan un lugar importante en nuestras vidas, y en realidad todos forman una concentración de energía que guían nuestra consciencia hacia esa plenitud mesiánica que Abba anhela que alcancemos.

Mientras más meditemos en ellos, más nos conectaremos y podremos orientarnos con los ciclos divinos que el Eterno puso en marcha en el momento de la creación.

Siete es no sólo el número elemental de tiempo, sino también de todo lo creado y de la realidad creada como un todo. Esto es especialmente verdad en el ser humano, que fue creado “a imagen de Dios” para poder conformarse a Su semejanza. Por eso, el carácter humano se compone de siete unidades (el amor, la moderación, la armonía, la ambición, la devoción, conexión y receptividad), reflejando los siete atributos o virtudes que el Eterno asume como creador del universo, y que quiere manifestar en sus hijos por medio de Su primogénito, Yeshúa HaMashiaj.

Habiendo alcanzado el entendimiento de estos secretos divinos, te invito a meditar en los días, fiestas y ciclos del Eterno… ¡Te animo a planificar según sus días, fiestas y ciclos que Yahvéh ha dispuesto para sus hijos! ¡Atrévete a cerrar y abrir ciclos según la buena y perfecta voluntad del Señor!

¡Sé que el Eterno, como Abba kadosh, te entregará la misma unción que le dio a los hijos de Isacar!

 «De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos.»

(1 Crónicas 12:32)

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El mes de Siván es considerado como un lapso pleno de energía celestial. Es el tercer mes del calendario hebreo comenzando nuestra cuenta desde nisán, el mes de nuestra liberación de Egipto, que es la forma en que son contados los meses en las Sagradas Escrituras.

 

 

La misma Torah nos relata que en el primer día del tercer mes, los hijos de Israel llegaron a su destino:

 “Los israelitas llegaron al desierto del Sinaí a los tres meses de haber salido de Egipto.

Después de partir de Refidín, se internaron en el desierto de Sinaí,

Y allí en el desierto acamparon frente al monte.”

Éxodo 19:1-2

Allí, el Eterno le pidió al pueblo de Israel que cuiden su Pacto, asegurándoles que se convertirían en el pueblo elegido:

 “Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi Pacto,

serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones.

Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.”

Éxodo 19:5-6

En este mes, YHVH, el Dios de Israel, descendió sobre el monte Sinaí, para encontrase con Su pueblo y entregarle Sus leyes, mandamientos y ordenanzas.  Él bendijo a Su pueblo con la revelación de Su Palabra, como ninguna otra nación en la tierra (Éxodo 19:1). Ellos de ser Pueblo, se transformarían en Reino de Sacerdotes según la orden de Melquisedec.

 

 

Por eso, este es el mes que marca la experiencia del Sinaí, en la festividad de Shavuot (Semanas). Ésta fiesta divina es la revelación de Luz Infinita que se relaciona históricamente con la entrega de la Torah o los 10 Enunciados (erróneamente conocidos como mandamientos) y es la culminación de la cuenta del Omer. Por eso, Siván es el tiempo que presenta una oportunidad única para acceder al poder espiritual sin igual de la Torah de fuego, que el Eterno quiere colocar en la mente y el corazón de Israel, y con él transformar todo nuestro entorno en un paraíso.

 

 

frase shavuot torah

Por causa de esta fiesta y de este evento, el mes de Siván, es un mes lleno de potencial para la unificación, particularmente para la fusión de los mundos metafísicos (segundo y tercer cielo) y el mundo físico. Se escapa rápidamente a las percepciones humanas el hecho de que lo que sucedió en el Monte Sinaí, durante este mes, en Shevuot, fue una unión entre la presencia del Eterno (la Luz Infinita) y el mundo físico. Esta unión creó, aquí en la Tierra, un ambiente de perfección total, como el que se manifestaba en Edén cuando YHVH visitaba a la humanidad en cada atardecer. La Luz en el Sinaí irradió con tal intensidad que borró las fuerzas oscuras de la muerte y la decadencia, y los Israelitas experimentaron verdadera inmortalidad. ¡Pero solo por unos momentos! Días más tarde, cuando los Israelitas perdieron la certeza de que Moisés regresaría, construyeron el becerro de oro, permitiendo a la conciencia de mortalidad reafirmarse, nuevamente en sus mentes y corazones.  Y ésta permanece con nosotros hasta la actualidad.

 

 

Por todo esto, siempre Israel comprendió que la entrega de la Torah es conocida como una «boda» entre YHVH e Israel. Leemos en el Cantar de los Cantares (5:2), que el máximo nivel de matrimonio es cuando la novia y el novio se convierten, por medio de sus almas activas en el amor, en mellizos idénticos (tamati). Los mellizos simbolizan las dos «tablas del testimonio» idénticas entregadas a Moisés. Estos mellizos simbolizan las dos manifestaciones del amor gemelo derramado en el corazón de los redimidos (Romanos 5:5) y que permiten encarnar el Gran Mandamiento que Yeshúa estableció para sus discípulos (Mateo 22: 37-39). Israel tenía a su disposición un documento legal de desposorio escrito por Su mismo Amado, el Eterno. Dicho documento les permitiría a toda esta nación manifestarse como la Esposa mesiánica del Todopoderoso.

 

 

 

Ante estas maravillas, debo finalizar instándote a que entiendas que Siván representa un tiempo oportuno de YHVH para Su Pueblo. Es el mes para persistir y proseguir en la vocación que nos ha dado y así llegar al cumplimiento perfecto de Su destino de propósito mesiánico. Es un mes especial para recibir por fe los nuevos límites, los nuevos territorios que Él  ha preparado para ti y quiere entregarte en tiempo oportuno.

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El Shabat fue la primera Reforma de Fe que Moisés hizo en Egipto

«Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas.
Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas.
Y mandó Faraón aquel mismo día a los cuadrilleros del pueblo que lo tenían a su cargo, y a sus capataces, diciendo: De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y recojan por sí mismos la paja. Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes, y no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios.
Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas».
Éxodo 5:4-9
Ante los argumentos teológicos que muchos cristianos esgriman aduciendo que el Shabat (sábado) solamente fue establecido a partir del encuentro de Israel y el Eterno en Sinaí (Éx. 20), creo conveniente conducirlos a una interesante curiosidad bíblica que aparece en este pasaje.
Recuérdese que el tema es el de la redención de Israel; y de ahí que sea un asunto en que el pueblo no podía tener parte alguna. El Eterno debe actuar por ellos; y es Él, por consiguiente, el que entra en controversia con Faraón. Tanto Faraón, como el dios de este mundo, Satanás, procura mantener al pueblo en servidumbre. Es el propósito de YHVH librarlos; el mensaje confiado a Moisés es, por tanto, para el oído del rey Egipcio. ¿Y cuál es el objeto de Dios en la emancipación de Israel? «Para que ellos me celebren una fiesta solemne en el desierto.» (versículo 1 – VM).
Ahora bien, esta idea de celebrar a YHVH ya había comenzado a implantarse por medio de un acto ritual muy especial, revelado por el Eterno a la humanidad antes de la caída en pecado. Leemos en el relato del Éxodo que el Faraón se quejó ante Moisés y Aarón de hacer  cesar al pueblo de sus obras:
“Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis  cesar de sus tareas”
(Éxodo 5:5)
Resultará para ustedes muy interesante notar que la palabra traducida como “cesar” en el versículo 5 deriva de un término egipcio para sábado, y en hebreo la palabra que aparece es “shabát” y hace referencia a guardar el séptimo día. Moisés había iniciado su misión profética llamando al pueblo a reformar la observancia del sábado.
Faraón no solamente rechazó la idea de dar a los israelitas tres días para que celebren a YHVH, sino que él veía a la costumbre ancestral de guardar Shabat, que Moisés y Aarón habían restituido, como una pérdida de tiempo y producción. La perspectiva de perder el servicio de sus esclavos lo llenó de ira. El resultado fue que aumentó las tareas del pueblo, cargó sobre ellos cargas más pesadas, para fijar más firmemente los grilletes de su servidumbre. Él no podía permitir un día especial que permita reflexionar en el poder infinito que otorga la libertad.
Siempre es así. Pero a pesar del poder y la sutileza de Satanás, él siempre se derrota a sí mismo. De hecho, no tiene visión anticipada. No puede ver el futuro, así como nosotros tampoco podemos, y como consecuencia, él siempre se extralimita. El pueblo estaba ocioso (dijo Faraón), y, «por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios» (Éxodo 5:8). Él deseó, por tanto, que el aumento de trabajo echara fuera todos tales pensamientos de sus mentes. ¡Ah! Así ha sido y siempre será, Satanás rodeará tierra y mar para evitar que ni siquiera uno de sus pobres esclavos escape de su servicio. Por eso es que si un alma es convicta de pecado, y comienza a anhelar libertad y paz con Dios, para escapar de Egipto y ser salva, Satanás la rodeará con mil trampas, fascinaciones, y enredos de su sistema. Procurará, tal como hizo Faraón con los hijos de Israel, mediante una mayor ocupación, atrayéndole con señuelo a un torbellino de excitación o actividad. Muchas veces hará creer que un aumento de trabajo o una promoción laboral del mismo, son una bendición divina.  Por ello, si alguno de ustedes está luchando con esta idea sobrenatural de celebrar Shabat como día de liberación, debe tomarse de la mano del Eterno y dejarse conducir a dimensiones inimaginables.

Recuerden que el Eterno proporcionó al día de Shabat santidad y bendiciones después de la creación de los cielos y de la tierra, tal como se señala en la Torah:

“Elohim bendijo al séptimo día y lo santificó, pues en él descansó de toda Su actividad que Elohim había creado para hacer

(Génesis 2:3).

Por medio del cumplimiento de Shabat demostramos nuestra fe en el Eterno, quien creó los cielos y la tierra. De la misma forma que Yahvéh creó el universo durante los seis días de la creación y descansó al séptimo día, así nosotros también debemos descansar de nuestras actividades en el séptimo día. Así lo expresa la Torá: “Los hijos de Israel guardarán el Shabat, para hacer del Shabat por todas sus generaciones un pacto eterno. Es un signo entre Yo y los hijos de Israel de que en seis días el Eterno hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo día descansó e hizo un respiro” (Éxodo 31:16-17).

Por eso, el Shabat también es una recordación de la salida de Egipto, como se señala en el versículo: “Recordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto y el Eterno, tu Di-s, te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido; por tanto, el Eterno, tu Di-s, te ha ordenado cumplir el día de Shabat (Deuteronomio 5:15). Al salir de Egipto dejamos de ser un pueblo de esclavos y nos convertimos en un pueblo de hombres libres, capacitados para transformar nuestro entorno, y restituir los lineamientos divinos en toda la Creación del Eterno.

La salida de Egipto constituye un principio fundamental de nuestra fe en Dios. Por medio de nuestro descanso en Shabat expresamos la libertad adquirida al salir de Egipto, así como la fe y el apego a Yahvéh, quien nos sacó de la esclavitud a la libertad y nos entregó Su Torah.

El Shabat no constituye únicamente un día de descanso físico, sino que también posee una naturaleza excelsa y elevada y nosotros lo designamos para la elevación espiritual.  El día sábado (Shabat) posee la capacidad para arrancarnos de lo cotidiano de los días de la semana y brindarnos la posibilidad de elevarnos por encima de la atmósfera mundana de los seis días de actividad y sentir la espiritualidad del día que todo él es descanso y reposo para la vida eternaTambién nos brinda la capacidad para trasladar los valores espirituales y el gusto especial de las oraciones de Shabat y de sus comidas a los demás días de la semana. Mediante ello el Shabat se convierte en un día del cual los demás días, tanto anteriores como posteriores, extraen elevación espiritual y santidad.

Todo Momento Es Precioso

 (Autor Anónimo)

Para darte cuenta del valor de UN AÑO
Pregúntale a un estudiante que ha fallado su examen.

Para darte cuenta del valor de UN MES
Pregúntale a una madre que ha dado a luz a un niño prematuro.

Para darte cuenta del valor de UNA SEMANA
Pregúntale al editor de un periódico semanal.

Para darte cuenta del valor de UN DÍA
Pregúntale a un trabajador jornal que tiene diez hijos que alimentar.

Para darte cuenta del valor de UNA HORA
Pregúntale a quienes esperan a un ser querido que está en cirugía.

Para darte cuenta del valor de UN MINUTO
Pregúntale a la persona que perdió el tren.

Para darte cuenta del valor de UN SEGUNDO
Pregúntale a una persona que ha sobrevivido un accidente.

Para darte cuenta del valor de UN MILISEGUNDO
Pregúntale a la persona que ganó la medalla de plata en las olimpiadas.

Aprovecha todo momento y sé un campeón en lo que sea que aspires hacer.

Los tres Amigos de la Vida

 Durante nuestras vidas tenemos tres amigos principales, y cuando fallecemos, ellos nos dejan en el orden inverso a la importancia que les asignamos. Apenas nuestra alma deja nuestro cuerpo, toda nuestra riqueza huye con ella. Los familiares son más leales, y caminan con nosotros después de nuestro fallecimiento hasta el cementerio, el cual será nuestro lugar de descanso final. Entonces, ellos también nos dejan y siguen con sus vidas. Sólo nuestro nombre, las buenas acciones que hicimos por otros y la influencia que tuvimos sobre ellos se mantienen luego de nuestra muerte y nos ofrecen un poco de inmortalidad.
¿No es extraño entonces que pasemos la mayor parte de nuestras vidas persiguiendo dinero, que pasemos mucho menos tiempo del que deberíamos con nuestras familias, ¡y que invirtamos tan pocos de nuestros esfuerzos en lograr aquellas cosas por las que seremos recordados!?

 

Quizás nos sintamos identificados con las profundas palabras del autor contemporáneo Emile Henry Gauvreay:

 

«Fui parte de una extraña
raza de personas que fueron acertadamente descritas como personas que pasan sus
vidas haciendo cosas que detestan, para ganar dinero que no quieren, para
comprar cosas que no necesitan, para impresionar a personas que odian». 

 

Es hora que reflexionemos qué cosa merece realmente nuestras lágrimas. Queremos por sobre todo ser felices. Nuestra cultura sigue diciéndonos que la forma de ser felices es tener más dinero. Entonces podremos comprar más cosas que nos darán más placer. Y cuando no nos dan el placer esperado, nos dicen que realmente necesitamos aún más dinero para comprar cosas más grandes y mejores, por lo que tenemos que aceptar más trabajo y más estrés ya que sólo entonces seremos realmente felices. Por lo tanto, vemos cada vez menos a nuestras familias y acumulamos cada vez más posesiones, pero finalmente terminamos descubriendo cuán verdadera es la advertencia que nos hace Pirkei Avot al decir que «mientras más propiedades, más preocupaciones«.
«La riqueza es como la salud: A pesar de que su ausencia puede generar miseria, tenerla no garantiza felicidad«, concluye el Dr. David Myers. «En todo caso, a juzgar por elevadas tasas de depresión, la quintuplicación de la tasa de crimen violento desde 1960, la duplicación de la tasa de divorcio y la triplicación de la tasa de suicidio adolescente, hoy en día somos más ricos y menos felices«.
«La satisfacción no se trata tanto de conseguir lo que quieres sino de querer lo que tienes. Hay dos formas de ser rico: Una es tener una gran riqueza y la otra es tener pocas necesidades«, dice Myers. «Encuentra formas de sacar el mejor provecho al dinero que pasa por tus manos y nunca pierdas de vista todas las cosas que son mucho más importantes que el dinero«.

Mi propósito y el destino de la humanidad

Escuché esta frase:
«Todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron.» La pronunciaba Gandalf a Frodo al final de la película «La Comunidad del Anillo» (de la saga «El Señor de los Anillos»).

Aquellas palabras encierran lo que en el Camino de la Vida he conocido. El Señor me ha hecho comprender que mi vida no es un accidente. Muy por el contrario mi vida tiene un propósito. Un propósito que forma parte del destino de todos los seres humanos. Y esa parte es, precisamente, mi propio destino.

Hay un destino al que se dirige la historia de toda la Tierra, y en el que queda comprendido el destino de cada uno de los seres humanos que en ella han vivido, viven y aún vivirán.

Por eso, sé que he acertado al aceptar mi destino y dedicar todos mis esfuerzos a la realización del propósito de mi existencia en la Vida.

Muchos seres humanos tratan de escapar a su destino. Todo el que lo intenta, se verá condenado al fracaso. En cambio, quienes comprenden el propósito de su existencia, lo aceptan tal cómo se el Eterno se los revela y se esfuerzan en cumplirlo, triunfan siempre, aunque a veces tengan que soportar grandes padecimientos y sufrir una derrota tras otra antes del triunfo final (Romanos 8: 28).

Eso es, precisamente, la libertad. No se puede guiar el curso de la historia, ni siquiera de los acontecimientos que se refieren a la vida personal. Pero puede decidirse la actitud ante el propio destino, y esa es la única libertad que en realidad tiene alguna relevancia; de esa elección se deriva lo único importante: la condena o la salvación que el Propósito Eterno de Dios encierra en sí mismo.

Anhelo que este pensamiento despierte tu conciencia de hijo.

P.A. David Nesher

Cinco lamentos del ser humano antes de morir

¡Estamos a tiempo de reaccionar, no esperemos el final de nuestras vidas…!
Bronnie Ware pasó años trabajando en cuidados paliativos, atendiendo a pacientes terminales en sus últimas 12 semanas de vida.  Le impactó tanto que decidió contar su experiencia en un blog llamado “Inspiration and Chai”, donde reprodujo los últimos deseos de sus pacientes.
El éxito fue tal que al poco tiempo lo plasmó en un controvertido libro titulado “Los cinco mejores lamentos de los que van a morir”.
Ninguna mención al sexo, tampoco les importaba irse sin haber probado experiencias vibrantes  o no haber cumplido con otros clásicos como escribir un libro o plantar un árbol.  Ware habla de la claridad y de la visión espectacular que tiene la gente al final de sus vidas, y cómo podemos aprender de su sabiduría.
Cuando les preguntaba de qué se arrepentían o si hubieran hecho algo de manera diferente, casi siempre me respondían lo mismo.  La lista era larga, pero en el libro traté de centrarme en los cinco más comunes”, explica la autora. «Estas son las confesiones sinceras y reales de las personas que cuidé en su lecho de muerte«.
1. Ojalá hubiera vivido a mi manera.  Muchos se quejaban de no haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a sí mismos, sino a lo que los demás esperan de ellos.  “Cuando se dan cuenta que su vida está a punto de terminar y miran hacia atrás, es fácil ver cuántos sueños se han quedado en el camino.  La mayoría no había cumplido aún ni la mitad de sus sueños y tenía que morir sabiendo que era debido a las decisiones que habían tomado”.
2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro.  Ware afirma que ésta era la frase más repetida por los pacientes de sexo masculino.  Casi todos los hombres que cuidó sufrían por haberse perdido la infancia de sus hijos, la juventud de sus hijos y lamentaban no hacer disfrutado más de la compañía de su pareja.  Sentían que habían malgastado tanto sus vidas; comprendieron tarde que no se debe basar la existencia en el trabajo.
3. Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos.  A menudo las personas renuncian a sus sueños e ideales por el bien de los demás.  Ocultan sus sentimientos con el fin de mantener la paz de su entorno.  Como resultado, se conforman con una existencia mediocre y nunca llegan a ser lo que en realidad quieren ser o lo que realmente son capaces de hacer. “El origen de muchas enfermedades tiene relación con la amargura, la frustración y el resentimiento que esto conlleva”, explica Ware.
4. Ojalá hubiera mantenido el contacto con mis amigos.  “Casi todos se acordaban de sus viejos amigos y recordaban con pesar los mejores momentos vividos a su lado, lamentando no haber sido capaces de mantener esa amistad con el paso de los años.  Querían despedirse de ellos, pero no siempre fue posible localizarlos”, cuenta Ware.  “A veces nos sentimos tan absorbidos por nuestras propias vidas, que es como si estuviéramos atrapados y renunciamos a uno de los mayores tesoros de la vida, la amistad.  He sido testigo de la profunda pena y arrepentimiento que esto ha ocasionado a mis pacientes, les atormentaba no acerca haber dedicado a sus verdaderos amigos el tiempo y esfuerzo que merecían.  Todo el mundo echa de menos a sus amigos cuando se están muriendo”, añade la enfermera.
5. No he sabido ser feliz.  Otra revelación sorprendente: muchos de los pacientes no se dan cuenta hasta el final de sus vidas de que la felicidad es una elección.  Se quedan atascados en viejos patrones y hábitos.  El llamado “confort de la familiaridad” interfiere con su salud emocional.  Por eso insisto que uno de los principios claves para la vida es entender que lo único que necesito para ser feliz es una actitud agradecida ante la vida.  Que la queja es un imán para la desgracia; nos quejamos tanto de lo poco que nos hace falta que dejamos de agradecer lo mucho que tenemos.  Que es fácil agradecer cuando las cosas están bien ¡Por supuesto!, cualquiera lo hace.  Pero que, la verdadera gratitud se forja es cuando las cosas están complicadas…
Has pensado ¿De que te lamentarías si mañana fueses a morir? ¿Piensas hacer algo para cambiarlo? Recuerdalo bien: ¡La vida se pasa en un instante, cambia ahora!

Oración por el Nuevo Año

«Tú coronas el año con tus bondades,y tus carretas se desbordan de abundancia.»
Salmo 65:11

Señor, 
Dios Eterno y Verdadero, 
dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el
mañana, el pasado y el futuro. Al terminar un año quiero darte gracias
por
todo aquello que recibí de Ti.
Gracias por la vida y el
amor, por las flores, el aire y el sol,

por la alegría y el dolor, 
por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en año pasado, 
el trabajo que pude realizar y
las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te
presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, 
las
amistades nuevas, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, 
los
que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, 
con los que
compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también,
Señor hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido,
por el
dinero mal gastado, 
por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho,
y perdón por vivir sin entusiasmo.
También, te pido perdón
por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a
presentarte. 
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te
pido perdón.
Al iniciar un nuevo año 
detengo mi vida ante el nuevo
calendario aún sin estrenar
y te presento estos días que sólo Tú sabes
si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, 
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.
Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.
Cierra mis oídos a toda falsedad 
y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.
Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno,
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones 
y las derrame a mi paso.
Cólmame de bondad y de alegría 
para que, cuantos conviven conmigo, o se acerquen a mí 
y encuentren en mi vida un poquito de Ti.
Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.
Amén
Enviado por: Alfredo Antonio Sotelo.
Comenzar
un año con la fe en Dios y la mirada en el cielo es un buen comienzo.
Que cada día de este año sea una nueva experiencia en Cristo.
«Dije: Enfermedad mía es esta; Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo.»
Salmo 77:10