diez mandamientos

Las “ASERET HADIBROT” (DECÁLOGO/ DIEZ PALABRAS) y sus Secretos Develados.

Por P.A. David Nesher

«Elokim habló todas estas palabras, diciendo:


(Shemot/Éxodo 20:1).

Es muy importante para mí resaltar el hecho de que la Torah no emplea jamás el término “Mandamientos” para señalar a estas declaraciones divinas que Israel vio y recibió allí en el Monte Sinaí.

Siendo fiel a la verdad, debo decir (y remarcar) que la expresión “diez mandamientos” no aparece en las Sagradas Escrituras. Es más, siendo aún más sincero, debo decirte amado lector que los llamados «Diez Mandamientos» por la teología cristiana, en realidad contienen catorce mandamientos (mitzvot). Es justamente a causa de una incorrecta traducción de los eruditos cristianos que hemos heredado impropiamente esta incongruente expresión. Por ello, en este tiempo de transición, es nuestro deber desterrarla de nuestro lenguaje y especialmente de nuestra manera de pensar.

Si vamos al capítulo 34 del Rollo de Shemot (Éxodo), veremos que en el versículo 28 se encuentra la expresión “las Diez Palabras”, que en hebreo se dice: «Aseret Ha-Divrot«, en referencia a las declaraciones divinas que aparecen en Éxodo 20: 2-17. Esta misma expresión hebrea la volveremos a encontrar desde la pluma de Moshé (Moisés) en el quinto libro del Jumash o Pentateuco (cf. Deuteronomio 4:13 y 10:4) Así pues es evidente que es más exacto hablar de las “Diez Palabras” que los “diez mandamientos”. El nombre griego «Decálogo» significa igual: “Diez Palabras”, y por lo tanto puede también ser usado en nuestro léxico como una forma correcta de señalar a este maravilloso pasaje de las Sagradas Escrituras.

Profundizando más en esta expresión, les comentaré que en hebreo, el término Divrot es traducido como «locuciones«, «enunciados«, «menciones«, «frases«, «palabras«, (Nota: el singular de divrot se dice: diveráh, diver y vienen de davar palabra activa y creadora-) Así pues, los mal llamados «Diez Mandamientos» pueden ser llamados «Los Diez Enunciados», «Los Diez Dichos», «Las Diez Palabras», pero jamas «Diez Mandamientos».

Para que ustedes puedan comprender mejor todo esto, diré que un mandamiento supone la existencia de hombres a los cuales es dirigido y que están listos a reconocerlo como tal; por eso, un mandamiento que ninguna persona respete o que todo el mundo viole, cesa de ser un mandamiento. Puede entonces ser relegado al estante de las viejas reliquias. No es así con las Leyes Divinas. El Eterno las designa bajo el nombre de “Palabras” o “Sentencias” «Dichos«. De ese modo, el que éstas sean escuchadas o no no las afecta en su trascendencia. Las Palabras permanecen siendo tal como han sido pronunciadas. Permanecen siendo las Palabras de Dios, que son la expresión de la Única y Absoluta Verdad, inalterable por siempre. Y aún en el caso de que el pueblo de Israel, todo entero, dé la espalda al Creador y a Su Ley, las Palabras del Decálogo permanecerán hasta la Eternidad, sin verse afectadas en nada por esta falta. Ellas son pre-existenciales a todo lo creado, por lo tanto, ellas vibrarán en potestad más allá de la creación misma.

Por las razones hasta aquí explicadas, nos damos cuenta que las «Aseret Ha-Divrot« (Decálogo) no tienen en sí mismas el carácter de “deber hacer”, sino que más bien son indicaciones para el Camino de justicia que permite la capacitación de tzadikim (“justos”) que se convertirán en un reinado de sacerdotes para Yahvéh. Visto así, debemos aceptar que las “Diez Palabras” determinan el lugar del hombre en el mundo, como vasija que contiene a la Luz Infinita y creadora. Las «Aseret Ha-Divrot« expresan lo que el hombre es y como llega a su meta. El Eterno mismo las ha escrito con su propio dedo sobre las Tablas de Piedra (Éxodo 31:18). Sólo Él, desde Su mundo, puede indicar cuál es la estructura del hombre. Sus normas provienen de otro mundo, porque si fueran sólo de este mundo no serían válidas más allá de la muerte. Con esto, entendemos por qué estas Diez Palabras son la única porción de la Torah escrita por el Eterno mismo, y que justamente este hecho marcará la importancia que YHVH le da a estos enunciados. (Éxodo 31:18)

El Decálogo es en realidad la Carta Magna o Constitución de la naciente nación de Israel. En ella están representados todos los demás mandatos o instrucciones que Abba nuestro dio a nuestros ancestros (y nosotros) para que vivir como hijos suyos, y protegerse de toda adversidad que impone el sistema reptiliano desde las leyes de Causa y Efecto.

Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis leyes, por los cuales el hombre vivirá si los cumple; yo soy YHVH Adonay”.
(Levítico 18:5.)

Así pues, sabiendo ya que en las Escrituras el número diez representa la totalidad, estas diez palabras representan toda la Torah en su máxima expresión esencial.

La Torah misma nos revela que estas diez palabras estaban escritas en dos tablas de piedra. Hemos visto que “piedra”, en hebreo, se dice “EBeN”; que contiene, eternamente, lo inmodificable. Todo aquello que tiene que ver con el hombre, contiene la forma de lo incambiable. Aquello que hace del hombre un ser divino frente al Eterno y frente al mundo, está determinado por Dios en su forma inmodificable.

La tradición histórica enseña que en la primera tabla había cinco palabras y en la segunda había cinco. Las cinco primeras tienen que ver con la relación entre el hombre y el Eterno y las cinco últimas tienen que ver con la relación entre el hombre y su prójimo. En las cinco primeras palabras aparece el nombre YHVH ocho veces, pero en las últimas cinco palabras no aparece. Las diez van desde lo más importante hasta lo menos importante. La primera es la más importante pero la última es la más difícil porque es más fácil controlar las acciones que los pensamientos.

Dos” Tablas se entregan; a pesar de que forman una Unidad, son “Dos” como la Letra Alef, dividida y unificada; el “cinco” superior se refleja armónicamente en el “cinco” inferior.

La tradición de los sabios también comenta que las letras estaban grabadas atravesando diagonalmente las Dos Tablas, sin manifestarse del lado opuesto como escritura “en espejo”. Así el Eterno revelaba a Israel el gran secreto del propósito eterno: aquello que tiene que mostrarse en el mundo como bilateral, es unilateral en su esencia. Los Dos lados mostraban una Unidad incomprensible para nosotros.

Entonces, ¿cuál es el sentido de estas “Diez Palabras”, de estos “Dos 5”?

Ellas muestran al hombre en su esencia misma. No son leyes morales, ni higiénicas, ni mucho menos sociales. Éstas son sólo sus imágenes. Cuando la Sexta Palabra dice: “No debes matar”, ella significa literalmente “no debes matar a otro ser humano”; pero el principio en sí es “no deber matarabarca la vida humana en la totalidad de sus expresiones, en todos los niveles. Por ejemplo no se debe avergonzar al prójimo en público. Retar a “alguien” en presencia de terceros cae bajo el principio de “derramar sangre”. Ello puede, por lo tanto, suceder en distintos niveles.

Otro maravilloso mensaje encriptado aquí surge del hecho que la Sexta Palabra se encuentra en la segunda Tabla exactamente frente a la Primera Palabra de la Primera Tabla, es decir, aquella Tabla en la cual el Eterno estableció en cinco Palabras lo que ÉL ES. Entonces el mensaje es que cada uno de los hijos del Altísimo tiene que relacionarse con el hombre, imagen de Dios en la tierra, de la misma manera que con Dios mismo .

Entonces, con esta explicación en nuestra mente, logramos captar porque en las primeras comunidades mesiánica se insistía en lo siguiente:

«Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?»
(1Juan 4:20).

Así pues, queda bien claro en la mente hebrea que el ser humano no es sólo una tuerca en la gran sociedad, dentro del gran aparato reptiliano que la domina; así cada israelita lo fue en Egipto (mundo de la forma), donde se lo trató sólo estadísticamente. Donde fue un “número más en la ficha” que archivaba el Faraón y toda la élite que con él manipulaba con maldad a la masa del Imperio.

La Primera Palabra expresa que Dios llevó al pueblo fuera de Egipto. Y justamente allí se encuentra la síntesis del sentido de la Redención: toda la Creación descansa en el hecho de regresar del exilio de Egipto, símbolo del mundo de la dualidad. El concepto “dualidad” abarca la creación, creación de la dualidad. La vuelta del camino 1 -2 al camino 2 -1. Es el milagro expresado en el Éxodo de Egipto. Esta “vuelta” sólo puede venir de YHVH, de la fuerza del “Uno”, de Elohim en su origen, de Yahvéh manifestándose en el mundo, como el Único y Verdadero Elokim. El hombre, como imagen de Yahvéh lleva dentro de sí el deseo (suspiro/anajáh) por esta vuelta. El ser humano tiene en su interior el hambre de Dios, y su anhelo de regresar a Él como fuente. El hombre quiere hacer teshuváh (regreso). Por eso, la busca en todos los terrenos, tiene la necesidad de llevar la creación de vuelta a su descanso.

Las Tablas entonces obligan a ejercer la correcta cosmovisión mesiánica. Cada hombre tiene que ser visto entonces como una imagen-espejo, como una imagen de Dios. Respecto de “humillar a un ser humano o matar en él esta conciencia”, la Torah manifiesta que tal situación es como si toda la creación fuese aniquilada.

Interesante resulta considerar que las Diez Palabras de la creación (cap. 1 de Génesis) comienzan con el “Dos”, es decir con la letra “Bet” de la Palabra BereshitEn el comienzo«); mientras que las “Diez Palabras” («Aseret Ha-Divrot«) , sin embargo, comienzan con el “Uno”, es decir con la letra Alef de la voz “Anojí” (Yo”), del versículo:

Yo Soy YHVH Tú Dios
(Éxodo 20.2).

Precisamente “Anojí” se escribe como (1-50-20-10 = 81), porque aquí termina el mundo de la “dualidad”. Dios mismo ha terminado en este octavo ciclo la liberación de las 26 generaciones de la dualidad. Esta revelación comienza con el “Uno” (el Aleph), tal como la Creación había comenzado con el “Dos” (la Bet).

En este momento, el largo camino a través de los cuatro “ele toldot” (traducidas como “estas son las generaciones”), es decir el Camino de Salvación recorrido por la Luz en las cuatro historias generacionales de la humanidad, ha encontrado su fin, llegó a Su tiempo de Propósito (ET). La humanidad toda ya está libre de las fuerzas del desarrollo, del veneno de “la mordedura de la serpiente”.

El desarrollo dinámico y aplicación vital de estos Diez Enunciados están descritos de forma pragmática en los 613 mitzvot (mandamientos), que tratan con detalle todos los aspectos de la vida, de la nación, y el culto de Israel. Ellos (los mitzvot) completan el significado, y otorgan el método exacto par la aplicación del Decálogo.

Por ello, existen distintos tipos de mitzvot. Unos son para los pensamiento, como por ejemplo creer en que nuestro Abba Yahvéh es Único. Están también los mitzvot de la lengua, que son muy importantes, como la mentira, el chisme y el falso testimonio. Así mismo, nos encontramos con los mitzvot de acción o ejecución, como honrar a los padres o dar tzedakah. Existen los mitzvot de retracción (o de abstenerse), como las leyes dietéticas (kashrut) y el evitar el adulterio. Y por supuestos están los mitzvot de culto al Creador que son los más importantes de todos, pues están llenos de códigos lumínicos que revelan como dominar y sobreponerse a toda asignación astrológica del sistema reptiliano que alimenta al gran dragón escarlata.

Pero esencialmente todos los mandamientos están basados en el amor perfecto de nuestro Abba, según lo define La Escritura misma:

«Solamente de tus padres se agradó YHVH, y los amó, y de entre todos los pueblos escogió a su descendencia después de ellos, es decir, a ustedes, como hoy pueden verlo
(Deuteronomio 10:15).

Entonces, a esta altura de nuestra investigación, comprendemos y aceptamos que estas Diez Palabras contienen una “alternativa” para este mundo. El hombre está frente a una dualidad. Él puede preferir el camino de las imágenes, seguir el desarrollo, o elegir otro camino, el camino de vuelta de la dualidad a la unidad. El prime camino es el de la muerte ontológica, es decir, el optar por pervertirse egoicamente en sus pensamientos para terminar corrompiendo el mundo. El segundo camino es el de la Vida, o sea, la opción por aceptar el trabajo del refinamiento de conciencia para alcanzar la potestad de reparara y transformar el mundo.

Justamente este principio de la “alternativa ontológica” de la vida se expresa por el número de vocablos de estas “Diez Palabras”: 172. Este número es el valor total de la voz EQeV, (70 + 100 + 2 = 172), que significa “Si”, condicional que encontramos a lo largo de todo el Pentateuco o Jumash.

El hombre está libre, está en el límite, tiene la posibilidad de elegir. Todo está dado por el Eterno; sólo la “actitud” del hombre frente a Él está abierta para que en su retorno se deje guiar por amor, confianza y bondad, sin expectativas de premios y sin tasar mecánicamente sus obras.

El hombre puede lograr la Unidad en esta vida “Si” vive según la estructura divina; pero también puede no querer seguir este camino. Puede permanecer en la corriente del desarrollo material continuo, pero entonces no encontrará la unificación en esta vida, sino sólo después del largo camino lleno de angustias, de muerte, después del camino “inestable y fugitivo” de Caín.

Amado lector, ¡tú debes elegir! … Yo sólo espero que lo hagas correctamente.

Shalom!

Herramientas Cósmicas para Prolongar la Vida

«Y observaréis sus estatutos y mis juicios, pues cumpliéndolos el hombre vivirá por ellos; Yo soy el Eterno.»

(Levítico/Vayikrá 18:5)

 

Este texto nos muestra que hay vida en la obediencia a los mandamientos. Según el sabio intérprete (exégeta) judío Rashí, esto hace alusión a la vida eterna en el Mundo Venidero (Olam HaBá), ya que en este mundo el ser humano muere en definitiva. Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿Hay vida eterna en el cumplimiento de la Torah o hay una larga vida en la tierra? La respuesta es: ambas cosas. En verdad, hay mandamientos que producen una vida larga debajo del sol y hay otros mandamientos que fueron dados para dar vida eterna al hombre. Por ejemplo el mandamiento que nos ordena creer en el profeta como Moshé (cf. Deuteronomio 18:15, 18) es uno de los que dan vida eterna, como está escrito en:

“Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús (Yeshúa), y serás salvo, tú y tu casa.”

(Hechos 16:31)

El apóstol Pablo, escribiendo a los discípulos de Roma enseñaba:

“Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Porque el Mesías es la meta de la Torah para justicia a todo aquel que cree. Porque Moshé escribe que el hombre que practica la justicia que es de la Torah, vivirá por ella. 

Además, la justicia que es de la fe, dice así:

NO DIGAS EN TU CORAZÓN: «¿QUIÉN SUBIRÁ AL CIELO?» (esto es, para hacer bajar al Mesías), o «¿ QUIÉN DESCENDERÁ AL ABISMO?» (esto es, para subir al Mesías de entre los muertos). Mas, ¿qué dice? CERCA DE TI ESTA LA PALABRA, EN TU BOCA Y EN TU CORAZÓN, es decir, la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca a Yeshúa por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.”

(Romanos 10:3-10)

Pues bien, considerando todo texto en el contexto correcto de la Instrucción, podemos afirmar que no existe contradicción alguna entre Moshé (Moisés) y Yeshúa (Jesús). Si fuese así, Yeshúa sería un falso mesías. Lo que el escritor a los Romanos enseña en el capítulo 10, es lo mismo que se revela en Levítico (18:5). Hay vida para aquel que practica la Torah, porque ella lleva a la persona humana al Mesías y a la justicia de la fe, la cual está citada en la Torah (cf. Deuteronomio 30:12-14). El problema surge cuando una persona intenta usar aquellos mandamientos que no son dados para vida eterna y cumplirlos en su propia fuerza para así obtener la salvación de su alma por los propios méritos.

Otra enseñanza falsa, que existe dentro de la parte apóstata del judaísmo (como los kabalistas), es que uno tendrá el derecho de entrar en el mundo venidero si las obras buenas pesan más que las obras malas. Esos caminos son engañosos y sumamente combatidos en Los Escritos Mesiánicos por los apóstoles del Mesías. Por ejemplo, permítanme compartirles lo que dice la traducción hecha por Dr. David H. Stern de Gálatas 3:12:

“Sin embargo, el legalismo no está basado en la confianza y la fidelidad, sino en una mala interpretación del texto que dice, EL QUE LAS HACE, VIVIRÁ POR ELLAS.”

Retomando el hilo conductor de nuestro versículo, diré que en el mismo se revela que la obediencia a los estándares de Yahvéh sobre la conducta sexual es esencial para la vida, y mucho más ahora es verdad en nuestros días donde prolifera el SIDA y otras enfermedades sexualmente transmitidas.

Lo que más llama la atención es que en nuestro versículo se habla de» אדם «, «Adám«, traducido como persona humana. Esta idea incluye a cualquier hombre, sea varón, sea mujer, de cualquier confesión. Es decir que la Torah en este caso no está hablando ni a los Kohaním (sacerdotes), ni a los levíim (levitas), ni a Israel, exclusivamente, sino a toda persona humana que quisiera aceptar los enunciados de la Torah. Esta idea tocó su punto culminante cuando los sabios del Midrásh dijeron: «Afilu goi vehosók baToráh Haré Hu que-Kohén Gadól» o sea que «cuando un gentil se dedica a la Toráh, es comparable en mérito al Sumo Sacerdote de Israel«.

Así el Eterno recalca que los mitzvot (mandamientos) son fuente de vida según la predisposición que tenga la persona al cumplir con los mismos. Yahvéh nos enseña que existen distintas motivaciones (entre los distintos grupos de personas) para la observancia de los preceptos de la Torah; pues hay algunos que observan pensando en la recompensa material de los mismos, mientras que otros observan la Torah desinteresadamente, buscando simplemente elevación espiritual.

Por eso, cuando los versículos de la Toráh hablan de la recompensa por el cumplimiento de las mitzvot, dicen: … «para que se prolonguen tus días» … «para que vivas y tengas largos días» … ya que este lenguaje de los versículos implica distintas categorías de «vida«, todas de acuerdo con lo que correspondiere a cada cual de los grupos de personas enunciadas.

Cuando leemos «…el hombre vivirá por ellos«, debemos entender que estas palabras han servido de base inequívoca para la idea enunciada de que los mitzvot (mandamientos) son fuente de vida, y no de muerte:  «Vajai bahém, Velo Sheiamut bahém«, es decir para que viva con ellos (los preceptos) y no para que muera por ellos. Por lo tanto, todos los mitzvot pueden ser transgredidos cuando la vida humana está en peligro. Sin embargo, esta ley general está limitada por tres excepciones, a saber:

  1. ejercer la idolatría,
  2. incurrir en derramamiento de sangre, y
  3. incurrir en relaciones incestuosas.

¡Por favor, eniténdalo bien! Un mitzvá (madamiento) es una conexión entre el mundo del ser humano y una Fuerza Superior, Su Fuente, Yahvéh, el Creador. A través de un mitzvá, usted toma parte de su pequeño mundo terrenal y lo hace más elevado.

¿La meta? Obtener de la vida todo lo que la vida debe darle. Y convertir al mundo en lo que el mundo debe ser. Porque la vida debe ser hermosa y el mundo debe ser divino.