Preguntas y respuestas

¿Qué es el «Bautismo por los Muertos» según la cosmovisión paulina?

P.A. David Nesher

De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos?

(1 Corintios 15: 29)

Ciudad de Corinto (Grecia, siglo I E.C.)… Una creciente comunidad de discípulos del yugo de Yeshúa crecía en forma sorprendente en esa ciudad. Entre los miembros de la Kehilah (Asamblea) de Corinto se estaban manifestando algunos miembros que negaban la doctrina de la resurrección de los muertos, por eso el apóstol Pablo les escribe una epístola con el objetivo de afirmar la certeza de que sí habrá resurrección:

Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
(1 Corintios 15:12)

Ahora bien, en medio de una larga y detallada exposición acerca de la resurrección de los muertos (ver 1 Corintios cap. 15), el apóstol Pablo hace una declaración que hoy deja confundidos a muchos investigadores:

«De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos?

¿Qué?… ¿Cómo?… En medio de un capítulo lleno de buenos y claros argumentos, salta este versículo a la vista del estudiante que comienza a hacerse muchas preguntas. Convengamos que es cierto que la asamblea de Corinto habían algunas prácticas desagradables, pero bautizarse por los muertos es ya un hecho muy extraño, incluso para ellos. Pablo lo menciona de pasada, dejándonos perplejos y sin seguridad de lo que está pasando en Corinto. ¿Es esta una práctica que debería realizarse hoy día en la iglesia? Pablo no la condena. ¿Qué deberíamos pensar entonces?

Bien, primeramente vamos a convenir en que la abrupta mención del apóstol del bautismo por los muertos no nos da mucha información. Por ello, no es de maravillarse que los académicos del cristianismo estimen que se han propuesto más de 200 teorías diferentes. Pero ¿realmente el apóstol Pablo tocaría un tema que las comunidades no entenderían, dejando por lo tanto una puerta abierta para la libre interpretación y el error de la herejía? Pues claramente la respuesta a esto es un rotundo NO; Pablo (como cualquiera de los otros apóstoles) jamás causarían una oportunidad para apostatar. Por el contrario, el hecho de que no se deje explicación alguna en el discurso de dicha epístola, se debe a que las comunidades del primer siglo estudiaban la Torah sujetos a la Sabiduría de las distintas midrashim (enseñanzas) que desde Moshé (Moisés) se venían dando de generación en generación. Por eso, para comprender el planteo de Pablo sobre el «bautismo de los muertos», debemos indagar desde la sana doctrina que ellos recibían al estudiar el ciclo de parashot (porciones) de la Torah; y justamente la porción que contiene la explicación exacta es Jukat.

¿Qué significa el estatuto (juk) de la Pará Adumá (Vaca Roja)?

Seguramente, al estudiar la parashá (sección) Jukat, te habrás dado cuenta que es una de las más enigmáticas de todas las que encontramos en el Ciclo de estudios de la Torah. En ella leemos de algunas cosas que no parecen tan entendibles cuando consideramos la narración con lentes superficiales. ¿Por qué una serpiente de bronce? ¿Por qué el castigo contra Moshé y Aarón es tan severo? ¿Qué significa el estatuto de la vaca roja? ¿Es esto alguna “fórmula mágica” para hacer desaparecer la impureza? ¿En qué sentido el contacto con cadáveres impurificaba a los creyentes? ¿Es pecado estar impuro? ¿Por qué una vaca roja? Todas estas preguntas fluyen en la mente de cualquier investigador sincero cuando llega a esta sección (parashá) y en su mesa de estudios comienza a meditar profundamente en estos temas.

En su inmensa mayoría (y algunos eruditos dirán que en su totalidad) los conceptos de impureza ritual están relacionados con contacto literal o simbólico con muerte o abandono de vida. Ya hemos estudiado en parashot anteriores como el contacto con salida de vida o con muerte, incluso simbólicamente, causaba impureza ritual. En ese mismo contexto, debemos entender el estatuto de la Pará Adumá (vaca roja): dentro de la esfera de la impureza ceremonial relevante cuando hay un Templo en pie y que conlleva la presencia manifiesta del Eterno en dicho lugar.

La impureza causada por un cadáver es llamada por los jajamim (Sabios) “Padre de padres de impureza”. Eso significa que es la mayor fuente de impureza por su cantidad de días, transmisión y por el proceso necesario para eliminarla. Como ya lo hemos visto, la presencia de Yah que habitaba en el Templo tenía una intensidad muy grande. La muerte y sus rastros no tienen lugar en la Presencia del Dios vivo redentor de Israel; lo inmortal, puro y trascendente no puede morar con lo mortal o impuro. Si el Mishkán (o más tarde el Beit Hamikdash) no era expiado siguiendo los procesos de purificación, la presencia de YHVH terminaría por irse.

Para el caso especifico de la impurificación por muerto, podemos descubrir que los componentes de la vaca alazana aluden a vida, incorruptibilidad y preservación. Es decir, la “cura” para la impureza ritual causada por la muerte es precisamente formada por aspectos llenos de vida, literal y simbólicamente.

Leemos por ejemplo en la Torah mismsa:

Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo;”
(Números 19:2)

La primer pregunta lógica es: ¿Por qué una vaca roja? La respuesta más plausible es que el color de la vaca alude a la sangre. La sangre es donde el nefesh (es decir: la vida, el alma animal, la fuerza de vida que habita tanto en hombres como animales), reside y fluya, tal como está escrito:

«Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.»
(Levítico 17:11).

A parte de su color, la vaca tenía que tener dos características adicionales:

  • No tener falta, y
  • no haber recibido yugo.

No tener falta alude a no tener defecto, la muerte es el peor de los males y el principal defecto de nuestro mundo actual. La vida por otro lado es el mejor don. La muerte puede ser asimilada a un yugo que todos debemos de cargar, desde el primer pecado cometido en el mundo. Todos heredamos este yugo y cargamos con nuestra naturaleza mortal, tal como está escrito:

«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron
(Romanos 5:12).

«Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.»
(1 Corintios 15:49)

El color, su falta de yugo, y su falta de tacha, alude a vida e incorrupción. Como podemos notar, las tres características de la vaca alazana aluden a vida, algo que debemos de esperar pues las impurezas tienen que ver con muerte y la purificación tiene que ver con vida.

Si seguimos considerando los detalles del ritual, encontraremos más alusiones a vida e incorruptibilidad. Leemos en la Torah:

«Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca.» (19:6).

Los tres elementos que se mencionan tienen que ver con vida y purificación.

  • La madera de cedro es un elemento que se preserva mucho en el tiempo, dicha madera es considerada como muy duradera y como tal, es una alusión a lo imperecedero.
  • El hisopo es símbolo de purificación, limpieza y conlleva la connotación de preservación de salud y vida.
  • El escarlata tiene el color rojo que alude a la sangre, donde se encuentra la vida (Nefesh).

Vemos como nuevamente, encontramos poderosas alusiones a la vida en los detalles de las aguas de la vaca roja. Si añadimos que la vaca roja es el único caso en el que la sangre no se derrama o se esparce, sino que es incluida en la quema del animal, la alusión a contenido de vida, es inequívoca.

Jukat contra el postrer enemigo: la muerte.

Con todo este contenido simbólico, debemos aceptar que el Eterno estaba dando un gran mensaje en todo lo que tenía que ver con las impurezas: la muerte no es ideal y Yahvéh está en el proceso de terminar con ella; la muerte es el “último enemigo” a ser vencido por el Eterno a través de Su Mashiaj (Ungido). En otras palabras, nuestro mundo mortal en el que vivimos no es el ideal, el pecado y la muerte son nuestros verdaderos y máximos enemigos. El Eterno finalmente vencerá a la muerte, Él lo hará pues es el Elohim de la vida, no de los muertos, tal como lo afirmara en Su enseñanza nuestro Maestro y Dueño (Marcos 12:27).

Este mundo era perfecto en un inicio pero el pecado, y su fruto la muerte, estropearon el diseño original de la Intención divina. Sin embargo, todo el sistema ritual y simbólico de las impurezas y expiaciones del Mishkán (Tabernáculo) y el Beit Hamikdash (Templo) donde el contacto con muerte o abandono de vida, es visto como un problema a ser cubierto, habla poderosamente sobre la intención de Yahvéh de acabar con la muerte y el pecado para siempre, tal como lo dejó escrito en el oráculo del profeta Isaías:

«Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará El Eterno el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque El Eterno lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es El Eterno a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.»
(Isaías 25:8-9)

Así también lo afirmaba el apóstol Pablo:

«Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?»
(1 Corintios 15:54-55).

Ahora bien, podemos entender que antes que los profetas y los apóstoles enseñaran la doctrina de la resurrección de la carne, la victoria final sobre el pecado y la muerte y todo lo relacionado con ello, el Eterno lo había enseñado en su bendita Torah (Instrucción) por medio del sistema de purificación del Mishkan, y particularmente con el estatuto de la Pará Adumá.

¡Que Elohim más poderoso y sabio! ¡El finalmente triunfará sobre la muerte y nosotros estaremos ahí para disfrutar de su reino!

Jukat y la Resurrección como pilar de la Fe.

Estudiando de este modo la Torah logramos comprender que la resurrección es uno de los pilares de la emunáh (fe o certeza) de Avraham. El gran Maimónides la calificó como uno de los trece principios de fe enumerados puesto que es el que da sentido a toda la existencia actual del Pueblo del Eterno.

El escritor de Hebreos consideró la resurrección de los muertos, una de las doctrinas básicas de la fe que se estudiaba en las casas de las comunidades del primer siglo:

«Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.» (Hebreos 6:1-2).

Así es este asunto, para los discípulos de Yeshúa, en el primer siglo de nuestra Era Común, la realidad de la resurrección era aún más clara y certera que para nuestros ancestros. ¡Ellos sabían que el Eterno no solamente derrotará a la muerte sino que la manifestación de dicha promesa profética ha comenzado ya a través de la Victoria de Yeshúa El Mesías, el primogénito de entre los muertos, quien fue levantado de la tumba al tercer día sin ver corrupción (Salmo 16:10). Él fue elevado desde el Sheol como primicias de la resurrección final, tal como se nos dice:

«Más ahora El Mesías ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.»
(1 Corintios 15:20).

Si recorremos el proceso ceremonial de la vaca roja, vemos que la purificación de la muerte ocurría con rociamientos en dos etapas: la primera al tercer día, y la segunda, al séptimo (Números 19:12).

Entonces aprendemos que la purificación ritual por causa de muerto no era obtenida con una sola aspersión sino en dos etapas. De ese mismo modo, la purificación total de la muerte, esto es la resurrección de la humanidad, ha seguido un orden de etapas y no ha sido realizada en un solo evento.

Sabemos que el Mashiaj Yeshúa resucitó de los muertos, al tercer día de su muerte, como primogénito de entre los muertos. Entonces, también aceptamos por fe en dicha victoria mesiánica que la humanidad tendrá una resurrección al séptimo milenio desde que el Adam HaRishón (primer Adán), padre de todos, pecó y murió, tal como se nos dice:

«Pero cada uno en su debido orden: El Mesías, las primicias; luego los que son del Mesías, en su venida.«
(1 Corintios 15:23)

Captando dicho sentido escatológico, notamos que hay una alusión a estas etapas de resurrección en el proceso de aspersión de la vaca roja.

El Eterno ya comenzó Su victoria sobre la muerte, realizando la resurrección de los muertos, que ha irrumpido en nuestro mundo primeramente con Yeshua HaMashiaj, nuestro Dueño y Maestro. Pero aún queda la segunda etapa: la resurrección de toda la humanidad.

Jukat y el Bautismo por los Muertos.

Entonces, en Israel, la creencia en la resurrección de los muertos es un axioma. Por ello, es reflejada en el cuidado y en la honra que se le da un cadáver. En el judaísmo existe un profundo respeto por un cadáver y se considera un gran mandamiento dar honra a un ser querido que nos deja; todo lo que se hace, se ejecuta para dar honra al difunto. El cuerpo, es tratado con mucho valor pues será unido nuevamente al alma en la resurrección.

Es por causa de esto que una de las costumbres más emblemáticas consiste en la formación de lo que se denomina «Jevra Kadisha«, que significa «la hermandad santa» (o también «La sociedad santa«). Esta era un conjunto de personas voluntarias que se encargan de todos los asuntos que tienen que ver con el cuerpo: cuidar de él, encargarse que nunca esté solo, leer salmos cerca del féretro, etc.

Con esta tradición ancestral en nuestra mente, atrevámonos a mirar pues este asunto colocándonos los lentes de la cosmovisión judía que los discípulos del primer siglo sostenían.

Según la costumbre funeraria judía, un cadáver se preparaba para su entierro con un lavado ceremonial del cuerpo; como ejemplo de esto, en el libro de los Hechos de los apóstoles leemos que cuando Tabita murió, la comunidad de creyentes lavó su cuerpo (Hechos 9:37). La mentalidad judía, en la fe de Avraham, consideraba (y considera aún) un gran honor estar entre los que cuidan a los muertos de esta manera. El lavado ritual del cuerpo expresaba la fe que se enfoca en la resurrección de los muertos en la Era Mesiánica. Es decir, que es una preparación para la resurrección.

Ahora bien, conviene aquí agregar que quienes realizan el lavado ritual del difunto («Jevra Kadisha«) también se sumergen, una vez antes de atender al difunto y luego nuevamente después de completar la ceremonia. Cada uno de los oficiantes de esta ceremonia sabe que el contacto con el muerto provoca la impureza por causa de la contaminación del cadáver, por eso, al final, los que terminan de cuidar del cuerpo vuelven a hacer Tevilah de purificación simbólica por haber tenido el placer de haber cuidado a alguien y cubrirlo para su resurrección.

Así es como nos encontramos con que la Torah revela que tocar un cadáver hace que una persona sea ritualmente impura. Para ser limpiado, dicha alma humana necesitaba ser rociada con cenizas de la Padá Adumah (vaca roja). Después de completar el proceso de purificación de siete días, la persona contaminada se sumergía en una mikveh de agua viva, realizando pues una tevilah (un bautismo) de purificación. En tiempos del Templo, las cenizas de la vaca roja eran rociadas sobre ellos cuando asistían a las temporadas de fiesta, puesto que al tener contacto con un muerto, se adquiere impureza ritual.

Las cenizas de la vaca roja no habrían sido aplicadas a las personas que vivían fuera de la tierra de Israel, pero los creyentes de Corinto aún habrían pasado por la inmersión prescrita en una mikvé antes y después de atender a un cadáver. Todos estos rituales únicamente tienen sentido, si y solo si, habrá un resurrección. Si no hay resurrección, y el cuerpo es simplemente el remanente de algo que nunca más será, el ritual es completamente vano.

Este contexto litúrgico de Israel es lo que ayuda a explicar el tan difícil pasaje de la carta de Pablo a los Corintios, en la que mientras defendía la esperanza en una resurrección literal de entre los muertos, Pablo escribió: “[Si los muertos no resucitan] ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si los muertos no resucitan en absoluto, ¿por qué, pues, se bautizan por ellos? (1 Corintios 15:29). Este extraño versículo ha molestado a lectores y estudiantes de la Biblia durante mucho tiempo simplemente por desconocer el contexto mental de los que leían la epístola paulina.

El apóstol Pablo, al escribir su epístola a los creyentes de Corinto, está teniendo en su mente toda esta ceremonia y es así como pregunta retóricamente: «Si los muertos no resucitan en absoluto, ¿por qué, pues, se bautizan por ellos?» (1 Corintios 15:29). En otras palabras, si los muertos no resucitan, ¿por qué practicar el lavado ritual del cuerpo, que requiere que la persona que realiza el lavado se sumerja? ¿Por qué preocuparse de dar honor ceremonial al cadáver si los muertos no resucitan?

Lamentablemente, el versículo ha sido malinterpretado por los teólogos cristianos debido a su obstinada desconexión con el judaísmo a la que la comunidad gentil creyente en Yeshúa fue sometida históricamente. En otras palabras, el apóstol Pablo no está haciendo referencia a personas haciendo Tevilah (bautismo) de conversión y fe en Yeshúa, prestándoles sus cuerpos al espíritu de personas ya fallecidas. Todo lo contrario, el apóstol está enseñando sobre la resurrección tomando como referencia a la purificación ritual que realizaban las personas que entraban en contacto con un cadáver luego de cuidarlo y lavarlo para su funeral. En los días de Pablo, el Templo de Jerusalén aún estaba en pleno propósito de avodá (adoración), por lo tanto, dichas personas también debían de ser rociadas con las cenizas de la vaca roja para poder acceder nuevamente al Templo, sin impureza ceremonial, apenas tuvieran la ocasión de peregrinar a la ciudad de David.

Entonces, y para que quede bien claro, el apóstol no está hablando de inmersiones en representación de un muerto, sino en inmersiones por causa de contacto con un muerto cuya memoria se guarda en la certeza de volverlo a ver en la resurrección en el día postrero. Parafraseando lo que Pablo está enseñando aquí, podríamos llevarlo a algo así: «Si los muertos no resucitan,… ¿entonces cuál es el sentido de cuidar a los cuerpos tanto y llegar a impurificarse ritualmente por ellos? ¿Qué necesidad hay de hacer inmersión por causa de ellos? Si los muertos no resucitan ¿para qué tanta molestia? Si los muertos no resucitan ¿Por qué está prescrita en la Torah una purificación por contacto? Si la muerte es un estado normal y seguirá siendo así ¿Por qué purificarse de ella? ¿No es esto muestra de que la muerte dejará de ser un día? ¿No es esto muestra de la resurrección de los muertos?«.

El apóstol, fiel a su llamado, está exhortando a los creyentes más débiles a reflexionar. Si no hay resurrección, entonces la vida debería vivirse buscando los placeres pasajeros y no del servicio al Eterno por medio del Mesías. Sin embargo, como Pablo ya argumentó, el Mesías fue resucitado, y los creyentes pueden confiar en que ellos también resucitarán. Si dudamos de la resurrección, si vivimos inconsistentemente con respecto a ella, si vivimos como si esta vida fuera todo lo que tenemos, entonces Pablo exhorta a los corintios, y a nosotros, a no dejarnos engañar 

Los muertos resucitarán, y los rituales de limpieza de la contaminación de los cadáveres dan testimonio de esa resurrección venidera. En ese día, seremos limpiados de la impureza ritual de nuestros cuerpos mortales moribundos. Seremos resucitados incorruptibles y puros como nuestro justo Mesías:

Aún no se ha manifestado lo que seremos. sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él
(1 Juan 3:2)

Con todas estas consideraciones, debemos aceptar que cuando restauramos el contexto de los Escritos Mesiánicos (Nuevo Testamento), el significado se hace obvio para nuestras mentes y cobra bastante sentido para el propósito de nuestra misión apostólica. El Eterno nos ha otorgado todas las pistas en su Palabra. Él ha dado suficiente evidencia para que estemos seguros de nuestra victoria final sobre la muerte. Dicha victoria se ha logrado ya, por medio de nuestro Señor y Maestro. ¡La tumba no pudo contenerlo y la corrupción vencerlo, y tampoco nos vencerá eternamente a nosotros!… ¡Aleluyah!



Juzgar… ¿Es Pecado o No?

Por P.A. David Nesher

«No juzguéis y no seréis juzgados, porque con el juicio con que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? ¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano. –

(Mateo 7: 1-5)

Caminando en la fe, y específicamente en los ámbitos dogmáticos, me acostumbré a escuchar con frecuencia a muchos «creyentes» decir cosas como “juzgar es pecado” y “solo Dios puede juzgarme”. Así también, cada vez que escuchaba esto, me pregunté: ¿Eso es cierto? Así pues al llegar al conocimiento de la Verdad, mis cuestiones se aumentaron: ¿Qué enseña la Torah sobre juzgar?

En las regiones babilónicas, los versículos claves que algunas personas usan para afirmar que no debemos juzgar a otros, se encuentran en el relato del Sermón Del Monte, especialmente el siguiente:

No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá
(Mateo 7: 1-2).

Al leer este versículo a la luz del contexto escritural se hace claro que Yeshúa condena la hipocresía. Él está diciéndonos que debemos mirarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás. Yeshúa nos habla de sacarnos la viga de nuestro ojo antes de sacar la mota del ojo de alguien más. Pero, ahora viene los más interesante de la enseñanza del Mesías, que la religión no ha permitido observar: el Maestro está diciendo que no está mal sacar la mota del ojo de los demás sin ser hipócritas. En otras palabras, Yeshúa enseñan que no es pecado juzgar cuando no somos hipócritas. De hecho, es algo correcto, que sí o sí se debe realizar.

Es decir, que si veo que mi hermano está mal, en algo que lo aparta de la Torah (Instrucción) del Eterno, yo tendría que odiarlo mucho para callar y no buscar ayudarlo, ¿no crees? O sea que para el Maestro, consentir el pecado en los demás no es amar.

El apóstol Pablo escribiéndole a los discípulos residente de Roma, les dijo una palabras que lamentablemente se han convertido en otro de los pasajes que muchos religiosos usan para decir que juzgar es malo:

Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro [las personas que el apóstol menciona en el capítulo anterior], a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas”.
(Romanos 2:1)

La hipocresía es la clave aquí. Si miramos las palabras de Yeshúa en Mateo cap. 7, y las comparamos con las palabras del apóstol Pablo en Romanos 2, todo el pasaje contra juzgar empieza a tener mucho más sentido. ¡Yeshúa condena la hipocresía! Lo hizo tantas veces en su ministerio. No está condenando el juzgar en sí mismo. Más bien, está condenando la siempre popular práctica de condenar a los demás por algo que tú mismo haces. Usted hipócrita, primero tome la viga de su propio ojo, y luego podrá ver con claridad para sacar la paja del ojo de su hermano. En otras palabras, usted puede hacer un juicio sobre otra persona, siempre que compruebe primero, y se asegure de que no esté haciendo exactamente lo mismo. Pero espera, hay más.

Así también al considerar la condena apostólica notamos que se sigue sujetando al yugo del Mesías, es decir que Pablo está condenando de nuevo a la hipocresía, no el juzgar como tal. De hecho, si somos sinceros al leer aceptaremos que allí Pablo está juzgando a la gente que juzga injustamente, lleno de hipocresía, a otros.

Entonces, ¿Cuál es la Forma Correcta de Juzgar?

«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
(Juan 7:24).

Nos encontramos entonces que en el Evangelio de Mateo, Yeshúa nos dice que no juzguemos. Pero al llegar a estudiar el Evangelio de Juan, Él mismo nos dice específicamente: ¡Juzgar, y juzgar con justicia! ¿Qué más da? ¿Juzgar o no juzgar? Esa es la pregunta. ¿O es que Yeshúa se contradice a sí mismo?

Si prestamos atención, notaremos que el pasaje del evangelio de Juan deja claro que no debemos juzgar según la apariencia. En otras palabras, no debemos hacer juicios basados en información insuficiente.

El apóstol Pablo explica esto en su primera epístola a Timoteo, al escribir:

“Los pecados de algunos hombres, unos son manifiestos aun antes de ser juzgados, otros sólo después de juzgados. Así las obras buenas, unas son manifiestas; las que no lo son no podrán permanecer ocultas.” —
(1 Timoteo 5. 24-25)

En otras palabras, el apóstol Pablo advierte que a veces las cosas no siempre son como parecen. La gente puede esconder sus pecados, pero no puede esconderlos para siempre. Así como las buenas acciones se revelarán a la larga, también lo serán los pecados de la gente. Tarde o temprano la verdad nos alcanza a todos. Así que no debemos juzgar prematuramente, o con información insuficiente. Sin embargo, todavía, aún se nos exhorta a juzgar, tanto por Yeshúa HaMashiaj, como por Pablo.

De este modo solo sabemos que podemos juzgar, pero debemos juzgar con justicia, no prematuramente o con información insuficiente. Entonces, ¿de qué estaba hablando Yeshúa en el evangelio de Mateo cuando nos dijo que no juzgaran en absoluto?

Primero, diré que el Espíritu de la profecía enseña, por medio de nuestro Maestro, que debemos ser justos. Yeshúa ordenó:

«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
(Juan 7:24).

Segundo, si vamos a juzgar a otros, debe ser siempre en amor, sin hipocresía y llamando a las personas al ejercicio de la teshuvah (arrepentimiento).

Eso lo podemos leer en varios pasajes del Brit Hajadashá (Pacto Renovado):

«Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado
(Gálatas 6:1).

«Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados»
(Santiago 5:19-20, luego de que en el capítulo anterior se condenara en los versos 11-12 el juzgar mal)

Así que claramente Yeshúa NO prohibió  juzgar todo, y por eso las primeras comunidades vivían en el ejercicio de realizar justo juicio. Una vez más, leer al apóstol Pablo nos ayudará a aclarar esto:

«No comulguéis con las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, ponedlas en evidencia. » 
(Efesios 5: 11)

Explícitamente la exhortación apostólica le dice a los discípulos de Yeshúa que “exhiban” las obras de la oscuridad. ¿Qué más podría querer decir con esto señalar cuando otros están haciendo algo mal? ¿Qué otra cosa podía significar sino juzgar?

De hecho, eso es exactamente lo que el mensaje apostólico está exponiendo. Ciertamente podemos juzgar, y debemos juzgar, pero cuando lo hacemos debemos juzgar las acciones no las personas. Así que volvamos a considerar las palabras de Yeshúa en Juan, y comparémoslas con lo que la Torah tiene que decir sobre el mismo tema:

«No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo.«
Juan 7, 24

«Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo.» –
Levítico 19, 15

Notamos aquí como tanto Yeshúa, el Verbo divino hecho carne, como el Espíritu de la Torah, nos dicen que juzguemos. Pero ambos son muy específicos sobre el tipo de juicio que se nos permite hacer. Podemos ver la consistencia total en el enfoque, y nos da un gran contexto.

Cuando juzgamos, debemos juzgar las acciones de la gente (sus pecados o buenas obras), pero no podemos juzgar el alma de la persona, ni su estado en la vida, los antecedentes, la herencia, etc. Y es que no podemos saber lo que realmente está sucediendo en el corazón de un ser humano. La gente suele hacer cosas malas por razones que no son evidentes. Muchas veces hay más dentro de una persona de lo que podemos ver.

Debemos juzgar la acción como errónea (pecado), pero al mismo tiempo, no debemos juzgar el alma de la persona que lo hace. No podemos saber lo que realmente está sucediendo dentro de su corazón y su mente. No siempre podemos saber qué clase de circunstancias horribles podrían haber llevado a este mal acto (pecado). Nosotros juzgamos el acto, pero no al hombre o a la mujer haciéndolo.

Por ende aquí está el meollo de todo este asunto. Cuando en el “no juzgar” el creyente dogmático dice “no juzgues”, debe ser corregido en el contexto de la mentalidad hebrea de las Sagradas Escrituras. Lo que Yesháu realmente dijo fue “no juzgues hipócritamente”, más bien “juzga con justicia”.

Sé que, a pesar de que hasta aquí las Sagradas Escrituras han demostrado la verdad de este asunto, estoy seguro que algunos de ustedes dirán «pasa que cuando juzgamos a las personas no tenemos tiempo para amarlas«. Sin embargo, ¡Yeshúa enseñó que juzgar bien es parte de amar de verdad! Y es que las personas que aman dicen la verdad y se confrontan con los mitzvot de Abba nuestro, para también confrontar a sus hermanos y hermanas con los mismos.

Si leemos con una mente abierta el texto del Evangelio, descubriremos que casi al final del Sermón del Monte, Yeshúa mismo advierte con juicio severo sobre los falsos profetas. Entonces, debemos aceptar que sus enseñanzas dan por sentado que es necesario juzgar bien y con sabiduría (Mateo 7:15-23).

Más aún, Yeshúa felicita en el libro de Revelaciones (Apocalipsis) a la comunidad en Éfeso por haber juzgado y sacado de entre ellos a los falsos maestros, y en el mismo capítulo regaña a la comunidad en Pérgamo por no haber hecho lo mismo (2: 2; vv.14 -15).

Además, en el Brit Hajadashá (Pacto Renovado) también podemos ver cómo en la segunda epístola a Timoteo, el apósto Pablo, le escribe a su hijo apostólico, como juzgar con discernimiento a la clase de personas con las que no debemos juntarnos (2 Timoteo 3), y en esa misma carta instruye a Timoteo en la importancia de corregir y reprender lo que esté mal (2 Timoteo 4:1-5).

Juzgar justamente es Crucial y parte de amar a la Comunidad.

Buscando entonces una conclusión, yo diría que aquellos creyentes dogmáticos que se aferran a «no juzgar, para que no seáis juzgados«, para condenar a los que denuncian el error, deben leer todo el capítulo 7 (y el Sermón del Monte todo), e investigar el contexto cultural hebreo desde el que Yeshúa enseñaba.

Cité más arriba que Yeshúa dijo:

«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas …» (v. 15).

Yo pregunto: ¿Cómo podemos conocer a los falsos profetas? Juzgándolo con la Palabra del Eterno, que es la Torah (Instrucción). Entonces vuelvo a cuestionar: si ya conocemos los falsos profetas, ¿cómo podemos dejar que las ovejas se dejen engañar de estos «lobos rapaces?» A lo largo del Tanak (lo que los dogmáticos llaman equivocadamente Antiguo Testamento) encontramos pruebas de que los falsos profetas deben ser identificados y expuestos a fin de evitar la apostasía del Pueblo escogido.

Entonces, citaré para terminar de nuevo lo que el Maestro enseñó con respecto a nuestra misión de juzgar:

«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
(Juan 7:24).

Aquí, Yeshúa manda que debemos «juzgar con justo juicio«. Ya quedamos de acuerdo que, de acuerdo a las revelaciones escriturales, el juicio justo es basado en la Palabra del Eterno, es decir la Torah. Por lo tanto, si el juicio se hace en cualquier otra base, que no sea Palabra de nuestro Abba, es una violación de lo expresado en el Evangelio de Mateo (7: 1).

Es hora de aceptar que «la Iglesia de lo Agradable” que en el último lustro ha aflorado por las naciones es peligrosa, porque al final no hay límite en la cantidad de mal que puede justificarse bajo el lema de “no juzgar”.

Del mismo modo, la consigna con apariencia de piedad que desde esta mentalidad se produce de “sé agradable” es igualmente perniciosa, porque invoca la idea de que no debemos enfrentar nunca a nadie por nada. Invita a la idea de que tenemos que poner una carita sonriente falsa, fingir que todo está bien cuando no lo está, y dejar que nuestro compañero de batalla en la fe cometa suicidio espiritual, persistiendo sin arrepentimiento en su pecado hasta su muerte.

En otras palabras, juzguemos el pecado pero no al pecador. Juzguemos el acto pero no al actor. Juzguemos lo que está mal, pero no al malhechor.

¡Así que no es “no juzgar y ser agradable”, sino “juzgar con justicia y ser misericordioso” tal como lo pide nuestro Creador!

No puedo mantener otro hijo

Por Rav Aron Moss *

Pregunta:

Mi esposa quiere tener otro hijo. Estamos apretados financieramente, creo que es irresponsable añadir otra boca que alimentar en este momento. ¿No hay límites para el mandamiento “Sed fecundos y multiplicaos”?

Respuesta:

Usted está sugiriendo que las finanzas deben determinar el número de hijos que tenemos. Si no se lo puede permitir, no se tienen bebés. La cigüeña se acepta solamente contra reembolso. La deuda y los pañales no se mezclan. Suena razonable. Pero vamos a ver si tiene sentido.

Digamos que mi asesor financiero evalúa que puedo permitirme el lujo de tener cuatro hijos, y no más. Por lo tanto, los tenemos. Unos pocos años después, mi situación cambia drásticamente para peor, y ya no puedo pagar las cuentas para una familia de seis almas. Así que llamo a mi hijo menor y le digo: “Lo siento, hemos cometido un error de cálculo. Pensamos que podríamos pagar. Pero ya sabes cómo es impredecible el mercado en estos días. Vamos a tener que dejarte ir”.

¿Cómo se supone que medimos la cantidad de niños que podemos solventar? ¿Alguien puede predecir qué tamaño de familia podremos o no financiar en el futuro?

La familia no es un negocio. Se trata de personas y no de ganancias. Tener una gran familia significa tomar la decisión de que nuestra riqueza son nuestros hijos, y aunque no sabemos lo que depara el futuro, vamos a hacer todo lo posible para cubrir sus necesidades en todos los sentidos. Si eso significa tomar un poco menos de vacaciones o tener que comprar coches usados en lugar de nuevos, el sacrificio vale la pena.

De hecho, existen situaciones en las que la ley judía limita nuestro agente multiplicador. Si la salud emocional o física de los padres está en riesgo, o si la intensidad de su relación está en cuestión, pueden evitar tener hijos. Pero van a determinarlo junto con su mentor espiritual y su profesional de la salud, no con su contador.

He oído a menudo a la gente decir que desearía haber tenido más hijos. Nunca he oído a nadie decir que hubiera deseado tener menos. Cada nueva alma es una bendición para el mundo y una bendición para la familia. ¿Usted piensa que no puede permitirse el lujo de tener otro? Tal vez, no puede permitirse no hacerlo


*Acerca del Autor:
El rabino Aron Moss enseña Cábala, Talmud y Judaísmo en general en Sydney, Australia.

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¿Reconoció Dios que cometió un Error?

Por P.A. David Nesher

«Y vio Yahvéh que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Y se arrepintió Yahvéh de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón«.

(Génesis 6: 5- 6)

Comencé citando literalmente el texto de la versión Reina-Valera 1960 que es la traducción que más permite el plantea de la pregunta con la que encabecé a esta bitácora.

Ahora haré lo que ya todos los discípulos de Yeshúa a quienes sirvo saben que hago, cuando un texto bíblico genera incógnitas por causa del sentido idiomático mismo.  Consideraré junto a ustedes el famoso adagio italiano: “traduttore, traditore”. Toda traducción contiene una traición. Esto lo hago porque este proverbio italiano es un juego de palabras basado en el hecho de que traición y traducción tienen una raíz latina similar; forman parte de un conglomerado de ideas que incluye también la palabra tradición. Y es justamente esta última (la tradición) la que estamos obligados a juzgar, y hasta desechar si es necesario, de nuestra tarea interpretativa del texto sagrado.

Lamentablemente, existe una línea interpretativa, llamada teísmo abierto que insiste en creer que Dios se arrepintió con tristeza porque estaba sorprendido o desconocía la profundidad de la naturaleza pecadora del hombre en que cayó. Así, desde este versículo, se afirma que Dios desconoce lo que las personas escogerán hacer. Por ello, y bajo la sutil influencia de este pensamiento, incontables mentes humanas, al llegar a este texto se cuestionan lo siguiente:

¿Quiere decir que Dios  se arrepintió de crear a la humanidad en el sentido de reconocer que había cometido un error? ¿En verdad, se da a entender que Dios cambia de opinión?

Para poder aclarar estos planteamientos llenos de sinceridad, me corresponde decirles que todo texto bíblico debe ser considerado desde el contexto escritural general. Desde aquí acudiremos ahora a las Sagradas Escrituras y notaremos que estas dicen que YHVH no cambia. Esto significa que no cambia su naturaleza, ni tampoco sus decisiones, ni su manera de pensar, ni su voluntad.

“Porque yo YHVH no cambio;

por esto, hijos de Yacov (Jacob), no habéis sido consumidos»

(Malaquías 3:6)

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación

(Santiago 1:17)

Por lo cual, queriendo Elohim mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros

(Hebreos 6:18)

Por todo este contexto general de la revelación escritural concluimos que nuestro Todopoderoso Abba es UNO y ÚNICO y que en Él no hay error ni imperfección.

Por eso, al regresar al texto del sexto capítulo de Bereshi (Génesis), debemos considerar algunos aspectos claves para la excelente interpretación del mismo.

En primer lugar, aceptemos que el relato que Moshé hace en los capítulos 4 al 6 pretende llevar a sus lectores a tomar conciencia de lo que produce en la historia la degradación humana en su descenso (yrida) a la bestialización (para entender esto invito a leer: ¿Hombre en señorío o humano bestializado?) Con estas líneas el Eterno quiere revelar cómo es el proceso de la precipitación humana hacia la degradación, y su necesidad absoluta de redención y restauración por medio de Su Gracia.

Antes de continuar, quiero dar gloria al Eterno por haberme conducido en Su bendita Unción a vivir en el convencimiento de la importancia de conocer las raíces hebreas de nuestra fe en Yeshúa. Cuan prioritario es para el sincero investigador de las Sagradas Escrituras ir al hebreo cada vez que estudiamos la TaNak (mal llamado Antiguo Testamento en la teología cristiana).

Por eso, veamos nuevamente lo que nos dice la versión Reina Valera 1960:

Y se arrepintió YHWH de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”.

(Génesis 6:6)

¿Qué nos dice el hebreo?

Veamos:

ו וַּיִּנָּחֶּם יְהוָּה , כִּי -עָּשָּה אֶּת -הָּאָדָּם בָּאָרֶּץ ; וַּיִּתְעַּצֵּב , אֶּל -לִּבו

Leído en nuestro idioma se pronuncia así:

“VAINAJEM” YHVH KI-ASAH ET-HA'ADAM BA'ARETZ VAIT'ATZEV EL-LIBO"

Traducido esto al español en forma correcta se debe leer:

«Y SE CONSOLÓ YHVH PORQUE HABÍA HECHO AL HOMBRE EN LA TIERRA Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN»

Primero la palabra hebrea que aparece ahí en el verso 6 del capítulo 6 de Bereshit (Génesis) que los “traductores” de la Reina Valera y de otras versiones vierten como “arrepentimiento” es “nakjám” y puede traducirse como “consolarse”, “suspirar fuertemente en exhalación” o “lamento”. “Nakjám” es una expresión hebrea que se usa para:

  • Sentir pena por algo o alguien
  • Sentir pesar por algo o alguien
  • Sentir dolor por algo o alguien
  • Entristecerse por algo o alguien
  • Sentir un corte hasta lo más profundo del corazón.

Por lo tanto, en este texto tiene la connotación de «haberse dolido» o “haberse consolado” por la situación infrahumana que la humanidad había alcanzado según el contexto de la historia del capítulo seis. No sólo la mayoría de los seres humanos se había corrompido por completo, además “se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia” (v. 11). Es decir que la humanidad se había vuelto tan violenta que Dios se vio en la necesidad intervenir. El mundo había dejado de ser un lugar seguro en todos sus ámbitos existenciales.

No es que Dios se había equivocado al crear al hombre; pero sí le dolía ver los errores que el ser humano estaba cometiendo. La causa de su dolor era la humanidad en sí, no el hecho de haberla creado. En otras palabras, el comportamiento del hombre no fue una sorpresa o algo inesperado para Él.

El Eterno no se arrepintió de algo que hizo. Él es perfecto y por lo tanto nunca se equivoca (cf. Salmos 18:30). Bajo este entendimiento entendemos que YHVH se consoló asimismo por haber hecho al hombre en la Tierra, no por haber cometido un error en su creación, ni porque ésta fuera imperfecta, sino porque que las condiciones en las cuales el hombre estaba eran lamentables y tristes para él, me refiero a la ya habituada y constante inclinación al mal que los hombres y mujeres tenían (v. 5).  ¿Logra usted discernirlo?

Una clave para entender bien este pasaje se encuentra en el mismo polémico verso 6, que dice; “Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN”. O sea, que el asunto aquí no es una actitud de arrepentimiento por haber hecho algo mal, sino que una actitud de consuelo y tristeza por la condición del hombre quien estaba de continuo inclinado al mal habiendo así torcido su esencia a condicionamientos del inframundo (Sitrá AjRá) mismo.

La voluntad de Dios al crear al hombre fue que éste lo sirviera fielmente sujetándose a la Sabiduría de Su Instrucción. Cuando el hombre se volvió exageradamente pecaminoso, el Eterno sintió tristeza por los resultados de haber creado al hombre. Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Siguió siendo Su voluntad que el hombre le sirviera y procedió a eliminar a aquellos hombres que no aceptaban esta voluntad divina por medio de un terrible diluvio.

Otro ejemplo del uso de nakjám en el contexto del Eterno Dios está en 1 Samuel 15:35, cuando Dios se arrepentía [nakjám] de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel. Una vez más, Yahvéh no se estaba lamentando de su decisión, sino de los errores de Saúl. La voluntad de Dios al escoger a Saúl como rey sobre Israel fue que Saúl le obedeciera y que sirviera de ejemplo a todo Israel como un siervo de Dios. Cuando Saúl le desobedeció, Yahvéh sintió el pesar por los resultados de la rebeldía de Saúl (1 Samuel 15:11). Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Él continuó en Su anhelo de poner como rey sobre Israel a un hombre fiel. Por tanto, anunció que haba quitado el reino de Saúl por su desobediencia y lo dio aun hombre más fiel (1 Samuel 15:28,29).

En otras palabras, Dios puede llegar a cambiar su actitud para con la humanidad con base al comportamiento humano (generalmente cuando hay pecado o error). Cuando nos equivocamos, Dios se lamenta profundamente viendo que insistimos en tomar decisiones que nos hacen daño. Esta es la diferencia entre el arrepentimiento humano (volverse del pecado para seguir a la Instrucción de Dios) y el arrepentimiento a nivel de Dios (cambiar su actitud hacia la humanidad con base a nuestro comportamiento).

Las Sagradas Escrituras describen muchas situaciones en las que Dios se ha lamentado o ha cambiado su curso de acción, y esto siempre es debido a errores humanos.

Por otra parte un ejemplo sencillo de esto es Cuando en Génesis dice «Y se acordó Elohim de Noaj (Noé)” (Génesis 8:1) como si se hubiera olvidado de él, es a mi parecer, un asunto de «lenguaje figurado» de las escrituras hebreas, donde nos encontramos con un «antropomorfismo», ósea, se le atribuyen características de hombre a Elohim, para hacerlo más cercanos a nuestra naturaleza. Es el hombre quien se arrepiente, olvida, peca, etc. y no YHVH. Para una sana «interpretación», es necesario considerar el lenguaje figurado, entre otras cosas. Recuerde «un texto fuera de contexto siempre sirve para un pretexto«.

Como dijimos, el Eterno se dolió al ver la profunda corrupción del camino de vida que la humanidad había escogido (Génesis 6:5). El relato deja claro que, con todo, Dios siente pesar cuando ve que la gente lo desprecia o lo desobedece. La Escritura está aquí describiendo a ese sentimiento que invade a todo padre cuando ve a sus hijos tomando malas decisiones que le llevan a errar y consecuentemente a sufrir. Esto experimentó el Altísimo cuando miró a Sus criaturas haciendo lo malo ante Sus ojos.

Pero esto no significa que se haya equivocado al crear al ser humano. Su dolor fue causado por el catastrófico estado al que la rebelde humanidad había llegado en la época pre-diluviana.  Pero la decisión estaba ya tomada, era momento de reemplazar a la humanidad, la gente de esa época sería arrasada.

Sin embargo, el dolor que los hombres le causaron no hizo que cambiara su forma de ver a la humanidad. El cambio de disposición de Dios hacia la humanidad pre-diluviana no le hizo en manera alguna abandonar Sus consejos eternos; de hecho, salvó a la raza humana al haber protegido a Noé y su familia del Diluvio (Génesis 8:21; 2 Pedro 2:5, 9).

Yahvéh conservó a este grupo de escogidos para formar un tronco de linaje nuevo, en un mundo purificado por el juicio, y en vista de introducir finalmente el Hijo del Hombre, nuestro Mesías, como cabeza de la creación y de todas las cosas.

Fue, pues, la desobediencia del hombre a la condición que Dios le puso para bendecirlo, lo que hizo cambiar a Dios tocante a Su disposición hacia aquél, y fue la inmutabilidad de la naturaleza de Sus consejos lo que preservó a Noé y su casa.

La corrupción del hombre no fue una sorpresa para el Eterno, ni sintió que crearlo hubiera sido un error. Es más, Dios siguió trabajando con los seres humanos después de esto, comenzando por Noé —quien “halló gracia ante los ojos del Eterno” (Génesis 6:8). A diferencia del resto de la humanidad, Noé era un hombre justo que caminaba con Dios (v. 9).

Entonces, ¿se equivoca Dios? Definitivamente No; Él es absolutamente perfecto. Los hombres son los que se equivocan y son inconstantes. Dios no se equivoca, su propósito es eterno y El mismo se encarga de que se lleve a cabo porque Él no comparte su gloria con nadie. Yahvéh no cambia de parecer, y lo más importante que debemos siempre tener en mente es que su voluntad es que los hombres se arrepientan, sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (2 Pedro 3:9, 1 Timoteo 2:4).

Por último, es necesario que entendamos que el Eterno se aflige por nuestro pecado; y los que quieren verdaderamente andar con Él, como lo hizo Enoc, sentirán también ese pesar que los conducirá al aposento de oración para compartir la aflicción de Dios, y experimentar en el ministerio de intercesión lo que el apóstol Pablo expresó:

«…como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo«. 
(2 Corintios 6: 10)


Bitácora Relacionada:

Caín y… ¿su Esposa?

Por P.A. David Nesher

Todo escéptico y agnóstico tiene la costumbre malintencionada de abordar a los creyentes con el siguiente planteo: si Adán y Eva fueron los únicos seres humanos que Dios creó milagrosamente, ¿de dónde vino toda la gente que fue de gran preocupación para Caín?

Al leer el relato del cuarto capítulo de Bereshit (Génesis) vemos que después que el Eterno sentenció al homicida Caín para ser un “errante y extranjero” en la Tierra (Génesis 4:12), él le dijo al Señor:

Grande es mi castigo para ser soportado
(v. 13)

Luego añadió:

He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará

(vs. 14)

Entonces Yahvéh le respondió a Caín, diciendo:

Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado”. Entonces Yahvéh puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara
(v. 15)

¿Sugieren las referencias a “cualquiera” en estos versículos que el Eterno creó a otros seres humanos aparte de Adán y Eva?

“Y salió Caín de la presencia de YHVH y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén”
(Génesis 4: 16)


La expresión hebrea «Vayetze Kayin” que aparece en las mayorías de las versiones traducida:Y salió Caín, en realidad debería ser traducida “Caín se retiró». Esto se debe a que la expresión hebrea “se retiró” da a entender que  Caín fingió sumisión a la disciplina dada por el Eterno, como uno que pretende engañar la Mente Suprema.

En verdad la frase «Vayetze Kayin» traducida literalmente «Caín salió  de la presencia del Eterno» es poco adecuada para indicar que se retiró una actitud hipócrita y engañosa, ya que sabemos que el Eterno es Omnipresente y no es posible «salirse» de Su Presencia. ¡Él no puede ser burlado! (Gálatas 6: 7) Lo cierto es que el texto original da la clara idea del carácter perverso que había adquirido este varón, y la actitud rebelde con la que decidió continuar viviendo sobre la Tierra.

Efectivamente, después de que Caín asesinó a su hermano, se retiró de la presencia del Señor y de sus padres y vivió un tiempo errante hasta que conoció a su esposa y formó su familia.

Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc. Y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad, del nombre de su hijo Enoc.”
(Génesis 4:17)

Ante esta parte del relato, la pregunta clásica que a lo largo de los siglos los hombres han hecho es:

¿Cómo consiguió Caín Su Esposa? ¿De dónde salió esta mujer? ¿Quién fue ella?

Como lo expresé al empezar esta bitácora, los escépticos de la Biblia han usado a la esposa de Caín una y otra vez para desacreditar el libro de Génesis como un registro fidedigno de la historia. Lamentablemente, la mayoría de los teólogos cristianos no han respondido adecuadamente a esta pregunta. Como resultado, el mundo los ve como incapaces para defender la autoridad de las Escrituras y por consiguiente de la fe que dicen profesar en Cristo.

Sin embargo, este cuestionamiento no es tan difícil de responder considerando muchos detalles del mismo texto que contiene dicho relato.

La respuesta clásica a esta pregunta trata de apoyarse en el texto mismo diciendo que Adán y Eva tuvieron muchos hijos e hijas y de entre ellas Caín escogió a su esposa. Esto significa que a Adán y Eva tuvo que haberles nacido una hija entre Caín y Abel, o después de Abel, para que unida a Caín, surgiera en el camino de Caín, un hijo o de su descendencia, que quisiera matarlo.

Diré que dicha solución es bien lógica e inteligente y se condice con el relato en cuestión. Pero, también diré que no deja de ser una especulación humana que por lo tanto ronda el relativismo racional que hay que evitar a la hora de defender la autoridad celestial de la Torah. Por lo tanto, nos conviene hacer una relectura del texto a fin de lograr captar secretos que los dogmas cegaron, y que, sin embargo subyacen vibrando debajo de las letras de la Escritura Sagrada.

Si analizamos detenidamente el Libro de Bereshit (Génesis),  notaremos que relata que Caín fue el primer ser humano nacido fuera del Gan Edén. Según la Biblia, Adán y Eva concibieron a Caín y su hermano Abel (¿gemelos?, v. 4) después de ser desterrados del Jardín por el Eterno, debido a que habían desobedecido su orden de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Tanto Caín, como su hermano gemelo Abel, nacieron en el ámbito de una humanidad caída. Fueron los primeros hijos nacidos fuera del Jardín, más no significa esto que hayan sido los primeros que aquella pareja hubiera tenido. En ningún renglón del capítulo cuatro se asegura que Caín haya sido el primogénito.

En el relato del tercer capítulo tenemos algunos indicios del idioma hebreo que nos dan un panorama en cuanto a que la primera pareja no eran los únicos humanos que habitan el huerto. Entiendo que a esta altura de la bitácora sus cabezas deben tener la sensación de estallar. Antes de continuar mi argumentación, iremos a escuchar la enseñanza apostólica de Pablo quien dice lo siguiente:

No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”.
(Romanos 5:14)

La expresión “… aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán…”, aseguran los eruditos bíblicos que debería traducirse de esta manera:

“… los que no desobedecieron el mandamiento explícito de Dios como lo hizo Adán…”

Ante esto surge la pregunta: ¿Había entonces en el Huerto otros que no desobedecieron el mandamiento explícito del Eterno, pero que por ser hijos de Adán e Ishá tuvieron que salir excomulgados del Edén? Desde lo que aparentemente este texto dice, la respuesta sería sí.

Estoy convencido que la expresión: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos lo vivientes” (Génesis 3:20), nos permite dilucidar más claramente la respuesta al planteo hecho. Adán le cambió el nombre a su mujer de Ishá (Varona por ser la representación de su esencia) por el de Java (Eva) porque era la madre de todos los vivientes. Entiéndalo bien, de acuerdo al tiempo verbal utilizado, Adán no le cambió el nombre a Eva porque sería la madre de todos los vivientes, sino que ya era madre de todos los vivientes que hasta allí con ellos estaban.

Desde este planteo conviene entender lo que Yahvéh le dijo a la mujer:

“… Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti”.

(Génesis 3:16)

¿Multiplicaré?… Es decir que el Eterno le anuncia a Eva que aumentaría en una forma que ella no podría imaginar “…dolores y…preñeces”, términos de maternidad que evidentemente aquella mujer ya interpretaba por experiencia propia.

Pero lo que terminará confirmando lo acertado de esta interpretación será analizar la raíz hebrea de: “Y dio también a su marido” en el verso 6 del tercer capítulo de Bereshit:

«Vatiten gam le’ishah» –-

La expresión «Gam» que aquí se traduce por también, encierra la idea de incluir a muchos, después del primero.

la-familia-adan-eva

La frase «… dio también a su marido junto con ella…» implica que ella le dio del fruto inmediatamente después de haber comido de él. El término hebreo «Gam» (–también-) expresa la idea de incluir, agregar a muchos en una acción después de que uno la comience. O sea que el relato aquí implica que además de dar del fruto a su marido, Eva también procedió a dárselo a alguien más (¿los vivientes de los que ya era madre?).

Como lo he dicho más arriba, Caín fue el primer hijo de Adán y Eva nacido fuera del Edén que registra las Escrituras (Génesis 4:1). Él y sus hermanos, Abel y Set (Génesis 4,2, 25), fueron parte de la primera generación de hijos nacidos en la Tierra en condición de humanidad caída. Pero lo que también entendemos es que, aunque no se mencionan los nombres, Adán y Eva tuvieron un gran número de hijos e hijas (Génesis 5:4). Esta expresión abarca tanto a los que les nacieron en el huerto, como a los que fueron contemporáneos de Caín. Claramente, es difícil que alcancemos a comprender cómo era el mundo en un principio y el tamaño que pudo llegar a tener la primera familia, ¡pero debemos recordar que Adán vivió, después de ser expulsado del Gan Edén 930 años! (Génesis 5:5).

Vemos que Caín cambia su oficio de labrador de metales, por el de constructor de metrópolis, ya que edificó una ciudad y le puso el nombre de su hijo, la cual vino a ser la primera ciudad del mundo. Según esto, Caín no quería someterse a lo dicho por Dios, de que sería errante; construyendo una ciudad, para radicarse en ella.

El escritor de Bereshit no habla más de la vida de Caín, sino solo para hacer referencia de pecado; y no se sabe ni como vivió de ahí en adelante, ni como murió.

Es indudable que la intención del autor del libro (Yahvéh es Su Bendito Nombre) quiere revelar a Su Pueblo por medio de este relata cuál es el antidiseño por medio del cual las tinieblas se aseguraron siempre su injerencia en las naciones. Este antidiseño, denominado «hombre rebelde» ha contaminando la Tierra en todos y cada uno de sus estratos, a lo largo de toda la Historia Universal.

El Eterno, nuestro Abba, se aseguró en este relato mostrar cómo la creación gime cada día delante de Su Trono desde el día que la humanidad cayó en los ámbitos infrahumanos de las tinieblas, conocido como pecado. La creación clama y reclama al Eterno la manifestación de sus hijos, como un reinado de sacerdotes (Éxodo 19: 5-6). La Creación sabe que ellos y sólo ellos serán los que pueden colocarle el punto final a todo este sistema violento que atenta día a día contra el Propósito Eterno de Dios: una Nueva Humanidad llegando a la estatura plena del Varón Perfecto que por ella intercede día y noche a mi derecha. Un ser humano a la estatura y  plenitud de Yeshúa, el Mesías.

Con amor y en amistad:

P.A. David Nesher

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Nota Profética recomendada:

CONTRA EL HOMBRE REBELDE

¿Estuvo Pedro en Roma fundando la Iglesia Católica?

Me encontré en la Biblia, autoridad rectora de nuestra fe, el siguiente versículo:

«Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, – pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles -» 

(Gálatas 2: 7-8)
… entonces mi mente entró en la clara reflexión de que esta revelación pone en aprietos a cualquier católico romano que desde su sinceridad ha aceptado lo que la tradición le ha enseñado: el apóstol Pedro fue el primer papa. Desde esta seria situación, me imagino que la mente sincera de un católico se torna más revolucionada ante el hecho que ha creído desde ese paradigma errado que el Papa que gobierna desde el Vaticano es un legítimo sucesor que hereda lo que supuestamente le fue entregado al apóstol en cuestión.

Pues bien, sugiero analizar esto tranquilamente y confiando en que el lenguaje escritural siempre es claro y veraz en todo lo que expresa. Teniendo en cuenta esto lo primero que notamos en el verso citado es que fue Pablo, no Pedro, quien fue comisionado por el Señor Jesús para ser el apóstol para los gentiles. De la pluma misma del apóstol Pablo podemos leer aquello que las primeras comunidades de fe tenían bien claro alrededor del mundo conocido: Pedro misionaba en el Espíritu Santo entre los judíos, llevándoles el evangelio del Reino de Dios a su contexto, desde este propósito se denominaba a su enseñanza el evangelio de la circuncisión. La otra idea clara que estaba en la mentalidad de las asambleas del primer siglo era que el apóstol Pablo estaba comisionado por el Eterno Cristo a publicar el evangelio del Reino a los gentiles, por esto se llamaba con el nombre de evangelio de la incircucisión a la enseñanza paulina.

Para ayudar a comprender esto responderemos la siguiente pregunta: ¿quién fue el que escribió la epístola a los romanos (congregaciones que adoraban en la ciudad de Roma)? ¡Sabemos con seguridad que no fue Pedro! La evidencia histórica del texto mismo, en cada una de sus líneas, nos demuestra que fue el apóstol Pablo quien elaboró esa epístola.

En esta epístola Pablo les dijo específicamente a los gentiles romanos que él había sido escogido para ser su apóstol: “para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Rom. 15:16). 

Pablo recibió el cargo directo de Cristo en este asunto. El aún más adelante declara en Romanos 15:18 que fue Cristo quien lo escogió a él “para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras”.

Es muy interesante notar que en la política de trabajo de Pablo, no estaba la costumbre de ir allí dónde otro apóstol hubiese previamente establecido comunidades: “Y de ésta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamente ajeno” (Rom. 15:20). Evidentemente, y desde la óptica de  Pablo, si Pedro hubiese “fundado” la Iglesia de Roma unos diez años antes de ésta declaración, tal como lo enseña el catolicismo, esta actitud paulina representaría una verdadera afrenta a Pedro, y una gran contradicción en la postura de Pablo. Pues bien, esta declaración por sí sola es prueba de que Pedro nunca estuvo en Roma antes de este tiempo para “fundar” alguna Iglesia.

Al final de la epístola de Pablo a los romanos, encontramos sus saludos. Les ruego que lean y relean con mucha atención el capítulo 16 de la epístola. Notarán que el apóstol saluda unos veintiocho individuos, todos de una trascendencia para aquella comunidad, pero en ningún momento menciona a Pedro. Es interesante notar que Pablo saludó a esas personas por los años 57 o 58 D.C., tiempo en el que la teoría católica romana sostiene que Pedro estaba con su trabajo apostólico en Roma. Entonces ¿por qué no mencionó a Pedro? La respuesta es simple y sencilla Pedro no estaba allí.

Lo más interesante que podemos ver, desde el testimonio escritural, es que hasta el propio Pedro, reconoció la asignación divina que residía en Pablo para ejercer esa misión. Leemos: “y reconociendo la gracia queme había sido dada, Jacobo, Cefas (Pedro), y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles y ellos a la circuncisión” (Gal. 2:9). 

En verdad, el tema es más amplio que lo que hasta aquí he compartido. Quizás en líneas venideras podremos continuar sumergiéndonos en los códigos bíblicos a fin traer mayor información al respecto. Pero para finalizar, me parece muy conveniente sellar este planteo con la afirmación del propio Pablo expresada en su segunda carta a Timoteo:

«Dios me nombró apóstol y maestro para anunciar las buenas noticias». 

(2Timoteo 1:11)