Por P.A. David Nesher
«Y vio Yahvéh que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Y se arrepintió Yahvéh de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón«.
(Génesis 6: 5- 6)
Comencé citando literalmente el texto de la versión Reina-Valera 1960 que es la traducción que más permite el plantea de la pregunta con la que encabecé a esta bitácora.
Ahora haré lo que ya todos los discípulos de Yeshúa a quienes sirvo saben que hago, cuando un texto bíblico genera incógnitas por causa del sentido idiomático mismo. Consideraré junto a ustedes el famoso adagio italiano: “traduttore, traditore”. Toda traducción contiene una traición. Esto lo hago porque este proverbio italiano es un juego de palabras basado en el hecho de que traición y traducción tienen una raíz latina similar; forman parte de un conglomerado de ideas que incluye también la palabra tradición. Y es justamente esta última (la tradición) la que estamos obligados a juzgar, y hasta desechar si es necesario, de nuestra tarea interpretativa del texto sagrado.
Lamentablemente, existe una línea interpretativa, llamada teísmo abierto que insiste en creer que Dios se arrepintió con tristeza porque estaba sorprendido o desconocía la profundidad de la naturaleza pecadora del hombre en que cayó. Así, desde este versículo, se afirma que Dios desconoce lo que las personas escogerán hacer. Por ello, y bajo la sutil influencia de este pensamiento, incontables mentes humanas, al llegar a este texto se cuestionan lo siguiente:
¿Quiere decir que Dios se arrepintió de crear a la humanidad en el sentido de reconocer que había cometido un error? ¿En verdad, se da a entender que Dios cambia de opinión?
Para poder aclarar estos planteamientos llenos de sinceridad, me corresponde decirles que todo texto bíblico debe ser considerado desde el contexto escritural general. Desde aquí acudiremos ahora a las Sagradas Escrituras y notaremos que estas dicen que YHVH no cambia. Esto significa que no cambia su naturaleza, ni tampoco sus decisiones, ni su manera de pensar, ni su voluntad.
“Porque yo YHVH no cambio;
por esto, hijos de Yacov (Jacob), no habéis sido consumidos»
(Malaquías 3:6)
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”
(Santiago 1:17)
“Por lo cual, queriendo Elohim mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”
(Hebreos 6:18)
Por todo este contexto general de la revelación escritural concluimos que nuestro Todopoderoso Abba es UNO y ÚNICO y que en Él no hay error ni imperfección.
Por eso, al regresar al texto del sexto capítulo de Bereshi (Génesis), debemos considerar algunos aspectos claves para la excelente interpretación del mismo.
En primer lugar, aceptemos que el relato que Moshé hace en los capítulos 4 al 6 pretende llevar a sus lectores a tomar conciencia de lo que produce en la historia la degradación humana en su descenso (yrida) a la bestialización (para entender esto invito a leer: ¿Hombre en señorío o humano bestializado?) Con estas líneas el Eterno quiere revelar cómo es el proceso de la precipitación humana hacia la degradación, y su necesidad absoluta de redención y restauración por medio de Su Gracia.
Antes de continuar, quiero dar gloria al Eterno por haberme conducido en Su bendita Unción a vivir en el convencimiento de la importancia de conocer las raíces hebreas de nuestra fe en Yeshúa. Cuan prioritario es para el sincero investigador de las Sagradas Escrituras ir al hebreo cada vez que estudiamos la TaNak (mal llamado Antiguo Testamento en la teología cristiana).
Por eso, veamos nuevamente lo que nos dice la versión Reina Valera 1960:
“Y se arrepintió YHWH de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”.
(Génesis 6:6)
¿Qué nos dice el hebreo?
Veamos:
ו וַּיִּנָּחֶּם יְהוָּה , כִּי -עָּשָּה אֶּת -הָּאָדָּם בָּאָרֶּץ ; וַּיִּתְעַּצֵּב , אֶּל -לִּבו
Leído en nuestro idioma se pronuncia así:
“VAINAJEM” YHVH KI-ASAH ET-HA'ADAM BA'ARETZ VAIT'ATZEV EL-LIBO"
Traducido esto al español en forma correcta se debe leer:
«Y SE CONSOLÓ YHVH PORQUE HABÍA HECHO AL HOMBRE EN LA TIERRA Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN»
Primero la palabra hebrea que aparece ahí en el verso 6 del capítulo 6 de Bereshit (Génesis) que los “traductores” de la Reina Valera y de otras versiones vierten como “arrepentimiento” es “nakjám” y puede traducirse como “consolarse”, “suspirar fuertemente en exhalación” o “lamento”. “Nakjám” es una expresión hebrea que se usa para:
- Sentir pena por algo o alguien
- Sentir pesar por algo o alguien
- Sentir dolor por algo o alguien
- Entristecerse por algo o alguien
- Sentir un corte hasta lo más profundo del corazón.
Por lo tanto, en este texto tiene la connotación de «haberse dolido» o “haberse consolado” por la situación infrahumana que la humanidad había alcanzado según el contexto de la historia del capítulo seis. No sólo la mayoría de los seres humanos se había corrompido por completo, además “se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia” (v. 11). Es decir que la humanidad se había vuelto tan violenta que Dios se vio en la necesidad intervenir. El mundo había dejado de ser un lugar seguro en todos sus ámbitos existenciales.
No es que Dios se había equivocado al crear al hombre; pero sí le dolía ver los errores que el ser humano estaba cometiendo. La causa de su dolor era la humanidad en sí, no el hecho de haberla creado. En otras palabras, el comportamiento del hombre no fue una sorpresa o algo inesperado para Él.
El Eterno no se arrepintió de algo que hizo. Él es perfecto y por lo tanto nunca se equivoca (cf. Salmos 18:30). Bajo este entendimiento entendemos que YHVH se consoló asimismo por haber hecho al hombre en la Tierra, no por haber cometido un error en su creación, ni porque ésta fuera imperfecta, sino porque que las condiciones en las cuales el hombre estaba eran lamentables y tristes para él, me refiero a la ya habituada y constante inclinación al mal que los hombres y mujeres tenían (v. 5). ¿Logra usted discernirlo?
Una clave para entender bien este pasaje se encuentra en el mismo polémico verso 6, que dice; “Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN”. O sea, que el asunto aquí no es una actitud de arrepentimiento por haber hecho algo mal, sino que una actitud de consuelo y tristeza por la condición del hombre quien estaba de continuo inclinado al mal habiendo así torcido su esencia a condicionamientos del inframundo (Sitrá AjRá) mismo.
La voluntad de Dios al crear al hombre fue que éste lo sirviera fielmente sujetándose a la Sabiduría de Su Instrucción. Cuando el hombre se volvió exageradamente pecaminoso, el Eterno sintió tristeza por los resultados de haber creado al hombre. Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Siguió siendo Su voluntad que el hombre le sirviera y procedió a eliminar a aquellos hombres que no aceptaban esta voluntad divina por medio de un terrible diluvio.
Otro ejemplo del uso de nakjám en el contexto del Eterno Dios está en 1 Samuel 15:35, cuando Dios se arrepentía [nakjám] de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel. Una vez más, Yahvéh no se estaba lamentando de su decisión, sino de los errores de Saúl. La voluntad de Dios al escoger a Saúl como rey sobre Israel fue que Saúl le obedeciera y que sirviera de ejemplo a todo Israel como un siervo de Dios. Cuando Saúl le desobedeció, Yahvéh sintió el pesar por los resultados de la rebeldía de Saúl (1 Samuel 15:11). Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Él continuó en Su anhelo de poner como rey sobre Israel a un hombre fiel. Por tanto, anunció que haba quitado el reino de Saúl por su desobediencia y lo dio aun hombre más fiel (1 Samuel 15:28,29).
En otras palabras, Dios puede llegar a cambiar su actitud para con la humanidad con base al comportamiento humano (generalmente cuando hay pecado o error). Cuando nos equivocamos, Dios se lamenta profundamente viendo que insistimos en tomar decisiones que nos hacen daño. Esta es la diferencia entre el arrepentimiento humano (volverse del pecado para seguir a la Instrucción de Dios) y el arrepentimiento a nivel de Dios (cambiar su actitud hacia la humanidad con base a nuestro comportamiento).
Las Sagradas Escrituras describen muchas situaciones en las que Dios se ha lamentado o ha cambiado su curso de acción, y esto siempre es debido a errores humanos.
Por otra parte un ejemplo sencillo de esto es Cuando en Génesis dice «Y se acordó Elohim de Noaj (Noé)” (Génesis 8:1) como si se hubiera olvidado de él, es a mi parecer, un asunto de «lenguaje figurado» de las escrituras hebreas, donde nos encontramos con un «antropomorfismo», ósea, se le atribuyen características de hombre a Elohim, para hacerlo más cercanos a nuestra naturaleza. Es el hombre quien se arrepiente, olvida, peca, etc. y no YHVH. Para una sana «interpretación», es necesario considerar el lenguaje figurado, entre otras cosas. Recuerde «un texto fuera de contexto siempre sirve para un pretexto«.
Como dijimos, el Eterno se dolió al ver la profunda corrupción del camino de vida que la humanidad había escogido (Génesis 6:5). El relato deja claro que, con todo, Dios siente pesar cuando ve que la gente lo desprecia o lo desobedece. La Escritura está aquí describiendo a ese sentimiento que invade a todo padre cuando ve a sus hijos tomando malas decisiones que le llevan a errar y consecuentemente a sufrir. Esto experimentó el Altísimo cuando miró a Sus criaturas haciendo lo malo ante Sus ojos.
Pero esto no significa que se haya equivocado al crear al ser humano. Su dolor fue causado por el catastrófico estado al que la rebelde humanidad había llegado en la época pre-diluviana. Pero la decisión estaba ya tomada, era momento de reemplazar a la humanidad, la gente de esa época sería arrasada.
Sin embargo, el dolor que los hombres le causaron no hizo que cambiara su forma de ver a la humanidad. El cambio de disposición de Dios hacia la humanidad pre-diluviana no le hizo en manera alguna abandonar Sus consejos eternos; de hecho, salvó a la raza humana al haber protegido a Noé y su familia del Diluvio (Génesis 8:21; 2 Pedro 2:5, 9).
Yahvéh conservó a este grupo de escogidos para formar un tronco de linaje nuevo, en un mundo purificado por el juicio, y en vista de introducir finalmente el Hijo del Hombre, nuestro Mesías, como cabeza de la creación y de todas las cosas.
Fue, pues, la desobediencia del hombre a la condición que Dios le puso para bendecirlo, lo que hizo cambiar a Dios tocante a Su disposición hacia aquél, y fue la inmutabilidad de la naturaleza de Sus consejos lo que preservó a Noé y su casa.
La corrupción del hombre no fue una sorpresa para el Eterno, ni sintió que crearlo hubiera sido un error. Es más, Dios siguió trabajando con los seres humanos después de esto, comenzando por Noé —quien “halló gracia ante los ojos del Eterno” (Génesis 6:8). A diferencia del resto de la humanidad, Noé era un hombre justo que caminaba con Dios (v. 9).
Entonces, ¿se equivoca Dios? Definitivamente No; Él es absolutamente perfecto. Los hombres son los que se equivocan y son inconstantes. Dios no se equivoca, su propósito es eterno y El mismo se encarga de que se lleve a cabo porque Él no comparte su gloria con nadie. Yahvéh no cambia de parecer, y lo más importante que debemos siempre tener en mente es que su voluntad es que los hombres se arrepientan, sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (2 Pedro 3:9, 1 Timoteo 2:4).
Por último, es necesario que entendamos que el Eterno se aflige por nuestro pecado; y los que quieren verdaderamente andar con Él, como lo hizo Enoc, sentirán también ese pesar que los conducirá al aposento de oración para compartir la aflicción de Dios, y experimentar en el ministerio de intercesión lo que el apóstol Pablo expresó:
«…como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo«.
(2 Corintios 6: 10)