Por P.A. David Nesher
«Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas.»
(Génesis 8:1)
Que sensación extraña provoca al lector sincero cunado llega a este versículo. Mientras Noaj y su familia se encontraban encerrados dentro del arca durante el diluvio; mientras las aguas prevalecían sobre la tierra y el arca era sacudida espantosamente de un lado para otro en medio de la tormenta,… Dios: ¿estaba distraído?… ¿se había olvidado de que en este planeta Él había enviado juicios?
Pues bien, para responder este planteo típico de todo lector, necesito considerar, una vez más, el famoso adagio italiano que dice “traduttore, traditore”. Esta expresión se traduce a nuestro idioma: “Toda traducción contiene una traición·. Esto siempre lo hago porque necesito que entendamos este proverbio italiano en el juego de palabras que es. El mismo está basado en el hecho de que traición y traducción tienen una raíz latina similar; forman parte de un conglomerado de ideas que incluye también la palabra tradición. Y es justamente esta última (la tradición) la que estamos obligados a juzgar, y hasta desechar si es necesario, de nuestra tarea interpretativa del texto sagrado.
Acerca del versículo mencionado (Genesis 8:1 «y se acordó Dios de Noe…»), debo decir que no está correctamente traducido, ya que en el original hebreo tenemos al adverbio ”et» que significa «a» y que aquí fue erróneamente traducido como «de». O sea, debemos decir que el Eterno recordó «a Noaj«, por lo que debemos entender que No es posible decir «Dios se acordó «de Noaj», por ser esa interpretación incorrecta.
Por lo tanto, la traducción correcta del versículo sería «y recordó Di-s a Noaj, a todos los animales silvestres, y a todos los animales domésticos que estaban con él en el arca».
Pues bien, el planteo no está aun completamente respondido ya que el problema lo sigue presentando la expresión se acordó. Entonces, para continuar la explicación, diré que, en hebreo, la palabra para recordar aquí utilizada es Zakar (Strong AT 2142). Este verbo expresa el recordar algo, evocarlo o traerlo constantemente a la mente para su propósito.
¿Qué es lo que Yahvéh recordó?
Insisto en que la expresión no quiere expresar que Dios se había olvidado de Noaj y todos los seres vivientes que estaban con él en el arca. Por lo que expliqué anteriormente, “Se acordó…” en el hebreo no es recordar en la mente o refrescar la memoria un hecho olvidado. Por el contrario, significa otorgar un cuidado amoroso sobre alguien para intervenir en su favor en el tiempo de propósito (hebreo: et).
Por lo tanto, la expresión en realidad describe que el Eterno recordó el pacto previo que había hecho con Noé. Esto lo mantuvo providencialmente sobre el arca y todos sus tripulantes, hasta encontrar las circunstancias propicias para otorgarles su promoción a nuevos comienzos.
El tiempo transcurrió, y el tiempo de propósito (et) del Eterno llegó. Ahora era su turno para activar las promesas que había hecho a Noaj, su familia y las criaturas del arca. El Eterno les anuncia que el cumplimiento de su promesa finalmente está al alcance de la mano. Él está a punto de actuar sobre su Palabra.
El sabio intérprete judío Rash’i explica, que el Eterno les recordó la buena conducta llena de fe y esperanza que mantuvieron antes del diluvio, y también en el arca.
Por eso, a continuación, ese mismo versículo revela el premio de Yahvéh para ellos por la conducta paciente y llena de esperanza que mantuvieron:
«…e hizo pasar Elohim viento sobre la tierra, y cesaron las aguas».
Al leer esto, viene a nuestra memoria lo que en Génesis cap. 1: verso 2 leemos: «El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». De igual manera, este capitulo rescata el mismo obrar restaurador del Eterno haciendo que soplara un fuerte viento sobre la tierra, y las aguas comenzaron a bajar (8:1).
Ahora, para poder continuar profundizando esta idea, les solicito que abran bien sus mentes y disciernan perfectamente lo que aquí se revela en todos los detalles del texto.
Primeramente, notamos el uso que hace el escritor (Moshé) de los temas de la creación que ha tocado en los capítulos 1 y 2, cuando retrocede el agua, aparece tierra seca y la vegetación crece. El texto aquí hace notar la benevolencia (jesed) y la disciplina rigurosa (guevurá) del el Eterno usan el viento para evaporar el agua, aunque podría haber logrado el mismo resultado con sólo hablar, tal como Él lo revela en el rollo de Isaías:
“Yo mando que se seque lo profundo del mar, y ordeno que se sequen sus corrientes.”
(Isaías 44:27)
De igual modo, vemos como durante una fuerte tormenta en el mar de Galilea, Jesús reprendió a los vientos y las olas, y se volvieron a completa calma. No pudieron reconocer quién era él; y los discípulos dijeron: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?» (Mateo 8:23-27).
Es maravilloso notar el verdadero significado de la expresión Zakar, “se acordó”. Yahvéh actúa para hacer desaparecer la masa de agua de sobre la Tierra, no de manera estruendosa o rimbombante, sino más bien con su providencia. Utilizando los elementos de la naturaleza para restaurar el medio ambiente, gradual y lentamente. El viento evapora el agua, entonces el suelo lentamente absorbe y dispersa el agua, cerrando las fuentes principales de este elemento (especialmente el abismo) asegurándose el cese de todo juicio:
“Se cerraron las fuentes del mar profundo y las compuertas del cielo, y dejó de llover.” (8:2)
Una vez que se interrumpieron estas dos fuentes, poco a poco las aguas se fueron retirando de la tierra (8:3a). La palabra hebrea para retirar es shub (o shuv), lo que significa volverse a su lugar. Así se volvieron las aguas, tanto hacia abajo, como hacia arriba por medio de la evaporación (Salmo 104:6-9). El resultado fue que “… al cabo de ciento cincuenta días las aguas habían disminuido» (8:3b). Obviamente el agua no dejó de existir, sino que simplemente volvió a su antigua posición en los arroyos, ríos, lagos y océanos.
Esta es la primera vez que Yahvéh liberó a sus escogigos a través del agua: la próxima ocasión sería en el Mar Rojo (Éxodo Capitulo 14). Evidentemente, el rollo de Bereshit y sus historia fue escrito por Moshé con el objetivo de capacitar al Israel del desierto en su vocación sacerdotal. Este admirable líder pretendía que los hebreos apreciaran el mover del Eterno a través de la creación y sus circunstancia favoreciendo el cumplimiento de sus promesas hechas por medio de pactos.
Ante esto, y meditando el texto, entendemos que el mismo apunta a que el lector entienda que el “zakar” de Yahvéh tiene que ver con la sinergia de las acciones divinas y la humanas, ocurriendo en una complementación de fidelidad y espera paciente para llegar nuevamente a una restauración total de todas las cosas y así inaugurar la Nueva Humanidad.
Ahora, para comprender más profundamente este concepto de “se acordó Dios” (zakar) que encontramos en el texto, notemos la revelación escondida en la referencia escritural misma: capítulo ocho, versículo uno (8:1).
Ocho es el número de los nuevos comienzos. Uno es el número que habla de la naturaleza misma del Eterno (Deuter. 6: 4). Es evidente que el Eterno necesitaba que Noaj y su tripulación comprendieran que estaban ante el umbral de un nuevo comienzo que les permitiría ser los pioneros de una Nueva Humanidad que aprendería a aguardar con fe y esperanza la promesa del cumplimiento del Código Sagrado: la Simiente de la Mujer. Por eso, ellos debían aprender a vencer todo tipo de ansiedad, y contentarse con el proceso pedagógico del Eterno que acontece en cada circunstancia de la vida.
Las lluvias habían cesado y la tormenta había pasado. El arca tocó tierra de la cima del Monte Ararat y las aguas comenzaron a descender, mostrando finalmente que la esquina estaba allí y que podían alcanzar la promesa. Pero aún no pueden descender, hay que esperar un poco más en concordancia con la voluntad del Eterno.
Noaj, por su parte, se mantendrá con toda paciencia esperando y buscando una y otra vez las señales divinas (ocultas en cada situación) que comprueben el avance de la restauración que el Eterno le estaba encomendado.
Entonces, después de cuarenta días más, Noaj abrió la ventana y envió un cuervo y una paloma (Génesis 8:6-8). El cuervo iba y venía como quería, pero la paloma volvió al arca porque no había otro lugar donde descansar sus pies. Esto le decía a Noaj que no era el tiempo para dejar la seguridad del arca. Él pudo interpretar dichas señales inteligentemente pero nunca actuando de por sí, sino más bien sumiso a la indicación del Eterno.
De ese modo, sabia y pacientemente, Noaj esperó siete días más antes de enviar a la paloma por segunda vez (verso 10). Esta vez el ave regresó con una rama de olivo fresco en su pico, señalando que el portal de una nueva vida estaba mucho más cerca. Sin embargo, Noaj esperó otros siete días antes de enviar a la paloma por tercera vez (verso 12), pero esta vez la paloma no volvió; aun así, Noaj esperó hasta oír al Eterno hablándole para recibir la orden de abandonar el arca (verso 15). La paloma y el cuervo tienen un significado importante. Si seguimos el ejemplo del cuervo, volaremos en círculos, sin encontrar descanso para nuestra alma cansada. Sin embargo, la paloma, un símbolo del mover suave y pautado del Espíritu de Yahvéh, nos guiará hacia toda verdad mientras esperamos en Él (cf. Juan 16:13.)
Amado discípulo de Yeshúa, es muy frecuente encontrarnos en situaciones en las cuales sentimos como si estuviéramos “estancados dentro de nuestra arca”. Pues bien, debes aceptar que realmente es Yahvéh, nuestro Abba kadosh, quien nos está guardando para protegernos de algo.
Entiendo que el problema que se levanta durante el proceso de espera es que nuestras mentes comienzan a vagar y se ve tentada a cruzar la puerta de la duda para meterse en la zona de la incredulidad. Podemos decepcionarnos mientras esperamos una y otra vez, como si Dios nunca fuera a actuar. Incluso comenzamos a preguntarnos si lo oímos correctamente. Aún si somos hijos primogénitos entendidos en los tiempos, no quiere decir que seamos inmunes a las estrategias del adversario (HaSatán). Quizá no nos demos cuenta, pero es en esos tiempos donde somos más vulnerables que la serpiente susurra a nuestro corazón: “¿Con que Dios dijo…?” (Génesis 3:1b).
Yo te aconsejo que te aferres a estos dos pasajes:
“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!”
(Salmo 46:10)
“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros”
(Isaías 49:15)
Ten siempre presente que, en verdad, el Eterno siempre recuerda, y está siempre trabajando para completar su destino de propósito en nuestra vida.
¡Anhelo que verdaderamente seas fortalecido!
muchas gracias ,muy bueno .
Que alegría saber que el Eterno siempre recuerda, y está siempre trabajando para completar su destino de propósito en nuestra vida,que felicidad .