Evangelio del Reino

El Estanque de Betesda: Un Centro de Curación del dios griego Asclepio

Por Dr. Eli Lizorkin-Eyzenberg

Después subió Jesús a Jerusalén. Y había ahí en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque llamado Betesda, el cual tenía cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento de las aguas.

(Juan 5:1-3)

Cuando se llega  a determinar el nivel de la credibilidad histórica del Evangelio, la historia que finalizará con la sanación del paralítico, es una de las unidades textuales más fascinantes del Evangelio de Juan.

Hasta el descubrimiento del estanque con cinco columnas techadas cerca de la Puerta de las Ovejas (aunque cada cual buscaba un estanque en forma de pentágono, en un principio) muchos no consideraron el Evangelio de Juan históricamente creíble. El Evangelio era mostrado bien alegóricamente (verdadero solo en el sentido similar al de la literatura apocalíptica) o bien inexacto (escrito por alguien que no fuese de Judea y que desconocía completamente la geografía y topografía de Jerusalén). Sin embargo, ambos estanques mencionados en el Evangelio de Juan fueron identificados – el estanque de Betesda en Juan 5:2 y el de Siloé en Juan 9:7. El estanque que se menciona en este capítulo resultó ser de cinco columnas (como se describe en el Evangelio) pero no estructurado en forma de pentágono. Habían cuatro columnas separadas en el centro por otra, así formaban las cinco columnas tal cual eran descritas en el Evangelio.

Es posible que el estanque de Betesda fuese para facilitar las purificaciones con agua en el ceremonial religioso judío, “mikvah”, asociado al Templo de Jerusalén. Pero hay otras opciones interpretativas, que en mi opinión tienen mucho más sentido.

Hay muy buenos motivos para creer que esta estructura situada a una distancia peatonal por detrás de los muros de la ciudad de Jerusalén fue una parte del dios greco-romano de la salud y el bienestar Esculapios, el cual fue bien extendido por los dominios del Imperio Romano. Habían más de 400 “esclepiones”. Esculapios relata los beneficios a través de todo el Imperio, funcionando como centros de salud y dispensadores de la gracia y misericordia del dios hacia los que estaban necesitados.

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Esculapios era el dios de la medicina y la salud en la región de la Antigua Grecia. Las hijas místicas del dios, por ejemplo, incluídas la diosa Higeia y Panacea. Podemos escuchar sus nombres griegos en el hablar moderno como “higiene” y “panacea”- conceptos clave asociados hoy en día con la medicina y la salud. Las serpientes fueron atributo del culto a Esculapios en la salud y la sanidad. Incluso, actualmente, uno de los principales símbolos de la medicina moderna es una vara con una serpiente enroscada en ella.

Deténte ahora y piensa por un momento. Si esto es correcto, puede que cambie nuestra percepción de la historia descrita aquí. Como puedes ver, es posible que los ciegos, cojos y paralíticos no estuviesen esperando a que el Dios de Israel les sanase, sino más bien por la gracia sanadora de Esculapios. Antes de empezar a pensar que la reconstrucción de arriba es descabellada, por favor, tenga en cuenta lo siguiente:

En el siglo II de la era cristiana, el apologista Justiniano Mártir menciona de obsesiones populares con Esculapios entre sus contemporáneos, diciendo: “Cuando el Diablo trajo a Esculapios como resucitador de los muertos y sanador de todas las enfermedades, ¿no debería decir que en este tema igualmente él ha imitado las profecías sobre Cristo? (Justiniano Mártir, Dialogo con Triphomenes, el Judío, 69). En una declaración atribuida al siglo II del Sabio Judío Rabbi Akivah, leemos: “Una vez a Akivah se le pidió que explicara por qué las personas afligidas por enfermedades, algunas veces regresan sanas después de una peregrinación al santuario de un ídolo, aunque sea seguro que no tiene poder alguno” (Talmud de Babilonia, Avodah Zara, 55a)”.

El estanque de Betesda/Esculapios (rama de Jerusalén) era probablemente, una parte Helenística de Jerusalén junto con varios otros proyectos como el Teatro Romano, el complejo deportivo romano, los baños romanos y la Fortaleza Romana Antonia (cerca del estanque). Es probable referirse a tal helenización de Jerusalén que los devotos Qumranitas fueran autores del comentario del Profeta Nahúm que escribió: “¿Dónde está el león sin dientes, la cueva de sus cachorros?” (Nahúm 2:12b). La interpretación de esto se refiere a Jerusalén, que se había transformado en habitáculo de los gentiles malvados… (4Qp Nah)”.

En este caso, el estanque de Bethesda (Casa de Misericordia, en hebreo) no tiene nada que ver con el lugar judío, por el contrario, con las instalaciones asociadas al griego Esculapios. Es muy importante señalar que en esta particular sanación, Jesús no manda a lavarse en el estanque (estanque de Betesda), mientras que directamente, envía al ciego a lavarse en el estanque de Siloé (Juan 9:6-7). Parece por lo tanto, que mientras que el estanque de Betesda fue un lugar pagano (Esculapios) el estanque de Siloé estaba conectado con el Templo de Jerusalén. Desde luego, Jerusalén fue el centro religioso judío en los tiempos de Jesús, pero también fue el cuartel general de las ideas helenísticas en Judea que estaba bajo el estricto control de Roma con la Fortaleza Antonia dominando la zona noroeste de la Montaña del Templo.

[… esperaban el movimiento del agua; porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.][1]

Mientras que entre este paréntesis, algunas Biblias modernas todavía incluyen el texto anterior (3b-4) no está incluido en los originales y más fiables manuscritos de que disponemos hoy en día y por lo tanto no debería ser tratado como auténtico. Parece ser que el copista cristiano, no familiarizado con el culto a Esculapios y la relación con el estanque de Betesda, añadió la explicación de que el ángel del Señor removía las aguas, buscando clarificar las cosas al lector. Al final, realmente, acabó enviando a toda una generación de lectores en una dirección errónea de interpretación, perdiendo el verdadero punto de vista.

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Contrario a la opinión popular, los antiguos escribas no siempre eran exactos en la preservación de cada jota y tilde del texto que copiaban. No embellececían las cosas, pero desde luego no tenían miedo «para aclarar cuestiones», cuando pensaban «que algo estaba faltando». Por lo tanto el nuevo personaje de esta historia, el ángel del Dios de Israel, se añadió con buena intención por un error del copista. El copista, distinto al autor del Evangelio de Juan, no fue consciente de la identidad de la religión griega de Betesda, lo que le pareció mejor para él solo a partir del texto que tenía delante, sin tener ninguna evidencia del material cultural contemporáneo, tal como la casa de misericordia del Dios de Israel. Simplemente fue un error suyo.

«Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres se sano?  Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, el otro desciende antes que yo.  Jesús le dijo:  Toma tu lecho y anda.  Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y anduvo.»
(Juan 5: 5-9)

Los enfermos que a menudo eran vistos en los porches del estanque de Betesda formaban dos tipos. Aquellos que iban a probar suerte allí como parte de su búsqueda en su recorrido de sanación, hacia otra solución como prometida curación y aquellos que ya habían perdido toda esperanza en cualquier otro medio de sanación. En respuesta a la pregunta de Jesús acerca de si quería o no ponerse bien, leemos una respuesta que no fue nada, pero sí alentadora. En las palabras del enfermo “No tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy otro desciende antes que yo”(v 7). El remolino del agua parece que fuera producido cuando el sacerdote de Esculapios, abría las compuertas que conectaban la parte superior con la parte inferior del estanque de Betesda. El agua del departamento superior entonces fluía a la parte baja.

El hombre allí recluido parece haber estado durante mucho tiempo, ya que el Evangelio nos dice en el contexto ser profundamente religioso a pesar del ambiente religioso griego. Era un hombre con una necesidad personal significativa y toda su esperanza se había ido. Esculapios, en la metodología griega, era conocido también no solo por sus poderes sanadores y vivificadores, pero también por su benevolente actitud hacia la gente, los cuales lo hicieron una de las más populares deidades en el mundo greco-romano. Más adelante en la historia, Jesús conocería al hombre que sanó en el Templo de Israel y le avisaría de no continuar en su vida de pecado (algo que encaja perfectamente con la idea de que la piscina de Betesda fue Asclepion).

Traveling to Israel, Jerusalem, The Ruins of the Byzantine Church, adjacent to the site of the Pool of Bethesda

Esta es una historia poderosa. La enfermedad, símbolo del caos humano, fue llamada al orden por la palabra de Jesús. Justo igual que con el caos previo a la creación, cuando a una voz del Rey Celestial de Israel puso en orden la creación de la misma forma. Ahora, el Hijo real del Rey de Israel vino a la morada pagana (Esculapios) y sanó al judío sin ninguna fórmula mágica ni sortilegios. Jesús, simplemente lo hizo “diciéndole” al hombre que se levantara y caminase. En otras palabras, Jesús curó al hombre de la misma manera que el Dios de Israel una vez creó el mundo – simplemente por el poder de Su palabra hablada.

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[1] NASB.


Fuente: Israel Biblical Estudies

La blasfemia contra el Espíritu Santo

Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero. O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.

(Mateo 12: 31-33)

¡No Todo es Trabajar!

Por P.A. David Nesher

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

(Marcos 4:26-34)

Yeshúa revela que la semilla tiene un crecimiento irresistible que depende de las leyes misteriosas que rigen el mismo. Con esta parábola el Maestro revoluciona la mente de sus oyentes, y especialmente de sus discípulos, al hacerles comprender que la ley fundamental del Reino de Dios, es que el ser humano no trabaje por su destino, sino más bien que acoja el potencial que en su interioridad marca su vida con significado en el propósito eterno de Dios.

Te invito a escuchar esta catequesis que permitirá ir contra el «síndrome de la inmanencia» que la humanidad post-moderna sufre hoy:

La Creación de Adán de Miguel Ángel y su Mensaje Evangélico.

Por P.A. David Nesher

La Creación de Adán es el nombre de una obra de Miguel Ángel Buonarroti plasmada en el techo de la famosa Capilla Sixtina del Vaticano (Roma).

La representación está basada en una escena del Génesis. En ella, Dios da la vida a Adán, el primer hombre de la Tierra. Adán se ha situado a la izquierda, yaciendo sobre un montículo de tierra que simboliza su llegada a nuestra realidad. Dios se ha ubicado en la zona derecha surgiendo del cielo, rodeado de un grupo de ángeles desnudos y una especie de manto borgoña que los envuelve. Miguel Ángel lo ha representado como un anciano vestido con una túnica púrpura, con el pelo y la barba blanquecina. En la obra también aparece Eva, la primera mujer de la Tierra, situada bajo el brazo protector del creador, que la sostiene anunciando su futura creación. El grupo que rodea a Dios y el mismo personaje están envueltos en un torbellino de viento y velocidad, señalando el potente soplo de vida que insufla a Adán.

Ahora bien, ¿sabes por qué los dedos de Dios y Adán no se tocan?

El genio de Miguel Ángel, quizo representar el eterno dilema del alma humana de elegir la vida y el bien de su propósito, o escoger la muerte y la condenación a estar separado de las bendiciones que destilan del Amor eterno.

Si observas bien el detalle, notarás que el dedo de Dios está extendido al máximo, pero el dedo de Adán está con las últimas falanges contraídas.

El sentido del arte es explicar que Dios siempre está allí, con su benevolencia ilimitada a disposición del ser humano, pero la decisión es del hombre. Si el hombre quiere tocar a Dios necesitará estirar el dedo, pero al no estirar el dedo, podrá pasar toda su vida sin buscarlo.

La última falange contraída del dedo de Adán representa al libre albedrío.

Claves para Evitar Todo Tipo de Enfermedad.

Por P.A. David Nesher

Cuando pecamos, cuando elegimos alejarnos de Dios, nuestra elección siempre tiene consecuencias muy reales e inevitables. Cambia y distorsiona la realidad, tanto en nuestro interior como en nuestro exterior (a menudo en ambas), aunque estos cambios no siempre son visibles como en nuestra historia de la Torah. Después, cuando las consecuencias de nuestro pecado inevitablemente empiezan a ‘mordernos’, comenzamos a clamar al Señor, pidiendo que nos salve (que elimine las serpientes, que aparte las consecuencias). Sin embargo, incluso el Eterno mismo, no restaura simplemente las cosas como si nuestras elecciones pecaminosas nunca hubiesen acontecido; incluso Él mismo simplemente no borra nuestro pecado o el mal que causó.

Jesús: La Serpiente Mesiánica del Desierto para la Sanación del Mundo.

Por P.A. David Nesher

“…como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él..…

(Juan 3:14-17)

Las palabras que presiden esta bitácora pertenecen a mi Maestro: Yeshúa. Él estaba conversando con un experto en códigos hebreos de la Torah: Nicodemo. Éste había venido a Yeshúa de noche a fin de preguntarle acerca del Reino de Dios y la redención final. Entre las cosas a las que se refirió Yeshúa en esta charla, el Evangelio de Juan nos revela que el Maestro citó el pasaje en el cual Moisés había levantado la serpiente en el desierto:

«Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés:
¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Yahvéh envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.
Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo:
Hemos pecado por haber hablado contra Yahvéh, y contra ti; ruega a Yahvéh que quite de nosotros estas serpientes.
Y Moisés oró por el pueblo. Y Yahvéh dijo a Moisés:
Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.
Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.»

(Números 21:5-9 RV60)

El Maestro enseñó que el poder de la serpiente de bronce anticipaba Su muerte expiatoria, señalando proféticamente que Él sería levantado en una cruz a fin de dar vida a todos los que miran a Él.  Así lo indicó Yeshúa mismo a Nicodemo en ese diálogo que tuvieron según el pasaje del Evangelio de Juan.

¿Por qué y Para qué una Serpiente de Bronce?

La serpiente debía ser de bronce, ya que este material, por efecto del sol, era fulgurante y por lo tanto, dada la altura del mástil, cada individuo del extenso campamento de Israel podría ver su brillo desde el lugar en que estaba.

La serpiente del desierto era una herramienta cósmica que permitía una perfecta conexión entre el Eterno y su pueblo Israel para otorgarles salud redentora.

Los invito a que volvamos al cuarto evangelio, y que leamos lo que dice Yeshúa al respecto:


“…Y como Moshé levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Ben Adam sea levantado, para que todo el que creyendo en él ponga por obra sus dichos, tenga vida eterna.…”

[Juan/Yohanán 3:14-15, – Código Real del NT-].

Para comprender lo que nuestro Dueño y Maestro quería decirle a Nicodemo necesito invitarlos a considerar con mucha atención los siguientes detalles guemátricos.

En hebreo, serpiente se dice נחש (najash), cuya guematría es:

(נ) Nun=50;
(ח) Jet=8, y
(ש) Shin=300,
es decir que su sumatoria da un total de 358.

Es interesante saber que 358 es la misma numeración contiene el vocablo hebreo “Mashiaj” (מָשִׁי חַ ) cuyos signos son:

(מ) Mem=40;
(ש) Shin=300;
(י) Yiud=10; y
(ח) Jet=8.
Total de 358.

¿Qué significa esto?

Que la imagen de una serpiente sobre un mástil que los Benei Israel (Hijos de Israel) vieron, era la imagen misma del Mashiaj alzada en la cruz. Es decir, que el espíritu del Mashiaj fue en realidad el espíritu sanador de los israelitas en el desierto. De ese modo, ayudados por Mashiaj, pudieron entrar a la Tierra Prometida.

En este contexto, el Mashíaj alzado en el monte del Gólgota, otorga salvación a todo aquel que le recibe como emisario (apóstol) de Dios. De las enseñanzas de los sabios Maharal de Praga y el Bnei Yisajar visualizamos otra perspectiva de este mismo punto:

«…Una persona está compuesta de tres elementos: el cuerpo, el Alma y el Intelecto (…) Es importante señalar que Najash y Mashíaj poseen la misma guematría, significando que la victoria del Mashíaj no es evitar el uso del cuerpo, alma e intelecto. Al contrario, cada uno de estos tiene su lugar en el servicio a Dios. Necesitamos servir a HaShem con un cuerpo saludable. Nuestras emociones y nuestros deseos pueden usarse para actos de santidad. Y claro, el intelecto –sobre todo los adelantos de ciencia, tecnología y comunicación–, nos refuerzan como individuos y permiten hacer llegar a las masas el conocimiento espiritual que era hasta ahora inalcanzable. Como estamos frente al advenimiento de Mashíaj, las herramientas del najash: cuerpo, alma e intelecto –cada uno de los cuales podría parecer estar contra la santidad–, deben transformarse en los instrumentos para servir bien a Dios…».

Ahora bien, es muy importante señalar aquí que el Eterno nunca mandó rendir culto a la serpiente ni postrarse ante ella; sólo ordenó mirarla como un acto de obediencia. Está especificado en el TaNaK que, cientos de años después, la figura de la serpiente fue destruida porque el pueblo estaba idolatrándola, corrompiendo su original significado, desencaminándose de su emunáh (fe) en el Eterno. Leamos el siguiente relato histórico.

Y aconteció que en el año tercero de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Acaz, rey de Judá.  Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abi, hija de Zacarías.  Él hizo lo recto ante los ojos del Eterno, conforme a todo lo que su padre David había hecho.  Quitó los lugares altos, derribó los pilares sagrados y cortó la Asera. También hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque hasta aquellos días los hijos de Israel le quemaban incienso; y la llamaban Nehustán.  Confió en el Eterno, Dios de Israel; y después de él, no hubo ninguno como él entre todos los reyes de Judá, ni entre los que fueron antes de él,  porque se apegó al Eterno; no se apartó de Él, sino que guardó los mandamientos que el Eterno había ordenado a Moisés.

(2ª Reyes 18:1-6)

Lamentablemente así es, los hijos de Israel habían guardado la serpiente de bronce unos setecientos años hasta el tiempo del rey Jizkiyahu (Ezequías) que finalmente la destruyó por el mal uso que se le había dado. Este texto nos enseña que algo positivo, que fue dado por el Eterno para la bendición del pueblo, puede convertirse en un culto idolátrico y una maldición. De la misma manera en el mundo occidental cristiano, se ha convertido a la imagen de la muerte del Mesías, e incluso la misma cruz, en un objeto de culto, que se adora, se canta y se quema incienso y velas etc. Por ende, comprendemos por qué ese culto idolátrico a los crucifijos y a la cruz es una abominación para el Eterno y serán hechos pedazos cuando venga el Mesías Yeshúa de nuevo a la tierra.

Además, esto nos deja la evidencia de que cuando un redimido pierde su relación con el símbolo, se cae en idolatría, transformando al objeto en un vulgar ídolo, que a la final será destruido. Lamentablemente, el hombre caído puede tomar cualquier buena y gloriosa cosa de Dios y encontrar un uso idolatra para ello.

Por eso, lo que las Sagradas Escrituras quieren hacer ver con todo lo anterior, es que la idolatría, no esta referida solamente templos gigantescos, con grandes imágenes, y sacrificios humanos. Sino a un idolatra común, en el aislamiento de cada varón (o mujer) en la paz de su propio hogar. Con un trabajo, una familia, unos créditos por pagar, y en vez de mostrar fidelidad a Dios, él o ella la manifiestan hacia ídolos, con dos, tres o incluso varias docenas. De ese modo, sólo se acarrea muerte ontológica para sí y su familia, para terminar en una eterna condenación.

Por todo esto, aceptaremos que todo ser humano ha sido dañado por el veneno del pecado y está en el camino a la muerte y la destrucción. La única solución para su supervivencia es que se fije en un milagro y ponga su fe en el Eterno por medio de ese milagro.

Un Asta para Provocar el Milagro Divino.

Continuando con nuestra investigación de este misterio salvífico, resulta interesante saber que la palabra hebrea que ha sido traducida como “asta” o “poste”, es nes (–נס – c.f. Núm. 21: 9) puede también ser traducida como “milagro” y/o “señal”. Así pues, comprendemos mucho mejor el oráculo encerrado en aquella serpiente: la muerte de Yeshúa fue un milagro y una señal divina para la Salvación de todo ser humano.

La vara de Moshé era un símbolo del Mesías. Esta vara era el poder de Dios para lograr la salvación para los israelitas. En muchos lugares de las Sagradas Escritura vemos que la vara es un símbolo del Mesías. Por ejemplo, el profeta Isaías anuncia:

” Y brotará un retoño (vara) del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto.”
(Isaías 11:1)

“…sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con equidad por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios matará al impío.”
(Is. 11:4)

La vara es un instrumento de poder. Se nos dice en otro lugar que Mesías gobernará las naciones con vara de hierro. Él es la vara de la boca de Yahvéh, porque Él es llamado la Palabra de Dios, y una Palabra que sale de Su boca.

Por ello, durante su estadía en la Tierra, Yeshúa demostró gran poder durante Su ministerio, resucitó a los muertos, sanó a los enfermos, haciendo que los ciegos vieran, calmando la tormenta con tan solo una Palabra; y muchas otras exhibiciones increíbles de poder ocurrían sólo por Su Palabra. Sin embargo, Su mayor acto, y el que aplastó la cabeza de HaSatán, fue cuando dio Su cuerpo para que fuera crucificado y cargó sobre sí todos los pecados del mundo.

“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.”
( 2 Corintios 5:21)

Yeshúa se hizo pecado. Se convirtió en (semejante a) la Serpiente. Él nació en semejanza de carne de pecado (Romanos 8:3), pero se hizo pecado para deshacer las obras del HaSat´n y poner a los hombres libres de la maldición. El Mesías estuvo en el lugar del hombre. Se convirtió en una maldición para que los hombres pudieran ser liberados de la maldición. Como está escrito:

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: MALDITO TODO EL QUE CUELGA DE UN MADERO).”
( Gálatas 3:13)

Entonces, aceptemos que una serpiente de bronce sí habla del mal; pero el mal habiendo sido ya tratado y juzgado. Es decir que, Yeshúa que no conocía pecado, se volvió pecado por nosotros en la cruz, y nuestro pecado fue tratado y juzgado en Yeshúa.

La serpiente en el poste y la vara que se convirtió en una serpiente, ambas señalaban a que el Mesías tomaría sobre Sí el pecado del mundo. De esta manera el poder del enemigo se haría añicos y los hombres podrían estar libres de la naturaleza de la bestia y convertirse a la imagen y semejanza de Dios.

Los que estaban infectados con el veneno de la serpiente, que es el pecado, podrían ser curados por mirar al Mesías, que se hizo pecado en su nombre. Un gran cambio se produjo en la Cruz, porque Yeshúa tomó sobre sí todos los pecados del hombre, y a cambio dio al hombre Su justicia.

Yeshúa se identifica con la serpiente de bronce. Una serpiente simboliza el carácter delmaligno. El yetzer hará, la “mala inclinación” o “inclinación al mal“, el pecado, de todos los hombres, que hemos recibido desde el huerto de Edén al ser “mordidos” por la serpiente antigua, fue introducido en Yeshúa para que pudiera ser condenado en él por el Juez Supremo y los hombres ser liberados de la ira y el castigo eterno que vino como una consecuencia de esa inclinación al mal, tal como lo enseñaba el apóstol Pablo a los creyentes de Roma:

Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne.
( Romanos 8:3 )

Volviendo a los oráculos del profeta Isaías podemos leer lo siguiente:

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero HaShem hizo que cayera sobre él la iniquidad de todos nosotros… Debido a la angustia de su alma, él lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado, llevando él el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores.”
(Isaías 53:6, 11-12)

Debo aquí aclarar que cuando las Sagradas Escrituras hablan de EL pecado, en singular, se refiere a lo que se llama “yetzer hará”, la inclinación al mal, que es sinónimo a la carne, que es el carácter del maligno. En cambio, cuando las Sagradas Escrituras hablan de LOS pecados, en plural, se refiere a los resultados de esa inclinación, los pensamientos, las palabras y las obras que manan de esa naturaleza.

Entendido así este asunto, debemos aceptar que Yeshúa llevó tanto el pecado como los pecados para liberar a todos los que por fe ponen su mirada y su concentración fija en lo que él hizo cuando murió en la cruz. Así lo dejó bien claro el apóstol Pedro cuando escribió:

“… y él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados.”
(1 Pedro 2:24)

El autor de la epístola a los Hebreos enfatizó también esta enseñanza al escibir:

así también el Mesías, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.
( Hebreos 9:28 )

¡El hijo del Hombre tenía que ser levantado de la misma manera que la serpiente de bronce!

La Torah nos dio a conocer de qué manera el hijo del Hombre tenía que morir para salvar al pueblo de Israel y al mundo del pecado y de la muerte eterna.

Yeshúa es la única solución final para el ser humano, tanto judío como no judío. Sin él nadie se escapa de la muerte eterna. En cambio, aquella persona que fija sus ojos espirituales en su muerte expiatoria será salvo eternamente. Tal como el Eterno lo expresa a través del oráculo de Isaías:

“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.”
(Isaías 45:22)

Podríamos estar dispuestos a hacer cientos de cosas para ganar nuestra salvación, pero el Eterno nos manda a solo confiar en Él y verlo a Él en Su obra Redentora plena y perfecta a través de Yeshúa HaMashiaj.


Bitácora Relacionada y Recomendada:

Yeshúa: La Roca Viva que Seguía a Israel.

Por P.A. David Nesher

“Los hijos de Israel, toda la congregación, llegaron al desierto de Tsin en el mes primero; y el pueblo se quedó en Kadesh. Allí murió Miriam y allí la sepultaron. Y no había agua para la congregación; y se juntaron contra Moshé y Aharón.

Números/Bamidbar 20:1-2

Si existe algo curioso en este relato de la Torah (Instrucción) divina es que la muerte de Miryam sigue a las leyes de la pará adumáh (la vaca roja) a pesar de que su fallecimiento ocurrió en el 40º (cuadragésimo) año en el desierto, mientras la para adumáh fue quemada en el segundo año después de salir libres de Mitzrayim (Egipto). El Espíritu de la Torah yuxtapuso estos dos eventos para enseñar a Israel una idea mesiánica fundamental: la muerte de un tzadik (justo) logra expiación para KelaJ Israel (Asamblea de Israel)así como lo hacen las aguas de la para adumá.

Hay aquí algo muy importante para conocer; me refiero al hecho de que, según los sabios exégetas del hebreo, este episodio de la Roca sucede después de la muerte de Miryam, y resulta muy interesante conocer cómo interpretaron los sabios la Torah y qué midrashim (enseñanzas) dejaron en base a esto para discernir como se esconde aquí el Mashiaj (Ungido) y su obra.

Se recuerda a Miryam como aquella buena hermana que cuidaba al pequeño Moshé mientras que este flotaba entre la vida y la muerte dentro de una canastilla sobre las aguas del Nilo, contribuyendo con su ingenio a su salvación (Exodo 2: 4-9). Ochenta años más tarde la vemos tomando parte preponderante en la liberación de los israelitas de Egipto, y cantando a HaKadosh Baruj Hu a orillas del Mar Rojo, la salvación de Israel (Exodo 15: 20-21).

Resulta ser que existe una yuxtaposición (poner algo después de algo) de hechos, y dicen que la muerte de Miryam dio lugar a la escasez de agua. De hecho la roca es vista también como un pozo de agua:

Y de allí continuaron hasta Beer; este es el POZO donde el Señor le dijo a Moisés:
Reúne al pueblo y les daré agua. Entonces cantó Israel este cántico:
¡Sube, oh pozo! A ella cantad.

(Números 21:16-17 )

Como vemos dice “a ella cantad.” Desde este pasaje es que a este pozo en se le conoce como Beer Miryam (Pozo de Miryam). Y por este diseño cósmico, Miryam es considerada como “la salvadora de Israel” porque según ellos por el mérito de ella, «un pozo milagroso, como una roca» de la que fluía agua dulce siguió a Israel por toda su caminata en el desierto, pero cuando ella murió dejo de dar aguas. Así que mientras ella viviera, el pozo era una fuente de agua viva, de donde fluía fuerza y sustento para el Pueblo primogénito. Sin embargo, se secó después de su muerte.

La Torah nos relata que cuando la profetiza Miryam murió la fuente de agua que había estado con los hijos de Israel durante los cuarenta años cesó. Lo interesante de esto es que no está escrito que el pueblo tuviera sed, como en la ocasión anterior cuando no tenían agua (c.f. Éxodo 17:3-6). Así es como lo da ha entender el profeta Isaías cuando le recuerda al pueblo: “No padecieron sed cuando Él los condujo por los desiertos; hizo que brotara agua de la roca para ellos, partió la peña, y las aguas corrieron.” (Isaías 48:21)

Gracias al Eterno, nosotros hoy ya sabemos que Yeshúa es esa Piedra, y las dos veces del agua de la piedra, nos muestra las dos venidas de Mashiaj, la primera como Mashiaj Ben Yosef (donde fue golpeado) y la segunda como Mashiaj Ben David que viene a gobernar, por ello es que Moshé tenía que hablarle y no golpearla. Pero, existen algunos códigos que son necesarios conocer. Por eso, y refiriéndose a este punto, el apóstol Pablo registra lo siguiente en su epístola a los creyentes de Corinto:

“…Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Mashiaj.…”,

[1Corintios 10: 4, Código Real del NT].

En los pasukim (versículos) del contexto paulino, además de la «roca espiritual», se habla también de las «nubes de gloria», así como de un “alimento espiritual” (1Cor. 10:1-6). Esto es una evidencia de que las comunidades del primer siglo conocían el mensaje encriptado de la triada profética de Moshé, Aharón y Miryam.

Pablo está escribiendo desde lo dicho por medio del profeta Miqueas, quien coloca a Miryam a la par de Moshé y Aharón en aquel glorioso acontecimiento:

“…Porque Yo te hice subir de la tierra de Egipto y de la casa de siervos te he rescatado. Y he enviado delante de ti a Moshé, Aharón y Miryam…” 

[Mijá/Miqueas 6: 4, Tanaj Katz]

En el “Midrash Bamidbar”, encontramos igualmente una referencia de especial interés:

«…Tan pronto como Miryam falleció (Núm 20:1-2), el Eterno provocó que el manantial de Miryam desapareciera temporalmente, para que los benei Israel se dieran cuenta que su manantial de agua había sido dado en el mérito de Myriam (…) Aquella generación de israelitas recibió tres dones a causa de sus tres grandiosos líderes:
1) el manantial por el mérito de Miryam.
2) Las nubes de gloria por el mérito de Aharón.
3) El maná, por el mérito de Moshé (…)
¿Cómo recibían los israelitas agua del manantial de Miryam? Esta milagrosa roca dadora de agua estaba siempre presente en el desierto con Benei Israel. Cuando el pueblo acampaba, descansaba en un lugar alto opuesto a la entrada del ohel moed lugar donde explicaba Moshé la Torah De la roca salían doce líneas de abastecimiento de agua que iban directo a las tribus
…»,
[Págs 242- 243].

De los registros del Lubavitcher Rebe M. Schneerson extraemos lo siguiente:

«…Los tres elementos: “Nubes de Gloria”, “Maná” y “Manantial”, pueden entenderse también de un modo conceptual y ser interpretados como aludiendo a tres diferentes niveles y aspectos que se hallan en la Torah misma. Para comprender el paralelismo entre estos tres conceptos y la Torah, antes debemos clarificar el significado simple, físico y concreto, de cada uno de ellos, ubicados en el contexto histórico del éxodo de los Benei Israel de Egipto:
(1) Las Nubes de gloria resguardaban a los israelitas de los factores externos; ofrecían protección de cualquier fenómeno que se originara en alguno de los cuatro puntos cardinales: Eliminaban a las serpientes del desierto, alisaban los terrenos montañosos y dispersaban toda molestia resultante de la naturaleza. Además, mantenían limpias las vestimentas del pueblo, por ello es que está dicho: “Tu vestimenta no se desgastó”. Todos estos son instancias que hacen a la protección externa.
(2) El Maná era un artículo comestible y en él podía degustarse cualquier sabor que se deseara. La ingesta de alimentos consiste en incorporar e internalizar lo ingerido.
(3) El Manantial, agua, no es alimentario en mérito propio; por eso dice Maimónides que no se puede hacer un eruv con agua, pues el agua no sacia, y un eruv solo puede hacerse con algo que sacie. En cambio, la función del agua es transportar los nutrientes del alimento ingerido a todas las partes del cuerpo
…».

Es decir, que la generación del desierto recibió tres dones en mérito de de sus tres grandes líderes libertadores:

  • En el mérito de Miryam, un manantial.
  • En el mérito de Aharón, las Nubes de Gloria.
  • En el mérito de Moshé, el maná.

¿Por qué están estos tres líderes asociados con estos particulares dones?Ellos personificaron los tres pilares que sostienen el mundo:

  • La Torah
  • La avodáho adoración verdadera, y
  • Los actos de bondad.

Moshé fue el transmisor de la Torah a Su Pueblo, y por ende, fue su maestro por excelencia.Por consiguiente, en su mérito los israelitas recibieron el man (maná)cuya entrega diaria aliviaba la necesidad de ganarse provisión y abrigo.

Aharón personificó la avodáhSu devoción al Servicio de los sacrificios trajo la Shekináh (Presencia de la Divinidad) Kelal Israel. Las Nubes de Gloria fueron por lo tanto provistas en su mérito, porque ellas representaban la Shekináh que moraba con el pueblo Israel.

Miryam sobresalió en el tercero de los tres fundamentos, la bondad ilimitada (hebreo Jesed) manifestada en Gracia divina. A causa de su atributo de jesed (bondad), el Eterno proveyó a los israelitas de agua, una necesidad vital.

¿Cómo recibían Benei Yisrael (Hijos de Israel) agua del Manantial de Miriam?

Esta milagrosa roca dadora de agua estaba siempre presente en el desierto con Benei Yisrael. Cuando el pueblo acampaba, descansaba en un lugar alto opuesto a la entrada del Ohel Moed.

Entonces, cada uno de los doce nesiím (líderes) la abordaba con su bastón y trazaba una línea desde el manantial hacia su tribu. Y así, el agua fluía a lo largo de las doce líneas a todas las tribus, formando ríos entre una y otra.

¿La Piedra se Movía?

Ahora bien, hay una pregunta que surge al leer el pasaje paulino de la primera carta a los corintios (1Cor. 10:4): ¿de dónde conoce Pablo que una piedra “seguía” el andar de los israelitas? Pues bien, dicha codificación mesiánica merece una detenida explicación.

El hecho de que la peña se “moviera” a la par con el pueblo no está expresamente dicho en el texto de la Torah. Lo relacionado con esta roca que “camina” nos llega mediante antiguos midrashim (enseñanzas).

Por un lado vemos que Pablo le da un sentido mesiánico profético a la peña y sus aguas. El agua representa la Sabiduría del Cielo, ello significa que en la Era Mesiánica, el Mashiaj será quien enseñe al mundo los secretos de Dios en el nivel más profundo y elevado existente. La Torah Kabalística, por su parte, habla asimismo de un “pozo moviente”, algo parecido a lo expresado por el apóstol. Veamos dicha cita:

«…Cuando los israelitas estuvieron en el desierto, “eran seguidos por un pozo” que les proporcionaba agua. Y este milagro se debía al mérito de Miryam, puesto que cuando ella murió el pozo se secó…»,
[Pág 210, Torah Kabalística]

Por si aún no nos queda clara la conexión de Miryam con las aguas, la Kabalah viene a recordarnos que Miryam era profetisa y que salvó a Moshé de las aguas del Nilo. Desde entonces a Miryam se le asocia con las “aguas”.

Como hemos dicho, las aguas simbolizan la sabiduría divina. Dicen los sabios de la Torah que el pozo de agua se secó al morir Miryam, pero luego las aguas retornan por los méritos de Aharón y Moshé. Cuando murió Aharón, las nubes de gloria se fueron, pero volvieron por los méritos de Moshé. Luego, cuando murió Moshé, cesaron los tres milagros.

Hace unos años escuché al maestro kabalista judío Albert Gozlan diciendo que, tras la escena “Moshé hiriendo la roca”, encontramos una bella alegoría; el uso de la palabra (la Voz), antes que la fuerza. Leamos su explicación:

«…La “roca” está simbolizando el cuerpo del hombre, y el “agua” representa al alma. Así pues, para que brotara la “sabiduría del alma”, Moshé le pegó al “cuerpo”. Sin embargo, en esta ocasión Hashem le dijo que únicamente le hablara a la piedra, no que la azotara, porque al alma (persona), solamente hay que hablarle para que haga salir la sabiduría interior, pero nunca golpearla. La sabiduría divina, cada hombre la tiene grabada en su ADN, en el alma. Lo que hace el Eterno con Sus hijos es hablarnos al corazón para hacernos manar aguas sabias…».

Buscando cerrar la enseñanza desde todo lo hasta aquí considerado, entendemos que esta fuente de agua es el símbolo mismo del obrar de la gracia santificante que el Mesías comunicaría a todas las almas que creerían en Él. Es decir, que era una Teofanía de Aquel que es la Fuente que no se acaba. Pablo asegura que en esto consiste el obra de la Gracia que recibimos en el bautismo que nos otorga la emunáh (fe).

Para sacar y beber de esta agua viva y vivificante es necesario primordialmente creer en la benevolencia ilimitada (Jesed) del Eterno. Una vez sumergidos en ella, esta misma agua nos conduce a conocer la Sabiduría divina que revela el propósito eterno de Dios.

Con esta cosmovisión se logra comprender lo relatado en el Evangelio (Jn. 4 5-42) cuando Yeshúa, junto al pozo, le dice a la Samaritana: “si conocieras el don de Dios y quien te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva” (v. 10). Allí mismo, el Señor le aclara aún más: “el que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo daré se convertirá dentro de él en un manantial de agua que salta hasta la vida eterna» (v.14). Fue así como esta mujer de Samaria, desconfiada al principio, al descubrir con quién estaba hablando, vuelve llena de alegría a la ciudad para anunciar al Maestro y Mesías hallado.

¡Que gran oportunidad recibe nuestra alma con esta enseñanza! Podemos comprender con ella que la Gracia del Eterno es el poder que se nos da de participar de Su naturaleza divina por medio de la fe en Su Ungido. Esta obra no puede separarse del amor infinito de Dios, que es la esencia de su vida. Este amor se derrama con la Gracia en el bautismo y no es un amor abstracto, sino un amor que se siente y se vive por medio de un compromiso diario con la vida del Mesías. Un compromiso que nos impulsa a seguirlo y peregrina el diario vivir dialogando con Él.

Es un amor irresistible y que compromete al alma redimida con la Verdad de tal forma, que se hace capaz de dar la vida por ella.

Así nos tenemos que sentir los bautizados en Su Instrucción, llenos del agua viva que nace de Su gracia. Llenos de la fuerza del amor divino de tal manera, que nos comprometa con una vida de avodáh verdadera, por medio de la cual logremos derribar todas las estructuras de pecado del sistema reptiliano, y edificar una Nueva Humanidad en las estructuras de vida reveladas en el diseño original de Su propósito mesiánico.

Es el agua viva que nos fortalece para la lucha diaria por la verdadera vida desde su concepción hasta su muerte natural, amando y protegiendo los valores de la verdad y la justicia; luchando por la inclusión de todos los seres humanos en una sociedad más justa y equitativa.

Esa agua viva es la que como Miryam nos permite dar vida mesiánica a las generación que nos rodea, llenándola de esperanza a través del conocimiento del misterio liberador de Pesaj: Yeshúa HaMashiaj, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y que es el centro de la vida, de la historia y de la dignidad del hombre.


Bitácora Relacionada y Recomendada:

¿De qué Levaduras Jesús quiere que nos cuidemos? (Jag HaMatzot)

Autor: Juan José Nesher

A partir del 15 de Nisan o Abib, comienza una fiesta llamada “Fiesta de los Panes Sin Levadura” (Levítico 23:6-8) la cual prácticamente consiste no comer ni tener levadura en nuestras moradas durante siete días. Esta misma la encontramos registrada por primera vez en Éxodo 12:1-20, donde claramente dice:

17 Celebren el Festival de los Panes sin Levadura, porque les recordará que este mismo día yo saqué a sus grandes multitudes de la tierra de Egipto. Ese festival será para ustedes una ley perpetua; celebren este día de generación en generación (…) 20 Durante esos días, no coman nada que tenga levadura. Dondequiera que vivan, coman pan únicamente sin levadura.

Una fiesta tan rara; tan extraña que no podemos no preguntarnos ¿Por qué? Y sobre todo… ¿Para qué? Es importante destacar que el Eterno no ordena nada sin tener un claro propósito en los hombres para que alcancen un alto grado de santificación. Entendiendo que santificación es un estado de separación para Dios. Pero para ello, es necesario “separar” todo elemento que pudra. Justamente la levadura es un hongo utilizado con el fin de fermentar, sobre todo utilizado al momento de la elaboración del pan.

Ahora uniendo un poco de ideas. En concreto, esta fiesta es una proceso de separación (santificación) de lo que fermeta/pudre, de lo que es esencial.

Ahora entendemos con mayor claridad al apóstol Pablo cuando escribía a los creyentes de Corintio diciendo:

«Desháganse de la vieja «levadura» quitando a ese perverso de entre ustedes. Entonces serán como una nueva masa preparada sin levadura, que es lo que realmente son. Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido sacrificado por nosotros. Por lo tanto, celebremos el festival, no con el viejo pan de perversidad y maldad, sino con el nuevo pan de sinceridad y verdad.«

(1 Corintios 5:7-8)

Por años, para la mente de Israel, la levadura representó aquello que con malicia hacía engrandecer el orgullo de los hombres. Entendían que en todo ser humano cohabitaba una tendencia al mal (Yetzer Hará) que debía diariamente ser combatida.

Lo que nos interesa más saber… ¿De qué levadura hay que cuidarnos? ¿Sólo la que comemos? Nuestro maestro Yeshúa nos enseña en los evangelios:

Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
(Mt 16:6)

Y también en el evangelio de Marcos agregó:

Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes (Mc 8:15)

Si entiendo bien, y me reconozco como discípulo del mesías, debería cuidarme de estás levaduras. Pero… ¿en qué consisten estás levaduras?

Levadura de los Fariseos

«Se acercaron a Jesús algunos fariseos y maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén, y le preguntaron:
— ¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? ¡Comen sin cumplir primero el rito de lavarse las manos!
Jesús les contestó: — ¿Y por qué ustedes quebrantan el mandamiento de Dios a causa de la tradición?

(Mateo 15:1-3)

Los fariseos fueron unos “revolucionarios mesiánicos” considerados teológicamente inadaptados dentro del concepto que tenían de ellos los sacerdotes. Eran un montón de estudiosos legalistas (“religiosos”) sin afecto natural alguno, eran considerados una secta que se había desarrollado durante la diáspora babilónica, en la ausencia del sacerdocio hebreo, mientras no había adoración en el Templo. (ver: David Nesher – “La Fecha del Pesaj… ¿el 14 o el 15 de Nisán” 2015)

El fariseísmo era la representación propia del legalismo estructural que condicionaba la voluntad del Eterno. Tal como los denunció el maestro:

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas”
(Mt. 15:8-9)

El maestro los denunciaba constantemente como gente HIPÓCRITA, aquellos que de la boca hacia fuera eran una cosa pero sus actos eran totalmente contrarios.

Esta levadura es la que debemos exiliar de nuestro interior. Quizás estas preguntas te sirvan a modo de guía:

  • ¿En cuántas cosas hemos sido “actores” ante los demás?
  • ¿En qué cosas fuimos “legalistas” sin ni siquiera dejar un poquito de lugar para  el obrar de Dios?
  • ¿En cuántas cosas hemos estado enseñando o juzgando hacia nuestro prójimo sin ni siquiera antes plantear si lo estoy viviendo?

Esta levadura es la más difícil de sacar porque es la que está apegada a las “Tradiciones Humanas”, al obrar rutinario sin tener un poco del espíritu de Dios. A la acumulación del “conocimiento” de la escritura y poca vivencia con el Dios vivo. A la admiración constante de cómo crece la masa en la medida que se adquiere información sin preocuparse de cuán insípido o desabrido puede ser el pan.

Levadura de los Saduceos

En el tiempo del ministerio de nuestro Señor Yeshúa, los saduceos eran aquellos que por ser de la casa de Aarón ocupan las funciones sacerdotales y pudientes a llegar al cargo Sumo Sacerdote (vea Hechos 5:17). Ellos mantuvieron los Santos Días hebreos de acuerdo a lo revelado literalmente en la Torah. (David Nesher – “La Fecha del Pesaj… ¿el 14 o el 15 de Nisán” 2015)

Los saduceos eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. De entre ellos habían salido desde el inicio de la ocupación romana los sumos sacerdotes que, en ese momento, eran los representantes judíos ante el poder imperial. Hacían una interpretación muy sobria de la Torah, sin caer en las numerosas cuestiones casuísticas de los fariseos, y por tanto subestimando lo que aquellos consideraban Torah oral. Tenían poder religioso y político, por lo que eran muy influyentes. (Teología de la Universidad de Navarra dirigidos por Francisco Varo)

En el tiempo de Yeshúa, una de las prácticas más cotidianas que se encontraba entre los sacerdotes era el cambio de cosas por dinero (Mateo 26:14-16). Ellos eran el símbolo de la racionalidad, la incredulidad y la altanería de creerse “perfectos” a diferencia de los otros judíos.

Esta levadura está presente hoy en nosotros ya que por gracia de nuestro Mesías, somos llamado a ser un reinado de sacerdotes (Ap. 1:6-8). Si analizamos, muchas veces por estar en búsqueda de conocer día a día más los códigos lumínicos de la fe, caemos en la soberbia y el mirar en menos a aquellos que aún siguen atrapado en los estratos babilónicos. Como también, deseamos encontrar explicaciones racionales a cada milagro o señal que el Dios Eterno da en estos tiempos de juicio. Y por último, cuántas veces hemos caído en la venta de nuestro sacerdocio al menospreciar una Santa Convocatoria o una Cena de Comunión con nuestra congregación; y cuánto más al no observar y guardar el Shabat.

Esta levadura está muy arraigada al manejo de nuestro sacerdocio en pos de la Justicia y Rectitud (Sadoq). Cuanto más voy adquiriendo la sabiduría de Dios más debo afligir el EGO (mi tendencia a recibir más placer) para que no sea yo quién “tenga el gran poder” sino que el que tiene todo el poder me siga usando a mi como vasija de su luz.

Levadura de Herodes

Hedores, también conocido como Herodes “El grande”, fue el rey de: Judea, Galilea, Samaria e Idumea. Tenía la fama de matar inocentes durante el período de su reinado.

En el evangelio de Lucas encontramos a este rey queriendo matar a Yeshúa:

«En ese momento se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: —Sal de aquí y vete a otro lugar, porque Herodes quiere matarte. Él les contestó: —Vayan y díganle a esa zorra: “Mira, hoy y mañana seguiré expulsando demonios y sanando a la gente, y al tercer día terminaré lo que debo hacer”.
(Lucas 13: 31-32)

El término “zorra” estaba asociado a la personas que eran tiranas e impías, es decir que su obrar estaba lleno de malicia.

Yeshúa toma a Herodes para representar un tipo de levadura ¿Qué habrá querido decir? Evidentemente nada bueno. Lamentablemente, por culpa de la cultura hipócrita en la que vivimos es muy difícil llegar a reconocer que “somos malos”, y sin embargo en muchas ocasiones actuamos de ese modo. La malicia muchas veces se manifiesta de formas escondidas, por ejemplo hacer las cosas de mala voluntad, hacer las cosas teniendo rencores o resentimientos, procurando que le suceda lo peor.

La levadura, recordemos, es un hongo que cuando está unida a la masa ya no se ve pero cuando la dejas reposar se nota que esta. Es decir, cuando dejamos que las heridas del pasado generen rencores y resentimientos, tarde o temprano, eso se va a ver reflejado en los actos que realicemos hacia los demás, los inocentes. El hambre de poder es un ejemplo claro, porque ciega y crece el deseo de tener un cargo que este previo al nombre; sin pensar si al menos soy capaz de ocupar ese lugar que anhelo.

A modo de conclusión, Yeshua les habló a sus discípulos que se cuidaran de cada una de estas levaduras porque sabía que en ellos se escondía la dura y valerosa tarea de que el evangelio se esparciera. El evangelio no puede llegar a las naciones cargadas de hongos y putrefacción, sino que debe llegar al mundo para genera una nueva masa.

En este período de 7 días, nuestra santificación nos debe promover a un ascenso de nivel. No podemos ser los mismos luego de este Pesaj. Hay un mensaje escondido para quien se atreva a buscarlo, pero para ello debe primero sacar la levadura de su casa, que es su propio interior.

También puedes escuchar estas dos Lecciones:

Juzgar… ¿Es Pecado o No?

Por P.A. David Nesher

«No juzguéis y no seréis juzgados, porque con el juicio con que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? ¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano. –

(Mateo 7: 1-5)

Caminando en la fe, y específicamente en los ámbitos dogmáticos, me acostumbré a escuchar con frecuencia a muchos «creyentes» decir cosas como “juzgar es pecado” y “solo Dios puede juzgarme”. Así también, cada vez que escuchaba esto, me pregunté: ¿Eso es cierto? Así pues al llegar al conocimiento de la Verdad, mis cuestiones se aumentaron: ¿Qué enseña la Torah sobre juzgar?

En las regiones babilónicas, los versículos claves que algunas personas usan para afirmar que no debemos juzgar a otros, se encuentran en el relato del Sermón Del Monte, especialmente el siguiente:

No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá
(Mateo 7: 1-2).

Al leer este versículo a la luz del contexto escritural se hace claro que Yeshúa condena la hipocresía. Él está diciéndonos que debemos mirarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás. Yeshúa nos habla de sacarnos la viga de nuestro ojo antes de sacar la mota del ojo de alguien más. Pero, ahora viene los más interesante de la enseñanza del Mesías, que la religión no ha permitido observar: el Maestro está diciendo que no está mal sacar la mota del ojo de los demás sin ser hipócritas. En otras palabras, Yeshúa enseñan que no es pecado juzgar cuando no somos hipócritas. De hecho, es algo correcto, que sí o sí se debe realizar.

Es decir, que si veo que mi hermano está mal, en algo que lo aparta de la Torah (Instrucción) del Eterno, yo tendría que odiarlo mucho para callar y no buscar ayudarlo, ¿no crees? O sea que para el Maestro, consentir el pecado en los demás no es amar.

El apóstol Pablo escribiéndole a los discípulos residente de Roma, les dijo una palabras que lamentablemente se han convertido en otro de los pasajes que muchos religiosos usan para decir que juzgar es malo:

Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro [las personas que el apóstol menciona en el capítulo anterior], a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas”.
(Romanos 2:1)

La hipocresía es la clave aquí. Si miramos las palabras de Yeshúa en Mateo cap. 7, y las comparamos con las palabras del apóstol Pablo en Romanos 2, todo el pasaje contra juzgar empieza a tener mucho más sentido. ¡Yeshúa condena la hipocresía! Lo hizo tantas veces en su ministerio. No está condenando el juzgar en sí mismo. Más bien, está condenando la siempre popular práctica de condenar a los demás por algo que tú mismo haces. Usted hipócrita, primero tome la viga de su propio ojo, y luego podrá ver con claridad para sacar la paja del ojo de su hermano. En otras palabras, usted puede hacer un juicio sobre otra persona, siempre que compruebe primero, y se asegure de que no esté haciendo exactamente lo mismo. Pero espera, hay más.

Así también al considerar la condena apostólica notamos que se sigue sujetando al yugo del Mesías, es decir que Pablo está condenando de nuevo a la hipocresía, no el juzgar como tal. De hecho, si somos sinceros al leer aceptaremos que allí Pablo está juzgando a la gente que juzga injustamente, lleno de hipocresía, a otros.

Entonces, ¿Cuál es la Forma Correcta de Juzgar?

«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
(Juan 7:24).

Nos encontramos entonces que en el Evangelio de Mateo, Yeshúa nos dice que no juzguemos. Pero al llegar a estudiar el Evangelio de Juan, Él mismo nos dice específicamente: ¡Juzgar, y juzgar con justicia! ¿Qué más da? ¿Juzgar o no juzgar? Esa es la pregunta. ¿O es que Yeshúa se contradice a sí mismo?

Si prestamos atención, notaremos que el pasaje del evangelio de Juan deja claro que no debemos juzgar según la apariencia. En otras palabras, no debemos hacer juicios basados en información insuficiente.

El apóstol Pablo explica esto en su primera epístola a Timoteo, al escribir:

“Los pecados de algunos hombres, unos son manifiestos aun antes de ser juzgados, otros sólo después de juzgados. Así las obras buenas, unas son manifiestas; las que no lo son no podrán permanecer ocultas.” —
(1 Timoteo 5. 24-25)

En otras palabras, el apóstol Pablo advierte que a veces las cosas no siempre son como parecen. La gente puede esconder sus pecados, pero no puede esconderlos para siempre. Así como las buenas acciones se revelarán a la larga, también lo serán los pecados de la gente. Tarde o temprano la verdad nos alcanza a todos. Así que no debemos juzgar prematuramente, o con información insuficiente. Sin embargo, todavía, aún se nos exhorta a juzgar, tanto por Yeshúa HaMashiaj, como por Pablo.

De este modo solo sabemos que podemos juzgar, pero debemos juzgar con justicia, no prematuramente o con información insuficiente. Entonces, ¿de qué estaba hablando Yeshúa en el evangelio de Mateo cuando nos dijo que no juzgaran en absoluto?

Primero, diré que el Espíritu de la profecía enseña, por medio de nuestro Maestro, que debemos ser justos. Yeshúa ordenó:

«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
(Juan 7:24).

Segundo, si vamos a juzgar a otros, debe ser siempre en amor, sin hipocresía y llamando a las personas al ejercicio de la teshuvah (arrepentimiento).

Eso lo podemos leer en varios pasajes del Brit Hajadashá (Pacto Renovado):

«Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado
(Gálatas 6:1).

«Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados»
(Santiago 5:19-20, luego de que en el capítulo anterior se condenara en los versos 11-12 el juzgar mal)

Así que claramente Yeshúa NO prohibió  juzgar todo, y por eso las primeras comunidades vivían en el ejercicio de realizar justo juicio. Una vez más, leer al apóstol Pablo nos ayudará a aclarar esto:

«No comulguéis con las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, ponedlas en evidencia. » 
(Efesios 5: 11)

Explícitamente la exhortación apostólica le dice a los discípulos de Yeshúa que “exhiban” las obras de la oscuridad. ¿Qué más podría querer decir con esto señalar cuando otros están haciendo algo mal? ¿Qué otra cosa podía significar sino juzgar?

De hecho, eso es exactamente lo que el mensaje apostólico está exponiendo. Ciertamente podemos juzgar, y debemos juzgar, pero cuando lo hacemos debemos juzgar las acciones no las personas. Así que volvamos a considerar las palabras de Yeshúa en Juan, y comparémoslas con lo que la Torah tiene que decir sobre el mismo tema:

«No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo.«
Juan 7, 24

«Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo.» –
Levítico 19, 15

Notamos aquí como tanto Yeshúa, el Verbo divino hecho carne, como el Espíritu de la Torah, nos dicen que juzguemos. Pero ambos son muy específicos sobre el tipo de juicio que se nos permite hacer. Podemos ver la consistencia total en el enfoque, y nos da un gran contexto.

Cuando juzgamos, debemos juzgar las acciones de la gente (sus pecados o buenas obras), pero no podemos juzgar el alma de la persona, ni su estado en la vida, los antecedentes, la herencia, etc. Y es que no podemos saber lo que realmente está sucediendo en el corazón de un ser humano. La gente suele hacer cosas malas por razones que no son evidentes. Muchas veces hay más dentro de una persona de lo que podemos ver.

Debemos juzgar la acción como errónea (pecado), pero al mismo tiempo, no debemos juzgar el alma de la persona que lo hace. No podemos saber lo que realmente está sucediendo dentro de su corazón y su mente. No siempre podemos saber qué clase de circunstancias horribles podrían haber llevado a este mal acto (pecado). Nosotros juzgamos el acto, pero no al hombre o a la mujer haciéndolo.

Por ende aquí está el meollo de todo este asunto. Cuando en el “no juzgar” el creyente dogmático dice “no juzgues”, debe ser corregido en el contexto de la mentalidad hebrea de las Sagradas Escrituras. Lo que Yesháu realmente dijo fue “no juzgues hipócritamente”, más bien “juzga con justicia”.

Sé que, a pesar de que hasta aquí las Sagradas Escrituras han demostrado la verdad de este asunto, estoy seguro que algunos de ustedes dirán «pasa que cuando juzgamos a las personas no tenemos tiempo para amarlas«. Sin embargo, ¡Yeshúa enseñó que juzgar bien es parte de amar de verdad! Y es que las personas que aman dicen la verdad y se confrontan con los mitzvot de Abba nuestro, para también confrontar a sus hermanos y hermanas con los mismos.

Si leemos con una mente abierta el texto del Evangelio, descubriremos que casi al final del Sermón del Monte, Yeshúa mismo advierte con juicio severo sobre los falsos profetas. Entonces, debemos aceptar que sus enseñanzas dan por sentado que es necesario juzgar bien y con sabiduría (Mateo 7:15-23).

Más aún, Yeshúa felicita en el libro de Revelaciones (Apocalipsis) a la comunidad en Éfeso por haber juzgado y sacado de entre ellos a los falsos maestros, y en el mismo capítulo regaña a la comunidad en Pérgamo por no haber hecho lo mismo (2: 2; vv.14 -15).

Además, en el Brit Hajadashá (Pacto Renovado) también podemos ver cómo en la segunda epístola a Timoteo, el apósto Pablo, le escribe a su hijo apostólico, como juzgar con discernimiento a la clase de personas con las que no debemos juntarnos (2 Timoteo 3), y en esa misma carta instruye a Timoteo en la importancia de corregir y reprender lo que esté mal (2 Timoteo 4:1-5).

Juzgar justamente es Crucial y parte de amar a la Comunidad.

Buscando entonces una conclusión, yo diría que aquellos creyentes dogmáticos que se aferran a «no juzgar, para que no seáis juzgados«, para condenar a los que denuncian el error, deben leer todo el capítulo 7 (y el Sermón del Monte todo), e investigar el contexto cultural hebreo desde el que Yeshúa enseñaba.

Cité más arriba que Yeshúa dijo:

«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas …» (v. 15).

Yo pregunto: ¿Cómo podemos conocer a los falsos profetas? Juzgándolo con la Palabra del Eterno, que es la Torah (Instrucción). Entonces vuelvo a cuestionar: si ya conocemos los falsos profetas, ¿cómo podemos dejar que las ovejas se dejen engañar de estos «lobos rapaces?» A lo largo del Tanak (lo que los dogmáticos llaman equivocadamente Antiguo Testamento) encontramos pruebas de que los falsos profetas deben ser identificados y expuestos a fin de evitar la apostasía del Pueblo escogido.

Entonces, citaré para terminar de nuevo lo que el Maestro enseñó con respecto a nuestra misión de juzgar:

«No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
(Juan 7:24).

Aquí, Yeshúa manda que debemos «juzgar con justo juicio«. Ya quedamos de acuerdo que, de acuerdo a las revelaciones escriturales, el juicio justo es basado en la Palabra del Eterno, es decir la Torah. Por lo tanto, si el juicio se hace en cualquier otra base, que no sea Palabra de nuestro Abba, es una violación de lo expresado en el Evangelio de Mateo (7: 1).

Es hora de aceptar que «la Iglesia de lo Agradable” que en el último lustro ha aflorado por las naciones es peligrosa, porque al final no hay límite en la cantidad de mal que puede justificarse bajo el lema de “no juzgar”.

Del mismo modo, la consigna con apariencia de piedad que desde esta mentalidad se produce de “sé agradable” es igualmente perniciosa, porque invoca la idea de que no debemos enfrentar nunca a nadie por nada. Invita a la idea de que tenemos que poner una carita sonriente falsa, fingir que todo está bien cuando no lo está, y dejar que nuestro compañero de batalla en la fe cometa suicidio espiritual, persistiendo sin arrepentimiento en su pecado hasta su muerte.

En otras palabras, juzguemos el pecado pero no al pecador. Juzguemos el acto pero no al actor. Juzguemos lo que está mal, pero no al malhechor.

¡Así que no es “no juzgar y ser agradable”, sino “juzgar con justicia y ser misericordioso” tal como lo pide nuestro Creador!

Mi Sanación depende de mi Visión… (La Serpiente de Bronce)

Por P.A. David Nesher

«Entonces YVH mandó contra el pueblo serpientes venenosas para morder a la gente. Falleció una gran multitud de IsraelYHVH le dijo a Moshé:
“Hazte una serpiente venenosa de bronce y ponla en un mástil. Cuando la miren los que fueron mordidos, se salvarán”.
Moshé hizo la serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y en efecto, cuando una serpiente mordía a alguien, ése miraba a la serpiente de bronce y se salvaba.»

(Números/Bamidbar 21:6, 8-9)

Los rigores del viaje surtieron su efecto, e Israel se quejó sin justificación alguna. La la ira del Eterno fue provocada, y está se manifestó inmediatamente en el campamento, hasta que Moshé los salvó nuevamente.

La protección que antes tenían con la presencia de las llamadas «HaNanei Kavod» (Nubes de Gloria), había desaparecido al fallecer el Sumo Sacerdote Aharón. El miedo paralizante que activa la mente egoica se había encendido. Entonces el ánimo del pueblo se impacientó y hablaron contra el Eterno, el Invisible, y contra Moshé, su líder visible. Ya no se quejaron solamente por causa del camino sino empezaron a criticar la comida que Yahvéh les estaba dando todos los días.

Por ello, las nejashim (נְ חשִַּ֣ים – serpientes) serafim (abrasadoras) pudieron entrar en el campamento de Israel. Los Benei Israel (Hijos de Israel) fueron mordidos por serpientes venenosas que el Eterno había enviado al campamento porque habían hablado mal del maná. El resultado de la queja contra la comida fue mortal. La protección que antes tenían con la presencia de las «Hananei Kavod» (Nubes de Gloria), ya no estaba, y las serpientes pudieron entrar en el campamento, por mandato del Eterno y muchos murieron por causa de ellas.

Esto enseña que la lashón hará (lengua de maldad), manifestada en murmuración, y la falta de gratitud, desata toda clase de peligros en nuestras vidas. La Torah revela aquí que los malos espíritus tienen libre acceso a una persona que habla mal de los regalos que el Eterno da en su bondad. Las serpientes eran un castigo para aquellos quejosos, difamadores y malagradecidos israelitas.

Según los códigos hebreos del relato, la ponzoña en los colmillos de estas hanejoshim haserafim (serpientes ardientes) hacía sentir a sus víctimas un ardor fortísimo como si se estuvieran quemando por dentro. Así que, por causa de este veneno sobrenatural, mucha gente empezó a morir.

Esta plaga demostraba que era un reflejo de lo que había en cada israelita. En las bocas de esa gente solo había mortal veneno. En el libro del Zohar (Jukat 10:71), se registra lo siguiente:

«…Habló el pueblo contra Dios y contra Moshé. Ellos murmuraron calumnias contra HaKadosh Baruj Hu y se pelearon con Moshé. “¿Por qué nos han subido?” Ellos trataron a todo aspecto por igual, pues igualaron a Dios y Moshé, al decirles, “¿Por qué nos han hecho subir?” Es por esta razón que les enviaron serpientes abrasadoras como el fuego. El fuego entró en sus entrañas y cayeron muertos, como está escrito, “Envió entonces el Eterno contra el pueblo serpientes serafines (…) Las serpientes llegaban con la boca silbando y mordiendo, y ellos morían (…) Había un fuego abrasador en sus bocas. Mordían y lanzaban sobre ellos el fuego, quemando sus entrañas y ellos morían…».

¿Por qué serpientes?

En el Midrash existe una alegoría con la que los sabios explican esto. En la misma se le pregunta a una culebra ¿por qué muerde si no tiene ningún placer?, ella simplemente responde: …»¿Y qué placer físico recibe un calumniador…?”.

Los sabios con esto, hacen ver que las culebras no tienen papilas gustativas por lo que toda comida les sabe igual. Es decir que la mordida de la serpiente a diferencia de los demás animales, es sin beneficio para la propia serpiente. Por eso, dicen los sabios, cada serpiente de esta plaga divina es un símbolo de la lengua activa en habladurías, que generalmente es realizada sin ningún beneficio por parte de quien habla

El castigo del principio yahvista denominado «midáh kenegued midáh» (traducido como «medida por medida«), por reclamar a causa del maná (que sabía a lo que cada uno de ellos quisiera), fue el ser mordidos por serpientes; animales para quienes toda comida sabe igual.

Con esto, Israel aprendió que la palabra hebrea najash [(נְ חַּ֣ש) – «serpiente], es también aplicable a la tendencia a actuar negativamente, esa que ser humano carga dentro de sí (y que es parte integral de nuestra personalidad humana). La “serpiente” es un símbolo de las “habladurías, un ícono de “lashón hará” y, en este sentido, Israel pecaba constantemente con su filosa lengua calumniando, difamando, quejándose de Dios y su líder Moshé, etc.

La NEJASH NEJOSHET (Serpiente de Bronce)

Lo cierto es que a causa de este mortal azote, los israelitas se arrepiniteron y Moshé rogó por ellos. Entonces el Creador les proveyó una fuente de salud: una serpiente de bronce. Las víctimas, donde ellos se hallaran, solo tenían que mirar de lejos a la serpiente, invocar al Cielo, y luego esperar sobrevivir.

Desde su altura profética (es decir desde la altura de Bináh), Moshé hace una serpiente en el nivel inanimado de la naturaleza como si de verdad lo fuera y no de la forma en que es representada a una persona.

De este modo, el Eterno quiere que Israel comprenda que la serpiente de bronce es también un símbolo que representa a la persona humana influenciada por su ídolo egoísta (a esto se le llama egolatría: adoración del ego). La Torah parece decirnos “mira, está simplemente hecha de bronce, ¿por qué te inclinas ante ella?” Es por esto que si tú “ves la serpiente” ahora, es decir si la sientes dentro de ti en ese nivel, eso te cura.

Los sabios comentan desde una pregunta: «¿acaso una serpiente puede dar la vida o provocar la muerte?» Inmediatamente contestan, que no, más bien, cuando ellos alzaban la vista y subyugaban su corazón al Av Celestial, se curaban, pero si no, morían. Eso fue exactamente así porque Dios pudo haberlos curado sin la serpiente; pero ellos entonces habrían pensado que se curaron por medios naturales.

La serpiente de Moshé era un mensaje divino de exhortación que le dice a cada israelita que el ego es meramente un ídolo, una estructura síquica construida en el interior del alma humana con el veneno materialista del sistema reptiliano. Por eso era que donde quiera que el israelita moribundo la viera, ya sea como naturaleza inanimada que se encuentra en un palo, inmediatamente se curaría porque se da cuenta que no hay razón para rezarle a un ídolo. Es decir, que los israelitas comprendieron y aceptaron en este castigo que no existe razón alguna de confiar en el ego que ha sido forjado por la influencia del sistema reptiliano que HaSatán controla y desde donde inocula al alma humana distintas tentaciones para lograr su condenación.

El secreto del presente texto radica en que, para mirar la serpiente había que observar hacia “Arriba, esto significaba que debían orientar sus pensamientos hacia el Creador, lo que los inducía a abandonar sus malas conductas y entonces se sanaban. La solución para ser libre de ese veneno destructor que corría en su cuerpo, el ratzón atmutzdeseo de recibir sólo para sí» o el ego), era mirar con fe la figura de bronce y hacer teshuváh desde lo que reflexionaban al comprender el simbolismo de esa serpiente de bronce.

Tomando en cuenta lo dicho hasta aquí, vemos que esta historia nos muestra, de la forma más gráfica posible, uno de los principios básicos de la vida espiritual. El pueblo de Israel, después de haber pecado, se encontró con una nueva y distinta realidad (una realidad donde todos son mordidos y todos necesitan ser salvos).

Aquí está la lección aprendida: cuando pecamos, cuando elegimos alejarnos de Dios, nuestra elección siempre tiene consecuencias muy reales e inevitables. Cambia y distorsiona la realidad, tanto en nuestro interior como en nuestro exterior (a menudo en ambas), aunque estos cambios no siempre son visibles como en nuestra historia de la Torah. Después, cuando las consecuencias de nuestro pecado inevitablemente empiezan a ‘mordernos’, comenzamos a clamar al Señor, pidiendo que nos salve (que elimine las serpientes, que aparte las consecuencias). Sin embargo, incluso el Eterno mismo, no restaura simplemente las cosas como si nuestras elecciones pecaminosas nunca hubiesen acontecido; incluso Él mismo simplemente no borra nuestro pecado o el mal que causó.

Al leer el texto en hebreo, logramos asombrarno por la abundancia de silencios y sonidos silbantes de aquí: Nashaj (morder), Najash (serpiente), Nejoshet (bronce)… como si efectivamente el silbido de las serpientes llenasen estos versículos. No es del todo accidental que hayan serpientes en esta historia: en el principio, el pecado entró por la víbora (la serpiente antigua o HaSatán) y qué más, si no pecado (arrastrándose, silbando y mordiendo) ¿está representado por esas serpientes en nuestra porción de la Torah? Sí, no es suficiente eliminar las serpientes, el veneno ya está haciendo su efecto, y por eso, el Eterno tiene que traer un remedio para que todos los que fueron mordidos, vivan.

El Poder de la Visión sobre el Destino Humano.

Resulta que cuando leí el comentario de Rashí, me sorprendí, ya que este exégeta dice que el texto hebreo usa una palabra que significa que tenían que mirar fijamente con concentración.

Los kabalistas enseñan que el sistema de sanación de Dios dependía totalmente del enfoque de la visión de cada israelita.

Uniendo estas dos perspectivas pedagógicas, aprendemos que nuestros ojos son herramientas de gran alcance que pueden extraer energía específica que afectan nuestra materia. Sin duda alguna, la sanación tiene que ver con la visión. La luz que se reflejaba desde la serpiente de bronce generaba ondas cerebrales que activaban una fuerza sanadora.

Todos nosotros hemos experimentado cómo el mirar algo puede generar un cambio pequeño o grande en el cuerpo. La mayoría de nosotros hasta podría vomitar con solo observar algo repugnante. Por otra parte, nuestra boca se hace “agua” cuando vemos algo que nos gusta; el corazón comienza a latir más rápido ante la vista de algo emocionante. Así pues, el sistema de curación que el Eterno le dio a Moshé era totalmente dependiente de la mirada ontológica. Con esto aprendemos que nuestros ojos son una poderosa herramienta que puede extraer del mundo metafísico una energía específica y puede afectar nuestra fisicalidad.

De este modo tenemos que, incluso lo que a nuestros ojos se presenta como malo o negativo, también tiene un sentido, pues en esencia, ningún mal proviene de Arriba, solo es cuestión de orientar la vista en la dirección adecuada.

Cuando el pueblo de Israel reconoció su pecado, el Eterno mostró a Moshé cómo poder sobrevivir en el momento de ser mordido por una serpiente. ¿Cuál es ese remedio? El secreto para la recuperación era mirar fijamente con atención a una serpiente de bronce colgada sobre una estaca.

Hoy, sabemos que para poder curar la mordedura de serpiente, podemos confiar completamente en un práctico remedio: el suero antiofídico, alguna medicina, tratamiento, acción. Sin embargo, en su lugar, a los hijos de Israel el Eterno les dice que miren a la serpiente de bronce (solo mirarla, para poder vivir). No necesitaban acercarse, tocarla o hacer algo con ella, solo tienen que mirarla, “y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (v.9). ¡Por mirar atentamente recibieron vida. La visión les salvó de la muerte!

Puedo imaginar que alguno de ellos dudó, incluso se volvió a quejar diciendo: «¿Qué bien puede hacerme, si solo miro a la serpiente?» Pero este es exactamente el eje de esta historia: no importa si Su remedio cumple con nuestras expectativas. ¿Recuerdas a Naamán, el comandante del ejército sirio, que era leproso? (leer 2Reyes cap. 5). Él fue a Eliseo para ser sanado, pero se enfureció y casi se marchó después de que Eliseo no llenó sus expectativas. Él dijo: «He aquí, yo pensé…» Y casi pierde su propia sanación, tan solo porque pensó que debía haberse efectuado de forma diferente. Cuan a menudo la gente se pierde algo de lo que Dios está haciendo, solo porque ellos piensan que debería ser hecho de manera diferente: «He aquí, yo pensé…»

Allí en el desierto, el Eterno ofrece su sanación a todos. Por más extraño e inesperado que pudiera parecerles, era su único medio para sobrevivir (para ser salvados). Aquellos que escogieron mirar a la serpiente de bronce, vivieron, todos los demás, perecieron.

Aprendemos de esto que lo que está delante de nuestros ojos tiene una tremenda influencia sobre nuestro futuro. Es sumamente importante lo que miramos. Lo que entra por los ojos físicos y lo que entra por los ojos espirituales tiene el potencial de matarnos o darnos vida.

Cuando Javáh (Eva) vio que el árbol prohibido era bueno, tomó de su fruto y murió. Cuando los israelitas vieron la serpiente de bronce recibieron vida. ¡Qué importante es fijar su mirada en lo que da vida en lugar de lo que da muerte!


Bitácora Relacionada y Recomendada:

http://Jesús: La Serpiente Mesiánica del Desierto para la Sanación del Mundo.

¿Qué Esperas para Estudiar la Mejor Carrera?

Por Lic. Moisés Franco

“No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas y donde los ladrones roban. ¡Háganse tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que puedan corromper, ni ladrones que les roben!, pues donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón”

(Mateo 6:19-21 | NBV)

 

Para comenzar esta meditación quisiera compartirles una secuencia común.

Llega el momento de presentar la tesis, es tu momento, lo que has esperado por años, lo que te ha costado tanto esfuerzo, noches de desvelo y hasta lágrimas…¡Aprobaste!, te tiran huevos, te celebran, fotos, muchas fotos, festejo, trasnochar…8 am del siguiente día: no sabes qué hacer con tu vida, angustia, estás más perdido que San Martín en la Guerra de las Galaxias.

Este relato se repite una y otra vez con quienes egresan de una carrera terciaria/universitaria, ¿por qué? Porque este sistema nos inculca desde mucho antes que podamos tomar consciencia de ello que nuestro fin, nuestra máxima meta es acumular tesoros en la Tierra y a menudo las carreras son un perfecto lazo para creer esa mentira.

No estoy diciendo que estudiar “sea del diablo”, como lastimosamente se decía en la religión en otras generaciones. Tampoco lo digo desde un prejuicio sino desde la vivencia, ya que tengo (después entenderán por qué destaco este verbo) un título de grado y otro de posgrado y lo he vivido.

Existe una mentalidad propia de la lógica empirista griega que implanta, sin que lo percibamos racionalmente, algunas ideas como las siguientes:

  • Necesitas un título para ser alguien
  • Tu carrera es el propósito de tu vida
  • La carrera que elegiste es la mejor
  • Un título te garantiza el éxito, o al menos la supervivencia segura

Si miramos estos paradigmas al reverso diríamos: sin título no soy nadie, no tengo propósito en la vida, me pierdo lo mejor y estoy destinado al fracaso.

¿Crees que exagero? Imaginemos una mesa de café donde hay tres amigos con título y llega un amigo de uno de ellos, el cual no tiene formación superior. Uno se presenta diciendo “soy abogado”, otro “soy docente” y se sabe que el que lo introdujo en la mesa “es” ingeniero. Más allá de que no se lo pregunten, el recién llegado estará posiblemente tentado a pensar “y yo soy…nadie”.

Seguramente muchos dirán, “ya sé que una carrera no me hace más que nadie”, pero por algo este sistema hace que la gente diga “yo soy” al hablar de su profesión u oficio.

La primera carta de Pedro, capítulo 2 versículo 9 dice:

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (NVI)

Ese es justamente el propósito de todo aquel que haya nacido de nuevo en el verdadero Mesías, en Yeshúa, ejercer un sacerdocio santo que reconcilia y promueva toda la creación (empezando por la humanidad) a fin de unirla al Eterno para que sea plena.

Ese es tu propósito si estás en la Luz admirable: reconciliar al mundo con YHVH.

En ese inmenso y maravilloso propósito necesitaremos de todos nuestros recursos al servicio del Señor, por eso dice Devarim (Deuteronomio) 6:5 nos indica que debemos amarlo con todo lo que somos y tenemos (a eso se refiere con “fuerzas”).

Vuelvo a destacar el verbo tener, porque eso es un oficio o una formación académica, una herramienta, un recurso que tenemos, no que somos, uno de tantos para servir al propósito eterno de nuestro Dios.

¿Es valioso? Sí, por supuesto, porque al estudiar se amplía el conocimiento y se piensan cosas nuevas. Es sumamente importante si y sólo si las herramientas que nos brindó una carrera las disponemos al servicio del amor perfecto; en cambio, si sólo sirven a nuestros fines individualistas, no son nada. Porque de hecho en el mundo venidero sólo quedarán las obras que hayamos realizado aquí, y conforme a ellas será la recompensa que tengamos.

Por eso, como dice el profeta Tony González en base a Devarim 32, “nuestra herencia es la Torah” (1). Porque sólo viviéndola en plenitud gracias a la obra de Yeshúa el Mesías, la Torah encarnada, podremos acumular los “tesoros en los cielos” que nos anunció Él como maestro.

Los bendigo en Su nombre y espero que estas palabras puedan servirte para darle la justa importancia a tu estudio o trabajo, ni el extremo de la dejadez o mediocridad, ni la idolatría del becerro de oro.

En amor Moisés Franco, hijo de YHVH.

Con una licenciatura en Comunicación Social

Nota:

(1) El Aleteo del Nesher

El Sudario Doblado de la Tumba… y un Amo que Regresará a Su Mesa

Por P.A. David Nesher

«El primer día de la semana, maría magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. 
 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: «se han llevado del sepulcro al señor, y no sabemos dónde le han puesto.
Y salieron pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que pedro, y llegó primero al sepulcro.
Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí,
 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.
Porque aún no habían entendido la escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.
Y volvieron los discípulos a los suyos.«

(Juan 20: 1-10)

Al sumergirnos en el estudio y la meditación de los hechos acontecidos en los días de la crucifixión, sepultura y resurrección de nuestro Dueño y Maestro, encontramos que el Evangelio de Juan relata que el sudario, que le fue colocado en el rostro a Yeshúa (Jesús) en su sepelio, no sólo estaba a un lado, aparte de las vendas, sino doblado. Resulta curioso que el autor dedique un versículo entero para decirnos que el sudario fue bien doblado, y que fue colocado en un lugar aparte (posiblemente en donde estuvo tendido).

Antes de considerar bien este asunto, recordemos los hechos inmediatos del relato:

El primer día de la semana, después del Shabat semanal, siendo aún muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y encontró que la piedra había sido removida de la entrada. Ella corrió y le contó a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Yeshúa amaba, y les dijo:

“Se han llevado el cuerpo del Señor del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron hacia el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el relato detalla que el otro discípulo corrió más rápido que Pedro y llegó antes. Estando en la tumba, como se inclinara, vio los lienzos caídos, pero no entró.

Luego, Simón Pedro llegó detrás y entró en el sepulcro y vio las vendas en el suelo. El detalle que se destaca es que el sudario o servilleta que había cubierto su cabeza no estaba junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte (ver Jn 20:1-7).

Ahora bien, preguntémonos: ¿es importante esto para nosotros?… ¡Por supuesto!… ¿Es realmente relevante este detalle para nuestra fe?… ¡Podemos asegurar que sí!… ¿Por qué?… Pues, bien para responder todo esto veamos lo siguiente:

En primer lugar, vemos que todo estaba exactamente igual, excepto el cadáver de Yeshúa, dando a entender que no se trataba de un robo. Un ladrón jamás habría dejado todo tan ordenado. Si hubiera sido un robo, aquello aparecería todo desordenado. Precisamente Juan Crisóstomo, comentando esto en el siglo IV, dice a sus oyentes:

«“Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo. Ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente del de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo. Y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto en algo tan inútil.»

In Ioannem«, pag. 84).

Justamente esto es fundamental para el evangelista, que nos cuenta estos detalles tan interesantes de la tumba vacía, para asegurarnos que la resurrección del Maestro verdaderamente ocurrió, y nada tenía que ver con un plan de hombres.

En segundo lugar, y yendo a nuestro tema, para lograr comprender más profundamente el significado del sudario doblado, consideraremos un poco la tradición hebrea en esa época. Para Israel, una servilleta doblada sobre la mesa tenía un significado muy particular, ya que hace referencia a una costumbre hebrea (y también oriental) sobre un amo y su siervo en los protocolos de una cena.

Resulta que cuando el siervo ponía la mesa de la cena para el amo, se aseguraba de ponerla exactamente de la manera en que su señor le gustaba. La mesa debía estar decorada a la perfección, casi como para un ritual sagrado. Luego el criado tenía que esperar fuera de la vista de los comensales, hasta que el amo hubiera terminado de comer. El siervo no se atrevía a acercarse a la mesa, hasta que el su dueño hubiese concluido. Para hacerlo, debía estar a la espera de una señal…

Si el amo había terminado de comer, se levantaba de la mesa, se limpiaba los dedos, la boca y la barba, y haciendo un nudo con la servilleta, la lanzaba sobre la mesa. El siervo, al ver esto, entendía entonces que era el momento para limpiarla. Entonces, la costumbre de aquella época era que la servilleta anudada significaba que el amo decía: “ya he terminado”, y era el momento para que el siervo ingresara a la sala del banquete, y limpiara el lugar.

Pero si el amo se levantaba de la mesa, doblaba la servilleta y la ponía junto a su plato, el siervo entendía que no debía acercarse a la mesa. ¿Por qué? Porque la servilleta doblada significaba “aún no he terminado, volveré”.

Con esto en mente, podemos comprender que al ver el sudario doblado, Juan interpretó lo siguiente: “el Maestro volverá”, por eso no entró al sepulcro, respetando esta costumbre tradicional. Yeshúa estaba diciendo a sus discípulos, “podría estar fuera de tu vista ahora, pero regresaré para terminar el banquete que hemos comenzado!” El Mesía, al resucitar y doblar el sudario, quería decir, que Él regresaba pronto y con un mensaje nuevo, lleno del poder de la Resurrección para realizar el Tikún Olam (reparación del Mundo). Es decir, el volvería con un mensaje de Vida Nueva. .

Es decir que el texto evangélico relata una de las experiencias que los discípulos tuvieron con el Mesías Resucitado. No se trata de un aparición, sino literalmente de una de las etapas que los discípulos han tenido que recorrer en el Camino para comenzar a vislumbrar los nuevos horizontes de esperanza que el hecho de la Resurrección abriría en sus vidas. El acontecimiento se insinuaba ya en la tumba vacía, en las vendas que yacían en el suelo y en el sudario plegado en un lugar aparte. Ante estos hechos el apóstol Juan sentía que una certeza se fue apoderando de su corazón, la certeza de la fe: «¡Yeshúa está vivo, está realizando su tarea celestial como Sumo Sacerdote, y luego regresará!«. Al considerarlo así nos damos cuenta que esta convicción llena el corazón de todo creyente verdadero.

Así como la tradición lo indica, lo que Jesús quiso decirnos cuando dobló el sudario fue la promesa de su venida, de que el ascendería a los cielos, pero que aun su labor no había terminado y que regresaría a terminar lo que empezó.

Tan grande fue esta experiencia en la mente y el corazón del apóstol Juan, que siempre lo sostendría en su fe, a tal punto que muchos años después, estando exiliado como preso político en la isla prisión de Patmos, escribió:

El que da testimonio de todo esto dice: ‘Sí, voy a venir pronto’ ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

Juan, Simón Pedro, y el resto de los discípulos del primer siglo se estimularon con esta señal entendiendo que somos siervos a las órdenes del Amo. Y así como el siervo no puede sentarse a la mesa hasta que su amo no regrese, nosotros tampoco podemos hacerlo. ¡No podemos dejar de trabajar para el Señor, porque es hasta que el vuelva que podremos sentarnos a la mesa, y no cualquier mesa, sino la de las bodas del cordero! Por lo tanto, procuremos estar preparados para el día de Su Venida. ¡Ya hemos sido advertidos acerca de Su Venida, así que estemos vigilantes, seamos prudentes y mantengamos nuestras lámparas encendidas, porque el novio viene de camino!

Y ahora, antes de terminar esta bitácora, tengo una buena noticia para ti lector que estás leyendo esta bitácora. No sé cual es la tumba en la cual te encuentras pero el mismo Yeshúa que dejó los lienzos puestos allí y el sudario enrollado en la tumba, es el mismo que hoy está dejando tus lienzos puestos allí en tu tumba ontológica y está enrollando el sudario en señal que nunca más volverás a esa tumba en la cual te habían metido por que estabas muerto en delitos y pecados.

En verdad, no sé si tu tumba se llamaba fracaso, soledad, tristeza, angustia, dolor, miedo, desánimo, depresión… pero sin importar el nombre que tenga la tumba ontológica en la cual estas hoy, Yeshúa se encuentra junto a ti en esa tumba y ha llegado no para quedarse y hacerte compañía en esa tumba si no para levantarte de entre los «muertos vivos» (Efesios 2:1).

En este día Yeshúa te dice: «vamos deja esos lienzos con que te cubrieron y abandona ese sudario enrollado para que al verlo todos sepan que estuviste aquí pero que nunca volverás a este lugar. Luego, ven y sígueme y abandonemos esta zona reptiliana de muerte, porque aquel que me levantó de entre los muertos a mí, es el mismo que me ha enviado para levantarte a ti.«

¿Te atreverás a aceptar su invitación para salir de toda tumba ontológica que te había encerrado hasta hoy?

Sólo hay Buen Futuro, si existe Arrepentimiento y Amor

Por P.A. David Nesher

 

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”

(Mateo 6:14-15)

 

Nuestro Maestro y Mesías Yeshúa dijo que si no perdonamos las ofensas que los demás nos han infligido, tampoco nuestras ofensas serán perdonadas.

Aunque esto es una consecuencia lógica de «la ley de la siembra y la cosecha», también es parte de la tradición ética del pensamiento hebreo que siempre ha sostenido que:

«Quien quiere «Olam Haba», se asegura primordialmente que a su «Teshuvah» no le falte «Ahavah»».

 

«Olam Habah» es la expresión hebrea para «el Mundo que ha de Venir» (también llamado «la vida eterna«).

«Teshuvah» es el hebreo para «arrepentimiento«.

«Ahavah» es la palabra hebreo para «amor«.

 

Este juego de palabras, significa que:

«Quien quiere entrar en la Vida Eterna (o Mundo Venidero),debe asegurarse de que a su «arrepentimiento», se fundamente y manifieste en el amor perfecto que practica el perdón compasivo.»

Debemos perdonar a otros hombres sus ofensas, de lo contrario el Padre no nos perdonará las nuestras. Siempre tengamos en cuenta que nuestro corazón deber ser un Templo donde sólo reine Yahvéh. Él es el amor perfecto, como dice el apóstol Juan en su primera epístola, y como tal aborrece el odio y el temor. Este trabajo cotidiano garantiza un Reposo maravilloso en ese Reino Milenial del que Yeshúa quiere que formemos parte.

¿Ley de Talión o Ley del Amor?

Por P.A. David Nesher

 

 

“ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.”

(Éxodo/Shemot 21:24-25)

 

Lamentablemente, al leer sin comprensión adecuada, la mayoría de las personas quedan expuestas a sacar conclusiones distorsionadas sobre la naturaleza de la «Justicia», como enseña la Torah, y de hecho permitir falsas suposiciones sobre la naturaleza de Yahvéh, el Autor de la moralidad que la Torah enseña.

Para muchos estudiosos cristianos de la Biblia, estos versos parecen exigir una interpretación literal y expresar una actitud de venganza que ha sido llamada justicia «ojo por ojo» o Ley del Talión. Es decir que, si el autor ha causado la pérdida de un ojo (pie, mano, etc), su castigo es ocasionarle violentamente la pérdida su ojo (pie, mano, etc). A este tipo de justicia también se la denomina Justicia Talibán.

Sin embargo, al leer el Talmud Bava Kama en la sección Masejet (capítulo HaJovel , «El que hiere«), logramos encontrar la interpretación correcta. Este texto explica la verdadera posición de la Torah con respecto a la sanción de las personas que causan a otros a perder sus extremidades o la utilización de sus órganos sensoriales.

Entonces, según el Talmud, la Torah aquí no se refiere a tomar los órganos del otro en recompensa por un daño hecho. Más bien, la Torah está legislando el hecho de pagar con dinero el valor del miembro dañado, según la disminución del valor de la persona en comparación con una persona intacta, en el caso de que hubiese sido vendida en un mercado. Por ejemplo, si una persona, trabajando con dos manos y dos pies, ganaba 100 y, después de la pérdida de alguno de sus órganos, sólo podrá ganar 40, el agresor tendrá que indemnizarle el 60% durante el resto de su vida, para recompensarle la pérdida.

Insisto en esto: la Torah no enseña esta ley para que se entienda de manera literal sino desde una interpretación muy diferente. No se trata de la amputación de algún miembro del victimario, sino más bien de una compensación económica. La palabra “ por” de “Ojo por ojo”, es el hebreo tajat, que significa también “a cambio”, “en sustitución”. Según esto, el responsable tiene que pagar una indemnización económica en caso de mutilación o daño físico.

Para lograr entender esto, debemos saber que la Torah exige un castigo monetario clasificado en cinco partes, que consiste en:
Nezek, el pago por la reducción en el poder adquisitivo,
Tzaar, el pago por el dolor sufrido,
Ripuy, el pago de gastos médicos,
Shevet, Compensación «desempleo» y
Boshet, el pago de la vergüenza y la humillación.

Para entender este procedimiento jurídico tomaremos un ejemplo. Supongamos que la víctima era un pianista virtuoso, y la lesión implicó la pérdida de su mano derecha, los pagos podrían ser calculado de la siguiente manera:

Nezek, una estimación que se hace de su potencial de ganancias futuras como pianista, ahora perdido para siempre con él. Así, suponiendo que hubiera realizado un centenar de conciertos adicionales durante el resto de su carrera, ganando $ 100.000 por cada uno, la pérdida sería de $ 10.000.000.
Tzaar, el pago para el dolor, la cantidad dependerá de la estimación del Bet Din (Casa de Justicia) de su tolerancia al dolor. En este caso, la estimación podría ser $ 1.000.000.
Ripuy, el pago de los gastos médicos, suponiendo una operación de emergencia inicial, treinta pagos para la rehabilitación y veinte pagos para el montaje y la fijación de una mano artificial: $ 950.000.

Shevet, seguro de desempleo, para el período de tres meses, cuando estaba «de espaldas», y ni siquiera podía trabajar por el salario mínimo: $ 3.000.

Boshet, el pago por la vergüenza, la estimación se realiza, según el Talmud, que corresponde a la persona que avergonzó y el que fue avergonzado. Puesto que un artista intérprete o ejecutante artístico suele ser bastante sensible, el monto de este pago podría ser de alrededor de $ 20.000.000.

El pago total, por lo tanto, sería de aproximadamente 31.953.000 dólares, una suma grande de dinero, pero no es grande en comparación con la pérdida de una carrera, y la pérdida de la mano.

La primera de las cinco clases de compensación, por daño físico (nezek), es empleada, de por vida, en el caso de que una persona tenga pérdidas en su trabajo por ese daño.

Vemos así que la Torah intenta castigar al culpable, pero por medio de una indemnización económica; se trata de reparar el daño de alguna manera, hacerse responsable por el perjuicio ocasionado, pero no mediante caminos violentos y vengativos. Se insiste en reparar el daño.

Por lo tanto, lo que la Torah busca al dar esta mishpá es la compensación del agraviado.

Nadie en su sano juicio creerá que al sacarle un ojo sano al que causó la pérdida, causará que el agraviado vuelva a tener un ojo, o que al sacarle un diente al que hiere, se producirá que el agraviado pueda volver a comer como antes, de hecho, es imprescindible conocer el contexto.

Debemos aceptar que el concepto de rectificar y reparar (Tikún) está muy ligado al mundo de la revelación que da la Torah.

El desafío y la misión que tenemos como seres humanos, según este modelo de pensamiento, es esforzarnos por buscar, por medio de nuestras acciones, el Tikún Olam (la Reparación del Mundo) a través de la reparación de las vasijas destruidas. Por ende, reflexionando correctamente en la idea de esta mishpá, podemos pensar que cada vez que cometemos un daño a nuestro prójimo, y no me refiero solamente a un daño físico, es nuestro deber repararlo de alguna manera y de este modo tratar de corregir el mundo y lograr el Tikún Olam, es decir, la reparación del universo. Debemos pagar los daños, no con violencia y agresión sino con sensibilidad, comprensión por lo que causamos, y empatía con la persona que ha sufrido por alguna acción consciente o inconsciente que hemos realizado.

Shalom!

La Técnica de Jesús para Reformar Pecadores

«Para este tiempo estaban acercándose a él todos los cobradores de impuestos y los que vivían alejados de la Torah, para escucharle.
Y tanto los perushim (fariseos) como los soferim (saduceos) que estaban allí, murmuraban diciendo:

«Este a los que viven sin Torah recibe y con ellos come»

(Lucas 15:1-2 – Código Real)

 

Si un rabino fiel a los textos bíblicos pretendía observar la Torah, como Jesús, aplicaba, una técnica por lo cual reformaba a los pecadores otorgándoles la posibilidad de que ellos pudieran oír a un rabino. Si todos eran pecadores, en mayor o en menor medida, Jesús como buen rabino podía sentarse con todos. Posteriormente pedía el arrepentimiento. lo que no queda claro es que si el pecador ya estaba haciendo teshuvá en el mismo momento que estaba comiendo con su rabi.

Es probable que no todos los pecadores actuaran de igual manera. Algunos pretendían aprender la Torah de manos un importante rabino, como era Jesús, para después eventualmente arrepentirse; otros, cuando ya llegaron a sentarse en la mesa con el rabí, llegaban convencidos o necesitados de un cambio interior; finalmente, otros jamas alcanzarían a arrepentirse de sus pecados.

Jesús no puede juzgar al prójimo, lo que puede hacer es recomendarle el mejor camino a seguir. En conformidad con el salmo cap. 5 vers. 15. Jesús quiere corregir a los pecadores, pero desde la misericordia de Dios. Aplica el concepto hebreo de la misericordia. Ahora bien, entre los estudiosos no queda clara la posición real de Jesús frente a los pecadores. Algunos dicen que la critica de los grupos fariseos de línea dura a Jesus se produce por que el acepta la comida en común con los pecadores(que hipotéticamente aun no se habían arrepentido de sus acto). Si aplicamos el salmo 51 ya citado, podríamos llegar a la conclusión de que un rabino tenia la libertad de enseñar a los malos el camino antes de que estos se arrepintieran de su maldad.

 

Tomado de: «El judaísmo de Jesús» _ de Mario Saban

Si Amar es un Mandamiento, entonces el Amor no es un Sentimiento.

Por P.A. David Nesher

 

«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como os he amado, que también os améis unos a otros.»

(Juan 13:34)

 

En estos días, he notado que, al menos en el mundo occidental, a cualquier tipo sentimiento positivo que se despierta entre individuos (especialmente parejas) se le llama amor. Desde la década de los años ´60, del siglo pasado, al acto sexual se le llama “hacer el amor”. Con este paradigma vibrante en los corazones, el placer hedonista se le ha convertido en el único requisito para el amor.

 

A lo largo de mi carrera pneumoterapeútica me he encontrado con el hecho de que la mayoría de los seres humanos piensan que nuestros sentimientos son independientes de lo que hacemos o pensamos. Ellos sostienen que si los sentimientos que se provocan en el vínculo con otro ser humano son positivos y se suman en fuerza, entonces lograrán amar al otro. Sin embargo, desde la perspectiva de la Instrucción de Yahvéh está bien claro que lo que hacemos está directamente relacionado con lo que sentimos. Son las acciones que decidimos realizar las que evidenciarán al amor. Por ello, las Sagradas Escrituras aseguran que si queremos sentir amor, tenemos que dar amor con nuestras acciones y no esperar que caiga desde el Cielo un «sentimiento mágico» que nos permita entonces amar.

 

Cuando acudimos a los Evangelios y estudiamos el Yugo (enseñanza) de Yeshúa, descubrimos que Él vino a insistir en la revelación divina de que el amor es una decisión y no un sentimiento hedonista. Demostró con su propia vida que el verdadero amor depende de la libertad, la inteligencia emocional y la voluntad de cada ser humano. Con su propio ser dio muestra que el verdadero amor implica sacrificio, entrega y fidelidad.

 

Por ello, ante lo que nuestro Mesías enseñó, debemos aceptar que si amar dependiera de sentirnos bien, del placer o de nuestros impulsos, el Eterno no lo habría consagrado como mandamiento primordial para los herederos de la Salvación. Desde el Decálogo de Moisés (Éxodo 20) hasta el mandamiento del amor establecido por Jesús (Marcos 12: 28 – 31) amar es un mandato divino para nosotros y no algo opcional o supeditado a nuestras preferencias. En la cosmovisión mesiánica amar es una decisión. ¿Qué significa que el amor sea una decisión? Significa que no está subordinado a nuestros sentimientos, instintos o preferencias. Significa que es una manifestación plena de nuestra voluntad.

 

Si el amor estuviese subordinado a los impulsos básicos del ser humano, entonces convertirlo en un mandato por parte del Eterno, sería un absurdo que simplemente lo revelaría como un Dios tirano que obliga a sus súbditos a hacer lo que no pueden. Por ello la frase heredada de los hippies “hacer el amor” para cualquier acto sexual resulta absurda ante la revelación que los códigos de la Torah (Instrucción) del Eterno nos otorga. Desde esta decodificación el alma humana redimida se fortalece en la certeza de que no es el amor el que debe estar subordinado al sexo sino precisamente al revés. Es el acto sexual el que debe estar enmarcado en el amor verdadero, que conduce primeramente a una alianza sobrenatural ante el Eterno, y con los hombres de testigos.

 

Si el amor estuviese subordinado al sentimiento de bienestar o placer, Yahvéh, nuestro Dios, debería haber hecho una especie de mandato “condicionado”. Algo así como: “Amarás a Dios y al prójimo siempre y cuando te sientas bien y te haga feliz”. Muy por el contrario, Yahvéh, nuestro Abba, consagró el amor como un mandamiento porque depende exclusivamente de nuestra inteligencia emocional y libre albedrío. Es decir que amar el la manifestación más plena de nuestra voluntad. Estar en Yeshúa nos da la capacidad de decidir amar por encima de todo lo que podemos sentir. Es una elección que requiere mucha práctica, pero se puede lograr amar hasta el final de los días, porque así se ha decidido al despertar cada jornada.

 

A continuación les comparto versículos bíblicos que implantará en sus corazones el hecho de que el amor es una decisión a tomar y no un sentimiento:

 

«Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros, como nos ha dado mandamiento.»

(1 Juan 3:23)

 

«El amor consiste en hacer lo que Dios nos ha ordenado, y él nos ha ordenado que nos amemos unos a otros, tal como ustedes lo oyeron desde el principio.» 
(2 Juan 1:6)

 

 

El Efecto Regio de la Investigación Diaria de la Torah

Por P.A. David Nesher

 

«Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Yahvéh su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.

(Devarim/Deuteronomio 17:19-20)

Cuando leemos los evangelios, encontramos que Yeshúa enfatizó varias veces acerca de los futuros trabajos de sus seguidores. En un momento de su entrenamiento, los discípulos le preguntaron:

He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús le dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna

(Mateo 19:28-29).

 

Las Sagradas Escrituras nos revelan que el Eterno prometió al rey David que un descendiente suyo ocuparía el Trono del Reino de Dios para siempre. Ese descendiente fue Yeshúa (Jesús), quien hoy día gobierna como Rey en los cielos (Salmo 89:4 y Lucas 1:32, 33).

 

Entre las  certezas que nos da nuestra fe, está el hecho glorioso que cuando Yeshúa HaMashiaj regrese, establecerá el Reino milenial de Yahvéh, dándole a todos los seres humanos lo que siempre han querido: paz, seguridad, una vida con significado, familias felices y una relación con el Eterno y los códigos de su Sabiduría. Para ello, colocará a sus hijos primogénitos como responsables de gobernar cada una de las naciones y sus ciudades con la autoridad que da la Torah.

 

Una de las parábolas del Mesías describe cómo uno de sus seguidores recibe “autoridad sobre diez ciudades”, otro sobre cinco y así sucesivamente. Esto muestra que aquellos que utilizan las responsabilidades dadas a ellos para beneficio del Reino, podrán servir mejor a la humanidad como gobernantes bajo la unción regia del Mesías (Lucas 19:11-27; Mateo 25:13-30).

 

Por eso, el apóstol Juan escuchó de boca del Mesías exaltado y coronado Rey la siguiente promesa:

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”

(Ap. 3:21)

 

Así es, Yeshúa prometió que los vencedores, los que guardan sus obras (los que lo imitan fielmente) hasta el fin, tendrán autoridad sobre las naciones.

 

¿Cómo nos entrenamos para responsabilidades tan extraordinarias?

 

La Torah dejó bien establecido como es el entrenamiento de un rey que representa aquí en la Tierra las dimensionalidades del Keter (Corona) del Eterno.

 

El rey de Israel estaba obligado a tener un rollo de la Torah consigo en todo momento. Para cumplir con este requirimiento, primeramente el rey debía copiar de su propia mano los cinco libros de Moshé. Es impresionante pensar en el rey de Israel, trabajando en un pergamino con pluma, haciendo una copia personal de la ley de Israel. Esto demuestra lo mucho que Yahvéh quiere que Su Palabra esté en los corazones de sus gobernantes; El Eterno quería que cada rey también fuera un escriba.

 

 

Esto lo conducía a su segunda obligación: leer, investigar y meditar los códigos de luz de dicho rollo, todos los días de su vida. Esto era lo único que le garantizaba ser un rey según el corazón del Eterno. Moshé nos enseña que si el rey lee la Torá todos los días de su vida aprenderá a temer al Eterno para guardar sus mandamientos poniéndolos por obra. Además la lectura diaria de la Torá evitará que su corazón se eleve sobre sus hermanos y que no se desvíe del mandamiento ni a la derecha ni a la izquierda. Así su vida y la vida de sus hijos serán largos en el reino.

 

 

Lee una porción de la Torah todos los días de tu vida y notarás como tu corazón vibrará en el temor del Eterno. También aprenderás a guardar los mandamientos y no desviarte de ellos. Así te irá bien a ti y a tus hijos.

 

¡Alégrate día a día en saber que Yeshúa nos ha llamado para ser parte de su gabinete gubernamental!

 

NOTA CURIOSA:

Incidentalmente, la frase una copia de esta ley (v. 18) aparece incorrectamente en la versión Septuaginta (De los Setenta) como «esta segunda ley«, (en greigo para Deuteronomio touto). Fue este malentendido que dio surgimiento al nombre Deuteronomio.

El Poder Transformador de la Torah

Por P.A. David Nesher

“ Estas palabras Yahvéh habló a toda vuestra asamblea en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas tinieblas con una gran voz que no cesó. Y las escribió en dos tablas de piedra y me las dio.”

(Deuteronomio 5:22)

Al venir a las Sagradas Escrituras, notamos que aquello que desde la dogmática cristiana se conoce como los Diez Mandamientos están repetidos en la Torah. La primera mención está en la Parashá Yitró y la segunda en la Parashá Vaetjanán.

Ahora bien, si tomamos en cuenta que Vaetjanán está ubicada en el libro de Devarim (Deuteronomio), el quinto volumen de la Torah (el cual contiene los discursos de Moshé que recapitulan muchos sucesos anteriores) está claro que estos «Diez Mandamientos» merecían ser enumerados de nuevo. Cabe mencionar que la Torah relata que las Tablas sobre las cuales estaban escritos los Diez Mandamientos fueron destrozadas por Moshé cuando presenció la danza frenética de nuestros antepasados alrededor de un becerro de oro, hecho descrito en este texto semanal.

Por lo antedicho, Moshé tuvo que permanecer nuevamente cuarenta días y cuarenta noches en el Sinaí para recibir un segundo conjunto de Tablas con el texto escrito de los «Diez Mandamientos». De tal manera que la repetición de este texto en Vaetjanán simboliza las dos ediciones de las Tablas.

¿Existe alguna diferencia entre ellas? Bien, desde un asunto de codificación los sabios han interpretado que la primera versión de los Diez Mandamientos no fueron escritos en tabletas de piedra planas, sino en unas figuras en forma de cubos. En cambio, el segundo set hecho por Moisés fue en dos tablas de piedra planas.

Pero, lo más importante es que entre ambos sete se alcanza a apreciar un cambio textual importante: la razón de observar el Shabat. Las primeras Tablas fundamentan el cumplimiento de este día en la Creación del universo, mientras que las segundas aducen que el motivo escondido en esto es el éxodo de Egipto. Meir Simhah Feldblum, profesor de Yeshivá University, concluye que la diferencia de las Tablas refleja un cambio de actitud que recién se consolidará dentro del seno del pueblo durante la época de Mordekai (Mardoqueo) y Ester, cuando el pueblo reafirmó su compromiso con el cumplimiento de las leyes de la Torah, a pesar de que sus antepasados ya lo habían hecho en el monte Sinaí. Esta vez, el pueblo optó por la Instrucción después de largas y arduas experiencias, pero especialmente porque se había desarrollado una Torah paralela: Torah Shebealpé, (la Torah oral), que explica con abundancia de detalles el texto de la Torah escrita e inspira a la halajáh que se necesita para no salir de la senda lumínica que marca cada mitzvot. Esto será el sentido ontológico de la fiesta del Purim.

Las primeras Tablas fueron recibidas por un pueblo que recientemente había salido de la esclavitud y que no estaba preparado para ejercer la libertad, condición que puede aterrorizar a la mente esclavizada, que ha sido magistralmente analizada por Erich Fromm en su libro «Miedo a la Libertad» (que recomiendo). Incluso nuestros jajamim sostuvieron que el pueblo aceptó el cumplimiento de los Diez Mandamientos bajo coerción divina.

Lo cierto es que Moshé al reunir al pueblo recuenta la Torah ante la cual se comprometieron los que estaban presentes y a sus generaciones venideras. Moshé continúa su discurso pedagógico recordando capítulos de la historia reciente de Israel. También vuelve a dictar y clarificar muchos de los mandamientos que Dios ya había establecido para Su Pueblo. Por esto, el sefer (libro) Devarim es conocido también como “Mishné Torá”, que significa “la repetición de la Enseñanza”, o Deuteronomio (repetición de la ley) como se le llamó más tarde en griego al realizarse la traducción de La Septuaginta (o Versión de Los Setenta). Como ya lo he explicado muchas veces, el texto hebreo no habla de Diez Mandamientos (término dogmático del cristianismo), sino de «Diez Palabras» (gr. Decálogo traducción del hebro «Aserete HaDibrot«).

Este Decálogo es la mejor terapia que el Eterno ofrecía para que Israel lograra alcanzar sus objetivos de manera íntegra. Por ello, Moshé en esta ocasión pondrá el énfasis sobre el estudio y la transmisión de los conocimientos de sus códigos de Luz para asegurar la indispensable transmisión de valores a las generaciones futuras.

El Decálogo es sustancialmente igual al relato que encontramos en Éxodo 20, salvo en el precepto de la observancia del sábado (Shabat).

Había cinco frases en cada tabla de piedra. Las cinco primeras frases hablan de la relación entre el Eterno y el hombre y las cinco últimas hablan de la relación entre los hombres entre sí. Cabe aquí señalar, que la relación entre los hijos y los padres es un reflejo de la relación que hay entre el Eterno y los hombres y por eso esta palabra está en la primera tabla.

De acuerdo con la enseñanza de Yeshúa, existe un mandamiento que resume las cinco palabras de la primera tabla: “Amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu posibilidad”, (Deuteronomio 6:5). Esto deja en evidencia que el amor al Eterno se expresa en la obediencia a los mandamientos, (5:10).

También, Yeshúa enseñó que hay un mandamiento que resume las cinco palabras de la segunda tabla: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, (Levítico 19:18).

Este es el amor perfecto en el cual se capacitaban los discípulos de las primeras comunidades. Ellos aprendían a enfocarse en la praxis cotidiana de un amor que vibra y actúa en dos planos existenciales, por lo que se lo conoce también como el amor gemelo [Invito a cotejar esto leyendo el evangelio de Mateo 22: 34-40].

Un dato curioso y lleno de enseñanza para destacar es el hecho de que en la primera tabla hay muchas más palabras que en la segunda, por lo que sus letras deben haber sido mucho más chicas que las de la otra. Esto, lo hizo Yahvéh a propósito para que las mitzvot (mandamientos) entre el ser humano y su prójimo sean más fácilmente advertibles que las mitzvot entre el hombre y Dios. La causa es que el yétzer hará (inclinación al mal) del ser humano es mayor en el área entre el hombre y su prójimo. De este modo el Eterno reveló que quería que la gente se enfocara más en las mitzvot entre el hombre y su prójimo porque requieren un mayor esfuerzo para superar el yétzer hará.

Moshé remarcó, al repetir la Torah, el hecho de que estas Diez Palabras o Diez Sentencias forman la Constitución que debe regular la vida individual y colectiva de la nación Israel, una vez establecida en la Tierra Prometida. Es el camino marcado por Yahvéh para establecer una vida de paz, de prosperidad, de entendimiento, de concordia, con los pueblos extranjeros, con los hermanos y consigo mismo.

Con esto la nueva generación comprendió que la Torah no está proponiendo una religión, ni una conducta ritual. Sino que su propuesta radica en un plan de vida integral, de perfeccionamiento, de crecimiento, de armonía bajo la sabia y amorosa guía que el Eterno nos brinda con su Instrucción.

Pensemos por un momento: si todas las personas cumplieran con los mandamientos que les corresponden, ¿no estaríamos ya viviendo en un verdadero paraíso terrenal? Porque la mayor parte de las cosas desagradables que nos suceden no son causadas por la naturaleza, ni por accidentes imprevisibles. Realmente, los daños que nos sobrevienen son casi siempre debido a la intervención del hombre, ya sea porque actúa erróneamente o porque está incumpliendo con algunas de sus responsabilidades, al dejarse guiar por su iétzer hará (inclinación al mal).

¿Habías considerado este punto anteriormente? ¿Hasta dónde llega nuestra responsabilidad en lo que nos sucede, como individuos y como comunidad?

Te dejo meditando. Nos encontraremos en otra bitácora.

Shalom!

La mitosis celular y la multiplicación de discípulos

La imagen que preside esta bitácora es maravillosa. Se trata de la mitosis vista bajo un microscopio de fluorescencia. Se aprecia en la foto el tiempo real de este proceso multiplicador celular y lo admirable de su dinámica.

Todos los organismos vivos utilizan la división celular, bien como mecanismo de reproducción o de crecimiento. Los seres unicelulares la utilizan la división celular para la reproducción y perpetuación de la especie, una célula se divide en dos células hijas genéticamente idénticas entre sí e idénticas a la original, manteniendo el número cromosómico y la identidad genética de la especie.

En organismos pluricelulares se convierte en un proceso cíclico destinado a la producción de múltiples células, todas idénticas entre sí, pero que posteriormente pueden derivar en una especialización y diferenciación dentro del individuo.

La célula es la unidad morfológica y fisiológica de los seres vivos, constituida por núcleo, centrosoma, citoplasma y cromosomas, y cada uno de estos elementos interviene en el proceso de multiplicación celular. En este proceso, el centrosoma se divide y los cromosomas aumentan buscando una nueva posición, la cual se da cuando el núcleo se rompe. Los núcleos son luego formados nuevamente con sus respectivos cromosomas. De esta manera, cada célula vive su etapa de multiplicación y el crecimiento es constante.

Ahora bien, este evento celular de todos los organismos vivos tiene mucho para enseñarnos acerca del organismo mesiánico que Yeshúa ha establecido aquí en la Tierra: la Iglesia, Su Cuerpo. Trasladando el concepto biológico al trabajo multiplicador de la Iglesia, desde el punto de vista espiritual, notamos grandes similitudes que orientan la base de crecimiento de la misma. El grupo pequeños de discípulos (la célula espiritual) constituye la más pequeña unidad de vida de la iglesia, es una asamblea de sabios en miniatura, la cual recibe alimento a partir de la Instrucción del Eterno (La Torah), crece y se multiplica.

Por demasiado tiempo, la religión latinoamericana ha sido dominada por la forma del cristianismo romano de la edad media. Éste ha determinado las pautas dominadas por las instituciones y el liderazgo jerárquico de los nicolaítas. Sin embargo, entendemos desde el testimonio escritural que la Iglesia del primer siglo creció muy rápidamente enfrentando dificultades aparentemente insuperables. Como una disciplina espiritual perseguida, no les era permitido reunirse públicamente. Sin embargo, todavía, esto no redujo la vida vital del Espíritu del Eterno obrando a través de las reuniones de los grupos de discipulado que misionaban en las casas. El libro de Hechos de los apóstoles nos instruye que las comunidades primigenias se reunían en pequeños grupos que desde las casas trastornaban y transformaban las ciudades.

Esta estructura estratégica de crecimiento, demuestra que en la mentalidad del liderazgo de aquellas comunidades estaba la conciencia de organismo vivo. Por ello, el formato celular de multiplicación se ve primero en la Iglesia de Jerusalén después de Pentecostés. El autor del libro de Hechos 2:46 declara: “Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón …” El concepto de las reuniones en los hogares y públicas es sustanciado por Pablo cuando dice en Hechos 20: 20: “Y cómo nada que fuera útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas.”. Al leer los libros del Nuevo Pacto sabemos que todas las menciones que se hace en ellos de una iglesia local o reunión, ya sea para la adoración o la comunión, es en realidad una referencia a un Cuerpo de creyentes conformados por aprendices que se reunían en casas.

«Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Prisca, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor. Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia, que está en su casa» (1Corintios 16:19). Como apreciamos en estos saludos que el apóstol Pablo enviaba en las cartas a los corintios y a los colosenses respectivamente, menciona iglesias en sus casas, aunque lo hace solo en esos casos, en otros menciona solo saludos a la iglesia de tal o cual lugar, lo cual también puede ser indicativo de que en otros lugares tenían un espacio o local apropiado para reunirse.

Esa era la manera de predicar que mantuvieron los discípulos mesiánicos en el primer siglo y fue el método que entendieron que debían seguir, cuando su Maestro al despedirse de ellos tras su resurrección, les recordó: «Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos» (Mateo 28:19). Tanto fue así que fueron rápidamente conocidos por esta obra que las autoridades espirituales de Jerusalén llegaron a decir que habían llenado la ciudad con su enseñanza, pues estaban en todas partes. Se registra en el libro de los Hechos lo siguiente: «Y, tanto en el templo como por las casas, continuaron día tras día enseñando y proclamando que Jesús era el Mesías» (Hechos 5:42) Por eso se dice que en sus inicios, el movimiento del Camino, era sumamente proselitista y transformador, iban de casa en casa, de dos en dos, predicando a la gente y buscando discípulos para el Reino del Eterno.

Esta estructura de conciencia celular es la que debe renacer en las mentes de aquellos que pretenden traer gran efectividad a la verdadera reforma apostólico-profética que el Mesías está realizando hoy día.

Casi todo grupo evangélico moderno normalmente empezó en un humilde hogar, donde el grupo en cuestión se reunía, estudiaba y entonces se van extendiendo por el boca a boca. Las diferentes ramas de los husitas, los amositas, o los Hermanos moravos, mantuvieron por años la costumbre de reunirse en pequeños grupos, sin edificar templos. Así John Wesley y Withelfield animaron a sus seguidores a reunirse en casas particulares, a los que llamó “Círculos Santos”, estos pequeños órganos eran posteriormente unidos en grupos más grandes a medida que se hacían templos. Algunas comunidades amish, continúan rechazando el uso de iglesias y templos y mantienen la costumbre de reunirse en hogares, o en graneros.

La iglesia institucional tradicional en América Latina que se estableció hace quinientos años ha aumentado la separación entre el clero y los laicos, el espíritu propio del sectarismo nicolaíta que el mismo Mesías aborrece. Los que estaban más arriba realizaban varias ceremonias mientras los laicos quedaban sentados en silencio. Sin embargo, hoy día, en América Latina, se está despertando en la conciencia de los escogidos un nuevo aprecio por el sacerdocio universal de todos los creyentes (Apoc. 1:6; 1 Pedro 2:9;).

América Latina se está apartando de esos grilletes del pasado y está experimentando una vida plena de ministerio que involucra  a todos los redimidos en Su sangre preciosa. La iglesia en América Latina hoy tiene hambre para experimentar el cuerpo de Cristo por medio del uso de los dones que Dios ha concedido a todos los creyentes. La conciencia de multiplicación celular por mitosis proporciona las oportunidades emocionantes para que todos usen sus dones.

En base a las demandas espirituales de nuestro mundo actual, hay una gran necesidad de que el liderazgo que sirve a los santos del Mesías, tome su lugar en la historia.  Son muchas las almas humanas que hoy en día están comprendiendo que todo lo que el mundo puede ofrecerles no es nada comparado con la Gracia del Eterno y la vida sobreabundante que Yeshúa, el Mesías, ofrece para los seres humanos. Sin embargo, hay una batalla que pelear; una carrera que correr y una tierra prometida que conquistar.  Se requiere de esfuerzo humano y la ayuda divina para que las personas puedan venir a los pies de nuestro Amado y Dueño y reciban la justificación que Abba les ha preparado en Él.

Entendemos con absoluta claridad que el propósito eterno de Dios es llegar a tener una familia de muchos hijos semejantes a Yeshúa. Por lo tanto, no se trata solo de salvar gente del infierno, sino más bien de transformar la vida de cada nuevo creyente en un hijo del Eterno. Es decir, capacitar a cada santo para que sea maduro, pleno, conforme a la imagen de Yeshúa (Ver Ef. 1:4-5; Ro. 8:28-29; Ef. 4:11-16). Por lo tanto, todo lo que hacemos o decimos debe alinearse y contribuir con el propósito central del Reino de Dios. No es solo incorporar una metodología más, sino volver a los principios y al modelo de la Iglesia apostólica de los primeros siglos.

La conciencia celular del Cuerpo del Mesías proporciona una estructura flexible y dinámica para el cumplimiento de la Gran Comisión, ya que resulta imposible formar discípulos y conducirlos a madurez sólo utilizando la predicación expositiva típica del púlpito en el auditorio, una vez por semana, en una celebración general.

 

(Nota: Foto Vía: Scientific Illustration for the Research Scientist | somersault18:24)