Teología

Jacob y el Altar que Dios no le pidió

Por P.A. David Nesher

«Después Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, cuando venía de Padan-aram; y acampó delante de la ciudad. Y compró una parte del campo, donde plantó su tienda, de mano de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien monedas. Y erigió allí un altar, y lo llamó El-Elohe-Israel».

(Génesis 33: 18- 20)

Por P.A. David Nesher

Después de que Yaakov pudo palpar el poder milagroso del Eterno causando la reconciliación con su hermano Esav; nuestro padre en la fe prosiguió su viaje hasta llegar a Siquem, ciudad no muy lejos de Sucot, directamente al oeste del río Jaboc y unos 32 kilómetros del río Jordán. Allí, frente a la ciudad, acampó y compró la finca donde había plantado su tienda. Justamente el Eterno había dicho que estaría con Yaakov (28:15, 31:3), y el hecho de la expresión de que él «llegó en paz a Canaán» estaría indicando que nuestro padre vio aquí el cumplimiento de esa promesa.

De acuerdo con la sociedad cananea de esa época no era un ciudadano, por lo que acampó frente a la ciudad. Es bueno que Jacob haya venido a la tierra prometida, y que se haya quedado allí, pero, él no alcanzo, porque al parecer Dios le dirigió que se fuera a Bet-el (Génesis 31: 3, 13). Justamente, y a la luz de los hechos que Yaakov y su casa vivirán en esa ciudad (un escándalo y un suceso trágico), podemos considerar que el patriarca cometió un grave error al establecerse en aquel lugar, y no continuar en obediencia hacia dónde nuestro Abba le había indicado. Y así fue como el detenerse en su viaje quedándose en Siquem por un tiempo causó a Jacob y a su familia muy graves problemas y una gran tragedia que marcaría por siempre el alma del patriarca.

Hay dos asuntos de vital importancia que se revelan a lo largo de todo el libro del Bereshit (Génesis) de los que Yahvéh se ocupó de una forma providencial y específica. El primero de ellos tiene que ver con la herencia o linaje que establece la seguridad de la materialización del Código Sagrado: la Simiente de la Mujer (Génesis 3: 15). Dicha simiente se encontraba asegurada, y sellada por pacto, en la herencia prometida a Abraham, luego a Isaac y ahora a Jacob. El Eterno quería proteger la transmisión de dicha herencia por lo que no le agradaba en absoluto que se realizasen matrimonios mixtos entre mujeres de Su Pueblo y varones pertenecientes a los pueblos paganos que vivían a su alrededor, y viceversa. El segundo asunto importante era el entorno del individuo, lo cual tenía relevancia especialmente en la vida de Jacob, que tenía una familia numerosa, pues además de sus doce hijos tenía hijas. Este relato se concentra únicamente en su hija Dina, porque ella se vio implicada en los trágicos incidentes que he citado.

«Y allí donde había plantado su tienda, compró la parcela del campo de mano de los hijos de Hamor, padre de Siquem, por cien monedas» (33:19). El Eterno le había prometido a Yaakov toda la Tierra Prometida, tal como lo hiciera con Abraham e Isaac, pero esta era la única parte que Jacob poseía en realidad. La tierra que compró era excelente para pastoreo de sus rebaños y manadas. Además, nuestro padre cavó aquí un pozo que se conoció como el pozo de Sicar (Juan 4:6, 11-12). Años más tarde, este será el lugar donde se sepultarían los huesos de José (Josué 24:32). Por todo esto, Siquem se convirtió en una ciudad importante en la historia bíblica. Estaba situada en el Monte Gerizim, que más tarde se convertiría en el territorio de la tribu de Efraín. Estaba muy cerca de la ciudad de Samaria, que se convertiría, siglos después, en la capital del reino del norte de Israel. Cuando Yaakov llegó allí, la ciudad estaba bajo el control de los heveos, una tribu cananea, que era gobernada por un hombre llamado Hamor. Él tenía un hijo llamado Siquem, y en homenaje al orgullo de su hijo (tal como hiciera Caín) había nombrado a la ciudad.

«Y compró una parte del campo, donde plantó su tienda, de mano de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien monedas. Y erigió allí un altar, y lo llamó El-Elohe-Israel«.

El altar que erigió, Yaakov lo nombró: El-Elohe-Israel que significa literalmente «Dios es el Dios de Israel». Este fue el primer uso de su nuevo nombre; una evidencia que, aunque Yaakov había tenido un encuentro personal con el Mesías, y por ende, había nacido de nuevo, todavía estaba experimentado los rezagos de su viejo hombre. Hubo un cambio indudable en su vida, pero su desarrollo y consolidación fueron lentos. Yaakov levantó un altar desde su propia opinión, para destacar su nombre nuevo, más que el Nombre del verdadero Dios. Él desobedeció nuevamente porque sabía que  Dios no quería que Su altar estuviera en Siquem; sino en Betel. Convengamos pues que aunque Yaakov hizo un altar, en verdad era obediencia lo que el Eterno más quería; no sacrificio. Por ello,  Jacob llevará fruto malo y perderá tiempo porque está en un lugar donde no debe de estar.

Notamos que en ninguna parte Yaakov consultó al Eterno acerca de su decisión y, de hecho, no hay ninguna mención de Dios en toda esta sección. Los pastos de Siquem eran verdes, y sus posesiones habían aumentado hasta el punto de que todo movimiento de mudanza era difícil. Por ello, Yaakov se estableció en lo que él creía que era la vida sencilla, habiendo ya sea, pospuesto o dejado de lado el cumplimiento de la promesa de Yahvéh para él. Por esto, apareció un cáncer del sistema reptiliano en la familia de Jacob que no se había visto en la familia de Abraham o de Isaac. Los dos patriarcas anteriores tenían sus problemas familiares, sí, pero nada parecido a lo que veremos en la familia de Jacob. Dicho tumor del inframundo se extendió de tal modo en la casa de Yaakov que traerá una aflicción a su alma que durará por décadas.

Desde esta historia, y considerando la actitud errada de Yaakov, puedo decir que hay en ello una lección para nosotros. Sucede que muchas veces, cuando los hijos del Altísimo experimentamos una experiencia cumbre con el Eterno, al bajar del éxtasis, nos encontramos con la cruel y cruda realidad del sistema de cosas de HaSatán, y nos olvidamos de fortalecernos en el poder de la fuerza del Señor para hacerle frente y vencerlo. Ejemplo de esto encontramos, no sólo en el padre Yaakov, sino en muchos de los héroes de la fe. Cuando Moisés bajó del monte Sinaí, el pueblo se había moldeado un becerro de oro para adorarlo; después de que Elías derrotara a los profetas de Baal en el monte Carmelo, cayó en una profunda depresión. El rey David después de derrotar a los filisteos y los amonitas, reinando sobre todo Israel, y hacer lo que era correcto para todo su pueblo, se convirtió en un adúltero y un asesino. Su hijo, el rey Salomón fue el hombre más sabio del mundo y construyó el templo de Dios; sin embargo, en la cúspide de su vida, se convenció de que nada tuviera sentido después de que su corazón se volvió hacia los dioses de sus muchas concubinas. Del mismo modo, Jacob había luchado con Dios y, finalmente, había recibido su bendición en el camino correcto, pero luego puso a la Instrucción de Dios en un segundo plano.

¡Este era el hombre que había visto el rostro de Dios! ¡Este era el hombre por quien Yahvéh había prometido que todos los pueblos de la tierra serían bendecidos! Este era el hombre que quería la bendición patriarcal, que incluía ser el líder espiritual de la familia. ¡Y este era el hombre a quien el bien y la misericordia de Dios habían seguido todos los días de su vida! Sí, era ese hombre, un varón escogido desde el vientre de su madre. Pero también era el hombre que estaba en decadencia espiritual por causa de haberse instalado (o estancado) en Siquem. Esto es siempre lo mismo. Sólo hay una manera de deslizarse espiritualmente, esto es cuesta abajo, y Jacob se deslizó.

Cuántas veces, nosotros, tal y como le sucedió a Yaakov, terminamos hundidos en circunstancias muy complicadas que acarrean mucha aflicción al alma de todos aquellos que conforman nuestro círculo más íntimo. Todo por una sencilla razón: no ser sensibles a la voz del Señor y no ir a donde el Eterno ha señalado que quiere llevarnos.

¿Quién luchó con Yaakov (Jacob)?

Por P.A. David Nesher

Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Cuando vio que no había prevalecido contra Jacob, lo tocó en la coyuntura del muslo, y se dislocó la coyuntura del muslo de Jacob mientras luchaba con él. Entonces el hombre dijo: Suéltame porque raya el alba. Pero Jacob respondió: No te soltaré si no me bendices. Y él le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él respondió: Jacob. Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido.«

(Génesis 32:24-28)

En su regreso a la Tierra Prometida, Yaakov estaba anticipando el encuentro que tendría con su hermano Esaú. Pero antes de encarar a su hermano, nuestro padre tenía que tener otro encuentro… Ese encuentro que tarde o temprano todos enfrentamos, y que nos cambia la vida. El conocido «Encuentro Personal con Dios«.

Yaakov estaba viviendo un momento crítico en su vida. Estaba por enfrentarse con Esav, y tenía mucho temor. Aunque había orado a Dios, pidiendo Su ayuda (v.9-12), seguía confiando en parte en su propia astucia, como lo evidencian los v. 13-21.

Yaakov, aunque contaba 97 años sobre sus lomos, todavía dominaba su propia vida. Era un hombre sumamente fuerte. Hasta ahora no había tenido la experiencia de la entrega total al Eterno. Su fuerza era él mismo.

«Y Jacob se quedó solo, y un varón estuvo luchando con él hasta rayar el alba» (32:24).

Esa noche, Yaakov había hecho cruzar el arroyo a su familia, y luego se fue a un lugar solitario para meditar y orar, y derramar su corazón ante Dios. Por fin Yaakov se quedó sólo. Allí es donde el Eterno lo quería. Quería tratar con él a solas. Él se quedó solo, y de repente fue consciente de una pelea. Una pelea que vibraba en tres planos: físico, psíquico y espiritual. Una lucha que descubrió tenía en su interior desde hacía muchos años, y que se manifestaba en cada uno de los días que había vivido (leer Romanos cap. 7). Yaakov, en su soledad, descubrió que en su interior tenía una lucha que desde su alma impedía una perfecta relación con el Eterno. Dicha batalla interior, se fundamentaba en las heridas que su alma tenía con su hermano Esav.

Lo primero que notamos es que un varón estuvo luchando él hasta el amanecer en el vado (del río Jordán) llamado Jaboc. Es significativo que el nombre Jaboc significa luchador. Hay un juego de palabras aquí con luchó y Jaboc. Entonces prestemos atención a esto.

En hebreo, la palabra Jaboc es yabok, y la palabra luchar es yaaveik. La palabra hebrea para lucha se encuentra sólo aquí y en el siguiente versículo, y en ningún otro lugar en toda las Sagradas Escrituras. Esta palabra en sí proviene de la raíz avak que significa polvo. Así que el significado básico de esta palabra es el polvo que se levanta mientras lucha. Pero, lo que hace interesante a este nombre, es que espiritualmente significa: «el hombre que lucha para dejar de ser simplemente polvo» o «el hombre que lucha para levantarse del polvo«. Es decir que esta fue una lucha que incitó al patriarca a batallar contra las tentaciones, en procura de su evolución espiritual. 

En base a eso, esta escena de la vida de nuestro padre es muy relevante y trascendental, ya que en ella se describe la lucha interior de todo ser humano que quiere trascender lo material y elevarse a la plenitud de la imagen divina (Imago Dei) que se le ha otorgado por creación. Esta batalla jamás se logra ganar desde la soledad egocéntrica, sino solamente desde un Encuentro Personal con el Mesías. Por todo ello, evidentemente el nombre Jaboc se le dio al río en una fecha posterior para recordar la increíble experiencia de Jacob esa noche.

Entonces, ¿fue un hombre o un ángel el que luchó con Yaakov toda lo noche? Su identidad emerge gradualmente, y Yaakov se apresura a tomar cada pista.

No parece haber ninguna duda de que el autor de este pasaje (se cree que probablemente fue Yaakov) lo destinó para que fuera tomado literalmente. En lo que se refiere al misterioso luchador, él estaba en forma de un hombre, pero en realidad era un ángel. En cuanto a lo que la Torah nos dice acerca de la identidad del personaje, lo llama explícitamente «Ish» (32:25), que quiere decir: «varón» u «hombre«. Yaakov lo consideró como «enviado de Dios«, y no es extraña esta identificación, como antecedente tenemos que en Bereshit/Génesis 18:2 podemos leer acerca de la visión de tres hombres (anashim en hebreo, plural de ish) frente a Avraham, de los cuales luego reconocemos que son enviados del Eterno, e incluso se asume que son la misma presencia de Dios, por lo que no hay duda de que los ángeles pueden asumir las características físicas de los hombres si tienen que hacerlo. El Espíritu Santo indica que se trataba de un ángel como el SEÑOR inspiró a escribir al profeta Oseas:

«En el vientre tomó por el calcañar a su hermano, y en su vigor luchó con Dios.
Luchó con el ángel y prevaleció; lloró, y alcanzó misericordia.
En Bet-’El lo encontró, y allí habló con nosotros.
¡Sí, YHVH es ’Elohey Shebaot!
¡YHVH es su nombre!

(Oseas 12:3-5)!

El primer hecho misterioso de este pasaje es justamente que dicho ser espiritual apareció con forma humana. De acuerdo a lo explicado con respecto al río Jaboc, al ser contra el cual lucho Yaakov suele ser considerado como el «agente celestial de Esav/Esaú«, que es otro de los nombres del Yetzer HaRá (inclinación hacia lo negativo – carne ).  Por tanto, esta historia remarca que Yaakov no peleó contra algo ajeno a él, sino contra una parte de sí mismo, que dicho ser celestial materializa. Es decir que nuestro padre luchó:

  • contra sus propias tendencias a apartarse del camino del Bien,
  • contra su deseo por prevalecer empleando métodos reñidos con la ética y moral,
  • contra sus apetencias irracionales,
  • contra su anhelo de éxito sin miramientos,
  • contra su ambición material,
  • contra su olvido de perseguir lo trascendente en lugar de lo fugaz,
  • contra la imagen que había internalizado, y por tanto integrado a su personalidad, de su extraviado hermano Esav.

Así, vemos que nuestro padre Yaakov llegó a un punto en su existencia en la cual por primera vez descubrió sus heridas errores y hábitos descaminados, es decir, ante el encuentro crucial con su hermano, el patriarca desnudó para sí su alma, ante el Señor, y cuando reconoció lo que no era correcto, luchó contra sí mismo junto al poder del Eterno.

En esta primera instancia, las líneas sagradas nos enseñan que cuando un escogido lucha contra esa parte perversa que compone su ser, contra lo que lo aleja de su esencia más preciosa, contra lo que abjura del Eterno. Cuando el redimido se esmera y esfuerza por crecer, en lugar de vegetar o afanarse por el triunfo vacío, entonces, la persona está haciendo lo que hiciera Yaakov. Y si vamos armados con Torah (Instrucción) y sus preceptos, junto a la voluntad de combatir hasta las últimas consecuencias, entonces, estamos en condiciones de vencer nuestro Yetzer HaRá (inclinación a lo negativo -carne-), y así vencernos a nosotros mismos. Sólo de ese modo lograremos superar nuestra antigua identidad apática y pasar a ser una nueva persona, alguien capaz de enfrentarse sin tapujos contra lo negativo, y adentrarse en lo positivo para ya nunca más fracasar.

Sin embargo, en la evaluación de Jacob, su oponente de lucha era más que un simple ángel encarnando su vieja naturaleza herida. Era nada menos que el «Ángel del SEÑOR«, es decir, el Mesías pre-encarnado, y la manifestación visible del Dios invisible.

Cuando Jacob (hebreo: Yaakov) comenzó a orar esa noche, poco sabía que como él clamó a Yahvéh por fuerza y ​​liberación, acabaría luchando con Dios mismo. De la forma en que él luchó en la oración, fue con la sensación de que el SEÑOR estaba realmente presente con él. A medida que él gritó más y más en la oración, la presencia del Eterno se hizo más y más real para él hasta que, de repente, ¡Él era real! Los brazos levantados de Jacob en realidad estaban aferrados a YHVH mismo, Dios en forma humana. Fue una larga lucha indecisa. Pero una vez que se dio cuenta Yaakov con quien peleaba, declaró: «No te dejaré, si no me bendices«. Yaakov no estaba luchando más, sólo se estaba aferrando. Yaakov sintió que, si se soltaba por un momento, significaría que Dios le había dejado su oración sin respuesta; y así se aferraba desesperadamente, pidiendo al mismo tiempo Su bendición. Se dio cuenta de que no se llega a ninguna parte luchando y resistiendo a Dios. 

Así, al ver que la fe y la comprensión de Su siervo fueron creciendo mientras se aferraba, El SEÑOR en Su gracia permitió a Jacob que se sujetara a Él. Nuestro padre Yaakov ha sido reducido al lugar donde lo único que puede hacer es aferrarse al Eterno con todas sus fuerzas. Él ya no puede pelear, pero sí puede agarrarse bien. No es un mal lugar donde estar. La única manera en que usted consigue algo con Dios es cediendo y simplemente aferrándose a Su Presencia.

Al rayar el alba, el Ángel de Yahvéh misteriosamente pidió a Yaakov: “Déjame…” (v.25). En algún momento, cuando el Señor vio que no podía dominar a Yaakov, le dio la bendición que buscaba. Al parecer, ¡Yaakov podía más que Él! No era porque Yaakov era más fuerte que el Mesías. No era que Él no podía dominar a Yaakov, sino que Él permitió a Jacob aferrarse. Las palabras del Señor se deben, más bien, a la tenacidad con la cual Yaakov ‘peleaba’, y su insistencia en seguir confiando en sí mismo, en vez de ‘soltar’ su autoconfianza, y aprender a confiar en Dios. Pero viendo que no podía con él, le atacó el encaje de su muslo, y se le descoyuntó el muslo a Yaakov mientras luchaba con él (32:25), para que recordara por siempre esta experiencia. 

Esta acción no debe ser tomada como un castigo, sino como parte del discipulado del patriarca. Esto representa la manera en que a veces Dios tiene que quebrantarnos, para que dejemos de confiar en nosotros mismos, y aprendamos a confiar incondicionalmente en Él. Esto sería un recordatorio continuo de este encuentro único. 

Sin embargo, Yaakov siguió luchando por la bendición, a pesar de tener el muslo descoyuntado. Esta descoyuntura en Yaakov fue su castigo por querer huir y no depender de Dios. Aquí, el Señor está contestando la oración de Yaakov que encontramos en Génesis 32:9-12. Pero antes de que Yaakov pueda ser librado de la mano de su hermano, tiene que ser librado de su propia voluntad y autosuficiencia. Yaakov pensaba que el verdadero enemigo estaba fuera de sí, o sea, Esav. En esta lucha descubrió que el enemigo verdadero era su propia naturaleza carnal, que no había sido conquistado por Dios.

El Eterno tendrá la victoria en nuestras vidas si es que nosotros dejamos nuestro ‘yo’ (ego) al gobierno de Dios. Mientras no sea así, habrá una lucha constante entre el Señor y nosotros.

El Nombre de Jacob Fue Cambiado (vv. 27-28)

Cuando el Ángel de Yahvéh le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” (v.27), no era porque no lo conocía; sino porque quería confrontar a Yaakov consigo mismo. El Señor quería llegar a ese punto en su vida, al punto de confesar quien verdaderamente era en sí mismo. Era necesario admitir que su nombre significaba lo que hasta ese momento su hermano Esav había dicho: «suplantador» o «estafador» (Gén. 25:26; 27:36), lo cual implica un reconocimiento de que había algo en él que no era agradable ante el Cielo, al ser capaz de mentir, engañar y hurtar para obtener beneficios materiales y espirituales. Fue un nombre apropiado para un hombre que siempre tomaba lo que quería a la fuerza o por medio de estrategias humanas. Pero ahora recibe otro nombre. El Ángel del Señor dice:

“No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” 

(Génesis 32: 28)

Israel” este nombre significa «el que lucha con la fuerza del Principio de Dios» y así vence a los hombres (Esav y Laván).

Lo extraño de esto es que Dios le dice: “y has vencido” (v.28) en un sentido de felicitación. ¿Por qué lo felicita por eso?

Uno pensaría que la manera en que venció, tanto a Esav como a Labán, no merecía una felicitación, por parte de Dios; menos una felicitación por haber estado peleando con Dios, hasta vencerlo. Al parecer, Dios lo estaba felicitando, por su perseverancia. La perseverancia en su lucha con Dios debe entenderse en el sentido de la oración. Yaakov no estaba dispuesto a dejar de orar y clamar al Señor, hasta que Él se comprometiera a darle la victoria.

Yaakov venció en el sentido de que aguantó a través de su batalla hasta que Dios lo conquistó completamente. Cuando luchas contra Dios, solo ganas por perder y por no darte por vencido hasta que sabes que has perdido. Así es como Yaakov venció.

Esto es muchas veces lo que Dios tiene que hacer con nosotros. Tiene que llevarnos a reconocer nuestras debilidades y nuestra naturaleza pecaminosa. Lo mismo que el Eterno enseñó a Yaakov allí en Peniel, hoy nos está hablando a través del Espíritu de Yeshúa. Para poder avanzar y crecer en la vida espiritual, tenemos que ser suficientemente honestos, y reconocer quienes somos ante el Eterno cuando aún no nos sometemos a su señorío: simples pecadores.

La importancia del nuevo nombre de Jacob fue que le permitió entender su nueva pertenencia. Ahora su identidad dependía del Eterno como su único Dueño. El nuevo nombre sería para recordarle siempre su nuevo destino, y la cojera adquirida sería para recordarle siempre que vivir en el temor de YHVH sería el único secreto del éxito en su peregrinar por la vida (Proverbios 9:10).

Antes de regresar a la Tierra Prometida, Yaakov se encontró con el Eterno. Este evento fue un punto de inflexión en su vida. Para Yaakov, la victoria en la oración fue recibir la bendición de Dios. Él la pidió (v.26), y la recibió (v.29). El texto no indica en qué consistió dicha bendición. En parte, pudo haber sido su nuevo nombre; y en parte, la liberación de las manos de Esaú. Yaakov recibió un nuevo nombre que indicaba la naturaleza de su nueva relación con Yahvéh.

Finalmente, se enteró de que en el modo de hacer las cosas del Señor, la fuerza llegaría a través de la debilidad de su alma frente al poderoso Trono del Eterno. Nuestro padre Yaakov terminó débil físicamente (v.31), pero más fuerte espiritualmente. Eso lo evidencia el siguiente capítulo (Gén. 33:3), cuando él se coloca al frente de su familia, para ir al encuentro con Esav. Ya no estaba confiando en sus estrategias humanas, sino en solamente en la Benevolencia del Eterno.

Abrahán fue probado y pudo ver el Día del Mesías

«Aconteció después de estas cosas que Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Él respondió: Heme aquí«

(Génesis 22:1)

Nuestro padre Abraham no tuvo noticias de Elohim (Dios) por muchos años. El Eterno parecía estar en silencio. Pero después de estas cosas Elohim probó a Abraham, y le pidió que hiciera lo impensableEsta expresión es la prueba fidedigna de que el Eterno probó a Abrahán pero no tenía la intención de que el patriarca sacrificara a Isaac. Esta es la primera vez que la palabra prueba se utiliza en las Sagradas Escrituras, y sería la mayor prueba de Abraham.

La palabra hebrea que ha sido traducida aquí como prueba también significa tentación y provocación. Será importante en este momento comentarles que las tres acepciones tienen tres propósitos diferentes:

  • La prueba tiene el propósito de fortalecer y elevar.
  • La tentación tiene el propósito de hacer caer y destruir.
  • La provocación tiene el propósito de resistir y contender.

Aunque la misma palabra es usada para los dos primeros significados (prueba y tentación) hay una gran diferencia entre una cosa y otra. El propósito detrás del acto determina si es una prueba o una tentación. Si el propósito es hacer que la persona caiga en desgracia, es una tentación. Si el propósito es hacer que la persona suba a un nivel más alto, es una prueba. Desde esta clara distinción, notamos que las Escrituras Sagradas dejan bien en claro que:

  • El Eterno no tienta ni provoca a nadie (Santiago 1:3), pero sí pone a prueba a todas las cosas creadas.
  • El ángel maligno, HaSatán (satanás), el enemigo del hombre, puede provocar y tentar a los hombres.
  • El ser humano puede provocar al Eterno.

El Eterno puede utilizar la tentación de HaSatán (El Adversario) como una prueba para el hombre. Se entiende que el propósito que el adversario tiene con su tentación es hacer caer al hombre, pero el propósito de Yahvéh cuando permite que el HaSatán tiente al hombre es fortalecerlo y elevarlo. El Eterno está muy por encima de todo y todos y el HaSatán no puede hacer nada sin el permiso del Eterno. El propósito de la prueba es elevar a la persona. Cuando uno ha pasado la prueba tiene siempre una gran recompensa. La recompensa mayor que el ser humano puede recibir es un carácter aprobado:

“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.”

(Santiago 1:2-4)

Si una persona no pasa la prueba que el Eterno le pone tiene dos opciones, hacer la prueba otra y otra vez hasta que la pase, o finalmente ser eliminado. Lo que pasó con la mayoría de los hijos de Israel que salieron de Egipto fue que suspendieron la prueba diez veces, (cf. Números 14:22), y por eso no pudieron subir al nivel superior que el Eterno había preparado para ellos en la tierra prometida. Por esto, es que Moshé, coloca aquí este relato de la última y gran prueba de Abraham avinu. El Eterno llamó a nuestro padre…

“Y dijo:

Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Yitsjak, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en ofrenda de ascensión sobre uno de los montes que yo te diré.”

(22:2)

La palabra hebrea traducida como “ahora” es «na«. Tiene principalmente dos acepciones, “por favor” y “ahora”. Esto quiere decir que se puede traducir: “Toma por favor a tu hijo…” No es una orden fuerte sino una petición suave. Yahvéh quería probar la sincera veracidad de Abraham si realmente estaba buscando los deseos del Cielo o sus propios deseos. Llevaba mucho tiempo sin sacrificar animales y ahora Yahvéh le pide a su hijo, el que más amaba.

Yahvéh lo llamó, y Abraham le respondió: «Heme aquí«. Esto no fue una prueba para producir fe, sino una prueba para revelar su nivel de fe. El Eterno edificó a Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe. Nuestra fe no es puesta realmente a prueba hasta que Elohim (Dios) nos pide que soportemos lo que parece insoportable, hacer lo que parece irracional, y esperar lo que parece imposible.

En esta ocasión el Eterno puso a prueba a nuestro padre Avraham. Esta prueba no fue tanto para producir fe, sino una prueba para revelar la clase de fe que Abrahán tenía. Es un evento que le demostraría al patriarca y sus descendientes que Yahvéh, durante ese tiempo de silencio, edificó el ser de Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe (hebreo emunah). Por lo tanto, el propósito de la prueba era elevarlo. Por eso, esta será la última (y la definitiva) prueba para perfeccionar su fe (emuná), tal y como lo explicaría Santiago en su epístola a los discípulos del primer siglo de nuestra Era Común:

“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”

(Santiago 2:22)

Así que la fe de Abraham fue perfeccionada por medio de esta prueba, en el sentido de llegar a su máximo potencial. Después de esta prueba la confianza de Abraham llegó a un nivel que no necesitaba más pruebas, había alcanzado su meta. Y es que la prueba es utilizada por del Eterno para poner presión sobre las personas a fin de que se manifieste lo que hay en sus corazones en los momentos de crisis:

Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Elohim te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.”

(Deuteronomio 8:2)

Abraham era un compañero de pacto con el Eterno. El Eterno necesitaba que la obediencia total de Abraham se manifestara para poder cumplir sus propósitos en su vida y producir por medio de él aquella simiente de la mujer que había sido prometido a Adam y Javá: el Mesías (Génesis 3:15). Como Abraham le entregó a su hijo único, así Yahvéh entregó a Su Hijo Únigénito para ser un sacrificio de pecado no solamente por la descendencia de Abraham, sino por todo el mundo, (cf. Juan 3:16).

El Eterno, nuestro Abba, no quiere que pongamos un signo de interrogación en nuestra fe, sino un punto. Un punto que signifique que tenemos por Él una fe consolidada, perseverante, continua, porque al final su obra es para nuestra bien. El Señor conoce muy bien nuestro propósito y además nuestra capacidad de fe. Para ello son sus pruebas, porque no se sabrá nunca si la fe es real, si nunca fue alguna vez probada. Está bien claro que las pruebas nos permiten asombrarnos a nosotros mismos acerca de la capacidad de fe que hemos desarrollado desde nuestro Nuevo Nacimiento.

Como en todas las cosas, el propósito sobresaliente del Eterno es que nosotros, como hijos, seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Esta es la meta del discípulo de Yeshúa, y todo en la vida, incluyendo especialmente las pruebas, está diseñado para permitirnos alcanzar esa meta. Es parte del proceso de la santificación, siendo apartados para los propósitos de Dios y equipados para vivir para Su gloria. El apóstol Pedro nos explica la manera en que las pruebas logran esto:

En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”

(1 Pedro 1: 6-7)

La fe del verdadero creyente se reforzará mediante las pruebas que experimente para así descansar en el conocimiento de que dicha fe es real y durará para siempre.

Entonces debemos aceptar que las pruebas desarrollan el carácter piadoso, y eso nos permite “…[gloriarnos] en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:3-5). Nuestro amado Mesías Yeshúa fue el ejemplo perfecto de esto. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). Estos versículos revelan aspectos de Su propósito divino tanto por las pruebas y tribulaciones de Jesús el Cristo, como por las nuestras. El perseverar comprueba nuestra fe. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

Una de las bendiciones más grandes, a decir verdad, la más gloriosa que tuvo nuestro padre Abrahán, fue que a través de esta prueba pudo ver el día del Mesías Yeshúa, en plena manifestación redentora. De esto quedó constancia escrita ya que el mismo Señor dijo: “Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se regocijó.” (Juan 8:56 -RV 1995) Ese gozo era la más grande que podía experimentar nuestro padre.

Por eso, para finalizar quiero animarte con lo que el profeta Jeremías dice:

«Benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza.«

(Jeremías 17:7 – NTV).

¿Qué sucede en los momentos de prueba si confías en el Señor? Mira  la promesa del Eterno en:

«Los que en mí confían no quedan defraudados«

(Isaías 49:23 – DHH)

Si no estás dispuesto a sacrificar por amor a Yahvéh lo que más te gusta, entonces tienes algo en tu vida que está interponiéndose entre tu vida y Su Presencia. Eso se ha convertido en un dios falso para ti. Eso se llama abominación de idolatría. Yahvéh y Su Justicia (Su Reinado) tienen que tener el lugar primordial en nuestras vidas (Mt. 6: 33), y si existe algo en tu vida que desafía ese lugar Él te pedirá que lo sacrifiques. ¿Estás dispuesto para ello?

Deseo que el Eterno nos conceda su gracia para poder pasar las pruebas con éxito para que también nosotros podamos ver el día de Yeshúa con gozo.


Bitácora Relacionada:

Tres Visitantes para Confirmar una Promesa

Por P.A. David Nesher

 

«Después se le apareció YHVH en el encinar de Mamre estando él sentado a la puerta de la tienda en el más intenso calor del día«

(Génesis 18:1)

 

El Talmud explica que esto ocurrió tres días después de la circuncisión, cuando el dolor de la herida era mayor (17:9-14). El Eterno vino a visitar a Abrahán mientras se estaba recuperando de la circuncisión. Esto es un testimonio del placer que siente Yahvéh ante la conducta del patriarca en su nueva relación con Él, después del nuevo nacimiento que ha experimentado, simbolizada con la obediencia de la circuncisión.

El lugar de este encuentro fue el encinar de Mamré, un lugar en el que Abrahán había erigido un altar para adorar el Nombre bendito del Santo Dios. Es decir que allí el patriarca también había fundado una Yeshivah para capacitar en los códigos de la benevolencia ilimitada (Jesed) del Eterno. Seguramente llegaron mientras el patriarca estaba sentado, al parecer, en oración y meditación, en la puerta de su tienda en el más intenso calor del día, o al principio de la tarde.

 

Abraham salió a recibir a los tres visitantes, aún antes de saber quiénes eran. Como extranjero, él sabía lo que significaba ser recibido y atendido en medio de una larga travesía, especialmente en el desierto. El hizo con otros lo que toda persona desearía que hicieran con él.

En los tiempos antiguos del Medio Oriente, la reputación de una persona estaba muy relacionada con su hospitalidad, con brindar casa y comida. Bajo este pensamiento, aún los extraños debían ser tratados como huéspedes distinguidos. Nuestro padre Abraham tenía la virtud de la hospitalidad, y estaba impaciente por mostrarla a estos tres peregrinos. El libro del Zohar comentando este incidente dice:

«…Y aunque estaba sufriendo a causa de la circuncisión, corrió a saludarlos, de modo que no fallara en nada y se condujese de forma diferente a como era antes de la circuncisión, cuando siempre aceptaba y daba la bienvenida a nuevos huéspedes…»,

[Zohar, Vayerá, 7:95]
Por todo esto, la Sagradas Escrituras promueven a lo largo de sus libros el ejercicio espiritual de la hospitalidad resumido en esta pauta apostólica:

 «No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles«

(Hebreos 13:2)

Efectivamente, Abraham hospedó a ángeles sin saberlo. Él los recibió, los atendió y les dio de comer.

 

«Que se traiga ahora un poco de agua y lavaos los pies, y reposad bajo el árbol; y yo traeré un pedazo de pan para que os alimentéis, y después sigáis adelante, puesto que habéis visitado a vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda donde estaba Sara, y dijo: Apresúrate a preparar tres medidas de flor de harina, amásala y haz tortas de pan. Corrió también Abraham a la vacada y tomó un becerro tierno y bueno, y se lo dio al criado, que se apresuró a prepararlo. Tomó también cuajada y leche y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se quedó de pie junto a ellos bajo el árbol mientras comían«.

(Gen. 18:4-8)

En la antigüedad no era frecuente que la gente comiera carne. Por lo general, lo hacían sólo para eventos especiales. No sólo era un alimento caro, sino que debía comerse de inmediato porque no contaban con refrigeración. Pero Abraham no escatimó y trató a los visitantes con mucho honra.

Luego de comer, los visitantes anunciaron a Abraham la razón de su visita. Pero antes preguntaron por Sara porque lo que ellos tenían para anunciar la incluía a ella.

(Génesis 18:9) Entonces ellos le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Allí en la tienda.

Luego el Señor le explicó el propósito de la visita, informándole a Abraham que en un año su esposa daría a luz un varón:

» Y aquél dijo: Ciertamente volveré a ti por este tiempo el año próximo; y he aquí, Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara estaba escuchando a la puerta de la tienda que estaba detrás de él«.

(Gen. 18:10)

El Señor confirmó nuevamente el Pacto que había hecho con Abraham. Volvió a garantizarle que el hijo de la promesa lo iba a tener con Sara, su mujer. Abraham lo sabía, porque el Señor se lo había dicho unos días antes. Pero también Sara lo debía saber. El propósito de esta visita divina era llamar a Sara a tomar plena posesión de las promesas del pacto. Tal vez Abrahán no le había dicho nada a su mujer. Pero en esta ocasión Sara estaba escuchando.

Y Sara estaba escuchando a la puerta de la tienda que estaba detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos, entrados en años; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Y Sara se rió para sus adentros, diciendo: ¿Tendré placer después de haber envejecido, siendo también viejo mi señor?
(Génesis 18: 10-12)

 

Sara, que tenía ya casi 90 años, por lo que rió al escuchar esta aparentemente increíble noticia. Este sentimiento de duda en cuanto a la capacidad de Yahvéh ocasionó una reprimenda por parte de Él:

Y YHVH dijo a Abraham: ¿Por qué se rió Sara, diciendo:

«¿Concebiré en verdad siendo yo tan vieja?»

¿Hay algo demasiado difícil para YHVH?»
(Génesis 18:13 y 14a)

La palabra que fue traducida como “demasiado difícil” es yipalé (יפלא) cuya raíz tiene que ver con algo oculto, encubierto. En Deuteronomio 30:11 se usa como algo oculto de la comprensión, algo inalcanzable. Aquí se trata de algo que va más allá de lo común. El Targum lo traduce como: “¿Es que hay algo demasiado maravilloso, distante y oculto de Mí para que Yo haga Mi voluntad?

Esto nos enseña que el ángel desafió las mentes cerradas de nuestros padres Avraham y Sarah. Avraham y Sarah ya llevaban casi 100 años de vida. Sus mentes estaban trabajando con mucha rutina por lo que habían aprendido. Aunque sus mentes habían sido considerablemente abiertas por todas las experiencias que habían tenido al salir de su pequeño mundo para irse a otros países, sus pensamientos estaban todavía limitados para lo que quería hacer el Eterno en sus vidas.

Cuando el ángel vino a anunciar el nacimiento de su hijo no podían recibir tan maravilloso mensaje. Su reacción fue común a muchos hombres con la mente limitada y cerrada, lo tomaron como una broma. El mensaje divino causó un confrontación con lo que habían aprendido en sus vidas, y eso les causó la risa.

En el capítulo anterior, el Eterno había sido muy específico; fue Sara, quien daría a luz al hijo de la promesa (17: 16, 19, 21). La respuesta de Abraham, tal como la de Sara aquí, había sido la risa (17: 17). Por eso, como recordatorio de sus risas, mezcla de gozo y duda, los nuevos padres nombrarían el niño Isaac (en hebreo: Yitz’hak), o «el que ríe» mostrando que el Eterno ríe último y mejor.

Yahvéh reafirma su promesa declarando y luego demostrando efectivamente que para Él nada es difícil, y mucho menos imposible. La realidad de esta clase de nacimientos milagrosos la veremos repetirse a lo largo de la historia del Pueblo del Señor varias veces y con la misma intención: mostrar el asombroso poder del Eterno a favor de sus escogidos. El nacimiento de Sansón (Jueces 13); el de Samuel (1Samuel 1); y el nacimiento de Juan el bautista (Lucas 1: 13-20), han sido posible solamente por la intervención benevolente del Eterno, y siempre para el bien de su propósito eterno.

Sarah debió inmediatamente haber creído con fervor en la capacidad de Yahvéh de hacerla procrear. Por eso fue confrontada por su reacción por el mismo Abrahán. Por eso, y gracias a ello, aunque en el Bereshit (Génesis) no se registra, sabemos que Sara finalmente aceptó con fe participar en el proyecto mesiánico de Yahvéh:

«También por la fe Sara misma recibió fuerza para concebir, aun pasada ya la edad propicia, pues consideró fiel al que lo había prometido. Por lo cual también nació de uno (y éste casi muerto con respecto a esto) una descendencia como las estrellas del cielo en número, e innumerable como la arena que está a la orilla del mar«.

(Hebreos 11: 11-12)

Por ello, aunque era humanamente imposible, el Eterno cumplió su promesa.

«Entonces el SEÑOR visitó a Sara como había dicho, e hizo el SEÑOR por Sara como había prometido.

Y Sara concibió y dio a luz un hijo a Abraham en su vejez, en el tiempo señalado que Dios le había dicho.  Y Abraham le puso el nombre de Isaac al hijo que le nació, que le dio a luz Sara.

Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios le había mandado.  

Abraham tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac.

Y dijo Sara:

Dios me ha hecho reír; cualquiera que lo oiga se reirá conmigo.

Y añadió:

¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Pues bien, le he dado a luz un hijo en su vejez«.

(Génesis 21:1-7)

De igual modo, este cuestionamiento divino se realiza hoy a nuestros corazones: ¿Por qué resultaba tan difícil de creer? ¿Existe acaso algo que el Señor no sea capaz de hacer?

Cuando se trata del Eterno, no debemos limitar con nuestras mentes nuestra percepción de su poder, su conocimiento y sus posibilidades para intervenir de manera más sorprendente y maravillosa. El Eterno puede hacer mucho más de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros (Efesios 3:20), así que tengamos cuidado de no obstaculizarlo con nuestras mentes y no nos riamos con incredulidad cuando se presenta una idea sobrenatural que rompe con nuestro esquema mental.

Mediante los estudios que venimos peregrinando juntos estoy convencido que cada uno de ustedes ha llegado a comprender que más allá de toda circunstancia difícil o imposible, está presente el Eterno, nuestro Abba (Papá) celestial, el Creador y Sustentador de todo el universo.

Jamás olvides que Dios te ama y que todas sus promesas son dignas de confianza, síguelo sirviendo y cumpliendo fielmente sus mandamientos, porque Él te sorprenderá, hará realidad aquello que crees que es imposible y cumplirá todo aquello que te prometió. No permitas que los afanes te este mundo te aparten de Él y te desenfoquen de la misión que te encomendó. Su amor constante y su fidelidad son promesas a las que puedes aferrarte cada día.

¿Más allá de lo que perciben tus sentidos, está Yahvéh, tu Padre Celestial, quien sacó todo de donde no había absolutamente nada… Por lo tanto, respóndete esta pregunta:

«¿Hay para Dios alguna cosa difícil?»
Génesis 18:14

¡NO! ¡NO LO HAY!

Además, permítele al Espíritu Santo implantarte en lo más profundo de tu interior la siguiente verdad irrefutable:

«Porque nada hay imposible para Dios«.
Lucas 1:37

 

Y ahora, canta conmigo esta canción:

 

El Diluvio en la Cosmovisión de las Primeras Comunidades Mesiánicas

Por P.A. David Nesher

 

Estos IGNORAN VOLUNTARIAMENTE, que en el tiempo antiguo fueron hechos POR LA PALABRA DE DIOS, los cielos y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el MUNDO DE ENTONCES PERECIÓ ANEGADO EN AGUA”.

(2 Pedro 2: 5-6)

 

En los libros del, teológicamente  denominado, Nuevo Testamento encontramos muchas referencias al Diluvio universal. Esto nos obliga a considerar cuál era la cosmovisión que tenían las primeras comunidades de discípulos de Yeshúa respecto a este evento.

Evidentemente, tanto los apóstoles, como los discípulos que ellos hacían, tenían el mismo mensaje de proclamación a la hora de advertir.

Lo primero que encontramos es que en el mensaje escatológico del Mesías, este evento tenía mucha importancia a la hora de considerar los días postreros. Primeramente diré que al mencionar que sería como en los días de Noé, nuestro amado Señor estaba mostrando que el libro de Génesis es un relato histórico y genuino.

Nuestro Señor Yeshúa habló claramente sobre esta catástrofe cuando se refirió a su regreso a la Tierra. Podemos leer en lo que Él dijo:

 

«La venida del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del Hombre«

(Mateo 24:37-39)

En segundo lugar, es evidente que en el mensaje de nuestro Amado estaba la conciencia de que al igual que en los días de Noé, Dios tiene preparado un día exacto para castigar eternamente a todos los impíos (Apocalipsis 20:11-15).

Por estos énfasis proféticos del mensaje mesiánicos, sus emisarios o apóstoles también mantuvieron estos lineamientos en el kerigma (proclamación) y la doctrina apostólica con la que guiaban a las primeras comunidades por el mundo conocido.

Podemos ver que la referencia al Diluvio que hacen los escritores neotestamentarios servía a sus lectores como advertencia de que el Eterno es el Justo (Tzadik) Juez de todo el mundo y que castigará inexorablemente el pecado y librará de la prueba a todos los piadosos de la Tierra (2 Pedro 2: 5-9).

Los apóstoles y sus discípulos aseguraban al proclamar que en el tiempo de Noé, Yahvéh destruyó al mundo prediluviano con agua, pero en el futuro lo hará con fuego (2 Pedro 3: 4-14). Ellos sabían que esto será el preludio para establecer un nuevo orden, en el que morará la Justicia.

Para la Asamblea de primogénitos de los primeros siglos el carácter repentino e inesperado del Diluvio ilustra la manera en que ocurrirá la Segunda Venida de Cristo, y enseña que el creyente debe estar preparado en todo momento para aquel día (Mateo 24: 36-42).

Interesante es también señalar que el apóstol Pedro vio un paralelo entre el bautismo en agua del neo-nacido en Cristo y la salvación de Noaj y su familia en medio de las aguas (1 Pedro 3:20-22). Los primeros discípulos interpretaban que el agua simboliza el juicio de Dios sobre el pecado como su resultado la muerte. El bautismo significa que el creyentes se une espiritualmente a Yeshúa en su muerte y resurrección. Al igula que Noaj en el arca, el creyente en el Mesías pasa ileso por las aguas de juicio y muerte para habitar en una nueva creación. En el Gólgota todas las fuentes del gran abismo fueron rotas, y las aguas del juicio subierno sobre el Mesías, ofrecido voluntariamente como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Por ello, ninguna gota de condenación alcanza al creyente pues el Eterno, en Su Hijo ha cerrado la puerta de la vieja naturaleza.

El arca era la única vía de escape que el Eterno proveyó para la humanidad contemporánea de Noaj,  y había solamente una puerta para entrar en dicha nave de salvación(6:16). Yeshúa utilizó la analogía de la puerta para enfatizar el hecho de que él es la única entrada en el Reino de Dios. Él dijo: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos» (Juan 10:9). Teniendo esto en mente el apóstol Pedro proclamo: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12). Para las primeras comunidades de discípulos estaba bien claro que todos pueden venir al Eterno, pero sí o sí deben hacerlo a través de la única puerta de salvación: Yeshúa, el Mesías.

Interesante es conocer que en los primeros siglos de las comunidades del Mesías se interpretaba la palabra hebrea de Génesis 6:14 zettet, no como «calafatear» sino como «cubrir». Esto es porque en ninguna parte de los Libros del Antiguo Pacto está traducida «calafatear», sino que más bien en todos lados se traduce «hacer expiación.» Los discípulos de los primeros siglos entendía que el arca fue cubierta tanto adentro como afuera para quedar a prueba de agua. De igual modo los hijos del Eterno hemos sido protegidos de la ira de Dios por la perfecta cobertura que viene de Yeshúa, nuestra arca de Salvación. Nuestro abrigo de la ira de Dios se encuentra solamente debajo de la sangre del Mesías.  Tal y como el apóstol Juan lo dice:

«pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado«

(1 Juan 1:7)

También el apóstol Pablo asegura:

 «Él (Yeshúa) se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras..

(Tito 2:14)

Nosotros, debemos discernir que en nuestras días existe una urgencia celestial para que más seres humanos entren en el arca. Una vez que se cierre la puerta, nadie más puede entrar.

«Los que entraron eran macho y hembra de cada especie, como le había mandado Dios; y YHVH le cerró la puerta«

(Génesis 7:16)

Hoy, al igual que las primera comunidades tenemos que descansar en la certeza de que hemos sido redimidos «sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (I Pedro 1:19). Esa es la única cobertura que nos protege de la ira de Dios. Desde esta convicción debemos convertirnos como Noaj en pregoneros de justicia, tal y como los primeros discípulos procuraban día a día ser.

 

Bitácoras Relacionadas:

¿Cómo consideraron el Relato del Diluvio otros Escritores Bíblicos?

Relatos Antiguos del Diluvio

 

Códigos de una Generación Salvada

En otra bitácora los he capacitado acerca de quién es el escritor del libro Bereshit (Génesis) y cómo construyó la estructura literaria que constituye a la obra en sí (los invito a leer y repasar esto en: ¿Quién escribió el Bereshit (Génesis)?).

Desde esta enseñanza sabemos que Moisés editó y compiló doce genealogías en este libro. Justamente palabra hebrea estructural más importante que encontramos en el libro de Bereshit (Génesis) es toldot (plural de toldá). Significa: “el relato”, “el escrito de”, “descendientes”, “la historia”, “las memorias”, “la crónica”, o también se traduce: “esto es lo que pasó con estos hombres y sus descendientes”. El sustantivo se traduce a menudo como: las generaciones, las historias o descendientes. Un dato curioso para aportar es que la palabra toldot deriva el nombre de la ciudad de Toledo en España en referencia a los desdientes judíos que la poblaron y la desarrollaron.

Continuando con los códigos bíblicos que pretendo descifrar con ustedes notamos que después de la sección en el relato escrito de las «Generaciones de Adán» (cap. 5:1 al cap. 6:8), tenemos el cuarto toldot del libro: el relato escrito de las Generaciones de Noé.

Es muy importante reparar en el hecho profético de que el toldot anterior pasó de la bendición de Set a la maldición de los ángeles caídos y devenidos en demonio. En cambio, este toldot hace un camino inverso ya que irá desde la maldición del diluvio a la bendición de la Salvación del Eterno. Por lo tanto, lo que esta cuarta genealogía nos dice es qué fue de Noé. Y qué fue de Noé cuando Él lo salvó por medio del arca, que es un tipo de salvación por medio de el Mesías Yeshúa (I Pedro 3:20-21).

Será interesante resaltar aquí que el relato completo del diluvio sigue una estructura en oposición simétrica. Hay un paralelismo, en donde la primera letra es lo opuesto de la segunda letra, y así sucesivamente; y donde la letra F es el punto de inflexión o de cambio. Miremos esto en forma detallada:

A Dios decide destruir a la humanidad con un diluvio (6:11-13)

Noé construye un arca (6:14-22)

C Dios ordena a Noé entrar al arca (7:1-9)

D El diluvio comienza (7:10-16)

E La inundación cubre la tierra durante 150 días cubriendo las montañas (7:17-24)

F  _ Dios se acuerda de Noé (8:1a) _

E La inundación termina después de 150 días, y las montañas son visibles (8:1b- 5)

D La tierra se seca (8:6-14)

C Dios ordena a Noé salir del arca (8:15-19)

Noé construye un altar (8:20)

Dios resuelve no tratar más a la humanidad destruyéndola con un diluvio (8:21-22)

 

 

Otra particularidad de este toldot tiene que ver con el valor profético del número siete. Este aparece bajo distintos lineamientos ofreciendo un mensaje lleno de espiritualidad a los que estudian esta porción. Importante será para nosotros entender que en las Sagradas Escrituras los números tienen tres significados distintos: cantidad, simbolismo y mensaje (o sentido gemátrico). Por lo tanto, es muy importante, tomar un tiempo especial bajo oración, y profundizar en los detalles de dichos símbolos y el mensaje que nuestro Abba quiere darnos.

El número siete es también muy importante en este toldot. Primeramente, diré que el número 7 (siete) siempre comunica la idea de perfección y plenitud en dones. Permítanme explicar esto. En hebreos, la palabra «siete» es «chevah» que viene de la raíz «Sabah«, que quiere decir lleno o satisfecho, tener suficiente. Por lo tanto, el significado de la palabra «siete» es denominado por esta raíz, y señala a aquello que está pleno y completo, bueno y perfecto. El siete, por lo tanto, sella con PERFECCIÓN y cabalidad aquello en relación a lo cual es usado.

Ahora veamos al texto del Bereshit y descubramos la mención de este número:

Siete días son mencionados (7:4 y 10 , 8:10 y 12).

  • Hay siete pares de animales puros y aves (7:2-3).
  • Dios habló a Noé siete veces (6:13; 7:1; 8:15; 9:1, 8, 2, 17).
  • La raíz hebrea asá: hacer o fabricar, se usa siete veces en 6:13-22, en relación con la construcción del arca.
  • La raíz de la palabra venir se usa siete veces desde 7:1-16.
  • La raíz de destruirborrar o eliminar se usa siete veces en el relato del Diluvio.
  • La palabra pacto se usa siete veces desde 9:8-17.
  • Y, por último, el nombre de Noé aparece treinta y cinco veces (5X7) en el relato completo del Diluvio.

En este toldot (relato) el Espíritu del Señor revela que Yahvéh, nuestro Dios, está siempre activo en Su Gracia buscando conducir todo acontecimiento de la Historia Humana a los ámbitos de Su Salvación a fin de que la obra mesiánica de Yeshúa se manifieste salvando a los hombres que responde a Su llamado.

 

 

Beney HaElohim… ¿Hombres o Ángeles?

Por P.A. David Nesher

Y fue cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijos; y vieron los hijos de los señores que las hijas del hombre eran hermosas, y tomaron para sí mujeres entre todas las que habían escogido. Y dijo el Eterno: no luchará para siempre conmigo mi espíritu por causa del hombre, porque él es también carne; y serán sus días (de vida) ciento veinte años. Los gigantes estaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando conocieron los hijos de los señores a las hijas del hombre y les parieron hijos; éstos fueron los valientes que siempre hubo, varones de fama. Y vio el Eterno que era grande la maldad del hombre en la tierra, y que todo el impulso de los pensamientos de su corazón era exclusivamente malo todos los días. Y se arrepintió el Eterno de haber hecho al hombre en la tierra, y se afligió en su corazón. Y dijo el Eterno: borraré al hombre que cree, de sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta el cuadrúpedo, hasta el reptil y hasta el ave de los cielos; porque estoy arrepentido de haberlos hecho. Más Noé halló gracia ante los ojos del Eterno”.(Bereshit / Génesis 6: 1-8)

Antes que nada, conviene que les exprese una realidad. Todos los hechos pre-diluvianos suelen ser oscuros e imposibles de abordar desde la documentación científica, pues el Mabul (Diluvio) fue una gran debacle que borró o alteró perpetuamente los rastros de épocas anteriores. Por lo cual, el único documento fiable y veraz con el que contamos es el relato que el Eterno hizo de los acontecimientos en el sexto capítulo del libro Bereshit (Génesis). Relato que se encuentra exclusivamente en la Torah (Instrucción), y que debe ser interpretado a la luz de las explicaciones que oralmente el Creador trasmitiera a Moshé (Moisés), y éste a los sacerdotes de la nación de Israel para ser transmitida a las generaciones de escogidos que formarían Israel por todos los siglos.

Recordemos que el relato de los documentos usados por Moshé en los diez primeros capítulos de este libro no persigue el objetivo de otorgar información científica (para eso está el trabajo humano), sino que buscan crear una concientización de características celestiales en las mentes de los Beney Israel (hijos de Israel) que estaban siendo entrenados por Moshé en el desierto a fin de convertirse en una nación de sacerdotes (Shemot 19:6).

Muchos comentaristas sostienen que estos ‘hijos de Dios’ (hebreo: Beney HaElohim) eran descendientes varones de Seth, el hijo de Adam que sustituyó a Abel en el sacerdocio de justicia (Malki-tzedek). Estos estudiosos de los códigos escriturales se basan en la premisa de que el fiel Noaj (Noé) procedía de la línea de Set, mientras que los demás linajes que descendieron de Adán —el de Caín y los de sus otros hijos (Gé 5:3, 4.)— perecieron en el Diluvio. Por ello alegan que el que los “hijos del Dios” tomaran por esposas a “las hijas de los hombres” (que bien interpretan como descendientes de Caín). Por ello, aseguran en sus comentarios bíblicos que hubo uniones matrimoniales entre los sethitas y las descendientes del malvado Caín.

Sin embargo,  no hay nada que muestre que en aquel tiempo Dios hiciera tal distinción entre los linajes humanos. El resto de las Escrituras no confirma esta conclusión, a saber, que las dos líneas hicieran enlaces maritales de los que nacieron los “poderosos” (hb. guibborim) de que habla el Génesis  6 versículo 4. Si bien es cierto que la fórmula “hijos de los hombres» [o “de la humanidad”] que los defensores de la postura antes indicada contrastan con el apelativo ‘hijos de Dios’, se suele emplear de manera peyorativa, no siempre es así. (Compárese con Sal. 4:2; 57:4; Pr 8:22, 30, 31; Jer 32:18, 19; Da 10:16.)

Los partidarios de la interpretación citada con anterioridad cuestionan que los “hijos del Dios verdadero” (de Génesis 6:2-4) sean criaturas angélicas, pues objetan que el contexto se refiere exclusivamente a la maldad humana. Sin embargo, no es una objeción válida, pues la interferencia malévola de espíritus en los asuntos del hombre podría contribuir o potenciar el aumento de la iniquidad humana. Aunque estos seres no se materializaron cuando Yeshúa HaMashiaj estuvo en la Tierra, fueron responsables de conducta humana sumamente degradada.

Estudiando sin prejuicio este pasaje, resulta lógico que Bereshit (Génesis) mencione la interferencia de algunos hijos angélicos de Dios en los asuntos humanos, ya que da cuenta a buen grado de la gravedad de la situación existente en la Tierra antes del Diluvio.

Al hablar de la expresión hebrea Elohim podemos notar que en Shemot o Éxodo (4: 16; 7:1), el nombre Elohim [plural de Eloha] en términos generales significa señorío, autoridad, y/o poder. Dependiendo del contexto, puede referirse a Dios mismo o a una autoridad terrenal. Cuando se refiere a Dios, indica un atributo (por oposición a  que es Su Nombre propio): el hecho de que Él es el «Señor» o máximo poder y autoridad en el mundo; por eso también esta íntimamente ligado al concepto de juicio.

Como vemos Elohim es una palabra que denota poder, autoridad y por eso también esta palabra se aplica al Eterno, pero no quiere decir que su significado sea solamente “Dios”. Al Eterno también se le llama el Gran Elohim, porque por su puesto Él tiene gran poder, tiene gran autoridad, es majestuoso.

La palabra por extensión, también es aplicada a los dioses de los idolatras.

Por lo tanto, el término hebreo Elohim puede referirse más bien a los que están en eminencia sobre muchas personas y ello puede ser para bien o para mal.

Entonces aquellos Beney HaElohim (“hijos de Dios”) no eran seres humanos, sino hijos angélicos de Yahvéh (compárese con Job 1:6; 2:1). Asimismo, no cabe duda de que los “hijos de Dios” que ‘gritaron en aplauso’ cuando Él ‘colocó la piedra angular’ de la Tierra (Job 38:4-7) eran hijos angélicos y no descendientes de Adán, que evidentemente por este relato del libro de Job, estaba recién siendo creado, por lo que los seres angelicales estallaron en ovación. Del mismo modo, es evidente que los “hijos de Dios” mencionados en el Salmo 89:6 también son criaturas celestiales, no humanos.

El escritor bíblico Judas (hermano de sangre de Yeshúa), dice acerca de algunos ángeles: “y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada” (Judas 6). En otras palabras: dejaron su lugar de asignación jerárquica celestial prefiriendo vivir con mujeres hermosas en la Tierra.

Lo que nos resulta aún más interesante para nuestra consideración es que Judas añade que aquellos ángeles rebeldes fueron como los habitantes de Sodoma y Gomorra, que ‘que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, contra naturaleza,… (Judas 7).

De igual modo, el apóstol Pedro lo corrobora, pues hace referencia a “los espíritus en prisión, que en un tiempo habían sido desobedientes cuando la paciencia de Dios estaba esperando en los días de Noé” (1Pe 3:19, 20), así como a los “ángeles que pecaron”, a los que menciona en conexión con el “mundo antiguo” del tiempo de Noaj. (2Pe 2:4, 5).

Las mismas líneas de las Sagradas Escrituras nos revelan que en ciertas ocasiones hubo ángeles que materializaron cuerpos humanos y que hasta comieron y bebieron con hombres. (Génesis 18:1-22; 19:1-3.)

La declaración de nuestro Mesías de que los resucitados no se casan ni se dan en matrimonio, sino que son como los “ángeles en el cielo”, muestra que entre tales criaturas celestiales no existe el matrimonio, pues no son seres sexuados. (Mt 22:30.)

Ahora bien, de esto no se infiere que no pudieran materializar cuerpos humanos y formar vínculos matrimoniales con mujeres, como los teóricos pro-setitas aducen. Cabe notar que la referencia de Judas a los ángeles que no guardaron su posición original y abandonaron su “propia morada” (entiéndase como lugar habitacional de propósito del ámbito de los espíritus) precede de manera inmediata a las palabras: “Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas —después que ellas de la misma manera que ellos habían fornicado, y habían seguido la carne extraña, (otra versión: “yendo en pos de carne para uso contranatural”) fueron puestas por ejemplo”. (Judas 6: 7).

La versión griega Septuaginta (o Versión de Los Setenta) usa el mismo término en Deuteronomio 32:8, y se refiere a los ángeles. Otra variación de esto es Beney HaElohim, que significa que los hijos de los poderosos (Salmo 29:1, 89:6, 82:6). Otra forma que está en arameo, bar Elohim, que significa un hijo de los dioses. Por lo tanto, en todas partes en que se utiliza, es una referencia a los ángeles.

Por lo tanto, las pruebas escriturales señalan de manera contundente a que en los días de Noaj algunos ángeles se descarriaron y cometieron actos contrarios a su naturaleza de espíritus. Por consiguiente, no parece que haya razones válidas para cuestionar que los ‘hijos de Dios’ de Génesis 6:2-4 fuesen ángeles.

Por lo tanto, y considerando también la opinión estudiosos de los dos primeros siglo de nuestra Era Común, como Filón, Flavio Josefo, Tertuliano, Justino, Clemente de Alejandría, (entre otros), aceptaremos que la expresión hebrea Beney HaElohim se refiere a los ángeles que son enviados en misión por el Omnipresente. En este contexto, esta expresión señala a los nobles y los dignatarios jueces de las dimensiones celestes que determinaron abandonar su puestos asignados en la organización celestial conocida como elohim, prefiriendo los ámbitos terrenales como lugar de habitación para poder tener conexiones carnales con las mujeres pecaminosas que los invocaban con sus ritos de maquillaje mágico.

Desde esta rebelión contra el diseño divino, estos seres se pervirtieron, y aprovechándose de la fuerza e inteligencia sobrehumanas de su naturaleza, estos ángeles caídos ejercieron una influencia nefasta sobre la humanidad. De hecho, es muy probable que controlaran y dominaran a toda la sociedad humana. No trabajaban en secreto, como lo haría un criminal que oculta su identidad para llevar a cabo sus fechorías en la sombra. Al contrario, actuaban abiertamente, en descarada rebelión contra Dios y sus mandatos.

Las Sagradas Escrituras no da todos los pormenores sobre lo que hicieron aquellos ángeles desobedientes. Pero eso será tema para otra bitácora. Por ahora, considero que tu mente, querido lector, ya acumuló lo suficiente para meditar.

¡Shalom!

Con amor y amistad en servicio: P.A. David Nesher


Bitácoras Relacionadas:

Las Garras de la Religión (Génesis 3)

Por P.A. David Nesher

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.

(Génesis 3:4-6) 

Hemos dicho que los ojos son el símbolo del conocimiento sensorial, es decir el conocimiento que se adquiere a través de la experiencia de los sentidos intentando descubrir y dominar todo el cosmos que está fuera del hombre.

Ahora, tenemos que señalar que desde allí (los ojos) comenzó la religión matriz («Simiente de la Serpiente«) que inspira los paradigmas anti-Dios de todas las demás formas religiosas. Su nombre es el Materialismo Práctico. Su sustancia reptiliana: el racionalismo que surge de las experiencias sensoriales y de acuerdo a ellas elabora opiniones relativas. La acción destructora del racionalismo se logra con el ejercicio autónomo del libre albedrío. De esta manera el materialismo se sostiene energizando a la serpiente antigua y su sistema de cosas.

En pocas palabras, el materialismo es la madre de toda “iniquidad”, que es la atadura con la que HaSatán logra mantener esclavizados a los seres humanos de las distintas generaciones.

¿Cómo consigue el materialismo que la iniquidad ate a las personas?

Por medio de sus tres garras:

  • 1º_ El Individualismo
  • 2º_ El Hedonismo, y
  • 3º_ El Utilitarismo

Estas tres garras la religión conducen al hombre a ser un consumista y este es el sentido del pecado.

En el capítulo tres del libro de Bereshit (Génesis) vemos al materialismo aparecer como la doctrina creada por “los ojos” de la humanidad caída.  Sus dogmas sostienen que está bueno «aquello» lo de «más allá» la persona humana. La dinámica de muerte de esta doctrina funciona así: todo lo que está fuera de mí es mejor que lo que yo mismo soy. Entonces se desarrolla en mi interior paradigmas anti-Dios que hace al objeto que miro agradable porque considero que me sirve para alcanzar sabiduría, es decir plenitud adquirida con la acumulación de mis experiencias.

La mujer vio que el árbol era bueno; lo que está afuera es mejor que lo que hay dentro del ser humano. Eso es materialismo. Entonces la mujer percibió que  su fruto era agradable, la podía llevar a experimentar placeres nunca antes vividos. Se produce así  el hedonismo, que es la búsqueda del placer por el placer mismo. El placer como fin máximo y absoluto de la existencia. El espíritu de la religión empieza así a expandirse en sus consecuencias. El fruto me permitirá sí o sí ser exageradamente feliz (bienaventurado). Entonces la cosa se convierte en útil y valiosa. Por lo tanto, yo comienzo a perseguir la utilidad de las cosas, e incluso las personas, para alcanzar esa plenitud que en mi interior no encuentro. Así surge entonces la tercera garra de la religión es  utilitarismo; entonces la utilidad se vuelve principio de mi moral.

Observando esta secuencia en el relato del hombre caído (Génesis cap. 3) notamos que aparece el individualismo.  El varón ya no la llama Ishá (Varona) a su compañera, tal y como lo hizo cuando la discernió con su espíritu (Gn. 2:23) Ahora, bajo la hipnosis reptiliana, la separa como alguien diferente a  él. Ella, ahora  es la que le provoca problemas y es digna de ser tenida en menos. La sexualidad se denigra a la mera y simple genitalidad sensorial. El materialismo ha provocado la primera guerra mundial: la de los sexos.

Con toda esta estructura mental anti-diseño divino, la misión del hombre convertirá en consumismo.

Por causa de esta desobediencia y esta auto-degradación, el Eterno Dios le advierte al hombre las características que tendrá el nuevo estilo de vida asumido:

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo”.

(Génesis 3:17-18)

La tierra no les va dar nada sino “cardos y espinos”. Para que el hombre pueda extraer de la tierra su alimento necesitaría luchar contra la tendencia natural de la tierra de producir espinos y cardos. Los espinos y cardos que produce la tierra son el símbolo de una tierra maldita por el pecado del hombre que escogió consumir desde dogmatismos carnales, en vez de producir desde su sacerdocio santo.

Por causa del materialismo, todo el interior del hombre se volverá un deseo obsesivo e insaciable por todo lo que está fuera de él.

idolatria-materialismo

La Creación de las Huestes Celestiales (Ángeles)

Por P.A. David Nesher

[VayeJulu hashamayim veJa’arets veJol-tseva’am.]

«Y acabaron (de ser creados) los cielos y la tierra, y todas sus huestes«.

(Bereshit / Génesis 2:1)

Debo decir al comenzar esta bitácora que disfruto mucho proclamar en mi alabanza cotidiana que solamente el Eterno ha existido desde siempre y para siempre; ¡que sólo Él es sin principio ni fin! Siempre sumo a mi corazón y declaro con mis labios lo que dice el salmista:

“Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.»
(Salmos 90:2)

Pero a la vez debo confesar mi consciencia certera de la existencia de seres incorpóreos y superpoderosos creados por Yahvéh, nuestro Dios, para hacer conocer Su voluntad perfecta y cumplir Sus órdenes. Y es que no puedo callar que mi vivencia de fe en el Mesías, iluminada por las Sagradas Escrituras, me ha permitido  experimentar, a lo largo de mi peregrinar, la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por el Eterno.

Ha sido así como he comprendido que hay una relación muy estrecha entre los seres humanos y los ángeles.  Siempre me inspiró y llenó de confianza lo que el autor de la epístola a los Hebreos escribe al decir que los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1.14). He disfrutado de seguridad al dejar a mis cuatro hijos bajo la revelación que mi amado Maestro y Dueño otorga  al referirse a los niños, dice:

Sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos
(Mateo 18.10)

Por esto, afirmo que la existencia de los ángeles, una verdad de nuestra emunah (certeza) en Yahvéh.

Hoy, desde las teologías judeo-cristiana, a estos seres se los  identifica de otra manera, señalándolos con el nombre genérico de su misión: «mensajeros» (en hebreo: «malakim» o en griego «ángeles«), ya que son los portadores de ordenes del Eterno. El teólogo y filósofo Agustín de Hipona dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel«. Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18: 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103: 20).

Según las Escrituras Sagradas (La Biblia), los ángeles son espíritus, tal como Dios es un Espíritu (Salmo 104:4; Juan 4:24). Ellos forman una gran familia compuesta de millones de miembros, todos los cuales son “poderosos en potencia” _ hebreo gibbor koakj_ [Salmo 103:20; Revelación (Apocalipsis) 5:11].  En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf. Dn 10, 9-12).

Entendemos que por medio del Mesías, el Eterno creó millones y millones de ángeles en el cielo:

“… porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles: tronos, dominios, principados, potestades; todo fue creado por Él y para Él,…»

(Colosenses 1:16)

Acerca de estos, el Tanak (A. T.) señala que:

….millares de millares lo servían, y millones de millones estaban de pie ante su presencia…»
(Daniel 7:10).

Ahora me interesa que ustedes sepan que estas numerosas criaturas espirituales están tan bien organizadas en jerarquías de misión guerrera. Por eso es que se las llama “los ejércitos”  (tseba-am) de Yahvéh» (Sal. 103:21).

¿Cuál es el origen de los ángeles? ¿Relata el Libro del Bereshit su creación?

A simple vista, en una lectura superficial y rápida, resulta curiosamente raro que en el Libro de Bereshit (en griego Génesis) que nos habla de toda la creación se nos omita directamente este gran detalle para referirnos claramente cuándo fue que YHVH creó a los ángeles. Sin embargo, esto no es así. Sin profundizamos en Bereshit (Génesis) capítulo 2 verso 1 vemos que expresa «los cielos y la tierra fueron acabados y todas sus HUESTES».  Esta última palabra (HUESTES) ¿Se está refiriendo a los ángeles celestiales?

Para poder descubrir la respuesta correcta los invito a que leamos por un momento lo que nos relata el Primer Libro de Reyes:

» …Yo vi al Altísimo sentado en su trono y todo el ejército de los cielos (tseba-am) estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda…»
(1 de Reyes 22:19)

Este relato de Micaías, el profeta, nos muestra la situación en los cielos, en donde uno de sus ángeles se convierte en «espíritu de mentira» para hablar por la boca de todos los falsos profetas del malvado Rey Acab, esposo de la malvada Jezabel. ¡Interesante, ¿no? que la mentira venga directamente desde el trono del Eterno! Pero, sigamos con nuestro tema central.

Al leer a Nehemías también encontramos una referencia similar, cuando nos advierte:

«¡Tú solo eres YHVH! Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todas sus huestes (tseba-am)…»

(Nehemías 9: 6)

El Rey David en uno de los Salmos también nos refiere de la creación de estos seres:

«Por la palabra de YHVH fueron hechos los cielos; todo el ejercito (tseba-am) de ellos fué hecho por el soplo de su boca«

(Salmo 33:6)

El profeta Yeshayahu (Isaíaas) también toma parte en esta discusión aportándonos su relato:

«Levantad en alto vuestros ojos y mirad quién ha creado estas cosas. El saca y cuenta al ejército (tseba-am) de ellas; a todas llama por su nombre…»

(Isa. 40:26).

Asimismo, este profeta nos da una breve semblanza de lo que hizo el Creador:

«…Son mis propias manos las que han desplegado los cielos, y soy yo quien ha dado órdenes a todo su ejército (tseba-am)«.

(Isa.45:12)

Con esta breves referencia ya entendemos que Yahvéh, nuestro Dios, fue quien creó a las «Huestes» o «Ejércitos» (tseba-am) celestiales.

Después de estar seguros de que fueron creados en esos primeros días de la Creación nos toca ahora conocer cuándo fueron creados exactamente.

El tiempo exacto de su creación no está específicamente definido, pero por la evidencia bíblica entendemos que lo más probable es que hayan sido creados en el momento en que también fueron hechos los cielos, como se narra en Génesis 1:1. Esto significaría que posiblemente el Eterno haya creado los ángeles inmediatamente después de haber creado los cielos y antes de crear la tierra.  Para demostrar esto, necesito remitirme al libro de Job en donde no cabe duda de que los “hijos de Dios” que ‘gritaron en aplauso’ cuando Él ‘colocó la piedra angular’ de la Tierra (Job 38: 4-7) eran seres angélicos y no descendientes de Adán (ya que este aún no había sido creado). Del mismo modo, es evidente que los “hijos de Dios” o «hijos de los potentados» mencionados en el Salmo 89:6 también son criaturas celestiales, no humanos.

Es interesante mencionar que uno de los Rollos encontrados en la Cueva No. 11 de Qumram nos dice al respecto: «Dividiendo la luz de las tinieblas El estableció el amanecer en Su decisión mental. Cuando todos los ángeles vieron esto ellos se regocijaron en gran manera porque Él les mostró lo que ellos no previamente no habían conocido. El coronó las colinas con cosechas, abundante alimento para todos los vivientes» [(11QPsª) Rollo: «Himno al Creador»].

El testimonio de la obra seudoepigráfica llamada «Libro de los Jubileos» dice:

 «Porque en el primer día El creó los cielos que están arriba y la tierra y las aguas y todos los espíritus los cuales sirven delante de El -los ángeles de la Presencia, los ángeles de Santidad, y los ángeles de los espíritus de fuego y los ángeles de los espíritus de los vientos, y los ángeles de los espíritus de las nubes, y de las tinieblas, y de la nieve y del granizo y del hielo, y los ángeles de los sonidos, los truenos y los rayos, y los ángeles de los espíritus del frío y del calor y del invierno y de la primavera y del otoño y del verano y de todos los espíritus de Sus criaturas las cuales están en los cielos y en la tierra«

(Jubileos 2:2)

Ante toda evidencia escritural ofrecida se evidencia que todos los ángeles fueron creados de una vez. Ningún ángel ha sido añadido desde entonces. Los ángeles no están sujetos a la muerte o a ninguna forma de extinción, por lo tanto, su número no decrece.

Es importante al terminar remarcar que estas criaturas celestiales se sintieron felices cuando se fundó la Tierra y realizaron con alegría sus tareas mientras Yahvéh preparaba esta extraordinaria joya del universo para que fuera el hogar de la humanidad, la máxima creación a la que los ángeles deberían servir (Job 38:4, 7). Sabemos que el Eterno creó al ser humano para reflejar sus sublimes cualidades (Heb. 2:7; Gén. 1:26). Si Adán y Eva hubieran usado bien el don del libre albedrío, podrían haber vivido junto con sus descendientes en un paraíso como parte de la familia universal de criaturas inteligentes de Yahvéh. Ellos podrían haber permitido que la presencia de las huestes celestiales se manifestaran visiblemente en todas las esferas del cosmos material que nos rodea.

De todos modos y más allá de la naturaleza pecadora del ser humano. Los ejércitos celestiales siempre han estado en actividad al servicio de la Salvación (en hebreo Yeshúa) del Eterno.

Desde la creación y a lo largo de toda la Historia de la Salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (Gn. 3: 24), protegen a Lot (Gn. 19), salvan a Agar y a su hijo (Gn. 21: 17), detienen la mano de Abraham (Gn. 22: 11), la Torah (Instrucción) es comunicada por su ministerio (Hch. 7:53), conducen el pueblo de Dios (Ex. 23: 20-23), anuncian nacimientos (Jueces 13) y vocaciones (Jc. 6: 11-24; Is 6: 6), asisten a los profetas (1 R 19: 5), por no citar más que algunos ejemplos.

Finalmente, y transitando los días de la Nueva Alianza, vemos al ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Yeshúa (Lc 1: 11.26).  Por ello, y  desde la Encarnación a la Ascensión del Mesías, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: ‘adórenlo todos los ángeles de Dios‘ (Hb. 1: 6). Desde entonces su cántico de alabanza en el nacimiento del Mesías no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios…» (Lc. 2: 14). Protegen la infancia de Yeshúa (Mt. 1: 20; 2: 13.19), sirven a Yeshúa en el desierto (Mc. 1: 12; Mt. 4: 11), lo reconfortan en la agonía (Lc. 22: 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (Mt. 26: 53). Son también los ángeles quienes «evangelizan» (Lc. 2: 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (Lc. 2: 8-14), y de la Resurrección (Mc. 16: 5-7) de nuestro Maestro y Dueño. Con ocasión de la segunda venida de Yeshúa HaMashiaj, anunciada por los ángeles (Hb. 1: 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (Mt. 13: 41; 25: 31 ; Lc. 12: 8-9).

Por todo esto, hoy creo y aseguro que los poderosos ángeles siguen más activos que nunca en su misión y propósito. Estoy más que convencido que estos ejércitos (tseba-am) celestiales protegen al pueblo de Dios, sobre todo de las cosas que ponen en peligro su espiritualidad. La Escritura dice: “El ángel de YHVH está acampando todo en derredor de los que le temen, y los libra” (Salmo 34:7).

Por último, sé que dentro de muy poco, el malvado sistema de Satanás será destruido y nosotros seremos liberados y manifestados como hijos del Eterno. Sé que los ángeles desempeñarán un papel muy importante en estos trascendentales sucesos, que harán posible la vindicación de la soberanía de nuestro Abba y la realización de su propósito para la Tierra y la humanidad a través de Su Mesías. Los ángeles realmente son espíritus enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación.

¡Alabemos al Eterno porque usa a sus ejércitos (los ángeles) para ayudarnos a cumplir su voluntad que es buena, agradable y perfecta!

Por último, confirmemos la Palabra de Verdad con la que comencé esta bitácora:

«Así fueron terminados los Cielos y la Tierra y todos sus ocupantes«

(Bereshit / Génesis 2:1)

Bitácoras Relacionadas:

Beney HaElohim… ¿Hombres o Ángeles?


Nota:

Seguramente varios de ustedes vienen considerando hacer contribuciones a este ministerio de enseñanza que el Eterno me ha encomendado. Para aquellas personas que deseen hacer donaciones para la expansión de nuestra pag web y para la ejecución de nuevos proyectos de ayuda social, aquí les dejo el link que les permitirá hacerlo.

¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

¿Quién escribió el Rollo de Bereshit (Génesis)?

Por P.A. David Nesher

Es bien aceptado en la fe del pueblo hebreo el hecho de que la Torah, entre ella el libro de Bereshit (en griego Génesis) fue escrito por Moshé (Moisés), quien recibió dicha revelación directamente del Eterno, en una manifestación pública, teniendo a todo el pueblo por testigo.

“Entonces ordenó a Josué ben Nun, y dijo:
¡Esfuérzate y sé valiente, porque tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y Yo estaré contigo!
Y sucedió que al terminar Moisés de escribir las palabras de esta Torah sobre el Rollo, hasta finalizarlas, Moisés mandó a los levitas que llevaban el Arca del Pacto de YHVH, diciendo:
“Tomad este Rollo de la Torah y ponedlo al lado del Arca del Pacto de YHVH vuestro Dios, para que quede allí como testigo contra ti .
Porque yo conozco tus rebeliones y tu dura cerviz. He aquí, estando yo aún vivo con vosotros, habéis sido rebeldes a YHVH, ¿cuánto más después de mi muerte?”

(Deuteronomio 31:23-27)

Además del testimonio vivo y verdadero que las mismas Escrituras nos acaban de dar, sabemos que es seguro que Moshé pudo haber escrito el denominado Jumash (en gr. Pentateuco) porque fue educado en el palacio del Faraón de Egipto, y «… enseñado en toda la sabiduría de los egipcios…» (Hechos 7:22) la cual incluía la profesión literaria.

Por este privilegio de crianza Moshé era probablemente uno de los hombres que más sabía de la historia del mundo hasta entonces, que ningún hombre de nuestra época maneja, ya que tuvo acceso a las bibliotecas más grandes y los anales más completos de aquel entonces.

Entendemos también que aquella expresión bíblica nos revela que él fue entrenado en las artes del liderazgo organizador que caracterizaba a los egipcios. Debido a esto él era consciente que su llamado celestial lo estaba convirtiendo en el dirigente de un movimiento espiritual que él sabía encerraba una importancia trascendental para todas las generaciones. Por lo tanto, surge una cuestión: ¿es posible que haya sido tan necio como para confiar los anales y los principios de su movimiento a la tradición oral y los mitos religiosos?

De que Moisés hacía uso del arte de escribir nos lo constatan los siguientes pasajes bíblicos: Éxodo 17:14; 24:4; 34:27; Números 17:2; 33:2; Deuteronomio 6:9; 24:1-3; 27:3-4; 31:19-24.

Es bien aceptado, y está bien testimoniado por las líneas de la Torah que Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, son obras de su pura pluma, con algunas porciones escritas bajo su dirección personal. Él fue el autor humano y el origen de estos libros. Él fue testigo de casi todo en el Éxodo, y todo en Levítico, Números y Deuteronomio. Sin embargo, en lo que se refiere a Bereshit o Génesis, él fue un compilador y editor, porque no fue un testigo presencial de los acontecimientos de Génesis, ya que no había nacido todavía.

En cuanto a Bereshit o Génesis (en griego), se sabe que usó relatos provenientes de la tradición oral de aquel tiempo, algo de la información escrita en “El Libro de Yashar” o “Libro del Justo” (Jos. 10: 12-13; 2 Sm. 1: 19-27 y 1 Re. 8: 12-13); y especialmente la influencia de once documentos antiguos existentes en sus días.

El asunto es sencillo de explicar. El libro de Bereshit (Génesis) termina su relato aproximadamente unos 200 años antes de la época de Moisés, y solamente pudo haber obtenido los informes que contiene por revelación directa del Eterno o de anales históricos recibidos de sus antepasados. Por supuesto, en la fe de Israel no se descarta la perfecta conjunción de los dos orígenes. Es que no hay duda alguna que para elaborar este material fue necesario una instrucción directa por parte del Eterno para con Moshé de que se escribiera y que formara parte de la Torah que se entregó en el Monte Sinaí.

Ampliando lo que vengo explicando, le diré que después del denominado «Himno de la Creación«, con el que configura el capítulo primero del Bereshit, Moshé colocará diez libros más, conocidos como «Libros de Generaciones» (hebreo Toledot) con los que logrará trazar los lineamientos del Libro de Génesis o Bereshit. Los eruditos aseguran que estos documentos fueron incorporados íntegros por la pluma de Moisés con la adiciones y explicaciones que el mismo Dios le haya movido a hacer; o también, tal como otros entendidos aseguran, puede que él haya compuesto el relato bajo la misma dirección de las materias históricas que haya tenido a su disposición.

Estos once documentos son los siguientes:

  1. «Himno de la Creación» o «Hexamerón» (cap.1: 1 al cap. 2: 3)
  2. «Generación del Cielo y de la Tierra» (cap. 2: 4  al cap. 4: 26)
  3. «El Libro de las Generaciones de Adán» (cap. 5: 1 al cap. 6:8)
  4. «Las Generaciones de Noé» (cap. 6: 9 al cap. 9: 28)
  5. «Las Generaciones de los Hijos de Noé» (cap. 10: 1 al cap. 11:9)
  6. «Las Generaciones de Sem» (cap. 11: 10-26)
  7. «Las Generaciones de Taré» (cap. 11:27 al cap. 25:11)
  8. «Las Generaciones de Ismael» (cap. 25: 12-18)
  9. «Las Generaciones de Isaac» (cap. 25: 19 al cap. 35:29)
  10. «Las Generaciones de Esaú» (36: 1-43)
  11. «Las Generaciones de Jacob» (cap. 37: 2 al cap. 50: 26)

Estos once documentos primitivos, originalmente eran anales genealógicos de la familia escogida por el Eterno y de otras relacionadas con ella, que forma el libro de Génesis, abarcan los primeros 2000 años de la historia humana, desde la caída del hombre hasta la estadía de la familia de Jacob en Egipto, como germen del Pueblo escogido: Israel.

Este trabajo de recopilación y edición que Moshé, inspirado por el Eterno, realiza tiene la primera intención de demostrar que el pueblo de Israel desciende en línea directa de Adán, el primer hombre creado por Dios. Moshé persigue concientizar a los israelitas liberados de la opresión egipcia que son vástagos y rama principal de esta línea genealógica escogida para manifestar la Luz mesiánica a las naciones.

Por ello, elaborará el relato uniendo la toledot (generaciones) en los puntos centrales representados por Adán, Noé, Sem, Heber, Abraham e Isaac, demostrando así la legitimidad divina del propósito y la misión de Israel para las naciones.

Entonces debemos decir que si bien Moisés hizo uso de la vía oral, así como, las tradiciones escritas, fue en verdad la inspiración del Eterno quien lo guió a editar y compilar estos once documentos genealógicos que fueron sometidos a los lineamientos del Espíritu del Mesías que se ha movido sobre las aguas desde los comienzos a fin de conducir a los hombres a el objetivo final de Su Intención: llegar a la estatura y plenitud de su semejanza (Génesis 1: 26-27; Efesios 4:12-13).

Con amistad y servicio David Nesher (P.A.)


Bitácora Relacionada:

¡Que acontezca la Luz!… ¡Y la Luz aconteció!

P.A. David Nesher

 

«Vayomer Elohim yehi-or vayehi-or«.

«Y dijo Elohim: Hágase la Luz y fue la Luz«

(Bereshit 1:2)

Desperté con la Luz aconteciendo en mi interior. Sus ideas fluían empujándome a escribir. Decidí que cada una de ellas, como chispas de esa Luz Infinita se convirtieran en las líneas de esta bitácora.

Quiero hoy compartirles evidencias. Testimonios de distintos documentos que son Fuentes de Información de mucha credibilidad dentro de los Círculos de Estudios de la Torah. Ellas prevalecieron en el tiempo en forma de papiros o rollos de cuero que un día, de manera «accidental», permitió que fueran encontrados en el Mar Muerto y que nos dan luces históricas sobre la vida de nuestros antepasados en la zona de Oriente Medio. Las Fuentes testimoniales a tener en cuenta en este espacio de reflexión son:

  • El Talmud
  • Filón de Alejandría
  • Flavio Josefo
  • El Targum
  • Aristóbulo
  • Sabiduría
  • Rollos de Enoch
  • La Septuaginta (Versión de los Setenta)
  • Efraim

Hoy, seguramente al igual que yo, ustedes han despertado prestando mucha atención en esto: El Eterno dijo en el yom rishon )primer día): «…¡hágase la luz!…» En base a esta declaración, alguien me preguntó ayer: ¿cómo es posible que la luz que conocemos como la luz que genera nuestro astro mayor el sol o la que se reflecta mediante la Luna, no sea la misma luz? ¿Acaso es que existe la oscura posibilidad de que haya sido otra clase de LUZ?

Recordemos bien que el Sol, la Luna y las estrellas, «fueron creados» (en realidad fueron percibidos y discernidos desde el planeta, como fuentes de luz) solo en el Día Cuarto –yom revi’l. Entonces ¿Cómo desenredamos esta madeja de hilos lumínicos celestiales?

Por siglos, Israel, el Pueblo de Yahvéh, supo los que los sacerdotes y los distintos escritores antiguos de sabiduría yahvista han dicho: la Luz del Primer Día fue una luz especial que Dios permitió para restaurar con visión el mundo que Él ya había creado con perfección en todos los detalles, y que había sido llevado al caos por el primer movimiento de rebelión cósmica.

Veamos qué dice el 4º Libro de Ezra (Esdras):

«Entonces Tú ordenaste que un rayo de Luz brotara desde tus tesoros para que tus trabajos pudieran entonces reaparecer».
(Esdras 6:40)

Así, pues, de acuerdo a estas líneas del sacerdote re-constructor, fue una luz como ninguna otra que iluminaba toda la creación de una sola vez.

Qué nos dice Aristóbulo de Paneas, un sabio y escritor judío que vivió en Egipto hacia el siglo II antes de la Era Común:

«…el primer dia en el cual la luz nació por la cual todas las cosas pueden ser vistas juntas».

-Aristóbulo, Fragmento 3 (citado en Eusebio Preparatio Evangeliza 13.12.9)

El más más renombrado escritor judío de la antigüedad, Josefo, nos manifiesta:

«Dios ordenó que debía haber la luz y cuando esto vino, El consideró todo asunto».

Josefo, «Antigüedades Judías» 1:27

Uno de los más famosos Libros de Qumram, mencionado en la carta de Judas, el Libro de Enoch también nos cuenta sobre el particular:

(Después de convocar la luz, Dios dice:) «Y Yo estaba en medio de la luz. Y la luz fuera de la luz es llevada asi. Y la gran era vino y fue revelada toda la creación la cual Yo habia pensado crear. Y Yo vi que esto fue bueno”.

– Enoch (I) 25:3

Otra cita más referente al Targum (traducción al arameo de los Libros del Antiguo Pacto) expresa:

«Dios dijo: Hagase la luz para iluminar el mundo, y de una vez fue la luz.”.

-Targum Pseudo Jonathan Génesis 1:3

Uno de los más grandes sabios judío, Rabbi Eliecer dijo:

«Con la luz que Dios creó en el primer día uno podía ver desde una punta del mundo hasta la otra punta».

Una posibilidad que nos sugiere el estudioso de la Torah, James Kugel, es que la luz que vino más tarde a los cuerpos celestiales (sol, luna, estrellas), fueron creados o concebidos en el primer día, y aun así, los cuerpos celestiales no fueron percibidos desde la superficie terrestre sino hasta el Día cuarto.

Otro famoso Rollo de Qumram, llamado El Libro de los Jubileos nos presenta la siguiente opinión:

«Y El creó el abismo y las tinieblas -tarde y noche-, y la luz -amanecer y luz del día-, lo cual El preparó en el conocimiento de su corazón”.

Jubileos 2:2

Efraim, uno de los más prolíficos autores comentaristas de Torah, de comienzos del siglo cuarto, nacido en Siria, nos dice sobre el particular:

«Ha sido dicho que desde esta luz primaria, ahora difusa y del fuego, -los cuales fueron creados en el primer día- el sol fue ideado, el cual fue hecho en el firmamento y así como la luna y las estrellas, ha sido dicho que fueron hechos desde la misma primera luz».

-Efraim, comentario sobre Génesis 9:2

Filón de Alejandría, otro de los filósofos y grandes autores judíos de la antigüedad nos relata de una manera más poética su punto de vista:

«Ahora la luz invisible, perceptible solo por la mente, fue creada como a imagen de la Palabra de Dios (Logos) quien hizo toda la creación conocida. Fue una luz más grande que las estrellas, la fuente de la luz de las estrellas que se puede ver.».

– Filón Sobre la Creación 31 (también 55)

Considerando todos estos aspectos de las interpretaciones antiguas, estaremos concluyendo que de la misma manera que la Luz fue manifestada al principio, en el primer día, como movimiento divino de restauración, asimismo la Torah, haya sido manifestada en ese mismo día. Por ello, David HaMelej -El Rey-, comprendiendo esta verdad, nos canta en una de sus más conocidas melodías:

» Lámpara (Luz) es a mis pies tu palabra y Lumbrera (Luz) a mi camino.»
(Salmo 119:115)

Y no podríamos dejar pasar por el alto el concepto del Mesías que acontece en nuestra mente a la luz de lo creado en este primer día. Entendemos que el Espíritu de Dios que se movía sobre las aguas (v.2) vino con los siglos a manifestarse como el «Espíritu del Mesías«. De este modo Yeshúa, aconteciendo en la revelación como el primogénito de toda la creación, se manifestará con su mensaje de ser Él mismo el reflejo de la Torah, por lo que se proclama a sí mismo como «La Luz del Mundo» (Juan 8:12).

El apóstol Juan, tomó un antiguo himno que las primeras comunidades entonaban en su liturgia profética y lo colocó como la Introducción (capítulo 1) de su evangelio. En dicho capítulo, Juan escribió respecto del Mesías Yeshúa, lo siguiente:

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella«

(Juan 1:1-5)

En este pasaje Juan identifica claramente a Yeshúa como un ser que existió mucho antes de su concepción en la Tierra, y lo presenta como la Luz espiritual de la humanidad de la quién todo lo creado procede.

Será importante destacar que la palabra «Luz» en estos pasajes, del griego antiguophos, significa literalmente «resplandor original«, “luz originadora” o incluso «iluminación spiritual» en ciertos casos. Se deriva de la raíz pha, que significa «hacer manifiesto«. Juan dijo que cuando esta Luz brilló contra la oscuridad, o tinieblas [la ignorancia y el desvarío del sistema de cosas del dragón (Romanos 1:20-22)], las tinieblas no pudieron prevalecer contra ella.

Como vemos, esta Luz es muy poderosa. Ella no fue creada el Primer Día. Ella fue la creadora desde el primer instante creativo de todo lo que desde ella vino a existencia. Esta Luz, en el Primer Día, vino a acontecer como diseñadora de todo lo creado para iniciar así la Historia de la Salvación que en verdad es la verdadera historia de la humanidad.

Por todo esto, necesito llevarlos a un cuestionamiento que anhelo que cada uno pueda respondérselo así mismo:

¿De qué forma iluminas la vida de tu entorno y despejas así las tinieblas con la Luz del Mesías (Cristo) y el conocimiento de los caminos del Eterno revelados en Su Instrucción (Torah)?

Con amistad y servicio David Nesher (P.A.)

Yeshúa: El Bereshit, la Torah y la Creación

Por P.A. David Nesher

 

בְּרֵאשִׁית בָּרָא אֱלֹהִים אֵת הַשָּׁמַיִם וְאֵת הָאָרֶץ

 

«En  (un) principio creó Elohim los Cielos y la Tierra.«

(Génesis 1: 1)

Hay un dato importantísimo que no podemos pasar por alto a la hora de estudiar las Sagradas Escrituras, especialmente el Pentateuco. El mismo es que la totalidad de la Instrucción (Torah) divina está contenida en el primero de los cinco libros: el Bereshit (o Génesis). Así mismo, el primer libro, en su totalidad, está contenido en el primer capítulo, que a su vez está contenido en la primera sentencia; la misma se haya íntegramente en la primera palabra, y esta se resume en la primera letra: beth.

La Torah hubiera podido comenzar con la primera letra del alefato hebreo, con la letra Alef _ א _, pero Boré Olam (el Creador del Universo), decidió entregárnosla de esa manera porque quería guardarnos un mensaje que está oculto en ella.

Para entender la parte fundamental de toda la codificación de esta primera palabra de las Sagradas Escrituras, debemos saber que el término hebreo Bereshit, es traducida en Génesis capítulo 1 verso 1 como «En el Principio…«. Ahora bien, de haber querido el Eterno indicar que la Torah nos relataría un orden cronológico hubiera entonces utilizado la expresión «Bereshoná» que traduce «en el principio»,  o «al inicio«, en vez de «Bereshit«. Analizado así, es evidente que en esta palabra están encerrados todos los misterios de la creación.

De acuerdo a su origen es una palabra compuesta de dos vocablos hebreos, Be y Reshit (בראשית = ראש + בית). Ante este detalle lingüístico necesito que nos concentremos con un espíritu muy abierto en la explicación que a continuación desarrollaré. Analizaremos cada una de estas palabras, recordando que el hebreo es una lengua santa que merece ser considerada en su características espirituales.

Lo primero que quiero resaltar es que el hebreo es una lengua polisemántica. Esto quiere decir que cada una de las palabra que lo componen pueden significar muchas cosas. Además del detalle mismo de que cada palabra tiene muchas lecturas tanto en “significancia” como en “esencia”. Establecidas estas pautas, ahora los invito a considerar lo siguiente:

Dijimos que la primera expresión que compone a Bereshit es Be.La mismasignifica “en”, “dentro de”, “con”, “por medio de”, “por causa de”, “en aras de”, etc. (Aquí aportaré que la primera letra de la esta palabra que es Bet significa casa, es importante que recuerde esto).

Continuando con la conformación de Bereshit, dijimos que la segunda expresión que la compone es Reshit. Esta palabrasignifica “primero» (en lugar, tiempo, orden o rango)”, “primicia”, “inicio”, “principal”, “lo mejor”. Esta palabra tiene la misma raíz que la palabra hebrea “ROSH” que significa “cabeza”, “parte superior”, “comienzo”, “jefe”, “principal”, “gobernante”, etc. Esta significación se muestra claramente en la pictografía paleohebrea haciendo referencia a una cabeza humana.

Este pictograma implica la idea de «lo primero«, «en primer lugar«, «el que tiene la prominencia«. La pictografía de la cabeza de un hombre demuestra la inteligencia de una mente con ingeniería infinita escondida detrás de la creación. Nada podría resumir la perfección detrás del Cosmos y nuestro hermoso hogar llamado «Tierra», sino percibimos la insondable inteligencia de una Mente superior detrás de la obra creativa.

Como dijo el físico Albert Einsten:

«Cuanto más observo el universo más se parece a un gran pensamiento …»

Por estos asombrosos detalles de codificación, particularmente creo que la letra Bet es la más importante del alefbeto, pues ella resume lo que es realmente «crear» según la cosmovisión yahvista. La pictografía de la cabeza de un hombre demuestra también la inteligencia, la mente detrás de la creación. Nada podría resumir la perfección detrás del cosmos y nuestro hermoso hogar llamado «Tierra». Percibimos inteligencia, una Mente superior detrás de la obra creativa.

Insisto en que debemos poner atención y profundizar en estas palabras ya que su uso en todas las Kitvei HaKodesh (Escrituras Sagradas) nos dará mucha más luz con respecto a lo que quiere decir el texto que estudiamos hoy. Por ello, debemos saber que la palabra “Reshit” aparece casi 20 veces en el Jumash (Pentateuco), y en más de 50 ocasiones en todo la Tanak (Antiguo Testamento); veamos algunos ejemplos;

  • Se usa en relación con el inicio de un reinado, Bereshit/Génesis 10:10;
  • Con un hijo primogénito, Bereshit/Génesis 49:3; Devarim/Deuteronomio 21:17;
  • Con los primeros frutos de la tierra, las primicias, Shemot/Éxodo 23:19; 34:26

A todo esto debemos considerar que en el libro del profeta Yermiyahu (Jeremías 2:3), el pueblo de Israel es llamado “la primicia (Reshit) de sus frutos”. Si esto último quedó claro, ahora agregaremos  lo expresado en Proverbios 8:22, que describe a la Sabiduría divina, que es la Torah, como “el principio (Reshit) de su Camino”.

Así pues, juntando todos estos elementos idiomáticos del hebreo, podríamos también como primera instancia traducir el primer versículo (pasuk) del capítulo uno del Bereshit (Génesis), de estos dos posibles modos:

  • a – “En la Torah creó Elohim los cielos y la tierra.”
  • b – “Con la Torah creó Elohim los cielos y la tierra.”

De este modo, y al considerar al texto en su sustancia original logramos expandir nuestro entendimiento en la correcta cosmovisión del espíritu que inspiró estas líneas. Lo que el texto sagrado comienza confirmando es la idea de que la primera Intención de Elohim, fue la Torah y que con ella (y desde ella) creo todo lo existente.

Ahora bien, leyendo la enseñanza del apóstol Pablo, encontramos una visión mucho más clara e impresionante donde el uso de la palabra “reshit”, (sustituida en sus cartas por el término griego prototokos = primogénito), nos revela algo muy grandioso, que nos tomará un tiempo más dentro de nuestro comentario. Con esta codificación celestial en nuestra mente consideremos lo que él le escribe a los discípulos de Colosas:

«Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible, el Primogénito (Prototokos) de toda criatura.
Porque por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por él y en él.
Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas consisten por él;
y él es la cabeza, del cuerpo de la Iglesia, principio y primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga el primado».

(Colosenses 1:15-18)

¿Que está diciendo el apóstol en este texto? Es sencillo deducirlo: que nuestro Mesías también es señalado por el término primogénito (griego Prototokos o hebreo “Reshit”). Por ende aceptamos y creemos que Él, Yeshúa, es el “Reshit” de todas las cosas.

Es decir que el Mesías es el diseño original de la Intención del Eterno desde quién se proyectó todas las cosas creadas. Él está en el interior del Padre eterno desde la eternidad

“Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”

( Juan 1:18)

Si ponen atención aquí, el texto dice que Él (Mesías/Cristo) está en el Padre, es decir que desde la eternidad misma el Mesías existió, existe y existirá. Él está esencialmente unido al Padre por siempre porque la esencia del Mesías es la Torah, que como sabemos estuvo desde siempre en la mente de YHVH y fue lo primero que surgió de Él para ser motor de la creación.

En este texto Juan, menciona al “Verbo de la Vida”. Dicha expresión en hebreo se dice Davar HaJayim  ( החיים _ דבר ), o sea «la palabra que da a origen y propósito a la vida«. Esta es una de las cuantas insinuaciones de que la esencia del Mesías, es también llamada “Davar” (hebreo) o «Logo» (griego), ambas expresiones traducidas como “Verbo”.

Los sacerdotes de la Antigua Alianza entendían que el Verbo, manifestado en tiempos de la creación de la materia, existía antes bajo la forma de pensamiento divino, ya que si la palabra es capaz de expresar todo lo material, le es del todo imposible lo inmaterial.

Precisamente por esto está escrito en el primer capítulo del Bereshit (Génesis) “y dijo Elohim (Dios)”. Es decir Elohim, se manifiesta por medio de la forma del “davar”, produciendo un sonido audible desde fuera (de Él). Añade la Torah, “…que sea la luz…”, pues toda la luz procede del misterio del Verbo.

Por tal razón el verbo fue llamado “reshit” (principio), por cuanto fue el origen de toda la creación.

Entonces, de acuerdo a lo que las Escrituras Sagradas revelan, todo fue creado por medio del Mesías y por causa del Mesías, como también está escrito:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de ella, y sin ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

(Juan 1:1-3)

Esta Palabra o Torah (Instrucción); este proyecto Mesías, el propósito eterno de la Intención misma de Yahvéh, fue luego materializado poco a poco por medio de la creación de todas las cosas. Pero aunque el Mesías no había sido manifestado como hombre, todas las cosas fueron preparadas por causa de él, y por causa de que él iba a venir y ser puesto como gobernante sobre todas las cosas creadas. Por esto el primer versículo de Génesis puede también traducirse de esta manera:

“Por causa del Principal creó Dios los cielos y la tierra.”

Al inicio de esta bitácora les solicite que se acordaran de la primera letra de la Torah: bet, (ב / Bet) significa «casa«, «tienda de campaña«, «vivienda«, «dentro» (בֵּית). Justamente en la pictografía paleohebrea la letra ב Bet es un plano de una casa (tienda), mostrando su importancia:

Entonces, teniéndola en cuenta y sumándola a todas las especificaciones que hemos considerado hasta ahora podríamos entender el primer versículo también de esta manera:

“Una casa de Reshít creó Dios los cielos y la tierra”.

La casa de la creación es entonces la vida del universo. La letra ב  (Bet) también sugiere la intención de Dios de permanecer dentro del ámbito de la creación, hasta manifestarse como Padre benevolente por medio de sus hijos.

Esto nos enseña que los Cielos (el 99% de la existencia) y la Tierra (el 1% de la existencia) son la casa de Reshít, que es el Mesías. Aquí casa y ropa es esencialmente lo mismo. Por lo tanto, la creación es la ropa del Mesías, como está escrito en el Salmo 102:25-27 y Hebreos 1:10-12:

Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin”.

(LBLA)

¿Por qué el Creador no empezó su historia consigo mismo? ¿No es Él quien precede todas las cosas y por lo tanto debería estar puesto en primer lugar? ¿Por qué no escribió “Dios creó en el principio…”? Él no comenzó a hablar de sí mismo, sino de lo que ha hecho por medio de Reshít. Esto nos enseña dos cosas, primero, que Dios es muy modesto en relación con la Creación. No se presenta primero a sí mismo, sino se coloca detrás de Su Reshít.

La segunda cosa que aprendemos de este hecho es que nadie puede conocer al Creador directamente, sino sólo por medio de las cosas que él ha creado. Así es como lo enseñaba el apóstol Pablo a sus destinatarios de Roma, al escribir :

“…porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa.”

(Romanos 1:19-20)

La enseñanza recalca que el Creador es invisible e inalcanzable para las cosas creadas. Sólo es posible conocerle por medio de lo que Él revele de sí mismo. En este texto, el apóstol Pablo nos enseña que el camino para conocer al Eterno pasa a través de la Creación y Su Reshít. De esta manera el Hijo, el Mesías, nuestro amado Yeshúa, es revelado como el principal agente por medio del cual el Invisible se manifiesta en el mundo:

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su esencia, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.” (Hebreos 1:1-3)

Así es como el mismo Mesías se revelaba a sus discípulos la noche en que sería entregado:

“Jesús le dice:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí… El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”

(Juan 14:6, 9)

El Padre se manifiesta en este mundo a través de su Hijo. Ahora, no podemos caer en la trampa de pensar que el Eterno sea como los hombres o los animales de manera que se pueda reproducir y tener hijos como nosotros. Este pensamiento se encuentra en las religiones paganas entre personas que no conocen la verdad de Torah. Cuando habla del Hijo, se refiere a la función de ser el seguidor y el representante, al igual que un hijo imita y representa a su padre en una familia.

El Hijo es el que representa al Padre en la creación. El concepto hebreo de Hijo tiene que ver con discipulado, representatividad y delegación de autoridad. Desde esta idea, en las Escrituras hebreas los discípulos son llamados hijos, a pesar de no haber sido engendrados biológicamente por su maestro (cf. 1 Reyes 2:12; 20:35; 2 Reyes 2:3ss; Juan 8:39, 41; Efesios 5:1). Estos “hijos” luego reciben la autoridad delegada para actuar como representantes de su maestro.

Por lo tanto, cuando las Escrituras hablan de los “hijos de Dios” se está refiriendo a ángeles u hombres que han recibido poder del Creador para juzgar y gobernar sobre alguna área de la creación, se trata de autoridad delegada (cf. Job 1:6; 38:7; Salmo 82:6; Juan 10:34-38). Por esto a todos los que reciben a Yeshúa les es concedido el poder, es decir la autoridad, de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).

Ser hecho hijo de Dios, significa recibir una posición de liderazgo y un puesto de autoridad en alguna área de la creación.

Ahora, me gustaría invitarlos a que puedan tomarse un tiempo para ampliar lo aquí expuesto por medio de esta conferencia para líderes que di en Lima (Perú) en el año 2010:

Con amistad y servicio David Nesher (P.A.)


También te invito a leer, y meditar en tu corazón la siguiente enseñanza:

Bereshit y los Relatos Míticos de la Creación… ¿coinciden o difieren?

Por David Nesher

 

Desde el siglo pasado, la humanidad es testigo de una guerra sin tregua planteada desde los académicos de distintos flancos científicos hacia el relato bíblico de la Creación que aparece en el primer capítulo de Bereshit (o Génesis). Así, y desde sus discurso pedagógicos, se ha implantado en tres generaciones la idea de que el relato de la Creación que aparece en las Sagradas Escrituras es un mito más de entre los tantos que sostuvieron las religiones antiguas.

 

En verdad, si investigamos con profundidad, nos sorprenderemos al ver que por todo el mundo encontramos leyendas culturales y mitos que se parecen mucho a ciertos relatos en las Escrituras bíblicas como el de la Creación, la Caída de la humanidad, el diluvio y los relatos de la Torre de Babel. Por todas estas coincidencias, los tenidos como eruditos se apresuran a plantear una serie de cuestionamientos, que conducen sutilmente a la rápida conclusión de que la Biblia registra mitología en sus primeros capítulos.

 

Ahora bien, debo decir que cuando nos enfrentamos a la cuestión de si la Biblia registra la historia antigua con precisión en Génesis 1-11, o si estos pasajes se derivan de algún otro documento “antiguo”, primero tenemos que recordar lo que la Biblia dice sobre ella misma. La Palabra de Dios ha hecho la afirmación final y justificable sobre sí misma que ninguno de estos otros textos antiguos ha hecho. La Escritura Santa afirma en repetidas ocasiones ser la perfecta Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21; Salmo 19: 7; 119: 160). Por lo tanto, si las Sagradas Escrituras hubieran efectivamente tomado prestado de las antiguas mitologías, la anterior afirmación podría ser cuestionada.

 

En verdad, leyendo las historias míticas antiguas sobre la creación en Mesopotamia, Egipto y Siria, se destaca ante el lector el hecho de que ellas hacen mucho más que intentar explicar cómo el mundo físico llegó a existir. A menudo, los mitos de la creación perseguían elevar a un dios particular, de un santuario particular, a la supremacía sobre a los demás dioses con el fin de validar el prestigio de esa deidad, de ese santuario o de la ciudad en la cual el este estaba localizado. Un ejemplo de ello, lo encontramos en los mitos de la creación de los egipcios. En ellos se asevera que un montículo primordial o una “isla de la creación” surgió de un océano primitivo y que un dios específico creó todas las cosas desde ese sitio. Sin embargo, lo interesante, paradógico y absurdo de este mito es que varios santuarios egipcios afirmaron ser el sitio de dicho montículo primigenio y aseguraron que el dios de ese templo respectivo fue el gran y único dios creador. En Menfis, era Ptah. En el Hermópolis, era Thoth. En Heliópolis, fue Ra-Atom. En este último templo se decía que una piedra sagrada marcaba el sitio exacto donde Ra-Atom, en la forma de un ave de “Bennu”, descendió e inició el proceso creativo.

 

También debo aquí señalar que algunos temas comunes en los mitos de la creación incluye la generación espontánea de dioses, la reproducción sexual entre dioses y la deificación de la naturaleza (por ejemplo el sol y la luna teniendo coito y dando criaturas).

 

Otra característica a resaltar de un mito de la creación e s que a menudo se enfoca en elementos geográficos y en otros elementos únicos del santuario asociado con el mito. Un mito egipcio, por ejemplo, presta especial atención a la creación del Nilo.

 

En ocasiones, los mitos de la creación narran batallas entre dioses y monstruos primitivos, caos acuático, a través del cual uno o más deidades alcanza la supremacía. Algunas veces, la creación ocurre cuando un dios derrota a un mostró primitivo y divide su cuerpo en dos partes, las cuales se convierte en cielo y tierra, o tierra y agua, etc. En el mito de la creación babilónica, llamado Enuma Elish, se describe la derrota de la diosa madre y monstruo marino Tiamat por parte del dios Marduk. En sus líneas se describe como después de una terrible batalla, Marduk le quita la vida a Tiamat, corta su cuerpo a la mitad como “un pez para ponerlo a secar” y lo usa para formar la bóveda celestial llena de las constelaciones que marcarían el destino de los seres humanos. Esta victoria supuestamente establece la supremacía de Marduk entre todos los dioses.

 

marduk-contra-tiamat

Marduk le quita la vida a Tiamat

Los mitos de la creación de los griegos son similares. Después del caos inicial, las primeras deidades Gaia (diosa terrenal) y Urano (dios del cielo) surgieron una serie de dioses similares a monstruos (como Cronos, Typhon y los Titanes). Pero Zeus (hijo de Cronos) es quien termina venciendo a estos seres y establece el orden del mundo actual.

 

Además, una enseñanza espantosa que surge de la mayoría de los mitos creativos es que los seres humanos son creados  como mano de obra para realizar el “trabajo sucio” que los dioses necesitan que se haga para ellos tener fuerza y poder. Algunos mitos retratan a los humanos como esclavos de los dioses, cuya función principal es alimentarlos con sus sacrificios.

 

En cambio, podemos destacar que el relato del Génesis desafía explícitamente las afirmaciones de estos mitos antiguos de la creación al revelar la unidad y soberanía de Dios, al describir los cuerpos celestes y las criaturas del gran mar como sus creaciones y al presentar a los seres humanos como sus mayordomos, y verdaderamente portadores de su imagen, en vez de una creación tardía nacida de la necesidad o el ocio divino.

 

En una simple lectura observamos que la narración de la creación en Bereshit o Génesis se refiere al sol y a la luna como la “gran luz” y la “pequeña luz” ¿Por qué? Al describir estos cuerpos celestiales de esta forma, la Biblia los reduce a una condición de meros objetos físicos que “gobiernan” solo en el sentido en que emiten luz y delimitan el calendario. En contraste, en los mitos antiguos, notamos que en sus idiomas mismos las palabras traducidas “Sol” y “Luna” se refieren a divinidades. Ejemplo de esto es como se refieren al dios (diosa) sol y al dios (diosa) luna. Una demostración de esto último lo encontramos en la palabra Shamash, que en sumerio significa sol, pero es también el nombre del dios Sol de la Mesopotamia. La palabra griegas Selene traducida como “luna”, es también el nombre propio de una diosa griega llamada Selene, supuestamente regente de nuestro satélite. Similarmente, los antiguos consideraban a las estrellas (o constelaciones) seres divinos. En contraste, la concisa declaración bíblica: “…también hizo las estrellas” (Gn 1.16) degrada a estos cuerpos a la condición de simples objetos creados por el Eterno.

 

Podemos notar pues que la narración de Bereshit (Génesis) rechaza el tema central de la religión pagana: el panteísmo o deificación de la naturaleza. Interesadamente, no busca elevar a YHWH sobre otros dioses. De hecho, en el relato del séptimo día de la creación (Gn. 1:1-2:3) no se menciona a YHWH; al Creador simplemente se le llama “Elohim (Dios)”, un término más genérico. Incluso Génesis capítulos 2 y 3 no da indicios de que YHWH necesitara establecer su supremacía sobre otras deidades. No hay una conquista de otros dioses o monstruos, y no nos dice que algún santuario o ciudad sea el lugar desde el cual Dios empezó su proceso creativo. No se menciona ningún objeto sagrado. El Dios de Génesis 1 Es verdaderamente El Dios del universo.

 

Como podemos ver, al reflexionar profundamente en todo esto, no es difícil descartar los textos mitológicos del Antiguo y Cercano Oriente como fuentes de influencia para el relato de Bereshit (Génesis). Mientras Bereshit es confiable, estos relatos no lo son. Mientras Bereshit muestra consistencia sobre el carácter justo y soberano de nuestro Dios, los textos mitológicos muestran a los dioses como poco más que gente en constante disputas, que se engañan entre sí y a la humanidad, y que carecen de control soberano y efectivo. Mientras que el relato del Diluvio en Bereshit da suficiente información creíble para permitir la confirmación histórica y geológica, los textos mitológicos proporcionan poco que pueda ser confirmado, y lo que se proporciona no tiene sentido lógico o científico.

 

Las similitudes que existen entre el relato bíblico, las antiguas mitologías de Oriente Próximo y la Epopeya de Gilgamesh solo tienen sentido desde un punto de vista escritural. Los creyentes en el Mesías no debemos sorprendernos de que grupos étnicos por todo el mundo tengan sus propios relatos de la Creación, la Caída, el Diluvio, relatos sobre hombres de grandes edades, e incluso sobre la Torre de Babel. Los relatos solo nos dicen que alguna vez la gente tuvo el mismo registro o testigo de un acontecimiento común que fue transmitido por una generación que alguna vez se congregó en el mismo lugar y al mismo tiempo.

 

A la luz de la Escritura, notamos que la mitología de todo el mundo sirve para confirmar que la Biblia es realmente la Palabra de Dios y la única verdad fiable. El mensaje que en ella encontramos es que el Eterno mismo entra en la historia este mundo y la guía en sus acontecimientos para terminar tomando sobre sí, a través de su Mesías, la ira que merecemos. Sólo a través de la consistente Palabra de Dios podemos saber que la salvación sólo se recibe por la fe en la obra redentora de Yeshúa HaMashiaj .

El Nombre Yehoshua evolucionado a Yeshúa

«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos».

(Hechos 4:12)

Importantísimo resulta para los primogénitos del Monte Santo adentrarnos en los misterios revelados del Nombre de nuestro Redentor. Y es que Yeshúa es un nombre hebreo que aplicado en la persona del Hijo unigénito del Eterno se transforma en un Nombre que es sobre todo nombre. Por ello, dedico esta bitácora para que, por medio de unos instantes de sus vidas, puedan sus almas reflexionar profundamente en los distintos secretos que Abba les revelará acerca del nombre Yeshúa.

Tenemos bien entendido que nombre en español Jesús, es una transliteración idiomática del original hebreo Yeshúa. La raíz hebrea de este nombre  proviene de HO-SH-U-A que significa Salvación. Sin embargo, “la salvación” es sólo la mitad de la esencia de éste nombre. Para conocer la esencia completa del nombre de Jesús en hebreo, debemos remitirnos a la historia de los doce espías que Moisés envió para que reconocieran la tierra de Canaán. En el relato bíblico se nos dice que Moisés le dio a Hoshua (Oseas) el nuevo nombre de Ye-hoshua (Josué), que significa:Yahvé-es-Salvación.

«Y Yahvé habló a Moisés, diciendo: Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos. Y Moisés envió desde el desierto de Parán, conforme a la palabra de Yahvé; y todos aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel. Estos son sus nombres… Samúa… Safat… Caleb… Igal… Oseas [Hoshua]… Palti… Gadiel… Gadi… Amiel… Setur… Nahbi… Geuel… Estos son los nombres de los varones que Moisés envió a reconocer la tierra; y a Oseas [Hoshua] hijo de Nun, le puso Moisés el nombre de Josué [Yehoshua]«.

(Números 13:1-16)

Vemos aquí entonces que Yeshúa (en hebreo יֵשׁוּעַ) es una forma tardía del nombre de Josué.

Al transcurrir el tiempo, el nombre de Yehoshua (Josué) llegó a ser de uso muy común dentro del pueblo de Israel. Por ejemplo, así se llamó un descendiente del sacerdote Eleazar (1 Crónicas 24:11, 2 Crónicas 31:15), un gobernador del tiempo del rey Josías (2 Reyes 23:8), y durante el tiempo de la reconstrucción de Jerusalén un sumo sacerdote (Hageo 1:1, Zacarías 3:1) y un gobernador (Nehemías 3:19).

Fue allá por el siglo quinto antes de Cristo, cuando el nombre Yehoshúa fue acortado a Yeshúa (esto podemos verlo como ejemplo en 1 Crónicas 24:11, Esdras 3:2, Nehemías 7:39 y Zacarías 6:11-12). Incluso durante el siglo primero de nuestra era, otros hombres judíos también tuvieron el mismo nombre hebreo Yeshúa, por ejemplo un falso profeta (Hechos 13:6) y un compañero de trabajo del apóstol Pablo (Colosenses 4:11). Este nombre aparece también citado en escritos seculares. En las obras de Flavio Josefo, por ejemplo, son mencionados unos veinte personajes con igual denominación.

Repasando lo que hasta aquí les he enseñado, podemos sintetizarlo en el siguiente cuadro:

Yeshua (1)

Resultará muy interesante mencionar que David Flusser, un profesor de la universidad Hebrea,  afirma que Yeshu era la manera como se pronunciaba aquel nombre por parte de los judíos galileos del primer siglo. Ellos no pronunciaban la letra hebrea ayin ubicada al final de las palabras y tal vez por esa razón con el tiempo empezaron a deletrear de acuerdo con esa pronunciación. “El nombre hebreo de Jesús, Yeshu, es evidencia de la pronunciación de la Galilea de la época, y no es de ninguna manera abusiva. Jesús era galileo, y por lo tanto no se pronunciaba la a al final de su nombre Yeshua”. [David Flusser. Fuentes Judías en la Cristiandad Temprana. Pág. 15. Adama Books, New York, 1987].

En el siglo primero después de Cristo, los judíos (probablemente debido a la influencia griega) redujeron  la pronunciación hebrea del nombre Yeshúa dos veces más. Primero en Y’shua y luego en Y’shu. La forma Y’shu fue un intento deliberado de los judíos ortodoxos de ese tiempo para expresar su descontento con Yeshúa de Nazaret, presentándolo como si fuera una maldición compuesta por las letras iniciales de las tres palabras Immach SCHeino Vezicro, que traduce: “¡Que su nombre y memoria sean borrados!”. [aconsejo leer más de esto en Daniel Gleason. La Evolución del Nombre Jesús. Yehoshua -> Ihsous -> Iesus -> Jesús].

Para nosotros, los primogénitos en Su sangre, es muy importante entender que Yeshúa es el nombre que el Eterno prometió revelar en la Historia de la Salvación para cuando Él mismo viniera a salvarnos manifestado en carne (Isaías 52:6). Por eso, al ser el nombre del Eterno Dios, es que Yeshúa es el nombre que está por encima de cualquier otro nombre (Filipenses 2:9-10). Por lo tanto, es el único nombre en el que tenemos vida (Juan 20:31) y perdón de pecados (Hechos 4:12, 1. Juan 2:12), y es por eso que su iglesia está llamada a hacer todo en el nombre de Jesús o Yeshúa (Colosenses 3:17).

¿Decimos Elokim o Dios?

Por P.A. David Nesher

 

Las Sagradas Escrituras comienzan con esta expresión: “En el principio creó Dios (Elokim)…” Dentro de las Escrituras Hebreas existen varias palabras que se usan para referirse a Dios; sin embargo “Elohim” es la palabra más común. Esta expresión, es la forma plural de Eloah, que significa “Poderoso”. La expresión Eloah viene de El que significa “poderoso”, “poder”, “fuerza”. Estas tres palabras, El, Eloah y Elokim, son utilizadas en las Escrituras como sinónimas para referirse al Creador y Eterno Dios.

Los hebreos tenían tres expresiones comunes para el título Dios, El, Elokim y Eloah; además aplicaban a estos títulos el Nombre propio Yahweh.

LA PALABRA HEBREA “EL”.

El término EL corresponde a la más antigua designación de una deidad en el cercano Oriente. Este nombre se usaba para designar una variedad de dioses, no solamente para designar al Dios verdadero. Por eso es muy común encontrar este nombre acompañado de algo más, para así indicar que no se refiere a cualquier dios del mundo pagano, sino al único Dios verdadero.

Si leemos Génesis 33:20 notaremos que dice: Y erigió allí un altar y lo llamó EI-Elohe-Israel”. Este nombre significa “Dios, el Dios de Israel” No se está hablando de cualquier dios, sino del único Dios verdadero, y para ello se dice: El Dios de Israel.

La etimología del nombre El no es muy clara, sin embargo parece indicar que tiene asociación con la palabra “fuerza” o “poder”. Por esta razón muchos estudiosos de la Biblia afirman que el nombre El significa «el Fuerte», «el Poderoso», o «el más importante»;  o finalmente «Aquel hacia quien aspira uno», «El que es la meta de toda aspiración y esfuerzo humanos», «a quien uno recurre en la aflicción o cuando necesita guía», o «al que uno se acoge estrechamente»

El nombre El se utiliza para formar algunos nombres de personas. Cada vez que Ud. encuentre un nombre bíblico que contenga la raíz El, se está haciendo alusión a algo que tiene que ver con Dios. Por ejemplo:

  • Israel, significa «príncipe con Dios» o «El que lucha con (junto a) Dios«;
  • Misael significa «¿Quién es como Dios?»;  
  • Eliseo significa «Dios salva«; Elcana significa «Dios proveyó«; 
  • Daniel significa «Dios es mi Juez«.;
  • Samuel significa «pedido de Dios».

La Palabra hebrea “El” se usa para hablar tanto de “poder” como de “Dios”. Por ejemplo en Proverbios 3:27 esta palabra se usa para hablar con exclusividad de “poder”.

“No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder [“el”] para hacerlo.”
(Proverbios 3:27)

Mientras que en otros textos se usa para hablar con exclusividad de Dios.

“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios [“El”] Altísimo, sacó pan y vino.”
(Génesis 14:18)

LA PALABRA HEBREA “ELOAH” Y SU EQUIVALENTE ARAMEO “ELAH”

Señalaré en primer lugar que la palabra “Eloah” proviene de la palabra hebrea “El”.

Eloah” es un término hebreo que también significa Dios. Veamos el siguiente texto de la Escritura en dónde encontramos la palabra “Eloah” traducida al idioma español como Dios.

“… Pero tú eres Dios [“Eloah”] que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste.”
(Nehemías 9:17)

Recordemos que la mayor parte del Antiguo Testamento fue escrito en idioma Hebreo, y sólo unas pocas porciones fueron escritas en idioma Arameo. La forma aramea de la palabra Hebrea “Eloah” es “Elah”. Así en Daniel 2:18 la palabra “Elah” se ha traducido al idioma español como Dios.

“Para que pidiesen misericordias del Dios [“Elah”] del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia”
(Daniel 2:18)

Un dato interesante, este nombre aparece 40 veces en el libro de Job, desde el capítulo 3; versículo 4, hasta el capítulo 40; versículo 2, mientras que en el resto del Antiguo Testamento aparece 15 veces en total.

ELAH es en realidad una palabra aramea y por tanto aparece en los pasajes del Antiguo Testamento que están en arameo. Es una palabra afín a la palabra Alá, que es el nombre que los árabes utilizan para referirse a la deidad.

Esta palabra se usa ampliamente en el libro de Esdras, donde aparece no menos de 43 veces entre Esdras 4:24 y 7:26. En cada uno de los casos se refiere al Dios del pueblo judío.

“Sea notorio al rey, que fuimos a la provincia de Judea, a la casa del gran Dios, la cual se edifica con piedras grandes; y ya los maderos están puestos en las paredes, y la obra se hace de prisa, y prospera en sus manos.” (Esdras 5:8)

Esto es parte de la carta que los gobernadores no judíos, enviaron a Darío el rey persa. Para referirse a la casa del gran Dios, utilizaron la palabra Elah.

Según Esdras 6:10, aunque los persas no adoraban al Dios de Israel, le atribuían dignidad e inclusive llegaron a llamarle el Dios del Cielo. La mentalidad persa consideraba que se debía respetar a los dioses de cada uno de los pueblos conquistados para así buscar la paz y la armonía en el imperio.

Cuando Esdras utiliza la palabra Elah para referirse al único Dios Verdadero, siempre añade algún calificativo para hacer claro que no se refiere a cualquier dios. Es así como nos habla del Dios de Israel o el Dios del Cielo, o el Dios de Jerusalén. El significado del nombre Elah, es el mismo que El, es decir significa el Fuerte o el Poderoso.

“EL” Y “ELOAH” SON FORMAS SINGULARES MIENTRAS QUE “ELOKIM” ES UNA FORMA PLURAL
elohim (1)hebreo

En resumidas cuentas, “El”, “Eloah” y “Elokim” significan Dios. Sin embargo, hay algunas diferencias: “El” y “Eloah” están en forma singular y “Elokim” está en forma plural.

La palabra hebrea Elokim (dioses) es la forma plural de eloah (dios). Aunque a veces con la forma plural se alude a una pluralidad de dioses (Génesis 31:30, 32; 35:2), se emplea con más frecuencia como plural mayestático, de dignidad y excelencia. Si recurrimos al uso de la palabra Elokim en el estudio de su significado, encontramos que en su sentido propio denota el verdadero Dios o falsos dioses, y que metafóricamente se aplica a jueces, ángeles y reyes; y aún acompaña otros nombres dándoles un significado superlativo. La presencia del artículo, la construcción en singular de la palabra y su contexto muestran con suficiente claridad si debe ser tomada en su sentido propio o en su sentido metafórico, y cual es su significado preciso en cada caso.

La palabra Elokim, no sólo se usa como título funcional de Yahwéh, y como título general de las deidades sino que también se usa como adjetivo intensivo. Su función como adjetivo intensivo es reforzar la idea de grandeza y fuerza.

Cuando Elokim se utiliza con referencia a YHVH, tiene el sentido de plural mayestático, de dignidad y excelencia. (Gén. 1:1.) A este respecto, una obra comenta lo siguiente: “Elokim es uno de estos plurales de abstracción del que el hebreo y otras lenguas semíticas proporcionan muchos ejemplos, y su empleo corriente con verbos y cualificaciones en singular debería bastar para que no se reconociese en ello un vestigio de politeísmo’. ‘Es un plural de plenitud y fuerza y de poder’ o un plural de intensidad semítico, para recalcar enfáticamente la idea trascendental de divinidad con todo lo que ella incluye. […] Elokim es el Creador de todas las cosas, el Dios único, Señor del universo”. (Biblia Comentada, Profesores de Salamanca, vol. 1, págs. 47, 48).

El término Elokimse usa también en los libros del Antiguo Pacto para referirse a los ídolos. A veces este plural significa sencillamente “dioses”. (Éx 12:12; 20:23.) En otras ocasiones es un plural mayestático que hace referencia a un solo dios o diosa. Sin embargo, es evidente que las deidades así aludidas no eran tríadas. (1Sm. 5:7b [Dagón]; 1Rey. 11:5 [la “diosa” Astoret]; Dn. 1:2b [Marduk]).

En el Salmo 82:1, 6 —Salmo que Jesús citó en Juan 10:34, 35— se usa Elokim para referirse a criaturas humanas, los jueces de Israel, a quienes se podía llamar dioses por el puesto que ocupaban como representantes y voceros de Jehová. De modo parecido, a Moisés se le dijo que sirviese de “Dios” a su hermano Aarón y ante Faraón. (Éx. 4:16; Éx. 7:1).

En la versión griega llamada Septuaginta, así como en otras Escrituras Griegas Cristianas, el término griego equivalente acostumbrado para traducir El y Elo·hím es the·ós, que en latín se transformará en deus, de dónde proviene nuestro termino español dios, aplicado a cualquier tipo de divinidad, que se convertirá en la forma Dios, cuando se refiere al Creador y Eterno Abba.

Significado de Elohim

Origen y Significado de la Expresión Torah (Instrucción)

Por P.A. David Nesher

 

 

Muchos de aquellos escogidos que leen mis bitácoras o escuchan mis catequesis se asustan cuando me escuchan mencionar la expresión hebrea Torah. Uno de ellos, muy deseoso de conocer más de la voluntad de Abba para nosotros, me solicitó si podría explicarle mejor el significado y la etimología de esa palabra a fin de lograr romper todos los paradigmas antisemitas que el sistema ha programado en su mente y por los que entendía que se le hace difícil acceder al conocimiento de la Verdad. Pues bien, entendiendo su pedido, y discerniendo que este debe ser el sentir de muchos vuelvo aquí a aportar lo que esta bendita palabra significa desde su orden etimológico.

 

Torah [תּוֹרָה] es una palabra hebrea que deriva de la raíz י.ר.ה Y.R.H (iará) que significa «lanzar una flecha» «acometer«, «dar un tiro certero» y que en Hif’il הורה Horáh significa «dirigir el tiro para no errar«, de ahí que el significado de Torah es: «la guía para dar en el blanco» y de ahí, se ha entendido como «enseñanza«, también más correctamente «instrucción«, o mal traducida como «ley» en el mundo occidental.

 

A decir verdad, se dice Torah por un mandamiento del Decálogo, o en su sentido más amplio, se llama así a los 5 primeros libros bíblicos (Pentateuco) escritos para explicar la totalidad de la revelación y enseñanza divina al pueblo de Israel encerrada en esos 10 mandamientos de la Torah.

 

Estos cinco libros son:

  • Génesis (Bereshit [בְּרֵאשִׁית]: lit. «En el comienzo»).
  • Éxodo (Shemot [שְׁמוֹת]: lit. «Nombres»).
  • Levítico (Vayikrá [וַיִּקְרָא]: lit. «Y llamó»).
  • Números (Bemidbar [בְּמִדְבַּר]: lit. «En el desierto»).
  • Deuteronomio (Devarim [דְּבָרִים]: lit. «Palabras»).

 

 

Sugiero para un mayor entendimiento y profundización de este tema estudiar la bitácora: ¿Qué es la Toráh?… ¿Ley o Doctrina?

Yeshúa, nuestro hermano Redentor… (una curiosidad del Jubileo)

Anhelo compartirles una curiosidad maravillosa de los códigos bíblicos. Me refiero a la revelación de nuestro Mesías escondida en los lineamientos de la Torah.

Al explicar y desarrollar las leyes de libertades individuales, la Torah enseña que por si alguna razón especifica una persona pierde su libertad, debe ser redimida por uno de sus parientes.

De forma especial, entre los parientes mencionados en la Torah a quienes se asigna esta obligación, están los primos: “El hijo de su tío le redimirá” (Lv. 25:49). Pues bien, permítanme contarles que la expresión hebrea para “el hijo de su tío” se escribe de esta manera בן דוד , y se pronuncia Ben Dod. Ahora bien, la coincidencia (o «dioscidencia») es que dicha expresión se escribe de la misma manera que “hijo de Davidבן דוד (Ben David). Por lo tanto, y de acuerdo a las licencias que da el lenguaje hebreo, el versículo de Levítico, referido a la redención en el año de jubileo (Yobel) se puede leer, “el hijo de David lo redimirá”. Entendiendo pues que dicho precepto de la Torah escondía en forma de códigos la obra redentora de nuestro Mesías Yeshúa, el Hijo de David.

Hoy, conociendo esta verdad, nos alentamos en medio de toda opresión mental y física que ejerce la dominante cultura de materialismo en que estamos inmersos. El Hijo de David, nos libertará personal y colectivamente a través de la aceptación por fe de Su obra redentora a través de Su sacrificio en el Gólgota y el estudio profundo de la Torah que nos permita meditar sobre temas de nuestra liberación y conexión con el Mesías, el hijo de David.

Aquí les comparto un esquema a fin de que puedan copiarlo y tenerlo en sus apuntes.

david-tío

Un Científico asegura que después de la Muerte existe el «Cielo»

El neurocirujano estadounidense Eben Alexander se ha desempeñado como profesor de la escuela de medicina de Harvard. Él estaba convencido que las experiencias extracorporales (separación cuerpo espíritu) eran alucinaciones causadas cuando el cerebro era dañado. Pero, tras su experiencia cercana a la muerte ha cambiado su opinión al respecto. Y es que estuvo en coma por siete días y al despertar contó que estuvo en el cielo y vio Dios.
Hace siete años (2008) despertó una mañana con un dolor de cabeza punzante. A las pocas horas, entró en un estado de coma. El neocórtex, la parte del cerebro que se encarga de todos los procesos de pensamiento que nos hace humanos, se había cerrado completamente.
Tras esa situación fue llevado al hospital, donde los médicos determinaron que había contraído meningitis y dijeron que no habían posibilidades de supervivencia.
«Yo estaba en estado de coma profundo, en estado vegetativo, y todas las funciones superiores de mi cerebro estaban desconectados. Mi cerebro no estaba funcionando pero mi yo interior todavía existía, desafiando todas las leyes conocidas de la ciencia«, cuenta Eben.
Mientras estuvo en esa situación, cuenta que su conciencia se fue en un viaje a través de una serie de reinos en un viaje más allá del mundo físico, llegando asegurar que  la conciencia existe más allá del cuerpo.
Relata que vio una luz que descendía lentamente desde arriba, arrojando una especie de cuerdas de plata con un resplandor dorado. Se oía una música hermosa y celestial. La luz se abrió como una rasgadura y me sentí subiendo a través de una grieta, en un valle lleno de vegetación exuberante y fértil, donde fluían aguas cristalinas.
También afirma haber visto a Dios durante esta experiencia, aunque no fue «el hombre con barba blanca«, como todos solemos imaginarlo. «Esta deidad está más allá de cualquier palabra, hay una sensación irresistible de aquella presencia amorosa e infinita«.
«Hay registros médicos de cada minuto de mi estado de coma, y ​​ninguno de ellos mostró ningún indicio de actividad cerebral. En otras palabras, en lo que la neurociencia puede decir que mi viaje no era algo que sucede dentro de mi cabeza«, enfatizó Eben.
«Muchos científicos tiene dificultades para aceptar estas afirmaciones. Mi experiencia socava su sistema de creencias. Pero el único lugar donde he encontrado aceptación es en la iglesia, donde mi historia a menudo coincide con las expectativas de la gente«. concluyó.
Por otra parte dice que esta experiencia le ha permitido ver la muerte desde la otra orilla y que somos más que un cuerpo biológico; habla de que se ha dedicado toda su vida estudiar el cerebro y que dedicara el resto de su vida a estudiar la conciencia para demostrar que hay algo más allá de la muerte.
El Dro. Eben dice que esta experiencia podrá dar una nueva visión científica de que en verdad el cielo existe. En base a todo esto escribió el libro llamado «Proof of Heaven: A Neurosurgeon’s Journey into the Afterlife«,  que traducido dice: «La prueba del cielo: el viaje de un neurocirujano a la vida después de la muerte«, siendo un rotundo éxito  y causando gran controversia en el mundo científico. En su libro cuenta su experiencia extracorporal afirmando que la conciencia es independiente del cerebro, que la muerte al parecer es un espejismo y que la eternidad es la última frontera.A continuación pueden ver una entrevista del periodista, columnista de «The Miami Herald» y analista de CNN en Español, Andrés Oppenheimer al Dr. neurocirujano Eben Alexander, sobre su experiencia vivida en ese estado de muerte comatosa o cero actividad cerebral, cuando contrajo una meningitis bacteriana.

La revelación de la Providencia Divina

“No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimento? ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos? Los que no conocen a Dios se afanan por eso, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso”. 
(Mateo 6:31-32)

 
Durante el 12º mes del calendario de Yahvéh, aquellos que pertenecemos a Su Pueblo, reflexionamos y valoramos Su maravillosa Presencia en los distintos acontecimientos de nuestra historia personal. Es un mes muy importante para entender que las circunstancias de la vida humana son «máscaras» que el Eterno usa para estar siempre inmanentemente activo en la vida de sus hijos.
Los que somos escogidos en el Mesías, tenemos la absoluta convicción que nuestro Eterno Dios gobierna soberanamente todas las cosas en el universo. A este medio de poder divino lo llamamos Providencia Divina. El término “Providencia” viene del verbo latino “providére” que significa “proveer”.
Es interesante notar que en todas las religiones, ya sean estas cristianas o paganas, la fe en la Providencia, entendida en un sentido amplio, como un ser supra humano que gobierna el universo y dirige el curso de los asuntos humanos con un propósito definido y diseño beneficioso, ha sido siempre una creencia muy real y practica a lo largo de los tiempos y las naciones.
Desde la esencia de nuestra fe, la doctrina de la Providencia Divina revela y afirma que el Eterno Dios se encuentra en control absoluto de todas las cosas. Esto incluye al universo en su totalidad (Salmo 103:19), el mundo físico (Mateo 5:45), los asuntos de las naciones (Salmo 6:7), el nacimiento del ser humano y su destino (Gálatas 1:15), los éxitos y los fracasos humanos (Lucas 1:52), y especialmente la protección de Su pueblo Israel (Salmo 4:8). Esta doctrina se levanta en oposición directa a la idea humanista anti-Dios que asegura que el universo está gobernado por la casualidad determinista de las circunstancias o el destino trazado por un «capricho» astrológico.
Sabemos y creemos que el Eterno creó el universo y todo lo que hay en él. Pero también lo preserva, lo mantiene y lo gobierna. El universo se volvería nada, es decir, volvería a su situación inicial de no existencia, si no fuera porque Yahvéh lo mantiene con su poder infinito.
La Providencia Divina custodia y gobierna las cosas del mundo y, especialmente al hombre en el mundo, su vida y su historia.
La Providencia Divina libera al hombre de las diversas formas del pensamiento fatalista.
La Providencia Divina es el cuidado que el Eterno tiene de los hombres y de todo lo creado para llevarlos al fin para el que han sido creados.
Por ello, el propósito, o la meta, de la Providencia Divina es llevar a cabo la voluntad del Eterno Dios que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:3). Esto significa que para asegurar que Su propósito eterno sea cumplido, Yahvéh, nuestro Dios, gobierna los asuntos del hombre y obra en ellos primordialmente a través del orden natural de las cosas. De este modo, surge la certeza de que las leyes naturales son nada más que una representación del Eterno Dios obrando en el universo. Así, entendemos que las leyes naturales no poseen poder inherente, como tampoco obran independientemente; son las reglas y los principios que el Eterno ha puesto en efecto para determinar cómo se desarrollarán las cosas.
Lo mismo ocurre en las decisiones humanas. En un sentido muy verdadero no somos libres de escoger o actuar fuera de la voluntad de Dios – ni aun nuestras decisiones pecaminosas (Génesis 50:20). Al final de todo, es Yahvéh quien controla nuestras decisiones y acciones (Génesis 45:5; Deuteronomio 8:18; Proverbios 21:1), pero Él lo hace de tal manera que esto no viola nuestra responsabilidad como agentes moralmente libres, ni tampoco invalida la realidad de nuestra decisión. La Confesión de Fe Westminster expone la doctrina de la providencia divina de una manera sucinta, pero que capta todos los elementos de esta doctrina:
Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordenó libre e inalterablemente todo lo que sucede.  Sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es autor del pecado ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece.” (CFW, 3.1)
El medio principal por el cual el Eterno cumple Su voluntad es a través de causas secundarias (las leyes naturales, la elección del hombre). En otras palabras, Dios obra indirectamente a través de estas causas secundarias para cumplir Su voluntad. Otra vez volviendo a la Confesión de Fe Westminster – “Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, quien es la primera, todas las cosas sucederán inmutable e infaliblemente, sin embargo, por la misma providencia las ha ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente.” (CFW, 5:2)
Como regla general, para preservar y gobernar el mundo, el Eterno Dios utiliza las leyes de la naturaleza. Pero sabemos que Él sigue siendo Dueño y Señor de la naturaleza. De allí que, cuando así lo decide con su Sabiduría Infinita, puede cambiar las leyes de la naturaleza: cambiar la naturaleza de las cosas creadas, aumentar o disminuir sus fuerzas, sustituir esas fuerzas por su poder divino, etc. Es decir, el Eterno puede realizar “milagros” cuando así lo decide. Nuestro entendimiento empírico sabe que existen ocasiones en que el Eterno obra directamente en la historia y las circunstancias  para cumplir Su voluntad. Esto es lo que llamaríamos nosotros un milagro (es decir, algo sobrenatural en vez de natural). Un milagro es Yahvéh obrando, por un período breve de tiempo, fuera del orden natural de las cosas para realizar Su voluntad y Sus propósitos.
Dos ejemplos del libro de Hechos deberían servir para destacar la obra del Eterno Dios obrando directa e indirectamente para realizar Su voluntad. En Hechos capítulo nueve vemos la conversión de Saulo de Tarso. A través de una luz brillante y con una voz que sólo Saulo (más tarde Pablo) pudo escuchar. De este modo tan espectacular el Eterno Dios cambió su vida para siempre. Era la voluntad de Yahvéh usar a Pablo para realizar Su voluntad, y el Señor usó un medio directo para convertir a Pablo.
Le sugiero que entreviste a cualquier persona que usted conozca que se haya convertido a la fe del Mesías, y usted con mucha probabilidad escuchará una historia parecida a ésta. Y es que la mayoría de nosotros llegamos a Cristo a través de un mensaje predicado o por leer un libro o por el testimonio persistente de un amigo o un familiar. Todos estos detalles circunstanciales se someten a la intervención milagrosa del Eterno conduciéndonos a su Salvación. Además de esto, por lo general hay circunstancias de la vida que preparan el camino,… la pérdida de un empleo, el fallecimiento de un familiar, un matrimonio fracasado, una adicción química. La conversión de Pablo era directa y sobrenatural, tanto como la conversión de todos los que hoy peregrinan el Camino.
En Hechos 16:6-10, vemos a Dios cumpliendo Su voluntad indirectamente. Esto sucede durante el segundo viaje misionero de Pablo. Dios quiso que Pablo y su compañía fuesen a Troas, pero cuando Pablo salió de Antioquia en Pisidia, él quiso ir hacia el este a Asia. La Biblia dice que el Espíritu Santo les prohibió predicar la Palabra en Asia. Luego, ellos quisieron ir al oeste a Bitinia, pero el Espíritu de Cristo les impidió, por tanto ellos fueron a Troas. Ahora esto fue escrito en retrospectiva, pero en el momento hubo probablemente algunas explicaciones lógicas por las cuales ellos no pudiesen ir a aquellas dos regiones. Sin embargo, después del hecho, ellos se dieron cuenta que esto fue el  Eterno Abba dirigiéndolos donde Él quería que fuesen. Pues bien, esta es la Providencia divina.
Un texto que revela muy bien esto es Proverbios 16:9 – “El corazón del hombre piensa su camino; Mas YHWH endereza sus pasos.” Seguramente a esta altura de la bitácora, y al otro lado de la pantalla, están gruñendo en sus mentes los que dirán que el concepto que el Eterno esté orquestando directa o indirectamente todas las cosas destruye toda posibilidad del libre albedrío. El punto existencial es: si el Eterno está en control absoluto, ¿cómo podemos estar verdaderamente libres en las decisiones que tomemos? En otras palabras, para que el concepto de la libertad sea significativo, tiene que haber algunas cosas fuera del control soberano de Dios, por ejemplo, la contingencia de la elección humana. Supongamos por caso del argumento que esto sea cierto.
¿Qué entonces? Si Dios no está en control absoluto de todas las contingencias, entonces, ¿cómo podría Él asegurar nuestra salvación? Pablo dice en Filipenses 1:6, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Si Yahvéh no está en control de todas las cosas, entonces esta promesa es inválida (y otras promesas bíblicas semejantes también). No podemos tener la seguridad plena de que la buena obra de la salvación que haya sido iniciada en nosotros llegará a su finalización.
Además, si nuestro Abba no está en control de todas las cosas, entonces debemos concluir que Él no es soberano, y si no es soberano, entonces, no es el Dios Verdadero. Por tanto el precio de mantener contingencias fuera del control de Dios resulta en un Dios que no es Dios en nada. Y si nuestra “libre” voluntad sobrepasa la Providencia de Dios, entonces ¿quién es Dios al final de todo? Somos nosotros. Esto es, obviamente, inaceptable a cualquier persona con una cosmovisión que sea puramente bíblica. La Providencia Divina no destruye nuestra libertad. Más bien, la Providencia Divina es lo que nos permite hacer uso de esta libertad correctamente.
El famoso Agustín de Hipona enseñaba referente a esto: “El Dios Omnipotente no habría permitido que hubiese mal en sus obras si no fuese tan Omnipotente y Bueno que consiga sacar bien del propio mal”.
La verdad sobre la Providencia del Eterno Dios, constituye la fundamental y definitiva garantía del hombre y de su libertad en el cosmos.
Por medio de su Providencia Divina, el Eterno reconduce continuamente la vida del hombre y de la historia del mundo. Él nos deja actuar libremente y al apartarnos del camino que nos lleva a la felicidad eterna (por el pecado) pone a nuestra disposición la buena senda a través de Su Toráh, testimonio más perfecto de su providencial intervención amorosa.
En este última instancia de nuestro encuentro, lo invito a realizar con el corazón la siguiente oración:

ORACION

Señor, Yahvéh, el Único, 
El Que Es,
presente en todo lugar y presente especialmente
en mí, cuando me habitas con tu Gracia,
Tú que conoces todo lo que soy y lo que no soy,
lo que tengo y lo que no tengo,
lo que realmente necesito y lo que creo necesitar,
Tú que me provees todo aquello
que es necesario para mi salvación,
y todo lo verdaderamente necesario para mi diario vivir,
a Ti, Dios Amor, Omnisciente y Omnipresente,
me acojo, me entrego, en Ti me abandono,
confiando en tu Divina Providencia
por la que me das mucho más de lo que necesito
para lo verdaderamente importante,
para lo único importante,
que es mi salvación eterna adquirida en la Sangre bendita del Mesías Yeshúa.
Amén.

La Mentalidad de La Biblia…

Por P.A. David Nesher

«Entonces, ¿cuál es la ventaja de ser judío? ¿Tiene algún valor la ceremonia de la circuncisión? Claro que sí, ¡tiene muchos beneficios! En primer lugar, a los judíos se les confió toda la
revelación de Dios
. Es cierto, algunos de ellos fueron infieles; ¿pero acaso eso significa que, porque ellos fueron infieles, Dios también será infiel?
¡Por supuesto que no! Aun cuando todos los demás sean mentirosos, Dios es veraz. Como dicen las Escrituras acerca de él: “Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices, y ganarás tu caso en los tribunales”».
(Romanos 3:1-4 NTV)

Quizás usted es americano o europeo y está marcado por la cultura occidental. Sin embargo, debemos admitir que La Biblia fue escrita por israelitas y para israelitas. Decir que la Biblia fue escrita por israelitas es decir que fue producida por la pluma de orientales para orientales. La mentalidad oriental es muy similar a la latinoamericana original, es decir a la indígena, pero nuestros indígenas fueron occidentalizados, pues fueron forzosamente hispanizados al ser, lamentablemente, cristianizados.

Por todo esto, deberá coincidir conmigo en que no basta traducir literalmente la Palabra de Dios, sino más bien tenemos que saber qué quería decir eso que estamos traduciendo en la mentalidad con la que fue escrito. Incluso el Nuevo Testamento, aunque está escrito en griego, refleja la mentalidad hebrea para sus oyentes.

Desde esta planteo debemos quedar de acuerdo en un hecho innegable: la traducción de un Texto Bíblico es la “interpretación” que el traductor hace del mismo. No se puede evitar que la creencia del traductor influya en la manera como el texto será traducido. Obviamente el riesgo que se corre es que cualquiera que use esa traducción estará viendo el texto bíblico a través de los ojos del traductor en vez del autor original. Por eso es necesario estudiar el lenguaje Bíblico, para poder captar el texto en su estado original, ya que la mayoría de nosotros al leer la Biblia nos olvidamos que las Sagradas Escrituras son un Texto Antiguo escrito en su mayoría en idioma hebreo.

Sí, así es, el 78% de toda la Biblia fue escrita en hebreo y solamente tenemos 22% de ella en manuscritos griegos. Por otro lado, todos los evangelios que contienen aproximadamente el 50% de la escritura del Nuevo Testamento hasta Hechos 15, y al menos tres cartas, la 1ª Pedro, Santiago y Hebreos fueron escritos por judíos y para judíos, lo cual eleva a un 90% el trasfondo hebraico que tiene el “Nuevo Testamento” o mejor llamado Nuevo Pacto. El resto lo constituyen las epístolas de Pablo, cuyas copias en griego nos han llegado por más de 5.000 manuscritos diferentes, pero en dichas cartas, tenemos no menos de 167 citas del “Antiguo Testamento” o Antiguo Pacto, lo cual, si fuese retirado, elevaría a un 95% el total hebraico del “Nuevo Testamento”, dejando solamente
un 5% con características griegas.

Pero si además de todo esto recordamos que ese 5%  escrito en griego estaba traduciendo y expresando en griego conceptos hebreos, pues tiene como intención mostrar la verdad judía de la redención y de la salvación a una audiencia no judía; entonces el mensaje mismo, aunque vestido de griego, tiene un trasfondo hebraico que no debemos ignorar si queremos ser fieles al mensaje de la Biblia, pues como dijera el Mesías: «La salvación (Restauración/Liberación) viene de los judíos» (Juan 4:22).

Lamentablemente, en muchos círculos religiosos y teológicos, los hombres, se han pasado muchos años estudiando la Biblia, y sobre todo el documento conocido en Occidente como “Nuevo Testamento” con lentes de cosmovisión griegos, romanos, cristianos e incluso humanistas, y mirando con soslayo el trasfondo y el pensamiento hebreo que estos documentos tienen como cosmovisión y conforma la esencia de su mensaje.

De acuerdo con lo hasta aquí expuesto: ¿quiénes escribieron el “Nuevo Testamento”? ¿No fueron judíos?  Toda la Biblia es un documento judío, escrito por judíos y en el idioma de los judíos, y cuando encontremos que el documento conocido como “Nuevo Testamento” nos llegó en griego, no podemos olvidar que debajo de él subyace la mente, la cultura y la idiosincrasia judía como
expresión de la mentalidad hebrea.

Uno de los teólogos cristianos suizos más influyentes del siglo veinte, el Dr. Karl Barth dijo:
La Biblia es un libro judío. Es imposible entenderla bien excepto que nos acerquemos a ella apropiadamente. La Biblia no da sentido a nadie que no sea al menos espiritualmente, un semita.” (Barth, Karl, “Church Dogmatics”)

De acuerdo con este consejo, debemos aceptar como paradigma hermenéutico que las Sagradas Escrituras demanda per se un acercamiento correcto para desde esa actitud captar con excelencia el sentido de los códigos que allí expresan ideas divinas. “Felizmente, si usamos las herramientas correctas, podemos hoy volver a escuchar a Jesús como sus contemporáneos judíos del primer siglo le escucharon(Jesus, Rabi & Lord, Center for Judaic Studies, 1987).

¿Quiénes fueron los hebreos?
 
El primer ser humano a quien se llamó “hebreo” en las Sagradas Escrituras (Biblia) fue el patriarca Abraham:
Uno de los que habían escapado le informó todo esto a Abram el hebreo….”
(Génesis 14:13)
La palabra bíblica para “hebreo” es ivriy que viene de la raíz hebrea  avar que significa “cruzar”, “ir al otro lado”, es decir, un hebreo es uno que “cruzó al otro lado”. El patriarca Abraham, obediente al llamado divino, dejó la tierra de los caldeos y se dirigió a Canaán. Los habitantes de esta última región (cananitas) lo apodaron con esta expresión, por el hecho de que este varón había cruzado la región de los dos grandes ríos del Asia, Éufrates y Tigris, para habitar entre ellos como extranjero, esperando algo mejor (Hb. 11:8-10). Leyendo la genealogía del patriarca, descubrimos que uno de los ancestros de Abraham era Heber (Gn. 11:14,17) y este nombre viene también de la raíz hebrea “avar” haciendo posible que su ascendiente Heber  fuera también la razón por la que a Abraham se le llamara “hebreo.”
Toda la Escritura bíblica es el relato de la historia que realiza el Eterno Dios manteniendo relación de pacto con una línea ancestral de humanos con el fin de revelar Su propósito eterno. Es el detalle histórico de cómo Yahvéh trató el linaje genealógico humano a fin de que se manifestara el código sagrado por Él mismo anunciado en Edén: el Mesías Yeshúa (Gn. 3:15). Comenzando desde Adán y sus descendientes hasta Noé, continuando desde este último hasta Abraham, notamos como el Eterno toma las generaciones humanas y las conduce al cumplimiento perfecto de su oráculo. De ese modo desde la historia de Abraham vemos cómo su hijo Isaac, y luego Jacob y su descendencia se convirtieron en la nación de Israel, conocidos también como los “hebreos.” Desde esta nación, y por los detalles históricos de su redención, la expresión hebreo hará referencia a “uno que ha cruzado al otro lado” para tener una relación de pacto con el Eterno.

Eso último está señalando el apóstol Pablo cuando escribe lo señalado en los primeros versos del capítulo 3 de la epístola a los romanos. Israel, y por ese entonces, los judíos, eran la nación que guardaba el privilegio de custodiar la pedagogía de la Instrucción (Torah): “…a los judíos se les confió toda la revelación de Dios…”. Los judíos, tenían la autoridad divina de establecer el canon sagrado de lo escritural y debían custodiar la sana interpretación de la esencia de Su mensaje mesiánico para el mundo. Veamos  también lo dicho por Pablo:
«Ellos son el pueblo de Israel, elegidos para ser los hijos adoptivos de Dios. Él les reveló su gloria, hizo pactos con ellos y les entregó su Ley. Les dio el privilegio de adorarlo y de recibir sus promesas maravillosas». 
(Romanos 9:4 NTV)

No hay duda alguna, que es solamente Israel la poseedora de los privilegios escriturales que otorga la revelación divina. Y esto es verdad hasta el día de hoy, y no es cuestión de superioridad ni nada parecido, sino de llamado divino.  Israel es la responsable de instruir a los demás pueblos, es la nación sacerdotal que fue comisionada para ser luz a las naciones  (Is. 49:6),  pues ellos son los portadores y custodios de las Sagradas Escrituras. No olvidemos lo que también nos dicen las Escrituras: «Pues los dones de Dios y su llamado son irrevocables». (Romanos 11:29 NTV).

Con todo lo expuesto, necesitamos recapacitar para entender que la Biblia es un documento hebreo, escrito por hebreos y en el idioma hebreo para ser entendida por una mentalidad hebrea.

Debemos abrir nuestros corazones y liberamos de todos los prejuicios anti-semitas que el sistema babilónico programó en nosotros y que nos impiden conocer la verdad que nos hará libres.  Sin duda alguna, estudiar las Sagradas Escrituras desde una cosmovisión hebraica nos traerá mucha luz y bendición en todas las áreas de nuestras vidas.
Por último, considero muy importante agregar que conocer la teología, la cultura, la historia, y la filosofía hebrea que vibra en las Sagradas Escrituras, son aspectos importantes de la Fe que hemos recibido por medio de  Yeshúa. Pero, ninguna de estas cosas definen al creyente verdadero; lo que lo define, es que antes de hacer nada importante, el creyente se pregunta a si mismo: ¿Cual es la voluntad de Yah en este asunto? ¿Que esta escrito en su Torah (Su Instrucción)?

No perdamos la oportunidad de lanzarnos sin temor a descubrir los tesoros que el Eterno Dios está poniendo a nuestro alcance.

Solamente desde esta mentalidad lograremos experimentar lo que el sabio rey Salomón habla de la sabiduría del Eterno expresada en las Escrituras cuando dice:
«Sus caminos son caminos agradables y todas sus sendas, paz. Es árbol de vida para los que de ella echan mano, y felices son los que la abrazan».
(Proverbios 3:17-18).