“No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimento? ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos? Los que no conocen a Dios se afanan por eso, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso”.
(Mateo 6:31-32)
Durante el 12º mes del calendario de Yahvéh, aquellos que pertenecemos a Su Pueblo, reflexionamos y valoramos Su maravillosa Presencia en los distintos acontecimientos de nuestra historia personal. Es un mes muy importante para entender que las circunstancias de la vida humana son «máscaras» que el Eterno usa para estar siempre inmanentemente activo en la vida de sus hijos.
Los que somos escogidos en el Mesías, tenemos la absoluta convicción que nuestro Eterno Dios gobierna soberanamente todas las cosas en el universo. A este medio de poder divino lo llamamos Providencia Divina. El término “Providencia” viene del verbo latino “providére” que significa “proveer”.
Es interesante notar que en todas las religiones, ya sean estas cristianas o paganas, la fe en la Providencia, entendida en un sentido amplio, como un ser supra humano que gobierna el universo y dirige el curso de los asuntos humanos con un propósito definido y diseño beneficioso, ha sido siempre una creencia muy real y practica a lo largo de los tiempos y las naciones.
Desde la esencia de nuestra fe, la doctrina de la Providencia Divina revela y afirma que el Eterno Dios se encuentra en control absoluto de todas las cosas. Esto incluye al universo en su totalidad (Salmo 103:19), el mundo físico (Mateo 5:45), los asuntos de las naciones (Salmo 6:7), el nacimiento del ser humano y su destino (Gálatas 1:15), los éxitos y los fracasos humanos (Lucas 1:52), y especialmente la protección de Su pueblo Israel (Salmo 4:8). Esta doctrina se levanta en oposición directa a la idea humanista anti-Dios que asegura que el universo está gobernado por la casualidad determinista de las circunstancias o el destino trazado por un «capricho» astrológico.
Sabemos y creemos que el Eterno creó el universo y todo lo que hay en él. Pero también lo preserva, lo mantiene y lo gobierna. El universo se volvería nada, es decir, volvería a su situación inicial de no existencia, si no fuera porque Yahvéh lo mantiene con su poder infinito.
La Providencia Divina custodia y gobierna las cosas del mundo y, especialmente al hombre en el mundo, su vida y su historia.
La Providencia Divina libera al hombre de las diversas formas del pensamiento fatalista.
La Providencia Divina es el cuidado que el Eterno tiene de los hombres y de todo lo creado para llevarlos al fin para el que han sido creados.
Por ello, el propósito, o la meta, de la Providencia Divina es llevar a cabo la voluntad del Eterno Dios que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:3). Esto significa que para asegurar que Su propósito eterno sea cumplido, Yahvéh, nuestro Dios, gobierna los asuntos del hombre y obra en ellos primordialmente a través del orden natural de las cosas. De este modo, surge la certeza de que las leyes naturales son nada más que una representación del Eterno Dios obrando en el universo. Así, entendemos que las leyes naturales no poseen poder inherente, como tampoco obran independientemente; son las reglas y los principios que el Eterno ha puesto en efecto para determinar cómo se desarrollarán las cosas.
Lo mismo ocurre en las decisiones humanas. En un sentido muy verdadero no somos libres de escoger o actuar fuera de la voluntad de Dios – ni aun nuestras decisiones pecaminosas (Génesis 50:20). Al final de todo, es Yahvéh quien controla nuestras decisiones y acciones (Génesis 45:5; Deuteronomio 8:18; Proverbios 21:1), pero Él lo hace de tal manera que esto no viola nuestra responsabilidad como agentes moralmente libres, ni tampoco invalida la realidad de nuestra decisión. La Confesión de Fe Westminster expone la doctrina de la providencia divina de una manera sucinta, pero que capta todos los elementos de esta doctrina:
“Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordenó libre e inalterablemente todo lo que sucede. Sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es autor del pecado ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece.” (CFW, 3.1)
El medio principal por el cual el Eterno cumple Su voluntad es a través de causas secundarias (las leyes naturales, la elección del hombre). En otras palabras, Dios obra indirectamente a través de estas causas secundarias para cumplir Su voluntad. Otra vez volviendo a la Confesión de Fe Westminster – “Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, quien es la primera, todas las cosas sucederán inmutable e infaliblemente, sin embargo, por la misma providencia las ha ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente.” (CFW, 5:2)
Como regla general, para preservar y gobernar el mundo, el Eterno Dios utiliza las leyes de la naturaleza. Pero sabemos que Él sigue siendo Dueño y Señor de la naturaleza. De allí que, cuando así lo decide con su Sabiduría Infinita, puede cambiar las leyes de la naturaleza: cambiar la naturaleza de las cosas creadas, aumentar o disminuir sus fuerzas, sustituir esas fuerzas por su poder divino, etc. Es decir, el Eterno puede realizar “milagros” cuando así lo decide. Nuestro entendimiento empírico sabe que existen ocasiones en que el Eterno obra directamente en la historia y las circunstancias para cumplir Su voluntad. Esto es lo que llamaríamos nosotros un milagro (es decir, algo sobrenatural en vez de natural). Un milagro es Yahvéh obrando, por un período breve de tiempo, fuera del orden natural de las cosas para realizar Su voluntad y Sus propósitos.
Dos ejemplos del libro de Hechos deberían servir para destacar la obra del Eterno Dios obrando directa e indirectamente para realizar Su voluntad. En Hechos capítulo nueve vemos la conversión de Saulo de Tarso. A través de una luz brillante y con una voz que sólo Saulo (más tarde Pablo) pudo escuchar. De este modo tan espectacular el Eterno Dios cambió su vida para siempre. Era la voluntad de Yahvéh usar a Pablo para realizar Su voluntad, y el Señor usó un medio directo para convertir a Pablo.
Le sugiero que entreviste a cualquier persona que usted conozca que se haya convertido a la fe del Mesías, y usted con mucha probabilidad escuchará una historia parecida a ésta. Y es que la mayoría de nosotros llegamos a Cristo a través de un mensaje predicado o por leer un libro o por el testimonio persistente de un amigo o un familiar. Todos estos detalles circunstanciales se someten a la intervención milagrosa del Eterno conduciéndonos a su Salvación. Además de esto, por lo general hay circunstancias de la vida que preparan el camino,… la pérdida de un empleo, el fallecimiento de un familiar, un matrimonio fracasado, una adicción química. La conversión de Pablo era directa y sobrenatural, tanto como la conversión de todos los que hoy peregrinan el Camino.
En Hechos 16:6-10, vemos a Dios cumpliendo Su voluntad indirectamente. Esto sucede durante el segundo viaje misionero de Pablo. Dios quiso que Pablo y su compañía fuesen a Troas, pero cuando Pablo salió de Antioquia en Pisidia, él quiso ir hacia el este a Asia. La Biblia dice que el Espíritu Santo les prohibió predicar la Palabra en Asia. Luego, ellos quisieron ir al oeste a Bitinia, pero el Espíritu de Cristo les impidió, por tanto ellos fueron a Troas. Ahora esto fue escrito en retrospectiva, pero en el momento hubo probablemente algunas explicaciones lógicas por las cuales ellos no pudiesen ir a aquellas dos regiones. Sin embargo, después del hecho, ellos se dieron cuenta que esto fue el Eterno Abba dirigiéndolos donde Él quería que fuesen. Pues bien, esta es la Providencia divina.
Un texto que revela muy bien esto es Proverbios 16:9 – “El corazón del hombre piensa su camino; Mas YHWH endereza sus pasos.” Seguramente a esta altura de la bitácora, y al otro lado de la pantalla, están gruñendo en sus mentes los que dirán que el concepto que el Eterno esté orquestando directa o indirectamente todas las cosas destruye toda posibilidad del libre albedrío. El punto existencial es: si el Eterno está en control absoluto, ¿cómo podemos estar verdaderamente libres en las decisiones que tomemos? En otras palabras, para que el concepto de la libertad sea significativo, tiene que haber algunas cosas fuera del control soberano de Dios, por ejemplo, la contingencia de la elección humana. Supongamos por caso del argumento que esto sea cierto.
¿Qué entonces? Si Dios no está en control absoluto de todas las contingencias, entonces, ¿cómo podría Él asegurar nuestra salvación? Pablo dice en Filipenses 1:6, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Si Yahvéh no está en control de todas las cosas, entonces esta promesa es inválida (y otras promesas bíblicas semejantes también). No podemos tener la seguridad plena de que la buena obra de la salvación que haya sido iniciada en nosotros llegará a su finalización.
Además, si nuestro Abba no está en control de todas las cosas, entonces debemos concluir que Él no es soberano, y si no es soberano, entonces, no es el Dios Verdadero. Por tanto el precio de mantener contingencias fuera del control de Dios resulta en un Dios que no es Dios en nada. Y si nuestra “libre” voluntad sobrepasa la Providencia de Dios, entonces ¿quién es Dios al final de todo? Somos nosotros. Esto es, obviamente, inaceptable a cualquier persona con una cosmovisión que sea puramente bíblica. La Providencia Divina no destruye nuestra libertad. Más bien, la Providencia Divina es lo que nos permite hacer uso de esta libertad correctamente.
El famoso Agustín de Hipona enseñaba referente a esto: “El Dios Omnipotente no habría permitido que hubiese mal en sus obras si no fuese tan Omnipotente y Bueno que consiga sacar bien del propio mal”.
La verdad sobre la Providencia del Eterno Dios, constituye la fundamental y definitiva garantía del hombre y de su libertad en el cosmos.
Por medio de su Providencia Divina, el Eterno reconduce continuamente la vida del hombre y de la historia del mundo. Él nos deja actuar libremente y al apartarnos del camino que nos lleva a la felicidad eterna (por el pecado) pone a nuestra disposición la buena senda a través de Su Toráh, testimonio más perfecto de su providencial intervención amorosa.
En este última instancia de nuestro encuentro, lo invito a realizar con el corazón la siguiente oración: