Parashá Vaishlaj

¿Cuál es el Secreto para Ganar Batallas Espirituales?: Disminuir el Ego (Parashá Vayishlaj)

Por P.A. David Nesher

La Instrucción (Torah) divina revela que Yaakov avinu temía en su interior albergar la conciencia MEGUALÍ («me lo merezco»), es decir: «estoy muy seguro de mí mismo y de mis fuerzas» (autosuficiencia). Por ello, rechazó este espíritu de autodependencia y decidió confrontar la realidad que en ese momento su ego aún sostenía. Así fue como Yaakov se metió en el fondo de su propia oscuridad para experimentar la confrontación existencial más difícil de la vida humana: enfrentarse a uno mismo y sus temores egoicos.

Amado lector que tienes hambre por la ciencia de la Torah (toralogía), te invito a considerar la catequesis que he dado en esta aula virtual:

«La Curiosidad Mató al Gato»… ¡Y a Dina la Deshonró!

Por P.A. David Nesher

«Resulta que Dináh, hija de Leáh, que ella diera a luz para Yaakov, salió a conocer a las chicas del lugar. Y la vio Shejem, hijo de Jamor el jivita, príncipe de la tierra, que la tomó, se acostó con ella y la violó. Y él se prendó de Dináh, hija de Yaakov, y amó a la joven y le habló tiernamente.  Entonces Shejem habló a su padre Hamor, diciendo: Consígueme a esta muchacha por mujer”»

(Génesis/Bereshit 34:1-4)

La Torah de repente expande su relato y nos lleva a conocer uno de los episodios más dolorosos en la vida de Yaakov avinu y su casa.

La Torah nos cuenta que en el tiempo que Yaakov y su familia viajaron desde Padan- Aram a Canaan, compro un lote de tierra a Jamor, rey de Shejem (Siquem). Una vez instalados allí, resulta que Dináh, la hija de Yaakov y Leá, salió de su mundo de moral alta para flirtear con un mundo de moral baja. Ella decidió ir sola a ver cómo era la vida en Siquem. Esta curiosidad le causo muchos problemas a ella y a su familia. Su errada actitud la marcó abortando así su propósito, y determinando un destino ajeno a lo que el Eterno había diseñado para ella.

El relato al decir que Dináh se fue a ver a las hijas de la tierra, da a entender que su corazón no se mantenía firme a las enseñanzas de su casa y por ende su comportamiento abrió la puerta para que un joven pagano se la llevara y se acostara con ella y la tratara denigrantemente. Sin embargo, lo triste de esta historia es que ella no huyó de él, sino que por el contrario, ella decidió convivir con él en su casa formando así una pareja en estado de fornicación.

Debo aquí recordarles que el Eterno prohíbe tener relaciones sexuales fuera de la alianza matrimonial que el diseñó para la promoción del alma humana. Además, necesito remarcar aquí que este mandamiento no es solamente para Israel, sino para todos los descendientes de Noaj, pues aquello que escribió el mismo Adam HaRishón, continúa hasta hoy vigente:

«…dejará el hombre a su padre y su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.»
(Gén. 2:24).

Eso significa que aquel que no ha anunciado formalmente en su comunidad que ahora deja su padre y su madre, en un acto público, no puede ser una sola carne con una mujer. El que no se ha unido a una mujer en un acto público de matrimonio establecido por las normas de las autoridades del país, no tiene el derecho de tener relaciones sexuales con ella. Aquel que no ha adquirido una mujer de la cual se puede decir que es “su mujer” mediante las normas establecidas para el matrimonio, no puede unirse físicamente, ni vivir junto con ella. Los juicios celestiales están contra esa pareja y su descendencia.

Los invito a regresar ahora al relato para observar detalles en la conducta de Dináh que conviene tener en cuenta a la hora de valorar la esencia de una mujer.

«Salir» ¿a qué?

Dicen los relatos midráshicos que los habitantes de ese lugar estaban celebrando una fiesta y Dináh no pudo resistirse a su curiosidad y deseos juveniles. Ella se encaminó a la ciudad de Shejem (Siquem) a mirar especialmente los atavíos de las mujeres. Así Dináh, única mujer entre los hijos de Yaakov, que debía ser el adorno de la corona del patriarca, se convertiría en tristeza y vergüenza de la familia. Para algunos sabios, fue tal vez un error de su madre Leah permitir a Dináh ir de paseo a aquel lugar desconocido. Así pues, apartándose Dinah de las buenas costumbres y la decencia familiar, sale de su casa. Sin duda, fue una imprudencia muy costosa, ya que fue raptada y violada por Shejem, el príncipe de la ciudad, hijo del rey Jamor. Terrible lección la que hoy leemos y, que primordialmente enseña a la mujer (particularmente si es bella y virgen), a cuidarse, y de cómo la curiosidad y la falta de sensatez pueden llevarla al precipicio de la indignidad humana.

Los sabios enseñan que Dináh era una joven curiosa que quería ver a las mujeres jóvenes de este nuevo país y entender sus prácticas. No hubo provocación ni falta de modestia; el texto declara claramente que estaba interesada en “las doncellas”, no en “los muchachos”. Los invito a considerar lo expresado por el rabino Malbim (1809 – 1879), experto en hebreo torájico, al explicar este episodio:

‘Y él la vio’. No pienses que ella lo sedujo, porque el texto especifica que él fue quien la vio primero. ‘Y la tomó’ por la fuerza y nadie pudo salvarla, dado que era el príncipe de la tierra. Su crimen tuvo tres partes:
(A) La secuestró, esto es robar.
(B) Se acostó con ella; esto es violarla, particularmente siendo que no estaba circunciso.
(C) ‘Y la atormentó’ dado que fue violación y ella no consintió, y eso es violarla personalmente

(Malbim, Génesis 34:2)

Por lo que también comentan otros expertos, parece que el texto da a entender que Shejem, el hijo de Jamor, era un príncipe muy malcriado acostumbrado a obtener todo lo que su corazón deseaba. Creía que merecía todo, que era todopoderoso y que ninguna gratificación necesitaba ser postergada. Apenas deseaba algo, su anhelo era satisfecho de inmediato. Cuando llegó a la ciudad la nueva familia, cuyo padre era conocido en la región por ser poderoso y bendecido con muchas posesiones y grandes hijos, Shejem debe haberse molestado. Debe haberse enamorado de Dina por su belleza, pero no en menor medida porque era la “hija de Yaakov”. Entonces los sabios aseguran que el texto muestra que Shejem quería superar a Yaakov y aplastarlo, para que no hubiera dudas respecto a quién mandaba en esa ciudad.

Por esto, los sabios comentan que Shejem ideó una forma para que Dináh saliera y ella, cediendo ante la curiosidad natural de una joven en un nuevo entorno, cayó en la trampa. Fue inmediatamente secuestrada y violada.

Muchos de los comentaristas parecen bastante convencidos de que Dináh no tuvo ninguna culpa por el comportamiento de Shejem. Desde este punto de vista, hasta el hecho de “salir” se lo atribuyen a la perversión de Shejem. Consideremos lo que dice este comentarista:

La hija de Yaakov se sentó en su tienda y no salía. ¿Qué hizo Shejem, el hijo de Jamor? Trajo muchachas afuera de su tienda para que jugaran y tocaran instrumentos musicales. Dina salió a verlas tocar y él la agarró y la violó

(Pirkei deRabí Eliezer 38)

En este relato pareciera que Shejem planeó su crimen con premeditación. ¿Qué hizo que se enamore tanto para tomarla, violarla y luego apegarse a ella aún más?

Si no hubiera sabido que era la hija de Yaakov, quien era mundialmente famoso y tenía buena reputación por sus hijos, nunca hubiera hecho lo que hizo.”

(Or HaJaim, Génesis 34:2)

Podremos entender mejor todo esto si consideramos que el verbo hebreo que se traduce «salir» o mejor, “solía salir”, está en el tiempo imperfecto, lo cual indica acción continua que estableció un hábito. Por esto este verbo en el mismo tiempo se vierte también, según el marco de circunstancias, “con regularidad salía” y “comúnmente subía” (c.f. 1 Samuel 18:13; 1 Reyes 10:29). De modo que la aventura de Dináh no resultó de su primer paseo. Ella aparentemente quería “ver” a sus vecinos de la ciudad, familiarizarse mejor con ellos, y así tomó el hábito de asociarse con ellos participando en sus fiestas. Entonces está bien claro que no esta mal sentir curiosidad acerca del mundo que nos rodea. Para ello, el Eterno nos dio atributos mentales para pensar con criterio y quiere que los usemos. Lo que sí es incorrecto es ponernos nosotros y a los demás en peligro sólo por satisfacer nuestra curiosidad creando hábitos inconvenientes para el propósito eterno de Dios en nuestras vidas.

El Peligro de Entrar a Curiosear el Ambiente de Otros.

Posiblemente, al principio ni Shejem ni Dináh pensaban en las relaciones sexuales, pero a medida que los encantos de aquella doncella curiosa despertaron la pasión de él, quien carecía de todo límite moral piadoso, él hizo lo que la mayoría de los varones cananeos hubieran considerado natural. Después de todo, ¡ella había entrado en el ambiente de él! Cuando Dina evidentemente se opuso a “ir tan lejos”, él simplemente la dominó. Ciertamente la violación es algo grotesco y una gran afrenta a la mujer.  Pero debemos entender que en la cultura de los cananeos, eso era aceptable. Esto no lo digo para excusar a Shejem (porque no tiene excusa), sino para hacer entender el contexto cultural en el que eso sucedió. Las mujeres jóvenes sin compromiso eran consideradas caza legal en las ciudades de aquel tiempo. La promiscuidad no solo era común sino que era parte del mismo sistema religioso que ellos practicaban

En la cultura cananea era aceptable que los hombres tomaran a las mujeres que les gustaban. Ellos las tomaban y las hacían suyas. Si los padres no querían que esto les pasara a sus hijas, las protegían y no les permitían salir solas.

Dejar la Cobertura del Padre Atrae la Amargura del Mundo.

Lo que sí vemos en esta historia es que aun si no hubo ninguna medida de consentimiento por parte de Dináh, ella todavía era en parte responsable de perder su virginidad. Aunque ella solo visitaba a “las hijas del país”, quiero que te imagines el tipo de moral que ellas tenían. El hecho de que las esposas jivitas (o cananeas) de Esav eran “fuente de amargura de espíritu” para los piadosos Itzjak (Isaac) y Rivkáh (Rebeca) es ciertamente una indicación de la maldad que ya era manifiesta entre “las hijas del país” (Génesis 26:34, 35; 27:46).

Recordemos que la inmoralidad sexual, incluso el incesto, la homosexualidad, la sodomía y la bestialidad, con el tiempo llegó a ser parte de “la manera que hacía la tierra de Canaán” (Levítico 18:2-25). De modo que, ¿de qué hablaba Dináh durante aquellas visitas? ¿Creía ella realmente que podía evitar la compañía de los hermanos y los amigos de las muchachas?

El que una mujer se mezclara, aparentemente sola, con gente tan inmoral era buscarse problemas. Dináh sabía lo que había ocurrido a sus antecesoras Saráh y Rivkáh mientras estaban en Canaán. A los ojos de los depravados hombres de Canaán, Dináh llegó a ser una víctima lógica. Ella decidió colocarse en una situación comprometedora y pagó por ello con la pérdida de su virginidad, a pesar de cualquier resistencia de última hora. (Génesis 20:2, 3; 26:7).

La salida y curiosidad de Dináh por conocer personas “del mundo” nos muestra el peligro de estar por fuera de la cobertura del padre, apartados de la Instrucción divina. Está perfectamente revelado que hacer algo contrario a la Palabra de Dios nos conduce siempre a tener problemas y desde allí seguramente a un desastre. Por esto el apóstol Juan escribí a los seguidores de Yeshúa lo siguiente:

«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.«
(1 Juan 2:15-17)

Las Tristes Consecuencias del Apegarse al Hedonismo

Leemos en este relato que después de este triste suceso, Shejem retuvo a Dináh en su hogar y “siguió hablándole persuasivamente”, por decirlo así, ‘a su corazón’. El padre de él dijo: “Su alma se ha apegado a Dináh” (v.8). Estas palabras demuestran que es poco probable que dicho apego ardiente se hubiera desarrollado simplemente como resultado de un solo encuentro.

Shejem sentía un amor almático por Dina, no un amor espiritual y piadoso. Con esto quiero decir que la amaba por lo que podía ser y lo que le podía dar, no por lo que él podía ser y darle a ella. Su corazón egoísta se denota en las palabras: “Tómame por mujer a esta joven”. Era un amor del alma tipo “consígueme”, «quiero recibirlo sólo para mí«. Con esto la Torah revela que es posible que un varón sea atraído a una mujer y que sea amable con ella por razones que tienen poco o nada que ver con el amor verdadero y perfecto. Lo triste de esto, es que, en su deseo de conectarse de manera romántica con un varón, muchas veces a las mujeres se les olvida esto.

Él aparentemente había notado las buenas cualidades de ella antes, quizás durante las frecuentes visitas de ella. Ahora quería casarse con ella. Puede que él y su padre también hayan creído que la propuesta de matrimonio expiaría de alguna manera el acto del hijo y arreglaría la situación, de modo que mantuvieran relaciones pacíficas con la próspera casa de Yaakov. (Génesis 34:3, 8).

Lo cierto y triste de todo este episodio es que terminó con la matanza de Siquem, su padre y todos los varones de la ciudad, por parte de los hijos de Yaakov. Esto ocasionó ostracismo a la casa de Yaakov y llevó a que él condenara severamente la cólera de sus hijos muchos años después (Génesis 34:30; 49:5-7). ¡Qué horrenda cadena de sucesos, y todo porque Dináh no vigiló como mujer sus asociaciones! Este episodio del registro inspirado es una advertencia para las jóvenes de mentalidad hebrea de hoy que tal vez, por curiosidad, se sientan tentadas a mezclarse socialmente con los que no son siervos de Dios. Es importante tener en cuenta el consejo del sabio rey Shlomo:

«El que anda con sabios, sabio será;
Mas el que se junta con necios será quebrantado.
«
(Proverbios 13:20).

Cada jovencita y muchacho que está leyendo estas líneas debe aceptar que en el Israel del Santo y bendito sea, no se puede cometer fornicación. Los que son verdaderos israelitas se cuidan mucho del pecado de fornicación, porque ninguno que vive practicando fornicación puede heredar el Olam HaVá (Mundo venidero). Por eso, en las comunidades de discípulos de Yeshúa del primer siglo se procuraba todo el tiempo que este tema estuviera vibrando en las consciencias de los redimidos:

Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo.
(1 Corintios 6:18)

Sabéis esto, que ningún fornicario o inmundo o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos.”
(Efesios 5:5-7_ RVR 1995)

Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas.”
(Colosenses 3:5-6)

Pero los perros estarán afuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo aquel que ama y practica la mentira.” (Revelación 22:15 – RV 1995)

Si alguno de ustedes ha practicado fornicación, lo invito a regresar a la Fuente, nuestro Abba, tomando la decisión de no volver a hacerlo. Pídele perdón al Eterno para que puedas ser limpiado por la sangre del Mesías Yeshúa que es efectivo en todos los que abandonan el pecado.

Y por último, esta historia nos da una gran de lección a los que ya somos padres. El Eterno quiere que aceptemos que debemos aprender a tener cuidado de nuestros hijos, guardándolos de no exponerlos demasiado al sistema reptiliano y sus propuestas hedonistas.

Anhelo que todo esto sirva para vuestra edificación.

Shalom!

¿En qué Consistió el Pecado de Rubén?

Por P.A. David Nesher

Vayehi bishkon Yisra’el ba’arets hahi vayelech Re’uven vayishkav et-Bilhah pilegesh aviv vayishma Yisra’el.»

«Mientras Israel estaba asentado en aquella tierra, Reuvén causó un desorden en relación con el lecho de Bilá, concubina de su padre, e Israel lo escuchó. Los hijos de Israel fueron doce.»

(Bereshit/Génesis 35:22)

Reuvén (Rubén) era el primogénito de Yaakov. Considerando esto, podríamos esperar la más alta conducta de él y esperar que seriamente recibiera el pacto de sus padres. Sin embargo, aquí pecó de la manera más ofensiva en contra de su padre y de toda su familia. Pero la pregunta es: ¿en qué consistió realmente su pecado?

Probablemente Reuvén tendría unos treinta años de edad. No se dan detalles, pero Bilhah era mucho mayor que Reuvén, siendo la sierva de Rajel, y la madre de dos hermanastros de Reuvén: Dan y Neftalí. Por esto, el texto original no permite interpretar un pecado sexual en este evento; ¡esto no fue una violación! En la superficie parecería ser una singular coincidencia, pero cada uno de los protagonistas tenía sus propias razones para involucrarse.

Desde una mente lógica y deductiva, Bilha tenía sus propias razones para involucrarse. Después de la muerte de Rajel, ella probablemente quería tomar el lugar de la matriarca como esposa principal de Yaakov. Durante la vida de Rajel la cama de Yaakov estuvo siempre en la tienda de ella; pero en su lecho de muerte él la sacó a la tienda de Bilhah, la sierva de Rajel. Después de la sepultura de la matriarca, Yaakov avinu continúo durmiendo en la tienda de esta concubina. Después de la muerte de Rajel, Bilhah era claramente la única amenaza para esa posición perteneciente a Lea, madre de Reuvén.

Reuvén se irrita por este motivo, pues cómo podía ser que él durmiera con la sierva y no con la esposa original. Lo tomó como una ofensa para su madre Leah. Según los sabios, en este acto, Reuvén siente la necesidad de recordarle a su padre que tenía la obligación de reanudar sus relaciones con Leah.

Reuvén, lleno de resentimiento por causa de esto, debe haber cavilado en su corazón algo así: «Si mi madre, Lea, estaba subordinada a Raquel, ¿ella también debe estar subordinada a la sierva de Raquel?» Ya era suficientemente malo que Yaakov prefiriera a Rajel respecto de su hermana Leah, pero era intolerable que él prefiriera una sirvienta a su madre. Por lo tanto, él quitó la cama de Bilha y la sustituyó por la de Leah. En lo que se refiere a Reuvén, esto aseguró que Bilhah nunca pudiera ascender a la posición de la esposa principal. Así pues, Reuvén lleva la cama de Yaakov a la tienda de Leah, denigrando a Bilháh y no respetando la voluntad de su padre.

Según la tradición e interpretación talmúdica, lo que realmente ocurrió fue mucho menos impactante. Reuvén de hecho estaba protegiendo el honor y el lugar de su madre en la familia. Justamente el Talmud en Shabat 55b explica que no debemos pensar que Reuvén literalmente se acostó con Bilhah; más bien, dicen que debe traducirse como que él » perturbó los arreglos para dormir de Bilhah«. Por eso es que el verso continúa de inmediato: “ Jacob tuvo doce hijos».¡Seguro que ya lo sabemos! Pero la Torah enfatiza esto dando a entender que, incluso después de esta interrupción en la casa de Yaakov, los doce aún eran hijos del tzadikim; es decir que los doce eran igualmente justos.

Pero la Escritura considera inconveniente este hecho. La pérdida de la primogenitura podría ocurrir si una grave ofensa se cometía y Reuvén, en este intento de señalarle a su padre cuál debía ser su posición, terminó por destruir la suya propia, ya que le costaría su primogenitura. Desde esta decodificación, el verdadero alcance de la ofensa de Reuvén, trastornar el delicado equilibrio en la casa de su padre y erosionar la autoridad de Jacob en su propia casa, es como si Reuvén hubiera cometido incesto con Bilhah.

En verdad, lo que Reuvén ignoraba, explican las tradiciones, es que, Yahvéh le iba indicando a Yaakov el lugar donde él debía dormir. ¿Cómo era esto? La Shekinah de gloria solía posicionarse por sobre las tiendas, por lo que Yaakov iba y entraba con la esposa que se encontrara cubierta por la Shekinah. En esta ocasión especial, la Shekinah estaba reposando sobre la habitación de Bilhah, por lo que Yaakov se dispuso a dormir en esa habitación. Lo de Yaakov no era una especie de añoranza respecto de Rajel, porque Bilhah había sido su doncella, Yaakov solo seguía las señales enviadas por el Eterno.

Por otro lado, otros sabios comentan que Reuvén quiso impedir que Yaakov trajera más tribus a la familia. Él sabía que su padre tenía la intención de erigir a doce tribus, por lo que no era posible que ahora estuviera dispuesto a engendrar más hijos.

Más allá de todo, ahora entendemos que nunca fue el propósito de Reuvén profanar el lecho de su padre; sin embargo, por esta acción anárquica, Yaakov revocó su primogenitura dándosela a su hijo Yosef, (Gén 49:3-4). Solo Moshé, antes de su muerte, es quien pudo borrar en su última y suprema bendición, las palabras afrentosas lanzadas por Yaakov contra su primogénito y exclamar:

«¡Viva Reuven, que no se extinga…!»

Raquel es Sepultada por la Muerte Declarada

Por P.A. David Nesher

 Vayatsev Ya’akov matsevah al-kvuratah hi matsevet kevurat Rachel ad-hayom.»

«Yaakov erigió un monumento sobre su sepultura, que es el monumento de la sepultura de Rajel hasta el día de hoy.»

(Bereshit/Génesis 35:20)

 

Muchas veces pensamos que las palabras que salen de nuestra boca solamente son dichos. Es decir, palabras que no tienen mayor relevancia que los hechos. Debo decir que eso es sólo una parte de la verdad, ya que lo que haces es un reflejo de lo que piensas y eres, pero, de igual manera, lo que dices tiene trascendencia en aquello que haces.

De acuerdo a lo revelado en la Instrucción (Torah) divina, lo que dices es muy importante y puede tener mucho más poder que tus actos.

El Eterno mismo nos dice en su palabra:

“Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.”

(Mateo 12:37 – RVR-1960).

Es por esta razón que debemos tener muchísimo cuidado con lo que decimos, repetimos o insinuamos con la boca. Yahvéh nos dio un gran poder en las palabras para bendecir, ayudar y declarar maravillas de Él; sin embargo, hemos estado usando las palabras para destruir a alguien que nos lastimó, y lo más triste del caso, hemos estado declarando palabras que nos lazan a un destino con final trágico.

La muerte de Raquel (Rajel) es un ejemplo claro de lo dicho hasta aquí. La misma fue primeramente el cumplimiento trágico de la maldición que Jacob (Yaakov) mencionó que vendría sobre el que robó los ídolos de Laván (Génesis 31:32). Pero Rajel misma también provocó este final, al rogarle a Yaakov:

«¡Dame hijos, o si no, me muero!»

(Génesis 30:1)

¡Y así fue como sucedió, ambas declaraciones se convirtieron en realidad! Rajel tuvo hijos y murió como consecuencia de ello, y también, como consecuencia de lo que su esposo declaró vehementemente a aquel que había robado los terafim de su padre.

Lo cierto de esta historia de amor es que Rajel y su esposo no dormirán juntos el “sueño de la muerte”.

Entendemos que su vida fue un episodio corto, pero brillante dentro de esa brevedad, para el cumplimiento del propósito eterno de Yahvéh. Pero su forma de hablar, sumada a su manera sentimental de responder a algunos acontecimientos negativos referentes a su maternidad, la condujeron a transitar un camino de rigor innecesario. Los sabios explican que, por no querer dormir Rajel con su esposo una noche, fue la causa por la que El Eterno no permitió que Rajel “durmiera” junto a Yaakov el sueño permanente del sepulcro. La noche que Yaakov no durmió en la tienda de Rajel fue en la ocasión de las “dudaim” (mandrágoras). Ese día la Shekinah reposaba en la morada de Rajel y aun así, ella envió a Yaakov a dormir con su hermana Leah luego de una “negociación” –intercambio– de unas mandrágoras/dudaim, desvalorando de esa forma la compañía de su esposo así como la indicación de la Shekinah. Estas habían sido las palabras de Rajel:

“…Pero ella le respondió: “¿¡Es poco que hayas tomado a mi esposo que incluso pretendes tomar los dudaím de mi hijo!?”. Dijo Rajel: “Entonces se acostará contigo esta noche, a cambio de [que me entregues] los dudaím de tu hijo…

(Gén 30:15. Torat Emet)

“…Puedes quedarte con mi esposo Yaakov…”

Delicadas palabras de Rajel, sin duda. Sin pretenderlo, la declaratoria de Rajel anuncia de manera profética lo que ocurrirá al final de sus vidas; Leah será enterrada a lado de su esposo Yaakov en Majpela con los demás patriarcas.

Rajel fue sepultada en Ramá, al norte de Jerusalén. Yaakov erigió una estela sobre su sepultura, y Moisés comentó que el pilar que marcaba la tumba de Rajel era visible incluso hasta sus días (35:20). A esto se refiere Samuel cuando envió a Saúl a su casa después de su unción (1Samuel 10:2). Podría haber estado visible durante los días de Jeremías cuando los judíos eran llevados a la cautividad babilónica. Sin embargo, ya no es visible hoy en día, por lo que la ubicación de la tumba se ha perdido y fuera de lugar en Beit-Lejem (Belén).

Rajel muere camino a Beth Lejem de Yehudá, y lo cierto de toda su historia es que el Eterno permitirá que ella sea considerada la “Matriarca principal” de los Benei Israel (Hijos de Israel), la cual vive en el corazón y mentes de sus hijos quienes han ido a visitarle en su lugar de descanso. Rajel es considerada como una misericordiosa madre que, como mujer y esposa sacrificó el eterno amor de su compañero para darse toda ella con amor a sus hijos. Sin embargo, su actitud mental vehemente la llevó a un final que podría haber evitado si hubiera controlado sus dichos y hechos.

Reflexionando en todo esto, y volviendo al mensaje con el que comencé esta bitácora, respecto a nuestras declaraciones orales, tengo que decirte que no es tarde para quitar de tu lenguaje cada palabra dañina que existe en él, aún puedes limpiar tu boca de esas palabras que destruyen y ensucian tu vida, y con las cuales te has trazado un triste futuro. Te aconsejo que tomes como estilo de vida la actitud del salmista:

“Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí.”

(Salmos 39:1 – RVR-1960)

Tal vez dijiste cosas que no querías. Quizás lastimaste a alguien, condenaste la vida de tu prójimo o te separaste de personas que querías a causa de eso. Acepta que la lengua es un miembro pequeño que puede provocar grandes cosas; recuerda que no sólo eres lo que haces, si no también lo que dices.

De hoy en adelante piensa bien lo que vas a decir, no permitas que el enemigo ponga las palabras en tu boca, que el amor que Dios puso en tu corazón se refleje en tus palabras.

El Dilema de la Verdadera Fe: El Dolor o la Visión

Por P.A. David Nesher

 

 

Tan pronto como terminó de enterrar Yaakov a Déborah, la nodriza de Rebeca (35:8), su alma sumó más duelo, ya que tuvo que enterrar a Raquel (Rajel), su esposa más amada. Entonces, después de cumplir con la promesa de Jacob, se trasladaron de Betel, y mientras estaban en el camino a Belén, su amada Raquel murió en el parto (35:16a). La familia estaba completa ahora con el nacimiento de Benjamín. Curiosamente, once de los doce hijos de Jacob nacieron fuera de la Tierra Prometida en Padan-aram.

De acuerdo al primer libro de Samuel (10:2), ella murió en la frontera de Benjamín y Selsá. Y sabemos por el mismo libro (7:17) que Samuel vivió en Ramá, una ciudad de Benjamín. Por lo tanto, la tumba de Raquel estaba en la ciudad de Ramá, que está al norte de Jerusalén (Jeremías 31:15).

Entendamos primeramente una cosa. Rajel murió antes de tiempo por la maldición que Yaakov había pronunciado sobre la persona que había robado los dioses de Labán (Gé 31:32). ¡Inmenso es el poder de las palabras! Por ello, haremos siempre bien en pensar antes de pronunciarlas.

Moribunda Rajel, llama al niño «Ben Oní» que significa “hijo de mi tristeza” o más literalmente “hijo de mi dolor” (en el hebreo la palabra para el «dolor» y «contracciones de parto» son sinónimos). Pero Yaakov cambió el nombre por el de Binyamin (Benjamín) que significa «hijo de la derecha«, «hijo del sur«, o «hijo de mi fuerza«. Desde el inicio de su vida Benjamín tenía dos cosas que lo diferenciaron de sus hermanos. En primer lugar, él era el único hijo nacido en la Tierra Prometida, y en segundo lugar, él era el único hijo nombrado por su padre.

En la geografía de la Torah, el oriente siempre está hacia delante. Eso difiere de la cosmovisión geográfica de hoy en día cuando todos los mapas colocan el Norte hacia delante. Por lo tanto, desde la mentalidad hebrea, la derecha implica también el sur.

En el Salmo 89:12 aparece la palabra hebrea yamin como una referencia al sur. Por eso el nombre Binyamín hace referencia al lugar del nacimiento de este hijo, fue el único que nació en la tierra de Kenaan que está al sur de Padán Aram, donde nacieron los demás hijos de Yaakov.

Por otra parte, la palabra “yamìn”, sirve algunas veces para designar el mediodía (Salmos 89:13). Avraham avinu en su tiempo solía ya dirigirse hacia el mediodía en su búsqueda del lugar más propicio para la inspiración Divina; y, de hecho, el futuro Santuario de Jerusalem tendría su sede en el sur [Rashí]. El Beth Hamikdash sería construido en territorio de Benyamín; la Majestad Divina pues, “mora entre sus hombros”, dirá así Moshé en Deut. 33:12:

“…Respecto de Binyamín dijo: Que el amado de YHVH viva tranquilo junto a Él. Él lo protege todo el día y descansa entre sus hombros…” [Torat Emet].

Es para mí interesante aportar que en el Zohar, los sabios precisan que la Shekinah se asoció al círculo de los doce hijos en el momento del nacimiento de Binyamín, momento en que, al entrar en Tierra Santa, la familia formó una unidad perfecta.

Es muy usual en la mentalidad hebrea el cambio de un nombre, sobre todo cuando se trata de apartar los malos augurios para que de ese modo se conviertan en buenos. En el lenguaje bíblico la “mano derecha” es un símbolo de «fuerza y poderío», tal como se advierte en Tehilim/Salmo 21:8. Yaakov discernió que fue la Shekinah quien llenó el vacío creado por la muerte de Rajel. A partir de entonces, la Presencia divina permaneció fiel a la familia de Israel.

Con el nacimiento de Binyamín, el Reino de los Cielos empieza a avanzar y asentarse firme en Eretz Israel. Este número 12, está grabado en las leyes de la Creación. Aparece, por ejemplo, en los meses del año, en las 12 constelaciones de los cielos que miran hacia la Tierra, en las horas del día y en las horas de la noche. Esto significa que la futura nación de Israel se asienta, desde sus inicios, sobre las mismas bases sólidas e inmutables que las leyes de la naturaleza.

Teniendo todo este diseño profético en su mente, Yaakov no quería permitir que la pena por la muerte de su amada esposa le impidiera a llegar a la meta que había puesto en su mente desde que salió de la casa de Laván. Él quería llegar a su padre Yitzjak, quien estaba en el sur. Por ello, el sur era la meta para Yaakov en esos momentos. Esta es la razón por la que él cambió el nombre del segundo hijo de Rajel para marcar que la tristeza no debería ser lo que caracterizaba al hijo, sino la visión que estaba por delante: ¡llegar a gozar plenamente de la benevolencia ilimitada del padre!

El cambio del nombre muestra la importancia que Yaakov daba a la visión que tenía. Sólo le quedaba una pequeña distancia para llegar a la meta donde estaba su padre. Jevrón (Hebrón) no está muy lejos de Bet-Lejem (Belén). Y finalmente Yaakov llegó a la meta y pudo ver a su padre (35:27).

Amado discípulo de Yeshúa, mientras peregrinas el camino de ascensión de la Luz, no permitas que las penas y las tristezas que aparecen en tu jornada espiritual te hagan perder tu vista de las metas que el Eterno ha puesto delante de ti.

Que Yahvéh nos ayude a no caer en el pozo de la amargura sino llegar a la meta, el premio de su supremo llamamiento en Yeshúa HaMashiaj.

Shalom!

Limpiándose de la Idolatría para un Futuro Seguro

Por P.A. David Nesher

 

Vayomer Ya’akov el-beyto ve’el kol-asher imo hasiru et-elohey hanechar asher betochechem vehitaharu vehachalifu simloteychem. Vayitnu el-Ya’akov et kol-elohey hanechar asher beyadam ve’et-hanezamim asher be’ozneyhem vayitmon otam Ya’akov tachat ha’elah asher im-Shchem.

«Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem.»

(Bereshit/Génesis 35: 2-4)

Después de los tristes acontecimientos de Siquem, Yaakov, con su alma embargada por la tristeza y decepción que le habían causado sus hijos, sabía que no podía permanecer allí, y así se dispuso a partir para Betel, lugar del que conservaba gratos recuerdos, y al que no quiso ir a vivir cuando el Eterno se lo ordenó. Entendamos y aceptemos que el atroz incidente de Siquem, fue porque Yaakov fue a Siquem, en lugar de Betel, donde se suponía que debía estar. Así, y sin darse cuenta, la familia de Jacob había sido espiritualmente devastada por vivir durante diez años en la ciudad cananea de Siquem. Por encima de todo esto era cierto que sus hijos, eran especialmente vulnerables durante sus años de adolescencia.

Nosotros, de igual modo, a menudo terminamos en grandes problemas que traen mucha dificultad para los que nos rodean, por no ir a donde Yahvéh nos dice que vayamos. Lo mismo que le ocurrió a Yaakov con sus hijos, nos sucede con nuestros hijos hoy. Incluso si los llevamos a la congregación cada semana, la vida de la mundanalidad, durante seis días puede ser demasiado poderosa para contrarrestar cualquier cosa que suceda durante el séptimo día.

Ahora bien, la Torah (Instrucción) revela que la única cura para la mundanalidad es separarse de ella. Por ello, Yaakov tuvo que salir de Siquem e ir a Betel. Este lugar estaba a unos 24 kilómetros al sur de Siquem (hebreo Shejem), pero su elevación es 305 metros más alta. Se hace esta referencia al igual que para Jerusalén, en el Brit Chadashah. Debido a que su elevación es de unos 762 metros sobre el nivel del mar, no importa la dirección en que usted se aproxime, la Biblia dice siempre: subir a Jerusalén, y Betel, está a 3.2 kilómetros al norte de Jerusalén.

Como Yaakov avinu sabia que Yahvéh lo enviaba allí a fin de hacer una acto profético que garantizaría protección de los pueblos vecinos, el patriarca comenzó por preparar espiritualmente a toda su gente.

Yaakov manda a su familia deshacerse de todo material de idolatría, pues luego de tomar el botín de Shejem, no habían destruido los objetos idolátricos que habían capturado con el botín. Cuando habla de “ropas” o “vestidos”, se está refiriendo a ropa decorada con estampas idólatras (Torah Rashí). [Importante es tener en cuenta esto a la hora de considerar qué  tipo de ilustraciones y/o leyendas tienen las ropas que usan nuestros hijos]. Recordemos, por lo ya estudiado, que desde tiempos muy remotos, las prendas simbolizan el carácter de quien las porta. Por eso, en las Sagradas Escrituras, la vida interior de los no regenerados se compara con una vestimenta contaminada (Judas 23).  En cambio, el texto sagrado revela que el cambio de ropa simboliza la renovación interior (Efesios 4:22-24).

El Targum del maestro Yonatán indica que los aretes no eran simples adornos, sino que constituían amuletos y talismanes con los que se invocaban deidades, y se hacían conjuros (Oseas 2:13).

Todo estaba bien claro: ¡si el Eterno iba a bendecirlos de nuevo, si iban a tener un nuevo comienzo, entonces los dioses extranjeros deben ser todos quitados!

Debido a que se dieron cuenta que estaban en grave peligro de ataque desde otras ciudades cananeas, tenían miedo, y así todos se rindieron a las instrucciones de Yaakov. Del mismo modo, hay que entregarse a Dios antes de que Él nos pueda bendecir. Hay algunas cosas que hay que enterrar y dejar atrás porque posiblemente no pueden ser dedicadas al servicio de Dios.

El Eterno se muestra siempre celoso de su honor, y no admite compañía en el culto que se le ofrece a Su Nombre. A través de este relato se nos revela que lo más difícil de implantar en Israel no fue el culto de Yahvéh, el Dios de Avraham, Itzjak y Yaakov, sino la exclusión de todo otro culto. Era muy difícil admitir para los antiguos la la unicidad de Dios. Yaakov enterró todos los ídolos y amuletos de las joyas y pendientes de su clan bajo la encina de Siquem, sin duda la misma de Moré donde había estado Avraham (Gén. 12:6). La encina de Moré era un árbol o un pequeño bosque que servia como lugar de culto para los habitantes de Siquem y los pueblos vecinos que hasta allí peregrinaban. Años más tarde, en la época de la conquista de la tierra, Josué dirá también a los escuadrones de la nación israelita, bajo esta misma encina:

«Ahora pues, quitad los dioses extranjeros que están en medio de vosotros, e inclinad vuestro corazón al SEÑOR, Dios de Israel.»
(Josué 24:23)

Notamos que Yaakov no quema los objetos idolátricos porque quería que subsistieran para perpetuar el recuerdo del pecado de idolatría que habían cometido. Pero, él no tuvo en cuenta que el instrumento del pecado siempre sigue ejerciendo una acción maléfica en tanto que no es destruido totalmente. En efecto, muchos siglos más tarde, los samaritanos descubrieron un ídolo que tenía la forma de una paloma en lo alto del Monte Guerizim donde habían construido su Templo; la cogieron y se pusieron a adorarla. El caso es que este ídolo era uno de los que Yaakov había enterrado bajo la encina. Por eso, por favor, observe bien esto. La Escritura parece indicar que no se puede desviar las cosas de Satanás para utilizarlas para el servicio al Eterno. Usted necesita deshacerse de ellas (Hechos 19:19). Tenemos que recordar que todo lo que nos estorba en nuestro viaje espiritual no sirve para nada, no importa lo valioso que parezca para el mundo (Hebreos 12:1). ¡Es importante para todo el mundo hacer un balance de lo que puede tener en su casa que es impío y rápidamente deshacerse de esas cosas!

Es prioritario es entender que si no quitamos los ídolos de nuestra vida, pueden arruinar nuestra fe. ¿Qué ídolos hay en tu vida y en tu familia? Un ídolo es cualquier cosa creada que ponemos ante el Eterno. Estos no tienen que ser solamente objetos físicos, sino que pueden ser también seres humanos (queridos y cercanos), tanto como pensamientos, proyectos o deseos. Por eso, al igual que nuestro padre Yaakov, debemos ser muy tajantes y expeditivos, eliminando incondicionalmente de nuestras vidas, todo aquello que interrumpe nuestra comunión con el Espíritu de Yahvéh, nos obstaculiza las bendiciones del Olam Havá (Mundo Venidero).

Luego, después de la purificación de ellos, partieron hacia un nivel de mayor altura (Bet-El).

Interesante es notar como el texto recalca la proximidad de Shejem (v. 4). Esta codificación la podremos comprender mejor a la luz de lo que acabamos de explicar. Shejem, en efecto, era el lugar predestinado a las desgracias; fue allí donde violaron a Dinah; donde más tarde venderían a Yosef; pasando los siglos sería también ese lugar donde se escondió el reino de David, huyendo de su hijo Absalón.

Los Siete Altares Patriarcales

Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-betel, porque allí Dios se le había manifestado cuando huía de su hermano.

(Bereshit/Génesis 35:7)

 

Habiendo llegado, Yaakov construyó un altar, y le cambió el nombre al lugar El-Bet-El, que significa «el Dios de la Casa de Dios«, porque allí se le había revelado ’Elohim cuando huía delante de su hermano Esaú. En realidad, El-Betel es la expresión hebrea que significa “el Poderoso de Betel”. El exegeta hebreo Rashí sostiene que debe ser traducida como “El Santo está en Betel”.

Aquí, en el texto hebreo tenemos otra implicación de la pluralidad en la Deidad revelado en el rollo de Bereshit (Génesis). Debemos entender que la palabra hebrea para Elohim es un sustantivo plural. Cuando la palabra Elohim es utilizada para dioses paganos, entonces el adjetivo o verbo que va con ella también está en plural. Pero cuando Elohim es utilizada para el único Dios verdadero, entonces el adjetivo o verbo está normalmente en singular. Sin embargo, hay excepciones. A veces, la pluralidad de la Deidad se revela porque el adjetivo o verbo que se refiere a Elohim está también en plural, y aquí es un buen ejemplo porque en hebreo la palabra revelado está en plural. El verbo en plural se utiliza con el sustantivo plural. Por lo tanto, literalmente significa, los dioses se revelaron a él. Esto apunta claramente a una pluralidad en la Deidad. Los rabinos, quienes no creen en la pluralidad de la Deidad, racionalizan este versículo diciendo que la palabra Dios en este versículo se refiere a los ángeles revelándose al patriarca, algo muy lejano a la intención del Eterno manifestada en el contexto general de Su Instrucción (Torah).

Ahora bien, en este pasaje vemos como Yaakov está más interesado en el Eterno que en su casa. Esto es muestra de su crecimiento espiritual. Aunque Yaakov, había pecado habiendo ido a morar a Siquem, ahora estaba haciendo lo recto delante de Yahvéh. Nuestro padre, a pesar del peligro que se había suscitado entre las ciudades vecinas a Siquem, confió en la protección del Eterno. 

Este es el segundo altar que Yaakov edifica.

Por último, conviene aquí mencionar que con este altar, queda completo el ciclo profético que nuestros padres en la fe abrieron con sus méritos de fe para que lo mesiánico comenzase a fluir en Su Luz. En total los patriarcas edificaron siete altares en la tierra, Avraham edificó cuatro, Yitzjak uno y Yaakov dos.

Los siete altares fueron edificados en los siguientes lugares:

¿Quién es Israel?

Por P.A. David Nesher

Según el libro de Bereshit cuando Yaakov (Jacob) recibió la bendición, después de pelear con el Ángel de Yahvéh en Peniel, se le cambió el nombre por el de “Israel” (Génesis 32:22 -32). A partir de ese momento se les llamó a los hijos de Jacob, que formaron las doce tribus, “israelitas”. El nombre Israel se usa con más frecuencia a partir del peregrinaje por el desierto, cuando salieron de Egipto (Mitzraim), como alusión sustitutiva al término peyorativo de “hebreos”, que le fue dado por los Egipcios durante el cautiverio (Éxodo 32:4, Deuteronomio 4:1, 27:9).

Pero, más allá del dato histórico del relato, es interesante remarcar que, cada vez que el Eterno se dirige a su pueblo siempre le llama “Israel” (Deuteronomio 4:1, 27:9), y esto permaneció hasta que apareció la crisis que dividió el reino, después de la muerte de Salomón.

Ahora bien, es necesario hacernos una pregunta: ¿Quién es Israel?

Volviendo a la primera vez que aparece este nombre, aplicándose a Yaakov avinu, notamos que hasta que el patriarca no logró vencer al Ángel de YHVH no se llamó Israel. Recordemos que «Yaakov» significa «que lo sostendrá por el talón», lo que quiere decir, el que tiene un bajo nivel espiritual.. El nombre Yaakov proviene del sustantivo «akav» que significa «talón». Lo que describe al patriarca en su vieja naturaleza, antes del encuentro en Peniel. Él estaba en su fondo, conectado completamente a su situación terrenal llena de aflicciones.

Pero cuando llega la mañana, Yaakov puede derrotar al mal, eliminando y sobreponiéndose a esa duda. Es en ese preciso instante Yaakov le pide al ángel que le bendiga, y éste le bendice diciéndole: “…ya no te llamarás más Yaakov sino que tu nombre será Israel, porque luchaste con Dios y con los hombres y has vencido…”.

El significado de la expresión “luchaste con Dios” significa que Yaakov luchó con el pensamiento de “… tal vez Dios me haya abandonado, tal vez no valió la pena todo este camino espiritual que yo elegido, tal vez no fue la elección correcta…”, pero al final por la mañana, luchó y venció, es decir, aprender a ver los acontecimientos como pruebas que vienen a despertarnos, como oportunidades de superación que se nos presentan.

El Ángel del Señor le dijo:

“Ya no te llamarás Yaakov, sino Israel”

Fue recién cuando se determinó a pasar de lo más bajo (lo terrenal) a lo más alto (la corona de lo Celestial) que desde lo alto se lo llamó Israel.

La metáfora es bien clara: «para pasar del talón a la cabeza hay que ascender con esfuerzo la distancia que los separa«. Es decir, que solamente cuando algún ser humano acepta salir de las dimensiones físicas y se propone entrar en las dimensiones espirituales, puede ser considerado Israel.

Ahora bien, es muy interesante saber que a la palabra Israel (ישראל) cuando se cambian sus letras se la puede leer de dos formas que expanden la consciencia de su significado. Esas expresiones son:

  • Yashar-El (ישר-אל-Directo a Dios)  esto es, la persona que es recta con Dios, encerrando la idea del ser humano que tiene el anhelo de agradar a Yahvéh en justicia. Señala la actitud que se opone a un dios extraño. Significa que su única intención es que todo sea directo al Creador. En otras palabras, su único pensamiento y deseo es llegar directamente a la adhesión con el Creador. Está hablando de búsqueda apasionada por el Eterno y las ganas de fundirse con Él, haciendo caso omiso al «deseo de recibir sólo para sí» (yetzer hará = inclinación al mal). La expresión Yashar-El también da origen a «shir- El«. Y por eso Yaakov se transforma en Israel “Shir- El”, el que sabe cantar y agradecer a Dios en todas las circunstancias.
  • Rosh Li (ראש לי- «Mi cabeza» o «Una cabeza para mí«) Interpretándose como «Ya soy cabeza» o «Tengo una Cabeza» haciendo alusión a un alto nivel espiritual. Esto significa que él cree que tiene una mente de Kedushá (Santidad) que le permite ascender más allá de toda potestad celestial.

Con esto, nos damos cuenta, al investigar el libro de Shemot, que la Sabiduría de lo alto revela que Israel es el Pueblo único y deseado por YHVH, que se deja conducir por Su Ungido (Mashiaj) a la redención del exilio que provoca Mitzrayim (Egipto), a la zona de verdadera libertad que representa la Tierra Prometida.

A fin de explicar mejor todo esto, necesito recordarles que la palabra Egipto en hebreo es Mitzraim, y viene de la raíz metzar que significa “angostura”, «lugar de límites por angustia«. Esta angostura se refiere a la conciencia limitada en la que vivimos, pensando que la materia controla nuestra vida, la victimización y el egocentrismo.

A su vez «israelitas» no representa una nación sino que la palabra «Israel» viene de la raíz Li Rosh que significa «yo soy la cabeza». Ser la cabeza es todo lo contrario de la angostura, ya que representa la expansión de la conciencia, el poder de la mente sobre la materia y la total responsabilidad en la vida.

Para simplificar lo dicho, la misión de sacar a «Israel de Egipto» significaba liberar a la humanidad de la ceguera espiritual que produce el materialismo, y ser un canal de consciencia espiritual.

Entonces, ¿quién es llamado Israel? Aquel ser humano que ha pasado de talón a cabeza, es decir, que ha subido por los planos espirituales directo en búsqueda de su Creador para estar totalmente unido a Él. Aquel que es capaz de meditar los secretos de la Torah (Instrucción) divina para penetrar las dimensiones celestiales,  venciendo la «zona de confort» que le impusieron sus cinco sentidos.

¿Cuál es la misión del Mashiaj?

Hacer retornar a todos los hijos hebreos, descendientes de las diez tribus perdidas, a la tierra de Israel, es decir, elevar y sublimarlos a lo más alto, hasta ser uno con el Eterno.

Este retorno lo hará ofreciendo y revelando Su Yugo (Mateo 11: 28-29) como Camino correcto para llegar al Eterno, y conocerlos como Padre (Juan 14:6).


Bitácoras Relacionadas:

Jacob y el Altar que Dios no le pidió

Por P.A. David Nesher

«Después Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, cuando venía de Padan-aram; y acampó delante de la ciudad. Y compró una parte del campo, donde plantó su tienda, de mano de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien monedas. Y erigió allí un altar, y lo llamó El-Elohe-Israel».

(Génesis 33: 18- 20)

Por P.A. David Nesher

Después de que Yaakov pudo palpar el poder milagroso del Eterno causando la reconciliación con su hermano Esav; nuestro padre en la fe prosiguió su viaje hasta llegar a Siquem, ciudad no muy lejos de Sucot, directamente al oeste del río Jaboc y unos 32 kilómetros del río Jordán. Allí, frente a la ciudad, acampó y compró la finca donde había plantado su tienda. Justamente el Eterno había dicho que estaría con Yaakov (28:15, 31:3), y el hecho de la expresión de que él «llegó en paz a Canaán» estaría indicando que nuestro padre vio aquí el cumplimiento de esa promesa.

De acuerdo con la sociedad cananea de esa época no era un ciudadano, por lo que acampó frente a la ciudad. Es bueno que Jacob haya venido a la tierra prometida, y que se haya quedado allí, pero, él no alcanzo, porque al parecer Dios le dirigió que se fuera a Bet-el (Génesis 31: 3, 13). Justamente, y a la luz de los hechos que Yaakov y su casa vivirán en esa ciudad (un escándalo y un suceso trágico), podemos considerar que el patriarca cometió un grave error al establecerse en aquel lugar, y no continuar en obediencia hacia dónde nuestro Abba le había indicado. Y así fue como el detenerse en su viaje quedándose en Siquem por un tiempo causó a Jacob y a su familia muy graves problemas y una gran tragedia que marcaría por siempre el alma del patriarca.

Hay dos asuntos de vital importancia que se revelan a lo largo de todo el libro del Bereshit (Génesis) de los que Yahvéh se ocupó de una forma providencial y específica. El primero de ellos tiene que ver con la herencia o linaje que establece la seguridad de la materialización del Código Sagrado: la Simiente de la Mujer (Génesis 3: 15). Dicha simiente se encontraba asegurada, y sellada por pacto, en la herencia prometida a Abraham, luego a Isaac y ahora a Jacob. El Eterno quería proteger la transmisión de dicha herencia por lo que no le agradaba en absoluto que se realizasen matrimonios mixtos entre mujeres de Su Pueblo y varones pertenecientes a los pueblos paganos que vivían a su alrededor, y viceversa. El segundo asunto importante era el entorno del individuo, lo cual tenía relevancia especialmente en la vida de Jacob, que tenía una familia numerosa, pues además de sus doce hijos tenía hijas. Este relato se concentra únicamente en su hija Dina, porque ella se vio implicada en los trágicos incidentes que he citado.

«Y allí donde había plantado su tienda, compró la parcela del campo de mano de los hijos de Hamor, padre de Siquem, por cien monedas» (33:19). El Eterno le había prometido a Yaakov toda la Tierra Prometida, tal como lo hiciera con Abraham e Isaac, pero esta era la única parte que Jacob poseía en realidad. La tierra que compró era excelente para pastoreo de sus rebaños y manadas. Además, nuestro padre cavó aquí un pozo que se conoció como el pozo de Sicar (Juan 4:6, 11-12). Años más tarde, este será el lugar donde se sepultarían los huesos de José (Josué 24:32). Por todo esto, Siquem se convirtió en una ciudad importante en la historia bíblica. Estaba situada en el Monte Gerizim, que más tarde se convertiría en el territorio de la tribu de Efraín. Estaba muy cerca de la ciudad de Samaria, que se convertiría, siglos después, en la capital del reino del norte de Israel. Cuando Yaakov llegó allí, la ciudad estaba bajo el control de los heveos, una tribu cananea, que era gobernada por un hombre llamado Hamor. Él tenía un hijo llamado Siquem, y en homenaje al orgullo de su hijo (tal como hiciera Caín) había nombrado a la ciudad.

«Y compró una parte del campo, donde plantó su tienda, de mano de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien monedas. Y erigió allí un altar, y lo llamó El-Elohe-Israel«.

El altar que erigió, Yaakov lo nombró: El-Elohe-Israel que significa literalmente «Dios es el Dios de Israel». Este fue el primer uso de su nuevo nombre; una evidencia que, aunque Yaakov había tenido un encuentro personal con el Mesías, y por ende, había nacido de nuevo, todavía estaba experimentado los rezagos de su viejo hombre. Hubo un cambio indudable en su vida, pero su desarrollo y consolidación fueron lentos. Yaakov levantó un altar desde su propia opinión, para destacar su nombre nuevo, más que el Nombre del verdadero Dios. Él desobedeció nuevamente porque sabía que  Dios no quería que Su altar estuviera en Siquem; sino en Betel. Convengamos pues que aunque Yaakov hizo un altar, en verdad era obediencia lo que el Eterno más quería; no sacrificio. Por ello,  Jacob llevará fruto malo y perderá tiempo porque está en un lugar donde no debe de estar.

Notamos que en ninguna parte Yaakov consultó al Eterno acerca de su decisión y, de hecho, no hay ninguna mención de Dios en toda esta sección. Los pastos de Siquem eran verdes, y sus posesiones habían aumentado hasta el punto de que todo movimiento de mudanza era difícil. Por ello, Yaakov se estableció en lo que él creía que era la vida sencilla, habiendo ya sea, pospuesto o dejado de lado el cumplimiento de la promesa de Yahvéh para él. Por esto, apareció un cáncer del sistema reptiliano en la familia de Jacob que no se había visto en la familia de Abraham o de Isaac. Los dos patriarcas anteriores tenían sus problemas familiares, sí, pero nada parecido a lo que veremos en la familia de Jacob. Dicho tumor del inframundo se extendió de tal modo en la casa de Yaakov que traerá una aflicción a su alma que durará por décadas.

Desde esta historia, y considerando la actitud errada de Yaakov, puedo decir que hay en ello una lección para nosotros. Sucede que muchas veces, cuando los hijos del Altísimo experimentamos una experiencia cumbre con el Eterno, al bajar del éxtasis, nos encontramos con la cruel y cruda realidad del sistema de cosas de HaSatán, y nos olvidamos de fortalecernos en el poder de la fuerza del Señor para hacerle frente y vencerlo. Ejemplo de esto encontramos, no sólo en el padre Yaakov, sino en muchos de los héroes de la fe. Cuando Moisés bajó del monte Sinaí, el pueblo se había moldeado un becerro de oro para adorarlo; después de que Elías derrotara a los profetas de Baal en el monte Carmelo, cayó en una profunda depresión. El rey David después de derrotar a los filisteos y los amonitas, reinando sobre todo Israel, y hacer lo que era correcto para todo su pueblo, se convirtió en un adúltero y un asesino. Su hijo, el rey Salomón fue el hombre más sabio del mundo y construyó el templo de Dios; sin embargo, en la cúspide de su vida, se convenció de que nada tuviera sentido después de que su corazón se volvió hacia los dioses de sus muchas concubinas. Del mismo modo, Jacob había luchado con Dios y, finalmente, había recibido su bendición en el camino correcto, pero luego puso a la Instrucción de Dios en un segundo plano.

¡Este era el hombre que había visto el rostro de Dios! ¡Este era el hombre por quien Yahvéh había prometido que todos los pueblos de la tierra serían bendecidos! Este era el hombre que quería la bendición patriarcal, que incluía ser el líder espiritual de la familia. ¡Y este era el hombre a quien el bien y la misericordia de Dios habían seguido todos los días de su vida! Sí, era ese hombre, un varón escogido desde el vientre de su madre. Pero también era el hombre que estaba en decadencia espiritual por causa de haberse instalado (o estancado) en Siquem. Esto es siempre lo mismo. Sólo hay una manera de deslizarse espiritualmente, esto es cuesta abajo, y Jacob se deslizó.

Cuántas veces, nosotros, tal y como le sucedió a Yaakov, terminamos hundidos en circunstancias muy complicadas que acarrean mucha aflicción al alma de todos aquellos que conforman nuestro círculo más íntimo. Todo por una sencilla razón: no ser sensibles a la voz del Señor y no ir a donde el Eterno ha señalado que quiere llevarnos.

Perdonar al Hermano Devuelve la Vida… (Esaú perdona a Jacob)

Por P.A. David Nesher

«Cuando alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños, él preguntó: ¿Qué son éstos tuyos? Y él respondió: Son los niños que ’Elohim ha regalado a tu siervo. Entonces se acercaron las siervas con sus hijos, y se postraron. Igualmente se acercó Lea con sus hijos y se postraron, y finalmente se acercaron José con Raquel, y se postraron.»

(Génesis 33:5-7)

Nuestro padre en la fe Jacob (en hebreo: Yaakov) era un hombre diferente de lo que él era veinte años antes, pero también lo era Esaú. Dentro de él residía tanto lo bueno como lo malo, como en todas las personas. En el momento de este encuentro, el Eterno activó las emociones positivas que Esav (hebreo de Esaú) tenía hacia su hermano y el milagro del encuentro maravilloso entre los dos fue producido. Todo esto fue el resultado de la lucha que tuvo nuestro padre Yaakov la noche anterior en Peniel (Génesis 32: 24-32). Después de haberse humillado y reconocido su falta, fue levantado y bendecido. Fue así como el Eterno tomó control de la situación y produjo este encuentro divino entre los hermanos. Yaakov reconoce que no solamente había visto el rostro del Todopoderoso en el ángel que luchó con él, sino también en el rostro de su hermano que le recibió de esa manera maravillosa.

Después del encuentro reconciliador que el Eterno permitió milagrosamente entre Yaakov y su hermano gemelo Esav (hebreo de Esaú), este levantó su mirada alrededor y al ver a la familia del patriarca, pudo también apreciar los grandes rebaños y manadas de animales que todavía estaban con Yaakov. Esto le recordó a los cinco grupos de animales que había visto mientras se acercaba a Jacob el día anterior. Aunque los pastores le habían dicho que eran regalos de su hermano, preguntó: ¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y nuestro padre respondió: «Hallar gracia ante los ojos de mi señor» (33:8). Pero Esav  también se había convertido en rico y no lo necesitaba, entonces dijo: «Yo tengo abundancia, hermano mío, sea para ti lo que es tuyo» (33:9). Los presentes que Jacob le había dado eran más grande que los que algunas ciudades daban a los reyes como homenaje y este regalo parecía que era mucho más grande. Esaú dijo: sea para ti lo que es tuyo.

Pero Jacob insistió. ¡No, por favor! Si he hallado ahora gracia delante de tus ojos, toma el presente de mi mano, pues he visto tu rostro benévolo, y es como ver el rostro de Elohim (33:10). El sabía que Esaú no lo necesitaba en sentido material, pero él declaró: toma el presente de mi mano, lo que significa, literalmente, mi bendición, que fue traído para ti. Esta fue una referencia a la bendición patriarcal ahora para ser compartida con Esaú. Y la razón fue: Acepta, te ruego, mi presente que fue traído para ti, pues ’Elohim me ha favorecido, porque tengo de todo. Y le rogó con insistencia, y él lo aceptó (33:11). En hebreo realmente dice: tengo todo. Esaú tenía mucho, pero Jacob tenía todo porque Dios lo había bendecido sin medida. Y debido a que Yaakov insistió, Esaú aceptó. La negativa a recibir un presente es, en todo el Oriente, interpretado como una evidencia de hostilidad. Es por esto que Jacob estaba ansioso para que Esaú aceptara estos regalos. Por eso Esaú lo tomó. Además, esto era muy importante para sellar legalmente la reconciliación. Cuando Yaakov dio regalos tan generosos, era su manera de pedir perdón y cuando Esaú recibió los regalos era su manera de aceptar a Jacob y decirle que había sido perdonado. En aquella cultura, uno nunca aceptaba un regalo de un enemigo; solo de un amigo. Aceptar el regalo era aceptar la amistad que generaba la esencia filial en los ámbitos espirituales.

Las Sagradas Escrituras, tanto en este relato, como a lo largo de todas sus líneas, enseñan que el odio produce muerte, mientras que el perdón otorga sanidad física, emocional y espiritual, especialmente a aquel que lo prodiga.

Cuanta falta hace hoy día la actitud que Esav tuvo hacia su hermano. El odio separa y mata. El perdón reconcilia y resucita a la vida. Una reconciliación sincera y un espíritu humilde pueden sanar incluso décadas de dolor, agravio y enojo.

A la luz de la revelación divina el perdón y la reconciliación no son una opción sino un mandato para la unidad de todos los hombres. Al perdonar al hermano y reconciliarse con él se puede en su cara el rostro del Señor.

Apreciado lector (lectora) ahora me veo obligado a preguntarte:

¿Necesitas perdonar a alguien hoy o pedir perdón? ¿Qué pasará si de repente te encuentras con la persona que te ha hecho daño? ¿Cómo vas a reaccionar? 

Si necesita ayuda en esta área, sabes que puedes escribirme un mensaje privado y consultarme al respecto.

 

Sinceramente David Nesher

¿Quién luchó con Yaakov (Jacob)?

Por P.A. David Nesher

Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Cuando vio que no había prevalecido contra Jacob, lo tocó en la coyuntura del muslo, y se dislocó la coyuntura del muslo de Jacob mientras luchaba con él. Entonces el hombre dijo: Suéltame porque raya el alba. Pero Jacob respondió: No te soltaré si no me bendices. Y él le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él respondió: Jacob. Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido.«

(Génesis 32:24-28)

En su regreso a la Tierra Prometida, Yaakov estaba anticipando el encuentro que tendría con su hermano Esaú. Pero antes de encarar a su hermano, nuestro padre tenía que tener otro encuentro… Ese encuentro que tarde o temprano todos enfrentamos, y que nos cambia la vida. El conocido «Encuentro Personal con Dios«.

Yaakov estaba viviendo un momento crítico en su vida. Estaba por enfrentarse con Esav, y tenía mucho temor. Aunque había orado a Dios, pidiendo Su ayuda (v.9-12), seguía confiando en parte en su propia astucia, como lo evidencian los v. 13-21.

Yaakov, aunque contaba 97 años sobre sus lomos, todavía dominaba su propia vida. Era un hombre sumamente fuerte. Hasta ahora no había tenido la experiencia de la entrega total al Eterno. Su fuerza era él mismo.

«Y Jacob se quedó solo, y un varón estuvo luchando con él hasta rayar el alba» (32:24).

Esa noche, Yaakov había hecho cruzar el arroyo a su familia, y luego se fue a un lugar solitario para meditar y orar, y derramar su corazón ante Dios. Por fin Yaakov se quedó sólo. Allí es donde el Eterno lo quería. Quería tratar con él a solas. Él se quedó solo, y de repente fue consciente de una pelea. Una pelea que vibraba en tres planos: físico, psíquico y espiritual. Una lucha que descubrió tenía en su interior desde hacía muchos años, y que se manifestaba en cada uno de los días que había vivido (leer Romanos cap. 7). Yaakov, en su soledad, descubrió que en su interior tenía una lucha que desde su alma impedía una perfecta relación con el Eterno. Dicha batalla interior, se fundamentaba en las heridas que su alma tenía con su hermano Esav.

Lo primero que notamos es que un varón estuvo luchando él hasta el amanecer en el vado (del río Jordán) llamado Jaboc. Es significativo que el nombre Jaboc significa luchador. Hay un juego de palabras aquí con luchó y Jaboc. Entonces prestemos atención a esto.

En hebreo, la palabra Jaboc es yabok, y la palabra luchar es yaaveik. La palabra hebrea para lucha se encuentra sólo aquí y en el siguiente versículo, y en ningún otro lugar en toda las Sagradas Escrituras. Esta palabra en sí proviene de la raíz avak que significa polvo. Así que el significado básico de esta palabra es el polvo que se levanta mientras lucha. Pero, lo que hace interesante a este nombre, es que espiritualmente significa: «el hombre que lucha para dejar de ser simplemente polvo» o «el hombre que lucha para levantarse del polvo«. Es decir que esta fue una lucha que incitó al patriarca a batallar contra las tentaciones, en procura de su evolución espiritual. 

En base a eso, esta escena de la vida de nuestro padre es muy relevante y trascendental, ya que en ella se describe la lucha interior de todo ser humano que quiere trascender lo material y elevarse a la plenitud de la imagen divina (Imago Dei) que se le ha otorgado por creación. Esta batalla jamás se logra ganar desde la soledad egocéntrica, sino solamente desde un Encuentro Personal con el Mesías. Por todo ello, evidentemente el nombre Jaboc se le dio al río en una fecha posterior para recordar la increíble experiencia de Jacob esa noche.

Entonces, ¿fue un hombre o un ángel el que luchó con Yaakov toda lo noche? Su identidad emerge gradualmente, y Yaakov se apresura a tomar cada pista.

No parece haber ninguna duda de que el autor de este pasaje (se cree que probablemente fue Yaakov) lo destinó para que fuera tomado literalmente. En lo que se refiere al misterioso luchador, él estaba en forma de un hombre, pero en realidad era un ángel. En cuanto a lo que la Torah nos dice acerca de la identidad del personaje, lo llama explícitamente «Ish» (32:25), que quiere decir: «varón» u «hombre«. Yaakov lo consideró como «enviado de Dios«, y no es extraña esta identificación, como antecedente tenemos que en Bereshit/Génesis 18:2 podemos leer acerca de la visión de tres hombres (anashim en hebreo, plural de ish) frente a Avraham, de los cuales luego reconocemos que son enviados del Eterno, e incluso se asume que son la misma presencia de Dios, por lo que no hay duda de que los ángeles pueden asumir las características físicas de los hombres si tienen que hacerlo. El Espíritu Santo indica que se trataba de un ángel como el SEÑOR inspiró a escribir al profeta Oseas:

«En el vientre tomó por el calcañar a su hermano, y en su vigor luchó con Dios.
Luchó con el ángel y prevaleció; lloró, y alcanzó misericordia.
En Bet-’El lo encontró, y allí habló con nosotros.
¡Sí, YHVH es ’Elohey Shebaot!
¡YHVH es su nombre!

(Oseas 12:3-5)!

El primer hecho misterioso de este pasaje es justamente que dicho ser espiritual apareció con forma humana. De acuerdo a lo explicado con respecto al río Jaboc, al ser contra el cual lucho Yaakov suele ser considerado como el «agente celestial de Esav/Esaú«, que es otro de los nombres del Yetzer HaRá (inclinación hacia lo negativo – carne ).  Por tanto, esta historia remarca que Yaakov no peleó contra algo ajeno a él, sino contra una parte de sí mismo, que dicho ser celestial materializa. Es decir que nuestro padre luchó:

  • contra sus propias tendencias a apartarse del camino del Bien,
  • contra su deseo por prevalecer empleando métodos reñidos con la ética y moral,
  • contra sus apetencias irracionales,
  • contra su anhelo de éxito sin miramientos,
  • contra su ambición material,
  • contra su olvido de perseguir lo trascendente en lugar de lo fugaz,
  • contra la imagen que había internalizado, y por tanto integrado a su personalidad, de su extraviado hermano Esav.

Así, vemos que nuestro padre Yaakov llegó a un punto en su existencia en la cual por primera vez descubrió sus heridas errores y hábitos descaminados, es decir, ante el encuentro crucial con su hermano, el patriarca desnudó para sí su alma, ante el Señor, y cuando reconoció lo que no era correcto, luchó contra sí mismo junto al poder del Eterno.

En esta primera instancia, las líneas sagradas nos enseñan que cuando un escogido lucha contra esa parte perversa que compone su ser, contra lo que lo aleja de su esencia más preciosa, contra lo que abjura del Eterno. Cuando el redimido se esmera y esfuerza por crecer, en lugar de vegetar o afanarse por el triunfo vacío, entonces, la persona está haciendo lo que hiciera Yaakov. Y si vamos armados con Torah (Instrucción) y sus preceptos, junto a la voluntad de combatir hasta las últimas consecuencias, entonces, estamos en condiciones de vencer nuestro Yetzer HaRá (inclinación a lo negativo -carne-), y así vencernos a nosotros mismos. Sólo de ese modo lograremos superar nuestra antigua identidad apática y pasar a ser una nueva persona, alguien capaz de enfrentarse sin tapujos contra lo negativo, y adentrarse en lo positivo para ya nunca más fracasar.

Sin embargo, en la evaluación de Jacob, su oponente de lucha era más que un simple ángel encarnando su vieja naturaleza herida. Era nada menos que el «Ángel del SEÑOR«, es decir, el Mesías pre-encarnado, y la manifestación visible del Dios invisible.

Cuando Jacob (hebreo: Yaakov) comenzó a orar esa noche, poco sabía que como él clamó a Yahvéh por fuerza y ​​liberación, acabaría luchando con Dios mismo. De la forma en que él luchó en la oración, fue con la sensación de que el SEÑOR estaba realmente presente con él. A medida que él gritó más y más en la oración, la presencia del Eterno se hizo más y más real para él hasta que, de repente, ¡Él era real! Los brazos levantados de Jacob en realidad estaban aferrados a YHVH mismo, Dios en forma humana. Fue una larga lucha indecisa. Pero una vez que se dio cuenta Yaakov con quien peleaba, declaró: «No te dejaré, si no me bendices«. Yaakov no estaba luchando más, sólo se estaba aferrando. Yaakov sintió que, si se soltaba por un momento, significaría que Dios le había dejado su oración sin respuesta; y así se aferraba desesperadamente, pidiendo al mismo tiempo Su bendición. Se dio cuenta de que no se llega a ninguna parte luchando y resistiendo a Dios. 

Así, al ver que la fe y la comprensión de Su siervo fueron creciendo mientras se aferraba, El SEÑOR en Su gracia permitió a Jacob que se sujetara a Él. Nuestro padre Yaakov ha sido reducido al lugar donde lo único que puede hacer es aferrarse al Eterno con todas sus fuerzas. Él ya no puede pelear, pero sí puede agarrarse bien. No es un mal lugar donde estar. La única manera en que usted consigue algo con Dios es cediendo y simplemente aferrándose a Su Presencia.

Al rayar el alba, el Ángel de Yahvéh misteriosamente pidió a Yaakov: “Déjame…” (v.25). En algún momento, cuando el Señor vio que no podía dominar a Yaakov, le dio la bendición que buscaba. Al parecer, ¡Yaakov podía más que Él! No era porque Yaakov era más fuerte que el Mesías. No era que Él no podía dominar a Yaakov, sino que Él permitió a Jacob aferrarse. Las palabras del Señor se deben, más bien, a la tenacidad con la cual Yaakov ‘peleaba’, y su insistencia en seguir confiando en sí mismo, en vez de ‘soltar’ su autoconfianza, y aprender a confiar en Dios. Pero viendo que no podía con él, le atacó el encaje de su muslo, y se le descoyuntó el muslo a Yaakov mientras luchaba con él (32:25), para que recordara por siempre esta experiencia. 

Esta acción no debe ser tomada como un castigo, sino como parte del discipulado del patriarca. Esto representa la manera en que a veces Dios tiene que quebrantarnos, para que dejemos de confiar en nosotros mismos, y aprendamos a confiar incondicionalmente en Él. Esto sería un recordatorio continuo de este encuentro único. 

Sin embargo, Yaakov siguió luchando por la bendición, a pesar de tener el muslo descoyuntado. Esta descoyuntura en Yaakov fue su castigo por querer huir y no depender de Dios. Aquí, el Señor está contestando la oración de Yaakov que encontramos en Génesis 32:9-12. Pero antes de que Yaakov pueda ser librado de la mano de su hermano, tiene que ser librado de su propia voluntad y autosuficiencia. Yaakov pensaba que el verdadero enemigo estaba fuera de sí, o sea, Esav. En esta lucha descubrió que el enemigo verdadero era su propia naturaleza carnal, que no había sido conquistado por Dios.

El Eterno tendrá la victoria en nuestras vidas si es que nosotros dejamos nuestro ‘yo’ (ego) al gobierno de Dios. Mientras no sea así, habrá una lucha constante entre el Señor y nosotros.

El Nombre de Jacob Fue Cambiado (vv. 27-28)

Cuando el Ángel de Yahvéh le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” (v.27), no era porque no lo conocía; sino porque quería confrontar a Yaakov consigo mismo. El Señor quería llegar a ese punto en su vida, al punto de confesar quien verdaderamente era en sí mismo. Era necesario admitir que su nombre significaba lo que hasta ese momento su hermano Esav había dicho: «suplantador» o «estafador» (Gén. 25:26; 27:36), lo cual implica un reconocimiento de que había algo en él que no era agradable ante el Cielo, al ser capaz de mentir, engañar y hurtar para obtener beneficios materiales y espirituales. Fue un nombre apropiado para un hombre que siempre tomaba lo que quería a la fuerza o por medio de estrategias humanas. Pero ahora recibe otro nombre. El Ángel del Señor dice:

“No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” 

(Génesis 32: 28)

Israel” este nombre significa «el que lucha con la fuerza del Principio de Dios» y así vence a los hombres (Esav y Laván).

Lo extraño de esto es que Dios le dice: “y has vencido” (v.28) en un sentido de felicitación. ¿Por qué lo felicita por eso?

Uno pensaría que la manera en que venció, tanto a Esav como a Labán, no merecía una felicitación, por parte de Dios; menos una felicitación por haber estado peleando con Dios, hasta vencerlo. Al parecer, Dios lo estaba felicitando, por su perseverancia. La perseverancia en su lucha con Dios debe entenderse en el sentido de la oración. Yaakov no estaba dispuesto a dejar de orar y clamar al Señor, hasta que Él se comprometiera a darle la victoria.

Yaakov venció en el sentido de que aguantó a través de su batalla hasta que Dios lo conquistó completamente. Cuando luchas contra Dios, solo ganas por perder y por no darte por vencido hasta que sabes que has perdido. Así es como Yaakov venció.

Esto es muchas veces lo que Dios tiene que hacer con nosotros. Tiene que llevarnos a reconocer nuestras debilidades y nuestra naturaleza pecaminosa. Lo mismo que el Eterno enseñó a Yaakov allí en Peniel, hoy nos está hablando a través del Espíritu de Yeshúa. Para poder avanzar y crecer en la vida espiritual, tenemos que ser suficientemente honestos, y reconocer quienes somos ante el Eterno cuando aún no nos sometemos a su señorío: simples pecadores.

La importancia del nuevo nombre de Jacob fue que le permitió entender su nueva pertenencia. Ahora su identidad dependía del Eterno como su único Dueño. El nuevo nombre sería para recordarle siempre su nuevo destino, y la cojera adquirida sería para recordarle siempre que vivir en el temor de YHVH sería el único secreto del éxito en su peregrinar por la vida (Proverbios 9:10).

Antes de regresar a la Tierra Prometida, Yaakov se encontró con el Eterno. Este evento fue un punto de inflexión en su vida. Para Yaakov, la victoria en la oración fue recibir la bendición de Dios. Él la pidió (v.26), y la recibió (v.29). El texto no indica en qué consistió dicha bendición. En parte, pudo haber sido su nuevo nombre; y en parte, la liberación de las manos de Esaú. Yaakov recibió un nuevo nombre que indicaba la naturaleza de su nueva relación con Yahvéh.

Finalmente, se enteró de que en el modo de hacer las cosas del Señor, la fuerza llegaría a través de la debilidad de su alma frente al poderoso Trono del Eterno. Nuestro padre Yaakov terminó débil físicamente (v.31), pero más fuerte espiritualmente. Eso lo evidencia el siguiente capítulo (Gén. 33:3), cuando él se coloca al frente de su familia, para ir al encuentro con Esav. Ya no estaba confiando en sus estrategias humanas, sino en solamente en la Benevolencia del Eterno.