Quizás usted es americano o europeo y está marcado por la cultura occidental. Sin embargo, debemos admitir que La Biblia fue escrita por israelitas y para israelitas. Decir que la Biblia fue escrita por israelitas es decir que fue producida por la pluma de orientales para orientales. La mentalidad oriental es muy similar a la latinoamericana original, es decir a la indígena, pero nuestros indígenas fueron occidentalizados, pues fueron forzosamente hispanizados al ser, lamentablemente, cristianizados.
Por todo esto, deberá coincidir conmigo en que no basta traducir literalmente la Palabra de Dios, sino más bien tenemos que saber qué quería decir eso que estamos traduciendo en la mentalidad con la que fue escrito. Incluso el Nuevo Testamento, aunque está escrito en griego, refleja la mentalidad hebrea para sus oyentes.
Desde esta planteo debemos quedar de acuerdo en un hecho innegable: la traducción de un Texto Bíblico es la “interpretación” que el traductor hace del mismo. No se puede evitar que la creencia del traductor influya en la manera como el texto será traducido. Obviamente el riesgo que se corre es que cualquiera que use esa traducción estará viendo el texto bíblico a través de los ojos del traductor en vez del autor original. Por eso es necesario estudiar el lenguaje Bíblico, para poder captar el texto en su estado original, ya que la mayoría de nosotros al leer la Biblia nos olvidamos que las Sagradas Escrituras son un Texto Antiguo escrito en su mayoría en idioma hebreo.
Sí, así es, el 78% de toda la Biblia fue escrita en hebreo y solamente tenemos 22% de ella en manuscritos griegos. Por otro lado, todos los evangelios que contienen aproximadamente el 50% de la escritura del Nuevo Testamento hasta Hechos 15, y al menos tres cartas, la 1ª Pedro, Santiago y Hebreos fueron escritos por judíos y para judíos, lo cual eleva a un 90% el trasfondo hebraico que tiene el “Nuevo Testamento” o mejor llamado Nuevo Pacto. El resto lo constituyen las epístolas de Pablo, cuyas copias en griego nos han llegado por más de 5.000 manuscritos diferentes, pero en dichas cartas, tenemos no menos de 167 citas del “Antiguo Testamento” o Antiguo Pacto, lo cual, si fuese retirado, elevaría a un 95% el total hebraico del “Nuevo Testamento”, dejando solamente
un 5% con características griegas.
Pero si además de todo esto recordamos que ese 5% escrito en griego estaba traduciendo y expresando en griego conceptos hebreos, pues tiene como intención mostrar la verdad judía de la redención y de la salvación a una audiencia no judía; entonces el mensaje mismo, aunque vestido de griego, tiene un trasfondo hebraico que no debemos ignorar si queremos ser fieles al mensaje de la Biblia, pues como dijera el Mesías: «La salvación (Restauración/Liberación) viene de los judíos» (Juan 4:22).
Lamentablemente, en muchos círculos religiosos y teológicos, los hombres, se han pasado muchos años estudiando la Biblia, y sobre todo el documento conocido en Occidente como “Nuevo Testamento” con lentes de cosmovisión griegos, romanos, cristianos e incluso humanistas, y mirando con soslayo el trasfondo y el pensamiento hebreo que estos documentos tienen como cosmovisión y conforma la esencia de su mensaje.
De acuerdo con lo hasta aquí expuesto: ¿quiénes escribieron el “Nuevo Testamento”? ¿No fueron judíos? Toda la Biblia es un documento judío, escrito por judíos y en el idioma de los judíos, y cuando encontremos que el documento conocido como “Nuevo Testamento” nos llegó en griego, no podemos olvidar que debajo de él subyace la mente, la cultura y la idiosincrasia judía como
expresión de la mentalidad hebrea.
Uno de los teólogos cristianos suizos más influyentes del siglo veinte, el Dr. Karl Barth dijo:
“La Biblia es un libro judío. Es imposible entenderla bien excepto que nos acerquemos a ella apropiadamente. La Biblia no da sentido a nadie que no sea al menos espiritualmente, un semita.” (Barth, Karl, “Church Dogmatics”)
De acuerdo con este consejo, debemos aceptar como paradigma hermenéutico que las Sagradas Escrituras demanda per se un acercamiento correcto para desde esa actitud captar con excelencia el sentido de los códigos que allí expresan ideas divinas. “Felizmente, si usamos las herramientas correctas, podemos hoy volver a escuchar a Jesús como sus contemporáneos judíos del primer siglo le escucharon” (Jesus, Rabi & Lord, Center for Judaic Studies, 1987).
¿Quiénes fueron los hebreos?
El primer ser humano a quien se llamó “hebreo” en las Sagradas Escrituras (Biblia) fue el patriarca Abraham:
“Uno de los que habían escapado le informó todo esto a Abram el hebreo….”
(Génesis 14:13)
La palabra bíblica para “hebreo” es ivriy que viene de la raíz hebrea avar que significa “cruzar”, “ir al otro lado”, es decir, un hebreo es uno que “cruzó al otro lado”. El patriarca Abraham, obediente al llamado divino, dejó la tierra de los caldeos y se dirigió a Canaán. Los habitantes de esta última región (cananitas) lo apodaron con esta expresión, por el hecho de que este varón había cruzado la región de los dos grandes ríos del Asia, Éufrates y Tigris, para habitar entre ellos como extranjero, esperando algo mejor (Hb. 11:8-10). Leyendo la genealogía del patriarca, descubrimos que uno de los ancestros de Abraham era Heber (Gn. 11:14,17) y este nombre viene también de la raíz hebrea “avar” haciendo posible que su ascendiente Heber fuera también la razón por la que a Abraham se le llamara “hebreo.”
Toda la Escritura bíblica es el relato de la historia que realiza el Eterno Dios manteniendo relación de pacto con una línea ancestral de humanos con el fin de revelar Su propósito eterno. Es el detalle histórico de cómo Yahvéh trató el linaje genealógico humano a fin de que se manifestara el código sagrado por Él mismo anunciado en Edén: el Mesías Yeshúa (Gn. 3:15). Comenzando desde Adán y sus descendientes hasta Noé, continuando desde este último hasta Abraham, notamos como el Eterno toma las generaciones humanas y las conduce al cumplimiento perfecto de su oráculo. De ese modo desde la historia de Abraham vemos cómo su hijo Isaac, y luego Jacob y su descendencia se convirtieron en la nación de Israel, conocidos también como los “hebreos.” Desde esta nación, y por los detalles históricos de su redención, la expresión hebreo hará referencia a “uno que ha cruzado al otro lado” para tener una relación de pacto con el Eterno.
Eso último está señalando el apóstol Pablo cuando escribe lo señalado en los primeros versos del capítulo 3 de la epístola a los romanos. Israel, y por ese entonces, los judíos, eran la nación que guardaba el privilegio de custodiar la pedagogía de la Instrucción (Torah): “…a los judíos se les confió toda la revelación de Dios…”. Los judíos, tenían la autoridad divina de establecer el canon sagrado de lo escritural y debían custodiar la sana interpretación de la esencia de Su mensaje mesiánico para el mundo. Veamos también lo dicho por Pablo:
«Ellos son el pueblo de Israel, elegidos para ser los hijos adoptivos de Dios. Él les reveló su gloria, hizo pactos con ellos y les entregó su Ley. Les dio el privilegio de adorarlo y de recibir sus promesas maravillosas».
(Romanos 9:4 NTV)
No hay duda alguna, que es solamente Israel la poseedora de los privilegios escriturales que otorga la revelación divina. Y esto es verdad hasta el día de hoy, y no es cuestión de superioridad ni nada parecido, sino de llamado divino. Israel es la responsable de instruir a los demás pueblos, es la nación sacerdotal que fue comisionada para ser luz a las naciones (Is. 49:6), pues ellos son los portadores y custodios de las Sagradas Escrituras. No olvidemos lo que también nos dicen las Escrituras: «Pues los dones de Dios y su llamado son irrevocables». (Romanos 11:29 NTV).
Con todo lo expuesto, necesitamos recapacitar para entender que la Biblia es un documento hebreo, escrito por hebreos y en el idioma hebreo para ser entendida por una mentalidad hebrea.
Debemos abrir nuestros corazones y liberamos de todos los prejuicios anti-semitas que el sistema babilónico programó en nosotros y que nos impiden conocer la verdad que nos hará libres. Sin duda alguna, estudiar las Sagradas Escrituras desde una cosmovisión hebraica nos traerá mucha luz y bendición en todas las áreas de nuestras vidas.
Por último, considero muy importante agregar que conocer la teología, la cultura, la historia, y la filosofía hebrea que vibra en las Sagradas Escrituras, son aspectos importantes de la Fe que hemos recibido por medio de Yeshúa. Pero, ninguna de estas cosas definen al creyente verdadero; lo que lo define, es que antes de hacer nada importante, el creyente se pregunta a si mismo: ¿Cual es la voluntad de Yah en este asunto? ¿Que esta escrito en su Torah (Su Instrucción)?