P.A. David Nesher
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
(Bereshit/Génesis 1: 1-5)
Y la tierra estaba vana y vacía, y había oscuridad sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios se cernía sobre la Faz de las aguas.
Y dijo Dios: Haya luz y hubo luz.
Y vio Dios la luz, que era buena; y separó Dios la luz de la oscuridad.
Y llamó Dios a la luz, día, y a la oscuridad llamó noche.
Y fue tarde y fue mañana: día uno”
Debemos reconocer que el primer problema que la vista del Universo excita en la mente humana, llenándola de preguntas, es el del origen del mundo y de sí mismo. Lo cierto es que la sabiduría humana, desde su trabajo filosófico, no alcanzó la explicación verdadera de este problema existencial. Los más grandes filósofos griegos apenas llegaron, con su esfuerzo reflexivo, a concebir, al lado de la idea de un Dios desconocido que poblaba la eternidad, una materia asimismo eterna, de la cual había salido el «Cosmos» con todas las riquezas que lo componen. Si investigáramos a las religiones de los pueblos orientales, descubriríamos que no alcanzaron a llegar a tanto. Apenas pudieron imaginarse a esa materia caótica, que, puesta en movimiento, no lograron entender cómo dio origen, primero a los dioses, y luego al mundo con todos lo elementos que lo constituyen.
Sin embargo, llegamos al texto sagrado y nos encontramos con una canción repleta de cosmogonía. Ella es una descripción poética, plena de un movimiento mesurado y mayestático* que revelan los pasos sucesivos de la creación enmarcada en un número que espiritualmente habla de plenitud y perfección: el siete. Una canción, sí, un himno lleno de códigos lumínicos acerca del origen de todo lo existente. En toda literatura, científica u otras, no se ha logrado encontrar un relato más sublime del origen de todas las cosas. Esta canto es llamado también, canto etiológico, o Himno de la Creación del universo cosmos. Técnicamente es conocido con el nombre de «Hexamerón» (significa «Los Seis Días«. La palabra deriva su nombre de las raíces griegas hexa– , que significa «seis«, y hemer– , que significa «día«).
Entonces la pregunta fluye sola: ¿quién escribió el «Himno de la Creación«? Ya he explicado en otro estudio que Moshé (Moisés) lo usó, pero sin duda alguna este cántico se compuso mucho antes. En la actualidad se descarta la objeción que levantaron algunos escépticos, que decían que en la época de Moisés no se conocía la escritura. P. J. Wiseman indica en su libro New Discoveries in Babylonia About Genesis (1949, pág. 35) que la investigación arqueológica prueba exhaustivamente que “el arte de la escritura empezó en los albores mismos de la historia conocida”. Prácticamente todos los doctos modernos reconocen que ya existía la escritura mucho antes del tiempo de Moisés, que vivió en el segundo milenio a. E.C.. Por ejemplo, sabemos que los preceptos, mandamientos, estatutos y leyes del Eterno ya existían de manera oral y escrita en la época de nuestro padre Abraham, es decir unos seiscientos años antes que Moshé naciera (Génesis 26: 5).
¿Cómo supo el escritor lo que sucedió antes de que apareciera el ser humano en la escena terrestre? Sin duda alguna, el Eterno reveló a Adán el pasado remoto pre-humano de mismo modo que después dará a conocer el futuro a los profetas.
Seguramente Adán entonaba este himno y lo transmitió oralmente a sus descendientes. Así, de un círculo familiar a otro, este cántico se elevaba en el ritual primitivo de los sacerdotes que seguían la Orden de Melquisedec. Excavaciones arqueológicas han demostrado que los himnos constituían una basta extensión de la literatura primigenia. Así fue como de generación a generación este cántico fue pasando hasta que se inventó la escritura. Evidentemente la Providencia divina se fue encargando de guardar esta transmisión hasta que al fin encontró su debido lugar como al afirmación inicial en el divino libro de las edades: la Torah.
El autor sagrado, ilustrado por el Eterno, nos ofrece en este himno profético la doctrina más alta, a la vez la más sencilla, sobre el origen de las cosas en su relación con el propósito mesiánico de Israel. El cántico es esquemático, muy reflexivo, destacando la trascendencia divina sobre todo lo creado. Es en verdad una verdadera cosmogonía ya que ofrece una cosmovisión metafísica completa del origen de los seres según un diseño perfectamente meditado en su Intención original. En ningún momento se da a entender una creación «ex nihilo» (de la nada), sino que deja bien establecido que todo ha venido a la existencia por orden de Elokim (Dios), y todo es creado según un orden ascendente de dignidad. Así queda bien establecido en la mentalidad hebrea que Elokim es anterior (e increado) a toda la Creación, y todos los seres han recibido de Él el don de la existencia, mediante el poder creativo de Su Palabra. En esto estaba enfocado el pensamiento del escritor a los Hebreos cuando declaró:
«Por la fe entendemos haber sido constituidos el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.»
(Hebreos 11:3)
Este himno litúrgico de Bereshit se comenzó a usar en la liturgia del Primer Templo para dar gracias por la bondad, belleza y perfección de la Creación. Por esta razón, era un himno muy popular en la iglesia primigenia y en los períodos medievales.
El mismo, esta dividido en cinco tiempos:
- Decreto.
- Ejecución.
- Descripción.
- Alabanza.
- Sucesión.
Veamos más claramente este himno en el siguiente esquema:
Este Himno marcará en sus estrofas que el varón y la mujer , creados, formados y hechos a imagen de Dios, se hallan en el centro de todo lo creado; han recibido por la perfecta voluntad de Elohim el dominio sobre el resto de los seres vivientes. Así pues, el ser humano se revela aquí como una criatura mesiánica, es decir, con vocación a capacitarse para usar su potestad de regencia a favor de promocionar a todo lo creado a la completud existencial en el propósito eterno de Dios.
Esta enseñanza teológica encuadra en el aspecto más inmediatamente evidente, es decir, el origen de todas las cosas en Elokim, en el marco de un segundo aspecto maravilloso de la ingeniería divina: el descanso (Shabat) del Día Séptimo (sábado).
El himno está conformado por estrofas arregladas de acuerdo con el número de días de la semana creativa donde hay una correspondencia entre los días uno y cuatro, dos y cinco, y tres y seis, quedando sin paralelo el día séptimo; así el «descanso» (shabat) de Dios en el día séptimo se convierte en el modelo que el hombre debe imitar en su misión mesiánica. Por eso, el poema de este Himno es primordialmente un llamado divino al Pueblo de Israel a entender por qué debe santificar y guardar el Shabat, y meditar el sentido de propósito para el cual este día séptimo fue creado. Como vemos entonces, detrás de este relato se perfila la justificación sacerdotal del sábado. Puesto que Elokim mismo ha celebrado y prescrito el sábado, también el pueblo de Israel debe de celebrarlo y respetarlo para poder elevarse a la consciencia sacerdotal que Yahvéh mismo ha pretendido en su Intención (Éxodo 19: 6)
Los israelitas comprenderán mediante la cosmogonía aquí revelada que esta creación es un proceso temporal e histórico, ya que la semana era para los hebreos un concepto elemental del tiempo. Por eso, debemos aceptar que este relato de la creación está destinado de modo absoluto a la instrucción y capacitación del pueblo hebreo en su destino sacerdotal. El Eterno revela aquí el QUÉ de la revelación; el CÓMO, es secundario, y lo dejará en las manos de la investigación humana, como parte de la tarea mesiánica que le encomendará a Adam HaRishón (el Primer Hombre). Lo importante para el hebreo que se capacita con esta canción es que Elokim ha creado todo, no se pretende decir científicamente el cómo. Por lo tanto, no puede ser considerado como un documento de información científica, sino como una codificación de la Luz Infinita, que pretende revelara ingeniería metafísica a fin de evitar el caos y la vaciedad (tohú y bohú) por medio del ejercicio sacerdotal del principio de la separación.
Todo lo que existe en la creación es referido al Dios Uno (Ejad) y omnipotente, que siendo increado y existente antes de todo lo creado, llamó a la existencia al cosmos entero, sin fatiga, sólo con Su palabra. No hay otros principios ni medios de creación. Elokim crea todo por medio de Su Palabra y con Su Espíritu ha dado vida a todas las cosas.
Con este Himno de la Creación, el pueblo de Israel podrá adorar y glorificar a su Dios, defendiéndose contra las concepciones idolátricas de la antigüedad influenciada por Nimrod. De este modo su adoración en espíritu y en verdad los desintoxicaba de los distintos mitos sobre la creación que se difundían entre los pueblos en los cuales tuvo que tener contacto en su agitada historia (egipcios, babilonios, asirios, cananeos, etc). Por eso, se entiende que cuando se ensalza a Elokim en el cuarto día de la creación, del sol, la luna y las estrellas (Gen.1: 14 -19), esta afirmación está permitiendo desenmascarar y anular a las divinidades astrales adoradas en las religiones babilónicas. Con todas estas características literarias de contenido teológico, el sentido «anti‑mitológico» del relato permitía la toma de consciencia sacerdotal verdadera que terminaba definitivamente con el pensamiento mágico implantado por la serpiente antigua a través de su sistema babilónico.
Para sintetizar, vemos que existe en este Himno un orden metafísico de descripción de la creación que va de lo macro a lo micro. Es una obra que se caracteriza por el principio divino de separación de elementos, y de tikun (reparación y transformación) de la Tierra. Esta será la característica del obrar divino: realizar un proceso lumínico que va del macrocosmos al microcosmos, para que luego, desde ese microcosmos, retorne el Camino de la Luz hacia Él. Por ello, el culmen de toda la Creación es la Criatura Humana (varón y mujer), creada a su imagen, con la posibilidad de conformarse a su semejanza, mediante la capacitación que otorga Su Instrucción (Torah). Varón y mujer tienen igualdad en dignidad, diferencia de sexualidad, complementariedad existencial. Y Elokim les dio un mandato: «Creced y multiplicaos y dominad todo lo creado«.
Por todo lo hasta aquí visto, hay algo que deberá tener en bien claro quien acometa la exégesis de el primer capítulo del Génesis; el mismo recoge una enseñanza sacerdotal. Todo aquí ha sido meditado y sopesado, y debemos recibirlo con precisión. Hablándolo de otra manera, o con mayor propiedad, cualquiera de ustedes que pretenda estudiar seriamente este capítulo, deberá ir esponjando con todo pormenor, frase a frase, palabra por palabra, una doctrina de Luz tan apeñuscada y muy esotérica*.
¡Que glorioso mensaje! Elokim crea, por medio de su Palabra y con su Espíritu dio vida a todo lo creado. Y lo creó todo de la nada. Bondad y belleza de la creación: «Y vio Dios que todo era bueno en gran manera«.
Glosario: * mayestático, mayestática adjetivo. Que tiene las características que se consideran propias de la majestad (solemnidad, elegancia o grandeza capaz de infundir admiración y respeto).
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