Por P.A. David Nesher
«Juntaos y oíd, oh hijos de Jacob, y escuchad a Israel vuestro padre.»
(Génesis/Bereshit 49:2)
La Torah (Instrucción) del Eterno revela que cada hebreo tiene la obligación de recitar el pasaje bíblico conocido como Shemá Israel (Escucha, Israel), dos veces por día. Una a la mañana y la otra recitación al anochecer, en cumplimiento de la de-codificación del precepto: “y hablarás de ellas … al acostarte y cuando te levantes” (Deuteronomio 6: 7 b). Es decir que la primera obligación diaria de un hebreo es la recitación del Shemá. Ésta consiste en la recitación del versículo (Deuteronomio 6:4): “Escucha Israel, El Eterno es nuestro Dios, El Eterno es Uno”. Junto con el párrafo mencionado el principal significado del Shemá es una proclamación de la unidad de Dios y la aceptación del Yugo de Su Reino.
Entonces, el precepto de la aceptación del Yugo Celestial se cumple principalmente mediante el recitado del versículo (Dvarim-Deuteronomio 6:4) “Shemá Israel: YHVH Eloheinu YHVH Ejad”. Inmediatamente después de recitado, se pronuncia en voz baja la frase “Baruj Shem Kevod Maljutó Leolám Vaed”. Si bien esta última frase no figura en la Torah en el marco de la porción del Shemá, existe una explicación histórica para agregarla al rezo.
El Midrash (conjunto de explicaciones y/o exégesis) cuenta que Jacob reunió alrededor de su cama a todos sus hijos, y antes de bendecirlos les hizo esta última pregunta:
_ «Hijos míos, ¿estáis bien firmes en vuestra creencia en el único Dios?«
Cómo respuesta, sus hijos levantaron las manos al cielo y dijeron:
_ «Shemá Yisrael (oye, Israel – Jacob -): ¡El Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno! Nuestra fe es la tuya y nuestra confianza está en el Creador de los cielos y de la tierra«.
Jacob, reconfortado, dijo entonces:
_ «Bendito sea para siempre el nombre de su eterno reino«.
La frase del Shemá quedó desde entonces como la profesión de fe del Pueblo de Dios, su principio máximo y la condensación de sus ideales. Por ello, cabe destacar el dato de que estas fueron las últimas palabras pronunciadas por los mártires israelitas que cayeron en todas las generaciones, al Kidush Hashem (por la santificación del nombre de Dios de Israel): Shemá Yisrael, YHVH Elohenu, YHVH Ejad.
También vale aquí explicar que aunque el Shemá es una parte integral de los servicios matutinos y vespertinos, no es, hablando técnicamente, una oración. Más bien, es una declaración de fe. Es una afirmación de la unidad del Eterno que nos recuerda nuestras obligaciones para con Él. Es una declaración de fe que recuerda los signos del Pacto Renovado en el Mesías y nos advierte contra los desvíos de querer seguir los deseos vanos del corazón y las inmoralidades que los ojos puedan ansiar.
A los efectos de comprender esta cuestión, es necesario, primeramente, explicar dos niveles diferentes de fe (emunáh) que vibran en la unidad de YHVH. El primer versículo “Shemá Israel” expresa el plano superior, absoluto y único de lo que se denomina la “unificación superior” (en hebreo “ijud elión”). En este nivel todos los aspectos y matices se hayan incluidos y unidos en la revelación divina. La segunda frase expresa el plano que surge a raíz de la creación y al que se llama “unificación inferior” (hebreo “ijud tajtón”), por medio del cual aceptamos el Yugo Celestial según la fe que se manifiesta en este mundo. De acuerdo a esta fe, cada criatura y aspecto de la creación posee un sitio propio; YHVH les da vida a todos, reina sobre ellos y los dirige en conformidad a la conducta de estos para completar Su propósito eterno en la Creación. Esto significa que Su Nombre y Su Soberanía se revelan en el mundo. O sea, lo que se manifiesta en la creación no es Su esencia sino Su nombre y Su soberanía, ya que si la primera se manifestase todas las criaturas se verían anuladas ante Su Inconmensurable Luz.
Dado que la fe en el plano superior es de un nivel muy elevado, esta se manifiesta únicamente en la raíz del alma en momentos de auto-sacrificio o “mesirut nefesh” (entrega total del alma). Por eso, el Eterno, nuestro Abba kadosh, nos preceptuó tomar contacto con esta dimensión únicamente dos veces al día al recitar o rezar el “Shemá”. Empero, conjuntamente con la unificación superior, los sabios estipularon que recitemos también la “unificación inferior”, esto es, que expresemos el nivel de la fe que se revela en este mundo en todos sus diferentes matices. Este nivel es de gran agrado a ojos del Eterno, ya que el objetivo final de la creación es que se manifieste la fe en este mundo físico en toda su belleza y esplendor. Con todos sus colores y sonidos, pasiones y características.
En el lenguaje hebreo la palabra Shemá, traducida como «escucha«, puede también significar «acepta en tu esencia hasta que vibre en todo tu ser«. Por eso, cuando recitamos el Shemá, debemos aceptar la soberanía de Yahvéh, como Dios único y verdadero, gobernando sobre nosotros. Esto quiere decir aceptar el cumplir Su voluntad tal como se nos indica e instruye en la Torah, con todos los preceptos positivos y negativos (prohibiciones) que el Todopoderoso ordenó observar.
En definitiva, al rezar el Shemá, cada santo está confesando que Yahvéh, nuestro Dios es, entonces, el verdadero conductor de todo, y sólo Su proyecto perdurará. Su bondad y perfección entonces serán plasmadas en su creación, tal como está revelado en las Sagradas Escrituras.
Por lo tanto, al pronunciar este versículo con su agregado histórico entendemos que YHVH es la fuente de toda la creación por toda la eternidad, y declaramos que unidos a Él por el Yugo de Comunión que tenemos en el Mesías (la Torah) podemos ver una atmósfera diferente llena de posibilidades, pues en cada situación de la vida se esconde un bien de Su propósito eterno.