Códigos Sagrados

El Rosh Jodesh: Regalo Divino para los Primogénitos…(Mandamiento de Lunas Nuevas).

Por P.A. David Nesher

*“ _Este mes será para vosotros el principio de los meses; será el primer mes del año para vosotros_.”*

(Shemot/Éxodo 12:2)

El primer mandamiento (mitzváh) que el Eterno le entregó a los hebreos para que se destacaran como pueblo escogido fue el de Rosh Jodesh, traducido como «Cabeza de Mes«, “Nuevo Mes” o «Luna Nueva«.

De ese modo, el mes del Aviv, (cf. 13:4), quedó establecido por el Eterno como el primero de los meses del año hebreo. Desde entonces, los israelitas tendrían una responsabilidad nacional de contar los meses y de crear un calendario que estuviese basado en el año lunar según la cosmovisión mesiánica que YHVH ahora les otorgaba.

Ese mes coincide más o menos con la última mitad de marzo y la primera mitad de abril, según el calendario romano. La palabra aviv [Dicc. Strong H24] significa “espigas verdes”. En la Edad Media tomó el significado de “primavera” y así es usada en el hebreo moderno. En el mes de las espigas verdes, el de la primavera, el pueblo de Israel salió de Egipto. Es el mes de la redención.

Este mes también tiene el nombre babilónico de Nisán (cf. Nehemías 2:1; Ester 3:7), nombre con el que se lo ha llamado después del regreso del cautiverio en Babilonia y Persia hasta hoy.

Ahora bien, más allá de estos detalles técnicos, ocurre que al estudiar este mitzváh, surgen en la mente de todo investigador el siguiente planteo: ¿acaso no es éste un extraño primer mandamiento?

Uno pensaría que el desarrollo de un calendario vendría sólo después de que fuesen establecidos los fundamentos básicos, como los Aseret HaDibrot (Decálogo). Entonces, se suman otras preguntas más:

  • ¿Por qué la Torah considera el proceso de establecer el nuevo mes como un gran avance en la creación de una nación?
  • ¿Qué tenía de malo el calendario solar que todos los demás habían estado usando?
  • ¿Y cuál es la importancia de basar el Calendario Hebreo en la luna?
El Derecho Humano de Ser Dueño del Tiempo.

Nuestro calendario determina en qué día se celebrará cada festividad del Eterno. Hemos aprendido que cada fiesta en particular trae consigo una realidad espiritual concreta que está disponible en ese día específico que se convierte en una zona de tiempo en el que el Mundo de Arriba se une al Mundo de Abajo por medio de portales cósmicos que se abren en dichas jornadas. Pesaj, por ejemplo, contiene la oportunidad de alcanzar la libertad espiritual; Yom Teruáh es el momento del juicio.

De este modo, y con esta perspectiva divina, la determinación de este calendario es puesta directamente por el Eterno en manos humanas. Entonces, si la luna apareciese un lunes pero nadie la ve realmente sino hasta el martes, «ver es creer» y la corte decidiría que el primero del mes fue el martes. Como resultado, Yahvéh, por así decirlo, seguiría la decisión de la corte y actuaría de acuerdo a ella, por lo que en el caso de Yom Teruáh, ¡Él pospondría Su juicio a nivel mundial por un día!

Con este mandamiento, el Eterno pretendía darle un fortalecedor mensaje a Su Pueblo. Hasta ahora, ellos habían sido esclavos de los egipcios. Su tiempo no era propio. Pero ahora, el Eterno les está diciendo: «Ustedes se convertirán en amos de su propio tiempo. Pero no solamente de su propio tiempo, ¡sino que también de Mi tiempo!«

Así el Eterno entregó por medio de este mandamiento su propio sistema de medición del tiempo. Dicho sistema, si seguía incondicionalmente este mandamiento, permitiría a cada israelita hacerse cargo de su responsabilidad de dar forma a la realidad física con la energía de la innovavión (hbr. jidush), que permitiría renovar ciclos y así llegar a las distintas festividades evitando el ritualismo tradicional que encapsula a los hombres en el sistema dogmático de la religión.

Es decir que el Eterno entregó en este mandamiento una herramienta cósmica que permitiera el control sobre la naturaleza en sus distintos niveles.

¡Aleluya!…. Mientras que el tiempo avanza constantemente, sin nunca detenerse, marchando en un espiral cíclico y repetitivo, a nosotros, los primogénitos del Padre, nos ha sido entregado el poder de detener o iniciar el tiempo a voluntad, con lo cual se nos permitió «compartir» con Yahvéh esa creatividad especial de determinar la renovación de la realidad, y la ascensión de todas las cosas.

Pero, ¿Por qué la Luna?

En el Salterio leemos lo siguiente:

Él hizo la luna para medir los meses.”

(Salmo 104:19a)

Como parte de este fortalecedor mensaje, era esencial que la Luna fuese nuestro factor determinante para fundar nuestro calendario en vez del Sol. La característica única del satélite terrestre (la Luna) es que siempre aparece ante nuestros ojos aumentando y disminuyendo, despareciendo y reapareciendo, para crecer, decrecer y crecer nuevamente. Es también la más pequeña de las dos luminarias.

Así entonces, mientras nuestra estrella regia (el Sol) es el símbolo de la invariable naturaleza, saliendo por el este y poniéndose por el oeste día tras día, cada día del año; la Luna cambia constantemente a través de un ciclo de fases. Esto es lo que esconde un mensaje ontológico muy importante para la conciencia de Israel. La Luna, en ciclo de fases, parece estar diciéndonos: «puedes ser pequeño y puedes disminuir hasta casi desaparecer, pero entonces, cuando las cosas se ven sumamente oscuras, brota la eterna esperanza. Puedes comenzar a mirar hacia arriba nuevamente. Puedes cambiar una situación y a ti mismo para mejor, sin importar cuán malo parezca. Nada es estático o inamovible«.

Con esto, cualquiera de los hijos primogénitos del Eterno, acepta el hecho de que los seres humanos tenemos libre albedrío y en ello radica nuestro poder de renovación; una siempre presente lucha contra la constante, cíclica, repetitiva y predecible marcha del tiempo y la naturaleza.

¿Cuándo comienza entonces el Año del Eterno y cómo se organizan sus meses?

La Torah dice que en primer lugar hay que basarse en la Luna para medir los meses. Sin embargo, el Sol también fue creado para mostrar los años, a través de las estaciones como está escrito en el libro de Génesis:

Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años.”
(Génesis 1:14)

Como vemos el Creador ha establecido que el sistema de medición solar determine el año (en hebreo «shaná«), que viene de la misma raíz que «repetir«, «repasar» e indica el inicio de las estaciones a través de los solsticios (primavera – otoño) y equinoccios (verano – invierno).

En cambio, la lumbrera menor, la luna, por otro lado, es la que indica los meses que en hebreo se dice «jodesh«, palabra que que viene de la raíz hebrea «jadash«, que significa «nuevo», «cambio», «algo diferente». Es interesante aportar aquí que jadash es también la raíz que da origen a la palabra «jidush» que significa «renovación» o «innovación», señalando así la energía que se esconde en cada rosh jodesh. En pocas palabras: cada jodesh (mes) contiene la energía de jidush (innovación o renovación), trayendo una nueva y nunca antes vista revelación de la luz divina al mundo.

La luna comienza a iluminar el primer día del mes (luna nueva), y su luz se va haciendo cada vez más intensa hasta el día quince, cuando se completa su disco (luna llena). Desde el día quince en adelante, la luz comienza a menguar, y el treinta ya no es visible.

Así mismo como la luna respeta un ciclo: nace, crece, declina y desaparece para luego volver a renovarse, el alma de un hebreo está en permanente cambio y transformación. De esta manera, el hecho de guardar el mandamiento de la luna nueva (rosh jodesh) fomenta en el alma redimida la importancia de renovarse y establecer un orden en la vida usando la energía de la innovación que permite un uso efectivo de la creatividad.

Por ello es que el pueblo de Israel es comparado a la luna. A pesar de que son pequeños y de que el sufrimiento ha sido parte integral de su historia entre las naciones, el israelita sabe que nunca debe darse por vencido. Como individuo y como nación, él se levantará nuevamente e iluminará la noche.

Cada miembro de Israel vive con esta creencia en el poder de los milagros, en que el Eterno supervisa el mundo y que éste no depende de predecibles leyes de la naturaleza. La nación Israel tiene una relación especial con Dios e incluso cuando ha estado en los escalones espirituales más bajos, a punto de asimilarse y desaparecer, el Eterno ha mantenido Su amor constante, al igual que un padre ama a su hijo.

Relación aproximada entre el Calendario Romano y el Calendario Hebreo.

Es interesante saber que, hasta este momento histórico, el ciclo de los meses comenzaba en Tishrei. Pero observamos que cuando Israel estaba a punto de salir de Egipto, el Eterno ordenó que el primero de los meses, a los efectos del cálculo de las festividades, fuese Aviv (Nisán), el mes del éxodo, para que así tuviésemos siempre presente la gran epopeya, pues entonces los meses quedarían vinculados a tal episodio. Por ejemplo decir: El primer mes desde el éxodo, el segundo mes desde el éxodo, etc. El calendario hebreo es básicamente lunar, pero ajustado con el Calendario solar para que la Festividad de Pésaj siempre tenga lugar en la primavera boreal [Torat Emet].

Veamos cómo quedan distribuidos estos meses lunares en relación al calendario solar actual:

1. Nisán (Aviv) … Marzo/Abril
2. Iyar … Abril/Mayo
3. Sivan … Mayo/Junio
4. Tamúz … Junio/Julio
5. Av … Julio/Agosto
6. Elul … Agosto/Septiembre
7. Tishrei (Etanim) … Septiembre/Octubre
8. Jeshván (Bul) … Octubre/Noviembre
9. Kislev … Noviembre/Diciembre
10. Tevet … Diciembre/Enero
11. Sh´vat … Enero/Febrero
12. Adar … Febrero/Marzo
13. Adar II … Marzo.

(NOTA: Los nombres de los meses que aparecen entre paréntesis son los que aparecen en la Biblia)

Los nombres de los meses romanos septiembre hasta diciembre nos muestran que había una relación antigua entre el cómputo bíblico y el romano. Septiembre corresponde al séptimo mes Tishrei, octubre corresponde al octavo mes Jeshván, noviembre corresponde al noveno mes Kislev, y diciembre corresponde al décimo mes Tevet. Luego hubo cambios en el calendario romano y estos meses ya no corresponden al nombre que llevan. Septiembre ahora es el noveno mes del año romano.

He dicho más arriba que el calendario hebreo es una combinación entre la Luna y el Sol. El año lunar tiene aproximadamente 354,36 días y el año solar aproximadamente 365,25 días. Por esta razón, si se sigue solamente la Luna, van a faltar 11 días al año para llegar al año solar, que es la que rige en la naturaleza. El calendario árabe sigue solamente la Luna y el calendario romano sigue solamente el Sol. Ninguno de los dos cumplen los requisitos de la Torah. Tanto el Sol como la Luna tienen que ser la base para medir los años.

Un mes bíblico siempre empieza con la luna nueva. Según la Torah, el primer mes, aviv, tiene que caer en la primavera, cuando la cebada está lista para ser cosechada en la tierra de Israel. Si nos regimos sólo por el año lunar, (con 354 días), que no sigue el ciclo de la naturaleza, la primavera no caería en el mismo mes cada año. Y si seguimos solamente el año solar, no podríamos celebrar las fiestas según la luna nueva, como manda la Torá. Tenemos que tener una combinación entre la luna y el sol.

Para ajustar la diferencia entre el año lunar y el año solar, en tiempos bíblicos se añadía un mes extra al final del año en el caso de que la cebada no estuviera lista para ser cosechada. Para la fiesta del primer mes hacía falta un sacrificio de harina de cebada y si no había cebada no se podía celebrar la fiesta. Así que hasta el siglo IV de la Era Común. La misma naturaleza de Israel decidía cuando iba a ser el primer mes de cada año. Si la primavera venía tarde un año, se añadía un mes extra a los doce meses del año. Si la cebada estaba madura, no se añadía. Más adelante se estableció un calendario fijo, que es el que se usa en la actualidad, elaborado por el sabio Hillel HaShení (Hilel II) en el año 358 (E.C.). En el mismo se añade por reglas matemáticas un mes extra (Adar II) cada dos o tres años. En total son añadidos 7 meses durante un periodo de 19 años.

Antes de que el Calendario hebreo fuera elaborado por Hillel II, las autoridades del Culto en Jerusalem, fijaban las neomenias con el nacimiento de la luna.

Hombres de confianza observaban la luna en determinados lugares, y de acuerdo con su informe, el Gran Senado Judaico (Sanhedrín) fijaba los principios de los meses y las fiestas. Es por lo que en Jerusalem, donde la noticia de la luna nueva se publicaba inmediatamente, se celebraba la fiesta en el día fijado. Pero en las provincias, donde la proclamación de la neomenia por las autoridades religiosas de Jerusalem no llegaba a tiempo, se celebraba por preocupación un día más. Por ejemplo, si la fiesta de Pésaj era de siete días en Jerusalem, en las comunidades distantes de la capital duraba ocho días. Esta costumbre se sigue hasta hoy, y por eso, en la diáspora, tenemos un día festivo más que los judíos de Israel.

Cambios Cósmicos en el Movimiento del Eje Terrestre.

Ahora bien, si leemos las Sagradas Escrituras, notaremos que el año bíblico es de 360 días (cf. Daniel 7:25; Revelación 13:5; 11:2-3; 12:6, 14). No hay ningún testimonio bíblico de que hay que añadir un mes extra cada dos o tres años. La Torah no lo contempla (cf. Génesis 7:11, 24; 8:3-4; Ester 1:4). Esto nos da pie a pensar que al principio no hubo diferencia entre el año solar y el año lunar. El mes lunar tendría exactamente 30 días y así los 12 meses darían un año de 360 días. Esto significa que la tierra sólo necesitaría 360 días para dar una vuelta alrededor del sol. ¿Cómo puede ser esto?¿Qué pasó en la historia para que el año solar llegara a tener 365 días?

Existe una gran cantidad de documentos arqueológicos e históricos de varias culturas antiguas que muestran que hubo un cambio en el sistema solar en el siglo VIII a.E.C., cuando fueron añadidos 5 (cinco) días al año solar.

Parece que algo pasó en nuestro sistema solar que causó un desajuste entre el año lunar y el año solar. La tierra se alejó del Sol y la Luna se acercó a la Tierra.

Existe un acontecimiento relatado en las Escrituras que coincide con la fecha dada en las culturas antiguas, y que nos da pie a pensar que fue en ese momento cuando sucedió este desajuste en nuestro sistema solar, según está escrito en 2 Reyes 20:8-11; Isaías 38:7-8.

Este cambio causó que la Luna Nueva a partir de entonces ya no se podía saber con exactitud, puesto que el mes lunar llegó a tener 29 ½ días, en lugar de 30 que probablemente había tenido antes. En tiempos del rey Shaúl se sabía con exactitud cuándo iba a ser la luna nueva (cf. 1 Samuel 20:5).

Por este acontecimiento fue que más adelante se necesitaban dos testigos cada mes para saber cuándo celebrar la fiesta de la luna nueva. Entonces ya no se podía saber con antelación cuándo iba a ser la fiesta anual de Yom Teruáh, que cae el primer día del séptimo mes. Nadie sabe el día ni la hora cuando se verá la luna nueva de Yom Teruáh. Esto nos enseña que el regreso del Mesías será en el primer día del séptimo mes (cf. Mateo 25:13).

El Calendario del Proyecto Cósmico llamado Emanuel.

Ahora hay algo aún más hermoso y maravilloso que destacar. Aún con todas las consideraciones que hemos visto más arriba respecto a los secretos cósmicos que esconde el mitzváh del Rosh Jodesh, debo decir que en verdad que esta forma de contar los tiempos apunta al mover divino de Su Proyecto de Redención.

La redención es el inicio del proyecto de salvación del Eterno que se convertirá con el transcurrir de los tiempos en el Proyecto Emanuel.

Sabemos que todo empieza con el sacrificio del cordero, cuya sangre libera de la muerte. Después viene la libertad de la esclavitud. Todo el programa redentivo está revelado en las Fiestas del Eterno, y por esto el rosh jodesh primero (Aviv o Nisán) tiene que ser el primero del año, para que el programa esté en el orden correcto. Al alterar el orden de los meses se altera el plan de redención del Eterno y no se entenderá.

La redención, en la mentalidad hebrea, representa el emerger de la oscuridad a la luz admirable; por eso, quien nunca padeció la opresión de la esclavitud, no valorará la redención.

La esencia misma de la redención es la libertad que resulta de la sumisión misma. Si el pueblo de Israel no hubiera sido esclavizado, nunca habría experimentado la verdadera libertad; pero una vez que lo fue, esa misma esclavitud dio origen a su redención. De en medio de esa oscuridad (y de ningún otro lugar) surgió la luz.

«Será…la cabeza de los meses«, dijo el Eterno, pues todo conteo que realicen deberán hacerlo desde Aviv/Nisán. ¿Por qué? Pues el día de la redención es más significativo que el día del nacimiento, y la redención es en sí misma más trascendente que cualquier otro acontecimiento o evento.

Hasta antes de salir de Mitsrayim (Egipto) el pueblo de Israel calculaba los meses y años en base a la Creación, o desde la época en que el mundo se renovó luego del Diluvio, como declara el versículo «dos años después del Diluvio» (Génesis 11:10), o desde el nacimiento de Avraham, o desde “el pacto de las mitades” entre Dios y Avraham (Génesis 15:13), al cual alude el versículo: «Y fue al cabo de cuatrocientos treinta años«… (Exodo 12:41). Sin embargo, tan pronto como la nación redimida salió de Egipto, dejó de lado todos estos cálculos y comenzó a contar únicamente a partir de la redención: Este mes será para vosotros la cabeza de los meses.

En el Talmud [Rosh HaShaná 10a-11b] existe una discusión entre dos rabinos si el mundo fue creado en el mes de Nisán o  Tishrei. La última tuvo más fuerza y por esto la Casa de Judá ha establecido que el cómputo de los años desde la creación del mundo es a partir del 1 de Tishrei, que es el séptimo mes en el anuario bíblico. Hay una fiesta anual establecida en la Torah para ese día, llamada Yom Teruah, («Día del Clamor» o «Día de Alarma»), pero el rabinato judío decidió cambiarle el nombre que el Eterno puso por el de Rosh HaShanáCabeza de Año» o «Año Nuevo«)

«Este mes será…» En el Talmud existe una analogía que comienza con la pregunta: «¿Con qué puede compararse ello?» Inmediatamente la respuesta es: «con un rey que al nacer su hijo fijó esa fecha como día de fiesta y alegría. Años más tarde, el hijo fue tomado prisionero y mantenido en cautiverio durante largo tiempo. Cuando finalmente fue rescatado, el rey estableció el día de su liberación como la fecha de celebración más importante del año [por encima de la primera].

Asimismo, antes de que los hebreos descendieran a Egipto, calculaban los años en base al “decreto de esclavitud”, es decir, cuántos años habían transcurrido desde “el pacto de las mitades” entre Yahvéh y Avraham cuando se selló el decreto de cuatrocientos años de esclavitud que debían soportar en tierra extranjera (Génesis: 15:13). Pero luego de que descendieran a Egipto y fueran esclavizados allí, y el Eterno realizara grandes milagros en su favor y los liberara, comenzaron a contar los meses desde el momento de ese magno acontecimiento, como declara el versículo: Este mes será para vosotros cabeza de meses (Shemot Rabá 15).

Estudiando la historia de Israel, observamos que todas las dificultades y sufrimientos padecidos por la descendencia de Yaakov a lo largo de los tiempos se transformaron en luz y salvación; cuanto mayor fue la oscuridad, tanto mayor fue la luz resultante. De igual forma sucederá con la redención final: su luz surgirá de entre la oscuridad; en el mismo momento en que los corazones se estremecen con desesperanza, brillará la gloria de Yahvéh. ¿Y cuándo acontecerá esto? En el mes de Nisán, que el Eterno estableció como período de redención para todas las generaciones. Toda tribulación o desgracia que se abate sobre Israel durante este mes no es más que una afirmación del florecimiento de la redención que está a punto de comenzar.

Así explicaron nuestros Sabios en el Midrash: «El versículo Este mes será para vosotros… (Exodo 12:2) guarda una estrecha relación con los siguientes dos: El consejo de Dios se yergue para siempre (Salmo 33:11) y Afortunada es la nación cuyo Dios es YHVH (Salmo 33:12). Cuando el Santo, bendito sea, escogió Su mundo, estableció los comienzos de meses y los años —éste es el consejo que se yergue para siempre—; y cuando eligió a Yaakov y a sus hijos, fijó un mes de redención — un mes en el cual serían redimidos de Egipto y lo serán en el futuro. En ese mismo mes nació Itzjak, en ese mes fue atado como ofrenda sobre el altar, en ese mes Yaakov recibió las bendiciones de su padre, y en ese mes Dios insinuó a los Hijos de Israel que el mismo sería el comienzo de su redención, como expresa el versículo (Éxodo 2:2): …el primero de los meses del año para vosotros. Respecto de ello fue dicho: Afortunada es la nación cuyo Dios es YHVH«(Shemot Rabá 15).

Con estas consideraciones, los sabios expertos en toralogía señalan al mes de Aviv (Nisán) com el mes de la redención, y aseguran que debe ser considerado aún más grandioso que Tishrei, el mes en el que el mundo material fue creado. Ellos dicen que el mundo fue creado con un propósito, que es que nosotros, los humanos, lo insuflemos de significado, rectificándonos de esa forma tanto en un nivel individual como en un nivel global (Tikun Olam). Así pues, ellos aseguran que para lograr esa misión, el Eterno otorgó al mes de Aviv (Nisán) como el tiempo en que nuestro Israel emergió redimido como un pueblo sacerdotal con este objetivo como su definición de propósito nacional.

¿Qué podrían representar para un pueblo esclavo los días, las estaciones y las Festividades? Para un sirviente el tiempo no tiene un curso, y su existencia es como una noche eterna. Abarbanel explica que la Torah no viene precisamente para establecer las bases de un calendario hebraico sino para pedir en nombre de Dios, que con el fin de recordar la liberación de Egipto se conceda la primacía a este mes, que habrá de ser el primero de todos los meses del año, y a partir del mismo habrán de contar los meses, a saber: segundo, tercero, etc. Esa es la esencia de esta mitzvá, la primera que recibe el pueblo de Israel como nación a ser constituida.

Por eso, y de acuerdo a la revelación de la Torah, el mes de Aviv (Nisán) es el mes de la liberación del pueblo israelita por cuya razón celebramos Pésaj, es decir el inicio del Programa de Redención del Eterno a través del korbán Pesaj: un cordero sacrificado por el padre de familia que evitó el exterminio del Ángel de la Muerte.

¡El mes de Aviv es el comienzo del Año de YHVH!

Un Método Cósmico Para Controlar al Tiempo Exclusivo para Hijos Primogénitos.

Yahvéh le dijo a Moshé un mensaje para que él le diera al faraón y al pueblo de Israel antes de que las diez plagas comenzaran: «Mi hijo primogénito es Israel» (Éxodo 4:22). Los Israelitas estaban en su punto más bajo en este momento; no eran merecedores de ningún milagro por su propio derecho. Y sin embargo, ese momento fue justamente cuando el Eterno nos elevó, sacándonos de la oscuridad de Egipto, iniciando el proceso de movimiento ascendente hasta 50 días después, cuando fuimos merecedores de recibir la Torah y de convertirnos en una nación.

Qué momento y lugar tan perfectos para entregarle al pueblo judío aquel alentador mensaje en el mandamiento de santificar la luna nueva cada mes y de determinar nuestro calendario de esta forma:

«Y Dios le dijo a Moshé… en la tierra de Egipto, dile al pueblo judío: Este mes es para vosotros el comiendo de los meses…«
(Éxodo 12:1-2).

La Torah dice que “para vosotros”, es decir, para los hijos de Israel, el mes del Aviv es el primero del año.

El Eterno nos había dado el poder de la renovación y del cambio, es decir, el regalo de expandirnos, iluminarnos y crecer nuevamente después de haber sido disminuidos.

Es necesario aceptar que esta capacidad de renovación es exclusiva del pueblo de Israel y ella lo distingue de todas las demás naciones. Por este motivo les fue concedido el mes lunar, que representa la renovación constante: para que lo bendigan, siempre se guíen por él, y sean bendecidos con esta cualidad. Aunque su luz parezca totalmente ausente, Israel ha sido bendecido con la capacidad perpetua de renovación.

En esta característica única radica el secreto de la existencia y la eternidad del pueblo redimido por Yahvéh en Mitsrayim (Egipto).

La expresión “para vosotros” nos da a entender que no es así para otros. Desde el principio los pueblos de las naciones contaron los meses desde el día de la creación de Adam, el primer día del primer mes. Cuando Adam fue creado el sexto día de la semana, él empezó a contar el tiempo. Para él fue el primer día del primer mes. Esto nos enseña que Adam probablemente fue creado el día de la luna nueva. Desde entonces sus descendientes contaron los meses y los años según marcaba el sol y la luna (cf. Génesis 1:14).

Ahora el Eterno dice “para vosotros”, dando a entender que para otros no lo es. Ellos seguirán contando de otra manera. Antes de la salida de Egipto, los hijos de Israel no celebraban el mes del Aviv como el primero del año. Pero cuando el Eterno empieza su programa de redención, cambia todo. El mes que antes fue el primero, de repente es considerado como el séptimo. Tishrei, que antes era el primer mes, llegó a ser el séptimo. “Para vosotros” es así, pero los demás no lo van a ver así, porque no son parte de la gran redención, y por lo tanto no tiene parte en el Olam HaVá (Mundo Venidero).

El Midrash, explicando esta expresión, señala lo siguiente:

Corresponde que los grandes [pueblos gentiles] lleven la cuenta según lo grande [el sol], y los pequeños [Israel] lo hagan según lo pequeño [la luna]. Esav [Roma] se guía por el sol que es prominente; así como el sol gobierna durante el día y no durante la noche, del mismo modo Esav tiene una porción en este mundo pero no en el Mundo Venidero. Yaakov (Israel) se basa en la luna que es pequeña; así como la luna gobierna en el día y en la noche, del mismo modo Israel tiene una porción en este mundo y en el Mundo Venidero. Siempre que la luz del más grande brilla en el mundo, la del más pequeño no se destaca. Pero cuando la luz del más grande se oculta, la del más pequeño gana prominencia. De igual modo, mientras la luz de Esav brilla, la luz de Iaacov no se apaga. Pero cuando la luz de Esav se oculta, la luz de Iaacov se difunde. A ello alude el versículo (Isaías 60:1-2) «Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Dios brilla sobre ti. Pues he aquí que tinieblas cubren la tierra…».

(Bereshit Rabá 6)

Las naciones del mundo se comparan al Sol, en tanto que el pueblo de Israel se asemeja a la Luna. Pese a que Israel es la nación más débil y numéricamente mas pequeña, está destinada a inmensa gloria luego de que el dominio del mal sea erradicado por el Eterno de la faz de la tierra.

Esta capacidad de renovación es exclusiva del pueblo de Israel y ella lo distingue de todas las demás naciones. Por este motivo les fue concedido el mes lunar, que representa la renovación constante: para que lo bendigan, siempre se guíen por él, y sean bendecidos con esta cualidad. Aunque su luz parezca totalmente ausente, Israel ha sido bendecido con la capacidad perpetua de la renovación (jidush).

En esta característica única radica el secreto de la existencia y la eternidad del pueblo de Israel.

Puesto que Rosh Jodesh constituye la base de la que dependen todas las Festividades que distinguen la santidad de Israel de la vida de cualquier otro pueblo, la mitzvá de consagrar el nuevo mes (hbr. Kidush HaJódesh) le fue entregada antes que las demás.

Mientras que el pueblo de Israel todavía se encontraba en Egipto, antes de que se le encomendaran otras mitzvot, se le entregó precepto de fijar los meses. El versículo expresa:

 «Y habló Dios a Moshé y a Aharón en la tierra de Egipto, diciendo: este mes será para vosotros el primero de los meses (Nisán-Aries), primero es él para los meses del año
(Exodo 12:12)

«Este mes será para vosotros»: esta renovación es vuestra fuerza y vuestra gloria por siempre.

Lectura Recomendada para Profundizar este Tema:

Las Claves para Reconocer las Siete Plagas Emocionales del Alma.

Por P.A. David Nesher

La Torah, más allá de relatar eventos históricos referidos a la relación redentora del Eterno hacia Israel, es una metáfora acerca de la lucha contra el dualismo del sistema reptiliano. En la Instrucción divina hayamos los códigos lumínicos que otorgan las claves para obtener la victoria en esa lucha diaria en la que el mundo de la materia no quiere dejar libre al alma para que manifieste su propósito esencial.

Justamente la palabra Mitsrayim (traducida como Egipto) en su raíz señala a aquellos pensamientos limitantes que por medio de la angustia paralizan al alma al hacerla producir miedos.

Las primeras plagas de Egipto, son ni más ni menos que mensajes divinos que nos permiten ver nuestro propósito más allá de lo que sensorialmente captamos. A través de una profundización en el simbolismo ontológico que cada una de estas plagas tiene, lograremos ingresar en un proceso curativo de nuestra alma intoxicada por las creencias y los paradigmas propios del sistema reptiliano de cosas, que impera en este mundo.

Sabemos, por la revelación divina que otorga la Torah, que el alma humana está compuesta en su esencia por la Tzelem Elohim (traducida como «Imagen de Dios«) que llena de las Sefirot (Virtudes) divinas, permite que el espíritu humano se conecte a su psiquismo a fin de lograr acciones de Luz Infinita que permitan el tikkun Olam (reparación del mundo).

Dichos actos de reparación y transformación del mundo físico se logra ejerciendo el don divino llamado libre albedrío que permite escoger entre el camino de la vida y el camino la muerte.

¿Qué significa elegir entre estos dos caminos (vida o muerte)?

Escoger por la vida, significa decidir ser refinado. Es decir elegir por el refinamiento psíquico que permite reparar el mundo físico. Escoger por la muerte, es elegir la perversión para ocasionar corrupción.

La parashá Vaerá, invita al alma redimida a trabajar a través de las primeras siete plagas para ver si se está pervirtiendo o refinando.

Para saber cómo es esta técnica cósmica de sanación, te invito a escuchar esta shiur (lección) o catequesis mistagógica que impartí para los santos que buscan el Reino de Dios y Su Justicia


También, puedes profundizar esta enseñanza conociendo todos los detalles de las Diez Plagas en el siguiente estudio:

«HaKol Ejad»: La Fórmula Divina para Escapar de la Muerte.

Por P.A. David Nesher

En hebreo existe una expresión de tan solo tres palabras que logra expresar sin duda alguna el secreto de la vida: HaKol Ejad (הכל אחד), que se traduce: “Todo es Uno”.

Para lograr profundizar un poco en todo lo que esta frase significa, debemos primeramente considerar su valor numérico, entendiendo que en la Intención divina no existe la casualidad, sino que todo tiene una causa. Entonces, si nos consideramos la guematría de esta expresión, su valor es 68 y surge de esta manera:

הכל = 55 (Kol)

אחד = 13 (Ejad)

————-

68

Ahora bien, el número 68 es tambián la guematria de Jaim (חיים), que se traduce como “Vida”. Observemos con atención esto al considerar la sumatoria de los valores numéricos de la palabra Jaim (alef – yod – yod- mem final):

ח = 8

י = 10

י = 10

ם = 40

———–

68

Aquí debo decir (y recordarles a algunos de ustedes) que la raíz de Jaim es Jai (חי) . Como logran ver esta palabra surge de la asociación de las letras Jet (ח) y Yod(י), y el significado que se le da es: “vivo”, “viviente”.

Existe con esta palabra (Jai) una curiosidad, y es que a sus letras las podemos asociar al revés, es decir que a Yod (י) la colocamos al principio, y a Jet (ח), así obtenemos las dos primeras letras de Ijudah (יחודא), que en arameo significa “unidad”.

Sé que a esta altura de mi estudio alguno de ustedes se estará preguntando: ¿pero cómo es que esta expresión me hace escapar de la muerte ontológica?

Pues bien, para comenzar a desarrollar la respuesta a esto, primer dire que la obra de El Zohar (I-12 b) revela lo siguiente:

Cuando el hombre conozca que todo es uno y no coloque separación alguna, incluso el Sitra Ajrá se retirará del mundo y no influirá abajo.«

Esta frase codificada es la explicación al secreto celestial del Sefer Bereshit (Génesis) en el primer capítulo cuando dice:

והיו למאורת ברקיע השמים

“Y sean por luminarias en el extendimiento de los cielos…”.
(Génesis 1:15)

Entonces, para lograre explicar este versículo, los sabios se fijan en la palabra Meorot (מאורת), traducida aquí como «luminarias«. La misma está compuesta por las palabras Or (אור), traducida como “luz” y Mavet (מות) que se traduce“muerte”. El Zohar, en esta misma página, señalará que “las letras de Or (אור) están unidas mientras que las letras de Mavet están separadas”.

Expresándolo mejor, todo esto nos dice que si a la palabra la palabra Meorot (מאורת – «luminarias«) le quitamos las letras de Mavet (מות -«muerte«-), nos queda Or (אר), es decir “luz”. Pero si lo que le quitamos es Or (אור), nos queda Met (מת), es decir una “persona muerta”, o un “cadáver”.

A partir de estas reflexiones podemos entender que la muerte, o lo muerto (tanto física como espiritual) no sólo se nos presenta como algo oscuro donde no hay luz, sino sobre todo como algo donde hay separación, donde no hay unidad.

Ahora, apoyándonos en dos guematrías clásicas, sabemos que la de Ahavah (“amor”) y la de Ejad (“uno”), son la misma: 13. Así es que la Sabiduría divina nos enseña que la esencia de la unidad es el amor y la esencia del amor es la unidad.

Por último, si a la guematria de Jaim (חיים), “vida”, que es 68, le añadimos el valor 4, por las cuatro letras que componen esta palabra, obtenemos com resultado 72, que es la guematría de Jesed, “bondad”, “benevolencia”, «amor perfecto”. Por esta razón, si queremos escapar del Sitrá Ajrá, que como también dice el Zohar, es el Ángel de la Muerte, hemos de “conocer que todo es uno” gracias a la benevolencia infinita del Eterno; de este modo, ocupados en el estudio de este conocimiento, a través de la meditación de la Torah, lograremos huir de cualquier separación. Y esto no es una intención o una actitud, es una experiencia, un estado de consciencia que nos conecta con la mente de Mashiaj y así nos permite vibrar con nuestro entendimiento en la armonía que logra manifestar al Eterno en medio de la existencia… ¡Esto es verdaderamente en lo que consiste el Reino de Dios!

¡Si te Tranquilizas… Pierdes!… ¡Malgastas Tu Tiempo, y Abortas Tu Propósito!

Por P.A. David Nesher

«Y habitó Yaakov en la tierra …»

(Génesis/Bereshit 37: 1).

Al estudiar la parashá VaYéshev, observamos que Yaakov avinu anhelaba asentarse en la tierra de Kenáan para tener una vida tranquila. Así pues, cuando él creyó encontrar el lugar indicado para hacerlo, en ese mismo momento los problemas cayeron sobre él, poniendo en el blanco a su hijo favorito: Yosef, el soñador.

¿Por qué no se puede anhelar la Tranquilidad?

Si analizamos profundamente la vida que hasta aquí le toque peregrinar a nuestro patriarca, encontraremos muy lógico y razonable que surja en él ese anhelo.

Esav quiso matarlo desde que se encontraban en el vientre de su madre; así vivió un tiempo debidamente acosado hasta que se vio obligado a huir. En el camino, Elifaz, su sobrino, lo despojó de todas sus pertenencias; en un principio, él iba a matarlo, pero luego se conformó con robarlo.

Entonces, tuvo que irse a morar junto a la casa de Labán, su tío idólatra, famoso hechicero de Jarán, con quien se comprometió obligadamente a trabajara fin de obtener la mano de Rajel, la hija de Labán a la que Yaakov amaba. Después de que cumplió el plazo, Labán le entregó a Leáh sin que se diera cuenta y tuvo que trabajar otros siete años para poder casarse con Rajel.

Continuó trabajando sin descanso ni tregua junto a su suegro, hasta que, temiendo por su vida, resolvió escapar una vez más y trasladarse con su familia a su tierra. Finalmente, estando en Eretz Israel, su esposa Rajel murió al dar una luz a su segundo hijo, Benyamim.

¡Entonces es lógico y justo! ¡Cualquier ser humano bajo estas circunstancias rogaría establecerse con un poco de tranquilidad acompañado de su familia!

¿Acaso podríamos pensar que Yaakov quería serenidad para descansar o para pasar el tiempo tranquilamente con su familia?

¡Por supuesto que no pretendía eso! Seguramente él deseaba dedicarse de lleno a sus quehaceres espirituales. Sin embargo, desde el propósito eterno de Dios para Yaakov, no fue correcto pedir serenidad.

El Eterno quiso demostrarnos, por medio de esta experiencia de Yaakov, que el propósito de nuestro tránsito por este mundo es hacer avodáh, es decir servicio sacerdotal (verdadera adoración). Para lograr esto, como escogidos debemos trabajar y esforzarnos en superar todos los desafíos de la vida, hasta conformar una personalidad semejante a la medida de la plenitud del Mashiaj (Efesios 4:13). Según el propio Eterno esta avodáh dura solamente 120 años (Génesis/Bereshit 6:3).

El sabio Rabán Gamliel ben Yehudá HaNasí dijo:

«Es bueno el estudio de Torah junto con el trabajo, porque el esfuerzo requerido para ambos hace olvidar el pecado«.

El Rab de Kotzk dijo:

«La razón por la que una persona no debería pecar no es solo porque está prohibido, sino que la permanencia del hombre en el mundo es tan breve que no debería tener tiempo libre para pecar«.

Sabemos por lo que la revelación divina otorga que cada ser humano llegó al mundo con una asignación. Por lo tanto, si cada uno de nosotros tomamos con seriedad y responsabilidad las obligaciones que dicha asignación demanda, no tenemos tiempo para el ocio y el relajamiento egoico.

Entiéndase bien que al compartir esto no estoy refiriéndome a que no se puede tomar un respiro de vez en cuando, pues también el Eterno enseña que eso es esencial para el bienestar físico y mental de toda criatura humana.

Lo que estoy aquí enfatizando es que generalmente aquellos redimidos que trabajan en la búsqueda del sustento también deben buscar su tiempo especial y específico para esforzarse en el estudio de los Secretos del Cielo y en la realización práctica de cada mitzvot que ordena YHVH. Esto debe darse incluso descansando para reponer sus fuerzas.

Entonces se entiende que una ser humano con estas características no tiene tiempo para el ocio egoico, es decir no puede darse un plazo para recibir sólo para sí. En consecuencia, tampoco tiene tiempo para pecar.

Con este pensamiento celestial en su mente, se cuentan que para Jafetz Jaim (sabido rabino del siglo XIX) cada instante de su vida era tan preciado como la más valiosa joya. A tal punto era esta praxis de fe que él calzaba zapatos sin agujetas (cordones) porque había calculado que el tiempo que pierde la persona calzando y atacando los cordones de sus zapatos es de un minuto. ¡Sesenta segundos por día! Esto son 365 minutos al año, que equivalen a seis horas. Calculado en 70 años, son 420 horas ganadas, que él invertía en estudiar más Torah… ¡Realmente asombroso!… ¡Esto es saber apreciar nuestro tesoro más valioso!

Lo más caro que poseemos es el tiempo, porque lo pagamos con la vida misma (Eclesiastés 3: 1-11) . Nuestro estudio de Torah tiene que ser lo más valioso en todo el día. Una vez que nos sentamos a estudiar, no podemos permitir que nada ni nadie nos interrumpa. No es lo mismo estudiar una hora que dos medias horas.

Leí la siguiente historia que permite ilustrar esto que estamos hablando:

Un campesino que andaba por un valle recorriendo las vías del ferrocarril, se quedó observándola y pensó para sí:
_ “¡Este metal es justo lo que necesito para cercar el corral!”.
Sin vacilar, puso manos a la obra y arrancó un par de metros de vía.
Afortunadamente unos policías pasaban por allí y detuvieron de inmediato al individuo.
Una vez que se notifica el aviso para que se interrumpa el avance del ferrocarril, se condujo a aquel campesino frente al juez para que le dicta la sentencia.
Cuando estuvo delante del magistrado, este le preguntó:
_ «¿Tienes idea de la gravedad y las consecuencias de su acto?».
_ «Su señoría, ¿qué le hacen un par de metros de vía a los kilómetros de kilómetros que tienen tirados allí?«.
_ “¡Tirados! Si esos ‘pocos metros’ no están colocados en su lugar en el momento que el ferrocarril pasa por allí, Esto se descarrilará y volcará provocará una tragedia que no quiero ni pensar. Por tanto, ¡lo sentencio a 30 años de trabajos forzados! ”, dictaminó el juez.

Amados discípulos de Mashiaj, al estudiar la parashá de esta semana necesitamos entender y aceptar que tenemos un tiempo limitado para cumplir con nuestro propósito en la vida.

La conciencia hebrea en la fe de Avraham, Itzjak y Yaakov, dice que el peor crimen es el asesinato. El peor asesinato es el predeterminado, y dentro de este pecado, podemos encontrar algo que es más grave: el asesinato de uno mismo (suicidio). Este crimen se subdivide en dos: el asesinato físico y el espiritual. Matar el tiempo es una de los crímenes más condenables que pueden cometerse en la vida. El ser humano que ha sido redimido por la Gracia del Eterno no puede matar al tiempo, pero el tiempo sí lo puede matar a él.

Me encontré con una historia talmúdica semejante a la parábola de los talentos (Mateo 25: 14 – 30). Se trata de un rey que debía declarar por heredero a alguno de sus tres hijos.

Este monarca sabía que llegaría un día en el cual necesitaría que ceder la corona a uno de los tres, pero necesitamos saber quién de ellos era el más capaz para sentarse en el trono desde dónde beneficiaría a todos los súbditos.

Entonces se le ocurrió probarlos con el asunto de la administración de las finanzas. Entregó a cada uno una importante suma de dinero para que, durante un año, la administrara y entonces rindiera cuenta de su mayordomía.

Así, terminó el plazo y el monarca exigió que le rindieran cuentas.

El primero presentó un balance positivo de sus acciones, por lo que recibió la aprobación y el consentimiento de su padre para continuar con el negocio.

El segundo hijo se disculpó con su padre, ya que, por desgracia, había invertido el dinero en un proyecto que consideró en un principio de mucho éxito, pero la realidad le demostró su equivocación. El padre aceptó la disculpa y le entregó otra cantidad de dinero; además, lo alentó para que siguiera intentando en el nuevo año de desafíos regios.

Cuando el tercer hijo le devolvió el dinero en el mismo sobre, tal como lo había recibido, el padre se molestó mucho con él. Ante el insospechado comportamiento de su padre, el hijo le increpa exigiéndole la explicación sobre el motivo de su enojo. No entendía por qué él, que había cuidado con esmero el dinero, era criticado por su padre, y su hermano, que había perdido todo, había recibido incluso otra dotación.

El padre le respondió:

Tu hermano, aunque perdió todo lo invertido, cumplió con lo encomendado. Hizo todo el esfuerzo posible por invertir bien el dinero que ganó. En cambio tú, no entiendo cómo te atreves a preguntar el porqué de mi enojo. ¿Acaso te di el dinero para que lo guardaras? ¿Acaso crees que no tengo cómo cuidar el dinero, que necesito de ti para guardarlo?«

De la misma forma, cuando un ser humano llega a este mundo, el Eterno le asigna cierto número de días. Así es cada ser humano viene marcado con el día exacto de su muerte.

Ahora bien, en adición, el Creador otorga a cada una de sus criaturas humanas el intelecto necesario para adquirir conocimientos de Torah y observar los preceptos que en ella se revelan para vestir el alma de Luz.

Así mismo, le otorga también el suficiente sentido común para manejarse en este mundo.

Sin embargo, en nuestra naturaleza caída, y para nuestra vergüenza, no logramos vivir a la altura plena de nuestra misión. Despilfarramos una gran parte de nuestras vidas, recursos y habilidades haciendo negocios que solo nos producen pérdidas, es decir, transgresiones por las que algún día seremos juzgados. Gastamos mucho más tiempo del que necesitamos para sobrevivir e ir en pos de las vanidades de este mundo. Nos complacen enormemente las cosas que hemos adquirido durante nuestra vida.

Lamentablemente, cuando nuestro Padre Celestial nos exija, después de 120 años, rendir cuentas con el tiempo que nos dio, ¿qué responderemos? En ese momento se nos indagará (y nosotros mismo nos preguntaremos) qué hicimos con cada minuto de nuestras vidas.

Por eso, y para ahorrarnos ese momento amargo delante del Trono de Mashiaj, invito a cada uno de ustedes a preguntarse a sí mismo:
¿Regresaré una vida llena de vaciedad o presentaré un alma llena de Torah y actos buenos?

Medita y acepta hoy en tu corazón que debe ser bastante doloroso llegar ante el Eterno y contemplar la figura que Él esperaba de ti, ver lo que estableció como ser de propósito antes de colocarte en el vientre de tu madre, y contrastarlo con lo que te has convertido …

¡Calma!… ¡Estás aún a tiempo!

Encausa toda tu energía vital y todos tus talentos para vivir con el propósito que YHVH espera de ti.

Encuentro muy oportuno cerrar con esta frase de un gran sabio de la Torah que dijo:

«El día es corto y el trabajo mucho. Los trabajadores son holgazanes y la recompensa es enorme. El patrón los apura”.

(Rabí Tarfón)

¡Anhelo que estas palabras te estimulen a fin de sólo quieras no estar jamás tranquilo!

Shalom!

INVITACIÓN ESPECIAL:

Si estás interesados en profundizar más en lo que este estudio ha dejado vibrando en tu interior, te invito a escuchar esta enseñanza:

Llamado a Tener un Exitoso Destino (Parashá Lej Leja)

Por P.A. David Nesher

Alguien recuerda esta consigna celestial?:

«Cuando tu dejas «TODO» lo de afuera (Mundo de Abajo) lograrás alcanzar el TODO del TODO.«

Ella es la que permite que tengas verdaderos avances de FE… Esa CERTEZA que te permite salir de tu nivel Kadnut (mente pequeña) del nefesh y adentrarte en los niveles ilimitados de gadlut (mente superior) que tu neshamáh desarrolla cuando el Eterno te revela Su justicia.

Si te atreves ingresa en este link y luego comentar lo que esto te inspiró:

El Águila (Nesher) Mesiánica

Por P.A. David Nesher

«Como [con la ternura y la misericordia de] un águila que despierta su nido revoloteando sobre sus pichones, que extiende sus alas y los toma y lleva sobre sus ala. [de ese mismo modo] Yahvéh condujo a su pueblo; Él solo, sin que ningún ídolo ajeno pudiera enfrentarlo.«

(Devarim/Deuteronomio 32: 11-12)

La porción de la Torah llamada HaAzinu es el canto de Moshé al concluir su misión en la Tierra. Es uno de los dos grandes cantos incluidos en la Torah y relata toda la historia del pueblo de Israel, el pasado, el presente y el futuro.

Najmánides escribe que toda alma israelita puede hallar su biografía completa oculta en las letras de este canto. El sabio Maguid de Mezeritch, el discípulo y sucesor del Baal Shem Tov, enseñó que es importante aprender de memoria este canto, ya que toda nuestra vida se despliega dentro suyo.

Es justamente estudiando este cántico que me encontré con detalles trascencendentales para nuestro destino próximo y eternal en esta metáfora del Nesher divino.

En lo personal, y debo confesar que desde muy joven, al comenzar a peregrinar el Camino y la Verdad, me llamó mucho la atención como la Torah utiliza el símil del águila para describir la forma afectuosa en que Yahvéh cuida a Israel. Abba nuestro es comparado por Moshé con una mamá águila que con ternura cobija a sus aguiluchos y atiende a sus necesidades. Ésta es la imagen más poderosas en todo este canto. Animémonos pues a meditar en ella, decodificando su mensaje celestial.

Hemos visto cómo el Eterno guió a Israel a través del desierto con misericordia y compasión. Esta acción redentora es semejante al modo como el águila es compasiva con sus crías. Ella se asegura de realizar movimientos que no la lleven a entrar de improviso al nido. Entendamos que el águila es un ave enorme y poderosa, y si se posa repentinamente sobre su nido puede llegar a aplastar a sus frágiles pichones.

Así pues debe asegurarse antes agitar y revolotear encima de sus polluelos, batiendo sus alas y moviéndose de una rama a la otra para que sus crías despierten y tengan la fuerza necesaria para recibirla sobre ellos. El águila bate sus alas sobre el nido , no tan fuerte como para desarmarlo, pero tampoco tan suave como para no alborotar a los cómodos ocupantes de este. El águila madre no pone todo su peso sobre sus crías sino que los cubre tocándolas y no tocándolas simultáneamente.

Así mismo, cuando el águila se dispone a transportar sus crías de un lugar a otro, no lo hace usando sus garras. Sucede que el águila no tiene temor de otras aves, pero sí del ataque humano que siempre le arroja flechas o proyectiles desde abajo. Por ello, en lugar de cogerlas con sus poderosas garras, induce a sus pichones a subir sobre sus alas. De ese modo, si una flecha es lanzada desde abajo, solamente heriría al águila pero no a los polluelos. De igual modo el Creador toma a Sus hijos (los benei Israel), protegiéndolos y poniéndolos fuera del alcance del ataque enemigo. Esto hizo cuando sacó a los israelitas de Mitzrayim y los egipcios los alcanzaron en el Mar de Cañas, entonces HaKadosh Baruk Hu (El Bendito Sea) los cubrió con sus nubes, y se puso en medio de los egipcios y los israelitas. En esta metáfora, sin duda, es Dios el águila que viene a despabilar a sus polluelos, revolotea sobre ellos, despliega sus alas y finalmente los pone sobre ellas –sus alas- en un vuelo redentor cruzando el cielo.

Esta es la explicación más tradicional entre los sabios, sin embargo, existe una perspectiva por demás sorprendente que quiero que ustedes también conozcan.

Necesito que recordemos lo que ya hemos estudiado, en la parashá Yitró, en donde vimos que el Eterno también se refiere a su movimiento en la redención de Egipto como un nesher obrando a favor de su nidada, al expresar que los tomó «sobre las alas de las águilas» (Éxodo 19:4). Con esto, Abba nuestro se aseguró de reforzar en la mente de Su Pueblo la idea que el águila y sus alas tienen implicancias claramente mesiánicas.

Investigando me enteré que en el hebreo existen dos sinónimos para el vocablo «alas«:

  • uno es “kanaf”, de valor numérico 150, y
  • evrá”, cuya guematría totaliza 208.

Teniendo en cuenta dichos datos de gematría, debemos comprender que las expresiones: «sus alas» (Kanafav)  y «sus plumas» (Evrató) esconden un secreto maravilloso:

Si las escribimos en hebreo en singular, y calculamos su valor numérico nos muestran una señal:

Ala =Kanaf de acuerdo al valor numérico de sus letras:

Caf =20,
Nun =50 y
=80,

Valor total= 150

Pluma = Evrá de acuerdo al valor numérico de sus letras:

Álef = 1,
Bet = 2,
Resh = 200, y
Hei = 5,

Valor total = 208

Haciendo la sumatoria de la gematría de estas dos palabras obtenemos 358, que es el valor numérico de Mashíaj (Salmo/Tehilim 2:2), cuyas letras:
Mem=40,
Shin=300,
Yud=10 y
Jet =8; dan un total de 358.

¡Este el mismo valor numérico de Mashiaj!

Así comprendemos que Yahvéh le está revelando a Israel que el águila llevándolos sobre sus alas es el Mashíaj, llevando a cabo su misión Mesiánica Divina.

«TOCAR Y NO TOCAR» las Dos Acciones del Nesher en Su Nido.

Aprovechando que vuestras almas está elevadas, sé que también les resultará muy interesante conocer que en la interpretación kabbalística el revoloteo de las águilas es llamado «tocar y no tocar«.

He mencionado que el águila es capaz de hacer ambas acciones simultáneamente, permitiendo a sus pichones despertar poco a poco, de acuerdo con la capacidad de cada uno de captar su presencia. Es que antes de que el águila tome a sus hijos sobre sus alas primero debe despertarlos.

El águila es un ave enorme y poderosa y si se posa repentinamente sobre su nido puede llegar a aplastar a sus frágiles pichones. Por eso, nuestro versículo describe al ave sobrevolando sobre su nido, dirigiéndose hacia sus hijos como la más delicada de las criaturas, manifestando un perfecto balance y estabilidad.

El verbo usado en este texto es «rajef», que se traduce como «sobrevolar«, es muy raro que esté expresado en la Torah, siendo esta una de sus pocas apariciones. La primera vez que aparece es en el segundo versículo de Bereshit/Génesis:

«…Y el espíritu de Dios sobrevolaba sobre la superficie de las aguas…».

Explican todos los sabios expertos en hebreo que, en realidad, este es el espíritu del Mashíaj sobre las aguas de la teshuváh, produciendo el despertar de la conciencia de las almas para retornar a Yahvéh.

Entonces, los expertos del idioma bíblico, concuerda que estas dos expresiones de «sobrevolar» son absolutamente complementarias; ambas apuntan hacia el despertar del pueblo de las doce tribus de Israel en general (Casa de Judá y Casa de Efraím), a la realidad mesiánica de volver al Eterno.

Este «tocar y no tocar» es una codificación lumínica muy significante para entender la Gracia divina a nuestro favor. El poder de tocar es el de involucrarse, de inspirar al otro. El poder de no tocar, por su parte, le permite al otro ejercer el libre albedrío, de tal manera que su alma pueda despertarse por sí misma en su deseo de ascender hacia Dios. El águila (Mashíaj) nos inspira y a la vez, paradójicamente, nos permite incorporar lentamente la nueva realidad mesiánica de acuerdo a nuestro propio ritmo individual.

Conviene aquí conocer también que la palabra hebrea nesher (águila) está formada por las letras nun-shin-reish. Lo interesante de esto es que las dos letras finales forman la palabra shar, verbo que significa «cantar«. De todas las palabras del canto Haazinu, shar es la sílaba esencial de nesher.

Existen dos tipos de canto: el verbal (que incluye la poesía) y la melodía. En hebreo el «canto«, que incluye la poesía, es llamado shir, representado por la shin y reish de nesher. En hebreo melodía, por su parte, se dice nigún, que comienza con la letra nun, la primera letra de nesher. Por lo tanto nesher es el acrónimo de los dos tipos de canto.

Esto significa que cuando el águila (nesher) se acerca a su nido bate sus alas para crear un canto, preparando delicadamente a sus pichones para su arribo. Para despertar las almas del pueblo hebreo y junto con ellos al mundo entero, cada persona con su propia chispa del Mashíaj debe poseer el poder de la poesía y la melodía inherente al águila.

La palabra hebrea que aquí se usa para «nido» es ken, que está asociada con tikúnrectificación«, «reparación«) y también con kiniánposesión«). La posesión más perfecta es la nueva Torah del Mashíaj, el canto de las alas del águila, que comienza a resonar a medida que se va aproximando a su cría. Esta nueva Torah mesiánica dará lugar a nuestra rectificación, como el águila que se aproxima suavemente a su nido, tocando y no tocando, despertando a sus hijos que la esperan.

Así, el Espíritu de Yahvéh ha desarrollado en la mente del Pueblo Elegido la imagen del “águila mesiánica” y sus “pichones anhelantes”, encarnando al Mesías redentor e Israel junto con toda la humanidad. Entonces, cuando nos conectemos con esta imagen, podremos comenzar a afinar nuestros oídos espirituales para escuchar la música del águila que se aproxima y prepararnos para la inminente redención final.

Todo para Bien

La palabra que aquí se traduce como «pichones» es gozalav, «sus pichones«, cuyas letras son guimel – zain- lamed. Estas tres letras son un acrónimo de una frase muy conocida y básica nuestra fe: «Gam Zu Letová«, que se traduce: «Esto también es para bien«. El pichón esperando ser elevado sobre las alas mesiánicas debe ser despertado a la conciencia de que todo lo que nos sucede es para bien, y que llevará finalmente a la redención verdadera y completa, que lo recompensará en el Olam Havá (Mundo Venidero).


Enfermarse es Cerrarse a la Luz (la Tzaraat o Lepra)

Por P.A. David Nesher

«Cuando una persona tuviese en su piel una seet [mancha blanca], una sapajat [decoloración] o una baheret [erupción] y se transforma en tzaraat, será llevada ante Aharón, el Sacerdote [principal], o ante uno de sus hijos, los Sacerdotes.»

(Vayikráh/Levítico 13:2)

Seguramente tendré que decirlo una y mil veces; y es que necesito considerar, una vez más, el famoso adagio italiano que dice “traduttoretraditore”. Esta expresión se traduce a nuestro idioma: “Toda traducción contiene una traición». Me remito una vez a esa frase ya que necesito que entendamos el juego de palabras que radica en ella. Dicho juego está basado en el hecho de que traición y traducción tienen una raíz latina similar; forman parte de un conglomerado de ideas que incluye también la palabra tradición. Y es justamente esta última (la tradición) la que estamos obligados a juzgar, y hasta desechar si es necesario, de nuestra tarea interpretativa del texto sagrado.

Esto que acabo de decir debemos tenerlo en nuestra mente a la hora de investigar los códigos de sabiduría que la Instrucción (Torah) divina revela a la hora de hablar del «leproso» y su mal: la lepra.

«Tzara’at» es el vocablo que normalmente se traduce como “lepra”. Sin embargo, por diversas razones, la traducción no es la más apropiada. Esto último se debe principalmente al hecho de que la lepra es una dolencia cutánea generada por el bacilo de Hansen. En cambio, el tzara’at que aparece en las Sagradas Escrituras era la manifestación física de una conducta espiritual grave causada principalmente por la difamación, la altanería, la maledicencia y/o la envidia. Esta es la razón por lo que dicha afección debía ser diagnosticada por un Kohen (Sacerdote).

El sabio Moshéh Alshej señala que el kohen en modo alguno ejercía funciones de médico, ni usaba prácticas médicas. La Torah legislaba que él solo se limitara a declarar impuro al afectado y hacerlo recluir, o declararlo puro y devolverlo a u sociedad y a su familia.

Esta plaga se describe en detalle en la Torah, aunque bajo diferentes variables que afectan la vida del israelita. El cáncer, o el SIDA, por ejemplo, que son las “plagas” de nuestra generación, podría decirse que son los equivalentes a la tzara’at de aquella época.

De acuerdo a las descripciones que nos ofrecen las palabras hebreas que leemos en el versículo que encabeza este estudio, notamos que la tzara’at era una especie de llagas semejantes a una de las plagas que azotara a Egipto. La diferencia con estas últimas radica en el detalle, no menor, de que la tzara’at era una afección que el Eterno enviaba sobre sus escogidos con el objetivo de disciplinarlos y guiarlos a realizar teshuváh y tikún.

Citaré a modo de ejemplo una fuente que nos ayudará a entender esta concepción. En Shemot leemos:

«…Dijo:
Si obedeces a Dios tu Señor y haces lo que es recto a Sus ojos, prestando cuidadosa atención a todos Sus mandamientos y cumpliendo todos Sus decretos, entonces no te golpearé con ninguna de las enfermedades que traje sobre Egipto. Yo Soy Dios quien te cura…»
(Shemot/Ex 15:26) [Torah Viviente].

Leyendo el Zohar, encontré la explicación sabia de que la frase “plaga de lepra”, hace referencia a los juicios severos que penden sobre el mundo como resultado de la negatividad colectiva de la humanidad. Allí mismo, en el Zohar, el vocablo “lepra” o tzsara’at, se define como “cierre”. ¿Qué quiere decir esto?

Pues bien, el Zohar explica que la palabra tzsara’at al ser traducida al arameo es llamada seguirú, lo que significa “cerrado”.

El Zohar en su explicación enseña que la Torah utiliza la palabra nega (conformada por las letras nun, guimel, ayin) para denotar oscuridad, lepra, o seguirú, todas expresiones que señalan a la condición espiritual de estar cerrados a la Luz del Creador. Por ende, no es coincidencia que estas tres letras (nun, guimel, ayin) al transmurtarse formen otra palabra: oneg (ayin, nun, guimel) que significa “placer”. Pues bien, estas dos palabras: nega (desconexión de la Luz del Creador) y oneg (placer) están interconectadas. Todos tenemos cierta cantidad de Luz que está destinada a venir a nosotros, y es a través de nuestras acciones que colocamos una coraza de Luz positiva o de Luz negativa alrededor de nuestra alma.

Esto nos indica que las porciones de Tazría y Metsorá no se tratan acerca de enfermedad física, sino más bien conciernen a la enfermedad espiritual que todos sufrimos en algún grado: estar cerrados a la Luz.

De este modo, los comentarios de El Zohar refieren que el “cierre” de las puertas que protegen el reino del 99 % de la luz espiritual, es la fuente de toda enfermedad psíquico-física que obstaculiza toda dicha, bienestar y realización duradera. Cuando estas puertas están cerradas, la luz no puede ingresar en nuestro mundo y la oscuridad y el juicio reinan. El concepto de “cierre”, se refiere asimismo a la manera en que nuestro «ego» nos cierra ante nuestra alma. De aquí que el salmista exhorta a los redimidos que llegan a Jerusalén para cada festividad a elevar conciencia a los niveles celestiales de la Torah a fin de que el Rey de la Gloria pueda entrar en la historia humana (por favor leer Salmo 24: 7-10).

Cuando hablamos lashón hará, («mal hablar» o «lengua perversa«) tomamos de nuestro banco de Luz y la guardamos en una coraza de nega, (desconexión de la Luz del Creador). Sigue siendo Luz pero ahora está cubierta por una coraza de oscuridad y esto nos causa dolor porque pudimos haber utilizado esta Luz en el sentido contrario, asistiendo a otra persona, por ejemplo. Pudimos haber tomado esta misma Luz y colocar una coraza de Luz a nuestro alrededor la cual nos sustentaría con placer.

Oneg y nega, placer y dolor, no son dos realidades separadas, sino un resultado de nuestras acciones. La Luz que atraemos proviene del mismo banco, independientemente de si será utilizada para hablar mal o para una acción de compartir. Todo necesita ser sostenido por nuestra Luz, y cuando retiramos de nuestro banco de Luz y cubrimos esta Luz en oscuridad, ahora esta oscuridad se sostendrá y manifestará en nuestra vida en diferentes formas. Lo opuesto es también verdad, cuando realizamos acciones de compartir o actuamos y hablamos de manera positiva, exactamente la misma Luz del banco alimentará el placer y lo positivo en nuestra vida.

Los códigos de sabiduría de parashá Tazría revelan que el dolor físico y emocional proviene de una fuente, nega, la cual es la Luz que nosotros hemos cubierto en una coraza de negatividad a través de nuestras palabras y acciones. Ahora entendemos que la tremenda oscuridad que atraemos a partir de lashón hará proviene de la misma Luz que sostiene la negatividad o el placer positivo en nuestras vidas. El tipo de Luz que nos sustentará depende de nosotros. Podemos tomar un oneg potencial, un placer positivo en potencia, y cubrirlo con una coraza de oscuridad a través de nuestras acciones y palabras negativas.

Comprendiendo todo esto, discernimos entonces que la “oscuridad” espiritual es la “plaga de las plagas”, es decir, la madre de todas las plagas. Ella es el suelo fértil que produce todos los demás tipos de plagas, sea el cáncer, o enfermedades cardíacas, virus, pobreza, terrorismo, depresión o cualquier otra clase de aflicción individual o social. [Torah Kabbalística Vayikrá, pág 116].

Por ello, y de acuerdo con los sabios, toda enfermedad es una especie de purificación. Cuando alguien se enferma, es una señal de alerta que inicia el proceso de “limpieza” de la persona. Una forma de alcanzar el bienestar es a través de la purificación, y una de sus vertientes es el dolor y el sufrimiento. La Torah revela que el cuerpo es el reflejo físico del alma; cuando un cuerpo se enferma es porque parte del alma necesita atención y trabajo espiritual. Una vez que comenzamos la auto-transformación, la enfermedad deja de ser una herramienta para despertar el cambio, de modo que es eliminada.

En la obra que cité anteriormente (Torah Kabalística) también se puede leer:
«…Tzaráat era un tipo de “limpieza espiritual” que creaba una protección a la persona afectada. Pero sin duda, es mejor limpiarnos a nosotros mismos de forma proactiva en lugar de ser purificados por un proceso que no está en nuestro control. Estudiar estos pasajes y pasar por una transformación espiritual es un tipo de limpieza que podemos escoger proactivamente, pero no es un proceso que ocurrirá de la noche a la mañana. El potencial para muchas enfermedades existe dentro de nosotros y existen muchas formas de limpiarlas. Los problemas cutáneos, indicarían un problema que necesita limpiarse a través de nuestras acciones. Por ejemplo, una inflamación en la piel, bien pudiera estar asociada con un “ego inflado”. Problemas asociados con la cabeza pudieran estar conectados con problemas de conciencia; si estamos en un espacio negativo, mental o emocionalmente, esto puede expresarse mediante enfermedades en la cabeza. Enfermedades de la boca, pueden igualmente, estar en conexión con el habla maliciosa, calumnia, chisme o difamación. Cada clase de aflicción física tiene su raíz en un defecto espiritual que gobierna nuestro comportamiento y acciones con las demás personas. Luego pues, la limpieza y transformación espiritual no solo curan la enfermedad sino que pueden evitar que las enfermedades ocurran en primer lugar, prevenir su reaparición…».
[Definición de “proactivo”: Que tiene iniciativa y capacidad para anticiparse a problemas o necesidades futuras produciendo respuesta y soluciones al mismo].

A lo largo de mi trabajo ministerial he encontrado que las personas nos convertimos en transmisores de plagas. Así también la obra del Zohar lo afirma y sostiene al decir:

«…Así como el castigo es aplicado al hombre por hablar maliciosamente, así es castigado debido a que pudo haber pronunciado buenas palabras pero no lo hizo. Porque él manchó a ese espíritu parlante que está compuesto como para “hablar arriba y hablar abajo”, y todo está en santidad. Esto es aún más cierto, si la nación camina por el camino equivocado y él pude hablarles y reprobarlos, pero si se queda callado y no habla, está dicho de él: enmudecí con silencio, contuve mi paz y no tuve reposo, y mi pena se agitó, agitada por plagas de impureza, (Tehilim/Salmos 39:3)…»,
[Zohar Tazría 18:87].

Estudiando en la versión Torah Emet, me pareció muy importante compartirles el siguiente comentario:

«…En una oportunidad, un gran maestro de la Torah recibió la visita de uno de sus discípulos que se acercó a consultarle acerca de su deprimente estado espiritual, y se explayó contándole por qué se consideraba a sí mismo un hombre tan vil e indigno. El maestro le interrumpió diciéndole: “¡Basta ya. No se debe hablar mal de nadie, ni siquiera de uno mismo! …».

Notamos que de acuerdo al mandato de la Torah, la enfermedad de tzsara’at debía ser tratada exclusivamente por los kohanim (sacerdotes), y no por doctores, ya que en ningún caso debía interpretarse como un simple problema médico, sino más bien como una patología netamente espiritual. ¡El alma de ese integrante de Israel estaba gritando a través del cuerpo!

En los códigos de la sabiduría de la Torah encontramos que, el sacerdote, al ser “luz de lo Alto”, está ordenado de encender diariamente las lámparas del Candelero (Menoráh), a fin de hacer llover sobre nosotros las bendiciones para sanar la aflicción, y este secreto, es una semejanza de lo de “arriba”, ya que la luz Celestial es el aceite de ungir que primero escurre sobre la cabeza del «Gran Sacerdote Celestial», el Mesías. Él enciende entonces las lámparas del MalKut (Reino físico), y las hace iluminar. Como está escrito:

“…Es como el buen aceite sobre la cabeza, que baja sobre la barba, la barba de Aharón; que baja sobre el cuello de sus vestimentas (…)
El aceite de ungir de YHVH está sobre él
…»,
(Tehilim/Salmos 133:2; Lv 21:12).

Amados discípulos de Yeshúa, aceptemos que en estos días, debemos abrirnos ante la sabiduría de la Torah; esta luz divina es libre para fluir y satisfacernos, ella abre las puertas de nuestra alma hacia el “Mundo de Arriba” de par en par lo que hace que elimine la oscuridad y el juicio, y erradica todo tipo de plagas.

Por eso, en el próximo Shabat tenemos el gran obsequio de poder tomar todas estas corazas de oscuridad alrededor de nuestra Luz, abrirlas y no sólo remover la oscuridad, sino también traer incluso más Luz de su interior para conducir nuestro Mundo a nuevas temporadas de bendiciones celestiales.

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El Pacto del «Brit Miláh» (la Circuncisión)

Por P.A. David Nesher

Notamos al estudiar la parashá Tazría, que junto con las leyes de embarazo, la Torah menciona que el “Brit miláh” (corte del prepucio o circuncisión), se le debe realizar a los niños cuando tienen ocho días de edad.

La “Brit Miláh”, que es el corte del prepucio al octavo día del nacimiento del niño varón, fue enunciada por primera vez en Bereshit/Gén cap 17 [repasar lo aprendido en las Parashot Lej lejá y Vayerá].

Justamente en esta parashá de Tazría, vemos que, en realidad, el Eterno, por medio de Moshé, está reafirmando el pacto que fue dado a los patriarcas, así como nuestro Maestro Yeshúa lo afirmara al decir :

Por eso Moisés os ha dado la circuncisión (no porque sea de Moshé, sino de los padres), y en el shabat circuncidáis al hombre.”
(Juan 7:22

Con esto notamos que la circuncisión no viene del tiempo de Moshé sino de los patriarcas. Moshé no podía anular nada de lo que había sido establecido anteriormente. El pacto de la circuncisión no puede ser anulada por el pacto de Sinai. De la misma manera el nuevo pacto no puede anular los pactos anteriores, ni cambiarlos. Un pacto posterior siempre está basado sobre un pacto anterior. Cada pacto nuevo que es introducido confirma un pacto anterior y añade algo más para la santificación del pueblo. Esto nos enseña que el nuevo pacto en la sangre del Mesías no puede anular los pactos anteriores. Lo que hace el nuevo pacto es introducir elementos nuevos que hacen subir al pueblo en un nivel superior de santidad y de poder.

Biológicamente hablando, el octavo día es el mejor momento para circuncidar al hombre. Es el día cuando la coagulación de su sangre es más eficaz que ningún otro momento de su vida.

Trascendiendo los seis días de la Creación y el Shabat como 7º día, el 8º día de la circuncisión refleja las fuerzas del Infinito (EinSof) que se encuentran allende nuestra percepción, mientras que el acto de la circuncisión refleja la penetración de aquellas fuerzas de lo Infinito en la existencia finita de la humanidad en contacto con la fisicalidad. Y por eso la circuncisión se lleva a cabo al 8º día de vida, cuando el niño carece aún de la mínima posibilidad de elección o de razonamiento, pues no se trata de un acto voluntario ni de un acto que pueda someterse al juicio de la razón, sino más bien de una Energía divina imposible de ser analizada bajo el espectro de nuestros parámetros finitos, [Torat Emet].

A esta altura de nuestro peregrinar en el estudio de la Instrucción divina, ya conocemos que el número 8 representa lo que está más allá de lo físico, más allá de los siete días naturales. Es la representación de la dimensión sobrenatural, las «zonas de tiempo espiritual» de la eternidad.

Entendemos que todo descendiente de Abraham está obligado a entrar en el “Pacto abrahámico” (Brit miláh). En la tradición judía, la circuncisión es llamada «Ot Berit-Kodesh», conceptos que significan «el signo del Pacto para la consagración«.

En el momento de la circuncisión se bendice al niño con las palabras:

“…Así como ingresa al Pacto (de la circuncisión) del mismo modo ingrese a la Torah, al matrimonio y a los actos de bien…”.

El sentido de esta bendición es el siguiente: Así como uno ingresa al pacto de la circuncisión hasta la eternidad, ingresa también a la vida de Torah, del matrimonio sobrenatural y de los mandamientos divinos hasta la eternidad.

Del Talmud, en el Tratado de Shabat, en palabras del Rabí Shimón Ben Gamaliel aprendemos lo siguiente:

“…Toda Mitzváh que aceptaron con alegría, como el precepto de la miláh, como está escrito: Me alegro con Tu dicho como si encontrase un gran botín, la cumplen todavía con alegría…”.

La tradición judía nos dice que existen dos etapas en el proceso de la circuncisión: lo que se conoce como Miláh; donde se remueve la piel gruesa visible, y lo que se conoce como Priáh; donde se remueve la membrana traslúcida, revelando la corona del brit, (el «pacto«) con Dios, como se manifiesta físicamente en el bebé.

Se considera que la circuncisión es similar a una ofrenda (korbán) debido a que el niño es llevado a través de ella bajo las alas de la Shekináh (Presencia divina). Por lo tanto, se requiere que el niño haya vivido al menos un Shabat para ser santificado y para que su kedusháh (santidad) sea elevada. El Shabat le confiere al niño el status de sagrado y lo prepara para la santidad suprema de la mitzváh del Pacto.

La circuncisión del recién nacido en el día octavo es para permitir a la madre participar y regocijarse con este evento, ya que durante los siete días anteriores ella estaba afectada por la impureza.

Algunos de los objetivos del Brit Miláh, son los siguientes:

  • Ingresar al Pacto Eterno con Dios, por medio de esta ceremonia involuntaria, en el que la obediencia es de los padres.
  • Posibilitar que, de adulto, ingrese voluntariamente en el servicio a YHVH, cuando el individuo debe circuncidar el “prepucio” (la cobertura) de su corazón (Dt 10:16; 30:6; Jr 4:4; Ro 2:29). Esto hacer referencia a aquellos aspectos de su personalidad y naturaleza interior que obstruyen su vínculo con lo Divino, ya que incluso el “prepucio” espiritual más sutil, si no es retirado, puede evolucionar de manera progresiva y decadente hasta convertirse en algo concretamente burdo y áspero.

En la Torah se revela que el varón ha sido llamado a servir al Eterno de una manera diferente a la mujer. Por lo tanto es importante que el hijo varón sea introducido en el culto delante de YHVH cuanto antes. Por el brit miláh (el pacto de circuncisión), será marcada en su cuerpo la señal de la responsabilidad de presentarse ante Yahvéh durante toda su vida, como está escrito: “…tres veces al año se presentará todo varón…” (Éxodo 23:17).

Leyendo el Zohar encontré este comentario:
«…Observa cómo el gran amor del Todopoderoso a Abraham se manifestó en el hecho de que Yitzjak no le nació hasta que se hubiera circuncidado. De esta manera se hizo cierto que su simiente sería santa, de acuerdo a las palabras de la Escritura: “En que la simiente es según su especie”. Si Abraham hubiera engendrado antes de ser circuncidado, su simiente no habría sido santa, porque habría salido del estado de orlah (coraza impura-prepucio), y, así, habría adherido a este estado aquí abajo; en cambio, después de la circuncisión de Abraham, la simiente brotó de un estado de santidad…».

¿Qué Provecho tiene Ser Circunciso?

Ante el hecho que este tema lo estoy investigando, por lo cual reconozco mi inmadurez intelectual respecto al mismo, citaré para responder el planteo a el Rabino Akiva ben Iosef, también conocido como Rebi quien señala:

«…El mérito de la circuncisión es muy grande. A pesar de todos los actos de devoción que hizo nuestro patriarca Abraham, la Torah no se refirió a él como completo sino hasta que se circuncidó, como está escrito; camina delante de Mí y sé completo…». (Génesis 17:1).

Entiendo que con una respuesta así, los planteos continúan aflorando y podemos sintetizarlos en la siguiente pregunta: ¿Qué importancia puede tener la remoción de un pliegue de piel del cuerpo humano?

La tradición judía responde a ello:
«…Siendo el Pacto concertado entre Dios y Abrahám una idea, un compromiso contraído por éste, debe ser simbolizado en nuestro mismo cuerpo para demostrar que las ideas deben estar acompañadas de acciones; el Pacto tiene que ser tangible y el mismo marcará el órgano de nuestro cuerpo por el cual somos progenitores de nuestros hijos, quiere decir: las futuras generaciones, la continuidad del Pueblo del Pacto…».

Como podemos ver, el pacto de la circuncisión en la carne fue establecido entre el Eterno y Avraham y sus descendientes físicos por todas las generaciones. Es un pacto eterno. Esto quiere decir que todos los varones que son descendientes físicos de Avraham tienen la obligación de circuncidar el prepucio para poder seguir estando dentro de ese pacto. Un descendiente de Avraham que no es circuncidado a los ocho días de nacimiento o más tarde perderá el derecho de pertenecer al pueblo de Israel.

Según la ley halájica judía uno tiene que haber nacido de madre judía para poder ser reconocido como judío. Es decir, si alguien no tiene una madre judía no tiene la obligación de circuncidarse en la carne. Esta es la razón por la cual vemos que Pablo circuncidó a Timoteo, porque era hijo de una mujer judía (Hech. 16:1-3).

Si uno dice que la circuncisión de la carne para los que han nacido de madres judías no es necesaria si han experimentado la circuncisión del Mesías, está negando lo establecido en el pacto de la circuncisión entre el Eterno y Avraham y sus descendientes para siempre. No podemos mezclar los diferentes tipos de circuncisión y decir que si tenemos uno no nos hace falta el otro. Eso sería una grave desviación de la verdad y haría del Eterno un infiel y su Nombre sería manchado.

Así mismo, debo también decir que el varón que no ha nacido de madre judía no tiene la obligación de circuncidarse en la carne de su prepucio. Un gentil que ha experimentado la circuncisión en el Mesías no tiene la obligación de circuncidarse en la carne.

¿Cuál es la ventaja o beneficio de ser circunciso?

El Rav Shaúl de Tarso, más conocido como el apóstol Pablo, enseña:

“… ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, desde todo punto de vista. Primero, ciertamente, que les ha sido dada en custodia la Torah de Dios…”
(Romanos 3:1-2 – Biblia Código Real).

La mitzvá de la circuncisión se ha visto bajo ataque muchas veces por los pueblos invasores en diversas épocas. Aún en la actualidad, algunos países se refieren a la circuncisión judía como un ritual barbárico.

En una muy interesante polémica, el emperador romano Turnus Rufus le llegó a preguntar al Rabí Akiva:

_ «…¿Qué es superior, la obra de Dios o la del hombre?»
_ “La del hombre,” respondió Rabí Akivá.
_ “Su respuesta me sorprende,” -exclamó Turnus Rufus-.
_ “¿Trata de decir que el hombre puede crear algo que se asemeje al cielo o la tierra?»
_ “No me refiero a las creaciones que superen las habilidades manuales de los seres humanos,” contestó Rabí Akivá, “sino a aquellas que estén dentro de sus posibilidades
_ “¿Por qué es que ustedes los judíos se circuncidan?” Turnus Rufus continuó con sus preguntas, “¿Acaso ustedes presumen que el trabajo del Creador necesita ser mejorado?
_ “Esta es precisamente la pregunta a la que yo me había anticipado,” Rabí Akivá explicó, “y yo por lo tanto sostengo que los logros humanos son superiores a los del Creador.«
_ “Si esta es su opinión, pruébela,” -le exigió Turnus Rufus-.
Rabí Akivá regresó a su casa y le ordenó a su esposa: “horneá un delicioso pan que esté compuesto con harina, aceite y especias.”
Al volver a ver al emperador le llevaba, un pan en una mano y un puñado de granos de trigo en la otra.
_ “Ahora dígame, Oh rey, ¿cuál de los dos es superior – el trigo o el pan?” le preguntó.
_ “El pan, por supuesto,” respondió Turnus Rufus.
_ “ Ya ve,” replicó Rabí Akivá, “usted mismo confesó que el trabajo del hombre es mejor que el del Creador. Cuando Él diseñó el universo, le dejó al hombre la misión de perfeccionarlo; el grano debe ser cortado y horneado para convertirse en pan, y los vegetales deben ser cocinados y condimentados. Por lo tanto, al realizar la Brit milá en un niño perfeccionamos la obra del Creador
_ “Si Dios quería que el niño fuese circuncidado, lo pudo haber creado de esa forma,” -insistió Turnus Rufus-.
_ “¿Por qué es que hace esa afirmación solo con respecto a la circuncisión?” respondió Rabí Akivá.
_ “Se podría preguntar también por qué es que Hashem dejó el cordón umbilical unido al recién nacido, dejando al hombre para que lo corte.

A pesar de que Rabí Akivá concluyó el debate con este comentario, nuestros sabios nos revelaron la verdadera razón por la cual los niños llegan al mundo sin la circuncisión. YHVH hizo que el niño fuera imperfecto para otorgarnos el mérito de realizar Sus mitzvot cuyo cumplimiento nos purifica y nos eleva.

Investigando cómo se realiza el cumplimiento de este precepto en la Casa de Judá, me resulta complicado de entender cómo el precepto más difícil de cumplir de toda la Torah es aceptado en su inmensa mayoría hasta por el más alejado de los judíos. He notados que judíos no observantes, generalmente por principios y no por conocimientos, llegan a negar cualquiera veracidad y hasta dudar de la existencia Divina, sin embargo, en el momento del nacimiento de su hijo buscan urgentemente al mohel no solo para realizar la circuncisión a su hijo, sino que no se avergüenzan en realizarlo con una gran fiesta en la que la gran mayoría de los participantes son “no creyentes” tan adictos como él. Rambam, Rabí Moshé Ben Najmán (Najmánides), analizando esta conducta comunitaria mundial dice: “insinúo acá la época del Mashíaj cuando la generación no tenga méritos y haya olvidado la Torah y crezca la insolencia y el descaro, no les quedará sino el Precepto de la circuncisión…”.

El BRIT MILÁH en el Nivel “SOD”

Lo sabios explican que uno de los propósitos del Brit Miláh es evitar la pérdida de semen. ¿Qué se quiere decir esto? Cada vez que un israelita mira “Brit” entiende que su zerá (semen/semilla), no debe ser desperdiciada.

Rav Shimon Bar Yojai dice:
«…No hay pecado en el mundo que provoque más la ira del Todopoderoso como el pecado de descuidar el Pacto (el Brit Milá)…».

El Zohar registra en la Parashat Noaj (62a):
«…Porque inmediatamente después que una persona comete este acto despreciable, -derramar su semen en vano-, regalando así su semen a los demonios, su imagen divina desaparece de él dejándole convertido en una bestia del mal…».

Con la teshuváh (arrepentimiento o regreso), el hombre puede deshacerse de todas las “klipot” (cáscaras/impurezas), y de los demonios que engendró con sus acciones perversas.

Para los sabios, el desperdicio del semen es más grave que el derramamiento de la sangre inocente. Aún más, la sangre de aquellas almas potenciales y la sangre de sus descendientes es lo que el hombre derramó en el acto.

Otra enseñanza de los sabios nos dice que nuestra cabeza tiene “radares” (o receptores) que detectan movimiento, espacio y tiempo. Estos son los ojos, los oídos, la nariz y la boca. Lo que percibimos del mundo físico está determinado por estos radares. Para ver más allá de lo físico y para escuchar el mensaje de lo infinito requiere un control especial sobre los ojos y oídos que no viene programado de forma innata en el hombre. Expliquemos esto. La Brit Milá (circuncisión), es un acto físico que tiene un efecto espiritual; es la ruptura de una “klipá” (concha) construida por el ego, que deja luz al descubierto y, a su vez, despeja las vías para que la luz entre a nuestra “vasija”.

¿Acaso ser circuncidado es suficiente para quitar la “klipá” (capa/concha), o negatividad que causa el miembro masculino? Naturalmente, la respuesta es, no.

La Torah nos enseña que existen varias clases de circuncisión:

  • la del corazón,
  • la de los labios (boca);
  • la de los ojos, el tacto, el oído, y
  • la del miembro masculino.

La circuncisión del miembro masculino no proporciona mayor beneficio espiritual si simplemente es considerado un acto médico, físico, porque ésta debe ser acompañada de la circuncisión del corazón. Por ello, la simple cirugía de la circunscisión en un quirófano de hospital no garantiza que dicho varón ingrese en el Pacto divino. Conviene a dicho varón, si quiere elevar dicha cirugía a niveles sobrenaturales, consagrarlo con óleo y oración de autoridades que amen la Torah.

En la Brit Miláh, la remoción del prepucio representa la remoción de la «cáscara» o «concha» llamada ego. Entendemos que YHVH quiere verter Su bondad en nuestro interior pero la cáscara del ego necesita ser retirada para que el flujo de bondad ingrese. El prepucio es una capa de negatividad que nos impide conectarnos con las esferas superiores.

Como lo expresé en líneas arriba, la Torah habla de circuncidar el corazón, los oídos, la vista y de los labios (brit halashón, la circuncisión de la lengua o boca). Básicamente, nos propone circuncidar nuestros 5 sentidos. Raro, ¿no? Porque al hablar de la circuncisión física en el miembro masculino, esto es un acto médico físicamente posible, pero si se habla de “circuncidar el corazón”, no hay manera científica o material de hacer eso. Por ello, la Brit Miláh es un recurso cósmico que permite el perfeccionamiento espiritual en el ser humano que lo tiene.

Circuncisión del CORAZÓN: ¿Qué es?

En verdad, al estudiar estos códigos, discernimos que la circuncisión en la carne es una señal que habla de otra circuncisión, la del corazón. Esta es el acto voluntario que realizamos escondidos en el Mesías. La misma consiste en limpiarnos de los propósitos de nuestra vida que son diferentes a la adhesión al Creador.

Debemos aceptar que la circuncisión del corazón ya existía en el tiempo de Moshé, quien escribió: “Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.” (Deuteronomio 10:16).

Desde este mitzváh (mandamiento) se nos revela que el Eterno requiere de su pueblo no solamente la circuncisión de la carne, sino también la del corazón. Pero es muy importante entender que las cosas invisibles no anulan las cosas visibles y viceversa. Las cosas celestiales no anulan las cosas terrenales y vice versa. Estas realidades existen en los dos mundos al mismo tiempo y una cosa habla de la otra y una cosa está conectada con la otra.

Dicho, con otras palabras, si un judío experimenta la circuncisión de su corazón, eso no anula su circuncisión en la carne ni le quita la responsabilidad de circuncidar a sus hijos a los ocho días de nacer. Por el otro lado, un judío circuncidado en la carne no es completo hasta que haya circuncidado su corazón. Porque su circuncisión en la carne no le exime de la responsabilidad de circuncidar su corazón.

Entiéndase bien este asunto. Si todo lo que hacemos es por amor al Eterno, y para acercarnos a Él, entonces las vías de este objetivo deben estar despejadas para lograr ser cumplido.

La «circuncisión del corazón» es compleja y por ello, los rabinos de la Casa de Judá aseguran, entre sus tantas opiniones, que esta circuncisión (la del corazón) ocurrirá al final de los tiempos, recién cuando el Mesías se manifieste en el mundo. Por esto, a esta circuncisión tan especial se la conoce como la «circuncisión final», y se asegura que tendrá el efecto de remover completamente la inclinación hacia el pecado, y permitir el correcto apego amoroso al Eterno, tal y como lo anunciara Moshé:

“…YHVH tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, para amar a YHVH tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas…”,
(Deuteronomio 30:6).

Esto que menciona Moshé es algo que nosotros podemos hacer. ¿Cómo? Quitando de nuestros corazones todo lo que lo hace insensible a lo espiritual. Un corazón incircunciso es un corazón insensible a lo espiritual. Un corazón circuncidado es uno que no solamente obedece los mandamientos del Eterno sino lo hace de corazón, con gozo y amor. Un corazón circuncidado es un corazón que escucha la voz del Espíritu.

Ahora bien, en el Mesías existe una circuncisión del corazón mucho más poderosa que la que habla Moshé. En la circuncisión en el Mesías ocurre algo profundo dentro del corazón del hombre. Parte del yetzer hará ( la mala inclinación), que Pablo llama “la carne”, es eliminada, como está escrito en la carta a los Colosenses:

“…en Él también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Mesías
(Colosenses 2:11).

Sin embargo, no toda la carne es eliminada en la circuncisión del Mesías porque aquellos que hemos experimentado el nuevo nacimiento en el Mesías, somos concientes que seguimos teniendo yetzer hará (carne). Sin embargo, también podemos dar testimonio que el poder dominador de esa naturaleza pecaminosa, ha sido quebrado. Aquellos que estamos en el Mesías ya no somos esclavos del pecado y el temor paralizante que el mismo genera. Podemos dominar nuestros instintos e inclinaciones mucho más poderosamente que aquellos que no están en el Mesías.         

Este hecho es el resultado del pacto renovado en el Mesías, como vemos que el Eterno lo anunció por medio del oráculo del profeta Ezequiel:

Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas.” (LBLA) y Jeremías 31:33: “porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días –declara el SEÑOR–. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.”
(Ezequiel 36:26-27).

Otras Circuncisiones: La de los Oídos y la de Los Labios

La circuncisión del oído también aparece en la Torah, y dice así:

¿”…A quién hablaré y atestiguaré para que me oigan?
He aquí están tapados sus oídos y no pueden prestar atención.
He aquí la Palabra del Eterno fue para ellos una afrenta, no la han deseado…”
[Irmiyahu/Jeremías 6:10 _ Tanaj Katz].

Esta “circuncisión de oídos” tiene connotaciones muy profundas, pero vamos a dejarla en el plano de la intuición, que es la voz del Todopoderoso; nuestros oídos son incircuncisos cuando no sabemos distinguir esa voz: La voz del Eterno.

La manera de circuncidar nuestros oídos es a través del crecimiento espiritual, haciendo descender Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) a nuestra alma. Esta voz de Dios se hace cada vez más nítida, más clara, hasta que se convierte en una verdadera guía. Pero, sin embargo, desde pequeños hemos sido entrenados a escuchar la voz del Opositor (HaSatán). Por eso, esta suele ser más fuerte, y solo expresa los deseos del cuerpo y de la satisfacción inmediata.

La circuncisión de labios también está llena de profundos secretos. Convengamos que nuestro hablar es un poder impresionante, por lo cual resulta siempre peligroso.

En el Zohar se explica que las fuerzas impuras del Sitrá Ajrá (el Otro Lado) brincan abismos para venir a atrapar las palabras negativas que salen de nuestra boca. ¿Podríamos imaginar esto?

Durante el día hablamos cualquier cantidad de barbaridades y emitimos muchos decretos que solo habrán de revertirse en contra de nosotros, -en un efecto “boomerang-”.

Procuremos guardar silencio y no opinar sobre lo que vemos. Esforcémonos y tomemos conciencia de lo que está a punto de salir de nuestra boca sobre cualquier situación o persona. Esto es una forma de circuncidar la Voz (boca) para que se manifieste el Verbo.

Es interesante notar que la Torah es única pues nos habla expresamente de la circuncisión de los ojos, de los oídos y de los labios, y sin embargo, nada se dice sobre la nariz, y es porque ésta, según los sabios, simboliza al mundo de la “esfera superior”. Es decir, el sentido menos contaminado de negatividad. Por eso, cuando el juicio se activa y sentimos que algo de apariencia negativa se aproxima, decimos “esto me huele mal”. La nariz forma parte de la cabeza; la nariz es entonces el instrumento de nuestra intuición.

Querido discípulo de Yeshúa (seas varón o mujer), aprende la lección acerca de la relación entre lo material y lo espiritual. Una cosa no anula la otra y una cosa complementa la otra. Ambos pueden convivir perfectamente y lo deben hacer. De esta manera se crea una unidad entre el mundo inferior y el mundo superior, lo cual es el propósito eterno de Dios en tu vida para bendecir a la Creación.

Sabemos que cuando venga el reino mesiánico, será anulado totalmente el yetzer hará, la carne, pero intertanto tendremos que seguir viviendo en la lucha interna a fin de manifestar cada vez más nuestro carácter mesiánico adquirido a través de Yeshúa nuestro Dueño.

Elevo una tefiláh para que el Eterno te dé de su gracia para siempre poder vivir en los poderes del pacto renovado en el Mesías y tener victoria sobre el pecado, acorde al proceso de Su circuncisión en ti.

El Día Más Importante Para YHVH Adonay (Parashá Sheminí)

Por P.A. David Nesher

Y en el Octavo día, Moisés llamó a Aarón, a sus hijos y a los ancianos de Israel. Y le dijo a Aarón:
”Toma para ti un becerro para sacrificio expiatorio y un carnero sin defecto para holocausto y ofrécelos al Eterno”.

(Vayikrá/Levítico 1:1-2)

Sheminí quiere decir octavo, y la parashá de esta semana comienza diciéndonos «y en el octavo día»… ¿Por qué el octavo día es tan importante que encabeza el nombre de una Parashá?. Porque el octavo es la posición de la sefiráh de Binah cuando la miramos desde  Malkut. El octavo es nuestro objetivo primordial.

«Así como el concepto «séptimo» alude a la naturaleza cíclica (como los siete días de la semana, los siete años del ciclo sabático, los siete ciclos que conforman el Jubileo), el concepto «octavo» alude a la ruptura de la rutina cíclica de lo natural y se erige como metáfora de los valores superiores que trascienden de la naturaleza.» [comentario de la Torat Emet].

Debemos recordar que el Mishkán (Tabernáculo) es para el pueblo de Israel el equivalente al corazón en el cuerpo del ser humano. Cuando el corazón hace circular la sangre por las arterias y venas, entonces la persona tiene vida y de la misma manera el Tabernáculo era la base que sostenía la espiritualidad del pueblo de Israel. Para que el pueblo fuera meritorio de que la Presencia Divina reposara entre ellos siendo el oxígeno que los mantiene vivos, tenían que demostrar que verdaderamente lo deseaban.

El Eterno eligió el octavo día para la inauguración del Tabernáculo porque el número ocho representa todo aquello que está por encima de la naturaleza, aludiendo a los mundos más elevados. Esto le enseña a la persona que el día en el cual YHVH descendió para posar Su Presencia entre el pueblo de Israel, ella debe intentar elevarse y apegarse a los mundos superiores. A pesar de que la persona es una creación de carne y hueso, hecha de materia inerte, ella recibió un alma espiritual que pertenece a los mundos más elevados y que le permite crecer y superarse, desconectándose de lo material y de las vanidades mundanas que la rodean, apegándose a los mundos que se encuentran por encima de la naturaleza.

El objetivo primordial de la existencia humana es lograr servir al Señor con calidad total, alcanzando día a día la manera más perfecta posible, hasta el punto de merecer que la Presencia Divina pueda posarse sobre la persona elevándola hacia el octavo mundo; es decir, más allá de la naturaleza.

Cuál es la función de la persona en este mundo: intentar apegarse a los actos de YHVH cumpliendo con lo que fue dicho en el Talmud: «Así como Él es, así también tú debes ser» (Shabat 133b), y de esta manera elevarse a los mundos superiores representados por el número ocho.

La cercanía con el Eterno exige sumo cuidado en todos nuestros actos aquí en la Tierra, ya que ellos son portales por los que el Rey de la Gloria ingresa al plano de la fisicalidad y la transforma por medio de milagros.

Al comenzar la bitácora dejé establecido que el octavo es nuestro objetivo primordial porque es la posición de la sefiráh de Binah cuando la miramos desde  Malkut, es decir desde el Mundo Físico.

Binah es la sefiráh divina cuya energía divina sostiene todos los planos existenciales. Por lo tanto, esta semana la energía de éxito y sustento está disponible para todos aquellos que la quieran. Sólo debemos clamar para que el Espíritu de la Profecía nos revela cómo lograr la certeza de esta conexión, lo cual nos permitirá tener la perseverancia que necesitamos para alcanzar la victoria que Yeshúa, el Mesías, ha obtenido para nosotros. Recuerden que victoria y perseverancia se escriben con la misma palabra hebrea: Netzaj. Esta sefiráh es la que extrae la Luz que  se genera en Tiferet (después que se logra un balance entre el dar de Jesed y el recibir de Guevuráh).

¿Cómo hacemos para que esta Luz de Binah entre en nuestro mundo? ¿Cómo hacemos para poder conectar con esa Luz? Pues estudiar esta porción es una de las maneras, porque los días de la semana son como un cóctel de influencias astrales, y traen impreso los desafíos de cada aspecto de las sefirot emocionales. Aceptemos una vez mas que el estudio de la sabiduría de la Torah es la herramienta más eficaz para transitar la vida con sabiduría y conocimiento.

Interesante resultará saber que esta parashá tiene 91 versos. Ya hemos dicho que muchos datos numéricos como este sirven para profundizar en la emunah (fe) escondida en las letras de las Sagradas Escrituras usando la gematría de las misma. Bien, resulta que el número 91 es el resultado de hacer una trenza entre las cuatro letras del Nombre de Dios ( יהוה Yud Hei Vav Hei) con Adonay (Señor), que es el mismo Nombre de Dios  que ha descendido a este mundo, cambiando de nivel.

Veamos esta ecuación y la herramienta de meditación que nos entrega la sabiduría de la Torah, en esta disciplina de santificar el Nombre de Dios:

Nombre de Dios: YHVH

 יהוה 

Éste es la expresión del sistema del Árbol de la Vida sin defecto alguno (por eso para muchos es impronunciable). Su guematria es:

  • י Yud=10;
  • ח He=5;
  • ו Vav=6;
  • ח  He=5.

Total: 26.

Nombre de Dios: Adonay

 אדני

A través de éste nombre, Dios actúa en nuestro mundo somo el Soberano de todo. Como en este Nombre Yud He Vav He se ha cambiado de ropaje (ha bajado su frecuencia) para adaptarse a nuestro mundo, podemos pronunciarlo: Adonay.

  • א Alef=1;
  •  ד Dalet=4;
  • נ  Nun=50;
  • י Yud=10.

Total: 65.

Al meditar y pronunciar Adonay, estamos declarando que el Eterno es el Amo y Señor majestuoso de toda la Creación. Decimos a todos los planos existenciales que el Eterno es nuestra autoridad plena.

¿Qué es esto de la trenza de los nombres y cómo se realiza?

La trenza o yijud (también traducido como unificación) de un Nombre Divino representa la unión de la Luz con la vasija. En este caso, el  Nombre de Dios Yud Hei Vav Hei es la Luz y Adonay es la vasija. Por lo tanto, se crea una secuencia al introducir las letras del nombre Adonay en medio de las letras del Nombre de Dios de más alta frecuencia (siempre comenzando de derecha a izquierda). Entonces, queda así:

יאהדונהי

Guematria 26 + 65 = 91.

Así pues, este Nombre Divino corresponde al número de versos de la parashá. Por tanto, meditando y orando con en este nombre todas las mañanas, atraemos la energía completa de esta porción: la energía del 8. Esto significa que cada mañana al despertar, debemos aceptar humildemente que estamos peregrinando hacia un Mundo Mejor que este que hoy conocemos a través de nuestros sentidos físicos, y que para llegar a alcanzarlo, deberé primeramente humillarme ante el Dueño de todo e invocarlo para que pueda santificar Su Nombre a lo largo de mi jornada laboral, en cada acción que realice.

Por eso, el Olam Havá (Mundo Venidero) está reservado para todos aquellos que formando parte del Pueblo de Israel, reconocen que HaMashiaj (el Mesías) ya vino en la persona de Yeshúa, y que este por su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz, ha sido elevado por Dios hasta lo sumo, y se le ha dado un Nombre que es sobre todo nombre. Dicho nombre es este yijud poderoso (YHVH Adonay), y sólo en este nombre se puede recibir la energía que esta parashá nos revela.

Considerando todo esto, lograremos entender que la razón por la cual la Torah nos prohibió consumir los animales impuros es porque estos provocan en la persona una tendencia hacia la crueldad y el pueblo de Israel debe ser un pueblo santo en el cual reine la cualidad de la benevolencia (jesed). En el futuro YHVH hablará con cada uno de los miembros del pueblo de Israel, tal como está escrito:

«Sus hijos y sus hijas profetizarán».
(Joel 3:1)

En consecuencia, ningún integrante del pueblo puede alimentarse con algo impuro porque sus bocas dirán las palabras de Yahvéh. Esto es lo que nos enseñan las palabras de este versículo: que Moshé y Aharón les avisen que en el futuro Dios les hablará a cada uno y por eso no deben comer animales impuros.

Estamos llamados a desarrollar la misma actitud que hubo en Yeshúa el Mesías, mientras caminó como el Hijo del Hombre sobre la Tierra (Malkut). Es decir, desarrollar tal calidad de Avodáh (servicio sacerdotal) que logre la sublimación y elevación de lo terrenal a las esferas celestiales. Así se permite a la Shekináh (Presencia) de la Luz Infinita manifestarse en medio del mundo natural, permeando a toda la materia, y haciendo que todo lo creado se someta al señorío absoluto del Eterno.

Entonces esta parashá nos deja bien claro el concepto que cada uno de los redimidos, con nuestras buena obras, refinamos las cosas de la fisicalidad y a la vez nos autorefinamos para elevarnos junto con ellas a dimensionalidad de plenitud celeste.

Para lograr la eficacia de esta vocación, y alcanzar excelencia en nuestra misión, debemos aceptar que necesitamos atraer la Luz al mundo material, acercándolo por medio de nuestro esfuerzo de elevarnos en conciencia. Por esto, tenemos que cuidarnos de nuestras obligaciones materiales para poder penetrar en el mundo espiritual.

Para lograr la eficacia de esta vocación, y alcanzar excelencia en nuestra misión, debemos aceptar que necesitamos atraer la Luz al mundo material, acercándolo por medio de nuestro esfuerzo de elevarnos en conciencia. Por esto, tenemos que cuidarnos de nuestras obligaciones materiales para poder penetrar en el mundo espiritual.

Tenemos que prepararnos para la llegada del Rey. Para ellos debemos cuidar nuestro aspecto físico, tanto interno como externo. Cuidar la forma de vestir, la imagen, la higiene tanto física como mental. Observando nuestra forma de ser sociales, hasta incluso alimentándonos equilibradamente, siguiendo una dieta estrictamente profética.

La implicación es elocuente: observar las normas de pureza e impureza tratadas en esta sección (parashá) y las posteriores, lleva a cada redimido a elevarse por sobre lo mundano e incorporar en su ser los valores supremos de lo «octavo», es decir el carácter mesiánico que todo lo puede.

La 42 Estaciones del Alma según la Torah

Por P.A. David Nesher

«Pues la nube de Hashem estaba sobre el Tabernáculo de día, y había fuego en él por la noche a la vista de toda la Casa de Israel. Así fue en todas sus paradas

Shemot/Éxodo 40:3 8

El pueblo de Israel se había elevado en el monte de Sinaí a las alturas espirituales de lo profético tal como lo había alcanzado y manipulado los patriarcas Avraham, Itzjak y Yaakov. En la mente de cada israelita, vibraba la idea de que dejar el Sinaí podría tal vez significar el abandono de la presencia constante de la divinidad entre ellos. Este es el sentido del mandamiento divino al ordenar la construcción del Mishkán.

Finalmente vemos que el Eterno aprueba la obra hecha por la unidad de Israel, y produce que la Shekináh desciende al “lecho nupcial”, el Mishkán (Tabernáculo), para habitar en medio de los israelitas. Así, la nube del Eterno descansaría sobre el Mishkán de día. Por la noche, una nube de fuego sería la que habría de custodiar a Israel, la amada de Yahvéh. Cuando la nube se apartara del Tabernáculo, ello constituiría la señal para que los israelitas emprendieran la marcha.

Refiriéndose a esto, los sabidos explican:

«…Día: representa los momentos de florecimiento; y “noche”, simboliza los momentos de obscuridad. El pasuk indica que siempre, a través de los viajes del pueblo de Israel por la vida, independientemente de si el sol brilla o no, las nubes y el fuego divinos constantemente nos protegen asegurando nuestra supervivencia…».

La palabra jornadas también incluye los lugares donde acampaban, porque desde cada lugar emprendieron un nuevo viaje. La nube no estaba sobre el Tabernáculo durante los viajes, sólo cuando acampaban, cf. 40:36.

El pueblo de Israel acampó 42 veces en lugares escogidos por YHVH. Algunas veces la parada era para probarlos, otras para que descansaran, y en otras oportunidades para disciplinarlos. Lo cierto es que en cada lugar había suficiente espacio para el Tabernáculo y para el campamento de cada tribu.  

Ahora bien, para nosotros será muy importante conocer que los cuarenta y dos segmentos del viaje de Egipto a la Tierra prometida constituyen los 42 netivot (senderos) que el alma tiene a su disposición para conectarse con Yahvéh; senderos cuyo sentido podremos descubrir sí o sí mediante el estudio sistemático de la Torah.

Entendemos entonces que estos 42 lugares representan viajes espirituales que deben vivir todos los hijos de Elokim, todos aquellos guerreros que van por el Camino (Derek) que conduce a la Tierra Prometida.  Para entender mejo esto, consideremos el siguiente ejemplo:

La gematría de la palabra Ramases es 430, que es equivalente a “Nefesh”, que significa, “alma”.  La gematría de la palabra Sucot es 480 que equivale a “Yishamani”, que significa, “me escuchará”.  La gematría de la palabra Etam es 441 que equivale a “V’hiyyiti”, que significa “yo estaré”.  Así que, traduciendo a través de la gematría, el viaje que hizo Israel de Ramases a Sucot y a Etam, forma la frase espiritual: “Tu alma me escuchará, y Yo estaré providente”.  Y así sucesivamente a través de todo el peregrinaje, podemos encontrar distintos códigos que permitieron al Pueblo Escogido cambiar los paradigma reptilianos aprendidos en Mitzrayim, y elevar sus mentes a los niveles proféticos que manejaban los padres de nuestra fe.

Así pues los sabios explican que el propósito de enumerar las 42 paradas, fue para hacer consiente al pueblo de su desarrollo completo (moral – espiritual – histórico).  Por ello, luego, en la distribución de la tierra, le fueron dadas a los levitas 42 ciudades para vivir. Con esto el Eterno se aseguraba que si alguien se apartaba de la Torah y necesitaba orientación o enseñanza en alguna de las 42 etapas de desarrollo, él o ella podían visitar una de las 42 ciudades para recibir el entrenamiento específico asociado con esa etapa. De este modo el proceso de ascención se repararía y podría continuar en su dirección de marcha: derecho, adelante y hacia arriba.

Con todo esto logramos captar que las “paradas” (o estaciones), son un engranaje de vital importancia en este sistema, porque constituyen el momento de reflexión para determinar en cada encrucijada de la vida cuál sendero sea el más idóneo para alcanzar el horizonte estipulado. Porque el objetivo de toda interrupción es brindar el privilegio de experimentar la dicha de un nuevo comienzo. Este Santuario portátil, y su “habitante”, la Shekináh de Yahvéh, viajaría con los israelitas durante 40 años y finalmente se trasladaría a Eretz Israel (Tierra de Israel).

Considerando todo lo hasta aquí estudiado en las parashot del Séfer Shemot, notamos asombradamente que todo este poderoso simbolismo dado a través del Santuario, fue entregado al Israel como un libro de instrucción para saber cómo habitar en la presencia de YHVH.  Todos los oráculos divinos encriptados en esta estructura cósmica, una vez aprendidos, debían ser enseñados de generación en generación, para que aquellos que llegarán al final de los tiempos (es decir, nosotros) supiéramos que hacer.  Así lo comprendieron los discípulos de Yeshúa de las primeras comunidades, tal como el diácono Esteban lo proclamara:

Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el Monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos.
( Hechos 7:38).

Una vez que cada objeto y pieza estuvo en el lugar adecuado y la “vasija” (el Mishkán) estuvo preparada, la Luz del Creador ingresó al Tabernáculo. Esa fue la primera vez que hubo un lugar físico en el que la Luz Infinita, creadora de toda la existencia, pudo entrar y habitar.

La construcción del Mishkán para el Creador simboliza cómo cada uno de nosotros puede construir y preparar su propia vasija (vida) para que pueda ser llenada de Luz Infinita que es Yeshúa HaMashiaj (Juan 8:12) y así ser luz para el mundo de la fisicalidad que debemos reparar y transformar (Mateo 5:14).

Cuán afortunado es el pueblo que experimentó toda esta sabiduría, cuán afortunada es la nación cuyo Dios es… ¡HaKadosh Baruj Hu! (Salmo/Tehilim 144:15).

Ahora llegando al final de nuestro peregrinaje por este Séfer (Libro) llamado Shemot (Éxodo), encuentro oportuno hacerlo extractando algunas ideas que leí del sabio Najmánides quien expone en su prefacio al mismo libro el siguiente comentario:

«…El descenso de los hijos de Israel a la tierra de Egipto es el comienzo del exilio de Israel. El mismo no concluirá hasta que ellos hayan regresado a su tierra de origen, alcanzando el nivel de sus patriarcas. Empero, cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, a pesar de que ya habían sido liberados de la esclavitud, todavía se los consideraba como exiliados, porque estaban en una tierra que no era de ellos, vagando por el desierto. Más cuando llegaron al monte Sinai y construyeron el Mishkán y volvió el Santo Bendito Sea Él, hizo posar su «Shekinah» entre ellos alcanzando los Benei Israel otra vez el nivel de sus patriarcas. A partir de entonces fueron considerados como redimidos…».

Tras concluir el segundo Séfer de la Torah, pronunciamos con gran satisfacción:

¡Jazak, jazak, ve-nitjazek!
(¡Sé fuerte, sé fuerte y seremos fortalecidos!)

Para conocer más acerca de los 42 Senderos del Alma los invito a leer:

Las 42 Estaciones Del Viaje de la Vida.

¿Corazón Sabio? ¿Qué Significa?

Por P.A. David Nesher

» Toda persona dotada de talento natural [«sabio de corazón»] entre ustedes que vaya y haga todo lo que YHVH ha ordenado: El Tabernáculo, su Tienda y su Cubierta, sus ganchos y sus tablones, sus travesaños, sus pilares y sus zócalos [o bases].»

(Shemot/Éxodo 35:10-11)

En el propósito eterno de Dios, el Mishkán (Tabernáculo) será la antena cósmica para traer toda la Fuerza y Luz del Creador, y dejar así que se irradiara a todo el universo físico, para que este pudiera elevarse al dominio pleno de las esferas celestiales. Así, Israel unida al Mesías como cabeza, recibirían toda potestad.

Además, el Mishkán sería también el lugar para que la Shekináh (Presencia Divina) pueda residir en cada israelita, desde el mayor de los mayores hasta los menores de los menores, sin que nadie fuera afectado por la muerte propia de estar en la Presencia divina (cf. Shemot/Éxodo 33:10)

Por estas razones, la construcción de semejante nave cósmica debía ser realizada bajo la supervisión de almas humanas con característica espirituales muy elevadas.

¿Quiénes fueron ordenados a realizar todas estas tareas?

Interesante nos resultará la respuesta: los hombres que un año atrás estaban en condición de esclavos, utilizando paja y barro, para construir ladrillos, y para hacer todo tipo de trabajo del campo. Eran los súbditos más despreciables de un Imperio reptiliano encabezado por el Faraón. Entre ellos no había carpinteros ni orfebres. No había costureros ni joyeros. Tampoco curtidores de cueros ni bordadores. ¿De dónde podíamos sacar artesanos y especialistas en tantos tipos de actividades? La Torah contesta todas nuestras preguntas:

“…Y se acercó todo hombre que puso su corazón…”.

Entre ellos no había quién pudiera enseñarles un trabajo tan especial como lo que debían hacer, tampoco existían los artesanos o profesionales que sabían determinada tarea. Lo que sí encontramos en esa generación es esto:

hombres que podían poner todo su corazón en el Camino de YHVH y que se presentaron ante Moshé diciendo:
«¡Yo haré todo lo que Mi Señor me diga!» …

Este tipo de corazón presentará entre sus actitudes positivas dos características fundamentales que garantizan la manifestación física de las bendiciones divinas: trabajar por la unidad para lograr reparar el entorno. Meditemos un poco más en esto:

Solícitos para trabajar por la Unidad.

El Eterno indica que la construcción debe ser desarrollada por Betzalel hijo de Uri hijo de Hur, de la tribu de Yehudá, que según la tradición histórica era un joven que contaba con apenas 13 años de edad, y que Aholiav de la tribu de Dan, (una de las tribus más pequeñas en la escala social puesto que él no procede de Rajel ni Leah), deberá unirse a él para apoyarlo en la Obra que Yahvéh había encomendado. [Si quieres conocer más sobre los códigos guemátricos del nombre Betzalel haz click aquí].

Estuve leyendo al Dr. Adolfo Roitman, de la Universidad Hebrea de Jerusalem, quien refiriéndose a este pasaje destaca:

«…El hecho de que los dos artesanos del Tabernáculo hayan sido miembros de las tribus de Judá (reino del sur), y Dan (reino del Norte), no puede ser ninguna causalidad. Probablemente se haya querido indicar con este dato tan sutil, que el primer Santuario de Israel había sido construido por toda la nación representada por sus respectivos artesanos, viendo así en la construcción misma del Santuario, la expresión más excelsa de la Unidad Nacional…»

[cita de la obra: “Del Tabernáculo al Templo”, pág 41].

Preparados para Rectificar.

Vemos en los pasukim (versículos) la orden de recolectar oro, plata y cobre de los israelitas para construir el Santuario. Estos pasukim nos conectan con un trabajo de preparación; preparamos nuestra corrección y la entregamos a un objetivo que nos trasciende. Los textos nos abren pórticos específicos para realizar cambios en nosotros, cambios en cada uno, cambios quizás pequeños, imperceptibles, pero que van en una dirección clara y segura: cambiar nuestra intención.

Corregirnos mediante un cambio en la intención, de «querer recibir» a «dar compasivamente». Este es el significado de estos poderosos códigos, y la base para la construcción de una vida diferente. Rabí Jaim Ben Atar nos dice:

“…Dios no necesita nuestros obsequios sino el deseo sincero del donante de elevarse y unirse a Él…”.

Las Perspectivas Místicas del Sábado

Por P.A. David Nesher

Los secretos (hebreo: sodot) de la Sabiduría de la Torah enseñan que el Shabat (שבת), es una de las maneras más poderosas para conectar con el Creador.

Leyendo al comentarista Rashí encontramos que él define al Shabat como un descanso relajante, de un carácter perfecto, lo contrario a un descanso de carácter casual, por ejemplo aquel para recuperarse de la fatiga, o el impuesto por el hecho de que no hay trabajo para hacer.

En sentido metafórico, los sabios expertos en codificación hebrea nos dicen que el “fuego” simboliza las discordias. Por ello, está prohibido en Shabat prestarnos a discusiones, alegatos ni nada que pueda encender fuegos de maledicencia, chisme, o situaciones problemáticas. Por naturaleza, el fuego es agresivo y consumidor. En tanto que el Shabat, en su esencia, impulsa a valorar lo santo de la vida para que la bendición del Cielo se haga presente entre los hombres.

Por ello, el poder del Shabat es uno de los medios más poderosos para conectar plenamente nuestra alma con el Eterno y hacer de nuestro vínculo interno con Dios un canal cósmico para que las bendiciones se precipiten abundantemente a la Tierra. Incluso, personas de cualquier credo pueden realizar esta conexión si lo desean. Después de todo, el Shabat es un sistema cósmico que originalmente fue creado para todos los hombres (Gén. 2:2-4).

Es necesario que entendamos y aceptemos que si dedicamos tan solo cinco minutos en Shabat a una conexión con la Luz divina, será mucho más fácil conectar con el Poder del Creador en cualquier otro momento de la semana.

El Rav Isaac Luria, de los escritos del Arizal, nos lo explica así:

«…Durante los días de la semana, las líneas entre el bien y el mal están un tanto borrosas. Esto hace que sea muy fácil resbalarse y caer en la trampa del materialismo y el egocentrismo, así que uno debe estar constantemente en guardia; a diferencia de Shabat, cuando el Oponente se mantiene a distancia. Dado que Malkut (nuestra dimensión física) asciende por sí misma en Shabat, no es necesario que nosotros nos ocupemos activamente en el proceso de elevar las chispas de luz en Shabat como lo hacemos durante la semana de trabajo. En lugar de ello, nuestro trabajo espiritual es dejar de lado ciertos tipos de trabajos físicos que podrían causar separación de este nivel elevado de luz…».

Agregan los sabios que, sin la santa energía del Shabat no sería posible, en ninguna manera, erradicar la negatividad del mundo.

Ya lo expliqué en otra bitácora que nuestra parashá Vayakhel vincula los temas del Shabat y la cuestión del Mishkán (Tabernáculo) porque estos, en la mente divina, son una misma cosa; ambos son enlaces a una dimensión trascendente.

La conexión entre Shabat y el Santuario es de gran profundidad. Entendamos que durante estos 2.000 años de exilio, después de la destrucción del Sagrado Templo de Jerusalem, el Shabat ha sido nuestro santuario dentro de los mundos hostiles, el lugar para refrescarnos y enfocarnos en los valores de la Torah. Por eso, existe un refrán que dice:

«…Mientras los judíos cuiden el Shabat, el Shabat cuidará de los judíos…».

En el sentido más profundo de su mística, el Shabat es una “guía para la Novia”, ya que cada siete días ella es fiel al descanso en el tiempo señalado con el “Novio”. Sin Shabat no hay «Cámara Nupcial» (el Santuario). Por esto, al Shabat también es llamado el anillo nupcial de la novia y es una prueba para ver si ella es fiel o no al novio.

El Séptimo Día, es decir, el Shabat, es también uno de los días proféticos de los siete mil años que acomoda a la Novia para el día de su Boda, a saber el Yom Kippur final.

También representa el último día de fiesta de los siete días de las Enramadas o Sukot (recepción de la Boda), llamado “Shemini Atzeret” (Octavo Día). El “Shemini Atzeret” es como si el “Novio” le preguntara a la “Novia” que le extienda un día extra con él después de que todos los invitados hayan vuelto a casa. El “Día Extra” (el octavo, o número 8), representa la eternidad, más allá de los 7.000 años de retorno al Jardín del Edén. Existen seis días para que la “Novia” haga todas sus labores y un día en el que ella dedica por completo a estar con el “Novio”, quien es el gozo de su vida.

Metafóricamente hablando, cada fin de semana es una Boda entre el hombre redimido y el Shabat. En toda poesía hebrea al Shabat se la trata de “Novia” y al varón de cada familia como al “Novio”, ya que se espera que cada vasija viril presente en cada hogar se eleve en ese día a su consciencia de convertirse en un ungido (mashiaj) del Eterno.

El Fuego del Sábado y las Tareas para Edificar la Vida.

Por P.A. David Nesher

Lo Teba’ru Esh BeJol Mishbotejem BeIom HaShabat

«No encenderás fuego en todas sus moradas el día del Shabat»

((Éxodo/Shemot 35:3)

Estamos estudiando la continuación de lo relatado en Shemot capítulo 34, vers. 29, donde la Torah relata cuando Moshé descendió del Monte Sinaí con las dos Segundas Tablas (10 de Tishrei). Inmediatamente después de esto, la Torah describe las tareas necesarias para construir el Mishkán (Tabernáculo), el precursor del Sagrado Templo.

Lo interesante es que la bendita Torah insiste nuevamente sobre la naturaleza especial del Shabat y en especial acerca de la necesidad de abstenerse de realizar melajáh, que es el trabajo prohibido en ese día sagrado. El texto hace mención específica de no encender fuego en Shabat

Sobre este pasaje hay diversos puntos de análisis e interrogantes, algunos de los cuales son expuestos y formulados también por los comentaristas de la Torah.

Primeramente debemos entender y asumir que este mandamiento pertenece a la categoría de las leyes conocidas como “jukim”, acerca de las cuales, hemos dicho, la Torah no ofrece mayores explicaciones.

En segundo lugar, me es necesario también insistir en el hecho de que Shabat en su esencia es que el ser creado encuentre el reposo junto a su Creador. Es decir que Shabat no es sólo velas, pan, vino, mesa servida, etc; su esencia va mucho mas allá de lo que nuestros sentidos puedan percibir. Shabat no debe de ser una carga litúrgica sino un reposo espiritual en el que el alma humana se eleva a las dimensiones de la verdadera fe (emunah) dónde todo se hace posible para el que cree (Marcos 9:23).

Ahora sí, comenzando en el tema que aquí nos convoca, diré que la Torah especifica no trabajar ni encender fuego. Pero tenemos que en los Yamim Tovim (Días Festivos), cuando se prohíbe todo trabajo, sin embargo, sí se permite la preparación de alimentos, lo que incluye encender fuego para cocinar. En cambio, en Shabat no se puede encender fuego ni siquiera para la preparación de alimentos, con mucha mayor razón para otras necesidades, [Rav Shemuel Ben Meir/Rashbam].

Referente a lo que dice el texto, Moshé enseñó a los israelitas las halajot (leyes) de las 39 labores principales (avot melajot) prohibidas en Shabat. Una de ellas será el encendido del fuego, como ahora lo explicaré.

Hacer fuego está prohibido por la Torah. Pero debemos tener en cuenta que hacer fuego hace aproximadamente 3.500 años era un trabajo arduo. No se giraba una perilla y apretaba un botón o encendía un fósforo (cerillo). Hacer fuego era un trabajo en sí. Había que ir a buscar ramas secas o leña, partir las ramas con las manos o los leños con un hacha. Traer paja seca. Cargar con la leña. Acomodar. Frotar con una rama sobre una madera plana con paja. Soplar. Ventilar con una pantalla. Mantener la llama. Para hacer todo eso uno se cansa. Es decir que, históricamente, cuando se encendía fuego en una casa era para mantenerse ocupado y concentrado en quehaceres. Por eso, para comprender una mitzvá también hay que analizar el tiempo en el cual fue otorgada y en medio de que circunstancias. Es muy necesario conocer el contexto de todo asunto a fin de evitar errores de hermenéutica (interpretación).

Antes de continuar con todo esto necesito aclarar que con este aporte que estoy haciendo aquí no pretendo decir que es legal crear una llama de fuego literal en día de Shabat, pues el mitzvah (mandamiento), como jukot que es, es muy claro en eso. Pero sí necesito decir que este mandamiento también hace referencia a una creación de fuego que no habla de calor ni luz físicos, sino de uno que habla de luz y calor metafísicos.

Así pues les diré que al comenzar la construcción del Tabernáculo, el Eterno, por medio de Su Torah, recuerda a Israel la observancia del Shabat para decirnos que a pesar de dicha construcción no se debe profanar la santidad del reposo espiritual. En Shabat no se harán labores para el Tabernáculo. ¡Qué interesante!; a pesar de que los trabajos del Mishkán eran en honor a Yahvéh, éste debía ser suspendido al llegar el Shabat.

La tarea efectuada para el Mishkán se considera “melajáh”, es decir, “tarea” (en hebreo), y las distintas labores se denominan “melajot” (que son 39 en total). Éstas son las prohibidas en Shabat.

La razón por la cual la Torah nos enseña que las actividades productivas en el mundo material es que son a la vez, aquellas que son necesarias para construir un espacio a fin de desarrollar la santidad. La raíz de las 39 melajot del Shabat, son entonces los 39 trabajos del Mishkán, que derivan y provienen de dichos trabajos.

Estas 39 acciones tienen una cosa en común: son acciones que los humanos pueden hacer, pero los animales no. Todos estos son ejemplos de casos en los que los seres humanos utilizan su inteligencia con el fin de manipular y transformar la naturaleza, a fin de dominar las circunstancias que se producen por la ley de causa y efecto.

Ahora bien, una serie de planteos surge ante este mandamiento (mitzváh) que encabeza nuestro estudio: ¿Por qué la Torah yuxtapone la construcción del Tabernáculo con el mitzvah (mandamientos) de cuidar Shabat? ¿Qué significa realmente esta Mitzvá? ¿Acaso se debe de conectar solamente a lo literal? ¿Debe una persona afirmar que guarda Shabat cuando sus impulsos de fuego (Nefesh) han sido encendidos precisamente ese día? Trataré pues de responder estas preguntas en la medida que nuestra mente se abra a la Luz y voluntariamente se organice en sus pautas y lineamientos.

El Eterno está revelando aquí que el Shabat y el Tabernáculo son uno solo. Ambos son eslabones que nos unen con una dimensión trascendental. Durante los distintos años de exilio del pueblo de Dios, Shabat sirvió como el santuario (Mishkán), el lugar para restaurar y refrescar la perspectiva en un mundo con frecuencia hostil hacia los valores de la Torah.

El Mishkán une a todo el Pueblo de Israel, es el centro en el cual Yahvéh mora dentro de Israel. Y por eso la introducción de la parashá dedicada a la construcción del Tabernáculo es con las palabras “Y congregó Moshé” ( ויקהל משה, Vayakhel Moshé). Todo el pueblo de Israel se reúne para ser una gran comunidad, una gran sociedad. Pero en Shabat no hay necesidad de la acción de construir el Tabernáculo, porque el Shabat mismo es el secreto de la unión del Pueblo de Israel.

Es por eso que nuestros sabios han encontrado en esta parashá los códigos que revelan que durante Shabat es otorgada a cada hijo de Israel la denominada “Neshamá Yeterah,” (נשמה יתירה) o Alma Divina Adicional que lo saca de sus preocupaciones personales y lo conecta con todo el pueblo de Israel (Tikunei Zohar 6, 23b). Dicha alma adicional nos ayuda a adentrarnos a la verdadera esencia del Sagrado Shabat desconectándonos de lo pasajero, lo material, etc. Esta Neshamah Yeterah se va de una persona cuando Nefesh (alma animal) comienza a surgir en pleno Shabat, es aquí en donde podríamos entender un poco mas lo que esta mitzváh de «no encender fuego en Shabat» trata de enseñarnos.

El Eterno anhela que sus hijos no permitan que el nefesh («impulso de fuego«) sea encendido en todas las habitaciones de nuestro ser el día de Shabat, pues este es un día de alegría, regocijo, amor, santidad, etc.

En el Zohar está escrito que, del Shabat reciben bendición todos días de la semana. Por eso, cuando cuidamos el Shabat como es debido, trae bendición y éxito para todos los días de la semana; esta bendición proviene del Cielo. Del Zohar leemos:

«…No hay movimiento en lo Alto hasta que no haya movimiento abajo. Las bendiciones de lo Alto solo se encuentran donde hay alguna sustancia y no un mero vacío…»,
[Zohar I, 88ª].

El Rebe de Lubavitch explica sobre la santificación del Shabat y el apartarse del trabajo físico:

«…Acerca de esto se puede preguntar:
“¿Si no invertimos en el negocio todas nuestras fuerzas y toda el alma, cómo aseguraremos su éxito y crecimiento?” A ello debe responderse que se requiere también creer en Dios. El judío tiene fe que al fin y al cabo el sustento viene del Altísimo. La función del hombre es hacer el “recipiente” para recibir la bendición de Hashem y por ello debe trabajar y dedicarse a su actividad comercial, pero quien define si va a ganar del trabajo y cuánto, es Hashem. Siendo así, cuando el Eterno dice que el judío no debe sumergirse totalmente en el trabajo, esto mismo indica que el camino para recibir la bendición de Di-s y afianzar el negocio, es exclusivamente cuando se cumple con la Voluntad de Di-s y no cuando se actúa contrariamente a ella. Quienquiera desee el éxito de sus actividades comerciales, debe abstenerse de invertir en ello toda su alma, puesto que esto es lo que Hashem quiere y es Él quien brinda la bendición. Cuando el judío trabaja durante los seis días de la semana, de acuerdo a las instrucciones de la Torah, también su Shabat es diferente. No tiene dificultad en dirigir sus fuerzas hacia los temas del espíritu, y no permanece pensando constantemente en sus actividades mundanas. De esta manera vivenciará una verdadera vida judía, tanto en los días de la semana y cuánto más, en el Shabat…»,
[Reve Lubavitch, resumen de la Parashá].

El Talmud (Shabat 73a) explica:

«La Torah yuxtapone Shabat y el Tabernáculo para enseñarnos que aquellas actividades usadas para construir el Tabernáculo, son las mismas actividades que están prohibidas en Shabat. Por ejemplo, ya que el Tabernáculo implicaba coser, nosotros no cosemos en Shabat; ya que implicaba cocinar, no cocinamos

¿Suena arbitrario? Difícilmente. Los expertos en la decodificación de la Sabiduría de la Torah explican la conexión de la siguiente manera:

En general, en Shabat está prohibido hacer aquello que demuestra el dominio del ser humano sobre la naturaleza. Es decir, lo que manifiesta la faz creadora humana. Ya que así como el Eterno cesó de crear el primer Shabat, tal debe hacer el redimido con mentalidad hebrea en el día consagrado del Eterno:

«Elokim bendijo y santificó el séptimo día, porque en él reposó de toda su obra de creación que Elokim había hecho para hacerse.«
(Bereshit / Génesis 2:3)

El Eterno creó el mundo en seis días y descansó en el séptimo; en nuestro esfuerzo por emular a Yahvéh debemos asimismo descansar en el séptimo día. Pero para saber como descanso Dios en el séptimo día, primero debemos entender qué acciones creativas hizo durante los primeros seis días.

Aquí es donde el Mishkán o Tabernáculo es la clave. Sumerjámonos pues en estos códigos:

El Mishkán o Tabernáculo representa un microcosmos del universo, es decir que es el símbolo de una destilación de todas las energías, diseños y recursos encontrados en el mundo material interestelar. Betzalel, el arquitecto principal del Tabernáculo, entendió los planos para la construcción del mismo solamente porque comprendió el código de la Creación. De hecho, el nombre Betzalel significa «en la sombra de Dios».

Por eso al ser el microcosmos de la Creación, las actividades llevadas a cabo construyendo el Tabernáculo, son precisamente paralelas a aquellas acciones realizadas por Elokim (por así decirlo) al crear el mundo. Ya que el Tabernáculo implicaba escribir, nosotros emulamos el descanso de Dios al no escribir en Shabat.

Las actividades prohibidas en Shabat – «melajáh» – son diferentes de la definición secular de «trabajo«; es decir que ellas hablan de que en Shabat nos abstenemos de «acciones creativas,» no de «esfuerzo.» Por ejemplo, en Shabat puede que este permitido acarrear una caja pesada desde el sótano hasta el ático, pero al mismo tiempo esta prohibido encender un fósforo para encender la cocina. Mover la caja no implica un cambio en el estado creativo del objeto, mientras que prender el fósforo para activar la hornalla claramente si.

En otras palabras debemos aceptar que el “descanso de Shabat” no es un descanso de la labor física, sino que es un descanso de nuestro constante e inútil esfuerzo por controlar el mundo y sus circunstancias. Es un día para sentarnos y permitir que el mundo continúe su rumbo sin que nosotros intentemos cambiarlo. Es un día para dejar de hacer y comenzar a ser. Es un día en el que no permitimos que la lucha por un futuro «mejor» arruine el goce del aquí y el ahora. Cuando renunciamos por 25 horas a controlar el mundo, nos encontramos en una posición que refleja más acertadamente nuestra realidad, en contraste de cuando pensamos que tenemos el control. Es una oportunidad para encontrar un espacio de paz y humildad dentro de uno mismo.

Así, cuando cada redimido entra a un lugar más espiritual en su interior, su escala de valores comienza a modificarse. La necesidad de tener cada vez más dinero se torna menos importante. El éxito se muestra más voluble. Y el poder parece ser irrelevante. Pero, por otro lado, la familia, el amor, la búsqueda de sabiduría y la apreciación de lo bueno de la vida pasan del “blanco y negro” en el que están durante los días de la semana, a una profundidad de “32-Bit de color”.

El efecto es profundo. En Shabat, cuando dejamos de crear, no sentimos más la necesidad de competir con el mundo que nos rodea.

La Torah elige la expresión «prender fuego» como su único ejemplo de melajáh, porque justamente personifica lo divisivo, energías de combustión que Shabat pretende evitar. En vez de imponer nuestra voluntad sobre el mundo físico, estamos en armonía con él.

En Shabat, todos somos reyes. Aprovechamos la espiritualidad extra infundida en Shabat para enfocarnos en nuestras metas espirituales, las cuales expresamos a través de oraciones, estudio de Torah, comidas festivas, y tiempo que pasamos con familia y amigos. Por un día cada semana, no hay competencia. Sólo hay abundancia.

Éste es el propósito de Shabat. Un día para salirse de la locura de la semana y comenzar a vivir en el mundo real.

El Esfuerzo Místico Para Construir una Comunidad (Parashah Vayakhel)

Por P.A. David Nesher

“Y Moisés reunió a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las cosas que ordenó hacer el Eterno. Seis días trabajarás y en el séptimo descansarás, pues sería día santo, es decir dedicado al Eterno.»

(Shemot/Éxodo 35:1-2)

Al llegar a esta porción denominada Vayakhel notamos que se repite, prácticamente, la misma historia que encontramos en las parashot Terumah y Tetzavé, es decir que se nos habla de nuevo de la construcción del Mishkán o Tabernáculo. Toda las palabras de este pasaje fueron pronunciadas al día siguiente de lo que más tarde conoceríamos como “Yom Kippur”, es decir, estos eventos ocurren desde un 11 de Tishrei.

La expresión «Vayakhel» significa “Y congregó”, y está relacionada con el vocablo “congregación” o “comunidad”. Considerada así nos damos cuenta que la Torah nos está dando aquí una lección estupenda y pretende que nos enfoquemos en sus líneas interesándonos en descubrir todos los poderes mesiánicos que se esconden en un término: congregación.

De aquí aprendemos que para hacer morar la Presencia Divina en el seno del pueblo de Israel, antes debe alcanzarse, en un esfuerzo mancomunado, unidad en el vínculo de la paz y la conciencia de ser una única comunidad o «Kahal». Esta porción nos revela la importancia de crear unidad como parte de nuestro trabajo espiritual por lo que debemos buscar despertar el deseo por la unión que nos permite velar por los demás. La unidad es fundamento de la Shalom (Paz).

Leyendo el libro del Zohar me encontré con la explicación de que la parashá «Vayakhel» revela a los israelitas que cada uno de los seres humanos venimos a este mundo  con una falsa vasija (idea) mental; es decir, que creemos que estamos separados los unos de los otros. Así, la tendencia será que cada quien viva su vida, cada quien resuelva cada circunstancia como pueda, cada quien estudie lo que mejor cree que le viene bien, cada quien busque el trabajo que le plazca, cada quien trate de hacer una familia propia, etc. Es decir, cada quien viva a su manera. De este modo, todo eso  se convierte en un relativismo personal por medio del cual cada quien establece la manera de medir sus éxitos y fracasos. Así es la praxis de la mentalidad reptiliana que los hebreos habían aprendido en Mitzrayim (Egipto).

Siendo así, y sabiendo que de acuerdo al propósito eterno de Dios revelado, en algún momento los hebreos debían unificarse en la consciencia, para convertirse en un reinado de sacerdotes para el Eterno (Éxodo 19:6), ¿cómo podrían conciliar la vida de cada quien (y su unicidad) en una misma cosmovisión? ¿Cómo podrían unirse cuando tenían una real consciencia de separación, demostrada en el pecado del becerro de oro? La respuesta divina es congregándose.

La parashá Vayakhel explica que los israelitas comprendieron a través de la enseñanza mosaica que los seres humanos, en el diseño divino original, venimos a este mundo a esculpir a Malkut. Venimos a construirla, ese es el objetivo mesiánico de cada vida humana.

¿Qué es Malkut? Es el Reino de la nobleza humana; es el sueño de todo ser humano sobre una vida ideal. Permítanme explicar mejor esto que estoy diciendo. Desde que nacemos queremos Luz, pero como nacemos con la consciencia de separación, confundimos el deseo de Luz con el deseo de cosas materiales, así que comenzamos a crecer y, paralelamente, crece nuestro deseo de más cosas. Por ejemplo: de bebé queríamos un juguete específico, y ya adultos queremos un auto de tal marca y/o modelo, o anhelamos una casa de ciertas características. A eso se le llama agrandar nuestra vasija, que es lo mismo que agrandar nuestra capacidad de deseo. Sin embargo, viene el Eterno, a través de Su Sabiduría en la Torah, y nos dice que todos esos anhelos que tenemos están intentando llenar a una falsa vasija. ¿Cómo podemos saber que esto es cierto? Porque nunca estamos satisfechos.

Lo cierto de esto es que una vez que logramos la casa y el auto, nos sentimos contentos por un tiempo, y luego surge de nuevo la insatisfacción. Cuando esto sucede, aparece un nuevo anhelo o reto y nos movemos hacia donde sea para lograr satisfacer lo que sea que surja como deseo. Mientras estemos en esa etapa, estamos llenando a la falsa vasija. Los sabios llaman a esta falsa dinámica de vida: supervivencia.

Lo que no hemos entendido (porque nadie nos los dijo antes), es que cuando en lugar de llenar la falsa vasija llenamos la vasija real,  entonces la etapa de supervivencia se llena sola, sin que tengamos que hacer todos los esfuerzos que hacemos (Mateo 6:33).

La pregunta que surge es ¿cómo llenamos la vasija real? ¿De dónde la sacamos?

La Torah, en sus códigos de sabiduría, revela que la vasija real está muy unida a la vasija falsa (el 1 y el 99% de la existencia), y lo único que nos hace falta es “apuntar” al lado correcto. Hacer Teshuváh, es decir, regresar a la Fuente. Esto se logra afinando nuestros anhelos a fin de elevar nuestro deseo. Tenemos que aprender que no queremos la casa ni el auto, sino la satisfacción (la Luz) que ello nos proporciona para sentir que nuestra familia vive en mejor nivel de parnasah (sustento) y shelemut (plenitud).

Por lo tanto, mientras más claro tengamos en nuestro interior que lo que queremos es adhesión con el Creador, y esta meta sea cada vez más clara para nosotros, más Luz entrará a la vasija real (nuestra alma enfocada a la Intención del Eterno). Así pues, todo lo que haremos será perseguir esta Luz Infinita, y procuraremos que las chispas de la misma escondida en las cosas nos sean otorgadas. Ahora bien, ya hemos aprendido que la Luz sólo la obtenemos cuando anhelamos otorgársela a otros. Siendo así, al querer sólo la adhesión con el Creador, nos convertimos en una “máquina” de dar.

Pero, ¿qué tiene que ver todo lo anterior con congregarnos? Líneas arriba, expresé que el objetivo de nuestra existencia en este mundo es construir a Malkut. Sin embargo, el secreto está en que nosotros no estamos aquí para construir nuestro propio Malkut, sino para construir el Malkut de los otros. A eso se le llama Malkut Elokim (Reino de Dios). Por ello, congregarse es encontrarse, es reunirse con gente que tiene nuestros mismos objetivos, porque juntos es como somos más fuertes. Juntos, conseguimos ser unánimes en el esfuerzo de unir los pedazos de la vasija real y manifestarla con el nombre que el Eterno le ha concedido: Israel, Su Esposa.

Para lograr unificarnos, tenemos que vencer a una fuerza opositora llamada división o fragmentación. Si una sola persona quiere levantar un ladrillo, hace mucho más esfuerzo que si tiene a otra que le ayude, ¿cierto? Ese es el principio de ser un equipo. Pues bien, tenemos que lograr ser un equipo en todos los ámbitos de nuestra vida.  

La importancia de esto es  poder entender que la suma de chispas de luz que se conducen al unísono, es decir que marchan todas juntas, es capaz de ejercer el control de la mente sobre la materia. Es  como cuando vemos a un grupo de pájaros que vuelan todos juntos, al mismo ritmo y en la misma dirección. Uno guía al otro, y juntos parecieran que bailaran al ritmo de una misma melodía porque cuando existe una comunidad se crea una conciencia grupal extremadamente fuerte.


Bandada de estorninos en plena danza de unidad

Una persona sola puede quebrarse fácilmente, pero cuando es apoyada por otros entonces entonces se sostiene y enfrenta los problemas con determinación. Así lo expresaba el sabio rey Salomón al escribir:

«Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero !!ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto


(Eclesiastés 4:9-12)

¿Cuál es la parte difícil de conformar una Comunidad? Tolerarnos. Es decir, aceptar las diferencias en amor, entendiendo que el otro solo me muestra mi parte oscura o la luminosa,  todo depende de lo que yo vea en él. Es aceptar que cuando veo en el otro la oscuridad en realidad estoy resonando con mi propia oscuridad interna, pero si veo en él  la luz, es mi propia luz la que se está proyectando. Sin embargo cuando pertenecemos a una comunidad con un objetivo egoísta, es decir, de sólo recibir, de ver lo que la comunidad me puede aportar, de cómo puedo  aprovecharme de ella  para mejorar mi vida, entonces el HaSatán se infiltra a través de ese egoísmo para  dividir, separar y destruir. Es así como vemos división entre vecinos, amigos, razas, socios de un club, etc.

¿Por qué la Torah, en su sabiduría, nos explica que la pareja en alianza (matrimonio) es fundamental para el crecimiento personal?

Porque dicho diseño es la manera mas fácil de enseñar a la humanidad la metodología correcta para construir el Malkut de la persona a quien se ama. El hecho de amar a alguien nos facilita la cosa porque nos da el combustible. Cuando un ser humano no sabe lo que es habitar en matrimonio (sea por la razón que sea) es como consecuencia del «midáh keneguev midáh» (medida por medida) que se está pagando, y que debe recibir tikun (rectificación). Tenemos que saber que lo que hay que hacer, en ese caso, es un esfuerzo mayor, que consiste en renunciar al egoísmo para poder construir el Malkut del otro, sin recibir nada a cambio. La misma actitud que existe en una pareja en alianza es la que debe imperar en las almas de los redimidos que se convocan y encuentran en la Mesa de Comunión del atardecer del Shabat.

La historia de la construcción del Mishkán  nos enseña que una de las tareas más importantes y difíciles que enfrenta un ser humano, es encontrar una comunidad que funcione armónicamente, ser el líder y  construir una nueva congregación o participar en forma proactiva dentro de una comunidad que pueda lograr cohesión y  unidad, y desde allí estimularse a transformar el mundo a través de las buenas obras que otorgan los mitzvot (mandamientos) de la Torah.

El asunto, en esta porción, radica justamente en comprender y aceptar secreto de construir el Mishkán (Tabernáculo): un sitio de encuentro en donde todos podamos elevarnos. Nuestras asambleas justamente se convierten en eso cada atardecer de los días sábados, pues muchos de ustedes esperan con ansias la shiur (lección) o catequesis de la semana para estudiarla y meditarla corporativamente. Cada uno de ustedes siente que congregarse es un medio celestial que otorga una visión más clara de la Luz que buscan. Y por eso, contra viento y marea, trabajan todos los días de la semana en la construcción de ese Tabernáculo. Es decir, se enfocan en que debe llegar Shabat, y el mismo debe ser finalizado en asamblea, como la Novia que procura ataviarse para su Novio con las mejores galas.

Así tiene que ser los días de nuestra vida, amigos: desde el primero hasta el sexto día se trabaja en la construcción del Mishkán (en donde quiera que éste se pose). Sólo en Shabbat descansamos, porque ese día el Tabernáculo se eleva a las dimensiones celestiales de Binah, donde todo se renueva y hace posible. Es como si el domingo el obrero comienza a construir un muro del castillo, y el viernes lo termina. Cada semana hay una parte del castillo que construir: a veces no logramos ni poner un ladrillo o nos quedamos a la mitad, pero cada vez vamos afinando nuestra técnica para que podamos concluir la obra con éxito. Sinceramente, aunque la comparación es grotesca, siento este encuentro en Shabbat como si fuera una gallina que se posa en su nido (se asienta para empollar, dándole calor a sus huevos).

Por eso la Torah nos enseña por medio de esta porción (Vayakhel) que el primer paso para formar una comunidad es, antes que nada, tener un objetivo claro y definido que sea común. Luego, basado en eso, se establece el sistema de valores del grupo. Por lo tanto, en función de eso debemos encontrar las personas afines que quieran unirse a esos objetivos y valores, de modo de crear el entorno que nos ayude a lograrlo. Y sobre todo, lo que no puede faltar para poder crear una comunidad es el rigor de Guevurah, porque para que funcione, es necesario crear leyes o un sistema de control, para que ninguno de sus miembros abuse de los recursos o de los otros miembros. Es justamente el rigor de Guevurah lo que permite entender por qué somos talmidim (discípulos) o gente que acepta la disciplina que impone el Maestro que hemos escogido para recibir los códigos de la Instrucción.

El asunto es que bajo estos principios el Creador, nuestro Abba, creó este mundo y nos dio la Torah como el sistema de valores que debemos seguir. Todo lo que tenemos que hacer es imitar este modelo para cualquier cosa que hagamos. De esta manera podremos sentirnos estimulados a perseguir la unificación con el Creador,  como la prioridad de nuestra vida, por encima de todos los obstáculos que se nos pueden presentar cada día.

Queridos amigos, la demanda que nos implanta la porción de esta semana es hacer de cada aspecto de nuestra vida, un lugar de congregación para los otros. El lugar de trabajo, las reuniones sociales, la familia, etc., constituyen oportunidades para construir el Mishkán del Eterno, y el Malkut de otro, y esto sólo se puede hacer cuando damos Luz. La Luz no es otra cosa que satisfacción de propósito en la mente y el corazón.

El Uno Penetrando al Dualismo Cambiante

Por P.A. David Nesher

«Separa a tu hermano Aharón y a sus hijos de los israelitas. Acércalos a ti para que Aharón y sus hijos -Nadav, Avihú, Eliézer e Itamar- sean Sacerdotes para Mí.
Habla con la gente talentosa (sabios de corazón), a quienes Yo he dotado de espíritu de sabiduría, con cualidades artísticas, para que confeccionen las vestimentas de Aharón, y los subsiguientes Sacerdotes principales], para consagrarlo como Sacerdote Mío.»

(Shemot/Éxodo 28:1, 3)

Al sumergirnos en este relato, descubrimos que de acuerdo a la orden del Eterno hubo que realizar un ciclo de siete días de entrenamiento e iniciación de Aharón y sus hijos a fin de asegurar una consagración perfecta del cuerpo sacerdotal (Éxodo 29:35). Si en la ceremonia faltase algo, la consagración sería inválida. Leyendo el Midrash me encontré con el comentario de que durante los siete días inaugurales, los sacerdotes serían vestidos diariamente y al fin de cada día serán desvestidos. De esta forma se iniciarán en el servicio de YHVH.

Al leer el relato descriptivo de las prendas de los kohanim (sacerdotes) y el Kohen Gadol (Sumo Sacerdote) me surgió una pregunta: ¿Qué ropa vistió Moshé durante los siete días de instrucción e iniciación de Aharón y sus cuatro hijos?

Así fue como encontré en el Midrash que Moshé usó una túnica blanca, simple y modesta, sin joyas ni adornos.

Pero lo que más me impresionó de esto fue que en estos siete día de entrenamiento sacerdotal coexistieron tres juegos de ropa:

  • una prenda de Moshé,
  • ocho prendas de Aarón y
  • cuatro prendas de los kohanim regulares.

Esta división numérica de las ropas en 1, 8 y 4, alude claramente a las tres letras de la palabra «Uno«, en hebreo “Ejad” (אחד ) que tienen valores numéricos de 1 que es la letra Alef (א ), el valor de 8 de la letra Jet (ח), y 4 que es el valor numérico de la letra Dalet (ד), respectivamente. Pues bien, profundicé la investigación de esto y encontré una explicación que nos permitirá usar esta información para ayudarnos en nuestra búsqueda que nos permita alcanzar una dimensión más profunda de nuestra interioridad mesiánica.

Encuentro muy conveniente compartirte lo que encontré en una enseñanza del Rav Ginsburg quien nos explica lo siguiente:

«…Todos los días, dos veces al día, pronunciamos la palabra “Ejad” (אחד , Uno) en voz alta con intenciones especiales: «Oye, Israel, YHVH es nuestro Dios, YHVH es Uno«. Al decir la palabra «Uno» debemos tener en mente el valor numérico de cada una de las letras de la palabra en hebreo, con la intención de que la alef (א) valor numérico de 1, alude al Todopoderoso, la letra jet (ח) de valor numérico 8 alude a los 7 cielos junto con la tierra, y la letra dalet (ד), con un valor numérico de 4, alude a las cuatro direcciones del espacio.
Esto significa que no tenemos percepción de la alef (א), porque el Eterno mismo es una unidad singular, por encima de cualquier definición o limitación y no tenemos comprensión alguna de Él. Sin embargo, Su Unidad penetra en el mundo y se puede comprobar a medida que desciende de cielo en cielo hasta llegar a la Tierra, que es la letra jet-, (ח), y se difunde a través de las direcciones del espacio -letra dalet-, (ד).
Entre la letra jet y la letra dalet, la mayor notoriedad es la de la jet, que logra descender y evoluciona de un mundo superior a un mundo inferior, en comparación con la dalet, que representa a la difusión en un plano (…)
Moshé se aferra a la verdad Divina, y conoce al Eterno mejor que nadie. Por eso él viste solo una túnica blanca, porque integra la luz brillante de Dios, tal como Él está en la unidad simple, por encima y más allá de todos los diferentes colores y sus matices. Esto es exactamente como la letra alef (א) de la palabra «uno» (אֶחָד ), que alude a la unidad de Dios (…)
Las cuatro prendas del sacerdote común logran hacer que la luz blanca sea tangible y perceptible para el ojo humano. Dalet o 4, alude a las cuatro direcciones del espacio.
Las ocho vestimentas del Sumo Sacerdote son aquí nuestro punto culminante, ya que tenemos una colección de bellos colores que incluye una gran variedad de tonos, del reino vegetal (lino), animal (lana) y mineral (oro y piedras preciosas). Incluso portan campanitas que llaman nuestra atracción a través de nuestro sentido del oído. Todo el mundo está impresionado y alaba al Sumo Sacerdote, «¡En verdad, qué magnífico que era la visión del Kohen Gadol! Esta es la letra jet (ח) de la palabra «Uno» (אֶחָד ), que logra ilustrar la unidad de YHVH dentro de las miríadas de cambiantes matices de este mundo…».

Bitácora Relacionada:

Recomiendo estudiar: Doce Sensibilidades en el Corazón de Dios

¡Del Salario a la Sobre-Abundancia! (¿Cómo Desarrollar Consciencia de Terumáh)

Por P.A. David Nesher

Di a los hijos de Israel que separen para Mí una ofrenda; de todo aquel cuyo corazón le mueva a hacerlo, tomaréis mi ofrenda.


(Shemot/Éxodo 25:2) 

Al leer el comienzo de la parashá (porción) Terumáh, notamos que la misma trata, en la lectura llana (nivel Peshat) de las donaciones que el Eterno le está pidiendo al pueblo de Israel, para construir el tabernáculo y el Arca de la Alianza (Aarón) que más tarde albergaría a las tablas de las Atzeret HaDivrot (10 enunciados). Aquí se describen todo los detalles, bien precisos, para estas construcciones. Ahora bien, cuando nosotros leemos sobre esto (que parece sin ninguna praxis para nuestra vida cotidiana), nos surge la pregunta: ¿Acaso Dios necesita donaciones? Sinceramente, ¿quién puede creer eso?

Entonces discernimos lo que los sabios exégetas de la Torah explican, y es que esta parashá no trata simplemente de donaciones. En ella, se esconde un mensaje divino atemporal, en el que se revela un medio cósmico para facilitarnos la elevación de las chispas de Luz que se esconden en nuestro espíritu. De hecho, la palabra Terumáh (traducida como “dádiva”, “presente”, “regalo”, “contribución”, “aporte”, “tributo”, “ofrenda”) proviene de la expresión Tarom He (o también “Taromhei”) que significa «Elevación hasta la Hei» (señalando a la primera letra Hei del Nombre divino YHVH). Considerado así, les diré que la segunda Hei es el aspecto de Malkut (Reino) del nombre de Dios Yud Hei Vav Hei; y es el único lugar en donde las chispas de Luz se elevan. Por eso, el Eterno sólo quiere aquellas chispas que sean dadas de corazón. Ya sabemos que el corazón se refiere a Zeir Anpin, que es en donde está nuestro trabajo espiritual (hebreo: avodáh), y que es el nivel del Ruaj (Espíritu) trabajando energéticamente sobre el espíritu por medio de su fuerza vital (neshamáh). Entonces, debemos aquí aceptar que la expresión «Tarom He» significa «tomar la Luz» escondida en Malkut, el Mundo de Abajo, y conectarla con Binah (representada por la primera letra Hei), a través del proceso de Zeir Anpin (las emociones controladas por el Espíritu). En este caso, alude a la elevación espiritual de los materiales que se donan para la construcción del Santuario: esto no es otra cosa que la «materia al servicio del espíritu» [Torat Emet].

El asunto es que, según lo hemos aprendido en Shovabbym (primeras seis parashot o porciones del libro de Éxodo), si para recibir la Luz de Binah (zona divina de leyes para proyectos creativos) tenemos que pasar por un proceso emocional (Zeir Anpin), también debería haber algo emocional que nos ayude, una herramienta que nos permita pasar por encima del proceso de Zeir Anpin e ir directamente a Binah, y así obtener sus beneficios de Inteligencia Emocional . ¿Cómo lo sé? Porque…: «de la misma manera que si existe una enfermedad, antes existe la planta que la cura…» (dice el Ari), «así mismo, sé que este sistema es misericordioso, y nos da miles de soluciones para que nos reconectemos con él«. En otras palabras, debemos creer y confiar que para todo problema, hay una solución; para toda enfermedad, hay una cura. Pues bien, esta herramienta cósmica se llama fe, pero no en el sentido dogmático de piedad, sino en la mentalidad hebrea de emunáh.

Los códigos secretos de la Sabiduría (Jojmáh) de la Torah divina explican que la fe (emunáh) es el atributo que permite al creyente conectar a Malkut (su nobleza psico-física) con Binah (su entendimiento). De este modo, cuando Binah y Malkut se unifican, la fe hace al alma redimida co-conductor de las leyes que gobiernan el mundo espiritual. A esta altura, necesito enfatizar que la fe de la que hablamos, no es la fe ciega de los devotos religiosos. Enfatizaré una vez más que en hebreo, fe es emunáh, un estado espiritual de absoluta convicción y certeza en aquello que los sentidos no pueden captar, y la razón explicar. La emunáh no se adquiere porque otro nos dice cómo son las cosas. La emunáh se consigue cuando la experimentamos al sujetarnos voluntariamente al señorío del Mesías.

De este modo, cuando adquirimos la emunáh, nos metemos bajo el manto de Binah: sin cuestionar si es verdad o no, lo sabemos más allá de lo que los otros puedan pensar y decir, y nada es más importante que sostener esta conexión. Es como si fuiste un bebé abandonado y, un día, encontraste a tu madre. Lógicamente, por nada del mundo, quieres volver a separarte de ella. Esto es estar bajo la guía del Espíritu de la profecía que es testimonio de Yeshúa (Revelación/Apoc. 19:10).

La emunáh, una vez en nuestro espíritu, desarrolla todos los mecanismos de percepción necesarios para la generación de milagros, ampliando nuestra vasija, pues es la persistencia en el deseo de dar, de elevarnos. La emunáh es un regalo divino que Binah nos dio para que, a través de ella, tuviéramos de qué agarrarnos para vencer todas las dificultades que pueden presentársenos. ¿Cómo se adquiere la emunáh? A través de la disciplina en el trabajo espiritual. Para comprender mejor, necesito que se fijen en esto: cuando uno quiere cambiar su vida, que despierta en lo espiritual, empieza a buscar su vía de evolución. Comienza a crear movimiento porque, instintivamente, se siente vacío, así que sale a buscar con hambre la Luz de la Palabra divina, pues llega un momento en que se da cuenta que ella no llega gratuitamente.

Este camino espiritual que tomamos como vía de ascensión, requiere una disciplina, porque la Luz tenemos que adquirirla, aprendiendo los cómo para hacerlo. Así, las experiencias que tenemos en nuestras conexiones y, sobre todo, los resultados de ese trabajo en nuestra vida cotidiana, van construyendo la emunáh. Hasta que llega el momento en que esa conexión se hace tan fuerte que, te digan lo que te digan, tú vas a hacer todo por buscar esa Luz escondida en tu interior. Sabes, a ciencia cierta, que la Luz te está esperando cada día y cada vez que haces esa conexión. No creas que ese momento de conexión sólo eres tú quien lo espera. De la misma manera como tú deseas recibirla, ella desea darte. Así, la Luz de la creación te espera todos los días. Por eso, Yeshúa enseñó que lo ideal es usar el mismo sitio para meditar y la misma hora (Mateo 6:6). Allí se va creando un puente que se abre todos los días. Es como si todos los días fueras a una cita amorosa (esto no es metafórico, sino literal). Ahora, les solicito que para captar mejor esto se sumerjan conmigo en la explicación que les compartiré a continuación.

De esto  se trata de vivir la vida cotidiana como el Mesías. Es vivir día a día, esta vida terrestre, conectado permanentemente con lo superior, y esto solo es posible a través de la conciencia en constante ascensión (aliyáh). La emunáh es un pilar sólido que se va construyendo cuando el pensamiento del Creador encaja con una emoción y la eleva por sobre toda circunstancia cósmica.

No obstante, que el título de esta porción se llama “Terumáh”, la Torah conduce a cada israelita a centrar sus ojos en el Mishkán (Tabernáculo) santo que, además de ser morada de la Conciencia Divina o Shekináh, será el centro espiritual donde los israelitas tendrán que presentar todos sus korbanot (sacrificios) que servirán para expiar sus transgresiones y manifestar su gratitud al Creador. Todos los tipos de korbanot quedarán englobados en el concepto de tzedakáh.

El diseño cósmico llamado Mishkán, proclamará la maravillosa Betzoráh (Buena Noticia) de que la Shekináh del Todopoderoso volvería a este mundo después de estar alejada; la Shekináh, es el reflejo de la Majestad Divina. En Bereshit Rabá leemos esta explicación:

«…La verdadera morada de la Shekináh estaba en este plano inferior de la Creación. Cuando Adam pecó, la Shekináh se fue, (ascendió) al primer firmamento; cuando Kaín pecó, ascendió al segundo firmamento; pero en contraposición a éstos surgieron siete tzadikim y ellos la trajeron de regreso haciéndola descender a la tierra. Moshé (el séptimo tzádik), la trajo hasta aquí mismo, al plano físico inferior…».

De acuerdo a esta porción llamada Terumáh, el Tabernáculo de YHVH sería construido para darle al pueblo de Israel una localización física donde pudieran conectar con el Creador. Pero profundizando en la codificación de toda esta sección bíblica, el Mishkán, no obstante, será solo un símbolo para el verdadero lugar de descanso de la Shekináh (la Divinidad), el corazón de todo hebreo redimido. ¿Cómo es posible hacer que el corazón de uno, sea un Mishkán para la Shekináh? Esto es, dedicando su corazón a la disciplina del estudio de la Torah y a la avodáh, servicio sacerdotal a YHVH, [Midrash].

Por eso, notamos que aquí hay dos preceptos en el arranque de esta sección:

  • (1) tomar una ofrenda y,
  • (2) construir el Tabernáculo con todos sus utensilios.

El Eterno ordena a Moshé designar recaudadores para recolectar la “terumáh” destinada a la construcción del Tabernáculo consagrado al Eterno. Toda la existencia es de YHVH, por lo que la expresión «Que tomen para Mí» parecería redundante. Más bien, el versículo viene a transmitir a los recaudadores y tesoreros a cargo de fondos comunitarios, que su trabajo debe ser para YHVH es decir, deben consagrarse a su tarea y hacerla en honor al Nombre del verdadero Dios; ellos se deben a Él, deben dejar de lado mezquinos intereses personales para aplicarse y ajustarse a la causa que tengan a su cargo.

A primera vista pareciera que la orden central es la de construir el Santuario (Mishkán), mientras que la donación es la cuestión relativamente secundaria. Sin embargo, leyendo con atención, notaremos que el orden de los versos nos muestra un cuadro diferente; primero viene el Precepto: «…Tomarás para Mí una contribución«, mientras que el orden para construir el Mishkán aparece después: «…Me harán un Santuario…”. Pues bien, en ese mismo orden estudiaremos este interesante capítulo.

El vocablo hebreo “terumáh” se menciona tres veces al comienzo de la sección homónima de la Torah:
1) “…Ellos tomarán para Mí una terumáh”;
2) “…De aquellos a quienes su corazón motive tomarán Mi terumá”; y
3) “…Y ésta es la terumá que tomarán de ellos: oro, plata y cobre…”.
Por este motivo, es que desde los días del nacimiento del pueblo de Israel, la noción de la idea de «Terumáh» formará parte de la vida cotidiana comunitaria judía.

La terminología hebrea que en este pasuk (versículo) se ha traducido “separen para Mí”, significa que esta ofrenda especial llamada terumáh debía ser consagrada a Su Nombre. En este sentido, «» se refiere a la letra “Yud” (י), primera del tetragrama YHVH. Ello significa que cuando alguien, con mentalidad hebrea, da tzedakáh (caridad o justicia social), debe tener sí o sí en mente el Nombre del Todopoderoso יהוה (YHVH), ya que el dinero que se dona representa la Yud (י). La mano con que se da, está en la primera Hei (ה), pues la mano tiene cinco dedos y esta letra es el equivalente al número cinco. El brazo extendido del donante está representado en la letra Vav (ו). Y finalmente la segunda Hei (ה), está simbolizada en la mano del pobre, o sea, aquel que recibe la tzedaká. Toda esta codificación nos enseña que el Eterno יהוה (YHVH), siempre estará del lado del necesitado, del débil y el pobre.

Los sabios de Israel nos enseñan que, el motivo por el cual el Eterno pidió de Am Israel su colaboración, no fue por necesidad, sino porque quería educar a los israelitas para que aprendieran los secretos de prosperidad material que se esconden en la actitud del dar, ya que por naturaleza a la persona le cuesta mucho trabajo tal ejercicio. Además, el rav Baal Haturim explica que el motivo por el cual antes de pedir la donación, el Eterno le mandó a Moshé: “Háblale a los hijos de Israel”, fue para que Moshé les hable de buena manera, sin ningún tipo de imperativo, para así despertar en ellos el deseo de donar. Esto era imperioso pues ésta era un mitzvá (mandamiento) difícil de cumplir ya que la persona tenía que entregar algo de valor alto de entre sus bienes para poder llevarla a cabo. Con ello, el Eterno Elokim los acostumbra a cumplir uno de los mitzvot más importantes de la Torah: la tzedakáh (caridad o justicia social).

Explican los sabios especialistas en codificación hebrea que cuando damos caridad o ayuda a algún necesitado, en realidad no estamos dando sino tomando, estamos recibiendo. Lo que el donante da al pobre es un bien limitado, temporal, que con el paso del tiempo desaparece. Sin embargo, la recompensa por haber sido piadosos es infinita e ilimitada; es un bien que perdura eternamente en el mundo venidero. Cuando damos caridad por amor al Cielo, estamos creando un espacio oportuno que activa a un malak (ángel) en su misión de abrir camino de prosperidad financiera.

Ahora bien, si todo esto ocurre con la donación hecha a un semejante mortal como nosotros, cuánto más sucederá si se dona para la construcción del Santuario de Dios. Luego entonces, cuando los israelitas presentan su “terumáh” para la construcción del Tabernáculo, en realidad no estaban dando sino…¡recibiendo!

Es preciso poner en relieve que tzedakáh, no solo es dar dinero, sino que más bien, es estar ahí acompañando empáticamente y siendo solidario con el prójimo en múltiples maneras. Sin duda alguna, la ofrenda más esencial, es la que citan los textos del Mishlé (Proverbios) 23:26, que es la de ofrecerle nuestros pensamientos y voluntad, leamos:

“…Tenah beni libejá li veeineijá derajai tirtzenah (…)

«Dame hijo Mío tu corazón, y tus ojos cuiden Mis caminos…”,

[Tanaj Katz].

De acuerdo con la opinión de varios sabios, no existe nada que glorifique tanto al Creador, y santifique Su Nombre, como traer almas en teshuváh convirtiéndolas a Su Camino de Luz. Esto es realmente transformar el mal en bien. Ellos aseguran que, según este versículo, a esto también se le llama “traer una ofrenda (terumáh) a Dios”.

En pocas palabras, el mandamiento de construir Mishkán (el Tabernáculo), significa desarrollar la capacidad de traer impíos a la actitud mental de teshuváh (arrepentimiento o regreso). El que trae en teshuváh a un impío y le hace tomar la decisión de alejarse del mal camino, consigue tres cosas:

  • Somete bajo sus pies al Sitra Hajara (traducido como «el Lado Oscuro«).
  • Contribuye a glorificar a HaKadosh Baruj Hu. («El Santo Bendito Sea«, forma de referirse al Nombre de YHVH)
  • Contribuye a llevar al mundo a la perfección hasta cumplir el Paradigma divino “Como es Arriba es Abajo”. Así cumplimos con lo que dice la plegaria del PadreNuestro: «HÁGASE TU VOLUNTAD, en la tierra como en el Cielo«.

Me identifiqué con este sentir de un estudioso de la sabiduría de la Torah:

«Este Justo verá a sus nietos, y será feliz en este Mundo y en el Mundo venidero; este Justo irá al Jardín del Edén sin encontrar obstáculos; su descendencia será poderosa, su posteridad estará compuesta de Justos, la gloria y la riqueza estarán en su casa, y la Justicia (la sabiduría de la Torah) perdurará en su familia

[“La Kabbalah de la vuelta al Edén”, Tomo 2].

Les aseguro que esta es la mentalidad correcta que se desarrolla cuando se comprende y acepta la propuesta mesiánica de amar la Torah de acuerdo.

Entonces, re-configurando nuestra visión de acuerdo a al Verdad: ¿Qué significado espiritual tiene el Mishkán y qué importancia tiene esta lectura en el tiempo presente? El Santo Bendito Sea, ama inmensamente al pueblo de Israel cuando estos cumplen Su Voluntad y se comportan de manera honorable. Esta relación de amor puede entenderse bajo la siguiente ilustración:

««…Había una vez un rey que tenía una hija. Mientras la hija aún era pequeña podía ir por donde quisiera, y cada vez que el rey la encontraba, le hablaba, incluso en público, en presencia de las demás personas. Pero cuando ella empezó a madurar y a desarrollarse, el rey le dijo:
“…Ahora debo proporcionarte una habitación especial. Ya no está a la altura de mi dignidad hablarte en público. Por eso debemos designar un lugar especial, de otro modo, cuando te hable, todos sabrán cuánta estima te tengo…

[Meam Lo’ez].

Esta era la realidad de la nación de Israel; hasta ese momento ellos no poseían sabiduría ni conocimientos. Se habían criado junto a los egipcios, fabricando ladrillos, es decir, dejándose esquematizar sus pensamientos por un sistema reptiliano. Pero cuando YHVH los redimió, luego de haber presenciado los grandes milagros del éxodo y de experimentar el fulgor de la Shehináh (Presencia Divina), el pueblo abrió los ojos reconociendo Su grandeza queriendo comulgar con su almas. Por eso, al erigir el Santuario (Mishkán) se generó una extraordinaria innovación en la manera de pensar de cada israelita, algo que no había antes; se construyó una “Casa Material” en este mundo, en la que mora y se enviste YHVH mismo, en Su Gloria y Esencia. La Esencia divina quería comenzar a morar y manifestarse desde las fibras más íntimas de cada corazón redimido de Israel.

Así pues, el Altísimo elige al pueblo de Israel de entre las naciones y hace de él un nuevo tipo de entidad dándole un elevado rango en comparación con el resto del mundo. YHVH tomó a seres humanos terrenales y los convirtió en un “reino de sacerdotes” y en una “nación santa” (Éxodo 19.6; cf. 1Pedro 2:9).

Mientras más meditemos en todo este maravilloso asunto, notaremos que el contribuir a una causa sagrada y justa, es por lo tanto, una manera de ascender, de escalar personalmente, porque uno transciende sus necesidades inmediatas y se enriquece espiritualmente al atender las solicitudes de otros. El poder de “dar” es muy superior al de “recibir”.

Pues bien, aquí está el secreto. El Gran Maestro dijo:

Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”
(Hechos 20:35)

Por eso, la persona más feliz no es la persona que recibe cosas, sino la que da cosas a otras personas. ¿Sabías tú eso?⁠ Explicaré esto. La cualidad primordial de YHVH es la de ser un dador ilimitado. Así pues, emular a Dios (por medio de dar a otros) es una de las expresiones espirituales más elevadas que existen. YHVH quería que todo Israel fuera parte del proceso realizando donaciones para ayudar a Su construcción. La ofrenda debía proceder de aquellas personas a quien voluntariamente mueva su corazón, sin compulsión ni coacción, así lo indica el pasuk:

“…Todo aquel que su corazón lo motive…”
(Éxodo 25:2)

El miedo a donar es en verdad ausencia de Fe verdadera (emunáh), porque el donar dinero cuando no te alcanza para pagar tus cuentas pareciera cosa de locos. Hacerlo requiere absoluta convicción de que estamos empleando una tecnología avanzada que trasciende la racionalidad humana. El asunto es que el resultado es inmediato, pero tenemos tanto miedo y estamos tan metidos en la carencia que nos negamos a nosotros mismos el derecho de experimentar.

Dice la Torah que YHVH eligió a Jacob como su propiedad, y por eso el libro El Zohar dice: “Cuán amados son los hijos de Israel por el Creador, quien los quiere, desea apegarse a ellos y conectarse con ellos y por eso considera a Israel  como su pueblo”.

Recordemos que fue Jacob quien descubrió la tecnología cósmica del diezmo, a través del sueño de la escalera, que prácticamente se ha convertido en una obligación. Sin embargo Terumáh no es obligación,  porque como bien dice la Torah, se trata de ofrendas dadas de corazón. Es decir,  se trata de usar una tecnología que tiene la capacidad de tomar el control de las emociones que contaminan la energía de nuestro sustento, que nos llega ya sea a través del salario o cualquier otro tipo de ingresos.

Es importante entender por qué donar, en esta sección, se traduce en elevación espiritual. El dinero es uno de nuestro mayores objeto de idolatría, es uno de los apegos más fuertes que tenemos a lo físico, porque podríamos decir que aparentemente, a nivel práctico, nuestra capacidad de hacer depende de cuánto dinero recibimos. Por tal razón se ha formado una egregora (“mente colectiva”) reptiliana alrededor del dinero que está cargada de muchos sentimientos negativos como el miedo, la culpa, la avaricia, el egoísmo, la victimización, la creencia de injusticia y otras creencias colectivas. Sin embargo, aprendemos en la sabiduría de la Torah que tenemos que desligar la idea de que el sustento solo proviene del salario que recibimos (por ejemplo la creatividad) también nos da capacidad de hacer, así que también es considerado sustento y además el sistema utiliza muchos otros conductos para hacernos llegar lo que se nos ha otorgado en la Fiesta de Yom Teruah.

Pero bueno, la mayoría delos seres humanos aún no llegamos a ese nivel de conciencia y solo dependemos del salario. Entonces supongamos que es así, que el sustento se traduce solo en el dinero que recibimos cada mes de nuestro sueldo. Entonces la Torah nos enseña que todas estos sentimientos negativos que mencioné anteriormente están grabadas solo en el aspecto de Malkut del dinero que representa el 10% de lo que nos ingresa. En ese 10 % está pegado el HaSatán (Oponente) y por eso es de todo nuestro interés separarlo del resto. Sin embargo, no podemos dejarlo al azar, es nuestra obligación elevar el caos que está pegado en ese 10 % (maazer o «diezmo»). Así pues, debemos aceptar que cuando nuestra virtud Malkut (Nobleza) está desconectada de su lugar dentro del Árbol de la Vida (la imagen del Mesías), producto de estos sentimientos erróneos de los que hemos hablado, está desconectada de la vida, por lo tanto los aspectos de muerte ontológica la sobrepasan, e invaden nuestras áreas de vida (finanzas, familia, pareja, hijos, salud, profesión, etc.) procurando que caigamos en el caos.

En verdad estamos en este mundo para elevar todo el caos y sobre todo el que nos concierne personalmente, como el de nuestro árbol familiar, o este del dinero. El Mesías hoy nos está diciendo desde esta parashá (Terumáh) que la manera de elevar el caos de Malkut (nuestra nobleza) consiste en llevarlo hasta el nivel celestial de Binah, que traducido quiere decir entendimiento. Por eso es que al donar para la expansión de la sabiduría divina revelada en la Torah, logramos trepar por esferas superiores del árbol de la vida y pararnos frente a la Puerta que permite ingresar a todas las posibilidades (eso significa alcanzar la consciencia Binah), que dicho sea de paso se abre cada semana en Shabbat.

El Eterno reveló en esta porción a su Pueblo que hacer las cosas de corazón es la clave para ser exitoso en la vida. Cualquier acción que involucre el altruismo, el amor, el cuidado, la compasión y la sensibilidad, nos acerca a los mundos superiores, y ese es el secreto final de haber vivido con propósito. Cuando todo lo que hagamos posea una conciencia de Terumáh (amor perfecto en constante compartir) entonces habrá un flujo abundante entre los mundos superiores y los inferiores (Juan 7: 38). Esto es cuando conseguimos asimilar la frecuencia de Kedusháh (traducida como «Santidad«) en lo que hacemos: en el hogar que construimos, en nuestra familia, en nuestros negocios, etc. Cada quien decide cual es el espacio que va a santificar para que la divina Shekinah habite en él, y desde allí se manifieste arreglando el Planeta.

Nuestro Gran Maestro y Dueño Yeshúa sabe que si damos porque queremos hacerlo desde nuestro corazón, entonces seremos felices. Es por eso que nos dice: “Den a otros, y Dios les dará a ustedes” (⁠Lucas 6:38). Es decir, acostúmbrense a dar para que otras personas hagan teshuváh. Si hacemos eso, no nos sentiremos tristes por estar siempre esperando que otros hagan algo bueno por nosotros. Por el contrario, estaremos ocupados haciendo felices a los demás. ¡Y cuando hacemos eso, somos las más bienaventuradas de todas las personas!

Shalom!


Nota:

Seguramente varios de ustedes vienen considerando hacer donativos a este ministerio de enseñanza que el Eterno me ha encomendado. Los mismos serán usados en las actividades sociales que la Fundación Monte Santo realiza con los más carenciados de nuestra sociedad. Si esta intención vibra en ustedes los invito a ponerse en contacto conmigo, a fin de conseguir los datos bancarios para llevar a cabo dichas donaciones.

¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

Diferencia entre Servidumbre y Servicio.

Por P.A. David Nesher

Ki tikneh eved ivri shesh shanim ya’avod uvashvi’it yetse lajofshi jinam.

Si compras un siervo hebreo, te servirá seis años, pero al séptimo saldrá libre sin pagar nada.”


(Shemot/Éxodo 21:2)

Si hay algo que amo cada día más de los lineamientos y pautas que encuentro en la Torah (Instrucción) divina es el hecho de no dar calce a que el ser humano que a ella se acerca se tentado a quedarse filosofando en lo que ellos revelan. Por el contrario, los códigos de la Torah son pragmáticos. La Torah enseña solamente a actuar.

Si el Eterno nos quiere libres, pues su Instrucción nos enseña cómo se realiza la libertad.

En cada letra de la Torah brilla una certeza: el portador de la libertad es Yahvéh y Su Emet (Verdad) absoluta (torat). Es así como Él mismo se presenta al iniciar el Decálogo (Azeret HaDivrot):

«Yo soy YHVH tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.«
(Éxodo 20:2)

Este momento histórico de Redención es perpetuado y celebrado por el pueblo de Israel, de generación en generación por medio de la Festividad de Pesaj (Pascua), celebración que también es definida como “tzemán jerutenu” (el “Tiempo de nuestra Libertad”).

Ahora bien, hay un paradigma que necesito enseñarles. La Torah también me ha sorprendido en el hecho de que en la cosmovisión divina se es libre de y para.

Sí, así es como funciona en el diseño mismo de la verdadera libertad. Liberarse de conlleva la idea de quitarse un yugo de encima (en el caso de Israel, el yugo egipcio).

Así queda expresada la libertad en su enfoque negativo: negación de un yugo. Pero, una vez obtenida esa negación es necesario transitar al lado positivo (o afirmativo). Eso se logra preguntándose: ¿qué hacer ahora con la libertad? Ser libres, sí, pero ¿para qué?

Israel tenía que aprender que la convivencia, y la existencia misma, requieren vivir conforme a normas, leyes. Salidos de Mitzrayim (Egipto), en Pesaj, el Camino conduce a Sinaí, para celebrar Shavuot (Pentecostés). El cese de la esclavitud era solamente un prerrequisito para el cumplimiento de la voluntad Divina que sería revelada en el monte Sinaí siete semanas después del Éxodo de Egipto.

Es decir que los israelitas serían conducidos por la Shekinah (Presencia) divina a tomar conciencia que habían dejado de servir al Paróh (Faraón) para comenzar a servir al propósito mesiánico del Eterno, a través de la obediencia a su mitzvot (mandamientos). Por eso, el mismo Yahvéh usará la misma palabra servir al decirle al Faraón: «mis siervos son«.

En el idioma hebreo no hay diferencia entre esclavo y siervo. Los hijos de Israel fueron esclavos en Egipto en el sentido de que no tenían el derecho ni la libertad para dirigir sus propias vidas.

Entonces, ¿en qué se diferencia una servidumbre de otra?

En que se sirve al Faraón para el benefició del Faraón. Servidumbre.

En cambio, se sirve al Eterno para beneficio del servidor y su entorno socio-económico. Servicio.

Las leyes del Faraón velan por los intereses exclusivos del Faraón y su poderío.

Los mitzvot de Yahvéh velan por los intereses humanos y sus derechos.

Sin embargo, tenemos que entender que el concepto de siervo o esclavo en la sociedad hebrea era muy diferente al concepto de esclavitud que se ha vivido en la edad media, especialmente con las ventas de los esclavos de África para América. En esta Parashá vemos como un esclavo en la sociedad hebrea tenía que ser tratado con respeto y tenía sus derechos legales, a diferencia de los esclavos de los gentiles. El versículo 21:5 muestra que un siervo hebreo podía tener el deseo de seguir siendo propiedad parcial de otro, porque le beneficiaba, en lugar de querer ser libre. Esto nos muestra cómo fue tratado un siervo hebreo y un esclavo en la sociedad israelita. Como siervo no tenía la responsabilidad de su propio sostén económico y para algunas personas era preferible, antes que tener que buscarse la vida. Para él era una situación cómoda.

La única manera para que un hombre hebreo pueda ser vendido como siervo es si ha robado algo y no tiene con qué pagar para restituir el robo. Entonces el tribunal, beit din, tiene la obligación de venderle como siervo por el valor de su robo (cf. 22:3). Este mandamiento no aplica a las mujeres.

Leyendo a muchos detractores de la Vedad que creemos, veo que la impresión que a primera vista ellos tienen, los conduce a pensar que el Decálogo esculpido por el dedo del Eterno en las dos tablas, sería restrictivo, y pondría límites a la libertad humana.

Pensando cómo responder a estos sincero enemigos de la Verdad, encontré una interesante explicación en la Midrash, explicando cómo debe decodificarse el versículo 17 del cap. 32 del Sefer Shemot. Leamos esto:

Las tablas fueron trabajo de Dios, y la escritura fue escritura de Dios, grabada sobre las tablas” (Éxodo 32:17). No leas “grabada” (jarut), lee más bien “libertad” (jerut) pues ninguna persona es verdaderamente libre excepto aquella que labora en Torah.»

Mishná Pirke Avot 6:2

Como podemos ver los eruditos y exégetas de las Sagradas Escrituras comprendieron muy bien que siempre existirán aquellos deseosos de manipular la libertad para adecuarla a sus intereses. Expresaron este concepto al señalar que la palabra “jarut” utilizada al describir las Diez Palabras o Decálogo (Aseret HaDibrot) que fueron “jarut”: grabados, de manera permanente, sobre Dos Tablas de piedra, al hacer un cambio de las vocales, que en hebreo no están explícitos en el texto escrito, se puede dar un nuevo sentido a este vocablo. Así formularon, “al tikrá jarut ela jerut”, no leas en el texto la palabra como “jarut” sino “jerut”. Al descubrir esta codificación de la Torah propusieron entonces que la palabra “jarut” que quiere decir “grabado” también alude a la noción de “jerut” que significa libertad. Entonces descifraron la revelación mesiánica de que a través del cumplimiento de las Diez Declaraciones (Aseret HaDibrot) que están grabados de manera permanente, el ser humano adquiere la verdadera libertad, la posibilidad de expresar su propia personalidad pero siempre dentro de un marco que respete el derecho de libertad del prójimo.

Pues bien, contrario a lo que intuimos, los sabios argumentan en esta enseñanza que la verdadera libertad solamente se alcanza a través de un compromiso sine qua non con la Torah. Entonces me pregunto: ¿Cómo puede el “laborar en Torah” y vivir una vida de acuerdo a las exigencias de la Torah producir libertad?

Es que esta Instrucción (Torah) con sus mandamientos, lejos de esclavizar, siempre libera. En otros términos: sólo siendo siervos de Yahvéh y Su Instrucción, se alcanza la verdadera libertad. Puesto que, según Yahvéh, este beneficio es exclusivamente para el servidor, su propia vida: obra a favor e sí y no de otro; sus intereses y no los de otros; y eso es la libertad en términos pragmáticos y reales.

Así pues, en la cosmovisión celestial (hebrea), la libertad tiene un valor intrínseco pero que es insuficiente por sí solo. En realidad la libertad tiene que estar acoplada a una conducta que persiga hacer el bien en la sociedad.

El filósofo y psicoanalista judío Erich Fromm, influenciado por su educación en la Torah, sostiene que el hombre y su sociedad no son factores separados. Él asegura que los humanos somos sujetos históricos: hay seres individuales, pero su comportamiento en conjunto es el que otorga el impulso que provoca cambio sociales en la historia. Así pues, existe una retroalimentación entre hombre y sociedad, el uno afecta a lo otro, en ambas direcciones. En este contexto, ¿qué es la libertad?: una búsqueda constante y turbadora de ser uno mismo, en su relación con los otros componentes de su mundo sociopolítico, hasta que de éste surjan, tanto un hombre como una sociedad nueva.

Por ello, el conjunto de ordenanzas contenidas en las Sagradas Escrituras, especialmente en el texto de la Torah, constituyen un recetario para la aplicación perfecta de la libertad a las actividades humanas.

Recordar Mi Esclavitud Me Asegura la Libertad

Es muy interesante notar que el tema de la libertad perseguirá a todo miembro de Israel a lo largo de toda la Torah:

«Recordarás que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas esto.«
(Devarim/Deuteronomio 24:22)

¿Por qué este trabajo memorístico? ¿Para qué revivir este recuerdo? ¿No conviene más bien cultivar la tendencia a recordar lo positivo y bueno y olvidar lo malo?

Sucede que si bien ese recuerdo tiene un ancla en el pasado, en verdad alude al presente y al futuro. El Eterno ordena ejercitar la memoria en este recuerdo, para que nosotros como hebreos, entendamos que se puede recaer en esa esclavitud en cualquier momento. Por otra parte el que siempre recuerda que fue alguna vez (él o sus antepasados) esclavo sabrá visualizar la esclavitud en torno de su persona, en sí y en los otros, y sabrá comportarse con esclavos.

Así, la propuesta divina para Su Pueblo es que en los momentos más festivos de su vida debe recordar aquella esclavitud, como cuando bendice sobre el vino (kidush) en noche de fiesta. Pareciera que siempre estamos ante esa gran alternativa:

Dios / Faraón

Entendiendo por Faraón un símbolo de cualquier régimen donde factores de poder imponen sus normas, sus valores, que están al servicio de… los mismos que legislan y ejecutan las leyes de ese sistema de cosas.

Desarrollando un Servicio Anti-Faraónico.

En la sección (parashá) Mishpatim, queda bien claro que Yahvéh es lo anti-faraónico. El que saca a cada israelita de Mitzrayim (Egipto) y de su maneras de ser y conducirse para establecer la vida sobre los fundamentos de la Torah que tiene como única finalidad el mejoramiento de la propia humanidad en su vocación a la equidad. Es por eso, que cuando el Eterno se pone a legislar por medio de Su Instrucción, empieza justamente con la ley relativa a los esclavos.

El realismo de esta porción dice: hay esclavos, hubo esclavos, y probablemente siempre los habrá… El Eterno quiere que sus hijos vean la realidad y la conozcan, si en algo ellos anhelan y pretenden rectificarla y transformarla.

El realismo de la Torah se aplica a ver qué se puede hacer por los esclavos, y para mejor perspectiva del tema tenemos que remontarnos a milenios atrás. Los esclavos eran seres humanos dignos de toda consideración.

¡Esto es ya toda una revolución en la praxis que aquellas sociedades de la antigüedad se conducían!

Esta revolución se verá fortalecida por el diseño profético del Shabat y todos sus preceptos y leyes. Es justamente el día de las semana en el que se anula toda forma de esclavitud, toda diferencia de clases. En él descansan todos por igualdad, hasta los esclavos.

Este diseño sabático se aplicará como ley, no en día, pero en años. Seis años el esclavo hebreo trabajará y en el séptimo será libre. sin pago alguno por su parte.

Así, por medio de estos mishpatim, cada israelita tomaba conciencia que un esclavo es propiedad de otra persona. Entonces, desde ese sentido los hijos de Israel ya no podían ser esclavos, puesto que en el caso de llegar a ser vendidos como “siervos” no lo sería para siempre, sino sólo hasta el año shemitáh, remisión, que cae cada séptimo año.

Entonces esto no se trataba de una esclavitud en el sentido de la palabra sino más bien una servidumbre con derecho de vivienda, ropa, comida y lo necesario para su vida personal, pero nada más, a cambio de un servicio de 24 horas al día. Por ello, el Talmud parte de la premisa de que al adquirir un siervo, se compraba su trabajo, pero no su cuerpo, y mucho menos su alma.

Un Agujero en la Oreja Evita Un Olvido en Mi Corazón.

Ahora bien, si el siervo no deseaba ser libre en el año de remisión fue marcado en el lóbulo de su oreja como una señal y así serviría en la casa de su amo hasta el año de jubileo, que caía cada 49 años, y el que sí o sí debía ser liberado. De esta manera un siervo hebreo nunca llegaría a ser propiedad absoluta de otra persona. Es que todo merece un Shabat ,un cese, incluso la esclavitud elegida.

Ese acto simbólico, primitivo, de horadar la oreja, seguramente venía a enseñar que el individuo quedaba adherido a esa casa definitivamente.

Esta bien, pero ¿por qué justamente la oreja?

La respuesta es porque la esclavitud se producía por dos grandes posibilidades. Una, robando; el ladrón era vendido como esclavo. Otra por libre determinación; quizás a causa de una deuda asumía que no se podía pagar.

Si el esclavo llego a tal condición por ser ladrón, estaba obligado a declarar este mensaje:

«esta oreja que oyó en el Monte Sinaí, la orden: «No robarás«, y sin embargo fue y robó debe ser horadada.»

Si el esclavo llego a tal condición por haberse vendido a sí mismo, estaba obligado a declarar este mensaje:

«esta oreja que oyó la Voz de Yahvéh cuando dijo: «De Mí son los hijos de Israel, mis esclavos«, y no obstante fue y se vendió a otro dueño debe ser horadada.»

Respondida aquella pregunta, surge otra cuestión:
¿Por qué esto había que hacerlo bajo el marco de la puerta?

La puerta es el símbolo de la liberación de la esclavitud egipcia. En efecto, en la última plaga, la que concluyó por presionar al Faraón para que liberase a los israelitas, estos hicieron una señal sobre el travesaño superior de la puerta, como signo de identidad, de voluntad de libertad. Por eso, en la jamba de la puerta ha de realizarse aquel ritual.

¡La Mesa Está Servida!

Para buscar un cierre a todo lo que aquí he expuesto, los invito a leer el inicio de esta parashá (porción):

 “Y estas son las ordenanzas que pondrás delante de ellos.” 
(21:1)

Con todo esto, debo decir que los mishpatim pues, son los que regulan la actividad humana societaria, hombres con hombres, a fin de vivir la verdadera libertad, la que respeta la dignidad del prójimo.

Si volvemos ahora al lenguaje del versículo se verá está escrito:

«…que pondrás delante de ellos.”

Esto en lugar de «enseñarás», por ejemplo. ¿Por qué?

El sabio Rashí explica que la expresión hebrea tasim (traducida como «pondrás») también puede leerse así:

«las colocarás delante de ellos como si fuera comida servida sobre la mesa«

Considerándolo así, notamos con toda claridad que no basta con dar la Torah en forma de información que se acumula en la mente. Más bien hay que colocarla delante del pueblo de tal manera que la pueda captar, digerir, en orden, como una mesa servida.

Por eso, en el rollo de Devarim (Deuteronomio) encontramos a ese verbo en la fórmula sima befihem (coloca en la boca)

«…ponlo en su boca, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel
(Devarim/Deuteronomio 31:19)

La comida es función del que la trae, la coloca sobre la mesa, la dispone para que los que allí se encuentran, decidan llevarla a sus bocas. Es decir, que aquí Moshé es el delegado del Eterno que trae la comida que Él envía a sus hijos, la Torah.

Aquí hay pues dos momentos. El que tiene que tiene por protagonista al maestro, y luego, el que tiene que ver con la receptividad del discípulo.

Ahora bien, el Eterno deja bien en claro que malo es aquel maestro que se limita a entregar su lección y luego se va.

Falta el segundo momento, el primordial: el discípulo recibe, analiza, digiere, entiende, reflexiona internaliza, ahonda con su propia mente y acorde a su personalidad.

De este modo la Torah llega a su plenitud. Es del Eterno, pero se hace del ser humano., dentro de él, en su absorción particular. Será el poder del escogimiento que tiene cada alma redimida el que permitirá que la Torah se encarne en la mente y el corazón de cada hebreo.

En Mishpatim el Eterno revela que únicamente la persona que se somete a un régimen de disciplina personal, puede ejercer cabalmente la libertad. Por el contrario, aquel que es prisionero de la gula, quien cede ante todos los deseos carnales y de otra índole, rinde el ejercicio de la libertad a los apetitos que nunca son enteramente satisfechos.

Una de las consecuencias de una vida que se rige por los diversos instructivos contenidos en la Torah, es que le permite a la persona ser el dueño de sus pasiones, evaluar una situación para luego actuar de una manera consciente y responsable de acuerdo a la convicción y no por la utilidad o conveniencia; acorde a la reflexión y no al deseo momentáneo.

Así, y solamente así, el pueblo de Israel, logrará escoger voluntariamente y en todo momento ser siervo del Eterno. Escogerá diariamente servirlo con humildad y entrega. Entenderá y aceptará por qué Abraham avinu se definía a sí mismo “eved” (siervo) de Dios, al igual que el resto de los patriarcas.

Innumerables son las veces que aparece en los textos bíblicos el nombre de Moshé/Moisés acompañado del término “eved («siervo», «esclavo») del Eterno”.

“Porque es a mí a quien sirven los hijos de Israel, siervos míos son a quienes yo he sacado de la tierra de Egipto. Yo soy El Eterno, vuestro Dios”
(Vayicrá/Levítico 25:55).

El profeta Yishayahu (Isaías) dejó escrito este oráculo del Señor:

«Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Yaakov, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije:
Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché»
(Isaías 41:8-9).

Por ello es necesario continuar celebrando año tras año, y generación tras generación, la fiestas de Pésaj y Shavuot, con la conciencia de valorar la libertad que el Eterno nos a conferido y la posibilidad de utilizar dicha libertad para acercar al ser humano aún esclavo en Egipto a su Creador cuyas características de justicia y verdad debe imitar.

Después del Éxodo de Egipto, vibraba en los lugares celestiales una importante pregunta: ¿acaso ejercerían estos esclavos su recientemente obtenida libertad para convertirse en los futuros capataces de otro sector más frágil de la sociedad? Se sumarían los hebreos a los poderosos de otras naciones que se aprovechan de los indefensos, o al contrario, proclamarían en voz alta y sonora que la esclavitud es una perversidad, que cuando el más fuerte impone su voluntad sobre el débil está cometiendo una inmoralidad y corrompiendo más al planeta. La libertad obtenida tenía que ser canalizada hacia algún propósito diferente, loable y productivo, necesario para un proceso de acercamiento al Creador que es el Ser auténticamente libre. Por eso, Yahvéh los hizo peregrinar el desierto hasta el Sinaí. Pesaj era la salida a la libertad, Shavuot sería la promoción al compromiso libertador que lo mesiánico concedería al mundo.

Por ello es necesario continuar celebrando año tras año, y generación tras generación, la fiestas de Pésaj y Shavuot, con la conciencia de valorar la libertad que el Eterno nos a conferido y la posibilidad de utilizar dicha libertad para acercar al ser humano aún esclavo en Egipto a su Creador cuyas características de justicia y verdad debe imitar.

Terminaré con las palabras de Erich Fromm que considero sintetizan perfectamente la propuesta divina de la Nueva Humanidad que se revela en Mishpatim:


«La función de la sociedad nueva es estimular el surgimiento de un Hombre Nuevo, cuya estructura de carácter deberá tener las siguientes actitudes: Disposición a renunciar a todas los modos de tener, para llegar a ser plenamente. Sentir seguridad, gozar de una disposición de identidad y confianza que se sustenten en la fe de lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez de fundamentarse en el deseo de tener, poseer, dominar el mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones. Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le otorga significado a su vida…”.

Definirme en los Límites Divinos.

Por P.A. David Nesher

Y YHVH dijo a Moisés:
Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana;…
Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo:
Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte…
Moisés dijo a YHVH:
El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo…

(Shemot/Éxodo 19: 10, 12-13; 23


Israel había sido sacado de la esclavitud de Mitzrayim (Egipto) y ahora tenía que pasar por un largo proceso pedagógico, bajo la Instrucción que da la Verdad Absoluta y que permitiera los cambios de paradigmas que garantizarían una mentalidad que los convirtiera en un pueblo verdaderamente libre.

El Eterno había decidido aparecerse a Israel de una forma espectacular, como nunca hombre alguno lo había palpado desde la caída del Gan Edén; y antes de que esto pudiera pasar, el pueblo se debería preparar espiritualmente para alcanzar grados de conciencia metafísica que les permitiera soportar tal esplendor de Su Gloria.

Cuando el Eterno los liberó de la servidumbre de Mitsrayim (Egipto) no los dejó en el aire, sin normas. Y es que la verdadera libertad tiene que ver con normas fijas y límites marcados. Ahora le tocaba al pueblo aprender esta lección.

Como ya se los he enseñado en otra bitácora, la raíz de la palabra “Torah” (traducida correctamente como “Instrucción”), es “yaráh”, que significa “lanzar”, “disparar”, “apuntar”, “marcar”, “señalaral blanco o propósito. Entender esta raíz de la palabra nos permite aceptar que la Torah pone al alma humana los límites necesarios para el bien de la humanidad y creación toda.

Tenemos que entender y aprehender que la Torah del Eterno marca dónde está la diferencia entre lo permitido y lo prohibido. Así aceptaremos que en la cosmovisión celestial pecar es cruzar los límites marcados por la Torah de Elohim, como está escrito:

“…Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la Torah, pues el pecado es infracción de la Torah…”
(1ª Juan 3:4)

Por ello, es necesario explicar que en hebreo la expresión “santificar”, significa «separar y aislar«, que en este caso específico alude a aislar al Monte Sinaí para que el pueblo no se acerque.

En hebreo “Santificar” se dice “lekadesh”, que viene de la misma raíz que “kadosh”, (santo). Esa es la razón por lo que a la Esencia de la divinidad se la denomina “Hakadosh Baruj Hu”, que se traduce: “El Santo, Bendito Es”, porque está aún separado y aislado de la existencia física.

Ahora entendemos bien el por qué, al dar comienzo el Shabat o las Festividades se lleva a cabo el “kidush”, literalmente “santificación”, que significa “separar” a ese día especial del resto de los días de la semana. Y de igual modo, la ceremonia de casamiento recibe la denominación de “kidushin” (“santificación”), porque a través de este acto la “novia” queda aislada, en el sentido de privada, de la posibilidad de contraer matrimonio con cualquier otro hombre, porque queda consagrada, santificada, para su esposo de manera exclusiva.

Es decir, que Yahvéh se aseguró que cada miembro de Israel entendiera y aceptara que lo que santifica son los límites. El monte fue santificado por los límites y la presencia del Eterno que estaba limitada dentro de esos límites (cf. Éxodo 29:43).

Volviendo a nuestro pasaje en cuestión, notamos que al poner estos límites y al traer la pena de muerte al quebrantarlos, YHVH le mostró a Israel que en las dimensiones celestiales, la obediencia es considerada más importante que los sentimientos de toda una masa humana. No dudo de que algunos intrépidos israelitas sintieron el ir más allá de los límites, pero ellos tuvieron que someter sus sentimientos a la obediencia. ¡Es sólo la obediencia la que atrapa la Unción de Dios y desata Milagros!… ¡Todo lo demás es solamente vanidad de vanidades!

Son muchas las persona que, influenciadas por el sistema reptiliano, creen que la libertad implica hacer lo que uno desea; lo que bien le parezca, y que además, le haga sentir bien. Pero para el Creador, la verdadera libertad es encontrar y mantenerse dentro de los límites que Él ha puesto para cada uno. Así entonces se debe aceptar que los límites y las normas estrictas no son para impedir el desarrollo de la libertad, todo lo contrario. La libertad auténtica que el hombre puede experimentar es cuando sepa cuáles son los límites dentro de los cuales puede moverse sin estar en peligro de ser castigado o dañado. Sólo entonces podrá decirse que es dignamente un ser humano.

A esta altura de nuestro peregrinar en la fe, entendemos y aceptamos que la carne del ser humano (lo que en hebreo se denomina el yetser hará = «inclinación al mal«), no quiere límites, como lo enseñara el apóstol Pablo a los creyentes que vivian en Roma cuando les escribió:

“Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.”
 (Romanos 8:6-8 )

También ya sabemos que el hombre espiritual, en cambio, no está dirigido por sus impulsos naturales y pecaminosos, sino por los principios que el Eterno ha marcado en su Torah. Un hombre espiritual es un hombre de principios y no de impulsos. ¿Por qué razón cumple los principios marcados por la Torah? ¿Por amor o para cumplir? El que cumple por amor ha llegado a la perfección.

Entonces, ¿está mal anhelar en vivir placenteramente?¿Se Opone Dios al Placer?

No, por el contrario, las mismas Sagradas Escrituras revelan que Dios nos creó con la capacidad de experimentar el placer. Varios textos bíblicos hablan de nuestro deleite y placer (por favor lean: Salmo 16; Proverbios 17:22; Proverbios 15:13).

Lo que el Eterno quiere es que a logremos discernir entre los diferentes tipos de «placeres» en este mundo físico, influenciado por HaSatán. Aceptemos que vivimos en un mundo caído donde lo mejor de Dios para nosotros, ha sido pervertido por una sociedad sometida al Sitrá Ajrá (el Otro Lado). Entonces, el hecho de que la sociedad considere una actividad como algo placentero, no significa que sea agradable a Dios. Así lo tenían en cuenta los discípulos de Yeshúa del primer siglo (por favor leer: Gálatas 5:19-21; Colosenses 3:5-10; 1 Corintios 6:12-17). Cuando consideramos estos «placeres» del mundo, nos damos cuenta que en realidad no son saludables para nosotros o no nos favorecen a largo plazo. Nuestro Maestro Yeshúa, dijo que el hijo pródigo se deleitó en el pecado hasta que se le acabó el dinero; luego descubrió que los placeres del pecado son pasajeros (Lucas 15:11-17). Ellos son amigos falsos que nos dejan vacíos y deseosos.

También es importante darnos cuenta que el propósito de nuestras vidas no es el placer en sí mismo. El hedonismo (doctrina ética que identifica el bien con el placer, especialmente con el placer sensorial e inmediato) es una filosofía falsa. Fuimos creados para deleitarnos sólo en Dios (Salmo 37:4) y aceptar con gratitud las cosas buenas que Él provee en nuestro diario vivir. Es decir que lo más importante para nosotros es aceptar que fuimos creados para tener una relación personal con Dios.

Entonces, lo que debemos encarnar en nuestra mente y corazón, es que el placer permitido por Dios es un resultado de la obediencia a los principios marcados por Él en la Torah. El pecado ofrece placer sin límites, sin principios, sin obediencia. Ese placer se convierte a la larga en amargura. En cambio, el placer sometido a los principios de la Torah es duradero y no produce daño ni amargura. ¡Los límites que pone el Cielo permiten el placer de la verdadera libertad!

Si analizamos objetivamente nuestros días, notaremos que las culturas del mundo que se rigen por principios bíblicos son las más influyentes en el planeta. En cambio, los países pobres están en dicha calificación porque la gran mayoría de sus habitantes están traspasando los límites divinos y eso produce maldición que resulta en pobreza. Los países que tienen una población que ha aprendido a regirse por principios basados en la Torah, prosperan en todo sentido.

En el pasaje en cuestión, notamos que el Eterno enseñó al pueblo de Israel que hay límites importantes. Al cruzar los límites uno corre el peligro de ser dañado e incluso morir, como en este caso. El pueblo sólo se podía acercar cuando Elohim los invitara, y la trompeta (shofar yovel) señalaba que la invitación estaba abierta. Al sonar de la trompeta ellos podían llegar al límite de la barrera, pero no podían ir más allá.

Aquellos que hemos conducido en ruta, sabemos que en medio de una carretera hay una línea divisoria entre las dos vías. Al cruzar el límite uno corre mucho mayor peligro de tener un accidente. Solo cuando línea divisoria se vuelve trazos blancos, la ley vial nos permite traspasarla usando el criterio personal que garantiza la precaución. Con este ejemplo, entendemos que las divisiones son para proteger la vida y para dar libertad verdadera que garantice un buen destino. Al saber que no hay peligro dentro de los límites marcados, un siente seguridad y puede moverse libremente en el área marcada.

El pecado, es decir, el traspaso de los límites divinos, crea un desequilibrio en la creación, y esto sí o sí trae caos. Muchas de las cosas buenas se convierten en malas cuando son empleadas fuera de los límites marcados en la Torah.

Por ende, aceptemos que quitar los límites no crea libertad, sino confusión y peligro de muerte. Guardar los límites crea libertad y seguridad.

Un ser humano verdaderamente maduro es capaz de negarse un placer a corto plazo, para obtener un placer mayor a largo plazo, que permitirá la trascendencia de su entorno y sus generaciones.

Por lo tanto, mi querido discípulo de Yeshúa, acepta mi consejo: ¡sé celoso para no traspasar los límites en tu vida! ¡Sé una persona de principios celestiales y no de impulsos! ¡Así serás prosperado en todo!

Aquí me quedo, elevando mis plegarias para que el Eterno nos ayude a entender cuáles son los límites y mantenernos dentro de ellos, para nuestra libertad y seguridad.

¡Siempre en servicio de amor para que seas exaltado!

P.A. David Nesher

Ahora te invito a leer también los siguientes estudios para que puedas captar mejor esto que aquí hemos hablado:

Genealogía, Linaje y Propósito…

Por P.A. David Nesher

«Éstos son los jefes de las familias de sus padres … «

(Shemot/Éxodo 6: 14)

¡De repente una genealogía interrumpe la continuidad del relato histórico!… ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué significa esto en el Propósito eterno de Dios?

Todos los exégetas de la Torah recalcan su extrañeza ante la interrupción del relato cronológico de la Torah para intercalar la genealogía de Moshé y de Aharón.

Las razones aparentes que los exégetas hallan como respuesta a esta «interrupción» están basadas, generalmente, en los midrashim.

Entre tantos comentarios, encontré y elegí aquí la opinión de Rashbam (acrónimo hebreo para: RAbi SHamuel Ben Meir ), basada en lo que él mismo denomina el פשת («Peshat» o «interpretación literal» del texto bíblico):

«De acuerdo con el Peshat, ya he explicado en el libro de Bereshit (Génesis) que la Torah procedió a enumerar los años de la vida de las personas que existieron desde Noah hasta Abraham y después de Abraham enumera los años de Itzjak y después los de Yaakov y después los de Leví, su hijos y después los años de Kehat y después los de Hamram, sucediéndoles los años de Moshé, de Yehoshúah, de los Jueces, de los Reyes, de los setenta años del exilio babilónico y también los años del Segundo Templo de Yerushalaim, en Daniel

De este exegeta que las genealogías eran utilizadas para establecer credenciales y autoridad, al igual que para trazar la línea histórica del linaje de una familia. Por lo tanto, se infiere que la finalidad de este relato genealógico es elevar a Moshé y a Aharón al rango de importancia de los Patriarcas de Israel, como hombres de gran influencia profética que hicieron la historia del Pueblo Escogido en la época bíblica.

Es decir que el escritor (Moshé) introduce, inspirado por Dios, esta información con el fin de dejar claramente establecida la situación final antes de encarar el paso siguiente. Es decir que el Eterno quiere mostrar por medio de este pasaje quiénes son las personas a las que Él les ha asignado esta tarea de redención. Yahvéh quiere asegurar en la mente y corazón de cada israelita el linaje levítico de Moshé y Aharón, crucial para establecer la legitimidad de esta misión celestial.

Por otra parte, tengamos también en cuenta que, a pesar de la esclavitud que había situado a los hijos de Israel en el último peldaño de la escala social, los hebreos mantuvieron plena conciencia de su estirpe. Todos ellos eran descendientes de los Patriarcas, y seguían respetando sus cabezas de familia. En su angustia moral y social, su ascendencia familiar representaba su mayor bien, que preservaban con celo.

Además, la elección divina de Moshé y Aharón, hijos de la tribu de Leví, para esta misión libertadora, no será más que el preludio de la elección definitiva que se hará de la tribu de Leví para dedicarse exclusivamente al servicio de Yahvéh, primero en el Mishkán (Tabernáculo) que se construirá en el desierto, después de la salida de Egipto. Luego en los Santuarios de Israel y en los dos Templos de Yerushalaim.

En otro orden de cosas, en un comentario introductorio al Seder HaHavodah de Yom Kippur, esta idea queda plasmada en las palabras siguientes:

«De su estirpe (de Itzjak) elegiste a Yaakov, hombre íntegro, sellado por Tu Pacto.
Doce tribus a él diste por posteridad, amados por Ti, ¡oh, Dios! desde su nacimiento.
De entre las tribus elegiste a Leví para servirte; de entre todos sus hermanos. le concediste la corona del sacerdocio. Hamram fue elegido de la estirpe de Leví, y a Alzaron, su descendiente, consagraste para Tu culto»

( Majzor para Yom Kippur a la usanza de los judíos sefaraditas.
Versión castellana de Marcos Edery. Edición 1969.)

Así notamos que esta porción es importante debido a que el sacerdocio que eventualmente vendría por parte de la familia de Aharón pasaría a sus descendientes. Por lo tanto era primordial el saber exactamente quienes eran sus descendientes.

¿Qué nos enseña este registro?

Hay personas que se sienten pequeñas por no tener un título académico. Otros se sienten demasiado importantes, dado su extenso currículum. Pero la Torah no presenta a Sus emisarios conforme a títulos, sino de acuerdo a su linaje.

¿Queremos saber cómo es una persona? Miremos su familia o preguntemos cómo es su familia. El que la Torah haga énfasis en la ascendencia de Moshé y Aharón significa que nadie logra realizar el trabajo espiritual solo o en el vacío, Moshé y Aharón estaban sostenido sobre los hombros de sus antepasados.

Shalom!


Bitácora Relacionada:

Los Pasos de la Redención Mesiánica.

Por P.A. David Nesher

Lachen emor livney-Yisra’el ani Adonay vehotzetí etchem mitachat sivlot Mitsrayim vehitzaltí etchem me’avodatam vega’altí etchem bizroa netuyah uvishfatim gedolim.

Velakajti etchem li le’am vehayiti lachem le’Elohim vidatem ki ani Adonay Eloheychem hamotsi etchem mitachat sivlot Mitsrayim.

«Por tanto, dirás a los hijos de Israel:
Yo soy YHVH; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy YHVH vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo YHVH. » 

(Shemot/Éxodo 6: 6-7)

Yahvéh finalizará exclamando: “Vehevetí” (» Y os meteré», también traducido como “Y los llevaré” (6:8).

En este texto encontramos siete promesas:

  1. os sacaré – [primera copa llamada kidush, “santificación”]
  2. os libraré – [segunda copa llamada “juicio”]
  3. os redimiré – [tercera copa llamada “redención” o “bendición”]
  4. os tomaré – [cuarta copa llamada “alabanza”]
  5. yo seré vuestro Dios.
  6. os traeré.
  7. os la daré.


El teólogo experto en hebreo bíblico Kaiser explica que “cada uno de estos verbos hebreos, las cuales están en tiempo pasado (ejemplo, pasado perfecto), en lugar del tiempo futuro, tan cierto estaba Dios en su cumplimiento que fueron vistos como si ya se hubieran cumplido.

Ahora bien, para un mejor entendimiento de nuestra emunáh (Fe) necesitamos concentrarnos en los pasos celestiales que el Eterno realiza siempre para redimir a Su Pueblo.

Como notarán en el listado de las promesas, los sabios intérpretes, basándose en las cuatro primeras expresiones de la Torah, fijaron la piadosa costumbre de beber cuatro copas de vino en la noche de Pésaj. Estas cuatro copas que marcan el esquema del Seder (Orden) de la Cena Pascual, estaban vigentes en los días del Señor Yeshúa, y aún persiste la costumbre hasta el día de hoy.

Aquí les comparto un texto de la tradición oral sobre el establecimiento de ellas:

«…El precepto de las cuatro copas de vino, que se beben en el Seder, es una ordenanza que la Torah no exigía originalmente. La acción principal del evento está solo en comer. La bebida no se prescribe. La cena de Pésaj no es un hecho mundano, sino una comida de mitzváh (mandamiento), por lo que la Torah nos exige que comamos ciertas comidas en particular, como son el sacrificio de Pésaj, la matzáh (pan sin levadura), el maror (hierbas amargas), para cumplir con el Alto Precepto (…)
Pero en la mesa también se debe beber, si bien la bebida es secundaria con respecto a la comida. Y así como la Torah estableció que se debía realizar una comida de mitzváh, los sabios en la época del exilio babilónico fueron un poco más allá y decretaron que también debería haber una «bebida de mitzváh», entonces establecieron las cuatro copas de vino. Pero ese acto de beber tampoco debería ser como el de todos los demás días…»

Detengámonos un instante a analizar estas cuatro expresiones, que son de gran profundidad. Ya dijimos muchas veces que los israelitas fueron sometidos de tres maneras:

  • 1) Al ser extranjeros,
  • 2) Al ser esclavos,
  • 3) Al ser torturados, donde cada aflicción es peor que la anterior.

Por eso, una vez que Yahvéh llegó para redimir a Israel, en primer lugar los libró de las torturas de los egipcios, luego los salvó de la servidumbre y el dominio, y finalmente, los redimió, poniendo término a su calidad de extranjeros. Pero si bien todos esos actos pusieron fin a la relación negativa con Egipto, no causaron en si nada positivo, hasta qué… “os tomaré como pueblo Mío”. Así Israel se convierte en la nación de Yahvéh.

El libro Bené Isajar (s. XVIII) explica que las cuatro copas representan los cuatro méritos que Israel tuvo en Egipto:

  • ellos no cambiaron sus nombres hebreos;
  • ellos conservaron su propia lengua;
  • ellos fueron cuidadosos en no tener relaciones ilícitas;
  • y no había delatores entre ellos.

El libro Méshej Jojmá (f. 1926) agrega que esto indica cuán importantes son estas medidas de autoprotección, porque a pesar de que Israel fue derrotado por todas las otras impurezas de Egipto, el hecho de que ellos fueron cuidadosos en estas cuatro áreas les hizo ganar el título de ser «distinguidos» en las esferas celestiales y por este mérito fueron redimidos.

Así mismo, Rabí Itzjak Abarbanel (s. XIV) nota que las cuatro copas representan las cuatro diferentes redenciones que Israel ha experimentado. La primera fue cuando Elokim eligió a Avraham y a sus descendientes, de quienes Él sembró la semilla de la nación de Israel. La segunda fue la liberación de Egipto. La tercera redención es el hecho de que Dios ha mantenido a Su Pueblo a través de prolongados exilios, liberándonos de los enemigos que quisieron destruirnos. La cuarta copa es la redención final que nos espera en el futuro.

Así pues, y explicado con otras palabras, las cuatro expresiones de redención son oráculos escatológicos expresado por la boca del Eterno, y se corresponden también a las cuatro redenciones del pueblo de Israel. La primera de ellas, del exilio egipcio, y las otras, del resto de las diásporas, a saber, del exilio babilonio, del exilio greco sirio, y del exilio causado por los romanos, siendo este último nuestro actual exilio. En este contexto, la cuarta expresión, “los tomaré”, alude a la Redención de la presente situación diaspórica que será efectuada por las manos del Mashiaj.

De lo antedicho se entiende, que la quinta expresión que señala el texto bíblico, “los llevaré”, refiere a un grado más de elevación espiritual una vez forjada la Redención futura, pues de modo general, la Era Mesiánica se divide en dos grandes épocas: “Yemot HaMashíaj” (los días del Mashíaj), y “Jad jaruv” (un milenio de desolación).

Según Sanedrín 97ª, el vocablo “desolación”, no significa destrucción. La Guemaráh explica que el séptimo milenio es análogo al séptimo día de la semana (el Shabat), en el que se prohíbe trabajar, y al Año Sabático (Shemitáh), en el que los trabajos de la tierra están prohibidos. “Jad jaruv” es interpretado como una época “desolada” de la normativa que rige la vida de hoy en día, es decir, se trata de un estado superior en la Era Mesiánica misma.

Aquí les comparto la enseñanza que di en la Mesa de Comunión de esta parashá… Espero que te atrevas a escucharlo y meditarlo: