Por P.A. David Nesher
Y en el Octavo día, Moisés llamó a Aarón, a sus hijos y a los ancianos de Israel. Y le dijo a Aarón:
(Vayikrá/Levítico 1:1-2)
”Toma para ti un becerro para sacrificio expiatorio y un carnero sin defecto para holocausto y ofrécelos al Eterno”.
Sheminí quiere decir octavo, y la parashá de esta semana comienza diciéndonos «y en el octavo día»… ¿Por qué el octavo día es tan importante que encabeza el nombre de una Parashá?. Porque el octavo es la posición de la sefiráh de Binah cuando la miramos desde Malkut. El octavo es nuestro objetivo primordial.
«Así como el concepto «séptimo» alude a la naturaleza cíclica (como los siete días de la semana, los siete años del ciclo sabático, los siete ciclos que conforman el Jubileo), el concepto «octavo» alude a la ruptura de la rutina cíclica de lo natural y se erige como metáfora de los valores superiores que trascienden de la naturaleza.» [comentario de la Torat Emet].
Debemos recordar que el Mishkán (Tabernáculo) es para el pueblo de Israel el equivalente al corazón en el cuerpo del ser humano. Cuando el corazón hace circular la sangre por las arterias y venas, entonces la persona tiene vida y de la misma manera el Tabernáculo era la base que sostenía la espiritualidad del pueblo de Israel. Para que el pueblo fuera meritorio de que la Presencia Divina reposara entre ellos siendo el oxígeno que los mantiene vivos, tenían que demostrar que verdaderamente lo deseaban.
El Eterno eligió el octavo día para la inauguración del Tabernáculo porque el número ocho representa todo aquello que está por encima de la naturaleza, aludiendo a los mundos más elevados. Esto le enseña a la persona que el día en el cual YHVH descendió para posar Su Presencia entre el pueblo de Israel, ella debe intentar elevarse y apegarse a los mundos superiores. A pesar de que la persona es una creación de carne y hueso, hecha de materia inerte, ella recibió un alma espiritual que pertenece a los mundos más elevados y que le permite crecer y superarse, desconectándose de lo material y de las vanidades mundanas que la rodean, apegándose a los mundos que se encuentran por encima de la naturaleza.
El objetivo primordial de la existencia humana es lograr servir al Señor con calidad total, alcanzando día a día la manera más perfecta posible, hasta el punto de merecer que la Presencia Divina pueda posarse sobre la persona elevándola hacia el octavo mundo; es decir, más allá de la naturaleza.
Cuál es la función de la persona en este mundo: intentar apegarse a los actos de YHVH cumpliendo con lo que fue dicho en el Talmud: «Así como Él es, así también tú debes ser» (Shabat 133b), y de esta manera elevarse a los mundos superiores representados por el número ocho.
La cercanía con el Eterno exige sumo cuidado en todos nuestros actos aquí en la Tierra, ya que ellos son portales por los que el Rey de la Gloria ingresa al plano de la fisicalidad y la transforma por medio de milagros.
Al comenzar la bitácora dejé establecido que el octavo es nuestro objetivo primordial porque es la posición de la sefiráh de Binah cuando la miramos desde Malkut, es decir desde el Mundo Físico.
Binah es la sefiráh divina cuya energía divina sostiene todos los planos existenciales. Por lo tanto, esta semana la energía de éxito y sustento está disponible para todos aquellos que la quieran. Sólo debemos clamar para que el Espíritu de la Profecía nos revela cómo lograr la certeza de esta conexión, lo cual nos permitirá tener la perseverancia que necesitamos para alcanzar la victoria que Yeshúa, el Mesías, ha obtenido para nosotros. Recuerden que victoria y perseverancia se escriben con la misma palabra hebrea: Netzaj. Esta sefiráh es la que extrae la Luz que se genera en Tiferet (después que se logra un balance entre el dar de Jesed y el recibir de Guevuráh).
¿Cómo hacemos para que esta Luz de Binah entre en nuestro mundo? ¿Cómo hacemos para poder conectar con esa Luz? Pues estudiar esta porción es una de las maneras, porque los días de la semana son como un cóctel de influencias astrales, y traen impreso los desafíos de cada aspecto de las sefirot emocionales. Aceptemos una vez mas que el estudio de la sabiduría de la Torah es la herramienta más eficaz para transitar la vida con sabiduría y conocimiento.
Interesante resultará saber que esta parashá tiene 91 versos. Ya hemos dicho que muchos datos numéricos como este sirven para profundizar en la emunah (fe) escondida en las letras de las Sagradas Escrituras usando la gematría de las misma. Bien, resulta que el número 91 es el resultado de hacer una trenza entre las cuatro letras del Nombre de Dios ( יהוה Yud Hei Vav Hei) con Adonay (Señor), que es el mismo Nombre de Dios que ha descendido a este mundo, cambiando de nivel.
Veamos esta ecuación y la herramienta de meditación que nos entrega la sabiduría de la Torah, en esta disciplina de santificar el Nombre de Dios:
Nombre de Dios: YHVH
יהוה
Éste es la expresión del sistema del Árbol de la Vida sin defecto alguno (por eso para muchos es impronunciable). Su guematria es:
- י Yud=10;
- ח He=5;
- ו Vav=6;
- ח He=5.
Total: 26.
Nombre de Dios: Adonay
אדני
A través de éste nombre, Dios actúa en nuestro mundo somo el Soberano de todo. Como en este Nombre Yud He Vav He se ha cambiado de ropaje (ha bajado su frecuencia) para adaptarse a nuestro mundo, podemos pronunciarlo: Adonay.
- א Alef=1;
- ד Dalet=4;
- נ Nun=50;
- י Yud=10.
Total: 65.
Al meditar y pronunciar Adonay, estamos declarando que el Eterno es el Amo y Señor majestuoso de toda la Creación. Decimos a todos los planos existenciales que el Eterno es nuestra autoridad plena.
¿Qué es esto de la trenza de los nombres y cómo se realiza?
La trenza o yijud (también traducido como unificación) de un Nombre Divino representa la unión de la Luz con la vasija. En este caso, el Nombre de Dios Yud Hei Vav Hei es la Luz y Adonay es la vasija. Por lo tanto, se crea una secuencia al introducir las letras del nombre Adonay en medio de las letras del Nombre de Dios de más alta frecuencia (siempre comenzando de derecha a izquierda). Entonces, queda así:
יאהדונהי
Guematria 26 + 65 = 91.
Así pues, este Nombre Divino corresponde al número de versos de la parashá. Por tanto, meditando y orando con en este nombre todas las mañanas, atraemos la energía completa de esta porción: la energía del 8. Esto significa que cada mañana al despertar, debemos aceptar humildemente que estamos peregrinando hacia un Mundo Mejor que este que hoy conocemos a través de nuestros sentidos físicos, y que para llegar a alcanzarlo, deberé primeramente humillarme ante el Dueño de todo e invocarlo para que pueda santificar Su Nombre a lo largo de mi jornada laboral, en cada acción que realice.
Por eso, el Olam Havá (Mundo Venidero) está reservado para todos aquellos que formando parte del Pueblo de Israel, reconocen que HaMashiaj (el Mesías) ya vino en la persona de Yeshúa, y que este por su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz, ha sido elevado por Dios hasta lo sumo, y se le ha dado un Nombre que es sobre todo nombre. Dicho nombre es este yijud poderoso (YHVH Adonay), y sólo en este nombre se puede recibir la energía que esta parashá nos revela.
Considerando todo esto, lograremos entender que la razón por la cual la Torah nos prohibió consumir los animales impuros es porque estos provocan en la persona una tendencia hacia la crueldad y el pueblo de Israel debe ser un pueblo santo en el cual reine la cualidad de la benevolencia (jesed). En el futuro YHVH hablará con cada uno de los miembros del pueblo de Israel, tal como está escrito:
«Sus hijos y sus hijas profetizarán».
(Joel 3:1)
En consecuencia, ningún integrante del pueblo puede alimentarse con algo impuro porque sus bocas dirán las palabras de Yahvéh. Esto es lo que nos enseñan las palabras de este versículo: que Moshé y Aharón les avisen que en el futuro Dios les hablará a cada uno y por eso no deben comer animales impuros.
Estamos llamados a desarrollar la misma actitud que hubo en Yeshúa el Mesías, mientras caminó como el Hijo del Hombre sobre la Tierra (Malkut). Es decir, desarrollar tal calidad de Avodáh (servicio sacerdotal) que logre la sublimación y elevación de lo terrenal a las esferas celestiales. Así se permite a la Shekináh (Presencia) de la Luz Infinita manifestarse en medio del mundo natural, permeando a toda la materia, y haciendo que todo lo creado se someta al señorío absoluto del Eterno.
Entonces esta parashá nos deja bien claro el concepto que cada uno de los redimidos, con nuestras buena obras, refinamos las cosas de la fisicalidad y a la vez nos autorefinamos para elevarnos junto con ellas a dimensionalidad de plenitud celeste.
Para lograr la eficacia de esta vocación, y alcanzar excelencia en nuestra misión, debemos aceptar que necesitamos atraer la Luz al mundo material, acercándolo por medio de nuestro esfuerzo de elevarnos en conciencia. Por esto, tenemos que cuidarnos de nuestras obligaciones materiales para poder penetrar en el mundo espiritual.
Para lograr la eficacia de esta vocación, y alcanzar excelencia en nuestra misión, debemos aceptar que necesitamos atraer la Luz al mundo material, acercándolo por medio de nuestro esfuerzo de elevarnos en conciencia. Por esto, tenemos que cuidarnos de nuestras obligaciones materiales para poder penetrar en el mundo espiritual.
Tenemos que prepararnos para la llegada del Rey. Para ellos debemos cuidar nuestro aspecto físico, tanto interno como externo. Cuidar la forma de vestir, la imagen, la higiene tanto física como mental. Observando nuestra forma de ser sociales, hasta incluso alimentándonos equilibradamente, siguiendo una dieta estrictamente profética.
La implicación es elocuente: observar las normas de pureza e impureza tratadas en esta sección (parashá) y las posteriores, lleva a cada redimido a elevarse por sobre lo mundano e incorporar en su ser los valores supremos de lo «octavo», es decir el carácter mesiánico que todo lo puede.