Por P.A. David Nesher
“Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron:
Haremos todo lo que Yahvéh ha dicho.
Y llevó Moshé a Yahvéh las palabras del pueblo. Y Yahvéh dijo a Moshé:
He aquí, vendré a ti en una densa nube, para que el pueblo oiga cuando yo hable contigo y también te crean para siempre.
Entonces Moshé comunicó a Yahvéh las palabras del pueblo.
Yahvéh dijo también a Moshé:
Ve al pueblo y consagrarlos hoy y mañana, y que laven sus vestidos y que estén preparados para el tercer día, porque al tercer día Yahvéh descenderá a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí. Y pondrás límites alrededor para el pueblo, y dirás: «Guardaos de subir al monte o tocar su límite; cualquiera que toque el monte, ciertamente morirá. Ninguna mano lo tocará, sino que será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá.» Cuando suene largamente la bocina ellos subirán al monte.”
(Éxodo/Shemot 19:8-13)
El Eterno aparecería a Israel de una forma espectacular; y antes de que esto pudiera pasar, el pueblo debería prepararse para ese momento sobrenatural. La gente de las doce tribus debía estar alistado física y espiritualmente para que este encuentro con la divinidad de Yahvéh les permitiera elevarse al plano de las todas las posibilidades de la existencia misma (el 99%). Una vez que sus almas vibraran en esa dimensionalidades metafísicas, cada uno de los israelitas lograría lo que se conoce como Bilá HaMavet LaNétzaj, que se traduce aproximadamente así: «la eliminación el final del dolor, sufrimiento y muerte para siempre«. Este nivel sería el que tenía Adam HaRishón e Ishá en el Gan Eden, antes de la caída. Es el nivel donde se puede saborear el Árbol de la Vida.
Discerniendo esto, el pueblo de Israel contestó por la tarde el segundo día del tercer mes cuando Moshé había bajado del monte. En la mañana siguiente, el tercer día de siván, Moshé subió de nuevo al monte con la respuesta del pueblo: la propuesta divina había sido aceptada sin discusión ni preguntas.
Me gustaría invitarlos a que noten que el texto señala que Moshé convoca a los ancianos, pero quien responde es el Pueblo en su conjunto, y en unanimidad. De este modo se asegura la participación de todos en la Alianza Matrimonial con el Eterno que estaba a punto de acontecer.
El pueblo contestó a una: “…Haremos todo lo que ha dicho el Eterno…”!
Al llegar a esta expresión, los sabios de la codificación hebrea explican que, para ese momento todos los miembros de Israel habían llegado a la plenitud de pureza de Adam antes de su pecado, al punto de asemejarse a los ángeles. Antes de la entrega de la Torah, YHVH había curado a todas las enfermedades del pueblo así como defectos físicos, [Midrash, Pág 163-164].
Lo primero que se nota al decir «el pueblo contestó a una» es que en ese momento, ya no había mudos entre ellos, evidentemente había sido sanados en la trayectoria hacia Sinaí al revelarse YHVH Rafáh. Así mismo leemos que, en el cap. 20, vers. 18, está escrito que todo el pueblo vio las voces (cf. 19:11), lo que muestra que ya no había ciegos entre ellos. Más adelante, en el capítulo 24, verso 7 está escrito que todo el pueblo dijo que iba a escuchar, lo que muestra que tampoco había sordo entre ellos. Evidentemente, las murmuraciones de la primera parte del camino habían quedado atrás y ahora hay una aceptación del diseño del propósito divino para ellos, sin escatimar nada.
Así el Eterno, había preparado a Israel como una Esposa, a fin de «presentársela a sí mismo como una asamblea gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa y perfecta» (Efesios 5:27). Y ahí estaban, al pie del monte Sinaí cerca de tres millones de israelitas, a la espera de escuchar las Palabras celestiales que los elevaría a la misma naturaleza divina que el Adam HaRishón había perdido en su caída (Génesis cap. 3).
La Santidad Verdadera es un Poder divino para poner límites, no una condición de moralidad suprema.
Entonces ya sabemos que en el tercer día del tercer mes (llamado Siván), Yahvéh le comunicó estas palabras a Moshé en la cima del Monte Sinaí. Luego Moshé bajó y habló con el pueblo, y luego subió otra vez con las palabras del pueblo el cuarto día del mes. Esto significa que Moshé tenía que ver que el pueblo se santificara durante el cuarto y quinto días del mes tercero. [A modo de dato, les diré que según la tradición de la exégesis judía la Torah fue entregada el día 6 de Siván]. Aunque fue el día seis del mes, el Eterno está usando la expresión “tercer día” en alusión a la resurrección del Mesías en la cual también manifestó su gloria de una manera extraordinaria.
Un asunto se destaca aquí, y debemos considerarlo con suma atención. El Eterno prometió revelarse a Sí mismo en el Sinaí, pero para ello, Él dijo a Israel: «Guardaos de respetar los límites«. ¡Así es, el Eterno reveló que existían límites que no se podían cruzar! Israel debía de mantener su distancia detrás de dicho límite, y la penalidad por errar en mantener su distancia era la muerte. Cualquier persona o animal que haya sido muerto por acercarse demasiado debía ser tenido como impuro, de tal forma que no se le podría tocar, por lo que ellos debían ser ejecutados con piedras o saetas.
Con esto el pueblo entendió que la santidad (hbr. kedushá) implica reconocer los límites que definen una vida con propósito. Ellos debían aceptar la verdad de que los límites son los que santifican la vida de cualquier ser humano.
Con este método pedagógico Israel comprendió que Santidad (kedushá) significa hacer una división o separación entre una cosa y otra. Es decir que Kedushá es hacer discriminación entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo erróneo, lo conveniente de lo que no conviene. Para lograr esto hay que aprender a definir toda situación. Poner límites es la esencia misma de toda definición.
En el Reino de los Cielos hay muchos límites, como hemos visto en relación con la escalera de Yaakov. Hay niveles, límites. Cuanto más santa sea una persona, más podrá acercarse al Eterno. La santidad tiene que ver con acercamiento al Olam Azilut (Mundo de la Emanación).
El pueblo no podía traspasar esos límites. Es muy grave traspasar los límites que el Eterno marca. Siempre trae graves consecuencias. El pueblo no había aprendido esta lección y el Eterno le insta a Moshé varias veces a advertir al pueblo para que no traspase los límites.
El pueblo sólo se podía acercar cuando Dios los invitara, y la trompeta señalaba que la invitación estaba abierta. Al sonar de la trompeta ellos podían llegar al límite de la barrera, pero no podían ir más allá. La palabra hebrea que ha sido traducida como “bocina” o «trompeta» es yovel, que significa “cuerno”, especialmente cuerno de carnero. Según la tradición, este cuerno está representado por uno de los que Abraham tomó del carnero que fue sacrificado en lugar de Yitzjak.
Un Ser Humano con Límites es un Ser Humano verdaderamente Libre.
Volviendo al hilo de nuestra reflexión, entendemos que si hay algo básico sobre la naturaleza humana, es la de una necesidad de límites. Al poner estos límites y al traer la pena de muerte al quebrantarlos, Yahvéh le mostró a Israel que la obediencia es más importante que sus sentimientos. No dudamos de que algunos intrépidos Israelitas sintieron el ir más allá de los límites, pero ellos tuvieron que someter sus sentimientos a la obediencia.
Así Israel entendió el objetivo de su vocación: ser una nación santa (v.6). Lo que caracterizaba a Yahvéh a los ojos de los hebreos era, sobre todo, su santidad, atributo que significaba, además de la incontaminación y pureza, la idea de trascendencia. Esto pues hacía entender que, si Israel quería trascender los planos históricos-físicos, debía acercarse al Eterno e intimar con Él. Ahora bien, para que Israel logrará con éxito este acercamiento y pudiera gozar de la plenitud de dicha intimidad, debía también santificarse, purificarse espiritual y moralmente, llevando unas costumbres más puras que los otros pueblos.
La propuesta dejaba todo bien claro. Como pueblo escogido, Israel tiene que ser santo:
”Porque yo soy Yahvéh su Dios, ustedes se santificarán; y serán santos, porque yo soy santo. No se contaminen por causa de ningún reptil que se desplaza sobre la tierra.
(Levítico 11.44)
”Me serán santos, porque yo, el SEÑOR, soy santo y los he separado de los pueblos para que sean míos.”
(Levítico 20:26)
Por todo esto, el Eterno será llamado “el Santo de Israel”, es decir, el Ser Trascendente, que, a pesar de Su excelencia, e incontaminación, tiene relaciones íntimas con el Pueblo Elegido, para que este pueda cumplir plenamente su misión en la Historia de la Salvación.
Los hebreos entendieron el llamado divino: es necesario apartarse del pecado e incluso de la rutina diaria para dedicarse a indagar en los secretos del Cielo revelados en la Instrucción (Torah) del Eterno.
Evitar el contacto con todo lo que pueda corromper el alma humana es la clave para trascender el mundo ilusorio de la sensorialidad, y penetrar los lugares celestiales para lograr la manipulación de todas las leyes extrasensoriales. Eso es la esencia misa de la Kedushá (Santidad).
Espero que en esta tarde puedas apartarte para romper el estrés del día a través del uso de tu kedushá.
Siempre a tu servicio: P.A. David Nesher
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